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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Dayi_JonasLove!* Vie 22 Jun 2012, 3:43 pm

Que bueno saber que la vas a seguir :D
Mas aun que va a haber maratón :D Unos 5 caps tal vez? *-*
Jajajaja, SIGUELAAAAAAAAAAA
Dayi_JonasLove!*
Dayi_JonasLove!*


http://www.twitter.com/DayaniLo_JB

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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 22 Jun 2012, 3:43 pm

Capítulo 8

Nicholas tenía puesta toda su atención en ella. La escudriñaba con la mirada como si quisiera leerle el pensamiento.
Cuando ______ se dio cuenta de que su mano estaba aferrada a la de Nicholas intentó retirarla, pero él se lo impidió, la apretó aún más fuerte e hizo imposible que la soltara.
—¿Está bien? —le preguntó, a las claras contrariado.
______ no quería que se preocupara por ella más de lo que ya lo había hecho. El enfrentamiento de Nicholas con Danvers podía haber sido peor, y temía que, si le contaba todo lo que había pasado, el francés no tuviera tanta buena suerte la próxima vez. En verdad, no sentía la más mínima inclinación a hacerle un favor a Danvers, pero tampoco quería involucrar en sus problemas a Nicholas. Él ya había hecho más que suficiente.
—Sí, estoy bien, no debe preocuparse. No ha pasado nada.
—Eso no se lo cree ni usted, señorita Bradford —le dijo Nicholas mientras daba un paso hacia ella.
______ tuvo que sonreír al escuchar lo que decía. Aquel bribón le había devuelto sus propias palabras. Las mismas que ella había usado aquella noche, en el jardín de Crossover Manor, cuando estaba preocupada por él.
—En realidad, lord Jonas, no hace falta ser tan impertinente —contestó con aire burlón.
—Bien —respondió Nicholas con una sonora carcajada—. Es exactamente lo que pienso yo de usted.
______ también rió, y Nicholas pensó que era un auténtico placer oírla. Sin embargo, a pesar de esa momentánea alegría, persistía en su mirada una tristeza que no podía definir, y que él quería conocer. Se acercó un paso más y quedó sólo a unos centímetros de ella; le levantó apenas la barbilla con sus dedos para que lo mirara directamente a los ojos.
—¿Es por ese hombre que está tan abatida?
______ sintió que un cosquilleo cruzaba su cuerpo de punta a punta cuando él la tocó y la obligó a que lo mirara a los ojos. Nicholas tenía el don de hacer que quisiera contarle todos sus secretos y com¬¿partir con él todas sus dudas. Tenía la facultad de provocar todos sus sentidos y hacer que lo que parecía a todas luces una locura, junto a él, fuese una necesidad. La hacía sentirse mujer, deseable, hermosa y, lo más peligroso, importante para él.
Sin embargo, por más que lo pensaba, no podía dejarse llevar por ese mar de sentimientos que la hacían vulnerable y la convertían en un ser irracional.
Al mirarlo a los ojos, veía cómo él la observaba con los suyos, como si ya conociera cada fibra de su ser, cada recodo de su mente.
—No, no es por eso. A decir verdad, no sé de dónde saca us¬ted esa idea de que estoy triste. Es absurdo, lord Jonas. No me pasa nada.
—¿Sabe, ______? Miente usted muy mal —le dijo con suavidad, mientras no dejaba de acariciarle la mejilla con la otra mano.
Aquellas palabras, dichas con tanta ternura y embargadas de tanta preocupación, fueron la punta de la lanza que terminó por atravesar su fachada. Esa que tanto esfuerzo le había costado construir los días previos al enlace y que, en ese instante, con unas simples palabras, la sentía derrumbarse a sus pies. Notó cómo se le humedecían los ojos, los mismos que habían parpadeado varias veces, en un intento desesperado por ocultarle la magnitud de sus preocupaciones.
—No estoy abatida —repitió, en un intento por acallar las preguntas de él. Pero Nicholas, paciente e inamovible, siguió allí, mirándola fijo, mientras veía cómo, poco a poco, se derrumbaba.
No dispuesta a dejar que aquello continuara, se recogió el vestido con una mano para retirarse de allí, para alejarse de él. Nicholas no se lo permitió. La tomó suavemente de la cintura y apoyó su mejilla en la de ella para susurrarle al oído.
—Dígame qué le pasa, ______; por favor. Le advierto que soy aún más tenaz que usted en lo que me propongo, y no me marcharé hasta saber qué la tiene mal.
______ ya no pudo aguantar más. Quizás, la tensión de los últimos días, o las tiernas atenciones y caricias de Nicholas eran las causantes de ello; pero la única realidad era que deseaba arrojarse en sus brazos y contarle todo lo que había ocurrido desde la última vez que se habían visto; necesitaba decirle todo lo que sentía y confesarle sus preocupaciones.
Sin más impedimentos que su propia voz, de la que no parecía ser dueña por su ligero temblor, no calló por más tiempo.
—Es... es mi hermano Henry —le dijo y lo miró a los ojos, sin importarle ya que las lágrimas, que había atado con mano férrea la semana atrás, hubieran tomado el control de sus emociones.
—¿Le ha pasado algo a su hermano?
Nicholas intentaba ser paciente, pero verla llorar lo conmovía. Estaba claro que, para ella, la situación no era fácil; así que se obligó a esperar el tiempo que hiciera falta.
—Bueno —dijo ______ con un suspiro—, no es que le haya pasado nada malo, si es a eso a lo que se refiere; pero cuando llegué de pasar el fin de semana en Crossover Manor, me enteré de que lo habían enviado a un internado durante mi ausencia. Eso significa que, durante estos últimos meses, me estuvieron ocultando sus intenciones, porque sabían que yo no estaría de acuerdo. No querían objeciones de ningún tipo y, por esa razón, eligieron ese fin de semana que yo no estaba para que se fuera; y cuando llegué, ya se había ido. ¡Oh, Nicholas! —siguió ______ con voz temblorosa—, es sólo un niño. Tiene catorce años, pero es como si tuviese ocho. No puedo dejar de pensar en cómo se sentirá allí que no conoce a nadie; si alguien hablará con él de las cosas que lo inquieten, y si alguien lo abrazará cuando algo lo asuste.
______ ya estaba llorando con sollozos incontrolables. Nicholas la estrechó entre sus brazos y la apretó fuerte contra su pecho, como si pudiera, así, aliviar su pena.
__ se aferró a él y hundió la cara en su chaqueta sin poder dejar de llorar. Sabía que se estaba comportando como una niña, pero no podía dejar de abrazarlo mientras daba rienda suelta a todo lo que la oprimía en su interior. Escuchaba cómo Nicholas le susurraba palabras de consuelo mientras le acariciaba la espalda y el pelo, y la estrechaba contra su pecho.
—Está bien, amor, llora tranquila —le dijo mientras la besaba en el pelo y la reconfortaba de una manera que, con seguridad, nadie más podría hacer.
Cuando pasados unos minutos se calmó lo suficiente como para hablar, Nicholas aflojó el abrazo para poder mirarla a los ojos.
—Creerás que soy una tonta —le dijo ______ en medio de unos tenues hipidos.
—De eso, nada —le aseguró—. Sé lo que es estar lejos de alguien a quien se ama, y puedo decirte que no es ninguna tontería.
______ se estremeció cuando Nicholas le colocó, detrás de la oreja, uno de sus rizos que, furtivamente, parecía rebelarse contra la masa de pelo que formaba su peinado, y lo retuvo en la mano más tiempo del necesario.
Él sentía la imperiosa necesidad de abrazarla, de besarla, de mimarla hasta hacerla sonreír de nuevo. No quería verla llorar jamás y, si estaba en sus manos, sería la última vez que lo haría.
La promesa que le hizo a continuación lo dejó sorprendido incluso a él.
—Averiguaré qué clase de sitio es ese internado y, si sospechamos que no es adecuado, te prometo que hablaré con quien haga falta para sacarlo de allí.
—¿Harías eso por mí? —le preguntó asombrada.
— Sí, pequeña; lo haría una y mil veces si con eso consigo que esa tristeza abandone esos hermosos ojos.
— Gracias —le dijo, ya más calmada.
—De todas formas —reflexionó Nicholas—, si el sitio es bueno, quizás el cambio no sea tan negativo. Después de todo, tus cuidados y la forma en que te has ocupado de él han debido de hacerlo un chico fuerte y, si lo piensas bien, tarde o temprano tenía que llegar el día en que empezara a valerse por sí mismo.
______ asintió a su pesar. Era lo mismo que le había dicho Gail.
—Sé que tienes razón, pero no puedo dejar de pensar que, aún así, era demasiado pronto.
—¿Pronto para él o para ti? —preguntó Nicholas, como si de pronto comprendiera algo.
______ pensó que ese hombre tenía dotes adivinatorias. Lo que a ella le había costado admitir para sí misma, él lo había puesto en evidencia con una simple pregunta.
—Tienes razón —le contestó—, pero ¿qué voy a hacer ahora? He sido hermana y he hecho de madre estos últimos años; de repente, Henry no está, ya no me necesita. He llevado la casa mientras mi madre estaba desolada por la muerte de mi padre, y ahora, va a comenzar una nueva vida, y tampoco me necesita. Me siento totalmente inútil —dijo, mientras dejaba escapar un pequeño sollozo.
—______, mírame y escúchame bien. Tú eres una mujer maravillosa, no por lo útil o necesaria que puedas llegar a ser, sino porque eres la persona más dulce, íntegra, leal y fuerte que he conocido en mi vida; y créeme cuando te digo que mi fe en la humanidad resucitó cuando te encontré. Das tanto amor sin pedir nada a cambio que es difícil de aceptar. A mí me costó creer que hubiera alguien capaz de tal hazaña en un mundo donde casi todo tiene un precio. Te preocupas por todos y dejas la piel intentando ayudarlos. Eso, ______, te hace especial. Si ellos no son capaces de darse cuenta sin que tengas que nacer algo, como encargarte de todas sus necesidades, entonces, no merecen ni besar el dobladillo de tu vestido.
______ seguía llorando emocionada. Lo que Nicholas le había dicho era lo más hermoso que había escuchado jamás. Se sintió conmovida hasta el último resquicio de su ser. Pensaba que eran tan inmerecidas sus palabras, pero sin embargo, la habían hecho la mujer más feliz del mundo; única, especial, valorada por lo que era. Nunca sabría él lo importante que había sido para ella todo lo dicho: el regalo más hermoso que le habían hecho en la vida.
Sin ninguna clase de timidez o pudor se arrojó a sus brazos para besarlo. Nicholas la apretó contra su pecho con ternura, como si estuviera acunando a un niño.
Cómo un hombre tan fuerte e inteligente, y a la vez arrogante y gruñón, podía ser la fuente de tanta ternura y comprensión. Era algo que la sorprendía y la fascinaba por igual.
A medida que lo conocía, se iba dando cuenta de que una parte de él era pura fachada. Había vislumbrado al hombre que llevaba en su interior, por mucho que él había intentado ocultarlo; y ese hombre la había atrapado, se había enamorado de él, no como una colegiala, sino como una mujer que siente, en su interior, que su vida ya no volverá a ser la misma.
Le gustaba todo de él; desde la manera en que enarcaba una ceja hasta su sonrisa de medio lado, que hacía que sus ojos brillaran con una luz pícara. La forma en que la miraba y los sentimientos que despertaba en ella cuando lo hacía. Estaba fascinada por lo que le producía cuando sus manos rozaban su piel y quemaban cada centímetro de su cuerpo; y cómo sus labios, de los que bebía ávida, le hacían desear algo más que no podía entender, pero de lo que necesitaba saciarse.
Los labios de Nicholas volvieron a posarse en los suyos y devoraron con ferocidad su boca: hicieron que olvidara todo pensamiento coherente y que soñara, aunque sólo fuera por ese breve instante, que él también la amaba.

* * *

Hacía varias horas que ______ había vuelto de la fiesta de lady Whitlock.
Se había ido directamente a la cama, extenuada y extraordinariamente feliz. Y todo eso, porque había dado rienda suelta a sus sentimientos, había encontrado a alguien en quien poder depositar todo lo que llevaba dentro, alguien que se había despedido de ella, tan sólo unas horas antes, con un beso abrasador, causa de que perdiera la cabeza, de que sus rodillas fallaran y de que el mundo le pareciera diferente.
No podía olvidar cuando la había llamado "amor" al intentar consolarla; esa palabra resonaba una y otra vez en sus oídos. De seguro, lo había dicho en un intento por mitigar su tremenda zozobra, pero, ¡Dios mío!, ¡qué bien había sonado! Más dulce y embriagadora que cualquier tipo de música.
A pesar de su cansancio, la euforia le impedía dormir y, después de dar varias vueltas en la cama en un intento por encontrar la postura adecuada para conciliar el sueño, decidió bajar a la biblioteca a tomar un libro. Si leía un rato, quizás acallaría los latidos de su corazón que, como un caballo de carreras, se desbocaba cada vez que pensaba en Nicholas.
Se puso la bata y las zapatillas y bajó, con sumo cuidado, para no hacer ruidos que pudieran despertar a alguien. Sobre todo, no tenía ningún deseo de encontrarse con el sobrino del Marqués, que ese mismo día, antes de la boda, había trasladado sus cosas allí, donde disfrutarían de su compañía durante una semana.
Se dirigió con paso lento a la biblioteca, perdida en sus pensamientos y, cuando estaba a punto de tomar el picaporte de la puerta para abrirla, unas voces procedentes del interior llamaron su atención.
La puerta no estaba cerrada como en un principio creyó ver, sino ligeramente entreabierta, y por ella se colaba, furtivamente, un haz de luz que procedía del interior de la habitación. Esa pequeña abertura había sido la causa de que pudiera oír las voces de las personas que estaban dentro, y a las que, una vez que estuvo cerca, identificó con claridad como las de su padrastro y su sobrino.
¿Qué hacían levantados a esa hora de la madrugada? Aunque, si lo pensaba bien, si la descubrían a ella, también podrían hacerle la misma pregunta.
Iba a dar media vuelta, resuelta a dejarlos solos con sus asuntos, cuando el nombre de su madre en la conversación le llamó la atención.
Su abuela Louisa siempre decía que una mujer precavida valía por dos; y ella, que siempre hacía caso de los consejos de sus mayores, pensó que no podía haber nada de malo en saber qué decían de ella.
—¿No crees que deberías, al menos, subir en tu noche de bodas, tío?
—No te preocupes. Mi querida esposa ha tomado tanto láudano, que dormirá profundamente hasta mañana.
A ______ no se le escapó el tono irónico con el que el Marqués había dicho "mi querida esposa". Presa de curiosidad por saber qué tramaban, se acercó aún más a la puerta.
—Podría decirle que pasamos una noche inolvidable, y no podría negarlo, porque no se acordará de nada. Es uno de los maravillosos efectos del láudano.
Andreu soltó una carcajada que resonó en toda la habitación.
—Eres un maldito genio, tío. Así que tu plan es mantenerla drogada todo el tiempo —dijo Danvers y fue más una afirmación que una suposición.
—Es una mala costumbre que ya tenía —informó Lavillée—. Lo único que he hecho ha sido utilizar la oportunidad que tan gentilmente se me presenta. Si está ida, me será más fácil manejarla.
—Es un escollo que tengas que cargar con ella, ahora que tienes parte de la fortuna —sentenció Andreu con aire despectivo.
— Sí, es una lástima; pero no sería prudente que mi esposa sufriera un accidente tan pronto después de la boda.
— Pues es lo que se merece. Esa pérfida te engañó. No te dijo que la otra mitad de la fortuna estaba en fideicomiso a nombre de su hija.
— Sí, un inconveniente en el plan inicial, pero nada que no pueda solucionarse. Al casarme con Amy, he pasado a controlar la herencia de Henry; lo malo es que esa herencia conforma sólo la mitad de la fortuna. Lord Bradford, en su día, hizo gala de una idea por demás extravagante, que nos perjudica sobremanera, al dejarle la otra mitad a su hija. De todas formas, como te he dicho antes, es sólo un inconveniente en el plan inicial, pero totalmente salvable —dijo con una sonrisa especulativa. En sus ojos había el brillo malicioso de aquellos que ven su victoria segura.
—¿Y cómo piensas hacerlo? —preguntó Danvers muy interesado, mientras se inclinaba hacia adelante para dejar la copa de coñac con la que se había estado deleitando, encima de la mesa.
Andreu era como un buitre. Cuando olía a carroña era el primero en querer su parte.
—Verás, el padre de nuestra queridísima ______ era un hombre inteligente, pero no lo suficiente. En el testamento de lord Bradford se estipula que su hija podrá acceder a su parte de la fortuna al cumplir los veinticinco años, a no ser que se case antes con alguien elegido por ella, en cuyo caso, también accedería al dinero. El único problema es que para que pueda llevarse a cabo esta segunda opción, ______ tiene que tener cumplidos los veintiún años. Ahora mi adorada hijastra tiene diecinueve, pero cumplirá los veinte dentro de poco, por lo que, como ves, el tiempo que nos separa de todo ese dinero es poco más de un año. Esa será nuestra opción.
—¿Pero cómo?
—Muy fácil —contestó Lavillée y estiró, con cuidado, la punta de sus mangas—. Tú, mi único sobrino, te casarás con ella.
Una desdeñosa sonrisa fue extendiéndose por la cara de Andreu hasta convertirse en una escalofriante carcajada.
— Es magnífico, pero esa perra me rehúye, y esta noche la vi con un tal Jonas. Estoy casi seguro de que ya la ha desflorado. Tenías que ver la forma en que me miró ese malnacido, como si quisiera matarme, como si esa zorra fuera posesión suya.
— No te preocupes por eso, lo tengo todo pensado.
______ se mordía el labio inferior para no proferir el grito que pugnaba por salir de su garganta. Había oído cada una de las escalofriantes y horrorosas palabras que se habían dicho en esa habitación, y sólo quería despertar de aquella pesadilla. Ahora debía ordenar a sus pies, que parecían haber quedado anclados al suelo, que empezaran a moverse para desaparecer cuanto antes de allí. Se encerraría en su cuarto y pensaría qué hacer hasta que se le ocurriera alguna solución, porque lo que no podía consentir era que aquellos dos malhechores destrozaran a su familia. ¡Dios! Si incluso habían hablado de asesinato. Sintió que una bocanada de bilis le subía desde el estómago y le producía violentas arcadas.
Respiró hondo y, sin perder más tiempo, dio media vuelta, pero, cuando aún no había dado el primer paso, alguien la tomó del brazo y la obligó a entrar a la biblioteca, sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

* * *

Nicholas estaba sentado en un sillón del club con una sonrisa en los labios y una copa de coñac entre sus dedos.
—¿Puede saberse por qué demonios sonríes de esa manera? Me estás asustando —le espetó Charles, a las claras preocupado.
—¿Es que un hombre no puede estar contento, viejo amigo? —le preguntó Nicholas mientras ensanchaba aún más su sonrisa.
—Un hombre cualquiera, sí. Tú, decididamente, no. La última vez que sonreíste estuvimos metidos en una mina abandonada durante dos días. ¡Dos malditos días en los que creí que nunca más volvería a ver salir el sol! Así que, permíteme si, cuando te veo sonreír, siento que alguna catástrofe está a punto de suceder. Bueno —dijo, después de ver que Nicholas no hacía ningún amago de responder a su pregunta—. ¿Puede saberse cuál es el motivo que ha causado tan espectacular efecto?
—Pues... el motivo es que, por primera vez en mi vida, me he rendido.
—¿Rendido a qué? —preguntó Charles con su curiosidad al límite.
—A lo inevitable —contestó Nicholas.
Su expresión daba a entender que no iba a hacer más comentarios para a esclarecer los interrogantes que ya se estaban formando en la cabeza de su amigo. Sin embargo, Charles no era de la misma opinión: quería saber, y quería saberlo en ese mismo momento.
—¿Y qué es eso "inevitable"?
Nicholas hizo una pausa hasta soltar su respuesta, lo que hizo que la expectativa de su amigo por lo que iba a decir fuese extrema.
—Casarme.
Charles maldijo en tres idiomas diferentes. ¿Cómo se atrevía a soltarle una noticia así sin preparación alguna?
—Charles, deberías intentar respirar —le dijo Nicholas cuando vio que su amigo estaba del color de las berenjenas.
Pasada la conmoción inicial y, en vista de la expresión de Nicholas, quien parecía divertirse mucho con la expresión de tonto que de seguro tendría en su cara, Charles preguntó con una especie de graznido.
— ¡¿Casarte?!
— Sí, Charles, has oído bien. Y, ahora, tómate el resto del coñac, anda: sólo Dios sabe las vueltas que le he estado dando a este asunto durante las últimas noches, hasta que, por fin, entendí.
—Me da miedo preguntarte, pero ¿entender que tienes que casarte, o que has perdido el juicio? Aunque me inclino más por lo segundo —dijo Charles, mientras su pierna izquierda no dejaba de temblar.
—No, ninguna de las dos cosas. Entender que me he enamorado como un colegial de ______ y que, cuanto más intentaba convencerme de que no era así, más desgraciado me sentía. Sólo cuando me rendí a lo inevitable de mis sentimientos, comprendí que no puedo apartarme de ella.
Charles alucinaba por momentos. No reconocía, en la persona que estaba hablando con él, al hombre con el que había servido en el Departamento de Inteligencia, conocido por su frialdad, su control y, en ocasiones, su fiereza. Aunque sí vislumbraba al niño con el que había crecido, hambriento de curar sus heridas con el amor que encontrara. A ese niño lo había dejado de ver hacía muchos años; en ninguna otra ocasión lo había visto confiar ciegamente en alguien.
Era una verdadera sorpresa, y sólo esperaba que ______ fuera la clase de mujer que amara y cuidara el corazón de su amigo, porque Dios sabía que se lo merecía.
—Es así que, después de aceptar que no puedo estar sin tenerla cerca, la única solución que encontré fue proponerle casamiento. ______ no se merece menos. Es más, quizás sea ella la que tenga motivos para arrepentirse —sugirió Nicholas con una sonrisa de medio lado.
—Eso ni siquiera lo digas —dijo Charles exasperado—. ______ me gusta, y creo que debe de ser una mujer excepcional para que tú albergues tales sentimientos por ella; tú eres uno de los mejores hombres que conozco. Testarudo y gruñón, eso no voy a negártelo; pero el mejor amigo que jamás nadie podría tener. Ella no se arrepentirá nunca.
Nicholas agradeció más de lo que podían expresar sus palabras. Eran muchos años de leal amistad. La vehemencia con la que lo había defendido de sus propias dudas lo hizo sentir como nuevo. Desde hacía muchos años, Charles había sido su mejor amigo y su única familia y, aunque disfrutaban lanzándose pullas con irónicas palabras, siempre sabía que podía contar con él, como en ese momento. Había expresado su temor en alto, y Charles no lo había defraudado. Con unas pocas palabras, había menguado su preocupación y la había transformado en una mera tontería.
—¿Cuándo vas a pedírselo? —Charles lo sacó de sus pensamientos.
—Mañana por la tarde.
—Y ¿sabes si ella te corresponde en tus afectos?
—Mi instinto me dice que sí, o eso espero, porque si no, voy a tener que ayudarla a comprender.
—¿Comprender qué?
—Que también está enamorada de mí.
Cuando Nicholas pronunció esas palabras Charles supo que, sin duda, eran toda una promesa.
Cande Luque
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 22 Jun 2012, 3:59 pm

Viene la mejor parte chiquis, muajajajaja.
Cande Luque
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 22 Jun 2012, 4:08 pm



Capítulo 9

Nicholas había pasado toda la mañana hecho un manojo de nervios. Era increíble. Años de enfrentarse cara a cara con el peligro, e incluso con la muerte, no habían conseguido ponerlo de esa manera. Y una mujercita, de grandes ojos verdes y deslumbrante sonrisa, la mujer que pronto esperaba que fuese su esposa, lograba perturbarlo descontroladamente. Esa dulce hechicera lo estaba volviendo loco con su candor, su inocencia y su sensualidad.
Jamás había conocido un alma más pura. Sabía que, seguramente, no la merecía; pero no podía dejar que se le escapara. Ella había calmado su rabia y calentado su interior, como nada ni nadie jamás lo había hecho antes.
Que Dios lo ayudara, porque la necesitaba, la deseaba y la amaba. Intentaría ser digno de ella. Sólo esperaba que le diera el sí cuando se lo pidiera.

* * *

Llevaba guardado el anillo en su chaqueta desde que se había levantado. El anillo que había pertenecido a su madre. Todavía podía acordarse vívidamente del día en que se lo había dado, sólo unas semanas antes de su muerte. Si se concentraba, aún podía evocar sus palabras.
—Ven, hijo, quiero darte algo.
Nicholas, que estaba sentado junto a la ventana de la habitación de su madre e intentaba capturar los escasos rayos de sol que agonizaban en el horizonte, se volvió lentamente hacia la cama.
Su madre estaba enferma, y él trataba de pasar todo el tiempo que podía allí. Le leía Los viajes de Gulliver, que tanto le gustaba escuchar a ella. Se reía cuando Nicholas intentaba dar énfasis a las escenas más inquietantes.
Él, con su intuición de niño de ocho años, sabía que se iba apagando poco a poco. Cada vez había menos vida en sus hermosos ojos.
Se sentó con cuidado en un lado de la cama, mientras su madre tomaba el joyero que siempre tenía encima de la mesilla y que custodiaba como un tesoro.
—Toma, cariño —le dijo mientras sacaba de la caja un anillo. Era una joya preciosa, con una esmeralda en el centro rodeada de diminutos diamantes. Tras mirarlo unos breves instantes, su madre, con nostalgia, se lo tendió para que lo tomara.
—¿Para qué me das este anillo, madre?
—Este anillo perteneció a mi abuela, y a mi madre después de ella. Es el anillo de compromiso de la familia Frayne. El que han llevado, durante toda su vida, como muestra del amor que ha reinado en sus matrimonios. Mi madre me lo dio cuando me casé con tu padre, porque pensaba que, al igual que ellas, mi matrimonio tendría como base el afecto y el respeto que debe haber en cualquier relación entre un hombre y una mujer que juntos van a formar una familia, pero, en mi caso, eso nunca fue así, por lo que, durante estos años, lo he estado guardando para ti.
Su madre le acarició la mejilla con ternura mientras lo miraba con todo su cariño.
— Cuando te cases, Nicholas, hazlo con el corazón; así no te equivocarás. Sabrás cuál es la mujer adecuada, porque él te lo dirá; y entonces, podrás darle este anillo. En él deposito parte de mi amor y de mis esperanzas.
— Lo haré, madre —le dijo Nicholas con una férrea determinación, impropia de su corta edad.
—Lo sé, hijo. Tú serás feliz, lo puedo sentir —dijo su madre mientras cerraba los ojos.
Últimamente, estaba siempre muy cansada y, con frecuencia, terminaban una conversación o dejaban la lectura a mitad de un capítulo por la fatiga que la embargaba.
Él intentaba mostrarse alegre cuando compartían esos ratos, cada vez más escasos, a pesar de la opresión que sentía en el pecho cada vez más fuerte y más difícil de ignorar.
Cuando salía de la habitación, no podía hacer nada por detener alguna lágrima furtiva que osaba desafiar su voluntad de ser fuerte. Por eso, se juró a sí mismo que, en eso, no fallaría a su madre.

* * *

______ estaba delante de la puerta de la biblioteca y sintió que la vida se le escapaba de entre los dedos. Sabía lo que tenía que hacer para salvar a dos personas a las que amaba, pero eso era un escaso y amargo consuelo.
Esa mañana había recibido una nota de Nicholas en la que le decía que esa misma tarde le haría una visita para hablar con ella de algo importante. No imaginaba cuál sería el motivo de su visita, pero sabía, con certeza, cuál sería el final del encuentro.
Con un último esfuerzo, reunió las fuerzas suficientes para abrir la puerta e interpretar su papel. Un papel que, a todas luces, sería el más difícil y doloroso de su vida.
Nicholas estaba vuelto de espaldas, de cara a la ventana has¬ta que la escuchó entrar, y entonces, una sonrisa que podría derretir hasta los hielos del polo cruzó su rostro, el rostro del hombre al que amaba.
¡Por Dios! ¿Cómo iba a poder hacerlo? Estaba tentada de salir corriendo y dejar que la pesadilla en que se había convertido su vida la devorara por completo, para evitar, así, hacer daño a las personas que quería; pero aquello era la vida real, y ella ya no era una niña. Lo había aprendido años atrás y no debía olvidarlo.
—______, ¿estás bien? —preguntó Nicholas preocupado al observar los surcos violáceos debajo de sus ojos.
—Sí, estoy bien. Sólo es que apenas he dormido esta noche —le contestó mientras retiraba su mano de la de él, para lo que tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad—. ¿A qué ha venido?
Nicholas sintió que algo no andaba bien. ¿A qué venía ese recibimiento tan frío?
Sin duda, se debía a que ______ estaba inquieta por su hermano. Todavía no había podido mandar a Halford, su abogado, al internado, ya que el letrado continuaba en el norte del país, en donde estaba realizando la compra de una mina importante.
Nicholas intentó calmar su desasosiego y se acercó un poco a ella.
—Si estás preocupada por lo de tu hermano, mandaré a mi abogado en cuanto vuelva de su viaje a comprobar las condiciones del internado en el que se encuentra.
______ levantó la mirada, y Nicholas vio, por un segundo, un brillo de esperanza en ellos; pero casi podía apostar que había sido sólo un espejismo, porque ese brillo desapareció en un instante y dejó un vacío que nunca había visto antes en sus ojos.
Realmente aquel no era el escenario en el que había imaginado pedir su mano; pero ya que había aceptado que, contra todo pronóstico, se había enamorado con locura de ella, nada le impediría zanjar el tema esa misma noche.
Necesitaba escuchar de sus labios que ella también lo amaba, que era suya, porque esa posición tan vulnerable lo estaba volviendo loco. Metió la mano en el bolsillo y cerró del anillo de su madre, como si de esa manera supiera que todo iba a salir bien.
Estaba claro que ______ se caía de cansancio, aunque intentara disimularlo; así que no andaría con rodeos, no la entretendría más tiempo. Se comprometerían, y luego la mandaría a descansar. Ya que iba a ser su esposa, cuidaría de ella.
Apretó nuevamente el anillo entre sus dedos y, justo cuando estaba decidido a sacarlo, las palabras de ______ lo detuvieron en seco.
—Lord Jonas, agradezco las molestias que se ha tomado con respecto a lo de mi hermano, pero me temo que eso ya no será necesario.
—¿Qué quieres decir?
Nicholas formuló la pregunta con una calma que, en realidad, no sentía. Estaba furioso: la persona que tenía delante parecía una auténtica desconocida. No por lo que le había dicho, sino por el tono que había utilizado al hablarle, un tono impersonal, gélido, con el que había matizado cada una de sus palabras.
— Lo que quiero decirle es que creo que exageré cuando le hablé de Henry. He tenido tiempo para pensar y me he dado cuenta de que mi estado se debía a una serie de situaciones que, sin duda, ha alterado mis nervios. Ello fue determinante en mi comportamiento, y por eso, siento mucho haberlo molestado de esa manera.
— ______, no me molesta ayudarte con Henry. Lo que realmente me molesta es tu evidente frialdad, que no sé a qué se debe. ¿Qué te pasa, pequeña?
______ se alejó de él cuando Nicholas intentó acercarse más a ella.
—No me pasa nada. Simplemente es que la familiaridad con la que nos hemos venido tratando ya no es posible. Mi prometido no la vería con buenos ojos.
Nicholas apretó los puños clavándose en la palma de su mano derecha el anillo que con tanta ilusión deseaba entregarle.
—¿Prometido? ¿De qué demonios estás hablando? —Su furia era ahora una realidad más que visible.
—Estoy hablando de monsieur Danvers. Nos hemos prometido, aunque no queremos hacerlo público por ahora. Nos casaremos dentro de unos meses.
Nicholas la tomó fuertemente de los brazos y la obligó a mirarlo.
—No puedes estar hablando en serio. La otra noche vi cómo intentaba...
—Eso sólo fue una pelea de enamorados —dijo ______ y se atragantó con la falsedad de sus últimas palabras.
—Eso es mentira.
—No —contestó ______, mientras lo miraba directamente a los ojos.
—Entonces, si lo que dices es cierto, y estáis tan enamorados, ¿cómo me explicas lo que ocurrió entre nosotros? ¡Responde! —bramó mientras la zarandeaba un poco.
Con un empujón, ______ se libró de sus brazos.
—Muy fácil; estaba jugando con usted y creí que usted también hacía lo mismo. Lo elegí, por eso mismo, por su reputación con las mujeres. Sólo quería divertirme un rato, coquetear con otro hombre antes de entrar en el matrimonio para toda la vida.
La mandíbula de Nicholas estaba tan tensa que parecía a punto de romperse. ¡Maldita sea! ¡Cómo lo había engañado! Toda esa dulzura e ingenuidad y la preocupación que con tanta ternura le había prodigado eran una sarta de mentiras, y él, como un estúpido, le había creído. ¡No! Eso tenía que ser un error.
—Si lo que dices es verdad, ¿por qué el otro día en el jardín, cuando estabas con él, tenías miedo? ¿Por qué?
—Ya se lo he dicho, nos peleamos. Me había visto coquetear con usted. Yo lo hice para ponerlo celoso, y funcionó. Esta mañana me pidió matrimonio. ¿No habrá pensado que mis atenciones hacia usted eran sinceras, verdad? Jamás podría estar con alguien inferior a mí, con un hombre que sólo arrojaría vergüenza a mi apellido. Alguien que dejó morir a aquellos a quienes más amaba, sin hacer nada por impedirlo.
Nicholas sintió que el corazón se le detenía. Aquello era totalmente irreal. El vacío que se iba extendiendo por su interior ya no tenía remedio, a la vez que una ira incontrolable se iba adueñando de cada poro de su piel.
¡Aquella mujer se había reído de él! Jamás, nadie, ni siquiera el bastardo que lo engendró, le había hecho tanto daño como lo había hecho ella con sus palabras. "Inferior", "vergüenza", "no hizo nada para salvarlos"; esas palabras no dejaban de retumbar en su cabeza.
En aquel momento, la odió más que a nada en el mundo; incluso más que a sí mismo, por haberla amado, por haberle contado su pasado y hacerla partícipe de su dolor. Ella había utilizado aquello con la frialdad de una serpiente y había arrojado veneno sin piedad.
Dio media vuelta, antes de que la ira que sentía le hiciera hacer algo de lo que después se pudiese arrepentir; por instantes, sentía que ya no era dueño de sus actos.
Sólo le quedaba el consuelo de que no le había pedido que se casara con él, que no le había dicho que la había amado más que a la vida misma.

* * *

______ apenas escuchó el sonido de la puerta al cerrarse tras él. Ya que se había ido para siempre de su vida, podía dar rienda suelta a su dolor, que la estaba desgarrando por dentro.
Cruzó los brazos sobre su cintura mientras se doblaba en dos. Veía borroso por las lágrimas que no paraban de brotar, mientras se mordía el labio inferior con tal fuerza que pequeñas gotas de sangre brotaron de él, en un intento por sujetar el grito de angustia que se aferraba a su garganta.
No había tenido elección, se decía una y otra vez. Aunque ese era un endeble consuelo para el dolor que había visto en los ojos de Nicholas, y del que era la única responsable.
Cuando la noche anterior, Higgins, el ayuda de cámara de su padrastro, la descubrió, la arrastró, prácticamente, al interior de la biblioteca donde su destino quedó sellado sin remedio.
Le habían ordenado, bajo las peores amenazas, que debía alejar a cualquier hombre que tuviera alguna pretensión con ella, y en especial a Nicholas. Ya estaba comprometida, le dijeron, con una sonrisa de esas que hacen temblar; y hasta el día de la boda, su nuevo hogar sería la mansión que el marqués de Lavillée tenía en las afueras de París.
Al principio, ella se había negado a convertirse en la esposa de ese degenerado de Danvers, pero como el Marqués le señaló, no podía elegir. Si no hacía lo que ellos querían, su hermano terminaría pudriéndose en Bedlam. Por si le cabía alguna duda, le aclararon lo sencillo que sería para ellos conseguir la colaboración de algún médico con pocos escrúpulos que concluyera que Henry debía su inmadurez a un trastorno mental.
______ no creía que fuera cierto todo lo que le decían; aunque era verdad que otros, antes de él, habían encerrado a una esposa o a un pariente molesto en el manicomio, pese a ser totalmente cuerdos. Era muy simple: había que sobornar a alguien con la suficiente autoridad.
¿Qué no serían capaces de hacer esos dos ladrones si ella los había escuchado hablar, con claridad de cómo deshacerse de su madre por medio de algún accidente?
Estaba claro que harían cualquier cosa para quedarse con la totalidad de la herencia.
Así fue que, después de una noche de sollozos incontrolables y de negarse a sí misma lo que estaba sucediendo, tuvo que aceptar hacer lo que ellos querían; de esa forma, protegería a su familia.
Sabía que, dos días después, partirían hacia París. Diría a todo el mundo que acompañaba a los recién casados en la luna de miel, para conocer, así, el hogar del Marqués, y después de unos meses, escribiría a determinados amigos suyos y anunciaría su compromiso y su deseo de permanecer en Francia hasta la fecha del enlace.
Lo tenían todo planeado al detalle. Le habían dado a ______ el guión que debía seguir, sin ninguna posibilidad de interponer pregunta alguna. Si se le ocurría la idea de pedir ayuda a alguien, su madre, su hermano, e incluso Nicholas, lo pagarían.
Sí, ellos habían adivinado también eso; como si hubiesen leído su pensamiento. Sabían que lo amaba, y por ello la habían amenazado. Si Nicholas sospechaba algo, se encargarían de que un asaltante lo matara en una oscura calle de Londres.
La conversación mantenida con Nicholas había sido la más difícil de su vida. Al verlo entrar, de lo único que había tenido ganas había sido de echarse en sus brazos y contárselo todo; pero la amenaza hecha por Danvers había calado hondo en su interior; no podía arriesgarse en ese punto. Si le pasaba algo por su culpa a alguno de sus seres queridos, no se lo podría perdonar nunca. Había sacado fuerzas de donde no tenía y había hecho todo lo posible por alejarlo para siempre de su lado.
No tenía duda de que lo había conseguido. La forma en que lo había hecho había sido detestable; pero había tenido que recurrir a aquello, había tenido que decirle aquellas palabras; sabía que si no lo detenía y hacía que la odiara, al final, se derrumbaría ante sus ojos y lo descubriría todo.
A pesar de eso, no podía dejar de pensar que él había confiado en ella y ¿cómo se lo había pagado? El precio había sido demasiado alto, aunque necesario. Sólo esperaba que Nicholas fuera feliz y estuviera a salvo, porque sabía, con seguridad, que él nunca la perdonaría.

* * *

Charles llamó a la puerta de la casa que su amigo Nicholas tenía en Marlborough Square. Varias manzanas más arriba, vivía ______ Bradford.
Quizás, en esos momentos, los tortolitos estuvieran juntos, porque habían pasado dos días desde que le hiciera aquel anuncio inesperado sobre su intención de casarse y, desde entonces, no había vuelto a saber nada de él. Eso no era normal; aunque, de todos modos, últimamente su amigo no hacía nada acorde a lo que esperaba de él.
Sin embargo, estaba intranquilo. Nicholas había faltado a una cita prevista para hablar de una posible inversión en un proyecto sobre casas de baja renta para trabajadores; ni siquiera le había enviado una nota para cancelarla; y eso, eso sí que lo hacía dudar acerca de que todo marchara bien.
Mientras estaba esperando a que abrieran la puerta, la mala sen¬sación que había estado esquivando durante horas tomó el control.
Booton, el mayordomo de Nicholas, asomó la cabeza por el vano de la puerta y, al comprobar que era él, lo hizo pasar de inmediato. El viejo mayordomo, un hombre mayor cuyos dolores de espalda hacían que anduviera ligeramente encorvado, había trabajado para la familia de Nicholas durante los últimos cuarenta y cinco años; había visto, con sus propios ojos, a tres generaciones de Jonas. Fue uno de los pocos sirvientes, junto con la señora Hobbs y Lilly, la cocinera, a quienes Nicholas mantuvo a su lado cuando heredó el título.
—Buenas noches, lord Benning.
—Hola, Booton, ¿está lord Jonas en casa? —preguntó mientras observaba cómo el mayordomo enarcaba una de sus canosas y peludas cejas.
—Sí y no —le contestó Booton enigmático.
—Eso es un poco extraño, ¿no?
—Pues sí, señor, pero... verá usted, hace día y medio que se encerró en su estudio y, desde entonces, no ha salido. Me dejó el recado de que despidiera a todo aquel que preguntara por él, que no quería ver a nadie. Lilly quiso llevarle algo de comer, y la echó a ladridos. No sé lo que ha pasado, pero nunca lo había visto así. Lilly nos dijo que olía a coñac, señor, aunque sé que nunca habría debido decir esto, y que la habitación está en penumbras. Yo no sé qué hacer, pero lo que si sé es que a usted lo quiere como a un hermano. Si pudiera ver qué le pasa, señor, todos se lo agradeceríamos mucho.
Charles se preocupaba cada vez más, a medida que Booton le iba relatando la situación. La sensación de desagrado que había tenido se hizo más fuerte. Ya no le cabía duda de que algo con ______ había salido mal.
—No te preocupes, Booton; veré qué puedo hacer —le dijo Charles al ver la cara del mayordomo más cansada que de costumbre.
—Gracias, señor. —Hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.
Sin más dilación, se dirigió al estudio y abrió la puerta. Lilly había dicho la verdad. El aire estaba viciado, impregnado con el olor del coñac francés, y las ventanas estaban cerradas herméticamente. Todo estaba en penumbras. Sólo una vela encendida, encima de la repisa del hogar, hacía posible distinguir la silueta de Nicholas.
—¡He dicho que no quiero ver a nadie! —bramó.
—¿Ni siquiera a mí? —le contestó Charles mientras se acercaba a él y se sentaba en el sillón de enfrente.
Nicholas lo miró con la expresión más fría y vacía que él podía recordar.
—¿Qué ha pasado? —preguntó y temió la respuesta.
—Nada que no me merezca, por confiar en una mujer.
—Así que es por ______, ¿no?
Nicholas no le contestó, pero tampoco hacía falta. ¿Qué le habría hecho esa bruja? Sabía que él no estaría así por cualquier cosa.
—¿Le pediste que se casara contigo?
Algo parecido a la furia más letal brilló en los ojos de su amigo. Tenía el pelo revuelto como si se lo hubiera estado despeinando durante las últimas horas. Sólo llevaba una camisa remangada y los pantalones con las botas de montar. Seguramente estaba así vestido desde el día que vio a ______.
Cuando ya se estaba recostando en el sillón dispuesto a esperar, Nicholas le contestó.
—No, no me dio tiempo, y doy gracias a Dios por ello. La inocente y dulce ______ estaba ya comprometida, y parece ser que, para conseguirlo, me utilizó a mí como cebo.
—¿Qué hizo qué? —preguntó Charles.
—No merece la pena. Sólo quiero no hablar más de ello y no volver a escuchar jamás su nombre. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —afirmó Charles.
Se quedaron allí, en silencio, durante un largo rato. Nicholas, intentando encontrar un momento de paz en las densas tinieblas que, con fuerza, habían vuelto a él; y Charles, alimentando su odio por ______, la mujer que había conseguido destrozar a su amigo.
Cande Luque
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 22 Jun 2012, 4:35 pm

Capítulo 11

Nicholas se dirigía al club después de haber pasado unas horas con su amante ocasional, lady Constance Penrose, una de las mujeres más hermosas de Londres. Nunca antes había estado más de dos noches seguidas con la misma mujer hasta que la conoció.
Constance había aceptado todas sus condiciones, hasta ese momento. Por eso él hizo una excepción con ella, y no se arrepentía. Sin embargo, la aventura estaba llegando a su fin. Cada vez era más posesiva y, aunque era una compañera de cama excelente, complaciente e imaginativa, tenía que dejarla. A pesar de que Nicholas había dejado bien en claro la naturaleza de su relación desde un principio: "placer sin compromisos y sin reproches", Constance parecía haber cambiado de opinión.
De todas maneras, esa noche su humor era sombrío, más que de costumbre. Además de las maquinaciones de Constance, con la que ni siquiera se había acostado desde hacía una semana, estaba esa bruja de ojos verdes que había vuelto a Londres.
Sabía que no se había casado. Al parecer, su prometido había muerto en un naufragio, lo que era realmente una pena, porque pensaba que esos dos se merecían el uno al otro.
En ese momento, ______ era extremadamente rica, y eso significaba que acudirían a ella tantos pretendientes como moscas a un tarro de miel. ¡Que Dios se apiadara del imbécil que se cruzara en su camino!
Charles le había dicho que ______ se iría a Escocia en unas cuantas semanas, así que sólo esperaba que esas semanas pasaran pronto, ya que, sin saber por qué, su vida amorosa, desde su vuelta, había sido prácticamente nula. No podía sacársela de la cabeza. Había pasado un año y medio sin permitirse tener ni un sólo pensamiento acerca de ella. Más de media docena de mujeres tenía en su haber; entre ellas, Constance. Y cuando creyó que lo había conseguido, aparecía otra vez. ¡Maldita fuera esa mujer!
Entró al club, se acercó al sillón en el que se encontraba Charles y dejó sus pensamientos a un lado.
—¿Nicholas? No esperaba verte tan pronto esta noche. ¡Qué diablos! Ni siquiera te esperaba. Creía que me habías dicho que hoy pasarías la velada con lady Penrose —le dijo Charles mientras movía suavemente el coñac de su copa.
—Sí, es cierto. Yo tampoco esperaba encontrarme aquí, pero ya ves.
—¿La noche no ha sido como tú esperabas?
—No, digamos más bien que la compañía empieza a ser demasiado exigente.
—¡Vaya! Eso puede ser un problema. ¿Qué vas a hacer?
—Terminar con ella.
Charles sonrió, lo que hizo que Nicholas alzara una ceja.
—Sí, decididamente creo que eso terminará con tus problemas.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Nicholas con evidente exasperación.
—Pues que llevas gruñendo desde que te enteraste..., desde que te dije que ______ estaba en la ciudad.
Nicholas tomó la copa que le había traído el camarero, dio un trago generoso al brandy de quince años y se atragantó cuando escuchó el nombre de aquella bruja.
—¡Maldita sea! Te dije que no quería volver a hablar de ella.
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Charles y levantó las manos en señal de rendición.
—Sólo quería comentarte que firmé los papeles de la compraventa de la propiedad que me interesaba. No la vi, nuestros abogados arreglaron todo.
—¡Enhorabuena! —le contestó Nicholas con un matiz sarcástico, que provocó que Charles sonriera de medio lado.
—Bueno, cambiando de tema; mi tía, la madre de Mary Beth, nos espera a los dos, pasado mañana, en la presentación de mi prima Rose.
—De acuerdo, allí estaré —contestó Nicholas.
—¿No vas a discutir?
—No, tu tía es una de las pocas personas que me gustan, aparte de lady Jane; así que iré.
—¿Irás con lady Penrose?
Nicholas lo miró como si fuera a fulminarlo. Sin duda, la presentación de Rose iba a ser muy interesante.

* * *

Mary Beth pasó a buscarla a las nueve, tal y como había prometido. Tenía los pies como si hubieran caminado sobre brasas ardientes, debido al trajín de haber visitado todas las tiendas de Bond Street para realizar un sinfín de compras. Luego de esa hazaña, llegaron a la boutique de madame Lorraine.
La tienda era exquisita. Decorada con evidente toque francés, seguía siendo la más visitada por las damas que deseaban renovar su vestuario.
—¡Hola, lady Benning! ¿Lady Bradford? —dijo madame Lorraine con absoluta sorpresa cuando posó sus ojos en ella—. ¡Qué placer volver a verla!
—Gracias, madame.
—Colette, querida, llámeme Colette.
Madame Lorraine era una mujer de edad indeterminada. Nadie podía decir si tenía veinticinco o cuarenta y cinco años. Las arruguitas que se formaban en el contorno de los ojos delataban su madurez, pero su cara siempre juvenil y su impresionante figura lo desmentían. La expresión de madame Lorraine se tornó más seria.
—Me enteré de la muerte de su madre y su hermano. No sabe cuánto lo siento, querida.
______ asintió en señal de agradecimiento.
—Bueno —dijo madame Lorraine y dejó entrever una leve sonrisa—. Espero que lo que las traiga por aquí sea la adquisición de un vestuario nuevo.
—Sí, queremos que ______ vaya a la última moda, aunque me temo que la gama de colores se verá reducida a unos pocos. Todavía no se atreve a utilizar tonos más claros —explicó Mary Beth.
—No importa, chérie, la señorita Bradford quedará preciosa con los vestidos que le confeccione. Con esa figura, ¡mon Dieu!, será una sirena. Ahora, si no les importa esperar unos minutos, termino con una clienta a la que le estoy haciendo una prueba, y enseguida estoy con vosotras.
—De acuerdo, madame. No se preocupe, mientras tanto, miraremos unos cuantos accesorios —dijo ______.
—Perfecto —sonrió Colette—. En un instante, vuelvo.
Y con un andar enérgico, desapareció hacia el interior de la tienda.
______ y Mary Beth se dedicaron a mirar algunos preciosos sombreros que adornaban la estantería mientras que, en la parte trasera de la tienda, madame Lorraine hablaba animadamente con su clienta. A pesar de no querer prestar atención a la conversación, las voces se oían con claridad y, a su pesar, la invitaba a aguzar sus sentidos para tratar de escuchar algo. Esto hizo que ______ aferrara el sombrero que estaba admirando en ese momento con más fuerza de la necesaria cuando ciertas palabras retumbaron en sus oídos.
—Oh, chérie, lord Jonas estará encantado con este vestido. Estás maravillosa.
—¿Verdad que sí? —dijo una voz aterciopelada—. Últimamente, está muy atento conmigo. Creo, Colette, que no falta mucho para que me haga la proposición.
—¿De matrimonio?
—De qué si no. Ya han pasado tres años desde que murió mi marido y, desde hace seis meses, Nicholas y yo estamos más unidos que nunca. Vamos juntos a todas las reuniones, a los bailes y a los eventos relevantes en Londres. Antes, me conformaba con ser amigos íntimos; ya sabes por qué. Ese hombre es un volcán y, además, rico. Pero ahora, creo que sería, sin duda, una condesa perfecta para él.
—Sin duda —escuchó decir a madame Lorraine.
—¿Te pasa algo, ______? Estás blanca, y parece que fueras a desmayarte.
Las palabras de Mary Beth y su expresión preocupada la hicieron volver a la realidad y dejó a un lado la conversación que acababa de escuchar.
—No, no, estoy bien. ¿Qué te hace pensar lo contrario? —le contestó ______ e intentó parecer despreocupada.
—¿Pues el hecho de que estás temblando, por ejemplo? Ven, siéntate. Ya no estás acostumbrada a todo este ajetreo. Soy una desconsiderada, porque debí haber pensado en ti; pero es que estoy tan entusiasmada con esto de estar otra vez juntas, que he sido una bruta. Y para completar la mañana, tenemos que estar aquí escuchando a esa viuda prepotente de lady Penrose, que alardea ser la amante de lord Jonas. ¡Como si todo el mundo no lo supiera! Y además, tiene la des¬fachatez de asegurar que se casará con él. Es increíble.
______ había vuelto a palidecer. Desde aquella fatídica noche en la que le había arrojado a Nicholas aquellas horribles palabras a la cara, había sabido, con certeza, que lo había perdido para siempre. Se había autoconvencido de que lo más importante era que, de aquella manera, Nicholas estaría a salvo y que, con el tiempo, llegaría a conocer a alguien que lo haría sonreír de nuevo y de quien se enamoraría. Aquella certeza se le había clavado en el corazón como un puñal. No había imaginado, hasta ese momento, que dolería tanto.
—______, realmente no estás bien. Creo que es mejor que nos vayamos y volvamos en otro momento.
—No, no seas tonta. Ya que estamos aquí, veremos esos vestidos.
Mary Beth tenía una ceja levantada, y ______ sabía que, cuando hacía eso, era porque estaba atando cabos.
—¿Es por lord Jonas, verdad?
Su amiga era demasiado observadora.
—No digas tonterías, Mary Beth —le dijo ______, aunque sus palabras sonaran faltas de convicción hasta para ella misma.
— ¡______ Bradford, sé cuando mientes! —le dijo Mary Beth mientras la amenazaba con un dedo.
— ¡Mary Beth Benning, no me señales con ese dedo, si no quieres que te lo rompa!
—Ahora sí estoy segura de que tiene que ver con lord Jonas. Esa vena agresiva te delata, así que, dime: es por lo que ha dicho esa víbora de Constance Penrose, ¿verdad?
______ suspiró. Su amiga era peor que un perro de caza.
— ¡Vamos, ______! Sé que algo pasó entre vosotros dos. Desde que te fuiste, mi primo te tomó aversión; y eso sólo puede significar una cosa, y es que Charles piensa que le hiciste algo a su amigo.
— De acuerdo, señorita Radcliffe. Antes de irme me... me enamoré de él. Y creo que Nicholas también de mí —dijo mientras movía la mano en un gesto que daba a entender que era obvio lo que estaba diciendo.
Mary Beth la miraba sin pestañear, ansiosa por conocer el resto de la historia.
—¿Y qué pasó?
______ rehuyó su mirada, consciente de que lo que iba a contarle, no iba a hacerla sentir orgullosa, precisamente.
—Pues lo que pasó es que vino a verme al día siguiente de que el Marqués y Andreu me sorprendieron. Me habían visto con él en varias ocasiones y, alertados sobre el hecho de que Nicholas pudiera tener algún interés en mí que, tal vez, interferiría con sus planes, me ordenaron que lo desalentara, que hiciera que no quisiera volver a verme. Me dijeron que podían hacerlo asesinar, incluso, si yo no colaboraba. Y créeme, Mary Beth, que representé bien mi papel de pérfida. Le dije unas cosas tan horribles que sé, con seguridad, que nunca me perdonará.
— Sí, lo hará. Lo hará si se lo cuentas.
— ¡No! Prefiero su odio a su lástima. Prométeme que nunca le dirás a nadie todo lo que te he contado. ¡Prométemelo!
Mary Beth cedió a su ruego al ver la angustia que marcaban las facciones de ______.
—De acuerdo, te lo prometo.
—Ahora entiendo por qué mi abogado me comentó que tu primo había estado excesivamente frío cuando realizó la oferta para la compraventa de la propiedad de Bath. Debe de odiarme también.
—Esto no es justo, y si piensas que puedo quedarme cruzada de brazos mientras ellos creen que tú eres...
—Me lo prometiste, Mary Beth —la cortó ______—. Además, así es mejor. Dentro de poco me iré, y todo esto ya no tendrá importancia.
Mary Beth no pudo evitar pensar que su amiga estaba completamente equivocada. Le había prometido que no "diría" nada, pero no que no "haría" nada. Con esa idea rondando sus pensamientos, sus labios se curvaron en una leve sonrisa.
—Mary Beth, ¿en qué estás pensando? —le preguntó ______ con recelo—. Estás sonriendo, y eso significa sólo una cosa, y yo te digo que, sea lo que sea lo que tengas en mente, ¡olvídalo!
En ese mismo instante, una hermosa mujer de largos cabellos plateados y enormes ojos azules salió del vestidor. Pasó por delante de ellas y les deseó buenos días antes de abrir la puerta y salir por ella con una gracia natural.
______ sabía que acababa de conocer a la amante de Nicholas, lady Penrose.

* * *

— Gail, date prisa.
—Ya voy, ya voy. ¡Dios mío! Nadie tiene consideración hacia una pobre anciana.
—¿Anciana? Gail, tienes cuarenta y ocho años —sonrió ______.
—¿Y qué? Podré tener esa edad, pero con los disgustos, es como si tuviera ochenta.
—¿Has encontrado el adorno?
— Sí, aquí está, muchacha inquieta —le contestó mientras se lo mostraba.
— Es que estoy nerviosa.
Gail alzó una ceja como si lo que le había dicho hubiese sido una sorpresa. ______ pensó que, sin duda, era una exagerada.
—¿De veras? No me había dado cuenta —le dijo Gail con un toque irónico en su voz.
Gail vio por el espejo frente al que estaba sentada ______ cómo hacía una mueca, en protesta por su evidente sarcasmo.
— Hace mucho tiempo que no voy a un evento, y menos a un baile.
— Lo sé, __ —le dijo Gail mientras entrelazaba las perlas que había estado buscando, momentos antes, en el pelo de ______—. Sin embargo, creo que te hará muy bien. Este último año y medio ya ha quedado atrás, para siempre, y tienes que continuar con tu vida. Esta es la forma de hacerlo. Cuando vuelvas, tendré preparadas unas rosquillas de chocolate y un pastel de ciruelas: daremos cuenta de ellos mientras tú me relatas qué tal ha ido todo.
Mientras Gail acababa con el tocado, ______ sólo podía pensar en cómo se había podido dejar enredar por el diablillo de Mary Beth. El motivo de su llegada a Londres había sido sólo para arreglar los papeles de la herencia. Su idea era irse, cuanto antes, a Escocia, donde podría descansar y olvidar. Sin embargo, estaba arreglándose para ir a una fiesta, en donde se cruzaría con un montón de conocidos que preguntarían sobre los últimos acontecimientos de su vida y a los que no sabría cómo contestarles. Su abuela le había dicho una vez: "Si tiene solución, dásela; sino, ¿para qué te vas a preocupar?". Guardó ese consejo en un bolsillo de su memoria, reunió toda la determinación con la que podía contar, se miró al espejo y se juró que ya no volvería a quitarle el sueño. Lo que no sabía era cuan equivocada estaba al afirmar eso.

* * *

La calle estaba atestada de carruajes que esperaban su turno para detenerse delante de la puerta de Norfolk House.
______ estaba a escasos metros de la fastuosa casa en la que, esa noche, se rencontraría con la sociedad londinense. Algunos serían viejos conocidos, y otros representarían las caras nuevas de la temporada, cuya aparición en la escena social sería el comentario de todos los invitados.
Le sudaban las manos dentro de sus elegantes guantes de raso. Se alisó, por décima vez, los pliegues del vestido azul zafiro elegido para esa noche. Unas cuantas perlas adornaban su grácil cuello y sus pequeñas orejas, y hacían juego con las que Gail había entrelazado en su cabello; producían el mismo efecto que las estrellas sobre el firmamento.
Cuando llegó, por fin, a la entrada, el lacayo abrió la puerta de su carruaje y le ofreció la mano para ayudarla a bajar. Sin más dilación, se unió a la cola de invitados que esperaban su turno para ofrecer sus respetos a los anfitriones, quienes, con una sonrisa en los labios, soportaban estoicamente los comentarios y agradecimientos sin fin que les prodigaban.
Por cómo había sido la última vez que había asistido a una fiesta de los Condes, sabía que estos no hacían nada a medias. No recordaba la cantidad de gente que acudía a sus invitaciones, siempre deseosas de congraciarse con alguien de la nobleza con claras influencias sobre el Rey. Por lo visto, pensó ______, no todo había cambiado.
—Buenas noches, lord y lady Norfolk.
Ambos sonrieron abiertamente cuando la tuvieron frente a sí.
—Hola, ______, ¡qué alegría para nosotros volver a verte! —le dijo la madre de Mary Beth, mientras tomaba su mano entre las suyas. Un gesto cariñoso y poco usual, que la emocionó.
—Estoy muy contento de que estés de nuevo entre nosotros. Sentimos mucho lo de tu hermano y lo de tu querida madre. Sé que ha debido de ser muy difícil para ti. Han sido demasiadas tragedias en tan poco tiempo. Sólo puedo decirte que aquí nos tienes a los dos, a tu disposición para lo que te haga falta —le dijo el conde de Norfolk, algo emocionado también.
— Gracias, milord, sus palabras significan mucho para mí —le contestó ______ con un brillo acuoso en la mirada.
— Lo sé —dijo el Conde—. Y ahora, pequeña, ve y diviértete. Mary Beth no hace más que venir a cada rato para ver si has llegado. La verdad —le dijo y se acercó a ella como si la fuera a hacer confidente de un gran secreto— es que me está sacando de quicio, más de lo normal. Te aseguro que es más de lo que un padre puede soportar —dijo con una sonrisa en sus labios, que desmentía por completo su anterior reproche.
______ sonrió mientras pasaba al interior del salón. Era muy amplio, tal y como lo recordaba, con grandes cortinas de brocado azul, elegantemente recogidas en los extremos para permitir que los invitados pudieran ver el jardín que, a través de las majestuosas puertas de cristal, evocaba el Edén. Un parque que tentaba con las suaves fragancias que la brisa nocturna deslizaba hacia el interior del salón: gardenias, rosas silvestres, y una planta exótica y rara que le había regalado el embajador de España, el jazmín, cuyo perfume hacía soñar con las estrechas calles de ventanales enrejados y noches embrujadas de Andalucía.
El salón estaba iluminado por la araña más majestuosa que había visto jamás y, en los extremos de la estancia, había bancos de seda azul con motivos florales, donde las viejas matronas buscaban un hueco desde donde poder contemplar a sus pupilas.
Cerca de las puertas que daban al balcón, había dispuesta una larga mesa con un mantel de bordado blanco que contenía la ponchera y una gran variedad de refrescos.
Se sentía pequeña ante tal esplendor. Haber estado encerrada durante tanto tiempo tenía sus consecuencias, como el hecho de que, todavía, le costaba estar en sitios con tanta gente alrededor.
— ¡Dios mío, ______, estás preciosa! —le dijo Mary Beth y la sorprendió por la espalda.
— ¡Qué susto me has dado!
—Ya veo. ¿En qué estabas pensando? Llevo un rato haciéndote señas desde el otro lado del salón.
______ sonrió a su amiga que tenía el entrecejo fruncido.
—No estaba pensando en nada en especial, sólo estaba intentando acostumbrarme a toda esta multitud. Estoy un poco nerviosa.
—______, no tienes nada que temer. Después de tus últimas experiencias, te mereces disfrutar; relájate y déjate llevar por la noche —le dijo mientras le guiñaba un ojo.
—¿Dónde está Rose? —preguntó ______ para cambiar de tema.
—Allí la tienes —dijo Mary Beth, a la vez que señalaba con la cabeza un grupo de jóvenes reunidos en torno a alguien—. Luego nos acercamos a saludarla, porque ahora me temo que no podríamos, con todos esos pretendientes pululando a su alrededor. Comprobarás que mi pequeña hermana ha cambiado un poco. Es una hermosa muchacha que, como puedes ver, ha levantado pasiones.
—Ya veo —dijo ______ y se puso de puntillas para intentar ver a Rose entre ese enjambre de jóvenes enfervorizados.
Mary Beth entrecruzó su brazo con el de ella y la obligó a mezclarse entre los invitados. No habían dado ni dos pasos cuando un hombre, increíblemente apuesto, apareció frente a ellas.
—Buenas noches, señorita Benning.
—Buenas noches, lord Drake —dijo Mary Beth, demasiado deprisa según el parecer de ______.
—Se la ve preciosa esta noche, si me permite decírselo.
______ notó cómo Mary Beth le apretaba el brazo en demasía y, al parecer, sin darse cuenta.
—Gracias, es usted muy amable; aunque en todos estos meses, apenas me ha dirigido una mirada; así que, discúlpeme si pienso que realmente no se ha acercado con el ánimo de halagarme, sino con alguna oculta intención.
—Vaya, señorita Benning, eso ha dolido —dijo lord Drake y puso una mano en el corazón simulando haber recibido una herida mortal.
—No creo, y si es así —dijo Mary Beth mientras empezaba a esgrimir una irónica sonrisa— sé que usted lo superará con rapidez.
Lord Drake no se quedó atrás y, exhibiendo parte de sus dientes, las deleitó con una sonrisa que hubiese hecho temblar a más de una fémina presente.
—¿Sabe? Es usted tremendamente perspicaz, pero, a riesgo de que no me crea, también es en extremo hermosa.
—De acuerdo, lo perdono —dijo Mary Beth con un tono más displicente—. Y, ahora, si me lo permite, quisiera presentarle a mi mejor amiga, lady ______ Bradford, que, sospecho, es el motivo secreto por el que usted se ha acercado a nosotras.
En ese momento, ______ estaba alucinando con los dos, pero ¿dónde había quedado la sutileza?
—Encantado de conocerla, milady —le dijo lord Drake mientras le besaba la mano con un gesto muy caballeroso.
De un metro noventa, por lo menos, ancho de hombros y ojos de color avellana, aquel adonis de cabellos rubios tenía un aire de pilluelo por demás encantador y también, en exceso peligroso.
Lord Drake le ofreció su mano y sacó a ______ de sus pensamientos.
—¿Me concedería este baile? Por favor —dijo al ver que ______ dudaba—. No creo que pueda soportar que otra hermosa dama me infrinja otra herida esta noche. Tenga piedad de este humilde servidor y acepte.
—¿A este punto hemos llegado, lord Drake? —Preguntó Mary Beth con una sonrisa irónica—. ¿Debe recurrir a la piedad de una dama para conseguir un baile?
Lord Drake miró a Mary Beth con una ceja apenas enarcada, visiblemente divertido.
—Sí; como ve, usted me ha reducido, con su indiferencia, a este lamentable estado. Su efecto sobre mí no tiene límites.
—Será adulador —dijo Mary Beth, y convirtió, con su gracia natural, las irónicas palabras de lord Drake en todo un cumplido.
Lord Drake volvió a posar de nuevo sus ojos en ______.
—¿Vamos?
—Será un placer, milord.
______ colocó su mano en el brazo de Drake mientras se encaminaban al centro del salón, donde parejas llenas de vitalidad giraban al son de las notas de un vals. Sin perder ni un instante más, se unieron a ese torbellino de color producido por los majestuosos vestidos de las damas que, al girar, formaban un hermoso caleidoscopio.
Al encontrarse entre los brazos de lord Drake, se acordó de otro baile y de otros brazos, aquellos que la habían hecho despertar a sensaciones que, por aquel entonces, ni siquiera había sabido que existiesen.
—Baila usted maravillosamente bien —le dijo Drake y la rescató de sus recuerdos.
—Gracias. En este caso, es fácil, porque sólo tengo que dejarme llevar por todo un maestro.
Drake sonrió con franqueza, y esto le confirió un aspecto casi infantil.
—Y la señorita Benning dice que soy yo quien adula; sin embargo, tengo que reconocer que estoy encantado de oírla decir eso.
—Los que me conocen, saben bien que no soy dada a conceder elogios. Está claro que es usted un gran bailarín, y lo sabe. No he hecho más que subrayar una evidencia.
La cara de lord Drake denotaba asombro.
—Es usted muy directa, señorita Bradford.
______ reconoció para sí que se había excedido, pero no quería que pensara que lo había elogiado con el fin de coquetear con él. Después de ese último año, lo último que quería eran juegos de esa índole.
—Lamento que eso lo incomode, y siento si mis palabras han sido demasiado bruscas.
—El que lo lamenta soy yo —le dijo Drake mientras la hacía dar una vuelta con gran energía. Si seguía así, pensaba ______, cuando acabara, tendría que sentarse. Se sentía como si tuviera noventa años, totalmente oxidada. ¿Se estaría pareciendo a Gail acaso?
—Verá —continuó su compañero de baile—, temo que mi sangre italiana me traiciona muy a menudo; a veces soy demasiado impulsivo. A la señorita Benning le encanta ponerme en mi sitio cuando cree que he cruzado los límites de la caballerosidad; así que, si me perdona por mi estupidez, le estaré eternamente agradecido.
______ no tuvo otro remedio que sonreír. Ese hombre habría sido capaz de engatusar hasta a una babosa.
—¿Así que es italiano? —le preguntó cuando terminó el vals y se dirigieron a la mesa para tomar un ponche.
—La mitad. Mi madre era italiana, y mi padre, el hijo de un marqués inglés. Se enamoraron perdidamente y, cuando mi abuelo materno le dio la posibilidad a mi padre de manejar su compañía naviera, no lo pensó. Se fue a Génova donde se casaron y vivieron felices durante más de veinte años.
—Eso suena muy bien. Tuvo que tener una infancia llena de felicidad.
—En eso acierta. He sido sumamente afortunado. Por desgracia mis padres murieron hace poco tiempo, y con pocos días de diferencia; mi madre no pudo soportar la ausencia de mi padre.
— Lo lamento mucho —le dijo ______ que sentía cómo su corazón reconocía la pena de él.
— Sí, bueno —dijo mientras la miraba fijo—, ellos siempre decían que cuando se fueran de este mundo, querían hacerlo juntos. Creo que fue mejor así. Ninguno de ellos habría sabido vivir sin el otro.
______ pensó que eso era muy hermoso. Que dos personas pudiesen amarse hasta tal punto, de no concebir su existencia sin la compañía del otro. Una punzada la recorrió en su interior. Ella sabía que eso nunca le pasaría, porque su corazón ya tenía dueño; un hombre que, sin duda, no querría volver a verla jamás.
—Espero no haberla perturbado con mis recuerdos, signorina. Se la ve algo pálida.
—No, no es nada, no se preocupe. La verdad es que no estoy acostumbrada a bailar el vals con tanto ímpetu. Estoy un poco acalorada, eso es todo.
—¡Señor Drake! ¡Qué placer volver a verlo! —exclamó un caballero de cara rubicunda mientras se acercaba a ellos.
—Yo también me alegro. Hace mucho tiempo de la última vez; Roma, ¿verdad?
______ se disculpó y se encaminó a la terraza mientras lord Drake seguía hablando con el que parecía un antiguo conocido. Quería tomar un poco de aire fresco para contrarrestar el aire viciado y cargado que se respiraba en el salón. Cuando salió fuera, anduvo los pocos pasos que la separaban de la balaustrada, se apoyó en ella y si¬tió la frialdad del mármol bajo sus dedos. Había luna llena que, con su pálido resplandor, creaba misteriosas sombras sobre la hierba del jardín.
Quizás fuera por la conversación que había mantenido con lord Drake, pero estaba inquieta. Sus sentimientos le estaban jugando malas pasadas; como en ese momento, en el que, en la intimidad de la noche, sin más compañía que sus pensamientos, un escalofrío jugueteaba con sus emociones y hacía que se abrazara a sí misma en un acto reflejo de protegerse de un frío que no existía. No sabía si era producto de su imaginación o de vagar por sus pensamientos, pero tenía una extraña sensación que aumentaba a cada instante. El escalofrío se intensificó y le cruzó la nuca como un relámpago en el cielo nocturno. Un presentimiento empezó a rondarla, la sensación de que no estaba sola y de que era observada. Dispuesta a confrontar sus dudas, miró alrededor en busca de ese fantasma y lo vio. Ahí estaba. Un hombre entre las sombras, casi imperceptible al ojo humano si no hubiera sido porque un punto de luz perteneciente al extremo de un cigarrillo, delataba su presencia.
Su corazón empezó a latir desbocadamente porque, a pesar de la oscuridad, lo reconoció antes de que su voz retumbara en su cabeza.
—Buenas noches, lady Bradford.
Lord Nicholas Jonas salió de las sombras y se acercó, con sigilo, a ella.

Capítulo 12

Nicholas había llegado temprano al baile y no pensaba quedarse mucho tiempo. Sus planes hacían que le fuera imposible permanecer durante toda la velada en casa de los Norfolk. Una de las cosas que iba a hacer esa noche era poner fin a su relación con Constance. Después de haberla recogido unas horas antes, y haber permanecido en el baile, sin que nada durante la velada hubiese delatado su intención, tenía planeado que aquella vez fuera la última que habrían de pasar juntos.
Con un vestido dorado y un escote que dejaba poco a la imaginación, su amante estaba realmente magnífica. Lástima que su ambición hubiese sido mayor que su deseo de disfrutar de su mutuo acuerdo.
La presentación de Rose había reunido a los más grandes baluartes de la aristocracia, atraídos más por la influencia del Conde que por la presentación en sí; aunque para ser justos, los encantos de Rose tampoco eran escasos. La había visto rodeada de numerosos pretendientes, deseosos de ser los destinatarios de una de sus sonrisas. Estaba preciosa y, sin duda, iba a ser el objeto de los quebraderos de cabeza de más de uno.
Tras haber bailado con varias damas, había buscado una copa de champán, se había retirado a un rincón y se había apoyado en una de las columnas que apuntalaban los extremos del fastuoso salón.
Desde allí podía observar a Constance, que reía y bailaba con el joven Kenyon. El pobre estaba embelesado y era, en las manos de su amante, tan maleable como la mantequilla.
—Buenas noches, amigo. Ya pensé que te habías arrepentido de asistir a la presentación de la mocosa.
Nicholas miró a Charles con sonrisa burlona.
—Y yo que pensaba que eras una persona puntual. Llevo aquí más de una hora.
—¿Y la estás pasando bien?
—Oh, sí, no está nada mal —dijo Nicholas con un dejo irónico que hizo que Charles alzara su ceja izquierda—. Dos caballeros, que ni siquiera conozco, me han pedido opinión sobre sus inversiones; cuatro madres me han perseguido para presentarme a sus bien amadas hijas; he bailado dos valses y cuatro contradanzas con amigas de tu abuela; y estoy esperando ansioso el momento en que salga de aquí y rompa la relación con mi amante. Como ves, todo lo que un caballero puede desear: juerga y perversión a mares.
—¿Así que estamos irónicos esta noche, eh?
—No lo suficiente —dijo Nicholas y tomó un sorbo de champán.
Sintió que las burbujas de esa exquisita bebida se le atragantaban y le obstruían las vías respiratorias porque, junto a las parejas que danzaban las notas de un vals de Strauss, se encontraba ______. Podría haberla reconocido entre un millón de personas.
Estaba aún más hermosa de lo que recordaba, con un vestido azul zafiro, cuyo escote se destacaba como la corona en un rey y dejaba entrever el nacimiento de sus pechos.
Estaba sonriendo lo suficiente para iluminar la habitación, y esa sonrisa, llena de todo su candor, iba dirigida a un sólo hombre: lord Drake. ¡Pobre diablo!, no sabía que quien tenía entre sus brazos no era un ángel, sino una mujer fría y calculadora, que se divertía jugando con los simples mortales. Seguramente, la naturaleza le había concedido tan exquisita belleza para compensar el bloque de hielo que portaba en su interior.
—Ya la has visto, ¿verdad?
No hacía falta que le dijera a quién se estaba refiriendo.
—Sí, la he visto —le dijo, en un tono que denotaba cuánto le disgustaba el hecho.
—No sabía que iba a venir, Nicholas; pero debí de haberlo adivinado. Mary Beth y ella han vuelto a hacerse inseparables.
—Tu prima debería tener más cuidado a la hora de retomar viejas amistades.
—Lo sé, y no creas que me hace gracia que esté en su compañía; pero cualquiera que conozca a Mary Beth sabe que, cuando toma una decisión, nadie la hace cambiar de idea. Y en este caso, se ha propuesto, con firmeza, disfrutar de la compañía de ______ hasta que se vaya. Siempre he pensado que mi prima era inteligente y sensible, pero creo que esas cualidades desaparecen en lo que conciernen a su amistad con ella.
—¿Le has comentado tu parecer? —le preguntó Nicholas.
—Se lo he insinuado en alguna ocasión y, cada vez que lo he hecho, me ha dicho que me calle, que no entiendo nada, que no conozco ni la mitad, y luego, cortésmente, me manda al infierno.
—¡Vaya! Qué elegancia en sus formas.
—Ni que lo digas. La última vez me sentí como si me clavara un cuchillo, así que he desistido. Sólo espero que se dé cuenta por sí sola.
—¿Y qué es eso de que no sabes ni la mitad?
—No lo sé, amigo; aunque, seguramente, es alguna estúpida historia que le habrá contado ______.
Nicholas miró de nuevo a la pareja que se deslizaba por las baldosas de color crema como si fueran humo. Sintió que la mano en que sostenía la copa se contraía tanto que temió quebrar el cristal.
Por lo visto y, muy a pesar suyo, después de un año y medio, ______ no lo dejaba tan indiferente como hubiese querido.
De pronto, sintió que el ambiente se estaba volviendo sofocante; se disculpó ante Charles y salió a la terraza en busca de aire fresco. Sacó un cigarro de su pitillera y lo encendió, en un intento por retomar las riendas de su traicionero cuerpo que había respondido, a pesar de su renuencia, a la esplendorosa sensualidad de ______.
¡Maldita sea! Ninguna mujer había tenido nunca poder sobre él, excepto aquella. Se negaba a ver esa verdad que clamaba a gritos: que todavía la deseaba; y la deseaba más que nunca.
Un leve sonido de pasos lo rescató de sus pensamientos. Parecía que alguien no estaba dispuesto a dejarlo disfrutar de ese momento de soledad. Era una mujer, y no una mujer cualquiera, sino el objeto de su rencor, la destinataria de su deseo. Ella se había detenido cerca de la balaustrada y había levantado su cabeza hacia el firmamento para mirar las estrellas. Un extraño sentimiento le hizo permanecer unos instantes entre las sombras, mientras la observaba. Por lo que podía ver, todavía tenía, quizás más que nunca, ese aire angelical y dulce que la hacía parecer un ser etéreo. Sus formas, a pesar de estar más delgada de lo que recordaba, habían adquirido una mayor madurez y le conferían una plenitud exquisita. Su grácil cuello, en el que se acunaban un par de rizos dispuestos al azar, se movió hacia la izquierda, a la vez que fruncía levemente la frente. Era como si hubiese sentido su presencia en mitad de aquel edén ficticio.
Ya no pudo permanecer allí y, guiado por un imperioso impulso, salió a la luz para enfrentar la vulnerabilidad que parecía apoderarse de él cada vez que posaba sus ojos en ella. Quería sentir la rabia en sus venas cuando hablaran y ver la mentira en su rostro, para desterrarla, de una vez por todas, de su vida.
Tiró el cigarrillo a un lado y, con una calma extrema, dijo las palabras que parecían quemarlo por dentro: "Buenas noches, lady Bradford".

* * *

______ sentía su pulso palpitar en la garganta. Tenía a Nicholas a sólo dos metros, y estaba tal y como lo recordaba. Vestido todo de negro, salvo por la camisa y el pañuelo blanco de la más fina seda, parecía una estatua de Miguel Ángel.
Instintivamente avanzó hacia él, pero algo en su mirada la dejó clavada en su sitio cuando sólo había alcanzado a dar un paso. Una vez que la sorpresa desapareció y su mente puso en contexto lo que le había dicho, notó que esa mirada era fría como el mármol, al igual que lo había sido el tono de sus palabras. Se había dirigido a ella como si fuese una desconocida. Su voz estaba desprovista de todo tipo de emoción y retumbaba, en sus oídos como un látigo en el silencio de la noche.
—Buenas noches, milord —respondió ______ cuando se calmó lo suficiente como para que su voz sonara clara y alta.
—Veo que ha decidido honrarnos con su presencia después de tanto tiempo.
—Sí, pero sólo será por unas pocas semanas. Después, tengo la intención de dejar Londres por una larga temporada.
Nicholas apoyó su cadera en la balaustrada mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—¿No encuentra suficiente atractivo en esta decadente ciudad? —preguntó y le confirió un matiz inequívocamente irónico a sus palabras.
______, que sentía un nudo cada vez más fuerte en el estómago, frunció el ceño. Al mirarlo tan de cerca, podía ver, tras la indiferencia, un sentimiento mucho más fuerte, más peligroso, que le produjo escalofríos que recorrieron su espalda.
—¿A qué se refiere?
Nicholas sonrió a desgano.
—Me refiero a que sé, por experiencia, que le gusta pujar fuerte. Aquí en Londres es donde están el dinero y los hombres con poder e influencias, y me parece muy sospechoso que haya decidido irse a otro sitio con las manos vacías. ¿Sabe? Pensé que la próxima vez que la vería, estaría casada con ese francés estirado; pero, al parecer, él también resultó ser demasiado poco para usted. ¿Qué descubrió? ¿Que no podía llenarla de joyas y pieles? ¿O que quizá su posición en la sociedad no era lo suficientemente relevante para sus elevadas expectativas? Bueno, sea como fuese, es una pena, porque sinceramente creo que erais tal para cual.
______ apretó un pliegue del vestido entre sus dedos. Sabía que todavía le guardaba rencor, e incluso odio por lo que le había hecho. Desde el punto de vista de Nicholas, era lo que se merecía; pero estar allí, de pie, enfrentada a su desdén y a su rechazo, era más de lo que podía soportar.
—¿Le ha comido la lengua el gato, ______? Creo recordar que nunca antes tuvo problemas para decir lo que pensaba o, por lo menos, lo que le convenía —le dijo mientras giraba hacia ella para mirarla más de cerca.
______ estaba extrañamente cansada, como si hubiese llevado, durante mucho tiempo, un lastre sobre sus espaldas.
—No —le dijo con un tono de voz tan calmado que hasta ella se asombró.
—¿No, qué? —le preguntó Nicholas mientras se acercaba aún más y enarcaba una ceja.
— Que no encuentro el suficiente aliciente en Londres, y que si usted es lo máximo que esta decadente sociedad me puede ofrecer, creo, con sinceridad, que las próximas semanas hasta que me vaya, serán un auténtico desperdicio —le espetó ______ y levantó bien la cabeza, orgullosa y desafiante.
Nicholas contrajo un músculo de su mejilla con una expresión que no hacía presagiar nada bueno. Antes de que ______ pudiera reaccionar, él salvó la escasa distancia que los separaba, la tomó de los brazos y la besó. No era un beso tierno sino carnal. Quería castigarla y humillarla por volverlo loco de deseo, una y otra vez, incluso en ese instante que estaba lleno de rabia por su descaro.
______ se tensó entre sus brazos, para sólo un instante después, posar su pequeña y delicada mano en su nuca y enredar sus dedos entre su pelo, mientras acercaba su cuerpo más a él, y abría sus labios para recibir la totalidad de la pasión que le exigía. ¡Esa mujer acabaría con él! Su lengua rozaba la suya en una danza carente de pudor, y su exquisita calidez lo estaba desarmando.
______ estaba viviendo un sueño. Lo que la había mantenido viva durante el último año y medio, la tonta esperanza de volver a estar entre sus brazos, se estaba haciendo realidad en ese mismo instante. Se encontraba en una nube, se sentía feliz por primera vez en mucho tiempo. Sin embargo, ese sueño era efímero, y se esfumó con la misma rapidez con la que había comenzado.
Nicholas terminó el beso de forma tan abrupta que ______ perdió un poco el equilibrio. Su mirada, más letal que antes, se posó de nuevo en ella y provocó que diera un paso hacia atrás.
Nicholas sonrió irónicamente y dejó entrever sus blancos dientes.
—Vaya, enhorabuena, ha mejorado de manera espectacular. Vaticino que tendrá éxito en sus planes. Con ese despliegue de encantos, seguro que llegará a duquesa.
Aquellas palabras fueron como un cubo de agua fría para ______. Había intentado, con su beso, transmitirle toda su pasión, todo lo que sentía por él. Quería hacerle entender que sus sentimientos, a pesar de las apariencias, nunca habían sido falsos; pero era demasiado tarde. La frialdad de aquel hombre al que amaba, a pesar de la embriaguez en la que la sumía cuando la besaba, estaba esculpida con el más profundo desprecio.
Lo leía en sus ojos, como si se tratase de un libro abierto. Se sintió una tonta; por un momento, se había dejado llevar por una ilusión, una quimera, ansiosa de creer que era verdad. Quiso haber visto, en el brillo de sus ojos y en el ardor de sus caricias, algo más que una profunda aversión y una voluntad intensa de castigarla. Había deseado que la besara más que nada en el mundo, pero la indiferencia de sus palabras, teñidas del más letal desprecio, habían dejado clara la imposibilidad de arrojar la más mínima luz a sus infantiles esperanzas.
Con una tranquilidad mayor de la que sentía, lo miró directamente a los ojos.
—Lamento, de veras, lord Jonas, que piense así de mí; pero de ninguna manera voy a permitir que siga castigándome por algo que ocurrió hace mucho tiempo. ¿Sabe? Las personas no se definen por una sola acción, milord. Hay veces que la vida no les otorga otra salida.
Nicholas mantuvo su mirada inquisidora en la de ella, casi como un insulto.
—Siempre hay otra salida, aunque uno tenga que fabricarla y, en contra de lo que usted piensa, hay ocasiones en que una sola acción es suficiente para descubrir la naturaleza de una persona. Su caso es un ejemplo de ello. Pero descuide, no sufra, porque eso sería llevar una carga demasiado pesada. No me ha producido ningún daño, ni siquiera llegó a perturbar mis sueños; digamos que sólo fue una gran decepción. Creí que era alguien especial, pero descubrí que resultó igual a muchas de las damas que hay ahí dentro. Mujeres que se contonean en los bailes, con fingido aire de vulnerabilidad, y hacen creer al tonto de turno que es el destinatario de sus afectos, cuando la verdad es que, en su calculadora alma, sólo están estableciendo a cuánto asciende su fortuna.
______ sabía que tenía que salir de allí. El hecho de que a él no lo perturbara su presencia ni sintiera nada por ella, sólo aquella especie de repulsión, no significaba que ella no sufriera cada uno de sus hirientes ataques verbales. Con un control que superaba al del más extraordinario actor, Nicholas proclamaba la repugnancia que sentía por el género femenino, en el que incluía a su persona; y cada vez que sus mortíferas palabras hacían eco en su cabeza, el vacío que, minutos antes, se había saciado con su ardor, se volvía frío y oscuro. Ya nada le quedaba de él, sólo los recuerdos.
Todo había sido culpa de ella; sus palabras habían marcado el fin de sus anhelos más profundos. Nicholas le había dicho, sin ningún tipo de diplomacia, parte de lo que sentía por ella; y su respuesta no había sido la que esperaba.
Había reaccionado, ofendida ante sus reproches, y en su rostro se habían dibujado los signos de una tristeza fingida, que en nada parecía ficticia. Eso lo había puesto furioso como a un gato salvaje. ¿Cómo se atrevía a negar que era una víbora calculadora? Por eso la había besado, se dijo a sí mismo, para cerrar esos malditos labios que querían volver a mentir. La habría respetado más si se hubiera quitado la máscara, pero el haber montado esa escena y el haber negado lo que era evidente, le habían hecho sentir pena por ella. Como en ese momento, que estaba con la cabeza baja, callada, como si en verdad sus palabras la hubieran afectado. Era, sin lugar a dudas, una actriz consumada.
______ sintió que el silencio le hacía daño a los oídos, así que, sin detenerse ni un momento más, lo miró a los ojos y se acercó a él.
En respuesta, Nicholas endureció su mirada como un aviso, sin que eso sirviera para detenerla. Era la última vez que le pediría perdón, era la última vez que se permitiría sentirse vulnerable frente a él. Salvando el poco espacio que se interponía entre los dos, apoyó su mano sobre su mejilla. Nicholas no estaba dispuesto a permitírselo, le impidió ese último gesto y le apartó la mano sin ninguna ceremonia.
Con las lágrimas a punto de devorar su garganta y con el corazón en un puño, le susurró "lo siento" antes de volver al salón sin echar la vista atrás.

Hope you like it (:
Cande Luque
Cande Luque


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Mensaje por Dayi_JonasLove!* Vie 22 Jun 2012, 8:05 pm

Oh Dios :O ¡ESTÁ BUENISIMA! :love:
Aunque me desespera que no puedan estar juntos por culpa de ese estúpido.
Quedé en shock por algo... ¿Cómo murió su madre y Henry? :'(
¿Qué paso con el padrastro? ¿El francesito estúpido murió antes de que se casaran? Quiero saber todo lo que ocurrió D:
¡GRACIAS POR EL MARATON! :D
Siguelaaaaa!
Dayi_JonasLove!*
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http://www.twitter.com/DayaniLo_JB

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Mensaje por As I am Sáb 23 Jun 2012, 2:10 pm

awwwwwwwwww me encanto la maraton
pero xq la dejaste en un momento asi
querias era vernos intrigadas eh?
me siento mal por ambos
pues no era desicio de la rayis hacerle lo q le hixo
pero tambien llore con las palabras de ella hacia nick
fue realmente triste
ahora aclarame algo porfis
todos murieron excepto la rayis
incluyendo a danvers y el sposo de la mama de la rayis?
espero q la sigas pronto
As I am
As I am


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Mensaje por Cande Luque Sáb 23 Jun 2012, 2:53 pm

Eso lo tenés que descubrir, jé. Hay un motivo muy importante por lo que ___ hizo eso, chan chan.
Cande Luque
Cande Luque


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Mensaje por As I am Dom 24 Jun 2012, 3:10 pm

que hizo la rayis?? :silent:
mmmmm osea q no todos estan muertos??!!
xq ya me estoy imaginando cosas eh
bueno sabes
quiero q la sigasssssssssss
si?? ppliiiiiissss
As I am
As I am


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Mensaje por Cande Luque Lun 25 Jun 2012, 1:59 pm

Ahora subo otro cap (:
Cande Luque
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Mensaje por Cande Luque Lun 25 Jun 2012, 2:05 pm

Capítulo 13

—____, ¿qué pasa? —le preguntó Mary Beth—. ¿Te encuentras bien? Estás pálida. He estado buscándote. ¿Dón¬de...?
—Mary Beth, por favor, estoy bien, no me hagas más preguntas. Creo que es mejor que me vaya a casa.
La mirada de Mary Beth se endureció cuando vio a Nicholas Jonas aparecer por el mismo sitio que ____ lo había hecho momentos antes, y acercarse a esa desvergonzada de Constance con una sonrisa en los labios. Sus sospechas se reforzaron cuando vio que ____, después de haber observado la descarada actitud de Nicholas, trataba de contener las lágrimas que sus hermosos ojos pugnaban por derramar.
—¿Qué te ha dicho ese bastardo?
—¡Mary Beth!
—No me digas "Mary Beth" como si fueras mi madre, porque si te ha hecho algo, voy a buscar las pistolas de duelo de mi padre y le voy a hacer un par de agujeros más de los que actualmente tiene en su cuerpo.
Sin poder resistirlo, ____ tuvo que sonreír ante la idea de su amiga, en mitad de aquel baile, con una pistola en la mano defendiendo su honor y señalándole a lord Jonas dónde iban a estar sus nuevos orificios corporales. La idea tenía su mérito.
—No me ha hecho nada.
Mary Beth levantó una ceja.
—De verdad, Mary Beth, ya está. Sólo necesito descansar un poco.
—De acuerdo, pero entonces espera un momento, porque me voy contigo.
—¿Que vas a hacer qué? No puedes, es la presentación de tu hermana Rose en sociedad, y yo no soy una niña de dos años. Puedo llegar a casa perfectamente.
Mary Beth frunció el ceño en un gesto de determinación.
—Me da lo mismo, mi hermana Rose está bien arropada. Tiene a mis padres y a mi primo Charles que la vigila como un águila. La fiesta está a la mitad y, aunque lo niegues, me necesitas; así que me voy contigo y me quedo a dormir en tu casa. No creas que me has engañado; aunque tenga que insistirte toda la noche, voy a saber qué te ha pasado con ese...
____ le puso una mano en la boca para que no dijera lo que, a ciencia cierta, iba a ser una palabra poco digna de una señorita, aunque sí de un tabernero.
—Mary Beth, escúchame —le dijo mientras le tomaba las manos calurosamente. Estoy bien de verdad, sólo necesito descansar un poco; eso es todo. Mañana, si quieres, puedes venir a primera hora, y juro que te lo contaré todo.
Reticente, Mary Beth asintió, y cuando ____ pensó que la había convencido, tomó a lord Drake que pasaba por allí.
—Lord Drake, ya que usted también se va, ¿le importaría llevar a ____ a casa? No se encuentra demasiado bien.
____ nunca había comprendido el significado de "tierra trágame" hasta ese momento.
Lord Drake miraba a Mary Beth con una ceja levantada, mientras ella ponía una mano en la cadera y daba toquecitos con el pie al suelo, como si quisiera mostrase impaciente. Drake no tenía opción de contradecirla. Repuesto de su sorpresa, sonrió pícaro. Después, miró a ____ con preocupación y se ofreció a acompañarla.
—Lord Drake, de verdad, no hace falta...
— Insisto —dijo el hombre con un tono que no dejaba resquicio alguno para una discusión.
— De acuerdo, es usted muy amable.
Mary Beth los acompañó hasta la puerta, le dio un beso a ____ en la mejilla y después un gran abrazo, no sin antes recordarle que, al día siguiente, estaría a primera hora de la mañana en su casa. Después, se despidió de lord Drake que la miraba con una renovada calidez en los ojos.
Pero ¿qué pasaba con esos dos?, se preguntó ____. Decididamente era demasiado complicado para pensarlo esa noche.

* * *

Nicholas se sentó en la silla junto a la ventana del cuarto de la que, hasta esa noche, sería su amante.
—Querido, ¿quieres una copa de brandy? —le preguntó Constance mientras se acercaba y se colocaba delante de Nicholas para que le desabrochara el vestido. Un instante después, cuando sintió que se desprendía su último botón, giró la cabeza para mirarlo y le prodigó una de sus más sensuales sonrisas, que prometía una noche de placer.
Nicholas no sabía por qué, pero nada de lo que su amante le ofrecía le era suficientemente tentador. Sus encuentros, cada vez más mecánicos, le dejaban un vacío difícil de describir. La naturalidad que había fluido en las primeras noches se había desvanecido, al igual que la atracción.
Constance se había vuelto más exigente, más posesiva y, aunque desde un principio supo qué clase de mujer escondía esa fachada angelical, creyó que ella sería lo suficientemente inteligente como para entender las condiciones de su relación. Sin embargo, al parecer, sus expectativas habían sido demasiado optimistas, porque después de todo, ella quería algo más de él, una relación más seria, un compromiso, una vida en común. Algo que él no estaba dispuesto a dar.
El movimiento que hizo Constance al ponerse el camisón lo devolvió al presente.
—Nicholas, amor mío, estás muy callado. Bueno, no importa —le dijo mientras le tendía una mano—. Ven conmigo a la cama.
Nicholas sabía que había llegado el momento de poner las cosas en su sitio y dejarlo todo claro.
—Lo siento, pero debo rehusar tu invitación.
Constance hizo un mohín con los labios que, si bien en otro tiempo le hubiese parecido tentador y sensual, en ese momento le resultaba infantil y simplón.
—¿Tienes algo mejor que hacer que compartir conmigo esta noche? —le preguntó.
Nicholas se levantó del sillón y se le acercó con lentitud.
—No, no tengo nada mejor que hacer, pero deberé encontrar algo de ahora en adelante.
—¿Qué quieres decir?
—Que debemos poner punto final a nuestro acuerdo.
La cara de asombro de Constance no tenía parangón. Sus ojos abiertos de par en par parecían querer salírsele de sus órbitas.
—Pero ¿de qué estás hablando? No pretenderás decirme que de¬seas acabar nuestra relación, ¿verdad?
—Es exactamente lo que he dicho. Te he comprado esto como despedida. —Nicholas sacó de su chaqueta una pulsera de brillantes.
Los ojos de Constance brillaron de codicia al ver la estupenda joya que le tendía.
—Y ¿crees que con esto me conformo?
—No, sé que ambicionabas más, pero lo que tú deseas no podré dártelo nunca.
—Pero ¿por qué? —le preguntó ya más calmada—. ¿Es por esa mujer del baile?
La mandíbula de Nicholas se endureció como el granito al escuchar esa pregunta.
—No sé de quién hablas.
—Sí que lo sabes. De esa mujer con la que estabas en la terraza.
—¿Me espiabas, Constance?
— No... Yo...
—Creo que sería muy estúpido de tu parte pensar que tengo que darte explicaciones. Sabías, desde un principio, cómo iba a ser nuestro acuerdo. En eso fui totalmente claro. No tengo culpa de las ilusiones que después te hayas creado; además, sé que has ido regalando los oídos con conclusiones erróneas sobre nuestro futuro. Créeme cuando te digo que soy más que civilizado al terminar así, milady. Las habladurías me disgustan sobremanera —dijo Nicholas con un tono sombrío que la hizo estremecer.
Constance sabía que había jugado con fuego al utilizar su última carta; él había sido su mejor amante, además de un generoso protector. Por eso se había arriesgado, aun a sabiendas de que él sólo quería de ella una relación sin compromiso. ¡Qué tonta había sido! Se había auto convencido de que, con sus encantos, lo haría cambiar de opinión. Consideraba que, si todo el mundo daba por hecha su consolidación como pareja, Nicholas cedería. Sin embargo, se había engañado a sí misma, porque, en su interior, sabía que nada podría influir sobre ese hombre.
Ni siquiera cuando se acostaban juntos había podido ejercer algún tipo de poder sobre él. Siempre la llevaba al clímax sin que él pareciera perder, en ningún momento, el control sobre su cuerpo. Era algo que la había perturbado sobremanera. Una experta como ella, vencida por las dotes amatorias de un hombre.
Con ese pensamiento, vio cómo Nicholas recogía su abrigo de la silla y se dirigía después, con paso firme, hacia la puerta de su habitación. Sólo una frase salió de sus labios, un triste consuelo para lo que ella había pensado que sería su futuro.
—Buenas noches, Constance —le dijo mientras se alejaba de su lado y de su vida.

* * *

A las nueve de la mañana, Mary Beth se presentó en su casa, tal y como había prometido a ____ la noche anterior.
—Hola, Gail, ¿está levantada ____?
—Sí, milady; la está esperando en la sala del desayuno.
—¿Cuántas veces tendré que decirte que me llames Mary Beth? Por favor, Gail, prácticamente me has visto en pañales; sé que a ____ la tuteas, y me encantaría que también lo hicieras conmigo.
Gail sonrió y esto hizo que pareciera mucho más joven.
— De acuerdo, pequeña.
— Gracias —le dijo Mary Beth y le dio un beso en la mejilla que hizo que el ama de llaves se sonrojara como una debutante.
Sin esperar más, se encaminó a la salita y entró como un remolino en la habitación.
—Buenos días, __ —dijo Mary Beth mientras se sentaba a su lado, se servía una taza de té y colocaba, en su plato, una tostada; y todo antes de que ____ pudiera parpadear dos veces.
A ____ siempre le había asombrado cómo su amiga parecía impregnarlo todo y a todos con esa energía que desprendía.
—Buenos días, Mary Beth.
—¡Dios mío, esta mañana estoy hambrienta! Anoche apenas comí con todos los preparativos de la presentación de Rose; pero ahora, que tengo mi taza de té, estoy preparada para que me cuentes qué pasó con lord Jonas —le dijo mientras le daba un mordisco a la tostada con mermelada de ciruelas y se volvía para mirarla de frente—. Muy bien, ____, soy toda oídos.
____ sonrió ante el entusiasmo de su amiga.
—Me he levantado sin apenas haber dormido para venir a ver cómo estabas, y para que me cuentes qué te dijo ese pusilánime que te afectó de esa manera y... Ni te atrevas a intentar salirte por la tangente, porque no me voy a mover ni un centímetro de aquí.
—De acuerdo —le dijo ____ con una sonrisa.
A continuación, le contó todo lo que había pasado la noche anterior. Fue interrumpida repetidas veces por las exclamaciones de enojo que Mary Beth iba soltando, cada vez más fuertes. Cuando al fin terminó, la cara de su amiga era digna de verse.
—Ese mequetrefe, impertinente, presuntuoso, insolente, y...
—¡Mary Beth!
—¿Qué?
—Si sigues así, a lord Jonas le van a estar zumbando los oídos mientras viva —le dijo sonriente ante el magnífico despliegue de improperios de su amiga.
—¡Pues que le zumben! Eso es demasiado poco en comparación a lo que yo le haría.
—De todas formas, no estás siendo justa; él no tiene ni idea de por qué le dije esas cosas antes de irme a París.
—Y de eso ¿quién tiene la culpa? Te dije que se lo contaras.
—No puedo y, la verdad, si lo hiciera, tampoco sé si cambiarían las cosas. Traicioné su confianza, y no creo que me lo perdone nunca.
—Pues no lo sabrás hasta que lo compruebes. Yo prometí no decir nada, pero tú debes prometerme a mí que, por lo menos, pensarás en lo que te he dicho.
____ sabía que Mary Beth estaba preocupada por ella; se lo decía de corazón, pero no podía seguir ese consejo.
—Puedo decirte que lo pensaré, pero la respuesta seguirá siendo la misma.
—Pero ¿por qué? Eres la persona más cabeza dura que conozco —continuó Mary Beth, que deseaba comprender la decisión de su amiga.
—Porque no te conté todo lo que me ocurrió allí; hay heridas que deseo que nadie vea jamás. Sé que Nicholas no me perdonará, pero, aun en el caso de que lo hiciera, no podría ser la mujer que él desea. Ya no. Y peor que su odio sería su lástima. Creo que eso sí que no podría soportarlo.
Mary Beth quería saber cuáles eran, exactamente, esas heridas que tanto habían marcado a ____. Había visto el dolor en sus ojos al nombrarlas y no deseaba que esos recuerdos volvieran a empañar la alegría de su amiga. A pesar de que pensaba que se equivocaba, respetaría su decisión y la ayudaría en todo lo que pudiera. En un intento por cambiar de tema, preguntó:
—¿Qué tal lord Drake anoche?
__ levantó la mirada, ya totalmente recuperada, y frunció el ceño.
—Tendrías que estar avergonzada.
—¿Y eso por qué? —le preguntó, toda inocencia.
—No disimules conmigo. Lo obligaste a acompañarme.
—Tonterías.
—¿Sí? Entonces también fue una tontería lo que hablamos de ti después, cuando me acompañó a casa.
Mary Beth se puso seria de golpe.
—¿Qué te dijo? ¿Era malo o bueno? No me importa, pero ¿cómo se atreve a decirte algo sobre mí? Un caballero no habla de una dama a sus espaldas.
____ se estaba divirtiendo de lo lindo. Había intuido, desde la primera vez que los había visto juntos, que tras esas peleas verbales ardía algo más que el desdén, aunque su amiga y el propio lord Drake no lo reconocieran.
—Sólo me dijo que eras una caja de sorpresas y que tenías un carácter muy apasionado.
—¡Me llamó "mandona"! —exclamó Mary Beth con los ojos a punto de salírsele de las órbitas.
____ soltó una carcajada.
—De verdad, Mary Beth, te encanta tergiversarlo todo. ¿Por qué te afecta tanto lo que diga lord Drake?
—¿Afectarme? Para nada, ¡mira! Estoy de lo más tranquila —le dijo, mientras el párpado izquierdo comenzaba a temblarle.
—Sí, bueno, de todas formas es un hombre encantador.
—¡Bah! —exclamó Mary Beth—. Quiero decir que sí —se corrigió al instante, mientras untaba, por tercera vez, la misma tostada con mermelada.

* * *

Nicholas miró a su hombre de confianza con el ceño fruncido.
—¿Cómo es que falta parte de la mercancía?
—Pues el último cargamento procedente de Oriente no estaba completo; en la misma ruta, milord, ya había notado pequeñas faltas, insignificantes al principio, pero que, paulatinamente, se fueron tornando más osadas. De todas formas, son mínimas, lo suficiente para pasar inadvertidas sin un control férreo.
—¿Quién hace esa ruta?
—El capitán Thornton, señor.
—De acuerdo, no digas nada por ahora. Yo me encargaré. Conozco a Thornton y sé que es un hombre honrado, pero quizás haya alguien en su tripulación que quiera ganar dinero demasiado rápido.
—Sí, señor. ¿Va a necesitarme para algún otro asunto?
—Sí, quiero que investigues a un tal Raphael Drake.
—¿Algo en particular?
—Lo quiero saber todo.
—Comprendo. Me ocuparé de eso ahora mismo. Buenas tardes, milord —dijo Hendrins mientras se levantaba del sillón con aire taciturno y se dirigía a la puerta.
Nicholas se maldijo interiormente. Desde que había visto a ____ marcharse con Drake del baile de los condes de Norfolk, no podía dejar de pensar en ello. En realidad, le daba igual lo que hiciera esa mujer, y, si Drake era lo bastante incauto como para caer en sus redes, allá él. Entonces ¿por qué le había encomendado a Hendrins la tarea de investigar a aquel hombre?
— ¡Booton!
— Sí, señor —dijo el mayordomo y asomó su canosa cabeza por la puerta.
—¿Se ha ido ya el señor Hendrins?
—No, señor. Está en la puerta.
— Dígale que venga.
— Sí, señor.
Nicholas oyó los pasos de su hombre de confianza que se acercaba de nuevo a la biblioteca.
—¿Desea algo más, milord? —le preguntó cuando ya hubo entrado en la estancia.
—Sí: olvide lo de Drake.
—¿Está seguro?
—Completamente.
—De acuerdo, milord.
Si a Hendrins le pareció raro el cambio de opinión de lord Jonas, no lo expresó. Asintió con la cabeza y se marchó de nuevo para seguir con sus obligaciones.

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Cande Luque
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Lun 25 Jun 2012, 2:09 pm


Capítulo 14

John Mackenzie estaba sentado en una de las mesas de la taberna del Tuerto. Era una de las muchas cercanas a los muelles.
La clase de individuos que albergaba iba desde los componentes más indeseables, pertenecientes a las tripulaciones de los numerosos barcos que atracaban en el puerto de Londres, hasta criminales de todo tipo. Era bien conocida la reputación del sitio, y pocos se atrevían a poner un pie allí.
Al dueño, cuyo apodo había dado nombre a la taberna, le faltaba el ojo derecho, y había pasado años en la cárcel por asesinato. Incluso, Mackenzie mismo no tenía escrúpulos en hacer cualquier tipo de trabajo. Sus orígenes humildes y su temprana orfandad lo habían obligado a buscarse la vida de una manera poco ortodoxa. Era conocido por su profesionalismo, ya que nunca había fallado en ninguno de sus encargos. Su tarifa era alta, pero su trabajo bien lo valía, y así lo entendían quienes lo contrataban.
Esa fría noche, había quedado allí con un cliente. No lo conocía. Se había puesto en contacto con él por medio de Michael el Calvo, un ratero de poca monta, que conocía de sus orígenes en la calle. Michael le había comentado que un tipo buscaba a alguien para un trabajo de envergadura. También le había dicho que, por su aspecto, aquel hombre parecía un caballero y que, por lo tanto, sería más que posible sacarle una buena tajada por sus servicios. Esa forma de que lo contactaran no era la habitual; siempre había sido mucho más precavido a la hora de escoger un trabajo, pero, en ese momento, le hacían falta fondos.
Ya pasaban quince minutos de la hora fijada para el encuentro, y no había aparecido nadie. Puede que, al final, el caballero se hubiese echado atrás. No sería el primero que había jugueteado con el lado oscuro y se había arrepentido después.
Terminó el dedo de whisky que le quedaba en el vaso, se lo llevó a sus resecos labios y, de un solo trago, lo vació. Era hora de marcharse.
—¿Es usted Mackenzie?
—¿Quién lo busca? —le dijo mientras posaba, lentamente, el vaso en la vieja mesa de madera.
—Michael el Calvo me dijo que era usted el mejor.
Mackenzie observó al hombre que tenía delante. Era un caballero, de eso no cabía duda, aunque su apariencia fuera la de alguien que había conocido tiempos mejores. Con una cicatriz en la mejilla izquierda y una mano oculta bajo un guante de piel negra, la mirada de aquel tipo no tenía nada que envidiar a la de cualquier criminal que Mackenzie hubiese conocido.
—Así es. Soy el mejor.
—Perfecto —dijo complacido—. Porque no me gusta que me defrauden.
—Tenga por seguro que, si acepto el trabajo, este se llevará a cabo.
—De acuerdo.
—Antes de nada, ¿está seguro de que puede pagar mis honorarios?
—No se preocupe —le dijo el hombre con una sonrisa que le produjo escalofríos en la columna—. Usted haga lo que yo le diga y tendrá su recompensa. Se lo aseguro.
—¿Qué tengo que hacer?
—Quiero que una persona desee no haber nacido, que sienta tanto miedo por lo que le pueda ocurrir, que ni siquiera consiga respirar. Quiero convertirla en un despojo antes de acabar con ella.
—Un poco diabólico, ¿no cree?
El caballero enarcó divertido su ceja izquierda.
—¿Escrúpulos, señor Mackenzie?
—No, sólo es que no entiendo por qué jugar con alguien antes de matarlo. Creo que el hecho de asesinarlo es ya suficientemente cruel.
—Pero es que no vamos a matar a esa persona. Primero, vamos a aterrorizarla. Luego, la llevaremos a Francia. Allí me ocuparé yo de reciba su merecido. Y para eso, la necesito vivita y coleando.
Mackenzie conocía a individuos como aquel. Eran seres perturbados, cuyas acciones respondían a un propósito, su propia satisfacción, una enfermiza excitación que provenía del sufrimiento de otro ser humano.
Él no cometía crímenes por placer, sólo por dinero. Su conciencia había muerto hacía ya mucho tiempo, pero, de todas formas, tenía que reconocer que los tipos como aquel le repugnaban; sin embargo, él vivía de trabajos como ese y, en aquel momento, lo necesitaba.
—Bien, ¿de quién se trata?
Los ojos del hombre centellearon de odio antes de pronunciar el nombre.
—Lady ____ Bradford.

* * *

Dos días después, ____ fue a ver a su abogado. Quería saber cómo avanzaban los trámites de su herencia que, no vinculada al título de su padre, le pertenecía.
Además de la pequeña fortuna que su padre había establecido para ella en su testamento, le correspondía la casa de Bath, una propiedad en Brighton, su residencia en Escocia y el lugar en donde en ese momento residía en Londres.
Las demás propiedades, inherentes al vizcondado, irían a manos de un primo segundo de Bristol. Ni siquiera lo conocía y tampoco deseaba hacerlo. Todo aquello debería de haber pertenecido a su hermano, pensó con una tristeza que no la abandonaba.
Después de permanecer no más de quince minutos en su despacho, el enjuto abogado le comunicó, satisfecho, que en unos diez días todos sus asuntos quedarían resueltos. ____ suspiró con alivio porque, a pesar de que una parte de ella no quería alejarse de nuevo de sus amigos, otra parte sentía que Escocia sería su refugio, un lugar donde curar sus heridas. Desde su arribo desde París, se había ido fortaleciendo día a día. Su intención de no dejarse devorar por la angustia que le habían causado esos meses en el exilio se hacía más enérgica; pero, a pesar de ello, necesitaba tiempo y tranquilidad para aplacar, de una forma soportable, a los fantasmas del pasado.
Allí en Londres, su calma era perturbada con demasiada frecuencia, y se lo debía a una sola persona: a Nicholas Jonas. Su mera presencia era capaz de hacerla estremecer de los pies a la cabeza.
La otra noche, cuando la había besado, por primera vez en mucho tiempo, había sido capaz de olvidarse de todo. Nicholas tenía el poder de hacer que se olvidara hasta de sí misma. De todas formas, no debía pensar más en ello; sus palabras teñidas de odio y su fría indiferencia habían sido lo suficientemente claras hasta para un niño de pecho. Él la creía desprovista de cualquier sentimiento noble y, con sinceridad, no podía culparlo por ello. Sin embargo, la indignación por lo injusto de la situación, a veces, calaba demasiado hondo y la incitaba a intentar cambiar las cosas, como la noche del baile, en que había sido tan tonta como para pensar que todo podía volver a ser como antes.
No, no debía pensar más en ello. Se iría en pocos días, y todo quedaría atrás; aunque tenía la certeza de que esa era una tonta excusa. Por más kilómetros de distancia que pusiera entre los dos, él siempre viajaría en su corazón; tendría que aprender a vivir con ello, como había hecho con todo lo demás.
Con determinación, caminó deprisa hasta la librería del señor Nightingale, un anciano de setenta y nueve años, cuya vida había estado signada por los libros. Era un verdadero erudito, y su tienda, la más visitada por todo tipo de lectores. En ella, se podían encontrar desde las nuevas publicaciones hasta los ejemplares más raros, dignos de excéntricos coleccionistas.
____ siempre había tenido un afecto especial por el señor Nightingale. Era una lectora compulsiva y, en parte, se lo debía a él. Desde la primera vez que había entrado con su padre en la librería, ya no pudo dejar de leer. Edgar Nightingale le puso un cuento de origen escandinavo entre las manos, y con eso, selló su destino. Después de ese, vendrían leyendas medievales sobre caballeros que rescataban a bellas princesas, y luego los clásicos, como Homero, Platón y Virgilio.
Sentía una gratitud enorme por ese hombre que le había mostrado todo un mundo de conocimiento y ensueño. Con sus libros, podía conocer y llegar a sitios con los que sólo podía soñar.
Esa mañana, su intención era comprar un libro para Mary Beth. Para ser más exactos, la nueva novela de la señora Ann Radcliffe. A Mary Beth le encantaba, se volvía loca por los misterios. Si hubiese sido hombre, seguramente habría sido detective.
Su cumpleaños se acercaba y, aparte de un camafeo que había encargado en la joyería de Straton, quería comprarle aquel libro. Cuando llegó a la entrada, abrió la puerta y un tintineo resonó por encima de su cabeza. El señor Nightingale y sus adornos orientales, pensó.
La librería estaba parcialmente llena, aunque la inmensa mayoría de sus ocupantes estaban hablando y formaban pequeños grupos que cuchicheaban, sin duda, sobre las más sabrosas comidillas.
—¡Pequeña, qué placer volver a verte!
Nightingale salió, con lentitud, de detrás del mostrador y se acercó a ella. Había envejecido desde la última vez. Su andar era más lento y titubeante, como si tuviera que afianzar cada paso antes de seguir. Sus ojos, llenos de cariño, con su habitual brillo pícaro, iluminaban una cara cansada y cuarteada por arrugas que habían perdido su batalla contra el tiempo.
—Hola, señor Nightingale.
____ se acercó y lo besó en la mejilla.
—¡Por Dios, muchacha! Eres la única persona que me hace enrojecer a mis casi ochenta años.
—¿Ya son ochenta? Habría jurado que eran sesenta.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Edgar mientras su mirada cobraba más brillo.
—Siempre supiste levantarle el ánimo a este viejo.
—Usted nunca será viejo.
—Aquí dentro, no —dijo mientras se tocaba el pecho a la altura del corazón—. Pero mi cuerpo parece pensar de forma diferente. Este granuja no me hace caso.
La sonrisa se fue extinguiendo, de a poco, en su cara.
—Siento mucho lo de tu familia, niña. ¿Cómo estás?
—Estoy bien.
El anciano arqueó una ceja, no muy seguro de la veracidad de su respuesta.
—De verdad, Nightingale —le dijo ____ e intentó sonreír.
—Está bien, está bien; no te enfades con este pobre viejo que se preocupa por ti, aunque lo haga por puro egoísmo. Me siento rejuvenecer cada vez que me piropeas.
____ soltó una risita.
—Bueno, ¿qué te trae por aquí, además de verme?
—Quería comprar a Mary Beth la nueva novela de la señora Radcliffe.
—¿Ese diablillo de muchacha todavía sigue buscando misterios?
—Sí, le siguen gustando mucho. Ya sabe lo intrépida que ha sido siempre.
—¡Qué Dios nos libre!
Nightingale todavía se acordaba de la vez que la amiga de ____, con apenas diez años, había puesto su librería patas arriba para encontrar unas facturas perdidas. Lo había escuchado quejarse de su desaparición y, loca por las novelas de misterio, había hecho de aquel, su primer caso como detective. El resultado fue dos meses de recolocación del material de la tienda, y una repisa hecha añicos. Por supuesto, las facturas siguieron sin aparecer. Después de aquello, le dio libros que no pudieran alentarla a cometer destrozos en su tienda.
—Bueno. ¡Qué le vamos a hacer! Dile a John que te lo dé. Se han vendido como rosquillas, pero he guardado unos pocos para los clientes habituales.
—Gracias, Nightingale.
—De nada, pequeña. Vuelve a verme, ¿quieres?
—Por supuesto.
El señor Nightingale le tocó con cariño la mejilla mientras asentía con la cabeza. Lentamente, ____ echó un vistazo por toda la tienda, que estaba tal como la recordaba. Con pequeños pasos, se dirigió al extremo del mostrador en el que John, un muchacho de diecinueve años y sobrino de Edgar, estaba terminando de atender a un cliente. En cuanto se marchó con un montón de libros, John dirigió la mirada hacia ella.
—Lady Bradford. ¡Cuánto tiempo!
—Hola, John. Has crecido desde la última vez que te vi.
—Gracias, milady. ¿Ha visto ya a mi tío? Siempre se anima cuando usted viene.
—Sí, lo he visto. No sólo él se alegra al verme, yo también le tengo un gran afecto.
—Lo sé, milady.
El joven esbozó una leve sonrisa que se extendió hasta sus ojos de color gris humo.
—Tu tío me ha dicho que podrías venderme uno de esos ejemplares del nuevo libro de la señora Radcliffe que tiene reservados.
—Enseguida, milady. Ahora mismo vuelvo.
____ se dispuso a hojear uno de los libros que se apilaban sobre una mesa, mientras esperaba al joven John.
—Maquiavelo. Muy acertado en su caso.
____ dio un respingo al oír su voz. Esa voz profunda, magnética, que no la dejaba dormir. Maldijo su suerte. No quería que él se diera cuenta de cómo la afectaba su presencia; así que adoptó una pose que denotaba indiferencia y giró para mirarlo de frente.
—¿Está usted diciéndome que Maquiavelo no es adecuado para las mujeres, pero lo es para mí?
—¿Malinterpreta siempre mis palabras?
—Creo, lord Jonas, que sus palabras dejan poco margen al error. No crea que desconozco que, según los hombres, El príncipe no se considera adecuado para el sexo femenino, dada su connotación política. A las mujeres, se nos considera incapaces de entender más allá del punto de cruz y la cría de niños.
Nicholas enarcó una ceja.
—En ese caso, mis palabras no deberían haberla enfadado, sino todo lo contrario.
—Pero es ahí donde reside el mayor insulto. Al decir que era acertado para mí no estaba, precisamente, elogiando mi inteligencia, sino que me estaba tildando de fría y calculadora. Los dos, lord Jonas, sabemos las teorías que desarrollaba Maquiavelo y la opinión general sobre ellas.
—Touché —dijo Nicholas con una sonrisa helada en sus labios—. Pero ¿acaso no es verdad?
—Para usted parece que no hay lugar a dudas, así que no voy a perder mi tiempo intentando que vea la luz.
—Milady —dijo John y se materializó a su lado con el libro que esperaba.
—Gracias.
____ tomó el libro envuelto de manos del muchacho.
—¿Cuánto te debo?
—El señor Nightingale me cortaría en pedazos si le cobrara. "Es un regalo para ese diablillo", ha dicho mi tío.
—Pero... —protestó ____.
—Lo siento, señorita Bradford, pero es una orden de mi tío —dijo el muchacho que, en sus ojos tenía una expresión que parecía decir: "le suplico que no me diga que no".
____ asintió con un gesto, giró para salir e ignoró por completo a Nicholas, quien, no dispuesto a que se saliera con la suya, le impidió la salida y la acorraló contra una estantería.
—Y ahora, ¿quién es grosera? —le preguntó con un dejo irónico.
____ irguió la cabeza para mirarlo directamente a los ojos.
—No pensaba que a usted le importara que no me despidiera.
—Oh, no, claro; es más correcto hacerme un desplante delante de toda la librería. Eso daría bastante de qué hablar, ¿no cree?
—Yo no quería hacer una escena —respondió ____ y abrió más los ojos, como si se hubiese dado cuenta, en ese momento, de las consecuencias de su gesto.
Nicholas creyó detectar una nota de arrepentimiento y sinceridad en sus palabras. Verdaderamente estaba más hermosa que nunca. Sus ojos eran los de una hechicera. Tenía que tener cuidado, ya que se había dejado atrapar una vez en su red, y no se permitiría volver a cometer ese error.
—De acuerdo, le creo —dijo con una sonrisa en los labios—. Imagino que habrá sido un lapsus —continuó con tono burlón, aun sabiendo que le estaba dando la oportunidad de escudarse en esa estúpida disculpa.
—Ningún lapsus, lord Jonas —le dijo ____ con un mohín que, muy a su pesar, le pareció encantador.
—Pues enhorabuena, milady. Y ahora, si no quiere que mañana los rumores alcancen límites insospechados, le sugiero que me sonría como si de verdad me apreciara, y después, me deje acompañarla hasta su coche.
—No veo la necesidad —dijo ____ e hizo un gesto con la mano que le daba a entender que veía absurda su sugerencia.
—Considero que sí. Nos están mirando y, si usted después de ese desplante, sale de aquí sin mí, pensarán, y estarán en lo cierto, que hemos tenido una discusión; y créame que no pensarán que ha sido por Maquiavelo.
____ miró, con disimulo, hacia los lados y descubrió que, como Nicholas le había señalado, varios de los presentes tenían puesta toda su atención en ellos. Esbozó una sonrisa, que rezó para que fuese creíble, se tomó de su brazo y caminó hacia la puerta.
—Intente no estar tan tensa; y si no puede sonreír sin que parezca que se ha atragantado con una bola de pelo, deje la boca normal; lo prefiero, de verdad —le susurró Nicholas al oído.
____ apretó más la mano a su brazo, lo que provocó que Nicholas soltara una carcajada.
Ya fuera de la librería, ____ se soltó rápidamente de su brazo y puso distancia entre ambos, como si el brazo de Nicholas quemara.
—¿Dónde está su carruaje?
—He venido a pie —le dijo ____ sin mirarlo, ocupada en acomodar el libro que había comprado a Mary Beth debajo de su brazo.
—¿Sola? —le preguntó Nicholas con un tono de voz censurador.
—Sí, sola. Esta parte de la ciudad es bastante segura, y el hecho de que sea mujer...
—Si vuelve a empezar con discursos sobre los derechos de las mujeres, juro que tomaré medidas al respecto.
____ sintió que empezaba a irritarse.
—Es usted un patán arrogante.
—Puede ser, pero este patán no va a dejar que se vaya caminando sola. Debería haber salido acompañada, aunque fuera por una doncella.
—¡Dios, lo que me faltaba: un sermón! Lo siento, lord Jonas, pero es exactamente lo que pienso hacer —le dijo y lo dejó con la palabra en la boca, ya que, antes de que la última sílaba saliera de sus labios, ya se había dado vuelta y había comenzado a moverse a un paso más que ligero.
Nicholas casi no tuvo tiempo a reaccionar. Era el segundo desplante en menos de diez minutos. Esa mujer buscaba marcar un récord a su costa, pero, por su honor que no iba a salirse con la suya.
Ya estaba a escasos pasos de ella cuando vio cómo un hombre la empujaba y la tiraba al medio de la calle. En ese momento, la sangre se le heló en las venas. Un carruaje que había dado la vuelta a la esquina estaba casi encima de ella.
—¡____! —gritó desesperado Nicholas.
____ estaba tan aturdida por el golpe que no sabía cómo había acabado en el suelo. Sentía que le dolía el brazo izquierdo, sobre el que se había apoyado al caer. Intentaba levantarse, el grito angustiado de Nicholas le hizo levantar la cabeza. Lo que vio la dejó sin respiración, porque pensó que, sin remedio, había llegado su hora.
Un carruaje tirado por cuatro enormes caballos iba directamente en su dirección. Sin tiempo para reaccionar, cerró los ojos y esperó el golpe final, cuando sintió que alguien la agarraba y tiraba ferozmente de ella.
—¡Maldita sea, mujer! ¡No vuelva a hacerme nunca más una cosa así! ¿Me oye? —le dijo Nicholas totalmente fuera de sí. A continuación la tomó entre sus brazos con toda la ternura del mundo.
____ dio un quejido de dolor al sentir cómo le rozaba el brazo.
—¿Está bien? ¿Le duele algo? —preguntó preocupado.
—Me duele el brazo —contestó ____ todavía aturdida.
Nicholas se dijo a sí mismo que tenía que sacarla cuanto antes de allí. La gente se estaba arremolinando a su alrededor, curiosa por saber qué había ocurrido.
—Venga —le dijo y la tomó del brazo que no le molestaba—, tenemos que irnos de aquí.
—¿A dónde vamos?
—La llevaré a su casa, como había sido mi intención en un principio. Sawdon, mi cochero, me espera a la vuelta de la esquina.
Con lentitud se dirigieron al carruaje, mientras los curiosos se iban diluyendo entre la gente que caminaba por la calle. Por fin estuvieron sentados en el interior del coche, en dirección a Bradford House. Nicholas no paraba de mirar a ____ con el ceño fruncido.
—No tiene nada roto —le dijo, mientras le inspeccionaba el brazo, suavemente, al ver la mueca de dolor en su cara.
— ¡Dios! Pensé que...
— Lo sé —le dijo Nicholas, que aún intentaba suavizar el nudo que sentía en el estómago. Cuando la vio allí tirada, con el carruaje casi encima, sintió pánico. No vio bien al hombre que la había empujado, pero estaba claro que había sido adrede.
—Podría haber muerto por un desafortunado accidente.
Las palabras de ____ lo hicieron concentrarse de nuevo en ella. Al parecer, la muchacha creía que había sido fortuito; y él no le diría lo que pensaba. No quería preocuparla sin necesidad. El motivo no estaba claro. No sabía si habían querido hacerle daño, o si sólo se había tratado de un ladrón que, queriendo hacerse del bolso de ____, había utilizado el truco del tropezón, y luego había huido, asustado al ver el tumulto provocado por la caída de la joven.
—Gracias —tartamudeó ____, que temblaba visiblemente.
Nicholas sabía que aquella imagen de niña desvalida era una cortina de humo, tras la cual se encontraba la verdadera ____. Pero no podía verla así, tan pequeña y vulnerable. Prefería, mil veces, a la mujer que le hacía frente, porque con ella, sabía a qué atenerse.
En unos segundos, ____ se vio transportada de su sillón al regazo de Nicholas.
—¿Qué hace?
—Intento que deje de balancear el carruaje más de lo necesario con sus incontrolables temblores.
____ quiso protestar, pero después del susto que había pasado, sentirse tan cerca de él, rodeada por sus brazos, era mejor que cualquier calmante. Recostó su cara contra su pecho y acompasó su respiración a los latidos de él, que sonaban fuertes y seguros.
Llegaron a su casa demasiado pronto. Después de ayudarla a bajar, la acompañó hasta la puerta, que se abrió al instante de llamar. Judson, el mayordomo contratado por Gail después de su llegada a Londres, los dejó pasar con cara de asombro. Sin duda, su blusa desgarrada y su falda manchada hacían de aquello una escena bastante peculiar.

Hope you like it.
Cande Luque
Cande Luque


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Mensaje por MoneRoNY Mar 26 Jun 2012, 1:22 am

waaaaaa! jaja síguela por favor así super rápido jeje me encanta esta historia y ya quiero descubrir tanto misterio =)
MoneRoNY
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. - Página 4 Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Dayi_JonasLove!* Mar 26 Jun 2012, 2:53 pm

Frances bastardo! Es obvio que fue el quien contrató al tipo ese!
Gracias a Dios Nick estaba ahí cuando la empujaron.
POR FAVOOR SIGUELAAAA :love:
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Mensaje por As I am Mar 26 Jun 2012, 4:09 pm

ahhhhh no!!!
maldito bastardo mal nacido!!! :caliente:
como se le ocurre hacer eso
y q le hizo la rayis!!
tengo muchas preguntas y pocas respuestas!!
awwwww Nicholas mi amor es todo un heroe y aunq
quiera evitarlo la rayis lo dejo muy
marcado... y aun la ama pero
tiene q decirle la verdad para q nicholas la entienda
ahhhh ya quiero q la sigassss :yonofui:
As I am
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