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Mensaje por lovesick Vie 22 Oct 2021, 2:43 pm


CHAAAAAAAN :

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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por lovesick Lun 07 Feb 2022, 4:32 am

Bitter & Sick P.1
Lovesick | Nicholas Audrey & Milah Townsend| Talk to me—

Nicholas
Actualidad

—¿Sería tan malo acercarme un poco más a la luz? — Murmura Iris en un tono bajito que si la alcanzo a escuchar es sólo por nuestra cercanía.

—¿Qué dices? — Suelto cautivado por las palabras de Iris que me toman por completo desprevenido, sin duda ayudándole a mi ego. Pero cuando posa su mano en mi mejilla de manera delicada, todo toma otro sentido. 

"¿Cómo saber si no es más que una fantasía o un sueño absurdo, un delirio producto de tu mente? No hay ensayos generales en la vida y aún menos en el amor."

Creo que no había terminado de entender a Hurleyhasta ahora. Acaso yo... ¿le gusto a Iris? Espera. ¿Por qué mi corazón está latiendo tan rápido?

No sé qué siento en mi interior. O tal vez sé que siento y simplemente no quiero aceptarlo. 

Desde que llegué a Nueva York no he hecho otra cosa más que poner mi vida de cabeza; mis intentos por encontrar ese «algo» me llevaron irónicamente hacia el pasado del que intenté huir. 

Pero, ¿en verdad Milah puede ser «la respuesta que necesito»? ¿Ella puede hacerme dejar de sentir este vacío?

Yo siento que sí puede ser así. Debe ser así. Lo siento en mí. 

Pero cada que veo a Iris es como si pudiera permitirme disfrutar de un día de arcoíris luego de un poco de lluvia. Hay muchas cosas que me agradan de ella, empezando por su nombre. Carajo, incluso me gusta lo que significa. También me gusta el color de su cabello y la manera en la que contrasta con su piel blanca. Me gusta que sea amable y un poco tímida; que cometa torpezas e intente remediarlo tan rápido como sea posible.

No me había dado cuenta hasta ahora que ella me hace sentir en calma conmigo mismo. Trato de no dejarme llevar por la idea de que eso se deba a que no me conoce - aún-  lo suficiente como para juzgarme, pero ahora que la tengo frente a mi tan dispuesta a besarme no sé como sentirme. 

Iris se va acercando poco a poco hacia a mi que ya puedo saborear su aliento mentolado sobre mi barbilla.

— Iris. — La detengo con mis manos en cada uno de sus hombros. Abre los ojos al instante con la vergüenza notándose ya en sus mejillas coloradas. 

Ella se inclina frente a mí, reconozco el movimiento, una reverencia al estilo coreano que me indica que se está disculpando. No me da tiempo de detenerla, sus pies se mueven rápidamente por el pasillo huyendo de mí. ¿No se suponía que yo debía intentar animarla?

— ¡Espera, Iris!

Me obliga a seguirla a zancadas, cuando la alcanzo me interpongo frente a ella para poder tomarla de la mano. Llevo sus nudillos a mis labios en un gesto muy desinteresado. — Perdoname, es que...

— Nick, no tienes porque ...

— Te invito un trago. — Suelto como si nada hubiera sucedido y es que en realidad así fue. No sucedió nada entre nosotros. Nada de lo que ella deba avergonzarse, ni nada de lo que yo pudiera arrepentirme. 

Los ojos de la pelinegra se muestran dubitativos unos segundos hasta  que la veo asentir con la cabeza. Sé que aún quiere salir corriendo por la manera en la mira el pasillo de reojo, pero creo que compartimos el mismo pensar: irse hecha un lío hacia Alexander Choi no es buena idea.

Varias puertas comienzan a abrirse a nuestro alrededor casi al unísono por cambio de hora en la universidad, seguidamente el pasillo se llena de estudiantes saliendo de las aulas. — Escuché que el papá de su ex terminó suicidándose por ello. 

— Tuvo que ser horrible lo que hizo, que le dio tanta vergüenza como para suicidarse. — Giro en busca de cualquiera que haya abierto la boca con algo más que un simple cuchicheo universitario, pero entre tantas caras, ninguna me resulta lo suficientemente culpable como para arremeter. 

¿Pero contra qué exactamente? Sí yo fui quien escribió el maldito libro.

— ¿Nicholas? — La voz de Iris me trae de vuelta al mundo y me doy cuenta de que aún sigo tomándole la mano. — ¿Nos vamos? — Me pregunta con una sonrisa genuina que no me queda de otra más que hacerme responsable de una cosa primero. 

Aunque al salir de la universidad, Iris y yo nos subimos a mi auto en silencio. 

 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 


No me había aparecido en el Theo's desde la noche con música en vivo. Muchas cosas pasaron esa noche; primero, Milah y yo nos encontramos en una pésima situación porque creyó que no pude ir a verla, cuando en realidad me vetaron del Opera Metropolitan y ella terminó con el pie lastimado. Segundo, me enfrente a ella y le pedí que dejara de jugar. Tercero, conocí a Iris, me rompió la nariz. Y también me enteré que mi amigo de copas es hijo de Choi SeYong y el novio actual de la chica de hermosos colores

Pero aquí estábamos ambos, entrando por las puertas de cristal a uno de los lugares que había conocido desde siempre. 

— Bienvenida. — Le dice Billy a Iris con una sonrisa amable mientras a mi me frunce el ceño tan pronto como me ve a lado de ella. No puedo hacer nada más que encogerme en mi abrigo por el frío del otoño que ha comenzado. He traído a Iris hacia la parte de la terraza, donde el ambiente del Theo's es mucho más ameno entre semana, pues no hay tantas personas y la iluminación amarilla de algunos calentadores acompañan al atardecer. 

Le abro el banco a Iris para que lo tome antes de sentarme a su izquierda, frente a la barra. — ¿Qué le puedo ofrecer, señorita? — Pregunta Billy recalcando eso último más de lo normal mientras le extiende el menú. 

— Yo también estoy feliz de verte. — Me quejo como de costumbre. Él me pasa de largo y mantiene su actitud cordial a la espera de la orden de Iris. 

Ella se lo piensa todo dos veces, incluso hace un leve gesto de concentración: rascarse la cabeza con dos dedos un tanto preocupada como si su vida dependiera de ello. — Eso es bastante adorable. — Digo en voz alta sin pretenderlo. Carraspeo en un intento por pasar mi torpeza desapercibida. — ¿Quieres que te ayude? 

— Mmm. No sé si debería pedir algo normal o algo sorprendente. — Hace un gesto de explosión con sus manos jugando y no sé si es su modo de tranquilizarmecomo si me dijera: estoy bien, sólo que simplemente no sé qué pedir. ¿Lo ves? 

— Pienso que deberías pedir algo que te guste a ti. — Contesto yo ladeando la cabeza antes de dirigirle una mirada suplicante a Billy. — ¿Podemos ser amigos por hoy? Necesito un trago.

— ¿Ahora qué hiciste? — Me pregunta a propósito y lo odio. No puedo hablar sobre nada frente a Iris y lo sabe. 

— ¿Por qué siempre crees que hice algo? — Intento excusarme, sintiéndome algo ofendido cuando claramente no debería de estarlo. Escucho la risita incómoda de Iris por interrumpir nuestra conversación y eso me hace relajarme. 

Billy asiente sin creerme aún, pero lo veo tomar uno de los vasos que más me gustan. — ¿Solo o en las rocas? — Me pregunta sin ánimo. 

— Solo y que sea doble. — Pido rápidamente y él me enarca una ceja, arrepentido. — ¿Por favor?

— ¿Debería pedir un whisky? — Se pregunta la pelinegra asimisma a mi lado y niego rápidamente. — Okeeeey. Pues me rindo. No sé qué pedir. 

— Dime una fruta. La que quieras. 

— Fresa. — Responde casi sin pensar. 

— Entonces un daiquiri de fresa. — Añade Billy. 

— Vas a amarlo. — Le comento yo con mucha confianza, mientras vemos al rubio hacer de las suyas detrás de la barra pero no lo suficientemente lejos como para «la conversación que debemos tener» en privado. 

— La otra noche... fue muy buena. — Suelta Iris iniciando una conversación que nos involucre a los tres: a Billy, a ella y a mí. — Sólo que no entiendo porque de pronto hubo un alboroto. — Se acomoda en la barra con la palma bajo su barbilla. — ¿Sabes algo de eso? — Sé que se lo pregunta a  Billy sin malas intenciones, sólo por simple curiosidad. 

Billy niega rápidamente sin darle oportunidad para divagar más en ese tema y eso sólo puede significar una cosa: Milah Townsend. 

Conozco a Billy lo suficiente como para saber que el que calla, otorga. Nuestro querido Billy Roue nos es tan leal que sé que no dudaría en meter las manos al fuego por cualquiera de nosotros, sí, incluyéndome a mí aunque a ninguno de los dos nos guste. 

Puedo captar rápidamente esa mirada que me pide que interceda antes de que las cosas sean incómodas. 

— ¿Hablas de esa noche donde tú y yo bailamos? — Me pongo de pie frente a ella y tomo su mano, girando al mismo tiempo su asiento 180° con dirección al atardecer tras de nosotros. Intento no mostrarme afectado por descubrir que en definitiva fue a Milah a quien vi esa noche, cuando los gritos comenzaron y la música se detuvo. 

Iris comienza a reír divertida con la situación. — Ay, no. ¡Qué vergüenza! ¿Hablas de mi intento de baile? — Se lleva ambas manos a la cara mientras oculta una mueca y empieza a decir cosas en lo que yo creo que es coreano porque no entiendo ni un carajo. 

— Iris. — La llamo al cabo de un momento. —¿Puedes mirarme? — Ella  deja de hablar en su idioma natal. Levanta el rostro con su cabello cubriendo parte de el. No puedo evitar querer despejar su rostro, así que pasó parte de los cabellos negros detrás de su oreja, aunque me encapricho con un mechón que termino enredando entre mis dedos. — A mi me gustó nuestro baile. —Susurro. — Fue mi parte favorita de la noche.

 — ¿Enserio? — Sus ojos negros me miran buscando sinceridad. Asiento, aun manteniendo mis ojos fijos en ella. 

— Sí. Enserio. — Me muerdo un poco el labio inferior y me enderezo. Siento que ella necesita que se lo diga para que se lo crea, y en verdad quiero hacerla sentir mejor, así que decido dejarme llevar por mi boca floja. — Mi parte otra parte favorita de esa noche fue cuando me llevaste al hospital luego de romperme la nariz. Solo digo. 

Aun tengo su cabello entre mis dedos, no me había dado cuenta de lo sedoso que es. Creo que su champú huele a naranja. Sonrió para mi mismo. Otra cosa que me agrada de ella. 

— ¡No! Qué cosas dices. —Entre risas, me da un leve golpe en el brazo que me empuja un tanto hacia atrás y me hace jalarle el pelo. Oh, mierda. Se ha enredado y prueba de ello es cuando suelta un pequeño quejido. 

— ¡Auch!

— Lo lamento. — Me disculpo de inmediato, me acerco a ella mientras la veo aguantarse otro grito mientras lo intento desenredar.  No puede ser, este es mi intento de hacerla sentir mejor, no de arruinarlo todo. Otra vez. — Escucha, no quiero que las cosas cambien entre ... — No sé si estoy siendo de ayuda o arreglando la situación, pero su cabello no parece ceder. — nosotros. 

— ¡¿Enserio crees que es el mejor momento para hablar de eso?! — Medio me grita sosteniendo también parte de su pelo negro. — ¡Saca tus dedos de mi cabello! 

— ¡Lo intento! — Digo preso del pánico y algo alto. Llamo la atención de Billy y cualquiera que esté cerca de nosotros. Casi puedo anticipar su gesto del rubio, negar con la cabeza hacia mi dirección. — Ayuda. — Le pido a Billy gesticulando las palabras. 

Lo veo disculparse con el hombre al que está atendiendo antes de acercarse con pocas ganas. — Wow, wow. — Dice llevándose una mano a la barbilla y casi sin aguantarse. — Tenemos un descabellado problema.

De no ser porque tengo las manos en el cabello de Iris, ya lo estaría ahorcando. — ¿De verdad? — Me quejo.

— ¿Saben algo? Creo que lo vamos a tener que cortar. — Dice luego de intentarlo tan poco. Esa declaración hace que sufra un mini infarto. 

— ¡¿Qué?! — Gritamos ambos al unísono. 

Billy nos mira a ambos como si no quisiera darnos esa noticia, para luego sonreír de oreja a oreja. Mi mano se desliza entre el largo pelo como si nada y por fin el cabello de Iris está lejos de mi. — Sucede más veces de las que creen. — Suelta. — Les traigo sus tragos enseguida. Y deja de meterte en problemas, por el amor de Dios. — Me regaña. 

Miro a Iris peinarse el pelo tan pronto se siente libre. Me siento tan aliviado como ella. — Ahora sí. ¿Qué me estabas diciendo? — Por encima del hombro de Iris veo a Billy acercarnos nuestros tragos antes de marcharse. Creo que debo tomar algo antes de entablar esta conversación, luego de mi escena. 

— Que yo... no quiero que te alejes de o que me intentes evadir cuando me veas. — Suelto mientras bebo otro poco. — Somos amigos. ¿No es así? — Pregunto mientras meneo mi whisky como si fuera la cosa más interesante del mundo. Siento como el ambiente vuelve a ponerse tenso entre nosotros, pero debemos tener esta conversación. Necesito tener esta conversación.

Tomo su trago color rojo y se lo acerco hasta sus manos. 

— Mira, tampoco quisiera que las cosas se empiecen a poner raras. — Hace una pausa. — Más de lo que ya están. Así que quiero que me disculpes por lo que hi...

— No me malentiendas. — La interrumpo. — Yo quería besarte. — Le confieso. — Pero no puedo. Y quisiera, yo... — Hago un increíble esfuerzo por decirle lo que siento. — Yo quisiera decir que es por Alexander Choi, quién me agrada muchísimo, pero yo... — Me relamo os labios mientras la miro.  ¿Por qué se siente como si estuviera a punto de soltar una bomba entre nosotros? No puedo evitar pasar la mano por mi nuca, sintiendo mi propio estrés. — Hay alguien más. 

— Está bien. — No lo está. — De inmediato puedo ver en su rostro un sentimiento: decepción. Aunque intenta ocultarlo con una media sonrisa, sigo siendo capaz de ver lo que está sintiendo. Como siempre Iris irradia algo más que un sólo color, y esta vez se muestra como una escala monocromática. — No pasa nada. —Dice rápidamente. — Lo entiendo. 

— Iris. 

La veo levantarse del banco y dejar su trago sobre la barra sin siquiera haberlo probado. — Necesito ir al tocador. ¿Me disculpas un momento? — Pregunta pero ella se va antes de que siquiera pueda seguir hablando. 

Mierda.

Tomo asiento mientras veo a Iris desaparecer con dirección al baño. — Parece ser una buena chica. — Pego mi frente a la barra de mármol negro, completamente derrotado.

— Lo es. 

— ¿Y por qué luce bastante decaída? 

Giro el rostro para acomodar mejor mi mejilla en vez de la frente contra la piedra. Me doy cuenta de que él ha rellenado mi vaso. — ¿No te perdonó lo de querer arrancarle el pelo? 

— No es eso. Sólo que le dije la verdad. — Entrecierro un poco los ojos sin quitarle la vista al vaso. — Oye, no te pedí que me sirvieras otro. — Trago saliva y me obligo a mi mismo a encararlo. — ¿Acaso estás intentando hacerme sentir mejor? —Pregunto cautivado por lo que parece ser una buena acción. 

— Claro que no, idiota. — Aún así, le doy las gracias y le doy de nuevo otro sorbo a mi bebida. — Es cortesía del hombre al final de la barra. — Me dice con discreción, aunque por mi parte yo no puedo evitar girar la cabeza con brusquedad, valiéndome por completo que me puedan ver indagando. 

Aunque el alcohol pasa por mi garganta con dificultad en cuanto reconozco a quien me ha invitado whisky. Aleksi Eide levanta su mano delgada y blanca hacia mi dirección, sin ningún gesto de alegría por verme, sino todo lo contrario. Él me había regalado no sólo un boleto para Giselle sino que también me había dado un ultimátum en plena vía pública: no interponer mi vida ni mis sentimientos sobre el ballet. Sobre el ballet de Milah.

Se pone de pie tan rápido cuando brinda por mi, que creo que se va a acercar sólo para golpearme.  Pero no, en realidad él únicamente saca la billetera de sus bolsillos y se apresura a pagar su trago. Cuando se va, ni siquiera vuelve a cruzar miradas conmigo. 

¿Acaso él vio y escuchó todo lo que pasó? ¿Se lo dirá a Milah?

— ¿Por qué siento que he visto su rostro? 

Suspiro. Negárselo a Billy sólo implicaría más problemas innecesarios. — Por que es Aleksi Eide. El compañero de ballet de Milah y si me lo preguntas, también es como su guardaespaldas.

— Parece que no le agradas.

— ¿Y a quién sí? — Preguntó con sarcasmo, de inmediato sé que Billy Roue quiere contestarme con humor pero niego con la cabeza antes de que comience. — Por favor no. 

— Como quieras. — Lo veo encogerse de hombros. — ¿Y? ¿Entonces qué sucede? — Me pregunta directo como siempre, sin anestesia. — Vamos, te conozco. Tienes esa cara que me dice que planeas embriagarte y que tendré que llevarte a casa o meterte en un taxi. 

— ¿Era Milah, verdad? — Pregunto yo esquivando otro tema delicado de conversar. — La de la noche con música en vivo.  

— Sí, era ella. 

— ¿Cómo fue que terminó envuelta en una pelea? — Soy inconsciente de que mi índice choca contra la barra impacientemente hasta que Billy me detiene.

— Ella está bien. — Se agacha unos segundos tras de la barra, luego aparece con un cenicero de cristal y una cajetilla de cigarros. — Tú por el otro lado, parece que estás a punto de perder la cabeza. — Tomo la cajetilla tan rápido como puedo y me hago de uno entre mis dientes, mientras me acerco a sus manos que ya sostienen la llama. 

— Pues tan equivocado no estás. Hoy no es mi día. 

— Claramente. 

— Rechacé a Iris. — Suelto la verdad mirando de nuevo hacia el camino que conduce a los sanitarios. ¿Ella estará bien? — Yo le dije que hay alguien más. 

Billy no parece estar de acuerdo.  De hecho me da un golpe con en la frente con los dedos sorprendiéndome por completo, haciéndome toser el humo dentro de mis pulmones.

— ¡Oye! — Digo dándome golpecitos en el pecho para que se me pase la tos. — ¿Qué carajos fue eso?

— ¡Claro que no tienes a nadie más!

 ¡Sabes que eso no es cierto!

— ¡Nicholas!— Dice mi nombre con cierta preocupación y también molestia. — Milah. No. Quiere. Estar. Contigo. ¿Por qué esa cabecita tuya no quiere entenderlo? ¿Acaso esos rizos tuyos no te permiten pensar? ¡Ella se va a casar!

Me hago hacia atrás para evitar otro ataque contra mi persona. 

— No si yo lo evito. — Las palabras salen de mi boca antes de que siquiera pueda procesar lo que he dicho. Billy choca las manos contra la barra con indignación. 

— Basta, Nicholas. No se trata de ti sino de Milah. — Defiende insensible a mis sentimientos y bienestar. — Tú no tienes que hacer nada. Es más, lo único que tienes que hacer es dejarlo ser. Entiende. 

— ¿Te digo algo? — Le pregunto aunque no espero a su respuesta para seguir hablando.— Hace rato escuché como alguien hablaba de Theodore en la universidad. ¡Y yo no hice nada! 

— ¡Theo está muerto! — Me recuerda. — ¡A él no le importa un carajo lo que los demás hablen sobre él!

— ¡A mi si me importa! — Me llevo una mano a la boca en cuanto me doy cuenta de que he exagerado al gritar más allá de lo permitido. Doy un gran respiro, reconociendo como la molestia se ha hecho un lugar entre mis emociones. — Incluso si no fui yo lo que lo impulsó a suicidarse, sé que tengo parte de la culpa. Yo escribí sus secretos y los publique. Los volví mi éxito. Y juro que sé que me merezco que los Townsend me odien, pero no voy a rendirme con Milah. Ya lo hice una vez. — Sacudo las cenizas del cigarro que apenas si he fumado. — Por eso no puedo permitirme algo con Iris, se lo debo a Milah. 

— Sí, pues te diré algo: defender a Theodore no va a traerlo de vuelta. — Declara en son de guerra que me deja un sabor amargo en la boca. — Y que ella esté o no encaprichada contigo, no hará que las cosas vuelvan a ser como antes. 

Él tenía razón. Nada de lo que yo hiciera podría consolar a los Townsend, ni a mis papás, ni a mi. Sé que me he hecho daño yo solo, y todo por sacar este tema a la mesa en busca de un poco de consuelo en mi amigo y en el alcohol. 

— Oh, mierda. — Se queja Billy verdaderamente fastidiado. Dirijo la mirada hacia donde él está observando. Iris está de pie frente a nosotros.


¿Cuánto tiempo llevaba ahí escuchando nuestra conversación?



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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por lovesick Lun 07 Feb 2022, 5:01 am

Bitter & Sick P. 2
Lovesick | Milah Townsend & Nicholas Audrey | Talk to me—

Milah.
»Actualidad.

Tyler Harrison me había llamado pero apenas escuchó mi voz colgó, sin siquiera darme oportunidad de comenzar a disculparme.

No. Ty Ty jamás haría algo como eso, debe ser un error de dedo. Intento animarme antes de pulsar de nuevo el botón, aunque la fastidiosa voz de la contestadora es la única que escucho: el número que usted marcó no se encuentra disponible o está fuera del área de servicio. 

No sé porque me siento tan sorprendida, de no haberme metido en lo que no me concierne las cosas con Tyler no habrían terminado de este modo. Tan incomodas que su única respuesta ahora es evitarme. Y yo no puedo hacer nada al respecto. 

Hacer algo sólo sería una grandísima imprudencia de mi parte; ya todos estaban cargando con sus problemas como para que yo llegara a volver las cosas todavía peor... pero de sólo pensar en dejar las cosas así como están me hace sentir unas terribles ganas de llorar. 

Tyler fue ese punto de inflexión que me salvó cuando me ahogaba entre criticas por lo ocurrido con Nicholas, su abandono y la muerte repentina de mi padre.  Fue el hombre que necesitaba cuando ni siquiera mi hermano deseaba verme. 

Siento como me tiembla la barbilla mientras la pantalla de mi celular se va apagando. — Maldición. — Resisto el impulso de lanzar el teléfono por la ventana. 

No puedo recurrir a Aleksi tampoco. Luego de haber caído en nuestra última presentación de Giselle, nuestro «vinculo» también se había fracturado:


—¿Podrías dejar de mirarme así?

El reproche es evidente en la mirada verde de Aleksi, habíamos trabajado muy duro para esto. Él intuía perfectamente lo que me había pasado, dar mi brazo a torcer en la última presentación debía sentirse como una derrota. — Eres una estúpida. — señala sin ser de ayuda. — Te dije que te encargaras de tu mierda, Milah. ¡Te lo dije! — Reprimo las ganas de gritar. La enfermera incada frente a mi me soba el tobillo en una revisión rápida de mi pie lastimado que no luce nada bien; está comenzando a inflamarse. — ¿Qué habría pasado si nos hubieras lastimado a ambos?

Dejarme llevar por el delirio de Nicholas era una cosa, y sí, había sido bastante estúpido pero — la razón por la que estoy aquí y tú no es porque siempre me aseguro de NO afectarte con mi «mierda». ¡Jamás te haría algo como eso!

Aleksi chasquea la lengua, es evidente que quiere decirme algo más pero es obligado a salir por el Rey Cruel que se interpone en nuestra pequeña discusión en cuanto entra a los vestidores. El director vuelve con una mirada hosca que mata un poco mis esperanzas en un intento muy insignificante de positivismo. — Estarás bien. —  Coloca su saco sobre mis hombros sin decir una palabra más. 


Así que abrumarlo con mi drama por mi incapacidad de cuidar una de las pocas relaciones que tengo lo sacaría de quicio.

Tampoco podía apoyarme en Lee ni en mamá. Ni mucho menos en Sebastian.— Ahg. Ni siquiera debería considerarlos como una opción. 
 
«Deberías dejar Nueva York y volver con Fhinneas a Inglaterra. Estoy seguro que te echa de menos.» Las palabras de Bastian hacen que sienta un poco de alivio mientras se hacen espacio en mi cabeza. Me da coraje aceptarlo pero tiene razón. Debería priorizar la relación que se supone que me importa más. Esa que me da calma y estabilidad.

Termino por pegar el teléfono en mi pecho, pensando en mi siguiente movimiento. — ¿Qué pensaría Fhinn si le dijera que nos casáramos de una vez?

 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 


En Londres, Inglaterra son las 7:55 a.m. cuando subo a uno de los taxis seguros que ofrece el aeropuerto. Me da vergüenza admitirlo pero he venido aquí por puro instinto de supervivencia. Llegar a Fhinneas significa estar en un «lugar seguro».

Pero seguramente para él aceptarme con muchos secretos no fue fácil. Me inclino sobre la ventana del auto mientras extiendo el dinero. Aunque el viaje ha durado 8 horas, el camino no me ha permitido pensar en nada para justificarme.  

Veo al taxi partir tan pronto como le pago. Al dar media vuelta doy una respiración bastante profunda. ¿Qué se supone que le debo decir a Fhinn? — Vine porque nada me sale bien. — No. No puedo decirle eso, si yo fuera él me cerraría la puerta en la cara. 

Saco la llave del edificio de cuatro pisos de mi abrigo. Quedarme pensando en la entrada no hará que las cosas mejoren, así que comienzo a subir las escaleras hasta el último, que es el hogar de Fhinn desde que lo conocí.

Me doy cuenta que fuera de su departamento sigue viva una de mis plantas que no me pude llevar cuando regresé a la Gran Ciudad. Estiro la mano hacia el picaporte pero  me detengo antes de que siquiera pueda tocarlo. Cuando Fhinn volvió a Inglaterra luego de su visita sorpresa las cosas entre nosotros no terminaron tan bien, y ni hablar por la verdad a medias que tuve que contarle cuando se enteró de que termine en la estación de policías. Entonces no creo que sea buena idea invadir su espacio después de unas semanas.

Recargo mi cabeza en la puerta y mejor me decido por tocar el timbre. Doy un paso en falso cuando la puerta se abre. Fhinneas me recibe adormilado, sólo con los pantalones de los pijamas. Creo que al verme ni siquiera me reconoce, se lleva las manos a los ojos para espantarse el sueño. 

— ¿Milah? ¿Eres tú? 

Dejo caer la mochila que he traído por equipaje al suelo. Me abalanzo hacia él para poder abrazarlo, hundiendo mi nariz en su pecho tan pronto como lo toco. Creo que lo he sorprendido demasiado. Lo veo levantar los brazos de manera torpe antes de por fin envolverme contra él. Siento como estira su pierna para jalar mi mochila dentro y después cierra la puerta.

— ¿Oye está todo bien?

No, Fhinn. — La he cagado como siempre.

— No creo que eso sea cierto. — Me aleja de él con ambas manos en mis hombros, ni siquiera puedo levantar la cara en su dirección. — ¿Qué ocurre, preciosa?

Sonrió a medias, ahí está el encanto de Fhinn que tanto me faltaba.

— Debemos hablar. — Musito. 

Fhinneas se toma unos momentos para asearse mientras yo hago mi aparición en su cocina. Creo que si Fhinn me va a brindar un poco de paz mental lo más justo es que mínimo yo le brinde un desayuno decente. Observo la cafetera llenar gota por gota la taza frente a mí. Toda mi energía se va en ello, sé que es un intento mío por evadir una conversación que no quiero tener pero que sin duda debe ocurrir. 

No es mi especialidad anteponer los sentimientos de los demás, nunca lo ha sido y parece que quién mejor lo ha aceptado ha sido Aleksi, que es igual de venenoso que yo. Pero con Fhinneas las cosas siempre son de otro modo, de uno mejor. No quiero que las cosas con él salgan mal, después de todo ha sido muy paciente en lo que a mi respecta y sobre todo fuerte. 

No entiendo porque mi ambición no me permite quedarme cerca, donde sé que el amor y la calidez de un compañero de vida nunca me van a faltar. No entiendo siquiera como es que él comprende bien el hecho de que yo no podría elegir entre él y el ballet. Porque aunque el ballet me haga sufrir casi tanto como me hace llorar, lo amo. Reconozco el valor de cada gota de sudor y sangre que he derramado por tener una oportunidad como la que estoy teniendo. Reconozco que esta oportunidad sólo ocurre una vez en la vida. Incluso si esa oportunidad sólo me ha hecho ir de error tras error. No entiendo como es que él acepta que no puede competir contra mi pasión. 

— Con un chorro de leche. — Me recuerda él. 

Entra a la cocina con la sudadera a la mitad del cuerpo antes de acercarse a mi lado. Desde donde estoy puedo oler la menta de la pasta dental. Se inclina un poco frente a mi, antes de besarme me sonríe. Y después mira en dirección a mis labios como si me pidiera consentimiento para hacerlo. 

Soy yo la que termina besándolo a él. Nuestros labios se presionan entre sí de manera muy tranquila, y hasta cierto punto, muy tímida. No es nuestro primer beso. No tardo mucho en distinguir que estar lejos ha puesto algunas barreras entre nosotros. 

Mi mano viaja hasta el resorte de sus pijamas y lo acerco a mi de un jalón. Intento que sus labios se abran para permitirle paso a mi lengua. Quiero llenarme de él hasta que sienta que somos uno, que compartimos cada órgano vital y que sienta que si me alejo de él podría morir. 

«Yo quiero necesitarte más».
 
—Milah, espera. — Dice entre mis labios. — El café. 

Al girar el rostro, el agua se ha comenzado a derramar. Los labios de Fhinn chocan contra mi mejilla mientras yo  colocó la toalla de manos sobre el agua caliente. Paso una mano por mi cabello, pensando con dureza que ni siquiera puedo servir un puto café. 

— Oye, no importa. — Comenta él como si supiera lo que estoy pensando.

— Casémonos. — Suelto girando de nuevo el rosto para poder mirarlo a los ojos y decírselo de nuevo. — No quiero planear una boda. Sólo vayamos a casarnos y ya está. 

Fhinn intenta descifrarme. Cree que lo estoy diciendo a modo de broma hasta que entiende que no lo es. Lo estoy diciendo muy enserio.  Se endereza y se propone a preparar otro café. Nos mantenemos en silencio hasta que ambas tazas están listas. 

— ¿Puedes decir algo? — Exijo, antes de volverme loca viendo como le pone leche al suyo. 

— Quiero casarme contigo...

— ¿Pero? ¿Soy yo o estabas a punto de decirlo?

— No, yo si tengo un pero, es que yo... — Suspira luego de debatir consigo mismo. — Si quiero casarme contigo pero yo no creo que debamos hacerlo ahora. — Declara.

No tengo idea de como debe lucir la expresión en mi rostro, pero me alejo de él al momento en que me dice eso. 

— Oye, te amo. — Continua. — Es sólo que si necesitamos hablar. — Intenta detenerme en cuanto paso a su lado, tomándome del brazo. — Milah, escúchame. 

— ¿Entonces si hablamos te casarás conmigo? —Le preguntó de vuelta. 

— Sabes que no me refería a eso. 

— Sí, pues no sé a que te referías. 

Fhinn suelta mi antebrazo cuando siente que no saldré por la puerta como era mi plan hasta hace unos cinco segundos. — Bien, hablemos. — Lo veo tragar saliva. — Vienes a mi después de como dos semanas sin hablar. Amor, ni siquiera me enteré por ti que terminaste envuelta en una pelea el mismo día que te torciste el tobillo. 

— Porque no quería preocuparte con otra tontería, Fhinn. — Contesto de inmediato. — Mi madre no debía decirte. 

Se muerde el labio inferior rápidamente antes de soltar la verdad. — Milah, tú mamá sólo me dijo lo del tobillo.  Pero lo de la pelea y la policía fue Sebastian. 

¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste?

— Por la misma razón por la que tú no me dijiste que terminaste ahí con el «chico mecánico». — Siento la primera pedrada. — Tú me dijiste que yo no debía preocuparme por él. ¿Y sabes qué? Te hice caso. Me terminé preocupando por ti. — Me señala con el dedo. — Porque mi prometida me dijo que: "en todo caso fui yo la que coqueteó con él." ¿Cómo crees que me sentí cuándo Sebastian me dijo que acababa de pagar una fianza en tu nombre y qué ese chico estaba en la sala de espera?

— Por eso no planeaba decírtelo porque no fue nada grave. Sabía que reaccionaras de este modo. 

— ¿Y qué modo es "este modo"? — Pregunta ofendido, usando el mismo tono de voz conmigo. — ¿Preocupado? ¿Celoso? Sí lo estoy, Milah. ¿Y qué?

—Fhinneas. — Está vez soy yo la que estira la mano hacia su rostro, pero él se aleja antes de que siquiera pueda rozarlo con la punta de los dedos. — Yo jamás te sería infiel. «Tú sabes por qué.» 

— Amor, no me basta esa premisa cuando a los cinco minutos terminas a lado de un chico que conociste hace no sé cuantos años, y que además resulta que salvó tu vida. — Le da un sorbo a su café que seguramente para este momento debe estar ya más frío. Hace un gesto de desagrado y termina por vaciarlo en el lavaplatos.

— Fhinneas. 

— ¿Dime por qué te quieres casar ahora? ¿Qué cambió?

—No cambio nada. Yo te amo. — Respondo de inmediato. 

Fhinn toma el borde del lavaplatos con fuerza. — Milah. No vamos a casarnos hasta que comiences a decirme la verdad. — De verdad no tengo ni idea de como es que llegamos a esto. — Sí es muy difícil para ti quiero que te imagines que es mucho más difícil para mí. 

Dejo que mi orgullo me ciegue. Ni siquiera estoy dispuesta a replantearme lo que acaba de decir Fhinn, yo me arranco el collar del que cuelga mi anillo a secas y lo pongo sobre el borde de la cocina. 

— Como quieras. 

— ¿Milah? — Paso de la cocina hasta el recibidor del apartamento con pasos decididos. Tomo mi mochila con una mano y comienzo a abrir la puerta. — Milah, por favor.  

Salgo del departamento con Fhinn pisándome los talones.

— Milah, vuelve adentro. 

— Si no te quieres casar, no sé que hago aquí. — Saco el celular de uno de mis bolsillos para llamar por marcado rápido al servicio de taxis que tomaba aquí en Londres. 

— Milah, te estás comportando como una niña. — No me importa lo que piense. La operadora no tarda en contestar y antes de que Fhinn intente quitarme el teléfono envió mi ubicación. — Por favor. Quédate.

— ¿Para qué? No confías en mi, aún sabiendo que ...

— Tienes razón. — Me interrumpe. — No confío en ti porque eres diferente desde que te fuiste. —Fhinn se cruza de brazos por el frio repentino que siente cuando salimos del edificio. — Eres tan diferente, y no me permites conocerte.

<<¿Soy diferente? Unos meses en Nueva York y ya todo se está desmoronando de nuevo.>>


El taxi llega varios minutos después. Minutos en los que Fhinn y yo nos hemos mantenido distanciados, sin hablar. Subo a la parte trasera del auto con mi mochila contra mi pecho. Fhinn finalmente se acerca al taxi poniendo su mano en el borde de la ventana. 

— Milah, por favor. Quédate conmigo.

— Tienes razón. — Suelto tranquilamente. — Yo misma sé que soy diferente a la persona que tú conociste. Y te debo la verdad. 

— Entonces baja del auto. 

— No puedo. — Reacciono asustada. — Si quieres saber la verdad tendrás que leerla por tu cuenta. — Sostengo su mano de manera temblorosa, no recordaba la última vez que había dejado todo a la suerte. Pero si yo le contaba todo aquello que le he escondido, llegaría el momento en el que parecerá que quiero justificarme. Y eso me haría sentir enferma. — ¿Recuerdas aquel libro que te prohibí leer? — Fhinneas asiente sin saber muy bien por qué. — Tiene todas las respuestas que necesitas. 

 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 


Nicholas.
»Actualidad

Subo las escaleras de mi maldito edificio de manera lenta, es mi modo de evitar llegar a casa tanto como pueda. Aunque subiendo uno de los últimos peldaños, puedo ver la figura de delgada y minúscula de cierta rubia que va y viene a mi vida cada que se le da la gana. Está sentada frente a mi puerta, abrazándose la piernas con la cara hundida en las rodillas. 

— ¿Mills? — Su nombre en mis labios suena entrañable. Más de lo que me gustaría admitir. 

Tan pronto como me escucha, Milah se pone de pie y corre hacia a mí hecha un desastre. Sé que no ha parado de llorar en un buen rato, tiene los ojos hinchados y puedo escuchar su nariz cogestionada. No puedo evitar recibirla entre mis brazos. Siento como solloza cuando su cuerpo choca contra el mío; dejo que hunda su rostro en mi cuello tan pronto me rodea. Siento su aliento cálido acariciar mis clavículas. Puedo oler que está más ebria de lo que debería para alguien de su complexión.

— Oye, oye. — Susurro preocupado, deslizándome con ella hacia el piso. — ¿Qué sucede?

— Dime que valió la pena. — Lleva sus manos por dentro de mi abrigo, aferrándose a mí con fuerza. — Dime que valió la pena. Dime que valió la pena haberme hecho sufrir tanto. 





hola, baby girls:


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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por 14th moon Mar 08 Feb 2022, 3:33 pm

HOLA MIS REINAS desde octubre que no actualizamos HOW????!!! 

mica la jefa:
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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por 14th moon Lun 21 Mar 2022, 8:42 pm

Sólo un chico... solo
14th moon | Alexander Choi x Iris Na | I want to be yours.—

[Alex]

Odio los suburbios. Odio mi casa de los suburbios. Odio...

—Señor, a partir de aquí no puedo avanzar. —Indica el hombre buscando contacto visual a través del espejo retrovisor.

—Sí, está bien. —Saco mi billetera y le alcanzo un par de billetes.

Salgo del taxi y me detengo a observar cómo se aleja. Giro y me encuentro con la entrada al barrio privado más frívolo de las afueras de Nueva York. El guardia desde su ventana de la caseta me mira fijo; tratando de asustarme como si fuera un visitante indeseable. Me acerco y el hombre se acomoda sobre su silla.

—Buenos días señor, ¿es propietario o está de visita? —Abro los ojos al escuchar la voz gruesa. La asociación hizo un buen trabajo contratando al doble de La Roca.

—Propietario. —Respondo. Como si fuera costumbre, vuelvo a sacar la billetera pero esta vez tomo un carnet. - Mansión Choi. 

—Pase. —Hace un ademán para que cruce el molinete. —Disculpe ¿Quiere que lo alcance hasta su casa? - pregunta el hombre al ver como no me he movido desde la entrada. 

—No, caminaré. 

Estás loco si quieres caminar hasta allá. Si lo estoy. 

El complejo suburbano Dalton Hills, es una zona de mansiones y casas de lujo. Sólo un sector de la sociedad vive aquí, desde políticos, artistas y uno que otro empresario. No me sorprendería que los señores Na tengan una propiedad aquí. La exclusividad aquí es fundamental, las propiedades están separadas por metros entre ellas. Lo ideal es venir en auto, lo que lleva a mi infortunio n°2, no poseer uno. 

Mientras camino, caigo en cuenta de que el suburbano está más desolado que un cementerio. Curiosa analogía, nunca he estado en un cementerio, pero según mi cultura de series y libros, sí son bastantes deprimentes. Cada vez que doy un paso, mi pie aplasta una hoja de árbol caída. Escuchar el “chrak” que hacen las hojas es… ¡Qué satisfactorio!

El camino a la casa de mi padre es algo extenso. Él reside en una de las casas más alejadas. ¿La razón? Necesita un espacio libre y alejado, pero a la vez cerca de sus hijos para poder escribir tranquilamente. Nada mal, pensarían algunos. La situación es que él no prefiere dar la cara a la sociedad directamente porque piensa que es distracción. 

Mi padre es escritor. Famoso y reconocido por la comunidad literaria y el mundo, me atrevo a decir. La cantidad de libros que creó superan al contarlos con los dedos de las manos y pies. Extendió su dominio a diversos géneros, unos más exitosos como otros. El más conocido se llama “Cerezos de cristal”, la cual fue adaptada en película y teatro. La historia del amor entre dos personas, tan puro e inocente que te hace querer disfrutar de un amor así, te hace imaginar posibles finales felices o algún plot twist que es tan cruel que los termine separando. En cambio, el final del libro fue bastante real y optimista, feliz en otras palabras.

Es gracioso cómo la sociedad dice “cansarse” del romance, llamándolo cliché, aunque a su vez ocultan su gusto por ese par que están destinados por alguna teoría de las almas gemelas y venden su alma al consumo. No hay nada de malo en que te guste el romance y luego hinchar por tu equipo favorito de algún deporte o volver a tu estilo de vida edgy cínico. 

¿Existirán tales ideas como las almas gemelas? ¿El famoso hilo rojo que te conecta con tu otra parte? 

Mi monólogo es interrumpido por la vibración de mi teléfono. Con un resoplo, extiendo mi brazo y lo saco del bolsillo de mi cardigan. Es un mensaje de Iris. 

“Ya estoy en el asilo de ancianos!
  La señora Bellamy preguntó por vos, quieren que vengas a visitarlas. 
  Suerte con la visita a tu padre, saludalo por mi.”

Es sábado, la primera quincena del mes y Iris hace voluntariado. A pesar de toda la carga con la universidad y la empresa, ella se mantiene en forma para ayudar a quien los necesite. Es una de las tantas cualidades que admiro de Iris. Aunque si debo ser honesto, parte de mí piensa que no debería llenar demasiado su plato. 

Un día en nuestra vida se resume en, desayunar juntos, salir a nuestro trabajo o la facultad, llegar cansados en diferentes horarios, y a ver si queremos cenar porque rara vez tenemos apetito. Iris se la pasa haciendo tareas y sus cosas que solo nos queda el domingo, día que nos levantamos tarde con la excusa de que “necesitamos dormir más”. Si uno lo analiza no hay tiempo para “nosotros”. Un momento. ¿Cuándo fue la última vez que estuvimos solo disfrutando de nuestra compañía? La cita de hace semanas sería la respuesta perfecta. Cita que terminó siendo un desastre por culpa de la mujer innombrable. 

Analizar la situación actual entre Iris y yo sólo me está provocando un dolor de cabeza. Esta es la vida de los adultos, ¿no? Somos una pareja madura que convive y nuestra vida es normal así como es, ¿no? 

¿Por qué dudas Alexander? dice la voz del Alex realista. ¿Acaso nuestra relación con Iris va mal? habla el Alex inseguro. Otra vez los mini yo van a empezar un debate. Cállense. Escucho como los demás Alex’s se van manifestando enunciando sus dudas y cuestiones. 

Paro de caminar al sentir que me acerco a la casa de mi padre, y estoy en lo correcto, me encuentro a unos pasos. 

Antes de dar un paso, contesto el mensaje de Iris. 
No tengo ni un buen recuerdo de esta mansión. Fue comprada en un desesperado modo de hacernos olvidar de nuestra anterior casa de los suburbios, donde aún existía una familia Choi. 

Odio esta mansión. Odio...

La fachada del exterior tiene un aspecto lúgubre. Es esa casa a la que los niños no se acercan a pedir dulces en Halloween o en absoluto, temiendo que el dueño de la propiedad salga de su casa y los amenace con su rastrillo. Para su mala suerte mi padre tiene esa vibra de dueño malo. Río cubriéndome la boca. 

Toco el timbre. A los segundos la reja que rodea la propiedad hace un zumbido indicando que puedo empujar y abrir. Una vez dentro, cierro con cuidado y subo las escaleras hasta la puerta, la cual se abre y la figura de mi padre me recibe. 

—Padre. —Me acerco para abrazarlo, el hombre lo recibe un poco incómodo. 

—Alexander, hijo. ¿Cómo has estado? ¿Qué es de tu vida? —Sus preguntas parecen sacadas de un libreto. No son sinceras. De todos modos, se aprecia el intento.


Asiento con una sonrisa. —Lo normal, trabajo y más trabajo. La vida de adulto es difícil. 

No reacciona más que para asentir con un gesto no muy convencido de mi respuesta. Mi broma no fue captada. 

Recorremos el pasillo hasta el final donde está la sala. Pasamos por diferentes puertas que corresponden a su estudio, la biblioteca, el armario: para colgar los sacos de las visitas, el baño y de las escaleras, la cual da al primer piso. Entre cada puerta se exponen diversas imágenes, pinturas y fotos…fotos familiares de nosotros, los tres hombres Choi.

La mansión no ha cambiado en absoluto. 

—Toma asiento Alex. —Me dirige hasta los sillones. —Ehm ¿tienes hambre o quieres algo de la cocina? —Se frota las manos inseguro. Niego con la cabeza. —De acuerdo, iré por algo para tomar entonces.

Doy un vistazo a la habitación. Quiero confirmar una vez más que la mansión no ha cambiado pero me trago mis comentarios al ver una imagen de la mujer que últimamente me atormenta, MinJi, mi madre. 

¿Porque…? 

Y muchas más preguntas invaden mi cabeza. No puedo evitar sentir el disgusto y quiero devolver los huevos revueltos del desayuno que tan amablemente Iris preparó. 

Cálmate, Alex.

A los segundos mi padre aparece y me acomodo mejor en el sillón, borrando todo gesto de mi rostro. Nos miramos esperando que uno empiece a hablar. 

—Y bien, dime ¿a qué has venido?

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

[Iris]

Releo el mensaje que le mandé a Alex sintiendo como la inseguridad trepa sobre mí. A juzgar por el humor que cargaba en la mañana y la falta de respuesta momentánea. ¿De dónde viene esta inseguridad? 

—Iris, terminas con eso y ven a la despensa. —Ordena Yolli la coordinadora del hogar de ancianos.

—Si. —Respondo un poco tensa.

Guardo el móvil de nuevo en mi bolsillo. Miro a ambos lados del salón para asegurarme de que estoy sola. Continúo lavando los recipientes de pintura y los pinceles. La pintura en cerámica es una de las actividades que se desarrollan en la casa de reposo St. Parkerson, donde asisto cada quincena a ayudar en mi trabajo voluntario. 

Con mis manos ocupadas refregando los vasos y platos, observo como mis manos se tiñen de morado oscuro. Mi cabeza comienza a divagar. 

Culpa.

El encuentro con Nicholas, y la situación después… fue incómodo a pesar de que tratamos de salvarlo con bromas y sinceridad. Dios cómo pude ser tan tonta. Me dejo llevar por miradas dulces e intento besar al primer hombre que me da atención. Lo peor es que tengo novio y se conocen con esta persona. Tonta es una palabra débil para describirme ahora. 

Y Alex no lo sabe. 

¿Qué le voy a decir? “hola amor, te cuento que el otro día casi beso al joven de la otra noche, ese mismo con el que al parecer tienen relación”... por cierto aún no sé muy bien cómo se conocieron. Es raro. Alexander no me oculta nada. Y sumando al caso, hay cosas que no me dice, como cuando llegó triste y depresivo hace semanas, o el hecho de que anda molesto cuando habla de Christopher. 

¿Qué te sucede Alex? La inseguridad crece, ¿acaso ya no confías en mí? 

Me cuestiono hasta qué punto se puede ser abierto con tu pareja. Se supone que el voto de confianza está ahí, como con cualquier relación interpersonal que se desarrolla entre las personas.

Familia. Amigos. Pareja.

Las tres opciones navegan en mi cabeza cual standby de un dvd, rebotando entre las esquinas y cambiando de color cada que chocan los extremos y entre ellas. El color morado demuestra ser un patrón continuo.

Con mi familia siempre tuve buenas relaciones. La excepción fueron los años de mi adolescencia, donde el no sentirme comprendida entre otras cuestiones dominaban mis acciones y cometía error tras error, tal cual adolescente promedio. Al crecer volví a recuperar la relación aunque había límites y barreras que no debía cruzar. Además de que si les ocultaba algo, mi mamá me leía y me presionaba para que le contara. 

Los amigos, son los primeros confidentes de emociones y trivialidades que no te animas a contarles a tus padres. Olivia es esa persona para mí desde la escuela secundaria. Cuando se acercó a mí con un chupetín en boca y uno en mano, para mi en forma de bienvenida. A partir de ese día empezó a crecer mi apego. Aunque, últimamente no me contesta los mensajes a tiempo y no sé por qué.

Alexander es mi pareja, y también un amigo. Él me aconseja en situaciones que me sobrellevan. Está ahí para mí. En diversas situaciones me ha salvado y perdonado, como cuando sin querer se me fue de la boca un comentario sobre su mamá ignorando el hecho de ella ya no está. Aun recuerdo la mueca y el conflicto en sus ojos. Ese día me sentí la peor novia, y persona del mundo. Confío en Alexander. Sacando de la fórmula los años de noviazgo, sé que puedo contar con él. 

Existe un filtro que diferencia al Alex amigo y al Alex novio. Filtro que al principio era casi invisible y ahora lo veo más notorio.

Debo contarle del casi beso y los encuentros casuales entre Nicholas y yo, además de como me siento sobre Leo, aclararle que no significan nada y…

—Que complicado. —Suspiro. Me paso la mano mojada por la frente.

Sin darme cuenta moje mi pelo con el agua jabonada. 

Odio esta situación, odio sentirme así. Odio…

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

[Alex] 

—¿Cómo dices, padre? No es que tenga algo en particular, sólo vine a visitarlo, para saber como…

—Detente Alexander. —Levanta su mano. —Durante mis largos años de vida, he aprendido a observar y descifrar las emociones de las personas mirando su rostro. Puedo ver inquietud en la tuya. Y como no voy a conocer a mi hijo. 

Frunzo el ceño y miró el suelo. Trataba de engañar a un escritor, ¡qué iluso soy! El hombre podría redactar esta situación y lo transformaría en un best-seller. Sabría lo que pasa por mi cabeza, entendería mis emociones y hasta tendría la respuesta que necesito. 

Muerdo mi labio de coraje. —Sí. 

—Si es por lo de tu madre...

—¡No es mi madre! —Levantó la voz, interrumpiendolo. 

—Bien —Se acomoda los anteojos. —Primero que nada no hay necesidad de que grites. Estoy enfrente de ti. Segundo, MinJi es tu madre, te tuvo nueve meses en el vientre y te crío. Lo dice en tu acta de nacimiento. Ahora que tú no la quieres reconocer como tal, ese es tú problema. 

—Ella dejó de ser mi madre, el momento en que decidió abandonarnos. ¿No lo recuerdas? Porque yo sí, como si hubiera sido ayer. 

—Sí, lo recuerdo. —Su expresión carecía de emociones al hablar. 

—Entonces entiendes el daño que nos hizo ¿verdad? —Él asiente. —¿Por qué aún tienes su foto en las paredes? —Solté un respiro. 

—La vida es muy larga y corta a la vez. Guardar rencores y llenarse de suciedad destruye el alma. Todos cometemos errores. Pero es señal de madurez el perdonar y seguir. 

—Por favor - bufé, sonreí con amargura. —No vengas aquí a citar libros de autoayuda porque no los necesito. 

—Hijo, lo que tu... —Crucé una mirada de furia. Carraspea. —Lo que MinJi hizo es algo común que sucede en las familias, no todas las parejas prosperan para siempre, y eso no quiere decir que el amor dejó de existir. El sentimiento estuvo y aún continúa. Si ella insiste en que se vean y conversen es porque te quiere.

—Perdonar y olvidar, es crecer y madurar... todos repiten eso como si fuera su lema de vida. Siguiendo esta filosofía, ¿soy un niño inmaduro entonces? Sólo porque me rehuse a verle la cara a esa mujer. Wow. —Aplaudí con sarcasmo. 

—Tu mismo lo estas diciendo. Son tus palabras Alexander.

Un nudo comienza a formarse en mi garganta. Me paso las manos por mi cara deteniéndome en mi boca. Trato de focalizar mi mente en otra cosa, necesito tranquilizarme.  

—Sabes, fue un error venir aquí. Esperaba algo de comprensión de mi padre, porque pensé que él sentiría lo mismo que yo estoy sintiendo. —Tomo del vaso de agua. Me pongo de pie. —Creo que me equivoqué. 

—No sé que esperas Alexander. No odio a tu madre como tú lo haces. —Se frota las manos. 

—¿Acaso soy el único a quien lastimó? - Mis ojos se llenan de lágrimas. —Estoy solo, eso es claro.

—Alexander, razona por favor. Habla con tu madre, ella está desesperada. —Súplica en voz alta. 

—No. —Respondo con rapidez camino hacia la puerta.

—Y Iris qué opina de todo esto? —Cuando la menciona, me detengo en la puerta en seco.

Giro levemente. —Ella no lo sabe. —Respondo cabizbajo. Por la periferia puedo ver como su cara muestra una emoción. Confusión y decepción. —La quiero mantener alejada de esta mierda. 

—Alexander ¿qué estás haciendo? —Suspira y niega con la cabeza. 

Sin escuchar más, sigo mi paso. Mis pasos son tan largos y rápidos que ya estoy abriendo la puerta principal. Salgo de casa desaforadamente. Una vez que estoy fuera de la propiedad, me detengo y me pongo en cuclillas, suelto una bocanada de aire que no sabía que me estaba aguantando. 

Esta mujer está logrando apoderarse de mi vida. Primero mi hermano, ahora mi padre. Debo mantener a Iris fuera de todo esto. MinJi no sabe de Iris y espero siga así. Miro el suelo de cemento sintiéndome más solo que nunca, no tengo a nadie que me apoye en esto. 

La soledad era un concepto que ignoraba. Las amistades fueron efímeras para mí, al concentrarme en estudiar y trabajar para obtener lo que quería y desarrollar mi vida. Mi futuro con Iris. La tenía a ella y era suficiente. Iris cumplía la función de amiga y novia. Es lo único que tengo. Si le digo la verdad y le cuento de MinJi, seguro me odiará por mentirle muchos años. Y no la culpo por hacerlo, porque tendría razón. 

No la puedo perder. No la quiero lejos de mí. 

Odio esta casa. Odio a Minji. Odio sentirme solo.





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Mensaje por lovesick Sáb 26 Mar 2022, 11:28 pm


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Mensaje por lovesick Dom 05 Jun 2022, 2:01 am

You made me wanna die
Lovesick | Nicholas Audrey & Milah Townsend | Talk to me—
Nicholas


Milah jamás se había aparecido en mi casa borracha, ni siquiera cuando éramos más jóvenes sino todo lo contrario, era yo quien terminaba ebrio hasta más no poder y de algún modo siempre encontraba la manera de terminar durmiendo a salvo en su cama, junto a ella. 

En aquellos tiempos, nos divertiamos robando alcohol del bar y pasabamos el tiempo en la gran terraza fumando marihuana que Killian conseguía en la NYU de alguno de sus compañeros de carrera. El Theo's no era lo que es ahora pero aún así era divertido. 

No entiendo qué está pasando; en un minuto ella está en mis brazos y en el otro ella está empujándome con lágrimas en los ojos, llamándome grandísimo imbécil por pedirle que se metiera conmigo al departamento.

— No es lo que crees. — Le explico. Saco las llaves con una mano y tengo que hacer malabares para abrir la puerta, con la otra la sujeto de la muñeca porque aunque ni siquiera puede mantener el equilibrio, tiene intenciones de irse. — Milah, no seas necia. 

Después de medio empujarme por varios minutos, me sentí aliviado de que ella accediera a estar bajo el mismo techo que yo. No podía dejarla afuera -y no es que quisiera hacerlo- en las calles frías de Nueva York, con el otoño ya en la vuelta de la esquina; el aire corría demasiado frío y llenaba el ambiente de nostalgia.

Justo como ahora

Milah entró tambaleándose. Apenas si fui capaz de cerrar la puerta con ella colgando de uno de mis brazos. Milah me toma desprevenido y me besa. Su mano toma con fuerza de mi mentón dirigiendo el beso, siento como su lengua entra a mi boca con sabor a vodka, me siento mareado por la invasión pero al mismo tiempo puedo sentir lo mucho que la extrañaba. Lo mucho que la necesito.

Aún así intento no dejarme llevar por mucho que quiero hacerlo. No quiero que las cosas terminen peor de lo que ya están. No quiero que arrepentirme y tampoco quiero que Milah lo haga, sobretodo estando en su estado. — Milah... — Jadeo cuando siento sus manos tocar de mi entrepierna por sobre el pantalón. Milah se niega a mirarme y en cambio me abraza del cuello. Siento como sus dientes se entierran en el lóbulo de mi oreja haciéndome cerrar los ojos. 

— Consuélame. — Me pide contra mi piel arrastrando las palabras. — Hazte responsable de mi.

— Milah. — Susurró negándome a besarla en cuando lo vuelve a intentar. —No tiene sentido lo que dices. — Intento ser lo más cuerdo que puedo porque si de algo estoy muy seguro es de que yo estoy más o menos sobrio, pero sin duda ella sí está hasta la coronilla de borracha. La tomó de la cintura al sentir como se tambalea frente a mi y eso me hace recapacitar. — Vamos. Deberíamos bajarte el alcohol. 

Logro llevarla a la bañera con un poco de esfuerzo, luego de que Iris se fuera sin duda quise matar mis penas ahogándome en alcohol, al menos lo suficiente como para volver a casa a tiempo porque mañana tengo que asistir a la universidad. 

Soy quizás demasiado consciente de cómo su ropa comienza a volverse transparente en cuanto el agua de la regadera cae sobre ella, el vapor del agua comienza a llenar el baño, volviéndolo húmedo y cálido. Tomó el mango de la regadera y me acercó a ella para mojarle el pelo, mi madre decía que si una persona sólo se moja los pies podría pescar un resfriado y eso es lo último que necesito hoy. 

Paso mis manos por el cabello fino y rubio de Milah, el olor a su champú inunda mis fosas nasales. Ella recarga la cabeza contra la pared y simplemente deja que me encargue de ella. Cuando intentó quitarle el agua del rostro ella me da un manotazo reclamándome: 

—¡Tú me hiciste esto!— Me medio gritó, de nuevo llorando. —¡Me hiciste mierda! ¡¿Estás contento?! —Pero aún estando borracha tenía la suficiente energía como para pelear. — ¡Respóndeme! — Solloza en el piso de mi regadera.— ¡Respóndeme! — Me pide con fuerza. — Respóndeme, respóndeme, respóndeme... — Nos sumimos en un silencio momentáneo, porque ella llora desconsoladamente que necesita detenerse para respirar. — Por favor, te lo suplico. 

Siento una punzada en mi pecho al verla aferrarse a mi pantalón mientras me suplica. No sé si estar borracho me vuelve sumamente consciente de esos movimientos en ella, pero no me está gustando. Me cuesta verla así porque ella tiene razón. Es mi culpa. Yo le ocasioné todo el dolor que ha sentido que ya sobrepasa todos los buenos recuerdos que tuvimos juntos. 

— A veces siento que... no valió la pena y me arrepiento todo el tiempo. — Enredo uno de sus mechones en mi dedo. Tal vez, sólo porque está borracha es que puedo hablar con ella, por la posibilidad de que mañana no lo recuerde. — No he vuelto a ser tan feliz como cuando estaba contigo. Yo...

Milah inclina su cabeza a mi pierna, tan dócil y frágil.

«Yo te amo»

Escucho su celular sonar como por décima vez en lo que va de la noche y siento que me trae de vuelta de mis pensamientos. — Debería llevarte a casa. — Me agacho en cuclillas, a su nivel. Milah cierra los ojos y niega con la cabeza. — Sí que estás borracha. Ni siquiera querías verme en pintura y ahora quieres quedarte. 

—Dejé a Fhinn. — Suelta sin darme alguna advertencia por la bomba que acababa de soltar. 

— ¿Qué dijiste? — Mis manos la toman de los hombros para poder verla mientras respira con dificultad. — Milah... ¿Qué hiciste?

 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 


Milah


Lo que me despierta es el aire frío entrando por la ventana. Siento una culpa inmensa por estar en el departamento -aún a medio desempacar- de Nicholas Audrey, desearía que mi malestar fuera sólo la cruda por todo el alcohol que bebí ayer desde que salí del aeropuerto pero la verdad es que aún sigo media borracha, y lo que me pesa es mi cargo de consciencia por todo lo que hice y que me niego a recordar.

Estiro mis brazos, sintiendo como me truenan las articulaciones. La cama de Nicholas huele a su fragancia y sólo por un momento dejo que mi nariz se llene de su olor y es cuando siento que mi corazón late con rapidez. A mi derecha, sobre la otra almohada hay una nota:

Fui al NYU. 
No te vayas, regresaré. 
P.D. No hay café. 

No sé que me sorprende más, que Nicholas esté en el NYU después de todos estos años o que yo esté con metida en uno de sus boxers. Y no sólo eso, también llevo puesta una de sus camisetas negras. — Oh, mierda. ¿Acaso me acosté con él? — No. Yo lo sabría. ¿Verdad? Intentó pensar pero la sien me punza demasiado.

Escuchó como alguien abre la puerta del departamento y finjo estar dormida como si fuera una niña. ¿Pero qué mierda me pasa? ¿Por qué estoy fingiendo? Ah, sí. Porque no estoy lista para encarar a Nick ni tampoco estoy lista para enfrentarme a la realidad.

— Veo que viste mi nota. — Escucho su voz en cuanto se asoma a la habitación. — ¿Dormiste bien? Sé que estás despierta. — Abro los ojos y giro a verlo completamente derrotada. Está de pie recargado en el filo de la puerta, con los brazos cruzados. Pone los ojos en blanco, haciendo contraste con las ojeras que se carga y vuelve a la sala principal. — ¿Por qué te haces la dormida? Qué tonta.

— ¿Cómo supiste que no lo estaba? — Pregunto aún desde la cama. 

— Fácil. No duermes de lado, ni con las piernas extendidas. — Dice él. Nicholas de pronto vuelve a la habitación con una bolsa y se recuesta a mi lado de la cama. De la bolsa saca un sal de uvas y un suero. — Para hidratarte. 

— Gracias. — Me reincorporo lo suficiente para poder tomar la pastilla efervescente que sabe a sal y me da asco con sólo pensar en su sabor. Me tomo un minuto para poder pasarlo. Al final termino por enjuagarme la boca con el suero con sabor a naranja. — Me iré en un segundo.

— Nadie te está corriendo. — Suelta él como si nada. Lo observo por unos segundos, estudiando su atuendo que consiste en unos pantalones oscuros y una camisa blanca con rayas azules bajo un suéter del mismo color. Hay algo en él que luce diferente, pero no es su ropa. — ¿Qué? ¿Te gusta?

— ¿Te hiciste algo? — Le pregunto muy casual. 

— Adivina. — Dice en su habitual tono juguetón. 

— No sé qué sea pero no es tu ropa. 

— Me peine un poco. 

Nos miramos fijamente el uno al otro, muy serios. Tiene razón, lleva el cabello ligeramente peinado hacia atrás, dejando las orejas descubiertas y sus rizos se ven mucho más definidos que cualquier otro día. Vuelvo a mirarlo a los ojos antes de romper a carcajadas. 

— ¡Oye! ¿Por qué te ríes? — Me dice con diversión dándome un leve codazo.

— Porque sólo te he visto peinado ¿Cómo qué? ¿Dos veces en la vida? — Desde que lo conocí lo recuerdo andar con su pelo rizado y esponjado, a veces enredado. Intento pensar en las veces que he visto peinado a Nick y creo que ha las únicas han sido en nuestras graduaciones escolares.

Nicholas ríe mientras se quita los zapatos y se acomoda mejor en la cama. A ambos se nos apaga un poco el ambiente al cabo de uno segundos.

— Te preguntaré algo.

— No me acosté contigo. — Dice él sin darme oportunidad de siquiera pensar cuál de todas mis preguntas es la que quiero que me conteste primero. Enarca una ceja al verme de reojo. — ¿Qué? ¿No era eso lo que me ibas a preguntar?

— En realidad sí. — Siento un poco de alivio. Nick se muerde los labios y entrelaza sus dedos mientras fija la vista en el techo. — Yo... ¿Hice alguna locura?

— ¿Además de venir aquí super borracha y no dejarme dormir en mi cama? — Pregunta con sarcasmo. — No, nada que yo sepa. 

— Gracias. — Digo casi al instante, pero me sonríe de una manera muy poco convincente. — Me refiero a que me  dejaste dormir en tu cama y... 

— Sí, también te metí a la bañera. — Carraspea un poco la garganta, interrumpiéndome. Al principio no entiendo la razón cuando se pone tenso a mi lado, pero después me doy cuenta de que si estoy metida en su ropa significa que tuvo que desnudarme y después vestirme.

—Supéralo. — Me quejo golpeándole el pecho, jugando.—¿Otra cosa que deba saber? 

— Monique y Lee te llamaron anoche. — Cerré los ojos con pesadez, eso era lo único que me faltaba. — Descuida, le mandé un mensaje a Killian y dijo que te cubriría. — Señalo Nick. — Supongo que lo hizo porque tu mamá no volvió a marcar. — Nicholas recarga su cabeza en la palma de su mano mientras se gira hacia a mi. — Quita esa cara, llegar con cruda no es tan malo. 

No me la iba a terminar, no después de todo lo que había ocurrido. — Sabes como es Killian, es peor que mi mamá. Y estoy segura de que se lo contará a Sebastian. 

Nicholas se muerde el labio preocupado. — Bueno eso sí es un problema. — Suspira. Ambos sabíamos que, en efecto, mi borrachera pasaría a ser un gran drama familiar si Sebastian terminaba envuelto. — Es mi turno de preguntarte algo.— Cambia de tema y los ojos verdes se clavan en los míos, diciéndome: no puedes escapar de esta tan fácil. — ¿Qué es lo que quieres de mí, Milah? — Pregunta directo y me quedó congelada. 

Dime que valió la pena haber sufrido tanto.

Oh, no. Recuerdos de Vietnam. 

Nicholas parece un poco decepcionado ante mi silencio. Hago un esfuerzo increíble por no soltarme a llorar en cuanto comienzo a tener flashbacks del día anterior y me resulta un poco imposible mantener la calma. Estoy hecha mierda en más de un sentido. 

Y ya es hora de que acepté ello. 

— Oye... — Nicholas interpreta mi lenguaje corporal porque se acerca a mi y me atrae hacia él en un abrazo donde mi cara termina sobre su pecho y mis brazos envolviéndolo de la cintura. — Basta, no llores. — Siento como su barbilla está en mi cabeza y se queda ahí, muy quieto, mientras yo dejo que mis emociones me consuman. 

Cuando levanto la cabeza para mirarlo él simplemente se queda atónito con mi expresión. Sus pulgares me acarician las mejillas limpiando mis lagrimas. 

— No lo entiendes. No puedo más con esto. — Levanto mi cuerpo y me coloco a horcajadas de él para estar frente a frente y también para evitar que alguno de los dos, en especial yo, salga huyendo. — No puedo más, Nicholas. Yo... soy un desastre, porque desde que me dejaste y publicaste ese maldito... — Decirle esto duele y al mismo tiempo es liberador. — Mi vida se volvió una mierda. Me hiciste querer morirme. 

Mi relación con Nicholas siempre había tenido altibajos, como si todo apuntará a que él y yo no estábamos destinados a amarnos, como si la pasión y la intimidad no fuera suficiente en nuestra ecuación. Algo siempre nos había faltado, pero al mismo tiempo, algo también siempre terminaba uniéndonos

Continuo. — No puedo sacarte de mi vida por más que lo intento. ¡¿Por qué vine contigo?! — Me dejo llevar por la cólera que siento contra Nick, pero también por la rabia que siento contra mi misma. — ¡¿Por qué no sólo me quedé en mi casa llorando?! ¡Tú no me vas a devolver a Fhinn! 

Nick pega su mejilla en mi frente. — ¡Milah, ni siquiera lo amas!

— ¡Y tú no me amas a mi! — Grito devuelta. — ¡No me amas, Nick! ¡Sólo deseas tenerme porque soy un recuerdo de todo aquello que perdiste! 

Una parte de mi me dice que no debo interpretar su silencio, las palabras deben de salir de su boca para que tengan un significado. Su silencio no significa: ahora estoy dispuesto a esperar por ti, y yo ya no soy la misma Milah que se fue de la Gran Ciudad hace más de mil días.

—No te atrevas, Milah. — Me advierte con rencor. — ¡No te atrevas a hablar de mis sentimientos cuando tú ni siquiera eres capaz de controlar los tuyos! 

— ¡¿Y eso qué mierda significa?! 

—¡Qué todo lo que he hecho ha sido por ti! ¡Tú sabes que sí! ¡En el fondo sabes porque me fui!  — Mis manos se aferran al cuello de su camisa queriéndolo ahorcar para lastimarlo. Quiero herirlo, quiero que él sufra tanto como yo lo hice porque si él no hubiera escrito eso, tal vez mi padre no se hubiera suicidado y tal vez yo...

Sería más feliz de lo que soy ahora.

Nicholas se endereza sobre el colchón con mi peso sobre el suyo, sus manos se posan sobre las mías para controlar minúsculamente cualquier ataque.— ¡Lamento que fueras el daño colateral de mi trabajo! ¡Pero tú sabes que yo no... no podía quedarme de brazos cruzados sólo porque no sabía como decírtelo! ¡Tú adorabas a tu padre! ¡Yo adoraba a tu padre! — Me grita. — Y cuando yo... — A Nicholas también lo invade el sentimiento, sus ojos se llenan de lágrimas y su labio inferior tiembla en un intento suyo por no romperse frente a mi. Por controlar la verdad. — Cuando yo... ahg, maldición. ¡Cuando yo vi a Theodore besar a esa mujer e ir de la mano con ese niño con ojos azules, yo sabía que tú nunca me creerías! — La primera lagrima sale de su rostro y se desliza por su mejilla, cayendo sobre mi muñeca. — Ni tú ni nadie. ¿Cómo se suponía que yo compitiera con la reputación del tan amado Theodore Townsend?

Mi agarre se afloja, mis manos caen a mis costados. Nicholas se limpia rápidamente las lágrimas con la manga de la camisa floja que cubre su delgadez.





chiquistriquis:
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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por 14th moon Jue 14 Jul 2022, 10:56 pm

Holi, vengo a dejar unos comentarios para la b-chan que nunca pude subir,, mil perdoness

bitter & sick pt 1 & 2:

you made me wanna die :
14th moon
14th moon


https://mickasouterspace.tumblr.com/

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Del amor y otras inquietudes | N.C. - Página 6 Empty Re: Del amor y otras inquietudes | N.C.

Mensaje por 14th moon Vie 15 Jul 2022, 12:31 am

Sostenme fuerte para que no me caiga
14th moon | Iris Na & Alexander Choi | i want to be yours—

¿Cuántas horas me quedé mirando el techo? La suficientes como para decir que hay una familia de arañas en una de las esquinas y unas líneas que indican que más adelante el techo se nos caerá encima.

— ¿Tendré que hablar con el encargado? — Muero mi labio analizando la situación. — Sí, lo haré, al menos para que sepa. 

— ¿Hablando sola a esta edad? — Vuelvo hacia la voz y me encuentro con Donna, una de las residentes del hogar.

— Donna, me asustaste. — Me tomo el pecho por inercia. — ¿Ves eso? — Apunto hacia el techo.

—Ay querida, ya dejé esa vista de halcón hace como 10 años. — Ríe y se acomoda los anteojos.

— Son grietas, y supuse que debería comunicárselo a Oliver, el encargado.

— Ese viejo cascarrabias no hará nada para repararlo. — Refunfuña. 

Suelto una carcajada. Donna me mira de manera extraña y se ríe conmigo.

Es sábado, por lo que reservo ese día para realizar una buena acción de caridad. Hoy es el turno del hogar de ancianos. Está un poco alejado de la ciudad, a cinco estaciones en metro y tres minutos a pie. Menudo viaje, pero me gusta visitar a los adorables ancianos, además de ellos también esperan mi visita. 

Las enfermeras y cuidadoras son excepcionales en su trabajo de cuidar a estas personas, pero merecen un descanso de vez en cuando por lo que los sábados de voluntariado es un día en los que quien quiera puede venir a visitarlos y divertirse con ellos, desde practicantes de universidad, niños scouts, jóvenes cristianos, hasta personas como yo que aman hacer caridad.

— ¿Esperas a alguien? — Donna vuelve a hablar. Sentándose a mi lado.

— A mi novio, me envió un mensaje diciendo que vendría a buscarme. — Miro a mi alrededor en busca de su presencia. — Pero se está tardando. 

— Oh, ¿tienes pareja? y yo que pensaba unirte con uno de mis nietos. — Abro los ojos con sorpresa. — Mentira niña, solo estoy jugando contigo. ¿A menos que estés interesada? — Enarca un ceja en modo sugerente.

— Gracias por la oferta pero paso. 

Nos quedamos un rato en silencio disfrutando del tranquilo ambiente, el viento entre los árboles, el sonido de hojas chocando entre sí, los chirridos de los pájaros. Donna se remueve en el asiento, acción que asumo que quiere charlar.

—¡Oh! Las carreteras son un desastre de camino aquí. — Comenta con el fin de tranquilizarme.

— No tenemos auto, por lo que supongo que va a venir en metro. — Hago una mueca.

— ¿No tienen auto? ¿Tu novio no es rico? — El rostro de horror de Donna me hace reír. 

Muerdo mi labio. Nuestra situación económica con Alex, es la ideal al nivel que podemos costear una prenda de las grandes marcas. Solo una. Un auto nunca estuvo en nuestros planes, porque trae dos problemas uno el mantenimiento es costoso, además es Nueva York ¡No más autos, por favor!

— No todas tuvimos la suerte que tuvo usted al casarse con el dueño de la empresa de construcción. 

— Mi Michael era un hombre excepcional. Apuesto y bien dotado algunas partes. — Me guiña con un gesto picarón.

— Señora Donna, ¿qué cosas dice? — Exclamo y siento mi rostro calentarse. 

— La verdad mi niña. Él era todo lo que necesitaba, era un compañero de vida. — Sonríe con nostalgia. — Sí por supuesto me cubrió de lujos y me llevó a todas partes del mundo, pero me amaba y yo devolví ese amor en muchas formas. — Su mirada estaba fija en un punto, pero su semblante mostraba calidez, añoranza y amor. — Lo acompañé hasta sus últimos días.

— Teniendo esa vida, ¿cómo es que termino aquí? — Pregunte con curiosidad, la cual se fue al instante cuando me doy cuenta del tipo de pregunta que hice. — Oh, perdóneme, no es necesario que responda. 

— La soledad. — Esa palabra llama mi atención y fijo mi mirada sobre ella, quien toma aire. — Cuando Michael se fue, me dejó una casa muy grande para mí sola. Y por mucho que intenté que mis hijos y nietos se quedaran a vivir, no pude. Cada uno había formado sus vidas, así como yo viví la mía. Así que decidí no estar sola, inscribiendome por mi cuenta a este lugar. Pese a que mis hijos se opusieron a la idea, les hice entender que fue mi elección. — Una pequeña sonrisa se forma en su rostro. — Es agradable estar aquí. Mis familiares me visitan seguido, hice amigos nuevos con los que estamos en las mismas circunstancias. Nos hacemos compañía. — Sus manos se juntan y la mirada de sus ojos que antes era melancolía ahora es felicidad. 

No pude evitar emocionarme. Parpadeo fuertemente para evitar que mis ojos se humedezcan.

— Es una manera de pensar muy hermosa, Donna. — Suelto en un jadeo.

El relato de Donna me hace pensar. La soledad según la definición en diccionarios es la carencia de compañía voluntaria o involuntariamente. Algunos pueden escoger el camino de la soledad, ¿pero qué haces cuando eres empujado a ella? Donna no tuvo opción, y buscó un lugar donde la acompañarían hasta sus últimos días. Para mí, la soledad es una palabra ajena a mi vocabulario. Nunca estuve sola, de un modo u otro, Alex siempre estuvo conmigo. Cada momento de mi vida, él estuvo presente. 

¿Soy capaz de vivir sin Alexander Choi? 

— ¡Iris! — Escucho mi nombre en una voz que conozco muy bien. 

Alexander está a unos pasos de mi. Lleva una campera de jean con una camisa abajo. Estamos en otoño, ¿no le hace frío? Le voy a dar mi pañuelo, pienso. Con una sonrisa sube las escaleras de la residencia y se acerca al pórtico. Aún sentada, inmóvil y muda, lo miro como si no estuviera aquí y fuera producto de mi imaginación.  

— ¡Oho! ¿Y este apuesto joven? 

— Buenas tardes, usted debe ser Donna. Un placer, Alexander a su servicio. — Alex toma con gentileza la mano de la mujer y le deposita un delicado beso. — Soy el novio de Iris. — La respuesta de Donna no es más que una pequeña risa. 

— ¡Qué educado! 

Eres malditamente encantador. 

— Iris.

— ¿Eh? — Despierto del trance. Y me doy cuenta de que ambos me miran fijamente. — Oh se supone que debo presentarlos. — Carraspeo. Estaba por abrir la boca pero me interrumpen.

— Ya nos presentamos Iris. — Comenta Alex entre risas.

— Ah ¿sí? — Me rasco el brazo — Se me pasó. Lo siento.

— Estás muy distraída hoy Iris.

— Si, eso creo. — Suelto una risa de los nervios. 

— Bueno, ¿vamos Iris? Es hora de volver a casa. — Tiene la mano extendida hacia mi.

Casa. 

— Sí. Vamos. — Tomo su mano. Aseguro mi cartera en mi hombro.

Nos despedimos bien de Donna y caminamos en dirección de la estación del metro. Durante el camino, estamos conversando, más que nada es mi resumen del día. Las actividades que hicimos en el hogar, las ocurrencias de los octogenarios y el comportamiento juvenil de los scouts. Sin embargo, aunque me responde con pequeñas acotaciones, siento que Alex no está escuchándome; tiene la cabeza en otro lado.

— ¿Cómo te fue con tu padre? — Pregunto. Su mano se tensa y me aprieta. Obligo a detenernos. — ¿Se pelearon? ¿Estás bien? 

Inconscientemente, llevo mis manos a su rostro. Nuestros ojos se encuentran y trato de analizar qué pasa por su mente. Suelto un suspiro de frustración al no poder descifrar algo. Vamos Alex, déjame ver algo, ruego en mi cabeza. 

La relación de Alexander con su padre no es la más convencional. El típico padre, el que obliga a sus hijos a reunirse los fines de semana para una barbacoa y los pone en vergüenza frente a todos; el que les pregunta si necesitan dinero o ayuda con las cosas del hogar y su demostración de afecto va desde frotar el cabello a un abrazo con palmadas, bueno, ese no es el señor Choi. SeYong carece de emociones expresivas, vive en una constante calma, justo como es Alex, me pregunto si esa característica se pasará por el ADN. Por lo que esperar palabras afectivas por parte de él, es casi imposible. 

Ahora que lo pienso, ¿cómo era la madre de Alex? ¿Cómo era esta familia antes de ella? 

Alex responde posando su mano en mi mejilla, y sonríe. ¡Oh puedo verlo! Comfort, paz y calma. La mano en mi mejilla hace presión, acercándome hacia él. Sus labios tocan delicadamente los míos, como si fuera un primer beso entre adolescentes, luego el segundo  beso es más maduro, ambos dejamos que nuestras bocas se vuelvan a encontrar con deseo y afecto. 

La falta de aire me obliga a separarme. — Mmh. — Lamo mis labios. — ¿Y eso por qué fue? — Pega su frente con la mía y sonríe. 

— No lo sé. — Suspira. — ¿Necesito una razón para besar a mi novia?

— No, pero una advertencia antes ¿no? — Le doy un beso corto y le saco la lengua juguetonamente. 

Retomamos el camino, un poco extasiados por el beso. Se nota la forma en la que nuestro ánimo cambió. Bromeamos el uno con el otro, nos empujámos levemente con el cuerpo aún con las manos entrelazadas. Con el impulso, Alex me rodea la cintura, dando pasos iguales y riéndonos. 

— Hey — Llamo su atención. — La próxima vez cuando visites a tu padre, avísame con tiempo. — Reprocho con un puchero. Ante mi reacción, Alexander sólo sonríe y me arrastra de la mano para pegarme más a él.

— Claro, iremos. — Levanta nuestras manos y deposita un beso en el dorso de la mía. 

— Debo llevarle una tarta de manzana.

— Sí, son sus favoritas. — Suelta mi mano para que con el mismo brazo rodear mis hombros. Finalizando con un beso en mi frente.

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━


El cielo estaba azul claro, el sol ya se ocultó por el horizonte. Desde el metro podíamos apreciar el hermoso atardecer; la prueba está en nuestro celulares. Un detalle que observé fue que Alex nos tiene como fondo de pantalla, una foto de cuando fuimos de visita a la famosa Estatua de la Libertad. Puedo jurar que casi me desmayo de amor, aunque a la vez sentí culpa porque en mi fondo de pantalla está una diseño “aesthetic” que encontré en en tumblr. 

De camino al departamento, pasamos por una panadería y me antojé un pastel de cumpleaños con crema, rellenos de mousse y dulce de leche. Lo que resultó extraño ya que nunca me agarran estas ganas de comer, al menos comida dulce. Y si yo estaba sorprendida, Alex estaba el doble. Sin decir nada entró y lo compró. Segunda situación extraña. Normalmente tengo que rogar para que me compre alguna cosa y por rogar me refiero a mirarlo con ojos de borrego.   

Otra situación extraña, la tercera si debo contar, fue encontrar el departamento ordenado. Alexander nunca ordena el departamento a menos que haya pasado un tornado y este todo un desastre. 

— ¿Limpiaste? — Pregunto mientras me saco los zapatos y los guardo en el pequeño mueble. 

— Acomodé un par de almohadas y adornos, y barrí. — Imita mi acción. — ¿Orgullosa? — Noto el sarcasmo en su voz. 

— Sí, la verdad que sí. — Aprovecho que está agachado y le beso en la mejilla. — Ahí está tu recompensa. 

Cuando estoy por alejarme, las manos de Alex son más rápidas y agarran las mías, deteniéndome. Sé lo que quiere hacer, por lo que me inclino hacia atrás pero por cuestiones anatómicas, Alexander es muy alto, estampa sus labios sobre los míos. Al momento en que su lengua intenta entrar en mi boca, me alejo. Ni siquiera cruzamos la entrada y ya empezamos una sesión de besos, no puede ser. 

Un poco de educación Iris.

— Esa recompensa si me gustó. — Se lame los labios con una sonrisa traviesa. 

Me quedo boquiabierta ante el gesto. ¿Quién eres y qué hiciste con mi novio quien mantiene su compostura?

A modo de comer el pastel, cargamos una película en la notebook, una del tipo comedia romántica. Gané piedra, papel y tijera. Era esto o una del tipo misterio policial que tanto le gusta a mi novio. No tengo nada en contra, de hecho las disfrutamos pero ahora estoy en el mood de 27 bodas. 

La película avanza con normalidad. Ambos nos encontramos sentados en el sofá, y puesto que empezó a refrescar por las noches, una manta nos tapa los pies. Mi cabeza está apoyada en el hombro de Alexander. En nuestras manos tenemos un trozo de pastel, y sobre la mesa una bebida gaseosa para después. 

Un pensamiento travieso pasa por mi mente. Me voy a vengar por el beso de la entrada. Con el dedo índice tomo un poco de crema y con rapidez lo paso sobre los labios de Alex, dejando un copo en la comisura de estos. Él se sobresalta y voltea hacia mí confundido.

— ¡Oops! fue un accidente. Lo voy a limpiar. — No lo dejo reaccionar y lo beso para sacarle la crema. Me aseguro de pasar mi lengua. 

Al momento en que su mirada pasa de confusión a ruborizado, terminando en una llena de deseo, empiezo a reconsiderar si fue una buena idea. Por un lado, una voz me dice que pare, “fue divertido y ya”. Del otro lado, otra voz me dice que continúe hasta el final. Entre el bien y el mal, entre el ángel y el diablo. ¿A quién debo seguir? 

Me rindo.

Vuelvo a besarlo pero esta vez con intensidad. Una llama dentro de mí empieza a crecer con cada toque. Sus labios dejan los míos para bajar hacia mi cuello, suelto un jadeo. Inclino mi cabeza hacia el costado para dejarle más espacio. La indirecta es tomada y lo siento bajar hacia mi clavícula. Una de sus manos me rodea la cintura mientras la otra navega por mi abdomen buscando el final de mi camiseta. 

Con la necesidad de más, me levanto lentamente y me siento sobre él. Estamos enfrentados, me corre un mechón pelo y volvemos a juntar nuestros labios. Las manos de Alex recorren mis muslos, cadera y avanzan por debajo de mi camiseta, se queda frotando mi piel. Mientras seguimos besándonos, suelto un gemido ahogado. Señal que toma para levantarme la camiseta, quedando en brasier ante sus ojos, los cuales me admiran.

— Eres hermosa Iris. 

No me deja responder y su boca empieza a depositar besos por mi cuello, descendiendo a mis clavículas donde se queda tiempo, dedicado a dejar una marca, muerde, lame y besa esa zona. Continúa su viaje hasta llegar a mis pechos, donde vuelve a realizar la misma acción. Esto provoca un espasmo en mí, suelto otro gemido y muevo mi cadera frotándome contra él. Esta vez es él quien gime pero es más gutural ya que está concentrado en dejar marcas en mi cuerpo. Vuelvo a mover mis caderas haciendo fricción con las de él. Esta vez siento una presión entre mis piernas.  

— Alex, vamos a la cama. — Susurro en su oído.

Sin respuesta, me levanta con facilidad y empieza a caminar sin dejar de besarme. Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas para acercarme más a él. 

El camino hacia el dormitorio es más corto de lo pienso, y sin darme cuenta ya estoy acostada sobre el cubrecama. Busco apoyo sobre mis codos y observo a Alex sacarse la camisa botón por botón, sigue, la remera que tiene abajo. Muerdo mi labio inferior ante el show que acaba de dar. La contextura de su cuerpo no es ni tan fornida, ni muy delgada, es “normal”. El momento que lo tengo sobre mí aprovecho para pasar mis manos por todo su cuerpo, ahora es mi turno de volverlo loco. Bajo mi toque, él se tensa pronunciando sus músculos y jadea con cada beso que voy dejando en su cuello. 

Todas las prendas están fuera de nuestros cuerpos y el calor entre nosotros, nos desespera. Se posiciona entre mis piernas y sin perder más tiempo, entra en mí. Una punzada siento en mis adentros y ahogo un gemido. El dolor pasa a ser placer en un instante. El ritmo de sus caderas encuentra un punto en el que a ambos nos gusta y nos sumergimos en el placer. 

Entre besos llegamos al clímax. Se queda dentro de mí por unos segundos mientras recuperamos el aire. Con cuidado sale de mí e inmediatamente, siento un vacío. Deseo de ser llenada de nuevo. Se acuesta a lado mío, y giro mi cabeza para besarle la mejilla. 

— Te amo, Alexander. — Susurro. 

— Yo también te amo, Iris - me da un beso en los labios y me acurruca contra él. — Descansa amor. 

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━


Al día siguiente despierto aprisionada entre unos brazos que me aprietan más a cada movimiento. 

— Alex. —Susurro. — Alex despierta. — Canturreo. Escucho un quejido. 

Empiezo a tocarle la cara con un dedo mientras musito su nombre. Al ver que no funciona, cambio el dedo por mi boca, le doy pequeños besos en toda su cara. Abre los ojos y sonríe.

— Esta es una buena forma de despertar. — Me toma de la cintura y me besa, ante de que el beso escale lo empujo levemente. Ante mi rechazo a más, él hace un ruido de queja.

— Buenos días. — Le acaricio el cabello. — ¿Sabes que se me antoja para desayunar…? 

— ¿Otro antojo? ¿Qué con ese apetito? — Pregunta con burla.

— Es de mañana y quiero desayunar. Ya que alguien me desgasto. — Reclamo.

— Bien, bien, ¿quieres que prepare algo? 

— Quiero un pan fresco, de esos que son grandes y crujientes. — Cierro los ojos imaginándolo.

— ¿Tengo que salir de la casa? — Pregunta con voz desganada.

— Por favor. — Alargo la última consonante y hago un puchero. 

— Está bien, deja que me baño rápido y voy. No quisiera que todos se enteren de lo de anoche. — Me guiña el ojo y se levanta. 

Tardo en entender sus palabras pero cuando lo veo entrar al baño desnudo, caigo en cuenta y me ruborizo. Estiro las sábanas para cubrir la desnudez. Y no es la único que termino de entender. Anoche, Alex y yo tuvimos sexo. La vergüenza vuelve a mí. Es claro que me dejé llevar por la situación y principalmente por él. ¡Dios! Hasta hace unos días ni podíamos darnos un beso decente y ahora estoy desnuda en nuestra cama. En un día logró que olvidara todos mis problemas: mis dudas con respecto a nosotros, la casi infidelidad que cometí con Nicholas, las palabras de mi madre, en fin, todo.

Entre el pánico vergonzoso que estaba sufriendo, no pude evitar pensar lo ocurrido días antes. Un aire de pesimismo me invadió y mi cabeza empezó a trabajar a mil por hora. ¿Cómo es que terminamos así? ¿Qué es lo que pasó ayer que nos hizo cambiar de repente? No es común que tengamos tanta intimidad pasional en un día. 

Me gusta y me asusta a la vez. Por un lado, quiero creer que esto es el inicio de una mejora en nuestra relación. Sin embargo, no puedo detener el pensamiento de que estamos en la cima de la montaña rusa y que segundo vamos a caer.

Unos minutos después, Alex se cambia rápido y sale. Apenas escucho la puerta principal cerrarse, me levanto y corro hacia la ducha. Miro mi reflejo en el espejo y maldije  al ver las marcas en mi clavícula, cuello y pechos. 

— Mierda, no recordaba que fuera tan así. 

Me baño a velocidad rápida, pensando que en cualquier momento Alex llegue de la panadería. Incentivada por el hambre, decido acortar el tiempo usando mi short de pijama y una de las remeras de Alex que estaba tirada en una silla. Levanto las prendas de anoche y las dejo en el cesto de ropa de camino hacia la puerta.

Pongo música desde mi celular, mientras empiezo a calentar la sartén para los huevos revueltos. La melodía me envuelve y empiezo a tararear. Termino con los huevos y sigo con el tocino. Hoy será un desayuno fuerte. La música se detiene por un milisegundo para dejar que la notificación resuene. Me acerco y es un mensaje de Alex.

“La fila estaba larga, pero lo conseguí. Estoy en camino a casa.”

Vuelvo mi atención a la cocina. Enganchada entre el fuego y la pava, no me doy cuenta del ruido de la puerta. ¿Quién será? No se llevó llave, pienso. Camino a pasos alegres dispuesta abrirle la puerta, junto con una broma sobre lo olvidadizo que fue. 

Para mi sorpresa, es una mujer. Frunzo el entrecejo. La mujer lleva un semblante serio. Su rostro se me hace familiar, como si ya la hubiera visto. Pero no es una vecina, creo. No hubo mudanzas recientes en el edificio. Definitivamente es una cara nueva.  

— Hola, ¿la puedo ayudar en algo?

— Tu debes ser Iris. Eres más bonita en persona. — Me sonríe.

— Disculpe, ¿usted quién es? — La miro con desconfianza. ¿Cómo sabe mi nombre? 

— Oh, veo que no te hablo de mí en absoluto. — Carraspea y me da otra sonrisa cálida. — Soy MinJi Seong, la madre de Alexander. 

¿Qué acaba de decir?

— ¿Cómo dijo? ¿La madre de Alex? 

— Sí. Entiendo que la noticia es difícil de digerir después de las mentiras que te dijo mi hijo.

Me quedo callada con el ceño fruncido. No sé cómo debo reaccionar, si creerle o no. Es una desconocida que alega ser la madre de mi novio, quien hasta donde sé está muerta.

— ¿Qué está pasando aquí? — Ambas movemos nuestras cabezas en dirección al pasillo, donde se encuentra Alex, quien al ver a la mujer se queda petrificado. 

El ambiente se vuelve más tenso. Las paredes de los pasillos empiezan a cerrarse en un intento de querer sofocarnos. La mujer desconocida sale de mi perspectiva quedando los dos frente a frente. Busco los ojos cafés del hombre que amo con el fin de encontrar respuestas. Abro la boca para decir algo y la cierro en un instante al ver la escena que empieza a transcurrir: Alex empieza a hiperventilar y su rostro expresa dolor, decepción, pero por sobre todo miedo.




buenass:
14th moon
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Mensaje por lovesick Vie 15 Jul 2022, 12:44 pm


Sostenme que me desmayooooooo:

lovesick
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Mensaje por Only Web Novels Dom 28 Ago 2022, 6:39 am

COMUNICADO OFICIAL.

Realizamos este comunicado en aras de poner fin a las acusaciones públicas de plagio realizadas reiteradamente, de manera directa e indirecta durante dos años, a las escritoras de esta novela colectiva por parte de otro usuario del foro.

Tras estudiar el caso en diversas ocasiones, concluimos que tales acusaciones no son fundamentadas ni, por tanto, verídicas.

Ninguno de los contenidos aquí expuestos (ni en otros temas del foro), es decir: personajes, historias, tramas y códigos han sido copiados ni total, ni parcialmente de la propiedad intelectual del usuario que ha realizado dichas acusaciones.

Att: El Staff de OWN.
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Mensaje por MickyEche Vie 05 Mayo 2023, 11:39 am

EMOCIONES
  | mickyeche | ana zillio y tyler harrison

Tyler.


Cuando llegue ese día al comienzo del otoño al Templo de New York sabía a quién iba a encontrar. Ella concurría absolutamente todos los sábados a prestar ayuda; no lo hacía con la intención de golpearse el pecho ni mucho menos, ella lo hacía por verdadero amor a la obra de nuestro Señor. Ha pasado exactamente un mes desde ese día en el Templo, un mes en el que no me he separado de Anita ni un solo momento… nunca pensé que podría ser tan agradable estar a su lado.


Lo cierto es que la chica rubia, santa y perfecta se cayó del altar en la que la tenía y estoy aprendiendo a ver al ser humano que se esconde tras esa fachada de niña buena. Ana resulto ser más terca de lo que alguna vez pude pensar, es difícil sacarle una idea una vez que se instala en su mente. Casi nunca se enoja o son pocas las veces que pierde la paciencia, por lo que debo admitir que pincharla hasta que se exaspera se volvió una de mis actividades favoritas.


También la he observado en silencio y no puedo dejar de admirar como sin que lo pidan, ella ayuda. Creo que es a partir de esto que he llegado a la conclusión de que es una persona originalmente buena. Si una anciana tiene que cruzar la acera, Ana hace que tome su brazo para ayudarla. Toma las bolsas de compras de quienes no pueden cargarlas. Sede su asiento sin pensarlo y hasta la he visto pagar por comida para quienes no tienen. Debo decir que tengo miedo de que se puedan aprovechar de ella, ya algunos lo hacen. Sin embargo, creo que es un rasgo que nunca va a cambiar.


Sé que ella ha creado un muro irrompible entre las personas que la rodean y su persona, que todavía no se muestra al completo y también sé que es por sus miedos. Creo que desde la muerte del hermano Zillio ha quedado muy dañada, aunque no estoy muy seguro que solo sea eso.


Por otro lado, hace un mes que no hablo con Milah y eso me ha esclarecido bastante. Me he centrado al cien por ciento en el angelito en mi hombro y veo un futuro posible junto a Ana. Aunque, a veces la bella bailarina asalta mis pensamientos, algunas veces mis sueños y al despertar siento mi corazón latiendo fuerte en mi pecho, como si de pronto me hubieran inyectado una dosis de adrenalina. Cuando bajo la guardia, su fantasma aparece y no estoy seguro de que pasaría si se transformara en la Milah real, de carne y hueso.


Ahora mismo veo a Ana sentada sobre un auto cercano al que estoy arreglando, parece inmune al olor a combustible y aceite, concentrada en Orgullo y Prejuicio como si fuera la primera vez que lo leyera.


—Princesa Ana, ¿No leíste ese hace un tiempo? — Pregunto intrigado, aunque ella no parece oírme. —¿Ana?— interrogo una vez más y esta vez reacciona.


— ¿Si, Ty?


—Preguntaba ¿Ese no es el libro que leíste hace un tiempo?─ una sonrisa hermosa se despliega en su rostro, como si hubiese recitado su poema favorito, aunque nunca la he visto leer poesía.


—Sí, es cierto. Es de mis favoritos ¿Cómo lo sabias? ─ Su pregunta me deja helado y tampoco tengo una respuesta para ello, no tengo una respuesta que no me deje como un idiota frente a sus ojos.


—Cre-creo qu-e una vez… creo que una vez te vi en la iglesia leyéndolo— la última parte la dije tan rápido que una persona normal no lo hubiese entendido, aunque sé que ella lo hizo, siempre sabe hacerlo.


─Me has observado más de lo que alguna vez creí ─comenta mientras sus ojos vuelven a la lectura como si no me hubiese dejado en ridículo.


Y ahí va otro punto, Ana nunca tiene una intención real de dañar, simplemente dice aquello que observa.


El silencio vuelve a reinar en el taller. Aunque no es un silencio incomodo como lo era en un comienzo, cuando la tensión se cortaba con tijeras. Se había transformado en algo cálido, un momento hermoso, un espacio cómodo para ambos. Ella solía leer mucho, con una concentración digna de envidiar mientras que yo hacia mi trabajo.


Cuando llegaba el momento del cierre ambos caminábamos lado a lado mientras nuestras manos se rozaban. Aún no he adquirido el coraje para tomársela. En los días de lluvia, ella salta de charco en charco con sus horribles botas de goma azules mientras que yo intentaba esquivarlos. Aquellos días especialmente cálidos, cuando el verano nos da sus últimos saludos, tomamos la motocicleta y nos montamos en ella con destino a quien sabe dónde; mi Anita por fin venció su miedo después de mucha insistencia por mi parte.


─No te he visto tomar ni un solo libro de la universidad en las últimas dos semanas, ¿de vacaciones tan rápido? — pregunto cayendo en la cuenta que hace un tiempo que solo lee libros de romance.


─ Lo deje — comenta como si del clima estuviera hablando.


No puedo evitar golpear mi cabeza con el capo del auto cuando me levanto de forma rápida. No me puedo creer lo que está diciendo, me siento anonadado. Ana es una persona extremadamente responsable como para tomar esta clase de decisiones a la ligera. — ¿Cómo es que planeas dejar la universidad? ¿Estás loca o qué?


Ana respira lentamente mientras mueve su cuello de lado a lado como si estuviera preparándose para una buena pelea. Esta irritada.


—Tyler, no dije que lo estoy pensando, la decisión ya está tomada. No estoy loca, simplemente no me gustaba el rumbo que estaban tomando las cosas. ─Concluye tranquila y sé que tiene la esperanza de que no siga preguntando. Ay mi Anita, cuan equivocada esta.


—Pero, ¿Qué se supone que vas a hacer ahora, Ana? — pregunto desconcertado mientras tomo un trapo para limpiar mis manos antes de caminar hacia ella. — Creo que es bueno comentarte que los trabajos de caridad no ponen un plato sobre tu mesa ¿Se lo dijiste a Grace? ¿Ella está de acuerdo con esto? ¿Sabes qué? Voy a llamar a Mita, ella va a hacer que recapacites — digo esto mientras saco el teléfono de mi bolsillo y comienzo a marcar el número de la que creo (¿espero?) sea mi futura cuñada.


Ana, la princesa, se pone de pie y pronto la encuentro frente mío, tan cerca que puedo sentir su aliento a chicle de fresa, tan cerca que puedo sentir su colonia de frutos rojos, tan cerca que si me encontrara en otra situación, tal vez y solo tal vez, probaría sus labios. Pero ese no es el caso. Su ceño esta fruncido y parece que hay dolor en sus ojos.


— En primer lugar quiero que sepas que soy perfectamente capaz de saber que mis “trabajos de caridad”, como los llamas tú, solo traen alegría a mi corazón. En segundo lugar, mi madre hace tiempo se desentendió de este tipo de cosas conmigo, ella confía en lo que hago. Y, por último, tienes que saber que Mita no tiene por qué hacerme entrar en razón, ella cree en mí y sabe que mis elecciones son las correctas porque son las que yo elijo. — Su voz es suave, sin embargo, sus palabras son firmes. Ella se da la vuelta y se encamina hacia la salida, pero a medio camino regresa y se ubica justo donde me había dejado antes. Se acerca, esta vez mucho más. Tan cerca que cuando habla nuestras narices se rozan y dice: — Y, para ti, no soy Ana. No vuelvas a llamarme de ese modo. 


Cierro los ojos porque de otro modo no voy a controlarme. Cierro los ojos porque de no hacerlo voy a besarla.


Cuando los abro, veo a una Ana tranquila pero audaz que se sube a mi motocicleta y de una patada certera la enciende para aventurarse sin vacilar hacia las calles de Nueva York. Mis hermanos, Dylan y Kyle, entran justo después y me miran buscando explicación.


— Si, yo le enseñe eso— es lo único que digo.
 
 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 

 
Ana.


En el último mes he tomado todo como un aprendizaje. Uno de ellos, de los más valorables, ha sido darme cuenta de que el ser humano tiene dos grandes vicios: el dinero y la libertad. Y en el momento en que supe como conducir una motocicleta, la libertad se había convertido en una clase de droga para mí, similar a la persona que consume por primera vez heroína, aunque desde luego, nunca he consumido nada similar.


El aire en mi cara despeja rápidamente las pocas lagrimas que me permito dejar caer, lo que no entiendo es el porqué de ellas. O quizás no lo quiero entender.


No llevo casco, por lo tanto el aire es aún más puro. O puro en cuento la pululación lo deje.
Los caminos me llevan sin querer (o tal vez queriendo) al cementerio donde descansan los restos de mi padre. Cuando estaciono la moto me doy cuenta que no llevo dinero, y por lo tanto, no voy a poder comprar los claveles rojos que le llevo en cada visita.


Entro en el laberinto lleno de tumbas y sé que no es el lugar más acogedor de todos. Me conduzco por un laberinto que me sé de memoria hasta llegar al nicho donde en lo alto reza “Familia Zillio” y, más abajo, se encuentra un verso de uno de mis himnos favoritos “Eternas pueden ser las familias…”.


Tomo asiento en el banco de cemento que se encuentra justo frente su apartado. Es el único Zillio que descansa aquí, ya que los demás se encuentran en su patria: Italia.


Llevo mis piernas hacia mi pecho y comienzo a hablar con él, comienzo a hablarle a la nada.


 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 




Tyler.


Desde que se fue Ana ha pasado aproximadamente una hora.


En los primeros quince minutos Dylan aprovecho y se burló de mí de todas las formas posibles mientras que Kyle mantenía solo una sonrisa tímida en sus labios.


En la siguiente media hora jugamos con naipes sentados en el viejo sillón, que en sus años de gloria se presumía en el salón de la casa familiar.


En los últimos diez minutos la impaciencia nos estaba consumiendo y habíamos abierto tres latas de coca-cola, lo más cercano a una droga que consumimos los Santos de los Últimos Días.


Gracias al cambio de estación los días se han hecho más cortos y una noche llena de nubes se aprecia desde la ventana. La brisa nocturna comienza a correr y en lo único que puedo pensar es en que: a) Ana no llevo abrigo b) me aterra llamar a Mita y decirle que su hermana lleva una hora desaparecida y c) que ha desaparecido llevándose mi motocicleta.


— ¡Bien! — Exclama en voz alta Dylan para obtener nuestra atención.─ Ya lo has evaluado y he dejado que busques en tu cabecita la manera más fácil de hacerlo, pero de todos modos Mita te hará llorar. Y lo disfrutaré —esto último lo añade con un guiño dirigido a mí.


— ¿Por qué piensas que lo hará llorar? ─pregunta Kyle. De todos los Harrison, Kyle siempre se ha caracterizado por ser el más ingenuo y sensible. Casi como Ana.


— ¡Porque esa bruja es sádica!— responde Dylan intentando adquirir un tono de desprecio en su voz, aunque no puede evitar que sus ojos brillen de una forma especial cada vez que la mayor de los Zillio aparece en una conversación. —Créeme que ella sabe dónde está Ana. Ellas tienen esta conexión cósmica nunca antes vista, pero hará que Ty sufra lo suficiente antes de decirle.


—Tyler ¿Podemos saber por qué Ana huyo de esa forma? Quiero decir, su cara no mostraba emoción. Ella simplemente nos sonrió. — Kyle parece pensativo cuando dice esas palabras.


No quiero decirles, no quiero hablar de ello porque voy a poner en evidencia lo bruto que soy. Sé que no soy una persona muy inteligente en cuanto a sentimientos se trata, no obstante, en algún lugar recóndito de mi mente no he dejado de preguntarme que fue exactamente la molesto para que huyera.


Sin embargo, a veces hablar con Kyle significa encontrar una solución más rápida a todos los problemas ya que su empatía es tan grande que parece saber exactamente cuál es el problema y su solución para ello.


Tomo aire hasta hinchar mis pulmones, me aclaro la garganta y mirando al piso digo: — ella quiere dejar la universidad. Me ha comunicado que no le agrada el camino que está tomando, pero ¿Saben lo inteligente que es? Ella simplemente hace que estudiar parezca fácil. Se desenvuelve sin problema alguno y casi siempre saca dieces. No quiero que la deje, quiero que se supere.


Miro a mis hermanos y me sorprende ver el semblante serio de Dylan por primera vez en mucho tiempo. Kyle parece evaluar cada una de mis palabras hasta que dice:


— ¿No te has puesto a pensar que tal vez sacar dieces no es algo que satisfaga a Ana?


 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 




Ana.


La noche ha caído sobre mi cabeza y las nubes negras han poblado el cielo.


No me he movido ni un milímetro.


He dejado que mi cabeza dé vueltas, sin obligarme a parar. Esto es algo que no me permitía hacer hace mucho tiempo.


En su placa aparece su foto, un versículo y una fecha. La misma fecha de hoy, justo un año atrás.


Hoy, justo a esta hora, es su aniversario. Hoy, hace un año atrás, mi mundo se cayó a pedazos.
En la foto su rostro es sonriente y me gusta pensar que fue de ese modo hasta el último segundo, me trae paz o intento que sea de esa forma.


He intentado pensar hace cuanto tiempo las personas, excluyendo a mamá y a Mita, han dejado de confiar en mí. He intentado recordar hace cuánto me tratan como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar. He intentado visualizar cuando comencé a construir un muro a mí alrededor.


Un año.


Un año desde la última vez que alguien creyó en mis elecciones.


Y, por primera vez desde hace un año, pensé que mis elecciones iban a ser aceptadas. Un año desde que hago algo que en verdad me llene.


Llegue a la conclusión de que mi orientación no era lo que estaba buscando porque no necesito sanar lo que otras personas han hecho. Me replantee, ¿Qué es lo que verdad amo? Y la única respuesta que se me ocurrió fue: dar vida. Fue entonces cuando descubrí que la psicología no era un camino para mí. Y ya sabía cuál era mi camino correcto. Sin embargo, prefería tomar este semestre libre, reencontrarme y encontrar fuerzas para seguir adelante.


No obstante, aún no quería decirle a nadie fuera de mi familia. Tyler fue la primera persona, en realidad. Y solo pensé que tal vez él me viera como algo más que un conjunto de emociones.


Tyler, el presuntuoso y engreído Tyler, estaba dentro de mi vida. Se inmiscuyo dentro de mis muros cuando baje la guardia y parece que ahora su opinión me importa demasiado. Todo gracias a sus miradas picaras, sus juegos y sus palabras bonitas.


Tyler, que siempre había sido la oveja negra en su familia, la descarriada en la iglesia, el hijo prodigo. No tiene que causarme tantas emociones, sin embargo, lo hace. Como si el mero hecho de una simple revelación de un ser mundano me hubiese destapado los ojos ¿O era ese el plan de Dios?


 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 


 
Tyler


El celular está sonando y el altavoz esta encendido. Mis hermanos y yo estamos atentos y nos sobresaltamos cuando suena cada pitido. No voy a mentir, estoy sudando pero la charla con Kyle me llevo a pensar que de verdad necesito ver a Ana. Necesito ver a Ana y conocer sus necesidades. Necesito que la princesa Ana hable y sea sincera conmigo.


¿Tyler?— pregunta Mita desde el otro lado de la línea.


— Mita, ¿Cómo estás?—pregunto intentando parecer despreocupado, aunque en realidad estoy sudando como testigo falso. Mis hermanos me miran con diversión pero también con cierta preocupación.


—Está en el cementerio. — Dice, como si ya supiera lo que voy a preguntar. Me sorprende su tono calmo y comprensivo.


— ¿Cómo…?— y aunque no alcanzo a terminar la frase, ella me responde:


—Hoy es su aniversario, Tyler. El de papá. Cuando me dijo que iba a pasar la tarde contigo asumí que en algún momento se iba a quebrar. Es un momento delicado para ella y está intentando ser la mejor versión de sí misma. Te suplico que la apoyes, ella… a ella le gustas de verdad y tu opinión cuenta en su vida. — Escucho como inspira del otro lado de la línea. — No me gusta ser yo quien lo diga, pero Ana tiene miedo y nunca va a encontrar las palabras para decirlo.


Se hace un silencio que parece eterno, mis hermanos están pensativos y algo afectados, como si a ellos también les hubieran echado un balde de agua fría.


De pronto, mi corazón comienza a palpitar muy rápido y en mi pecho se reproduce una emoción que solo había sentido una vez, hace muchos años con una chica rubia también. Solo que esta vez no se trata de adrenalina, se trata… se trata de una emoción distinta, como si estuviera a punto de saltar a una pileta pero con la certeza de que en ella hay agua.


No espero un minuto más y le pido instrucciones a Mita. Ella me las otorga de buena forma, sin resistirse ni hacerme sufrir, puedo decir que todos en la habitación estamos sorprendidos ante su actitud. Estaba a punto de colgar cuando Dylan exclama:


— ¡Después de todo no eres ni tan bruja, ni tan sádica como creí!


 ━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━ 




Ana.


Hace bastante que las lágrimas dejaron de caer. He pasado de la tristeza a la incertidumbre y luego a la sorpresa en tan poco tiempo que creo que mi cabeza va a estallar. La verdad se ha asentado en mis hombros y no lo quiero aceptar.


Tyler de verdad me gusta.


Y me gusta tanto que quiero que me acepte. Me gusta tanto que creo que podría enamorarme. Me gusta tanto que temo perderlo.


Estiro las piernas y veo mis jeans ajustados. Nunca he usado nada ajustado, solo me los puse porque en el fondo tengo el deseo que él vea mi inexistente trasero, que vea algo en mí.
—No puedo creerlo.─ digo mirando a la fotografía de Piero Zillio.


Piero Zillio, mi padre, siempre va a ser el primer hombre que ame, el primer hombre que me amó y eso nunca va a desaparecer. Sin embargo, darme cuenta que puedo llegar a amar a alguien con esa misma intensidad es algo a lo que le tengo muchísimo miedo pero también muchísimas ansias.


Me paro lentamente y toco solo un poco la fotografía de mi padre. Silenciosamente le doy las gracias y le digo que lo amo. Es solo entonces que me doy la vuelta y lo veo.


Tiene el cabello más desacomodado que de costumbre. Sus ojos brillan como si estuviera viendo algo completamente nuevo, algo brillante, algo que desea.


En dos zancadas esta frente a mí y toma mi cintura sin que tenga tiempo para objetar. Nuestras frentes se unen y sé que va a suceder a continuación aunque nunca lo haya vivido.


Es entonces que lentamente me besa. Suave, despacio y con cariño. La mano que no sostiene mi cintura se acomoda sobre mi mejilla mientras realiza caricias suaves. Por inercia las mías se dirigen a su pecho y se posan ligeramente allí.


Con su lengua abre despacio mi boca, pidiendo permiso y, aunque no sé exactamente qué hacer, dejo que haga lo que quiera.


Y, con mi padre y el resto de las tumbas de testigo, tengo mi primer beso.


Se siente fantástico.


Tyler se siente fantástico.
 


MickyEche
MickyEche


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