Pérdidas que no son fáciles de asimilar.

pérdidas que no son fáciles de asimilar.

Golpeé repetidas veces la bolsa llena de arena, que era incapaz de sentir la fuerza de mis puñetazos, aunque éstos fueran los más potentes que nunca hubiera dado. Y estaba más que claro que lo eran.
Las gotas de sudor, mi respiración agitada y el latente cansancio no parecían una barrera para mí, no ahora, no hoy. No iban a detenerme, la impotencia creciente dentro de mí era poderosa, y venía acompañada de una brutal oleada de enojo, tristeza, arrepentimiento y pena. Que, tal y como lo leen, no es en ningún caso una buena combinación.
Puñetazo izquierdo, derecho, patada lateral, gancho... y así repetidas veces. La ira no dejaba que el dolor de mis nudillos y piernas llegara a mi cerebro, como los gritos de mis compañeros a mis oídos, quienes me rodeaban desde que mi comportamiento se tornó brusco.
Bastó con dos latigazos más, para lanzar los guantes al suelo, y salir del gimnasio al que concurría hace dos años. Al llegar a la puerta, solo pude gritar lo más fuerte que pude, desahogándome, al mismo tiempo que las lágrimas brotaban frenéticas de mis ojos. Sin pensarlo, me abracé, tratando de sentir algo más que enojo y dolor.

Lo consideré tantas veces, logrando que mis ojos se aguaran de inmediato, pero nunca quise aceptar que el día llegaría. Aquel día en el cual su vida acabaría, su presencia se convirtiera en ausencia y me dejara sola, incapaz de afrontar el mundo sola. Recorriendo cada parte de mi memoria, en busca de recuerdos junto a ella, cariño, su calor, en busca de ella. Maldiciéndome por no haber aprovechado cada instante a su lado, por haberme desquitado con ella en situaciones en las que no estaba involucrada, por haberle gritado más de las veces que podría haberle mencionado cuanto la quería: cuando aquellos gritos podrían haber sido reemplazados por buenos momentos recostada a su lado, con la mano en su suave cabello, el cual acariciaba en busca de tranquilidad.

La cruel y puta verdad es que siempre que necesité, ella estaba allí y ahora que no, duele mucho más que nada. Perder a una madre, es como perder una parte de tu alma: sientes que tu felicidad está incompleta, memoras lo bueno y lo malo, y te das cuenta de todo lo que no cuando ella estaba presente.

Hubiera deseado haber estado preparada, pero no, se fue así como así. Se desvaneció, con su humilde sonrisa y su cálida despedida habitual, llevándose con ella todo lo que yo no estaba lista para soltar.

"And tonight, i'll fall asleep with you in my heart."