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Un hombre para mi (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 4
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Amanda y _____ tenían que haber esperado el Galveston. Era el destino final de la amable pareja que Albert Bridges había encontrado para que las acompañara, y estaban más que dispuestos a alojar a las chicas con ellos hasta que Kathleen Dunn llegara a buscarlas. Pero Amanda se negó en redondo.
No había dejado de quejarse hasta aquel momento. Incluso antes de dejar la casa, se había quejado ya de lo apresurado de su marcha. Pero el día después del entierro zarpaba un barco, y Albert les había sugerido encarecidamente que lo tomaran, ya que no habría ningún otro en varias semanas. De nuevo en tierra firme, Amanda debería haberse apaciguado un poco, pero no, el concurrido puerto donde estaba su barco fue el siguiente blanco de sus insultos.
De todos modos, ______ había logrado disfrutar del viaje por mar. Era la primera vez que subía a un barco y todo le parecía interesante. El aire salado, la ropa de cama húmeda, las cubiertas ventosas y a veces resbaladizas, intentar caminar sin tropezar con nada o acostumbrase al movimiento del barco eran novedades para ella, y eran esas mismas cosas las que más quejas provocaban en Amanda.
Era sorprendente que el capitán no hubiera lanzado a Amanda por la borda. Una vez, ____ le había oído farfullar para sí mismo la posibilidad de hacerlo. Y Amanda vivió un momento angustioso a los cuatro días de viaje, cuando acabó colgada de la barandilla mientras el mar daba lengüetazos al costado del barco. Había jurado que alguien la había empujado, lo que era ridículo, aunque, con probabilidad, casi todos a bordo lo hubieran pensado más de una vez.
El comportamiento de Amanda había sido como ______ había esperado. Cuando su hermana había dicho que no soportaba viajar, no había exagerado. Y cuando Amanda se sentía abatida, quería que todos los demás también lo estuvieran. _____ logró evitar ese estado de ánimo, pero es que hacia mucho que había aprendido a «no escuchar» a su hermana cuando se ponía especialmente pesada. Sus compañeros habían adoptado la misma actitud, y antes del final del viaje, asentían y mascullaban frases adecuadas, aunque había dejado de «escuchar» a Amanda.
Puede que ésa fuera la razón de que no trataran de impedir que las chicas partieran solas. Aunque era más probable que estuvieran contentos de librarse de Amanda. Y las dos ya eran bastante mayores para viajar solas. Además, estaba con ellas su doncella, Ella Mae. Era unos años mayor que ellas, y en la mayoría de círculos sería considerada una acompañante apropiada.
_____ procuró persuadir a su hermana de que esperaran a que llegara su tía. Señaló que podrían cruzarse con ella por el camino sin ni siquiera saberlo. Pero Amanda había insistido que a lo mejor la tía Kathleen no había recibido aún la carta de Albert, de modo que esperar en Galveston sólo era una pérdida de tiempo. _____ sabía, por supuesto, que era inútil intentar convencer a su hermana. A Amanda sólo le importaba su opinión, y jamás se equivocaba. Que muchas veces no tuviera razón no hacia al caso.
Unos días después se hallaban tiradas en un pueblecito bastante alejado de su destino. Varios contratiempos e incidentes inesperados habían contribuido a tan lamentable situación, pero en el fondo, la culpa seguía siendo totalmente de Amanda. ¿Lo aceptó ella? Claro que no. Desde su punto de vista, la culpa era siempre de los demás, nunca suya.
Si bien en el Este se daba por sentado que el modo más veloz de viajar era el tren, ese cómodo medio de transporte no se había extendido aún por Tejas, motivo que las llevó a viajar hasta allí en barco. Había una línea ferroviaria en el sur de Tejas que iba de la costa noroccidental hacia el centro del estado, con unos pocos ramales de corto recorrido, pero la línea terminaba muy lejos de su destino final. Aunque habían intentado llegar en tren hasta el final de la línea un grupo de ladrones había alterado ese plan.
_______ consideraba el asalto al tren como algo que podría contar a sus nietos, si tenía alguno. Era algo apasionante una vez terminado, aunque aterrador mientras había ocurrido. El tren había parado en seco, y antes de que pudieran recuperarse, cuatro hombres armado habían irrumpido gritando en el vagón de pasajeros. Parecían nerviosos, claro que tal vez aquello fuera normal dadas las circunstancias.
Dos de los hombres habían recorrido el pasillo exigiendo que les entregaran los objetos de valor mientras los otros dos vigilaban las salidas. ____ tenía guardada la mayoría del dinero para el viaje en los baúles, y sólo llevaba una pequeña cantidad en el bolso, así que no dudo en entregarlo. Amanda, sin embargo, lo llevaba todo en el bolso, así que cuando se lo arrebataron, gritó enojada e intentó recuperarlo.
Sonó un disparo. _____ no podía afirmar con seguridad si el hombre había fallado aposta o debido al nerviosismo, pero la bala pasó por encima de la cabeza de Amanda, por muy poco. Es probable que sintiera el calor del disparo porque se había producido tan cerca de ella que le quedó la cara manchada de pólvora. Aunque dado que había dejado conmocionada a Amanda, que se sentó y calló, que el hombre no volvió a disparar y siguió pasillo abajo para terminar de robar.
El resultado del atraco, al margen de la reducción de sus fondos, fue que Amanda se negó en redondo a viajar más en tren. El tren tampoco las habría llevado mucho más lejos pero, aún así, se bajaron en el siguiente pueblo y siguieron adelante en diligencia. Está no seguía la misma ruta del tren claro. Iba rumbo al este, aunque volvía a dirigirse hacia el noroeste tras la siguiente parada.
Pero nunca llegó a la siguiente parada. Tras recibir cada pocos minutos las invectivas de Amanda sobre los baches del camino, el conductor empezó a beber de una petaca que guardaba bajo el asiento, se emborrachó y se perdió por completo junto con sus pasajeros. Se pasó dos días intentando, sin suerte, encontrar el camino que lo devolviera a la ruta prevista.
Era increíble que la diligencia no se averiara sin una pista decente por donde circular. También lo era que el conductor no se hubiera ido sin ellas, pues estaba furioso consigo mismo y con Amanda, por haberle empujado a beber. Al final, un olor a pollo frito los había conducido hasta una casa donde les habían indicado el camino hasta el pueblo más cercano.
Y era allí donde se hallaban tiradas entonces, porque el conductor sí las había abandonado en aquel punto, y también el coche, porque se imaginaba que de todos modos iba a quedarse sin trabajo. Desenganchó uno de los seis caballos y se marchó sin decir una sola palabra. En realidad, dijo dos, o más bien las murmuró mientras Amanda le gritaba para pedirle explicaciones cuando se preparaba para partir. Ella no le oyó decir «hasta nunca», pero _______ sí.
Por desgracia, no las dejó en un pueblo simplemente pequeño, sino en uno que apenas estaba poblado. De los catorce edificios iniciales, sólo tres seguían ocupados y en funcionamiento. Era un caso de mala especulación. El fundador del pueblo creía que el ferrocarril pasaría por allí y esperaba ganar una pequeña fortuna cuando eso sucediera. Pero el ferrocarril rodeó el pueblo, el fundador se marchó a especular a otra parte, y las personas que habían montado negocios los fueron vendiendo o abandonando.
Los tres edificios que todavía estaban abiertos eran la cantina, que también hacia las veces de tienda ya que el propietario tenía una buena amistad con un proveedor y seguía recibiendo remesas de productos de vez en cuando, una panadería que conseguía algo de cereales de un agricultor de la zona, y una casa de huéspedes que se autodenominaba hotel y que dirigía el panadero.
No era extraño que, de los pocos ocupantes, ninguno supiera cómo conducir una diligencia o estuviera dispuesto a tratar de averiguarlo. El carruaje se quedó aparcado donde lo habían abandonado, delante del hotel. Alguien había tenido la amabilidad de desenganchar el resto de los caballos, pero como no había comida para ellos en la cuadra abandonada, los soltaron para que se alimentaran en un campo de hierba alta situado detrás del pueblo, y se marcharan si querían.
Eso fue después de que Amanda insistiera en que podía conducir la diligencia y sacarlos de allí. Al ver la habitación del hotel donde iban a tener que hospedarse y descubrir que era el peor alojamiento con que se habían encontrado hasta el momento, Amanda estaba decidida por completo a marcharse del pueblo de inmediato o, por lo menos, antes de tener que dormir en una habitación tan horrorosa.
A Marian tampoco le gustaba el alojamiento. Las sábanas de la cama individual estaban raídas y puede que alguna vez hubieran sido blancas, pero ahora eran de un gris mohoso. En una pared había un agujero redondo, como si alguien la hubiera atravesado con el puño. La alfombra era un nido de pulgas desde que un perro viejo ocupaba la habitación. Podía verse cómo las pulgas saltaban por ella a la espera de que llegara su huésped a echar su cabezada diaria. Y era una incógnita de dónde procedían las manchas del suelo.
En cualquier caso, por mucho que detestaran la idea de quedarse en ese hotel, el plan alternativo de Amanda no merecía ser tenido en cuenta aunque hubiera podido mover la diligencia. No pudo. Pero se frustró intentándolo.
_____ y Ella Mae se quedaron en el porche del hotel, observando. No iban a subir al coche mientras la señorita sabelotodo lo condujera. Los pocos vecinos del pueblo se divirtieron de lo lindo viéndola, antes de regresar a sus respectivos edificios. Y ____ y Ella Mae se pasaron el resto de la tarde limpiando su habitación para que dormir en ella fuera, por lo menos, un poco tolerable.
Estaban tiradas allí, y no tenían idea de por cuánto tiempo. No había telégrafo, ni línea de diligencia, ni sillas de montar disponibles si se hubieran planteado utilizar los caballos para el viaje, ni un coche de alquiler que hubieran podido manejar, ni tampoco un guía que las orientara para volver hasta el ferrocarril.
Amanda, por supuesto, se quejó de su situación todo el día. Mencionar que eran precisamente sus quejas las que la habían provocado era inútil. Y aunque Amanda daba a entender que no volverían a ver la civilización, ______ era más optimista, en especial después de que el panadero comentara que las diligencias eran demasiado valiosas para dejarlas abandonadas y que alguien iría a buscar el vehículo a fin de ponerlo de nuevo en servicio.
_____ no dudaba que su tía también las estaría buscando, o que habría mandado a alguien a buscarlas. Era probable que se enfadara con ellas por haber seguido el viaje por su cuenta y causado problemas adicionales para encontrarlas. No era una buena forma de empezar su relación con aquella pariente a la que ninguna de las dos conocía y que ahora era su tutora.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 5
Habían transcurrido cuatro días en aquel pueblo deprimente, prácticamente fantasma. Como no había sino unos cuantos viejos o, al menos, ningún hombre que pudiera despertar los celos de Amanda si prestaba algo de atención a _____, ésta no estaba tan pendiente de llevar las gafas pegadas al puente de la nariz. Era un lujo poder ver bien todo el tiempo, en lugar de sólo cuando miraba por encima de los cristales, o cuando se quitaba las gafas.
Hacia unos tres años que llevaba unos lentes que no necesitaba. La idea se le ocurrió cuando encontró un par y se lo probó por curiosidad. Se había visto en un espejo, y el cambio de aspecto era tan espectacular, que había ido a casa y se había quejado de problemas de visión y dolores de cabeza, y su padre le había dicho distraídamente que le pusiera solución. Lo hizo, y un mes después tenía un par de gafas, y unas cuantas más de recambio.
Estaba muy orgullosa de esa idea. Había intentado ya diferenciar su aspecto del de su hermana para no parecerse a ella ni siquiera un poco. Llevaba el cabello peinado de modo totalmente distinto. Amanda ya había empezado a usar algo de maquillaje. _____ seguía sin emplearlo. Amanda prefería ropas de lo más elegante, aunque algo llamativas. _____ también llevaba prendas con estilo, pero elegía tonos apagados, menos favorecedores.
Pero eso no había bastado para que «pasara desapercibida», que era el objetivo al que aspiraba. Hasta que tuvo esa idea brillante, materializada en un par de gafas que, puestas como era debido, le ampliaban los ojos y le conferían un aspecto solemne, muy poco favorecedor. No veía nada con ellas, sólo formas borrosas, y eso hacía que pareciera propensa a los accidentes. Y la gente tendía por naturaleza a alejarse de las personas que no dejaban de tropezar con las cosas.
En aquel momento, los tres perros del pueblo avisaban de que alguien se acercaba. Pero los ladridos eran lejanos, y como aquellos perros parecían ladrar a la mínima y entre sí con regularidad,_____ no prestó atención. Leía un periódico viejo que había encontrado en el porche del hotel, sólo porque hacia un calor abrasador y llegaba una ligera brisa de la calle principal, o mejor dicho, de la única calle.
Prestó atención, sin embargo, cuando cada uno de los vecinos salió de sus edificios respectivos y empezó a mirar hacia la entrada del pueblo. Al parecer, distinguían la diferencia del sonido de los ladridos cuando los animales no hacían ruido porque sí, sino porque habían visto algo realmente interesante.
Amanda echaba una cabezada en el coche, situado en medio de la calle. Estaba agotada de tanto quejarse, aunque el calor excepcional de los últimos días también había influido algo. Y las pulgas de la habitación la habían picado tanto que había empezado a dormir en el coche por la noche y a dar cabezadas en él durante las horas más calurosas del día.
Los ladridos no despertaron a Amanda, pero sí las primeras palabras dichas cerca. El panadero no trabajaba aquel día y había salido al porche del hotel para situarse junto a _____. Ambos se protegían los ojos del sol para ver mejor al desconocido que avanzaba por la calle.
Montaba un animal magnífico, de la clase que en el Este los hombres ricos venderían para participar en carreras. Era un semental de color dorado, con la crin y la cola blancas, grande y esbelto, un animal de buen tamaño para un hombre alto. En cuanto a él en sí, el sombrero de ala ancha, típico del Oeste, le sombreaba tanto el rostro que nadie lograba ver de su aspecto nada más que tenía el tórax y los hombros anchos, llevaba una camisa azul descolorida, unos pantalones y un chaleco negro y un pañuelo azul oscuro atado al cuello, prenda que parecía servir para todo tipo de cosas en la pradera.
—Es un vaquero —comentó Ed Harding, el panadero, junto a _____—. No tiene pinta de pistolero.
—Va armado —indicó _____, que seguía mirando al desconocido.
—Aquí todo el mundo va armado, señorita.
—Usted no.
—Yo no soy todo el mundo.
____ había observado que aquellos viejos solían decir muchas cosas extrañas como ésa—. Pero eran un pozo de información sobre el Oeste y disfrutaba charlando con ellos cuando no estaban ocupados.
Los perros no habían dejado de ladrar y habían seguido al desconocido por el pueblo. No molestaban al caballo en absoluto. El hombre les echaba un vistazo de vez en cuando, pero también parecía ignorarlos. Se detuvo al llegar al coche de la diligencia, que aún seguía en medio de la calle. Se tocó la punta del sombrero para saludar a _____, en un gesto de mera cortesía, antes de echárselo hacia atrás y mirar a Ed Harding.
—Estoy buscando a las hermanas Laton. Y ésta parece ser la diligencia en la que se las vio viajar por última vez.
—Así es —respondió Ed—. ¿Viene de parte de la línea de diligencias?
—No, de parte de su tía. He venido a buscarlas.
—Pues ya era hora —se oyó decir a Amanda, y en uno de sus tonos más desagradables, mientras abría la puerta del coche y bajaba de él.
El hombre se puso bien el sombrero para saludar con él a Amanda y, después, con un dedo, se lo volvió a empujar hacia atrás.
—¿Han sido una molestia las niñas? —preguntó luego en referencia al comentario de la joven.
Amanda se lo quedó mirando como si fuera tonto. _____ estaba también demasiado ocupada observándolo boquiabierta, pero no por lo que había dicho. Eso todavía no lo había asimilado. No, desde el momento en que se había apartado el sombrero de la cara, sus atractivos rasgos la habían cautivado.
Unas mejillas bien afeitadas, la mandíbula cuadrada, una nariz recta sobre un bigote muy bien recortado. Tenía la piel con la misma diferencia de tono en la frente que parecía lucir la mayoría de los hombres en el Oeste, debido a que trabajaban bajo el sol con el sombrero puesto. Sin embargo, en él, esa línea del moreno apenas se distinguía, aunque estaba bronceado, lo que sugería que no siempre llevaba sombrero, o que lo llevaba con frecuencia echado hacia atrás como en aquel momento.
Tenía los cabellos negro azabache, aunque ahora estaban salpicado de polvo del camino. No demasiado largos, sólo hasta unos dos o tres centímetros por debajo de la nuca. ______ supuso que por lo general lo llevaría peinado hacia atrás, pero ahora llevaba la raya en medio y sobre cada sien le caía un mechón ondulado. Unas espesas cejas negras le enmarcaban unos ojos grises, del tono de una nube de lluvia en verano, sin el menor matiz azul.
Era una suerte que el aspecto de _____ pasara tan desapercibido porque, por una vez, se había olvidado por completo de subirse las gafas a lo alto de la nariz. Claro que el hombre le había dedicado sólo una mirada fugaz antes de hablar con el señor Harding, y ahora, como todos, tenía los ojos puestos en Amanda.
Incluso languidecida de calor, con el sudor resbalándole por las sienes, empapándole la ropa bajo las axilas y apelmazándole parte del flequillo, Amanda seguía exuberantemente hermosa. No era extraño que el hombre la siguiera mirando, a pesar de que ella todavía no hubiera contestado a su pregunta, y no podía estar sólo esperando esa respuesta.
Cuando ______ se dio cuenta de que no había dejado de contemplarlo, hizo tres cosas con rapidez. Se volvió a poner las gafas en su posición de camuflaje, se aseguró de llevar el pelo hacia atrás, muy austero, y empezó a abanicarse con el periódico que tenía en la mano.
Iba a esperar que Amanda se recuperara y hablara, otra cosa que estaba acostumbrada a hacer para desviar la atención de ella. Pero Amanda, que acababa de despertarse, seguía algo desorientada y no daba señales de hacerlo.
El silencio prolongado, aparte del ladrido de los perros, estaba empezando a tomar un cariz ridículo, así que _____ dijo por fin, aunque vacilante:
—Tal vez esperaba un par de niñas pequeñas, ¿me equivoco?
—Caramba —exclamó con rapidez el hombre, sin tener que preguntar a qué se refería. La miró un momento y se volvió de nuevo hacia Amanda.
Por primera vez a _____ le molestó que la ignorasen de una forma tan rotunda. Lo que era una locura, pues se esforzaba mucho por lograr exactamente eso. Y no tendría nada de bueno atraer la atención de aquel hombre. De hecho, hacerlo seria perjudicial para la tranquilidad de aquél y la suya propia.
Así que fue un alivio, al menos desde el punto de vista de _____, que Amanda se recompusiera y preguntara:
—¿Quién es usted?
—Nick Kinkaid. Trabajo para su tía.
No existía modo más rápido de quedar descartado de los pensamientos de Amanda como hombre merecedor de su atención que mencionar que se era un mero empleado, de cualquier tipo. Amanda no perdía el tiempo con nadie que no fuera más rico que ella.
Sin mirarlo, cruzó el reducido trecho de calle que separaba el coche del hotel y llegó a la sombra del porche. ____ Kinkaid se disponía a desmontar cuando el tono de jefa a empleado de Amanda lo detuvo.
—Hay que volver a cargar en el coche siete baúles en total. Empiece para que podamos abandonar este desastre de pueblo de inmediato.
—¿Espera viajar en eso? —preguntó Kinkaid, de nuevo en la silla y con la mirada puesta en la diligencia.
—Siete baúles grandes, repito, y no hay ni un solo vehículo en este pueblo que pueda transportarlos aparte de este coche, señor Kinkaid.
—Pues los dejaremos aquí.
—¡Ni hablar! —exclamó con un grito ahogado.
El hombre y Amanda se miraron, o más bien se fulminaron con la mirada durante un momento en una breve batalla de voluntades. Kinkaid terminó suspirando, pensando tal vez que no valía la pena discutir por eso.
—Sabrá conducir la diligencia, ¿verdad? —preguntó _____ con prudencia.
—No, pero supongo que puedo averiguar cómo se hace. ¿Dónde están los caballos? La cuadra parecía cerrada y vacía cuando pasé por delante.
—Sí, como muchos edificios de aquí, la abandonaron hace mucho —le explicó ____—. Así que dejaron a los animales libres en el campo situado detrás del pueblo.
Un momento después, un disparo los sobresaltó a todos, es decir, a todos excepto a Nick Kinkaid, que era quién lo había efectuado. Los perros que lo habían seguido continuaban ladrando alrededor de las patas del caballo. El disparo dio en el suelo, cerca de ellos, y los ahuyentó a toda velocidad.
Amanda, sorprendida, había chillado y se había llevado una mano al pecho, donde seguía.
—¿Era del todo necesario? —preguntó a Kinkaid con sorna.
Éste volvió a ponerse bien el sombrero sobre la frente y recogió las riendas dispuesto a irse.
—No. Pero fue un placer —contestó con una sonrisa perezosa.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 6
—Patán insoportable —masculló Amanda antes de entrar para volver a guardar en los baúles las pocas cosas que había sacado.
Nick Kinkaid se había marchado pero, al parecer, Amanda no creía que fuera a abandonarlas como había hecho el conductor. Eso jamás se le ocurriría a alguien tan egocéntrico como Amanda.
____, que no estaba tan segura, rodeó deprisa el hotel hasta la parte posterior para asegurarse de que sólo había ido a recoger los caballos de la diligencia. Poco después suspiró de alivio al ver que salía de detrás de dos edificios situados calle abajo para adentrarse en el campo donde pastaban los caballos. Todavía estaban los cinco, aunque muy dispersos.
Lo observó unos minutos mientras empezaba a reunirlos. Uno le dio problemas; no quería volver a trabajar. Kinkaid tomó una cuerda que llevaba sujeta detrás de la silla y empezó a ondear un lazo sobre su cabeza para lanzárselo después al caballo. El lazo acertó en la cabeza del animal y quedó ajustado antes de que éste pudiera sacudírselo.
______ había oído hablar de la técnica de lanzar el lazo, pero no había tenido nunca la oportunidad de verla. Al parecer, el panadero había estado en lo cierto. Nick Kinkaid era un hombre que sabía trabajar con el ganado y con los caballos. Un vaquero, y el primero que ella conocía desde su llegada a Tejas. Sin duda conocía la zona y sería el guía perfecto. Ojalá no fuera además tan guapo...
Como la mayoría de los hombres guapos, intentaría cortejar a Amanda. Todos lo hacían. Si creían tener la menor posibilidad con ella, lo intentaban. Amanda era demasiado hermosa para que no lo probaran. Los pocos a los que había tenido años pendientes de ella y a los que había incluso animado ni siquiera sabían lo arpía que era. Si deseaba que volvieran, les mostraba sólo su mejor cara. Era muy buena engañando a los hombres.
Pero Nick Kinkaid no tenía ninguna posibilidad. No entraba en al categoría de guapo y rico que era obligatoria para Amanda. ______ esperaba que cuando su hermana se hubiera calmado un poco, no decidiera que NicK sería un entretenimiento divertido. Si desplegaba sus encantos, Nick se enamoraría de ella y eso sería terrible para él.
En cualquier caso no era probable que Amanda se calmara, por lo menos hasta no estar de camino a casa, en Haverhill. Hasta entonces mostraría cuán desagradable era, y todos los que la rodeaban iban a sufrir su desagrado porque no soportaba que alguien no se sintiera abatido cuando ella lo estaba.
Amanda detestaba de verdad aquel viaje y lo que lo motivaba. Tener que vivir con su nueva tutora y haber de obedecer sus dictados hacían que ya odiara a su tía, a pesar de no conocerla.
Las dos tenían sólo un vago recuerdo de ella, ya que Kathleen se había ido de casa cuando eran muy pequeñas. Lo que más molestaba a Amanda era no poder casarse con quién ella quisiera y tener que obtener antes el permiso de su tía. Su padre debería haberle dejado elegir, sin importar a quién eligiera, porque siempre le había dado todo lo que quería.
Era probable que su tía no fuera tan generosa y que se tomara su deber en serio porque era un deber nuevo e inesperado. Por lo menos, así era como _____ habría reaccionado, de modo que daba por sentado que Kathleen también.
Era de esperar que Nick viera a Amanda tal como era y no tuviera curiosidad por lo que podrían parecerle sólo los arrebatos de un niña mimada. Por su parte, _____ tomaría las precauciones habituales y lo desanimaría, ya que podía ser muchísimo peor si, por alguna extraña razón, le dedicaba a ella su atención.
Volvió al hotel a hacer el equipaje. Antes de subir las escaleras se encontró con Ed Harding y le pidió que informara al señor Kinkaid de que sólo había cinco caballos, a fin de que aquél no perdiera el tiempo buscando al sexto. Por un momento había pensado decírselo ella misma, pero decidió que cuanto menos contacto tuviera con él, mejor.
No tenía mucho que empaquetar. Ninguna de ellas lo tenía, pues, dado que carecían de cómoda o de armario, habían seguido guardando las cosas en los baúles. Dos eran de _____, uno de Ella Mae y los cuatro restantes de Amanda. Se había resistido a dejar tanto sus objetos de valor como sus baratijas, a pesar de que no habían cerrado la casa de Haverhill, sino que había quedado al cuidado de una persona para evitar los robos.
Antes de que los cinco caballos estuvieran enganchados al coche, habían acabado y estaban esperando en el porche. Por lo menos ella y Ella Mae. Era una buena ocasión para que Nick Kinkaid se enojara lo bastante con ______ para eliminarla por completo de sus pensamientos.
Cuando Nick se estaba peleando con el arnés del caballo principal, ______ se le acercó.
—¿Tiene alguna prueba de que nuestra tía le enviara a buscarnos? —le preguntó.
Nick la miró de reojo y volvió a dirigir su atención al caballo.
—Yo mencioné a su tía, no ustedes —recordó en tono indiferente.
—Sí, es cierto, pero todo el mundo en el pueblo sabe que perdimos hace poco a nuestro padre y que vamos a vivir con nuestra tía —insistió _____.
—No había pisado nunca este pueblo —replicó mientras la miraba con el ceño fruncido.
—Eso dice usted, pero...
—¿Me está acusando de haber entrado a escondidas en el pueblo ayer, quizá, de haber oído esa historia que «todo el mundo» conoce y de idear un plan para fugarme con usted y su hermana? —exclamó Nick.
Dicho así, sonaba horrible. Tendría que ser una persona de la peor calaña para elaborar un plan como aquél. Se estremeció por dentro. Debería asentir con la cabeza, pero no logró hacerlo y no fue necesario, porque él ya estaba furioso con ella NICK se metió la mano en un bolsillo del chaleco, sacó una carta y la puso delante de las narices de Amanda.
—Así fue cómo supe dónde encontrarlas, señorita Laton, y ya que no las encontré donde debían estar, desde entonces las he estado buscando.
Sin duda, en sus palabras había cierta dosis de censura, y aún más en el tono. Le había molestado, y por demás, tener muchos más problemas de los previstos para encontrarlas. ______ se sonrojó, a pesar de que ni siquiera era culpa suya no haber estado en Galveston como deberían. Pero le había molestado mucho más aún su acusación. Bueno, de eso se trataba, ¿no? Lograr caerle mal y que, por consiguiente, la ignorara a partir de entonces.
La carta era la que Albert Bridges había mandado a su tía. Por supuesto, _____ no había dudado que Nick fuera quien decía ser. No había necesitado pruebas.
Sin embargo, aparentó que la prueba que le presentaba la había convencido.
—Muy bien —exclamó remilgadamente con un resoplido, tras ajustarse las gafas sobre al nariz—. Me alegra estar en buenas manos—. Y se marchó.
Era probable que fuera el enfado lo que lo llevó a replicar: «¿Buenas? No, sólo en mis manos.» Por lo menos, -______ esperaba que sólo fuera el enfado.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 7
Nick no tenía que recorrer el trayecto tan deprisa. Quedaban seis horas de luz del día y podían alcanzar el siguiente pueblo con estación para diligencias antes del anochecer a un ritmo normal. Pero los caballos estaban frescos, y él seguía enfadado, de modo que llegaron una hora antes del ocaso. Descargó el resto del enfado en el empleado de la estación, que intentó negarles un coche regular sin coste adicional, e incluso quería quedarse el coche que ya tenían. Ni hablar. Tal como Nick lo veía, las dos hermanas tenían derecho a un viaje gratis hasta Trenton como compensación de la experiencia que les habían hecho pasar.
Esa noche, las mujeres se alojaron en un hotel, uno decente. Al menos no mereció las quejas de ellas. Lo que no podía decirse de la mayor parte del día. El viaje había provocado un montón de gritos, que Nick había ignorado, en el interior del coche. Puede que todos provinieran de aquella solterona con una imaginación hiperactiva.
Después de tres whiskies en la cantina más cercana, por fin dejó de apretar los dientes. Seguía sin estar contento. Tenía que soportar a unas mujeres, no a unas niñas, y eran tres. Tendría que haber pedido a Red que se lo aclarara antes de partir. No debería haber supuesto que las sobrinas que el hermano de ella había dejado «a su cargo» fueran niñas pequeñas. Debería haberse negado a hacerle ese favor pero, por desgracia, ya era demasiado tarde para lamentarse.
Ya había sido bastante terrible pensar que viajaría con un par de niñas hasta el rancho, pero la mayoría de los niños que conocía se portaba bien, y no había esperado tener problemas. Las mujeres, en cambio, sólo podían crear dificultades y, por lo que había visto hasta entonces de esas hermanas, iban a creárselas.
En cualquier caso, debería haber imaginado antes que las hermanas Laton eran mujeres, en especial después de tener que localizarlas. Pero estar convencido de que eran demasiado pequeñas para causarle molestias le impidió considerar los comentarios que había oído sobre ellas a lo largo del camino, en que ni una sola vez las calificaron de adultas, que él recordara. Frases como «esas jovencitas tenían una prisa terrible», «Esas muchachitas no atendían a razones» o «Esas damitas dejaron el tren más deprisa que una prostituta saldría de una iglesia» no indicaban exactamente que eran mujeres que podían despertar su interés lascivo.
¿Podían? ¡Caray, la tal Amanda era preciosa! Unos cabellos rubios de tono dorado y peinados para enmarcar su rostro oval con rizos y tirabuzones que le quedaban perfectos. Una naricita respingona, las mejillas sonrosadas, una barbilla suave y los labios más seductores que había visto en mucho tiempo. Y unos ojos azul oscuro que brillaban como gemas pulidas, rodeados de unas gruesas pestañas negras un poco emborronadas por el calor, lo que indicaba que seguramente no era ése su color natural, pero aún así, la clase de ojos en los que un hombre podía perderse encantado.
Por si eso no fuera suficiente, tenía además una figura llamativa que hacia caer la baba a cualquier hombre. Unos senos generosos, cintura de avispa y las caderas redondeadas, y no era demasiado alta, veinte y pocos centímetros más baja que él, lo que era bastante ideal en su opinión.
Su irritabilidad al conocerlo era comprensible. La habían abandonado en un pueblo casi fantasma, antes que eso había sufrido el asalto a un tren y Dios sabía cuántas cosas más. Para una joven educada con delicadeza, el Oeste podía ser un lugar duro, y ya había sufrido muchos malos percances. Lo menos que podía hacer era llevarla a Twisting Barb sin más incidentes.
En cuanto a su hermana, era una solterona; con esas gafas horrorosas que llevaba, no podía definirla de manera distinta. Y, aunque no estaba siendo nada benévolo, después de cómo lo había insultado, no podía pensar en ella de otro modo.
Eran tan distintas como el día y la noche, tanto que, de no saberlo, uno no sospecharía jamás que eran hermanas. Las dos rubias, sí, las dos con los ojos azules y una bella figura, pero el parecido terminaba ahí.
Era evidente que ______- era la mayor, y quizás estaba amargada por su soltería. Seguramente estaba celosa de Amanda porque había acaparado todo el atractivo de la familia. Llevaba el cabello recogido en un moño sin gracia y peinado hacia atrás, caminaba con paso firme, como un hombre, e iba vestida en un tono gris pardo.
Puede que lograra mejorar un poco si lo intentaba, pero con esas gafas que daban a sus ojos un aspecto tan saltón, seguramente pensaba que no valía la pena intentarlo. Era la clase de chica que llevaría a un hombre a salir corriendo despavorido si se fijaba en él. Cuanto menos pensara en ella, mejor.
A la mañana siguiente, partieron justo después del amanecer. A las mujeres no les gustó demasiado salir tan temprano, pero era necesario para llegar a la estación siguiente antes del anochecer. Al menos, volvían a estar en la ruta de la diligencia, de modo que habría más estaciones a lo largo del camino entre los pueblos para cambiar los caballos y alimentar a los pasajeros y, si no, por lo menos habría zonas designadas para pararse a descansar.
Al conductor no parecía preocuparle, aunque admitió que jamás había conducido en la ruta que llevaba a Trenton. Will Candles era un individuo malhumorado de casi cincuenta años, con los cabellos ya grises y un largo mostacho que se proyectaba hacia arriba en sus extremos del que estaba muy orgulloso. Hacia unos diez años que conducía diligencias, y antes, trenes de mulas, de modo que conocía bien su trabajo.
Dos días después, Nick tuvo otro roce desagradable con la solterona. Hacia mediodía se detuvieron en una de las mejores estaciones. Tenía cuadra, restaurante, ofrecía una gran variedad de productos e incluso disponía de alojamiento por si el tiempo era inclemente.
Seguía haciendo buen tiempo, e iba refrescando un poco a medida que avanzaban hacia el noroeste. Habían cambiado el tiro mientras almorzaban. Sin embargo, hubo una ligera demora al salir porque uno de los caballos de refresco perdió una herradura y hubo que sacarlo para solucionarlo. Como la estación atendía una única ruta, sólo tenía disponibles seis caballos, de modo que era necesario volver a poner la herradura su querían el caballo fresco.
Nick había procurado guardar todo lo posible las distancias con las mujeres, aunque sólo fuera porque le atraía Amanda Laton, y un viaje, con las incomodidades que conllevaba, no era un buen momento para tener ideas románticas. Cuando estuviera instalada en su nuevo hogar, decidiría si obrar o no de acuerdo a esa atracción. Así que comía con Will, en lugar de con las mujeres, y viajaba la mitad del día con él en el pescante del conductor y la otra mitad iba a caballo, pero jamás dentro del coche.
Amanda y la doncella, Ella Mae, ya habían subido al vehículo cuando el caballo perdió la herradura, y decidieron esperar dentro. _____ estaba comprando algo en la tienda y, sin saber nada de la demora, pensando quizá que retrasaba la salida, llegó corriendo al coche y chocó con la espalda de Nick.
Él no le dio importancia. Era una mujer muy torpe que siempre tropezaba con las cosas, y con las personas. Se limitó a apartarse. Sin embargo, ella pareció ponerse muy nerviosa por el accidente e incluso dio la impresión de ir a disculparse, pero debió de cambiar de parecer. No se imaginaba cómo pudo terminar culpándolo a él, aunque lo hizo.
—Quería hacerme caer, ¿verdad? Y no es la primera vez. ¿Es algo que le viene de pequeño? ¿Meterse con los más débiles? Hacer eso es perverso. ¡Déjelo ya!
A Nick no sólo le sorprendió la acusación, sino que, además, le resultó tan increíble que lo culpara de algo que sabía que era culpa de ella que se quedó sin habla. Y tras haberlo insultado por segunda vez, ______ alejó la falda de él de un tirón, como si corriera el riesgo de contaminarse, y se marchó indignada.
Casi la hizo volverse. Incluso empezó a alargar la mano para sujetarla. Tal vez lo que necesitara era que la sacudieran un poco. Pero se detuvo. No valía la pena perder el tiempo en las ridiculeces que se le ocurrían a esa mujer. El problema era que había perdido el tiempo igualmente meditando lo irritante que era.
Los salteadores que detuvieron la diligencia un par de horas después en la carretera, no podían imaginar que no era un buen momento para atracarla. Eran dos, y cada uno de ellos sujetaba un revólver en cada mano. De hecho, por lo que se veía a pesar de ir enmascarado, uno parecía ser una chica, o un muchacho muy joven, bajo y flaco. El otro, que era quien hablaba, era un pedazo de animal.
Dio órdenes de que dejaran las armas y les entregaran todos los objetos de valor. Nick, que en aquel momento iba en el pescante con Will, no obedeció. Will sí, y deprisa. Había asistido a muchos atracos en su trabajo y, en su opinión, no le pagaban lo suficiente para arriesgar la vida intentando proteger lo que había en los bolsillos de otras personas. Nick podía haber pensado lo mismo si la solterona no hubiera vuelto a sacarle de sus casillas aquel día.
—No estoy de buen humor —aseguró con el rifle ya en la mano, puesto que lo llevaba en el regazo—. Si tenéis algo de sentido común, os daréis cuenta de que no deberíais meteros conmigo hoy. Si tengo que disparar, lo haré a matar. Así que será mejor que os lo penséis un momento y os larguéis.
En ese instante era bastante probable que empezaran a volar las balas. Los salteadores corrían ese tipo de riesgos, y aquellos dos tenían ya las armas preparadas, mientras que sólo Nick estaba armado para enfrentarse a ellos. Pero con toda probabilidad no sabían que en el coche no había sino mujeres, de modo que pensarían que podían intervenir más armas en la acción.
Sin embargo, como Will había dejado la suya al ordenárselo, en ese momento sólo tenían que encargarse de Nick. Claro que, con buena puntería, bastaba con un solo rifle. La cuestión era si creían que ellos eran mejores y más rápidos. Únicamente ellos sabían lo buenos que eran.
Se produjo entonces un breve intercambio de susurros entre ambos, y algunas palabrotas. Nick esperó con paciencia. Casi rogaba que no se echaran para atrás. Pero, si bien no dudaría en meterle una bala en el cuerpo al tipo corpulento, era incapaz de disparar a adolescentes o a forajidas, lo que quiera que fuese el otro asaltante. Se sintió algo aliviado cuando el bajo dio una patada al suelo y se dirigió hacia el arbusto donde estaban atados los caballos. El hombre corpulento retrocedió más despacio, pero al cabo de un momento, también había desaparecido. Nick siguió esperando, alerta, y no se relajó hasta oír que sus caballos se alejaban a galope.
—Eso ha sido una verdadera estupidez —se quejó Will mientras recuperaba el arma del suelo del vehículo y volvía a ponérsela en la pistolera—. Lo normal es que haya unos cuantos más apostados a los lados, preparados para cualquier tipo de resistencia.
—Pero aquí lo normal no ha valido, ¿verdad? —contestó Nick encogiéndose de hombros.
—No, claro que tú no lo sabías. Ha sido pura suerte que sólo estuvieran ellos dos. Una vez vi cómo disparaban tantas balas a un coche que hasta se le cayo la rueda. Y esa vez también había sólo dos salteadores a la vista, pero resulto que en total eran seis.
—Quizá deberías buscarte otro trabajo.
—Quizá sí —concedió Will con un bufido—. Pero, mientras tanto, ¿por qué no te pones de mejor humor para que no consigas que me maten?
Nick pensó que la tensión nerviosa era lo que le hacia hablar así, de modo que no se ofendió. Aunque cuando la misma tensión nerviosa le llegó procedente de otra dirección, lo hizo.
La muchacha bajó del coche con la cara roja de rabia y empezó a gritarle.
—No vuelva a ponernos nunca en peligro de este modo. ¡Podría... podríamos estar muertos! ¡Unos cuantos baúles llenos de ropa y un poco de dinero no valen vidas humanas!
Se hacia el héroe y recibía una bronca. Fue la gota que colmó el vaso. Bajó del coche, agarró a la solterona por el brazo y la arrastró veinte metros antes de detenerse.
—Tengo ganas de sacudirla hasta dejarla tambaleando —gruñó—. Diga una palabra más y tal vez lo haga. La situación estaba controlada, señorita. Si no hubiera tenido el rifle en las manos, podría haber sido distinto. Y si no me hubiera irritado antes con sus estúpidas acusaciones, también podría haber sido distinto. Así que tal vez debería plantearse cerrar el pico a partir de ahora, y puede que llegue a Twisting Barb de una pieza.
La dejó y fue a comprobar cómo estaba Amanda. Seguramente seguiría asustada, puede que necesitara consuelo. Abrió la puerta del coche y vio los ojos tranquilos de Ella Mae puestos en él (nada parecía perturbar a la criada) y a Amanda profundamente dormida. Esa preciosidad no se había enterado de nada.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
-
Capítulo 8
_____ estaba abatida. No estaba acostumbrada a hacer un ridículo tan grande, y a hacerlo aposta. Era cierto que solía empezar causando mala impresión a cualquiera que tuviera posibilidades de convertirse en un amigo o un pretendiente, lo suficiente para que esa persona considerara que no valía la pena conocerla.
Era su táctica defensiva para asegurarse desde el principio de que su hermana no se pusiera celosa. Y llevaba tanto tiempo poniéndola en practica que le salía de modo automático.
Se había esforzado en hacerlo con Nick Kinkaid el día que las encontró. Debería haber bastado el hecho de acusarlo de tener intenciones nefandas cuando no dudaba en absoluto de que había ido a rescatarlas. Era evidente que se había sentido insultado y que desde entonces la había evitado: no le dirigía la palabra y ni siquiera miraba en su dirección. El resultado perfecto. Pero no había contado con el efecto que él tendría en ella.
Tenía que admitirlo: le gustaba, y demasiado. La atracción inicial que había sentido por él no disminuía con ese distanciamiento como debería. Pensaba en él sin cesar, esperaba oír el sonido de su voz, alcanzar a verlo cuando cabalgaba junto al coche; todo lo que no debería hacer, pero no parecía poder evitarlo.
Amanda no se había percatado aún de su interés por Nick porque la consumía su propio malestar. Pero si pensara, ni que fuera un segundo, que a _____ le gustaba, procuraría conquistarlo, no para quedarse con él, claro, sino sólo para fastidiarla.
De modo que _____ no tenía por qué aumentar la aversión de Nick hacia ella: éste ya le tenía bastante. Lo que ella debía hacer era quemar todas sus naves para asegurarse de que nunca hubiera la más remota posibilidad de que él pudiera ser suyo. Porque aunque perdiera el juicio por completo y le hiciera saber que le gustaba, sabía que no podía competir por él con su hermana.
Amanda intentaba todo lo habido y por haber para conseguir lo que quería. Si lo que quería era un hombre, incluso dormía con él, aunque sólo fuera una vez, para que sintiera devoción por ella. Lo había hecho antes, y se había asegurado de que _____ lo supiera si se trataba de un hombre por el que _____ había mostrado algún interés. Así que hasta que Amanda estuviese casada y se marchara a vivir lejos de ella, no podría empezar a pensar en casarse a su vez.
De modo que había vuelto a hacer el ridículo, y ahora se sentía triste y avergonzada por ello. Y esa vez ni siquiera había sido queriendo. Chocar con Nick aquella tarde no había sido sino un accidente. Pero estar a punto de disculparse por ella había disparado la alarma en su interior. No quería que pensara sólo que era torpe. Eso no era un rasgo lo bastante malo para provocar una aversión extrema. Aunque sí otra acusación injustificada.
Al menos, podía haber sido algo más ingeniosa. Acusarle de ser perverso con los débiles era más que absurdo. Demostraba lo nerviosa que se había puesto al encontrarse tan cerca de él que ni siquiera podía pensar con claridad.
Habría dicho entonces que no podría estar más avergonzada. Pero, quién lo iba a decir, él se enfrentaba a algo de peligro durante aquel atraco abortado a la diligencia y ella perdía todo su sentido común. Ni tan sólo estaba segura de qué era peor, si tener miedo por él o comportarse como una idiota debido a ello.
Estaba abatida por completo. Y encima, tenía que cenar con él justo esa noche, cuando se ponía colorada cada pocos minutos porque no podía dejar de pensar en su ridículo comportamiento. En cualquier caso, era inevitable, por lo menos esa noche. El pueblo era pequeño y sólo había un restaurante en el único hotel, y nada más que una mesa vacía en él; además el comedor estaba cerrando (el cocinero ya se había ido a casa), de modo que no podía poner ninguna excusa para volver más tarde a cenar, ni él tampoco.
Por lo menos no tuvieron que oír la habitual serie de interminables quejas de Amanda mientras comían. Había estado dormida todo el rato que duró el atraco, de modo que no sentía ninguna inquietud por ello porque no se había enterado hasta después, cuando estaban a mitad de camino del próximo pueblo y, en cierto modo, se hallaba de buen humor por ello. Y que Amanda estuviera de buen humor significaba que coquetearía con todos los hombres que tuviera cerca.
_______ encontró la comida insípida, apenas podía tragarla. Se le habían despertado tantos sentimientos encontrados que empezó a dolerle la cabeza. Una cosa era saber lo que podía pasar y otra muy distinta estar ahí sentada viendo cómo Amanda captaba la atención embelesada de _____. Hasta el pobre Will Candles se puso de lo más nervioso con las sonrisas de Amanda. A _______ se le revolvía el estómago.
El dolor de cabeza era una buena excusa para marcharse, y la utilizo. Y qué si se iba a dormir hambrienta. Tendría suerte si conseguía dormir algo.
En realidad, nadie salvo Ella Mae la oyó disculparse ni se percato de su marcha; se la daba muy bien pasar desapercibida. Logró llegar a la habitación que compartía con su hermana y su sirvienta a pesar de que la luz del pasillo se había apagado. Y estaba demasiado triste para encender la lámpara de la habitación. Se deshizo el moño para soltarse el pelo, colocó las gafas en la mesa más cercana, dejó caer el vestido al suelo y se metió en la cama para aliviar sus penas.
Tal cantidad de sentimientos diversos tenía, de hecho, una ventaja: la agotaba más de lo que pensaba y, gracias a Dios, se durmió enseguida. No había esperado hacerlo. Y no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, sólo sabía que estaba profundamente dormida cuando la había despertado de golpe una voz sorprendida que había gritado: «¿Pero qué...?»
Desde el inicio del viaje en Haverhill, se había acostumbrado a que la despertara Amanda, que no era nada considerada con los demás, cuando se iba a dormir. Pero no era Amanda quién estaba de pie junto a la cama. ______ reconoció aquella voz grave, y estaba lo bastante sorprendida para chillar:
—¡Salga de mi habitación!
Él había tenido tiempo de recuperarse.
—Ésta es mi habitación —dijo Nick con calma, incluso con algo de ironía.
—Oh. —Volvía a estar avergonzada; era una mala costumbre que estaba adquiriendo—. Entonces debo disculparme.
—No se moleste —soltó Nick.
—No lo haré —replicó, y añadió con frialdad—: Buenas noches.
Durante esa breve conversación, _____ se había dado cuenta de dos cosas: Nick había abierto las sábanas ante de percatarse de que ya había alguien en la cama, y la habitación seguía a oscuras. Como ella, no había encendido la lámpara para meterse en la cama. Eso significaba que podía irse sin que pudiera verla bien y esperaba no tropezar al salir.
Era un buen plan, que llevó a la práctica de inmediato. Pero no había contado con que él alumbrara una de las cerillas que estaban junto a la lámpara de aceite más o menos al mismo tiempo que ella empezó a moverse. Esperaba que tuviera la mirada puesta en la lámpara para encenderla y no en ella. No se detuvo a averiguarlo y salió con rapidez de la cama para cruzar la puerta y darse de bruces con Will Candles, que iba a entrar.
Chocó con él, murmuró un rápido «Perdón, lo siento», pero no se detuvo. ¿Podría estar más acalorada? Seguramente no. Y no se calmó una vez segura detrás de la puerta adecuada, unos metros más allá del pasillo. Lo único que podía agradecer en ese momento era que la habitación seguía vacía, de modo que no tenía que explicar a su hermana ni a la doncella qué hacia corriendo por el hotel en ropa interior.
Capítulo 8
_____ estaba abatida. No estaba acostumbrada a hacer un ridículo tan grande, y a hacerlo aposta. Era cierto que solía empezar causando mala impresión a cualquiera que tuviera posibilidades de convertirse en un amigo o un pretendiente, lo suficiente para que esa persona considerara que no valía la pena conocerla.
Era su táctica defensiva para asegurarse desde el principio de que su hermana no se pusiera celosa. Y llevaba tanto tiempo poniéndola en practica que le salía de modo automático.
Se había esforzado en hacerlo con Nick Kinkaid el día que las encontró. Debería haber bastado el hecho de acusarlo de tener intenciones nefandas cuando no dudaba en absoluto de que había ido a rescatarlas. Era evidente que se había sentido insultado y que desde entonces la había evitado: no le dirigía la palabra y ni siquiera miraba en su dirección. El resultado perfecto. Pero no había contado con el efecto que él tendría en ella.
Tenía que admitirlo: le gustaba, y demasiado. La atracción inicial que había sentido por él no disminuía con ese distanciamiento como debería. Pensaba en él sin cesar, esperaba oír el sonido de su voz, alcanzar a verlo cuando cabalgaba junto al coche; todo lo que no debería hacer, pero no parecía poder evitarlo.
Amanda no se había percatado aún de su interés por Nick porque la consumía su propio malestar. Pero si pensara, ni que fuera un segundo, que a _____ le gustaba, procuraría conquistarlo, no para quedarse con él, claro, sino sólo para fastidiarla.
De modo que _____ no tenía por qué aumentar la aversión de Nick hacia ella: éste ya le tenía bastante. Lo que ella debía hacer era quemar todas sus naves para asegurarse de que nunca hubiera la más remota posibilidad de que él pudiera ser suyo. Porque aunque perdiera el juicio por completo y le hiciera saber que le gustaba, sabía que no podía competir por él con su hermana.
Amanda intentaba todo lo habido y por haber para conseguir lo que quería. Si lo que quería era un hombre, incluso dormía con él, aunque sólo fuera una vez, para que sintiera devoción por ella. Lo había hecho antes, y se había asegurado de que _____ lo supiera si se trataba de un hombre por el que _____ había mostrado algún interés. Así que hasta que Amanda estuviese casada y se marchara a vivir lejos de ella, no podría empezar a pensar en casarse a su vez.
De modo que había vuelto a hacer el ridículo, y ahora se sentía triste y avergonzada por ello. Y esa vez ni siquiera había sido queriendo. Chocar con Nick aquella tarde no había sido sino un accidente. Pero estar a punto de disculparse por ella había disparado la alarma en su interior. No quería que pensara sólo que era torpe. Eso no era un rasgo lo bastante malo para provocar una aversión extrema. Aunque sí otra acusación injustificada.
Al menos, podía haber sido algo más ingeniosa. Acusarle de ser perverso con los débiles era más que absurdo. Demostraba lo nerviosa que se había puesto al encontrarse tan cerca de él que ni siquiera podía pensar con claridad.
Habría dicho entonces que no podría estar más avergonzada. Pero, quién lo iba a decir, él se enfrentaba a algo de peligro durante aquel atraco abortado a la diligencia y ella perdía todo su sentido común. Ni tan sólo estaba segura de qué era peor, si tener miedo por él o comportarse como una idiota debido a ello.
Estaba abatida por completo. Y encima, tenía que cenar con él justo esa noche, cuando se ponía colorada cada pocos minutos porque no podía dejar de pensar en su ridículo comportamiento. En cualquier caso, era inevitable, por lo menos esa noche. El pueblo era pequeño y sólo había un restaurante en el único hotel, y nada más que una mesa vacía en él; además el comedor estaba cerrando (el cocinero ya se había ido a casa), de modo que no podía poner ninguna excusa para volver más tarde a cenar, ni él tampoco.
Por lo menos no tuvieron que oír la habitual serie de interminables quejas de Amanda mientras comían. Había estado dormida todo el rato que duró el atraco, de modo que no sentía ninguna inquietud por ello porque no se había enterado hasta después, cuando estaban a mitad de camino del próximo pueblo y, en cierto modo, se hallaba de buen humor por ello. Y que Amanda estuviera de buen humor significaba que coquetearía con todos los hombres que tuviera cerca.
_______ encontró la comida insípida, apenas podía tragarla. Se le habían despertado tantos sentimientos encontrados que empezó a dolerle la cabeza. Una cosa era saber lo que podía pasar y otra muy distinta estar ahí sentada viendo cómo Amanda captaba la atención embelesada de _____. Hasta el pobre Will Candles se puso de lo más nervioso con las sonrisas de Amanda. A _______ se le revolvía el estómago.
El dolor de cabeza era una buena excusa para marcharse, y la utilizo. Y qué si se iba a dormir hambrienta. Tendría suerte si conseguía dormir algo.
En realidad, nadie salvo Ella Mae la oyó disculparse ni se percato de su marcha; se la daba muy bien pasar desapercibida. Logró llegar a la habitación que compartía con su hermana y su sirvienta a pesar de que la luz del pasillo se había apagado. Y estaba demasiado triste para encender la lámpara de la habitación. Se deshizo el moño para soltarse el pelo, colocó las gafas en la mesa más cercana, dejó caer el vestido al suelo y se metió en la cama para aliviar sus penas.
Tal cantidad de sentimientos diversos tenía, de hecho, una ventaja: la agotaba más de lo que pensaba y, gracias a Dios, se durmió enseguida. No había esperado hacerlo. Y no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, sólo sabía que estaba profundamente dormida cuando la había despertado de golpe una voz sorprendida que había gritado: «¿Pero qué...?»
Desde el inicio del viaje en Haverhill, se había acostumbrado a que la despertara Amanda, que no era nada considerada con los demás, cuando se iba a dormir. Pero no era Amanda quién estaba de pie junto a la cama. ______ reconoció aquella voz grave, y estaba lo bastante sorprendida para chillar:
—¡Salga de mi habitación!
Él había tenido tiempo de recuperarse.
—Ésta es mi habitación —dijo Nick con calma, incluso con algo de ironía.
—Oh. —Volvía a estar avergonzada; era una mala costumbre que estaba adquiriendo—. Entonces debo disculparme.
—No se moleste —soltó Nick.
—No lo haré —replicó, y añadió con frialdad—: Buenas noches.
Durante esa breve conversación, _____ se había dado cuenta de dos cosas: Nick había abierto las sábanas ante de percatarse de que ya había alguien en la cama, y la habitación seguía a oscuras. Como ella, no había encendido la lámpara para meterse en la cama. Eso significaba que podía irse sin que pudiera verla bien y esperaba no tropezar al salir.
Era un buen plan, que llevó a la práctica de inmediato. Pero no había contado con que él alumbrara una de las cerillas que estaban junto a la lámpara de aceite más o menos al mismo tiempo que ella empezó a moverse. Esperaba que tuviera la mirada puesta en la lámpara para encenderla y no en ella. No se detuvo a averiguarlo y salió con rapidez de la cama para cruzar la puerta y darse de bruces con Will Candles, que iba a entrar.
Chocó con él, murmuró un rápido «Perdón, lo siento», pero no se detuvo. ¿Podría estar más acalorada? Seguramente no. Y no se calmó una vez segura detrás de la puerta adecuada, unos metros más allá del pasillo. Lo único que podía agradecer en ese momento era que la habitación seguía vacía, de modo que no tenía que explicar a su hermana ni a la doncella qué hacia corriendo por el hotel en ropa interior.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 9
Will entró andando despacio en la habitación un momento después con el sombreo de ala ancha torcido y sacudiéndose la ropa.
—¿Era quién creo que era, cabronazo?
Nick, sentado al borde de la cama que iba a compartir con el conductor de la diligencia, tenía el ceño fruncido y un aspecto pensativo.
—¿Y quién crees que era?
—¿Quién iba a ser? Un joven atractivo como tú no se molestaría con la discretita...
—Espera un momento, no es lo que estás pensando. Se confundió de habitación. Por eso salió desesperada con tantas prisas cuando llegué yo. ¿Pudiste verla bien? —preguntó Nick.
—Sí. Bueno, supongo que no. Pero la figura que tapaban esa brevísima camisola y ese culote con volantes era espléndida —aseguró Will—. Y sólo una de las dos tiene las formas bonitas.
Nick se levantó, recogió las gafas de la mesa y las puso delante de Will.
—Se las dejó.
—Vaya, bueno. —Will se sonrojó un poco—. Supongo que todas las mujeres se parecen bajo la ropa. No habría dicho nunca que unos cabellos tan largos cupieran en un moño tan pequeño. No me lo imaginaba, ¿sabes? La mujer que se cruzó conmigo tenía una larguísima melena dorada.
Nick no sabía que pensar, aparte de que quizá sus ojos le habían jugado una mala pasada. Le había visto el perfil cuando había saltado de la cama, por lo menos en parte, ya que los cabellos largos se lo tapaban bastante. Y por un segundo, habría podido jurar que le engañaban los oídos al hacerle creer que oía la voz de ______, cuando en realidad quién salía corriendo de la habitación era Amanda.
También se había vuelto para ver cómo se iba, y su confusión había aumentado. Desde detrás, con esos largos rizos rubios ondeando alrededor de las caderas al correr, y vestida tan sólo con el culote con volantes que se le ajustaba a la perfección hasta las rodillas y la fina camisola blanca que se le adhería como una segunda piel desde los senos hasta la cintura, ese cuerpo de mujer tenía unas formas demasiado bonitas para pertenecer a las solterona. Tenía que pertenecer a Amanda.
Cuando desapareció, acabó de encender la lámpara y vio las gafas en la mesa, además de un vestido marrón en el suelo, el mismo que ______ llevaba puesto ese día. La confusión había vuelto a apoderarse de él.
Había sido la solterona, si bien en aquel momento no tenía, en absoluto, el aspecto de tal. El perfil se parecía tanto al de su hermana que, por un momento, había estado seguro de que era Amanda. Aún así, al verlas a las dos a la luz del día, no había el menor parecido entre ellas. Bueno, tal vez lo hubiera. Quizá no lo había notado antes porque costaba ver algo de _____ que no fueran esas gafas que le deformaban los ojos.
Se puso las gafas frente a la cara, se las acercó a los ojos, hizo una mueca y volvió a dejarlas en la mesa. A su través no vio nada salvo una mancha borrosa. Por un instante, sintió lástima de la chica. Tenía que ser casi ciega para necesitar unos cristales tan gruesos. Pero la lástima fue increíblemente breve. Seguía siendo una mujer insoportable, de mal genio e insultante, de la que cualquier hombre en su sano juicio se mantendría alejado.
Él lo había conseguido en buena medida, y seguiría guardando las distancias, después de devolverle las gafas por la mañana. Tenía ganas de hacerlo para poder despojar las ultimas dudas al poder verla bien son las gafas que desmerecían el resto de sus rasgos.
A la mañana siguiente encontró a _______ saliendo de su habitación y, ¡diablos! Llevaba ya otro par de gafas. Por mucho que lo intentó, no consiguió ver nada más que los ojos aumentados y unos labios muy apretados. La nariz era la misma, aunque apuntara hacia arriba, las mejillas estaban igual de bien definidas, la frente podría ser igual, las cejas no coincidían, y del mentón no estaba seguro.
Y ella no le dio demasiada ocasión de observarla mejor. Colorada por lo que había ocurrido la noche anterior, le había arrebatado de las manos el vestido doblado y las gafas, había murmurado las gracias, y se había ido corriendo a tomar un desayuno rápido antes de partir.
Nick había estado tentado, y tentado de verdad, de arrancarle las gafas de lo alto de la nariz. Pero le faltó temeridad. Bueno, no le faltó, pero no quería tener que soportar la bronca que sin duda le echaría de inmediato, ni la invectiva y los insultos que de seguro no cesarían hasta que pudiera dejarla en el regazo de Red y librarse de ella.
Y, además, Amanda le había prestado por fin algo de atención durante la cena de la noche anterior. Había empezado a preguntarse si no le interesaba en absoluto. No daba ninguna de las típicas pistas que indicaban que sí, y la mayor parte del tiempo lo ignoraba. Era una experiencia única para él. Pero tras la noche anterior, valía la pena plantearse intentar conocerla mejor una vez hubiera llegado a casa.
Dos días más y llegarían a Trenton, y entonces faltaría otro largo día hasta el rancho. Podía esperar ese tiempo para ver por dónde iban los tiros en lo referente a Amanda. Y en cuanto a su hermana, deseaba que desapareciera del mapa.
tefisasias
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