Haunted {nc.

Llegué hasta mi habitación casi inconscientemente, tenía la cabeza en Jane y en su misteriosa desaparición; por más vueltas que le daba no podía encontrar una explicación lógica a aquello. Había sido sólo unos segundos de oscuridad…era imposible salir corriendo y llegar muy lejos en tan poco tiempo…además no creo a Jane capaz de hacerme eso; ella es mi amiga, probablemente la única verdadera, ella no se iría sin avisar ¿Cierto? 
Me recosté en la cama y distraídamente marqué el número de Jane, escuché unos cuantos “tuu” hasta que se abrió el buzón de voz de mi amiga “Hola soy Jane Harris, estoy ocupada ahora pero si dejas un mensaje te llamaré.” Decía seguido del tono.
-Cariño, soy Ashley. Estoy muy preocupada por ti. Llámame tan pronto oigas este mensaje. - Dije y presioné el botón para terminar la llamada.
 
A la mañana siguiente me desperté súbitamente con el sonido del reloj despertador; aún llevaba la ropa de anoche, no sé muy bien en qué momento me dormí, pero está claro que lo hice, y muy profundamente, por cierto. En cuanto recobré plenamente la conciencia, recordé la gravedad de lo que había pasado ayer. De di una ducha para intentar aclarar mis ideas, pero no funcionó.
Bajé a la cafetería a comprar el desayuno.
-Dos Mocha  Latte para llevar, por favor. - Pedí a la dependiente. Al minuto me los entregaron y salí de la cafetería.
Era viernes, y eso significaba que entrabamos a clase más tarde; así que me dirigí al edificio de los chicos. Una vez allí subí la escalera para llegar al tercer piso, donde estaba la habitación de Jason. Jason era el capitán del equipo futbol y el chico más guapo del instituto. Y, por supuesto, mi novio.
Cómo tenía llave abrí la puerta y entré. Pero fue un grave error.
-¿Jason? -Pregunté aguantándome las lágrimas. Mi “Novio” separó sus sucios labios de los de la perra que lo acompañaba. 
-Ash…yo…no es lo que piensas, cariño. - Dijo acercándose a mí con cuidado.
-¡Oh! Claro que es lo que pienso. - Reí amargamente. Se acercó y me acarició el rostro. -No me toques. - Le espeté sin alterar el tono de mi voz. No sé cómo, ni por qué; uno de los café salió disparado hacia su cabeza dejándolo todo sucio de café. -Tiene canela. Tal cómo te gusta.- Dije, y sin bajar la cabeza salí dando un portazo. Menudo idiota. Oí cómo me llamaba desde la puerta de su habitación pero yo ya estaba bajando las escaleras. Mientras lo hacía, me di cuenta de una cosa: Yo no recordaba agarrar el vaso de café para tirarlo a la cabeza de Jason. Finalmente, luego de pensármelo todo el trayecto a mi cuarto, decidí que la respuesta era que yo lo había tirado, pero no recordaba haberlo hecho porque estaba muy enojada.
Entré al cuarto y recién entonces me permití llorar, lloré hasta que me quedé sin lágrimas o hasta que me di cuenta de la hora que era. Me había saltado una hora y media de clases, pero si me arreglaba de prisa podría llegar a tiempo a la práctica de animadoras. Remplacé mi maquillaje arruinado por uno nuevo, me cepillé el cabello, cargué el uniforme, puse una gran sonrisa y salí hacia el gimnasio que no estaba a más de unos cuantos metros del edificio de las chicas.
-¡Ya era hora! - Dijo riendo una de las animadoras, probablemente la que me remplazaría cuando yo me fuera.
-Que yo no esté no quiere decir que no puedan entrenar. -Espeté con una dureza que era propia de mí. -Ahora, mientras me cambio, quiero que comiencen con los calentamientos. - Y dicho esto me retiré a los vestidores.  Minutos después salía con el uniforme, me detuve en la puerta observando a las demás chicas hacer calentamientos y sonreí por el efecto que surtían mis palabras, porque no necesitaba a nadie.
-¡Vale! ¡Ocupen sus lugares! ¡Rápido!- Ordené dando palmas y todas obedecieron
Después de una hora de hacer todo tipo de saltos, cantar alentadoramente y dar órdenes a gritos, mi cuerpo había encontrado una nueva forma de liberar líquidos que remplazara a las lágrimas; estaba sudando cómo hombre. ¿Quién dijo que ser animadora es un trabajo fácil?
  Me dirigí inmediatamente hacia los vestidores y tomé una refrescante ducha, volví a vestirme y tomé mi móvil que reposaba junto a mi bolso en la taquilla. Quince llamadas pérdidas de Jason, ninguna de Jane. Mierda. Había logrado olvidarme de los  incidentes de las últimas horas gracias al entrenamiento, pero esa sensación de hundimiento volvía en su más pura expresión. Pero, naturalmente, lo disimulé el tiempo suficiente como para despedirme e ir en perfecta calma hasta la cafetería. Allí ordené una ensalada sin preparación y me la comí con pasmosa lentitud sin que nada ni nadie me molestara, hubiese sido un almuerzo bastante bueno dadas las condiciones, si mi, ahora ex, novio no hubiese aparecido frente a mis narices.
-Yo te ruego me perdones.- Dijo seriamente sentándose en la silla que estaba frente a mi. Era tan idiota, elegía un lugar público porque sabe que no le puedo tirar nada a la cabeza sin producir un escándalo.
-Y yo no creo que haya nada que perdonar.- Dije en un tono bajo, calmado, pero con cierto tono de superioridad. –Esto terminó. Tú la cagaste, tú pagas por ello. Así es la vida, cariño, acéptalo. – Continué con tono confidencial, simulando que no me importaba, cómo si todo lo nuestro no hubiera sido más que una broma para mí. Aunque lo cierto es que estaba muy dolida y me sentía muy estúpida. –Ahora, si me disculpas, debo irme, tengo planes para esta tarde.- Mentí. Al levantarme de la silla, la suya calló. Solté una risita burlona y me retiré con la gracia que era digna de mí.
Volví a mi cuarto y, liberando mi mente de cualquier pensamiento, me dormí. La verdad es que desde el día anterior por la noche, había estado muy cansada y un ligero zumbido me acompañaba a todas partes.
Me desperté al sonar mi teléfono móvil. Era un mensaje de un número bloqueado.  Leí el mensaje que decía: “¿Qué tal si buscas en “La roca”?  Te veo a las siete.”
Le di vueltas un rato, “La roca” sonaba a nombre de luchador. Pero luego de hacer memoria me di cuenta de lo que se refería. “La roca” era un lugar apartado en el campus. Estaba rodeado de arbustos y era donde se congregaba a los alumnos cuando el director tenía un anuncio importante que hacer, pero, estaba vacío el resto de los días. Muchos alumnos le llamaban así porque en el medio de ese espacio hay una gran roca que sobresale.

Me recorrió un escalofrío. Tenía miedo, pero tal vez tenía algo que ver con Jane; así que debía ir.  Faltaba media hora para las siete, así que me abrigué y salí camino a “La roca”, esperando encontrar a mi amiga o algo que me llevara a ella.

Definitivamente no esperaba dormirse tan pronto como llegara a la cama, con toda esa preocupación sobre la desaparición de Jane… Pero, al despertarse en su cama al día siguiente, Louette no tenía idea de cómo logró conciliar el sueño.
Aun medio grogui la morena se dirigió a la ducha y después de tomarse un merecido baño y cambiarse, salió de la pequeña habitación y bajó las escaleras para ver a su abuela cocinando. Ella se volteó para mirarla, y como un hábito para Louette le sonrió disculpándose y salió rápidamente de la casa de su abuela, antes de que la detenga para tomar un desayuno.
De camino a la parada de autobús hay una serie de bancas unidas, nadie sabe porque las colocaron así, pero en medio de toda la gente que se dirigía a la parada, Louette se subió a una y empezó a caminar por ellas, saltando cada vez que existía la pequeña separación de cada una. Dejó su mente irse por un momento, hasta que sus ojos se desenfocaron, sintió como caía y como alguien la sostenía. Cuando por fin su vista se enfocó pudo ver unos ojos azules mirarla, pero no le prestó demasiada atención porque aun pasaba por su cabeza lo que vió. Sintió un hormigueo en todo su cuerpo, especialmente en sus manos, que se aferraban al cuello del chico.
Las retiró justo a tiempo, pero un par de imágenes nubló su vista antes de que el hormigueo pasara. Algo muy raro sucedía, y no podía pensar muy bien con un par de ojos viéndola y que lucían también impresionados ¿por ella quizá? Parpadeó y se apartó bruscamente.
―Hey, ¿estás bien? ―Preguntó el chico. Cuando lo miró resistió el impulso de hacer una mueca. Lo que le faltaba: un jugador de soccer, Louis Tomlinson en persona.
―Sí, lo estoy… Gracias. ―Resistió el impulso de alejarse completamente de él. Se encogió de hombros, Louette esperaba silenciosamente por alguna broma o de ese tipo. Pero nada vino.
―Bueno… ―El ojiazul sonrió como si nada hubiese pasado, pero Louette podía notar que su sonrisa era falsa y no tenía tiempo de ser sociable con este chico.
―Sí, gracias. ―No dio ninguna sonrisa, simplemente se fue hacia el autobús, que estaba ya aparcado en el paradero, y lo dejó ahí con la palabra en la boca.
Una vez dentro se fue hasta atrás, en la esquina junto a la ventana. Rezó a quién sea que Tomlinson no subiera. Pero como obviamente su suerte era nula, apareció. Miró directamente hacia ella, pero su novia se colgó de él y se dieron un beso. Si puede llamarse beso a eso, más bien les faltaba poco para hacer una escena no apta para los ojos de Louette en sus asientos. Ignorándolo miró a la ventana. No fue ningún tipo de alucinación lo que vio. Ni con lo de las bancas, ni con lo de Tomlinson. Lo sabía, ella no estaba loca. Pero una inquietante vocecilla estaba susurrándole cosas que le daban escalofríos.
 
Recuerda solo fragmentos de lo que pasó después: ella llegando al colegio, toda la masa de alumnos queriendo bajar primero, ella empujando a todos para salir cuanto antes (es que es claustrofóbica), ella haciendo que la novia de Tomlinson casi cayera del autobús, ella entrando al colegio, ella golpeando a un chico cuando empujó la puerta para entrar a su primera clase. Pero todo esto lo hizo mecánicamente y, sin darse cuenta, manteniendo una distancia de todo lo que tocaba. No tocó ninguna cosa durante las primeras horas, estaba tan absorta pensando sobre todo lo que vio. Hasta se olvidó sobre la desaparición de Jane. Aunque ese parecía ser el tema de hoy en su colegio.
Eventualmente, en su receso se le acercó la novia de Tomlinson, Hazel, quien le sonrío falsamente. No lo tomen a mal, ella generalmente es amable, es inteligente y no hay ninguna razón para odiarla, solo tiene el ego muy alto y le gustaba demostrarlo. Pero por lo demás es buena.
―Louette, ¿tienes los apuntes de la clase de Historia? ―Preguntó sonriendo.  Sabía que “apuntes” significaba, no solo las anotaciones de ayer (día que faltó), si no que toda la tarea que no hizo (y que no se molestó en pedir).
―Soy Levy. ―No es que no le gustara su nombre, pero verdaderamente prefería que la llamaran así, pocas personas conocían su nombre completo. Y ella pedía que la llamaran por su apellido. Por lo que todos la conocían así, creyendo que ese era su nombre― Y no, no los tengo.
Esta vez no mintió, se había olvidado totalmente de la tarea y, sorprendentemente, no estaba nerviosa por no hacerla. Aunque lo cierto, es que tenía cosas más complicadas con lo que lidiar.
―Bueno ―Hazel hizo un puchero― Da igual, adiós Lú.
Hizo un gran esfuerzo para no tirarle su comida en su cabeza. Cuando se fue se relajó, tenía miedo que se acercara y la rozara y ocurriera lo mismo que con Tomlinson.
―Hey, chica escurridiza. ―Louette saltó y dio un grito ahogado. Louis estaba sentado a su lado. ¿Cómo llego ahí? Estaba bastante segura que no estaba ahí hace unos segundos.
―No es gracioso. ―La morena frunció el ceño cuando el chico empezó a reír y él paró inmediatamente.
―Tienes razón. No lo es. ―Pero Louette veía como se tragaba las ganas de reírse, lo que le hizo querer darle un golpe, pero se abstuvo.
― ¿Cómo llegaste aquí? No estabas aquí hace unos segundos. ―Agregó al ver la mirada interrogante del castaño.
―Estaba cerca. ―Se notaba su nerviosismo muchísimo. No era un gran mentiroso. No era experta en mentir demasiado bien, pero lo sabía.
―Te hubiese escuchado sentarte o algo así, apareciste de la nada.
―No me gusta ser interrogado. ―Al parecer se le olvidó la razón por el cual fue con ella, porque se levantó y le dio una mirada gélida a la morena.
―Como quieras. ―Respondió de mala gana, claramente invitándole a que se vaya. Pero él no lo hacía. La miraba curiosamente. Este chico es bipolar, pensó Louette, intentando no rodarle los ojos.
Había estado desde hace años en ese colegio, desde el principio, y jamás había hablado con Louis Tomlinson, solo de vez en cuando intercambiaban saludos o algo parecido. Pero nunca pasaron del “Hola”. A ella le daba curiosidad saber qué quería.
Y sonó el timbre.
Ambos saltaron del susto. Pero Louette fue la que se levantó y se fue, dejándolo solo. Por segunda vez en el día.
―Hey, no me abandones de nuevo. ―Sintió la tentación de gruñirle, pero creía que se vería ridícula.
―Mira, sé que no es mi culpa ser tan irresistible, pero por favor no me sigas. ―Puso obvio sarcasmo en la mayoría de la frase, pero la sorprendió que él riera.
―Solo quería decirte “De nada”. ―Ahora él ya caminaba a su par. Como si fueran mejores amigos que están conversando sobre ninguna cosa en particular. Este pensamiento vino inesperadamente― Además, no es como que te importe, pero me toca la misma clase que a ti.
―Me toca Historia.
―Oh.
―Sí, oh. ―Esta vez rodó los ojos― Creo que ya te hubiese visto si fueras en mi clase. Normalmente estoy pendiente por los que me rodean.
―Bueno, ―se puso en su camino tan de repente, y tan rápido, que casi choca con él, pero se alejó a tiempo trastabillando― solo vine a esperar mi “Gracias”.
―Gracias. ―dijo sarcástica― ahora, ¿podrías dejarme entrar a mi aula?
Él sonrió, verdaderamente lo hizo, el tipo de sonrisas que derretirían a una chica. Pero ella solo lo apartó y entró a su aula.
 
Cuando ya hubo entrado y ocupado su asiento, y el maestro fue pasando lista ella fue perdiendo el interés de lo que decía, no le pasaba eso a menudo. Pero fue consiente del creciente hormigueo en las yemas de sus dedos. Fue consciente de lo áspera que estaba la madera al tacto. Su sentido del tacto pareció aumentar. También fue consciente de que estaba cerca de un chico. Que podía rozarlo si ella…
―Señorita Levy. ―saltó al escuchar su nombre. Su profesor la miraba furioso―. Dije que abran sus libros, desde hace mucho.
Miró su pupitre. Ella no había sacado su libro, ni siquiera había escuchado su orden. Pero él se volteó y ella se apresuró a sacarlo. Una vez lo tuvo en sus manos y lo asentó en su pupitre se dio cuenta muy tarde de lo que hizo.
Fue absorbida. O las imágenes se lanzaron hacia ella. Como lo que pasó con las bancas y con Louis. Pero peor.
Era como un tipo de película, caras de personas que no conocía, letras, historia, historia que ellos investigaron, pensamientos de qué pondrían, letras, muchas letras… Miles de historias que grabaron. Una computadora, letras tecleando en ellas, muchas manos tecleando, lo que le provocó un gran dolor de cabeza. Personas corriendo de un lado a otro, discutiendo qué era más importante de poner. Fotógrafos yendo a diversas partes: Roma, Grecia, París, México, Latinoamérica, para tomar fotos de monumentos. La elaboración del libro, que si la pasta debía ser dura o normal, el tamaño de la letra…
Después se puso peor, vino la historia. Miles y miles de pequeñas imágenes que iban como una de esas películas antiguas, representando todo lo que decía el libro.
― ¡LEVY! ―Ella se paró inmediatamente, totalmente pálida y antes de que empezara el profesor a reñirla, se fue.
Su cabeza palpitaba y dolía más con cada paso que daba, su visión pasó de ser borrosa, a empezar a oscurecerse. A pesar de que conocía la escuela muy bien, al punto de poder vendarse los ojos y andar sin perderse, ahora todo daba vueltas y no sabía dónde se encontraba. Fue dando tumbos por ahí mientras luchaba por respirar. Su cabeza se sentía como un lío, no podía pensar con claridad. Tuvo miedo que con tanta cosa que le vino de golpe se haya roto algo. Pero todo lo que su cuerpo pedía era un descanso. Pero no se podía desmayar, tenía que ir a la enfermería y…
―Woa, woa, ¿qué rayos…? ―Cayó en los brazos de Louis, de nuevo “¿Por qué, de todas las personas, tenía que ser él?”― Escurridiza. ¿Estás bien?
―La… enfermería… ―Si pudiera le daría un golpe por hacer una pregunta muy estúpida. Pero empezaba a sentir que el dolor de cabeza le ganaba.
―Tú… tú espalda… ―dijo la morena ya casi al borde de desmayarse.
― ¿Qué? ¿Qué tiene?
No pensaba muy claramente, y con las últimas fuerzas que le quedaron, le tocó la espalda, en el punto exacto de una de sus cicatrices. Ella había visto dos imágenes cuando lo tocó: un cinturón y lo que debería haber sido su espalda, con la piel al rojo vivo.
Él se tensó, pero no le quitó la mano, se estaba preguntando cómo lo sabía, pero cuando le iba a preguntar ella cerró los ojos. Se guardó su curiosidad y la llevó a la enfermería. Averiguaría lo que estaba pasando muy pronto. Y no solo con ella, a él también le sucedían cosas raras. Y no creía que fuese normal.