Del amor y otras inquietudes | N.C.

Nicholas. 
>>Hace tres meses.

Papá atribuía que mi inconformidad con todo era simplemente mi falta de inspiración mientras que mamá -luego de ver el moretón en mi rostro- dio por sentado que se debía a Milah.

La verdad es que ni yo mismo lo sé.

Volví a Nueva York después de tantos años porque nada de lo que he escrito me satisface... al menos no lo suficiente. Se siente como si estuviera incompleto. Vacío. Como si me hubiera perdido a mi mismo.

Y desde mi reencuentro con Milah he tenido demasiadas epifanías sobre recuerdos olvidados que no puedo evitar pensar que tal vez estoy perdiendo la cabeza, por la sobrecarga de información que he estado desbloqueando. 

Además, estar con ella me hace querer ir de la mano con mis impulsos.

No puedo evitar pensar que estar lejos de la Gran Ciudad le ha sentado bien, sin duda fui un mal necesario. Ya la había visto en algunos espectaculares, y una que otra propaganda alrededor de la ciudad.

Ésta Milah resultaba ser algo curioso. Cada que me mira pareciera que tiene ganas de asfixiarme aunque sus acciones siempre son lo contrario a lo que espero, de alguna manera, reprimirse la ha cambiado aunque no del todo. 

Cuando le dije que diéramos una vuelta por nuestra ciudad se negó porque tenía que "ensayar". Sé que el estilo de vida de una bailarina es demasiado exigente pero muy en el fondo, ambos sabíamos que quería ir. 

―Deberías inscribirte a algo, Nick; asistir a conferencias, tomar clases o lo que sea. ― Dice papá sin siquiera despega el ojo del New York Times.―¿Yoga? ¿Paracaidismo? No importa. Tu madre está preocupada por ti. 

Mi cuchara resuena contra la taza de café. 

Los tres nos habíamos sumido en un almuerzo familiar en nuestra mesa favorita del restaurante de siempre frente a Central Park. Aunque de familiar no tenía mucho, últimamente papá sólo se encargaba de presionarme por hacer algo de provecho y por esa razón había optado por comprar un departamento para estar lejos de su radar.

― Estoy en una búsqueda...

― A lo que se refiere tu padre es que en tu habitación no encontraras respuestas.― Mamá se coloca el cigarro entre los labios y papá enseguida le ofrece fuego. No tarda en exhalar el humo por la nariz. ― No me tomes por tonta, soy tu madre. Te conozco. Volviste a Nueva York por alguien. 

―¿Cómo sabes que no volví por ti? ― Colocó mis manos sobre mi cabeza, y ella enarca una ceja que sobresale por encima del contorno de los lentes de sol en su rostro. Molesta por mi insolencia. 

― Porque yo a tu edad seguramente estaba besándome con tu padre en algún hotel. ―Papá sonrié orgulloso al escucharla. ― Lo que quería era irme de casa de mis padres no volver a ella. 

― Suerte para todos que ya compré un departamento. ― Digo asqueado queriendo no pensar en mis padres en un hotel. ― ¿Así que atribuyes que lo que le falta a mi vida es sexo?

― No, Nick. No sé que es lo que le falta a tu vida pero definitivamente no soy yo.―Y aunque no quisiera aceptarlo ella tenía razón. Sonrié descaradamente mientras deja caer apropósito la ceniza de su cigarro en mi café negro a medio terminar. 

¿Qué pasaría si mamá tuviera razón? Tal vez estoy buscando a "alguien" y no un "algo". Un alguien que me devuelva todo lo que he perdido.


Es "Noche de Apuestas" así que me ofrezco a llevarlos a su velada en el Theo's:

―¿Estás seguro que no quieres entrar?― Pregunta papá antes de caminar por el puente.

―¿Y arruinar su noche sólo porque no tengo amigos? ― Pregunto con ironía que lo hace sentir incómodo.―Anda, vayan. Volveré a casa a empacar cosas. 

― Tiene razón. ― Le dice mamá a papá en un intento por tranquilizarlo mientras se lo lleva. ― Tiene que aprender a arreglar sus asuntos. ― Poco a poco dejo de escucharlos y no me voy hasta que los veo entrar al colorido y ambientado bar. 

Doy media vuelta para encaminarme de regreso a casa de mis padres, con las manos en los bolsillos y la mirada al suelo en un intento por pasar más desapercibido por no poder entrar al bar que tanto amo. No quiero encontrarme a Killian y hacerme de otro golpe por no saber quedarme callado.

Cuando menos me lo espero, Milah pasa justo frente a mi, con la mirada seria y el paso firme. Ni siquiera me nota cuando estoy a unos cuantos metros detrás de ella en la misma esquina esperando el semáforo verde.

¿A dónde carajos vas?

El bar no es por aquí sino justo en la dirección contraria. Además son las 9:03 p.m.

El color cambia de rojo a verde y ella comienza a caminar. Tengo que elegir, podría evitarme una pelea porque es muy probable que me descubra y me acuse de acosador como en YOU, la serie de Netflix... ¿De qué estoy hablando? Ella es una chica, que fue mi amiga y mi novia, me preocupa que ande por ahí tan pequeña y delgaducha caminando por la ciudad. 

La caminata es larga, pasamos demasiadas calles. Comienzo a pensar que tal vez ya sabe que la estoy siguiendo y que sólo está esperando a que me rinda por mi increíble falta de condición física. También se me cruza la idea de que tal vez va a una cita por la manera en la que está vestida, unos skinny jeans y una pequeña chamarra con mucha onda.

Quiero comenzar a arrepentirme pero antes de hacerlo, sé que reconozco este lugar: la fuente y terraza Bethesda en Central Park.

Hay muchas personas en la explanada y diría que es por la vida nocturna que suele inundar Nueva York en un fin de semana, pero me da la impresión de que algo está por suceder en cuanto la rubia abraza al chico más alto que he visto nunca. 

En vez de irme, me recargo en uno de los árboles y coloco un cigarro entre mis labios sin encender. Esperaré pacientemente. 

La música se hace de un ambiente cuando varios de los chicos comienzan a tocar una cierta canción famosa de Rod Stewart. Milah y varios más se separan en un grupo para comenzar a bailar al ritmo de la misma como si fuera una competencia de baile, que sirve para atraer a la gente a la que les regalan volantes. 

En el ambiente, el chico mega alto de antes, que también es rubio, apuesto, de ojos grandes y de cierto aura galante y extrovertida, baila con mi Milah. Me llevo una mano a la boca en cuánto lo pienso. Ella no es mi Milah. Se mueve de manera agraciada, jamás la había visto en tal forma; su delgadez exquisita, los músculos de su cuerpo tonificados, el cabello de oro balanceándose de un lado a otro... 

Me siento atraído, parece que lo está disfrutando. 

― Ahí está. ― Su sonrisa maravillosa y feroz aparece cuando el mismo hombre atlético se acerca a ella cantando:

If you want my body and you think I'm sexy. Come on, sugar, let me know.

¿Acaso él gusta de ella? No lo culpo. Milah parece ser tan ligera como el aire en este momento. Ella gira y gira sobre la punta de sus pies gracias a él, mueve sus caderas y su pecho muy al estilo de los 70's. 

El sólo verla me hace sentir...

Sus ojos azules se abren con cierta confusión cuando intento imitarla, robándole la atención al otro chico. 

¿Cómo es que siempre termino metido en algo?



Lo primero que veo es el cabello alborotado. Luego el cigarro entre los dientes. Y por último, los ojos verdes llenos de emoción. 

Nicholas está aquí a mi lado. Él, una persona en su mayoría solitaria a la que no le gusta llamar la atención, metido con unos profesionales del ballet pisándole los talones. 

No tarda en unirse más gente que pasa por aquí por pura casualidad, tal y como él lo hizo. 

Las personas nos van alejando poco a poco. Levanto la mirada en busca de su ayuda pero el desgraciado sólo me sonríe divertido con la situación. 

―If you really need me, just reach out and touch me.― Canta sin más. Y eso hago, extiendo mi mano para alzanzarlo y de algún modo, él se abre paso hasta que me acerca a su cuerpo con una mano en mi cintura.

Puedo notar el reto que me está imponiendo con la mirada, es como si me dijera: ¿Podemos olvidar lo que hice sólo por unos momentos? 

Le quito el cigarro de los labios y no puede evitar reírse a carcajadas cuando ve que yo también quiero olvidar todo sólo un minuto más. 

No puedo evitar darme cuenta del tiempo que ha pasado desde la última vez que reímos juntos, sí, porque también estoy muerta de la risa sin motivo. 

You really, really, really, really need me.

Nos hace girar a ambos hasta que la música se detiene de pronto. La ovación lo hace inclinarse. Y yo me quedo realmente con la boca abierta, a la espera. Aleksi Eide se acerca a mí enarcando una ceja en mi dirección, en realidad no quiero presentarlos, pero temo que Nick le diga algo a Aleksi que despierte su interés sobre mi pasado. 

―Nicholas, él es Aleksi Eide. Mi pareja... ― El ego de Aleksi se regocija ante lo que acabo de decir que me obligo a mi misma a corregirme. ― de ballet. 

Nicholas lo observa con mucho interés, le extiende una mano a Aleksi para ser presentados en cuanto antes.― Alek, él es... Nicholas Audrey.... ― Me muevo un poco incómoda. No sé que debería decir después: ¿Amigos? ¿Mi ex? 

― Nos conocemos desde niños. ― Dice Nicholas como si supiera lo que ocurre en mi cabeza, salvándonos de la situación. 

― Oh. No sabía que Milah tuviera "amigos de la infancia"― Suelta Aleksi abriendo los ojos con sorpresa. ― Pero me alegra escucharlo. ―En el fondo sé que está uniendo los cabos sueltos de mi mal humor de estos días y se los atribuye a Nicholas. ― En ese caso, ten. ― Le extiende un boleto de Giselle.


¿Qué mierda te pasa? ¡¿Por qué le has dado un boleto?! 


Nicholas mira el boleto con cierto detenimiento. ― Gracias por invitarme. ― Suelta con sinceridad y cierta melancolía que no puedo evitar poner los ojos en blanco y quedarme callada. ―¿Tienes planes para esta noche? ― Pregunta Nick de repente, haciendo que mi corazón lata con prisa. Lo veo inspeccionar sus bolsillos para luego ofrecerme el fuego que necesito mientras se muerde el labio inferior ansiando mi respuesta. ― ¿O me seguirás evitando por siempre? ― Respira con dificultad.

― Sólo si me estoy perdiendo de algo. ― Respondo sin pensar. 

Como había sido alguna vez nuestra costumbre, Nicholas me da un empujón ligero con su hombro antes de salir corriendo directo hacia la avenida principal. 

Mis pies automáticamente se mueven a toda velocidad tras de él, tal vez muy en el fondo, queda un poco del viejo Nicholas, ese que alguna vez fue mi mejor amigo.

Las luces de los autos alumbran su rostro con ese gesto de no creer que lo esté siguiendo. De nuevo.

Y entonces, sin pensarlo mucho, se inclina a besarme. 


Nicholas
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La chica de hoy es la misma con la que estuve ayer, antier y toda la maldita semana pasada. En realidad, la peluca azul con un largo hasta los hombros me sacaba de quicio, pero no tanto como verle el cabello rubio que en alguno de mis impulsos podría quemarle. 

―¿No te gusta? ― Su voz me saca de mis pensamientos mientras se detiene. 

Oh, carajo. 

Ni siquiera me he esforzado para llegar al orgasmo. Hago ademán de que quiero que saque su mano de mis pantalones, no voy a lograrlo. ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Enserio estoy tratando de consolarme con una prostituta que no le llega a los talones a Milah? La chica sólo se aleja lo suficiente para que me suba el cierre antes de sentarse sobre mis piernas, me da una sonrisa bonita pero sólo eso. Aunque todo empeora cuando ella enreda un mechón de mi pelo en su dedo. 

―¡No! Suéltame― Digo avergonzado, medio empujándola lejos de mí. 

― Pareces distraído. ― Dice Callie... ¿O es Kourtney? Por la expresión en su rostro, diría que está molesta porque acabo de botarla, después de que intentó...

― Tienes razón. Lo siento. ― Interrumpo yo.

― No te disculpes. ― Dice como si me entendiera completamente. ― ¿Quieres que haga algo más por ti? ¿Te la puedo chupar si quieres? 

― ¡Oh, por Dios! No. No quiero. ― Me llevo la mano al rostro con un poco de horror. Tomo mi cartera del portavasos y comienzo a sacar el dinero para pagarle. ― Yo debo...

― Podemos platicar si tu lo deseas.― Dice robándome un beso antes de meter mi rostro entre sus pechos para luego jalarme el pelo hacia atrás. 

No puedo evitar que me invada un recuerdo que siento cierta punzada en el pecho. Le paso su abrigo y se lo extiendo. ― Por favor, baja de mi auto. Y vete. ― Ni siquiera puedo respirar hasta que la veo caminar con esos jodidos tacones lejos de mi. 

Estoy apunto de sentirme miserable para después pasar a un estado de autocompasión cuando recibo un mensaje de mi padre avisándome que Choi SeYong ha confirmado de último minuto hacer su aparición en la Feria. 


Me obligo a sonreír para las fotos, también para las pocas personas que me reconocen y me piden un autógrafo. He venido como fan a la Feria del Libro y no como invitado sólo para ver a una persona en especifico. 

Su mesa está justo en medio de todo el desmadre literario que se ha montado la New York University junto con otras editoriales, así que me toma un buen rato estar parado en su fila, formado como cualquier otro para conseguir mi firma y con un poco de suerte, una foto con mi escritor favorito.

El verlo ahí sentado tras la mesa me parece surreal, está respirando el mismo aire que yo y siento que podría morir en cualquier segundo de la emoción que siento. Hoy sería un día memorable, considerando que muy pocas veces él aparece en público para eventos como este, no era una persona catalogada como sociable. 

Apenas pongo un pie frente a su mesa y no puedo dejar de hablar sobre lo mucho que lo amo y admiro con todo mi corazón, le digo que sus obras son inefables y que no deja de sorprenderme cada vez que lo leo. 

― ¿A que nombre lo pongo?― Pregunta después de que acabo con mi discurso. 

― Nicholas Audrey. ― Se detiene a un milímetro de pegar el plumón negro sobre mi libro. El sr. Choi levanta la barbilla hacia mi dirección, mirándome con atención, como si estuviera viendo a través de mi, juzgándome con la mirada pesada. Se levanta y me extiende una mano como todo un estadounidense. Una parte de mi quiere llorar y la otra se abstiene para que él no crea que soy un niño. 

― Sr. Audrey, es un placer conocerlo también. ―¡No juegues! Oh, mierda. ¡Choi SeYong me conoce!―  He leído varios de sus artículos y también estoy al tanto de aquel libro que causó revuelo. Siendo honestos, me pareció...  ―  Lo piensa un poco y luego lo suelta.― Inesperado.

Vamos, Nicholas. Respira. 

―Viniendo de usted, es un gran cumplido, señor. Y me siento muy halagado, en especial porque hablo del amor y bueno... ― ¿Qué le puedo decir al hombre que ha encontrado y descrito la sincronía del amor y sus inquietudes?

―Espero que nos impactes con otro proyecto pronto. Estoy ansiando leerlo, Nicholas.― Finalmente me veo obligado a soltarlo. El sr. Choi toma de nuevo la tinta y comienza a escribirme una dedicatoria junto con su firma en aquel libro que habla sobre las almas desesperadas.

Ambos nos damos un último vistazo.

Cuando por fin salgo del caos, me dirijo al estacionamiento, aún sin creerme que no sólo he visto al Sr. Choi sino que también hable con él y que además me leyó. 

Estoy en el estacionamiento donde he dejado mi auto, voy tocándome los bolsillos pero no siento mis llaves en ningún lado. ― Mierda, no de nuevo. 

―Sigues teniendo los mismos malos hábitos.― Está sentado en el capote de mi auto, lanzando mis llaves hacia arriba una y otra vez. ― Hola, Nick.

―Sebastian. 

No recordaba la última vez que lo había visto pero estaba seguro de que él era el responsable de aquel ultimátum, del cual mi parabrisas había sido la victima, y por si fuera poco también dejo una nota: 

No me molesta ensuciarme las manos.

Sebastian se muerde la punta del pulgar antes de lanzarme mis llaves hacia el pecho. ―Hablemos un poco.