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playboy.
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Re: playboy.
Adivinen quién volvió o.o/ Lo siento demasiado, pero entre mi madre y la vuelta a la uni no me dejó tiempo de nada. Ahora voy para la última clase del día, pero ya tengo el capítulo escrito, entonces en la noche lo subo
I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
---------
Re: playboy.
I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
---------
Re: playboy.
CAPITULO 008
Grimes || I'm your doctor || siguiente: black widow.
Sianna Clay
– ¿Qué estás dónde? – casi que gritó Kara al escuchar las palabras de Sianna.
Sia apartó un poco el teléfono de su oído debido a que quería prevenir aunque sea una leve parte del dolor que pudo haber causado en su tímpano.
– En el hospital, te cuento luego, la cosa es que necesito que vengas a recogerme. ¿Puedes?
– Sí, claro que puedo, dame unos quince minutos, tal vez veinte ya que no sé cómo esté el tráfico de camino a tu casa. ¿Las llaves de tu auto están donde siempre?
– Sip – enfatizó, abriendo más la llave del tubo del baño con la esperanza de que tapara su conversación por si alguien entraba a su habitación.
– De acuerdo, ahorita llego.
– Ok, y, cuando llegues, no pares el carro, probablemente llegue corriendo y tengas que pisar rápidamente el acelerador.
– ¿Por qué? – Sia se quedó en silencio al ser consciente de lo que había dicho – ¿Sia, acaso no te dieron la salida?
– Se podría decir que no, pero eso lo hace todo mucho más interesante ¿no? – rió hacia el auricular y pudo escuchar el bufido de su amiga.
– Sia – comenzó a decir antes de que la cortara
– Te veo en quince minutos, gracias, te quiero – habló rápidamente y cortó la llamada al momento de escuchar como empezaban a dar golpecitos en su puerta.
Ahora la que bufó fue ella, le frustraba el hecho de que ni siquiera pudiera estar ni cinco minutos sola. Guardó de nuevo su teléfono en la cinturilla de su ropa interior, cerró el tubo para cortar la salida del agua y abrió la puerta. Al hacerlo, la enfermera se acercó a ella para ayudarle de soporte ya que, según ellos, el hecho de estar una semana en coma había debilitado sus músculos, mentira, ella se sentía completamente bien.
Se iba a sentar en el sillón con la esperanza de que la enfermera entendiera la indirecta y se fuera, pero ella se lo impidió.
– Tienes que caminar más, ¿te parece si vamos a los jardines? – iba a negarse, pero al darse cuenta que eso le serviría mucho más en su plan de escaparse, asintió y le dio una pequeña sonrisa.
Comenzaron a caminar, iban demasiado lento para su gusto y cada vez que intentaba caminar más rápido la enfermera la frenaba. No era una inválida, podía moverse perfectamente, no entendía por qué se esforzaban tanto en hacerla sentir enferma. Aparte de la molestia en su cuello, todo lo demás estaba bien.
¿Habría alguna forma de que pudiera demandar al Dr. Mitchell por la traqueotomía? No, lo había hecho para salvarla. Bufó y siguió caminando al paso que le indicaba la enfermera y al ser esta tan lento como una jodida tortuga, decidió dejarla que la guiara y se permitió repasar toda su mañana.
1) Seguía en el hospital.
2) El Dr. Mitchell había llegado a decirle, claramente irritado, que se le asignaría un “programa de rehabilitación” por mes y medio.
(Que por el modo que lo había dicho sabía que era de manera irónica. La oración verdadera era: tus padres están hartos de ti y se fueron a un crucero por las Bahamas mientras tú te quedas acá y así evitas avergonzar más a la familia. No sería la primera vez que lo hicieran de todas maneras.)
3) Su doctor la creía una niña mimada, a Sia no le había costado ni dos segundos en la misma habitación con él para darse cuenta de ello.
4) Descubrió que le entretiene irritarlo cada vez que puede, cosa que no es tan difícil.
5) La dejaron cambiarse las ridículas batas de hospital (cosa que agradecía infinitamente)
6) Había decido ignorar a sus padres, de nuevo, y llamar a Kara para que la sacara del hospital.
Su mejor idea hasta el momento. Rio discretamente ante su plan, esperando que la enfermera no se diera cuenta. Caminaron unos metros más hasta llegar a los jardines y se sentaron en una de las bancas. Miró de reojo el reloj de la enfermera y decidió esperar otros cinco minutos antes de levantarse y no provocar sospechas.
– Rayos – habló luego de que pasara el tiempo.
– ¿Qué sucede? – le preguntó volviéndose hacia Sianna con clara preocupación en su rostro.
– Me duele un poco el cuello y se me olvidó la pastilla en la mesa de noche – habló fingiendo el dolor y bajando un poco si voz.
– Oh, entonces subamos.
– No, estoy un poco cansada, ¿te molestaría subir? Yo espero acá. – le sonrió esperando darle la confianza suficiente de que ella esperaría ahí.
– De acuerdo, ya vengo. – le sonrió y se levantó de la banca, dejándola sola. Al momento en que la perdió de vista, se levantó rápidamente de allí y caminó rápidamente hacia la entrada del hospital. Recorrió todo el lobby y llegó rápidamente hacia la salida.
Al salir por la puerta, tuvo que esconderse rápidamente detrás de una columna al ver que su doctor estaba allí. Maldijo en silencio y se asomó con cuidado. Él no estaba solo, había un niño pequeño a su lado, un enfermero y una ambulancia a unos metros de ahí. El niño lloraba, podría tener unos seis años.
– Usted no puede decir eso, no la ha visto. – dijo el niño entre sollozos.
– Bueno, hagamos esto. Yo voy a ver a tu madre personalmente y me haré cargo de que esté bien, ¿te parece? – el niño asintió entre sollozos.
El Dr. Mitchell acarició su cabello y le regaló una paleta que tenía guardada en su gabacha, provocando el niño dejara que una pequeña sonrisa escapara de sus labios. El castaño sonrió al mismo tiempo que el niño y por alguna razón ella sintió ganas de hacerlo también. Jamás pensó que él pudiera sonreír del todo.
Durante la noche o en la mañana, las pocas veces que había hablado con él, este se había comportado indiferente, cualquier señal de agrado alejada de su rostro, por lo que creyó que era un viejo amargado. No obstante, viéndolo sonreír lo hacía parecer mucho más joven, así mismo, mucho más atractivo.
El celular vibrando en su bolsillo la distrajo de la escena, qué rayos estaba pensando. Bufó y sacó su teléfono para ver la foto de Kara en su pantalla. Levantó la mirada y vio su auto unos metros más adelante.
– Sianna – gritaron a sus espaldas.
Se volvió asustada mirando a la enfermera que corría hacia ella. Miró más a la derecha y tanto la atención de su doctor como la del enfermero y el niño estaban en ella. El Dr. Mitchell la veía con una ceja elevada.
– Mierda – masculló entre dientes. Antes de poder pensar en lo que estaba haciendo, se encogió de hombros.
Al menos lo intentaría, se convenció antes de comenzar a correr hacia el auto. Escuchaba como la llamaban a sus espaldas, pero no dejó de correr. Kara le abrió la puerta, por lo que simplemente se tiró al asiento del vehículo.
– Arranca, arranca – le indicó a Kara, quien apretó el acelerador rápidamente, rechinando las llantas y saliendo de allí antes de que alguien llegara a alcanzarlas.
Miró por el espejo retrovisor mirando como la enfermera la miraba estupefacta, al igual que el enfermero, que estuvo muy cerca de alcanzarlas y luego vio a su doctor, quien ni siquiera se movió de su lugar al lado del niño, con un rostro tan impasible que daba a entender que realmente no le importaba si se iba o se quedaba. Antes de perderlo de vista totalmente, notó como la enfermera se acercaba a decirle algo, luego de eso, lo vio sonreír, una gran sonrisa, sólo que a diferencia de la que le otorgó al niño, no era una sonrisa de alegría o ternura, era una de egocentrismo y suficiencia, luego le guiñó el ojo, como si supiera que lo estaba viendo, así mismo, como si supiera algo que ella no. No le dio importancia y se acomodó mejor en el asiento, se colocó el cinturón, dejó salir el aire que tenía contenido y agradeció internamente haberse metido en el equipo de atletismo desde que estaba en la escuela.
– Sólo por ti es que hago estas cosas – habló Kara, notoriamente asustada y con las manos agarrando el volante como si su vida dependiera de ello.
Le sonrió, encontrándose muy cansada como para hablar y se estiró para darle un beso en la mejilla. Al devolverse a su lugar, y dejar que la adrenalina se fuera de su cuerpo, comenzó a sentir como su cuello comenzaba a doler, llegando casi a un punto insoportable, pero no diría nada, puede ser que le doliera, pero nada la haría volver allí. En ese momento, recordó que realmente no había tomado su analgésico y pronto su efecto pasaría, por lo tanto, el dolor aumentaría. Mierda, agregó a sus pensamiento al recordar la última sonrisa de su doctor. Él lo sabía.
Ian Mitchell
Ian miró atentamente como ella corría hasta al auto. Bueno, al menos debía decir que jamás pensó que hiciera algo para enojar a sus padres luego de que le dijeran que se quedara ahí y prácticamente sobornaran al hospital para que se la dejaran, pero estaba equivocado, allí estaba, siendo lo más inconsciente que se podía ser al correr con apenas un día de quitar el tubo que se le puso en el cuello luego de la traqueotomía. Se suponía que para sus veintidós años la etapa de rebeldía del adolescente ya debía de haber pasado, en ella parecía surgir de un efecto retardado.
– Lo siento doctor, me dijo que le dolía el cuello y olvidó su pastilla en su mesa de noche, nunca pensé que haría algo así – le dijo la enfermera a Ian mostrándole la pastilla en su mano.
Inmediatamente sonrió, irónico, pensó y miró de nuevo al auto, y sintiéndose fijamente mirado, le guiñó el ojo al auto, un acto impulsivo debía admitir, pero cierta parte de él deseaba que ella se diera cuenta que ahí no eran tan estúpidos como ella pensaba, así mismo, tampoco eran tan innecesarios.
– No te preocupes, ya volverá.
– ¿Disculpe?
– No va a aguantar el dolor. El efecto de la pastilla le pasará en media hora, empezará a sentir cada uno de los puntos en su cuello. Además, el efecto de látigo que puso en su cuello a la hora de tirarse al auto hará que la piel se estire y se inflame. Si sigue así el peso de su cabeza, la tensión sobre su cuello y sus músculos contraídos, si no se devuelve por el dolor, sus puntos se abrirán y comenzará a sangrar. Le doy máximo tres horas. – se encogió de hombros y se revolvió su cabello, luego volvió la vista al niño que luchaba por abrir la paleta, aún a su lado. Sonrió. – Ahora – continuó agachándose a la altura del niño, éste alzó la vista – voy a ir a ver a tu mami. ¿De acuerdo? – le tendió la mano y el niño asintió emocionado mientras la tomaba y la sacudía torpemente.
Se levantó del suelo y le hizo una seña al enfermero que anteriormente estaba con él de que cuidara al niño.
– ¿Pero qué sucede con Sianna?
– Ya volverá, si no lo hace, no es mi problema, tengo pacientes que sí quieren estar en el hospital y me necesitan. – terminó mirando por última vez al niño y continuando su camino hacia el departamento de emergencia.
………………
– Dr. Mitchell, ¿qué lo trae por acá? – exclamó emocionado el doctor en jefe de emergencia al momento de que entró en la sala.
– Bobby, sé que ya no es mi departamento pero, ¿te molesta si me hago cargo de una paciente? – respondió aceptando la mano que le tendía. – y te he dicho que me llames Ian.
– Un doctor de su calibre siempre debe ser llamado doctor – respondió con una sonrisa – Adelante, este siempre será tu departamento. Cualquier cosa que pueda ayudar, acá me tienes.
– Por supuesto, gracias. – le sonrió, palmeó su hombro y se dirigió a recepción a preguntar por la madre del niño.
Al ubicarla, habían al menos tres enfermeros a su alrededor, aún temblaba, igual o incluso más que la primera vez que la había visto, sus ojos estaban aún más cerrados y ahora una mayor cantidad de sudor cubría su frente. Al acercarse más, pudo notar que los enfermeros la habían cubierto con una manta y se miraban unos a otros al mismo tiempo que miraban la tableta de información en sus manos. Los tres se quedaron levemente estupefactos e inmóviles cuando vieron que se acercaba a ellos, pero intentaron ocultarlo.
– Doctor – saludaron los tres cuando llego. Asintió hacia ellos.
– Ok, ¿qué tenemos acá? – los tres se volvieron a ver entre ellos, debatiendo cuál sería el que hablara. Ante la mirada acusadora de Ian, el que sostenía la tableta comenzó a hablar rápidamente.
– Denisse Taller, 25 años. Dice que tiene muchos escalofríos desde hace varias horas, una tos muy fuerte, dificultades para respirar y dolor abdominal.
– ¿Presión? – preguntó mientras comenzaba realizando el examen físico, piel, ojos, nariz, garganta, cuello, pecho, abdomen…
– Presión baja, 90/60. Ritmo cardíaco 96 por minuto.
– ¿Embrazada, alergias, toma algún medicamento, temperatura? – preguntó terminado con el examen y levantando la mirada hacia ellos, ya que ninguno continuó hablando. Los tres se miraron entre ellos sin saber que responder. – ¿La envolvieron en una manta sin saber qué temperatura tenía? – preguntó colocando el dorso de su mano en la frente de la paciente. Estaba ardiendo.
– Dijo que tenía escalofríos – respondió uno torpemente. Ian bufó y quitó la manta del cuerpo de Denisse, alejándola completamente de ella. Quitó también las otras dos sabanas de la cama y el abrigo que ella aún tenía puesto.
– Vayan a buscar a Norma, díganle que venga a asistirme, dejen la tableta en la mesa y pueden retirarse. – respondió rápidamente mientras se volvía a concentrar en la paciente. – ¿Embarazo? – le preguntó esta vez a ella sin siquiera volverse a mirar a los internos. Denisse negó.
– Tampoco alergias, empecé a tomar paracetamol, pero tuve que dejar de comprarlas debido al dinero. – habló difícilmente, tosiendo luego de hablar. Ian asintió y buscó un termómetro en el cajón de instrumentos. Lo sacó del empaque y lo pegó en su frente. Unos minutos después Norma llegó a su lado tomando la tableta y esperando instrucciones.
– Su temperatura es de 39,7°C, no está embarazada, no tiene alergias, anterior medicamento Paracetamol, dejó de tomarlo por problemas económicos. Aún no se sabe qué lo provocó, aún no quiero acorralarla con preguntas, ahora tiene que estar en constante vigilancia, quiero que vigilen cuál es la temperatura corporal más alta asociada con los escalofríos, cada cuanto tiene los episodios, cuánto dura cada uno, qué puede estar causándolos y que otros síntomas presenta. Vamos a volver con el paracetamol, una tableta de 500 mg cada ocho horas, igual en constante vigilancia, quiero ver cómo reacciona. Ordena también un conteo sanguíneo completo, un cultivo rutinario de esputo y una radiografía de tórax, para más adelante cuando se sienta mejor y quiero que la pasen a una de las habitaciones en mi ala para poder estarla monitoreando más fácilmente. Eso sería todo Norma, gracias. – Norma le sonrió, luego de apuntar todo y asintió, para luego irse y comenzar con todo lo que dijo Ian – Vas a estar bien. – le aseguró antes de apretar su mano.
– Gracias, pero, estoy bien – luchó por levantarse, antes de volver a caer – tengo que volver al trabajo, mi hijo, me necesita, tengo que cuidar de él.
– Yo me encargo de eso por ahora, usted no se encuentra en condiciones y si no se queda aquí podría ser peor.
– No puedo pagarlo – contuvo un sollozo.
– Yo me encargo. – repitió. Ella, en medio de su dolor, lo miró confundida – Verá, le hice una promesa a su hijo que no puedo romper – se encogió de hombros, sonriéndole, tratando de tranquilizarla.
– Gracias – le respondió antes de que se fuera.
– Es mi trabajo – le sonrió por última vez antes de que otro par de enfermeros llegaran para pasarla a una de las habitaciones que él había pedido.
………………
– Déjame adivinar, ¿está en el lobby de entrada? – preguntó con una sonrisa burlona en su rostro cuando, precisamente dos horas y cuarenta y tres minutos después de la huida de Sianna, Kimberly, la nueva enfermera encargada de la señorita Clay, llegara a buscarlo a una de las habitaciones de uno de sus pacientes. – Lástima – exclamó con un poco de sarcasmo mirando su reloj – y yo que le di diecisiete minutos más de crédito. – Bueno, vamos – dijo mientras terminaba de firmar la hoja de salida de su paciente y le sonreía al mismo antes de entregarle la hoja a la otra enfermera en la habitación y seguir los pasos de Kim.
Al llegar al lobby, pudo reconocer la voz Sianna, rió de nuevo.
– Sólo necesito que me cambien la venda, no tengo que quedarme. – le reclamó al enfermero que la mantenía sujeta en la silla.
– No puedo dejarla ir señorita, son órdenes de su doctor y sus padres.
– Pues me valen los dos, pueden irse muy a la –
– Cuidado señorita Clay, estamos en un lugar público – le dijo con clara diversión en su voz mientras se hacía notar en el lugar.
– Público mi trasero – le respondió enojada.
– Me imagino, pero esa cuestión no es de interés – ella lo miró indignada y con una ceja elevada. ¿Realmente había insinuado lo que había insinuado? – Usted lo dijo no yo. – Ian se encogió de hombros, realmente la situación le causaba gracia.
Ella le comenzó a maldecir, mientras él simplemente la miraba al lado de Kimberly en menos de un par de metros de distancia. Realmente su voz carraspeada y débil no ayudaba en nada en el significado hiriente que ella hubiera deseado. Iba a reír de nuevo, pero vio como ella fruncía el ceño y sus manos se aferraban fuertemente a la silla de ruedas cada vez que hablaba, y en ese momento recordó por qué ella estaba allí. Miró el cuello de Sianna y pudo ver la mancha roja que ahora cubría el lugar donde debían estar los puntos. También notó el esfuerzo que le tomaba sostener su propia cabeza y como el brillo de sus ojos verdes se encontraba aún más brilloso por las lágrimas que intentaba retener en ellos. Entonces se acercó más a ella e hizo algo que no sólo la dejó callada a ella sino también a todos aquellos a su alrededor.
Probablemente debió haberla dejado en la silla. No sabe si habrá sido su clara molestia por llegar al hospital de nuevo y sus repentinos deseos de irritarla, o si había sido porque detrás de esa irritación que demostraba se veía que ella realmente se encontraba con mucho dolor. Fuera cual fuera la razón, todas las personas a su alrededor (tanto enfermeros/as como otros/as doctores/as) se quedaron estupefactos al ver como Ian la tomaba en sus brazos y permitía que ella acostara su cabeza en su hombro para descansar la tensión que debía estar sintiendo su cuello.
Sin importarle los demás, ni el súbito, extraño y rápido latir de su corazón, comenzó a caminar en dirección al cuarto que estaba destinado para ella.
Frunció el ceño al ver que ella no pesaba tanto como debía pesar, debería revisar su peso en los datos luego. Bajó la mirada y se encontró con la de Sianna viéndolo con una clara confusión. Por un momento, al no escuchar que hablaba, asumió que se había quedado dormida, pero no lo estaba. Sus ojos verdes lo miraban fijamente, así que su falta de habla debía ser por otra cosa, seguro por el dolor de sus cuerdas vocales o por el hecho de que el dolor del cuello se hubiera disipado al no tener que soportar más el peso de su cabeza.
– ¿Te comió la lengua el gato? – preguntó al entrar en el ascensor, notando como ella apartaba la mirada de la suya. – Hace diez minutos no dejabas de maldecirme.
– Aún lo hago. Sólo que vocalizarlo duele y tú no vales la pena el dolor – y estaba de vuelta. Sonrió ante sus palabras, ganándose un ceño fruncido de su parte y continuó el resto del camino en silencio.
Al entrar al cuarto de hospital y cerrar la puesta detrás de él, la sentó al borde de la cama y se acercó a ella para cambiarle la venda del cuello que ahora estaba levemente manchada con sangre. Antes de ponerle la otra venda, limpió los puntos con cuidado y le puso un ungüento para bajar la hinchazón, que también tenía un poco de anestesia local para disminuir el dolor. Puso la otra venda, totalmente concentrado en su tarea sin ser consciente que ella analizaba cada una de sus acciones.
Cuando terminó, levantó la vista hacia ella y sus siguientes palabras se negaron a salir. Había algo en la forma que lo miraba que hizo que se quedara estático en su lugar y constante latido dentro de su caja torácica acelerara, aún más que la vez anterior. Estaba más cerca de lo que debería, no recordaba haberse acercado tanto.
Su vista desvarió de sus ojos a sus labios y sintió como inconscientemente su cuerpo se inclinaba hacia adelante, quedando sólo a un par de centímetros.
– ¿No que no lo valía? – murmuró con diversión antes de alejarse.
– Idiota – la escuchó decir mientras terminaba de cerrar la puerta evitando así que el vaso que le había arrojado la muchacha chocara contra él.
Terminó de reír y caminó a su oficina. Al entrar en ella, su sonrisa desapareció. ¿Y si se hubiera quedado callado? ¿Y si la hubiera besado? Claro que no. Negó para sí mismo, ella no era su tipo. Caminó al escritorio y se sentó en la silla para comenzar con a leer expedientes y actualizar datos. No obstante, no podía evitar de momento a otro la fotografía del expediente de Sianna, preguntándose inconscientemente qué sería besarla.
Luego de media hora, dejó lo que estaba haciendo y apoyó la cabeza en sus manos. Sabía que ella le traería problemas, sólo que, estos problemas, se los había causado él mismo.
– ¿Qué estás dónde? – casi que gritó Kara al escuchar las palabras de Sianna.
Sia apartó un poco el teléfono de su oído debido a que quería prevenir aunque sea una leve parte del dolor que pudo haber causado en su tímpano.
– En el hospital, te cuento luego, la cosa es que necesito que vengas a recogerme. ¿Puedes?
– Sí, claro que puedo, dame unos quince minutos, tal vez veinte ya que no sé cómo esté el tráfico de camino a tu casa. ¿Las llaves de tu auto están donde siempre?
– Sip – enfatizó, abriendo más la llave del tubo del baño con la esperanza de que tapara su conversación por si alguien entraba a su habitación.
– De acuerdo, ahorita llego.
– Ok, y, cuando llegues, no pares el carro, probablemente llegue corriendo y tengas que pisar rápidamente el acelerador.
– ¿Por qué? – Sia se quedó en silencio al ser consciente de lo que había dicho – ¿Sia, acaso no te dieron la salida?
– Se podría decir que no, pero eso lo hace todo mucho más interesante ¿no? – rió hacia el auricular y pudo escuchar el bufido de su amiga.
– Sia – comenzó a decir antes de que la cortara
– Te veo en quince minutos, gracias, te quiero – habló rápidamente y cortó la llamada al momento de escuchar como empezaban a dar golpecitos en su puerta.
Ahora la que bufó fue ella, le frustraba el hecho de que ni siquiera pudiera estar ni cinco minutos sola. Guardó de nuevo su teléfono en la cinturilla de su ropa interior, cerró el tubo para cortar la salida del agua y abrió la puerta. Al hacerlo, la enfermera se acercó a ella para ayudarle de soporte ya que, según ellos, el hecho de estar una semana en coma había debilitado sus músculos, mentira, ella se sentía completamente bien.
Se iba a sentar en el sillón con la esperanza de que la enfermera entendiera la indirecta y se fuera, pero ella se lo impidió.
– Tienes que caminar más, ¿te parece si vamos a los jardines? – iba a negarse, pero al darse cuenta que eso le serviría mucho más en su plan de escaparse, asintió y le dio una pequeña sonrisa.
Comenzaron a caminar, iban demasiado lento para su gusto y cada vez que intentaba caminar más rápido la enfermera la frenaba. No era una inválida, podía moverse perfectamente, no entendía por qué se esforzaban tanto en hacerla sentir enferma. Aparte de la molestia en su cuello, todo lo demás estaba bien.
¿Habría alguna forma de que pudiera demandar al Dr. Mitchell por la traqueotomía? No, lo había hecho para salvarla. Bufó y siguió caminando al paso que le indicaba la enfermera y al ser esta tan lento como una jodida tortuga, decidió dejarla que la guiara y se permitió repasar toda su mañana.
1) Seguía en el hospital.
2) El Dr. Mitchell había llegado a decirle, claramente irritado, que se le asignaría un “programa de rehabilitación” por mes y medio.
(Que por el modo que lo había dicho sabía que era de manera irónica. La oración verdadera era: tus padres están hartos de ti y se fueron a un crucero por las Bahamas mientras tú te quedas acá y así evitas avergonzar más a la familia. No sería la primera vez que lo hicieran de todas maneras.)
3) Su doctor la creía una niña mimada, a Sia no le había costado ni dos segundos en la misma habitación con él para darse cuenta de ello.
4) Descubrió que le entretiene irritarlo cada vez que puede, cosa que no es tan difícil.
5) La dejaron cambiarse las ridículas batas de hospital (cosa que agradecía infinitamente)
6) Había decido ignorar a sus padres, de nuevo, y llamar a Kara para que la sacara del hospital.
Su mejor idea hasta el momento. Rio discretamente ante su plan, esperando que la enfermera no se diera cuenta. Caminaron unos metros más hasta llegar a los jardines y se sentaron en una de las bancas. Miró de reojo el reloj de la enfermera y decidió esperar otros cinco minutos antes de levantarse y no provocar sospechas.
– Rayos – habló luego de que pasara el tiempo.
– ¿Qué sucede? – le preguntó volviéndose hacia Sianna con clara preocupación en su rostro.
– Me duele un poco el cuello y se me olvidó la pastilla en la mesa de noche – habló fingiendo el dolor y bajando un poco si voz.
– Oh, entonces subamos.
– No, estoy un poco cansada, ¿te molestaría subir? Yo espero acá. – le sonrió esperando darle la confianza suficiente de que ella esperaría ahí.
– De acuerdo, ya vengo. – le sonrió y se levantó de la banca, dejándola sola. Al momento en que la perdió de vista, se levantó rápidamente de allí y caminó rápidamente hacia la entrada del hospital. Recorrió todo el lobby y llegó rápidamente hacia la salida.
Al salir por la puerta, tuvo que esconderse rápidamente detrás de una columna al ver que su doctor estaba allí. Maldijo en silencio y se asomó con cuidado. Él no estaba solo, había un niño pequeño a su lado, un enfermero y una ambulancia a unos metros de ahí. El niño lloraba, podría tener unos seis años.
– Usted no puede decir eso, no la ha visto. – dijo el niño entre sollozos.
– Bueno, hagamos esto. Yo voy a ver a tu madre personalmente y me haré cargo de que esté bien, ¿te parece? – el niño asintió entre sollozos.
El Dr. Mitchell acarició su cabello y le regaló una paleta que tenía guardada en su gabacha, provocando el niño dejara que una pequeña sonrisa escapara de sus labios. El castaño sonrió al mismo tiempo que el niño y por alguna razón ella sintió ganas de hacerlo también. Jamás pensó que él pudiera sonreír del todo.
Durante la noche o en la mañana, las pocas veces que había hablado con él, este se había comportado indiferente, cualquier señal de agrado alejada de su rostro, por lo que creyó que era un viejo amargado. No obstante, viéndolo sonreír lo hacía parecer mucho más joven, así mismo, mucho más atractivo.
El celular vibrando en su bolsillo la distrajo de la escena, qué rayos estaba pensando. Bufó y sacó su teléfono para ver la foto de Kara en su pantalla. Levantó la mirada y vio su auto unos metros más adelante.
– Sianna – gritaron a sus espaldas.
Se volvió asustada mirando a la enfermera que corría hacia ella. Miró más a la derecha y tanto la atención de su doctor como la del enfermero y el niño estaban en ella. El Dr. Mitchell la veía con una ceja elevada.
– Mierda – masculló entre dientes. Antes de poder pensar en lo que estaba haciendo, se encogió de hombros.
Al menos lo intentaría, se convenció antes de comenzar a correr hacia el auto. Escuchaba como la llamaban a sus espaldas, pero no dejó de correr. Kara le abrió la puerta, por lo que simplemente se tiró al asiento del vehículo.
– Arranca, arranca – le indicó a Kara, quien apretó el acelerador rápidamente, rechinando las llantas y saliendo de allí antes de que alguien llegara a alcanzarlas.
Miró por el espejo retrovisor mirando como la enfermera la miraba estupefacta, al igual que el enfermero, que estuvo muy cerca de alcanzarlas y luego vio a su doctor, quien ni siquiera se movió de su lugar al lado del niño, con un rostro tan impasible que daba a entender que realmente no le importaba si se iba o se quedaba. Antes de perderlo de vista totalmente, notó como la enfermera se acercaba a decirle algo, luego de eso, lo vio sonreír, una gran sonrisa, sólo que a diferencia de la que le otorgó al niño, no era una sonrisa de alegría o ternura, era una de egocentrismo y suficiencia, luego le guiñó el ojo, como si supiera que lo estaba viendo, así mismo, como si supiera algo que ella no. No le dio importancia y se acomodó mejor en el asiento, se colocó el cinturón, dejó salir el aire que tenía contenido y agradeció internamente haberse metido en el equipo de atletismo desde que estaba en la escuela.
– Sólo por ti es que hago estas cosas – habló Kara, notoriamente asustada y con las manos agarrando el volante como si su vida dependiera de ello.
Le sonrió, encontrándose muy cansada como para hablar y se estiró para darle un beso en la mejilla. Al devolverse a su lugar, y dejar que la adrenalina se fuera de su cuerpo, comenzó a sentir como su cuello comenzaba a doler, llegando casi a un punto insoportable, pero no diría nada, puede ser que le doliera, pero nada la haría volver allí. En ese momento, recordó que realmente no había tomado su analgésico y pronto su efecto pasaría, por lo tanto, el dolor aumentaría. Mierda, agregó a sus pensamiento al recordar la última sonrisa de su doctor. Él lo sabía.
Ian Mitchell
Ian miró atentamente como ella corría hasta al auto. Bueno, al menos debía decir que jamás pensó que hiciera algo para enojar a sus padres luego de que le dijeran que se quedara ahí y prácticamente sobornaran al hospital para que se la dejaran, pero estaba equivocado, allí estaba, siendo lo más inconsciente que se podía ser al correr con apenas un día de quitar el tubo que se le puso en el cuello luego de la traqueotomía. Se suponía que para sus veintidós años la etapa de rebeldía del adolescente ya debía de haber pasado, en ella parecía surgir de un efecto retardado.
– Lo siento doctor, me dijo que le dolía el cuello y olvidó su pastilla en su mesa de noche, nunca pensé que haría algo así – le dijo la enfermera a Ian mostrándole la pastilla en su mano.
Inmediatamente sonrió, irónico, pensó y miró de nuevo al auto, y sintiéndose fijamente mirado, le guiñó el ojo al auto, un acto impulsivo debía admitir, pero cierta parte de él deseaba que ella se diera cuenta que ahí no eran tan estúpidos como ella pensaba, así mismo, tampoco eran tan innecesarios.
– No te preocupes, ya volverá.
– ¿Disculpe?
– No va a aguantar el dolor. El efecto de la pastilla le pasará en media hora, empezará a sentir cada uno de los puntos en su cuello. Además, el efecto de látigo que puso en su cuello a la hora de tirarse al auto hará que la piel se estire y se inflame. Si sigue así el peso de su cabeza, la tensión sobre su cuello y sus músculos contraídos, si no se devuelve por el dolor, sus puntos se abrirán y comenzará a sangrar. Le doy máximo tres horas. – se encogió de hombros y se revolvió su cabello, luego volvió la vista al niño que luchaba por abrir la paleta, aún a su lado. Sonrió. – Ahora – continuó agachándose a la altura del niño, éste alzó la vista – voy a ir a ver a tu mami. ¿De acuerdo? – le tendió la mano y el niño asintió emocionado mientras la tomaba y la sacudía torpemente.
Se levantó del suelo y le hizo una seña al enfermero que anteriormente estaba con él de que cuidara al niño.
– ¿Pero qué sucede con Sianna?
– Ya volverá, si no lo hace, no es mi problema, tengo pacientes que sí quieren estar en el hospital y me necesitan. – terminó mirando por última vez al niño y continuando su camino hacia el departamento de emergencia.
………………
– Dr. Mitchell, ¿qué lo trae por acá? – exclamó emocionado el doctor en jefe de emergencia al momento de que entró en la sala.
– Bobby, sé que ya no es mi departamento pero, ¿te molesta si me hago cargo de una paciente? – respondió aceptando la mano que le tendía. – y te he dicho que me llames Ian.
– Un doctor de su calibre siempre debe ser llamado doctor – respondió con una sonrisa – Adelante, este siempre será tu departamento. Cualquier cosa que pueda ayudar, acá me tienes.
– Por supuesto, gracias. – le sonrió, palmeó su hombro y se dirigió a recepción a preguntar por la madre del niño.
Al ubicarla, habían al menos tres enfermeros a su alrededor, aún temblaba, igual o incluso más que la primera vez que la había visto, sus ojos estaban aún más cerrados y ahora una mayor cantidad de sudor cubría su frente. Al acercarse más, pudo notar que los enfermeros la habían cubierto con una manta y se miraban unos a otros al mismo tiempo que miraban la tableta de información en sus manos. Los tres se quedaron levemente estupefactos e inmóviles cuando vieron que se acercaba a ellos, pero intentaron ocultarlo.
– Doctor – saludaron los tres cuando llego. Asintió hacia ellos.
– Ok, ¿qué tenemos acá? – los tres se volvieron a ver entre ellos, debatiendo cuál sería el que hablara. Ante la mirada acusadora de Ian, el que sostenía la tableta comenzó a hablar rápidamente.
– Denisse Taller, 25 años. Dice que tiene muchos escalofríos desde hace varias horas, una tos muy fuerte, dificultades para respirar y dolor abdominal.
– ¿Presión? – preguntó mientras comenzaba realizando el examen físico, piel, ojos, nariz, garganta, cuello, pecho, abdomen…
– Presión baja, 90/60. Ritmo cardíaco 96 por minuto.
– ¿Embrazada, alergias, toma algún medicamento, temperatura? – preguntó terminado con el examen y levantando la mirada hacia ellos, ya que ninguno continuó hablando. Los tres se miraron entre ellos sin saber que responder. – ¿La envolvieron en una manta sin saber qué temperatura tenía? – preguntó colocando el dorso de su mano en la frente de la paciente. Estaba ardiendo.
– Dijo que tenía escalofríos – respondió uno torpemente. Ian bufó y quitó la manta del cuerpo de Denisse, alejándola completamente de ella. Quitó también las otras dos sabanas de la cama y el abrigo que ella aún tenía puesto.
– Vayan a buscar a Norma, díganle que venga a asistirme, dejen la tableta en la mesa y pueden retirarse. – respondió rápidamente mientras se volvía a concentrar en la paciente. – ¿Embarazo? – le preguntó esta vez a ella sin siquiera volverse a mirar a los internos. Denisse negó.
– Tampoco alergias, empecé a tomar paracetamol, pero tuve que dejar de comprarlas debido al dinero. – habló difícilmente, tosiendo luego de hablar. Ian asintió y buscó un termómetro en el cajón de instrumentos. Lo sacó del empaque y lo pegó en su frente. Unos minutos después Norma llegó a su lado tomando la tableta y esperando instrucciones.
– Su temperatura es de 39,7°C, no está embarazada, no tiene alergias, anterior medicamento Paracetamol, dejó de tomarlo por problemas económicos. Aún no se sabe qué lo provocó, aún no quiero acorralarla con preguntas, ahora tiene que estar en constante vigilancia, quiero que vigilen cuál es la temperatura corporal más alta asociada con los escalofríos, cada cuanto tiene los episodios, cuánto dura cada uno, qué puede estar causándolos y que otros síntomas presenta. Vamos a volver con el paracetamol, una tableta de 500 mg cada ocho horas, igual en constante vigilancia, quiero ver cómo reacciona. Ordena también un conteo sanguíneo completo, un cultivo rutinario de esputo y una radiografía de tórax, para más adelante cuando se sienta mejor y quiero que la pasen a una de las habitaciones en mi ala para poder estarla monitoreando más fácilmente. Eso sería todo Norma, gracias. – Norma le sonrió, luego de apuntar todo y asintió, para luego irse y comenzar con todo lo que dijo Ian – Vas a estar bien. – le aseguró antes de apretar su mano.
– Gracias, pero, estoy bien – luchó por levantarse, antes de volver a caer – tengo que volver al trabajo, mi hijo, me necesita, tengo que cuidar de él.
– Yo me encargo de eso por ahora, usted no se encuentra en condiciones y si no se queda aquí podría ser peor.
– No puedo pagarlo – contuvo un sollozo.
– Yo me encargo. – repitió. Ella, en medio de su dolor, lo miró confundida – Verá, le hice una promesa a su hijo que no puedo romper – se encogió de hombros, sonriéndole, tratando de tranquilizarla.
– Gracias – le respondió antes de que se fuera.
– Es mi trabajo – le sonrió por última vez antes de que otro par de enfermeros llegaran para pasarla a una de las habitaciones que él había pedido.
………………
– Déjame adivinar, ¿está en el lobby de entrada? – preguntó con una sonrisa burlona en su rostro cuando, precisamente dos horas y cuarenta y tres minutos después de la huida de Sianna, Kimberly, la nueva enfermera encargada de la señorita Clay, llegara a buscarlo a una de las habitaciones de uno de sus pacientes. – Lástima – exclamó con un poco de sarcasmo mirando su reloj – y yo que le di diecisiete minutos más de crédito. – Bueno, vamos – dijo mientras terminaba de firmar la hoja de salida de su paciente y le sonreía al mismo antes de entregarle la hoja a la otra enfermera en la habitación y seguir los pasos de Kim.
Al llegar al lobby, pudo reconocer la voz Sianna, rió de nuevo.
– Sólo necesito que me cambien la venda, no tengo que quedarme. – le reclamó al enfermero que la mantenía sujeta en la silla.
– No puedo dejarla ir señorita, son órdenes de su doctor y sus padres.
– Pues me valen los dos, pueden irse muy a la –
– Cuidado señorita Clay, estamos en un lugar público – le dijo con clara diversión en su voz mientras se hacía notar en el lugar.
– Público mi trasero – le respondió enojada.
– Me imagino, pero esa cuestión no es de interés – ella lo miró indignada y con una ceja elevada. ¿Realmente había insinuado lo que había insinuado? – Usted lo dijo no yo. – Ian se encogió de hombros, realmente la situación le causaba gracia.
Ella le comenzó a maldecir, mientras él simplemente la miraba al lado de Kimberly en menos de un par de metros de distancia. Realmente su voz carraspeada y débil no ayudaba en nada en el significado hiriente que ella hubiera deseado. Iba a reír de nuevo, pero vio como ella fruncía el ceño y sus manos se aferraban fuertemente a la silla de ruedas cada vez que hablaba, y en ese momento recordó por qué ella estaba allí. Miró el cuello de Sianna y pudo ver la mancha roja que ahora cubría el lugar donde debían estar los puntos. También notó el esfuerzo que le tomaba sostener su propia cabeza y como el brillo de sus ojos verdes se encontraba aún más brilloso por las lágrimas que intentaba retener en ellos. Entonces se acercó más a ella e hizo algo que no sólo la dejó callada a ella sino también a todos aquellos a su alrededor.
Probablemente debió haberla dejado en la silla. No sabe si habrá sido su clara molestia por llegar al hospital de nuevo y sus repentinos deseos de irritarla, o si había sido porque detrás de esa irritación que demostraba se veía que ella realmente se encontraba con mucho dolor. Fuera cual fuera la razón, todas las personas a su alrededor (tanto enfermeros/as como otros/as doctores/as) se quedaron estupefactos al ver como Ian la tomaba en sus brazos y permitía que ella acostara su cabeza en su hombro para descansar la tensión que debía estar sintiendo su cuello.
Sin importarle los demás, ni el súbito, extraño y rápido latir de su corazón, comenzó a caminar en dirección al cuarto que estaba destinado para ella.
Frunció el ceño al ver que ella no pesaba tanto como debía pesar, debería revisar su peso en los datos luego. Bajó la mirada y se encontró con la de Sianna viéndolo con una clara confusión. Por un momento, al no escuchar que hablaba, asumió que se había quedado dormida, pero no lo estaba. Sus ojos verdes lo miraban fijamente, así que su falta de habla debía ser por otra cosa, seguro por el dolor de sus cuerdas vocales o por el hecho de que el dolor del cuello se hubiera disipado al no tener que soportar más el peso de su cabeza.
– ¿Te comió la lengua el gato? – preguntó al entrar en el ascensor, notando como ella apartaba la mirada de la suya. – Hace diez minutos no dejabas de maldecirme.
– Aún lo hago. Sólo que vocalizarlo duele y tú no vales la pena el dolor – y estaba de vuelta. Sonrió ante sus palabras, ganándose un ceño fruncido de su parte y continuó el resto del camino en silencio.
Al entrar al cuarto de hospital y cerrar la puesta detrás de él, la sentó al borde de la cama y se acercó a ella para cambiarle la venda del cuello que ahora estaba levemente manchada con sangre. Antes de ponerle la otra venda, limpió los puntos con cuidado y le puso un ungüento para bajar la hinchazón, que también tenía un poco de anestesia local para disminuir el dolor. Puso la otra venda, totalmente concentrado en su tarea sin ser consciente que ella analizaba cada una de sus acciones.
Cuando terminó, levantó la vista hacia ella y sus siguientes palabras se negaron a salir. Había algo en la forma que lo miraba que hizo que se quedara estático en su lugar y constante latido dentro de su caja torácica acelerara, aún más que la vez anterior. Estaba más cerca de lo que debería, no recordaba haberse acercado tanto.
Su vista desvarió de sus ojos a sus labios y sintió como inconscientemente su cuerpo se inclinaba hacia adelante, quedando sólo a un par de centímetros.
– ¿No que no lo valía? – murmuró con diversión antes de alejarse.
– Idiota – la escuchó decir mientras terminaba de cerrar la puerta evitando así que el vaso que le había arrojado la muchacha chocara contra él.
Terminó de reír y caminó a su oficina. Al entrar en ella, su sonrisa desapareció. ¿Y si se hubiera quedado callado? ¿Y si la hubiera besado? Claro que no. Negó para sí mismo, ella no era su tipo. Caminó al escritorio y se sentó en la silla para comenzar con a leer expedientes y actualizar datos. No obstante, no podía evitar de momento a otro la fotografía del expediente de Sianna, preguntándose inconscientemente qué sería besarla.
Luego de media hora, dejó lo que estaba haciendo y apoyó la cabeza en sus manos. Sabía que ella le traería problemas, sólo que, estos problemas, se los había causado él mismo.
- hi:
- Perdón, la uni y los trabajos se me metieron, y luego la computadora no me quería funcionar y luego más trabajos, lo siento mucho. Espero que les guste el capi. Ya acá hay algo más de Sia e Ian, o sea, no sé que le sucede a la cabeza dura de Sia, yo con un doctor así no me sacan de ese hospital ni a patadas jajaja pero bueno, de nuevo los foros médicos son mis mejores amigos, principalemente Medline Plus, esa página es vida jajaja, bueno, esa es otra, como tengo que estudiar medicina para subir el capítulo, me toma más tiempo escribirlo pero en serio espero que les guste. Ahora me estoy cayendo de sueño entonces cualquier incoherencia que ella la arreglo mañana después de clases. De nuevo, lo siento por durar tanto y espero que les guste.
I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
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Re: playboy.
Ally no sabes lo mucho que extrañaba leer algo tuyo. Enserio lo disfrute un montón. El capitulo fue una joya como todo lo que escribís vos. Estaba que no daba mas de los feels. Me imaginaba cada escena y me reía sola. Mi mamà mi miro como si estuviera loca pero a quien le importa. Era imposible no fangirlear con tu capitulo :lizzena:
El Dr. Mitchell acarició su cabello y le regaló una paleta que tenía guardada en su gabacha, provocando el niño dejara que una pequeña sonrisa escapara de sus labios. El castaño sonrió al mismo tiempo que el niño y por alguna razón ella sintió ganas de hacerlo también. Jamás pensó que él pudiera sonreír del todo.
No se si me morí de amor y ternura con esa parte o KHE. Pero suspire como una tonta enamorada. Es que listo yo me caso con el tipo ahí mismo. Yo que Sia le decía a Kara que se fuera solita.
– Mierda – masculló entre dientes. Antes de poder pensar en lo que estaba haciendo, se encogió de hombros.
Al menos lo intentaría, se convenció antes de comenzar a correr hacia el auto. Escuchaba como la llamaban a sus espaldas, pero no dejó de correr. Kara le abrió la puerta, por lo que simplemente se tiró al asiento del vehículo.
– Arranca, arranca – le indicó a Kara, quien apretó el acelerador rápidamente, rechinando las llantas y saliendo de allí antes de que alguien llegara a alcanzarlas.
Esas chicas que locas que son. Así van a terminar las dos tambien.
Me diste una idea genial para mi capitulo. Me emocione mal con esa escena. Me imagine la cara de las dos y me reí como loca. Somos nosotras en una versión mas descontrolada, que decir.
– ¿No que no lo valía? – murmuró con diversión antes de alejarse.
– Idiota – la escuchó decir mientras terminaba de cerrar la puerta evitando así que el vaso que le había arrojado la muchacha chocara contra él.
Terminó de reír y caminó a su oficina. Al entrar en ella, su sonrisa desapareció. ¿Y si se hubiera quedado callado? ¿Y si la hubiera besado? Claro que no. Negó para sí mismo, ella no era su tipo. Caminó al escritorio y se sentó en la silla para comenzar con a leer expedientes y actualizar datos. No obstante, no podía evitar de momento a otro la fotografía del expediente de Sianna, preguntándose inconscientemente qué sería besarla.
Luego de media hora, dejó lo que estaba haciendo y apoyó la cabeza en sus manos. Sabía que ella le traería problemas, sólo que, estos problemas, se los había causado él mismo.
Y aca me fui al infierno literal. Yo que Sia le plantaba un beso. Es que quien puede resistirse a semejante bombón
En fin, me encanto todo. Benditos sean los foros de medicina. A este paso vas a terminar recibiéndote de medica. Ya me imagino después la doctora Ally. okno.
Te amo mucho beba y te extraño.
Espero el siguiente capitulo
wang.
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