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Mensaje por Kida Lun 11 Mayo 2015, 12:37 pm

Chicas, sé que últimamente no me he mostrado muy pendiente, pero quiero que sepan que he leído y amado todos los capítulos, sólo que en serio no he tenido mucho tiempo para comentar, así que en serio lo siento por el patético comentario, pero en serio amé todos los capítulos. All too well - Página 8 1327349762

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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
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Mensaje por trunks Miér 13 Mayo 2015, 9:30 pm

Capítulo 05.


Juliane Stone; Beverly Monroe; Hayley McGuire; Jackson Bowers; Troy Denbrough; Orlando Turner || frodo.

Tal vez a muchos les parecería estúpido el hecho de que una chica tan acostumbrada al tratarse de entrar en diferentes institutos alrededor de todo el mundo le espantase su primer día como universitaria, a Juliane le temblaban las manos y sentía un frío a pesar de lo templado que estaba el clima y su experiencia con el frío, al ser Rusia su último establecimiento familiar por la empresa de su padre, no tendría que estar nerviosa y no lo estaba hasta que un mal presentimiento le abrumó cuando estaba a menos de cinco minutos de llegar.
Canadá era uno de los países que más le agradaba visitar a los Stone y más que decidida había estado meses atrás al decidir ingresar a la universidad de Vancouver a temprana edad por los años que le habían adelantado en la secundaria al haber obtenido un excelente e insuperable puntaje en el examen de admisión; decían que Juliane era como una chica genio. 
Lejos de sus padres, los Bowers y de él, Vancouver era como la salvación y única oportunidad para cambiar de nueva cuenta la solitaria vida de Juliane, no fue más que una excusa suya cuando le informó a Ryan Stone que quería estudiar en Canadá la universidad por el echo de encontrar a una vieja amistad, ya que el verdadero motivo era más que un secreto que estaba dispuesta a callarle a sus padres tal vez por años, y cuando muchos enfrentaban sus problemas del pasado cara a cara la chica prefería huir de ellos y ocultarse hasta cumplir la mayoría de edad, tener un buen trabajo y poder finalmente ser independiente para irse lo más lejos que podía de Europa. El continente americano le parecía más que perfecto para ello.

Colocó su gorro negro de lana tejido cuando a través del vidrio se distinguía cada vez más un montón de edificios juntos, la gran universidad y próximo hogar de Juliane, en donde estaba dispuesta a iniciar de nueva cuenta su vida amorosa sin involucrar ojos esmeraldas, piel pálida, cabello castaño y de nacionalidad Británica. Y deseaba enormemente no toparse con ningún otro Jackson o Bowers, ninguno de los dos, ya que tanto el nombre como el apellido le causaban mareos de tan sólo escucharlos casualmente.

Cuando William comenzó a contarle la historia, las anécdotas y la trayectoria de la universidad fue en el momento perfecto para que Juliane dejase de pellizcar las palmas de sus manos con las uñas y que dejase de temblar como si el frío fuese algo que ella no toleraba. Asentía cada que el hombre rojizo le preguntaba si estaba de acuerdo con él sobre lo que acababa de decir, y negaba cuando por la cara que ponía Will indicaba que esperaba que ella no concordase con él, sin saber bien como reaccionar ante una persona tan carismática y espontánea como resultó ser el hombre con el cual tendría que pasar mucho tiempo durante su estancia en Vancouver para tener complacidos y tranquilos a sus padres; pues Juliane no solía hablar mucho con las personas desde que se había encerrado en su propia jaula imaginaria meses atrás.

William Evans era el hombre en quién el padre de Juliane había confiado demasiado desde que se conocieron por asuntos de trabajo muchos años atrás, incluso antes de que su única hija naciera, y por lo tanto sería el tutor de la chica hasta que ocurrieran una de las dos opciones que Ryan Stone tenía en su cabeza, o hasta que ella hubiese terminada ahí la universidad o hasta que se aburriese de Canadá. Se podía decir que conocía a su hija perfectamente para estar seguro de que muy pronto Juliane tomaría una de esas dos opciones tomando en cuenta su experiencia como universitaria con tan sólo dieciséis años de edad, era joven y tenía un gran futuro por delante, por lo que no hizo falta el traslado de Rusia a Canadá ya que confiaba plenamente en que Will cuidaría bien de su hija. 
No pasaba de los veintiocho, era un joven empresario, de honorables parientes e historias y poseía la actitud de un joven responsable; justamente lo que buscaban los Stone para que cuidase de su única hija. 

—... y por ello fue que en 2002, fue considerada como una de las tres ciudades con mejor calidad de vida en el mundo. Aunque también dicen que es de las más caras para vivir —comentó William mirando al asiento de copiloto, en donde vio como una pérdida Juliane miraba fijamente los edificios de la universidad, y entonces se dio cuenta de que probablemente no le habría escuchado—, ¿estas bien?
—¿Eh? —preguntó distraída mirando los ojos azules de su acompañante—, oh, si, claro que si, perfectamente bien, no te preocupes.
—Conozco a muchas personas como para saber cuando están bien y cuando algo les perturba, Juliane, así que no trates de mentirme —dijo en tono serio, cosa que le extrañó a la chica ya que Will no era serio, mientras apretaba la mandíbula—. Ryan me dejo a cargo de ti mientras estudies en Vancouver y si algo te perturba debes decírmelo o sabes que...
—Llamarás a mi padre —interrumpió ella soltando un suspiro pesado—, lo sé, ustedes dos hablan como si estuviesen solos en el mundo por celular, ¿sabes?
—Una cosa es hablar por teléfono en voz alta y otra, que es muy diferente, es que escuches mis conversaciones con tus padres por celular —William puso los ojos en blanco y se aferró más al volante de su auto—, me advirtieron que sueles ser algo entrometida a veces, Juliane.
—¡No puedo creer que Ryan te dijera eso! —exclamó con una mueca de disgusto, aún no se acostumbraba a tutear a Will, ya que llamar a alguien mayor que ella y que no era de su familia no era lo apropiado de su persona— ¿Qué más te dijo?
—Cosas, muchas cosas, y se supone que no debía de mencionar nada de eso —murmuró divertido el pelirrojo—, así que no puedo decir más.

Juliane jamás se quedaba callada cuando trataban de ocultarle algo, solía ser más curiosa de lo que su padre le había dicho a William, y estaba por insistir cuando por un movimiento algo brusco por parte del rojizo el auto se vio aparcada al lado de un deportivo rojo frente a un enorme jardín lleno de chicos y chicas. 
Había algo que llamo la atención de la chica entre todos los universitarios, y era su forma de actuar, cada uno de ellos tenían cara de felicidad con cada paso que daban en aquel lugar. "Eso es porque no le temen a nadie", pensó Juliane, viendo como la mayoría de ellos se conocían e inmediatamente se sintió fuera de lugar como todos los primeros días siendo de las nuevas. 
Tomó su mochila y salió apresuradamente del Mustang GT amarillo de William, sentía su estómago revuelto y sintió un repentino mareo, con una mano en la cabeza y la otra aferrando su pequeño bolso al cual llamaba mochila.

—¡Tú si que eres una mentirosa de primera! —exclamó el pelirrojo saliendo del auto—, no estas bien, para nada bien, ¿que tienes?
—Nada, sólo me duele la cabeza un poco y siento el estómago revuelto, se pasará. 
—Eso pasa cuando te pasas la noche viendo televisión sabiendo que te levantarías temprano al día siguiente.
—No es eso, soy algo nerviosa, de seguro son los nervios; no te preocupes Will... 

No alcanzó a continuar debido al traspié que dio y, de no haber sido por William que le alcanzó a tomar, casi terminaba en el pavimento del patio delantero de la universidad; cosa que resultaría una completa vergüenza para Juliane.

—Vamos, necesitas ir a la enfermería en cuanto antes, te llevare adentro y después de que te hagan un análisis me iré al trabajo.

De nueva cuenta ella intentó reprochar sobre su salud pero estaba segura de que si lo hacía se enojaría y terminaría más mareada que antes, por lo que se dispuso a asentir aferrandose a los brazos de William para no caer, dejando que las miradas curiosas de los universitarios a su alrededor se posaran en ellos cada que pasaban a su lado. Juliane se reprendió mentalmente por haber dado un espectáculo en su primer día de clases, y por barios minutos se imaginó un sinfín de cosas por las que le hubiesen juzgado si Will no la hubiera atrapado, sintiéndose afortunada por el recate del rojizo.

En cuanto entraron las risas y un sofocante olor a colonia varonil mezclado con perfumes dulces invadieron las fosas nasales de Will y Julie, el primer día todos querían dar una buena impresión por lo que usaban desde su mejor ropa interior hasta su mejor fragancia, que causo vagos recuerdos para el chico y más mareos para la chica. 
Tras seguir caminando por los largos pasillos a paso ligero llegaron a la enfermería, bastó con explicar detalladamente a la enfermera lo que ocurrió y en menos de diez minutos ya había sido atendida al igual que su dolor de estómago se había esfumado con un medicamento que le hizo efecto al momento y el dolor de cabeza iba disminuyendo. 
William trabajaba en una empresa hasta el otro extremo de la ciudad, y hacía por lo menos una hora de viaje si tenía suerte con el tráfico, por lo que se movía de un lado a otro mordiendo la yema de su dedo pulgar como hacia cada que algo le traía nervioso. Era fácil de conocerlo con tan sólo observarle detenidamente, sencillo, educado y para nada extremista, por lo que a Juliane le pareció encantador la primera vez que lo había visto dos días atrás en el aeropuerto. 

La enfermería era idéntica a como se mostraban en las series de televisión que tanto le agradaban ver a la chica por las noches, sencillas, amplias y muy acogedoras, las paredes eran de color beige al igual que las cortinas de los grandes ventanales, que haciendo juego a las mantas de las camillas que habían esparcidas estratégicamente por todo el costado derecho e izquierdo de la habitación, resultaban cómodas y completamente ordenadas que Juliane se sintió triste de no poder quedarse ahí más tiempo ya que en menos de diez minutos tendría que estar en la orientación para los nuevos.
William se acercaba a Julie cada que que la enfermera comenzaba a darle instrucciones, de nueva cuenta, sobre lo que tenía que hacer si no quería volverse a marear y, de no ser por las risas al igual que los pasos acercándose a la puerta, ella estaba por recriminar pero se vio interrumpida cuando cinco chicos entraron a tropezones por la puerta y, uno en específico traía un suéter azul marino sobre una camiseta blanca, Juliane comprendió entonces que estaba soñando seguramente, pues él estaba ahí. 

↓↓↓

—¿Estas seguro de que te llevaste lo necesario? ¿No te faltó nada? —cuestionaba la mujer mientras su hijo colocaba la mochila en hombro—. Porque si te falto algo puedes ir rápido a conseguirlo en el súper que está a una cuadra del apartamento, Jackie...
—Mama, estoy bien, tengo todo —respondió el chico con el celular recargado en su hombro derecho y su mejilla cuando salía apresuradamente del apartamento—. No deberías de preocuparte tanto por mi, mama, ¡tengo dieciocho! 
—Casi diecinueve...—agregó su padre por la bocina de su móvil con voz seria— creo que debes dejar de llamarle todos los días al chico, Marie...
—No es tan fácil de hacerlo, Robert, para mi siempre será el chico que lloraba cuando le dejábamos en el jardín de niños...
—Y lo seré, madre, sólo que en estos momentos estaré cursando mi primer año de universidad en otro país muy lejos de Europa —siseó revisando apresuradamente los cajones al lado de la cómoda de su cama en busca de la llave—. Creo que ya estoy algo crecidito como para cuidarme yo sólo, ¿no? Te aseguro que estaré bien.

Marie Bowers siempre había sido una mujer de sentimientos puros que se encariñaba con todo mundo, y era especialmente atenta con su único hijo, por lo cual la mayoría del tiempo intentaba ignorar el hecho de que su Jackie había entrado a la universidad de Vancouver para terminar sus estudios para tomar la empresa de su padre al cumplir los veintitrés. 
El joven Bowers no era más que una versión de su madre varonil, al igual que joven, junto con el carácter duro y serio de su padre, no era abierto como lo era ella pero tampoco era tan autoritario como lo era él, formando así a un muchacho al cual le gustaba ser independiente, diferente y divertido en comparación de los demás. 
Y, mientras Marie era todo amor y dulzura junto con el orgullo y encanto natural de su hijo, el señor Bowers hacía la diferencia en ambos por ser serio e incomprendido a los ojos de los demás. Muy pocos llegaban a ver el gran hombre que era Robert Bowers, necesitaban tener muy buen criterio de los demás al igual que ignorar los prejuicios, y los que lo lograban comprendían que no era más que un hombre al cual los años le dieron grandes experiencias que prefería callar muchas veces.
 
Cuando Jackson finalmente terminó la llamada se encontraba caminando a sólo una cuadra del edificio donde Kurt vivía, íntimo y viejo amigo desde la infancia, con unas inmensas ganas de que el día terminase. No soportaba escuchar llorar a su madre, que su padre se enfadase y aún así tener que soportar a más adultos en la universidad. 
Jackson no solía ir mucho a Canadá, y cuando lo hacía no era Vancouver precisamente su lugar favorito del país al cual visitar, pero Kurt King era Canadiense de nacimiento que vivía en Vancouver con sus padres desde que nació hasta los quince años de edad, cuando se volvió independiente trabajando y viviendo en un apartamento cerca del de Jackson. Eso hizo que influyera mucho en su decisión a la hora de escoger una universidad donde terminar su carrera como arquitecto y convencer a su mejor amigo de tomar la misma elección que él. 
El joven Bowers lo pensó por meses y, cuando todas las esperanzas de Kurt eran casi inexistentes, aceptó después de recapacitarlo de muchas maneras, que incluían a la joven que había destrozado un año atrás, decidiendo finalmente que era muy convincente estudiar fuera del mismo país que ella para dejarla en paz de una buena vez. Pues a pesar de que él ere consciente de lo que había hecho no podía negar que sentía un gran cariño hacia la muchacha y no le gustaba dañar a las personas, pues Jackson era un joven ante de la paz y tranquilidad, por lo que jamás estuvo en sus planes sonar tan tosco un año atrás al confesarle a la hija de los socios de sus padres que no sentía lo mismo que ella. 

Solía pasar muy seguido que el lado despistado del chico salía cuando no debía, especialmente frente a sus amigos, por lo que no hizo más que sentirse avergonzado cuando Kurt había pasado su mano derecha sobre sus ojos, sacándolo de sus pensamientos, haciendo que prestase atención finalmente a la carretera y que agradeciera infinitamente a todos los dioses que recordaba por no haber hecho enojar a su amigo por su torpeza. 
Después de ello hablaron de algo que se enfocaba más en sus familias que ellos mismos, los Bowers y Kings eran socios como era de esperarse pero jamás fueron tan íntimos como lo eran con los Stones, para desviar el típico tema que iniciarían los chicos normales el primer día de universidad. Eso le molestaba a Jackson.

—De verdad no puedo creer como demonios fue que tus padres te dejaron tomar tus últimos cuatro años de estudio en Canadá, sabiendo como es Marie contigo, yo pensaba que te quedarías en Rusia hasta que cumplieras los setenta o se mudasen finalmente. —murmuró Kurt, un simpático rubio de ojos miel, en el asiento del conductor de su convertible.
—Ni yo se exactamente como los convencí, papa fue fácil pero mama... ella llora aún cuando me llama, y eso es todos los días —exclamó frustrado el chico sentado en el asiento de copiloto mientras el rubio reía por lo bajo—. Y no te atrevas a reírte justo en mi cara porque más que nadie de los demás amigos que he tenido conoces tú, especialmente, a mi madre. Sabes como es ella.
—Aunque me gusta llevarte siempre la contraria me temo que está vez tú tienes la razón —Puso los ojos en blanco y frunció el ceño—, Marie Bowers es la madre más extraña que he conocido jamás, y no es por ser grosero Jackson, pero es cierto.
—¿Y es normal que Kyle guarde fotografías de sus años de juventud dentro de la nevera? —cuestionó Jack— Porque déjame decirte que si se trata de ser raras, tu madre...
—¡Lo entiendo! ¡Ya calla! No quiero iniciar con la discusión de siempre.

Jack sonrió y Kurt bufó, como sucedía cada que terminaban con su charla sobre madres raras cuando se veían, sintiendo cada vez más cerca el campus de su futura universidad.
No hizo falta dar vueltas por todo el estacionamiento del patio delantero debido a que habían llegado media hora antes de que la orientación iniciase, al lado de un jardín lateral encontraron una plaza vacía y con unos sencillos movimientos, aprendidos del curso de manejo que había tomado, el convertible rojo de Kurt se encontraba estacionado perfectamente. Jackson muchas veces de sentía celoso de lo que su amigo poseía y él no, Kurt tenía seis meses menos que Jack y ya tenía su propio auto deportivo convertible, pero después se daba cuenta de la gran diferencia que había entre ambos, pues mientras los Bowers no tenían más hijos los Kings tenían cinco, y todos ellos varones, por lo que ya tenían experiencia en entender a un joven de dieciocho. El amigo de Jackson era el menor de los Kings.
Apenas bajaron del deportivo ambos sentían las miradas puestas en ellos, causando cierta incomodidad en uno y completa satisfacción en otro, por lo que Jackson pensó inmediatamente que si todos sus días de universitario fuesen así seguramente terminaría siendo un egocéntrico de primera como lo solía ser Kurt la mayor parte del tiempo; y temió eso por unos instantes. 

Tragó saliva apretando sus puños fuertemente cuando caminaba al lado del rubio en la entrada de la universidad, era enorme e impresionante por lo que Jackson quedo aún más satisfecho de la decisión que tomó al estudiar en Vancouver, pero fue interrumpido al ver que Kurt se detenía en una jardinera y saludaba a un grupo de chicos más. Jack tardó un poco en identificar bien esos rostros, pero cuando lo hizo sonrió ampliamente, y les dio un apretón de manos a los tres chicos frente a él.
Cuando iba de viaje con sus padres a Vancouver solía quedarse en casa de los Kings, y ahí fue donde conoció a los demás amigos de  Kurt. Jamás se había olvidado de ellos pero le era casi imposible recordar con detenimiento a los tres, Aaron se había dejado el cabello más largo, Joe era más alto y delgado que todos, y Tyler se había vuelto más esbelto al igual que fornido. Por poco y no les reconocía después de no haberles visto desde que cumplió quince. 

Si había algo que molestaba demasiado a Jackson era la manera en la que le excluían de una charla, por lo que se distanció un poco de los demás cuando comenzaron a hablar lo que habían hecho juntos en sus años de secundaria, se sintió inmediatamente como un extraño ahí y decidió caminar antes de entrar a la orientación. Hacia frío, no mucho ni tampoco poco, pero eso era algo que le traía sin cuidado al muchacho por lo que le parecía extraño al ver a los demás completamente abrigados, unos más que otros, como si el frío les fuese a matar ahí mismo. Pero claro, era algo que Jackson no comprendía, ellos eran Canadienses y él Británico que vivió años en Rusia, uno de los países más fríos del mundo, por lo cual si acaso sentía la brisa helada golpear su rostro con cada paso que daba por el jardín.
A lo lejos podía escuchar las risas de Kurt y los otros, eran demasiado ruidosos, aún cuando estaba seguro de que se encontraba a casi cincuenta metros lejos de ellos, pero era algo que quería evitar, y aún así siguió caminando. 
 
Perdido en sus pensamientos perdió la noción del tiempo y cuando se encontraba volviendo a donde había dejado a sus amigos notó un escalofrío en todo el cuerpo. 
Se paró a tres metros de los otros y miró a todas partes, pues Jackson sabía que aquello no era por el frío o algo por el cambio de clima, sabía que se trataba de una sensación que sólo pasaba cuando ella estaba cerca. Juliane.
Volteó a todas partes, buscándola con la mirada, ganándose sólo gente y más gente que iba llegando apresuradamente para el primer día. Jackson comenzó a desesperarse y, de no haber sido por ello tal vez hubiese entrado en un ataque de nervios, entonces fue cuando distinguió a una chica con un gorro negro y camisa a rayas abrazada a un pelirrojo subir apresuradamente las escaleras de la entrada. Estaba seguro de que era ella y estaba dispuesto a averiguarlo cuando un fuerte golpe le tiró de espaldas al suelo dejándolo mareado.

—¡Pero que mierda has hecho! —gritó Kurt acercándose apresuradamente a él— ¡¿En que pensabas cuando lanzaste eso hacia él?! 
—No fue intención mía, calmante hombre, fue un accidente. —balbuceó un chico.

Jackson veía muchos ojos mirándole desde arriba pero no distinguía bien de quienes se trataban con exactitud, su cabeza daba vueltas y probablemente estuviese alucinando, había sido golpeado con algo duro justamente por encima de la ceja derecha. 
No sentía nada, no pensaba en nada, pero aún así él seguía viendo en su mente la cara de Julie Stone una lo atrás, cuando le confesó lo que sentía por él y que no fue correspondida de su parte, sintiéndose pero de lo que estaba la recordarlo.
Probablemente lo llevaban cargando, o eso era lo que el sentía, pero poco a poco vio las cosas más claras e intento soltarse de los brazos que le sostenían.

—Déjenme. —balbuceó y sintió el sabor salado de la sangre en su boca. 
—Ni de chiste Jackson, estas sangrando. —habló Joe tirándolo más fuerte del bazo.
—No, de verdad, estoy bien. —Forcejeó y finalmente le soltaron pero sintió un fuerte dolor de cabeza—. Sólo necesito ir a la enfermería. ¿Saben donde esta? 
—Vamos, te llevamos, no quiero que termines en el suelo y sangrando el primer día de universidad. —murmuró Kurt caminando delante de él a paso apresurado.

Joe, Aaron y Tyler le siguieron a un ritmo mucho más tranquilo. Mientras que Jack, como pudo, camino detrás de ellos sosteniendo su cabeza entre las manos. 
Sentía punzadas en la cabeza y un dolor encima de su ceja, que probablemente tendrían que coserle porque estaba seguro de que se la abrió con el golpe, pero lo que de verdad no se podía explicar era que sentía un peso más sobre su torso a causa del suéter azul que le habían colocado anteriormente. Era el suéter de Aaron, y este llevaba el saco gris de Jack, por lo que entendió que lo hicieron para que no manchase la tela de sangre y para mantenerlo más abrigado. Eso le pareció raro a Jackson.

—Eh, calma Kurt, el herido soy yo y parece que lo eres tú. —comentó el chico burlonamente para apaciguar la tensión del ambiente, y lo logró, ganándose risas por parte de los tres chicos de adelante.
—Calla, idiota, hace unos minutos estabas prácticamente inconsciente, estas sangrando y... ¿te ponse a bromear después? Estas loco. —habló por lo bajo el rubio.
—Siempre dices que nunca está de más reírse de las cosas, ¿no? 

Kurt se dio media vuelta y asesinó a Jackson con la mirada, causando más risas por parte de los otros tres, eso era algo no muy típico de un King. Y mucho menos el más alegre y joven de todos. 
La enfermería estaba frente a ellos, los cinco se acercaron corriendo, y cuando Joe abrió no tuvieron tiempo para retroceder por lo que entraron a tropezones.
Habían tres personas ahí adentro, seis pares de ojos que les miraron de diferente manera, una señora inmediatamente se asustó por la sangre de Jack, un chico pelirrojo alzó las cejas sorprendido y una chica le miró con miedo. Se trataba de Juliane.

↓↓↓

Vancouver había sido siempre su ciudad favorita de todo el país. 
Su clima tan exquisito que le caracterizaba al igual que su maravillosa vista eran dos cosas tan típicas, y comunes para algunas personas, pero para Beverly era más que sólo eso; era simplemente Vancouver. 
Cargaba una mochila en su espalda y llevaba su celular aferrado en su mano derecha, como si con el aparato hubiese podido resolver todos sus problemas, caminando apresuradamente hacia la parada del autobús, sus botas cafés parecían volar por el pavimento de la calle que bajaba hasta la avenida principal, la gente le miraba dentro de sus autos sin ser conscientes de lo tarde que se le hacía a la chica en su primer día de universidad. Siempre tarde como siempre. 
El último autobús que le dejaba a la hora justa estaba por llegar a la parada y Beverly seguía corriendo a esa casas cuadras de ella, su pulso estaba acelerado y casi juraba que las suelas de sus botines nuevos se habían gastado por completo, pero aún así ella sentía la vibración de su móvil en su mano derecha con cada minuto más que pasaba desde que había salido de su casa. En ese momento indicaban tes minutos desde su partida, tres minutos de retraso y menos de un minuto para que el autobús parase a dos cuadras.

Muchos decían que Bev era una chica vanidosa y llena de orgullo, a la que las cosas le traían sin descuido al igual que las críticas que le hacían, solían juzgarle por el simple hecho de poseer un encanto extraordinario que atraía a muchos en cuanto le conocían apenas. Su cabello color zanahoria le daba el toque final junto con sus ojos azules, los cuales demostraban siempre empatía, y eran esos mismos los que le causaban prejuicios con los demás. 
En un pasado le molestaba que siempre le tomasen de jugarreta por tener el cabello de un color no tan peculiar pero con el tiempo, y el apoyo de su hermano Trenton, consiguió ver todo de manera diferente; logró entonces ver que las cosas malas debía enfrentarlas como podía. Y el mejor ejemplo de ello lo había vivido hace tiempo cuando se fue de intercambio a Australia, en donde conoció y olvidó lo que era sentirse amada, pero prefería callarlo si podía para siempre. No era algo que Beverly consideraba digno de recordar.
Las bocinas de los autos hacían que la pelirroja se asustase cada que pasaba al lado de los autos, zigzagueando entre ellos cada vez más por el tráfico matutino en el centro de la ciudad, ganándose de vez en cuando uno que otro golpe con los retrovisores de los lados, y ella estaba seguro de que a causa de tantos golpes en sus costados tendría morado al siguiente día.
El celular volvió a vibrar repentinamente y la chica aceleró su carrera ya que sabía que el autobús estaría por llegar, ella le vio muy próximo a una cuadra, pero aún le faltaba media cuadra por llegar. Entonces fue cuando el semáforo cambió a verde y finalmente los autos comenzaron a arrancar, indicándole a Beverly que debía de subir a la banqueta en cuanto antes si es que quería salir viva de ahí, pero aún así ella siguió corriendo impulsivamente.
Como pudo llegó hasta la parada justo a tiempo y tomó asiento al final del autobús, no conocía a ninguno de los que se habían subido por lo que se colocó los auriculares y no prestó atención a nada más, no era del todo antisocial pero tampoco era muy social y en verdad le costaba trabajo entrar en confianza con alguien. Trenton era el único en el que confiaba plenamente pero a muchos les parecía penoso el hecho de que una chica de dieciocho actuase como de diez al contarle todo a su hermano mayor, pero era algo que a Beverly no le importaba a fin de cuentas, siempre habían sido sólo ella y su hermano para respaldarse. Sólo ellos y nadie más, ni siquiera sus padres.

No era difícil de imaginar que la chica fuese tan enamoradiza en un pasado, pues era algo que caracterizaba a los Monroe, y hubieron más de diez chicos de los cuales había asegurado estar enamorada en un pasado. Pero siempre existe un "alguien" el cual supera a los demás y, con Beverly no era la excepción, en su caso ese muchacho del cual se había enamorado de verdad no había sido más que un patán que conoció estando de intercambio en la secundaria, la uso sólo por diversión y después la desechó como si fuese un pañuelo, y con el cual deseaba enormemente no volver a saber nada. Había sido difícil para ella olvidarle ya que en verdad amaba a aquel muchacho, y fue por él precisamente que sólo terminó un año en la secundaria de intercambio y volvió con su familia el año próximo a Canadá, no soportó tanta humillación y tristeza que estuvo más de una vez en una fuerte depresión. La vida de Beverly jamás había sido del todo linda y, gracias a las sombras del pasado, se volvió más fuerte con la ayuda de su hermano. Beverly Monroe había evolucionado y estaba lista para ingresar a la universidad.

Finalmente el autobús paró frente al enorme campus y Bev bajó igual de apresurada que los demás, la orientación estaba por empezar y ella seguía en el autobús, por lo que comenzó a desesperarse. Ella estaba por llegar a la entrada, con el cabello revuelto y el corazón en la garganta pero a fin de cuentas viva, cuando lo que menos esperaba ocurrió en un dos por tres. 

Una motocicleta pasó a toda velocidad detrás suyo, asustando a la chica, que segundos después se estrelló contra Beverly y esta fue arrojada al suelo con todo y cosas al igual que el conductor de la moto salió volando a un metro de ella. 
No gritó, no lloro ni tampoco habló, la pelirroja se incorporó del suelo dándose cuenta de que no había sido atropellada pero si golpeada, nada grave en verdad, con la motocicleta que yacía más allá del chico que se retorcía en el suelo a un metro de ella. Pudo jurar que el muchacho lloraba, pero no era así, cuando se incorporó de un salto y levantó su motocicleta del suelo, sacudiendo sus pantalones negros al igual que su camiseta a rayas rojas y blancas. Eso le causo extrañamente pura rabia a Beverly que soltó un bufido y puso los ojos en blanco.

—Pero que idiota. —susurró para si misma revisando que todo estuviese en su mochila.

Su recopilador, estuche de plumas, libros y cargadores estaban dentro de la pequeña mochila de Vans que había comprado cuando Trenton y ella fueron de compras una semana antes de clases, su hermano era mayor por cinco años y estaba por terminar sus estudios como químico por lo que no compró más que una colección de plumones ingleses nuevos, su mochila era pequeña pero con suficientes compartimentos para guardar todo lo que Beverly solía llevar a la escuela. En el delantero llevaba su libro de Orgullo y Prejuicio junto con los auriculares y cargadores, el de en medio guardaba los libros y el recopilador, los de los lados tenían desde sus plumones hasta maquillaje y cremas, pero el último, y el más oculto de todos, era el más importante de todos por ocultar a la perfección sus más preciadas posesiones: su móvil y el paquete de chicles. Bev jamás salía de su casa sin su teléfono móvil con el paquete de chicles en su protector negro.
Pero no estaba ahí, no estaba el protector negro con el móvil y los chicles, por lo que la pelirroja comenzó a sentirse nerviosa y presa del pánico. 

—No, no, no, no, estaban aquí —murmuraba con las manos temblándole—, ¡tienen que estar aquí! Por dios, no está, no están aquí. 
—¿Buscas algo? —preguntó el chico que había arrollado a la pelirroja segundos atrás, pero ella no le veía ya que le daba la espalda, entonces él se acercó aún más.
—El protector, mi protector negro... ¡no está aquí! —Beverly estaba apunto de echarse a llorar frente a un chico desconocido y estaba frustrada por ello.
—¿Hablas de tu cosa esta con un celular y unos chicles? —cuestionó curioso el muchacho, Bev al instante volteó a mirarlo, pero aún tenía el casco puesto y no tenía idea de quién era. 

El chico retrocedió un poco, la pelirroja pensó que saldría corriendo por lo que le tomó por los brazos rápidamente, pero no fue hasta que murmuró algo por lo bajó que Beverly comprendió porque era que había retrocedido.
Inmediatamente brincó hacia atrás y arrebató sus cosas de las manos del muchacho al cual le temía en ese preciso momento, aunque no estaba segura de que sus suposiciones eran ciertas sentía pavor de tan sólo pensarlo, y estaba dispuesta a averiguar quién estaba debajo del casco.

—Quítatelo —murmuró ella entrecerrando los ojos—, quítate el casco.

Palideció, por poco caía desmayada en el suelo, su cabello resaltó aún más que antes y su pálida piel se volvió mucho más pálida. 
El chico frente a ella, aquel que la había golpeado por no tener control en su motocicleta y el cual le había dado sus cosas era el que no debía ser nombrado frente s los Monroe, era él, Troy Denbrough.

↓↓↓

Su alarma había sonado tarde, sólo por media hora, y el muchacho menos que apurado se levantó lentamente y a la velocidad de una tortuga tomó una ducha, se cambió y desayuno.

Había sido culpa suya él haber despertado media hora después de lo habitual, había pasado la noche anterior hasta tarde en una fiesta cerca de la costa y había hablado con su padre antes de irse a dormir, era consciente de que sólo durmió dos horas como máximo por culpa suya pero era tan terco que se negaba a admitirlo y culpó de mil maneras a su despertador cuando salía de su edificio.
Era más que conocido que el muchacho era vanidoso y orgulloso por naturaleza, pero aún así la gente de alrededor del edificio no acostumbraban verle salir siempre arreglado a la perfección de pies a cabezas para después mirarse por última vez en el cristal de una de las tiendas cercanas cuando caminaba al aparcamiento trasero, su cabello castaño siempre lucía perfecto sin ni siquiera usar nada no peinarlo, ya que no lo tenía del todo largo, y siempre llevaba unos lentes de sol encima de este, así hiciese calor o frío él los llevaba encima de la cabeza cada que salía del edificio.
Cuando se había mudado al edificio dos años atrás le había parecido fabuloso el hecho de que se encontraba a sólo cinco kilómetros de la universidad, pero había veces en las que maldecía aquello ya que detestaba las orientaciones de todos los años para los nuevos, y cuando él quería llegar tarde por más lento que fuese llegaba con tiempo de sobra. Detestaba ser puntual. 
Una vez que llegó al aparcamiento del edificio se le ocurrió la brillante idea de dejar el auto por aquel día e irse en la motocicleta, sólo para hacer tiempo y llegar por lo menos a la hora justa o un poco después, así que sin dudarlo tomó las llaves de la Harley y se colocó el cascos para después disparado por la calle que llevaba a la universidad a toda velocidad.

Le gustaba sentir la brisa matutina chocar contra él, le daba energía y la adrenalina corría por sus venas a la velocidad que iba, eso lo había ofendido de su padre y cada que podía lo recordaba a los demás de diversas formas haciendo cosas que muchos creerían estúpidas y peligrosas, pero divertidas y sencillas para él, su sangre era Denbrough por lo que era un chico impulsivo.
Sus padres no se preocupaban mucho por él por las agendas apretadas que solían tener, Joyce era una modelo australiana con raíces latinoamericanas muy conocida en todo el mundo mientras que Walter era un gran corredor estadounidense con antecedentes Británicos, así fue como Troy resultó ser una réplica de ambos combinado. Un encantador muchacho valiente digno de ser orgulloso como lo era. Y jamás necesito de los demás para ello en verdad, su ego era grande al igual que su confianza en si mismo, pero nadie es perfecto y él jamás fue la excepción; solía tener ataques impulsivos y rabietas peligrosas cada que le sacaban de sus casillas, era un chico de emociones sensibles al igual que un carácter fácil de doblegar. Le consideraban un peligro y jamás se enteraban de que tan débil podía ser si lograban encontrar su punto débil.

Vivió con Walter y Joy en Australia desde recién nacido, estudió y creció ahí, pero la decisión de ir a la universidad en Canadá la había tomado él con ayuda de sus padres para dejar atrás su antigua vida en la cual lo que destacaban eran los vicios solamente. No quería volver a lo mismo y mucho menos volver a dañar a alguien como lo había hecho tiempo atrás. 
Desde que ella se había ido de Australia por culpa suya la recordaba todos los días, no podía olvidar su rostro, y cada vez más sentía una punzada de dolor al recordar el gran idiota que había sido con la única chica que en verdad le importaba años atrás. Ella había sido la primera que él había querido de verdad y con la cual hubiese estado de manera formal. Pero por culpa suya se había ido. Se había devuelto a su país de origen, Canadá, y eso también había influido mucho en su decisión, quería encontrarla y resolver todas las cosas, él había aceptado el intercambio a Vancouver sólo para volver a ver a la muchacha. 

—¡Pero que mierda! —exclamó furioso frenando bruscamente debido a un camión que se atravesó a toda velocidad en la carretera—. ¡Por poco y me matas idiota! 

Impulsivo, Troy era un chico que siempre usaba sus impulsos antes que su cabeza en la mayoría de las situaciones, sin saber exactamente que hacer se sacó el casco bruscamente y desmontó su moto para comenzar a me dedicar de mil maneras al trailer que se alejaba cada vez más de él y el conductor de este hacia sonar la bocina en modo de burla.
Las rabietas que el muchacho sufría constantemente solían ser de lo más normales que no era consciente de lo que hacía hasta obtener una consecuencia, aquel día no supo lo que hizo cuando en un dos por tres se quedó mirando hacia el cielo, y se quedó ahí por minutos que le parecieron segundos. Nadie sabía que él hacia eso para calmarse, mirar arriba y apretar los puños para no hacer nada estúpido, ya que no le gustaba causar desórdenes por no estar en sus cinco sentidos.
Pudo haberse quedado en medio de la carretera y en mitad de la nada tal vez para siempre de no ser que un auto estuvo apunto de arrollarle, pero así fijamente salió de sus pensamientos, con el sonido de la bocina del auto salió de su trance y como pudo ahuyento el cabello color zanahoria y los ojos azules de sus recuerdos.

Cuando Troy había llegado a la universidad de Vancouver le había parecido el campus más grande que había visto, pero después de llevar ya un tiempo estudiando ahí le parecía normal, y cambió la imagen que tenía de ella por una simple universidad extranjera simplemente. Como si no fuese la gran cosa estudiar en un país fuera del de uno mismo, pero era algo que él ya no entendía, había perdido todo interés por revivir en Canadá cuando no le pudo ver en el tiempo que llevaba ahí. 
Él sabía que si iba a Vancouver las probabilidades de encontrar a Beverly serían casi nulas conociendo que la muchacha residía en una casa de campo fuera de la ciudad, pero no sabía más, así que había perdido todas sus esperanzas casi por completo tiempo atrás.  Pero entonces algo hizo que saliera de su cabeza, o más bien alguien, que caminaba delante de él a paso decidido y tenía una gran cabellera pelirroja. A Troy se le aceleró el corazón.

—¡Auch! —exclamó él cuando terminó en el suelo del campus, había llegado a la universidad sin darse cuenta y había caído arrollado a una muchacha por estar despistado, sintió sólo una punzada en el pecho al recordar el cabello de la chica y se volvió hacia ella inmediatamente.
—Pero que idiota. —susurró la chica levantándose y buscando sus cosas. 

Por un momento Troy vio en su manera de encobrar los hombros un tanto conocida, pero después se fijó en que la chica tenía el cabello más claro de lo que recordaba a Bev, y entonces se desilusionó creyendo que se había equivocado de chica.
Se incorporó del suelo y buscó su motocicleta con la mirada, no había casi nadie afuera por lo que evito las miradas curiosas que esperaba toparse, y encontró a su medio de transporte favorito a unos metros de él estampada en un árbol. Estaba seguro de que no había sufrido daños y que él tampoco por lo que no tenía nada por qué preocuparse.

—No, no, no, no, estaban aquí —murmuraba en voz ronca y baja la muchacha de rodillas frente al joven—, ¡tienen que estar aquí! Por dios, no está, no están aquí. 
—¿Buscas algo? —preguntó Troy inmediatamente, acercándose a ella, sintiendo ahora una curiosidad enorme por encontrar un parecido en lo que creía que buscaba la muchacha y lo que de verdad buscaba, él necesitaba sacarse la duda de la cabeza de una vez por todas.
—El protector, mi protector negro... ¡no está aquí! —gritó histérica y apunto de llorar ella. 

Troy entonces se paralizo al saber bien qué era lo que la chica buscaba, un estuche de celular negro con un paquete de chicles, y lo buscó rápidamente en el suelo encontrándolo y tomándolo en sus manos sintiéndose más nervioso que nunca. 
Estaba seguro de que se trataba de ella.

—¿Hablas de tu cosa esta con un celular y unos chicles?

La cabeza de la pelirroja bruscamente volteó a mirarlo y frunció el ceño al toparse con el casco del muchacho como desconocido. Ella se puso de pie y él retrocedió inmediatamente, por lo que la rojiza se adelantó y le tomó por los brazos.
Troy aún no lo podía creer que tuvo que susurrar su nombre para creérselo.
Beverly de un salto se apartó de él con su protector en las manos y le miró con los ojos entrecerrados. El joven Denbrough se imaginó un sinfín de cosas en ese momento, y todas incluían a la muchacha golpeándole o insultandole, pero ninguna de ellas fue la correcta porque lo único que hizo fue pedirle que se quitase el casco. 
Y lo hizo, con desconfianza y algo de incredulidad pero lo hizo, revelando su corto cabello castaño y sus ojos castaños mirando a la pelirroja fijamente. Ellos estaban en frente a la persona que deseaban encontrar y olvidar de una vez. 

↓↓↓

Hayley acababa de salir de la casa que los McGuire tenían en Canadá cuando le habían llegado mensajes por parte de sus tres hermanos, todos eran igual de sobreprotectores y jamás había un día en el cual no le llamasen desde que se fue a vivir a Vancouver por la universidad, por lo que se dedicó a marcar el número de Hans con paciencia y seguir conduciendo.
De los tres con el que más convivía era con el segundo por lo cual cada que tenía problemas o se sentía sola marcaba el número de Hans y después de una charla de hermano mayor a hermana menor solía acabar con su problema, además Hans era el más simpático de los tres, por eso Hayley solía hablar diariamente mínimo con su hermano. Dejó el móvil en el asiento de copiloto, poniéndolo en altavoz, y fijó su mirada en la autopista para no chocar con ningún otro auto.

—¡Hayley! —El grito de sus tes hermanos hizo reír a la chica.
—¡Haches! —respondió efusivamente ella sin dejar de reír, todos los McGuire tenían su inicia con la letra H por lo que se ahorraban el llamar a cada uno de ellos por sus nombres la mayoría de las veces, se llamaban aches entre ellos con número en el orden del mayor al menor.
—¿En dónde estas ahora? —cuestionó el mayor de todos, Harold, en tono serio.
—En el auto, voy a la universidad, es mi primer día. ¿Pueden creerlo? —chilló emocionada.
—Lo creemos, pero ten cuidado, cualquier cosa que hagas mal seremos informados inmediatamente. —Hudson sonaba serio e inmediatamente la muchacha supo que estaba preocupado, aún por ser el menor de sus hermanos solía ser el más seguro y feliz de todos, pero en esos momentos no estaba del todo convencido por haber aceptado dejar ir a Hayley a Canadá sola. 
—Sabes que siempre me porto bien, por favor hache dos convence a hache tres de no ser tan duro, ese debería ser el papel autoritario de hache tres. —habló burlona dandi se cuenta de cuanto extrañaba a sus hermanos y que estaba apunto de llegar a la universidad. 
—Vamos, Hud, hache cuatro siempre saca buenas notas y apuesto a que es la única que se quedara solterona de todos, no te preocupes por ella tanto...

Por el altavoz escuchó como Hudson bufaba, Hans comenzaba a reír y el intento fallido de Harold por hacerlos callar para evitar una discusión típica, siempre eran haché dos y hache tres los que peleaban en la ausencia de Hayley.

—¿Y como están las cosas allá? —preguntó la castaña para distraer a sus hermanos.
—Excelentes, hubo una fiesta el sábado y tuvimos que acompañar a uno de los amigos de Hans a un club que se acaba de inaugurar, es bueno vivir muy cercas de Hollywood, ¿no? 
—Siempre dices lo mismo Harold, pero yo no lo veo así, hay veces en las que recuerdo de la casa que teníamos en los ángeles y los recuerdo —agregó sería ella—, ya saben... mama y papa solían hablar de lo linda que era...
—Oh, no, no empieces Hayley... —murmuró Hudson frío— es tu primer día de universitaria y llegaras con el maquillaje corrido y tus ojos hinchados como sapo. ¿Quieres eso?

La castaña apretó los labios y asintió aferrándose al volante del auto, como si sus hermanos supiesen que ella estaba de acuerdo con ellos, pero como pudo evitó sollozar y soltó un suspiro pesado. Solía ser muy sentimental y con el hecho de recordar a sus padres comenzaba a llorar en un dos por tres. 
Los edificios de la universidad de Vancouver se alzaron sobre los árboles que veía más allá y Hayley comenzó a morder el interior de sus mejillas, estaba nerviosa.

—No te muerdas las mejillas hache cuatro. —dijo Hans por el altavoz trayendo a la muchacha de vuelta a la realidad. 
—¿Cómo sabias que yo...—comenzó a tartamudear—... ¿Pusieron una cámara al auto o algo así? 
—No, pero ese auto lo compramos nosotros para ti y nos enteramos en que parte de la ciudad estas, por lo que nos dice el mapa del celular estas a escasos metros del campus —Harold siempre le había parecido el más raro a la chica y en esos momentos aún más—. Y yo sé que estas nerviosa. 
—Si, la verdad lo estoy, pero es mi primer año y por ello lo estoy.

Mentir no era algo que le encantase hacer a Hayley, pero no tenía otra opción en esos momentos por lo que mintió a su hermano, ella no estaba nerviosa por el primer año... sino por la gente que encontraría ahí. 
Siempre había sido sociable y encantadoras con todo mundo pero eso había cambiado cuando conoció a Orlando Turner en sus vacaciones en Hawaii tiempo atrás, él cambió por completo el mundo de la chica, y solía temer cada que llegaba a un lugar nuevo por tener que socializar. Ella temía encontrar a uno como Turner o al mismísimo de carne y hueso. 
Vancouver le pareció la mejor ciudad para estudiar fuera de su país para relajarse y lo bastante lejos de Inglaterra como para toparse a su demonio del pasado mayor, por lo cual había empacado todas sus pertenencias de USA un mes atrás y había llevado todo a la casa que Harold había comprado en Canadá, sólo para cuando fuesen ahí de vacaciones, pero que se volvió el hogar de Hayley en cuanto fue aceptada en la universidad.  

—Todo saldrá bien, ya verás, a todos nos pasa al ser nuestro primer día en un lugar nuevo, ¿no? —Suspiró Hans y chasqueó la lengua por la otra línea del móvil de la muchacha—. Sabes que cualquier cosa que necesites...
—Les llame inmediatamente, si, gracias hache dos. —Había entrado en el aparcamiento con cinco minutos de anticipación para las tutorías de primer año, siempre había sido puntual y esa mañana se le había hecho algo tarde, por lo que a la velocidad de la luz recorría todo el lugar en busca de una plaza vacía.
—Eres un encanto hache cuatro, a por ellos mujer, buena suerte —intervino Hudson rápidamente—. Tengo que ir al trabajo al igual que los demás. 
—Gracias, hache tres, les deseo un buen día y los amo. —Colgó la otra línea y ella se volvió a quedar sola.

Por un momento se sintió rechazada pero después de recordar lo duro que trabajaban sus hermanos quedó convencida de que ellos lo hacían por ella y no tenía que ser malagradecida. Por lo que siguió buscando un lugar donde aparcar.
Harold era dueño de una empresa de celulares internacional, Hans era abogado y Hudson músico, los McGuire habían sufrido mucho en un pasado por la pérdida de sus padres y después de años en las penas lograron salir adelante, era el tiempo de Hayley entonces, necesitaba graduarse y triunfar como sus hermanos. Había elegido una carrera de artista y llevaba consigo siempre su estuche de pinturas por si acaso, era como su posesión más valiosa, y jamás la perdía de vista. En esos momentos el estuche iba en el asiento de copiloto junto con el celular de la castaña.
Había dado dos vueltas sin encontrar un lugar hasta que distinguió uno en medio de dos deportivos negros frente al jardín izquierdo de la entrada, y los ojos de la muchacha estaban puestos en él, pero cuando estaba apunto de aparcar otro auto se le atravesó causando que casi chocasen. Hayley por poco y se golpeaba con el volante de su Beatle de no ser por el cinturón de seguridad. 

El otro auto comenzó a sonar la bocina pero ella le ignoró, como pudo esquivo el deportivo amarillo y se estacionó rápidamente. Cogió su bolso y estuche, junto con el móvil del ausento y salió de su auto; pero entonces se arrepintió de haberlo hecho. Un grupo de muchachos le miraron con asombro fijamente.
Hayley más que incomoda rodeó la parte trasera de su auto con la mirada en el suelo, por lo que no veía al frente, y chocó con el pecho de uno de los chicos. 

—¿Eres nueva? —preguntó una voz suave que le pareció conocida.

Ella asintió y rodeó al chico, para seguir con su paso, pero no pudo ir tan lejos ya que fue tomada de la cintura fuertemente y volteada bruscamente.
Sus ojos se encontraron con otros completamente oscuros y se sintió perdía en ellos, recordando una aventura de verano que había tenido, porque Orlando Turner estaba ahí mismo.

↓↓↓

No había día en el que Turner llegase temprano a la universidad, o en el que llegase directamente a clases, llegaba a la hora justa y se quedaba hablando con sus amigos en el aparcamiento antes de entrar a la primera clase.
Y si en los días normales no le importaba llegar tarde en el primer día, contando con la orientación, mucho menos. Así que se tomó su tiempo antes de salir junto con su primo de la casa que alquilaron durante su estancia en Vancouver.
Ambos británicos habían decidido estudiar juntos en un país el cual ninguno de los dos había visitado antes, y Orlando quería Australia pero Nick quería USA, y como no podían concordar Canadá les pareció interesante entonces.

Nick buscaba nuevas experiencias mientras que Orlando quería olvidar y conocer a alguien, pues no había tenido novia desde mucho tiempo atrás, pero sabía que no le iba a ser tan fácil cargando con la culpa de lo que le había hecho a Hayley cuando estaba de vacaciones con su familia tiempo atrás. El remordimiento y culpa inundaron la vida del chico cuando llegó a Gran Bretaña dándose cuanto del error que había cometido por haber sido tan seco con ala muchacha.
La mayoría de las veces deseaba volver a verle sólo para ver como estaba después de aquello y para disculparse del gran idiota que había sido con ella. Pero estaba seguro de que jamás la encontraría de nuevo.
 Llevaba dos años en la universidad y de los anteriores años en comparación del que venía él sentía que sería el más especial, algo decía que sucedería lo que menos esperaba, y ansiaba descubrir por qué pensaba eso desde que había terminado el año anterior. Tenía amigos ahí, una gran fama por ser un chico ejemplar e incluso poseía el respeto de la mayoría de ahí.

—¿Acaso piensas que será fácil este año? 
—No lo se Nick, algo me dice que será diferente, ¿que piensas tú?
—Que eres un idiota, primo —recalcó el castaño de ojos claros burlándose de Orlando—, pienso que será un año lleno de lo mismo.

Solía pasar que Nick era tan pesimista que sacaba de quicio a su primo y se quedaba callado para evitarle, porque no era bueno sacar de sus casillas a Orlando,  pero en esos momentos él ya conocía tan bien a su castaño primo que inmediatamente comenzó a evadir el tema y sacar otro con el cual Orlando se sentirse más cómodo. Y eso era sobre el fútbol.
Muchas chicas solían pensara que los chicos no hacían más que hablar de deportes como si fuese lo más importante del mundo pero ninguna entendía como  era que ellos se identificaban con un deporte tanto como para adorarlo. 
Tanto Nick como Orlando tenían una beca por jugar en el equipo de la universidad y su futuro estaba destinado a jugar en las grande slogan por lo que eran más que aficionados de los deportes, ellos eran amantes de ellos. 

El amor al fútbol había nacido en Orlando después de las vacaciones con sus padres en Hawaii, él había acabado más que arrepentido y el remordimiento casi acababa con su vida, apenas comía dormía y salía, pero entonces fue cuando con la influencia de su padre y Nick comenzó a salir a practicar todos los días por lo menos quince minutos en el jardín trasero de su casa. Esos quince minutos después se convirtieron en medias horas que a su vez pasaron a ser horas y así, finalmente, terminó de deprimirse encerrado en su propio mundo y comenzó a vivir una vida en la cual era lo que sus padres querían; un futbolista.
Desde entonces ambos primos se habían vuelto inseparables y se ayudaban mutuamente al igual que tomaban muchas decisiones juntos, como era la situación en sus estudios. Solían decir que por ello parecían más hermanos que primos además de su manera de vestir casi similar.
Ese día Orlando llevaba una camiseta con manga larga color gris oscuro y unos jeans negros rasgados por la rodilla derecha mientras que Nick usaba una camisa de manga larga negra con unos jeans grises rasgados un poco por la parte del tobillo, pero lo más curioso era que ambos llevaban puestas unas botas negras que habían comprado juntos el día de Navidad. 

Cuando llegaron estaban por aparcara en su lugar habitual, entre los demás deportivos de sus amigos, cuando un Beatle se les atravesó y una chica salió apresuradamente de el con la cabeza gacha y aferrando su bolso con una mano y su estuche de pinturas con la otra, a Orlando le pareció muy conocida, e inmediatamente bajó del auto, ignorando las dudas de Nick, y se posicionó frente a ella para obstruirle el paso.

—¿Eres nueva? —cuestionó intrigado el muchacho, el cabello castaño claro le pareció más que familiar en esos momentos, y cuando ella asintió con la cabeza y se giró para seguir con su camino, entonces la tomó de la cintura y la giró hacia él.

Por un momento el muchacho sintió que su cabeza le gastaba una mala jugada, que los ojos azul oscuro de la chica no le pertenecían a Hayley y que ella estaba ahí, pero después de mirarla detenidamente lo confirmo; Hayley McGuire estaba en Vancouver.
hola:
Sigue: Sandara.
trunks
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Mensaje por indigo. Jue 14 Mayo 2015, 3:45 am

Alec subiste muack muack y es largooo All too well - Página 8 1477071114
indigo.
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Mensaje por peralta. Lun 18 Mayo 2015, 2:04 am

no dejemos esto morir muack
peralta.
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Mensaje por indigo. Lun 18 Mayo 2015, 4:26 am

Las que siguen o no se pasaron nunca por la nc o llevan sin pasarse más de un mes. Así que, si alguna de las que no subió en su turno quiere subir puede hacerlo. Sino me tocaría a mí, pero ahora sí que empecé los finales y no sé para cuándo podré tener el capítulo All too well - Página 8 1926951358
indigo.
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Mensaje por zuko. Lun 18 Mayo 2015, 4:17 pm

Entonces puedo subir yop? All too well - Página 8 2232569629
ESTOY HACIENDO LA TAREA, PERO CUANDO TERMINE COMENTO TU CAPITULO, QUERIDA ALEC Y CONTESTO LOS MP'S DE LAS TRAMAS DE TODAS All too well - Página 8 2416783629
zuko.
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Mensaje por indigo. Lun 18 Mayo 2015, 9:08 pm

Seria genial que subieras Mia All too well - Página 8 1477071114
indigo.
indigo.


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Mensaje por zuko. Mar 19 Mayo 2015, 6:36 pm

me morí de filz:
zuko.
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Mensaje por zuko. Mar 19 Mayo 2015, 6:57 pm

LEER ANTES QUE NADA POR FI:

Capítulo 06.


Bobbie Holmes; Benjamin Gallagher || sylvester (Mía).
Sigue: Kathe All too well - Página 8 1477071114 (creo).


Después de tantas silenciosas noches de insomnio, por primera vez, Bobbie se alejó. Había ganado y perdido, cosa evidente, pero nunca había abandonado de su hogar sin su hermano mayor a su lado. Desde pequeña fue alguien independiente, pero nunca se alejó tanto de su familia por tanto tiempo. Cada vez que dejaba esa pintoresca casa detrás, sabía que iba a volver, sin embargo esta vez no podía garantizar su regreso a casa.

Bobbie sabía que nunca había pertenecido a ningún lugar, pero nunca se había sentido tan vacía entre aquellas paredes color turquesa de su habitación. Los montones de libros que leyó alguna vez la hicieron sufrir mucho, pero hasta la muerte de su hermano, nunca había conocido el dolor.

Le dolió demasiado leer la muerte de Primrose Everdeen, el final de Harry Potter, las últimas palabras de Luke Castellan y todo lo que Jon Snow había vivido, pero nada le dolió tanto como saber que su humano favorito del mundo de los mortales se había ido, y para siempre.
Entonces, con uno de los sweaters de Chandler encima, tomó sus maletas y fue hacia el aeropuerto, escapando de su pasado y de ella misma. Perdida y camuflada entre las personas que iban de allí para allá, se aferró a su bolso y contuvo la respiración.
Cambio. No le gustaba el cambio, pero sabía muy bien que lo necesitaba. Toda su vida actuó no sin antes pensarlo dos veces, organizaba, planeaba, siempre buscaba la forma, pero en aquel entonces, por primera vez en toda su vida, Bobbie Holmes tenía miedo.

¿Y si en realidad haber tomado ese avión fue de los peores errores de su vida? ¿Y si en realidad la decisión correcta era haberse quedado en Washington con Beno y su familia?

«Beno. Beno, Beno, Beno».

Al final de cuentas, las cosas no habían cambiado tanto realmente, ya que el corazón de Bobbie seguía latiendo cual locomotora ante el sonido de su nombre.

Entonces, con un temblor de sus manos, prendió su cigarrillo número diez en aquella semana, todo para calmarse. Por supuesto que sabía que estaba mal. Por supuesto que estaba en contra de aquellas grandes, adineradas y malditas fábricas de nicotina en filtros, pero en ese preciso momento que el cigarrillo tocó sus labios, no había vuelta atrás. Aquella Bobbie inconformista de puro corazón había sido reemplazada por un alma rota. Y no podía odiarse más.


{…}


A Benjamin le gustaba el color azul y decidió pintar el techo de su habitación de aquel especial color. Según él, era el color más humano, aunque ninguna de las personas que intercambiaron alguna vez palabras con él comprendió su teoría. Y él no tenía por qué explicarlo.
Así que, cuando Fauna se dirigía a la cocina por la rica cena que la esperaba, pasó al lado de la habitación de su hermano y notó algo que hizo que sus ojos flamearan de curiosidad. La puerta estaba abierta, dejando ver a un Beno perdido en el azul arriba de él.

Con sus siete años e imaginación infinita, Fauna creyó que iba encontrar un mundo nuevo dentro aquellas cuatro paredes y la decepcionó un poco que sólo sean pilas y pilas de discos de música, historietas y ropa sucia esparcida por todo el cuarto. Aun así, sabía que su hermano mayor tenía secretos, haciéndola sospechar sobre un tesoro escondido.

Observó en silencio con un poco más de atención y notó un montón hojas arrancadas de un cuaderno, rotas, arrugadas y sucias. Algunas tenían marcas de quemaduras y otras mojaban el suelo alfombrado. Casi podía escuchar a su madre Jodie decir: «Benjamin Gallager, eres un desastre” y como su hermano mayor se caracterizaba por ser un desastre, el sólo se encogería de hombros y se pondría sus audífonos, volviendo a ignorar al mundo entero otra vez.

«Tan joven, tan joven. Tanto dolor para alguien tan joven», escuchó a su otra madre Vera decir hacía unos meses atrás, cuando Beno no quería ni salir de su habitación.

Fauna era pequeña, más no era tonta. Sabía que su hermano mayor no era el mismo desde que el chico pecoso que le revolvía el cabello se había ido. La muchachita sabía muy bien que Chandler, mejor amigo de Beno, no había ido a comprar dulces para jamás regresar. Por más que la niña lloró mucho al enterarse de aquel incidente, había comprendido que las personas mueren y que algún día, ella también lo haría. Y en cierto modo, lo aceptó. Aceptó a la muerte, como si de un color que no le gustara se tratara.

De pronto, escuchó el murmuro de su nombre dio un saltito en su lugar, volviendo a la realidad.

Cuando Fauna dirigió su vista hacia Beno, él la observaba desde el otro lado de la habitación, todavía en la misma posición que se encontraba al momento en el que la niña rubia comenzó a espiar.

—Fauna, ¿te gusta el azul? —preguntó él, mirándola a los ojos, sin expresión alguna.

Fauna meditó la pregunta de su hermano por unos segundos, algo desconcertada.

—No lo sé —dijo sin más.

—¿Cómo es posible que no lo sepas?

Copiando el gesto que había aprendido de él, se encogió de hombros.

—No lo sé. Hay colores más bonitos, como el verde o el amarillo, el azul sólo lo utilizo para pintar el cielo.

Y por primera vez en mucho tiempo, Beno sonrió. Pero sonrió, sonrió de verdad, con todos los dientes. Por esta vez no había sido una sonrisa a medias ni tampoco una de esas muecas que fingían ser algo que no era. Fue una sonrisa sincera, divertida y despreocupada.

—Por supuesto, pero, ¿no te enseñaron en clase de dibujo que el azul se forma con verde y amarillo?

Fauna se tapó los oídos y comenzó a tararear la canción del feliz cumpleaños en voz alta para dejar de escucharlo. Por supuesto que lo sabía, sin embargo, aún no quería aceptarlo. El verde y el amarillo eran sus colores favoritos, porque eran los colores preferidos de sus madres, pero si había algo que no le gustaba a la niña, era la obsesión del color azul de Benjamin.

A veces creía que su hermano era tan raro. Y su hermano a veces creía que ella era tan rara.

Benjamin se compadecía por adelantado del afortunado chico que acompañaría a su querida Fauna cuando ésta sea mayor. Ya se podía imaginar las peleas que tendrían constantemente, y las que, claro está, ella siempre ganaría.

«Porque soy una chica y yo lo digo». Fauna e incluso sus madres le recordaban tanto a su amada Bobbie que a veces le dolía verlas sonreír. Eran tan parecidas que Benjamin no podía creer que se llevaran bien. El carácter fuerte, los regaños y las órdenes, los retos aceptados, aficionadas de las palabras difícil, amantes por el arte y la sonrisa inquebrantable que siempre se plasmaba en aquellos hermosos rostros.
Era increíble el amor que sentía por aquellas cuatro mujeres, pero cabe destacar, que Bobbie era su debilidad, porque cuando Beno miraba a Bobbie, sólo sentía amor hacia ella. Sentía ese tipo de amor en los que te despiertas a media noche pensando en ella, preguntándote que estará soñando. Ese tipo de amor en los que te desesperas por sentir su piel, escuchar su voz y mirarla a los ojos. Ese tipo de amor en los te importa tanto esa persona, que no importa si estás desplomado en el suelo del baño sangrando, sólo quieres saber cómo fue su día.
Eso le encantaba y al mismo tiempo, le aterraba. Le aterraba saber lo que era capaz de hacer por Bobbie.

«Y la sigues amando, imbécil», se dijo a sí mismo. Y a tal punto, que esa misma noche se decidió por perseguirla a Vancouver, incluso, cuando mató su propio hermano.
zuko.
zuko.


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Mensaje por peralta. Mar 19 Mayo 2015, 7:58 pm

Bueno, creo que sigo yo All too well - Página 8 2841648573 trataré de escribir este fin de semana, pero estoy tan cargada de proyectos (porque estoy en finales) que creo que me tardaré un poquito más. All too well - Página 8 1477071114
peralta.
peralta.


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Mensaje por indigo. Miér 20 Mayo 2015, 12:18 pm

Mía qué rápida All too well - Página 8 3212464482 muchísimas gracias por subir y no dejar que esto se muera muack
Steph tómate el tiempo que necesites así yo también puedo ir escribiendo y subir capítulo después de ti, y muchas gracias a ti también All too well - Página 8 1477071114
indigo.
indigo.


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Mensaje por Atenea. Miér 20 Mayo 2015, 10:12 pm

Sé que he estado mega ausente de esta colectiva, siendo honesta sólo he podido leer el capítulo de Kate y Lau, así que discúlpenme todas, no he podido ni entrar al foro en este mes, ahorita ando de mi celular porque mi laptop anda toda mensa con el Internet y no lo puedo usar sin estresarme. Pero, Kate, quería decir que si me dejabas subir después de que lo hiciera Steph para así no sentirme tan fuera de la.colectiva siendo la primera ronda, y mil disculpas, espero pronto leer los capítulos de todas y comentarlos de igual manera ;-;, besos All too well - Página 8 1477071114
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por indigo. Jue 21 Mayo 2015, 5:15 am

Tranquila Gina, yo creo que la mayoría estamos con los exámenes finales All too well - Página 8 3136398239 Sí, claro que puedes subir después de Steph, graciaaaaas All too well - Página 8 1477071114

Pd: Alec y Mía, no he podido leer vuestros capítulo, pero en cuanto sea libre leo y comento.
indigo.
indigo.


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Mensaje por Kurisu Dom 24 Mayo 2015, 12:42 am

No sé cuanto tengo sin venir All too well - Página 8 1327349762 pero quiero decirles que pronto termino el semestre y me pondré al corriente All too well - Página 8 1477071114 loveeeee uuuu
Kurisu
Kurisu


https://maschxnny.tumblr.com/
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Mensaje por indigo. Lun 25 Mayo 2015, 11:58 am

Tranquila Teph All too well - Página 8 1477071114
indigo.
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