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Mensaje por indigo. Miér 25 Nov 2015, 4:53 pm

Primordials. - Página 11 917567405 Primordials. - Página 11 917567405
indigo.
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Mensaje por hange. Miér 25 Nov 2015, 5:15 pm

Primordials. - Página 11 1926951358
hange.
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http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Mensaje por pixie. Jue 26 Nov 2015, 1:14 am

Primordials. - Página 11 1054092304 soy pobre de tiempo D:

___________________________________________


ausente.
pixie.
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http://lachicaimposible.tumblr.com
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Mensaje por katara. Jue 10 Dic 2015, 8:58 pm

Oficialmente terminé de editar el tema  Primordials. - Página 11 1857533193 Primordials. - Página 11 1857533193
¿Qué les parece? 
katara.
katara.


------
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Mensaje por hange. Jue 10 Dic 2015, 9:37 pm

Lo amooooooo, ME ENCANTA Primordials. - Página 11 1796689324 Primordials. - Página 11 1796689324 Primordials. - Página 11 1796689324
hange.
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Mensaje por pixie. Lun 25 Ene 2016, 4:05 am

Capítulo 012

JULES LAUREN & EMMET JOHNSON. || bowieonmars.



¿Alguna vez se han sentido indefensos? Yo a lo largo de mi vida había aprendido a no caer rendida ante nadie, en resistir a comer pan del enemigo aun que el agujero del estomago fuera más profundo que una cueva. Y ahora, después de años sin bajar la mirada manteniendo siempre la barbilla bien alta aun que me propinaran una bofetada estaba de lo más perdida. Me recordaba a esa sensación de cuando era pequeña e había una tormenta, corría a la habitación de mis padres en busca de consuelo y pese a que mi madre me recordaba que con siete años era mayor para temer a los rayos mi padre siempre me cogía en brazos y me hacia un baso de leche. Mi madre era una mujer fuerte, en culpa era por haber tenido que soportar su niñez como criada en una casa de ricachones alemanes que aun que sus prejuicios se basaban en creerse superiores por su poder económico a ella le bastó para odiarles. Irónico que gracias a aquello conociera a mi padre, que traspasó su orgullo, siempre me resultó curioso como se formó tal pareja desigual.

Lo malo de perder la vista, uno de los sentidos que más me apaciguaban ante la soledad y la frialdad del lugar, era que al haberme quitado eso que era tan mío me sentía rota y corrompida. Las únicas imágenes que podía apreciar eran mis recuerdos, al fin y al cabo era lo único que veía. Así fui pasando los días, en una nube borrosa de recuerdos. Lo difícil de estos era tratar de ver solo los momentos felices aun que siempre me topaba con algún mal recuerdo que me producía algún que otro pinchazo en el pecho. Pero sobretodo me alimentaba del odio hacia la persona que me había causado este dolor, y sabía que algún día serviría la venganza bien fría puesto que yo nunca me doy por vencido.

Pero fue una noche en la que desperté en la madrugada me que le hizo pensar que había sacado algo de provecho de todo aquello.

Desperté agitada y bebí agua tratando de que el baso de la mesita no se me cayera al dejarlo seguidamente sobre esta. Traté de volverme a dormir pero no podía así  que decidí salir de la habitación, era la primera vez que salía sola sin Liam desde el accidente. Al salir por la puerta pensé en que hacer, primero pensé en ir a ver a Liam pero realmente no le encontraba sentido a aquello y además me iba a resultar difícil ir a una habitación si no podía ver, me imaginé entrando en la habitación de cualquier otra persona y asustándola, cosa que no veía tan mal al menos sería gracioso, pero luego pensé en que explicaciones daría. Rendida me senté en el suelo apoyando la cabeza sobre el marco de la puerta cuando decidí hacer algo que había dado por sentado que no funcionaría; abrí los ojos.

Para mi sorpresa una especie de sombra verde apareció ante ellos y poco a poco fue formando un dibujo que resulto ser un esquema del lugar donde me encontraba. Sequé mis lagrimas con las manos y me levanté para seguir el camino.

Pasé el pasillo hasta girar otro donde al final se veía una salida con algo más de luz o al menos eso parecía aquella mancha casi blanca. Noté que en el suelo resplandecía algo, unas cuantas manchas que también rebotaban sobre la pared, me agaché para tocarla con los dedos pero si me miraba no veía nada, era como si estuviera seco  y no pudiera cogerlo. Y caí en la cuenta de lo que se trataba. De donde me encontraba, por que yo había estado allí antes. Y aquél rastro resplandeciente era la sangre que había brotado de los cuerpos que yo misma había asesinado en la pasada huida. No es que me sintiera culpable pero jamás había mirado atrás para ver las consecuencias y esta era la huella de un asesinato, mi asesinato. Pensé en que tal vez ellos estaban siendo obligados, al fin y al cabo un soldado es lo que hace. Pero siempre he tenido una postura firme, y es que aun que te veas presionado para poder dar pan a tu familia siempre puedes renunciar y no abusar de las personas causándoles daño. Así que no, no iba a sentir lástima cuando tampoco la sintieron otros ni por mi, mi familia o amigos.

Cerré el puño y me alcé hacia la luz. Al pasar a la sala me di cuenta de que era la sala de estar,  solo que esta puerta nunca creí haberla visto ya que pasaba por la biblioteca, o eso noté al casi estamparme contra una estantería. Estuve rondando por alrededor, sentándome y levantándome de los asientos sin saber que hacer. Decidí buscar la zona de la música y tratar de buscar algo para escuchar. Con suerte encontré unos cascos grandes que acomodé en mi nuca para luego tratar de buscar un reproductor, no encontraba nada pero si vi una caja en el mueble donde estaba el tocadiscos creí entender que las manchas juntaban la palabra “casetes” así que cogí la caja, pero esto hizo que cayera algo que estaba encima cosa que retumbó por la sala y eso podía alertar a alguien. Corrí hasta detrás de una estantería con la caja para esconderme, escuché como uno de los vigilantes entraba a la sala agaché la mirada y por una de las sombras verdes más oscuras noté que podía verse mi sombra. Me concentré en ella y la hice desaparecer para que no la viera mientras cerraba os ojos fuerte.

Y para mi suerte así fue. Esperé un rato a que se hubiera ido bien lejos ya que el sonido de sus pasos se alejaban. Después corrí cuanto más aprisa pude para ir hasta mi habitación y allí me encerré. Abrí la caja e pude notar que lo que había no solo eran unos cuantos casetes si no también lo que parecía ser, por su forma alargada y botones, un reproductor de estos y que además creí entender que también funcionaba como grabadora. Enganché los cascos y puse el primero que cogí con la mano, resultó ser de wanda jackson.

☽ ☾ ☾ ☽ ☽ ☾
El día siguiente me decepcioné al despertar, parecía que lo de la noche anterior hubiera sido un sueño pues parecía ser que todo parecía nublado por la oscuridad. Así que en su mayoría lo pasé en la mayoría en mi habitación, escuchando todas y cada una de las cintas que pude. Después cogí un lienzo que estaba apoyado al otro lado de la mesita en el que el día anterior había pintado con los dedos, pasé mi mano por encima y pese a que no podía ver los colores ni el resultado el tacto resultaba muy agradable y me recordaba al mar. Solo había ido una vez en mi vida, pero parecía un mar abierto con olas que se iba haciendo inquieto.

Me sorprendió Liam atendiéndome para que saliera con él a ayudarle con una cosa. Las palabras que me dijo fueron directas y sencillas, en resumen podíamos decir que fueron: plan, huir, ayuda. En cierto modo me molestó, esa estratagema llevaba más tiempo de un dia y Liam no me había contado nada, aun que por lo que parecí comprender probablemente Marysa y Cali tampoco así que supe que no sería la primera molesta ni la última. E igualmente tal vez también podía ser en parte por mi incapacidad. Por eso me sorprendió que me viniera  a buscar.

Nos adentramos entre los árboles podía sentir como el aire fresco congelaba mi piel de manera agradable. Liam venía por detrás tratándome de guiar, me di cuenta de algo y es que en mi visión volvían a aparecer manchas, no eran tan claras como las de la noche anterior pero al menos no eran de un negro tan negro como una taza profunda de café solo.

Cuando llegamos Alaska trato de empezar a hablar pero le corté pues la parte principal ya la sabía, y lo que no entendía es que hacia yo allí. Traté de hablar seria, concisa como siempre aun que débilmente notaba en mi propia voz un temblor. No tenía ni idea de que hora era pero no quería que me preguntara por mis gafas o mi torpeza. Con la estúpida excusa de que la cabeza me estaba matando me libré, o al menos de las preguntas.

Realmente me llevé una sorpresa cuando expuso que sabía cual era mi don, al fin y al cabo no me hacia realmente responsable de que otros, a parte de solo unos pocos lo supieran, así que me pilló de frente pero no me dio temor ni nada por el estilo.

―El campo de fuerza tiene una sombra también, pero es muy pequeña, ¿veis? ―dije señalándola con el dedo.

Me tomé mi tiempo de manera breve, pero sabía que si lo hacía podía sospechar.

―Sí ―respondimos a la vez, y tragué saliva.

Lo cierto es que apenas veía nada, tenía miedo de mentir de semejante manera sabiendo lo que nos jugábamos. Así que me planteé a mi misma tratar de despejar mi mente y mi miedo a la cegera que mantenía para tratar de ver aun que fuera algo. No fue mucho, pero los colores se acentuaron. Temblé. Pero después caí en algo que no había pensado. Sabía bien de primera mano que las sombras las podía controlar y siempre había creído que era por que podía verlas. Sin embargo al acercarme cada vez más noté algo, algo mucho más allá del sonido de las aves nocturnas. No sabría explicar de manera cierta que era, parecía un susurro y con este una sensación de caricia que se adueñaba de mi. De un momento a otro sentí como si estuviera tumbada al ras del suelo, como si yo misma fuera aquella sombra a la que Alaska se refería. Y con aquello pude ver esa imagen con claridad en mi mente.

Me explicó su idea; debería de tratar hacer desaparecer el campo de fuerza. Utilizó el término “alzar contra él su propia sombra” aun que yo no hubiera utilizado esas palabras, lo hubiera expresado más bien en hacer un agujero, pero la entendía a la perfección y notaba el ansia en su voz.

Le expresé que no sabía con seguridad si iba o no a ser capaz, aun que una vez sabiendo que si sentía la sombra estuve más segura de mi misma.

Liam trató de calmarme diciendo que lo hiciera sin presión, pero Alaska y yo coincidimos en hacerle callar. Lo cierto es que la chica me agrada, supongo que eso también le dio un punto a favor. Aun que tampoco he llegado a tener con nadie la confianza que con Liam.

Mi don, si así puede llamarse, es bastante particular y a la vez, sencillo. Era obvio que aún no lo sabía utilizar realmente como se debiera o con delicadeza. De hecho en ocasiones solía pensar en mi misma como un ciervo en celo, salvaje. Pero nunca me importó, no veía el daño de las consecuencias.
En esta ocasión la particularidad era hacer que la misma imagen que estaba corrompiendo pareciera estar fija, jamás había hecho eso pero en cierto modo me retaba a mi misma y eso me encantaba. Alcé los brazos como si me creyera la ama del mundo y tratara con mis brazos apaciguar a la población. Me concentré en la sombra que me comunicó Alaska y que yo logré visualizar y palparla, volví a ser ella por un instante y como si un ave me tratará alcé mis alas para lograr que la sombra de mis alas arraigara todo mi alrededor hasta conseguir mi objetivo. Y voila como por arte de magia y los antiguos espíritus de la tierra me hubieran escuchado una puerta se abrió.

―¡Lo he conseguido! ―les anuncié. Y una sonrisa se formó en mi interior.

Alaska corrió a comprobarlo y Liam me miró extrañándose de que lo hubiera logrado. La rubia pasó su mano por la verja y esta pasó como si de agua cristalina se tratara, me recordaba a Alicia a través del espejo cuando va a wonderland atravesando un espejo. Entonces algo en el aire brotó, tal vez era una especie de alegría, el plan estaba confirmado y seguíamos adelante.

☽ ☾ ☾ ☽ ☽ ☾

Conforme fue pasando el día mi visión se iba aclarando, las sombras me estaban ayudando y había descubierto un secreto que me parecía demasiado bueno. Y es que la oscuridad estaba de mi parte, sentía como la boca se me hacía agua por un sentimiento placentero.

Cuando convocaron la reunión me situé lo más apartada, me quedé para disimular aun que no tenia realmente sentido pues ya sabía el plan pactado. Me dispuse a contar con mis dedos las horas, los minutos y segundos restantes. Entonces Alaska habló de que iba a ocurrir algo que ni nosotros mismos sabíamos con exactitud y eso llamó mi atención y le tuve que hacer la pregunta que nadie más hizo:

―¿Qué va a pasar?

―Os he dejado escondida en el cajón de vuestras cómodas una hoja donde os lo explico todo. Cuando la leáis deshaceros de ella. Mañana comportaros con normalidad, como si no pasara nada. Hasta que os dé la señal ―me respondió.

La reunión fue bastante breve, al fin y al cabo era lo mejor para no llamar la atención. Liam me acompañó hasta mi habitación. Me senté sobre la cama, dejé caer las gafas sobre esta igual y solté todo el aire que tenia. Liam buscó y encontró la nota que Fears había dejado con las ordenes y distribuciones. Escuché como maldijo en un susurro y se sentó a mi lado.

―A ver Jules, hemos hecho varios grupos para no llamar tanto la atención. Unos saldrán antes y otros un poco más tarde. En tu grupo están Kayden y Colette. No voy a estar para guiarte, bueno podría hablar con…

Era lógico, al fin y al cabo no tenía sentido que yo fuera la primera en irme puesto que yo cerraba esa especie de portal.

―No, yo me las arreglaré no es necesario que hagas nada más ya has hecho suficiente.

―Todo va a ir bien. Vamos a salir ―sentenció. Liam era un amigo, un buen amigo― Vale prepárate, recuerda que no puedes llevar así cosas pesadas para no llamar la atención ponte como si fueras a pasar el rato como un día normal. ¿Necesitas ayuda con algo?

Negué con la cabeza y dejé que se fuera. Todos necesitábamos un momento de preparación y por que no, despedirse de la que fue nuestra cárcel y hogar durante años.

☽ ☾ ☾ ☽ ☽ ☾

Cuando todo oscureció pensé que el tiempo se había detenido y me sentí en cierto modo la reina, en mis pensamientos murmuraba: bienvenidos a mi reino de las tinieblas.

Rápidamente vino Colette y seguidamente Kayden, con ellos fui a la salida que nos tocaba para luego desaparecer entre los árboles. Las primeras gotas de lluvia nos azotaron como un látigo. Les estaba dejando un espacio para que se fueran moviendo pero vi que iban un poco agalopados, me adelanté y les mostré el camino hacia la libertad ―buen título para un libro o una película. Espera, ¿existe ya uno? ― en cualquier caso no dudaron en seguirme.

Hacía relativamente poco, cuando aún tenía la vista intacta, había visto una película en la que los protagonistas corrian y la cámara parecía seguir el movimiento y eso producía a el expectador una sensación de mareo. En ese momento yo me sentía así, si por mi hubiera sido y no estuviera aún en el perímetro habría vomitado, sin dudar, toda la comida.

Fuimos Colette y yo al unisono las que agarramos a Kayden por la capucha para hacerle retroceder antes de que nos vieran los soldados. Apenas acababan de llegar tres recientes y por las manchas que veía los otros parecían estar inconscientes. Miré a mis compañeros, sus respiraciones fueron suficientes como para dudar de si eran capaces de luchar por salir, además no les había visto defenderse por lo que no sabía si tendrían algo con lo que contraatacar a los soldados, además de otra cosa; la suficiente frialdad y supervivencia como para matarles si era necesario. Decidí no jugármela y tracé un plan en mi cabeza, pero para ello debía de ver. Seguía sin ver con exactitud, necesitaba saber la posición exacta en la que se encontraban. Me arrodillé en el suelo y puse mis manos sobre la tierra para luego respirar profundamente.

―¿¡Que haces?! No es momento de rezarle a nadie.

―Si no cierras la puta boca ahora mismo Kayden te juro que te arranco la lengua de una sola vez ―le dije con los ojos cerrados, él vacilo un instante hasta que vio que yo no estaba de broma― Muy bien a mi señal vosotros vais a correr hacia ese punto de allí, ¿lo veis? ―les pregunté y ellos asintieron― Después seguid corriendo hasta que vuestras piernas no puedan más y os dirigís hasta el punto donde hemos quedado con el resto.

―¿Y tu? ―pregunto Colette.
― Yo puedo cuidarme sola, os abriré y cerraré el paso.
―No necesito que nadie me proteja se hacerlo solo―respondió Kayden.
―Oye Jules está haciendo un gran esfuerzo, se esta jugando el cuello y lo mínimo que puedes hacer es obedecer y punto. A no ser que quieras quedarte en este lugar tu solo, ¿entendido?

El chico tragó saliva nervioso y asintió ante el discurso de Colette. Yo me limité a decir: Gracias.

Una vez examinado el perímetro y habiendo conquistado las sombras de nuestros enemigos les manipulé para que se autoapuntaran con las pistolas a si mismos. Y luego les hice una seña a mis compañeros para que se fueran, fue como una estela igual de fugaz y cuando los soldados quisieron apuntales y disparar realmente se dispararon a si mismos.

A mi alrededor no escuchaba nada sospechoso así que me adelanté a la salida, estaba dispuesta a salir de una buena vez cuando escuché una de las radios de los soldados hablar.

“¡Actualización, soldado, actualización! Longaster se dirige hacia el punto de fuga repito, Longaster se dirige hacia el punto de fuga!”.

Me paré. De nuevo esa saliva con sabor a hierro había aparecido de nuevo. Tenia sed, mucha sed y era el momento perfecto para poder beber de una buena vez. Mi venganza iba a servirse fría y no me importaba si derramaba sangre alguna.

Era consciente de que tenía unos breves momentos antes de su llegada. Una bala rozó mi hombro y caí al suelo mojado. Sentí como la puerta se desvanecía un instante por que cerré los ojos y noté como se me escapaba, me entró una impotencia que me dio ganas de llorar. Nunca había llorado bajo la lluvia, aun que había escuchado que la lluvia quitaba todos los males, yo no lo creía. Un liquido negrizo cayó por mi cara y a su vez por mis manos que trataban de limpiar las lágrimas. Y vi, por primera vez en mucho tiempo mi mano empapada de agua y la misteriosa substancia.

―¡Póngase de pie, con las manos en alto y dese lentamente la vuelta!

Obedecí, por que sentí la presencia de algo más grande y hice que el soldado de su lado que me daba ordenes se cayera con su propio pie y su sombra le diera un cálido y asfixiante abrazo.

―Vaya, vaya, pero si es mi experimento favorito. ¿Cómo van esos ojos?¿es que te han abandonado tus amigos? ―me dijo tratando de distraerme y yo reí.
―Creo que más bien les he abandonado yo.
―Y ahora que vas a hacer, ¿matarme Jules? ¿te has vestido para eso?

Razón no le faltaba. Al contrario que el resto yo llevaba puestas mis botas militares gruesas, unas mallas con un estampado extraño gris, un vestido negro con una camisa a rayas encima desabrochada y una chupa de cuero con muchos bolsillos. Si, me había vestido para matar y en cierto modo en la oscuridad interna que yo tenía. Siempre había vestido así, me hubiera puesto una gala tal vez de rojo, o con el traje de  Alex DeLarge con su bonito bastón e incluso como el joker en la broma asesina. Pero pensé que tal vez así llamaría demasiado la atención.

―Si, es justo lo que voy a hacer George. Tal vez sea bastante predecible, o tal vez sepas que has causado los suficientes daños como para no ser perdonado ni si quiera por el diablo. Has mancillado todos y cada uno de los pecados de todas las religiones. Y créeme que ojala tuviera el tiempo y el privilegio para hacerte vivir cada una de las fechorías que has realizado. ―él se rió con respecto a mi discurso y vacilaba lo que una ciega no podía hacer― Oh claro que tonta, crees que no puedo hacerte nada por que no veo. Te creíste muy listo al hacerlo, pero gracias a eso me demostraste que tengo más de una habilidad, aun que eso ahora que he recobrado la vista no tiene mucho precio pero lo agradezco igualmente.

―Vaya, me has pillado entonces. ¿has pensado o me vas a explicar como lo vas a hacer?

― Sabes tengo una teoría para que te den tanto placer las torturas con seres humanos. Por supuesto tu padre no te tuvo que tener mucho cariño de pequeño, seguro que hasta te azotaba cuando no le hacías caso y te crió aquí en un lugar horrible para un niño aprendiendo ya desde cero a ser un soldadito. Tu intentabas ganarte su aprobación pero ni en su propio lecho de muerte fue capaz de decirte algo bonito ―rió pero no era su risa escalofriante de siempre, sonaba más bien nerviosa― En cuyo caso no me importa. Toma. ―le dije sacando de uno de los bolsillos unas esposas oxidadas y tirándoselas al suelo― No hace falta que las cojas, solo quería que las vieras, por que solo las vas a ver a ellas y a mi antes de morir. ¿sabes de quien son? Mias. Son desde mi última parada al último campo de concentración para juidios y uno de los peores lugares en los que jamás he estado. Y su recuerdo, el dolor y las ligaduras que conllevan hacia un camino de esclavos se acaban con ellas y contigo.

Se escuchó un rayo y eso me dio a entender que ya era hora de acabar con esto. Separé las dos piernas y me concentré, él  me apuntó con la pistola pero yo hice que la soltara con un pinchazo en la mano. Estúpido, la cháchara me había dado juego para entrar en tu cuerpo. Fui recorriendo todas y cada una de las partes, me sentía como un tumor que va escogiendo el lugar donde esparcirse, en mi caso fue hasta llegar al cerebro para proporcionarle tal oscuridad absorbiendo su propia sombra hasta que los ojos se tornaron negros por completo y luego blancos antes de desplomarse en el suelo. Si no estaba muerto al menos si su cerebro.

Así caminé triunfante hasta el fin de mi esclavitud, cerrando esa puerta jurando que no volvería allí jamás.

☽ ☾ ☾ ☽ ☽ ☾

EMMET JOHNSON.


Una hermana demasiado apasionada eso es lo que yo tenía. En ocasiones no entendía su afán por ser humilde y ayudar a los demás, tal vez fuera por su complejo de superhéroe o simplemente que le gustaba ser así de atenta y como ella diría, erradicar las injusticias. Yo no era así, para mi cada cual puede resolver sus propios problemas sin necesidad de ayuda ajena. De eso trataba la vida.

Hacía casi dos años que Katrina me había convencido para empezar esta aventura. En ningún momento me gustó un pelo, cuando fuimos descubriendo más cosas empeoró. No quería que nada malo le pasara por que no quería perderla, al fin y al cabo era lo único que me quedaba, y nos estábamos metiendo en un embrollo donde nada bueno podía salir. Ella siempre cautivaba con sus palabras, bastante ciertas y sin miedo seguía adelante.

Cuando nos encontramos con tres de los Primordials en la verja y Katrina se aventuró a hablar. Al principio se mostraban reacios y bastante confundidos por nuestros conocimientos, dos años dan para mucho, pero además la investigación que hicimos me resultó como hacer una tesis para sacarme el doctorado. Me compaginé para ir cuestionándoles junto con mi hermana, ella preguntaba y respondía con ímpetu, que que yo más bien me limitaba a informar de manera más seca ya que seguía alerta. Y no pensé que sus siguientes palabras fueran;

―Yo no llamaría simplones a las personas que pueden ofrecerte refugio cuando escapes.

Eso fue algo que no podía esperarme, no habíamos acordado aquello. Si habíamos hablado de ayudarles a escapar, guiarles por los bosques ya que los conocíamos lo suficiente, pero luego les abriríamos camino hacia el pueblo para que se pudieran marchar. Meter a desconocidos en casa, no me hacía bastante gracia. Además ¿Cuántos eran? ¿eran solo tres, diez, quince? No sabíamos en número exacto. Katrina seguía hablando, me enfurecí con ella. Pero seguí adelante y luego ya hablaríamos, o eso pensé. Les dimos las coordenadas de un lugar cercano pero no visible de la cabaña, de eso ya me encargué yo y en cuanto estuvimos lo suficientemente lejos como para que no nos escucharan cogí a mi hermana de lado para regañarla.

―¿Qué parte de: no nos conviene involucrarnos, sigues sin entender?

―¿de que hablas? ―me preguntó extrañada.

―Me puedes decir cuando hemos acordado darles refugio a los refugiados. No tengo lugar para equis personas.

―Han dicho que eran sobre siete u ocho, y tenemos el sótano de emergencias y la caseta ―respondió con una media sonrisa ―Emmet, me parece que has visto demasiadas serie y películas.

―Soy cauto, no quiero problemas. Vine aquí por una vida pacifica.

―El pacifismo siempre trata de ser justo e generar igualdad para todos. ―prosiguió y yo dije algo que le daño; No iremos a buscarles― Eres un maldito cobarde.

En cualquier situación normal no hubiera consentido que me hablara de esa manera y le hubiera dado una bofetada por ser tan irrespetuosa conmigo. En cierto modo tenía razón, era un cobarde, pero ella no era capaz de ver las consecuencias de sus actos. Tenía miedo, tenía miedo de perder lo único que me hacía un poco más humilde y eso era Katrina. Después de haber perdido a tres personas queridas de mi vida solo me quedaba eso, de no ser así estaría loco en algún otro lugar.

―Si tu fueras uno de ellos te gustaría que te tendieran la mano, no que te dieran la espalda.

Supongo que esas palabras me hicieron reflexionar, y después de descansar comprendí que no estaba siendo justo. Así que tal cual a la hora que pactamos, un poco antes llegamos allí.

Fueron llegando por separado y poco a poco, una chica bastante baja de pelo oscuro llegó acompañada de su amiga, Cali creo que se llamaba, a la cual le habían dado un tiro y la otra trataba de llevarla con todas sus fuerzas. Me llamó más la atención cuando el tercer grupo llegó a nuestra posición, uno de ellos no pintaba como el resto embarrado, desmejorado y sin nada más que lo puesto. Este tipo estaba preparado y eso no me gustó nada. Dael se llamaba, no parecía mala persona pero no parecía uno de ellos, o no venía de dentro eso seguro ya que la chica del tiro y el resto no le conocían.

Entonces uno de ellos se alertó por que decía que faltaba una de ellos, noté ira e nerviosismo en su voz. Algo desesperado por saber donde estaba. Un muchacho moreno le explicó que les había ordenado que se fueran adelantando y ella ya llegaría, no lo tomó muy bien ya que les llamó idiotas y se fue directo de vuelta a por ella. Katrina se mostró preocupada por que hacer y supe que si no le acompañaba yo, lo haría ella, así que me adelanté. Me despedí con ella de un beso en la frente y pidiéndole que se cuidara.

☽ ☾ ☾ ☽ ☽ ☾

El paseo no es que fuera del todo agradable, él iba serio guiándose por su instinto en llegar lo antes posible. Me sorprendió que la mayoría fueran bastante modestos con el resto, e incluso se protegían.
Yo era terrible cortando el hielo, si ya con las mujeres me costaba, el tener que hacer un amigo me costaba el doble.

―¿Entonces que vamos a buscar a tu no via, tu hermana..? ―al decirlo se paró en seco y se giró para mirarme, su mirada fiera me dejó algo claro; Emmet será mejor que te calles.

―Jules es solo una amiga ―anunció,y yo vacilé que solo por aquello se preocupara tanto por la chica― Ahora está más débil y después de lo que ha hecho lo estará lo suficiente como para que al haberla abandonado pueda ser atrapada. No pensé que esos dos cobardes la dejaran así, deberían haber permanecido por ella siendo que les ha salvado el culo.

Vi ira en un primer momento, después vi respeto y eso me impactó. Pero el tiempo afianza la confianza y el respeto así que supuse que igual ambos por eso habían forjado esa amistad.

No fue casi cuando a lo lejos se veía la valla cuando escuchamos a un par de soldados, nos quedamos en blanco quietos esperando a que se fueran. Nos agachamos, posición clave para atacar cuando un sonido del árbol de detrás nuestro nos sorprendió. De allí salió una chica. Tenía la tez muy pálida y ojos claros, un cabello largo negro oscuro el cual llevaba enmarañado y empapado por la lluvia.

― ¿Sabréis que así no asustáis ni a una mosca verdad? ―pronunció con una débil sonrisa asomándose.
―¡Jules! ―dijo el castaño acercándose a ella― ¿Pero como lo has hecho? Si Longaster se estaba acercando y unos soldados dispararon a Marysa.
― No te preocupes por él, lo único que tenía a favor es la confianza en si mismo. Pero es algo en lo que yo le gano terreno... ―le aseguré y pasó su mirada por mi― Además he solucionado mi problema ―dijo señalando a sus ojos. Pero más que mirar a su compañero que era a quien le hablaba tenía la mirada fija en mi persona― No se como pero lo he solucionado. ¿Y tú quien eres tu?
― Soy Emmet, yo y mi hermana...―empecé mi discurso pero ella me entre cortó, ah si los hermanos. Eso me mosqueó― Deberíamos seguir, nos queda un largo trayecto y tenemos que llegar lo más rápido posible antes que nos descubran.

El resto del trayecto hasta llegar a casa fue silencioso pero en él había cambiado el ambiente, o al menos eso sentía. Esa chica Jules no solo tenía ese aire misterioso, tenía algo oscuro dentro de ella y en cierto modo me preocupó bastante. Su sonrisa concisa erizaba la piel a cualquiera y sus firmes palabras congelaban.

A mitad de camino tuvimos que parar, la chica se mareó y cayó al suelo. Liam aseguró que era del cansancio por haber estado usando tanto rato su poder y le ayudó a seguir hasta la cabaña. Entrar y ver a Katrina me devolvió la vida y una pizca de esperanza. Pero bien sabía que esto en parte estaba empezando y podía marcarnos demasiado en nuestra vida. No sabía cuanto.

Sigue: penny lane (mile)

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Mensaje por hange. Lun 25 Ene 2016, 3:39 pm

AY LO AMEEEE ZOEEE Primordials. - Página 11 1477071114 Primordials. - Página 11 1796689324 Primordials. - Página 11 1477071114 Primordials. - Página 11 4098373783 Primordials. - Página 11 1857533193 En serio, amé tu cap y DIOS amé tanto leer algo de aquí después de tanto tiempo Primordials. - Página 11 3373640616 Comentaré más hermoso más adelante pero Jules eres una genio y demasiado genial Primordials. - Página 11 1054092304
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Mensaje por pixie. Dom 31 Ene 2016, 11:11 am

Megara. escribió:AY LO AMEEEE ZOEEE Primordials. - Página 11 1477071114 Primordials. - Página 11 1796689324 Primordials. - Página 11 1477071114 Primordials. - Página 11 4098373783 Primordials. - Página 11 1857533193 En serio, amé tu cap y DIOS amé tanto leer algo de aquí después de tanto tiempo Primordials. - Página 11 3373640616 Comentaré más hermoso más adelante pero Jules eres una genio y demasiado genial Primordials. - Página 11 1054092304
Awww ems ¡muchas gracias! la verdad es que creo que es lo más largo que he escrito nunca por que usualmente suelo quedarme bastante corta. me alegra mucho que te haya gustado entonces.

y ay shit, creo que no llegué a comentar ningún capítulo de los últimos como debería ser así que me tendré que poner a ello Primordials. - Página 11 2333868493

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Mensaje por indigo. Jue 11 Feb 2016, 5:27 pm

Me he dado cuenta de que no he dicho nada del capítulo de Zoe Primordials. - Página 11 917567405 *se pega un tiro*, pero que sepas que me encantó. Jules es el boss de esta nc Primordials. - Página 11 1620280664 En estos días te dejo un comentario decente de verdad Primordials. - Página 11 1477071114
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Mensaje por indigo. Jue 11 Feb 2016, 5:31 pm

Sorpresa:

Capítulo 013 Parte 1.

Liam Wollatt & Alaska Fears. || wanheda.



Que no te atrapen muros no significa que seas libre. Alguien que ha vivido toda su vida en la playa, rodeado de arena y agua; se sentirá atrapado por ellas. Quien no ha visto otra cosa que montañas y bosques; se asfixiará con el aire puro. O sencillamente, las mismas personas que componen tu vida, pueden apresarte a través de sus palabras.

Así me encontraba yo pocos días después de la huida de la Base Primordial. Había estado tan concentrada en escapar, que no había pensado en las consecuencias. Olvidé que mi mayor enemigo era yo misma y mis reglas de la eternidad.

Una parte de mí me azuzaba incansable para que saliera corriendo a la más mínima oportunidad, a sabiendas de que si estaba sola, mis
probabilidades de supervivencia se disparaban. Que me recordaba que implicarse con la vida sería perjudicial…, una vez más. Luego estaba la parte que se unía a Marysa y Cali con pegamento, que renegaba de dejarlas atrás.  Estaba apresada en medio de una balanza, impaciente por saber hacia qué lado se inclinaría.

Y para qué iba a engañarme: La Superviviente pesaba más. Porque no sabía hacer otra cosa más que escapar, era lo que mejor se me daba y estaba tan sumergida en ese papel que no podía quemarlo sin más y deshacerme de él.

Odiaba esa sensación constate de seguir atrapada, por muros que salían de mi interior, por campos de fuerza mentales, por años huidizos de sentimientos y supervivencia voluntaria. Todas las mañanas al levantarme tenía que luchar para no salir corriendo y desentenderme de los demás.

Igual que aquella mañana, la tercera en la cabaña perdida en medio del bosque. El aire glacial y el sol que se filtraba por los ventanucos interrumpieron mi sueño y despertaron al demonio. Sería tan fácil marcharme en ese momento, cuando todos dormían a mí alrededor dentro de sus camas improvisadas con mantas, desperdigados por la planta baja.

Tan simple…, dejar una nota, desprenderme de los lazos emocionales. Además, si me marchaba no dejaría de preocuparme por mis amigas. Dael era la prueba viviente de ello, habíamos pasado más de noventa años sin saber del otro y todo era igual que entonces. Si de algo servía la eternidad era para darte cuenta de que por mucho que intentaras dejar en el pasado tus vivencias y las personas que las conformaban; te perseguían.

Me incorporé del suelo y vi a Liam frente a mí, completamente despierto. Lanzó una mirada en mi dirección, con los ojos legañosos y aún demasiado dormido para soltar alguna de sus estúpidas ocurrencias.

―Buenos días ―saludó.

―Buenos días.

Antes de tener que embarcarnos en una conversación incómoda, me levanté del sofá y caminé hacia el baño para asearme un poco. Otra de las cosas que me impulsaban a huir era Liam. Sí, parece mentira. Desde que habíamos pactado ser un equipo para escapar, las cosas entre nosotros habían cambiado. No nos salía de dentro tratarnos mal, lanzarnos escarnios. Era como si no pudiéramos deshacer el equipo. Yo había aprendido que podía confiar en él y que debajo de sus capas de tonterías se escondía un chico herido profusamente. No sabía qué había aprendido Liam de mí, pero le costaba molestarme: cada vez que decía algo tenía que tomarse unos segundos para soltar alguna de sus agudezas.

Lo que antes era natural se había vuelto innatural. Y no quería tolerar a Liam, porque aunque con él era poco probable, a la tolerancia le seguía de cerca el cariño. No soportaría otro nudo Gordiano que me atara al grupo.

Salí del baño, vestida con una sudadera que me prestó Dael y los leggins que había lavado la noche anterior. Trajiné por la pequeña cocina y me preparé un café. Después salí a la mañana frondosa para tomar un poco de aire.

A medida que el sol se imponía y reflejaba su calor en el lago, el ruido emanó de la cabaña. Escuché discusiones por quién usaba el baño primero. Risas, estupideces que salían de la lengua viperina de Colette y después, el silencio del desayuno. Supongo que ese sonido de familia, también impedía que me marchara sin miramientos.

Quise entrar, pero permanecí sentada en los escalones del porche, observando los alrededores. No podíamos bajar la guardia, no había certezas de que no encontrasen la cabaña, por muy escondida que se encontrara.

Un rato después, la puerta se abrió a mi espalda, trayendo un leve aroma a tostadas y café.

―Buenos días.

La presencia fría de Dael proyectó sombra sobre mi cuerpo. Sin embargo, la calidez acudió a mi estómago de inmediato. Como si acabara de llegar a casa tras un viaje muy largo. Aguardé hasta que se sentó a mi lado para brindarle una sonrisa de bienvenida. El silencio nos arropó por unos minutos. En los que Dael no me quitó los ojos de encima. A él no podía engañarle, los demás podían no darse cuenta de la batalla interna a la que me enfrentaba, pero Dael sí.

―Investigaba las Bases porque no tenía otra cosa que hacer. Era lo único que  me mantenía despierto, alerta. El motivo que me impulsaba a no quedarme en la cama ―giré el cuerpo hacia él, encajando la espalda en la viga que sostenía la valla del porche―. Tenemos que apañárnoslas, buscar algo que nos recuerde que no estamos muertos. Que aún hay cosas en el mundo que pueden ayudarnos a avanzar con él.

No entendía muy bien el destino de la conversación. Quizá sólo quería hablar, como cuando vivíamos en el calabozo. Pero su expresión tranquila, de profesor paciente y sabio, que conocía mi funcionamiento como si se hubiese estudiado un manual, delataba lo contrario.

―Y tú huyes, Alaska. Tu razón para avanzar con el mundo es huir de todo lo que te pueda atar a él: la amistad, el amor y el dolor que  te causan cuando se acaban. No sé qué te pasó durante los años que estuvimos separados para que actúes así. ―Pável acudió a mi memoria y el odio resurgió. Luché para mantenerlo a raya ―.  Lo que sí comprendo, es que cuando te encerraron en la Base, quedaste expuesta ésos sentimientos, sin la posibilidad de huir.

Esperaba que la gratitud se reflejara en mi rostro. Dael hacía cualquier cosa difícil, mucho más fácil. Había dado en la diana, en el epicentro de todo. Asentí sin palabras y él sonrió regalándome un apretón de manos. Porque a Dael no tenía la necesidad de engañarlo, con él podía ser la Alaska de verdad y no una de mis muchas versiones pasajeras. Y lo que más necesitaba era poder compartir mis temores, sin censurar ninguno.

―Quiero salir corriendo, Dael ―confesé en un suspiró, lanzando con él una gran carga. ―Es lo único que sé hacer: correr. Porque me mantiene a salvo. Pero ahora, una parte de mí quiere quedarse, y me aterra.

Se me quebró la voz, tras tantos años de represión y estoicidad. La niña de dieciocho años que era en realidad, se escapó de su caja de Pandora y fue como sentirme en familia. Dael me arropó entre sus brazos.

―Vamos a hacer un trato ―propuso.

Quise reírme, porque cuando estábamos encerrados en el calabozo de la MEA, Dael solía comprarme con tratos para incentivarme. Me aparté de él, curiosa por saber qué tenía para ofrecerme.

―Nos quedamos hasta que las cosas se asienten y se decida el siguiente paso ―prosiguió―. Si sigues teniendo ganas de irte, nos vamos. Los dos juntos.

Ese era mi incentivo, aguantar hasta que se tomara una decisión. Quizá para entonces, hubiera resuelto la revuelta. Esperaba que la decisión se tomara pronto. Cuando llegamos a la cabaña decidimos que esperaríamos unos días para verificar que no nos encontrarían allí. Después hablaríamos. Aunque con sinceridad, no veía motivos para que el grupo siguiera unido. Éramos libres.

―Gracias.

Dael se encogió de hombros, como si nunca hiciese nada que cualquier otro no hubiese hecho.

―Seguimos juntos en esto, Alaska.

Le di un puñetazo cariñoso en el brazo.

―Veo que al menos a uno de los dos le sienta bien la edad.

―Pero bueno, que no estamos tan viejos.

―Habla por mí, creo que tienes una cana…―Levanté la mano para señalar la cana imaginaria.

Dael se rio y yo con él. La puerta de la cabaña se abrió para dar paso a Cali, que nos miró con alegría al ver que reíamos. Si había alguien que se había quitado un peso de encima al escapar, era ella. A pesar de su perenne aspecto infantil, desde que estábamos fuera de la Base parecía mucho más joven que antes. Menos estresada. Me encantaba verla así.

Llevaba puesto un abrigo y cargaba con una mochila que se estaba recolocando en la espalda.

―¿Adónde vas? ―pregunté.

―Acompaño a Dael a su cabaña a recoger sus cosas y a por la información que tiene sobre las otras Bases. Quizá nos sirvan para algo ―respondió.

―Ven con nosotros ―me invitó Dael.

―Sí, llevas tres días encerrada en esta cabaña ―informó Cali con aire preocupado.

Negué con la cabeza. No quería abandonar la cabaña, no quería que las posibilidades de salir corriendo aumentaran. Hasta nuevo aviso, la cabaña era mi nueva Base.

―He tenido suficientes caminatas por el bosque durante un tiempo. Además, alguien se tiene que quedar aquí para que Jareth no mate a Liam ―añadí.

Cali asintió. Mencionar a Jareth siempre era suficiente para convencerla para disuadirla de sus propósitos. Y por lo visto, como no había tirado a Jareth por ninguna pendiente de camino al punto de encuentro, se fiaba de mí para cuidarlo. Aunque yo sólo lo estaba usando de excusa.

―Vale, ¿nos vamos? ―preguntó mirando a Dael, con una sonrisa amable.

Dael se levantó de las escaleras y con la mano extendida la invitó a irse. Minutos después los perdí de vista. Deseé que no ocurriese nada que entorpeciera su caminata.

▽ ▽ ▽

Liam.


Yo esperaba que nuestros nuevos amigos tuvieran una pequeña reserva de Bourbon en la cabaña. No sé, aunque solo fuera para calentar el cuerpo cuando hiciera mucho frío. Pero no había Bourbon; ese fue el segundo chasco que me llevé al salir de la Base. El primero fue Dael, el amiguito de Alaska.

Me ponía nervioso tanta galantería, que rebatiera con inteligencia y sin perder los nervios las advertencias que le lanzaba, y que, en el fondo, no pudiera evitar fiarme de él. Porque al fin y al cabo, era uno de nosotros y nos salvó en el bosque.

Pero supongo que de todas las cosas que me irritaban de estar allí: era yo mismo. Desde que me atraparon había deseado escapar y perder de vista a todo el mundo. Y ahí estaba libre, sin ningunas ganas de marcharme. No sabía a qué se debía. Algo me ataba al grupo de peleles con los que llevaba meses conviviendo.  Quería convencerme que era por Jules, Cali, o incluso por Mary, porque las había cogido cariño y no me apetecía no volver a saber nada de ellas.

No me convencían esos argumentos. Bueno, más bien, esos argumentos se fundían cuando miraba a Alaska Fears a los ojos. Sí…, no quería irme porque una parte de mí se había quedado ligada a ella. Bien podrían ser las premoniciones constantes que me visitaban desde aquella vez en la enfermería. Visiones en las que estábamos juntos, nos besábamos y nos cuidábamos como si fuéramos el tesoro del otro. Donde se me cortaba la respiración y todo dependía de ella.

Quizá era eso, que había dejado de pensar que mi poder funcionaba mal y había asimilado que en un futuro me enamoraría de Alaska. No obstante, seguía luchando contra la verdad y me decía que me estaba sugestionando a mí mismo. Que por eso, cuando me tocaba, se me erizaban los pelos de los brazos. O cuando reía, era como si se me incendiara la tripa y me entraba un calor sofocante que ni una ducha de agua congelada apagaba. Y lo más inquietante de todo; que por eso sus ojos me parecían tan familiares cuando se cruzaban con los míos.

A lo mejor también por eso, odiaba tanto a Dael. Porque con él, era una chica completamente distinta, y porque era él quien conseguía hacer aflorar esa parte suya. No podía evitar pensar que habían tenido algo en el pasado que empezaban a retomar tras el reencuentro. Como en ese momento, sentados en el porche de la cabaña.

Dael la tenía agarrada por los hombros, cómplices y cercanos. Yo los observaba desde el ventanuco al lado del sofá, tras la cortina. Como un puto acosador. Estaba muy desacostumbrado a este tipo de cosas, la única persona a la que había observado así había sido Amelié, cuando tenía diecinueve años. Me enamoré de ella, nos casamos y tuvimos una hija… tras descubrir que durante los dos años que pasé en Alemania haciendo todo lo posible por volver a casa, ella rehízo su vida con otro tipo y ni siquiera tuvo la decencia de decirme que me dejaba y que la niña había muerto años atrás por una enfermedad.  Había reprimido cualquier sentimiento hacia las mujeres distinto del sexo. Pero ahí estaba como gilipollas, acechando a una chica que ni siquiera me caía bien.

―Colega. ―Kayden apareció a mi lado, dándome una palmada en la espalda. Sin darme tiempo a responder, se asomó por la ventana. Después me miró a mí con una sonrisa de gilipollas―. ¿Con que acechando a una chica, eh?

Mira que era mi mejor amigo, pero a veces quería matarlo. Puse los ojos en blanco, pretendiendo aparentar aburrimiento, mientras el corazón se ponía a practicar boxeo a través de las costillas.

―Estoy comprobando que nadie nos vigila ―argumenté, con la voz más aguda de lo normal.

Una emoción veloz cruzó el rostro de Kayden, la que lo abordaba cuando algo de su pasado se volvía presente. Pero tan pronto como vino, se fue, así que no le hice el menor caso.

―Estás mirando a Alaska, a mí no me mientas ―volvió a darme una palmada en la espalda. Tuve que reprimirme para no meterle la mano por el culo.

―No.

―Sí.

―Que te digo que no.

Cuando nos poníamos a discutir podíamos pasarnos horas así, igual que dos críos. Terminé con un resoplido. Al volver a mirar por la cortina, Alaska estaba sola ya. Dael y Cali se alejaban por el bosque. Kayden se situó a mi lado.

―Puedes preguntarle si tiene algo con Dael, no creo que te muerda… como mucho te suelta un puñetazo ―susurró para que Mary, que pululaba por el salón, no escuchara la conversación.

Odiaba que me conociera tan bien. Esa era la razón por la que me comportaba como un auténtico idiota, para que no me calaran. Porque una vez que lo hacían, yo era un jodido libro abierto.

―No me interesa saber si está con ese tonto ―mascullé entre dientes, enfurruñado.

―Niégalo todo lo que quieras, pero desde hace un tiempo, sientes algo por ella. Es evidente ―confesó, señalándola―. Y tienes dos opciones; ser el gilipollas de siempre, o comportarte como el Liam que eras cuando te conocí. Que por cierto, es menos insoportable…

Lo que Kayden no sabía es que no tenía opciones, me comportara como me comportara. Acabaría enamorado de Alaska, estaríamos juntos. Y lo que me acojonaba eran sus sentimientos, el Liam del futuro daría hasta el último miembro por ella, pero no sabía que significaría yo para la Alaska del futuro.

―No puedo ―resoplé con intención. Tratando que entendiera a qué me refería sin tener que explicárselo.

Kayden suspiró y de nuevo esa emoción fugaz cruzó sus ojos.

―Colega, ella es diferente ―lo dijo tan convencido, que me hizo pensar que Kayden sabía algo que yo desconocía.

Suspiré. A ver, si le preguntaba por Dael no sería como declararle mi amor eterno. Solo era curiosidad, por si mi yo futuro se ganaba un problema por liarse con la novia de otro. Y a lo mejor lo del futuro no era amor, sino un calentón. Porque era bien sabido que tendía a confundir las dos cosas a pesar de tanta experiencia. Era el problema de quedarse atascado en los veintiún años, que no importaba lo mucho que vivieses, seguías teniendo veintiún años.

―Luego vas a tener que aguantarme tú, ¿lo sabes, verdad?

―Estoy dispuesto a soportarlo.

Le di un codazo amistoso en el brazo. Cogí la chaqueta y salí por la puerta principal. Alaska ni siquiera se giró para mirarme. Seguro que estaba la mar de preocupada por Dael.

―Hola, Fears ―me dejé caer en el escalón a su lado, con la mayor soltura posible. Quise decir algo ingenioso, pero eso ya no funcionaba con ella.

―Wollatt. ―Al pronunciar mi nombre, una nube de vaho se escapó entre sus dientes. Hacía un frío de narices.

Sabía que Alaska tampoco podía tratarme de la misma manera que antes. Procuraba mostrarse desdeñosa en mi presencia, pero solo nos sentíamos incómodos por no poder volver a nuestro sistema de pullas. Porque así era ella: necesitabas demostrarle que podía confiar en ti y yo lo había hecho al apoyarla en la huida.

La incomodidad nos rodeó. No sabía cuál era la mejor manera de plantearle la pregunta.

―¿Dónde han ido? ―pregunté cómo quien no quería la cosa, para tantear el terreno.

―A las cabaña de Dael, a por unas cosas ―respondió y por fin me miró y me ahogué con mi propio aire. Parecía una una colegiala hormonada, ¡por favor!

―Debes de estar contenta de que esté aquí ―comenté.

Alaska arrugó la nariz, dudando. Empezaba a olerse algo raro.

―Sí, supongo que sí ―se le iluminó el rostro.

«Venga Liam, así como si nada.»

―Mmmm…, y ¿sois novios? ―traté de sonar lo más desinteresado posible―. No es que me importe, pero me aburro mortalmente.

Alaska  frunció el ceño también. Yo pensé que iba a mandarme a la mierda de un segundo para otro, que no obtendría respuesta y que además quedaría como un imbécil. Estaba recelosa, analizando la situación. Buscando la mejor manera de responder. Casi podía ver  los engranajes de su cerebro funcionando.

―¿Cuándo conociste a Kayden?

―¿Eso a qué viene?

―Tú responde a la pregunta, Liam ―rebatió, chascando la lengua.

No entendía adónde quería llegar. Jugueteé con el cordón de la zapatilla, rehusando un poco de responder. Después suspiré y empecé a hablar.

―En el periodo de Entreguerras. ―Todavía me costaba hablar de mi vida con términos históricos. Como si sólo fuera un dato―. Trabajaba como capataz en una finca y allí lo conocí. La MEA nos atrapó tres años después y nos llevó de vuelta a los laboratorios. ―La rabia, el odio y todo lo que había perdido por ser quien era borboteó en mi sangre―. Después la historia es más o menos la misma para todos…―lancé un guijarro que había a mi lado contra el árbol más próximo.

Suprimí algunos detalles, como que en esa época había vivido en Nueva Orleans y que sabía únicamente lo que Kayden me había contado. La MEA, por razones que aún desconocía, borró aquella época de mi memoria durante el proceso de alteración genética y cuanto más me esforzaba por recordar, más confuso resultaba. Recordaba lo básico, el esquema. Pero no la información.

―¿Y qué te une a él? ―siguió preguntando.

Que Alaska llevase la voz cantante de la charla no me gustaba. Estaba demasiado acostumbrado a ser yo quien llevase las riendas.

―Si lo sé no te doy conversación ―me quejé. Guardé las manos en los bolsillos del abrigo, que me dolían del frío.

Alaska volvió a fijar su mirada en mí. Tenía las mejillas sonrosadas por el viento y le castañeaban un poco los dientes. Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros. Resoplé, y como un puto perrito faldero, respondí a la pregunta:

―Supongo que es la única persona que ha estado conmigo siempre, ya sabes, desde que somos humanoides. Me ha salvado el culo muchas veces, no sé… ―A pesar de lo poco que me gustaba ahondar en el pasado, por una parte era agradable tener una conversación civilizada con Alaska.

Asintió, comprendiendo a lo que me refería.

―Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando nos encerraron de nuevo en los laboratorios, Dael y yo pasamos un año compartiendo calabozo. Imagina lo mucho que llegas a conocer a una persona en esa situación.

―Ah. ―Qué esclarecedor.

―Lo que intento decirte es que Dael no es mi novio. ―Ahora que me fijaba bien, la simple idea parecía aterrorizarla. El alivio que sentí hizo que me odiara un poco más―. Dael es mi vínculo con la realidad, quién me recuerda quién soy y por todo lo que hemos pasado. Ese tipo de relación te une de por vida, y bueno, si nosotros tenemos algo, es vida.

―Lo entiendo.

El silencio regresó de inmediato. Estábamos sentados el uno al lado del otro, más cerca que antes. No sabía en qué momento de la conversación nuestros cuerpos se acercaron. Pero escuchaba su respiración muy cerca de la mía y el lateral de nuestras zapatillas se rozaba.

―Voy a ver qué se cuece dentro.

Me levanté con brusquedad, asustado de pronto por la proximidad o porque estuviera la mar de feliz tras descubrir que Dael solo era un amigo. Ella respondió escuetamente y yo me precipité por la puerta. El murmullo de una conversación se extinguió cuando entré.
Emmet, Jules y Mary se encontraban alrededor de la mesa céntrica de madera. Con aspecto sofocado y un deje de concentración. Jareth, para variar, apoyaba su culo de pringado contra el hogar de la cocina, sin participar. De los otros no había ni rastro.

―Qué hay ―saludé, porque empezaba a tocarme las narices que me mirasen como si fuera una aparición divina.

Jules se restregó la cara con las palmas de las manos. O estaba muy estresada, o muy aburrida.

―Necesitamos comida ―informó Emmet, displicente. ―Tratamos de decidir si es mejor que vaya solo o que alguno me acompañe.

Mary chascó la lengua y miró a Emmet como solía mirarme a mí: con un tremendo fastidio.

―Piensa que el pueblo estará infestado de soldados.

―Es lo más lógico ―se defendió Emmet.

―Lo que no quiere entender es que conocemos el funcionamiento de estos tíos ―añadió Jules, incorporándose de la mesa, con las manos apoyadas sobre la tabla―. Estarán buscándonos por aeropuertos o carreteras interestatales. No esperan que sigamos en el bosque.

―Pero… ―trató de rebatir.

―Y si hay soldados, te vendrá bien nuestra ayuda ―terminó de argumentar Mary. Por su expresión de regocijo, casi parecía que se iba a poner a hacer el baile de la Victoria para pinchar al chico.

Se quedaron mirándome para que aportase mi opinión al asunto. No tenía nada que añadir, siendo sincero.

―Llamaríamos la atención ―añadió Emmet con fervor, feliz porque había encontrado un nuevo argumento.

―No llamaríamos la atención. Se te olvida que pasar desapercibidos es lo que mejor sabemos hacer. ―Todos nos sobresaltamos al escuchar la voz de Jareth, y los pasos huecos de la madera bajo sus zapatos. Era fácil olvidar que estaba en la misma sala.

Emmet suspiró, tan hastiado como era capaz. Si yo fuera ese chico, haría tiempo que nos habría abandonado a nuestra suerte. No nos debía nada, no tenía motivos para ayudarnos.

Jules parecía dispuesta a decir algo. Sin embargo, el sonido de la puerta al abrirse la interrumpió. Por encima del hombro, vi que se trataba de Alaska. Al pasar por mi lado, me lanzó una mirada fugaz que no supe interpretar. Caminó hasta situarse al lado de Jules, apoyada en el respaldo de una silla.

―¿Y los demás? ―preguntó con calma.

―Kayden, Colette y Katrina han ido a vigilar los alrededores ―informó Emmet con menos fastidio. Los dos habían hecho buenas migas y parecían entenderse. Por eso no volcó su enfado en ella―. Cali y Dael han ido a la cabaña o por sus cosas.

Alaska se tomó todo el tiempo del mundo en sacarse la chaqueta y colgarla en la silla contigua. En un primer impulso estúpido, casi caminé para posicionarme a su lado. Pero me obligué a quedarme quietecito donde estaba. Al terminar, dijo:

―Podemos dividirnos ―propuso. Debía de haber escuchado la conversación desde el porche. ―Un grupo se va a comprar y el otro se queda a las afueras, vigilando. En el caso de que los soldados aparezcan, podemos armar jaleo para que nos persigan y alejarlos en la dirección
contraria a la cabaña―. Nos miró a todos, pero en especial a Emmet, que era al que había que convencer.

Me ponía bastante cuando estaba en actitud mandona.

―¡Le has cogido el gusto a esto de dividirte! ―la acusó Marysa, con el dedo extendido en pos a su cara. La chica no podía superar el hecho de que no la incluyera en la maquinación del plan de escape.

Alaska le sacó la lengua con sorna, pero yo me fijé en algo más: en la expresión de añoranza de sus ojos. ¿Acaso se le había ablandado el corazón?

―Es un buen plan ―la secundó Jules.

Mary abrió la boca dispuesta a replicar. Pero como había confirmado mi amiga, no se trataba de un plan absurdo. Además, Alaska tenía el brillo peligroso de una tormenta en los ojos, cualquiera se atrevía a replicar.

―Vale ―cedió rendida―. Pero tú estás en mi equipo―. Alaska asintió.

―Yo también voy con vosotras ―me ofrecí, antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo.

Jules me miró con los ojos como platos. Porque yo nunca me mostraba tan colaborador. Lo ignoré esperpéntico.

―Muy bien, entonces yo voy con Emmet y Jareth ―se giró hacia el último, que estaba apoyado contra la pared con aire aburrido.

―Yo me quedo, alguien tiene que vigilar la cabaña.

Nadie puso objeciones, salvo por el resoplido de Emmet, pero porque había perdido la batalla, no porque Jareth se quedara en la cabaña.
Sin más, empezaron a ponerse los abrigos en un súbito silencio. Yo abrí la puerta mientras tanto. Salimos en fila por la puerta y rodeamos la cabaña hasta llegar a la parte trasera, donde estaban las calderas y un todoterreno cubierto con una lona. Ayudé a Emmet a descubrirlo. A continuación nos montamos. Me agencié el asiento del copiloto para no tener que sentarme al lado de Alaska.

Emprendimos el descenso de la montaña en silencio.


Después de todo, Katrina tenía razón cuando me advirtió que necesitaríamos su ayuda para no perdernos por el bosque. La cabaña se encontraba casi en lo alto de una cordillera, en una especie de claro a medio camino entre la cima y el suelo. La Base Primordial se hallaba al otro lado de la cordillera, muchos kilómetros por debajo.

Mientras rebotábamos sobre el camino pedregoso. Me di cuenta de pronto, que no tenía ni idea en qué parte del país estábamos. Cuando me atraparon en Kansas, me habían sedado durante el trayecto hacia la Base.

―¿Qué Estado es este? ―pregunté a Emmet, que iba pegado al volante del conductor con los músculos de los brazos en tensión.
Antes de responder el todoterreno dio un bandazo que por poco hizo que volcáramos.

―¡Ay! ―Se quejó Alaska, me atreví a mirar por el espejo retrovisor. Se frotaba la sien con fuerza. A las luces del medio día, su pelo brillaba intensamente.

―Montana ―respondió Emmet, cuando el terreno se allanó un poco―. Este es el Bosque Nacional de Lewis y Clark.

Tampoco me habían llevado tan lejos, sólo unos cuantos Estados hacia arriba.

―A mí me atraparon aquí ―comentó Alaska como quien no quiere la cosa. Estaba de lo más comunicativa―. Con Colette, la encontré en Carolina del Sur. Los de la Base ya habían dado con ella y me pidió ayuda. Nos conocimos en Alemania, antes de la Primera Guerra, cuando nos convirtieron.

―Seguro que ahora te arrepientes de haberla ayudado― bromeó Mary, para ponerle humor. Cada vez que hablábamos del pasado, una nube negra se cernía sobre nosotros.  Carraspeó y añadió―: Yo acababa de volver a Estados Unidos después de diez años, no veas qué recibimiento.

―A veces se me olvida que me dobláis la edad…― dijo Emmet. En ese momento, enfiló el camino hacia la carretera de tierra que nos llevaría al poblado. Todo lo que se veía a nuestro alrededor eran campos de cultivo escarchados por el invierno.

Ni Jules ni yo compartimos nuestra experiencia. Diez minutos más tarde, un pueblo minúsculo apareció frente a nosotros, arropado por las montañas. A la izquierda, un sotobosque que precedía al Bosque Nacional en el que nos escondíamos nos sirvió de refugio para dejar el todoterreno.

―Os compraré algo de ropa también ―informó Emmet, caminando hacia el límite de los árboles, con Jules al lado.

―¿Tendrás dinero suficiente? ―preguntó Mary.

―No lo sé.

Alaska pasó por mi lado y nuestras ropas se rozaron. Un leve tirón me estranguló la tripa, pero como no había sido un contacto directo, la premonición no fue más allá..

―Déjame un dólar ―pidió a Emmet al llegar a su lado, con la mano extendida.

El chico, un tanto receloso, se hurgó en el bolsillo del pantalón y le dio lo que pidió.

―¿Qué vas a hacer? ―preguntó Jules.

Alaska no respondió, en su lugar, cerró los ojos y arrugó la frente con concentración. Cuando comenzábamos a pensar que se le había ido la chaveta, el dólar se multiplicó por arte de mágica y montones de ellos aparecieron en sus manos y a sus pies.

―¡Hostia puta! ―exclamé.

Emmet alternaba la mirada entre el dinero y ella. Jules y Mary sonreían con orgullo. Alaska abrió los ojos por fin, la frente se le había perlado de sudor y parecía un poco mareada.

―He estado practicando ―dijo acariciando el fajo de billetes que seguía en sus manos. No le explicó a Emmet con qué había practicado, pero yo sabía que era con la manipulación molecular. Había averiguado su poder cuando me acerqué a la sala en la que la habían tenido encerrada como castigo por ayudar a Jareth, y había visto el agujero en la puerta. Se parecía mucho a uno de mis poderes.

Jules se sacó la mochila de la espalda y comenzó a guardar el dinero dentro, Alaska la ayudó. Terminado el proceso, empezaron a andar de nuevo. En el límite del sotobosque, nos detuvimos.

―Tener cuidado ―pidió Marysa, seria de pronto.

Emmet se sacó un teléfono del bolsillo y se lo tendió.

―Cualquier cosa, llamarnos. El número de Katrina está agendado.

Sin entretenerse más, salieron al escaso tramo de carretera que quedaba antes del principio del pueblo.

―Volvamos al todoterreno. ―Marysa se introdujo de nuevo entre los árboles. Yo la seguí con presteza, para no quedarme al lado de Alaska.


La luz comenzó a bajar a medida que los minutos trascurrían. Habrían pasado un par de horas desde que Emmet y Jules se marcharon. En ese rato, no hubo ni rastro de soldados. Lo único que ocurría allí era que nos aburríamos mortalmente. Mary ya había tenido tiempo de cantar toda la banda sonora de Ghost. Alaska le pedía a cada estrofa que cerrase la boca. Yo había abierto el maletero y me había sentado en él, para tener acceso a la parte trasera del lugar. Mientras las chicas vigilaban los laterales y la delantera.

Había intentado tener premoniciones voluntarias, con un adelanto de tiempo de apenas unos segundos. Así era cómo había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, anticipando los movimientos de los adversarios. Pero ahora no funcionaba. Me irritaba perder el control.
Me levanté del maletero porque ya me hormigueaba el culo de estar tanto rato sentado. Me desperecé y me reuní con Alaska en el capó del todoterreno. Molestarla un poco seguro que ayudaba a que el tiempo pasara más rápido.

―¿Y si les ha pasado algo? ―comentó cuando me situé a su lado. Ella intentaba dejar la preocupación de lado, fingir que sólo le preocupaba su supervivencia. Pero no podía.

―Seguro que están bien ―traté de consolarla.

Al mirarla, vi que entre uno de los mechones rebeldes que no podía atrapar la cola de caballo que llevaba, se había quedado prendido un trozo de hoja. Alcé la mano con cuidado para quitarlo. Alaska frunció el ceño y casi escuché como dejaba de respirar y se le crispaba el cuerpo. Pero no se movió. A punto de atrapar la hoja entre mis dedos, mi muñeca rozó su mejilla. Esa vez, el tirón del estómago me llevó hasta una premonición.

Estoy en el mismo sitio de antes. Apoyado en el capó del coche, con Alaska a mi lado y la voz desafinada de Marysa cantando en algún sitio cerca. Solo he avanzado dos segundos. El tacto grueso de la hoja está en mis dedos ahora. El acercamiento ha dejado el rostro de Alaska más cerca que antes. Antes de poder siquiera desear que sea este el momento en el que nos besemos por primera vez, un sonido estruendoso, que hace que los pájaros salgan en bandadas y rompe la paz del bosque, lo llena todo. Me incorporo del capó como un resorte. Miro a todos lados tratando de descubrir qué ha pasado. Es un sonido que conozco muy bien: una bala acaba de abandonar un arma.

Veo una masa vestida de verde moverse unos metros por delante, cerca del límite. Estoy a punto de lanzarme a por ella. Pero Marysa me detiene.

―¡Liam! ―me llama, con la voz sofocada por el terror.

Al darme la vuelta, veo a Alaska con el pecho lleno de sangre, desplomada a los pies del coche. La bala ha terminado en su cuerpo.


En el presente, mis dedos todavía no habían atrapado la hoja. Sin explicaciones, empujé a Alaska hacia el lado. Con un grito de indignación, cayó sobre la maleza.

PUM.

Primero vi la sangre, después el dolor me cegó la vista.


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Mensaje por indigo. Jue 11 Feb 2016, 5:35 pm

Capítulo 013 Parte 2.

Alaska Fears || wanheda.



Para empezar, me montaba lo más similar a una escena de celos al preguntarme si estaba con Dael. Ahora, me lanzaba brujería con los ojos. Porque a medida que acotaba la distancia de nuestros cuerpos, menores eran mis ganas de apartarme de Liam. El paisaje frondoso acentuaba el verde esmeralda de sus ojos, más intensos y vivaces que de costumbre.  De pronto, algo hizo click en mi interior.

¿Sabes esa sensación de tener una palabra en la punta de la lengua y no poder recordarla? Así me sentía yo, un dato archivado en mi memoria trataba de emerger a la superficie, pero no podía. Solo sabía que los ojos de Liam actuaban de hilo conductor.

No sabía cuáles eran sus intenciones cuando alzó la mano hacia mi cara. «¿Darme una cachetada?». Me quedé sin saberlo, porque de un segundo para otro, su expresión tranquila mutó a una de terror. Pensé que había visto algo a mi espalda e iba a decir algo cuando sin previo aviso extendió los brazos hacia mí y me empujó con todas sus fuerzas. Reboté contra los faros del coche antes de estrellarme contra el suelo pedregoso; el dolor punzante de las costillas casi me dejó sin conocimiento y llenó mis ojos de puntitos negros.

Me incorporé dispuesta a freírle con un rayo, a pesar de dolor,  llena de rabia y de odio hacia mí misma por haberme permitido ese acercamiento. Entonces, de pronto, el sonido de un petardo se propagó por el aire y retumbó en mi caja torácica. Casi al mismo tiempo que escuchaba el sonido, Liam sufría un espasmo.

Aterrorizada, me di cuenta de que no era un petardo, sino una bala. Que había acertado de lleno en el cuerpo de Liam. Se agarró la tripa con las dos manos, con el rostro desencajado. Se le tiñeron de rojo oscuro a la velocidad de un pestañeo.

―Mierda… ―gruñó con voz ahorcada.

Yo no podía hacer otra cosa que observar la sangre que emanaba su estómago. Me había salvado. De alguna manera advirtió lo que iba a pasar. Y ahora tenía la bala que me correspondía dentro de él.

Los oídos me zumbaban y el pulso acelerado de mi cuerpo era todo cuanto podía percibir. Por unos segundos, fue como volver al campo de batalla; con la melodía discordante de la metralla, de silbidos susurrantes y torpedos fuertes. Interrumpida por el asqueroso y viscoso sonido que produce al encontrar su lugar en un cuerpo humano. El picor del humo acudió a mi nariz, como si siempre hubiese estado allí. Estaba otra vez en la guerra y yo no podía…, no podía…

«Alaska… ¡Alaska, reacciona!»

Reaccioné cuando una bala me pasaba unos centímetros por encima de la cabeza. Había balas y peligro de muerte: Pero yo ya no era la muchacha asustada que convivía con ratas en las trincheras. Salté sobre mis piernas temblorosas. Liam trataba de salir del fuego cruzado para ponerse a salvo. Pero con las balas volando en todas direcciones y las manos ocupadas en contener la hemorragia, apenas avanzó dos pasos. Corrí hacia él. Lo rodeé por la cintura y lo ayudé a caminar. Marysa apareció en ese momento por entre los árboles.

―¡Soldados! ―exclamó pletórica. Ladeando la cabeza en todas direcciones, con posición de defensa.

―No me digas ―rebatió Liam desplomándose contra la puerta del coche. Tembloroso entre mis brazos. Tenía las manos rojas por completo.

―¡Te han herido! ―chilló Mary. Mi amiga era la reina en las afirmaciones estúpidas. Aunque me tranquilizaba su presencia.

Marysa se posicionó al otro lado de Liam, y me ayudó a sentarlo en el suelo, protegido de los disparos.

―¿Cuántos? ―le pregunté.

―Unos cinco, hacia allí ―señaló el lado oeste, o lo que yo había catalogado como tal. Porque estábamos en el mismísimo corazón del sotobosque. Todo era igual. La orientación se volvía confusa.  

Quise darme de bofetadas. Tenía que haber hecho caso a Emmet. Ahora, por mi culpa, Liam se desangraba a mis pies y había puesto en peligro nuestro refugio. Expulsé todo el aire de mis pulmones, tratando que mi corazón dejara de intentar salírseme por la boca. No era momento de lamentaciones.

―Llama a Emmet ―pedí a Mary, en medio de un asolador silencio. El sonido de los disparos había cesado. Debían de estar esperando a ver qué hacíamos.

Me arrodillé al lado de Liam. Prácticamente, la piel había perdido su pigmento saludable. La sudadera había adquirido el color de su sangre. Como no hiciéramos algo rápido…

―Es-estoy bien. ―Su afirmación fue poco más que un quejido. Incluso si no hubiese hecho una mueca de dolor al hablar, no lo habría creído.

Alcé la vista a sus ojos, vidriosos y ramificados con pequeñas venas rojas. La misma sensación de antes,  de que esos ojos estaban encerrados dentro de un dato de mi cabeza al que no podía acceder, arraigó. Mirándolo, tomé consciencia real de lo que había hecho. Liam Wollatt, que pocas veces movía un dedo por los demás, no se había pensado ni un segundo protegerme. Y eso decía mucho de él, de mí, y de lo que fuera que nos unía desde unos días atrás.

―Te voy a sacar de aquí, te lo prometo. ―Era una promesa que tenía que cumplir.

Asintió. La barbilla le quedó casi pegada al pecho y le costó bastante erguirla. Tampoco ejercía ya presión sobre la herida. La sangre emanaba a sus anchas. Me saqué la sudadera, la hice una bola y se la puse sobre la herida, haciendo que gritara levemente. Agarré sus manos pegajosas y las apreté sobre ella.

―Vuelvo enseguida.

Liam soltó un quejido en respuesta. Marysa llegó al mismo tiempo en el que me incorporaba.

―Vienen hacia aquí, dicen que en los alrededores no hay nadie. ―Puso los brazos en jarras―. Si acabamos con ellos, quizá salgamos de ésta.
El corazón me iba a mil por hora. Si aprovechaba bien la adrenalina, podía servirme como fuente de energía.

―Mary, por la izquierda. Yo por la derecha. ―La cabeza me funcionaba tan rápido que no pensé mucho en la táctica―. Seguro que cuando nos vean nos acribillarán. Vamos a quedarnos al otro lado del todoterreno. Lo protegeré con un campo de fuerza. Tú te encargas de hacerlos papilla

―Señor Darcy, me encanta cómo funciona su cabeza ―elogió. Sólo le faltaba hacerse crujir los nudillos como una mercenaria.

―Ya…, pues esperemos que mis poderes funcionen igual.

Tuve que mirar a Liam una vez más antes de lanzarme al enfrentamiento. Los labios se le habían amoratado. Pero por lo menos seguía consciente y taponaba la herida con fuerza.

―Dadles duro, chicas. ―Bien, seguía haciendo comentarios tontos, eso era bueno.

Caminamos hacia los bordes, sacando el cuerpo lentamente por el lado. El silencio perduraba. Los soldados permanecían acechantes. Marysa contó hasta tres con los dedos. Rodeamos el todoterreno hacia el otro lado en menos de un suspiro. Los disparos retomaron la orquesta de inmediato. Cerré los ojos, al abrirlos; mi mundo vibrante y conformado por moléculas de distintos colores me dio la bienvenida. No me di tiempo a acostumbrarme a la visión psicodélica. Junté las moléculas del aire y las hice compactas a nuestro alrededor.

Cerré los ojos, los abrí: una bala impactaba contra las paredes del refugio de aire.

Era cierto que había practicado. Tres días en la cabaña, tratando de ocupar la cabeza, daban para mucho. Ya casi podía controlar el poder en su
totalidad.

―¿Los ves? ―chillé a Marysa. Estábamos hombro contra hombro.

―No ¡Maldita sea, no veo a nadie!

Una bala me llegó por la derecha. Dirigí la mirada en esa dirección. No podía ver nada por el grosor de los troncos de los árboles y la maleza. Otra bala, la luz fugaz que emitió el arma, delató al tirador. Se encontraba a unos tres metros, escondido detrás de un árbol. De inmediato, hice que un rayo le partiese por la mitad. La luz de mi creación inundó el lugar por  unos instantes y el suelo zozobró por el impacto. Tras la claridad, vi que una mancha negra que desprendía humo, era todo lo que quedaba del soldado.

«Uno menos.»

Pero estábamos perdiendo mucho tiempo.

―Ponte ojos de búho o algo, ¡tenemos que darnos prisa! ―la apremié casi gritándola en el oído. Cada segundo que pasaba, era una probabilidad perdida de que Liam sobreviviese. Y no podía morirse, no podía.

Marysa se separó de nuestra unión. Caminó hasta el límite del campo que había creado, la seguí. Cuando llegué a su lado, tenía la cara alargada y peluda. Se había transformado en un lobo, salvo por su pelo revuelto de chica, del que sobresalían unas orejas puntiagudas de color caoba.

―Noto su calor corporal. ―La voz le sonaba cavernícola, más como un gruñido que como palabras. Era toda una impresión verla así. Parecía una quimera. Me costaba pensar que mi amiga seguía debajo de la cabeza de lobo―. Allí, detrás de ese árbol―. Señaló el lugar con el dedo.

Repetí el proceso, y fulminé a un nuevo soldado con un rayo. Al mismo tiempo que yo lo hacía volar por los aires, Marysa hizo algo con sus bolas de felpa. Pensé que sus instintos lobunos tenían ganas de jugar a la pelota. Pero antes de tener la oportunidad de regañarla, una gran explosión, que derribó dos grandes pinos, acalló la música de fondo de los disparos, hasta extinguirlos. El suelo retumbó y el eco de la caída se propagó como un eco fantasmal.

Marysa metamorfoseó hasta adquirir de nuevo de su aspecto habitual.

―Queda uno, pero está demasiado lejos ―carraspeó para aclararse la voz por completo―. Estamos armando mucho alboroto, seguro que la caída de los pinos atrae al guardabosque hacia nosotros.

Quise gritar de frustración. No podía pensar con claridad. Lo único que acudía a mi cabeza era la imagen de Liam desangrándose.
El estallido de una bala solitaria, como la primera, se propagó por el bosque e hizo rebotar el sonido contra nuestra pequeña cúpula. Marysa y yo nos lanzamos una mirada de incomprensión.

―Esa bala no era para nosotras ―murmuró, escrutando el horizonte con los ojos entrecerrados.

―¿Crees…?

Mi interrogante se vio resuelta de inmediato. Frente a nosotras, Jules apareció como si nada, con la mochila a su espalda. Emmet iba detrás, cargado con bolsas y el rostro lleno de impresión, aversión, miedo y vete tú a saber que más.

―Lo conseguimos ―suspiró Marysa, liberando toda la tensión.

Yo no pude relajarme, repetí el proceso del campo protector a la inversa y antes de que se descompusiera del todo, salí corriendo. Faltó poco para que derrapara con la tierra y me callera al suelo. El corazón me había empezado a latir en el cuello, cuando llegué al otro lado del todoterreno, casi se me cayó el alma a los pies.

La sudadera que había usado como tapón para retener la hemorragia de la herida estaba casi empapada. Liam tenía los ojos cerrados. Casi me tiré a su lado. Como estuviese muerto…, me relajé al comprobar que le pecho le subía y bajaba con sus respiraciones leves e irregulares.

―Liam ―lo llamé. Rodeé sus mejillas con mis manos para espabilarlo. Tenía la piel fría y cubierta de sudor. El cuerpo le temblaba demasiado―. ¡Liam!

Abrió los ojos, aunque no del todo. Brillaban febriles. Gimió y casi sentí su dolor en mi cuerpo. Los ojos empezaron a cerrársele…

―¡Hey, oye! ―exclamé, moviéndole la cara con suavidad, de un lado a otro. No podía dormirse―. No te duermas, mírame.
Tragó saliva con fuerza.

―Tengo sueño ―clamó, pero no cerró los ojos.

El trote de varios pies me llegó por la derecha. Las sombras de los demás apagaron la escasa luz que quedaba. Suspiré, para tranquilizarme. No podía dejarme llevar por las emociones. Me giré hacia ellos, sin soltar las mejillas de Liam.

―¿Qué hacemos? ―murmuró Jules, casi muda de la impresión. Se dejó caer a mi lado y  presionó la herida con sus manos. Si yo estaba catatónica, al borde de las lágrimas. No me quería imaginar ella.

―Hay que llevarlo a un hospital ―convino Emmet, metiendo las provisiones en el maletero.

―No…, a…, un…, hospital no ―respondió Liam, oponiéndose. A pesar de que la respuesta no era para mí, sólo me miraba a mí. Como pidiéndome en silencio que no dejara que lo lleváramos al hospital.

―¡No seas tonto, te estás desangrando! ―chilló Jules, apretando los dientes.

Ir a un hospital suponía entregarnos voluntariamente. Además, ¿qué documentación entregaríamos? En teoría, llevábamos muertos muchos años.

―Vamos a la cabaña, le sacaremos la bala allí ―propuso Marysa―. Sea como sea, no podemos perder más tiempo.

Emmet apartó a Jules con delicadeza. Se pasó el brazo de Liam por los hombros. Yo hice lo propio, al mismo tiempo que intentaba mantener la sudadera quieta sobre la herida. Todos los músculos de mi espalda se quejaron al incorporarlo, Liam soltó un alarido. El peso de su cuerpo impulsaba el mío hacia abajo. Las piernas se me doblaban.

No sé cómo, pero conseguimos subirlo al asiento trasero del todoterreno. Y antes de darme cuenta, Emmet conducía con agilidad entre los árboles, ascendiendo por la montaña, a una velocidad que iba más allá de lo peligroso.

―¿Creéis que nos siguen? ―preguntó, mirando por el espejo retrovisor interior.

―No ―respondió Marysa, que iba a mi lado―. Era un grupo aislado, debían de estar patrullando.

Yo estaba de rodillas sobre el asiento, con el cuerpo orientado hacia Liam. Taponaba la herida todo lo que podía, pero ya no era necesario. La sangre se había extinguido casi por completo, y eso era malo, muy malo.

―De haber sido una emboscada, habrían aparecido más cuando terminamos con los primeros―añadió Jules, con voz lúgubre.

Nadie dijo nada más. Los botes y los cambios bruscos de dirección hacían gritar a Liam, lo que no era tan malo, porque todavía sentía el dolor. La temperatura de su cuerpo estaba más baja que antes. Recordé la manera en la que me protegí en la piscina de agua. Traté de rodearlo con las moléculas calientes de los rayos de sol que se filtraban por las ventanillas. Me fijé en que las partículas que componían el cuerpo de Liam, eran apagadas, en contraste con todas las demás.

―Mejor…, ―agradeció cuando terminé.

Nuestros ojos se encontraron otra vez. Lo suyos no brillaban como siempre. Quería decirle algo capaz de transmitirle lo que sentía. No encontraba palabras. Quizá porque no sabía muy bien qué quería explicar. Sólo sabía que el pecho me dolía ya por los fuertes latidos del corazón.

―Somos un equipo, ¿recuerdas? No podemos romper el equipo hasta que estemos a salvo ―dije.

―Mmmm.

―Lo digo en serio, Wollatt. Ni se te ocurra morirte.

El espectro de una sonrisa apareció en sus labios.

―Vale, no me muero, no me muero…

Asentí. Me dolía la garganta por el esfuerzo de retener las lágrimas. Y ni siquiera sabía por qué quería llorar.

―Ya estamos.

Así era. El humo de la chimenea ascendía por los árboles y unos segundos después la estructura de madera apareció entre los árboles, justo al otro lado del pequeño lago. Emmet aceleró en el último tramo. Detuvo el todoterreno frente a la puerta, sobre el crujido de los guijarros. Jules saltó por la puerta antes de que apagara el motor. Emmet rodeó el coche hasta nosotros.

―¡Ayuda! ―chilló subiendo por las escaleras que llevaban el porche. El auxilio debió escucharse en todo el bosque.

La puerta se abrió antes de que alcanzara el pomo de la puerta. Tras ella aparecieron Kayden, Cali y Dael. Jules empezó a relatarles lo ocurrido atropelladamente. Cuando Kayden escuchó lo del disparo por poco se materializó junto a la puerta abierta del coche.  La cara se le descompuso al ver a su amigo en aquel estado.

―Llevémosle dentro. Ya ha perdido mucha sangre ―dijo Emmet.

Kayden respiró profundamente, para controlar sus emociones. Yo salí por el otro lado para no entorpecer el proceso, tras Marysa. Katrina y Colette se habían reunido con los demás a la entrada. Todos salvo Jareth. A ésas alturas ya no me sorprendía su desinterés. Desde luego, a mí me iría mucho mejor siendo como él.

―¿Estás bien? ―preguntó Cali asustadísima, agarrándome por las manos.

―Sí ―respondí.

Todos nos hicimos a un lado para dejar pasar a Emmet y Kayden, que prácticamente arrastraban a Liam por los hombros. Tuvieron que situarse de lado para caber por la puerta. Los presentes, se quedaron mudos por la visión. Lo llevaron al dormitorio de Emmet.

Inspiré hondo.

―¿Quién sabe extirpar una bala? ―pregunté, pasando la mirada en derredor sobre todos. Todavía no podía derrumbarme, aunque era cuanto quería.

―Jareth ―respondió Cali con timidez―. Jareth sabe.

Corrí dentro de la cabaña para buscarle. Escuché el sonido de los pasos a mi espalda. Jareth estaba sentado a la mesa. Con el gesto sereno, ajeno a todo. Las manos entrelazadas a la altura de la barbilla, como si meditara. La visión de Jareth me sacó de mis casillas. Rebasó la tensión de la situación. Me hizo explotar.

―¡Que venga alguien de una vez! ―Nos gritó Kayden desde la habitación.

―Sácale la bala ―rugí, clavándome las uñas en las palmas de las manos.

―Hazlo tú ―respondió.

Jareth se levantó de la silla, dispuesto a largarse. El monstruo que a veces me allanaba se despertó. Me lancé contra él y lo plaqué con el antebrazo por el cuello. Parapetamos hasta que lo dejé atrapado contra la pared y mi cuerpo, justo al lado de la puerta del baño. Pegué mi rostro al suyo, tanto, que nuestras narices se rozaban.

Sabía que lo que me estaba ayudando a sostenerlo era la rabia y el factor sorpresa. Y que se estaba dejando, porque si quería, podía aplastarme como a una cucaracha.

―¡Alaska, suéltalo! ―chilló Cali. Vi por el rabillo del ojo que Jules la impedía venir a socorrerlo agarrándola por los codos.

―Sácale la bala, maldito hijo de perra. ―Quise sonar decidida, amenazadora. Sin embargo, en medio de mi ultimato, la voz se me quebró y las lágrimas brotaron de mis ojos―. Por favor…

Lo solté. Jareth no se movió. Se quedó ahí mirándome, como si buscara algo. Al final, negó con la cabeza, reprochándose algo que nadie más sabía y se frotó la frente.

―Marysa, enciende los fuegos y pasa un cuchillo para desinfectarlo. También…, también necesito algo para sacar la bala.

―¿Sirven unas pinzas para las cejas? ―preguntó Katrina, acercándose a nosotros.

―Sí, pueden valer.

Katrina asintió y fue corriendo al baño. Un minuto después, Jareth se introdujo en la habitación con unas tijeras en la mano. Después Katrina, con las pinzas. Y por último, Marysa, con el cuchillo.

Con el primer grito de Liam, me derrumbé y salí corriendo de la cabaña.


Por primera vez, en muchos años, quería sumergirme dentro del agua y no salir jamás. Cualquier cosa, incluso eso; era mejor que escuchar los gritos de Liam. Necesitaba que se callara, no podía soportarlo más. Había perdido la noción del tiempo, lo único que podía percibir eran los gritos y su dolor…, sobre todo su dolor.

No lo entendía. Había visto personas morirse ante mis ojos. Que también se habían llevado balas que debieron de impactar en mí. ¿Por qué sentía que me estaba ahogando? ¿Por qué me parecía tan terrible que Liam muriese? ¿Qué había cambiado?

Sentía que un gran cráter se estaba abriendo bajo mis pies y que me caería en él en cualquier momento. Y yo sólo quería huir, más que nunca.

―No te sientas culpable.

El reflejo de Cali apareció en la superficie ondeante del agua, justo a mi lado. Aparté la vista y me di la vuelta.

―¿Se la han sacado ya? ―pregunté, sorbiéndome la nariz. Me retumbaba la cabeza de tanto llorar. Cali apareció frente a mí.

―Sí, le está cosiendo la herida. ―Estaba vivo, por lo menos estaba vivo―. Pero ha perdido mucha sangre, necesita una transfusión.
―Mierda―. Por fortuna, el abuelo de Emmet y Katrina estaba enfermo, al parecer tienen vías y el material necesario. Kayden es compatible.
Asentí. No sabía qué decir.

―Nos han contado lo que ha pasado. No es tu culpa ―repitió, elevando mi mandíbula con el índice y el pulgar. Ojalá pudiera tener su temple, su fortaleza.  

―Es mi culpa.

―Que tú propusieras el plan no significa que sea tu culpa. Nuestras suposiciones eran acertadas, no esperaban que estuviéramos en el bosque. Sólo tuvisteis mala suerte.

Casi me reí.

―Siempre es eso para nosotros, la mala suerte ―se me escapó un gemido y más lágrimas brotaron. ¡Por Dios! Llevaba sin llorar más de treinta años y rompía la racha por un chico que ni siquiera me caía bien.

Cali me abrazó. Con la fuerza y ejerciendo el soporte que sólo da una amiga. Que no hace que las cosas mejoren, pero que consuela. Dejé que lo hiciera, porque Cali no aceptaría un no por respuesta y bueno, porque sólo dejaba que ella me consolara así. De nuevo, la noción del tiempo se volatilizó, y no sabía el tiempo que transcurrió hasta que Dael nos pegó un chillido desde la cabaña para que entrásemos.

Respiré hondo. Sequé las lágrimas. Regulé mi respiración todo lo que pude. Nadie más tenía por qué percatarse de mi debilidad. Me di cuenta, de que ya había anochecido.

Todos estaban sentados en los sofás. Como en una especie de reunión siniestra. La puerta de la habitación donde estaba Liam estaba cerrada a cal y canto. Kayden se apretaba un trozo de papel en el antebrazo. Traté de ignorar los ojos incisivos clavados en mí.

―Hay un problema ―habló Jules.

―¿Cuál? ―preguntó Cali.

―La transfusión lo ha estabilizado un poco ―prosiguió Jareth por ella―. Sin embargo, sigue necesitando antibióticos, y aquí no hay. No aguantará ni la mitad de la noche sin ellos.

Katrina se levantó de un salto, con el dedo índice levantado.

―Hay algo que no entiendo ―expuso. Emmet la miró con desaprobación, como si no fuese el momento oportuno para eso (desde luego, no lo era)―. Sois inmortales, ¿no sé supone que no podéis morir?

―Ahí está el kit de la cuestión. ―Fue Dale quien respondió, por supuesto―. Somos inmortales, pero podemos morir. De hecho, nuestro sistema inmunitario es mucho más vulnerable que el vuestro.

»Todo ser vivo tiene una debilidad, un Talón de Aquiles que lo hace vulnerable. El nuestro; es ése. Nada funciona del todo bien en este mundo.
Ya sabéis de quién saqué la inspiración para buscar el fallo en el campo de fuerza.

―De hecho, tras la guerra, la MEA creó pandemias de Tularemia y Fiebre Tifoidea, entre otras, para matarnos ―añadió Marysa―. Más de la mitad de nosotros murió. Eso sin contar la de millones de personas inocentes que se llevaron por delante sólo para deshacerse de sus creaciones.

―Ah. ―Se limitó a decir Katrina, volviendo a su sitio.

Kayden suspiró irritado. Yo opinaba lo mismo, la clase de Historia podía esperar para después.  

―No me dejan bajar al pueblo a por antibióticos. ―Me miró directamente a mí, buscando ayuda.

―No es que no le dejemos, ni que no queramos ―dijo Colette, precisamente la persona menos indicada para decir «no queremos»―. Pero la MEA se habrá dado cuenta de que estamos en el bosque. Sería como un suicidio… no merece la pena.

Mi primer impulso fue crearle un grano enorme en toda la nariz, que era lo que más le afectaría. Odiaba a Colette, y ahora más que nunca, me arrepentía de haberla ayudado. Pero no le puse el grano. Respiré hondo. Lo que mejor funciona con los humanos son las palabras. Sólo con las adecuadas les convencería.

―Si fueseis vosotros los que estuvieseis en esta situación ―señalé la puerta de la habitación, esperando que no me temblara el brazo―, os gustaría que alguien hiciera lo posible por ayudaros.

―Es una locura, podemos ponernos a todos en peligro―. Jareth la apoyó. En los demás, sí causó el efecto que quería.

«Tú sigue con las palabras, no te sofoques.»

―Yo voy a bajar a por los antibióticos. No me lo vais a impedir. Así que quien quiera que me acompañe.

Kayden se levantó; seguido por Jules. Cali me agarró por la muñeca. Sabía que Marysa no se levantaba porque estaría cansada por haber usado sus poderes tanto rato y no quería entorpecer la misión. Yo me sentía igual, pero si había alguien que tenía que arriesgarse, era yo.

―Yo iría, pero seguro que soy de más ayuda aquí. ―Se excusó Katrina. Yo sabía que no estaba siendo una cobarde, sino sincera.

―Jareth, apunta lo que necesites en un papel ―ordenó Kayden.

―Nos vamos dentro de diez minutos―informó Cali.

Dael se acercó a mí cuando el grupo se hubo dispersado.

―Ten cuidado, Alaska ―sonó más como una amenaza que como una petición.

―Siempre lo tengo.

A pocos minutos de marcharnos, las piernas me llevaron hasta dónde estaba Liam. Supongo que necesitaba ver lo mal que estaba para no titubear, o tal vez, necesitaba verle, sin más.

En la habitación hacía un calor sofocante y el aire estaba cargado con el olor metálico de la sangre. Habían dejado la lámpara de la mesilla encendida. Liam estaba tumbado junto al borde derecho de la cama de matrimonio. Una venda le cubría el torso hasta por debajo de los pectorales. El pecho le subía y bajaba irregularmente, seguro que por la fiebre. Creo que me quedé sin aire. Todavía no entendía la razón por la que me había salvado.

Caminé hacia él hasta situarme al borde de la cama, a la altura de su cara. Me alegré de que estuviera dormido. Tenía el rostro despejado, con el pelo echado hacia atrás, un poco menos pálido que antes. Parecía un niño pequeño sin la arruga constante del ceño. Me gustaba ese Liam. Al descubierto, sin las capas de arrogancia bajo las que se ocultaba.

Debía reconocer que al verle, me tranquilicé bastante. No parecía tan muerto como en mi imaginación. Era tonto, irritante y un ególatra. Pero también un superviviente.

Me dispuse a marcharme, no podíamos perder tiempo. Pero cometí el error de cogerle la mano y ya no me pude mover; un tirón familiar me catapultó hacia el pasado.

No puedo explicar con claridad todo lo que veo en el pasado. Me gustaría poder desligarlo en escenas, analizarlo, incluso disfrutarlo. Sólo sé que estoy en casa, en Nueva Orleans. Justo después de la Primera Guerra Mundial, cuando conseguí escapar de los laboratorios. No recuerdo mucho esta época de mi vida. Siempre que trato de recordar los detalles de los tres años que pasé trabajando en una finca de nuevos ricos, los contornos del recuerdo se difuminan. Soy incapaz de rememorarla con consistencia. Sólo queda lo importante: que me atraparon tres años más tarde. La MEA dio con mi paradero y me llevó de vuelta a Alemania hasta que me soltaron de nuevo en el campo de batalla. Después de este viaje al pasado, comprendo por qué era incapaz de recordarlo.

Como digo, ojalá pudiera narraros parte por parte lo que pasó. Pero ni yo misma lo entiendo, más bien, lo siento. Las vivencias de aquellos años vuelven al hueco de mi memoria del que no deberían haberse ido nunca. Me reconcilio con esa chica de dieciocho años que pasó escondida en el almacén de un barco durante un mes solo para volver a casa y descubrir que toda su familia estaba muerta. Puedo sentir la suavidad de la harina en mis manos. Veo a los dueños de la casa dispensando órdenes por doquier. Escucho el albedrío de Nueva Orleans. Noto del cosquilleo de la primera vez que escuché el jazz. Y lo más importante, lo veo a él, veo a Liam Wollatt. Y lo siento, noto como poco a poco la chica de dieciocho años que fui se enamora de él; lento, rápido, sin remedio.

El Liam de los años veinte trabaja como capataz en la misma finca. Es una persona distinta, más roto, pero más humano también. Me enamoro de él porque lo sé, no sé cómo, pero sé que entiende por lo que estoy pasando. Es como yo, es un Primordial. Escondida tras la puerta del establo, veo como manipula la energía de las cosas. Como hace que algo oscuro brille con intensidad. Como calma a los caballos cuando se encabritan con solo tocarles.

Al principio no pasa nada, no me presta atención. Alaska solo es la sirvienta que le lleva la comida a él y a su compañero. Su compañero es Kayden, por cierto.  Y entonces ahora comprendo a lo que se refería Liam esta mañana; «… es el único que ha estado siempre en ésta.»

Después las cosas cambian. Liam se fija en mí con más frecuencia. Me habla, y si el dolor le pilla desprevenido, incluso sonríe. Como nunca ha sonreído aquí. Hasta que un día, muchos meses después, me besa en la oscuridad de los establos.

Hay un cambio de tiempo. Navego por ese año, entres fiestas, mercados, carreras en caballo y mucho más de Liam.

Aprendemos a ser felices, nos reconciliamos con lo que somos. Tratamos de sobreponernos a la guerra, como otros lo han hecho. Hablar nos hace bien, contar todo lo que nos pasó es terapéutico. Liam asegura que no tenemos que preocuparnos, pero yo me preocupo. Kayden también lo hace. No confío en esta paz, no confío en los que nos hicieron esto.

Otro salto en el tiempo…

Pasan tres años desde que regresé a Nueva Orleans. Mi yo pasada empieza a confiar en la paz. Liam y yo estamos pensando en irnos de aquí. Me gustan sus pronósticos. Me gusta creer que podremos tener una vida a pesar de que no será como debía ser.

La Alaska de ahora, la que está viendo esto como una simple espectadora, sabe que el momento se acerca. Entonces como si mis
pensamientos lo hubieran provocado, una noche, todo se va al traste. Liam y yo estamos en su habitación, tumbados el uno al lado del otro. Kayden entra hecho una furia, con la cara perlada en sudor y los ojos chispeantes de terror. Y lo sé, nos han encontrado.

Intentamos huir y nos atrapan. Sin remedio, sin piedad alguna. Veo como meten en un avión. Me despierto días más tarde, amordazada en una celda, completamente sola. No sé qué ha sido de Liam ni de Kayden. Esa sensación, la de sentir que voy a perderlo, de alguna manera me mantiene alerta. Me esfuerzo todo lo que puedo por usar mis poderes, pero son tan nuevos que no consigo nada. Los días pasan, y llevaba por la desesperación empiezo a llamar a Liam a gritos, pero no hay respuesta, nunca hay respuesta.

Unos días después me llevan al centro de los laboratorios, desde donde operan. Deben de haberme echado algo en la comida, porque no siento las extremidades, casi no puedo mantener la cabeza erguida. Me atan a una camilla, me conectan unos cables a la cabeza. Pasan horas. Y aparece él, el hombre que me convirtió en lo que soy. Me mira con orgullo, como un invento que no fracasó, que salió adelante. Dice que no me preocupe, que me curará, que todo volverá a ser como antes. Después inyecta algo en mi brazo y caigo en un profundo sueño.

Cuando me despierto, Alaska tiene la memoria alterada. No hay nada de Liam, ni de Kayden. Cree que estuvo sola en Nueva Orleans. Cuando la están llevando de vuelta a su celda, ve a Liam a la lejanía. Sus miradas se cruzan, vacías. Ya no se recuerdan, no se quieren. El científico tenía razón. Hizo que todo volviese a ser como antes, cuando no tenía motivos por los que luchar.



Aterricé sobre mis pies. Vi a Liam, quieto y todavía dormido. Me temblaba el cuerpo, ante la verdad que se me acababa de revelar. No pude evitar resollar y soltar con ese quejido, todo lo que había reprimido durante años desmemorizada. Mi amor por él resurgió de pronto, como una patada en el centro del estómago. Demasiado fuerte, demasiado grande para poder siquiera soportarlo.

Entendí por fin lo que me pasó horas atrás, cuando sus ojos intentaban devolverme el pasado en el que habitaban. Y creía entender el porqué de nuestra situación. Cuando dejamos de tratarnos mal el uno al otro, algo de nuestros yoes perdidos se activó, se reconocieron. Por eso nuestro acercamiento, por eso había pensado que iba a morirme cuando la bala le impactó en el estómago. Me estaba despertando...

Un odio arcaico se apoderó de mí casi al mismo tiempo. La MEA me lo había quitado todo..., incluso a él. Pero acababa de recuperarle, y de alguna manera, sabía que Liam estaba dentro de ese recuerdo conmigo.

Entonces, a pesar de lo acojonada que estaba, la balanza invisible se equilibró. Ya no tenía ganas de huir. Tendríamos que sentarnos a hablar, asimilar todo. Porque por mucho que sintiese ese amor perdido reviviendo mi corazón, me daba tanto miedo que casi quería olvidarme de él de nuevo. Sin embargo, lo primero era salvarle la vida.

No me atreví a hacer otra cosa que apretarle la mano con fuerza de nuevo, aunque la Alaska que acababa de recuperar hubiera deseado algo más. Pero yo no me atrevía, me daba miedo acercarme a él. Perder el control, ponerme a llorar como una tonta.

Cuando hube dado dos pasos hacia la salida, todavía atontada e incrédula, la puerta se abrió. Era Kayden. Muy oportuno, por supuesto. No sé por qué lo hice, pero las palabras salieron sin permiso por mis labios:

―Tú lo recuerdas, ¿verdad? A ti no te borraron la memoria. ―Kayden se echó para atrás, como si le hubiese dado un puñetazo. Oteó la habitación buscando un sitio donde esconderse―. Siempre has sabido lo que la MEA nos hizo a Liam y a mí.

―Sí  ―confesó.

De nuevo rabia, dolor, ganas de matar a alguien...., un trueno estalló en el exterior. Tuve que respirar hondo tres veces. No era el momento para perder el control. Primero los medicamentos. Ya desataría la Tercera Guerra Mundial más tarde.

―Cuando consigamos esos antibióticos, vas a contármelo todo. Empezando por la razón por la que te has quedado callado.

Pasé por su lado para marcharnos, como si los últimos minutos, o los años, según se mirase, no hubiesen tenido lugar.


Sigue: Grey Lady (Mano de Malik)
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Mensaje por hange. Vie 12 Feb 2016, 6:20 am

KATE POR DIOS
POR DIOS
POR DIOS NO SABES LO QUE HAS HECHO CONMIGO Y MI CORAZÓN Y MIS SENTIMIENTOS
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hange.
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Mensaje por hange. Vie 12 Feb 2016, 6:14 pm

ZOEY:

KATEE:


aquí mis feels Primordials. - Página 11 2998878722
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Mensaje por indigo. Sáb 13 Feb 2016, 6:12 am

EMS MUJER Primordials. - Página 11 2256176263 Primordials. - Página 11 2256176263 cuando termine con el trabajo me voy a poner a responder bien tu comentario. PERO MUCHAS GRACIAS Primordials. - Página 11 1054092304
indigo.
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Mensaje por hange. Miér 17 Feb 2016, 12:16 pm

ES QUE NO PUEDE SER Primordials. - Página 11 1022085747 fue demasiado tu capítulo Primordials. - Página 11 1022085747
hange.
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