"Una Niña Rica" (Joe&Tu) [TERMINADA]

___(Tn) se negaba a abrir los ojos. No quería que fuera de mañana. No quería que la luz del día insinuara la realidad en su estado soñoliento. No quería que la magia terminara.

«Por favor, todavía no», rogaba en silencio.

Se arrebujó dentro del capullo formado por los brazos de Joseph. Estaban acurrucados en el centro del viejo colchón. Las largas piernas de él estaban entrelazadas con las de ella, sus brazos la rodeaban con tanta ternura como si fuera una preciosa joya. Estaban desnudos y se calentaban con la colcha de parches y el calor de sus propios cuerpos.

___(Tn) se maravilló de que quedara algo de calor en sus cuerpos. La sorprendía que no se hubieran desintegrado, quemado, convertido en cenizas después de la explosión de pasión de la noche anterior.

«La última noche», pronunció en silencio.

¿Alguna vez habría existido una noche como ésa? ¿Alguna vez dos personas se habrían acariciado tanto y con tanta intensidad antes, se habían explorado tan ampliamente? ¿Habrían escalado una montaña emocional y encontrado todo lo que habían estado buscando y más?

Las palabras eran inadecuadas: los clichés sobre mitades convertidas en uno, de dos convertidos en uno, eran demasiado trillados y simples para describir lo que ella había experimentado en los brazos de Joseph.

Ella le había dicho que se estaba enamorando de él y eso fue una mentira. Ella ya estaba enamorada de él y probablemente lo había estado desde el momento en que decidió que él era ÉL. Realmente no pudo haber elegido a nadie más.

Ella había usado la palabra «amor», pero Joseph no. Ese escudo que él mantenía en torno a su corazón era tan impenetrable que necesitaría un soplete para perforarlo. Una o dos veces durante la noche tuvo la sensación de que sólo por un breve instante había tenido éxito. Que la mirada penetrante, la palabra profunda y tierna, el gemido desgarrador, debieron significar algo. Él no pudo haberla besado de esa forma, tocarla como lo hizo, saborearla así y todavía permanecer inconmovible.

___(Tn) recordó su mirada justo antes de que ambos cayeron en un profundo sueño por la fatiga. Había sido cálida y tierna ¿y amorosa? A pesar de todos sus sermones en contra, deseaba que él se enamorara de ella. No iba a engañarse. Era algo inimaginable que ella no volviera a verlo nunca jamás, que nunca volvieran a compartir otra noche como aquélla. Con todas sus bravatas, ella no había buscado sólo una relación de una noche. Se había desembarazado de la carga de su virginidad pero había tomado otra carga peor, la del amor unilateral.

Tenía que admitir que ellos tenían algunas verdaderas diferencias, pero también tenían algunas cosas en común. Ambos habían perdido a sus madres a una edad temprana, ambos tenían padres dominantes y ambos no hacían compromisos con facilidad. Ella necesitaba convencer a Joseph de que podían tener una vida juntos. Ella lo deseaba, para siempre. ¿Podría hacerlo?

Para ___(Tn) era la primera vez que sufría por una aguda inseguridad. Decidió que estar enamorada no era lo que había supuesto, especialmente cuando se trataba de la primera vez. Su bien organizada mente empezó a buscar opciones. Tenía que resolver las cosas y elaborar un plan de acción.

Si al menos tuviera tiempo… Pero el tiempo se había convertido en su enemigo. Lentamente abrió los ojos y sus peores sospechas quedaron confirmadas. El sol brillaba y ___(Tn) se estiró. Se sentía lastimada en lugares nuevos e interesantes. Apreciaba cada dolor, ya que cada uno representaba un recuerdo especial de la última noche.

―Buenos días.

El corazón de ___(Tn) se expandió de alegría cuando se volvió para mirar a un sonriente y desgreñado Joseph.

—Fabulosa mañana —dijo.

Joseph rió.

—Me lo tomaré como un cumplido.
—Por favor.

Se miraron el uno al otro; sus ojos reflejaban los vividos recuerdos de lo que habían compartido.
Joseph deslizó la yema del pulgar por su labio inferior.

—Ha sido toda una noche, señora Beck. Nunca la olvidaré —afirmó.

Ella le acarició su mejilla con la palma de la mano.

—Tampoco yo. Definitivamente hiciste que valiera la pena la espera, señor Jonas —susurró.

El corazón de Joseph latió acelerado. Las palabras de ella se extendieron hasta aprisionarlo como un tornillo, sin soltarlo. Aquella noche fue surrealista, empezando con que ella se ofreciera a él. Joseph había pensado que su obsequio de placer había sido algo noble, poco egoísta, pero nada podía compararse con el regalo que ella le ofreció.

Y su virginidad fue un regalo que él nunca había esperado recibir de nadie. Se había reprimido de hacer el amor con ella, pero una vez que ___(Tn) aceptó la verdad sobre su identidad, en su mente todos los obstáculos quedaron eliminados. Él nunca habría adivinado ni en un millón de años, que él iba a ser su primer amante.

Ese pensamiento revoloteó en su mente. Le indignaba la cantidad de mentiras sobre ___(Tn) que había fabricado la prensa, de la cual él formaba parte. Se le revolvía el estómago sólo de pensarlo. Ya no sabía qué pensar… o qué sentir.

—Necesitamos hablar —le dijo.
—Estoy de acuerdo —respondió.
—Debiste decirme que eras virgen.
—Te lo dije anoche. No me habrías creído.
—Debiste intentarlo de todas formas.
—¿Por qué?
—Porque…

Ella se estiró y le acarició la nuca.

—Porque eso cambia las cosas.

El corazón de la joven dio un salto.

—¿Sí?
—Creo… —Joseph retiró el brazo con el cual la rodeaba y se sentó—. No sé cómo decirlo.

___(Tn) se tensó.

—Yo diría que ya podrías decirme cualquier cosa después de lo de anoche.

Joseph suspiró.

—___(Tn), escúchame. No quiero hacerte daño.
—Quizá haya sido virgen, Joseph, pero eso no me convierte en frágil —cada músculo de su cuerpo estaba en guardia.
—Es sólo que no soy un hombre corriente. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Viajas mucho ¿se trata de eso, verdad?

El inclinó la cabeza hacia atrás con una sonrisa de alivio en el rostro.

—Eso es exactamente. Estoy aquí y allá. Salgo y corro a elaborar reportajes incluso cuando me avisan con un minuto de antelación.
—Tú crees que no desearías atarte ¿es eso?
—Yo no diría eso. Déjame explicarte…

___(Tn) se retiró temblorosa de él, ya que todas sus defensas habían surgido a la superficie con la fuerza de un volcán en erupción.

—No tienes que hacerlo. Puedo ver por tu expresión que crees que yo seré algo parecido a una fémina jadeante agarrándose a tu pierna mientras tú tratas de subirte al avión.
—No es así…

___(Tn) se levantó, totalmente olvidada del hecho de que estaba completamente desnuda.

—Sí, lo es. No lo niegues. Eso es exactamente lo que piensas y, por favor, no te sientas obligado por mi culpa. Soy una chica mayor, en caso de que no lo hayas notado.
—Lo he notado.

Se dio la vuelta para alejarse de su mirada y, con tanta majestad como pudo en su estado natural caminó hacia el baño. Como él no la siguió, dio un portazo y se apoyó en el lavabo. Luchaba contra las lágrimas que amenazaban con ahogarla. Se estiró y abrió la ducha. El agua fría cayó sobre su brazo, pero ella apenas la sintió. Su frustración la hacía inmune a tan vulgares sensaciones como el calor o el frío.

Lo maldijo en silencio. ¿Cómo podía él convertir aquella noche en la más hermosa de su vida y después destrozarla en pedazos con sus comentarios insensibles? Peor todavía ¿cómo podía ella permitir que sus palabras la afectaran de esa forma? Con el dorso de la mano se limpió las lágrimas de los ojos y abrió el grifo hasta el punto más caliente antes de meterse bajo la ducha.

Las gotas de agua caliente le desollaban la piel. Ella levantó el rostro hacia el agua y las lágrimas se mezclaron con ella. Cuando recogió el jabón, la puerta de la ducha se abrió. Joseph estaba parado frente a ella con la colcha enredada en la cintura. Sin una palabra la dejó caer al suelo y dio un paso para colocarse detrás de ella. Atrajo su cuerpo contra el suyo.

—No te sientas obligado… —empezó a decir.
—Para empezar, no pongas palabras en mi boca.

El agua corría como un río sobre ellos, mientras las manos de Joseph vagaban sobre sus senos y vientre. A pesar de estar molesta con él, ___(Tn) no podía evitar responder a su contacto. El agua empezó a enfriarse, pero ninguno de ellos lo notó.

—No me siento «obligado» —continuó—. Me siento confundido, ofuscado, inseguro pero definitivamente no estoy obligado. Todo lo que iba a pedirte era tiempo para ambos, para que pudiéramos solucionar este asunto.

El agua se volvió fría cuando ella se dio la vuelta en sus brazos.

—¿Lo dices en serio?

Joseph tomó el jabón y empezó a frotar con él la espalda y el trasero de la joven.

—¿Tú qué crees? —le preguntó y se apretó contra ella.

Su sexo estaba duro contra su vientre.

—Creí que las duchas frías disminuían el ardor de un hombre.
—Creo que eso sólo funciona si uno se ducha solo —replicó.

___(Tn) tomó el jabón de sus manos y le devolvió el favor. Se complació al pasar los dedos por su cuerpo esbelto. Cuando ella lo tocó de forma íntima él emitió un gruñido a modo de aprobación. Luego se apoderó de su boca en un beso devorador. La lengua de ___(Tn) le rozaba los dientes en una invitación para unirse con ella. Él lo hizo y el beso se profundizó. ___(Tn) empezó a temblar en sus brazos y él se retiró.

—¿Estás temblando de frío o por mí?
—Por ambas cosas.

Él jugueteó con los grifos, pero sus acciones únicamente produjeron más agua fría.

—Creo que finalmente nos hemos quedado sin gas propano. Quizá podríamos continuar con esto junto al fuego.

Con rapidez se enjuagaron. Joseph salió primero, recogió la colcha y se la echó sobre los hombros, manteniéndola abierta. ___(Tn) dio un paso hacia adelante de manera que él la cubrió con los cálidos pliegues.

—¡Ah…! —suspiró ella.
—¿Mejor?
—Mucho mejor.
—Vamos.

Se secaron junto al fuego mientras mordisqueaban galletas untadas con mantequilla de cacahuete. ___(Tn) miraba a Joseph y bebía cada movimiento que hacía, imprimiendo su imagen en los negativos de su mente. Tenía la sensación de que cuando todo estuviera dicho y hecho, eso sería todo lo que le quedaría de él.

—Se terminó la tormenta —le informó Joseph.
—El sol está brillando —añadió ___(Tn).
—Hoy saldrán a buscarnos.
—Lo sé.
—Probablemente deberíamos ayudarlos.
—¿Cómo?
—Avivando el fuego para que ellos puedan ver el humo. Intentaré llegar al sendero más cercano. Seguir ese camino para ver a dónde conduce. ¡Rayos! No sé. Deberíamos hacer algo.
—Sí, por supuesto que tienes razón. Deberíamos hacer algo —dijo ___(Tn) levantándose y empezando a vestirse.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Joseph.
—Si vamos a caminar por la nieve, pensé que era mejor que primero me vistiera.

Joseph sonrió.

—No lo sé. Desde que mencionaste aquel titular para el artículo, he estado teniendo fantasías sobre ti correteando desnuda por la nieve.
—Eres imposible —le dijo y extendió su mano hacia él—. Vamos, perezoso.

Joseph aceptó su ayuda y se levantó. Pensó que ella tenía razón, él se estaba volviendo perezoso, y contento. Para alguien que nunca se quedaba sentado quieto durante mucho tiempo, de pronto se sentía bastante contento de descansar en esa diminuta cabaña durante todo el día. Eso lo hacía preguntarse por qué había estado corriendo de un lugar a otro durante todo el tiempo. Cada momento de su vida adulta había estado lleno de una innombrable urgencia que él llamaba «aventura». En ese momento se preguntaba si eso era verdad.

Empezaba a cuestionarse muchas cosas. Esa sensación inquietante se restableció en el centro de sus entrañas. Las vallas blancas parecían vislumbrarse en el horizonte de su mente y él las desechó. «No eches a perder lo único bueno que alguna vez te haya sucedido», se sorprendió diciéndose a sí mismo.

Mientras Joseph se vestía, ___(Tn) miraba por la ventana. Un rayo de gloriosa luz de sol cruzó su rostro y ella ladeó la cabeza para disfrutar de él. Todavía quedaba una leve brisa fría, pero el tiempo era agradable. Grandes montones de nieve colgaban de forma precaria sobre los arbustos y árboles y se derretían en arroyuelos.

Ella tomó la chaqueta de Joseph, que estaba más cercana en el perchero, y se la echó sobre los hombros. Dejó la puerta entreabierta y salió.

—Oye —gritó Joseph—, espérame.
—Lo haré —aspiró profundamente el aire fresco—. ¡Es maravilloso estar aquí afuera!

Una ráfaga de aire la hizo estremecerse y metió los brazos debajo de la chaqueta de Joseph para calentarse.

Su aroma llegó hasta ella para darle la bienvenida y se arrebujó en el forro de piel. Se sentía como una niña, libre, a salvo, protegida. Rompió un carámbano que caía del dintel de la puerta y lo chupó mientras admiraba la maravillosa escena invernal.

—Pareces una chiquilla —dijo Joseph al salir detrás de ella.
—Me siento como una chiquilla —le respondió—. Me siento libre.

Le tendió el carámbano y Joseph le dio un exagerado lametón con la lengua.

—Yo también —le dijo.

Joseph la envolvió en sus brazos, atrajo su cuerpo hacia el suyo y la besó a un lado del cuello. Apoyó el mentón sobre su cabeza. En silencio contemplaban la natural belleza del entorno. El aire era fresco y limpio y la nieve tenía una cegadora blancura. Una ligera brisa soplaba entre los árboles y ___(Tn) sintió frío. Ella notó que Joseph sólo llevaba su camisa de franela.

—Debes de tener frío. Toma tu chaqueta. Yo iré corriendo a buscar la mía.

A pesar de sus objeciones, ella se despojó de su chaqueta. Al hacerlo, un pequeño cilindro negro cayó de su bolsillo sobre la nieve. Tanto ___(Tn) como Joseph se inclinaron al mismo tiempo para recuperarlo. La mano de ___(Tn) llegó primero.

—¿Qué es esto? —le preguntó.

Joseph se quedó frío.

—Una película.
—¡Oh! ¿Haces fotografías? ¿De qué?

Él se estiró y le quitó el cilindro de la mano.

—Son de paisajes —le dijo y metió el carrete en el bolsillo de sus vaqueros mientras desaparecía dentro de la cabaña. Un segundo después, volvió a salir con su chaqueta y le lanzó la suya—. Toma. Te la cambio.

Hicieron el intercambio de chaquetas y se las pusieron. Joseph extendió su mano hacia ___(Tn) y empezaron a andar hacia el camino. La caminata era difícil, ya que la nieve en algunos lugares les llegaba hasta las rodillas.

Anduvieron durante cerca de media hora y vieron otras dos cabañas en el camino, ambas cubiertas de nieve y vacías. Cuanto más descendía el camino, más nieve había. ___(Tn) continuamente se resbalaba, ya que sus botas eran poco prácticas. Más de una vez casi arrastró a Joseph consigo.

—No era una idea tan buena —dijo Joseph cuando se detuvieron a descansar—. Quizá uno de nosotros deba adelantarse.
—Sí —aceptó ___(Tn)—. Yo.
—De ninguna forma, yo iré. Tú regresa a la cabaña.
—Joseph, sé sensato. No tenemos forma de saber a dónde conduce este camino y si de hecho conduce a algún sitio. No puedes seguir caminando por la nieve en las condiciones en que está tu rodilla.
—Puedo caminar más que tú —objetó.
—Quizá sí, pero ¿y si no puedes regresar?

En eso ella tenía razón. Quizá él pudiera bajar bien, pero regresar sería un problema. Si ese camino no llevaba a ningún lado, se quedaría atrapado. ___(Tn) se acercó y le rodeó la cintura con los brazos.

—Regresemos a la cabaña. Por favor —le pidió.

Joseph la envolvió en sus brazos y se inclinó para besarla. Ella se sentía tan bien… olisqueó su cuello y, reacio, la liberó.

—La nieve se está derritiendo —comentó más para convencerse a sí mismo que a ella.
—Un día más no importa —añadió ella.

En secreto deseaba que él aceptara. Quería regresar a la cabaña, pasar otra noche con él para cimentar los crecientes sentimientos entre ellos.

—Está bien —aceptó y ___(Tn) respiró aliviada—. Regresemos. Si nos están buscando con helicóptero, verán el humo de la chimenea si mantenemos el fuego vivo —___(Tn) sonrió y él le besó la punta de la nariz—. ¿Eso te hace feliz? —ella asintió—. ¿Sabes una cosa? Creo que solamente deseas tener otra vez mi cuerpo en ese colchón; eso es lo que creo.

___(Tn) le mordisqueó el mentón y luego le rozó los labios con los suyos.

—Mmm, eso depende. ¿Qué tienes que ofrecer? —le preguntó.
—¡Con qué rapidez olvidamos!
—Yo no he olvidado, pero ya nos quedamos sin preservativos. Los usamos todos la noche pasada.

Joseph esbozó una sonrisa muy lenta y sensual.

—Existen otras formas de hacer el amor, ___(Tn) —le dijo.

La luz de sus ojos tenía un brillo travieso. Ella le sonrió tímidamente.

—Yo no sé nada de eso; ya sabes que hasta hace poco era una inocente virgen. Tendrás que explicarme qué quieres decir.
—Es mucho mejor que te lo enseñe.
—¿Entonces qué estás esperando? —lo urgió.

Joseph le tomó la mano y tiró de ella. Subieron la colina en la mitad del tiempo que les llevó bajarla. Iban riendo y sin aliento y casi se cayeron ante el umbral de la cabaña.

El fuego todavía ardía y la habitación estaba tan caliente como una tostada. Para ___(Tn) fue como regresar a casa. Se quitó la chaqueta y con rapidez se desvistió. Desnuda, juntó las manos imitando una zambullida burlona y saltó al colchón. Joseph la observaba sacudiendo la cabeza con tolerante incredulidad. Se acostó vestido a su lado y ___(Tn) abrió los brazos para recibirlo.

—¿No vas a alimentarme primero? —preguntó Joseph.

___(Tn) negó con la cabeza.

—Tengo hambre —le aseguró.
—Y yo también —ella palmeó el espacio junto a ella—. Estoy esperando sus instrucciones, señor Jonas.
—¿Sí, de verdad?
—Sí, a menos que tú me hayas engañado. Quizá realmente no conozcas otras formas de hacer el amor.
—¡Oh, las conozco! La conozco muy bien.
—Entonces… mantén tu promesa.

Joseph se levantó y dejó caer la chaqueta al suelo. Con estudiada lentitud, primero se quitó la camisa, luego se bajó la cremallera de los vaqueros y se los quitó al mismo tiempo que sus botas. Al fin se acostó junto a ella. Sin tocarla, Joseph se inclinó al frente y la besó con tanta ternura, que sus entrañas se retorcieron con un dolor agridulce.

—Quiero hacer el amor contigo. Una vez más, corazón, antes de irnos —le susurró.
—Enséñame cómo —le dijo ella con suavidad.

Él la aproximó hacia sí y sus manos vagaron arriba y abajo por todo su cuerpo.

—Lección número uno —la besaba detrás de la oreja, en la mejilla y en el cuello.
—¡Ah! —murmuró—. Ya veo —ella le besaba el cuello y le mordisqueaba el hombro mientras recorría su espalda con los dedos—. ¿Te refieres a esto?
—Muy bien —le dijo mientras continuaba acariciándola.
—Enséñame más —le rogó.
—Lección número dos.

La mano de Joseph bajo hasta su vientre, y deslizó los dedos por su nido de rizos rojizos. La acarició hasta que comenzó a gritar su nombre en voz alta. Las piernas de ella se abrieron por propia voluntad y Joseph no perdió el tiempo en responder a su silenciosa invitación. Deslizó el pulgar sobre esa zona tan especial que él había llegado a conocer como el punto más sensitivo.

___(Tn) gimió cuando los dedos de él se sumieron en ella.

—¡Oh, sí! —arqueó la espalda para darle acceso a toda ella.

Se volvió ante su contacto y se dedicó a acariciarlo. Cuando deslizó los dedos alrededor de su duro sexo, Joseph se estremeció.

—¿Lo estoy haciendo de forma correcta? —preguntó con falsa inocencia.
—Definitivamente vas por buen camino.
—Adelante —lo apuró—. ¿Cuál es la lección número tres?
—¿Crees que podrás hacerlo? —le preguntó.
—Si tú puedes, yo puedo —le respondió.
—Entonces está bien… adelante.

La boca de Joseph reemplazó sus manos al descender por su cuerpo, saboreándola, mordisqueándola, lamiendo cada centímetro del largo sendero. Entonces la besó de forma íntima, su lengua lentamente se dio un festín en aquel lugar tan especial. ___(Tn) arqueó su cuerpo y gritó su nombre sorprendida ante lo repentino del acto y la intensidad de las sensaciones que su boca y lengua evocaron en ella. Asió unos mechones de su cabello y tiró de ellos a cada desinhibida ondulación de su cuerpo. Un clímax cegador se apoderó de ella. Cayó hacia atrás, con el corazón latiendo acelerado.

Se sentía como si se hubiera muerto e ido al cielo.

—¡Oh, sí! —Dijo cuando pudo recuperar la voz de nuevo—. Definitivamente me gusta más la lección número tres.

Joseph soltó una risita y ___(Tn) sonreía. Se sentía saciada y muy bien consigo misma. La expresión de satisfacción en su rostro también la hacía sentirse muy confiada.

—Ahora es tu turno —le dijo y se rodó sobre su espalda.

Despacio, de forma recatada, ___(Tn) se movió sobre él e imitó sus acciones.

—¿Lo estoy haciendo bien? —preguntó cuando deslizaba la lengua por su pecho y sus tetillas durante todo el tiempo en busca de la fuente de su deseo.

Joseph musitó su aprobación mientras frotaba con una mano la espalda de ella, pero cuando ___(Tn) lo tomó en su boca, todo su cuerpo se tensó de deleite. Cuando ella continuó mostrándole su considerable talento natural, él ya no pudo impedir que su cuerpo reaccionara con mayor rapidez de lo que le habría gustado. Enredó los dedos en su cabello y trató de detenerla.

___(Tn) ladeó la cabeza.

—¿Sucede algo malo?
—Creo que quizá la lección número tres deba esperar para otra ocasión —dijo con voz muy tensa.
—No lo creo —ella procedió a continuar lo que había comenzado.
—Detente… ¡Oh, ___(Tn)! No… ___(Tn)… no te detengas.

Y ella no lo hizo.


Un ruido despertó a ___(Tn). Joseph dormía junto a ella, imperturbable. Habían caído en un sueño profundo después de lo que podría llamarse un medio día de hacer el amor sin escalas. Ella miró por la ventana y vio que todavía había luz, pero la dirección de los rayos de sol había cambiado; estaba atardeciendo. Esperó a que el ruido se repitiera, pero no sucedió así.

Despacio, con cuidado para no despertar a Joseph, ___(Tn) salió del colchón. Se vistió con rapidez y volvió a mirar por la ventana. No había nada, no sucedía nada inusual. Tomó su chaqueta y se dirigió hacia la puerta, cerrándola con cuidado.

El aire frío la estimuló al caminar hacia el sendero. Se agarraba de las ramas de los arbustos y de los árboles para mantener el equilibrio. Se detuvo cuando escuchó un ruido. Intentó orientarse y escuchó con atención, para luego continuar en busca de la fuente de aquel sonido.

Al pasar una de las otras dos cabañas, vio a un hombre vestido con un traje de esquiar.

—¿Quién es usted? —le gritó desde el porche al frente de la cabaña.
—¿Quién es usted? —preguntó ella a su vez.
—¡___(Tn)!

___(Tn) dio la vuelta al escuchar el sonido de su nombre. No podía dar crédito a sus ojos. Detrás de ella, subiendo la colina, había por lo menos media docena de hombres arrastrando todo tipo de equipos de rescate y uno de ellos, ligeramente corpulento pero muy familiar, estaba justo en medio de todos…

—¡Papá!

Antes de que pudiera asimilar lo que estaba sucediendo, ___(Tn) se vio envuelta en un abrazo de oso que le quitó el aliento. Su padre nunca había sido un hombre demasiado efusivo y aquel abrazo emotivo casi la sorprendió tanto como su presencia en la montaña.

Sin vacilar, correspondió a su abrazo. Lo sentía tan sólido y fuerte que todos sus sentimientos infantiles hacia él surgieron a la superficie. Hasta ese momento ella no se había dado cuenta de lo impactante que había sido toda aquella experiencia.

—Creí que te había perdido —dijo Víctor Beck con voz ahogada por la emoción.
—¡Oh, papá! Estoy tan contenta de verte —mientras se abrazaban uno al otro, una luz se encendió en su mente. ___(Tn) se retiró un poco—. ¿Cómo supiste dónde estaba yo?
—Ahora no, ___(Tn). Hablaremos sobre eso cuando regresemos al centro. Vamos. Tenemos un par de vehículos aparcados abajo —después de hacer una rápida señal al equipo de rescate, Víctor la cogió del brazo e inició el descenso por la colina.
—¡No, espera! —___(Tn) se retrajo—. Hay alguien más conmigo —señaló la vereda en dirección a la cabaña y continuó—. Es un hombre y tiene lesionada una rodilla. No sé si podrá hacer todo el descenso de la colina sin ayuda.
—El resto del equipo irá a buscarlo —dijo Víctor—. Vamos, ___(Tn).
—No, papá. No puedo dejarlo aquí. Él… él…Él me salvó la vida.

Victor Beck estudió a su hija durante un largo rato.

—¿Lo hizo? —preguntó con su habitual tono sarcástico.
—Sí, lo hizo. De verdad.
—¿Estamos hablando del mismo hombre? ¿De Joseph Jonas?
—Sí. ¿Lo conoces?
—Lo conozco y la pregunta es ¿sabes tú quién es él?
—Es un periodista.
—Es periodista y estaba siguiéndote.
—Lo sé. Él me lo dijo. ¿Cómo me encontraste, papá?
—Un hombre, Jack Ryan, me llamó. Si yo aceptaba concederle la exclusiva de una entrevista, él me diría dónde estabas… y con quién. Parece que ese periodista le pagaba al señor Jonas su alojamiento y el centro de vacaciones notificó su desaparición. Ryan me llamó de inmediato. No iba a dejar pasar el reportaje más sensacional por otro mediocre.
—¿Y tú aceptaste? —preguntó ___(Tn), irritada de que su padre hubiera negociado eso con Ryan.
—¡Por supuesto que acepté! No tenía idea de dónde estabas y estaba preocupado mortalmente por ti. Huyes y corres justo antes de la boda. ¿Qué podía pensar? Quería volver a ver a mi hija. Cuando llamé al centro y me dijeron que habías sido atrapada por una avalancha, y… me convertí en…
—¡Un basilisco!
—Sí. Volé aquí de inmediato y organicé el rescate. Traje a mi propia gente para el trabajo, pero la maldita tormenta nos impidió salir antes. Ahora, vámonos —tiró de ella—. Hace frío y puedo decir que estás exhausta. ¿Has comido algo?
—Sí, afortunadamente encontramos un refugio. La cabaña estaba bien surtida —___(Tn) lo sujetó del brazo—. Papá, no puedo dejar a Joseph allí arriba. Déjame ir con el equipo para rescatarlo.
—¿Por qué toda esa preocupación por un periodista, ___(Tn)? Tú odias a los periodistas.
—Él no es como los demás. Me lo contó todo sobre él mismo. Es independiente y viaja alrededor del mundo haciendo artículos de investigación.
—¡Bravo por él! ¿También te dijo que vendió tu reportaje al más amarillista y sucio periodicucho del mundo?
—Él no va a darles el reportaje. Me lo prometió.

Víctor miró de soslayo a su hija.

—¿Y tú le creíste?
—Le creo.
—___(Tn), tú nunca antes has sido ingenua sobre estas cosas. ¿Qué ha sucedido —señaló con la cabeza en dirección a la cabaña—, en estos dos últimos días?

___(Tn) vaciló.

—No ha sucedido nada. Charlamos, eso es todo. Él me contó lo del reportaje y me dijo que no iba a venderlo.
—¿Y qué hay de las fotografías? —preguntó Victor.
—¿Qué fotografías?
—Las fotos de desnudos tuyos en una bañera de agua caliente que iban a figurar en la portada junto con la historia de tu rescate. ¿No te dijo él que tampoco iba a usarlas?
—No existen esas fotos, papá. ¿De dónde sacaste esa idea?
—De Ryan. Él me lo contó todo acerca del trato con Jonas. Él es un periodista fotógrafo, ___(Tn). ¿O no te mencionó ese aspecto?

___(Tn) sintió que cada cabello se le erizaba al recordar el rollo de película que él virtualmente le arrancó de la mano tan sólo esa misma mañana. Recordó que le había preguntado si él le había contado todo…

—Sí, creo que se olvidó de mencionar esa parte de información —musitó casi para sí misma.

Víctor volvió a sujetar su brazo.

—¿Podemos irnos ahora? Mis pies se están congelando por estar parado en la nieve. Hablaremos más cuando estemos de regreso en el hotel y tú puedas contarme toda la historia.
—La cabaña —dijo cuando, casi aturdida, el seguía tirando de ella.
—¿Qué hay con eso?
—Necesita limpiarse… reabastecerse. Los dueños…
—Por todos los cielos, ___(Tn). Nos preocuparemos de eso, por supuesto —la urgió a seguir, musitando mientras la guiaba—: ¡De qué cosas te preocupas…!

___(Tn) siguió a su padre, que tiraba de ella. Miró sobre su hombro en dirección a la cabaña. La expedición de rescate subía con un equipo de primeros auxilios y una camilla. Pensaba en cómo se sentiría Joseph cuando fuera despertado por esos hombres; se preguntaría de inmediato en dónde estaría ella, qué le habría sucedido…

Entonces una nueva imagen se formó en su mente. Una de otro Joseph en cuclillas, escondido, atisbando a través del objetivo de una cámara, haciendo tomas cuando ella se metía dentro de la bañera caliente…

«¿Cómo pudo hacerlo?», se preguntó.

Se mordió el labio para detener las lágrimas que fluían. Se tragó su dolor, su ira, su temor y, obediente, siguió a su padre hasta la falda de la colina. El frío golpeaba sus mejillas y hacía que sus manos temblaran… pero en lo más profundo de su ser empezaba a penetrar la conciencia de la traición de Joseph, y nada podía compararse con el abrasador hielo que se le estaba formando alrededor del corazón.


Joseph apretó los dientes. Debía haberlo adivinado. ¿Quién más aparte del todopoderoso Victor Beck sería capaz de organizar un drama semejante? Ese hombre probablemente estaría dando una conferencia de prensa en ese mismo momento en la base de la montaña, resaltando el hecho de su rescate, sin ayuda alguna, de su pobre y asustada hija y de su compañero. Eso si acaso se molestaba en mencionar a Joseph. Probablemente tan pronto como pudiera se olvidaría del oscuro periodista que había salvado la vida de ___(Tn).

Y no era que quisiera un reconocimiento por eso. El volvería a hacerlo cien veces más tan sólo por pasar esas horas y días con ella. Su rostro, bañado por la luz del fuego y el éxtasis llegó a su mente. No, no cien veces ¡mil o más!

Un sacudimiento debido a un hoyo en el camino lo devolvió a la realidad. Cuando el centro recreativo estuvo a la vista, el vehículo de auxilio disminuyó la velocidad mientras daba la vuelta alrededor de la entrada principal. La multitud rodeó el vehículo para mirar dentro, algunos con sus cámaras tomaban fotos de Joseph aderezado como un pavo justo antes de la cena de Acción de Gracias.

—¡Échalos de aquí! —gritó al equipo de trabajadores. Pero lo ignoraron. ¿Se preguntó quiénes serían esos tipos. ¿Robots?

El vehículo finalmente se detuvo y las puertas traseras se abrieron para permitir a los rescatadores sacar a Joseph con su camilla y llevarlo hasta una silla de ruedas que lo estaba esperando.

—Esto se está poniendo ridículo, chicos —les dijo cuando lo bajaban—. Yo puedo caminar. Es cierto.

El camino a través del vestíbulo fue casi tan humillante como el viaje en el vehículo. Los extraños revoloteaban haciendo preguntas que él no tenía intención de responder. Todo lo que deseaba hacer era desembarazarse de aquello y encontrar a ___(Tn). Joseph se decía que sólo lo dejarían en paz una vez que lo llevaran a su cuarto y a su cama. Trató de mantenerse tranquilo y casi había tenido éxito cuando vio a Víctor Beck de pie en el centro de una sala en medio de un grupo de periodistas.

Eso fue demasiado.

Con una fuerza que no sabía que poseía, Joseph liberó los brazos de las tiras que lo mantenían atado y movió las piernas para sacarlas de donde estaban confinadas. De repente saltó de la silla, para sorpresa del trabajador que la empujaba.

—Gracias por el paseo —le dijo con un rápido saludo.

Aunque cojeando, pudo caminar hasta el grupo reunido en el centro de la sala.

—Señor Beck —lo llamó.

La multitud se volvió para mirarlo. Lentamente, un sendero se abrió para permitirle el paso hacia el hombre que obviamente estaba a cargo de esa farsa.

—¿Dónde está ella? —preguntó Joseph.

Víctor Beck miró a Joseph con cautela. Sus ojos se entornaron mientras lentamente, de forma casi insultante, lo examinaba de la cabeza a los pies.

—Usted es Joseph Jonas ¿verdad?
—Usted sabe muy bien quién soy, Beck. Ahora ¿dónde está ella?
—No creerá que yo voy a permitirle verla ¿verdad? —dijo Beck para gloria de los periodistas que tomaban nota de cada palabra en papel, vídeo y película.
—Usted no tiene control sobre ella. Es una mujer adulta y yo le garantizo que desea verme.
—Siga soñando, Jonas. Mi hija está de vuelta a Nueva York, en mi avión personal. Tiene que preparar su próxima boda.
—¿Boda? ¿De qué está usted hablando? —Le preguntó Joseph mientras lo asaltaba un temor helado—. Ella no va a casarse con Farrell. Lo juro.
—Estoy seguro de que ella diría cualquier cosa en esa situación tan precaria. Cualquiera que sea el caso, la verdad es que ___(Tn) ha aceptado retomar su proyecto de matrimonio con Justin Farrell tan pronto como sea posible.
—No le creo.
—En realidad no me importa lo que usted crea —Víctor Beck se volvió, dándole la espalda a Joseph y rechazándolo con ese gesto.
—La encontraré por mí mismo —dijo Joseph y atravesó hecho una furia el grupo de periodistas de camino hacia el vestíbulo y hasta el mostrador de recepción. —¿Está aquí la señorita Beck? —preguntó al empleado.
—No, señor. Se me dijo que había salido hacia el aeropuerto en el helicóptero del señor Beck tan pronto como fue rescatada. Le estamos enviando sus cosas.

Joseph musitó una imprecación.

—¿Hay algún mensaje para mí? —le preguntó.
—¡Oh, sí! Un tal señor Jack Ryan ha estado bastante frenético por usted. Dijo que le llamara en el mismo momento que regresara.

Joseph tomó la nota del hombre.

—Sí, ya sé, llamar a Jack. ¿Algún otro mensaje? ¿Alguno de la señorita Beck?

El empleado sacudió la cabeza.

—No, lo siento, señor. No hay otros mensajes.

Joseph suspiró profundamente y luego asintió hacia el empleado. Ignoró las miradas de la gente que se arremolinaba en el vestíbulo y se metió en el bolsillo la llave de su cuarto. Caminó hasta el ascensor y a la habitación y, una vez dentro se derrumbó sobre la cama y se pasó una mano por el pelo.

¿Qué había sucedido? ¿Que había podido hacer cambiar de opinión a ___(Tn) de un momento a otro? La única posible explicación para eso era que Beck le hubiera mentido. Él debía de haber conseguido alejar a ___(Tn) por medio de algún engaño y evitado que ella le dejara algún mensaje. Eso tenía que ser.

Ella tenía sentimientos por él. Se había entregado a él. Fue su primera vez, su regalo y ella se entregó a él. No le importaba lo agotada que estuviera ella o lo muy inepto socialmente hablando que se sintiera él; había aprendido lo suficiente de ella en dos días para saber que habían compartido algo muy especial, algo de lo que ella no se alejaría con tanta facilidad, en especial si iba hacia los brazos de otro hombre.

El pensar que alguien más pudiera tocarla hizo que su estómago se contrajera mientras la sangre le hervía en las venas. Ella no lo haría. No podía. La ___(Tn) que él conocía era suya. La ___(Tn) que él conocía. Ese era el problema. ¿Y si su padre tenía razón? ¿Y si ella le había prometido la luna mientras estuvieron encerrados en esa cabaña sólo para pensar de forma diferente bajo la luz del día? Él había sido quien se había mostrado reacio, después de todo. Ella expresó su amor o al menos dijo que había pensado en eso. Él fue quien la disuadió con su cuento de confusión y estilo de vida independiente. ¿Y si ella se había tomado todo eso en serio? ¿Y si ella pensaba que sería mejor simplemente desaparecer de su vida sin siquiera despedirse?

Cerró los ojos con fuerza. ¡Dios! A él le importaba demasiado. No podía imaginarse no verla de nuevo. Ni siquiera soñar en no tocarla, besarla, enterrarse en ella otra vez…

Unos toques en la puerta lo asustaron. Se incorporó.

—¿Quién es?
—Victor Beck.

Joseph abrió la puerta y el padre de ___(Tn) entró.

—¿Qué quiere usted?
—¿Cuánto? —preguntó Beck en respuesta.
—¿Cuánto por qué?
—Por las fotos. Las fotos de mi hija desnuda. ¿Cuánto quiere usted por ellas?
—¿Cómo supo…?

Victor lo acalló con un movimiento de la mano.

—No estoy aquí para discutir con usted, Jonas. No quiero ver a mi hija plasmada en la portada de cada asqueroso periodicucho suyo por todo el mundo. Sólo dígame su precio. Yo igualaré cualquier oferta que Ryan le haya hecho. La doblaré.
—¿Jack lo llamó?
—Por supuesto que me llamó. ¿Cómo cree que encontré a ___(Tn)?
—No lo sé. ¿Con detectives privados?
—Ellos no trabajan tan bien como la gente cree. Especialmente cuando alguien no desea ser encontrada, y ___(Tn) no quería —dio un paso hacia adelante—. De nuevo le hago la pregunta ¿cuánto?

Joseph miraba al techo y se dio la vuelta.

—No están a la venta. A ningún precio.
—No sea ridículo, Jonas. Sé que usted necesita dinero. Ryan me contó toda la historia y le ofrezco el doble de lo que él le pagaría. No sea obstinado.
—No soy obstinado. Lo digo en serio. Las fotografías no están a la venta. Ni para usted, ni para Jack. ¡Para nadie!
—¿No se las va a vender a nadie?
—No.
—¿Por qué no?
—Eso es asunto mío.
—Permítame que disienta. Esas fotos son de mi hija y eso también es asunto mío.
—¿Dónde está ___(Tn)? Necesito hablar con ella.
—Ella no quiere verlo. Fue muy explícita sobre eso —dijo Victor.
—¿Sabe ella lo de las fotografías?
—Sí, yo se lo dije. ¿No pensaba usted que ella lo descubriría?

Joseph vaciló y luego sacudió la cabeza.

—No, no lo creí —el sonido de su risa fue triste y amargo—. Eso fue muy estúpido de mi parte ¿verdad?

La pregunta era retórica y Víctor prefirió ignorarla.

—Si no va a vender las fotos, entones démelas.
—No, son mías y las conservaré.
—¿Para qué podría usted quererlas? —preguntó Victor.

Joseph esbozó una lenta y triste sonrisa.

—Como «recuerdos».


Sus maletas ya estaban hechas y las colocó cerca del umbral de la puerta mientras esperaba la camioneta. Se había duchado y cambiado, había llamado a Jack e incluso había intentado tomar una siesta, pero eso no había funcionado. Su mente corría en mil direcciones diferentes.

Su principal objetivo en ese momento era regresar a Nueva York con tanta rapidez como pudiera. Una vez allí, no tenía idea de lo que sucedería después. Todavía quedaba África. Aunque parecía que había transcurrido toda una vida, en realidad sólo habían pasado dos días. Él podía reprogramar su vuelo y preocuparse de pagarlo después.

Pero allí estaba ___(Tn). ¿Podía en realidad dejar el país con todo sin resolver entre ellos? ¿Podía irse y dejar que ella se casara con Farrell? ¿Podía él alejarse sin siquiera lanzar una mirada hacia atrás? No, y aunque no fuera más que para eso, tenía que verla antes de irse. Tenía que darle la oportunidad de que le dijera a la cara que se casaba con otro hombre. Ella le debía eso.

La temperatura había bajado y su aliento formaba vaho en el aire que lo rodeaba. Se subió el cuello de piel de la chaqueta mientras se preguntaba qué demonios iba a hacer.

—Oiga…

Joseph se volvió, pero no vio a nadie.

—Por aquí.

Siguió la dirección del sonido y vio una mano que salía de detrás de una columna, al otro lado de la puerta. Joseph miró a derecha e izquierda y luego fue hasta la columna.

—¿Quién es? —preguntó Joseph.
—Soy yo, Tony. Ya sabe, el tipo del trineo.
—¡Oh, sí, Tony! ¿Cómo está? —preguntó Joseph mirando hacia el camino en busca de la camioneta.
—¿No me creyó, verdad? Acerca de la tormenta. Se lo dije.
—Sí —dijo Joseph—. Sí me lo dijo.
—También tengo algo más que decirle —comentó.
—¿Qué es?
—Eso le costará.
—Lo siento, hombre. Estoy arruinado.
—¡Ah, qué demonios! —Dijo Tony—. De todas formas se lo diré —se inclinó hacia él—. Es sobre esa dama con la que estuvo atrapado.
—¿___(Tn)?
—Sí, ella. Ella todavía está aquí.

Joseph miró en torno suyo; el lugar estaba desierto. Toda la gente de la prensa había abandonado el centro. Consultó su reloj. Era la hora de la cena y la mayoría de los huéspedes estarían de camino al comedor.

—¿Le importa echarme estas maletas? —le preguntó Joseph a Tony señalando su equipaje.
—No hay problema —dijo Tony cuando ya Joseph se dirigía a las villas—. Vaya por ella.


___(Tn) estaba molida de cansancio. Nunca antes se había sentido tan cansada físicamente en toda su vida y sin embargo no podía cerrar los ojos durante más de diez segundos. Las sábanas de satén de la cama le parecían demasiado frescas y sedosas después de dormir sobre el suelo durante dos días.

Inquieta, se levantó y fue trastabillando hasta el tocador, donde se sentó a cepillarse el cabello. Se había sentido de maravilla cuando tomó un largo baño en la bañera y se lavó el cabello. Además, la cena que su padre encargó fue digna de una reina. Apenas tocó el primer plato, su padre le preguntó si sentía bien y ella le aseguró que solamente estaba cansada. Pero esa no era toda la verdad. Estaba enferma… enferma del corazón.

¿Cómo había podido hacerlo? Se hacía esa misma pregunta una y otra vez. Había sido tan amable, tierno y cariñoso con ella… Estaba segura de que sentía algo muy profundo. Sin palabras, él había hablado en voz muy alta con sus manos, sus labios y la fuerza y pasión de su cuerpo.

Pudo ser una mentira. Había tomado malas decisiones por lo que a los hombres se refería en el pasado, pero no solía juzgar mal a las personas ¿o sí? Todas esas recriminaciones la estaban volviendo loca y, sin embargo sin importar cuántas excusas pudiera encontrar para disculpar su comportamiento, los hechos seguían allí. Su padre incluso había ido a verlo para recuperar la película, pero él se había negado a devolverla.

¿Qué planeaba hacer con las fotografías? Escondió la cabeza entre las manos. Eso sería mucho peor que el fracaso de la escuela de enfermería. Esas fotos no serían trucadas sino que serían reales, fotos de ella completamente desnuda. No tenía ninguna duda de que serían fotos de calidad. En el poco tiempo que pasó con Joseph, ella había llegado a comprender que él era muy bueno en cualquier cosa que intentara hacer. De todas formas, si hubiera sido otra persona quien hubiera tomado esas fotos, se habría sentido humillada pero sobreviviría. Pero con Joseph…

¡Dios, cómo le dolía! Ella le había dado todas las oportunidades para que se lo contara todo. ¿Por qué no había mencionado las fotos si no pensaba usarlas? Ella sabía cuánto necesitaba el dinero para su viaje a África, pero su padre le había ofrecido dinero, más que el periódico y él todavía se había negado a devolver la película. Tenía que existir otra razón.

___(Tn) levantó la mirada y captó su reflejo en el espejo. Se preguntó si podría tratarse de chantaje. ¡Por supuesto! ¿Por qué vender las fotografías de una vez cuando podía desplegarlas en frente de ella una y otra vez para financiar alguna o todas sus futuras expediciones mientras él lo necesitara? El dolor que sentía en su interior se tornaba tan insoportable que tuvo que doblarse en el asiento. Luchó por retener las lágrimas que de nuevo la amenazaban, pero no pudo contener el gemido que forzó su salida a través de su garganta.

Una llamada a la puerta interrumpió sus cavilaciones. ___(Tn) se levantó y caminó hacia las puertas del patio. Los pesados cortinajes estaban ya cerrados para la noche. A través del cristal y en medio de la oscuridad, intentó ver de quién se trataba.

Saltó y retrocedió ante la vista del rostro de Joseph.

—Déjame entrar —le dijo con voz ahogada por la separación del cristal.
—Vete.
—___(Tn), abre la puerta.
—No.
—Estoy encaramado en una cornisa. Si no abres la puerta voy a caerme.
—Puedes caerte hasta el fondo de la tierra ¡para lo que me importa!
—___(Tn)…

Ella cerró los cortinajes y se alejó. ¿Cómo se atrevía a ir a buscarla? ¿Cómo se atrevía siquiera a mostrarle su rostro después de todas las mentiras…?

Escuchó un ruido semejante a un roce y luego un golpe. ___(Tn) se acercó a las cortinas y espió por la rendija. Se había ido o al menos eso parecía. Abrió los cortinajes un poco más, segura de que él ya no se encontraba a la vista. Buscó a izquierda y derecha y ya iba a cerrar de nuevo las cortinas, cuando un ruido al otro lado del cuarto la hizo darse la vuelta.

___(Tn) se llevó una mano a la boca.

—¡Oh!

Joseph había derribado una mesita mientras se tambaleaba medio colgado de la ventana en la pared opuesta.

—¡Ay! —se había golpeado la rodilla contra el saliente—. Aceptaría tu ayuda ―le dijo cuando trataba de meter la otra pierna a través de la pequeña abertura.
—¿Por qué debería ayudarte? Eres un mentiroso y un tramposo —le dijo con las manos en las caderas.
—Tú no crees eso —le dijo cuando entró finalmente.

Conforme él avanzaba, ella se retiraba.

—No te acerques más o gritaré.

Joseph la sujetó del brazo.

—Adelante —le dijo mientras su cabeza descendía hacia ella—. Grita.


Cuando sus labios encontraron los suyos, ___(Tn) se derritió por dentro y por fuera. Se meció hacia él como si cumpliera una orden. Joseph le abrió los labios con la lengua, quemándola con su calor.

Indefensa, gimió y envolvió sus brazos en torno a su cuello, se prendió de su cabello, respirando su fresco, limpio y familiar aroma. Sus manos bajaron hasta acunar su trasero y él la presionó hacia arriba contra su cuerpo excitado, acomodándola justo en el lugar preciso para conducirlos a ambos hasta la locura una vez más.

—Tenía que saberlo —le dijo contra sus labios—, si era real o lo había soñado.
—¡Oh, Joseph! —suspiró y luego hizo la única pregunta que la mortificaba—. ¿Cómo pudiste?
—No creí que tú averiguarías lo de las fotografías.
—¿Cómo no iba a enterarme? Una vez que se publicaran…
—No tenía intención de venderlas. Le dije eso a tu padre. ¿No te lo dijo él?
—Sí, pero entonces… ¿por qué no dárnoslas a nosotros?

Joseph se apartó de ella. Él se preguntaba eso mismo, pero por alguna obstinada razón, sentía que las fotografías eran suyas.

—No las venderé, ___(Tn). Te lo prometo.

___(Tn) sacudió la cabeza.

—No es suficiente —le dijo—. Necesito saber qué pensabas hacer con ellas.
—Guardarlas.
—¿Con qué propósito? —le preguntó.

Joseph dio un paso hacia atrás.

—¿Qué quieres decir?
—Quiero saber tus intenciones.
—No tengo ninguna intención —respondió.
—¿Ninguna?
—Escúpelo, ___(Tn) —la ira se reflejaba en su voz—. ¿Qué intenciones podría yo tener?

___(Tn) sintió la fuerza de su creciente furia, pero la ignoró. Ella necesitaba saber…

—Chantaje.

Joseph sintió que la sangre se le subía a la cabeza con la fuerza de una marejada. Si ella fuera un hombre, la habría golpeado por el solo hecho de acusarlo de algo tan vil. En cambio, retrocedió hacia la ventana abierta y cerró los puños para evitar golpearla.

—¿Es eso lo que piensas? —le preguntó con voz profunda y sombría por las emociones no expresadas.

___(Tn) tragó saliva.

—Es una posibilidad que se me pasó por la mente.

Él sacudió la cabeza.

—Tú no me conoces para nada ¿verdad? Y yo no te conozco.
—Joseph…
—No —enfatizó—. Quizá yo deba pensar sobre eso. Chantaje… nunca se me ocurrió. Yo necesito dinero, como tú y tu padre siguen recordándome. Es algo en lo que pensar. Quizá espere hasta después de tu boda para luego asestar el golpe a tu anciano padre y a tu nuevo esposo al mismo tiempo. Doblaría el dinero y doblaría la diversión.

Se volvió y empezó a trepar para salir por la ventana.

—Joseph, no te vayas así. Hablemos…
—No queda nada de qué hablar ¿o sí? Gracias por los recuerdos… como suele decirse —salió a la cornisa, luego se volvió y metió de nuevo la cabeza para mirarla por última vez. El dolor que sentía en su pecho era tan intenso, que lo dejó salir de la única manera que conocía—. ¡Ah! Y enhorabuena. Acuérdate de mí en tu noche de bodas.

___(Tn) corrió a la ventana. Presa del pánico, gritó su nombre varias veces pero no hubo respuesta. Con tanta rapidez como Joseph Jonas había entrado en su vida, así había desaparecido.