Pesadilla en la calle Elm.

—¿Crees que realmente  vaya a hacerlo? Es decir, al principio pensé que era otra de las bromas pesadas de Niall, pero sonaba tan seguro.—comentó Samantha. Ella y su novio habían decidido hacer una parada en una pequeña cafetería luego del colegio para ponerse al día. Hacía casi un día que no se veían y lo extrañaba más de lo que admitía. Lo necesitaba tanto.

Jamie era su mejor amigo, después de Christina, con quién había discutido esa misma mañana y por quién estaba sumamente preocupada puesto que se había ido del instituto sin saludarla siquiera y no le había mandado ni un mensaje hasta ahora.

—¿Hacer qué?—respondió su novio mientras se sentaban en una de las mesas más apartadas del lugar, justo en frente de la ventana que tenía una hermosa vista hacia el parque. Sam amaba ese lugar.

De pequeña, solía ir cada domingo con su padre. Pedían un capuchino bien caliente y unos muffins de chocolate y fresa para acompañar y luego, conversaban  cosas sin sentido.  En ese entonces, su relación era normal, nada que ver a lo que eran ahora que apenas se saludaban en el desayuno. Sam suspiró borrando los recuerdos tontos de su mente para volver su atención al rubio que la miraba expectante.

—La fiesta, Jamie—soltó ella. Cuando Niall mencionó la fiesta no le había sentado muy bien a la castaña y sabía que a su novio tampoco ya que él si conocía a Ashton y había sufrido su muerte. Por un momento se sintió estúpida. Niall era un tipo que cumplía con lo que decía,  así que lo más probable era que el sábado por la noche acabaran en su casa viendo mujeres con poca ropa y chicos alcoholizados balanceándose de un lado al otro intentando seguir la música.— Olvídalo, no contestes.

—Es Niall, amor. Posiblemente contrate un DJ y todo. No podemos esperar menos de él.

—Es tan odioso.

—Pero es mi amigo—La castaña miró a su novio buscando una razón convincente que pudiera llegar a asociar a los dos rubios, pero no había ninguna. Niall era altanero y le gustaban los problemas mientras que Jamie era dulce, cariñoso y transmitía paz y confianza. Eran el agua y el aceite, claramente.

—Todo es demasiado raro, Jamie. Sigo sin entender como alguien como tú se junta con alguien como él. Ni siquiera sé porqué Chris le sigue la corriente. Sinceramente, yo no lo aguanto ni dos segundos.

—Aunque no lo creas, él no fue siempre así. Ojalá lo hubieras conocido antes de que...—Jamie se interrumpió a si mismo. No estaba seguro de contarle a su novia ya que ese no era su secreto.

—¿Antes de que qué?

— No puedo decírtelo, es algo personal de Niall y no puedo contarlo sin su autorización. Lo siento, amor. —Sam se llevó la taza de café a la boca y le dio un trago para no decir nada.— No te enojes, linda. Enserio no puedo decírtelo…

— Está bien— lo interrumpió la castaña— No hace falta que me lo expliques. Aun así, me cuesta imaginarme un Niall dulce y amable.

— Créeme, te hubiese encantado ese Niall—  “No lo creo”, pensó ella.

— Seguro que si. Quizás hasta me hubiese enamorado de él y hoy estaría él sentado frente a mi diciéndome cosas lindas— Sam soltó una carcajada ante su broma, pero se detuvo cuando vio que su novio la miraba serio.—  Vamos, Jamie. No lo dije enserio.— Ella estiró su mano para alcanzar la suya que reposaba sobre la mesa y las entrelazó. Su agarré era fuerte, como si intentara retenerla, como si realmente todo lo que había dicho fuese verdad. Una sonrisa se formó en el rostro de Sam mientras buscaba su mirada para tranquilizarlo. — No me imagino nada más que esto.

— ¿Segura?— preguntó el.

— Completamente— El rubio no espero un segundo más y acortó la distancia que había entre ellos para luego unir sus labios. La besó con desesperación y luego con ternura,  dejandole en claro que ella le pertenecía y que no la dejaría ir nunca.  La castaña dejó salir un pequeño gemido haciendo sonreír al muchacho. Loco, esa era la palabra indicada para describir como se sentía cuando la besaba. — Ya no hablemos de Niall. Me aburre. ¿Cómo estuvo tu día? —cambió rápidamente de tema.

Jamie sonrió aun más. Amaba cuando su novia se ponía nerviosa, apartaba la mirada casi al mismo tiempo en que sus mejillas se tornaban de un rojo intenso y cambiaba el rumbo de la conversación.

— Genial. Tengo todo aprobado por ahora y el entrenador no me sacará del equipo — respondió él.

— Tú no estás en ningún equipo— soltó ella seguido de una carcajada. Si había algo en ese mundo que Jamie no podía hacer, o mejor dicho, no le gustaba hacer era eso. Su novio y la actividad física no se llevaban muy bien, al igual que ella y las matemáticas.

— ¡No te rías! Solo lo dije para llenar el espacio.

— Inventa otra cosa entonces.

— Está bien. Déjame pensar...—Jamie llevó su mano a su barbilla y fingió estar pensando.— ¿Cómo estuvo tu día?

Sam, que acababa de llevarse un pedazo de su torta de limón a la boca, se atragantó con la misma. Eso era justo lo que estaba tratando de evitar porque a pesar que haber accedido ir a esa cafetería para conversar con su novio, no tenía muchas ganas de hablar de ella o de lo que le estaba pasando.

La única que lo sabía era Christina y la había tratado de loca cuando intento explicarle la horrible pesadilla que había tenido la noche anterior. Esa había sido la principal causa de su pelea. Bueno, eso y el hecho de que Samantha estaba más que segura que su amiga le ocultaba algo.

Las ojeras pronunciadas debajo de sus ojos, la forma en la que se sobresaltaba cada vez que ella aparecía a su lado, y como se perdía en clase eran pruebas contundentes. Christina nunca había dejado de tomar apuntes en clases.  

-Perfecto-mintió en cuanto recupero el aliento. Jamie había tenido que darle unas palmadas en la espalda para tranquilizarla. -Nada en especial.-Bajó la miraba hacia su taza de café. Nunca había sido buena mintiendo y por lo general se delataba a ella misma cuando no podía sostener la mirada de la otra persona. Por eso ahora, evitaba el contacto visual.

No lo gustaba hacerlo, pero como dice el dicho: "Situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas".

—Me alegro por ti, pequeña.— La muchacha sonrió, sintiendo como otro puñal se clava en su corazón. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces le había ocultado la verdad a Jamie.

Lo irónico de todo eso era que Christina había hecho algo parecido y ella se había enojado.  ¿Qué diría Jamie si realmente supiera que le estaba mintiendo? Seguro la asfixiaría con preguntas, como ella había hecho. La amenazaría con terminar su relación, como ella había hecho.  Probablemente, hasta dejaría de hablar... Como ella había hecho.

Sam dio gracias al cielo porque Jamie no había notado nada extraño, y en cambio, dirigió su atención hacía su teléfono que acababa de vibrar sobre la mesa.

—No pasa nada. Es Niall que me pide que vaya a divertirme un rato—explicó, una vez que leyó el mensaje.

—¿No le alcanza con la fiesta que dará el sábado?

— Al parecer, no. Pero no te preocupes, lo ignoré. Ahora estoy contigo.—Le unió sus labios una vez más, ésta vez en un besos fugaz.— Además, lo tiene a Daniel.

— ¿Se supone que eso es algo bueno?

—Quizás...

—¿Tengo que recordarte lo extraño que ha estado en estos días? ¡Desapareció por completo! Christina llamaba a cada rato para preguntarme sino había aparecido por casualidad en mi casa. Nos preocupamos por él y que hace el señor... ¡Nos ignora! Definitivamente Daniel no es la mejor compañía. ¡Está loco!—dijo Sam dejando sin palabras a su novio.

Daniel no era amigo de Jamie, aunque compartían salidas y alguna que otra tarde de video juegos cuando Niall los invitaba a ambos a su casa,  pero el rubio no podía negar que se había preocupado por él. Había hecho lo mismo que Ashton: desaparecer. Aunque él había vuelto a casa sano y salvo.

—Todo el mundo está loco en este pueblo, Sam. Y con lo que le pasó a Ashton,  parece como si todos estuvieran sumergidos en una pesadilla, presos del miedo... Hasta se cuentan viejas historias y todo.— La muchacha se removió incomoda en su asiento.  Ella conocía el tema demasiado bien. ¿Llegaría a ese punto algún día?  

"Todos moriran", retumbó en su cabeza.

Sam rió, ignorando por completo la voz macabra que seguí haciendo eco en sus pensamientos.
"Por supuesto, todo el mundo debe pasar por eso.", pensó. Así como había un origen, debía haber un final.

El sonido del teléfono de Jamie llamó su atención, nuevamente. Esta vez, era una melodía que la castaña pudo reconocer. Era la canción favorita de su novio.  

Observó como el rubio deslizó su dedo por la pantalla para luego llevar el aparato a su oreja.

—Ya te dije que no,  Niall. No me hagas repetirlo. ¿Acaso no te basta con Daniel?—soltó. Sam pudo oír la voz algo distorsionada de susodicho. Al parecer ya estaba borracho.—¡Mierda, Niall! ¿Otra vez? ¿Es enserio?-Jamie se frotó los ojos y esperó a que su amigo respondiera.— Iré en un segundo,  no estoy lejos. Por favor,  ¿Puedes prometerme que te quedarás ahí? Realmente no tengo ganas de buscarte por toda la cuidad ésta vez.

Sam puso los ojos en blanco al entender en de que hablaban. La última vez, ella había estado presente.

—¿Qué fue? ¿Una pelea? ¿O quizás olvidó su billetera y no puede pagar todo el alcohol que consumió?—preguntó ella en cuanto su novio colgó.

—Lo primero. Pero esta vez no fue por su culpa, según dice. Al parecer Daniel se enfadó porque el dueño no le proporcionó más bebida y le rompió la nariz.—La castaña no pudo evitar reirse.— Vamos. Tengo que ser su niñera, una vez más.

—¿No te cansas?

—No. Es como mi hermano.—respondió Jamie mientras se ponía de pie  y toma la mano de su novia para salir del lugar.
Algún día, Niall le devolvería el favor.



—¡Estás loco, Mark! Eres un viejo sucio y amargado.— Fue lo primero que la pareja escuchó cuando llegaron a aquel bar.

—Aquí vamos de nuevo—canturreó Sam caminado hacia el lugar junto a su novio.

Tanto Niall como Daniel estaban afuera del bar. El rubio se reía como si le acabaran de contar el chiste más gracioso de mundo mientras que su compañero de copas maldecía una y otra vez al dueño con una botella vacía en su mano.

Cualquiera que viera la situación, se reiría. Pero ese no era el caso de la pareja. Estaban cansados de eso.

—¡Vete al diablo, Mark! ¡Tú y todos tus clientes! Ah, cierto ¡Nadie quiere venir a tu estupido bar!—gritó Daniel. El dueño rió por lo bajo y luego se metió al local ignorando al par de borrachos que estaban dando un espectáculo para todos los que pasaban por ahí.— Eres un cretino, un ladrón...

—Ya cállate, Daniel—lo interrumpió Jamie. Niall intentó pararse para saludar a su amigo que había llegado para rescatarlos, pero fracasó.

—¿Qué... qué haces aquí?—preguntó Daniel arrastrando las palabras.— ¡Oh! ¡No me digas que viniste a divertirte!—El castaño alzó las cejas y sonrió con picardia.— Y trajiste a tu novia...

Daniel esquivó al rubio y caminó hasta la muchacha que lo observaba con horror. Ver a Niall en ese estado era una cosa, pero Daniel... Eso era distinto.

—¿Cómo estas Dani?—le preguntó Sam. Su amigo hizo una cosa rara con sus ojos provocando la risa de la castaña.

—Me duele la cabeza y creo... creo que voy a vomitar—soltó Daniel agarrado su estomago.

—Ya deja de actuar, Dan. No vas a conseguir nada de Samantha. Ella es una dama...—comentó Niall quien había logrado sentarse derecho contra una de las paredes del local.

—Cierra la boca, rubio. No quiero hacerle nada a Sam. Ella es mi amiga— respondió el castaño— Además, esta Jamie acá y me rompería el cuello antes de que pudiera tocarla siquiera.

Samantha se rió de ese par. Eran simplemente imposibles.

—Que bueno que recordaras que estoy parado junto a ti, Daniel. De lo contrario, hubieses despertado dentro de la basura en la mañana... Algo que seguramente sería divertido de ver porque estas tan borracho que apuesto que no tienes ni idea a donde vives.— Daniel abrió la boca para contestar pero la cerró de inmediato cuando se dio cuenta que Jamie tenía razón.

—Maldición— Niall entró en otro de sus ataques de risa. Estaba tan rojo que podía confundirse sin problemas con la blusa que llevaba puesta Sam ese día.— Esto es tu culpa Horan. No se como voy a volver a mi casa. Apenas puedo recordar donde deje mi auto.

—Tranquilo hermano—dijo Niall aun si parar de reírse. El rubio utilizó la pared sobre la que estaba apoyado para ponerse de pie antes de continuar.— Para eso llame a Jamie. Él nos llevará a casa, nos dará una pastilla para el dolor de cabeza y luego de un baño, nos acostará y arropará, ¿Cierto Jamie?— El susodicho asintió. Sam pudo notar que se estaba conteniendo para no mandarlos a volar.

—Lo que tu digas Niall. Mientras no vomites mi auto, todo estará bien.

—No voy a dejar mi motocicleta acá. El loco de Mark puede venderla o quien sabe...

— Cállate Niall, harás lo que te diga y no dirás una palabra más. Ya me esta doliendo la cabeza-lo interrumpió Jamie. Sam dio un paso hacia él y entrelazó sus manos para calmarlo.

Ella también ya tenía los pelos de punta, pero ya era suficiente con dos locos.

—Ya puedo llevar a Daniel a su casa—sugirió la castaña.

—Gran idea, princesa— dijo Jamie, separándose de ella para caminar hacia Niall.— Yo llevaré a este y si tiene suerte, le daré una pastilla y lo dejaré tirado en el sofá. Quizás así aprende de una buena vez por todas.

La castaña lo dudo. Que Niall dejara de meterse en problemas era tan probable como tapar el sol con un dedo.  

Caminaron los cuatro hasta la Ranger Rover negra de Jamie mientras discutían el paradero del auto de Daniel.

El castaño estaba al borde de la inconsciencia. Unos pocos segundos más y caería dormido sobre la acera.

—Sino nos ayudas, tendremos que dejar tu auto aquí mismo, y no creo tener tiempo de volver a buscarlo.—amenazó Jamie.

—Creo que lo dejé a dos cuadras o quizás a la vuelta — respondió Daniel.

—O quizás lo estrelló contra un árbol —sugirió Niall. El castaño río e intento chocar su puño con en el de su amigo. Ambos fracasaron.

El teléfono de Samantha eligió el peor momento para hacerse notar. Sino fuera por que reconoció la melodía, probablemente lo hubiese ignorado, pero su amiga la solicitaba y por más que hubiesen peleado y su orgullo fuese mayor, no iba a hacer eso con ella.

— Chris, ¿Que necesitas? Estoy ocupada porque el estúpido de Niall y su amigo Daniel se tomaron hasta el agua del retrete y...

— Sam...— Apenas fue un susurro, pero basto para que la castaña cerrara su boca y sus sentidos se alertaran.— Sam, ayúdame...

— Christina, ¿Qué sucede?

—Prométeme que vendrás...

—Me estas asustando.

—No se que sucedió Sam.

—¿Alguien te lastimo? Por favor dime que no estas herida.—soltó Samantha con desesperación.

— Necesito... Necesito que vengas por mi— respondió su amiga. Su voz sonaba apagada y había rastros de dolor en ella, como si hubiese estado llorando.

— Dime donde estas y ...— La llamada se cortó justo en ese momento. Samantha no perdió el tiempo y presiono el botón verde de su teléfono para llamarla, pero su amiga no contestó. Insistió una vez más rogando que fuera un problema de antena y no algo peor. Nada. — ¡Mierda!— gritó cuando el teléfono volvió a mandarla al buzón. — Vamos Chris, atiende el teléfono.

Niall, a unos cuantos pasos de ella, pareció haber olvidado por completo su borrachera cuando la castaña mencionó por tercera vez el nombre de su amiga.

-¿Que sucede?-se adelantó a preguntar Jamie.

—Es Christina— comenzó a explicar sin dejar de marcar su numero. En ningún momento tuvo suerte. — Me llamo y me pidió que fuera por ella, pero se corto antes de que pudiera darme la dirección.

—¿Qué le sucedió? Dime que esta bien —dijo Niall recuperando la compostura.

—No lo sé, yo solo...

—¿Pero no te dijo que le paso?—volvió a preguntar el rubio.

—No, solo me pidió que la fuera a buscar. —Niall ignoró a la castaña y sacó su celular para marcar su numero encontrándose con un montón de llamadas pedidas y un solo mensaje.


—Daniel, préstame tu teléfono...—dijo en cuando leyó el mensaje, pero su amigo ya estaba completamente dormido. Caminó hacia él y sacó el aparato de su campera. Más llamadas perdidas.

—Algo está mal, lo sé—soltó Sam. Una lagrima rodó por su mejilla. Se sentía culpable de cierta forma.

—¿Es enserio? Seguro que algo anda mal, Samantha. Christina no es de hacer bromas—Niall marcó una vez más. Nada.

— Eso es lo que me preocupa. ¿Crees que...—El teléfono de la castaña sonó indicándole que un nuevo mensaje le había llegado. Sin pensarlo dos veces, lo abrió.
Una dirección estaba escrita seguidas por un "Ven rápido".  

—No se donde queda esto.—dijo Sam mostrándole a su novio y al amigo de este la dirección.

—Yo si—respondió Niall— Se hacen muchas fiestas por ahí, aunque eso no importa. Jamie, ¿Me prestas tu camioneta?

— Sam conduce con cuidado. Si necesitas algo, me llamas. Llevaré a Daniel a su casa y luego iré a donde sea que estés—dijo el rubio mientras le pasaba la llave de su Ranger Rover a su novia. Niall se sintió ignorado, pero no iba a discutir.

El rubio subió a la camioneta sin protestar. Mientras más rápido llegaran, mejor.  No podía entender que demonios hacia Christina en un lugar como ese.

Sam no tardó en entrar. A diferencia de él, temblaba tanto que le costo meter la llave para hacer contacto y prender el motor.

—Tranquila—le dijo Niall. No podía estar tranquila,  no cuando su mejor amiga estaba en peligro.—Sam— insistió el rubio. La castaña dejó de mover su cuerpo cuando la mano del muchacho se posó sobre su pierna.—Si sigues temblando, chocaremos.—Ella simplemente asistió. Las palabras se negaban a salir y se sintió aliviada cuando Niall retiró su mano. Sintió su calor y también se sintió protegida.

Lentamente, se encamino hacia la dirección que su amiga le había dado, rogando al cielo que todo estuviese bien.

—Si le sucede algo, no me lo perdonaré—dijo, más para si misma que para el rubio que la acompañaba.


Aquel lugar podría considerarse hermoso de no ser por las leyendas que se contaban. Todo el mundo sabia que era peligroso andar por ahí sola. Todo el mundo, menos Christina.

La camioneta derrapó sobre el camino de tierra cuando Sam paró bruscamente al ver el cuerpo de su amiga. Por un segundo, pensó que no había llegado a tiempo.

"Dios, que este bien, por favor", repetía una y otra vez en su cabeza.

El rubio junto a ella saltó de la Rager Rover antes de que el motor se apagara por completo. La castaña lo siguió por inercia. A ciencia cierta, no tenia idea como sus pies podían moverse porque su cuerpo temblaba por completo y la vista se le había nublado por las lagrimas acumuladas.
Junto al cuerpo de Christina, un pequeño charco de sangre parecía agrandarse cada vez más y el color de su piel se iba desvaneciendo.

— ¡Dios mio, Christina! ¡¿Quién te hizo esto?!— gritó Niall mientras se dejaba caer sobre sus rodillas y tomaba entre sus manos el rostro de su amiga. Un conjunto de sentimientos lo embargaba por completo. Sentía rabia, desesperación y miedo. Sobretodo miedo.

Al ver que su amiga no le contestaba, bajo hasta sus manos y le todo el pulso.

Samantha sintió que su mundo se derrumba por completo. Le había fallado. No había sido lo suficientemente rápida. ¡Mierda! Si tan solo no se hubiese enojado con ella cuando no le quiso contar lo que le sucedía, la tendría con a su lado. Probablemente amabas estarían en su casa, haciendo la tarea, riendo, viendo películas o haciendo nada, pero la tendría con ella.

Las lagrimas brotaban de sus ojos, al mismo tiempo que su mente intentaba procesar todo.

— Hay que llevarla al hospital— soltó Niall. Sus manos estaban manchadas con la sangre de la muchacha y Sam puedo notar las lagrimas en sus ojos, completamente tristes, como si ya hubiese pasado por eso y supiese como terminaba todo. — Ellos sabrán que hacer— Sam se limitó a asentir. Tenía la sospecha de que si decía aunque sea una palabra, estas se quedarían atascada en su garganta y no llegarían a salir.

El rubio tomó el cuerpo de Christina entre sus brazos como si se tratara de la cosa más delicada en el mundo y la cargó hasta la camioneta, dejándola suavemente en el asiento trasero. Iba a matar a quien le había hecho eso. Lo encontraría, y luego le haría pagar.  

— Déjame conducir a mi, Sam— dijo en cuanto vio que la castaña se dirigía hacia el asiento de conductor. — No estas en condiciones...

— Tu tampoco— respondió Samantha. El rubio estaba cubierto de sangre, con la cara desfigurada por el dolor y la rabia y la castaña sabia que también temblaba, aunque quisiera ocultarlo.

— Samantha, por favor.— suplicó el rubio. Ella vio a través de sus ojos, y comprendió algo: Estaba desesperado.

Abrió la puerta por él y lo dejó entrar, para luego dar la vuelta y meterse a la Ranger Rover. Niall encendió el motor y como si su vida misma estuviese en riesgo, aceleró.

Sam vio el cuerpo de su amiga en el asiento trasero y quiso que se invistieran los roles. ¿Quién era el maldito desgraciado que había sido capaz de hacerle eso? ¿Quién demonios la había lastimado?

"Freddy", le susurró su mente.

No.  

Las lagrimas volvieron a caer. Ahora ya no tenía miedo solo por su amiga. Ahora temía por el bien de todos.

— ¿Morirá?— se atrevió a preguntar.

Niall la miró un segundo para luego volver la vista hacia la carretera.  No mentiría, no a ella.

Su mano buscó la de ella y la apretó dándole fuerzas, más no la retiró esta vez.

Sam sollozó más fuerte.

Louis se encontraba en casa de Harry, hacía demasiado tiempo no se reunían. Eran muy unidos, casi como hermanos, pero luego de lo de Ashton todo en Springwood había cambiado, ellos también se habían visto afectados, Harry, por su amistad con el joven muerto y Louis, por intentar estar la mayor parte del tiempo con su amiga Nancy, quien se había convertido en otra persona desde aquel acontecimiento. La sonrisa que siempre iluminaba su rostro había desaparecido, y no hacía más que hablar de sus recurrentes pesadillas con el aterrador sujeto de las cuchillas. Fue entonces, que Louis se animó a contarle a su amigo acerca de su sueño, y que creía que Nancy, decía la verdad por más loco que eso pudiera sonar.

—Louis son unas malditas pesadillas —exclamó el chico de rizos castaños ante tan alocada confesión.
—Eso creía Harry, hasta que yo mismo pude verlo, el tal Freddy es real.
—debes estar bromeando. 
— ¿crees que esto es broma? —se levantó la remera dejando ver las cicatrices de cuchillas que se encontraban en su pecho logrando que su amigo quedase boquiabierto.
— ¿qué demonios te sucedió? —preguntó el chico sorprendido inspeccionado cada marca del cuerpo de Louis.
—Sé que esto suena como una completa locura, pero soñé con él y cuando desperté... —los ojos azules del muchacho se cristalizaron al recordar aquella noche, nada tenía sentido, pero todo había sido sumamente real. De inmediato se bajó la remera.
— ¿Que Louis? ¿Que sucedió cuando despertaste?
—Las heridas que fueron provocadas en mis pesadillas eran reales ¡y mierda Hazz! esto es lo más loco que me ha pasado en mi vida pero Nancy no mentía, y aun no entiendo qué demonios significa esto o como poder evitar que siga sucediendo pero es real, Freddy es real  —murmuró lo último lleno de temor. Las palabras salían de los labios de Louis con dolor y desesperación, sabía que todo aquello no tenía sentido alguno, aun así, lo había vivido en carne propia y sabia que su amiga no mentía, en lo absoluto.
Louis pasó las manos por su cara en un acto de desesperación.
—Temo volver a dormir Harry, temo por mi vida —confesó ya sin poder evitar las lagrimas.
Harry estaba estupefacto.
— ¿No dirás nada? —preguntó Louis con desesperación, su amigo creía que estaba loco, el lo sabía, conocía  a Harry— No debí de haberte contado esto —dijo levantándose para dirigirse a la salida. Quiso creer que su amigo lo seguiría, pero eso nunca ocurrió. 
Entonces, al abrir la puerta, se encontró con la que probablemente sería la imagen más perturbadora que vería jamás: Jesse, su medio hermano y amigo cubierto de un espeso y rojizo líquido que corría por su cuerpo, escurriéndose y manchando la blanca superficie hallada bajo sus pies.
Los ojos del muchacho se encontraban hinchados mientras más y más lágrimas caían de sus éstos. El cuerpo le temblaba de manera abrupta, retorciéndose de un lado al otro. Exhalaba e inhalaba apresuradamente y eso a Louis le indicó que no podía respirar con total normalidad. 
El ruloso, quién de manera constante se mostraba sumamente ajeno y cerrado en cuánto a Freddy se refería, apenas notó el aspecto y estado en el que se encontraba Jesse se aproximó unos cortos pasos hacia él. Si bien era cierto que no guardaban una agradable relación porque Harry fue novio de Nancy, tampoco se odiaban; sólo no congeniaban entre sí.

— ¿Qué... qué… Te sucedió? — preguntó Louis abrumado frente a tan escalofriante imagen. Se lo veía preocupado y a su vez, una expresión de confusión y terror acompañaba dicho sentimiento.
— ¿Estás bien? — intervino el oji-verde en el interrogatorio de Louis.
—Nancy… 
—Jesse ¿Qué demonios sucedió? ¿Dónde está Nancy? —preguntó con sus ojos azules desbordando en lágrimas.
—Ella está muerta Louis y yo…  Yo no tengo idea de cómo sucedió —el chico observó sus manos llenas de sangre e intentó limpiárselas pero fue en vano, su remera también tenía sangre al igual que gran parte de su cuerpo.

Harry pudo notar que las piernas de su amigo flaquearon y en un rápido reflejo lo tomó por los brazos para estabilizarlo.

—Debes irte Jesse, ahora —fijó su mirada verde en la del chico.
— ¿Por qué? No Harry, el no… No puede irse así —se separó de su amigo.
—Esta vez Harry tiene razón, los padres de Nancy creen que la mate y la policía me buscará Louis, debo huir.
—Jesse, no… —Louis quiso apoyar la mano sobre el hombro de su hermano pero este dio un paso hacia atrás.
—Mantente despierto Louis, y si te duermes, procura que alguien te despierte antes de que sea demasiado tarde —dicho esto, el muchacho se echó a correr y aunque Louis quiso seguirlo Harry se lo impidió sosteniendo su brazo.
— ¡Mierda Harry! ¡Suéltame! —cuando el rizado consideró que Jesse estaba lo suficientemente lejos soltó a su amigo— Nancy está muerta… —dijo con sus ojos llenos de lágrimas— Harry, fue Freddy, lo sé ¡y matará a Jesse! —gritó con desesperación.
—Cálmate Louis —pidió el rizado que aunque no lo demostraba, estaba aterrado por todos los sucesos que estaban ocurriendo, y más porque todos hablaban de ese tal Freddy y eso simplemente era una locura.
— ¡No puedo calmarme maldita sea! —abrió la puerta y salió de la casa como alma que lleva el diablo.
— ¿A dónde se supone que vas? 
—Necesito saber que sucedió con Nancy.
 
 
Jesse corrió y corrió hasta que no pudo más. Estaba sediento, agotado. Bañado en sangre y sudor, lleno de dolor e incertidumbre, él sabía que Freddy había sido quien mató a Nancy, por más que eso fuese casi imposible no había otra explicación. Ella estaba en sus brazos y de repente, él se la arrebató. Impactó de rodillas al pavimento frío sin siquiera saber donde estaba. Relamió sus labios resecos y aunque quiso sostenerse con sus brazos estaba demasiado débil. Cayó inconsciente.
 
Su mejilla dolía, estaba apoyada contra el suelo al igual que el resto de su cuerpo, pero ahora el ambiente estaba gélido a causa de la nevada que caía.
El pánico se apoderó del muchacho. 
Apoyó sus manos para incorporarse, estaba tan cansado que casi vuelve a caer pero logró con bastante esfuerzo ponerse de pie. 
Miró a su alrededor encontrándose una vez más con aquella guardería a las afueras de Springwood, con la que soñaba de forma recurrente pero esta vez, tenía por seguro que sería la última vez que la vería.
Caminó despacio para adentrarse en ella, el frío calaba sus huesos por lo cual se abrazaba a él mismo frotando sus brazos.
 
—Qué bueno que ya estés aquí Jesse —sintió aquella espeluznante voz que lo obligó a ver en todas las direcciones pero aun así no pudo encontrar al responsable de sus más aterradoras pesadillas.
— ¿Porqué te la llevaste maldito? ¡Ella no merecía morir así! —gritó con rabia y refregó sus ojos con fuerza, veía todo nuboso a causa del cansancio.
—Claro que si mi querido Jesse, ella al igual que tú y todos los jóvenes de Springwood merecen morir de la peor manera, y yo me encargaré de que así sea —una sonora y macabra carcajada se hizo eco en todo el lugar.
— ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? —sollozó el muchacho quien comenzó a temblar al ver que al final del pasillo, la silueta de Freddy se divisaba a través del umbral.
—Tus padres como mucho otros me quitaron la vida creyendo que así dejaría de atormentarlos. Pero lo único que lograron fue hacerme aun más fuerte —se carcajeó.
— ¿Mis padres? —el chico cada vez entendía menos, pero de alguna forma quería hacerlo, tenía una pequeña esperanza de despertar sabiendo la verdad y advertir a su hermano de lo que sucedía, quería saber cómo terminar con estas pesadillas, como acabar con el terror en Springwood.
—Jesse, Jesse, Jesse… ¿Realmente quieres que esas sean tus últimas palabras? —la silueta estaba cada vez más cerca y ya podía ver su desfigurado rostro.
 —Quiero saber por qué vas a matarme —tragó saliva, Freddy estaba tan cerca que cuando quiso huir, ya era demasiado tarde, quedó acorralado contra la pared.
—Porque es divertido —luego de aquellas frías palabras una nueva carcajada hizo eco en la guardería. 
Jesse cerró los ojos y fue lo último que hizo, las cuchillas de Freddy se enterraron en el cuello del chico derramando tanta sangre, que en menos de un minuto el joven cayó al suelo sin vida.