Longwood University {nc

Durante toda mi vida, he considerado que la playa es el mejor lugar para celebrar lo que sea. O para sufrir lo que sea. Como ahora, que estoy entre la celebración y el sufrimiento que me iré de casa a la unversidad.

Mañana sería mi último día viviendo a 10 minutos caminando de la playa más cercana. De salir a trotar por las mañanas con el aroma a salitre y la brisa marina rozandome las piernas. De ir todos los fines de semana a mi escondite natural, un área recluida de la playa para los hogareños, donde casi nadie a excepción de los locales sabe donde quedaba.

Sentada en una toalla húmeda, se me cristalizan los ojos por centésima vez. No importa cuánto he intentado no llorar delante de las personas, porque el pensamiento de una vida sin ver a mis amigos y familia todos los días simplemente es suficiente para ponerme a llorar. Y yo no era muy llorona.

—Ven a visitarnos de vez en cuando, ¿okay? —dice Cleo, aunque es más como una orden, con su voz temblorosa.

Se sorbe la nariz mientras se seca los rizos cortos y rosados, a diferencia del mío, que es oscuro, largo y liso. Le sonrío y trato de secarme los ojos sin ser muy obvia.  

—Claro, el plan es venir cada dos semanas o algo así —miro hacia el agua de la playa por un momento—. Solo son 45 minutos de viaje.
—Todavía no entiendo por qué tienes que ir al campus a quedarte cuando puedes ir desde aquí —Cleo hace un puchero— ¡podrías quedarte aquí!
—Es por su idiotez esa de fraternidad —Sammy se une a nosotros, llegando con cinco empanadas en sus manos y una mueca en el rostro—, tiene que quedarse allá hasta que la acepten.
—Sin eso no puedo costearme los estudios, lo saben —me encojo de hombros y acepto una de las empanadas—, la universidad es asquerosamente cara.
—¡Entonces sé como yo y no estudies! —exclama Cleo— Podríamos irnos de mochileras-
—Después de que me gradúe, Cleo —alzo la mano y mordisqueo mi empanada.
—Sabes que ya se enfrascó en eso, es como un caballo —Sammy habla con la comida en la boca—. Nadie puede- ¡au!

Lo golpeo con una esquina de mi toalla y le saco el dedo de en medio. Sammy rueda los ojos y sigue comiendo sin hacerme caso. Por un momento, me fijo en sus abdomen semi desarrollado y recuerdo cuando éramos pequeños y era tan redondo como un melón. Luego de años de natación y surfeo, su cuerpo había adquirido más tonificación. Quito la mirada antes de ponerme a pensar en otra clase de recuerdos y me concentro en comer.

—Bueno, ya que no quieres ir a mochilear conmigo, te tengo otra tarea —Cleo mueve su cabeza de lado a lado, con ella sus prominentes rizos y sonríe de lado—, ¡consíguete un novio universitario rico!  

Sammy y yo nos atragantamos las empanadas. Hago una mueca de desagrado y Cleo empieza a reír como una loca, incluso cuando Sammy le tira arena en las piernas por sus ocurrencias. Ay, voy a extrañarlos tanto.

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A pesar de haber venido hace unos meses para el proceso de inscripción y exámenes de adminsión, La universidad de Longwood no deja de sorprenderme ni un poco. Su inmensa arquitectura griega, con columnas anchas y ventanales del tamaño de una casa, que recuerda que la Universidad se creó mucho antes de que pensara nacer. La otra parte, que ha sido creada en estos tiempos modernos, como las áreas de comida y deportes. O las facultades de arte, que me dejan con la boca abierta —hasta que recuerdo que no soy para nada artística.

Con suerte pasaré por esa facultad una vez por año.

Mi facultad es la de ciencias. Donde voy a aprender todo lo posible de biología marina, para irme a vivir a un lugar cerca del mar —o en el mar, no importaría—, por el resto de mi vida.

Esto es, si logro pasar las pruebas de iniciación de la hermandad de la Universidad. La beca es lo único que me mantiene ahí —y que venir de una hermandad se verá super bien en mi curriculum. Sin embargo, ninguna de las otras hermandades cubre los gastos académicos con tanta amplitud como lo hace Phi Beta Kappa. Así que es entrar o decirle adiós a mi sueño —y prefería morirme antes que eso.

Por eso cuando mi papel del primer reto dice: “Médicina. Saudi. Fraternidad”, hago un bailecito en mi cabeza. ¡Sé justo donde encontrar una persona así!

Eso es, hasta que el siguiente día de darnos la bienvenida a la fraternidad, descubro que me han robado el papel. Lo había dejado en uno de los gabinetes junto a la cama y en la mañana, estaba otro, con dos palabras y un dibujo. He buscado en todas partes y revisado los papeles de Zoe, Lake y Renée, mis compañeras de habitación. Ninguna lo tiene.

—¿Estás segura de que no lo leíste mal ayer? —inquiere Zoe, pasando una mano por sus alocados rizos dorados.
—Estoy segura, no estoy loca —suspiro y sostengo el tabique de mi nariz—. ¿Alguna de ustedes vio a alguien entrar anoche?

Ya revisé todos los rincones del lugar. Debajo de las cuatro camas que están en cada esquina, en todas las mesas de escritorio y en los dos armarios. Debajo de la alfombra en medio de la habitación. Incluso en la cerradura de la pequeña ventana que nos da ventilación cuando se apaga el aire central. ¡Nada!

—No vimos a nadie —comenta Renée, la chica con el rostro lleno de pecas, sentándose en la cama opuesta a la mía—. Pero no pudo ser otra cosa, te lo robaron.

Suelto aire y me tiro de espaldas en la cama. ¿Por qué tienen que pasarme estas cosas a mí? ¿Por qué no puede cada chica seguir con el papel que le tocó y ya está?

—Esto es injusto —mascullo.
—Es una competencia reñida, Ónix. Solo 10 de nosotras quedan en la final —dice Lake Ryan, una chica de cabello corto y oscuro con las puntas claras—. Tenemos que tener eso en cuenta, muchas aquí harían cosas como robar o sabotearnos para mantenerse adelante.

Me incorporo y me siento en la cama, con el ceño fruncido.

—Toda competencia debería ser justa —suspiro.
—No lo es, chica. Tal vez de donde vengas sí, pero en el mundo real no —continúa y se mueve hasta su armario.
—No me importa como el mundo lo hace —me encojo de hombros—. Tengo mis propios términos.
—Pues déjame decirte que van a pisotearte si sigues así, y-
—¡Lake! —chilla Zoe, saltando en su lugar— No hay que discutir.
—No estamos discutiendo, lo digo con buenas intenciones —replica Lake, y cierra el armario cuando saca una camiseta azul—. Estas chicas darían lo que fuera.
—Ella tiene razón —secunda Renée, asintiendo con la cabeza.
—Sí, pero-
—Tranquila, Zoe —sonrío sin mostrar los dientes—, no estoy enojada. Toma mucho más que eso para sacarme de mis cabales.

Me levanto de la cama y meto mi cartera y celular en la mochila morada pequeña que llevo a todos lados —el desgaste en la tela es la prueba.

—¿Estás segura? —pregunta Zoe— De verdad quiero que nosotra cuatro pasemos, que seamos un equipo hasta el final.

Ante eso no puedo evitar sonreír.

—Lo seremos. Lake solo me estaba diciendo su forma de ver las cosas, que tiene sentido en su punto de vista —inclino la cabeza hacia Lake—. Pero para mi, no hace falta jugar sucio para jugar bien.

Lake chasquea la lengua pero no dice nada.

—¿A dónde vas? —pregunta Renée.
—A buscar información de mi cita misteriosa. Y a visitar a un viejo amigo —sonrío sin mostrar los dientes—. Nos vemos más tarde, chicas.
—¡Suerte! —escucho la voz chillona de Zoe antes de cerrar la puerta.

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Cuando salgo de la enorme mansiónestilo griega, con columnas delgadas que sostienen toda la parte frontal y de detrás de la casa, me paro un momento a verla. Las paredes tienen enredaderas en los lados, pero no se ve abandonado —sino como parte de la decoración pro-naturaleza. Es de color crema y blanco, y con árboles alrededor. En frente, una cerca de arbustos marca el fin y el inicio del patio. Mi hogar por los próximos años.

Avanzo hasta llegar al parqueo de bicicletas, que está a unos pocos metros de la casa. Quito la cadena de mi bici y suelto la mochila en la canaste que tiene delante. Me pongo los audífonos y dejo el celular en el portacelulares que está encima de la canasta, antes de llamar a Jason Preston.

Voy paseando en bici por el campus cuando Jason contesta la llamada.

—¡Hola Ónix! —resuena su voz por la línea— ¿Ya te libraste de las brujas de la fraternidad?
—Sí, voy de camino hacia el área verde entre los primeros edificios —giro la bici en una curva, fijándome en las señales entre dormitorios— ¿Podemos vernos ahí?
—Claro, justo estoy cerca. Te veo en unos minutos, pez.

Sonrío abiertamente ante el apodo y ruedo los ojos.

—Esta bien, nos vemos.

Cuelgo el celular y continúo pedaleando por el hermoso e inmenso campus de la universidad. Las áreas verdes se complementan con toda la estructura griega, dándole un toque que parece llevarte a otra época. La brisa suave me acaricia los brazos —aunque sin olor a salitre. Una corta punzada de nostalgia me hace cerrar los ojos por un segundo.

Cuando llego a la otra área de la universidad, pedaleo hasta enconcontrar a Jason, sentado encima de uno de los barandales del patio. Es un área verde que parece un pequeño monte, pues tiene un terreno que va bajando luego del barandal.

Jason no me mira, pues esta prestando atención a su celular. Es un chico alto, moreno y con la sonrisa hoyuelada más contagiosa y linda que he visto en mis cortos años de vida. Detengo la bicicleta justo a medio metro suyo, y ahí levanta la mirada de su aparato. Coloco el freno de la bicicleta y me pongo la mochila.

—¡Por fin te veo! —exclama, metiendo su celular en el bolsillo del pantalón.
—Nos vimos el mes pasado, Jase.
—No importa, antes te veía dos veces por semana —abre los brazos y me da un abrazo de oso, que me deja sin aliento—. No es lo mismo, acéptalo.
—No lo es. Pero ya, estoy aquí y me verás mas de dos veces por semana —le doy unas cuantas palmaditas en el hombro antes de soltarlo.

Nos sentamos en el barandal y Jason primero me habla de sus vacaciones haciendo una pasantía de nanorobótica, la especialidad en la que está interesada. Aunque todavía le quede un año y algo más para terminar su título de Ingeniería. Más tarde pregunta sobre la fraternidad y la iniciación. Aunque termino contándole más de eso: sobre casa, mis padres y mis amigos. Lo último que le digo es una versión resumida del discurso que ha dado Becca, la presidenta.

—Desearía tanto que no quisieras meterte a la hermandad —Jason salta, bajándose del barandal y girando la cara hacia mi—. No vale la pena, es-
—Estás en una fraternidad, Jase —coloco mi mano en su hombro—. Eres el vicepresidente de la fraternidad. No puedes venir a decirme que no intente estar en una.
—Sí puedo, estamos en un país con libertad de expresión —se encoje de hombros y me muestra sus hoyuelos—, lo que no puedo es obligarte a desistir. Aunque quiera.
—¿Qué es tan malo de Phi Beta?
—No es la hermandad, es quienes la controlan —chasquea y avanza hasta el barandal de la acera, mirando hacia el área verde de debajo—. La directiva no es la más…amable. Tienen historial de meterse muy feo en la cabeza de sus-
—¡Okay! No quiero escucharlo —me pongo las manos en los oídos y frunzo el ceño—. Necesito la beca completa, pase lo que pase; así que no voy a desistir solo porque vaya a tener jefas locas o algo así. ¿Entiendes?

Jason me mira por un momento y suspira con pesadez, dejando caer sus hombros. Vuelve a mirar hacia el verde pasto y los árboles. Suelto mis brazos y me bajo del barandal, apoyando las manos en el tubo de metal.

—Entiendo. Es solo que me gustaría que fuera de otra forma.
—Estaré bien —levemente, choco mi hombro con su brazo—. No soy la niña de 11 que empezó clases de natación con el autoestima en el suelo, ¿sabes?
—Sí, no tienes que decírmelo —Jase inclina la cabeza para mirarme y sonríe—. Pero yo sigo siendo el nadador con complejos de hermano mayor, ¿sabes?

Sonrío y bajo la mirada. Desde que nos conocimos en aquella clase de natación hace más de cinco años, no hemos perdido el contacto. Estábamos en diferentes escuelas y cursos, pero no importó. Lo más lejos que he estado suyo fue cuando tuvo que venir acá, hace casi dos años —aunque visita Malibú cuando puede.

—Esta bien, como has dicho eso: necesito tu ayuda, nadador con completos de hermano mayor —subo la mirada—. El primer reto, es un papel que me dirá mi cita para el baile de bienvenida. A ver si tienes un remota idea de quien puede ser…

Jason rueda los ojos, pero de todas formas se voltea y apoya uno de sus antebrazos en el barandal.

—Bien, dejame ver.
—Pues, primero tenía un papel que era de un estudiante de medicina, probablemente transferido de Arabia o uno de esos países, por lo que decía —comento mientras rebusco el papel en mi mochila, en uno de los bolsillos secretos—. Pero una idiota me lo robó, así que ahora tengo esto.

Levanto el papel pequeño y arrugado para que lo lea. Solo tiene un término y un dibujo, ambos diciendo lo mismo. “Lobo gris”.

—¿Qué diablos significa “Lobo gris”? —alzo una ceja y cambio de peso en mi pie.

Asumo varias cosas. Que Jason no sabe o que tal vez tenga una pequeña pista, y eso me ayude. Pero no asumo lo que pasa: sus cejas suben hasta el final de su frente y entreabre la boca un poco, quedándose mudo. Creo que una emoción negativa para por sus ojos —no es una reacción bonita.

—Um, ¿Jase…?

Jason carraspea y suelta una maldición. Su expresión cambia, frunce el ceño y desvía la mirada por unos segundos antes de volver a fijar sus ojos oscuros en mí.

—Sé quién es.
—¿Y por qué tu cara de que es algo malo?
—Es algo malo —afirma, cruzándose de brazos—. Es uno de los lobos, se llama Ryker.
—¿Quiénes son los lobos?
—Son cuatro patanes bastante conocidos en la universidad. El apodo se popularizó después de que fueran conocidos por muchas chicas y por meterse en peleas o en las fiestas más desastrozas de la universidad —sacude la cabeza y resopla—. Viene de que los tres tienen un tatuaje de una cabeza de lobo.

Junto las cejas y aprieto los labios. Lobo gris. Trato de ignorar el pensamiento de que todo está poniéndose complicado demasiado rápido.

—¿Y este tal Ryker, cómo es?
—Bueno, está en mi fraternidad. Es bastante bueno con el diseño, es quien ha manejado el diseño de las redes y panfletos y esas cosas, eso se lo reconozco —Jason manotea en el aire y suspira—. Pero justo como sus amigos, es un idiota. No por mujeriego, pero es un perro en actitud. No es la primera vez que lo asignan como un reto para el baile.
—¿Y a las otras chicas…? —levanto las cejas.
—No —Jason sacude la cabeza—. Siempre dice que no, sin falta. Por eso lo ponen, una forma de eliminar chicas en la primera ronda de la forma más fácil.

La información me cae como una rueda de camión encima. Bajo la mirada y fijo los ojos en la nota, y el dibujo simple de la cabeza de un lobo pintada de gris. Si tan solo no hubiera perdido el jodido papel que me dieron realmente.

Sacudo la cabeza varias veces y enderezo la espalda. Doblo el papel y lo meto en la mochila otra vez, para cruzarme de brazos con el cuerpo completamente girado hacia Jason.

—Esta bien, no importa. No voy a rendirme —afirmo—. Quiero esa beca, así que empieza a hablar. Dime todo lo que puedas del tal Ryker lobo gris.
—¿Estás segura?
—Jase, empecé nadando sin poder aguantar 10 metros y terminé siendo campeona en 100 metros, varias veces seguidas —ladeo la cabeza y entrecierro los ojos—. Si pude hacer eso, ningún idiota con una mala actitud me va a tronchar mi carrera. Habla.

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Ese día en la noche, aprovecho cuando las chicas están en las duchas y comiendo para hacer una corta llamada a mi casa. Mi mamá contesta el teléfono después de cuatro toques.

—Te juro por Dios, Marcus, que si sigues preguntándome si Ónix ha llamado otra vez, te voy a arrancar las pestañas con un alicate. ¿Me entiendes? —la voz de mama resuena por el celular, acribillándome los tímpanos.

Suelto una risita y me recuesto en el espaldar de la cama.

—Hola, ma.
—¡Ónix! Gracias a Dios, niña —suspira—. ¿Por qué no llamaste antes? ¿Cómo va todo por allá?
—Es que estuve fuera la mayor parte del día —me rasco la cabeza—. Pero todo va super, esta mañana me junté con Jase. Les manda saludos.
—Ay, me alegrar escuchar eso, dile que venga por acá pronto para no calentarse conmigo —resopla y yo vuelvo a sonreír— ¿Y qué, ya te has instalado, compartes habitación?
—Si y sí, comparto con tres chichas más —paso la mirada por la habitación—. Hasta ahora las veo bien.
—Sí, pero recuerda que no todas las personas lo son, mija —me advierte, y juro que puedo verla sacudirme su dedo índice en la cara—. La universidad es otro mundo.
—Sí, no te preocupes. No soy una niña —digo con suavidad— ¿Pa está en la repostería?
—Sí, ha estado haciendo postres como loco desde que te fuiste —ella suelta una risotada—. Es su forma anormal de lidiar con el estrés, sabes que tu padre tiene brotes de locura a veces.
—Bueno, dile que le mando un beso y llamaré mas tarde entonces —comento—, ya tengo que irme.
—¿Te paso a tu hermano?
—No, ya le hablé por whatsapp, estoy mandándole fotos desde ayer —me levanto de la cama y camino hacia el armario—. Dile que te las muestre. A ver si aprenden de una buena vez a usar el celular para mandar mensajes.
—Ah no, sabes que yo no me llevo con la tecnología así —resopla y suspira—, pero lo intentaré. Adiós hija, te quiero.
—Yo igual ma, ¡bye!

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Las clases empiezan el tercer día de llegar al campus, un martes. Mis clases, al menos. Con un horario de 9 a 12 unos días, y otros de 9 a 3 de la tarde. No era tan pesado como lo imaginé, aunque mi hermana siempre ha dicho que tenga cuidado con creer que llevar pocas materias o llevar materias me hará el trabajo menos pesado. La universidad siempre será difícil.

—Chicas, ¿nos juntamos en la cafetería principal a las 1? —pregunta Zoe en la mañana, metiendo sus cosas de arte en una mochila.
—Por mi está bien —dice Renée.
—Claro —agrega Lake.

Yo solo asiento con la cabeza, antes de salir de camino hacia mi primera clase: Orientación universitaria. Luego me tocaría Biología y en la tarde el Laboratorio de Biología. Esas clases me emocionan y me ponen nerviosa al mismo tiempo.

Y cuando tengo media hora en mi primera clase de Biología, sé que también me provocará dolor de cabeza. La distribución del programa  y todo lo que el profesor tiene planeado para darnos me hace pensar si acaso tendré tiempo para las demás clases.

—¿Acaso creen que son la única materia que tenemos? —digo por lo bajo, mientras anoto un cuadro de evaluación en mi cuaderno.
—Bienvenida a la Universidad —murmura un chico a mi lado.

Me giro y me topo con un chico de cabello rizado marrón, piel oliva, unos ojos avellana y las mejillas llenas de pecas. Me sonríe de lado y con su lapicero, señala hacia delante.

—Todos los profesores son así. Creen que son la única materia que importa, así que te van a dar el trabajo que eso conlleva —inclina la cabeza y estira su mano hacia mí—. Soy Marcos.
—Ónix —aprieto su mano y vuelvo a mirar la pizarra—. Entonces, ¿cómo sabes eso?
—Es mi tercer semestre aquí, y por fin me decidí a tomar esta pesada materia. ¿Eres nueva? —inquiere, y parece divertido con la idea.
—Um, sí —intento escribir y responderle al mismo tiempo—. Es mi primer día de clases, de hecho.
—Oooh, pues: bienvenida a la mejor y peor época de tu vida, Ónix —estira los brazos, haciendo un gesto al aula completa—. Espero que la disfrutes.

Una hora después, salgo del aula con el cerebro medio frito y el estómago pidiéndome comida a gritos. Mientras agito la mano para despedirme de Marcos, hago una nota mental de siempre llevar agua y algún bocadillo a clases. No hay ‘breaks’.

Camino por la facultad de ciencias, admirando todo a mi paso. Los murales de ferias científicas pasadas, las paredes de piedra y la enorme estructura interior. Lo que puedo ver de la aulas. Todo es tan diferente al colegio —y repleto de personas de todo tipo.

Tomo el camino, según las señales, que llevan hasta la cafetería principal. La bicicleta la dejé aparcada frente a la facultad, y no la necesito por ahora. La cafetería tiene una fachada moderna, con ventanales de cristal que van desde el suelo hasta el techo. Se pueden ver las mesas y sillones pegados a cada uno, así como taburetes de dos y tres personas más cercanoa la barra.

La barra es circular y de mármol, donde hay de todo: una sección donde se ponen los alimentos pesados a las tres horas del día. Otra sección de postres, jugos, bocadillos y demás alimentos.

En la parte de fuera de la cafetería, hay mesas rectángulares también, aunque con menos personas. Supongo que la preferencia por el aire acondicionado es de esperarse.

Me detengo en frente de una de las puertas de la cafetería, para llamar a Zoe y preguntarle si las demás chicas ya están allí. En ese momento, alguien me topa el brazo y solo hace falta voltear la cabeza para ver el cabello dorado y rizado, acompañado de una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Hola Ónix! ¿Cómo ha estado tu primer día? —pregunta, dando saltitos y avanzando hacia la puerta.
—Eh…pesado, ¿y el tuyo?
—¡Genial! Creo que mis profesores están más locos que yo —parece emocionase mucho más con eso—, ¿puedes creerlo?
—No se si eso es bueno o malo…

Zoe se ríe, aunque no entiendo por qué, si no lo dije bromeando. De súbito, se detiene en el medio de la cafetería, con la vista fija en no sé dónde.

—Hagamos algo antes de ir a juntarnos con las chicas, ¿quieres?
—¿Qué?
—Solo iré a saludar a mi primo. Y a recordarle a Zack que irá conmigo a ese baile por las buenas o a mi manera —vuelve a sonreírme otra vez.

Me planteo seriamente cambiar de habitación al escuchar eso. Sin embargo, luego recuerdo lo que Zoe dijo, de que quedarnos juntas es mejor. Sinceramente, prefiero tener a la loca de mi lado y no en contra de mí. Así que no rechisto cuando me toma de la muñeca y caminamos hacia una mesa pegada a una de las ventanas.  

En la mesa hay dos chicos. Quedan frente a nosotras: uno de cabello oscuro y mentón marcado, y otro de cabello dorado y rostro angelical. Los dos parecen salidos de revista, pero trato de ignorar eso.

—¡Hola Di! Te presento a Ónix, una de mis compañeras de habitación.

Miro a “Di”, que me sonríe de lado y me repasa con la mirada de forma rápida. Zoe tiene razón, es un mujeriego. Subo la mirada por su brazo y mis ojos se quedan barados en su tatuaje de la cabeza de lobo, pero no es gris.

—Y este es Zack, el chico que me tocó en el reto —dice haciendo un gesto hacia el chico rubio.

Zack tiene una manga de tatuajes y uno de ellos es una cabeza de lobo. Pero tampoco es gris. Su sonrisa es corta, pero igual es coqueta. Al menos, eso pienso yo —pero es algo que viene con sus físicos de modelos. Podría apostarlo.

Ambos me dan un apretón de mano, y me besan el dorso de cada una después de presentarse. Intento con todo lo que puedo no rodar los ojos y dejar mi sardonismo de lado. Solo hasta sacarles información. Pero cuando suelto las manos, las meto en mis bolsillos traseros y las limpio con el mayor disimulo.

—Solo vine a recordarte, Zack, que esta es la única semana que te daré en relativa paz para que aceptes ir conmigo al baile de bienvenida y ayudarme a avanzar en las rondas de la hermandad —dice Zoe, son su sonrisa de Cheshire y aplaudiendo como una presentadora—. Es la opción más fácil, realmente. Después será peor.

Miro a Zoe con los ojos como dos huevos y una pequeña sonrisa en mi boca, aguantando la risa. Esta chica es una caja llena de sorpresas.

—No lo creo, ricitos.
—Zack, mi prima esta loca —Damian coloca sus brazos por detrás de su cabeza, sonriendo—. Deberías creerlo.
—¿Por qué no podía tocarle Ryker? —Zack rueda los ojos, con irritación— Es un amargado, le vendría muy bien toda tu colorida personalidad al chico —dice, señalando a Zoe.

Ante eso, empiezo a prestar más atención a la conversación. Me cruzo de brazos y pretendo memorizar todo lo que escuche de ahora en adelante, tal vez me digan algo que Jason no sabe. Después de todo, son sus amigos.

—¿Hay otro lobo? —cuestiona Zoe— Pensé que eran solo ustedes dos. ¿También está bueno?
—¡Zoe! —exclama Damian.

Zack sonríe, divertido y yo la miro con una sonrisa. Cada vez me cae mejor.

—¿Qué? Es una simple pregunta. ¿Lo está o no?
—¿Crees que dejaríamos entrar a cualquier feucho a nuestro grupo? —inquiere Damian.
—Eso sonó gay —Zack lo señaló.
—No lo hizo. Además, no importa, soy pro LGTB mientras ninguno quiera manosearme.
—Pero no te molestaría que una lesbiana quiera manosearte, ¿o si?
—¡Chicos! Nos estamos desviando del tema —Zoe da dos palmazos en la mesa—. ¿Dónde está el otro lobo? Así puedo determinar si de verdad está bueno o no.
—No intentes hablarle mucho, te va a mandar a la mierda. Ryker es un asno —Zack rueda los ojos y sonríe.
—Ya lo veremos, soy un amor —Zoe da una vuelta sobre su eje, terminando con una pose de “niña buena”.

Damian suelta una risotada y ahí decido intervenir. Creo que no tendré otro chance para hablar con ellos algún otro día.

—¿Es cierto que nunca ha aceptado una chica que viene a pedirle ayuda con un reto? —pregunto, ladeando la cabeza.
—Nunca. ¿Por qué preguntas? —Damian enarca una ceja, viendose más apuesto así. ¿Qué comen estos chicos?
—Porque es quién me tocó para el reto.

Un silencio aparece en el lugar. Y lentamente, Zack y Damian sueltan silbidos de sorpresa. Intento no dejar que eso me afecte, suficiente tuve con Jason ayer. Pero intentar es la palabra clave.

—Amor, tengo que decirte que estás jodida. Te tocó el peor de todos —comenta Damian.
—Si, Ryker no tiene corazón. Estamos seguros de que lo succionó un agujero negro y se lo llevó a otra galaxia —continúa Zack.
—Que va, creo que nació así. Incluso creo que-
—No pueden durar un minuto sin hablar cagadas de mi, ¿verdad? —dice una voz masculina detrás de nosotras.

Zoe y yo nos giramos, ella más rápido que yo. Me topo con otro tipo que parece de revisa. ¿Acaso se juntaron todos los chicos con complejos de modelo? Es caucásico y tiene el rostro lleno de pecas que bajan por su cuello, el rostro rectángular y ojos oscuros que miran a sus amigos fulminantes. Lleva una camiseta azul marino que deja ver los tatuajes que tiene en su brazo derecho —donde sí, hay un lobo.

—¡Solo decimos la verdad!
—Si, Ry, no eres una dulzura.

Pero no es exactamente gris. Esta relleno de gris oscuro, y los ojos del lobo son negros con el iris blanco. Bastante perturbador. Subo la mirada a sus ojos y me preparo para atacar.

—¿Eres Ryker? —levanto una ceja.

Ryker gira su rostro hacia mi, y entrecierra los ojos en mi cara. Frunce el ceño y se cruza de brazos.

—Depende. ¿Quién pregunta? —masculla.

Su acento no parece estadounidense. Ladeo la cabeza, mientras me pregunto a qué me recuerda. ¿Canada, tal vez?

—Ónix. Necesito un favor tuyo.
—No hago favores, no pierdas tu tiempo —dice sin pensárselo.

Justo como Jason describió. Se queda mirándome, como tal vez esperando que me desespere, me ofenda y me largue. Qué mal, le tocó la chica con la mejor paciencia del universo. Suspiro y saco mi celular, buscando el mensaje de Jason. Lo levanto y le muestro el chat.

Ryker me mira por un segundo antes de leer el mensaje. Y cuando lo hace, su ceño se frunce más —si es que es posible. Suelta varias maldiciones por lo bajo y suelta los brazos, tensándose frente a mí.

—¿Podemos hablar? —le pregunto otra vez.
—¿Tengo alternativa? —inquiere, encarcando una ceja.

Me aguanto las ganas de sonreír, aunque no se si lo hago bien. Muevo la cabeza, indicando que vayamos a un lugar un poco más alejado de los chicos. Me despido de Zoe agitando la mano y no evito sonreír cuando veo a Zack y a Damian mirarnos con la boca abierta.

—Si dicen algo, los asesinaré con un tenedor —dice Ryker, señalándolos mientras caminamos—. No bromeo.

Parpadeo lentamente y se me suben las cejas al escuchar eso. Pero no le pongo mucho caso. El mensaje de Jason funcionó, que es mejor de lo que esperé. Según él, le debe un favor por el cual haría lo que sea para librarse. Ryker detestaba deberle a las personas, según la información que me pasó.

Salimos de la cafetería techada y nos detenemos en una de las mesas al aire libre. Ryker se sienta en la mesa y pone los pies donde uno debe poner su trasero, mientras que yo me quedo de pie. Él apoya sus codos en sus muslos y cruza los dedos, mirándome fijamente, como si quisiera evaporizarme con la mirada.

—¿Cómo hiciste que Preston mandara eso? —pregunta, torciendo el gesto.
—Amigos de infancia —me encojo de hombros—. Entonces, te habrás dado cuenta de que eres el chico a quien debo llevar conmigo al baile de bienvenida, ¿cierto?
—Por lo visto —sisea—. No me caes bien, pero prosigue.

Decido ignorar su último comentario y comienzo a contarle lo que tengo planeado.

—Pero no será solo porque Jason mandó el mensaje. Te voy a proponer un trato, y si se hace, vas a tener que firmar y darme tu palabra —le explico pacientemente.
—¿Estás demente?
—No, quiero una beca. Y la voy a conseguir —me muevo el cabello hacia detrás de los hombros—. Entonces, Jase me dijo que aún debes materias del ciclo básico como cálculo y estadística I.

Observo como la quijada de Ryker se aprieta y se suelta, constantemente. Su mirada fulminante aumenta. Vaya, este chico en serio tiene problemas internos.

—Te puedo ayudar a pasarlas con la mejor nota posible, desde ya —ofrezco mi "haz bajo la manga".

Por un segundo, la mirada de Ryker disminuye su mala vibra. Pero no se mueve. Le ruego a todo lo bueno para que acepte. O no sé qué tendré que hacer para convencerlo.

—Te escucho. En contra de mi voluntad, pero te escucho.
—Sé que no vas a ayudarme porque sí. No te ves del tipo, sin ofender —me encojo de hombros—. Mi condición es que me ayudes con este reto y en todos los que te necesite hasta estar en la fraternidad.
—¿Solo a cambio de ayudarme con esas dos materias? Eso es una mierda de trato —discute, descruza los dedos y se echa hacia detrás.
—Puedes pedirme ayuda en otra cosa, si eso quieres. Solo nada ilegal —ladeo la cabeza y me encojo de hombros.

Entonces, su mirada cambia. Es como si le añadiera un brillo de diversión y las esquinas de sus labios parecen que van a curvarse, pero nunca terminan de hacerlo. No sé qué pensar. Ryker me mira de pies a cabeza y asiente con la mirada.

—¿Sabes qué? Tal vez me caes bien —murmura.
—Acabas de decir que te caigo mal —frunzo el ceño.
—Bienvenida al mundo real —ahora sí, me da una sonrisa llena de cinismo—: se puede sentir más de una emoción a la vez.

Ruedo los ojos y suspiro. Necesito que acepte lo más rápido posible, para salir de eso y concentrarme en las clases y pruebas del equipo de natación hasta que venga el próximo reto.

—¿Y bien…? —muevo la mano, instándolo a que hable.
—Sí, hay algo en que puedes ayudarme. Tengo un curso de dibujo técnico que pide llevar modelos para el semestre —me informa, haciendo gestos con la mano—. El profesor me amenazó para que lleve un modelo, porque nunca lo hago.
—¿Por qué no?
—Porque odio a las personas —rueda los ojos—, me exasperan. Entonces, vas a ser mi modelo. ¿Trato?

Lo miro por un momento, tratando de ver si está mintiendo o no. No puedo estar segura. Pero según lo que he visto, Ryker preferiría quemarse la lengua que mentir. Además, Jason dijo que estudia diseño, así que eso no es una mentira. Así que estrecho su mano y suspiro aliviada. Primer reto completado.

—Es un trato —afirmo.
—Bien, me largo de aquí.
—¡Espera! Tienes que firmar el contrato, no estaba bromeando —comienzo a rebuscar el papel en mi mochila, antes de que se escape.
—¿Estás jodiéndome, verdad? —me mira incrédulo.
—No.
—Pero por la puta-
—Cállate y firma, Ryker.
—Me vas a fastidiar el cuatrimestre, chica; lo sé.

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—Entonces, ¿cuál de ustedes ya habló con su chico del reto?

La pregunta la hace Lake. No me hace falta subir la mirada de mi plato para saberlo, así que sigo comiendo pollo con lentitud. ¿Está preguntando para medir la competencia?

Recuerdo el consejo de Jason, sobre no decir mucho de mí y mis avances. Ni a las chicas, ni mucho menos a la directiva de la hermandad —no hasta el día que había que decir nuestro resultado. En pocas palabras, me dijo que Becca y sus amigas podrían joderme el trato solo por el hecho de haberlo conseguido rápido. Que justa es la vida.

—¡Yo! —Zoe levanta su mano con energía— Pero aún no ha reaccionado, así que no me ha dicho que sí.

Algunas risillas se escuchan en el grupo. Somos unas cuantas de las iniciadas, pero reconozco únicamente a las tres que están conmigo en la habitación y una chica que parece que no tiene expresiones faciales más que la pura indiferencia. Porque no se rio cuando Zoe metió un tenedor en su nariz (aún no entiendo por qué), y todas nos explotamos de la risa con eso.

—¿Alguna más? —inquiere Lake.

Ninguna de las chicas contesta. Una chica de cabello marrón baja la cabeza y se concentra en su celular, otras comen. Carraspeo y tomo un sorbo de agua, antes de hablar. Revelar un poco, la verdad suficiente, pero no toda. Así me quito personas de encima.

—Yo ya sé quien es el mío, pero ni siquiera me dejó terminar cuando fui a hablarle —me encojo de hombros.
—¿Te vas a rendir entonces? —inquiere una chica del otro lado de la mesa, sentada al lado de Rebecca.

Sus pulseras resuenan cuando se mueve, poniendo su mentón en la mano y mirándome con una ceja enarcada. ¿Por qué todos me preguntan eso?

—Claro que no —ladeo la cabeza—. Solo tengo que seguir insistiendo.
—¡Esa es mi chica! —chilla Zoe, atrayendo la atención de la gente—. Upsss, ¿hablé muy alto?
—Nos van a expulsar de la universidad por andar con la chillona, ya verán —suelta Lake, rodando los ojos y con una pequeña sonrisa en el rostro.

No puedo evitar reírme, seguida de las demás. Al menos, estoy con personas que hacen todo el proceso mucho más divertido.

Emilyanuuh :