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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Nueva lectoraa, me encantó la novela, y eso que no soy amante de las de epoca, pero cuando ciertas personas me convencen. ¿Que se le puede hacer?
SIGUELA
SIGUELA
Creadora
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
yeeii!! jeje ush pero creo que no podré leer ni mañana ni el viernes :( como sea tu siguela yo me pongo al corriente =D #amoLaNovela
MoneRoNY
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Capítulo 15
—¡Dios mío, pequeña! ¿Qué te ha pasado? —preguntó Gail y se acercó a grandes pasos.
—¡____! —exclamó Mary Beth, que había ido a visitarla de sorpresa, y le pisó los talones a Gail.
Al parecer, el incidente no iba a pasar tan desapercibido, como hubiese sido su deseo.
—No es nada, de verdad —intentó tranquilizarlas.
Mary Beth y Gail ya se habían percatado de la presencia de Nicholas, que estaba detrás de ella. Lo sabía por sus expresiones. La primera lo miraba como si quisiera gratinarlo al horno, y la segunda, como si el rey Guillermo hubiese irrumpido en su salón.
—Si me permiten —dijo Nicholas—. Lady Bradford debería sentarse antes de responder a sus preguntas. ¿Cómo se llama? —le preguntó al mayordomo.
—Judson, milord —respondió con prontitud.
—Muy bien, Judson, vaya a buscar al doctor Merrick. A esta hora, debe de estar en su consulta, en St. James.
—Inmediatamente, milord.
—No hace falta que... —____ no pudo terminar la frase. Nicholas le apretó más el brazo sano mientras la miraba con cara decidida. Estaba claro que no admitiría discusiones, y ella estaba demasiado cansada como para ponerse a reñir con él. De todas formas, era increíble que se permitiera dar órdenes en su propia casa, pero tampoco quería hacer una escena delante de Mary Beth y Gail.
Pasaron a la sala y se sentó en el sillón. Gail fue a buscar una taza de té y algo más que Nicholas le solicitó en un susurro cuando pasó por su lado, mientras Mary Beth se paseaba de un lado a otro con cara de pocos amigos.
En ese mismo momento, se paró delante de ella y dio pequeños golpecitos en el suelo con la puntera de su zapato, en un claro signo de impaciencia.
—Está bien, ¿qué es lo que te ha pasado? Y no me digas que nada, porque cuando llegué, Gail me dijo que habías ido a ver a tu abogado; y, que yo sepa, uno no vuelve en ese estado cuando sale a hacer una diligencia de esa clase.
____ alargó una mano para alcanzar la de su amiga.
—Mary Beth, siéntate, por favor. Verás —le explicó, mientras Mary Beth tomaba asiento frente a ella—, cuando salí del abogado, fui a la librería del señor Nightingale. Allí me encontré con lord Brame —dijo e intentó no mirarlo— . Cuando salimos, me adelanté, alguien tropezó conmigo y caí en medio de la calle con tan mala fortuna que casi me atropella un carruaje. Si no hubiese sido por lord Brame que me sacó de allí, creo que ahora no estaría aquí.
— ¡Por Dios, ____! ¡Podrías haber muerto!
— Sí, pero como ves, al final no ha pasado nada. Sólo me molesta el brazo. Temo que lo apoyé mal al caer.
— Gracias, milord, por salvarla —le dijo Mary Beth a Nicholas, con una expresión ya más suavizada.
— De nada, señorita Benning.
—Aquí está el té con un chorrito de coñac —dijo Gail al entrar con una taza en sus manos.
—¿Coñac? —preguntó ____.
—Sí, se lo indiqué yo —dijo Nicholas con un tono que no admitía discusión—. Ahora, bébaselo entero. Eso hará que deje de temblar —agregó mientras tomaba la taza y se la tendía a ____.
El médico llegó rápidamente junto con Judson. Saludó a Nicholas como si fueran viejos amigos y después revisó el brazo de ____.
Le vendó la muñeca, aunque, según su opinión, sólo se había producido una pequeña lesión. En verdad había tenido suerte. Quiso recetarle un poco de láudano, pero ____ se negó rotundamente; después de lo de su madre, no quería saber nada de esa sustancia.
—Merrick, espera, me voy contigo —acotó Nicholas cuando el médico ya se despedía—. Lady Bradford, espero que se recupere pronto —le dijo, y retomó el tono de frialdad con el que se había estado refiriendo a ella antes de que sucediera lo del accidente.
La expresión de preocupación que ____ creyó detectar en su rostro y la cortesía, llena de ternura, con la que la había tratado después de recogerla del suelo, se habían esfumado y dejaron paso al hombre frío y altanero con el que se había encontrado desde su regreso a Londres.
—Gracias de nuevo, lord Brame.
—No hay de qué; pero la próxima vez, no se le ocurra volver a salir sola.
Con una inclinación de cabeza, se despidió de ellas y salió de la casa junto con el doctor Merrick.
—Bueno, ____, ahora ve a descansar. Ya vendré a verte más tarde, y me lo contarás todo otra vez. Tengo la sensación de que te has saltado algún que otro detalle por la presencia de lord Brame.
—Mary Beth, eres una mandona.
—Lo... lo siento. Es que me preocupo por ti —le dijo Mary Beth casi en un susurro.
____ no pretendía herir sus sentimientos. Sabía que su amiga era como el refrán: "perro ladrador, poco mordedor". Parecía tener mucha determinación, pero después, tenía un corazón de oro del que muchos podrían aprovecharse. Era muy protectora con aquellos a los que quería y, en parte, eso la sacaba de quicio a la hora de defenderlos; aunque, en el fondo, saber que se preocupaba así por ella le entibiaba el corazón a __ y la conmovía. En todos esos años en los que había sido ella la que se había preocupado por los demás, Mary Beth había actuado como contrapunto, y le había ofrecido el consuelo de una amiga y los sermones de una madre. La volvía loca, pero también la mantenía cuerda, con los pies en la tierra y la sonrisa en los labios.
—Yo también lo siento, pero no hay mucho más que contar. —____ frunció el ceño—. ¿No tendrías que estar en la tienda de madame Lorraine?
El día anterior, Mary Beth le había dicho que pasaría a verla esa mañana, porque tenía que ir a recoger unos encargos.
—Sí —dijo Mary Beth, furiosa—. Pero el pesado de Taylor me siguió hasta allí. Así que le dije a madame Lorraine que volvería esta tarde. Me escabullí por su puerta trasera y vine a verte.
—¿Quién es Taylor?
—Es un barón del norte del país. Su madre y él llegaron hace unas semanas y, desde entonces, no hace más que perseguirme. Realmente, creo que es el hombre más exasperante que conozco.
—Bueno, y ¿por qué no te deshaces de él cortésmente?
—Lo he intentado, créeme; pero ese hombre es estúpido o demasiado testarudo. Es como un pulpo. El otro día, intentó besarme en la terraza, y tuve que ponerlo en su sitio.
—Ten cuidado, Mary Beth.
—No te preocupes, es inofensivo. Anda, ve y descansa.
Gail entró otra vez en la salita.
—¿Qué es eso de que un hombre te empujó?
—¿Gail?
—Perdón, no debí haberlo hecho; pero estuve escuchando, porque no pretenderás que esta vieja, que no hace más que preocuparse por ti, espere para enterarse de lo que te ha pasado.
—Sólo ha sido un accidente y, además, estoy bien.
Gail no estaba muy convencida de su declaración.
—Está bien. Haz lo que te dice Mary Beth y descansa. Después, me contarás todo con más detalle.
Mary Beth la miró con una deslumbrante sonrisa, como tratando de insinuar que ella no era la única mandona en ese lugar. ____ lanzó un suspiro y se levantó para ir a su habitación. Habría que resignarse. Esto de tener a dos entrometidas a su lado provocaba más dolores de cabeza que todos los accidentes juntos, pero no tenía otra opción. Eran su única familia, y las quería más que a nada en el mundo.
Los dos días siguientes pasaron rápidamente, aunque no exentos de actividad. Mary Beth la visitó la misma tarde del accidente y, a diferencia de lo que esperaba, no la interrogó más sobre el suceso. Sin embargo, la convenció, entre súplicas y amenazas, de que fuera al baile anual de su tía, lady Jane Picrins. La tía de Mary Beth dejaba el campo por unas semanas para poder disfrutar de la temporada y de su familia.
Su baile era uno de los más esperados, y sus invitaciones, de las más cotizadas.
____ no quería ir a ningún evento más, y menos a ese baile. Sin duda, Nicholas iba a estar allí. Su amistad con la familia de Mary Beth y, en especial, con lady Jane, prometía su presencia.
Al final, los constantes gimoteos de Mary Beth la convencieron de aceptar. Amenazaba con no asistir ella tampoco si, según sus propios dichos, su mejor amiga, su amiga del alma, no la acompañaba. Eso era chantaje emocional al más puro estilo, pero, cuando la miró con esos ojos implorantes y le dijo que la iba a echar mucho de menos cuando se fuera, irremediablemente, perdió la batalla.
Fue a la casa de madame Lorraine, que le hizo un vestido exquisito para la ocasión. De color verde oscuro, ribeteado en plata y con un escote pronunciado, dejaba sus hombros parcialmente desnudos. Sin lugar a dudas, haría las delicias de muchas de las damas de la sociedad. Por lo menos, eso era lo que decía madame Lorraine que, ante la negativa de ____ a lucir colores más claros, le hizo un vestido imposible de ignorar.
Aunque reticente al principio, cuando se contempló en el espejo, tuvo que claudicar ante la evidencia de que la modista había hecho una bellísima creación. Ni siquiera se reconocía. Parecía otra mujer y, en verdad, ansiaba en su interior, quizás más que nunca, sentirse diferente, aunque sólo fuera por una noche.
Abrazó a madame Lorraine quien, con su sonrisa más radiante, le dijo que estaba magnifique y que, a más de uno, se le saldrían los ojos de las órbitas cuando la vieran.
El baile llegó antes de que pudiera pensar en ello.
Picrins House era una casa majestuosa de dos plantas. De ladrillo rojo, con grandes ventanales, tenía una elegancia clásica. A través de los cristales iluminados por las lámparas que descendían de los altos techos pintados con frescos de estilo francés, se podían ver las figuras de los invitados.
La flor y nata de la aristocracia estaba allí reunida. Con los primeros acordes de la majestuosa orquesta, ____ había hecho su entrada junto a Mary Beth, Rose y los padres de ellas. Cuando pasaron a recogerla esa noche, la hicieron sentir como una princesa. Alabaron su belleza con la sinceridad que desprende una vieja amistad y un afecto mutuo.
Después de saludar a la anfitriona, que las recibió con su habitual calidez y su inagotable energía, comenzó a deambular por el salón principal a la espera de Mary Beth, que había ido al cuarto de baño.
—Buenas noches, lady Bradford.
____ giró al escuchar aquella voz grave y sinuosa como el ronroneo de un gato.
—Buenas noches, lord Drake —le dijo mientras le obsequiaba una espontánea sonrisa. Ese hombre desprendía una fuerza innata que le hacía recordar a otra persona. La sutil ironía que destilaba su mirada camuflaba una dulce calidez. La había visto en sus ojos cuando se posaban en Mary Beth, ¿sabrían esos dos lo que sucedía entre ellos?
—¿Espera a alguien? Me ha parecido que rebuscaba entre la multitud.
—Sí, estoy esperando a Mary Beth.
—¡Ah!, lady Benning.
Otra vez esa mirada, se regocijó ____, aunque la forma en que había dicho el apellido de Mary Beth dejaba entrever cierto aire burlón.
—¿No le cae bien mi amiga, lord Drake?
Una sonrisa traviesa brilló en la cara de Raphael Drake e hizo que unas tenues arruguitas se dibujaran en el extremo de sus ojos que refulgían con una viveza especial.
—¿Qué le hace pensar eso, milady?
—Quizás la forma en que ha pronunciado su nombre o, quizás, que, cuando ustedes dos están juntos, parecen llevarse como perro y gato.
Drake soltó una carcajada.
—Ya se lo dije una vez, es usted muy directa, signorina. —Hizo una pausa—. Si quiere saber la verdad, Mary Beth Benning no me disgusta, aunque lo lamento mucho por el pobre incauto que caiga rendido a sus pies. Su amiga tiene un carácter demasiado impulsivo que, le auguro, le traerá complicaciones. Por lo demás, nada más lejos de caerme mal: me parece una mujer fascinante, aunque, en la misma medida, sumamente irritante.
—Vaya, lord Drake; veo que no soy yo sola la que habla con total franqueza.
—Usted me pidió mi opinión, y yo no soy hombre de medias tintas.
— La verdad, lord Drake, es que Mary Beth, como usted bien ha dicho, es impulsiva, pero también tremendamente generosa y, cuando digo esto, me refiero a todos los ámbitos de la vida. Es leal al extremo, cariñosa de una manera altruista, y su corazón es igual de grande que esta isla. Si alguien fuera lo suficientemente listo como para enamorarse de ella, le aseguro que no sería ningún incauto, sino un hombre muy afortunado, quizás el que más —le espetó ____, ya que no le había gustado mucho la descripción que había hecho de Mary Beth.
— Lady Bradford —le dijo Drake muy serio—, mis palabras no han sido muy acertadas, pero, en su mayoría, no iban dirigidas a usted, sino a mí mismo.
—¿Qué quiere decir?
—Verá. Una vez conocí a una mujer. Era bella como Mary Beth, impulsiva y testaruda. Me robó el corazón antes de que pudiera darme cuenta. En una de sus alocadas ideas, le pareció muy romántico que nos encontráramos de madrugada cerca del Ponte Vecchio para, desde allí, dirigirnos a Santa María del Fiore. Lo había arreglado todo para que un cura amigo suyo nos casara. Estábamos prometidos —dijo lord Drake apenas en un susurro—, pero ella no quería esperar. Cuando recibí la nota, salí de inmediato, pero ya era demasiado tarde. En su inocente osadía, sólo se había hecho acompañar por un sirviente. Cuando llegué, ambos estaban muertos. La encontré semidesnuda, con un lazo atado a su garganta. La habían estrangulado.
____ sufrió cada palabra de su relato como si fuera un retazo de su propia vida. Los ojos se le humedecieron, incapaces de expresar el profundo sentir por la historia de lord Drake. De manera inconsciente, apoyó una mano en su brazo. Su mirada, obnubilada por los recuerdos, estaba cargada de rabia y dolor. Sin embargo, al sentir la mano de ____, sus ojos giraron hacia ella mucho más calmos.
—Lo siento mucho. No sabe cuánto lamento lo que le ocurrió —le dijo ____.
Drake relajó aún más sus facciones.
—Gracias, pero eso fue hace ya mucho tiempo.
—¿Cuánto?
—Siete años, dos meses y cinco días.
¡Cuánto debió de amarla!, pensó ____.
—¿Apresaron a los que le hicieron eso? —preguntó casi con timidez.
—Sí, los encontré —sentenció Drake, como si con esas tres palabras hubiese derribado al mismísimo diablo.
—Entiendo —le contestó ____, que sabía, mejor que nadie, lo que era anhelar que se hiciera justicia.
—De todas maneras, lord Drake, Mary Beth no es su prometida.
—Es usted muy perceptiva. Ya sé que Mary Beth no es Amalia. Créame, lo sé demasiado bien; sin embargo, su carácter es parecido. Ya sufrí una vez, milady, y no podría soportarlo de nuevo.
____ abrió más los ojos. Ahora todo estaba claro: los sentimientos de Drake hacia Mary Beth y su reticencia a admitirlos.
—Alguna vez deberá dejar entrar a alguien, ¿no cree?
—Yo podría preguntarle lo mismo —le dijo y la miró directamente a los ojos. Ese hombre era más intuitivo de lo que imaginaba—. De todas formas, lady Bradford, por ahora, prefiero que mi corazón siga intacto.
____ deseaba replicar, decirle que no debía cerrar las puertas al amor. Ella intuía que, lord Drake tampoco le era indiferente a Mary Beth. La conocía demasiado bien como para dudar de su interés por aquel hombre. Sin embargo, entendía a Drake, así que dejó que sus palabras murieran, mucho antes de formarse en sus labios.
— Le agradezco la confianza que ha depositado en mí. Le aseguro que guardaré su secreto.
— Eso nunca lo he dudado —le dijo lord Drake con una firmeza que la conmovió.
—¿Dónde te habías metido? —preguntó Mary Beth, que se acercó e interrumpió la mirada de complicidad que se había forjado entre ellos dos.
— Estaba esperándote; y muy bien acompañada, por cierto.
— ¡Ah! Buenas noches, milord —dijo Mary Beth a Drake, algo contrariada por su tartamudeo. Ese hombre la afectaba más de lo que deseaba reconocer.
—Lady Benning —le contestó con cortesía—, debo decirle que esta noche está sumamente hermosa.
Mary Beth entrecerró los ojos e intentó dilucidar la veracidad del cumplido.
Lord Drake se acercó a ella y le susurró algo al oído:
—No lo piense y acepte el cumplido.
La cara de sorpresa de su amiga era digna de verse, pensó ____, mientras sonreía para sus adentros. Quizás, Drake quisiera mantener su corazón intacto, pero algo le decía que no sería por mucho tiempo.
—Espero que me reserven un baile cada una esta noche —dijo Drake con su pícara pose ya recuperada—. Y ahora, ¿me permiten que les traiga una limonada? Creo que a la señorita Benning se le ha quedado la boca seca. —Guiñó un ojo a ____, que tuvo que morderse la lengua para no echarse a reír.
—¡Si será pomposo, arrogante y patán! —dijo Mary Beth cuando lo vio alejarse hacia la mesa en la que se encontraba el buffet.
—Mary Beth, controla esa lengua.
—Pero ¿has visto eso, ____? —le preguntó enojada—. ____ Bradford, ¿te estás riendo?
—No, para nada —le contestó con una risilla.
—A ti te parecerá muy gracioso que ese...
—¿Hombre encantador? —sugirió ____.
—No, que ese casanova de pacotilla se burle de mí.
—Yo no he visto que lord Drake haya hecho tal cosa. Más bien creo que te ha hecho un hermoso cumplido.
—____, parece que no has apreciado el doble sentido de sus palabras.
—Mary Beth, creo que no eres objetiva. Estás demasiado interesada en un hombre por primera vez en tu vida, y no sabes cómo aceptarlo.
—¿Que yo qué?
—Ya me has oído.
—____, el accidente del otro día te ha dejado lela.
—Ya —le contestó con una sonrisa mientras enarcaba apenas una ceja. Si su amiga no estaba preparada para aceptar que Drake significaba algo para ella, lo respetaba. Aunque, sin duda, al igual que él, se llevaría una sorpresa.
—Lo siento, ____, pero esta noche estoy de mal humor. El señor Taylor me ha estado persiguiendo sin cesar y, para colmo, me ha hecho llegar una nota para que me encuentre con él en la biblioteca a medianoche. Para justificar tal atrevimiento, adujo la necesidad de tratar un tema urgente, de vida o muerte.
—¿No irás, verdad? —le preguntó dudosa, porque conocía la impetuosidad de Mary Beth.
—Sí que voy a ir. Voy a ponerlo en su sitio.
—Creí que habías hecho eso el otro día.
—También yo, pero parece que no me expresé con total claridad. Te aseguro, sin embargo, que esta noche al señor Taylor no le va a quedar ningún resquicio de duda acerca de los sentimientos que despierta en mí.
—Como sé que va a ser imposible convencerte de lo contrario, iré contigo.
—No hace falta, __. Sé cuidarme sola. Y el señor Taylor no es más que un arrogante pomposo. No te preocupes.
____ no quedó convencida de la idea de Mary Beth, pero, antes de que pudiera replicar algo, Drake estaba de nuevo junto a ellas.
Capítulo 16
Luego de media hora de agitados valses, __ tenía la respiración entrecortada y las piernas como gelatina. Después de tanto tiempo sin más ejercicio que deambular entre cuatro paredes y una escasa hora de paseos diarios por el jardín, su cuerpo reclamaba que se tomara las cosas con más calma.
Con ese fin, se excusó de varias invitaciones más y se sentó en una de las sillas dispuestas alrededor del salón.
Si tenía que ser sincera, su falta de aliento no se debía sólo a los valses, sino también a la presencia de Nicholas. Había notado que estaba allí antes de que hubiese posado sus ojos en él. Estaba magnífico.
Mientras bailaba con Philippe Martre, un caballero de la Borgoña, lo divisó al lado de lady Jane y de Charles Benning.
Vestido de negro, como era habitual en él, desprendía una fuerza y una vitalidad tales que eran, a su vez, excitantes y peligrosas; por ese motivo, se obligó a no pensar más en él y a concentrarse en el baile, aunque, después de pisar dos veces seguidas al pobre Philippe, asumió la imposibilidad de realizar esa tarea.
Sentada entre matronas de la alta sociedad, intentaba respirar el suficiente aire como para controlar todas sus emociones.
—¡Qué desfachatez!
—¿De qué hablas?
—De ese hombre.
—¿Cuál, querida?
—Ese de allí, de la chaqueta azul.
—¿El señor Anthony Taylor?
____ odiaba ser curiosa, pero no tuvo más remedio que prestar atención a la conversación de lady Beck con una dama que desconocía. Había escuchado el tono airado de aquella mujer, algo regordeta y con un tocado del que salía una enorme pluma azul que le hacía recordar a un pavo real, al referirse al señor Taylor. Si pasaba algo con él, quería saber de qué se trataba. Quizás, eso pudiese ayudar a Mary Beth.
—No sé cómo se llama, querida —siguió la mujer del pavo real—, pero estoy casi segura de que es el mismo.
—¿A qué te refieres, Clarice? —preguntó la señora Beck—. ¿A un escándalo?
— ¡Peor! Si es quien yo creo, es un hombre sin escrúpulos, un cazafortunas.
—¿Qué me dices? —le dijo lady Beck y se llevó una mano a la garganta—. Cuéntamelo todo.
—Verás; hace unos meses estuve en la región de los lagos, en casa de mi prima Dotty. Allí asistimos a diversas fiestas y soirées. En una de ellas, el hombre del que te hablo, el mismo que están viendo mis ojos, preparó una trampa para cazar a una joven inocente con el fin de hacerse de su cuantiosa dote. Al parecer, es un barón venido a menos, cuyos acreedores pugnan por ser los primeros en el cobro de sus deudas. Por lo visto, su madre, una viuda amargada, participó también en el plan.
—Pero ¿qué tenían pensado?
—Muy fácil. Mi prima Dotty se enteró por lady Maxwell, una querida amiga suya e íntima de la familia de la muchacha, que ese caradura le había mandado una nota en la que la invitaba a encontrarse a solas con él. Después de eso, en un momento determinado previamente acordado, su madre llegaría con unas amigas suyas hasta ellos con la excusa de sentirse indispuesta; y así los descubriría en una situación embarazosa. La única solución para no enturbiar la reputación de la muchacha sería aceptar un compromiso acelerado.
—¿Y cómo lo descubrieron?
—Parece ser que la chica no era tan tonta. Se lo contó todo a su madre, y fue ella la que se presentó a la cita. Su hija ya había sido presa de hombres de esa calaña. No por nada tenía una dote que hasta una princesa envidiaría. No tengo que decirte que madre e hijo dejaron la región de los lagos esa misma noche.
—¿Y dices que ese es el mismo hombre?
—Yo diría que sí, aunque no puedo asegurarlo. De todos modos, si yo fuera tú, mantendría a Regina a distancia de él.
—Por supuesto, querida; ahora mismo le digo que ni se le acerque. Mi Reg tiene una dote demasiado jugosa para que pase desapercibida.
A ____ la cabeza le daba vueltas. No sabía por qué, pero no tenía dudas de que el hombre al que se habían referido era, en verdad, el señor Taylor. Había tenido un mal presentimiento desde que Mary Beth le había contado lo de la nota, y, de repente, todo encajaba. Mary Beth le había dicho que era un barón, y que había llegado a Londres junto a su madre proveniente del Norte del país. Le había mandado una nota para que se reuniera con él, al igual que lo que había escuchado, y no quería pensar en la consecuencias que esa cita podría causar.
Los condes de Norfolk tenían una gran fortuna; y Mary Beth, una gran dote. Ese era el motivo del señor Taylor y de su interés desmedido. Sin duda, sería su próxima presa. Eran cerca de las doce, y esa era la hora en que habían quedado. Buscó a Mary Beth entre todos los invitados y la encontró hablando con lord Drake. Esperaba que él la entretuviera un rato, el suficiente para evitar el desastre. No podía dejar que Taylor se saliera con la suya. Si pensaba dañar a su amiga, tendría que pasar, primero, por encima suyo. Tenía tan sólo unos minutos, y debían ser suficientes para llegar a la biblioteca, esperar que aquel bastardo estuviera allí y desenmascararlo. Con eso, sería suficiente, pensó decidida.
Cuando le dijera a la cara que sabía cuáles eran sus planes, no tendría más remedio que abandonar el baile y olvidar a Mary Beth. Después, se encargaría de que no pudiera hacerle eso a ninguna otra mujer.
No se había dado cuenta, pero mientras todos esos pensamientos cruzaban por su cabeza, su mirada había estado clavada en Nicholas. En ese momento, al salir de su estupor y ponerse en marcha, vio que él la estaba mirando, con una clara interrogación en los ojos.
Sin perder ni un segundo más, bajó la mirada y se encaminó a la biblioteca; no dejaría que utilizaran a su mejor amiga.
* * *
—Lady Bradford, ¿qué hace aquí?
____ observó la cara de sorpresa del señor Anthony Taylor. Estaba bien claro que era otra persona a la que esperaba ver entrar por la puerta.
—He venido a hablar con usted.
—¿Y de qué quiere hablar? —le preguntó ansioso—. Verá, milady, tengo que encontrarme aquí con otra persona dentro de unos minutos, y por esa razón, le pediría que dejara la conversación para otro momento. Le estaría eternamente agradecido.
____ se acercó un poco a él.
—Quien espera no va a venir, señor Taylor.
—¿Cómo dice?
____ sabía que se estaba metiendo en problemas, pero te¬nía que desarmar totalmente a ese hombre. Mientras que pensara que Mary Beth no iba a ir, la escucharía; no tendría más remedio que prestarle atención. Sin embargo, pudo ver que sus conclusiones no habían sido del todo correctas. Taylor la estaba mirando de una forma que no le gustaba nada.
La expresión totalmente dulcificada que había exhibido Taylor durante la velada había quedado sepultada bajo una mirada inquebrantable que reflejaba, a las claras, su creciente exasperación. Resultaba evidente que se estaba impacientando.
—Creo que me ha oído a la perfección. He dicho que la persona que usted espera no vendrá. Me he encargado de que así sea.
—¿Sabe usted lo que ha hecho? —preguntó entre dientes. Lejos de amedrentarse, ____ dio otro paso al frente.
—He evitado que usted se aproveche de Mary Beth. Sé quién es y lo que pensaba hacer.
—¿De verdad?
—Sí, de veras.
—Vaya, es usted muy inteligente, lady Bradford; pero no tiene forma de demostrar lo que está diciendo.
—Señor Taylor, para su sorpresa, hay una dama ahí fuera que lo conoce de la región de los lagos, así como los desagradables hechos que tuvieron lugar allí y de los que usted es culpable. De hecho, esa dama ya está informando a otras de su reputación como cazafortunas. Yo sólo le estoy ofreciendo la posibilidad de marcharse antes de que ese rumor se convierta en el tema principal de esta fiesta. Es mucho más de lo que usted se merece. Sin duda, una humillación pública y la retirada de la palabra de la buena sociedad estarían más a la altura de las circunstancias, pero creo que un escándalo no favorece a nadie. Esta casa es de la tía de Mary Beth, y en ella se encuentran el padre y el primo de mi amiga. No creo necesario mencionarle lo que esos caballeros harían con usted si llegaran a enterarse de sus planes para con mi amiga.
Después de terminar el discurso con el que, creía, quedarían destruidas todas las maquinaciones del señor Taylor, ____ se quedó asombrada ante la reacción de él, que se rió con una fuerte carcajada y la aplaudió, como si aquello hubiese sido una representación del Teatro Real de Drury Lane, y ella, la primera actriz.
—Querida, es usted verdaderamente deliciosa. Por un momento, he de confesar, que me tenía acorralado, pero ¿sabe? No ha pensado en todo.
—¿Qué quiere decir? —preguntó ____ mientras daba un paso atrás.
La expresión de ese hombre era la de una fiera enjaulada que, de pronto, ve una salida y se relame por el placer que prevé.
—Lo que quiero decir, señorita Bradford, es que tiene usted razón; la señorita Benning era una presa apetecible, pero demasiado complicada y... ¿por qué hacerlo difícil cuando tengo a mi alcance algo mucho más apetitoso, si cabe, una heredera por ejemplo?
Las implicaciones de aquellas palabras estaban claras, pero se dio cuenta demasiado tarde. Antes de llegar a dar siquiera un paso, el señor Taylor la tomó por el brazo, se lo retorció hacia atrás en la espalda y la inmovilizó contra la mesa de caoba que había en un extremo de la habitación.
—¡Suélteme!
—Todavía no, preciosa —le susurró al oído mientras trazaba con su lengua un dibujo sobre su cuello.
Los viejos temores se apoderaron de ella que, fuera de sí, luchó con todas sus fuerzas contra ese canalla. Con la mano que tenía libre, lo arañó en la cara y le dejó amplios surcos ensangrentados sobre la mejilla izquierda.
—¡Zorra! —exclamó Taylor a la vez que le daba un bofetón que le hizo volver la cara.
____ se quedó atontada. Sentía que le estaba manoseando el vestido, y que el aire fresco rozaba sus pezones ya desnudos.
—¡Preciosos! Pequeña, creo que voy a disfrutar mucho más contigo de lo que creía. Cuando estemos casados, aprenderás a obedecerme. Te abrirás de piernas todas las veces que quiera disfrutar de ti y, si eres buena chica, quizás, después de eso, te deje algunas monedas para comprarte alguna chuchería.
Una fuerza interior cercana al odio se apoderó de ella. La energía que le quedaba la canalizó en luchar hasta quedar sin aliento.
—¡Maldito canalla!
De repente, ____ sintió que el peso, que momentos antes la aplastaba contra la mesa, ya no estaba. Nicholas estaba ante sus ojos y tomaba a Taylor por el cuello, mientras soltaba un rugido que hizo estremecer las paredes.
Claramente sorprendido, Taylor no logró, siquiera, parpadear, antes de que Nicholas le asestara dos puñetazos que mandaron su cuerpo inconsciente al suelo, como si fuera un muñeco de trapo.
Como pudo, ____ trató de incorporarse, mientras intentaba, con desesperación, colocarse el vestido.
—Déjeme a mí —le dijo Nicholas mientras, con manos diestras, recomponía su vestuario.
Estaba muy furioso. Habría matado a ese bastardo, pero, al ver a ____ visiblemente perturbada, se detuvo.
Cuando la había visto esa noche, en mitad del salón, bailando en brazos de diferentes hombres, había sentido el sabor amargo de los celos. En su interior, había creído que ya no formaba parte de su vida, que se había librado de los efectos que producía en él. Sin embargo, esa noche comprendió que estaba lejos de conseguir esa meta; su odio por ella crecía en la misma medida que su deseo, porque la realidad era que la deseaba más que nunca.
Con sus hombros a la luz de las velas y su cabellera negra, que desafiaba a las más preciadas sedas, era, por lejos, la mujer más hermosa y sensual que había visto nunca. Estaba quebrantando su voluntad a pasos agigantados. Negándole la victoria, había intentado eludirla; había ignorado su presencia aun cuando, a cada paso que daba, creía oler su perfume. De todas formas, la decisión estaba tomada y, costase lo que costase, vencería. La desterraría de su mente, aunque fuese lo último que hiciera. Entonces, la vio sentada en un rincón; lo estaba mirando directamente a los ojos, como si estuviera hipnotizada. Era tan patente su angustia que parecía un animalillo acorralado que no sabe qué hacer. Cuando Nicholas comprobó que ella se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, desvió su mirada rápidamente, pero, sin quererlo, ella le había revelado algo que ocultaba.
A pesar de ser una taimada mentirosa, Nicholas observó que sus reacciones, en esos momentos, habían sido espontáneas y sinceras, y por eso la siguió. Quería saber qué le había producido tal estado de agitación. Después del accidente de días atrás, tenía una mala sensación que, en esos momentos, se había incrementado. Cuando entró en la biblioteca, hasta donde la había seguido, y la vio luchando con ese canalla que intentaba aprovecharse de ella, todo pensamiento racional abandonó su mente. Lo único que quería era hacer sufrir a ese bastardo.
¡Dios! Si no la hubiese seguido, ese malnacido podría...; no, no debía pensar en ello; en ese momento, que veía a Taylor fuera de combate en el suelo, ____ era su mayor preocupación.
Ella parecía no escucharlo. Estaba mirando a un punto fijo y sólo intentaba ponerse, de nuevo, el destrozado corsé de su vestido. Sus manos temblaban descontroladamente y le impedían esa tarea. Nicholas se apresuró a hacerlo por ella.
—¡____, míreme! ¡____!, ¡maldita sea, míreme ahora mismo! —le espetó y consiguió que ella enfocara su vista en él.
—Nicholas —dijo en un susurro mientras una sola lágrima caía por su mejilla.
Nicholas hubiese preferido escucharla llorar o que se hubiese puesto histérica; al ver caer esa lágrima, quedó conmovido como nadie lo habría imaginado.
—¿Está bien? ¿La ha...?
—No, no lo ha conseguido, ha llegado a tiempo, yo... no sé qué...
En ese momento, Nicholas reparó en el moretón que se le estaba formando a ____ en el pómulo, y las ganas de acabar con Taylor fueron devastadoras.
—Ahora debemos irnos, después me contará.
Nicholas no pudo terminar la frase; los pasos y las voces de varios invitados que se acercaban a la puerta eran ya inminentes. Miró a ____ y, en un segundo, tomó una decisión. Escondió el cuerpo de Taylor detrás del escritorio, se acercó de nuevo a ella, la estrechó entre sus brazos y la besó, justo en el mismo instante en que se abría la puerta y daba paso a la señora Taylor y lady Jane.
—¿Brame? —preguntó lady Jane.
— ¡Dios mío! —exclamó otra mujer que había venido detrás de ellas, hasta que se puso al lado de la señora Taylor, que parecía haber visto un fantasma.
— Lady Jane —dijo Nicholas y esbozó una deliciosa sonrisa mientras tomaba a ____ por la cintura y dejaba así su maltrecha mejilla lejos de la vista de las señoras.
—¿Qué... qué está pasando aquí?
Nicholas miró, detenidamente, al grupo de mujeres que se había congregado frente a él, y posó por último su mirada en la tía de Mary Beth.
—Antes de que me reproche nada, lady Jane, he de reconocer que he hecho mal en traer a lady Bradford a la biblioteca; pero tenía que hacerle una pregunta que mi impaciencia me ha impedido postergar. Estaba ansioso por saber si ella aceptaría ser mi esposa y, en mi impulsivo proceder, temo haberme saltado las convenciones sociales. De todas formas, nada de lo que me diga podrá hacerme sentir mal, porque lady Bradford me ha dado su consentimiento y ha aceptado casarse conmigo.
La expresión de las tres mujeres era idéntica: tenían la sorpresa reflejada en el rostro. La desconocida, a quien Nicholas reconoció en aquel instante como madame Vanneste, era una condesa francesa dada al melodrama y al romanticismo y, por esa razón, su cara había sido sumamente comprensible ante la explicación. La de la señora Taylor, no tenía precio. En verdad, parecía estar al borde de una apoplejía; y lady Jane, que lo conocía como a la palma de su mano, arqueó una ceja en señal de escepticismo. Para completar el cuadro, Mary Beth apareció en el vano de la puerta con lord Drake pegado a sus talones.
—Bueno, señoras, creo que será mejor que vengan conmigo hasta el saloncito verde. Allí podrá descansar tranquila, señora Taylor.
—Enhorabuena, muchacho; ya era hora —dijo madame de Vanneste con una pícara sonrisa.
Lady Jane salió de la habitación y se llevó con ella a todas las damas; pero antes de irse, miró a Nicholas y dibujó, con los labios, la palabra "después", que, inconfundiblemente, se refería a que no se iría de allí sin explicarle lo que había pasado.
Mary Beth esperó a que saliera su tía, cerró la puerta tras ella y, de paso, le dio en las narices a lord Drake quien, actuando con rapidez, entró segundos después con una mueca en la cara.
—Esto no le incumbe —le soltó Mary Beth.
—Oh, yo creo que sí. Usted me dejó plantado en mitad del salón de baile, delante de todo el mundo. Créame, después de eso, esto es asunto mío.
Ajenos a esa discusión entre Drake y Mary Beth, ____, ya recuperada, miraba con furia a Nicholas.
—Pero ¿cómo se atreve a decir que vamos a casarnos? ¡Está loco por completo!
—¡Ja! —dijo exasperado Nicholas, mientras apretaba los dientes y daba un paso hacia ella—. ¿Qué pretendía que hiciera? ¿Arrojarla a los leones? Sabe, de sobra, lo que habría pasado. Aunque quizás hubiera preferido que su nombre acabara en el fango.
—Mi nombre no es de su incumbencia. Me da igual lo que piensen; de todas formas, me voy dentro de una semana.
—Creo que todavía está afectada, y por eso no piensa con claridad; no hay otra explicación razonable para su estupidez.
—¡¿Mi qué?!
—Me ha oído bien.
—¡Oiga, no insulte a ____! —exclamó indignada Mary Beth, que se había vuelto hacia él al escuchar esas palabras.
Nicholas la miró como si se acabara de darse cuenta de su presencia en la habitación.
—Lady Benning, no dudo de que su preocupación por ____ sea genuina, pero esto es una conversación privada, así que haga el favor de mantenerse al margen.
—Antes volarán los cerdos —dijo lord Drake por lo bajo, comentario que le valió tres miradas fulminantes. Luego, levantó las manos en señal de rendición.
Mary Beth se acercó a ____. La conocía demasiado bien y percibía que estaba muy alterada. Temblaba como una hoja. No sabía cómo las cosas habían terminado con la proclamación, por parte de lord Brame, de un compromiso entre ambos; pero se proponía averiguarlo. Todas sus intenciones se esfumaron cuando vio la mejilla lacerada de ____.
—¡Dios mío! —gritó mientras corría los escasos pasos que la separaban de su amiga para poder verle la cara con mayor claridad.
—¿Cómo...? —preguntó y se quedó en silencio cuando vio un pie que sobresalía por el borde de la enorme mesa que servía de escritorio. Con rapidez la bordeó y descubrió el cuerpo del señor Taylor, inconsciente, tirado encima de la alfombra preferida de su tía Jane.
—¿____? —le preguntó confundida.
—Mary Beth, después te cuento.
—No, __, dímelo ahora, por favor.
Resignada, ____ la miró.
—No me preguntes cómo, pero me enteré de que el señor Taylor quería ponerte una trampa para que os encontraran en una posición comprometida y que tuvieses, así, que casarte con él. Iba detrás de tu dinero, porque está arruinado. Por lo visto, esta no es la primera vez que intenta hacer algo así. En cuanto tuve conocimiento de su plan, como sabía que él te había citado a las doce aquí, en la biblioteca, decidí adelantarme a ti, desenmascararlo y obligarlo a que se marchara. Pero mi plan no resultó como yo esperaba. Cuando vio que no podía tenerte a ti, yo le parecí una buena opción.
—¡Por Dios, ____! —gimió Mary Beth.
—Parece que empiezan a encajar todas las piezas, pero ¿se puede saber por qué se le ocurrió venir aquí sola, sabiendo las intenciones de ese tipo? —preguntó Nicholas fuera de sí.
—Ni siquiera lo pensé. Sólo quería salvar a Mary Beth.
—Eso es evidente —le contestó entre dientes.
—¿Y fue Taylor quien te hizo eso? —preguntó, débilmente, Mary Beth, al señalar con su dedo la mejilla derecha de ____. La mirada de su amiga fue respuesta suficiente.
— ¡Yo lo mato! —bramó Mary Beth, que se abalanzó como una fiera sobre el cuerpo inerte de Taylor para pegarle.
— ¡Basta, fierecilla! —saltó Drake que, en dos zancadas, la había alcanzado y la sujetaba con fuerza por la espalda en el mismo momento en que ella levantaba el pie para patearlo en sus partes nobles.
— ¡Déjeme ahora mismo! ¡Porque voy a patear a ese bastardo hasta que le salgan las tripas por las orejas!
Lord Drake no pudo evitar soltar una carcajada.
—No va a hacer nada de eso. Por esta noche, creo que ha sido más que suficiente. ¡Vamos! Salgamos a tomar un poco de aire fresco.
—¿Fresco? Como no me suelte, lo pateo también a usted. ¡____! —le gritó a su amiga, mientras Drake se la llevaba a rastras hacia la puerta de la biblioteca que conectaba con la terraza.
—Lord Brame, si necesita mi ayuda con el señor Taylor, será un placer para mí.
—Gracias, Drake. Lo tendré en cuenta.
—¡____! —gritó otra vez Mary Beth.
—Mary Beth, está bien. Quiero hablar con lord Brame en privado. Después nos vemos.
Aunque Mary Beth no parecía del todo convencida, acompañó a regañadientes, a lord Drake. Cuando se marcharon, ____ giró hacia Nicholas, más enfadada que nunca.
—Me parece increíble que se haya puesto en peligro, esta noche, de esa manera —le dijo Nicholas, otra vez furioso.
—Le he dicho que ni siquiera lo pensé. Sólo sabía que tenía que librar a Mary Beth de ese...
—¿Bastardo?
—Sí, exacto, de ese miserable bastardo.
—¿Cómo se enteró?
—¿Y eso qué importa?
—A mí me importa —le dijo con un tono de voz tan tajante que no admitió discusión alguna.
____ titubeó, porque no quería dar el brazo a torcer, pero, dadas las circunstancias, daba lo mismo decírselo.
—Una mujer que estaba en el salón le comentó a lady Beck que creía conocer al señor Taylor de la región de los lagos. Luego, le relató los hechos, que eran muy reveladores. Por lo visto, había intentado comprometer a una dama allí, a una joven con una cuantiosa dote. Todo coincidía, así que no necesité más.
—Ya veo —dijo Nicholas con aire taciturno, mientras miraba el reloj de pared que había tras ella—. Después de lo que ha pasado, lo mejor es que la lleve a su casa.
—En absoluto. No me moveré de aquí hasta que no prometa disolver este ridículo compromiso.
—¿Ridículo? Señorita —dijo con un retintín que en nada gustó a ____—, creo que todavía no ha entendido la magnitud de su situación.
—La he entendido perfectamente, milord; pero vuelvo a repetirle que me importa un bledo.
A Nicholas le tembló el párpado del ojo izquierdo cuando escuchó la "elegante" palabra con la que ____ había concluido su frase.
—Yo creo que no, que no lo ha entendido. ¿Qué piensa que va a pasar? ¿Piensa que porque pondrá tierra de por medio todos van a olvidar lo sucedido aquí hoy? No, ____. Sabe lo frágil que es la reputación de una mujer, y lo que la sociedad hace con las que la pierden. Les da la espalda.
—Las personas que me importan, mis amigos, no harían eso.
—Claro que no, pero ¿cuánto les costaría a ellos defenderla?
____ sabía que la estaba acorralando, y ni siquiera entendía por qué.
—¿Por qué hace esto?
—Llámelo caballerosidad; aunque mis motivos verdaderos sean más mundanos que todo eso. Tenía pensado buscar esposa desde hace un tiempo; y usted es perfecta.
—¡Pero si me odia!
Nicholas sonrió de medio lado, lo que hizo que a ____ le corriera un frío por todo el cuerpo
—Creo que se sobrevalora, pequeña. Ese es un sentimiento demasiado fuerte. La deseo, eso no puedo negarlo; y además, necesito un heredero. Esas son buenas razones para un matrimonio. Sin tonterías románticas ni expectativas sentimentales. Usted tendrá su vida, y yo, la mía. La única condición es que deberá serme fiel; en eso me temo que debo ser inflexible.
____ estaba ofendida. Sabía de sobra que la oferta de Nicholas no era inusual. Muchos de los matrimonios celebrados entre sus conocidos habían sido concertados bajo condiciones semejantes. No se hablaba de ese tema, pero todo el mundo lo sabía. A pesar de ello, no estaba dispuesta, no quería que el resto de su vida estuviese basado en una mentira.
—No puede pretender que acepte esa pantomima.
—No tiene otra opción, y yo no pienso retractarme. Vaya haciéndose a la idea.
La expresión de Nicholas se suavizó cuando vio la hinchazón cada vez más prominente, en la cara de ____.
—Vamos, la acompaño a su casa. Mañana hablaremos de esto con más calma.
____ asintió con la cabeza. Estaba exhausta. En ese estado no podía hacer frente a Nicholas. Debía descansar, recuperar fuerzas y pensar en cómo deshacer todo ese lío. Siguió a Nicholas hasta la entrada, donde él le dijo que lo esperara. Unos momentos después, regresó.
—Le he dicho a lady Jane que no se encontraba bien y que nos íbamos.
—¿Y no le ha preguntado nada?
—No, no le he dado tiempo.
—Nicholas...
—Mañana, hablaremos mañana.
Hope you like it.
Perdón por el retraso (:
—¡Dios mío, pequeña! ¿Qué te ha pasado? —preguntó Gail y se acercó a grandes pasos.
—¡____! —exclamó Mary Beth, que había ido a visitarla de sorpresa, y le pisó los talones a Gail.
Al parecer, el incidente no iba a pasar tan desapercibido, como hubiese sido su deseo.
—No es nada, de verdad —intentó tranquilizarlas.
Mary Beth y Gail ya se habían percatado de la presencia de Nicholas, que estaba detrás de ella. Lo sabía por sus expresiones. La primera lo miraba como si quisiera gratinarlo al horno, y la segunda, como si el rey Guillermo hubiese irrumpido en su salón.
—Si me permiten —dijo Nicholas—. Lady Bradford debería sentarse antes de responder a sus preguntas. ¿Cómo se llama? —le preguntó al mayordomo.
—Judson, milord —respondió con prontitud.
—Muy bien, Judson, vaya a buscar al doctor Merrick. A esta hora, debe de estar en su consulta, en St. James.
—Inmediatamente, milord.
—No hace falta que... —____ no pudo terminar la frase. Nicholas le apretó más el brazo sano mientras la miraba con cara decidida. Estaba claro que no admitiría discusiones, y ella estaba demasiado cansada como para ponerse a reñir con él. De todas formas, era increíble que se permitiera dar órdenes en su propia casa, pero tampoco quería hacer una escena delante de Mary Beth y Gail.
Pasaron a la sala y se sentó en el sillón. Gail fue a buscar una taza de té y algo más que Nicholas le solicitó en un susurro cuando pasó por su lado, mientras Mary Beth se paseaba de un lado a otro con cara de pocos amigos.
En ese mismo momento, se paró delante de ella y dio pequeños golpecitos en el suelo con la puntera de su zapato, en un claro signo de impaciencia.
—Está bien, ¿qué es lo que te ha pasado? Y no me digas que nada, porque cuando llegué, Gail me dijo que habías ido a ver a tu abogado; y, que yo sepa, uno no vuelve en ese estado cuando sale a hacer una diligencia de esa clase.
____ alargó una mano para alcanzar la de su amiga.
—Mary Beth, siéntate, por favor. Verás —le explicó, mientras Mary Beth tomaba asiento frente a ella—, cuando salí del abogado, fui a la librería del señor Nightingale. Allí me encontré con lord Brame —dijo e intentó no mirarlo— . Cuando salimos, me adelanté, alguien tropezó conmigo y caí en medio de la calle con tan mala fortuna que casi me atropella un carruaje. Si no hubiese sido por lord Brame que me sacó de allí, creo que ahora no estaría aquí.
— ¡Por Dios, ____! ¡Podrías haber muerto!
— Sí, pero como ves, al final no ha pasado nada. Sólo me molesta el brazo. Temo que lo apoyé mal al caer.
— Gracias, milord, por salvarla —le dijo Mary Beth a Nicholas, con una expresión ya más suavizada.
— De nada, señorita Benning.
—Aquí está el té con un chorrito de coñac —dijo Gail al entrar con una taza en sus manos.
—¿Coñac? —preguntó ____.
—Sí, se lo indiqué yo —dijo Nicholas con un tono que no admitía discusión—. Ahora, bébaselo entero. Eso hará que deje de temblar —agregó mientras tomaba la taza y se la tendía a ____.
El médico llegó rápidamente junto con Judson. Saludó a Nicholas como si fueran viejos amigos y después revisó el brazo de ____.
Le vendó la muñeca, aunque, según su opinión, sólo se había producido una pequeña lesión. En verdad había tenido suerte. Quiso recetarle un poco de láudano, pero ____ se negó rotundamente; después de lo de su madre, no quería saber nada de esa sustancia.
—Merrick, espera, me voy contigo —acotó Nicholas cuando el médico ya se despedía—. Lady Bradford, espero que se recupere pronto —le dijo, y retomó el tono de frialdad con el que se había estado refiriendo a ella antes de que sucediera lo del accidente.
La expresión de preocupación que ____ creyó detectar en su rostro y la cortesía, llena de ternura, con la que la había tratado después de recogerla del suelo, se habían esfumado y dejaron paso al hombre frío y altanero con el que se había encontrado desde su regreso a Londres.
—Gracias de nuevo, lord Brame.
—No hay de qué; pero la próxima vez, no se le ocurra volver a salir sola.
Con una inclinación de cabeza, se despidió de ellas y salió de la casa junto con el doctor Merrick.
—Bueno, ____, ahora ve a descansar. Ya vendré a verte más tarde, y me lo contarás todo otra vez. Tengo la sensación de que te has saltado algún que otro detalle por la presencia de lord Brame.
—Mary Beth, eres una mandona.
—Lo... lo siento. Es que me preocupo por ti —le dijo Mary Beth casi en un susurro.
____ no pretendía herir sus sentimientos. Sabía que su amiga era como el refrán: "perro ladrador, poco mordedor". Parecía tener mucha determinación, pero después, tenía un corazón de oro del que muchos podrían aprovecharse. Era muy protectora con aquellos a los que quería y, en parte, eso la sacaba de quicio a la hora de defenderlos; aunque, en el fondo, saber que se preocupaba así por ella le entibiaba el corazón a __ y la conmovía. En todos esos años en los que había sido ella la que se había preocupado por los demás, Mary Beth había actuado como contrapunto, y le había ofrecido el consuelo de una amiga y los sermones de una madre. La volvía loca, pero también la mantenía cuerda, con los pies en la tierra y la sonrisa en los labios.
—Yo también lo siento, pero no hay mucho más que contar. —____ frunció el ceño—. ¿No tendrías que estar en la tienda de madame Lorraine?
El día anterior, Mary Beth le había dicho que pasaría a verla esa mañana, porque tenía que ir a recoger unos encargos.
—Sí —dijo Mary Beth, furiosa—. Pero el pesado de Taylor me siguió hasta allí. Así que le dije a madame Lorraine que volvería esta tarde. Me escabullí por su puerta trasera y vine a verte.
—¿Quién es Taylor?
—Es un barón del norte del país. Su madre y él llegaron hace unas semanas y, desde entonces, no hace más que perseguirme. Realmente, creo que es el hombre más exasperante que conozco.
—Bueno, y ¿por qué no te deshaces de él cortésmente?
—Lo he intentado, créeme; pero ese hombre es estúpido o demasiado testarudo. Es como un pulpo. El otro día, intentó besarme en la terraza, y tuve que ponerlo en su sitio.
—Ten cuidado, Mary Beth.
—No te preocupes, es inofensivo. Anda, ve y descansa.
Gail entró otra vez en la salita.
—¿Qué es eso de que un hombre te empujó?
—¿Gail?
—Perdón, no debí haberlo hecho; pero estuve escuchando, porque no pretenderás que esta vieja, que no hace más que preocuparse por ti, espere para enterarse de lo que te ha pasado.
—Sólo ha sido un accidente y, además, estoy bien.
Gail no estaba muy convencida de su declaración.
—Está bien. Haz lo que te dice Mary Beth y descansa. Después, me contarás todo con más detalle.
Mary Beth la miró con una deslumbrante sonrisa, como tratando de insinuar que ella no era la única mandona en ese lugar. ____ lanzó un suspiro y se levantó para ir a su habitación. Habría que resignarse. Esto de tener a dos entrometidas a su lado provocaba más dolores de cabeza que todos los accidentes juntos, pero no tenía otra opción. Eran su única familia, y las quería más que a nada en el mundo.
Los dos días siguientes pasaron rápidamente, aunque no exentos de actividad. Mary Beth la visitó la misma tarde del accidente y, a diferencia de lo que esperaba, no la interrogó más sobre el suceso. Sin embargo, la convenció, entre súplicas y amenazas, de que fuera al baile anual de su tía, lady Jane Picrins. La tía de Mary Beth dejaba el campo por unas semanas para poder disfrutar de la temporada y de su familia.
Su baile era uno de los más esperados, y sus invitaciones, de las más cotizadas.
____ no quería ir a ningún evento más, y menos a ese baile. Sin duda, Nicholas iba a estar allí. Su amistad con la familia de Mary Beth y, en especial, con lady Jane, prometía su presencia.
Al final, los constantes gimoteos de Mary Beth la convencieron de aceptar. Amenazaba con no asistir ella tampoco si, según sus propios dichos, su mejor amiga, su amiga del alma, no la acompañaba. Eso era chantaje emocional al más puro estilo, pero, cuando la miró con esos ojos implorantes y le dijo que la iba a echar mucho de menos cuando se fuera, irremediablemente, perdió la batalla.
Fue a la casa de madame Lorraine, que le hizo un vestido exquisito para la ocasión. De color verde oscuro, ribeteado en plata y con un escote pronunciado, dejaba sus hombros parcialmente desnudos. Sin lugar a dudas, haría las delicias de muchas de las damas de la sociedad. Por lo menos, eso era lo que decía madame Lorraine que, ante la negativa de ____ a lucir colores más claros, le hizo un vestido imposible de ignorar.
Aunque reticente al principio, cuando se contempló en el espejo, tuvo que claudicar ante la evidencia de que la modista había hecho una bellísima creación. Ni siquiera se reconocía. Parecía otra mujer y, en verdad, ansiaba en su interior, quizás más que nunca, sentirse diferente, aunque sólo fuera por una noche.
Abrazó a madame Lorraine quien, con su sonrisa más radiante, le dijo que estaba magnifique y que, a más de uno, se le saldrían los ojos de las órbitas cuando la vieran.
El baile llegó antes de que pudiera pensar en ello.
Picrins House era una casa majestuosa de dos plantas. De ladrillo rojo, con grandes ventanales, tenía una elegancia clásica. A través de los cristales iluminados por las lámparas que descendían de los altos techos pintados con frescos de estilo francés, se podían ver las figuras de los invitados.
La flor y nata de la aristocracia estaba allí reunida. Con los primeros acordes de la majestuosa orquesta, ____ había hecho su entrada junto a Mary Beth, Rose y los padres de ellas. Cuando pasaron a recogerla esa noche, la hicieron sentir como una princesa. Alabaron su belleza con la sinceridad que desprende una vieja amistad y un afecto mutuo.
Después de saludar a la anfitriona, que las recibió con su habitual calidez y su inagotable energía, comenzó a deambular por el salón principal a la espera de Mary Beth, que había ido al cuarto de baño.
—Buenas noches, lady Bradford.
____ giró al escuchar aquella voz grave y sinuosa como el ronroneo de un gato.
—Buenas noches, lord Drake —le dijo mientras le obsequiaba una espontánea sonrisa. Ese hombre desprendía una fuerza innata que le hacía recordar a otra persona. La sutil ironía que destilaba su mirada camuflaba una dulce calidez. La había visto en sus ojos cuando se posaban en Mary Beth, ¿sabrían esos dos lo que sucedía entre ellos?
—¿Espera a alguien? Me ha parecido que rebuscaba entre la multitud.
—Sí, estoy esperando a Mary Beth.
—¡Ah!, lady Benning.
Otra vez esa mirada, se regocijó ____, aunque la forma en que había dicho el apellido de Mary Beth dejaba entrever cierto aire burlón.
—¿No le cae bien mi amiga, lord Drake?
Una sonrisa traviesa brilló en la cara de Raphael Drake e hizo que unas tenues arruguitas se dibujaran en el extremo de sus ojos que refulgían con una viveza especial.
—¿Qué le hace pensar eso, milady?
—Quizás la forma en que ha pronunciado su nombre o, quizás, que, cuando ustedes dos están juntos, parecen llevarse como perro y gato.
Drake soltó una carcajada.
—Ya se lo dije una vez, es usted muy directa, signorina. —Hizo una pausa—. Si quiere saber la verdad, Mary Beth Benning no me disgusta, aunque lo lamento mucho por el pobre incauto que caiga rendido a sus pies. Su amiga tiene un carácter demasiado impulsivo que, le auguro, le traerá complicaciones. Por lo demás, nada más lejos de caerme mal: me parece una mujer fascinante, aunque, en la misma medida, sumamente irritante.
—Vaya, lord Drake; veo que no soy yo sola la que habla con total franqueza.
—Usted me pidió mi opinión, y yo no soy hombre de medias tintas.
— La verdad, lord Drake, es que Mary Beth, como usted bien ha dicho, es impulsiva, pero también tremendamente generosa y, cuando digo esto, me refiero a todos los ámbitos de la vida. Es leal al extremo, cariñosa de una manera altruista, y su corazón es igual de grande que esta isla. Si alguien fuera lo suficientemente listo como para enamorarse de ella, le aseguro que no sería ningún incauto, sino un hombre muy afortunado, quizás el que más —le espetó ____, ya que no le había gustado mucho la descripción que había hecho de Mary Beth.
— Lady Bradford —le dijo Drake muy serio—, mis palabras no han sido muy acertadas, pero, en su mayoría, no iban dirigidas a usted, sino a mí mismo.
—¿Qué quiere decir?
—Verá. Una vez conocí a una mujer. Era bella como Mary Beth, impulsiva y testaruda. Me robó el corazón antes de que pudiera darme cuenta. En una de sus alocadas ideas, le pareció muy romántico que nos encontráramos de madrugada cerca del Ponte Vecchio para, desde allí, dirigirnos a Santa María del Fiore. Lo había arreglado todo para que un cura amigo suyo nos casara. Estábamos prometidos —dijo lord Drake apenas en un susurro—, pero ella no quería esperar. Cuando recibí la nota, salí de inmediato, pero ya era demasiado tarde. En su inocente osadía, sólo se había hecho acompañar por un sirviente. Cuando llegué, ambos estaban muertos. La encontré semidesnuda, con un lazo atado a su garganta. La habían estrangulado.
____ sufrió cada palabra de su relato como si fuera un retazo de su propia vida. Los ojos se le humedecieron, incapaces de expresar el profundo sentir por la historia de lord Drake. De manera inconsciente, apoyó una mano en su brazo. Su mirada, obnubilada por los recuerdos, estaba cargada de rabia y dolor. Sin embargo, al sentir la mano de ____, sus ojos giraron hacia ella mucho más calmos.
—Lo siento mucho. No sabe cuánto lamento lo que le ocurrió —le dijo ____.
Drake relajó aún más sus facciones.
—Gracias, pero eso fue hace ya mucho tiempo.
—¿Cuánto?
—Siete años, dos meses y cinco días.
¡Cuánto debió de amarla!, pensó ____.
—¿Apresaron a los que le hicieron eso? —preguntó casi con timidez.
—Sí, los encontré —sentenció Drake, como si con esas tres palabras hubiese derribado al mismísimo diablo.
—Entiendo —le contestó ____, que sabía, mejor que nadie, lo que era anhelar que se hiciera justicia.
—De todas maneras, lord Drake, Mary Beth no es su prometida.
—Es usted muy perceptiva. Ya sé que Mary Beth no es Amalia. Créame, lo sé demasiado bien; sin embargo, su carácter es parecido. Ya sufrí una vez, milady, y no podría soportarlo de nuevo.
____ abrió más los ojos. Ahora todo estaba claro: los sentimientos de Drake hacia Mary Beth y su reticencia a admitirlos.
—Alguna vez deberá dejar entrar a alguien, ¿no cree?
—Yo podría preguntarle lo mismo —le dijo y la miró directamente a los ojos. Ese hombre era más intuitivo de lo que imaginaba—. De todas formas, lady Bradford, por ahora, prefiero que mi corazón siga intacto.
____ deseaba replicar, decirle que no debía cerrar las puertas al amor. Ella intuía que, lord Drake tampoco le era indiferente a Mary Beth. La conocía demasiado bien como para dudar de su interés por aquel hombre. Sin embargo, entendía a Drake, así que dejó que sus palabras murieran, mucho antes de formarse en sus labios.
— Le agradezco la confianza que ha depositado en mí. Le aseguro que guardaré su secreto.
— Eso nunca lo he dudado —le dijo lord Drake con una firmeza que la conmovió.
—¿Dónde te habías metido? —preguntó Mary Beth, que se acercó e interrumpió la mirada de complicidad que se había forjado entre ellos dos.
— Estaba esperándote; y muy bien acompañada, por cierto.
— ¡Ah! Buenas noches, milord —dijo Mary Beth a Drake, algo contrariada por su tartamudeo. Ese hombre la afectaba más de lo que deseaba reconocer.
—Lady Benning —le contestó con cortesía—, debo decirle que esta noche está sumamente hermosa.
Mary Beth entrecerró los ojos e intentó dilucidar la veracidad del cumplido.
Lord Drake se acercó a ella y le susurró algo al oído:
—No lo piense y acepte el cumplido.
La cara de sorpresa de su amiga era digna de verse, pensó ____, mientras sonreía para sus adentros. Quizás, Drake quisiera mantener su corazón intacto, pero algo le decía que no sería por mucho tiempo.
—Espero que me reserven un baile cada una esta noche —dijo Drake con su pícara pose ya recuperada—. Y ahora, ¿me permiten que les traiga una limonada? Creo que a la señorita Benning se le ha quedado la boca seca. —Guiñó un ojo a ____, que tuvo que morderse la lengua para no echarse a reír.
—¡Si será pomposo, arrogante y patán! —dijo Mary Beth cuando lo vio alejarse hacia la mesa en la que se encontraba el buffet.
—Mary Beth, controla esa lengua.
—Pero ¿has visto eso, ____? —le preguntó enojada—. ____ Bradford, ¿te estás riendo?
—No, para nada —le contestó con una risilla.
—A ti te parecerá muy gracioso que ese...
—¿Hombre encantador? —sugirió ____.
—No, que ese casanova de pacotilla se burle de mí.
—Yo no he visto que lord Drake haya hecho tal cosa. Más bien creo que te ha hecho un hermoso cumplido.
—____, parece que no has apreciado el doble sentido de sus palabras.
—Mary Beth, creo que no eres objetiva. Estás demasiado interesada en un hombre por primera vez en tu vida, y no sabes cómo aceptarlo.
—¿Que yo qué?
—Ya me has oído.
—____, el accidente del otro día te ha dejado lela.
—Ya —le contestó con una sonrisa mientras enarcaba apenas una ceja. Si su amiga no estaba preparada para aceptar que Drake significaba algo para ella, lo respetaba. Aunque, sin duda, al igual que él, se llevaría una sorpresa.
—Lo siento, ____, pero esta noche estoy de mal humor. El señor Taylor me ha estado persiguiendo sin cesar y, para colmo, me ha hecho llegar una nota para que me encuentre con él en la biblioteca a medianoche. Para justificar tal atrevimiento, adujo la necesidad de tratar un tema urgente, de vida o muerte.
—¿No irás, verdad? —le preguntó dudosa, porque conocía la impetuosidad de Mary Beth.
—Sí que voy a ir. Voy a ponerlo en su sitio.
—Creí que habías hecho eso el otro día.
—También yo, pero parece que no me expresé con total claridad. Te aseguro, sin embargo, que esta noche al señor Taylor no le va a quedar ningún resquicio de duda acerca de los sentimientos que despierta en mí.
—Como sé que va a ser imposible convencerte de lo contrario, iré contigo.
—No hace falta, __. Sé cuidarme sola. Y el señor Taylor no es más que un arrogante pomposo. No te preocupes.
____ no quedó convencida de la idea de Mary Beth, pero, antes de que pudiera replicar algo, Drake estaba de nuevo junto a ellas.
Capítulo 16
Luego de media hora de agitados valses, __ tenía la respiración entrecortada y las piernas como gelatina. Después de tanto tiempo sin más ejercicio que deambular entre cuatro paredes y una escasa hora de paseos diarios por el jardín, su cuerpo reclamaba que se tomara las cosas con más calma.
Con ese fin, se excusó de varias invitaciones más y se sentó en una de las sillas dispuestas alrededor del salón.
Si tenía que ser sincera, su falta de aliento no se debía sólo a los valses, sino también a la presencia de Nicholas. Había notado que estaba allí antes de que hubiese posado sus ojos en él. Estaba magnífico.
Mientras bailaba con Philippe Martre, un caballero de la Borgoña, lo divisó al lado de lady Jane y de Charles Benning.
Vestido de negro, como era habitual en él, desprendía una fuerza y una vitalidad tales que eran, a su vez, excitantes y peligrosas; por ese motivo, se obligó a no pensar más en él y a concentrarse en el baile, aunque, después de pisar dos veces seguidas al pobre Philippe, asumió la imposibilidad de realizar esa tarea.
Sentada entre matronas de la alta sociedad, intentaba respirar el suficiente aire como para controlar todas sus emociones.
—¡Qué desfachatez!
—¿De qué hablas?
—De ese hombre.
—¿Cuál, querida?
—Ese de allí, de la chaqueta azul.
—¿El señor Anthony Taylor?
____ odiaba ser curiosa, pero no tuvo más remedio que prestar atención a la conversación de lady Beck con una dama que desconocía. Había escuchado el tono airado de aquella mujer, algo regordeta y con un tocado del que salía una enorme pluma azul que le hacía recordar a un pavo real, al referirse al señor Taylor. Si pasaba algo con él, quería saber de qué se trataba. Quizás, eso pudiese ayudar a Mary Beth.
—No sé cómo se llama, querida —siguió la mujer del pavo real—, pero estoy casi segura de que es el mismo.
—¿A qué te refieres, Clarice? —preguntó la señora Beck—. ¿A un escándalo?
— ¡Peor! Si es quien yo creo, es un hombre sin escrúpulos, un cazafortunas.
—¿Qué me dices? —le dijo lady Beck y se llevó una mano a la garganta—. Cuéntamelo todo.
—Verás; hace unos meses estuve en la región de los lagos, en casa de mi prima Dotty. Allí asistimos a diversas fiestas y soirées. En una de ellas, el hombre del que te hablo, el mismo que están viendo mis ojos, preparó una trampa para cazar a una joven inocente con el fin de hacerse de su cuantiosa dote. Al parecer, es un barón venido a menos, cuyos acreedores pugnan por ser los primeros en el cobro de sus deudas. Por lo visto, su madre, una viuda amargada, participó también en el plan.
—Pero ¿qué tenían pensado?
—Muy fácil. Mi prima Dotty se enteró por lady Maxwell, una querida amiga suya e íntima de la familia de la muchacha, que ese caradura le había mandado una nota en la que la invitaba a encontrarse a solas con él. Después de eso, en un momento determinado previamente acordado, su madre llegaría con unas amigas suyas hasta ellos con la excusa de sentirse indispuesta; y así los descubriría en una situación embarazosa. La única solución para no enturbiar la reputación de la muchacha sería aceptar un compromiso acelerado.
—¿Y cómo lo descubrieron?
—Parece ser que la chica no era tan tonta. Se lo contó todo a su madre, y fue ella la que se presentó a la cita. Su hija ya había sido presa de hombres de esa calaña. No por nada tenía una dote que hasta una princesa envidiaría. No tengo que decirte que madre e hijo dejaron la región de los lagos esa misma noche.
—¿Y dices que ese es el mismo hombre?
—Yo diría que sí, aunque no puedo asegurarlo. De todos modos, si yo fuera tú, mantendría a Regina a distancia de él.
—Por supuesto, querida; ahora mismo le digo que ni se le acerque. Mi Reg tiene una dote demasiado jugosa para que pase desapercibida.
A ____ la cabeza le daba vueltas. No sabía por qué, pero no tenía dudas de que el hombre al que se habían referido era, en verdad, el señor Taylor. Había tenido un mal presentimiento desde que Mary Beth le había contado lo de la nota, y, de repente, todo encajaba. Mary Beth le había dicho que era un barón, y que había llegado a Londres junto a su madre proveniente del Norte del país. Le había mandado una nota para que se reuniera con él, al igual que lo que había escuchado, y no quería pensar en la consecuencias que esa cita podría causar.
Los condes de Norfolk tenían una gran fortuna; y Mary Beth, una gran dote. Ese era el motivo del señor Taylor y de su interés desmedido. Sin duda, sería su próxima presa. Eran cerca de las doce, y esa era la hora en que habían quedado. Buscó a Mary Beth entre todos los invitados y la encontró hablando con lord Drake. Esperaba que él la entretuviera un rato, el suficiente para evitar el desastre. No podía dejar que Taylor se saliera con la suya. Si pensaba dañar a su amiga, tendría que pasar, primero, por encima suyo. Tenía tan sólo unos minutos, y debían ser suficientes para llegar a la biblioteca, esperar que aquel bastardo estuviera allí y desenmascararlo. Con eso, sería suficiente, pensó decidida.
Cuando le dijera a la cara que sabía cuáles eran sus planes, no tendría más remedio que abandonar el baile y olvidar a Mary Beth. Después, se encargaría de que no pudiera hacerle eso a ninguna otra mujer.
No se había dado cuenta, pero mientras todos esos pensamientos cruzaban por su cabeza, su mirada había estado clavada en Nicholas. En ese momento, al salir de su estupor y ponerse en marcha, vio que él la estaba mirando, con una clara interrogación en los ojos.
Sin perder ni un segundo más, bajó la mirada y se encaminó a la biblioteca; no dejaría que utilizaran a su mejor amiga.
* * *
—Lady Bradford, ¿qué hace aquí?
____ observó la cara de sorpresa del señor Anthony Taylor. Estaba bien claro que era otra persona a la que esperaba ver entrar por la puerta.
—He venido a hablar con usted.
—¿Y de qué quiere hablar? —le preguntó ansioso—. Verá, milady, tengo que encontrarme aquí con otra persona dentro de unos minutos, y por esa razón, le pediría que dejara la conversación para otro momento. Le estaría eternamente agradecido.
____ se acercó un poco a él.
—Quien espera no va a venir, señor Taylor.
—¿Cómo dice?
____ sabía que se estaba metiendo en problemas, pero te¬nía que desarmar totalmente a ese hombre. Mientras que pensara que Mary Beth no iba a ir, la escucharía; no tendría más remedio que prestarle atención. Sin embargo, pudo ver que sus conclusiones no habían sido del todo correctas. Taylor la estaba mirando de una forma que no le gustaba nada.
La expresión totalmente dulcificada que había exhibido Taylor durante la velada había quedado sepultada bajo una mirada inquebrantable que reflejaba, a las claras, su creciente exasperación. Resultaba evidente que se estaba impacientando.
—Creo que me ha oído a la perfección. He dicho que la persona que usted espera no vendrá. Me he encargado de que así sea.
—¿Sabe usted lo que ha hecho? —preguntó entre dientes. Lejos de amedrentarse, ____ dio otro paso al frente.
—He evitado que usted se aproveche de Mary Beth. Sé quién es y lo que pensaba hacer.
—¿De verdad?
—Sí, de veras.
—Vaya, es usted muy inteligente, lady Bradford; pero no tiene forma de demostrar lo que está diciendo.
—Señor Taylor, para su sorpresa, hay una dama ahí fuera que lo conoce de la región de los lagos, así como los desagradables hechos que tuvieron lugar allí y de los que usted es culpable. De hecho, esa dama ya está informando a otras de su reputación como cazafortunas. Yo sólo le estoy ofreciendo la posibilidad de marcharse antes de que ese rumor se convierta en el tema principal de esta fiesta. Es mucho más de lo que usted se merece. Sin duda, una humillación pública y la retirada de la palabra de la buena sociedad estarían más a la altura de las circunstancias, pero creo que un escándalo no favorece a nadie. Esta casa es de la tía de Mary Beth, y en ella se encuentran el padre y el primo de mi amiga. No creo necesario mencionarle lo que esos caballeros harían con usted si llegaran a enterarse de sus planes para con mi amiga.
Después de terminar el discurso con el que, creía, quedarían destruidas todas las maquinaciones del señor Taylor, ____ se quedó asombrada ante la reacción de él, que se rió con una fuerte carcajada y la aplaudió, como si aquello hubiese sido una representación del Teatro Real de Drury Lane, y ella, la primera actriz.
—Querida, es usted verdaderamente deliciosa. Por un momento, he de confesar, que me tenía acorralado, pero ¿sabe? No ha pensado en todo.
—¿Qué quiere decir? —preguntó ____ mientras daba un paso atrás.
La expresión de ese hombre era la de una fiera enjaulada que, de pronto, ve una salida y se relame por el placer que prevé.
—Lo que quiero decir, señorita Bradford, es que tiene usted razón; la señorita Benning era una presa apetecible, pero demasiado complicada y... ¿por qué hacerlo difícil cuando tengo a mi alcance algo mucho más apetitoso, si cabe, una heredera por ejemplo?
Las implicaciones de aquellas palabras estaban claras, pero se dio cuenta demasiado tarde. Antes de llegar a dar siquiera un paso, el señor Taylor la tomó por el brazo, se lo retorció hacia atrás en la espalda y la inmovilizó contra la mesa de caoba que había en un extremo de la habitación.
—¡Suélteme!
—Todavía no, preciosa —le susurró al oído mientras trazaba con su lengua un dibujo sobre su cuello.
Los viejos temores se apoderaron de ella que, fuera de sí, luchó con todas sus fuerzas contra ese canalla. Con la mano que tenía libre, lo arañó en la cara y le dejó amplios surcos ensangrentados sobre la mejilla izquierda.
—¡Zorra! —exclamó Taylor a la vez que le daba un bofetón que le hizo volver la cara.
____ se quedó atontada. Sentía que le estaba manoseando el vestido, y que el aire fresco rozaba sus pezones ya desnudos.
—¡Preciosos! Pequeña, creo que voy a disfrutar mucho más contigo de lo que creía. Cuando estemos casados, aprenderás a obedecerme. Te abrirás de piernas todas las veces que quiera disfrutar de ti y, si eres buena chica, quizás, después de eso, te deje algunas monedas para comprarte alguna chuchería.
Una fuerza interior cercana al odio se apoderó de ella. La energía que le quedaba la canalizó en luchar hasta quedar sin aliento.
—¡Maldito canalla!
De repente, ____ sintió que el peso, que momentos antes la aplastaba contra la mesa, ya no estaba. Nicholas estaba ante sus ojos y tomaba a Taylor por el cuello, mientras soltaba un rugido que hizo estremecer las paredes.
Claramente sorprendido, Taylor no logró, siquiera, parpadear, antes de que Nicholas le asestara dos puñetazos que mandaron su cuerpo inconsciente al suelo, como si fuera un muñeco de trapo.
Como pudo, ____ trató de incorporarse, mientras intentaba, con desesperación, colocarse el vestido.
—Déjeme a mí —le dijo Nicholas mientras, con manos diestras, recomponía su vestuario.
Estaba muy furioso. Habría matado a ese bastardo, pero, al ver a ____ visiblemente perturbada, se detuvo.
Cuando la había visto esa noche, en mitad del salón, bailando en brazos de diferentes hombres, había sentido el sabor amargo de los celos. En su interior, había creído que ya no formaba parte de su vida, que se había librado de los efectos que producía en él. Sin embargo, esa noche comprendió que estaba lejos de conseguir esa meta; su odio por ella crecía en la misma medida que su deseo, porque la realidad era que la deseaba más que nunca.
Con sus hombros a la luz de las velas y su cabellera negra, que desafiaba a las más preciadas sedas, era, por lejos, la mujer más hermosa y sensual que había visto nunca. Estaba quebrantando su voluntad a pasos agigantados. Negándole la victoria, había intentado eludirla; había ignorado su presencia aun cuando, a cada paso que daba, creía oler su perfume. De todas formas, la decisión estaba tomada y, costase lo que costase, vencería. La desterraría de su mente, aunque fuese lo último que hiciera. Entonces, la vio sentada en un rincón; lo estaba mirando directamente a los ojos, como si estuviera hipnotizada. Era tan patente su angustia que parecía un animalillo acorralado que no sabe qué hacer. Cuando Nicholas comprobó que ella se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, desvió su mirada rápidamente, pero, sin quererlo, ella le había revelado algo que ocultaba.
A pesar de ser una taimada mentirosa, Nicholas observó que sus reacciones, en esos momentos, habían sido espontáneas y sinceras, y por eso la siguió. Quería saber qué le había producido tal estado de agitación. Después del accidente de días atrás, tenía una mala sensación que, en esos momentos, se había incrementado. Cuando entró en la biblioteca, hasta donde la había seguido, y la vio luchando con ese canalla que intentaba aprovecharse de ella, todo pensamiento racional abandonó su mente. Lo único que quería era hacer sufrir a ese bastardo.
¡Dios! Si no la hubiese seguido, ese malnacido podría...; no, no debía pensar en ello; en ese momento, que veía a Taylor fuera de combate en el suelo, ____ era su mayor preocupación.
Ella parecía no escucharlo. Estaba mirando a un punto fijo y sólo intentaba ponerse, de nuevo, el destrozado corsé de su vestido. Sus manos temblaban descontroladamente y le impedían esa tarea. Nicholas se apresuró a hacerlo por ella.
—¡____, míreme! ¡____!, ¡maldita sea, míreme ahora mismo! —le espetó y consiguió que ella enfocara su vista en él.
—Nicholas —dijo en un susurro mientras una sola lágrima caía por su mejilla.
Nicholas hubiese preferido escucharla llorar o que se hubiese puesto histérica; al ver caer esa lágrima, quedó conmovido como nadie lo habría imaginado.
—¿Está bien? ¿La ha...?
—No, no lo ha conseguido, ha llegado a tiempo, yo... no sé qué...
En ese momento, Nicholas reparó en el moretón que se le estaba formando a ____ en el pómulo, y las ganas de acabar con Taylor fueron devastadoras.
—Ahora debemos irnos, después me contará.
Nicholas no pudo terminar la frase; los pasos y las voces de varios invitados que se acercaban a la puerta eran ya inminentes. Miró a ____ y, en un segundo, tomó una decisión. Escondió el cuerpo de Taylor detrás del escritorio, se acercó de nuevo a ella, la estrechó entre sus brazos y la besó, justo en el mismo instante en que se abría la puerta y daba paso a la señora Taylor y lady Jane.
—¿Brame? —preguntó lady Jane.
— ¡Dios mío! —exclamó otra mujer que había venido detrás de ellas, hasta que se puso al lado de la señora Taylor, que parecía haber visto un fantasma.
— Lady Jane —dijo Nicholas y esbozó una deliciosa sonrisa mientras tomaba a ____ por la cintura y dejaba así su maltrecha mejilla lejos de la vista de las señoras.
—¿Qué... qué está pasando aquí?
Nicholas miró, detenidamente, al grupo de mujeres que se había congregado frente a él, y posó por último su mirada en la tía de Mary Beth.
—Antes de que me reproche nada, lady Jane, he de reconocer que he hecho mal en traer a lady Bradford a la biblioteca; pero tenía que hacerle una pregunta que mi impaciencia me ha impedido postergar. Estaba ansioso por saber si ella aceptaría ser mi esposa y, en mi impulsivo proceder, temo haberme saltado las convenciones sociales. De todas formas, nada de lo que me diga podrá hacerme sentir mal, porque lady Bradford me ha dado su consentimiento y ha aceptado casarse conmigo.
La expresión de las tres mujeres era idéntica: tenían la sorpresa reflejada en el rostro. La desconocida, a quien Nicholas reconoció en aquel instante como madame Vanneste, era una condesa francesa dada al melodrama y al romanticismo y, por esa razón, su cara había sido sumamente comprensible ante la explicación. La de la señora Taylor, no tenía precio. En verdad, parecía estar al borde de una apoplejía; y lady Jane, que lo conocía como a la palma de su mano, arqueó una ceja en señal de escepticismo. Para completar el cuadro, Mary Beth apareció en el vano de la puerta con lord Drake pegado a sus talones.
—Bueno, señoras, creo que será mejor que vengan conmigo hasta el saloncito verde. Allí podrá descansar tranquila, señora Taylor.
—Enhorabuena, muchacho; ya era hora —dijo madame de Vanneste con una pícara sonrisa.
Lady Jane salió de la habitación y se llevó con ella a todas las damas; pero antes de irse, miró a Nicholas y dibujó, con los labios, la palabra "después", que, inconfundiblemente, se refería a que no se iría de allí sin explicarle lo que había pasado.
Mary Beth esperó a que saliera su tía, cerró la puerta tras ella y, de paso, le dio en las narices a lord Drake quien, actuando con rapidez, entró segundos después con una mueca en la cara.
—Esto no le incumbe —le soltó Mary Beth.
—Oh, yo creo que sí. Usted me dejó plantado en mitad del salón de baile, delante de todo el mundo. Créame, después de eso, esto es asunto mío.
Ajenos a esa discusión entre Drake y Mary Beth, ____, ya recuperada, miraba con furia a Nicholas.
—Pero ¿cómo se atreve a decir que vamos a casarnos? ¡Está loco por completo!
—¡Ja! —dijo exasperado Nicholas, mientras apretaba los dientes y daba un paso hacia ella—. ¿Qué pretendía que hiciera? ¿Arrojarla a los leones? Sabe, de sobra, lo que habría pasado. Aunque quizás hubiera preferido que su nombre acabara en el fango.
—Mi nombre no es de su incumbencia. Me da igual lo que piensen; de todas formas, me voy dentro de una semana.
—Creo que todavía está afectada, y por eso no piensa con claridad; no hay otra explicación razonable para su estupidez.
—¡¿Mi qué?!
—Me ha oído bien.
—¡Oiga, no insulte a ____! —exclamó indignada Mary Beth, que se había vuelto hacia él al escuchar esas palabras.
Nicholas la miró como si se acabara de darse cuenta de su presencia en la habitación.
—Lady Benning, no dudo de que su preocupación por ____ sea genuina, pero esto es una conversación privada, así que haga el favor de mantenerse al margen.
—Antes volarán los cerdos —dijo lord Drake por lo bajo, comentario que le valió tres miradas fulminantes. Luego, levantó las manos en señal de rendición.
Mary Beth se acercó a ____. La conocía demasiado bien y percibía que estaba muy alterada. Temblaba como una hoja. No sabía cómo las cosas habían terminado con la proclamación, por parte de lord Brame, de un compromiso entre ambos; pero se proponía averiguarlo. Todas sus intenciones se esfumaron cuando vio la mejilla lacerada de ____.
—¡Dios mío! —gritó mientras corría los escasos pasos que la separaban de su amiga para poder verle la cara con mayor claridad.
—¿Cómo...? —preguntó y se quedó en silencio cuando vio un pie que sobresalía por el borde de la enorme mesa que servía de escritorio. Con rapidez la bordeó y descubrió el cuerpo del señor Taylor, inconsciente, tirado encima de la alfombra preferida de su tía Jane.
—¿____? —le preguntó confundida.
—Mary Beth, después te cuento.
—No, __, dímelo ahora, por favor.
Resignada, ____ la miró.
—No me preguntes cómo, pero me enteré de que el señor Taylor quería ponerte una trampa para que os encontraran en una posición comprometida y que tuvieses, así, que casarte con él. Iba detrás de tu dinero, porque está arruinado. Por lo visto, esta no es la primera vez que intenta hacer algo así. En cuanto tuve conocimiento de su plan, como sabía que él te había citado a las doce aquí, en la biblioteca, decidí adelantarme a ti, desenmascararlo y obligarlo a que se marchara. Pero mi plan no resultó como yo esperaba. Cuando vio que no podía tenerte a ti, yo le parecí una buena opción.
—¡Por Dios, ____! —gimió Mary Beth.
—Parece que empiezan a encajar todas las piezas, pero ¿se puede saber por qué se le ocurrió venir aquí sola, sabiendo las intenciones de ese tipo? —preguntó Nicholas fuera de sí.
—Ni siquiera lo pensé. Sólo quería salvar a Mary Beth.
—Eso es evidente —le contestó entre dientes.
—¿Y fue Taylor quien te hizo eso? —preguntó, débilmente, Mary Beth, al señalar con su dedo la mejilla derecha de ____. La mirada de su amiga fue respuesta suficiente.
— ¡Yo lo mato! —bramó Mary Beth, que se abalanzó como una fiera sobre el cuerpo inerte de Taylor para pegarle.
— ¡Basta, fierecilla! —saltó Drake que, en dos zancadas, la había alcanzado y la sujetaba con fuerza por la espalda en el mismo momento en que ella levantaba el pie para patearlo en sus partes nobles.
— ¡Déjeme ahora mismo! ¡Porque voy a patear a ese bastardo hasta que le salgan las tripas por las orejas!
Lord Drake no pudo evitar soltar una carcajada.
—No va a hacer nada de eso. Por esta noche, creo que ha sido más que suficiente. ¡Vamos! Salgamos a tomar un poco de aire fresco.
—¿Fresco? Como no me suelte, lo pateo también a usted. ¡____! —le gritó a su amiga, mientras Drake se la llevaba a rastras hacia la puerta de la biblioteca que conectaba con la terraza.
—Lord Brame, si necesita mi ayuda con el señor Taylor, será un placer para mí.
—Gracias, Drake. Lo tendré en cuenta.
—¡____! —gritó otra vez Mary Beth.
—Mary Beth, está bien. Quiero hablar con lord Brame en privado. Después nos vemos.
Aunque Mary Beth no parecía del todo convencida, acompañó a regañadientes, a lord Drake. Cuando se marcharon, ____ giró hacia Nicholas, más enfadada que nunca.
—Me parece increíble que se haya puesto en peligro, esta noche, de esa manera —le dijo Nicholas, otra vez furioso.
—Le he dicho que ni siquiera lo pensé. Sólo sabía que tenía que librar a Mary Beth de ese...
—¿Bastardo?
—Sí, exacto, de ese miserable bastardo.
—¿Cómo se enteró?
—¿Y eso qué importa?
—A mí me importa —le dijo con un tono de voz tan tajante que no admitió discusión alguna.
____ titubeó, porque no quería dar el brazo a torcer, pero, dadas las circunstancias, daba lo mismo decírselo.
—Una mujer que estaba en el salón le comentó a lady Beck que creía conocer al señor Taylor de la región de los lagos. Luego, le relató los hechos, que eran muy reveladores. Por lo visto, había intentado comprometer a una dama allí, a una joven con una cuantiosa dote. Todo coincidía, así que no necesité más.
—Ya veo —dijo Nicholas con aire taciturno, mientras miraba el reloj de pared que había tras ella—. Después de lo que ha pasado, lo mejor es que la lleve a su casa.
—En absoluto. No me moveré de aquí hasta que no prometa disolver este ridículo compromiso.
—¿Ridículo? Señorita —dijo con un retintín que en nada gustó a ____—, creo que todavía no ha entendido la magnitud de su situación.
—La he entendido perfectamente, milord; pero vuelvo a repetirle que me importa un bledo.
A Nicholas le tembló el párpado del ojo izquierdo cuando escuchó la "elegante" palabra con la que ____ había concluido su frase.
—Yo creo que no, que no lo ha entendido. ¿Qué piensa que va a pasar? ¿Piensa que porque pondrá tierra de por medio todos van a olvidar lo sucedido aquí hoy? No, ____. Sabe lo frágil que es la reputación de una mujer, y lo que la sociedad hace con las que la pierden. Les da la espalda.
—Las personas que me importan, mis amigos, no harían eso.
—Claro que no, pero ¿cuánto les costaría a ellos defenderla?
____ sabía que la estaba acorralando, y ni siquiera entendía por qué.
—¿Por qué hace esto?
—Llámelo caballerosidad; aunque mis motivos verdaderos sean más mundanos que todo eso. Tenía pensado buscar esposa desde hace un tiempo; y usted es perfecta.
—¡Pero si me odia!
Nicholas sonrió de medio lado, lo que hizo que a ____ le corriera un frío por todo el cuerpo
—Creo que se sobrevalora, pequeña. Ese es un sentimiento demasiado fuerte. La deseo, eso no puedo negarlo; y además, necesito un heredero. Esas son buenas razones para un matrimonio. Sin tonterías románticas ni expectativas sentimentales. Usted tendrá su vida, y yo, la mía. La única condición es que deberá serme fiel; en eso me temo que debo ser inflexible.
____ estaba ofendida. Sabía de sobra que la oferta de Nicholas no era inusual. Muchos de los matrimonios celebrados entre sus conocidos habían sido concertados bajo condiciones semejantes. No se hablaba de ese tema, pero todo el mundo lo sabía. A pesar de ello, no estaba dispuesta, no quería que el resto de su vida estuviese basado en una mentira.
—No puede pretender que acepte esa pantomima.
—No tiene otra opción, y yo no pienso retractarme. Vaya haciéndose a la idea.
La expresión de Nicholas se suavizó cuando vio la hinchazón cada vez más prominente, en la cara de ____.
—Vamos, la acompaño a su casa. Mañana hablaremos de esto con más calma.
____ asintió con la cabeza. Estaba exhausta. En ese estado no podía hacer frente a Nicholas. Debía descansar, recuperar fuerzas y pensar en cómo deshacer todo ese lío. Siguió a Nicholas hasta la entrada, donde él le dijo que lo esperara. Unos momentos después, regresó.
—Le he dicho a lady Jane que no se encontraba bien y que nos íbamos.
—¿Y no le ha preguntado nada?
—No, no le he dado tiempo.
—Nicholas...
—Mañana, hablaremos mañana.
Hope you like it.
Perdón por el retraso (:
Cande Luque
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
wow!! esta nove es increible juro q no me lo esperaba
eso del tal taylor me ha tomado por sorpresa
que bueno q mi nicholas llego
pero wow esa proposicion si que fue realmente sorpresiva
mmmmm y me late q no solo se lo propuso para
salvaguardar el honor de la rayis
jajjajjajaa siguelaaaaaaaaaa
eso del tal taylor me ha tomado por sorpresa
que bueno q mi nicholas llego
pero wow esa proposicion si que fue realmente sorpresiva
mmmmm y me late q no solo se lo propuso para
salvaguardar el honor de la rayis
jajjajjajaa siguelaaaaaaaaaa
As I am
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Bueno, a pesar de que el Barón Taylor es un bastardo infeliz, gracias a él y a la insensantivez de _______, ¡por fin ella y Nick se van a casar! Jajajaja, no del modo más ideal pero después cambiaran las cosas :D
Me encanta esta nove :love: ¡SIGUELAAA!
Me encanta esta nove :love: ¡SIGUELAAA!
Dayi_JonasLove!*
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Que locura todo eso.Pero se casaran!
Creadora
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Si puedo mañana subo cap, hoy estoy complicada con el colegio (:
Cande Luque
Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.
Perdón por no subir, estaba muy complicada con el colegio, mañana capaz me pongo las pilas y pongo dos caps pero a la noche.
Cande Luque
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