Things that are (not) Meant to Be.

Los ojos de Sienna eran fríos y no se enfocaban en nadie en particular mientras recorría el escueto lugar.
Patético.

Todo parecía sacado de una película de bajo presupuesto, (incluyendo al montón de personas a su alrededor).
Cada uno tenía una historia desastrosa pisándole los talones, era la clase  de material que haría que Oprah Winfrey  vendiera su alma para tenerlo en su programa.
No quería esto. Estar aquí solo hacía que su estómago se apretujase y una severa incomodidad nublara su cerebro.
No deseaba que le tocara hablar, porque eso solo lograría que ella recordara cosas que era mejor no recordar. Aun así, eso no impidió que  le tocara su turno a la fría Sienna, era el momento de hablar con la verdad.
—Ya saben mi nombre, soy de Nueva Jersey.

Sutil.  

—Estamos aquí para conocernos, Sienna. —Había un matiz irónico en aquella voz—Cuéntanos, del porque estás aquí.
El sólido frío en los ojos de Sienna lograron fragmentarse por segundos, sin embargo, su imperturbabilidad se mantuvo más fuerte que nunca.
—Yo y mi hermano siempre fuimos inseparables. Nuestra relación era algo inestable cada que crecíamos, pero la brecha fue cuando cumplí dieciocho. Él y yo discutimos porque había olvidado mi cumpleaños, muy banal, lo sé. Las últimas palabras que le dije eran que mi mayor deseo era que muriera. Entre a su habitación para disculparme porque nunca le había dicho algo así. Y lo encontré con las muñecas cortadas, lo único que me pudo decirme antes que morir fue: “Quise darte lo mejor, y si este era tu mejor deseo, solo debías pedirlo, te amo hermanita.”
Desde ese momento, no dejo de repetir esas palabras, buscando el significado del porque me afectan tanto, creo que es por la forma en la que las dijo, había esperanza en su voz, era un tono tan pacífico, como si anhelara que fuera feliz con lo que hizo. Luego me entere que mi hermano tenía un trastorno bipolar tipo II. Era la única que no lo sabía; mis padres lo asociaron con eso, pero yo sabía la verdad. Ellos no estuvieron allí, no podían saberlo. Desde entonces, siempre me hice la idea de que fue culpa mía, porque lo era, y lo seguiría siendo. Ahora, no tengo la capacidad de amar a nadie, ni siquiera a mí misma.

El orgullo que impedía que Sienna empezara a llorar, empezó a quemarle la garganta, aún así, no soltó ni reflejo emoción. La sala quedo en un profundo silencio donde todo parecía hacer eco. Sí, al parecer ellos empezaron a comprender lo jodida que se encontraba Sienna Rogue.



Alaska se encontraba tan feliz de poder pertenecer a un grupo de apoyo, el experimentar era algo que se le daba muy bien. Ignoro el aura de todos y recorrió hasta el último ápice de la pequeña sala.  
Todos portaban su nombre pegados en alguna parte del cuerpo. Eran nombres pretenciosos: Oceane, Salem, Rukia, Lavinia, Shiloh…Alaska. Definitivamente pretenciosos.

Sus marrones ojos iban de una cara a otra, era como ver un catálogo de hombres y mujeres atractivos, de todas las edades y características, pequeñas con piel de porcelana, altos con ceño fruncido, menudos alejados de la realidad, y la pelirroja que parecían ser descendiente de medusa. Era un grupo tan variado, que ella parecía tan escueta y simple entre todos.
Se atuso el pelo dentro del su pequeño gorrito rojo mientras que su sobreexcitación hacía mella en ella. No podía esperar para empezar.


Estaba siendo horrible. Había un mar de dolor alrededor de Alaska. ¡Y ella no sabía nadar!
Era increíble lo triste que un humano puede pasar, y aun seguir viviendo. Sus lágrimas nublaban su visión, pero no lo suficiente como para impedir las miradas tristes y desoladas de las personas a su alrededor. Seguramente, para la próxima debía ver a que grupo de auto-ayuda se unía, porque este en sí era deprimente. No eran sus problemas en absoluto, pero fácilmente podía percibir el dolor como si fuera el suyo propio.
Había escuchado mucho, sabía que debía decir algo, pero se quedó atascado en cuanto supo que era su turno.
—Yo, eh…lamento todo lo que han sufrido, en verdad. —y quedo muy claro cuando sonó su nariz con fuerza y enjuagó sus ojos. —Vine aquí porque pensé que sería divertido, ya saben, ver  lo que hacen en grupos de ayuda como este, no sé si estoy rompiendo una regla al no tener nada horrible que contar, ¡quiero quedarme! Os ayudare a todos a recuperarse, mi abuela de Wolverhampton siempre decía que nada volvía a ser como lo conocíamos antes, dijo que siempre todo se volvía mejor. Y al verlos, pienso que ese dicho nunca ha tenido tanto significado como ahora.

El rostro de Alaska era un charco de emociones, las grotescas lágrimas y su asquerosa forma de hipar con todo el sentimiento dejaba claro lo inexperta que era manejando el dolor, expresaba que ella nunca lo había sentido a gran profundidad. Alaska era afortunada. Era apasionada y no se notaba claramente, que ella no había visto lo peor de amar: la pérdida.



¡Timoty había sido plantado!
Se supone que la idea de venir a Alaska había sido de la misma Alaska. Será muy irónico, decía.
Era un tarado por darle la razón e ir, pero claro, Timoty York nunca podía resistirse cualquier idea que tuviera la dulce cabeza hueca de su mejor amiga.

Idiota, idiota, idiota. Esa era la palabra que taladraba en su cabeza. Debía saberlo, cuando Alaska pidió salir sola a tomar aire, debía haber estado más alerta para descubrir lo que ella planeaba, debía haberse fijado más en eso que en sus bonitos ojos.
No sabía que estaba pensando cuando acepto el venir a Alaska cuando él  realmente odia usar guantes y gorras de lana.

Debía amarla bastante como para salir mientras el viento helado estaba en su punto. Timoty quería gritar.

Él tiraba la toalla. Estaba cansado calado hasta en el cerebro, lo supo desde que empezó a escuchar que alguien que sonaba muy familiar decía su nombre, el frío debía estar empezando a afectarle el pensamiento.

Eso era antes de girarse y ver a una muy maltrecha Alaska. Tenía los ojos hinchados y los labios mordidos, al momento que hipaba daba un pequeño salto. ¿Qué le había pasado a Alaska?
Él no espero dos veces antes de empezar a arrullarla.
— ¿Qué te paso? ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? —Él estaba aterrorizado.
—Fui a un grupo de auto-ayuda. —Ella dijo mientras milagrosamente los sollozos dejaron de sonar. —Era un grupo donde todos sufrían cosas tristes, yo solo quería saber cómo funcionaba uno. Nunca pensé que iba a ser así, un tipo perdió a su esposa, el otro a su hijo, una a su novio.  Como un amor imposible que nunca va a poder pasar. Sufren por amor, ¡aunque no lo parecían! Debías estar allí, me sentí tan inexperta al no saber qué decir, ¡porque yo siempre sé que decir!
—Shh, shh, despacio pequeña caja parlante.
—Debías estas allí, es mas, vas a venir mañana. Vamos a  hacer que ellos sonrían de nuevo. Se los debemos, por nunca haber sufrido por amor. ¿Sí, Timoty?
—Ehh, claro.

Lo único que él no había dicho era que él  sufría por amor, lo hacía desde hace ocho años, desde el día que conoció a Alaska.

Spoiler: