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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
"Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Hechale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)
Nombre: Hechale la Culpa a la Oscuridad
Autor: #AllThisTime ...... Diganme Ale! ñ_ñ
Adaptación: Si
Advertencias: Nooup con el tema en rojo no hay de qe advertirlas :DD asi subire solo Martes, Miercoles y Viernes tal vez sabados y Domingos....
Otras Páginas: La subire en univision! ñ______________ñ
Lo que sucedió en aquel ascensor durante un apagón podría cambiarles la vida...
En la más absoluta oscuridad, atrapados entre dos pisos, Joseph Jonas había llegado a pensar que la mujer con la que había compartido aquel diminuto .ascensor no era terreno prohibido... y que la pasión que habían compartido no cambiaría nada.
Pero volvió la luz y Joe supo que había cometido un error. ____ Grainger era su secretaria.... y quizá ahora estuviera embarazada. Si hubiera sido cualquier otro hombre, ____ sería la esposa perfecta, pero había razones que ella jamás comprendería por las que Joe nunca podría casarse... pero ¿por qué deseaba que el test de embarazo fuera positivo?
Si bueno yo aqui coon otra novee sin mucho tiempo para subir pero en finn soy adicta a las noves xD y am cuando regrese de la universidad less suboo! los primeros capis si hay comentarios claro esta si no... em pues tambien subire hay fantasmitas qe si leen ñ_ñ
Autor: #AllThisTime ...... Diganme Ale! ñ_ñ
Adaptación: Si
Advertencias: Nooup con el tema en rojo no hay de qe advertirlas :DD asi subire solo Martes, Miercoles y Viernes tal vez sabados y Domingos....
Otras Páginas: La subire en univision! ñ______________ñ
Lo que sucedió en aquel ascensor durante un apagón podría cambiarles la vida...
En la más absoluta oscuridad, atrapados entre dos pisos, Joseph Jonas había llegado a pensar que la mujer con la que había compartido aquel diminuto .ascensor no era terreno prohibido... y que la pasión que habían compartido no cambiaría nada.
Pero volvió la luz y Joe supo que había cometido un error. ____ Grainger era su secretaria.... y quizá ahora estuviera embarazada. Si hubiera sido cualquier otro hombre, ____ sería la esposa perfecta, pero había razones que ella jamás comprendería por las que Joe nunca podría casarse... pero ¿por qué deseaba que el test de embarazo fuera positivo?
Si bueno yo aqui coon otra novee sin mucho tiempo para subir pero en finn soy adicta a las noves xD y am cuando regrese de la universidad less suboo! los primeros capis si hay comentarios claro esta si no... em pues tambien subire hay fantasmitas qe si leen ñ_ñ
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
1era lectoraa
sabes qe yo mao las noves qe subes
soy tu fiel lectoraa..
Siguelaaa:D
espero el primer cap!!!
sabes qe yo mao las noves qe subes
soy tu fiel lectoraa..
Siguelaaa:D
espero el primer cap!!!
☎ Jimena Horan ♥
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
me encanto lo que lei
y soy tu 2da y fiel lectora...
espero cap..
y soy tu 2da y fiel lectora...
espero cap..
jamileth
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
ooh perdonn habia perdido la novee pero ya la encontree ñ.ñ aawwnn graciias por seguirmee y BIENVENIIDAASS ñ.ñ ya les subo unos cuantos capiiss!
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Capitulo 1
____ Grainger llamó suavemente con los nudillos para advertir de su presencia antes de entrar en casa de Joseph Jonas. Como hacía todos los días, recogió el correo y el periódico del suelo y, después de dejar su bolso en la habitación que utilizaba como despacho, fue directamente a la cocina para hacer un café y fregar los platos de la noche anterior.
Su trabajo no incluía fregar los platos porque Peter tenía una señora que iba una vez por semana para limpiar y hacer la colada, pero ____ estaba tan acostumbrada a cuidar de él que hacerlo le parecía lo más natural.
Luego subió al segundo piso, donde estaba el dormitorio de Joe. Si había estado trabajando en algún programa informático se habría acostado muy tarde. O a lo mejor había olvidado poner el despertador... otra vez. Pero su cama estaba vacía, las sábanas hechas un revoltijo.
Sólo quedaba un sitio en el que mirar. ____ cerró la puerta del dormitorio y se dirigió a su despacho.
Menos conservador que el resto de la casa, a Joe le gustaba aquel despacho porque estaba decorado a su gusto. Es decir: con las paredes pintadas en azul oscuro, un escritorio que ocupaba toda una esquina y mesas llenas de ordenadores, equipos informáticos y una colección de figuritas de Star Trek.
Y, como había supuesto, su jefe estaba allí. Con la cabeza apoyada sobre el escritorio, durmiendo profundamente. Llevaba una vieja camiseta gris y unos calzoncillos de cuadros, su pelo negro oscuro tan despeinado como de costumbre.
____ tuvo que hacer un esfuerzo para no pasarlos dedos por el flequillo...
Ese era el problema de trabajar con un hombre que le gustaba. La línea entre jefe y amante potencial se hacía más difusa cada día.
Pero sólo para ella. Joe no la veía como una posible novia, ni siquiera la veía como una mujer.
Como secretaria, como ayudante personal, como la persona a la que acudía cada vez que necesitaba algo, sí. Como una mujer de carne y hueso, una mujer atractiva, no. Nunca levantaba la mirada del ordenador el tiempo suficiente como para fijarse en ella.
Pero esa era una de las cosas que adoraba en él, su pasión por el diseño de software, que hubiera levantado una empresa empezando de cero.
Joe Jonas era una persona muy inteligente y empresas de todo el mundo solicitaban sus servicios para librarse de virus informáticos o para solucionar problemas. Pero lo que a él le gustaba de verdad era diseñar juegos y programas y en eso se había concentrado durante los dos últimos años, el tiempo que ____ llevaba trabajando para él.
____ sacó una bolsa de basura para recoger varias latas vacías de coca—cola. Su jefe bebía demasiada coca—cola, especialmente cuando estaba muy ocupado y se obsesionaba con algún proyecto.
Dos de las latas se le cayeron de las manos y salieron rodando por el suelo. El ruido despertó a Joe, que se incorporó, sobresaltado, mirando alrededor como si no supiera dónde estaba.
—Lo siento —se disculpó ____—. No quería despertarte.
El se pasó una mano por el pelo, bostezando
—¿Qué hora es?
—Poco más de las nueve. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando?
—Empecé después de cenar. A las nueve, creo.
Joe se levantó para estirarse casi rozando el techo con las manos. La postura ensanchaba su torso, mostrando un estómago plano...
____ tuvo que apartar la mirada.
—Estoy trabajando en ese proyecto para Globalcom. He tardado más de lo que pensaba, pero creo que el problema está solucionado. —
____ guardó las latas en la bolsa, para reciclarlas más tarde.
—Entonces, tendrás que cobrarles todas esas horas de trabajo. ¿A qué hora terminaste?
—No tengo ni idea. La última vez que miré el reloj eran las tres de la mañana.
Ella asintió, preguntándose si Globalcom y los otros clientes de Joe sabrían cuántas horas trabajaba en cada proyecto. Sí, sus servicios eran caros, pero era el mejor. Y como nunca controlaba las horas que trabajaba en cada proyecto, las facturas eran meras estimaciones.
—¿Por qué no duermes un rato? Pareces agotado.
La sonrisa de Joe hizo que su corazón se acelerase.
—No, ahora que estoy despierto, será mejor que me dé una ducha. Joe en la ducha. Esa era una imagen que estaría en su cabeza durante toda la mañana. Como si no la mantuviera despierta casi todas las noches...
—Además, quiero llamar a Globalcom para decirles que el problema ya está resuelto. Y luego me pondré a trabajar en Soldados de poca fortuna.
Soldados de poca fortuna era la última obsesión de Joe, un juego de guerrillas con sangre y vísceras que mantendría a los adolescentes pegados al ordenador durante horas. A ____ no le gustaban esos juegos, pero debía reconocer que, de vez en cuando, también ella jugaba y lo pasaba bien. Y, por el momento, no había comprado una escopeta para liarse a tiros desde el tejado.
—No olvides probarte el esmoquin para ver si necesitas arreglarlo antes de mañana.
El se detuvo en la puerta.
_¿Qué tengo mañana por la noche?
—La cena de la Asociación de mujeres contra la violencia doméstica —contestó ____—. Vas a dar un discurso y a recibir un premio por tu apoyo a la asociación;
Joe donaba ordenadores y programas informáticos a los albergues para que las mujeres pudieran aprender un oficio y no tuvieran que volver con sus abusivos maridos.
El cerró los ojos.
—Se me había olvidado. Supongo que no hay forma de escapar.
—Si quieres darles un disgusto a cientos de mujeres...
Suspirando, él se puso las manos en la cintura.
—Muy bien. Pero tendré que ir con alguien.
____ apartó la mirada. Joe salía con montones de chicas guapas. Modelos, actrices, presentadoras... Era un chico guapo, divertido, encantador y aunque trabajaba mucho para que su empresa pudiera competir con las más grandes, era suficientemente rico como para llamar la atención de una chica guapa.
En general, no le dolía verlo con esas mujeres... excepto cuando llegaba a trabajar por las mañanas y descubría que alguna seguía en su cama o estaba marchándose. O encontraba unas braguitas en el suelo.
—Voy a mirar en la agenda para ver quién está libre.
—No —dijo él—. No me apetece ir con alguien que sólo quiere salir en la foto.
—No pasa nada. Podrías ir solo.
—Yo tengo una idea mejor —anunció Joe entones—. Tú podrías venir conmigo.
Lo había dicho como si hubiera decidido tomar pollo en lugar de filete para cenar y ____ no pudo evitar sentirse como la desgracia criatura con plumas cuyo cuello iban a cortar.
Si fuera una invitación de verdad, si alguna vez la hubiera mirado como si fuera una mujer se lo habría pensado.
No, eso no era verdad. Habría saltado ante la oportunidad de ir con él a algún sitio rezando para que no perdiera interés.
Sacudiendo la cabeza, ____ salió del despacho.
—No, gracias.
—¿No? ¿Cómo que no?
Su voz, indignada, la siguió por la escalera.
—Que no.
—____, no puedes dejarme solo. Ya sabes que no me gustan las multitudes.
—Deberías haberlo pensado antes de decir que irías —replicó ella.
—Ah, café —dijo él cuando entraban en la cocina—. Mira, de verdad, no puedo ir solo.
Luego se acercó para darle un abrazo de
Necesito que vayas conmigo. Irá gente importante, gente que podría estar interesada en mi empresa...
—Eres mi ayudante. Tú conoces los programas en los que estoy trabajando y las intenciones que tengo para la empresa tan bien como yo. Y nadie se relaciona mejor que tú. La gente te adora.
Como ella no respondió, Joe siguió, más desesperado:
—Es parte de tu trabajo. Además, te pagaré las horas extra. Puedes llevarte la agenda y preparar una docena de reuniones con posibles clientes.
Ah, sí. Desde luego que era su ayudante. Y si se ponía así, no tendría más remedio que ir con él.
Pero no pensaba ponérselo fácil.
____ se apoyó en la encimera, de brazos cruzados.
—No estarás tan interesado en que vaya cuando aparezca en vaqueros. No tengo nada que ponerme para una cena de ese estilo.
Joe suspiró, aliviado.
—Eso no es problema. Yo me encargo de todo. O, más bien, encárgate tú de todo. Luego me pasas la factura... Compra lo que quieras.
—Gracias, gracias, gracias —dijo, besándola en la frente.
A ____ se le doblaron las rodillas y tuvo que cerrar los ojos cuando un calor increíble empezó a subir desde sus mocasines a la blusa blanca.
Sí, seguro. Podría pasar la noche con aquel hombre y pensar que no era nada más que una cena de trabajo. Ningún problema. Y quizá después de hacer ese pequeño milagro, podría convertir el agua en vino.
Joe tomó su sexta taza de café desde que ____ lo había despertado aquella mañana y pulsó el ratón para enviar los e—mails que había redactado en la última media hora.
____ Grainger llamó suavemente con los nudillos para advertir de su presencia antes de entrar en casa de Joseph Jonas. Como hacía todos los días, recogió el correo y el periódico del suelo y, después de dejar su bolso en la habitación que utilizaba como despacho, fue directamente a la cocina para hacer un café y fregar los platos de la noche anterior.
Su trabajo no incluía fregar los platos porque Peter tenía una señora que iba una vez por semana para limpiar y hacer la colada, pero ____ estaba tan acostumbrada a cuidar de él que hacerlo le parecía lo más natural.
Luego subió al segundo piso, donde estaba el dormitorio de Joe. Si había estado trabajando en algún programa informático se habría acostado muy tarde. O a lo mejor había olvidado poner el despertador... otra vez. Pero su cama estaba vacía, las sábanas hechas un revoltijo.
Sólo quedaba un sitio en el que mirar. ____ cerró la puerta del dormitorio y se dirigió a su despacho.
Menos conservador que el resto de la casa, a Joe le gustaba aquel despacho porque estaba decorado a su gusto. Es decir: con las paredes pintadas en azul oscuro, un escritorio que ocupaba toda una esquina y mesas llenas de ordenadores, equipos informáticos y una colección de figuritas de Star Trek.
Y, como había supuesto, su jefe estaba allí. Con la cabeza apoyada sobre el escritorio, durmiendo profundamente. Llevaba una vieja camiseta gris y unos calzoncillos de cuadros, su pelo negro oscuro tan despeinado como de costumbre.
____ tuvo que hacer un esfuerzo para no pasarlos dedos por el flequillo...
Ese era el problema de trabajar con un hombre que le gustaba. La línea entre jefe y amante potencial se hacía más difusa cada día.
Pero sólo para ella. Joe no la veía como una posible novia, ni siquiera la veía como una mujer.
Como secretaria, como ayudante personal, como la persona a la que acudía cada vez que necesitaba algo, sí. Como una mujer de carne y hueso, una mujer atractiva, no. Nunca levantaba la mirada del ordenador el tiempo suficiente como para fijarse en ella.
Pero esa era una de las cosas que adoraba en él, su pasión por el diseño de software, que hubiera levantado una empresa empezando de cero.
Joe Jonas era una persona muy inteligente y empresas de todo el mundo solicitaban sus servicios para librarse de virus informáticos o para solucionar problemas. Pero lo que a él le gustaba de verdad era diseñar juegos y programas y en eso se había concentrado durante los dos últimos años, el tiempo que ____ llevaba trabajando para él.
____ sacó una bolsa de basura para recoger varias latas vacías de coca—cola. Su jefe bebía demasiada coca—cola, especialmente cuando estaba muy ocupado y se obsesionaba con algún proyecto.
Dos de las latas se le cayeron de las manos y salieron rodando por el suelo. El ruido despertó a Joe, que se incorporó, sobresaltado, mirando alrededor como si no supiera dónde estaba.
—Lo siento —se disculpó ____—. No quería despertarte.
El se pasó una mano por el pelo, bostezando
—¿Qué hora es?
—Poco más de las nueve. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando?
—Empecé después de cenar. A las nueve, creo.
Joe se levantó para estirarse casi rozando el techo con las manos. La postura ensanchaba su torso, mostrando un estómago plano...
____ tuvo que apartar la mirada.
—Estoy trabajando en ese proyecto para Globalcom. He tardado más de lo que pensaba, pero creo que el problema está solucionado. —
____ guardó las latas en la bolsa, para reciclarlas más tarde.
—Entonces, tendrás que cobrarles todas esas horas de trabajo. ¿A qué hora terminaste?
—No tengo ni idea. La última vez que miré el reloj eran las tres de la mañana.
Ella asintió, preguntándose si Globalcom y los otros clientes de Joe sabrían cuántas horas trabajaba en cada proyecto. Sí, sus servicios eran caros, pero era el mejor. Y como nunca controlaba las horas que trabajaba en cada proyecto, las facturas eran meras estimaciones.
—¿Por qué no duermes un rato? Pareces agotado.
La sonrisa de Joe hizo que su corazón se acelerase.
—No, ahora que estoy despierto, será mejor que me dé una ducha. Joe en la ducha. Esa era una imagen que estaría en su cabeza durante toda la mañana. Como si no la mantuviera despierta casi todas las noches...
—Además, quiero llamar a Globalcom para decirles que el problema ya está resuelto. Y luego me pondré a trabajar en Soldados de poca fortuna.
Soldados de poca fortuna era la última obsesión de Joe, un juego de guerrillas con sangre y vísceras que mantendría a los adolescentes pegados al ordenador durante horas. A ____ no le gustaban esos juegos, pero debía reconocer que, de vez en cuando, también ella jugaba y lo pasaba bien. Y, por el momento, no había comprado una escopeta para liarse a tiros desde el tejado.
—No olvides probarte el esmoquin para ver si necesitas arreglarlo antes de mañana.
El se detuvo en la puerta.
_¿Qué tengo mañana por la noche?
—La cena de la Asociación de mujeres contra la violencia doméstica —contestó ____—. Vas a dar un discurso y a recibir un premio por tu apoyo a la asociación;
Joe donaba ordenadores y programas informáticos a los albergues para que las mujeres pudieran aprender un oficio y no tuvieran que volver con sus abusivos maridos.
El cerró los ojos.
—Se me había olvidado. Supongo que no hay forma de escapar.
—Si quieres darles un disgusto a cientos de mujeres...
Suspirando, él se puso las manos en la cintura.
—Muy bien. Pero tendré que ir con alguien.
____ apartó la mirada. Joe salía con montones de chicas guapas. Modelos, actrices, presentadoras... Era un chico guapo, divertido, encantador y aunque trabajaba mucho para que su empresa pudiera competir con las más grandes, era suficientemente rico como para llamar la atención de una chica guapa.
En general, no le dolía verlo con esas mujeres... excepto cuando llegaba a trabajar por las mañanas y descubría que alguna seguía en su cama o estaba marchándose. O encontraba unas braguitas en el suelo.
—Voy a mirar en la agenda para ver quién está libre.
—No —dijo él—. No me apetece ir con alguien que sólo quiere salir en la foto.
—No pasa nada. Podrías ir solo.
—Yo tengo una idea mejor —anunció Joe entones—. Tú podrías venir conmigo.
Lo había dicho como si hubiera decidido tomar pollo en lugar de filete para cenar y ____ no pudo evitar sentirse como la desgracia criatura con plumas cuyo cuello iban a cortar.
Si fuera una invitación de verdad, si alguna vez la hubiera mirado como si fuera una mujer se lo habría pensado.
No, eso no era verdad. Habría saltado ante la oportunidad de ir con él a algún sitio rezando para que no perdiera interés.
Sacudiendo la cabeza, ____ salió del despacho.
—No, gracias.
—¿No? ¿Cómo que no?
Su voz, indignada, la siguió por la escalera.
—Que no.
—____, no puedes dejarme solo. Ya sabes que no me gustan las multitudes.
—Deberías haberlo pensado antes de decir que irías —replicó ella.
—Ah, café —dijo él cuando entraban en la cocina—. Mira, de verdad, no puedo ir solo.
Luego se acercó para darle un abrazo de
Necesito que vayas conmigo. Irá gente importante, gente que podría estar interesada en mi empresa...
—Eres mi ayudante. Tú conoces los programas en los que estoy trabajando y las intenciones que tengo para la empresa tan bien como yo. Y nadie se relaciona mejor que tú. La gente te adora.
Como ella no respondió, Joe siguió, más desesperado:
—Es parte de tu trabajo. Además, te pagaré las horas extra. Puedes llevarte la agenda y preparar una docena de reuniones con posibles clientes.
Ah, sí. Desde luego que era su ayudante. Y si se ponía así, no tendría más remedio que ir con él.
Pero no pensaba ponérselo fácil.
____ se apoyó en la encimera, de brazos cruzados.
—No estarás tan interesado en que vaya cuando aparezca en vaqueros. No tengo nada que ponerme para una cena de ese estilo.
Joe suspiró, aliviado.
—Eso no es problema. Yo me encargo de todo. O, más bien, encárgate tú de todo. Luego me pasas la factura... Compra lo que quieras.
—Gracias, gracias, gracias —dijo, besándola en la frente.
A ____ se le doblaron las rodillas y tuvo que cerrar los ojos cuando un calor increíble empezó a subir desde sus mocasines a la blusa blanca.
Sí, seguro. Podría pasar la noche con aquel hombre y pensar que no era nada más que una cena de trabajo. Ningún problema. Y quizá después de hacer ese pequeño milagro, podría convertir el agua en vino.
Joe tomó su sexta taza de café desde que ____ lo había despertado aquella mañana y pulsó el ratón para enviar los e—mails que había redactado en la última media hora.
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Empezaba a percatarse de que no era fácil cuidar de uno mismo. ____ llevaba fuera sólo un par de horas, pero como estaba acostumbrado a tenerla allí toda la mañana contestando al teléfono y encargándose de numerosas tareas, le resultaba difícil seguir adelante con su rutina normal.
Por fin, había decidido no contestar al teléfono y dejaba que saltara el contestador.
____ se encargaría de contestar cuando volviera. Y aunque a veces contestaba también a su correo electrónico, él podía hacerlo solito. No era un inútil.
El resto del correo era otra cosa. No pensaba ponerse a abrir sobres. ____ sabría qué era importante y qué no.
Entonces oyó la puerta y suspiró, aliviado. Ahora podía concentrarse en su programa en lugar de lidiar con cosas menos importantes.
Pero cuando salió del despacho vio a ____ intentando entrar en la casa con un montón de bolsas.
—¿Qué es eso?
Ella levantó la mirada y sopló para apartarse el flequillo de la cara.
—Podrías echarme una mano, ¿no?
—Ah, perdona.
Joe pasaba más tiempo con ordenadores que con personas y ____ sería la primera en decir que, a veces, no era precisamente atento. Pero era un tipo estupendo.
—Parece que has comprado muchas cosas.
—Más de las que te puedas imaginar —sonrió ella, quitándose la chaqueta.
Llevaba una blusa blanca muy recatada, pero podía ver la silueta del sujetador negro que llevaba debajo... y eso no lo ayudó nada.
A Joe se le hizo un nudo en la garganta. Pero un momento después, decidió que era absurdo explorar cosas que él no debía explorar.
____ era una belleza, sin duda. Desde que se conocieron, cuando la entrevistó para el puesto de ayudante personal, le había fascinado su largo pelo negro, su piel de porcelana, los brillantes ojos azules.
Por supuesto, no había ninguna posibilidad de que hubiera algo entre ellos. Joe jamás tendría una relación seria con una mujer y mucho menos con alguien que trabajaba para él. No quería ser como su padre, no tenía intención de hacer infeliz a nadie. Y su padre había hecho muy infeliz a su madre. Ya él.
Pero había contratado a ____ a pesar de su atracción por ella, sencillamente porque era la mejor candidata. Sabía de informática casi tanto como él, era una buena secretaria y tenía una voz que haría que un santo cayera de rodillas.
De modo que si se quedaba mirando esos labios rojos como hipnotizado o tenía que tomar una absurda cantidad de duchas frías cuando ella se iba a casa, era culpa suya por contratarla. Pero merecía la pena.
—¿De qué te ríes? —le espetó ella.
—¿Yo? De nada.
—Cuando lleguen las facturas no te reirás, amigo.
Joe se encogió de hombros.
—No creo que sea para tanto.
Ella levantó una ceja.
—A ver, deja que me presente. Soy la mujer a la que has dado carta blanca para comprar lo que quisiera. Y sé cuánto dinero tienes en el banco. ¿Tú qué crees?
Joe soltó una carcajada. Otra de las razones por las que la había contratado era su sentido del humor. Un poco ácido a veces, pero siempre estupendo.
—Recuérdame que tome una copa antes de ver las facturas. Mientras tanto, ¿qué tal si me enseñas lo que has comprado? Venga, póntelo y date una vueltecita para que te vea.
—No, de eso nada.
—Venga, quiero ver lo que he comprado.
____ se lo pensó un momento. Lo último que le apetecía era ir a esa cena benéfica con él, pero —lo supiera él o no— se había gastado una considerable cantidad de dinero y si quería ver lo que había comprado, seguramente tenía derecho a ello.
—No sé...
—Puedes cambiarte en mi dormitorio. Tengo que ver el vestido, así sabré de qué color debe ser el prendedor de flores.
—Un prendedor? Joe, esto no es el baile del instituto.
El sonrió, con esa sonrisa que hacía que le temblasen las rodillas.
—Una pena. El baile sería más soportable. Luego se dio la vuelta y subió a su dormitorio con las bolsas. Una vez allí, se frotó las manos, guiñándole un ojo mientras salía al pasillo.
—Grita cuando estés lista. Estaré en el despacho.
La puerta se cerró y ____ se quedó a solas
— con la cama de Joe, con el edredón de Joe, con las sábanas de Joe... con las sábanas revueltas de Joe.
____ tuvo que contenerse para no lanzarse sobre la cama y respirar su olor en aquellas sábanas de algodón egipcio. Sabía que lo eran porque ella misma las había comprado.
Patético, pensó. ¿Qué mujer de veintinueve años se pasa la vida soñando con su jefe? Un hombre que no la miraba dos veces... al menos no como un hombre debería mirar a una mujer.
Aparte de tumbarse sobre el escritorio y gritar: «Tómame, soy tuya», ____ había hecho de todo para llamar su atención. Desde que empezó a trabajar para él dos años antes, intentaba hacerle saber que estaba interesada de todas las maneras posibles. Se ponía faldas cortas, blusas con un poco de escote... Había probado con una docena de perfumes intentando encontrar el que despertara su interés. Se había presentado con el pelo suelto, con coleta, con moño, con el pelo corto, largo, rizado, liso...
Se acercaba mucho cuando hablaban e inventaba excusas para interrumpirlo cuando estaba trabajando, pero nada de eso funcionó. Y por fin decidió rendirse. Una chica sólo podía humillarse hasta cierto punto y el momento llegó el día que entró en casa y encontró a una mujer medio desnuda saliendo de su habitación. Su teoría de que Joe era homosexual había quedado hecha trizas y juró en ese momento no volver a intentar nada con él.
Desgraciadamente, ese juramento no podía evitar que se quedara mirando sus bíceps como una tonta o que su corazón diera un salto cada vez que pronunciaba su nombre con esa voz suya tan ronca.
Había pensado muchas veces dejar el trabajo. Debería hacerlo. Tenía talento, era buena en lo suyo y podría encontrar otro puesto similar en menos de una semana.
Pero le gustaba trabajar para él. A pesar de todo, Joe era un jefe estupendo. ____ creía en lo que hacía y disfrutaba siendo parte de ello.
Además, ¿qué otro jefe le compraría un vestido de noche y accesorios que seguramente no tendría otra ocasión para lucir?
____ empezó a quitarse la blusa, sintiendo un escalofrío al pensar que estaba medio desnuda en el dormitorio de Joe. Si él estuviera allí y ella se estuviera desnudando para algo que no fuera enseñarle un vestido...
No se puso el elegante conjunto de ropa interior que había comprado a juego con el vestido, pero sí los zapatos de terciopelo negro con un tacón vertiginoso.
Apartándose el pelo de la cara, ____ salió del dormitorio y se apoyó, seductora, en la puerta del despacho.
—Bueno, ¿qué te parece?
Por fin, había decidido no contestar al teléfono y dejaba que saltara el contestador.
____ se encargaría de contestar cuando volviera. Y aunque a veces contestaba también a su correo electrónico, él podía hacerlo solito. No era un inútil.
El resto del correo era otra cosa. No pensaba ponerse a abrir sobres. ____ sabría qué era importante y qué no.
Entonces oyó la puerta y suspiró, aliviado. Ahora podía concentrarse en su programa en lugar de lidiar con cosas menos importantes.
Pero cuando salió del despacho vio a ____ intentando entrar en la casa con un montón de bolsas.
—¿Qué es eso?
Ella levantó la mirada y sopló para apartarse el flequillo de la cara.
—Podrías echarme una mano, ¿no?
—Ah, perdona.
Joe pasaba más tiempo con ordenadores que con personas y ____ sería la primera en decir que, a veces, no era precisamente atento. Pero era un tipo estupendo.
—Parece que has comprado muchas cosas.
—Más de las que te puedas imaginar —sonrió ella, quitándose la chaqueta.
Llevaba una blusa blanca muy recatada, pero podía ver la silueta del sujetador negro que llevaba debajo... y eso no lo ayudó nada.
A Joe se le hizo un nudo en la garganta. Pero un momento después, decidió que era absurdo explorar cosas que él no debía explorar.
____ era una belleza, sin duda. Desde que se conocieron, cuando la entrevistó para el puesto de ayudante personal, le había fascinado su largo pelo negro, su piel de porcelana, los brillantes ojos azules.
Por supuesto, no había ninguna posibilidad de que hubiera algo entre ellos. Joe jamás tendría una relación seria con una mujer y mucho menos con alguien que trabajaba para él. No quería ser como su padre, no tenía intención de hacer infeliz a nadie. Y su padre había hecho muy infeliz a su madre. Ya él.
Pero había contratado a ____ a pesar de su atracción por ella, sencillamente porque era la mejor candidata. Sabía de informática casi tanto como él, era una buena secretaria y tenía una voz que haría que un santo cayera de rodillas.
De modo que si se quedaba mirando esos labios rojos como hipnotizado o tenía que tomar una absurda cantidad de duchas frías cuando ella se iba a casa, era culpa suya por contratarla. Pero merecía la pena.
—¿De qué te ríes? —le espetó ella.
—¿Yo? De nada.
—Cuando lleguen las facturas no te reirás, amigo.
Joe se encogió de hombros.
—No creo que sea para tanto.
Ella levantó una ceja.
—A ver, deja que me presente. Soy la mujer a la que has dado carta blanca para comprar lo que quisiera. Y sé cuánto dinero tienes en el banco. ¿Tú qué crees?
Joe soltó una carcajada. Otra de las razones por las que la había contratado era su sentido del humor. Un poco ácido a veces, pero siempre estupendo.
—Recuérdame que tome una copa antes de ver las facturas. Mientras tanto, ¿qué tal si me enseñas lo que has comprado? Venga, póntelo y date una vueltecita para que te vea.
—No, de eso nada.
—Venga, quiero ver lo que he comprado.
____ se lo pensó un momento. Lo último que le apetecía era ir a esa cena benéfica con él, pero —lo supiera él o no— se había gastado una considerable cantidad de dinero y si quería ver lo que había comprado, seguramente tenía derecho a ello.
—No sé...
—Puedes cambiarte en mi dormitorio. Tengo que ver el vestido, así sabré de qué color debe ser el prendedor de flores.
—Un prendedor? Joe, esto no es el baile del instituto.
El sonrió, con esa sonrisa que hacía que le temblasen las rodillas.
—Una pena. El baile sería más soportable. Luego se dio la vuelta y subió a su dormitorio con las bolsas. Una vez allí, se frotó las manos, guiñándole un ojo mientras salía al pasillo.
—Grita cuando estés lista. Estaré en el despacho.
La puerta se cerró y ____ se quedó a solas
— con la cama de Joe, con el edredón de Joe, con las sábanas de Joe... con las sábanas revueltas de Joe.
____ tuvo que contenerse para no lanzarse sobre la cama y respirar su olor en aquellas sábanas de algodón egipcio. Sabía que lo eran porque ella misma las había comprado.
Patético, pensó. ¿Qué mujer de veintinueve años se pasa la vida soñando con su jefe? Un hombre que no la miraba dos veces... al menos no como un hombre debería mirar a una mujer.
Aparte de tumbarse sobre el escritorio y gritar: «Tómame, soy tuya», ____ había hecho de todo para llamar su atención. Desde que empezó a trabajar para él dos años antes, intentaba hacerle saber que estaba interesada de todas las maneras posibles. Se ponía faldas cortas, blusas con un poco de escote... Había probado con una docena de perfumes intentando encontrar el que despertara su interés. Se había presentado con el pelo suelto, con coleta, con moño, con el pelo corto, largo, rizado, liso...
Se acercaba mucho cuando hablaban e inventaba excusas para interrumpirlo cuando estaba trabajando, pero nada de eso funcionó. Y por fin decidió rendirse. Una chica sólo podía humillarse hasta cierto punto y el momento llegó el día que entró en casa y encontró a una mujer medio desnuda saliendo de su habitación. Su teoría de que Joe era homosexual había quedado hecha trizas y juró en ese momento no volver a intentar nada con él.
Desgraciadamente, ese juramento no podía evitar que se quedara mirando sus bíceps como una tonta o que su corazón diera un salto cada vez que pronunciaba su nombre con esa voz suya tan ronca.
Había pensado muchas veces dejar el trabajo. Debería hacerlo. Tenía talento, era buena en lo suyo y podría encontrar otro puesto similar en menos de una semana.
Pero le gustaba trabajar para él. A pesar de todo, Joe era un jefe estupendo. ____ creía en lo que hacía y disfrutaba siendo parte de ello.
Además, ¿qué otro jefe le compraría un vestido de noche y accesorios que seguramente no tendría otra ocasión para lucir?
____ empezó a quitarse la blusa, sintiendo un escalofrío al pensar que estaba medio desnuda en el dormitorio de Joe. Si él estuviera allí y ella se estuviera desnudando para algo que no fuera enseñarle un vestido...
No se puso el elegante conjunto de ropa interior que había comprado a juego con el vestido, pero sí los zapatos de terciopelo negro con un tacón vertiginoso.
Apartándose el pelo de la cara, ____ salió del dormitorio y se apoyó, seductora, en la puerta del despacho.
—Bueno, ¿qué te parece?
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Capitulo 2
Joe levantó la mirada del ordenador, preguntándose por qué no lo había llamado cuando terminó de vestirse... pero entonces su cerebro dejó de funcionar por completo.
Estaba paralizado, mirando la visión que tenía delante.
Se bajó las gafas sobre el puente de la nariz para ver mejor, pero seguía pareciéndole preciosa. Su pelo caía a ambos lados de la cara como una cortina de ébano y el satén rojo del vestido, estampado con terciopelo negro en un complicado dibujo, destacaba la blancura de su piel..
Y eso era sólo del cuello para arriba. Del cuello para abajo era como para que le diera un infarto.
Siempre había sabido que ____ tenía un cuerpo precioso. Las faldas rectas, las sencillas blusas que solía llevar a trabajar no podían disimularlo. Pero aquel vestido tan escotado, la falda recta con una abertura por encima de la rodilla y los zapatos de tacón que hacían que sus piernas parecieran in— terminables...
Joe miró su pecho, la delgada cintura, la curva de sus caderas... y luego volvió a hacer el camino hacia arriba. Cuando se encontró con sus ojos se quedó sin palabras por primera vez en su vida.
Después de varios segundos de completo silencio, ____ interrumpió su total falta de pensamientos:
—¿Qué? —Preguntó, intentando comprobar si había algún fallo en el vestido—. ¿No te gusta? ¿Quieres que lo devuelva?
—No! —gritó él—. Es perfecto —añadió luego, intentando calmarse—. Es que...
«Estaba admirando el paisaje... teniendo pensamientos pecaminosos.., buscando la forma de quitártelo a manotazos».
—¿Qué?
—Estaba pensando que todo el mundo te mirará mañana. Vamos a tener que apartar a los hombres con un látigo.
____sonrió.
—Gracias.
—Con ese vestido, no habrá problema para llamar la atención sobre Reyware. Los hombres se pelearán para hablar contigo.
Lamentó haberlo dicho en cuanto pronunció esas palabras. «Oye, ____, ¿qué tal si vienes conmigo y te ligas a unos cuantos clientes?».
Se sentía como un chulo.
Y sabía que el comentario la había herido porque bajó la mirada y empezó a hacer dibujos en la alfombra con la punta del zapato.
—Lo siento, no quería decir eso.
—Ya lo sé. Sé lo que querías decir.
No, no lo sabía, pero a Joe no se le ocurría ninguna explicación. Y no quería empeorar la situación.
—Será mejor que vaya a cambiarme —dijo ella—. No quiero que se arrugue el vestido.
A él se le ocurrían un par de cosas que no le importaría hacer para arrugar el vestido.
____ se volvió y Joe se quedó mirándola como un tonto. Eso era lo único que podía hacer: mirar. ____ no era de las que se pegaban a él en las fiestas y dejaban claro que pensaban pasar la noche en su cama.
Aunque le gustaría que fuese de otra manera, no podía acostarse con ella. Era su ayudante y, esperaba, su amiga. Eso era algo que no quería arriesgar.
____ no era una mujer a la que pudiera decir adiós por la mañana porque siempre estaría allí, trabajando, ayudándolo a vender sus productos y haciendo las relaciones públicas que él no sabía hacer.
Debería haber contratado a un hombre, pensó entonces. Así no tendría ese problema.
Pero ____ era la mejor y él no quería trabajar con otra persona.
Si pasaba algo con ____, no sería un revolcón ni algo que pudiera ignorar al día siguiente. Ella no era ese tipo de chica, y si no era ese tipo de chica, era porque era otro tipo de chica. De las que se casan, de las que quieren formar una familia.
Ya Joe esa clase de chica le daba pánico porque había decidido tiempo atrás que ninguna mujer lo alejaría del negocio.
Su padre había intentado tener las dos cosas y fracasó miserablemente. Su empresa había sido un éxito, desde luego, pero su vida familiar no. Estaba todo el día en la oficina, ponía toda su energía en el trabajo, en los negocios... y Peter y su madre sufrieron por ello.
Joe había visto angustia en los ojos de su madre muchas veces. La pena, la soledad que veía en ella cada vez que su marido llamaba para decir que no iba a cenar o para cancelar algún plan, le rompían el corazón.
Y Joe no quería hacerle lo mismo a otra mujer.
El matrimonio, la familia, lo de «felices para siempre»... eso no era para él. El estaba concentrado en levantar su negocio diseñando software que pudiera rivalizar con el de la competencia. Y por eso no tenía tiempo para relaciones amorosas.
Y aunque lo tuviera.., aunque Reyware funcionara tan bien como para poder relajarse y salir a diario.., no lo haría.
Para él, era todo o nada. Podía concentrar todos sus esfuerzos en el trabajo o en encontrar una mujer y formar una familia, pero no podía hacer ambas cosas. Y por ahora, probablemente durante veinte o treinta años, había elegido concentrarse en el trabajo.
Joe levantó la mirada del ordenador, preguntándose por qué no lo había llamado cuando terminó de vestirse... pero entonces su cerebro dejó de funcionar por completo.
Estaba paralizado, mirando la visión que tenía delante.
Se bajó las gafas sobre el puente de la nariz para ver mejor, pero seguía pareciéndole preciosa. Su pelo caía a ambos lados de la cara como una cortina de ébano y el satén rojo del vestido, estampado con terciopelo negro en un complicado dibujo, destacaba la blancura de su piel..
Y eso era sólo del cuello para arriba. Del cuello para abajo era como para que le diera un infarto.
Siempre había sabido que ____ tenía un cuerpo precioso. Las faldas rectas, las sencillas blusas que solía llevar a trabajar no podían disimularlo. Pero aquel vestido tan escotado, la falda recta con una abertura por encima de la rodilla y los zapatos de tacón que hacían que sus piernas parecieran in— terminables...
Joe miró su pecho, la delgada cintura, la curva de sus caderas... y luego volvió a hacer el camino hacia arriba. Cuando se encontró con sus ojos se quedó sin palabras por primera vez en su vida.
Después de varios segundos de completo silencio, ____ interrumpió su total falta de pensamientos:
—¿Qué? —Preguntó, intentando comprobar si había algún fallo en el vestido—. ¿No te gusta? ¿Quieres que lo devuelva?
—No! —gritó él—. Es perfecto —añadió luego, intentando calmarse—. Es que...
«Estaba admirando el paisaje... teniendo pensamientos pecaminosos.., buscando la forma de quitártelo a manotazos».
—¿Qué?
—Estaba pensando que todo el mundo te mirará mañana. Vamos a tener que apartar a los hombres con un látigo.
____sonrió.
—Gracias.
—Con ese vestido, no habrá problema para llamar la atención sobre Reyware. Los hombres se pelearán para hablar contigo.
Lamentó haberlo dicho en cuanto pronunció esas palabras. «Oye, ____, ¿qué tal si vienes conmigo y te ligas a unos cuantos clientes?».
Se sentía como un chulo.
Y sabía que el comentario la había herido porque bajó la mirada y empezó a hacer dibujos en la alfombra con la punta del zapato.
—Lo siento, no quería decir eso.
—Ya lo sé. Sé lo que querías decir.
No, no lo sabía, pero a Joe no se le ocurría ninguna explicación. Y no quería empeorar la situación.
—Será mejor que vaya a cambiarme —dijo ella—. No quiero que se arrugue el vestido.
A él se le ocurrían un par de cosas que no le importaría hacer para arrugar el vestido.
____ se volvió y Joe se quedó mirándola como un tonto. Eso era lo único que podía hacer: mirar. ____ no era de las que se pegaban a él en las fiestas y dejaban claro que pensaban pasar la noche en su cama.
Aunque le gustaría que fuese de otra manera, no podía acostarse con ella. Era su ayudante y, esperaba, su amiga. Eso era algo que no quería arriesgar.
____ no era una mujer a la que pudiera decir adiós por la mañana porque siempre estaría allí, trabajando, ayudándolo a vender sus productos y haciendo las relaciones públicas que él no sabía hacer.
Debería haber contratado a un hombre, pensó entonces. Así no tendría ese problema.
Pero ____ era la mejor y él no quería trabajar con otra persona.
Si pasaba algo con ____, no sería un revolcón ni algo que pudiera ignorar al día siguiente. Ella no era ese tipo de chica, y si no era ese tipo de chica, era porque era otro tipo de chica. De las que se casan, de las que quieren formar una familia.
Ya Joe esa clase de chica le daba pánico porque había decidido tiempo atrás que ninguna mujer lo alejaría del negocio.
Su padre había intentado tener las dos cosas y fracasó miserablemente. Su empresa había sido un éxito, desde luego, pero su vida familiar no. Estaba todo el día en la oficina, ponía toda su energía en el trabajo, en los negocios... y Peter y su madre sufrieron por ello.
Joe había visto angustia en los ojos de su madre muchas veces. La pena, la soledad que veía en ella cada vez que su marido llamaba para decir que no iba a cenar o para cancelar algún plan, le rompían el corazón.
Y Joe no quería hacerle lo mismo a otra mujer.
El matrimonio, la familia, lo de «felices para siempre»... eso no era para él. El estaba concentrado en levantar su negocio diseñando software que pudiera rivalizar con el de la competencia. Y por eso no tenía tiempo para relaciones amorosas.
Y aunque lo tuviera.., aunque Reyware funcionara tan bien como para poder relajarse y salir a diario.., no lo haría.
Para él, era todo o nada. Podía concentrar todos sus esfuerzos en el trabajo o en encontrar una mujer y formar una familia, pero no podía hacer ambas cosas. Y por ahora, probablemente durante veinte o treinta años, había elegido concentrarse en el trabajo.
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Y bueno ahi viene lo buenoo! jaja no pss ñ.ñ espero les gustee baayy!! ñ_ñ
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Aunque era una lástima. Merecería la pena perder algún cliente por pasar un par de horas en la cama con ____.
La noche de la cena benéfica, ____ se fue a casa a las cuatro y media. Joe iría a buscarla en una limusina a las siete, de modo que tenía dos horas y media para arreglarse.
Probablemente no debería tardar tanto, pero no estaba acostumbrada a asistir a cenas benéficas de ese tipo. Y la idea de acudir con Joe, .de ser confundida quizá con su última conquista, la tenía de los nervios.
Su apartameflt0 a unas manzanas de la casa de Joe en Georgetown, era pequeño pero acogedor. Varios cuadros, que había comprado en una galería de arte local, y fotografías enmarcadas de su familia decoraban las paredes blancas. Un par de alfombras eran la nota de calor en el suelo de madera y los estampados africanos de su edredón daba a su dormitorio un aire exótico.
Y, por supuesto, estaba Coco, su preciosa gata, que siempre salía a recibirla pero huía de cualquier otra persona.
—Hola, guapa —sonrió ____, abrazándola, sin preocuparse por los pelos que se estaban pegando a su chaqueta—. ¿Tienes hambre? Seguro que sí, como siempre.
Como era su costumbre, dejó a Coco sobre la mesa de la cocina mientras abría una lata de comida para gatos y la cortaba en trocitos para ponerla en un platito con su nombre.
—Disfruta de tu pollo con hígado —le dijo, besando su cabeza—. Esta noche tengo una fiesta y debo arreglarme.
Todo lo que iba a ponerse estaba encima de la cama, como en una exposición. Después de darse una ducha rápida, ____ se puso crema hidratante por todo el cuerpo y un poquito de perfume detrás de las rodillas, en el hueco del codo y en el cuello. Luego se secó el pelo con el secador para dejarlo liso y brillante y volvió al dormitorio para vestirse.
Empezó con el conjunto de ropa interior: sujetador y tanga de satén negro y unas medias de seda negra hasta la mitad del muslo que la dependienta la había convencido de comprar. Un liguero, le había asegurado, era mucho más sexy que unas medias.
Personalmente ____ cuestionaba la necesidad de comprar ropa interior tan sexy para ir a cenar con su jefe. Podría entrar desnuda en la limusina y seguramente él no se daría ni cuenta.
Con el carísimo vestido amoldándose a cada una de sus curvas y haciéndola sentir extrañamente sexy, ____ se hizo un moño francés frente al espejo. Lo siguiente: el maquillaje y los accesorios. No quería reconocerlo, pero le temblaban ligeramente las manos mientras se pintaba los labios.
Aquello era ridículo. Ella era una mujer adulta que iba a una cena a beneficio de las víctimas de la violencia domestica, no una quinceañera que —iba al baile del instituto con el capitán del equipo de rugby.
Estirando la espalda con determinación, se puso los zapatos, tomó el chal de seda y el bolsito de lentejuelas negras y se dirigió a la puerta.
Una mirada al reloj del microondas le indicó que faltaban cinco minutos para las siete, pero podía esperar a la limusina en el portal, se dijo.
____ acarició a Coco por última vez antes de salir.
—Sé una buena chica, ¿eh? Volveré a casa en cuanto pueda.
La limusina apareció a las siete en punto. Había esperado que el conductor saliera para abrirle la puerta, pero la puerta se abrió sola y un pie apareció en la acera, seguido de una pierna, un brazo y, por fin, una cabeza de pelo rubio oscuro. Pensaba que se encontrarían en el hotel— pero, aparentemente, iba a ir con él. A su lado.
Joe estaba de pie en la acera, esperándola, como una versión californiana de James Bond con su esmoquin negro, y ____ tuvo que recordarse a sí misma que debía respirar y luego poner un pie delante del otro.
—No sé si es posible, pero estás más guapa que ayer.
Ella sonrió, O intentó sonreír.
Y entonces Joe le ofreció una rosa de tallo largo.
—Pensé que esto te gustaría más que un prendedor.
Aunque se le había hecho un nudo en la garganta, ____ rió. Joe podía ser increíblemente encantador cuando quería... pero hasta aquel momento nunca había intentado serlo con ella.
Sabía que aquello no era real. Sólo estaba siendo amable porque iba a ser su acompañante esa noche, porque le estaba haciendo un favor.
Pero para ella era real. Y no había ninguna razón para no pasarlo bien.—Enseguida, el lunes por la mañana, volvería al trabajo, a su relación jefe—empleada.
—Es preciosa, gracias.
Cuando sus ojos se encontraron le pareció que los de Joe brillaban de forma extraña, pero el brillo desapareció enseguida... si había existido alguna vez.
El dio un paso atrás y le hizo un gesto con la mano.
—Por favor.
Una vez dentro de la limusina, sentados uno al lado del otro, señaló una botella de champán.
—¿Quieres una copa?
—Sí, gracias.
Joe sirvió dos copas. ____ no solía beber y normalmente no lo haría en un coche mientras se dirigía a un evento en el que, probablemente, les servirían más alcohol, pero aquella era una noche especial. Y estaba nerviosa. A lo mejor un sorbito de champán podría calmarla.
—Gracias por venir conmigo. Me siento un poco más relajado que si fuera solo o con una extraña.
Las citas de Joe siempre eran con «extrañas», pero parecía intimar mucho con ellas.., hasta el punto de invitarlas a dormir en su casa.
____ tomó un sorbo de champán para olvidar aquel pensamiento deprimente. Joseph Jonas estaba enamorado de su trabajo.
Y su vida personal no era asunto suyo. Sólo su vida profesional, de nueve a cinco. Y, a veces, algún evento como el de aquella noche. Pero, además de eso, Joe podía hacer lo que le diera la gana con su vida y a ella no tenía por qué importarle.
—Esto no es un favor —le aclaró—. Es parte de mi trabajo.
—Sí, pero no tenías por qué venir. Podrías haber dicho que tenías algo que hacer, que tenías una cita...
Podría haberlo hecho si se le hubiera ocurrido. Pero no se le ocurrió.
Fueron en silencio hasta el hotel Four Seasons y entraron del brazo en el elegante vestíbulo, donde unos carteles indicaban que la cena benéfica tendría lugar en el Salón de la cuarta planta.
Una vez en el ascensor, Joe puso una mano en su espalda. Cuando lo miró, le pareció que tenía una expresión extraña, pero no quiso preguntar.
Las mesas del salón donde tendría lugar la cena, para doce comensales cada una, estaban cubiertas con finos manteles de hilo blanco. La vajilla era elegantísima y las copas de un cristal muy fino. Al fondo del salón había una tarima con un atril y un micrófono.
Al ver el micrófono que tendría que usar para dar su discurso, Joe se pasó un dedo por el cuello de la camisa, como si la corbata le cortase la entrada de aire.
—Lo harás bien —dijo ____—. Y será mejor que vayas a saludar antes de que la señora Harper-Whitfield empiece a llamarte a gritos.
—No, por favor. La señora Harper-Whitfleid no.
Riendo, se abrieron paso saludando a la gente, parándose a charlar sólo cuando no tenían más remedio. Cuando por fin llegaron a su mesa, la presidenta de la asociación y los miembros del patronato se acercaron a Joe para darle las gracias por acudir... y por sus generosos donativos.
____ se sentó a su lado, con una sonrisa en los labios al ver el desfile de admiradores hasta que, por fin, se sirvió la cena y los dejaron solos para disfrutar de una deliciosa ternera servida en filetes muy finos, con guarnición de verduras al vapor y, como postre, tartaletas de frutas del bosque. Había cientos de invitados, todos hablando a la vez, de modo que mantener una conversación privada era más bien difícil.
____ se percató de que Joe parecía extrañamente nervioso. Aunque no era la primera vez que hablaba en público. Quizá lo que le asustaba era que hubiese tantas mujeres, pensó.
Por fin, terminaron de cenar y la presidenta de la asociación subió al estrado para hablar sobre la asociación y contar algunas emotivas historias.
En cuanto empezó a hablar de un contribuyente en especial que había ayudado aportando ordenadores a los albergues, ____ vio que Joe se ponía tenso y apretaba una pobre servilleta como si quisiera estrangularla.
—Tranquilo —murmuró, metiendo la mano en el bolsillo del esmoquin para sacar un fajo de tarjetitas que ella misma había confeccionado.
—Estoy tranquilo.
—Respira profundamente. Has hecho esto un millón de veces, no pasa nada. Y si todo lo demás falla, recuerda... debes imaginar a todo el mundo desnudo.
El la miró entonces con sus intensos ojos . Miró su cara y luego miró su escote.
—A mí no, tonto —lo regañó ____.
La presidenta de la asociación sonrió mientras hacía la presentación oficial y el foco se dirigió hacia Joe. ____ puso las tarjetas en su mano y lo empujó para que se levantara.
Su discurso fue emotivo y divertido a la vez. Encantador. Por supuesto, porque Joe Jonas era un hombre que podría convencer a una monja para que dejara los hábitos. Antes de terminar, Joe prometió seguir ofreciendo ordenadores a la organización y la presidenta le ofreció una placa conmemorativa como agradecimiento.
A partir de ese momento, todos los asistentes se dirigieron hacia otro salón en el que había una orquesta y cuatro barras en las que los invitados pagaban con dinero en efectivo.., ese dinero iría a los albergues, naturalmente.
Después de dar el discurso, Joe estaba mucho más relajado y deseando mezclarse con la gente. Y ____ sabía que aquélla era la señal para entrar en acción. Debía acercarse a los ciudadanos más ricos de Georgetown para hablar de Reyware. Su objetivo: convencerlos de que un hombre que aportaba tanto dinero para una causa justa era un hombre en el que se podía confiar.
Dos horas después, ____había conseguido seis citas para las próximas semanas y estaba intentando no bostezar para no ofender a la gente. A la que llevaba toda la noche intentando impresionar.
Joe apareció a su lado y le pasó un brazo por la cintura.
—¿Podemos irnos ya?
—Pensé que lo estabas pasando bien.
—Pues no es así... ¿Nos vamos?
Ella miró su reloj. Era casi medianoche.
—Sí, supongo que ya podemos irnos. Llevamos aquí casi cuatro horas.
—A mí me parece que llevo ocho. Además, quiero irme a casa para buscar un sitio donde colgar la placa —sonrió él.
Cuando entraron en el ascensor, ____ se percató de que, de nuevo, parecía tenso.
—¿Tienes un problema con los ascensores?
—¿Yo? No. ¿Por qué?
—Porque pareces incómodo. También me di cuenta cuando subíamos. Podríamos haber ido por la escalera...
—No pasa nada. Aunque no me gustan mucho los ascensores, la verdad.
Entonces, de repente, las luces empezaron a fallar y Joe levantó la cabeza, alarmado. Un segundo después el ascensor quedó completamente a oscuras, deteniéndose entre dos pisos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no nos movemos?
—Joe empezó a golpear los botones como si así pudiera milagrosamente poner el ascensor en marcha.
—Creo que se ha ido la luz —dijo ____.
—¿Qué? ¿Cuánto tiempo vamos a estar así? Ella se encogió de hombros, pero entonces se percató de que Joe no podía verla.
—Ya sabes cómo son estas cosas. A veces se va la luz durante unos segundos... a veces dura toda la noche.
—¿Toda la noche? Lo dirás de broma.
Joe parecía muy nervioso y ella tocó la manga del esmoquin para tranquilizarlo.
—Tranquilo. El ascensor no se mueve.
—¡Pues ese es el problema! —Exclamó él, golpeando las puertas—. ¡Que esta cosa no se mueve!
____ se quedó atónita.
—Pensé que no te gustaban los ascensores porque te mareabas o algo así...
—¡Ja! ¡No son los ascensores! No han inventado un ascensor que se mueva suficientemente rápido para mí. Son los sitios cerrados. ¡No puedo soportar un sitio pequeño y cerrado!
La noche de la cena benéfica, ____ se fue a casa a las cuatro y media. Joe iría a buscarla en una limusina a las siete, de modo que tenía dos horas y media para arreglarse.
Probablemente no debería tardar tanto, pero no estaba acostumbrada a asistir a cenas benéficas de ese tipo. Y la idea de acudir con Joe, .de ser confundida quizá con su última conquista, la tenía de los nervios.
Su apartameflt0 a unas manzanas de la casa de Joe en Georgetown, era pequeño pero acogedor. Varios cuadros, que había comprado en una galería de arte local, y fotografías enmarcadas de su familia decoraban las paredes blancas. Un par de alfombras eran la nota de calor en el suelo de madera y los estampados africanos de su edredón daba a su dormitorio un aire exótico.
Y, por supuesto, estaba Coco, su preciosa gata, que siempre salía a recibirla pero huía de cualquier otra persona.
—Hola, guapa —sonrió ____, abrazándola, sin preocuparse por los pelos que se estaban pegando a su chaqueta—. ¿Tienes hambre? Seguro que sí, como siempre.
Como era su costumbre, dejó a Coco sobre la mesa de la cocina mientras abría una lata de comida para gatos y la cortaba en trocitos para ponerla en un platito con su nombre.
—Disfruta de tu pollo con hígado —le dijo, besando su cabeza—. Esta noche tengo una fiesta y debo arreglarme.
Todo lo que iba a ponerse estaba encima de la cama, como en una exposición. Después de darse una ducha rápida, ____ se puso crema hidratante por todo el cuerpo y un poquito de perfume detrás de las rodillas, en el hueco del codo y en el cuello. Luego se secó el pelo con el secador para dejarlo liso y brillante y volvió al dormitorio para vestirse.
Empezó con el conjunto de ropa interior: sujetador y tanga de satén negro y unas medias de seda negra hasta la mitad del muslo que la dependienta la había convencido de comprar. Un liguero, le había asegurado, era mucho más sexy que unas medias.
Personalmente ____ cuestionaba la necesidad de comprar ropa interior tan sexy para ir a cenar con su jefe. Podría entrar desnuda en la limusina y seguramente él no se daría ni cuenta.
Con el carísimo vestido amoldándose a cada una de sus curvas y haciéndola sentir extrañamente sexy, ____ se hizo un moño francés frente al espejo. Lo siguiente: el maquillaje y los accesorios. No quería reconocerlo, pero le temblaban ligeramente las manos mientras se pintaba los labios.
Aquello era ridículo. Ella era una mujer adulta que iba a una cena a beneficio de las víctimas de la violencia domestica, no una quinceañera que —iba al baile del instituto con el capitán del equipo de rugby.
Estirando la espalda con determinación, se puso los zapatos, tomó el chal de seda y el bolsito de lentejuelas negras y se dirigió a la puerta.
Una mirada al reloj del microondas le indicó que faltaban cinco minutos para las siete, pero podía esperar a la limusina en el portal, se dijo.
____ acarició a Coco por última vez antes de salir.
—Sé una buena chica, ¿eh? Volveré a casa en cuanto pueda.
La limusina apareció a las siete en punto. Había esperado que el conductor saliera para abrirle la puerta, pero la puerta se abrió sola y un pie apareció en la acera, seguido de una pierna, un brazo y, por fin, una cabeza de pelo rubio oscuro. Pensaba que se encontrarían en el hotel— pero, aparentemente, iba a ir con él. A su lado.
Joe estaba de pie en la acera, esperándola, como una versión californiana de James Bond con su esmoquin negro, y ____ tuvo que recordarse a sí misma que debía respirar y luego poner un pie delante del otro.
—No sé si es posible, pero estás más guapa que ayer.
Ella sonrió, O intentó sonreír.
Y entonces Joe le ofreció una rosa de tallo largo.
—Pensé que esto te gustaría más que un prendedor.
Aunque se le había hecho un nudo en la garganta, ____ rió. Joe podía ser increíblemente encantador cuando quería... pero hasta aquel momento nunca había intentado serlo con ella.
Sabía que aquello no era real. Sólo estaba siendo amable porque iba a ser su acompañante esa noche, porque le estaba haciendo un favor.
Pero para ella era real. Y no había ninguna razón para no pasarlo bien.—Enseguida, el lunes por la mañana, volvería al trabajo, a su relación jefe—empleada.
—Es preciosa, gracias.
Cuando sus ojos se encontraron le pareció que los de Joe brillaban de forma extraña, pero el brillo desapareció enseguida... si había existido alguna vez.
El dio un paso atrás y le hizo un gesto con la mano.
—Por favor.
Una vez dentro de la limusina, sentados uno al lado del otro, señaló una botella de champán.
—¿Quieres una copa?
—Sí, gracias.
Joe sirvió dos copas. ____ no solía beber y normalmente no lo haría en un coche mientras se dirigía a un evento en el que, probablemente, les servirían más alcohol, pero aquella era una noche especial. Y estaba nerviosa. A lo mejor un sorbito de champán podría calmarla.
—Gracias por venir conmigo. Me siento un poco más relajado que si fuera solo o con una extraña.
Las citas de Joe siempre eran con «extrañas», pero parecía intimar mucho con ellas.., hasta el punto de invitarlas a dormir en su casa.
____ tomó un sorbo de champán para olvidar aquel pensamiento deprimente. Joseph Jonas estaba enamorado de su trabajo.
Y su vida personal no era asunto suyo. Sólo su vida profesional, de nueve a cinco. Y, a veces, algún evento como el de aquella noche. Pero, además de eso, Joe podía hacer lo que le diera la gana con su vida y a ella no tenía por qué importarle.
—Esto no es un favor —le aclaró—. Es parte de mi trabajo.
—Sí, pero no tenías por qué venir. Podrías haber dicho que tenías algo que hacer, que tenías una cita...
Podría haberlo hecho si se le hubiera ocurrido. Pero no se le ocurrió.
Fueron en silencio hasta el hotel Four Seasons y entraron del brazo en el elegante vestíbulo, donde unos carteles indicaban que la cena benéfica tendría lugar en el Salón de la cuarta planta.
Una vez en el ascensor, Joe puso una mano en su espalda. Cuando lo miró, le pareció que tenía una expresión extraña, pero no quiso preguntar.
Las mesas del salón donde tendría lugar la cena, para doce comensales cada una, estaban cubiertas con finos manteles de hilo blanco. La vajilla era elegantísima y las copas de un cristal muy fino. Al fondo del salón había una tarima con un atril y un micrófono.
Al ver el micrófono que tendría que usar para dar su discurso, Joe se pasó un dedo por el cuello de la camisa, como si la corbata le cortase la entrada de aire.
—Lo harás bien —dijo ____—. Y será mejor que vayas a saludar antes de que la señora Harper-Whitfield empiece a llamarte a gritos.
—No, por favor. La señora Harper-Whitfleid no.
Riendo, se abrieron paso saludando a la gente, parándose a charlar sólo cuando no tenían más remedio. Cuando por fin llegaron a su mesa, la presidenta de la asociación y los miembros del patronato se acercaron a Joe para darle las gracias por acudir... y por sus generosos donativos.
____ se sentó a su lado, con una sonrisa en los labios al ver el desfile de admiradores hasta que, por fin, se sirvió la cena y los dejaron solos para disfrutar de una deliciosa ternera servida en filetes muy finos, con guarnición de verduras al vapor y, como postre, tartaletas de frutas del bosque. Había cientos de invitados, todos hablando a la vez, de modo que mantener una conversación privada era más bien difícil.
____ se percató de que Joe parecía extrañamente nervioso. Aunque no era la primera vez que hablaba en público. Quizá lo que le asustaba era que hubiese tantas mujeres, pensó.
Por fin, terminaron de cenar y la presidenta de la asociación subió al estrado para hablar sobre la asociación y contar algunas emotivas historias.
En cuanto empezó a hablar de un contribuyente en especial que había ayudado aportando ordenadores a los albergues, ____ vio que Joe se ponía tenso y apretaba una pobre servilleta como si quisiera estrangularla.
—Tranquilo —murmuró, metiendo la mano en el bolsillo del esmoquin para sacar un fajo de tarjetitas que ella misma había confeccionado.
—Estoy tranquilo.
—Respira profundamente. Has hecho esto un millón de veces, no pasa nada. Y si todo lo demás falla, recuerda... debes imaginar a todo el mundo desnudo.
El la miró entonces con sus intensos ojos . Miró su cara y luego miró su escote.
—A mí no, tonto —lo regañó ____.
La presidenta de la asociación sonrió mientras hacía la presentación oficial y el foco se dirigió hacia Joe. ____ puso las tarjetas en su mano y lo empujó para que se levantara.
Su discurso fue emotivo y divertido a la vez. Encantador. Por supuesto, porque Joe Jonas era un hombre que podría convencer a una monja para que dejara los hábitos. Antes de terminar, Joe prometió seguir ofreciendo ordenadores a la organización y la presidenta le ofreció una placa conmemorativa como agradecimiento.
A partir de ese momento, todos los asistentes se dirigieron hacia otro salón en el que había una orquesta y cuatro barras en las que los invitados pagaban con dinero en efectivo.., ese dinero iría a los albergues, naturalmente.
Después de dar el discurso, Joe estaba mucho más relajado y deseando mezclarse con la gente. Y ____ sabía que aquélla era la señal para entrar en acción. Debía acercarse a los ciudadanos más ricos de Georgetown para hablar de Reyware. Su objetivo: convencerlos de que un hombre que aportaba tanto dinero para una causa justa era un hombre en el que se podía confiar.
Dos horas después, ____había conseguido seis citas para las próximas semanas y estaba intentando no bostezar para no ofender a la gente. A la que llevaba toda la noche intentando impresionar.
Joe apareció a su lado y le pasó un brazo por la cintura.
—¿Podemos irnos ya?
—Pensé que lo estabas pasando bien.
—Pues no es así... ¿Nos vamos?
Ella miró su reloj. Era casi medianoche.
—Sí, supongo que ya podemos irnos. Llevamos aquí casi cuatro horas.
—A mí me parece que llevo ocho. Además, quiero irme a casa para buscar un sitio donde colgar la placa —sonrió él.
Cuando entraron en el ascensor, ____ se percató de que, de nuevo, parecía tenso.
—¿Tienes un problema con los ascensores?
—¿Yo? No. ¿Por qué?
—Porque pareces incómodo. También me di cuenta cuando subíamos. Podríamos haber ido por la escalera...
—No pasa nada. Aunque no me gustan mucho los ascensores, la verdad.
Entonces, de repente, las luces empezaron a fallar y Joe levantó la cabeza, alarmado. Un segundo después el ascensor quedó completamente a oscuras, deteniéndose entre dos pisos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no nos movemos?
—Joe empezó a golpear los botones como si así pudiera milagrosamente poner el ascensor en marcha.
—Creo que se ha ido la luz —dijo ____.
—¿Qué? ¿Cuánto tiempo vamos a estar así? Ella se encogió de hombros, pero entonces se percató de que Joe no podía verla.
—Ya sabes cómo son estas cosas. A veces se va la luz durante unos segundos... a veces dura toda la noche.
—¿Toda la noche? Lo dirás de broma.
Joe parecía muy nervioso y ella tocó la manga del esmoquin para tranquilizarlo.
—Tranquilo. El ascensor no se mueve.
—¡Pues ese es el problema! —Exclamó él, golpeando las puertas—. ¡Que esta cosa no se mueve!
____ se quedó atónita.
—Pensé que no te gustaban los ascensores porque te mareabas o algo así...
—¡Ja! ¡No son los ascensores! No han inventado un ascensor que se mueva suficientemente rápido para mí. Son los sitios cerrados. ¡No puedo soportar un sitio pequeño y cerrado!
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Capitulo 3
Oh, no, no, no.
—Eres claustrofóbico
¿Cómo iba a ser claustrofóbico? ¿Y cómo podía ella no saberlo?
Llevaba dos años trabajando para él. Sabía cuál era su comida favorita, sus colores favoritos, sus películas favoritas, sus calzoncillos favoritos... ¿Cómo podía no saber que era claustrofóbico?
—Sólo un poco.
Lo había dicho tan bajito que ____ apenas le oyó. Y entonces se dio cuenta de que aquello era serio.
—Muy bien, no te asustes —murmuró, acercándose para frotar sus brazos—. Enseguida volverá la luz y podremos salir de aquí. Hasta entonces, ¿por qué no me cuentas desde cuándo tienes este problema?
—Desde siempre. Desde que era pequeño
—contestó él—. ¿No hace calor aquí? Aquí hace mucho calor.
Joe intentó quitarse la chaqueta aunque, en su opinión, la temperatura no había variado en absoluto.
—Espera, deja que te ayude —murmuró, ayudándole a quitársela—. ¿Y qué sueles hacer cuando estás confinado en un espacio pequeño?
Si podía hacer que hablase a lo mejor así olvidaba dónde estaban. Incluso podría encontrar la forma de calmarlo hasta que volviese la luz.
—¿Volverme loco? —rió él, nervioso—. ¿Desmayarme? ¿Ponerme a gritar?
Aquella era una faceta de Joe que no había visto antes.
Sí, era un poquito raro, un típico mago de los ordenadores, más pendiente de los programas que creaba que de si iba peinado o si había leche en la nevera. Pero, aparte de alguna ocasión en la que tenía que hablar en público, era una persona tranquila, compuesta.
Y tan guapo que una podría desmayarse. Y estaba en forma, además. Mucho más en forma de lo que podía esperarse de alguien que pasaba quince horas diarias delante de un ordenador. Trabajaba como si tuviera una misión, como si supiera exactamente lo que tenía que hacer y cuáles eran los plazos.
Lo que no sabía era que Joe sufriera claustrofobia.
—No, no, no —seguía diciendo, mientras volvía a golpear los botones—. Vamos a morir aquí.
____ se mordió los labios para no soltar una carcajada.
—No vamos morir. Ven, vamos a sentarnos un momento.
Tomándolo del brazo, ____ consiguió sentarlo en el suelo, pero él se tapó la cara con las manos.
—No me siento bien. Creo que voy a vomitar.
—No pasa nada, Joe —murmuró ella, acariciando su cara—. Cierra los ojos.
—¿Qué?
—Si cierras los ojos no sabrás si hay luz o no. Podemos hablar como si estuviéramos en casa y, antes de que te des cuenta, allí es exactamente donde estarás.
Joe soltó una risita amarga.
—No creo que funcione.
—No lo sabrás hasta que no lo intentes.
Respiraba con dificultad y podía sentir que estaba temblado.
—Estamos en tu despacho —empezó a decir ____, como si quisiera hipnotizarlo—. Trabajando en la última versión de Soldados de poca fortuna, cortando cabezas y ayudando a damiselas en apuros. A los niños les encantará.
—Demasiada violencia. Debería ser más consciente de que eso es malo para los niños.
Ella rió, sabiendo cuánto se preocupaba al pensar que sus juegos de ordenador eran demasiado maduros para el público que los compraba.
—Concéntrate. Estás en tu despacho, sentado delante del ordenador, con una lata de coca—cola en la mano... Yo entraré dentro de un minuto para castigarte por tomar tantos refrescos con azúcar.
—Néctar de los dioses.
—Los dioses de la diabetes quizá —dijo ____, jugando con su pelo, intentando evitar que se diera con la cabeza en la pared del ascensor.
—Te preocupas demasiado por mí.
El comentario la dejó tan sorprendida que tardó un minuto en contestar. Se preocupaba demasiado por él, era verdad. Porque le importaba... demasiado.
Le importaba que trabajase tantas horas, que no durmiera lo suficiente, que no comiera lo que debería comer, que tomase coca—cola y café a todas horas.
Y le importaba que sufriera claustrofobia.
—No me preocupo demasiado. Sólo lo suficiente.
¿Era su imaginación o Joe empezaba a calmarse? Su respiración parecía menos agitada y había dejado de temblar.
Pasó un minuto, en silencio. Quizá se había quedado dormido o de verdad creía estar en su despacho delante del ordenador.
Pero de repente empezó a temblar de nuevo. Era peor que antes y se levantó de un salto.
—Esto no funciona. Tengo que salir de aquí antes de que nos quedemos sin aire. ¿Por qué no nos ayuda nadie?
Joe empezó a golpear con los puños las puertas del ascensor, pidiendo ayuda a gritos, a punto de hiperventilar. ____ se levantó, intentando llamar su atención.
—Joe, Joe , escucha —dijo, tomando su cara entre las manos—. Estás bien. No pasa nada, absolutamente nada.
—No, no, no... No puedo respirar.
Ella le tomó el pulso y supo que tenía un serio problema. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo se calma a una persona que está a punto de sufrir un ataque de ansiedad?, se preguntó.
La respuesta llegó enseguida. Era lo único que podía hacer.
Poniéndose de puntillas buscó sus labios y lo besó como siempre había imaginado que lo besaría.
Sabía a whisky, a calor y... a Joe, y se preguntó por qué había esperado dos años para hacer eso. Era una locura, no debía hacerlo, pero le gustaba tanto... que estaba a punto de derretirse.
Y lo mejor de todo fue que el pánico de Joe empezó a —desaparecer. Emocionado, enredó los brazos en su cintura y la apretó contra él, abriendo la boca para jugar con su lengua..
Se frotaban de tal forma que era un milagro que no saltaran chispas. Sus pechos, aplastados contra el torso masculino, se hincharon, sus pezones rozando la tela del sujetador. Más abajo, la dura evidencia de su excitación la rozaba entre las piernas
Joe sabía que debería estar pensando en otra cosa. La oscuridad, el ascensor, el encierro, salir de allí o morir sin que nadie los rescatara...
Pero en aquel momento lo único que le importaba era aquella mujer cálida y hermosa que tenía entre sus brazos.
____. No debería besar a ____... su ayudante personal, su amiga, la única persona a la que no quería ofender porque, como ella misma solía decir, lo conocía demasiado bien.
Pero le gustaba tanto... Olía tan bien, a flores, a primavera, a sexo. Y sabía de maravilla.
Desde la pubertad, había tenido la fantasía de hacerlo con actrices, con modelos, con reinas de la belleza, incluso con todas a la vez. Pero ningún sueño, por muy erótico que fuera, podía compararse con lo que estaba pasando allí, en aquel ascensor.
____ hacía que le saliera humo por las orejas, vapor por todos los poros de la piel, que toda su sangre estuviera por debajo del. Cinturón...
Joe deslizó las manos hasta sus nalgas, apretándola contra el bulto que había bajo sus pantalones. Si no paraban de inmediato sería demasiado tarde.
Pero no tenía intención de parar. Tendría que abrirse el suelo y tragárselo para que parase. Aquel ascensor que los había atrapado tendría que caer al sótano y hacerse pedazos para que soltara a ____.
Porque, a menos que un accidente o una catástrofe natural los separase, iba a hacerle el amor a ____ Grainger.
Oh, no, no, no.
—Eres claustrofóbico
¿Cómo iba a ser claustrofóbico? ¿Y cómo podía ella no saberlo?
Llevaba dos años trabajando para él. Sabía cuál era su comida favorita, sus colores favoritos, sus películas favoritas, sus calzoncillos favoritos... ¿Cómo podía no saber que era claustrofóbico?
—Sólo un poco.
Lo había dicho tan bajito que ____ apenas le oyó. Y entonces se dio cuenta de que aquello era serio.
—Muy bien, no te asustes —murmuró, acercándose para frotar sus brazos—. Enseguida volverá la luz y podremos salir de aquí. Hasta entonces, ¿por qué no me cuentas desde cuándo tienes este problema?
—Desde siempre. Desde que era pequeño
—contestó él—. ¿No hace calor aquí? Aquí hace mucho calor.
Joe intentó quitarse la chaqueta aunque, en su opinión, la temperatura no había variado en absoluto.
—Espera, deja que te ayude —murmuró, ayudándole a quitársela—. ¿Y qué sueles hacer cuando estás confinado en un espacio pequeño?
Si podía hacer que hablase a lo mejor así olvidaba dónde estaban. Incluso podría encontrar la forma de calmarlo hasta que volviese la luz.
—¿Volverme loco? —rió él, nervioso—. ¿Desmayarme? ¿Ponerme a gritar?
Aquella era una faceta de Joe que no había visto antes.
Sí, era un poquito raro, un típico mago de los ordenadores, más pendiente de los programas que creaba que de si iba peinado o si había leche en la nevera. Pero, aparte de alguna ocasión en la que tenía que hablar en público, era una persona tranquila, compuesta.
Y tan guapo que una podría desmayarse. Y estaba en forma, además. Mucho más en forma de lo que podía esperarse de alguien que pasaba quince horas diarias delante de un ordenador. Trabajaba como si tuviera una misión, como si supiera exactamente lo que tenía que hacer y cuáles eran los plazos.
Lo que no sabía era que Joe sufriera claustrofobia.
—No, no, no —seguía diciendo, mientras volvía a golpear los botones—. Vamos a morir aquí.
____ se mordió los labios para no soltar una carcajada.
—No vamos morir. Ven, vamos a sentarnos un momento.
Tomándolo del brazo, ____ consiguió sentarlo en el suelo, pero él se tapó la cara con las manos.
—No me siento bien. Creo que voy a vomitar.
—No pasa nada, Joe —murmuró ella, acariciando su cara—. Cierra los ojos.
—¿Qué?
—Si cierras los ojos no sabrás si hay luz o no. Podemos hablar como si estuviéramos en casa y, antes de que te des cuenta, allí es exactamente donde estarás.
Joe soltó una risita amarga.
—No creo que funcione.
—No lo sabrás hasta que no lo intentes.
Respiraba con dificultad y podía sentir que estaba temblado.
—Estamos en tu despacho —empezó a decir ____, como si quisiera hipnotizarlo—. Trabajando en la última versión de Soldados de poca fortuna, cortando cabezas y ayudando a damiselas en apuros. A los niños les encantará.
—Demasiada violencia. Debería ser más consciente de que eso es malo para los niños.
Ella rió, sabiendo cuánto se preocupaba al pensar que sus juegos de ordenador eran demasiado maduros para el público que los compraba.
—Concéntrate. Estás en tu despacho, sentado delante del ordenador, con una lata de coca—cola en la mano... Yo entraré dentro de un minuto para castigarte por tomar tantos refrescos con azúcar.
—Néctar de los dioses.
—Los dioses de la diabetes quizá —dijo ____, jugando con su pelo, intentando evitar que se diera con la cabeza en la pared del ascensor.
—Te preocupas demasiado por mí.
El comentario la dejó tan sorprendida que tardó un minuto en contestar. Se preocupaba demasiado por él, era verdad. Porque le importaba... demasiado.
Le importaba que trabajase tantas horas, que no durmiera lo suficiente, que no comiera lo que debería comer, que tomase coca—cola y café a todas horas.
Y le importaba que sufriera claustrofobia.
—No me preocupo demasiado. Sólo lo suficiente.
¿Era su imaginación o Joe empezaba a calmarse? Su respiración parecía menos agitada y había dejado de temblar.
Pasó un minuto, en silencio. Quizá se había quedado dormido o de verdad creía estar en su despacho delante del ordenador.
Pero de repente empezó a temblar de nuevo. Era peor que antes y se levantó de un salto.
—Esto no funciona. Tengo que salir de aquí antes de que nos quedemos sin aire. ¿Por qué no nos ayuda nadie?
Joe empezó a golpear con los puños las puertas del ascensor, pidiendo ayuda a gritos, a punto de hiperventilar. ____ se levantó, intentando llamar su atención.
—Joe, Joe , escucha —dijo, tomando su cara entre las manos—. Estás bien. No pasa nada, absolutamente nada.
—No, no, no... No puedo respirar.
Ella le tomó el pulso y supo que tenía un serio problema. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo se calma a una persona que está a punto de sufrir un ataque de ansiedad?, se preguntó.
La respuesta llegó enseguida. Era lo único que podía hacer.
Poniéndose de puntillas buscó sus labios y lo besó como siempre había imaginado que lo besaría.
Sabía a whisky, a calor y... a Joe, y se preguntó por qué había esperado dos años para hacer eso. Era una locura, no debía hacerlo, pero le gustaba tanto... que estaba a punto de derretirse.
Y lo mejor de todo fue que el pánico de Joe empezó a —desaparecer. Emocionado, enredó los brazos en su cintura y la apretó contra él, abriendo la boca para jugar con su lengua..
Se frotaban de tal forma que era un milagro que no saltaran chispas. Sus pechos, aplastados contra el torso masculino, se hincharon, sus pezones rozando la tela del sujetador. Más abajo, la dura evidencia de su excitación la rozaba entre las piernas
Joe sabía que debería estar pensando en otra cosa. La oscuridad, el ascensor, el encierro, salir de allí o morir sin que nadie los rescatara...
Pero en aquel momento lo único que le importaba era aquella mujer cálida y hermosa que tenía entre sus brazos.
____. No debería besar a ____... su ayudante personal, su amiga, la única persona a la que no quería ofender porque, como ella misma solía decir, lo conocía demasiado bien.
Pero le gustaba tanto... Olía tan bien, a flores, a primavera, a sexo. Y sabía de maravilla.
Desde la pubertad, había tenido la fantasía de hacerlo con actrices, con modelos, con reinas de la belleza, incluso con todas a la vez. Pero ningún sueño, por muy erótico que fuera, podía compararse con lo que estaba pasando allí, en aquel ascensor.
____ hacía que le saliera humo por las orejas, vapor por todos los poros de la piel, que toda su sangre estuviera por debajo del. Cinturón...
Joe deslizó las manos hasta sus nalgas, apretándola contra el bulto que había bajo sus pantalones. Si no paraban de inmediato sería demasiado tarde.
Pero no tenía intención de parar. Tendría que abrirse el suelo y tragárselo para que parase. Aquel ascensor que los había atrapado tendría que caer al sótano y hacerse pedazos para que soltara a ____.
Porque, a menos que un accidente o una catástrofe natural los separase, iba a hacerle el amor a ____ Grainger.
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Ya hasta ahi luegoo me emociono y no noo jajaj xd uuhh wii qe este es mi mensaje 1000 JOOO! jaja ya ps espero les gustee ñ____________ñ
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
okey am si mañana puedo y veo comentarios les subiree capis a ver si me da tiempiitoo ñ_ñ
#Alejandra
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Hay ale!
tus novelas no me dejan hacer lo que me dicen!
debo alimentar a mi perras
y yo aqui leyendo
asaasdasd
tu culpa!
xD
Siguela!
aps!
y ya apareci!
obio!
nunca nunca nunca te desaaras de mi!
muajajajajajajjaj
tus novelas no me dejan hacer lo que me dicen!
debo alimentar a mi perras
y yo aqui leyendo
asaasdasd
tu culpa!
xD
Siguela!
aps!
y ya apareci!
obio!
nunca nunca nunca te desaaras de mi!
muajajajajajajjaj
Feer :)x.
Re: "Echale la culpa a la Oscuridad" (Joe y tu)TERMINADA
Aleee volviiii!!!!
te mataree!!
no me importa que te emociones!!
como carriso se te ocurre dejarla asi!! :O
siguelaaa mujerr
aquii estare siempre!
y pss esta muy bien que subas capi Los martes miercoles y viernes! ah y el fin de semana!!
siguelaaa
te amo liquiita!!
Att:tu siempre mega fiel lectoraa!!
SIGUELAAA!! me encata esta noveee!! :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P
te mataree!!
no me importa que te emociones!!
como carriso se te ocurre dejarla asi!! :O
siguelaaa mujerr
aquii estare siempre!
y pss esta muy bien que subas capi Los martes miercoles y viernes! ah y el fin de semana!!
siguelaaa
te amo liquiita!!
Att:tu siempre mega fiel lectoraa!!
SIGUELAAA!! me encata esta noveee!! :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P :P
Yhosdaly
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