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Mensaje por indigo. Sáb 27 Jul 2019, 11:15 am

Eres Flash, mujer. Subiste súper rápido Longwood University {nc - Página 5 3275125450
Espero dejar mi comentario pronto Longwood University {nc - Página 5 1477071114
indigo.
indigo.


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Longwood University {nc - Página 5 Empty Re: Longwood University {nc

Mensaje por Bart Simpson Sáb 27 Jul 2019, 12:56 pm

Flash, Flash, mi rápidash (??)
Perdón, me llené de inspiración e insomnio Longwood University {nc - Página 5 4098373783

___________________________________________

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Bart Simpson
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Mensaje por Jaeger. Mar 30 Jul 2019, 10:03 pm

jen bb beia:

Jaeger.
Jaeger.


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Longwood University {nc - Página 5 Empty Re: Longwood University {nc

Mensaje por hange. Dom 04 Ago 2019, 1:39 pm

¡Hola!
HE SIDO UNA COMPLETA IRRESPONSSABLE AQUÍ, porque no volví a comentar más. Así que como debo 24593248 caps, voy a limitarme a escribir comentarios cortos, porque después no me da la vida. Eso no signifca que ame menos sus caps, porque voy a morir de feels leyendo todo otra vez. Sin más, aquí voy.

kandeee:


kateeeee:
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Longwood University {nc - Página 5 Empty Re: Longwood University {nc

Mensaje por hange. Dom 04 Ago 2019, 1:39 pm


jeeeeen:
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Longwood University {nc - Página 5 Empty Re: Longwood University {nc

Mensaje por indigo. Sáb 07 Sep 2019, 9:29 am

Jennnnn:
indigo.
indigo.


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Mensaje por Atenea. Sáb 07 Sep 2019, 5:48 pm

Bien, en primer lugar decir que lamento horriblemente haberme desaparecido de la colectiva, porque prácticamente lo hice (?) por lo que mil perdones a todas, no vuelve a pasar, así que sin mas los comentarios de sus caps Longwood University {nc - Página 5 1477071114
kandelaa:


emiliaa:


katerino:


sheeen:

Y como me toca subir a mi ya ando escribiendo mi cap, prometo no demorar tanto la nc Longwood University {nc - Página 5 2841648573
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por Atenea. Dom 15 Sep 2019, 12:51 am

hola bellas Longwood University {nc - Página 5 1477071114 :

capítulo 05
Cameron Rivers & Vincent Callahan ✖ Atenea.



Observo a la persona que se refleja en el espejo, intentando reconocerla. Cabello rubio que le llega a los hombros, con unos cuantos tirabuzones al final de este. Mejillas acentuadas, pero sin ser regordetas, pómulos notorios, pero sin sobresalir y labios rosados. Me regala una mirada con los ojos azules atravesándome y me doy cuenta de que esta no soy yo.

— Tu cara me dice que no te gusto para nada el cambio.

Miro a mi primo y le regalo una media sonrisa, aunque la siento fingida. Como la chica que esta enfrente mío, que también sonríe. Aun sintiéndola una extraña en mi vida.

Creía que lo que necesitaba para iniciar esta etapa de mi vida era un cambio, algo que marcara una diferencia entre la vieja y la nueva Cameron. Entre la que se dejaba pisotear por lo comentarios hirientes, escondiéndose en su habitación para que nadie la viera llorar cuando le llegaban sus momentos efímeros de tristeza, y la que ahora se quería demostrar determinaba, segura y fuerte. Porque era lo que necesitaba para sobrevivir en la mediocridad de sociedad hoy día.

— No es eso. Es cuestión de acostumbrarme —Le aseguro y lo tomo de la mano para salir de la estética.

Compramos unos conos de helados de un puesto de la calle y caminamos sobre la acera. Con el aire lleno de salitre golpeándonos por el lado izquierdo. Volví a Los Ángeles hace unos días tras pasar los últimos tres años en Nueva York por el trabajo de papa. Era un Internista bien reconocido en California, por lo que siempre le tenían propuestas para trabajar en otros Hospitales.

Y a pesar de que nunca quiso mudarse, había aceptado la oferta de Nueva York principalmente porque el divorcio con mi madre le afectó demasiado. Se la pasaba metido en el Hospital hasta altas horas porque no quería volver a casa y darse cuenta, otra vez, que su esposa ya no estaba. Que los marcos de fotos que estaban esparcidos por las paredes o los estantes representaban simples recuerdos de veinte años con esa persona.

Mi hermana, Cassie, se fue con mama y yo me quede junto a papa. Porque siempre me sentí más cercana a él. Porque era la clase de Padre que también podía ser tu mejor amigo y cómplice si le confiabas tus secretos.

— ¿Has hablado con tu hermana? —Me pregunta Connor, colocando sus gafas de sol sobre su cabeza para apreciar a la especie masculina que hay en la playa.

— Quede de ir a comer con ella hoy. ¿Por?

Que, a pesar de la separación de nuestros padres, siempre nos poníamos al corriente con la vida de la otra. Hasta Cassie había ido a vernos varias veces a Nueva York y siempre pasaba año nuevo con nosotros.

— Por nada, simple curiosidad —Saca un silbido en dirección a un castaño en short y con el torso descubierto—. Dios, esta tan bueno que me dan ganas de ir a ponerle bloqueador para que esa hermosa piel no se queme con este horrible sol —Me río, porque es esta clase de comentarios de él las que siempre me divierten—. ¿Sabes? A veces pienso que ser gay es más una maldición.

— ¿Por qué te cuesta encontrar pareja?

— No tanto. Sino porque hasta entre gays, los hombres siguen siendo bien perros y resbaladizos.

— Lamento tu sufrimiento —Coloco una mano en su hombro, para confortarlo.

— Da igual. El sexo sigue siendo lo bastante bueno, así que no me quejo.

— Eres un idiota —Digo entre risas, y siento que la gente se nos queda viendo.

— De todas formas, extrañaste a este idiota.

En efecto. Que la vida en Nueva York era demasiado movida. Y sin él ni Cassie no había aprovechado del todo la experiencia.

— Sería engañarme a mí misma si te digo que no.

— A todo esto: ¿ya tienes todo listo para la Universidad?

— Todo empacado en dos valijas.

— ¿Y ya te amarraste bien la cara?

— ¿Qué?

— Porque se te caerá de la vergüenza por los estúpidos retos que les pondrán Becca y Alexa seguramente. No las conozco pero por lo que me han contado, son unas verdaderas arpías.

Le golpeo, y aquello en vez de ofenderle le da gracia.

— Quiero pensar que no me irá tan mal —Aseguro tratando de mostrarme confiada por lo que se aproxima.

Tomo mi cámara profesional entre mis manos y me entretengo de sacar unas cuantas fotos del paisaje enfrente.

— Cameron, Cameron, Cameron —Me giro, y le tomo una instantánea. Reluciendo sus ojos azules con la luz del sol—. Querida prima —Me rodea los hombros con su brazo atrayéndome—. Mis sabias palabras deben de servirte para el gran reto de la vida.

— Solo llevas un año de carrera, no te alborotes tanto.

— Y créeme: se aprende demasiado en un año.

— Venga, no creo que sea tan horrible —Me regala una sonrisa de burla y de pronto me invade la preocupación—. ¿O sí?

— Depende de que tan dispuesta estés para entrar en la fraternidad.

— Sabes que no tengo opción.

— Entonces solo me queda decirte que afiles tus garras y te prepares para una buena contienda —Me pellizca el cachete para molestarme y le golpeo la mano—. ¡Pero no conmigo!

— Pues deja de meterme miedo —Exijo, para que deje el relajo para otro momento.

Nos adentramos al restaurante bar “Sunset”, casi abarrotado de personas en bañadores. Ha como podemos llegamos hasta la barra y pedimos un par de mojitos para refrescarnos del calor bochornoso que hay en la ciudad.

— ¿Te has dado cuenta de que aquel bombón mira directo hacia nosotros?

Sigo hacia donde se centra su mirada, bebiendo de la pajita mi mojito, y noto al chico de la foto de hace ratos. Que en efecto tenía razón Connor: su atención estaba puesta en nuestra dirección. Me devuelvo hacia mi primo mirándolo divertida.

— Venga, que creo que te anda comiendo con la mirada.

— Puede ser —Juega con las comisuras de sus labios, como cuando se debate con alguna idea—. Pero siento que es hetero.

— ¿Te lo dice tu radar?

— Que sepas que a veces me funciona, en las otras ocasiones…

— Es porque estabas bastante ebrio como para fijarte bien —Reitero, recordando esas salidas vagamente, que yo también me había puesto mis copas de más.

Le pido al bartender otro mojito y me lo zampo de inmediato.

— Mierda, viene para acá, actúa con normalidad —Me golpea el hombro y se lo devuelvo.

— Tú actúa normal, es solo un chico.

— No lo es —Señala—. De todas formas te dejo prima.

— ¿Porqué? —Hablo muy fuerte, me doy cuenta porque la gente se nos queda viendo. Pero ya llevo dos mojitos encima, así que me da igual.

— Tengo que ir al baño, me estoy meando.

— ¡Cobarde! —Le grito enojada mientras lo veo mezclarse con el mar de gente.

Pido mi tercer mojito, y llega justo cuando el chico se planta a mi lado. Lo callo antes de que me diga algo y le doy un largo trago a mi bebida.

— Se fue al baño, así que deberás esperarle galán.

— ¿De quién me hablas?

— Mi primo, Connor. Es un tipazo, ya te darás cuenta.

Ni siquiera le miro, completamente segura de que a quién busca es a mi primo.

— Creo que nos estamos confundiendo.

Entonces lo observo. Cabello castaño corto, alborotado por el clima, ojos marrón oscuros, penetrantes, y con unas largas pestañas he de decir. Todo aquello acompañado de una sonrisa abierta que me regala, pero no le devuelvo, porque me distraigo ahora con el tremendo físico que se carga.

— Ethan —Me tiende su mano y me esfuerzo para que mis neuronas hagan sinapsis y poder reaccionar.

Las enormes desventajas del alcohol, que me ponen más torpe de lo que ya estoy.

— Cameron —Pronuncio casi en un hilo de voz. De pronto llegándome una ola de nervios.

— No soy gay por cierto. Quería aclarar ese punto.

Sonríe de nuevo, aunque con un toque juguetón, o eso creo yo. Culpo al alcohol si soy sincera, así que probablemente perciba todo con doble sentido.

— Bueno, es una desgracia para los hombres, pero una fortuna para las mujeres, ¿verdad? —Suelto sin tapujos por culpa del mojito, que aun así me lo termino y pido otro.

Se ríe, pero no me queda claro si de mí o conmigo por el comentario atrevido. Tomo otro trago de mi mojito, tratando de entretenerme con eso, y con la esperanza que se dé cuenta que no quiero hablar con él. Más que nada porque me siento intimidada con su repentina presencia.

— Supongo, ¿lo soy para ti?

Mierda. ¿Dónde demonios se metió el estúpido de mi primo? Lo hallo oculto en una esquina, observando todo a la distancia y dándome la bendición elevando su bebida. Y lo insulto mil veces en mi mente, por dejarme a mi suerte con este espécimen creado por Dios.

— Verás, Ethan, tengo novio…

— ¿Por qué siento que me estas mintiendo?

Coloca sus brazos a mis costados, aprisionándome. Con su cara peligrosamente cerca, para mi desgracia o mi fortuna, no estoy segura de por cuál inclinarme ahorita. De lo que si estoy segura es de que el lugar subió varios grados de temperatura, porque el calor me inunda por completo. Trago, aunque nada de saliva baja por mi garganta, sin saber qué decir ahora.

— De acuerdo, no tengo novio —Mi mirada viaja de sus ojos, que vislumbran juego y peligro, a sus labios largos, trazando una sonrisa de galán, pero trato de no dejarme llevar—. Pero no por eso me debo ver atraída por ti.

Guarda silencio, aunque no se separa y presiento que me analiza.

— Déjame intentar algo, ¿te parece?

— ¿Qué cosa?

— Nada malo, lo prometo.

Antes de poder decir algo más, me zampa tremendo beso. Abro los ojos como plato, y veo a lo lejos que mi primo esta igual en shock. Pero no lo empujo ni le doy la cachetada que seguramente se merece. Mi cerebro se acalla, y me dejo llevar, queriendo culpar al alcohol de toda la situación. Así que cierro mis ojos y entre abro mis labios, correspondiendo el beso y dejando que mi lengua se enrede con la suya.

— No fue tan malo, ¿o sí?

Lo observo por unos segundos, pero no tercio palabra. Saco de mi cartera el pago de las bebidas y me retiro de ahí. Llevada ahora por la poca consciencia que me queda. E ignoro sus gritos, hasta que ya no se escuchan. Jalo a Connor del brazo, no sin antes lanzarle una mirada furiosa, y nos largamos del lugar. Dándome cuenta de que nuevamente deje un trozo de mi dignidad por culpa del alcohol.


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— A ver, sopla.

Lo hago, para saber si mi aliento no me delataría ante mi hermana. Connor arruga la cara, dejando en claro que no pasaría desapercibido que me zampe cuatro mojitos con ganas.

— Chance y pescó un resfriado —Sopeso la idea, para quitarme la tensión.

— Nunca has tenido tanta suerte, afróntalo —Hago un puchero, porque es cierto—. Así que no hay vuelta atrás. Debiste pensarlo mejor antes de tomar tanto.

— Dejemos en claro que tú tienes parte de culpa por dejarme a mi suerte.

— No parecías muy incómoda cuando te lo estabas comiendo con la boca.

— Eres un…

— ¡Cassie! —Me detengo de soltarle una maldición al ver a mi hermana.

Tan elegante y hermosa como siempre. Con su larga cabellera suelta sobre un hombro, vistiendo a la moda y su rostro destilando grandeza. A diferencia de mí: pequeña a su lado, con el cabello corto, y ahora rubio, vistiendo con vaqueros y una ombliguera. Saluda a mi primo con un beso en la mejilla y se detiene cuando me mira. Enseguida se cruza de brazos y me doy cuenta que mi sentencia se avecina.

— ¿No te parece que es muy temprano como para estar bebiendo?

— Bueno, yo me despido. Cassie querida, te veo otro día y a ti —Me da un abrazo rápido—, te espero cuando llegues a la Universidad.

Cobarde, pienso de nuevo, siendo la segunda ocasión del día en que me deja a mi merced. Me pellizco el brazo notando la mirada de regaño que me echa mi hermana. Solo niega con la cabeza, nada contenta con mi comportamiento, y se adentra al restaurante.

Nos sentamos en una pequeña mesa, dentro de la parte climatizada del local. Una frente a la otra. De inmediato ella se pone a leer la carta para ordenar. Aunque es su manera sutil de darme el avionazo.

Venga, solo fueron unos mojitos. No es como aquellas ocasiones en las que me iba a recoger a los bares porque tanto Connor como yo estábamos tan ebrios para siquiera conducir. O como en otras veces, en que yo era la que me pasaba de copas y me cabreaba tanto de que me quisieran sacar que se veían en la necesidad de llamarla a ella para que llegara y calmara a la bestia.

Y siento que el alcohol desaparece de mi cuerpo, porque caigo en cuenta del porque se enoja tanto conmigo. Porque odiaba verme en ese estado, cuando me ponía alocada mientras ella era toda calma.

— Lo siento.

Sus ojos azules ya no se centran en el menú, sino en mí. Y ya no tienen ese matiz furioso que adquieren cuando me reprende, ahora es uno cálido, de esas veces cuando tenemos nuestros momentos de hermanas. Me da un apretón de manos sobre la mesa al tiempo que me regala una sonrisa llena de cariño.

— Solo quiero que te cuides, Cameron.

— Lo sé, me doy cuenta, siempre lo has hecho. Fue un momento de desliz si te soy honesta.

— Como si no los tuvieras cada fin de semana —Dice en tono irónico, con la boca llena de razón.

Pero no estaba con ánimos de aceptárselo.

— Esa era la vieja Cameron.

— Un cambio no solo lleva el hacerse con un nuevo look —Aclara, señalando mi cabello—. Aunque te queda muy bien por cierto.

— Lo llevo claro, por eso te lo digo. Ya no más borracheras.

— Entrarás a la Universidad, donde cerca del noventa por ciento de tus compañeros tratara de llevarte a tomar.

— Pues que ellos vayan, no tengo que aceptar solo por querer agradar —Reafirmo, aunque no estoy muy segura de mis palabras.

— Ya veremos. Estaré pegada a mi celular en tu primer fin de semana de todas formas, por si me necesitas para recoger tu trasero de algún bar.

Le llama a uno de los meseros, dando por finalizado el tema, antes de dejarme rebatir. Que la amo y todo, pero me molesta con creces que me siga tratando como una niña que no puede conducir sola su propia vida.

No comentamos algo más. Y dejamos que el silencio se rompa con el sonido de los cubiertos chocando con los platos mientras comemos. Lo cual solo logra estresarme, que detesto cuando reina ese silencio incómodo.

— ¿Cómo está mama?

— Genial.

Solo dice una palabra, y aquello capta por completo mi atención. Que en otras ocasiones cuando le preguntó por mama siempre suelta un gran relato de que se la pasa viajando con su nueva pareja y que la consiente mucho. Que a veces ni ella tolera lo melosos que se pueden poner.

— ¿Genial? Vamos, tiene que haber algo más interesante que solo eso. ¿No ha salido de viaje con su noviecito?

— Cameron…

Lo acepto. La pareja de mama no me agradaba para nada. No porque me hubiera causado una mala impresión, que ni tenía la gracia de conocerlo en persona. Tras el divorcio me mantuve firme, y decidí quedarme con papa, por lo que no me caía nada bien la noticia de que mi madre lo haya superado de un día para el otro; porque al mes de haber firmado los papales ya tenía su nuevo galán.

— ¿Qué? —Suelto de golpe, sin darme cuenta hasta que veo su cara de molestia— Son novios, ¿no?

— Si, pero…

— ¿Pero qué? —Que lo suelte ya, me desespera tanto misterio.

— De acuerdo, solo no armes un alboroto —Pide. Toma un gran bocado de aire antes de proseguir—. Steven le pidió a mama que se casaran.

— ¿Cómo?

— La boda es en tres meses.

— ¡¿Qué demonios?! —Me levanto como resorte y me clava con la mirada, para que no la deje en ridículo. Demasiado tarde, poco me importa si nos observan los comensales— ¿De qué va mama con todo eso?

— ¿En serio creíste que no se volvería a casar? Cameron, llevan tres años juntos —Su voz suena calmada, tratando de tranquilizarme y que no siga perdiendo los estribos.

— No, pero…

— Tienes que dejar de ponerte siempre del lado de papa —Aconseja, adivinando el rumbo de mis pensamientos.

Me siento de nuevo al darme cuenta como todo el mundo se nos queda viendo. Reparo en que Cassie lleva razón. Porque así ha sido desde la separación: ella con mama y yo con papa. Pero me había tomado el papel tan en serio que solo me comunicaba con mama por videollamadas mientras vivía en Nueva York porque nunca le acepte venir a pasar un par de días con ella para conocer a su pareja. Y mi reacción tan evasiva y apática se debía más que nada porque mi papa seguía sin superarla. Pero sobre todo por la verdadera razón del divorcio, la cual había descubierto meses después.

— No es solo eso —Empiezo, pero no sé cómo continuar.

— Lo es, en gran parte por él. No te culpo, siempre se toman bandos. Solo te pido que no te cierres por completo a compartir con mama parte de su felicidad actual.

Y aquello solo hace que me sienta fatal. Porque no me había percatado del todo cuánta falta le haría yo a mi madre. Y era más que nada que no era buena manejando el abandono. Porque así lo había sentido: que ella nos había abandonado por su nuevo novio.

— ¿Mejor? —Asiento con la cabeza, mi vista en el bordado del mantel— No sé si papa lo sabe, pero creo que lo adecuado en esta situación sería que tú le dijeras.

— Lo destrozará, Cassie —Aseguro, imaginándome ya la escena.

— Cameron, él también debe saber cómo seguir con su vida.

— No es tan fácil.

— Mama lo hizo.

— Porque se acostó con otro aun estando con papa —Saco a flote, porque era la verdad que todos quisieron evitar.

— Jamás la perdonaras, ¿verdad?

Ni confirmo ni lo niego. Porque era encrucijada en la que yo misma me sentía desde que lo supe. Aunque el coraje que le tuve ya no estaba, el solo recordatorio causaba que tratara de evadir todo contacto con ella. Ni yo misma podía poner en orden mis ideales. Que sentía que de perdonarla y pasar tiempo con ella y su pareja sería como darle la espalda a papa. Y él ya había tenido suficiente.

— Ella es feliz. Pero igual te extraña.

— Bueno, igual me gustaría que papa también fuera feliz. Pero como vez, la vida no siempre te da lo que quieres —Digo en un arrebato y me reprende con sus ojos.

Cojo dinero de mi bolso y lo dejo sobre la mesa.

— Creo que es suficiente para cubrir mi parte.

— No hemos terminado.

— Pues tuve suficiente —Me cierro en banda, ya sin ánimos de continuar la conversación—. Y no te preocupes, ya veré cómo se lo digo a papa.

— Te veo en la Universidad —Trata de endulzarme con una sonrisa, pero poco efecto tiene.

— Claro.

Y me voy con pasos largos. Sabiendo que mi próximo destino no era mí casa, si no el bar más cercano, a dos cuadras de aquí. Con ganas de olvidar este trago amargo otra vez.


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Entro con el mayor silencio que me permite el alcohol, y trato de no chocar con algún mueble de la sala. Me río sola, porque me parece algo graciosa la situación. Es en estas ocasiones en las que agradezco que papa trabaje hasta noche en el Hospital, que si me viera en este estado probablemente me reprendería peor de lo que lo hizo mi hermana.

Pero mi suerte se acaba. Porque cuando estoy por subir la escalera al primer piso, la habitación se ilumina y la figura de mi padre esta parada frente al marco que da a la cocina. Me maldigo, porque se supone que no llegaría si no hasta media noche, eso me había dicho en la mañana. Y mi lado alcoholizado se había fiado de eso.

— Tu hermana me mando mensaje diciéndome que estuviera al tanto de ti. Y ahora me doy cuenta del porqué —Oh no, esta serio y de brazos cruzados, realmente estoy en problemas.

Maldita Cassie. Que llevaba razón, pero habíamos pactado que el último recurso para estas situaciones sería papa. Y me toca a mi sola. No va siendo mi día, en definitiva.

— Esta exagerando, papi. Todo está de maravillas.

Y para mi mala suerte, me da hipo, quedando una peor evidencia.

Señala al sofá grande y a paso rendido me siento en él.

— ¿Qué paso? Sabes que no tengo problemas en que salgas a divertirte y tomes un poco —Enfatiza la última palabra casi con sarcasmo—. Pero creo que te pasaste en esta ocasión.

— ¿Qué te dijo exactamente Cassie? —Indago, sin poder levantar la vista de mis botines. Que no quiero ver la decepción en su rostro.

— Que se habían peleado y que te fuiste del restaurante enojada.

— ¿Te comentó por qué?

— Sí. E igual me queda decirte que ya lo sabía pequeña.

Ahora si levanto la mirada, confundida con lo que dice. Preguntándome si no esta enredando las cosas. Pero me doy cuenta de que habla con la verdad, porque sus ojos se muestran tristes.

— ¿Desde cuándo lo sabías?

— Al día de que se comprometieron. Tu madre me marcó, porque a su parecer era algo que ella debía contarme.

— ¿Qué le dijiste?

— Que estaba feliz por ella —Le miro con suspicacia, porque no me la creo, y se ríe por lo bajo—. Es así hija. Ya van siendo tres años y creo que debo dejar lo pasado en su lugar. Tu madre es feliz, y a mi parecer debo empezar a buscar eso por mi cuenta.

— Papa… —Inicio, pero no me deja terminar.

— Se que te lo he puesto difícil todo este tiempo, porque te mantuviste conmigo en vez de irte con tu madre y sabes lo mucho que te amo por eso —Se me cierra la garganta y percibo las lágrimas acumularse en mis ojos—. Pero no quiero que sigas con ese odio hacia ella por lo que paso.

— No la odio —Logro decir, aunque mi voz suena algo ahogada.

— Cameron… te conozco, eres mi hija y mi orgullo. Así que no me gustaría que siguieras con ese rencor para con tu madre.

Me enmudezco. Que no sabría qué decir en una situación normal, y el alcohol de más no me ayuda mucho en el proceso de pensar. Es la segunda persona que me dice lo referente a mi madre. Pero que me lo diga papa causa un mayor efecto. Porque fue él a quien engañaron y le rompieron el corazón.

— No creo que sea tan sencillo —Hablo por mí misma. Creyendo ahora que me forzaban a tener una relación con alguien que no quería.

— No digo que lo sea pequeña. Pero puedes empezar llamándola y felicitándola por la noticia. O pueden ir a comer, hace mucho que no se ven.

Me pellizca la mejilla y se me sale una mueca. Pienso entonces que de hacer lo que me dice, sería más por él que por mí. Y no estoy tan segura de que sea una buena razón.

— ¿Estarás bien con eso?

— Lo estaré si tú lo estás, Cameron.

Se me encoge el corazón, porque papa no era mucho de hablar de sus emociones. Y que lo hiciera ahorita significaba que realmente quería paz entre toda la familia. Estúpido alcohol que me hace tan sensible.

— Está bien. Trataré de hablar con ella ya que este bien asentada en la Universidad. ¿Te parece?

— Un lo intentaré es mejor que un no rotundo, así que me parece un buen comienzo —Me revuelve el cabello con cariño y me alejo para que me deje de molestar—. Ahora vete dormir niña. Que mañana tengo que llevarte a la Universidad. Y a ver si la resaca no te impide levantarte.

— Que amargado.

— Te advierto de una vez que si no te levantas soy capaz de echarte agua fría.

— Claro pa —Digo con sarcasmo y le doy un beso de buenas noches—. Hasta mañana.

— Hablo en serio —Remarca ya que estoy a media escalera.

— ¡Por supuesto!

Me quito los botines y me cambio a cómo puedo de muda, estando rodeada por la oscuridad de la recámara. Me tumbo en la cama, sin taparme, porque estos últimos días hasta la noche ha estado calurosa. Y lo último que pienso antes de caer en la neblina es que no soy tan buena hija como pensaba.

Despierto al sentir como me cae agua helada. Tiritando por el frío y martillándome la cabeza por la resaca observo a mi papa, riéndose como hiena. Le lanzo mis almohadas, furiosa con lo que hizo, a pesar de que me lo había advertido.

— ¡No es gracioso!

— Debes admitir que lo es un poco.

— Se supone que el maduro de aquí tienes que ser tú.

— Una travesura una vez al año no debe afectar mi imagen, hija.

Le saco la lengua con burla y baja el balde del agua. Veo que mis dos maletas ya están a un lado de la puerta, seguramente tarea de él.

— Date una ducha y te cambias. Vamos tarde, así que no te dará tiempo de desayunar.

— Espera, ¿no deberías estar en el trabajo?

— Pedí medio día para irte a dejar —Me hace saber y se retira de la habitación, no sin antes volver a gritarme—: ¡Te apuras!

Llegamos al complejo Universitario una hora después, a pesar de la insistencia de mi padre en darme prisa.

— Sigue sin convencerme de que te metas a una fraternidad —Comenta mientras baja las valijas—. Sabes que no tengo problema con pagar la matrícula.

Observo la arquitectura del lugar y me maravillo con lo enorme que es. Tanto por los edificios como por las áreas verdes que se alcanzan a ver, pintando el lugar de verde de aquí a allá.

— Esta bien, pa. Además, quiero ahorrarte el gasto y no creo que sea tan difícil el quedar.

— Pues tu primo me ha dicho lo contrario en cuanto le pregunté como era el asunto estos días.

Nota meta: darle su merecido a Connor por ser tan bocón.

— No te fíes mucho de lo que dice, ya sabes lo dramático que suele ser —Le aseguro, y para que me crea ensancho la boca mostrando mis dientes relucientes.

Desiste por unos segundos, pero al final cede. Abre los brazos y me rodea con ellos en un fuerte abrazo. Que si, a pesar de que la Universidad esté en la misma ciudad no tendría la necesidad de quedarme en las instalaciones, pero era un requisito explicito para la hermandad. Y esa era una de las razones por las que a papa no le gustaba el asunto. Contando el hecho de que ya no nos veríamos a diario. O me cocinaría esos panqueques que le salen tan bien los fines de semana como desayuno. En efecto, viviríamos en la misma ciudad, pero confieso que lo extrañaría, contando el hecho de que ahora estaría solo en casa.

— Te quiero hija —Sus palabras son dulces, con un toque de tristeza entre mezclado, y me acaricia el cabello como gesto extra.

— Yo también pa.

— Y si hay necesidad de que me marques a media noche para venirte a traer y sacarte de esa ridiculez de fraternidad no lo dudes.

— Lo tendré en cuenta —Le confío, aunque sé que no será así.

Nos damos otro corto abrazo y me besa la frente con afecto antes de subir al coche.

— ¡Nada de beber hasta después de tu primer parcial! —Grita partiendo del estacionamiento.

Cojo las maletas, repitiéndome en la cabeza que estoy lista para esto. Que la Cameron de ahora podrá con la Universidad, la vida responsable y lograr quedar en la prestigiosa Phi Beta Kappa.

Así fuera lo último que hiciera.


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Ya había pasado una semana desde que iniciaron las clases y en mi cabeza nadaban los temas de la carrera, flotando y alejándose de mí mientras trataba de absorberlos. Pero sobre todo eso, resonaba el estúpido reto que nos habían impuesto a las principiantes. Recuerdo entonces las palabras de Connor sobre lo insufribles que resultarían Becca y Alexa, y le daba la razón.

Que aparte de que me disgustaba el hecho de entrar a una hermandad, el que nos pusieran estos absurdos retos empeoraba la situación. Connor había tratado de ayudarme en encontrar al chico que describía el estúpido papel que me toco. Que de poco me sirvió, porque había un océano completo de gente en la Universidad. Y nos resultaba imposible encontrar a una persona con esas características en específico.

Decir que tenía unas ganas irrefutables de irme a perder en un bar era poco. Simplemente quería dejar todo lo referente a Longwood atrás, por un par de horas. A parte que el calor de la ciudad no me favorecía en nada. Ni decir del que se sentía durante las noches en la habitación que compartía con más chicas. Pero solo recordar la conversación con mi hermana bastaba para acallar esos deseos.

De las pocas cosas me agradaban de la Universidad, hasta el momento eran: la carrera en sí, aunque me resultaran algo complicados los temas que se tocaban en las clases; y la tranquilidad que se respiraba en el campus. Que una de las áreas verdes se había vuelto mi refugio desde hace unos días que me di a la tarea de dar una vuelta por los alrededores. Cuando no me podía concentrar para estudiar dentro de la fraternidad, más que nada porque ahí me sentía agobiada, me venía a mi escondite, que no tenía nada de secreto. Pero resultaba placentero pasar el rato al aire libre.

Vuelvo a leer el título de mi libro “Historia del Arte”, y suspiro de nuevo, intentando desperezarme y ya ponerme a estudiar.

— ¡Cuidado!

Demasiado tarde. Para cuando levanto la vista la pelota da de lleno en mi cabeza. Me tumbo de nuevo en el pasto, sintiendo como si me hubieran sacado el cerebro con el impacto.

— ¿Estas bien?

Observo la mano de alguien, pero la aparto enseguida, completamente cabreada por lo que acaba de pasar. Lo ignoro por completo y me levanto. La cabeza me sigue doliendo y siento como si todo diera vueltas a mi alrededor. ¿O yo soy la que esta girando alrededor de las cosas?

— Lo siento, fue sin querer.

— Ya verás lo que te hago sin querer —Le suelto y comienzo a guardar mis pertenencias.

— Vaya, no te recordaba así de ruda, Cameron.

Logra captar mi atención, así que lo observo. Entre el retumbo que hay en mi cabeza, la imagen enfrente de mi me devuelve al pasado. Y abro mi boca, llena de sorpresa. Porque tenía años que no lo veía.

— ¿Vincent?

— Bueno, al menos no me has olvidado —Me regala una sonrisa, la cual devuelvo, porque el coraje que tenía ya se estaba esfumando.

Que no me lo creía aún. Vincent ahí. Enfrente mío. Con la misma sonrisa amigable que me regalaba años atrás, cuando éramos mejores amigos. Cuando nos desahogábamos con el otro y compartíamos secretos. Era mi cómplice para cualquier locura que se me ocurría y mi paño de lágrimas cuando mi corazón se rompía por otro idiota. Que con lo enamoradiza e ilusa que era fueron varias ocasiones en que termine manchando sus camisas con mi maquillaje.

— ¿Cameron, todo bien? —Noto su mirada preocupada, así que despierto de mi trance.

— Sí, es solo que… no me la creo. Que estés aquí.

— Ni yo. No esperaba volver a verte para ser sincero. ¿Cuánto tiempo va? ¿Tres años?

— Cuatro —Aclaro, sorprendiéndome de llevar bien la cuenta.

— Vaya, cuatro años y veo que cambiaste mucho —Se me acerca y coloca un mechón de mi cabello detrás de la oreja—. ¿Rubia, en serio?

Es entonces que reparo en cuánto ha cambiado él también: está mucho mas alto, y ya no es el adolescente flacucho de antes que rechazaban las chicas de la secundaria. Lo puedo deducir porque noto su lavadero de abdomen a través de la camiseta blanca que trae puesta. Un par de tatuajes en la parte interna de su brazo derecho, donde solo reconozco la forma de unos pétalos. Las facciones de su cara, dándole un aspecto más maduro, el toque de atractivo perfecto. Y su cabello pelirrojo sin peinar. Lo único que no ha cambiado es su sonrisa sincera. La misma que tiene ahora. Y siento como si nunca se hubiera ido de mi lado.

— Diría lo mismo de ti. ¿Pelirrojo, en serio?

— ¿Qué te digo? Así llamo más la atención.

No había cambiado mucho por lo visto.

Me cuelgo mi mochila sobre el hombro y comienzo a caminar. Se coloca a mi lado, acompañándome, pero sin decir nada. De pronto empiezo a sentir que soy una extraña para él. Porque cuatro años parecían poco tiempo, pero muchas cosas podrían haber pasado.

Y vaya que así fue.

Mi mente viaja a aquella mañana en que volví de un viaje familiar y lo fui a buscar a su casa para contarle todo lo que me sucedió. Pero nadie llegó a abrir la puerta. Toqué por horas, hasta lancé pequeñas piedras a la ventana de su habitación. Pero ninguno atendió. Le marqué incontables veces y le mandé cientos de mensajes, pero nunca los respondió. Y a la semana de eso, me percaté del letrero de “se vende” puesto en su casa.

Me había preocupado en un principio, por la manera tan repentina en que se fue con su familia. Pero luego los días se volvieron semanas y consecutivamente en meses. Y la preocupación se convirtió en tristeza, porque a mi parecer, ya no volvería a ver a mi mejor amigo.

— ¿Por qué te fuiste? —Suelto, dándome cuenta que aún me sentía herida por lo ocurrido.

— ¿De qué hablas? Aquí estoy —Niego con la cabeza y su rostro adquiere un tono de confusión.

— No, bobo. Hablo de hace cuatro años. Cuando tú y tu familia se fueron sin aviso.

Le miro y me doy cuenta de cómo su semblante se pone serio. Que a pesar del tiempo de ausencia, aún sabía interpretar sus reacciones.

— Fueron problemas que se no se podían posponer —Dice sin más.

Y su respuesta solo me molesta, por lo que no me quedo tranquila.

— ¿Y no pudieron volver en cuanto los solucionaran?

Se detiene, obstruyéndome el paso. Y percibo su incomodidad con respecto al tema. Y sé que no debería entrometerme, pero me rebasa más el darme cuenta que solo yo fui la única que lo extraño.

— Cameron, hay cosas que es mejor dejar en el pasado.

En efecto, lo decía sobre mí, era más que obvio. Me vuelvo a sentir de quince años, herida y abandonada. Así que no le comento otra cosa y me alejo lo más rápido que pueda de él. Que sentía que era mi turno de dejar la situación.

— Hey, espera. No creas que lo digo por ti —Su voz suena dulce, como si tratara de consolarme nuevamente.

— Da igual, Vincent —Le corto, ya sin la emoción de volver a conectar—. El que nos volvamos a ver no significa que tenemos que ser amigos de nuevo.

— Vamos, no exageres.

— No lo hago —Me muestro seria, para hacerlo creíble—. Solo me doy cuenta de las cosas: tú cambiaste, yo también. No somos los mismos de hace años. Así es la vida y no podemos evitar que ocurra.

Aguardo, más que nada preguntándome si dirá algo más o si él también se dará por vencido.

— ¿Al menos puedo decirte que me dio gusto volverte a ver?

Demonios. Olvidaba lo lindo que se comportaba cuando quería. Me toma tan de sorpresa lo que dice que la sonrisa se me sale sin querer. Y me doy cuenta tarde, hasta que noto que él la regresa.

— También a mí, Vinc.

Regreso a mi recámara más tarde de lo planeado, que nos habíamos quedado platicando un rato más. Me doy cuenta de lo tarde que es porque mis compañeras ya están acostadas. Cierro con sigilo la puerta y me coloco el pijama con el mayor silencio posible. Mientras lo hago se cae un trozo de papel de mis jeans. Que era sobre el estúpido reto. Lo tomo en mis manos y lo desdoblo para leerlo una vez más, aunque ya sabía lo que decía: pelirrojo, Nueva Zelanda, pétalos.

De pronto las palabras hacen eco en mi cabeza y acallo el grito que estaba por sacar. ¡Ya sé de quién se trata! Que si no me lo hubiera topado, seguiría dándome contra la pared.

Mi cita es Vincent. Y por alguna estúpida razón sonrío. Al menos ya tengo conseguido este reto.


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Faltaban tres días para que se terminara el plazo que nos dieron para el reto. Y no encontraba a Vincent por ningún lado. Me culpo porque ni siquiera le pregunté qué carrera estudiaba.

Estoy por darme por vencida en la búsqueda implacable, pero en eso mi ojo capta una mata de cabellos pelirrojos a lo lejos. Jugando fútbol americano con un par de chicos más. Me acerco con rapidez, deseando que esta vez no me golpee el balón.

— ¡Vincent!

Se distrae observándome, lo suficiente para que sea a él quien le pegue la pelota en la cara.

— ¡Imbécil! —Grita en dirección a un rubio alto, que parecía salido de una revista de modelos.

— ¡No te distraigas Callahan! —Le devuelve el chico, que se ríe con ganas junto con otro castaño. Ambos con un tatuaje en el hombro muy similar.

— ¿Estás bien? —Le miro preocupaba, porque había sido mi culpa.

— Odio el karma, ¿sabes? Puede ser muy jodida a veces —Su mano cubre el ojo lastimado, pero a pesar de eso me regala una sonrisa abierta.

En eso se acercan sus dos amigos, quienes me observan de arriba para abajo, logrando que me sienta incómoda.

— Hola hermosa —Saluda el rubio, sonrisa galán al ristre.

— ¿No nos vas a presentar a tu amiga, Vincent? —Cuestiona el castaño, reprobando con la mirada al susodicho.

— Aléjense, perros. Ella está lejos de su nivel —Les deja en claro. Aunque no logra intimidar por la apariencia que tiene.

— ¿Del tuyo entonces? —Se divierte el castaño, cosa que no me viene en gracia.

— Ya Damián, deja al tortolo ligar con su chica.

— Que te den Zach.

— No es algo que me disgustaría —Acepta y se retira sin más.

— Un placer lindura —Se despide Damián, yéndose junto con él.

Nos quedamos a solas, y no sé cómo abordarlo con el tema. Así que solo reduzco la distancia entre nosotros y le acaricio la ceja cortada de la que sale un poco de sangre.

— Lamento el golpe.

— Y yo el comportamiento de ellos.

— Tienes un par de amigos muy peculiares.

— Tienen su encanto. Te diría que lo notarás algún día, pero creo que me daría miedo si te les acercas mucho.

Comenzamos a caminar por el sendero empedrado del campus y me debato aún cómo decirle lo del reto.

— ¿Qué era lo que querías por cierto?

— Verás —Juego con mis manos, algo poco usual, pero me invaden de pronto los nervios—. ¿Recuerdas lo que te comenté el otro día de que trataba de quedar en Phi Beta Kappa? —Confirma con la cabeza, pero se distrae con la sangre que emana su ceja.

— Espera.

De pronto se quita la chamarra con el logo de la Universidad y la camiseta gris que trae puesta, quedando todo su torso al aire libre. No puedo evitar que mis ojos se abran como platos al observarlo así de cerca. Trato de distraerme con otra cosa, pero creo que el calor que se acumulaba en mis mejillas me puede delatar.

— Ahora sí, ¿qué me querías preguntar?

Se coloca de nuevo la chamarra y emplea la camiseta para limpiarse la sangre.

— Pues bueno: para quedar en la hermandad debemos cumplir con ciertos retos que eligen Becca y Alexa.

— Esas mujeres nunca van a cambiar —Suelta, pero omito su comentario.

— Y el primer reto consiste en llevar al baile de bienvenida al chico que corresponde las características del papel que nos tocó.

Saco de mi bolsillo trasero el trozo de papel y se lo tiendo. Lo desdobla y lee su contenido. Sus ojos se pintan de confusión así que me le adelanto:

— Tú eres mi cita. Así que si no fuera atrevimiento de mi parte, ¿será que podrías llevarme? Prometo que será el único reto en el que te pediré ayuda.

— Lo haría, pero no puedo, Cameron. Lo siento.

Me detengo en seco, porque no me lo veía venir. Antes de siquiera poder reprocharle el porqué de su acción, llega una chica y se le cuelga al cuello, dándole un sonoro beso.

— Mi amor, por fin te encuentro —Chilla, casi rompiéndome los tímpanos.

Y entiendo ahora la razón. Tenía novia después de todo. Y seguramente ella no estaría nada contenta si lleva a otra chica en su lugar.

— Gwen —Le saluda, quitando con tranquilidad los brazos de su cuello y le regala una sonrisa. Pero no sé por qué percibo incomodidad en él—. Ella es Cameron, una vieja amiga.

— Mucho gusto —Tiendo mi mano para saludarla, pero la ignora con demasiada obviedad.

— Igual. ¿Pero qué te paso en la cara?

— Nada preocupante, el juego se puso un poco violento.

— No quedará muy bien con tu traje para el baile de bienvenida bebé.

Me doy cuenta entonces que sobro en la escena, así que solo me despido con la mano. Y me percato de la mirada llena de disculpa de Vincent. Elevo un poco las comisuras de mis labios, para restarle importancia al asunto, porque no me quedaba de otra.

Mientras camino de vuelta a la fraternidad caigo en cuenta que no es como pensé que terminaría el asunto. Me había confiado en que Vincent diría que sí desde el primer intento, más que nada por la historia que nos precede. Aunque no sabía por qué el que me haya dicho que no me sentaba tan mal. Quería pensar que era por todo el asunto de entrar a Phi Beta Kappa, y que no me apetecía desperdiciar una de las oportunidades de fallar que teníamos concedidas.

Pero existía un grillo sonando dentro mi cabeza que me decía que era otra cosa. Que había algo más en la incomodidad que tenía con el asunto.

Lo primero que hago al llegar a mi habitación es colocar la ropa sucia en un cesto y me encamino a la lavandería del edificio. Solo hay una chica dentro: una peli negra de cabello corto, con complexión delgada; que anda peleando con una de las máquinas.

— No creo que maltratándola logres que funcione.

Me analiza con sus ojos y en eso resuena la lavadora, notando su funcionalidad.

— ¿Decías? —Refiere triunfal, y solo me río por lo bajo con su reacción.

— Cameron —Me presento, situándome en la lavadora continua.

— Lake.

Elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa, y me la devuelve. Me mantengo separando las prendas de color de la blanca, porque no me llega algún tema para poder conversar con ella y que me siga la corriente.

— Te he visto un poco por el lugar —Se sienta sobre la máquina de a lado, su mirada dirigida a mi dirección—, pero parecía que estabas a gusto pasando el rato a solas.

— Bueno, no se me da muy bien el hacer nuevas amistades si te soy honesta —Confieso, tratando de no soltarle un soliloquio desde el primer encuentro—. Siempre hablo de más o no me pienso lo que digo antes de soltarlo y termino molestando a los demás —Pero fallo en el intento—. Como el otro día que le solté a un chavo que debía esperar a mi primo para poder presentárselo, que bueno, estaba más nerviosa que saber qué. Debiste haberlo visto, con tremendo físico que se cargaba entenderías el por qué —Por Dios ya cállate—. Lo siento.

La veo reírse, pero enseguida comprendo que no lo hace en tono de burla por lo loca que de seguro le parecí. Decido entonces que me agrada, y que no me vendría mal tener alguna amiga dentro de toda la locura que conlleva el entrar a la estúpida Phi Beta Kappa.

— ¿Le tomaste alguna fotografía con esa cámara tan chula que traes encima? —Señala, en referencia a la que traigo colgada en mi cuello.

Que con tanto que traía en la cabeza ni me di el tiempo de guardarla en su estuche.

— Bueno, sí. Le tome una instantánea antes de conocerlo y que se pusiera en plan Don Juan y me zampara tremendo beso.

— Santa Madre.

— Así mero.

— ¿Qué tienen los hombres hoy día que se creen el último de su especie?

— A decir verdad no los culpo, pero el físico no compensa su comportamiento.

— Creo que los hace más imbéciles —Añade para sí, y concuerdo con lo que dice.

— En cuanto revele las fotografías te lo muestro si quieres.

— Me agrada el plan. Por cierto, ¿qué estudias?

— Artes Visuales —Respondo e imito su acción de hace ratos, salvo que me coloco en la lavadora enfrente de ella—. ¿Tu?

— Cinematografía. Mi vida a estado rodeada de cine, así que al menos encontré mi vocación con eso.

— ¿Padre o madre famoso?

— Padre. William Lake.

— ¿Me estás tomando del pelo? —Niega con la cabeza, curiosa por mi reacción— ¡Ese hombre me encanta! —Me calmo, tras escuchar mi propio grito— Pero bueno, solo déjame decirte: excelente actor y físico el de tu padre.

— Estás loca —Dice entre risas.

— La cordura está sobrevalorada estos días —Insinúo elevando mis hombros—. A todo esto: ¿tú qué opinas sobre la hermandad?

— Que es una estupidez.

Confirmo, es de mis chicas. Aunque no tenía un grupito propio siendo sincera.

— Comparto tu opinión. Becca y Alexa podrían encontrar mejores maneras para elegir a las chicas que quedarían, en vez de absurdos retos, que apenas siendo el primero ya está causando bastantes conflictos.

— Ni siquiera me recuerdes el reto.

— ¿Aún no encuentras a tu chico?

— Lo encontré. Pero el muy imbécil se dio el lujo de complicarme todo el asunto, y ahora no sé si podré completarlo —Descarga, en tono molesto, tal vez recordando todo el asunto—. ¿Qué hay del tuyo?

— Creo que no soy la única a la que se lo han puesto difícil —Comienzo, y percibo mi voz un poco apaga, así que me aclaro la garganta—. Se trata de un viejo amigo, pero no quiere meterse en problemas, los cuales tendría si me lleva al baile.

— ¿Te digo algo? —Afirmo con mi cabeza, queriendo saber su opinión del asunto— O es un cobarde, o no es tu amigo. Una de dos —Sentencia, y su lavadora se apaga, dando por terminado el ciclo.

Y me quedo pensando lo que dice, queriendo no hacerlo. Porque ninguna de esas dos probabilidades me caían bien.


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Me encuentro recargada sobre el tronco de un enorme árbol del campus, mientras trato de que se me quede algo referente a mi carrera. Percibo como alguien se coloca a mi lado y reconozco quien es antes de que siquiera pronunciar algo:

— Me encanta ver lo concentrada que te mantienes mientras lees —Dice Vincent a modo de saludo. Lo ignoro por completo, centrada en mi lectura—. Venga, ¿en serio estas molesta conmigo por no haber aceptado llevarte al baile?

La sola suposición, que bien es acertada, me impulsa a levantar la vista, viéndolo por arriba del libro. Sus ojos avellana ahora enfrente de mí. Y con una sonrisa que apostaba diversión asomándose en la esquina. Pero sigo sin responder, por lo que retomo el párrafo en el que me quede. Lo escucho bufar, así que trato de esconder mi mirada tras el libro para que no note que me divierte la situación.

— Cameron, sabes que detesto cuando te molestas conmigo.

— De hecho, no, no lo sé —Se me escapa, y maldigo en mi mente.

Baja con tranquilidad mi libro y lo coloca en mi regazo. Noto en sus ojos algo parecido a la complicidad que teníamos años atrás, y no sé bien cómo sentirme con eso.

— Pues vete enterando que sigue siendo así.

Ni tampoco qué decir ante eso.

— ¿Querías algo, Vincent? —Cambio de tema y por la manera en que niega con su cabeza sé que él se dio cuenta.

Se me olvidaba lo insufrible que resultaba el que me conociera así de bien.

— Así es rubia. Verás, vengo con buenas noticias.

— ¿Te ganaste la lotería y decidiste darme la mitad para así no verme en la estúpida necesidad de entrar a la estúpida hermandad, para así ahorrarme la humillación de todo un año? —Indago, con los brazos cruzados.

— Bueno, solo traigo noticias —Se decae su ánimo, de manera fingida para seguir con la temática.

— Suéltalas.

— Acepto.

— ¿Qué cosa? Porque creo que aún somos críos como para casarnos —Confieso, riéndome por dentro con su cara.

— Se me olvidaba lo idiota que podías resultar de vez en cuando —Se jacta, entre risas a las que me sumo.

Cielos, realmente había extrañado estos momentos con él. En el que simplemente decíamos bobadas para divertirnos, o hasta que nos doliera el estómago.

— Bueno, bueno, ¿qué es a lo que te refieres entonces? Porque no recuerdo… —En eso mi memoria hace tin tin en mi cabeza y abro la boca— ¿Me llevarás al baile entonces?

— Así es —Se coloca el libro sobre su cabeza, tratando de mantenerlo en equilibrio—. ¿Te paso a traer a tu fraternidad o nos vemos en el salón del evento?

— Alto ahí. ¿Qué hay de tu novia?

— ¿Cuál?

— Por la que te negaste en un principio a ayudarme con el estúpido reto.

— Ah, Gwen. Descuida. Me termino al final de cuentas.

— ¿Porqué?

— Haces muchas preguntas personales.

— Solo quiero entender por qué cambiaste de opinión.

— No, se le llama chismosa a la gente como tú.

— Vincent… —Suspira, cediendo a mi insistencia.

— Bueno. En resumen: se molestó porque le plantee la idea. Lo tomo muy mal y me dijo que si tanto quería pasar el tiempo contigo pues que te llevara a ti al bendito baile y que la dejara en paz. Que se conseguiría a alguien mejor que la acompañara.

Pasar el tiempo conmigo, si claro. Era solo un favor entre viejos amigos, ¿verdad? Pero entonces, si así será, ¿por qué pensaba tanto sobre el asunto? Como si quisiera encontrar alguna otra razón a sus acciones.

— Lamento que te cortara. De haber sabido que te daría tantos problemas…

— No, tranquila. Ella era demasiado dramática si te soy sincero.

Suma otro de mis libros a su cabeza y trata de mantenerlos en balance. Siento las comisuras de mis labios elevarse torpemente, así que mejor cojo mi cámara y le tomo una instantánea para capturar el momento.

— Ese no era mi mejor perfil, si me dejas opinar.

— El artista no le pregunta al modelo cuál cree que es su mejor ángulo. Toma el que le parezca el más adecuado.

— ¿O sea que soy tu modelo?

No me fijo en lo que digo hasta que él lo repite, con sus labios dibujando una sonrisa juguetona, dándome una mirada llena de travesura. Agarro un libro y le golpeo de lleno en el hombro.

— ¡Mierda Cameron!

— Deja de comportarte como un idiota —Suelto cada palabra con golpe tras golpe. Hasta que él me arrebata el libro y me da una mirada profunda.

— De acuerdo, lo llevo claro.

Sonrío triunfal, más no digo nada. Me recuesto sobre el césped, sintiendo la frescura debajo de mi espalda. Y me deleito con el cielo adquiriendo tonalidades naranjas y rosadas del lado en donde está la puesta de sol y del otro un tono azul oscuro, dándole la bienvenida a la noche. Escucho un clic y como maldice Vincent por lo bajo. Lo observo con mi cámara en mano y disculpándose con una sonrisa culposa.

En vez de soltarle algún comentario palmeo la hierba a mi lado, para que me acompañe. Lo hace, su cuerpo en dirección contraria al mío. Y nos quedamos en silencio, observando el cielo despejado. Y lo disfruto, pero me llega la necesidad de decir algo, y como la boca sueltas que soy me guio por ese impulso:

— Gracias.

— ¿Porqué?

Giro mi cabeza y me topo con la suya y le sonrío de lleno porque me siento feliz de tenerlo de vuelta en mi vida. Que no me había dado cuenta de la enorme falta que me hacía. Su entrecejo se frunce, dudando con mi reacción, lo cual es esperable. Así que le toco la nariz con mi dedo para tranquilizarlo.

— Por aceptar el ayudarme.

— No es nada, Cameron. Además, te adelanto que te ayudaré en cualquier reto que necesites —Le resta importancia, pero lo detengo, porque si la tiene.

— Claro que sí. Pudiste fácilmente decir que no y deshacerte de este costal de huesos, y hacer como si nunca me hubieses conocido —Digo, porque en un principio tenía miedo de que hiciera aquello.

— Sabes que no haría eso.

Y lo tenía en cuenta. Pero seguí con el asunto, porque de cierta manera me causaba alegría el escucharle decir esas cosas.

— ¿Y porque no lo hiciste?

Vamos, dilo, dilo.

— Porque te extrañaba piojosa.

Miro enseguida hacia la copa del árbol, evitando que note la sonrisa torpe que se dibuja en mi rostro.

— Lo mismo digo pelirrojo.
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por hange. Mar 17 Sep 2019, 8:47 am

Holaaa! Estare leyendo y comentando tan pronto me desahogue de otras ncs. Gracias por tu comentario Longwood University {nc - Página 5 1857533193
hange.
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http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Mensaje por Bart Simpson Sáb 19 Oct 2019, 12:43 am


SHEEEENAAA Longwood University {nc - Página 5 2754838029 :


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Mensaje por Jaeger. Miér 26 Feb 2020, 10:37 pm

Gina:
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Mensaje por Jaeger. Vie 28 Feb 2020, 8:30 pm

Voy a subir el capitulo en brevedad Longwood University {nc - Página 5 1477071114 antes quería disculparme por la tardanza y los errores que pude haber pasado en alto. Espero que lo disfruten Longwood University {nc - Página 5 1477071114




Por cierto, FELIZ CUMPLEAÑOS A JEN! Longwood University {nc - Página 5 3275125450 Longwood University {nc - Página 5 3275125450 Longwood University {nc - Página 5 3275125450 Longwood University {nc - Página 5 3275125450 te adoro nena Longwood University {nc - Página 5 1477071114


Última edición por Jaeger. el Vie 28 Feb 2020, 9:39 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Jaeger. Vie 28 Feb 2020, 9:05 pm

capítulo 06

Zoe McGuire & Zack Rowling  ✖  Jaeger.



And heaven knows I'm miserable now:
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Mensaje por Jaeger. Vie 28 Feb 2020, 9:37 pm

capítulo 06.2
Zoe McGuire & Zack Rowling  ✖  Jaeger.


I stole and I lied, and why? Because you asked me to:


Última edición por Jaeger. el Vie 29 Mayo 2020, 9:50 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Bart Simpson Dom 22 Mar 2020, 1:45 pm

Estaré dejando mi comentario en estos días Longwood University {nc - Página 5 1857533193

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