fraternities war.

PASA EL MOUSE POR LA IMAGEN. CODE BY TOBIAS.

Comencé a sentir una molestia cerca de mis ojos, los abrí y volví a cerrarlos inmediatamente. El sol que entraba por la ventana entre abierta lograba darme justo en la cara. Maldije y me di la vuelta. Estiré mis brazos y choqué contra otro cuerpo. Seguramente me había acostado con alguien y no lo recordaba. Levanté la cabeza de la almohada y miré a mí alrededor. Había varios cuerpos entrelazados en las sábanas y también en el piso. No era nada nuevo, ya había participado en orgías anteriormente y siempre era lo mismo. Un lío de brazos y piernas. Bufé y me levanté de un salto, ya era el momento de irme y no pensaba retrasarlo para ver con quiénes me había acostado esta vez. Busqué mi ropa por toda la habitación, pero sólo encontraba conjuntos de ropa interior ajenos. Resignada, agarré una camiseta de uno de los armarios del dueño del cuarto y me la puse. Me llegaba hasta la mitad del muslo, y eso bastaba para poder salir de aquí. Abrí la puerta y dándole una última ojeada a la habitación, me encaminé hacia el pasillo. Por suerte, pasaba mucho tiempo en la fraternidad de los chicos y sabía dónde quedaba la salida. Ese es uno de los beneficios que tenemos las zorras, siempre sabemos por dónde salir.  Bajé las escaleras que me llevaban a la entrada principal y me dirigí hacia la puerta. Agarré el pomo y lo giré pero esta no se abría. Intenté con todas mis fuerzas, pero no lo logré. Maldita sea, ahora tendré que buscar otra salida. Me paré en medio de la sala en la que me encontraba y comencé a ver mis posibilidades. Tenía tres opciones, o buscaba una puerta o esperaba que aparezca algún chico para abrirme o saltaba por una ventana. Lo más lógico en ese momento para salir de una vez por todas, me pareció saltar por la ventana porque podrían pasar horas hasta que aparezca algún chico o porque podría perderme realmente y no salir jamás.
Caminé hacia la ventana y la abrí. Crucé una pierna y luego otra. Aunque no fuera una gran altura, me daba miedo saltar pero debía hacerlo. Respiré profundamente y salté.
- ¿Sabes que sólo tenías que girar la llave que hay en la cerradura para poder salir, no? – Me preguntó un chico de rulos y pelo largo hasta los hombros. Me levanté del suelo, mientras me alisaba y limpiaba la remera que llevaba puesta, y lo miré. Tenía todo el aspecto de chico malo que podría tener un chico de universidad en esta época. Era ridículo, pero sexy.
- Lo siento, no lo había visto. ¿Y tú eres… - Dije mientras lo observaba. Se acercó su cigarrillo, el cual llevaba en la mano izquierda, hasta la boca y aspiró varias veces antes de soltar el aire.
- La próxima vez, ten más cuidado. – Contestó mientras subía los tres pequeños escalones que lo llevaban hasta el hall de la residencia. Abrió la puerta y tiró la colilla de su cigarrillo. No tenía ni la menor idea de con quién me había cruzado, pero pensaba averiguarlo.
Sin más demoras, me dirigí a mi residencia. Caminé por el campus hasta llegar al hall de entrada. Abrí la puerta y caminé hacia las escaleras. Llegué a uno de los pasillos de la fraternidad y me dirigí hacia mi cuarto. Abrí la puerta y al cerrarla, comprobé mi aspecto en el espejo que había colocado detrás de esta. Estaba despeinada, con el maquillaje corrido y unas grandes ojeras. Sin darle más importancia, me tiré en mi cama y comencé a recordar qué era lo que había pasado la noche anterior. Poco a poco, comencé a cerrar los ojos y casi me quedaba dormida, hasta que un mensaje me interrumpió.
“Tarea comunitaria. Muro de la universidad. Ahora.”
Mierda, debía limpiar algo que no hice y de lo que no fui cómplice. Bufé y me levanté de un salto. Caminé hacia el baño y me limpié la cara. Me sequé suavemente con la toalla y abrí la ducha. Necesitaba sacarme el olor a cigarrillo y otras sustancias que tenía encima. Me metí bajo el agua y comencé a lavarme el cuerpo y el cabello. Al terminar, cerré las canillas y envolví mi pelo con una toalla. Sequé mi cuerpo y comencé a caminar hacia mi habitación. Me acerqué al armario y agarré lo primero que vi. Me cambié y empecé a peinar mi pelo. Al terminar, le eché un último vistazo al cuarto, desordenado como siempre, y me fui a cumplir el trabajo comunitario.

                                 

Me acerqué al muro, donde ya se encontraban los baldes llenos de agua y jabón junto con las esponjas listas para usar y me senté a esperar la llegada de mi compañero. Aburrida, saqué mi celular y conecté los auriculares. Comencé a buscar mi lista de reproducciones favoritas hasta que vi llegar al chico que había visto en la entrada de la fraternidad. Caminaba despreocupadamente hacia el muro, como si todo el campus fuera suyo. Me levanté del suelo y lo miré. Se acercó al balde y comenzó su tarea, ignorándome por completo. Bufé, estoy sí que iba a ser aburrido.


Recorrí el campus con la mirada, todo estaba en paz. No había nadie merodeando por el lugar. Agarré el lápiz y seguí dibujando el paisaje. Era sumamente relajante el silencio que había en estos momentos, me daba la paz necesaria para poder contemplar el paisaje y dibujarlo sin ninguna interrupción de voces molestas o peleas entre fraternidades. Todo aquello era pura mierda, pero el campus en estos momentos era genial. Seguí dibujando hasta que el hambre pudo vencer a mi inspiración. Comencé a caminar hacia la fraternidad, tomándome el tiempo necesario para recorrer con la vista todos los destrozos que habían hechos los jefes de las fraternidades y de los cuales deberíamos hacernos cargo todos. Siempre eran las mismas tonterías, ninguna fraternidad podía estar en paz con la otra. Aunque lo intentaran, el odio les ganaba.
Llegué hasta mi residencia y caminé hacia el hall pero me detuve. Una cabellera rubia se asomaba por una de las ventanas. Sacó las piernas por ella y se dispuso a saltar. Podría avisarle que la puerta estaba abierta, pero era una escena bastante divertida como para dejarla pasar por alto. Sonreí mientras la chica se tiraba, dramáticamente. Saqué de mi bolsillo trasero un cigarrillo y lo encendí. Tomé una pitada y solté el aire, mientras la observaba. Tenía puesta una remera de hombre, seguramente se habría acostado con alguien de la fraternidad y no habría podido encontrar su ropa. Ella levantó la vista y me miró. En ese momento, la reconocí. Era Kat Miller, la zorra de la fraternidad femenina.
- ¿Sabes que sólo tenías que girar la llave que hay en la cerradura para poder salir, no? – Le pregunté mientras se levantaba del suelo. Comenzó a alisar su ropa y a limpiarla, como si eso importara realmente.
- Lo siento, no te había visto. ¿Y tú eres… - Dijo mientras me miraba. Coloqué el cigarrillo en mi boca y comencé a aspirar, para luego soltar todo el aire. Dudé entre decirle mi nombre o no. Aunque sonará ridículo, quería mantener un aire misterioso frente a esta chica.  
- La próxima vez, ten más cuidado. – Contesté mientras subía los tres pequeños escalones que llevaban al hall de la entrada. Abrí la puerta y luego la cerré. Caminé hacia la cocina, abrí la puerta de la heladera y saqué algunos ingredientes para hacerme un sándwich. Saqué el pan de uno de los cajones de la mesada y agarré dos fetas. Lo guardé y me dispuse a armar el sándwich. Ya terminado, lo llevé a mi boca y comencé a masticarlo. Miré el reloj, ya casi era la hora de empezar el trabajo comunitario y ni siquiera había podido subir a mi cuarto. Terminé de comer y guardé todos los ingredientes que habían sobrado. Lavé mis manos y me limpié los costados de la boca. Me sequé con un repasador y caminé de vuelta hacia la entrada, debía dirigirme hacia el muro para comenzar con el trabajo comunitario pero pensaba tomarme todo el tiempo del mundo. Salí de la residencia y comencé a caminar, mientras veía a varios chicos encaminarse hacia su tarea. Comencé a tararear una canción mientras encendía otro cigarrillo. Lo coloqué en mi boca y tomé una pitada.

Sin darme cuenta, ya había llegado hacia el muro. Me encontré con dos baldes y una chica rubia sentada junto a ellos. Parecía cosas de brujos, pero era la misma chica con la que me había cruzado en la entrada. Levantó la vista de su celular y se sacó los auriculares que tenía puestos. Se paró y me miró. Comencé a caminar en dirección a los baldes, agarré uno y me dispuse a empezar a trabajar. Esos grafitis no iban borrarse solos y mientras más rápido empezara, menos tiempo estaría haciendo esa tarea. Agarré la esponja y comencé a frotarla sobre la pared.

- No me has dicho tu nombre, ¿cómo te llamas? – Preguntó Kat, mientras agarraba su balde y comenzaba a limpiar. La miré de reojo mientras escurría su esponja y comenzaba a pasarla por toda la pared.
- No veo la necesidad de decírtelo – Contesté mientras sumergía mi esponja en el balde y volvía a frotarla contra la pared. Ella paró sus movimientos y me miró.
- Oye, no tienes por qué ser tan descortés. Yo no te he hecho nada. – Comentó mientras me miraba. Seguí haciendo mi trabajo sin darle respuesta alguna. – Olvídalo, me largo.
Tiró su esponja dentro del balde y comenzó a caminar por el campus. Sonreí. Esta chica era muy dramática.

Holaaa: