Things that are (not) Meant to Be.

Desde un principio la idea que había propuesto la tía Lorenza había causado que la actitud del muchacho se volviese aún más distante desde lo que había ocurrido meses atrás. Y era exactamente aquello lo que hacía que la señora de mediana edad sintiese que perdía a su sobrino favorito día con día.
Steven había evitado contestar a las múltiples cuestiones por parte de la mujer una vez que las palabras que menos esperaba de su parte habían salido de sus labios un día en el cual él comenzaba con la rutina de su semana de nueva cuenta, la cual consistía en pasar viendo maratones de diversas series en su televisión además de comer cualquier cosa que no fuese de lo más saludable, lo cual terminó de una vez por todas con las ganas que el muchacho tenía de tener una buena relación con ella.

“—Deberías de ir a un grupo de apoyo, querido.” 

Esas habían sido exactamente las palabras que la hermana de Christian Wedlick había dicho a Steven cuando recién se había levantado para desayunar un lunes semanas atrás. En un principio el muchacho pensaba que su tía se había vuelto completamente loca o que simplemente le estaba jugando una broma de muy mal gusto la cual podía ser una de las locas ideas de su padre para que se mudase de vuelta con él a Canadá, pero después de que aquellas palabras volvieron a repetirse después de aquel día comprendió finalmente que lo decía completamente en serio, y decir que se había molestado con su tía hubiese quedado corto para lo que en verdad había sentido después de aquello.

Apenas tenía veintiún años y se encontraba en su país de origen pero lejos de la residencia actual de sus padres, quienes estaban más cerca de lo que ellos le hacían ver cada que charlaban con él, viviendo bajo el mismo techo que una cuarentona a la cual le gustaba exasperar con simples palabras al moreno.
Y no era exactamente que a Steven le gustase quedarse ahí, pero no podía siquiera pagar un departamento con su salario porque a la tía Lorenza le gustaba tenerle vigilado siempre para evitar que cometiese alguna barbaridad, como ella solía decirle, a causa del suceso que había vuelto al muchacho de lo más frívolo con el mundo exterior. No solía salir más que para trabajar y vagar por ahí, nada de diversión como otros chicos de su edad solían tener, dando así una imagen para nada normal a los ojos de la hermana de su padre.

En otros tiempos quizá la idea de vivir en Alaska con la mujer a la cual le tenía cariño hubiese resultado de lo mejor para el hijo único de los Wedlick, pero aquello había cambiado desde el accidente automovilístico del cual Steven había sido el único en sobrevivir, pero ya deseaba únicamente alejarse de su familia lo más que fuese posible aunque aquello posiblemente hubiese acabado con ellos por completo. Pero a pesar de ello tanto sus padres como su tía sabían la historia completa del motivo por el cual Steven se había vuelto más distante y con un pavor a cualquier medio de transporte con neumáticos.
Y aunque por más que refunfuñó, negó y se molestó término por obedecer lo que la tía Lorenza le había propuesto, fue más por ganas de quitársela de encima de una vez por todas que por que le resultase una buena idea, así que no tuvo más remedio que intentar darle una oportunidad a aquel lugar en el cual decían que podían comprenderle y ayudarle.

Y ahí estaba él, una semana después de que había aceptado, con las manos en los bolsillos de su cazadora negra caminando por la nieve tratando de evitar el devolverse por las calles para llegar de vuelta a la casa de su tía. 
Pero Steven Wedlick una vez que se metía algo a la cabeza ya no se daba por vencido, así que ignorando lo que las voces en su cabeza le decían siguió caminando, con la cabeza gacha tratando de no cruzar su mirada con la de alguien más. Él odiaba el que le preguntasen por su estado de mismo, y con la cara que tenía en aquellos momentos era de esperarse que si alguien le hubiese mirado aquello sucediese, entonces siguió con su andar cabizbajo.

— Si tan sólo algo pudiese aplastarme y terminar con todo esto... —murmuraba el muchacho para sí mismo a regañadientes patentado los montones de nieve que se cruzaban en su camino.

Parecía un niño pequeño, de eso era consciente, pero lo que no era propio de una cría era el tener aquella mentalidad tan pesimista la cual parecía reinar en su cabeza la mayoría de las veces.
Cada que salía fuera de su oscura habitación y que no fuese por su propia voluntad solía refunfuñar hasta el cansancio con la esperanza de que sí repetía aquello tal vez su petición resultase de una buena vez. Más sin embargo no tenía mucha suerte con ello, como era de esperarse, y solía molestarse aún más.
Jamás era capaz de matarse a si mismo o tan siquiera dañarse, por lo cual pedía a gritos en su extraña cabeza que alguien más pudiese hacerle el favor, porque no quería vivir más con el peso que cargaba en sus hombros imaginariamente cada que recordaba como había estampado su automóvil al lado de la carretera y con ello logrado matar a sus amigos y amada sin haber salido afectado él. Le daba rabia de tan sólo recordar en aquello.

Pero, una vez más, logró llegar a su meta sin rasguño alguno. Steven Wedlick definitivamente no tenía suerte alguna.


Cuando Iana solía ordenar algo a su hermana menor, aún que fuese de lo más estúpido o menos conveniente, debía de cumplirlo al pie de la letra si es que no quería meterse en más problemas con sus padres.
De ambas siempre habían tenido más confianza a la rubia por el simple hecho de que tenía un nivel académico de noventa además de ganarle por algunos años en la edad, pero de ahí en más su hermana no podía presumir de nada más, pues Celeste era mucho más madura al igual que sabía como tomar la iniciativa siempre.
Pero era algo que al parecer a sus padres no les importaba o lo dejaban pasar.

Odiaba cuando su media hermana tomaba la iniciativa en cuanto a su vida personal sin preguntarle siquiera, pero le molestaba aún más el hecho de que sus padres parecían estar de acuerdo siempre con ella, y era exactamente por ello que solía llevarle la contraria lo más que le fuese posible.
Más sin embargo no pudo durar mucho a la grandiosa idea que Iana Olsen había propuesto un día en el cual pareció querer arruinarle por completo la vida a Celeste, según pensaba desde aquel momento ella, debido a que en menos de lo que cantaba un gallo llegó el tan “esperado” día para asistir a ese lugar en el cual decían que podían ayudarle. Aunque lo dudaba mucho.

Sus días de pasar las tardes hecha ovillo en el centro de su cama cubierta con los cobertores de esta misma se habían acabado por completo y era de esperarse que a una muchacha como Celeste le desagradase por completo aquello que le habían hecho. No quería ir a un grupo de apoyo por el simple hecho de que a los demás les parecía que ella había cambiado por completo desde que terminó con Will, no había sido decisión suya desde un principio pero las actitudes de su ex novio le habían conducido a dejar la relación amorosa de dos años por una repentina mudanza hacia Europa, la única en el caso que podía ayudarle sería la soledad absoluta por el resto de sus días.
Pero nunca salían las cosas como ella se imaginaba desde que tenía memoria en una familia como la suya, en donde no tenía ni voz ni voto con Iana presente, así que sin más preámbulos la muchacha se vio en la obligación de salir en un día tan perfecto para pasarla sin hacer nada encerrada en su casa para escuchar lo que otros habían vivido y con ello ayudarle. “Aburrido” era lo primero que ella pensaba con tan sólo imaginarse en un lugar como aquel.

Su hermana, o más bien dicho media, se había ofrecido voluntaria para acompañar a Celeste para evitar el que esta se escapase en lugar de asistir al sitio acordado y si era posible hasta tratar de apegarse aún más, jamás habían sido del todo unidas pero desde que la menor de ellas había sufrido en su primera relación amorosa todo se complicó mucho más, lo cual tenía completamente sacada de sus casillas a la castaña.

— Será lo mejor, ya lo veras. —habló en tono emocionado Iana cuando ambas se encontraban a sólo una cuadra de su destino de aquel día.
— Hmmm. —contestó Celeste con los labios apretados sin dejar de fruncir el ceño en dirección a la rubia que parecía más que orgullosa de lo que había causado.
— Terminarás de una vez por todas con aquella descabellada idea de que él era el amor de tu vida y todo eso. —La mayor no había mencionado al muchacho desde su partida a otro país, lo cual agradecía mucho su media hermana menor, pero solía soltar cualquier cosa que hacían a Celie desesperar.

La castaña tuvo que contenerse para evitar el discutir de nueva cuenta con la mayor acudiendo al silencio absoluto a pesar de que estaba por explotar debido a las barbaridades que Iana decía sin ser consciente de que le herían.
Estaba completamente segura de que William Collins era con quien quería pasar el resto de su vida desde el primer momento en el que le vio en el primera años de secundaria, le amaba incluso, y aunque ambos juraban amor eterno el uno por el otro la circunstancia económica de los Collins se vio afectada haciéndoles tomar la decisión de dejar Alaska para mudarse a Alemania. Aquello dio fin a la historia de amor que tanto hubiesen añorado la mayoría de las personas.
Y tanto Will como Celeste no podían simplemente dejarlo todo por ir tras el otro tuvieron que despedirse con la idea de que tal vez en un futuro aquello pudiese continuar. Pero ella sabía que era algo casi imposible a lo cual no podía aferrarse y simplemente se descargaba desde aquel entonces con la completa soledad en su habitación sin hacer mucho.

Celie solía meterse algunas veces tanto en sus pensamientos que lograba aislarse del exterior casi por completo, y de no haber sido porque sintió como Iana se frenaba a su lado no se hubiese dado cuenta de que se encontraba entrando ya a su destino, algo despistada se giró en redondo y alzó ambas cejas a su media hermana.

— ¿Qué?
— ¿Acaso no ibas a estar conmigo?
— Por supuesto. —afirmó con sus ojos grisáceos entrecerrados cruzándose de brazos en la pared afuera del lugar— Caminaré contigo desde la casa hasta acá y una vez que termines te acompañare de regreso. 

Sonrió abiertamente y Celeste bufó ante la inteligente jugada de su hermana mayor.
Abrió la boca para replicar, pero segundos después la cerro, nada de lo que ella pudiese decir en contra de Iana podía ser tomada en serio además de que no le apetecía para nada el tener que estar ahí dentro con la molesta presencia de ella. Así qué sin decir nada más asintió y se adentró hacia el nuevo rumbo que llevaría su vida de ahí en adelante. 
Tal vez no resultase tan mal después de todo, pensó ella por primera vez.


Algo que le desagradaba a Neil desde que tenía memoria era la impuntualidad, ya fuese la suya o la de los demás, por lo cual solía siempre salir de su casa a la hora que él consideraba adecuada únicamente para lograr estar por lo menos quince minutos en su destino antes de la hora en la cual le citaban.
Muchos solían detestarle por completo cuando actuaba de aquella manera pero ciertamente no le importaba ni en lo más mínimo.

Sus brazos cruzados se encontraban sobre el estómago mientras reposaba su hombro derecho en una de las paredes cerca de la entrada observando con los ojos entrecerrados a todos los que entraban, le causaba curiosidad la gran mayoría de los que asistían a grupos de autoayuda cuando solían ser de lo más distantes en su mayoría, si bien él asistía también para superar algo del pasado pero no tenía una cara larga o una actitud del todo suicida, al contrario, pues pensaba que todo estaba hecho por algún motivo a pesar de que fuese tan malo como todos pensaban.

Los minutos que se la pasó observando a los demás pudo ver claramente como era que después de haber sido flechados y después destrozados afectaba por completo a la personas, podía notarse claramente desde que entraban con la mirada gacha sin prestar atención a los demás, refunfuñando y maldiciendo entre dientes o incluso al tener una cara casi demacrada, por suerte agradecía el hecho de que él evitaba a toda costa él comportarse de aquella manera.
Había asistido al S.A. por su propia voluntad y parecía más ansioso que molesto por tratar de ser de una buena vez ayudado por los demás que habían sufrido lo mismo o peor que él.

No tenía muy buena vista y le costó mucho trabajo él tratar de ver a la la perfección las letras impresas con diversas caligrafías en alguna parte del pecho de las personas, además de que era demasiado malo para recordar nombres al igual que gente. Neil también tenía su nombre escrito en una hoja con letra manuscrita debajo de su hombro izquierdo adherido con un broche a su suéter negro con líneas verticales pero las había hecho del tamaño que consideraba adecuado para distinguir hasta de lejos, remarcándolas con un plumón negro grueso, porque le había apetecido y ya.

En ningún momento se opuso o mostró desagradable una vez que todo comenzó y cada que uno de los individuos que le rodeaban hablaban con la mayor firmeza que podían él parecía de lo más atento tratando de olvidar el hecho de que también le tocaba hablar después de todo.
No le gustaba nunca contar el motivo por el cual había dejado los Estados Unidos para irse a Alaska y comenzaba a sentirse estúpido por asistir a un grupo de apoyo en el cual, para su mala fortuna e inimaginable idea, debía de ser lo primero que tenía que aportar. Le daban escalofríos de tan sólo pensar en lo que diría.

Chicos, chicas y unos que otros ya más mayores como él hablaban de su problema siendo apoyados al igual que escuchados al instante. Había una gran variedad de historias las cuales causaban un gran impacto en Neil con tan sólo escucharlas brevemente.
Estaba alguien quien había acabado con la vida de sus amigos en un accidente automovilístico, un hombre que había perdido a su esposa, algunos otros con la ruptura de lo que parecía una gran relación amorosa e incluso uno que no había dicho mucho porque se había hachado a llorar. Simplemente supo que sin duda alguna se encontraba en un lugar el cual tenía situaciones muy similares a la suya, aunque no lo demasiado como para sentirse aún más tranquilo, y que podían ayudar después de todo.

Tras escuchar a los demás llegó finalmente su turno, y tratando de no salir huyendo, se aclaró la garganta antes de hablar.

— Neil Swan, Los Ángeles, California, veintiséis años y... —Tragó saliva para evitar el hablar de corrido como lo había hecho anteriormente y darse a entender para no volver a repetir sus palabras, se había dado cuenta por la mirada de todos de que casi no se le entendía, así que soltó una bocanada de aire antes de proseguir—. Y-yo... perdí a mi prometida que estaba embarazada.

Sus azulados ojos se llenaron de lágrimas después de haber terminado de hablar, con la manga de su suéter se talló los pómulos y abrazó sus rodillas con desesperación, no quería llorar frente a los demás pero le era imposible ignorar el pasado después de habérselo guardado por cuatro meses para sí mismo. No tenía familia alguna o tan siquiera amigos, allí en Alaska era prácticamente alguien invisible, y era exactamente por ello que no podía comportarse siempre de la mejor manera aunque él quisiese. 
No derramó ninguna lágrima pero estaba seguro que de no haber sido porque de inmediato los demás parecieron comprenderle se sintió mejor, pues al fin lo había confesado a alguien más.

:v:

después de como mil que debí hacer esto pero enserio no pude, y espero que puedan aceptar mis disculpas. en su momento leí el de aga y sabía que comentar. a ser sincera no pude leer el tuyo alec. pero bueno ahora les estoy comentando ambos bc si son hermosos y no se que decir ahora asi que me callo.

mujehr de los hastags:

mi dulce peter pan <3:

lamento mi shit de comentarios pero trato de expresarme como puedo, soy muy mala haciendo comentarios T.T
si ven alguna locura escrita es que no dormí

BTW J.Franco después de lizz voy yo??