Te quiero J, ¿lo sabías?

Tú... ¿quién eres túl? Mmm sonará un poco cursi, pero es la verdad. Eres el chico que consigue sacarme una sonrisa con sólo mirarme, que consigues hacerme reír aún cuando estoy llorando, que me consuela cuando todo se cae por las escaleras. Supongo que nunca leerás esto, quizás tenga valor y te lo enseñe algún día :3, pero hasta entonces, me conformaré con escribirte aunque ni cuenta te dés.
Nos conocimos hace ya... Cuatro años, cuatro preciosos y hermosos años. Creo que fue jueves cuando te vi por primera vez, un jueves a las 11 am. Recuerdo que yo llegaba tarde, además iba con mi madre :3,que acabábamos de llegar de viaje. Creo que pasé mucha vergüenza, porque... me senté delante de ti. Aún no te conocía, ni siquiera sabía tu nombre.
Nos dividieron en clases, sí, fue extraño y miserable a la vez. Me sentía como una cáscara de nuez en un mar atormentado. Recuerdo que me pareció no conocer a nadie, mas con la mayoría llevaba de compañera mucho tiempo.
El tiempo pasó, y decidió todo a su paso.  Entonces tú hiciste un chiste, algo gracioso que no voy a contar pero que en su tiempo me hizo hasta doler la tripa :3.  
Y todo comenzó así, con una sonrisa, una mirada, y un gesto inocente. Todo eso me llevó a la conclusión de que tú eras (y eres), diferente a todos los demás. A mí me parece que ciertas partes de tu vida seguirán siendo misteriosas, aunque digas que confías en mí.
El tiempo pasó, y nadie podía contarlo. Pasaron infinidad de cosas. Recuerdo que estaba tan acostumbrada a que en el colegio me trataran como a nada más que no hubiera sido un beneficio para los demás.

Pero entonces llegaste tú, y fuiste como una luz para mi oscuridad. Todo cambió tan rápido. Y tenía miedo de que acabara incluso antes de empezar. Porque… eras distinto, en el buen sentido, a todo lo que había conocido.
En primero de la ESO, fue cuando quise contarle a todos que, ¡ey!, eres diferente a los otros, a mí. Tenías un no sé qué, algo que te hacía brillar, algo que hacía que destacaras sin importar el tiempo que hiciera.  Pero era, y sigo siendo, depende de con quién, tímida.
Le conté a una chica de clase cómo te veía. Ella se reía y no entendía qué pasaba. Luego ella dijo públicamente que estaba por ti. Me quedé callada. Total, no podía hacer nada para remediarlo.
Más tarde, ella misma me dijo que a mí me gustabas tú. Eso fue bastante confuso. Me quedaba por las noches preguntándome qué quería decir eso. “Te gusta”. ¿Y si era verdad? Comencé a inquietarme respecto a qué sentía o a qué creía sentir.  Pero me cansé y lo dejé todo ir.
Tú saliste con la chica que tiempo atrás se había reído de ti, y yo comencé a ausentarme de las clases. Me sentía un poco mal en ese ambiente. Yo no fui educada para entablar conversaciones. Siempre me hablaban a mí, y poco a poco, comencé a tomar confianza en la gente. Y fue un error.  Pero no quiero hablar de eso, a nadie le importa.
Cuando llegaba a casa, todo era diferente a las clases. Todo parecía haber cambiado. Creo que el paso del colegio al instituto me hizo dar cuenta de muchas cosas.
Fue en segundo cuando desperté de verdad. Cuando choqué de golpe con la realidad. No todo era como me lo habían hecho creer. Y no podía soportarlo. Era demasiado peso en la niña que antaño era.
Me hice un daño, luego dos, así más veces.  No sentí nada, no dolió, pero tampoco alivió. Sólo, sólo era una excusa para hacerlo, supongo, que había leído cosas sobre aquello.
Tú  lo descubriste. Tú te diste cuenta de aquello. En mi memoria esa escena está presente día a día. Yo a la izquierda, tú a la derecha, una clase de inglés como cualquier otra.

-¿Pero… por qué? –me miraste. Tus ojos me miraron.

Y tenía ganas de llorar, ganas de salir corriendo de aquella habitación a donde mis piernas lograran llegar. Tenía ganas, ganas de muchas cosas. Pero sólo sonreí y ladeé la cabeza.

Ahí fue el momento en que lo supe. Ahí fue cuando me di cuenta de que ese era mi mundo, o al menos parecía serlo.
Me hacía la loca en clase, por las noches lloraba. ¿Y por las tardes? Por las tardes hablaba contigo. Eran momentos especiales, momentos únicos, momentos inolvidables.

Para ese entonces ya escribía, pero quemaba todo aquello. Llorar es sinónimo de debilidad, y a la vez es algo que me enseñaron mis padres que estaba mal.

Te escribía cartas, cartas para ti. Cartas que sólo tú en todo el mundo podría entenderlas. Pero  las quemaba, dejaba que sus cenizas se esparcieran por todo el lugar, impregnando de olor a quemado la parte superior de la casa.

Luego en el instituto, otra vez sonreír, reír, y hacerme la loca.
Tú te diste cuenta, lo sé. Tú sabías que todo era armadura, aunque no dijera nada. Solamente me mirabas, me observabas, como mirando a mi través. Me sentía totalmente expuesta a ti, y no sé cómo explicarlo, pero me ponía nostálgica. Porque a mí nadie me hacía eso, pero me gustaba, en el fondo.
El verano pasó, como todo lo demás. Hablaba contigo, pocas veces, pero hablábamos. Solías hacerme reír, reír hasta cansarme.  Pero no te contaba nada, ni la mitad de lo que me pasaba.

No te contaba de todas las veces que lloraba, o de todas las veces que mis mangas estaban más largas, o de cuando no había comido en un periodo de tiempo. Pero tampoco te importaba, suponía yo.
En tercero fue cuando comprobé que sí, que eras diferente.  Te conté todo, todo aquello que guardaba en mí. Y entonces te veía, sonreír como aquellas veces, pero a la vez de forma distinta. Me mirabas diferente a como lo hacías hasta entonces.
Yo era algo así como una historia inmensa, llena de líos. Y tú, sin lugar a dudas, eres y fuiste el mejor lector.
Soy como un libro abierto, un libro expuesto a todo el mundo. Pero el idioma en el que estoy escrita casi nadie puede leerlo. Creo que sólo tú.

Claro está, no eres perfecto, eres humano como cualquier otro, y por tanto, cometes errores. Pero creo que cada uno de ellos hacía que parecieras especial.  

Ahora estamos en cuarto, y se está acabando. Sé que te quiero como a nadie más. Es difícil explicarlo, pero cuando estoy junto a ti siento que todo acabó, que estoy a salvo. Y nunca antes me había sentido así, ni siquiera con mi familia, ni con nada ni nadie. Contigo todo cambia, contigo… Contigo todo parece perfecto.

Sé que todo esto es muy cursi, pero si me preguntan quién eres tú, esto es lo que pienso. Nunca pensé que se podría querer a alguien de esta forma. Nunca me había pasado antes. Y no quiero perderte. Ese es mi peor miedo. Aunque sé que el tiempo de estar juntos se acaba poco a poco, se va consumiendo. Ni siquiera sé si volveré a verte en dos meses, porque nada es seguro en esta montaña rusa que es mi vida.

Pero tú eres único.
Pero tú eres mágico.
Pero tú eres Juan.