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Un hombre para mi (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Un hombre para mi (Nick y tu)
Nombre: un hombre para mi
Adaptacion:si
Genero: Drama y romance
Advertencias: niiguna
Otras paginas: por mi parte no.
Argumento
Nueva Inglaterra, 1870. Las gemelas Amanda y -------- Laton pueden parecer idénticas, pero Amanda es caprichosa, temperamental y muy vanidosa, mientras que la enérgica ------ esconde su belleza detrás de sus gafas y sus ropas descuidadas. Cuando el padre de ambas muere, las dos refinadas muchachas deben abandonar su tierra natal para trasladarse al rancho de su tía, en Tejas. Allí conocen a Nick Jonas, hijo de un ranchero vecino. A pesar de que heredará la propiedad de su padre, Nick prefiere el trabajo duro a vivir bajo la sombra de éste.-------- está fascinada con la ruda masculinidad de Nick, pero sabe que, como ha ocurrido con todos los hombres que ella y su hermana han conocido, él acabará eligiendo a Amanda. Chad no puede dejar de sentirse encandilado por Amanda, pero pronto comienza a ver más allá de la fachada de chica aburrida que presenta ------, y descubre su afición por la aventura, su valentía ante el peligro y su sentido del humor... Pero ¿cómo puede él, un simple cowboy sin experiencia mundana, convencer a--- de que él no existe otra mujer que ella?
Adaptacion:si
Genero: Drama y romance
Advertencias: niiguna
Otras paginas: por mi parte no.
Argumento
Nueva Inglaterra, 1870. Las gemelas Amanda y -------- Laton pueden parecer idénticas, pero Amanda es caprichosa, temperamental y muy vanidosa, mientras que la enérgica ------ esconde su belleza detrás de sus gafas y sus ropas descuidadas. Cuando el padre de ambas muere, las dos refinadas muchachas deben abandonar su tierra natal para trasladarse al rancho de su tía, en Tejas. Allí conocen a Nick Jonas, hijo de un ranchero vecino. A pesar de que heredará la propiedad de su padre, Nick prefiere el trabajo duro a vivir bajo la sombra de éste.-------- está fascinada con la ruda masculinidad de Nick, pero sabe que, como ha ocurrido con todos los hombres que ella y su hermana han conocido, él acabará eligiendo a Amanda. Chad no puede dejar de sentirse encandilado por Amanda, pero pronto comienza a ver más allá de la fachada de chica aburrida que presenta ------, y descubre su afición por la aventura, su valentía ante el peligro y su sentido del humor... Pero ¿cómo puede él, un simple cowboy sin experiencia mundana, convencer a--- de que él no existe otra mujer que ella?
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Nombre: Un hombre para mi
Adaptacion:Si
Genero:Historico,etc
Advertencias:puede que se me escapen los nombres
Adaptacion:Si
Genero:Historico,etc
Advertencias:puede que se me escapen los nombres
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Un hombre para mi
Johanna Lindsey
Capítulo 1
Mortimer Laton recibió sepultura esa mañana en Haverhill, Massachusetts, la ciudad donde había nacido y vivido toda su vida. De hecho, la ciudad había cambiado su nombre por el de Haverhill en 1870. Cuando él nació y se crió en ella se la conocía como Pentucket. Su esposa, Ruth, se hallaba enterrada en uno de los cementerios más antiguos, que ya estaba fuera de uso porque había llegado al límite de su capacidad poco después de que la sepultaran. No le habría importado que su marido no reposara toda la eternidad a su lado. En realidad, seguramente lo habría preferido así, ya que no se amaban.
En la gran lápida encargada para Mortimer se leería: «Aquí descansa Mortimer Laton, querido padre de Amanda y ------.» Esa breve inscripción era obra de Amanda Laton, y a ella le parecía de lo más adecuado. Había adorado a su padre y él, a su vez, había sido el padre perfecto para ella y le había proporcionado todo lo que un niño necesita para sentirse amado y protegido. ------, si hubiera tenido que dar su opinión, habría suprimido la palabra «amado».
El funeral había sido una pequeña reunión, deprimente como la mayoría de los funerales, a pesar del buen tiempo imperante esa mañana y de las flores primaverales que llenaban los jardines. Sólo habían asistido los criados de Mortimer, unos cuantos de sus socios y sus dos hijas.
El oficio había transcurrido en un notable silencio. Esa mañana no había habido muestras de histeria ni sonoros llantos, a diferencia del funeral de Ruth siete años antes, en que -------- había dado un espectáculo al llorar desconsolada. Pero es que había sentido que con la muerte de su madre había perdido a la única persona que la amaba de verdad.
Hoy debería haber ocurrido algo parecido. Amanda, que había sido la preferida de su padre desde el día que nació, debería haber llorado a lágrima viva. Pero desde que las dos hermanas recibieran la noticia de que su padre había muerto en el camino de vuelta del viaje de negocios que había hecho a Chicago la semana anterior, al caer del tren, cuando pasaba de un vagón al siguiente, Amanda no había derramado una sola lágrima de dolor.
Los criados susurraban que sufría una forma extraña de conmoción, ------ habría estado de acuerdo, salvo por el hecho de que su hermana no negaba que su padre hubiera fallecido. Hablaba de su muerte y la comentaba sin emoción, como si se tratara de un acontecimiento mundano que no la afectara demasiado. ¿Conmoción? Puede, pero de una clase que --------- no había visto nunca. Por otro lado, Amanda era una persona egocéntrica, como Mortimer. Era probable que le preocupara más cómo iba a afectarla su muerte que ésta en sí.
Mortimer sólo había sido capaz de amar a una persona a un tiempo. ------- se había dado cuenta de ello cuando era muy pequeña y, al final, había dejado de esperar que fuera de otro modo. Por otra parte, jamás había visto a su padre comportarse de una forma que indicara que estaba equivocada.
Su padre no había amado a su madre. El suyo había sido un matrimonio concertado. No eran sino dos personas que vivían juntas, compartían la misma casa y algunos intereses comunes. Se llevaban bien , pero no existía amor entre ellos. Sus abuelos paternos habían muerto antes de que ------ naciera, de manera que no había visto de que modo se portaba con ellos su padre. Y la única hermana que le quedaba se había mudado de la ciudad cuando -------- todavía era muy niña. Mortimer jamás hablaba de ella lo que indicaba que le traía sin cuidado qué hubiera sido de su vida.
Pero si había amado a Amanda. De eso nadie tenía la menor duda. Desde el día en que nació, su padre se había mostrado encantado con ella y la había colmado de atenciones, malcriado en realidad. Las dos hermanas podían estar en la misma habitación, pero él sólo veía a Amanda, como si ------ fuese invisible.
En cualquier caso, ahora ya no estaba. -------- podía dejar de atormentarse por ello. No era que no hubiera satisfecho sus necesidades materiales durante todo aquel tiempo. En ese sentido las dos hermanas habían recibido el mismo trato. En cambio, sí habían desatendido las necesidades emocionales de --------.
Su madre había intentado poner remedio y, en cierto modo lo había conseguido mientras estaba viva. Había visto lo mucho que sufría ------- porque Mortimer no le demostraba afecto, y aunque amaba a sus dos hijas, Ruth había volcado un poco más de cariño en -------. Por desgracia, Amanda, que quería que su madre la amara sólo a ella, se había dado cuenta, y estaba tan celosa que entre las dos hermanas se había producido una ruptura insalvable desde hacía mucho tiempo. No había forma delicada decirlo: Se odiaban de verdad.
Pero no sólo contaba la cuestión de los celos. Eso podrían haberlo superado; incluso podrían haber llegado a perdonarse la larga lista de agravios, ya que en su mayoría éstos se habían originado en la infancia y ya la habían dejado atrás. Pero quizá debido al exceso de mimos que avivaban su egocentrismo, Amanda, dicho de modo sencillo, no era buena persona.
Fuera de modo deliberado o debido a una tendencia natural, lo cierto es que Amanda lograba herir los sentimientos de la gente con una frecuencia alarmante. Lo peor era que no parecía preocuparle el daño que causaba, o no se daba cuenta de ello, y no se disculpaba nunca.
------- no recordaba las veces, de tantas que eran, que había intentado en persona, excusar a su hermana y disculparse ante la gente que Amanda lastimaba. No era que se sintiera responsable de los actos de su hermana. No. Amanda había sido desagradable y maliciosa toda su vida.
Ninguna de las dos tenía verdaderas amigas. Amanda porque no quería. Tenía a su padre, que la adoraba. Él era su mejor amigo. -------- hubiera deseado tenerlas, pero hacía mucho tiempo que había desistido porque su hermana siempre las ahuyentaba, a menudo llorando. El resultado era que la chicas no querían volver a acercarse a ------, si eso podía significar encontrarse con Amanda.
Los hombres eran otra cuestión. Desde que las dos muchachas empezaron a acercarse a la edad de casarse, la casa de los Laton había recibido visitas masculinas con asiduidad. Había un doble motivo: la riqueza de los Mortimer, bastante considerable, y el hecho de que Amanda era una de las jóvenes más bellas de la ciudad.
Y a Amanda le gustaba recibir la atención masculina. Le encantaban los halagos. Y si no deseaba que alguien en particular la adorara, lo denigraba e insultaba sutilmente hasta que dejaba de visitarla. Así que tenía su grupo favorito de admiradores desde hacía casi un año. Pero no se decantaba por ninguno de ellos hasta el extremo de decidir con cuál le gustaría casarse.
Era una lástima. ---------- deseaba que lo hiciera. Todas las noches rezaba para que su hermana se casara y se marchara a otra parte, para poder llevar entonces una vida real en lugar de esconderse, temerosa de que algún hombre pudiera intentar cortejarla y terminara siendo uno de los objetivos de su hermana. Las dos veces que había mostrado interés por un hombre, había aprendido bien la lección. No iba a volver a ser responsable de que la lengua de Amanda hiriera a un hombre en lo más vivo porque se había atrevido a ignorarla para prestarle atención a ella.
Por esa razón, aunque eran gemelas,---------- se tomaba muchas molestias a fin de disimular ese hecho desafortunado. Para pasar inadvertida elegía vestidos de colores poco favorecedores y de diseños muy sencillos. Lucía un peinado adusto, más adecuado para la abuela de alguien que para una joven de apenas dieciocho años. Pero su disfraz no habría funcionado sin las gafas que llevaba puestas. Eran de montura grande y de cristales gruesos que le ampliaban los ojos hasta casi el doble de su tamaño, lo que le confería un aspecto extraño, con los ojos saltones, que resultaba muy poco atractivo.
Estaban sentadas en el estudio de su padre, oyendo la lectura de su testamento. Amanda se veía hermosa, como siempre, incluso de luto. Llevaba un vestido elegante; no podía ser de otro modo. En realidad, con sus adornos de encaje y su pedrería incrustada en diseños artísticos, era más favorecedor que algunos de sus vestidos más elaborados. Su peinado no era frívolo como de costumbre; por una vez, se había recogido los rizos dorados.
------, por su parte, pasaba desapercibida, como siempre. Su vestido negro no tenía detalles intrincados que pudieran admirarse, ni lucía un flequillo elegante que le enmarcara el rostro o desmereciera las feas gafas que dominaban su aspecto. Era la polilla al lado de la mariposa. Y si bien sospechaba que ser una mariposa era fácil, sabía con certeza que costaba mucho ser una polilla.
La estancia era casi irreconocible con el abogado de Mortimer sentado a su mesa en lugar de aquél. Conocían bien a Albert Bridges. Había cenado a menudo con la familia cuando su padre andaba escaso de tiempo y se llevaba trabajo a casa.
Albert solía llamarlas por su nombre de pila; las conocía desde hacía suficiente tiempo para hacerlo. Pero hoy se dirigía a cada una de ellas como señorita Laton y parecía incómodo al realizar su trabajo.
Hasta entonces no había habido sorpresas en el testamento. Unos cuantos criados de la familia recibirían pequeños legados, pero sus hijas heredaban el grueso del patrimonio de Mortimer, a partes iguales. De nuevo lo único que no había dividido de modo equitativo era su cariño, jamás su fortuna. Había intereses en media docena de negocios, propiedades de explotación en la ciudad y en otras partes del estado y una cuenta bancaria mayor de lo que ninguna de las dos muchachas podría haber imaginado. Pero ninguna verdadera sorpresa, hasta el final.
—Hay una condición —les dijo Albert, que se tiró del cuello de la camisa nervioso—. Su padre quería asegurarse de que iban a estar bien atendidas, y de que no las engañaran cazadores de fortuna interesados sólo en su herencia. De modo que no recibirán nada de la herencia salvo para cubrir sus necesidades básicas hasta que se casen. Y, hasta entonces, su tía, la señora de Frank Dunn, será su tutora.
Amanda no dijo nada. Tenía el ceño fruncido, pero todavía no había captado por completo las implicaciones. ------ la observaba, a la espera de la tormenta que estallaría cuando lo hiciera.
Albert Bridges también había esperado una mayor reacción y miró con cierta cautela primero a una hermana y luego a la otra.
—¿Entienden lo que eso significa? —les preguntó.
—Supongo que la tía Kathleen no cambiará su vida para acomodarse a nosotras sólo porque su hermano haya muerto; así pues, nosotras tendremos que ir a vivir con ella —asintió -------, que incluso le sonrió—. ¿Quiere decir eso?
—Exacto. —El abogado suspiró aliviado— Ya sé que quizá les resulte desalentador tener que trasladarse tan lejos de todas las cosas y personas que conocen, pero no puede evitarse.
—En realidad, no me importa en absoluto. No siento ningún apego por esta ciudad.
Llegó la tormenta. Amanda se puso de pie tan deprisa que no se descolocó uno, sino dos mechones de su peinado, ambos del mismo lado, de modo que una larga onda de cabellos dorados le caía hasta más abajo del pecho. Sus ojos azul oscuro brillaban como zafiros bajo la luz de un joyero y tenía los labios fruncidos.
—¡Ni hablar!¿Tiene idea de donde vive esta señora? ¡Esta en el otro extremo del mundo!
—En el otro extremo del país, en realidad —corrigió ------- con calma.
—¡Es lo mismo! —gritó Amanda—. Vive entre salvajes.
—Los salvajes han sido reducidos, en su mayoría.
—Cállate. —Amanda la fulminó con la mirada—. ¡Cállate! -Por mí te puedes ir a las tierras inexploradas de Tejas a pudrirte y morirte si quieres. Pero yo me casaré de inmediato y me quedaré aquí, muchas gracias.
Albert intentó detenerla, explicárselo mejor, pero Amanda estaba demasiado furiosa para escucharlo y salió de la habitación. El abogado lanzó una mirada de resignación a --------.
—No puede casarse así como así —dijo a ------- con un suspiro cansado.
—Ya me lo parecía.
—Quiero decir que sí puede, pero entonces perdería su herencia. Vuestra tía, como tutora, tiene que dar su consentimiento para que cualquiera de las dos se case.
—¿Quiere que vaya a buscarla? —se ofreció ----- —. Todavía no ha salido de casa. Habríamos oído cerrarse de golpe la puerta principal.
—Ya voy yo. —Albert suspiró de nuevo—. Debería haber sido más claro para empezar.
Albert se levantó de la mesa, pero no era necesario. Amanda regresó con aire decidido y con Karl Ryan a la zaga. Karl era uno de sus esperanzados pretendientes. De hecho, el que menos prefería, pero lo toleraba porque era atractivo y un buen partido desde cualquier punto de vista. Siempre que hubiera otras mujeres interesadas por un hombre, aunque sólo fuera una, Amanda quería gustar más a aquél porque le encantaba que las demás mujeres la envidiaran.
Karl había estado junto a ellas esa mañana para acompañarlas al cementerio. Amanda había estado demasiado absorta para darse cuenta de que era el único de sus pretendientes que había ido a darles el pésame. -------- sabía que se había rechazado a los visitantes en la puerta, con la simple explicación de que las jóvenes no recibían a nadie. Alguien había decidido que tuvieran unas horas de tranquilidad para llorar a su padre. ------ lo había agradecido porque no deseaba tratar con nadie en ese momento. Amanda, de haberlo sabido, a buen seguro se habría opuesto.
Pero no había sido posible echar a Karl, ya que había llegado justo después de que recibieran la noticia de la muerte de Mortimer, y Amanda se lo había contado. Había estado esperando en el salón desde que regresaron del funeral, dispuesto a ofrecer todo el consuelo que pudiera. Pero Amanda no parecía necesitar que la consolaran; lo que necesitaba era que la tranquilizaran, pues seguía furiosa.
—Ya está, asunto arreglado —afirmó triunfal—. Estoy prometida al señor Ryan. Así que no pienso oír nada más sobre irme de casa. —Y añadió con sarcasmo—: Pero te ayudaré encantada a hacer el equipaje, -------.
—A no ser que el señor Ryan este dispuesto a viajar con usted a Tejas para conocer a su tía y obtener su consentimiento, casarse con él no le permitirá cobrar la herencia, señorita Laton —se vio obligado a aclarar Albert—. Sin ese consentimiento lo perdería todo.
—¡No! Dios mío, no me puedo creer que papá me hiciera esto. Sabía que no soporto viajar
—No se murió sólo para molestarte, Amanda —exclamó ------, enojada—. Estoy segura de que pensaba que llevarías mucho tiempo casada cuando falleciera.
—Estaré encantado de viajar contigo a Tejas —se ofreció Karl.
—No digas tonterías —le replicó Amanda—. ¿No ves que esto lo cambia todo?
—Claro que no —insistió Karl—. Todavía quiero casarme contigo.
-------- intuyó lo que iba a ocurrir y quiso ahorrar sufrimiento a Karl.
—Sería mejor que te marcharas ahora —sugirió deprisa—. Está alterada…
—¡Alterada! —gritó Amanda—. Estoy más que alterada. Pero sí, márchate. Ya no tengo motivos para casarme contigo; de hecho, ahora no se me ocurre ninguno.
----- desvió la mirada para no ver como esas palabras despreocupadas herían a Karl, aunque no lo bastante rápido. Lo vio de todos modos. Parecía tan feliz cuando había entrado en el estudio unos momentos antes, tras haber conseguido inesperadamente lo que su corazón ansiaba. Quería de verdad que Amanda fuera su esposa, Dios sabría por qué, pero era así. Por alguna razón no había visto su lado malo, o había elegido ignorarlo hasta entonces.
Pero era de esperar que, una vez hubiera superado el rechazo, se alegrase de haberse librado de casarse con aquella arpía cruel.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 2
Era un rancho pequeño según la mayoría de los criterios, pero todavía más según los criterios de Tejas. Enclavado en las fértiles llanuras al oeste del Brazos, con medio kilómetro de recorrido de un afluente del río en el extremo nordeste de la finca, el Twisting Barb incluía tierras inmejorables, aunque no fueran muchas. El rancho, que contaba con menos de mil cabezas de ganado, tenía espacio para más, pero sus propietarios no habían aspirado nunca a ser unos «reyes del ganado».
En la actualidad había un único propietario. Red había asumido la dirección del rancho tras la muerte de su marido. Había aprendido bien cómo había que criar el ganado y podría haberse encargado de todo con facilidad, salvo por algo: carecía de buenos peones que le hicieran caso.
Desesperada, se había planteado seriamente vender el rancho. Todos sus peones buenos se habían ido cuando su marido había muerto. Había hecho correr la voz en el pueblo de que buscaba personal, pero cualquier peón que valiera algo buscaba trabajo en la finca de los Kinkaid. Los únicos dispuestos a trabajar para ella eran adolescentes inexpertos y jóvenes procedentes del Este que se habían dirigido al Oeste por alguna razón, pero a quienes había que enseñar todos los pasos de la cría de ganado.
Estaba dispuesta a enseñar. Pero ellos no lo estaban a aprender, por lo menos no de una mujer mayor a la que consideraban una segunda madre. Como un montón de jovencitos, la oían pero no la escuchaban. Sus instrucciones les entraban por una oreja y les salían por la otra. Cuando estaba a punto de rendirse y vender el rancho, había llegado Nick Kinkaid.
Conocía a Nick desde hacía muchos años. Era el hijo de su vecino, Stuart Kinkaid, un ranchero que sí aspiraba a ser conocido como un «rey del ganado». Stuart poseía el mayor rancho de la zona y siempre estaba intentando ampliarlo. Habría llamado a la puerta de Red si hubiera sabido que pensaba vender. Sólo que Red no quería vender realmente, sino que creía que no le quedaba más remedio que hacerlo, dado lo mal que le habían ido las cosas tras la muerte de su marido. Pero Nick había cambiado su situación, y Red seguía dando las gracias por la tormenta que lo había llevado al Twisting Barb hacía tres meses.
Había sido la peor tormenta del invierno. Y la única razón por la que Nick estaba cerca cuando estalló era que se había peleado con su padre y se iba de casa para siempre. Red le había dado alojamiento aquella noche. Como era un hombre astuto, se había percatado de que algo no iba bien y a la mañana siguiente, durante el desayuno, le había sonsacado los problemas que tenía.
Red no había esperado que le ofreciera ayuda, aunque debería haberlo hecho, pues Stuart Kinkaid podía tener muy mal genio, pero había educado muy bien a su hijo Nick.
Le estaba tan agradecida que, de haber sido veinte años más joven, se habría enamorado de él. Sin embargo, era lo bastante mayor, o casi lo bastante mayor, para ser la madre de NICK, y lo cierto era que, aunque nadie lo sabía, estaba enamorada de su padre. Lo había estado desde el día en que lo conoció hacía doce años, cuando Stuart fue al rancho a darles la bienvenida a la zona a ella y a su marido, y les había regalado cien cabezas de ganado para ayudarles a poner en marcha su rancho en ciernes.
Stuart era el hombre más atractivo que Red había conocido en su vida, lo que, unido a su amabilidad aquel día, le había ido abriendo camino hacia un rincón de su corazón y se había quedado en él. Su marido no lo había sabido nunca. Stuart no lo había sabido nunca. Nadie lo sabría jamás si podía evitarlo. Y, a pesar de que la mujer de Stuart había muerto mucho antes de que ella lo conociera y de que su propio marido había muerto hacía poco, nunca había pensado hacer algo respecto a lo que sentía por ese alto tejano.
Stuart Kinkaid era demasiado imponente para ella, rico, todavía atractivo, con una personalidad destacada; un hombre que podría tener cualquier mujer que quisiera si se lo proponía. Mientras que ella era una pelirroja timorata que no había despertado nunca admiración de joven y mucho menos ahora que se acercaba a los cuarenta.
NICK era en muchos aspectos como su padre, demasiado guapo para su propio bien; a pesar de todo, Red no tenía noticia de que hubiera roto ningún corazón por el camino, así que no creía que se aprovechara de su atractivo en ese sentido. Podía haber sido un poco pendenciero de muchacho, podía haber chocado con su padre bastante a menudo, pero era digno de confianza. Si decía que haría algo, pasara lo que pasara, lo hacía. Y, por supuesto, lo habían educado para convertirse en el mejor ganadero de los alrededores. Lo habían educado para hacerse cargo de la vasta finca de los Kinkald.
NICK no tardó demasiado en transformar el puñado de novatos con los que Red no avanzaba en un equipo dinámico. Los peones lo admiraban, qué caray, lo adoraban. Sabía cómo tratar a los hombres, de modo que ni siquiera se sentían mal cuando tenía que reprenderlos. Estaban más que dispuestos a aprender de él, y lo hicieron.
NICK era ganadero hasta la médula. Lo lógico sería que montara su propio rancho en algún otro lugar. Claro que, de hacerlo, rompería los lazos con su padre, y Red no creía que ésa fuera su intención. Al irse de casa intentaba decir algo a su padre. Daba tiempo a Stuart para que entendiera lo que ese algo significaba y lo aceptara.
De todos modos, Red era realista. Tres meses era tiempo suficiente para que alguien entendiera. NICK se iría pronto, a otro lugar o a casa para arreglar las cosas con su padre. Aunque esperaba que la dejara en buenas manos. Parecía dedicar mucho esfuerzo a preparar a su peón de más edad, Lonny, para que se hiciera cargo de todo cuando él ya no estuviera. Uno o dos meses más y Lonny sería un capataz excelente. No le cabía ninguna duda. Pero no sabía si NICK se quedaría ese necesario par de meses más.
Seguramente sí. La semana anterior, Red se había torcido un tobillo y, aunque ya se sentía mucho mejor, no lo demostraba. NICK estaba preocupado por ella desde el accidente, y estaba bastante segura de que, en ese estado de ánimo, el joven se quedaría.
Era un rancho pequeño según la mayoría de los criterios, pero todavía más según los criterios de Tejas. Enclavado en las fértiles llanuras al oeste del Brazos, con medio kilómetro de recorrido de un afluente del río en el extremo nordeste de la finca, el Twisting Barb incluía tierras inmejorables, aunque no fueran muchas. El rancho, que contaba con menos de mil cabezas de ganado, tenía espacio para más, pero sus propietarios no habían aspirado nunca a ser unos «reyes del ganado».
En la actualidad había un único propietario. Red había asumido la dirección del rancho tras la muerte de su marido. Había aprendido bien cómo había que criar el ganado y podría haberse encargado de todo con facilidad, salvo por algo: carecía de buenos peones que le hicieran caso.
Desesperada, se había planteado seriamente vender el rancho. Todos sus peones buenos se habían ido cuando su marido había muerto. Había hecho correr la voz en el pueblo de que buscaba personal, pero cualquier peón que valiera algo buscaba trabajo en la finca de los Kinkaid. Los únicos dispuestos a trabajar para ella eran adolescentes inexpertos y jóvenes procedentes del Este que se habían dirigido al Oeste por alguna razón, pero a quienes había que enseñar todos los pasos de la cría de ganado.
Estaba dispuesta a enseñar. Pero ellos no lo estaban a aprender, por lo menos no de una mujer mayor a la que consideraban una segunda madre. Como un montón de jovencitos, la oían pero no la escuchaban. Sus instrucciones les entraban por una oreja y les salían por la otra. Cuando estaba a punto de rendirse y vender el rancho, había llegado Nick Kinkaid.
Conocía a Nick desde hacía muchos años. Era el hijo de su vecino, Stuart Kinkaid, un ranchero que sí aspiraba a ser conocido como un «rey del ganado». Stuart poseía el mayor rancho de la zona y siempre estaba intentando ampliarlo. Habría llamado a la puerta de Red si hubiera sabido que pensaba vender. Sólo que Red no quería vender realmente, sino que creía que no le quedaba más remedio que hacerlo, dado lo mal que le habían ido las cosas tras la muerte de su marido. Pero Nick había cambiado su situación, y Red seguía dando las gracias por la tormenta que lo había llevado al Twisting Barb hacía tres meses.
Había sido la peor tormenta del invierno. Y la única razón por la que Nick estaba cerca cuando estalló era que se había peleado con su padre y se iba de casa para siempre. Red le había dado alojamiento aquella noche. Como era un hombre astuto, se había percatado de que algo no iba bien y a la mañana siguiente, durante el desayuno, le había sonsacado los problemas que tenía.
Red no había esperado que le ofreciera ayuda, aunque debería haberlo hecho, pues Stuart Kinkaid podía tener muy mal genio, pero había educado muy bien a su hijo Nick.
Le estaba tan agradecida que, de haber sido veinte años más joven, se habría enamorado de él. Sin embargo, era lo bastante mayor, o casi lo bastante mayor, para ser la madre de NICK, y lo cierto era que, aunque nadie lo sabía, estaba enamorada de su padre. Lo había estado desde el día en que lo conoció hacía doce años, cuando Stuart fue al rancho a darles la bienvenida a la zona a ella y a su marido, y les había regalado cien cabezas de ganado para ayudarles a poner en marcha su rancho en ciernes.
Stuart era el hombre más atractivo que Red había conocido en su vida, lo que, unido a su amabilidad aquel día, le había ido abriendo camino hacia un rincón de su corazón y se había quedado en él. Su marido no lo había sabido nunca. Stuart no lo había sabido nunca. Nadie lo sabría jamás si podía evitarlo. Y, a pesar de que la mujer de Stuart había muerto mucho antes de que ella lo conociera y de que su propio marido había muerto hacía poco, nunca había pensado hacer algo respecto a lo que sentía por ese alto tejano.
Stuart Kinkaid era demasiado imponente para ella, rico, todavía atractivo, con una personalidad destacada; un hombre que podría tener cualquier mujer que quisiera si se lo proponía. Mientras que ella era una pelirroja timorata que no había despertado nunca admiración de joven y mucho menos ahora que se acercaba a los cuarenta.
NICK era en muchos aspectos como su padre, demasiado guapo para su propio bien; a pesar de todo, Red no tenía noticia de que hubiera roto ningún corazón por el camino, así que no creía que se aprovechara de su atractivo en ese sentido. Podía haber sido un poco pendenciero de muchacho, podía haber chocado con su padre bastante a menudo, pero era digno de confianza. Si decía que haría algo, pasara lo que pasara, lo hacía. Y, por supuesto, lo habían educado para convertirse en el mejor ganadero de los alrededores. Lo habían educado para hacerse cargo de la vasta finca de los Kinkald.
NICK no tardó demasiado en transformar el puñado de novatos con los que Red no avanzaba en un equipo dinámico. Los peones lo admiraban, qué caray, lo adoraban. Sabía cómo tratar a los hombres, de modo que ni siquiera se sentían mal cuando tenía que reprenderlos. Estaban más que dispuestos a aprender de él, y lo hicieron.
NICK era ganadero hasta la médula. Lo lógico sería que montara su propio rancho en algún otro lugar. Claro que, de hacerlo, rompería los lazos con su padre, y Red no creía que ésa fuera su intención. Al irse de casa intentaba decir algo a su padre. Daba tiempo a Stuart para que entendiera lo que ese algo significaba y lo aceptara.
De todos modos, Red era realista. Tres meses era tiempo suficiente para que alguien entendiera. NICK se iría pronto, a otro lugar o a casa para arreglar las cosas con su padre. Aunque esperaba que la dejara en buenas manos. Parecía dedicar mucho esfuerzo a preparar a su peón de más edad, Lonny, para que se hiciera cargo de todo cuando él ya no estuviera. Uno o dos meses más y Lonny sería un capataz excelente. No le cabía ninguna duda. Pero no sabía si NICK se quedaría ese necesario par de meses más.
Seguramente sí. La semana anterior, Red se había torcido un tobillo y, aunque ya se sentía mucho mejor, no lo demostraba. NICK estaba preocupado por ella desde el accidente, y estaba bastante segura de que, en ese estado de ánimo, el joven se quedaría.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
HOLA!!!!! SOY STEPHANIE, YA HE ADAPTADO NOVELAS EN ESTE FORO PERO NO TUVIERON EXITO, AUNQUE LAS TERMINE.CON ESTA ESPERO TENER EXITO Y ME ENCANTARIA QUE COMENTARAN. QUIERO HACER UNA ACLARACION EL APELLIDO NO VA SER JONAS, VA QUEDAR IGUAL QUE EL PROTAGONISTA REAL.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
hola primera lectora amo este tipo de noves
porfavor sube pronto el siguiente cap :D
porfavor sube pronto el siguiente cap :D
Nani Jonas
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Capítulo 3
Esa noche, después de cenar, Red se reunió con Nick en el porche para disfrutar un rato de la puesta de sol. Era un porche largo y amplio, y es que la casa que se levantaba tras él era de buenas dimensiones. El marido de Red no había escatimado al construir su hogar. Como ambos eran del Este, estaban acostumbrados a las comodidades.
Unos años después de su llegada a Tejas habían añadido un segundo piso a la casa para albergar a los hijos que esperaban tener. Red no sabía por qué no habían sido bendecidos en ese sentido. No era por no haberlo intentado. Suponía que no tenía que ser.
Desde el barracón les llegaron las notas suaves de una guitarra. Rufus era muy hábil con ese instrumento, y casi se había convertido en un ritual que tocara unas canciones por la tarde mientras los hombres se relajaban tras una jornada de trabajo. Red siempre lo oía de lejos. El barracón era el único sitio del rancho al que se prohibía a sí misma el acceso.
Nick dormía con el resto de los hombres, pero como era el hijo del ranchero más rico de la zona, nadie consideraba extraño que Red insistiera en que cenara con ella en la casa. También acostumbraban a ser sólo ellos dos quienes ocupaban el porche al anochecer. No siempre charlaban. El rancho funcionaba tan bien que, la mayoría de los días, lo que había que comentar se decía en la cena y el rato del porche quedaba destinado a una introspección silenciosa.
Red iba a hacerlo así esa noche, pero la mirada ausente de Nick y la dirección que tomaba, la llevó a sospechar que pensaba en su padre. Ella también pensaba a menudo en Stuart, si bien de otro modo.
Le sorprendía que Stuart no hubiese averiguado aún que Nick estaba en el Twisting Barb. Habían advertido a los peones que no mencionaran nunca al joven cuando fueran al pueblo, pero con la cantidad de alcohol que fluía en esas visitas, era imposible estar seguro de que no se le escapara a alguno. Y sabían que Stuart había contratado a algunos de los mejores rastreadores para encontrar a Nick.
Aunque no había nada que rastrear porque la tormenta que lo había conducido hasta ella había borrado su rastro. Y nadie, ni siquiera Stuart, sospechaba que hubiese recalado tan cerca de casa, a sólo unos kilómetros de distancia. De todos modos, si Nick extrañaba su hogar, Red no intentaría impedir que solucionara los problemas con su padre. Los dos hombres habían estado siempre unidos, a pesar de discrepar en muchas cosas.
—¿Le echas de menos? —preguntó Red en voz baja.
—Ni hablar —soltó Nick en un tono quejoso que la hizo sonreír.
—¿Todavía no estás preparado para volver a casa?
—¿Qué casa? ——contestó él con sarcasmo—. Se había convertido en un circo con la presencia de Luella y su madre. Papá había concertado ese matrimonio sin siquiera comentármelo, y las instaló en casa hasta el día de la boda. Todavía no me puedo creer que hiciera algo así.
—Es simpática —comentó Red, en defensa de Stuart—. La conocí hace unos años, en una de las barbacoas de tu padre. Y también es hermosa, si no recuerdo mal.
—Aunque fuera la cosa más linda a este lado de Río Grande, saldría corriendo en sentido contrarío.
—¿Porque Stuart la eligió para ti?
—Sobre todo por eso —admitió Nick—. Pero si hay un ápice de inteligencia en el cerebro de esa chica, está ahí por casualidad.
Red intentó contener una carcajada pero no lo consiguió.
—Supongo que no hablé con ella lo suficiente para percatarme de ello —contestó.
—Considérate afortunada.
Red no insistió. Estaba contenta de que no quisiera volver a casa pero a la vez triste porque tanto él como su padre debían estar pasándolo muy mal con aquel distanciamiento. Lo cierto era que extrañaría a Nick. Puede que no hubiese amado a su marido, pero por lo menos había sido una buena compañía y, desde su muerte, se había sentido sola.
El cielo se veía aún rojo cuando el jinete llegó a la casa, galopando a toda velocidad.
—Será mejor que entres, Nick. Creo que es el repartidor de correo, y si te ve bien, te reconocerá.
Nick asintió y se metió en la casa. Red se levantó para recibir al jinete
—Buenas noches, Will. Un poco tarde para hacer una entrega, ¿no?
—Sí, señora. El caballo perdió una herradura y me ha retrasado unas horas. Pero pensé que podía ser importante y no quise esperar a mañana. —Le entregó la carta que tanto se había esforzado en llevarle y se tocó la punta del sombrero a modo de saludo— Llegaré tarde a cenar. Buenas noches.
Red le dijo adiós con la mano y entró cojeando en la casa para detenerse en la lámpara más cercana a fin de leer la carta. Nick había recogido el sombrero y estaba a punto de irse a dormir.
La exclamación «¡El muy cabrón!» que soltó Red, lo detuvo en la puerta principal.
—¿Qué?
—Mi hermano, que se ha muerto.
—Lo siento. No sabía que tuvieras un hermano.
—Desearía no haberlo tenido, así que no lo sientas. Jamás nos llevamos bien. De hecho, sería bastante exacto decir que no podíamos vernos. Por eso esta carta no tiene ningún sentido.
—¿Por qué te lo comunican?
—Porque ha dejado a sus hijas a mi cargo. ¿Qué rayos esperaba que hiciera con sus hijas a mi edad?
—¿Tenía alguna otra opción?
—Supongo que no —contestó Red con el ceño fruncido—. Me imagino que ahora que Mortimer ha muerto soy su única familia. Teníamos otra hermana, que era gemela mía, pero murió hace mucho.
—¿Ningún familiar por parte de madre?
—No, ella era la última de su linaje, aparte de sus hijas. Red siguió leyendo, y añadió—: Vaya por Dios. Parece que voy a tener que pedirte otro favor, Nick.
—Ni se te ocurra —exclamó, horrorizado por un instante—. Ni siquiera estoy casado, No voy a criar…
—Tranquilo, hombre —le interrumpió Red, divertida por su error—. Sólo necesito que alguien vaya a buscarlas a Galveston y las acompañe hasta aquí, no que las adopte. Al parecer, salieron a la vez que esta carta, por caminos distintos, pero el correo no es siempre más rápido. Ya podrían haber llegado. Yo iría, pero me temo que esta torcedura me retrasaría demasiado.
—Es una distancia muy larga, ir y volver podría llevar una semana.
—Sí, pero una buena parte del trayecto puede hacerse en tren, y la mayoría del resto, en diligencia. Sólo es incómodo el último tramo. Pero ya se lo pediré a otro. Siempre se me olvida que estás escondiéndote.
—No, ya iré yo —aseguró Nick mientras se sacudía el sombrero contra la pierna—. No importará demasiado que a estas alturas, papá me encuentre.
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
segunada lectora
me encantan las noves historica y las otras tambien hahah :D
SIGUELA
me encantan las noves historica y las otras tambien hahah :D
SIGUELA
angie.lore6
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
gracias por dedicarme el cap debes segurla pronto porfavor
me muero por leer el siguiente cap
me muero por leer el siguiente cap
Nani Jonas
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
Bienvenida a la nueva lectora.Hasta el martes o miercoles no hay capitulo, tengo que viajar
tefisasias
Re: Un hombre para mi (Nick y tu)
bueno nimodo a esperar jajaja
siguela pronto porfavor
PD: qe te vaya muy bien en tu viaje :D
siguela pronto porfavor
PD: qe te vaya muy bien en tu viaje :D
Nani Jonas
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