"Una Niña Rica" (Joe&Tu) [TERMINADA]

___(Tn) miraba por la ventana de su apartamento en la Quinta Avenida. La vista era magnífica, lo mejor que la ciudad tenía que ofrecer. El Parque Central estaba en su apogeo con la verde promesa de la primavera. Los vendedores de las calles estaban ocupados pregonando sus artículos ante el continuo río de gente que caminaba a empellones para hacer sus cotidianos negocios.

Ella levantó el rostro al sol y cerró los ojos mientras absorbía el bienvenido calor.

—¿Quiere llevarse esa bata consigo?

___(Tn) se volvió para mirar a su doncella, Calinda, que sostenía una bata azul de seda oriental que su padre le había comprado en China.

—Sí, guárdala —dijo—. Puedo usarla en la piscina.

___(Tn) revisó su maletín por enésima vez para asegurarse de que había guardado todos los cosméticos necesarios. No era que fuera a necesitarlos, pues planeaba quedarse en casa y fuera de la vista la mayor parte del tiempo. Se iba a quedar en la casa que su padre tenía en las Hampton para descansar, relajarse… y olvidar.

Los dos meses que habían pasado desde su «escapada a las montañas», nombre con que los medios continuaban refiriéndose al tiempo durante el que convivió con Joseph, los pasó tratando de eludir a la prensa. Durante las primeras semanas, contuvo el aliento esperando que por algún lado publicaran sus fotos de desnudos. Cuando no ocurrió, volvió a caer en un estado incómodo de espera hasta que cayera la siguiente gota… aunque quizá Joseph le había dicho la verdad… al menos acerca de las fotografías.

Eso no quería decir que los periodistas de Nueva York la hubieran dejado en paz. El anuncio de Víctor de que ella había reconsiderado sus planes para casarse con Justin Farrell solamente había activado a la prensa en su ya maniática persecución de todo lo que tuviera que ver con ___(Tn) Beck.

Joseph había resultado afortunado. Ella no había sabido de él desde que desapareció de la habitación de su villa la noche que fueron rescatados. Se decía que no le importaba, que él era un mentiroso y muchas otras cosas más.

Pero su corazón le contaba otra historia.

Incapaz de detenerse, se tragó su orgullo y llamó a Jack Ryan para saber dónde estaba. Parecía que no había desperdiciado el tiempo en pedir dinero prestado a Jack para tomar ese avión a África el día después de su rescate. Por lo que ella sabía, no había regresado.

___(Tn) estaba decidida a superar su dolor. Su situación era imposible y lo había sido desde el principio. Después de todo, en realidad ella sólo había conocido a ese hombre durante dos días de su vida. Él no debería consumir sus pensamientos de esa forma. Ya era hora de que tomara alguna medida para atar los cabos sueltos y poner todo eso en su correcta perspectiva.

Los dos últimos meses los pasó ocupada entrevistando a gerentes para su fundación. Era sorprendente ver cuánto trabajo significaba donar dinero. Tuvo que encontrar un espacio para oficina, contratar personal y estudiar solicitudes de donativos sin fin, de organizaciones benéficas. Ese negocio ocupaba demasiado tiempo y ella se sentía agradecida por el trabajo. La forzaba a pensar en algo más que en sí misma… en algo más que en Joseph.

Pero en ese momento necesitaba escapar. Se había estado descuidando y había perdido peso y sus amigos la habían animado a que se fuera al Caribe para descansar. ___(Tn) no deseaba estar tan lejos de su joven organización, así que eligió la famosa y estrecha franja de paraíso a lo largo de la costa sur de Long Island.

Sólo quedaba un último cabo que atar y ése había sido Justin Farrell. La última noche ella solucionó esa situación al cenar con Farrell y explicarle que nunca se casaría con él.

Sin embargo, los periódicos de esa mañana, habían contado otra historia. Una foto de ella y de Justin, en el restaurante durante la última noche adornaba la columna de crónicas sociales de uno de los periódicos más importantes de Nueva York, atizando el rumor de que la boda estaba «programada» de nuevo.

—Está todo hecho —dijo Calinda—. ¿Quiere que lleve las maletas al coche?
—Sí, por favor —respondió ___(Tn)—. Me voy en unos minutos.

Calinda caminó hacia la puerta con una maleta en cada mano.

—Oh, se me olvidaba decirle algo. Su padre llamó temprano esta mañana. Quiere que usted vaya a su oficina.
—¿Dijo de qué se trataba?
—No, señorita. Solamente dijo que se detuviera en su camino hacia la isla.
—Gracias, Calinda.

La doncella asintió y salió del cuarto. ___(Tn) se preguntó de qué se trataría. Ella había hablado con su padre la noche anterior y él había tratado de disuadirla de irse. Le dijo que se estaba escondiendo y que eso no era saludable. Quizá fuera así, aceptó, pero necesitaba tiempo para estar a solas. Se preguntaba para qué deseaba verla que no pudiera esperar.


—¿Lista para irte? —preguntó Víctor mientras colgaba el teléfono de su despacho.
—Sí. Ya estaba en camino cuando Calinda me dio tu mensaje. ¿De qué se trata, papá?
—De esto —le dijo y le pasó una corta nota manuscrita sobre un papel arrugado.

___(Tn) rápidamente leyó la nota. Era una solicitud para una entrevista de «negocios». Su corazón saltó alocado en su pecho ante la vista de la firma de Joseph.

—No puedo creerlo.
—Estará aquí en unos minutos. Pensé que tú querrías estar presente.
—¿Por qué ahora?
—Supongo que necesita dinero.
—El necesitaba dinero antes. Debe tratarse de otra cosa.
—___(Tn), no trates de encontrar algo más en esto de lo que es. Le dije que yo doblaría cualquier oferta que recibiera por las fotografías. Probablemente ha decidido que está listo para hacer el trato. Tal vez elevará la cantidad.
—Él tuvo su oportunidad de…

Víctor la interrumpió con un movimiento de su mano.

—¿Por qué si no querría ponerse en contacto conmigo? No quiero parecer cruel, cariño, pero si él hubiera querido verte a ti, te habría llamado directamente.

Antes de que ___(Tn) pudiera pensar en rebatirlo de forma adecuada, el sonido del intercomunicador les interrumpió:

—¿Señor Beck? El señor Jonas desea verlo —anunció la recepcionista.
—Mándelo para aquí —Víctor apretó el botón—. Deja que sea yo quien hable, ___(Tn) —le dijo a ella.


Joseph se detuvo frente a la puerta de la oficina. Él se había obligado a hacerlo personalmente. Las fotografías eran como una piedra en su bota, un constante e irritante recordatorio de lo que en su mente se había convertido en un sueño imposible. Por lo menos se había dicho unas cien veces que era mejor desembarazarse de ellas, y sin embargo nunca tomaba la decisión de destruirlas. Era casi como si estuviera lastimando a la propia ___(Tn).

Ya que no podía hacerlo él mismo, sólo existía una persona en quién podía confiar. Víctor Beck. A pesar de lo poco atrayente que le resultaba tratar con ese hombre, Joseph tenía la sensación de que él era la persona más segura e indicada para ayudarlo a deshacerse de lo que rápidamente se estaba convirtiendo en una adicción.

De forma estúpida, se había llevado las fotografías consigo a África. En momentos extraños del día o de la noche, las fotos parecían llamarlo, perseguirlo, tentarlo… y él siempre se rendía. Había sacado de su escondite y guardado una o dos fotos dentro de su mochila y las miraba, recordando el contacto de su piel contra la suya, el sabor de su cuerpo. El viaje había sido duro y la historia cruel, pero el tormento que llevaba dentro de sí sobrepasaba cualquier otra pasión que él pudiera poner en su trabajo.
Tenía que terminar. Joseph sacudió la cabeza como para aclararse las ideas y giró el pomo de la puerta. La puerta se abrió y entró.

___(Tn) había olvidado lo apuesto y alto que era; su presencia llenó por completo la sala. Estaba más delgado y muy bronceado. Tenía el corazón en la garganta pero se las arregló para mantener una expresión indiferente. Ella giró la silla en su dirección.

Joseph avanzó otro paso y se quedó como muerto. Sus entrañas se retorcieron. Él no había esperado verla. A propósito le había escrito a Víctor con la intención de evitar cualquier contacto con ___(Tn). Pero aparentemente eso no iba a ser posible.

Durante un largo momento él la observó. Estaba tan hermosa como su imperfecta memoria recordaba. Quizá incluso más, teniendo en cuenta que la luz del sol caía como un río a través de la pared de cristal derramando un esplendor dorado en torno a ella. Parecía tranquila e impenetrable.

En cambio, él estaba cansado, irascible y no podía caminar muy bien. Su rodilla había recibido malos tratos en África, con las difíciles condiciones del viaje y las interminables caminatas durante los dos meses que duró su trabajo. Definitivamente, pensó, ya estaba demasiado viejo para eso.

—Señor Jonas —dijo Víctor y salió detrás de su escritorio con la mano extendida.

Joseph se la estrechó reacio. Esa no era una visita de placer. Como su nota decía, era de negocios. Su negocio.

—¿No vas a saludarme? —preguntó ___(Tn) sorprendida de lo tranquila que sonaba su propia voz.

Se levantó y se situó junto a su padre para mirar a Joseph. Él parecía cansado, pero maravilloso ante sus ojos hambrientos. Demasiado maravilloso.

Joseph cambió el peso hacia su pierna buena.

—Señorita Beck.
—¡Oh! Creo que estamos más allá de las formalidades ¿no es así Joseph? Podemos llamarnos por nuestros nombres.
—___(Tn) —dijo y le tendió la mano. La palabra salió de sus labios con facilidad. ¿Por qué no iba a ser así? La había musitado cada hora que pasaba de cada día y probablemente durante la noche, durante los últimos dos meses—. ¿Cómo estás?

Sus manos se tocaron y Joseph sintió el choque subir por su brazo y a través de su sistema nervioso como una descarga eléctrica. Él la soltó con rapidez. ___(Tn) levanto un poco la barbilla y Joseph reconoció esa reacción defensiva.

—Bien.
—Me sorprende que estés aquí. Pensé que esos planes de boda tuyos te mantendrían ocupada.
—No hay planes de boda, Joseph. Creí que lo había dejado perfectamente aclarado… ¿cuándo fue? ¿Hace dos o tres meses?
—Dos —dijo él con tono quedo.
—¡Oh, sí! Dos. El tiempo vuela cuando uno está tan ocupado —dijo y se alejó caminando hasta la pared de cristal. Su estómago ardía y sentía que la sangre se le subía al rostro. No deseaba que él la mirara así, que la observara y casi se alimentara con ella.
—Los periódicos de hoy decían que la boda seguía en pie —sus entrañas se le revolvieron de la misma forma que en el aeropuerto, cuando por primera vez vio la fotografía de ella y de Farrell en la página de People.

Ella le lanzó una mirada helada.

—Tú precisamente, deberías saber que no hay que creer todo lo que dicen los periódicos.

Sus ojos se encontraron y retuvieron la mirada. Cientos, miles de sentimientos sin solución, ambiguos y truncados circularon entre ellos.

Víctor tosió. Joseph dejó de mirarla y volvió su atención al padre.

—Usted dijo que tenía algunos negocios que discutir —dijo Víctor.
—Sí.
—Supongo que se trata de las fotografías.

Joseph le mostró un sobre grande.

—Así es.
—¿Las tiene consigo?

La cabeza de Alexandra dio un giro completo. Joseph la miraba al responder:

—Sí.
—Los tiempos deben de ser muy difíciles, Joseph, si finalmente estás dispuesto a venderlas —dijo ella—. Recuerdo una conversación similar, cuando te negaste de forma inflexible.
—Eso fue entonces.
—Sí. Eso fue entonces —repitió ella.

___(Tn) dio un paso hacia adelante, con un nudo en la garganta. Tenía que salir de allí, alejarse de él. Esa era una tortura que no estaba preparada para soportar. Se encomendó a Dios, pues ante su vista, su amor por Joseph se había avivado. «¿Por qué?» se preguntaba. «¿Por qué tuvo que regresar?».

___(Tn) recogió su bolso y pasó ante su padre y Joseph. Abrió la puerta y se volvió; las lágrimas, de forma visible, le inundaban los ojos y miró a los dos hombres.

—Dale lo que quiera, papá. Se lo merece.

Dio un portazo al salir y dejó a los dos mirando al vacío. Víctor se movió para pedirle que regresara, pero Joseph lo detuvo.

—Déjela ir —su voz sonaba tan resignada que Víctor hizo un doble intento.
—Esto… bueno. Supongo que debemos sentarnos a tratar de negocios.

Joseph arrojó el sobre sobre la mesa de Víctor.

—Los negativos también están ahí. Yo mismo los revelé, así que no tiene que preocuparse de que nadie más tenga copias.

Víctor no recogió el sobre; en lugar de eso sacó de un cajón de su escritorio un talonario de cheques. Se sentó y se puso sus gafas de lectura.

—¿Cuánto, Jonas? —preguntó mientras escribía el nombre de Joseph en el dorso de un cheque.
—Nada.

Víctor levantó la mirada hacia él.

—¿Nada de dinero?
—Nada.
—¿Qué significa esto? Si no quiere un pago por las fotografías, entonces… ¿qué quiere?
—Tranquilidad mental.

Víctor se quitó las gafas y volvió a sentarse. Observó detenidamente a Joseph durante largo rato.

—El dinero no puede comprarle eso —dijo Víctor.
—Dígamelo a mí.

A pesar de su cinismo, lo que más deseaba Joseph era la tranquilidad mental que había tenido antes de poner sus ojos en ___(Tn) Beck. Él reconocía que la única forma de conseguirlo era sacarse a ___(Tn) de la cabeza. Y tener sus fotografías disponibles se lo impedía, porque la amaba. Ése era un problema con el que tendría que aprender a vivir. Ella nunca sentiría lo mismo por él. Lo había demostrado al tener tan baja opinión de su persona. ___(Tn) no podía confiar en él, no sabía cómo hacerlo. Joseph siempre sería sólo una sucia palabra para ella: periodista.

Víctor le indicó con un gesto que se sentara. Joseph asintió y se sentó en la misma silla que ___(Tn) había ocupado. Fatigado del viaje estiró su pierna derecha y se dio un masaje en la rodilla.

Víctor entornó los ojos.

—¿Ama a mi hija?

Joseph dejó de frotarse la rodilla. Levantó la mirada hasta los penetrantes ojos de Víctor.

—¿Qué importancia puede tener eso?
—No responda mi pregunta con otra pregunta, jovencito. ¿La ama?
—Sí.

Una lenta sonrisa se dibujó en las facciones del hombre mayor.

—Eso pensé. Ella lo ama también.

Joseph sacudió la cabeza.

—No, no me ama. Me llamó mentiroso y tramposo.

Víctor rió en voz alta.

—Esa es mi ___(Tn). Muy dramática, muy parecida a su madre. Cuando yo cortejaba a Felicia, me llamaba el «Barón Ladrón».
—Y tenía razón.

Víctor volvió a reír.

—¡Claro que sí! —se levantó y rodeó el escritorio para detenerse junto a Joseph. Recogió el sobre con las fotografías y se lo tendió.
—Déselas a ___(Tn), no a mí. Dígale lo que siente por ella. Creo que estará agradablemente sorprendida.

Joseph sacudió la cabeza.

—No funcionará. Procedemos de dos mundos diferentes.

Víctor puso una mano sobre el hombro de Joseph.

—Si usted en realidad lo desea, puede convertirlo en uno.

Joseph lo miró.

—Yo hubiera jurado que usted sería la última persona en el mundo que deseara vernos a nosotros juntos.
—Me preocupa mi hija y deseo que sea feliz. Creo que usted puede lograrlo.

Joseph se levantó.

—Aunque eso fuera posible, no sabría por dónde empezar con ella.
—Empiece diciéndole cómo se siente. Ella está camino de mi casa en las Hampton. Va en coche. Me encargaré de que mi helicóptero lo lleve y llegará allí antes que ella.
—¿Por qué hace esto? —le preguntó Joseph.
—Porque contrariamente a lo que todos dicen de mí, señor Jonas… —Víctor esbozó la mejor de sus sonrisas—… yo, en realidad, también tengo corazón.


Era peligroso conducir llorando. ___(Tn) descubrió eso en cuanto salió a la autopista de Long Island y tuvo que echarse a un lado de la carretera. Reanudó el viaje sólo después de recuperarse, aunque en ese momento el maquillaje se le había estropeado y tenía los ojos hinchados. ¿Y qué le importaba? Allí no habría nadie que la viera. Pisó con fuerza el pedal del acelerador. Cuanto antes llegara a la casa, antes podría acurrucarse en posición fetal y llorar hasta dormirse.

La casa estaba situada en un terreno extenso, con una entrada bordeada de árboles que se abría ante una enorme meseta con vista hacia las dunas. Era de estilo contemporáneo, de varios pisos, construida en madera y cristal. Ella amaba ese lugar; siempre la consolaba cuando su vida no iba exactamente según sus planes.

Esperaba que la casa estuviera a la altura de ese nuevo reto.

___(Tn) dejó las llaves y las maletas en el coche. De pronto se sentía muy cansada. La tensión de ver a Joseph de nuevo casi había sido más de lo que podía soportar. Todo lo que deseaba hacer era desvestirse y refugiarse en su cama.

La puerta principal estaba abierta y ella entró en el aireado vestíbulo. Se preguntaba dónde estaría George, el cuidador. Le había llamado por teléfono para decirle que iba a ir ese día. La casa parecía fresca y limpia y las ventanas estaban abiertas para recibir la brisa marina.

Pensó que, probablemente, George estaría ocupado haciendo algo en algún otro lugar del terreno. No tardaría en ver su coche y sabría que estaba allí. Despacio, con firmeza, subió la escalera hasta el tercer piso, donde estaba su dormitorio. Al aproximarse a la entrada del grupo de habitaciones que le correspondían, oyó que el agua corría. Pensó que quizá George había sido tan considerado que estaba llenando una bañera de agua caliente para ella y sonrió al entrar en la habitación.

—¿George? —gritó.

No hubo respuesta.

Dejó su bolso sobre la mesa y se dirigió con cautela hacia la cama. El sonido del agua corriente era más fuerte.

—¿George? ¿Eres tú?

El silencio la estremeció. Con ansiedad, se acercó más al cuarto de baño contiguo, pero se volvió al notar que había algo en su cama. Se aproximó más.

Fotografías.

Cogió una: era ella. En la bañera de agua caliente en Vermont. Tenía los ojos cerrados y sus senos sobresalían del agua.

Eran las fotos de Joseph.


Se preguntó cómo habían llegado hasta allí. Un estremecimiento le recorrió la espalda. Dejó caer la foto y cogió otra y luego otra más. Todas eran diferentes tomas de la misma escena, en secuencia de tiempo.

Por primera vez descubrió la ropa desperdigada por el suelo. Fue recogiendo prenda por prenda. Una camisa de tipo safari. Su corazón empezó a palpitar con fuerza. Recogió el siguiente artículo: unos pantalones de color caqui.

Eso era. No necesitaba ser Sherlock Holmes para averiguarlo. ___(Tn) entró como un rayo en el baño y se detuvo de repente ante la vista de Joseph, con los ojos cerrados, acostado cuan largo era en la bañera de masaje.

Por un largo momento los ojos de ___(Tn) bebieron aquella visión. Su corazón creció dentro de su pecho con innegable amor. Mientras el agua burbujeante acariciaba sus amplios hombros bronceados, él abrió los ojos.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —inquirió ella.
—___(Tn). ¿Qué tal el viaje?
—No has respondido a mi pregunta.

Sabía que tenía que mantener el control, pero no era fácil con él, tan largo y gloriosamente desnudo sólo a unos pasos de ella.

—En helicóptero.
—¿El de mi padre?

Joseph asintió.

—Él pensó que yo debía entregarte las fotografías personalmente.
—¿Cuánto le costaron?
—Nada. Son tuyas.
—¿Qué estás diciendo, Joseph? —preguntó con el corazón acelerado.
—Desvístete y reúnete conmigo y te lo contaré todo —le dijo.
—¡Ja! —Sacudió la cabeza—. No hasta que me digas qué estás haciendo aquí.
—Satisfaciendo una fantasía.
—Joseph…
—Vamos, cariño, el agua está caliente…
—¿Dónde está George? —preguntó.
—Lo envié a la tienda. Pensó que cenaríamos aquí esta noche. ¿Te parece bien?
—Joseph…
—___(Tn), me estoy convirtiendo en una ciruela pasa.
—No puedes pensar en serio que yo voy a meterme en esa bañera contigo.
—¿Y por qué no lo harías?
—¿Por qué debería hacerlo?


Joseph se sentó. Las gotas de agua brillaban en el vello de su pecho y ___(Tn) tuvo que hacer grandes esfuerzos para no acariciarlo.

—Porque te deseo.
—No es suficiente —dijo, pero sus rodillas se debilitaron ante sus palabras.
—Porque te necesito.

___(Tn) empezó a desabrocharse la blusa.

—Caliente, caliente.
—Porque, amor mío, estoy locamente enamorado de ti.

___(Tn) sonreía de oreja a oreja.

—¿Lo dices en serio?
—Métete aquí y te mostraré cuánto.
—¿La lección uno, la dos o la tres? —le preguntó.
—La cuatro.

En cuestión de segundos, su ropa estaba en el suelo y ___(Tn) estaba acunada entre sus brazos. Se sentó a horcajadas sobre él y descubrió que ya estaba completamente excitado.

Durante un largo rato, Joseph la miró a los ojos. Como un ciego delineó cada rasgo de su rostro con la yema de los dedos, como si los reconociera con el poder de su amor.

—Te amo —susurró ella.

Y entonces la besó. ___(Tn) entreabrió los labios para él y Joseph no perdió el tiempo en explorar su boca ampliamente con la lengua. A ella se le encogió el estómago mientras el centro de su deseo se henchía y florecía en respuesta a su aroma, a su sabor, a la sensación de sus manos sobre su piel. El calor del agua no era nada comparado con la ardiente necesidad que sentía dentro de ella.

Joseph inclinó la cabeza y la cogió del cabello para mantenerla quieta mientras se deleitaba con su boca.

—¡Oh, Dios, cómo te he echado de menos! —dijo Joseph cuando apretaba su suave cuerpo contra el suyo—. Cada día, cada noche en África fue un infierno sin ti.
—Siento haberte llamado mentiroso y tramposo.
—Siento haber huido de ti. Yo nunca me he detenido para intentar que las cosas funcionen. Siempre traté con mis problemas huyendo de ellos —se inclinó y rozó su cabello con los labios—. Ya no más, amor mío. Estoy aquí para quedarme, si me aceptas.
—¿Y qué hay de tu trabajo, de tus viajes?

Joseph sacudió la cabeza.

—Se terminaron. El reportaje de África fue bien recibido y mi reputación es sólida. Hace algún tiempo un periódico nacional me ofreció un empleo de oficina y he decidido aceptarlo.
—¿Ya no trabajarás más para el periodismo de Ryan? —le preguntó.
—¿Tú qué crees?
—Pues… no sé —___(Tn) se frotó contra él—. Creo que tengo con él una deuda de gratitud. Él es quien hizo que estuviéramos juntos.

Joseph le sujetó un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Le pediremos que sea nuestro padrino. ¿Te gusta la idea?

Cuando ella asintió, Joseph la levantó sobre él sólo lo suficiente para que pudieran unirse con un suave empuje. Cerró los ojos y saboreó el momento. Era como volver a casa.

Joseph ladeó la cabeza y le mordisqueó una oreja.

—¿Sabes? En realidad Ryan no tuvo nada que ver con esto —susurró con voz ronca de pasión.
—¿No? —___(Tn) suspiró y arqueó la espalda, moviendo sus caderas despacio.
—No —dijo Joseph antes de perderse en las sensaciones—. Todo lo que se necesitó, amor mío, fue una simple mirada.