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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Ame el capítuloooooo!!
Por favor ___ tiene que decirle que ella también quiere maaaassss!!!!!!!!
Ha sido el mejor capítulo se todos, estoy mas que segura
Siguela prontooooooooo
Cuidate
Besooos
:bye:
Por favor ___ tiene que decirle que ella también quiere maaaassss!!!!!!!!
Ha sido el mejor capítulo se todos, estoy mas que segura
Siguela prontooooooooo
Cuidate
Besooos
:bye:
karencita__mb
Capítulo 29
Capítulo 29
Rodé y abracé una almohada contra mi cuerpo, buscando algo de consuelo. Su olor no me dejaba dormir, pero las sábanas frías del otro lado de la cama me decían que estaba sola. Miré hacia la puerta del baño, intentando centrarme en cualquier ruido que se oyera desde el interior, pero no había ninguno.
Seguí tumbada allí, agarrando la almohada mientras se me iban cayendo los párpados. Quería esperarlo. Necesitaba el consuelo de su cuerpo caliente al lado del mío y el contacto de sus fuertes brazos rodeándome. Me lo imaginé abrazándome, susurrándome que esto era real y que nada iba a cambiar por la mañana. No pasó mucho tiempo antes de que los ojos se me cerraran y volviera a un sueño incómodo.
Algo más tarde volví a despertarme, sola de nuevo. Me moví para mirar la hora: eran las 5.14 de la madrugada.
«¿Qué?» En la oscuridad me puse lo primero que encontré y fui hasta el baño.
—¿Harry? —No hubo respuesta. Llamé suavemente—. ¿Harry? —Un gruñido y el sonido de alguien revolviéndose me llegó desde el otro lado de la puerta.
—Vete. —Su voz era ronca y resonaba contra las paredes del baño.
—¿Harry, estás bien?
—No me encuentro bien. Pero me repondré, vuelve a la cama.
—¿Necesitas algo?
—Estoy bien. Solo vuelve a la cama, por favor.
—Pero...
—_______... —gruñó, evidentemente irritado.
Me volví, sin saber muy bien qué hacer, mientras luchaba con una sensación extraña y desestabilizadora. ¿Se ponía enfermo alguna vez? En casi un año yo no le había visto con nada más grave que una congestión. Era obvio que no me quería esperándolo al otro lado de la puerta, pero tampoco podía volver a dormir.
Volví a la cama, estiré las mantas y me encaminé al saloncito de la suite. Cogí una botella de agua del minibar y me senté en el sofá.
Si estaba enfermo, es decir enfermo de verdad, no podría ir a la reunión con Gugliotti que tenía dentro de un par de horas.
Encendí la televisión y empecé a pasar canales. La teletienda. Una película mala, la comedia Nick at Nite. Aaah, El mundo de Wayne. Me acomodé en el sofá, metí las piernas debajo del cuerpo y me preparé para esperar. A media película, oí que corría agua en el baño. Me incorporé y escuché porque era el primer sonido que se oía en más de una hora. La puerta del baño se abrió y yo salté del sofá y
cogí otra botella de agua antes de entrar en el dormitorio.
—¿Te encuentras mejor? —le pregunté.
—Sí. Creo que ahora solo necesito dormir. —Se tiró en la cama y enterró la cara en la almohada con un gemido.
—¿Qué?... ¿Qué te pasaba? —Coloqué la botella de agua en la mesita de noche y me senté en el borde de la cama a su lado.
—El estómago. Creo que ha sido el sushi de la cena. —Tenía los ojos cerrados e incluso en la escasa luz que llegaba desde la otra habitación, pude ver que tenía un aspecto horrible. Se apartó de mí un poco, pero yo lo ignoré, colocándole una mano en el pelo y la otra en la mejilla. Tenía el pelo húmedo y la cara pálida y pegajosa y, a pesar de su reacción inicial, se acercó al sentir mi contacto.
—¿Por qué no me has despertado? —le pregunté apartando unos cuantos mechones húmedos de su frente.
—Porque lo último que necesitaba era que tú estuvieras ahí viéndome vomitar —respondió de mal humor y yo puse los ojos en blanco y le ofrecí la botella de agua.
—Podría haber hecho algo. No tienes que ser tan masculino con estas cosas.
—Y tú no seas tan femenina. ¿Qué podrías haber hecho? La intoxicación alimentaria es un asunto bastante solitario.
—¿Qué quieres que le diga a Gugliotti?
Gruñó y se pasó las manos por la cara.
—Mierda. ¿Qué hora es?
Miré el reloj.
—Un poco más de las siete.
—¿A qué hora es la reunión?
—A las ocho.
Él empezó a levantarse, pero no me costó nada volver a tumbarlo sobre la cama.
—¡No te pienso dejar ir a esa reunión así! ¿Cuándo has vomitado por última vez?
Gruñó de nuevo.
—Hace unos minutos.
—Exacto. Asqueroso. Lo llamaré para que cambie la reunión.
Él me sujetó del brazo antes de que pudiera ir hasta la mesa para coger el teléfono.
—_______. Hazlo tú.
Elevé las cejas casi hasta el nacimiento del pelo.
—¿Que haga qué?
Él esperó.
—¿La reunión?
Asintió.
—¿Sin ti?
Asintió de nuevo.
—¿Me vas a enviar sola a una reunión?
—Señorita Mills, la veo muy aguda esta mañana.
—Que te den —dije riendo y dándole un leve empujón—. No voy a hacerlo sin ti.
—¿Por qué no? Estoy seguro de que conoces la cuenta que les estamos ofreciendo tan bien como yo. Además, si cambiamos la reunión, necesitarán una visita a Chicago y por supuesto nos enviarán por ella una generosa factura. Por favor, _______.
Me quedé mirándolo, esperando que de repente apareciera en su cara una sonrisa burlona y retirara el ofrecimiento. Pero no lo hizo. Y la verdad era que conocía la cuenta y los términos. Podía hacerlo.
—Vale —dije sonriendo y sintiendo una oleada de esperanza de que nosotros (los dos) podíamos manejar aquella situación después de todo—. Me apunto.
Su expresión se endureció y utilizó una voz que no le había oído en varios días, pero que envió oleadas de necesidad por todo mi cuerpo.
—Cuénteme su plan, señorita Mills.
Asentí y comencé:
—Tengo que asegurarme de que tienen claros los parámetros y los plazos del proyecto. Debo tener cuidado de que no se pasen con las promesas; sé que Gugliotti es famoso por eso. —Cuando Harry asintió, sonriendo un poco, continué—. Y hay que confirmar las fechas de inicio del contrato y los puntos más importantes.
Cuando le dije los cinco que había enumerándolos a la vez con los dedos, su sonrisa creció.
—Lo vas a hacer bien.
Me incliné y le besé la frente húmeda.
—Lo sé.
Seguí tumbada allí, agarrando la almohada mientras se me iban cayendo los párpados. Quería esperarlo. Necesitaba el consuelo de su cuerpo caliente al lado del mío y el contacto de sus fuertes brazos rodeándome. Me lo imaginé abrazándome, susurrándome que esto era real y que nada iba a cambiar por la mañana. No pasó mucho tiempo antes de que los ojos se me cerraran y volviera a un sueño incómodo.
Algo más tarde volví a despertarme, sola de nuevo. Me moví para mirar la hora: eran las 5.14 de la madrugada.
«¿Qué?» En la oscuridad me puse lo primero que encontré y fui hasta el baño.
—¿Harry? —No hubo respuesta. Llamé suavemente—. ¿Harry? —Un gruñido y el sonido de alguien revolviéndose me llegó desde el otro lado de la puerta.
—Vete. —Su voz era ronca y resonaba contra las paredes del baño.
—¿Harry, estás bien?
—No me encuentro bien. Pero me repondré, vuelve a la cama.
—¿Necesitas algo?
—Estoy bien. Solo vuelve a la cama, por favor.
—Pero...
—_______... —gruñó, evidentemente irritado.
Me volví, sin saber muy bien qué hacer, mientras luchaba con una sensación extraña y desestabilizadora. ¿Se ponía enfermo alguna vez? En casi un año yo no le había visto con nada más grave que una congestión. Era obvio que no me quería esperándolo al otro lado de la puerta, pero tampoco podía volver a dormir.
Volví a la cama, estiré las mantas y me encaminé al saloncito de la suite. Cogí una botella de agua del minibar y me senté en el sofá.
Si estaba enfermo, es decir enfermo de verdad, no podría ir a la reunión con Gugliotti que tenía dentro de un par de horas.
Encendí la televisión y empecé a pasar canales. La teletienda. Una película mala, la comedia Nick at Nite. Aaah, El mundo de Wayne. Me acomodé en el sofá, metí las piernas debajo del cuerpo y me preparé para esperar. A media película, oí que corría agua en el baño. Me incorporé y escuché porque era el primer sonido que se oía en más de una hora. La puerta del baño se abrió y yo salté del sofá y
cogí otra botella de agua antes de entrar en el dormitorio.
—¿Te encuentras mejor? —le pregunté.
—Sí. Creo que ahora solo necesito dormir. —Se tiró en la cama y enterró la cara en la almohada con un gemido.
—¿Qué?... ¿Qué te pasaba? —Coloqué la botella de agua en la mesita de noche y me senté en el borde de la cama a su lado.
—El estómago. Creo que ha sido el sushi de la cena. —Tenía los ojos cerrados e incluso en la escasa luz que llegaba desde la otra habitación, pude ver que tenía un aspecto horrible. Se apartó de mí un poco, pero yo lo ignoré, colocándole una mano en el pelo y la otra en la mejilla. Tenía el pelo húmedo y la cara pálida y pegajosa y, a pesar de su reacción inicial, se acercó al sentir mi contacto.
—¿Por qué no me has despertado? —le pregunté apartando unos cuantos mechones húmedos de su frente.
—Porque lo último que necesitaba era que tú estuvieras ahí viéndome vomitar —respondió de mal humor y yo puse los ojos en blanco y le ofrecí la botella de agua.
—Podría haber hecho algo. No tienes que ser tan masculino con estas cosas.
—Y tú no seas tan femenina. ¿Qué podrías haber hecho? La intoxicación alimentaria es un asunto bastante solitario.
—¿Qué quieres que le diga a Gugliotti?
Gruñó y se pasó las manos por la cara.
—Mierda. ¿Qué hora es?
Miré el reloj.
—Un poco más de las siete.
—¿A qué hora es la reunión?
—A las ocho.
Él empezó a levantarse, pero no me costó nada volver a tumbarlo sobre la cama.
—¡No te pienso dejar ir a esa reunión así! ¿Cuándo has vomitado por última vez?
Gruñó de nuevo.
—Hace unos minutos.
—Exacto. Asqueroso. Lo llamaré para que cambie la reunión.
Él me sujetó del brazo antes de que pudiera ir hasta la mesa para coger el teléfono.
—_______. Hazlo tú.
Elevé las cejas casi hasta el nacimiento del pelo.
—¿Que haga qué?
Él esperó.
—¿La reunión?
Asintió.
—¿Sin ti?
Asintió de nuevo.
—¿Me vas a enviar sola a una reunión?
—Señorita Mills, la veo muy aguda esta mañana.
—Que te den —dije riendo y dándole un leve empujón—. No voy a hacerlo sin ti.
—¿Por qué no? Estoy seguro de que conoces la cuenta que les estamos ofreciendo tan bien como yo. Además, si cambiamos la reunión, necesitarán una visita a Chicago y por supuesto nos enviarán por ella una generosa factura. Por favor, _______.
Me quedé mirándolo, esperando que de repente apareciera en su cara una sonrisa burlona y retirara el ofrecimiento. Pero no lo hizo. Y la verdad era que conocía la cuenta y los términos. Podía hacerlo.
—Vale —dije sonriendo y sintiendo una oleada de esperanza de que nosotros (los dos) podíamos manejar aquella situación después de todo—. Me apunto.
Su expresión se endureció y utilizó una voz que no le había oído en varios días, pero que envió oleadas de necesidad por todo mi cuerpo.
—Cuénteme su plan, señorita Mills.
Asentí y comencé:
—Tengo que asegurarme de que tienen claros los parámetros y los plazos del proyecto. Debo tener cuidado de que no se pasen con las promesas; sé que Gugliotti es famoso por eso. —Cuando Harry asintió, sonriendo un poco, continué—. Y hay que confirmar las fechas de inicio del contrato y los puntos más importantes.
Cuando le dije los cinco que había enumerándolos a la vez con los dedos, su sonrisa creció.
—Lo vas a hacer bien.
Me incliné y le besé la frente húmeda.
—Lo sé.
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hola!
No tengo mucho tiempo para comentar he quedado para salir a correr a las nueve y diez y son las.... oh dios mío son las nueve y sigo en pijama y sin desayunar.... :wut:
Bueno, el capítulo me ha encantado, me alegra que ya se lleven bien rayis y Harry pero me da pena el pobrecito Harry....vomitando sin parar.... :(
En fin, sigue pronto la novela, ¿vale?
Besos xxx
Bye!!!
No tengo mucho tiempo para comentar he quedado para salir a correr a las nueve y diez y son las.... oh dios mío son las nueve y sigo en pijama y sin desayunar.... :wut:
Bueno, el capítulo me ha encantado, me alegra que ya se lleven bien rayis y Harry pero me da pena el pobrecito Harry....vomitando sin parar.... :(
En fin, sigue pronto la novela, ¿vale?
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Capítulo 30
Capítulo 30
Dos horas después, si alguien me hubiera preguntado que si podía volar, habría dicho que sí sin pensarlo.
La reunión había ido perfectamente. El señor Gugliotti, que se había molestado inicialmente por encontrarse a una asistente junior en donde debería estar un ejecutivo de Styles Media, se había aplacado al oír las circunstancias. Y más tarde pareció impresionado por el nivel de detalles que yo les proporcioné. Incluso me ofreció un trabajo.
—Después de que acabe su trabajo con el señor Styles, por supuesto —me dijo con un guiño y yo intenté darle largas con mucho tacto.
Ni siquiera sabía si alguna vez iba a querer acabar mi trabajo con el señor Styles.
Mientras volvía de la reunión, llamé a Anne para preguntarle qué le gustaba a Harry cuando estaba enfermo. Como sospechaba, la última vez que había podido malcriarle dándole sopa de pollo y polos de sabores todavía llevaba aparato en los dientes. Estuvo encantada de oírme y tuve que tragarme toda la culpa que sentía cuando me preguntó si se estaba comportando como era debido. Le
aseguré que todo iba bien y que solo estaba sufriendo un leve virus estomacal y que, por supuesto, le diría que llamara. Con una pequeña bolsa de comida en la mano, entré en la habitación y me detuve en la minúscula zona de la cocina para dejar la bolsa y quitarme el traje de lana a medida.
Solo con la combinación, entré en el dormitorio, pero Harry no estaba. La puerta del baño estaba abierta y tampoco estaba allí. Parecía que el servicio de limpieza había pasado; las sábanas estaban planchadas y limpias y en el suelo no estaban las pilas de ropa que habíamos dejado. La puerta del balcón estaba abierta para que entrara la brisa fresca. Lo encontré fuera, sentado en una tumbona, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza en las manos. Parecía que se había dado una ducha y ahora llevaba puestos unos vaqueros negros y una camiseta de manga corta verde.
Mi piel respondió al verlo, calentándose.
—Hola —le dije.
Él levantó la vista y examinó todas mis curvas.
—Madre de Dios. Espero que no llevaras eso para ir la reunión.
—Bueno, sí —dije riendo—, pero lo llevaba debajo de un traje azul marino muy correcto.
—Bien —dijo entre dientes. Me acercó a él y me rodeó la cintura con los brazos antes de apretar su frente contra mi estómago—. Te he echado de menos.
El pecho se me apretó un poco. ¿Qué estábamos haciendo? ¿Era todo aquello real o estábamos jugando a las casitas durante unos cuantos días para después volver a la normalidad? No creía que pudiera volver a lo que era normal para nosotros después de aquello y no estaba segura de que fuera capaz de ver varios pasos más allá para saber cómo iba a ser.
«¡Pregúntale, _______!»
Él levantó la vista para mirarme, con los ojos ardientes fijos en los míos mientras esperaba que dijera algo.
—¿Te encuentras mejor? —le pregunté.
«Cobarde.»
Su expresión se puso triste, pero lo ocultó rápidamente.
—Mucho mejor —dijo—. ¿Cómo ha ido la reunión?
Aunque todavía estaba de subidón por la reunión con Gugliotti y me moría por contarle todos los detalles, cuando me preguntó eso me apartó los brazos de la cintura y se sentó, lo que me dejó fría y vacía. Quería que le diera al botón de rebobinar y que volviera dos minutos atrás cuando me había dicho que me echaba de menos y yo podría haberle dicho: «Yo también te he echado de menos». Le
habría besado y ambos nos habríamos distraído y le habría contado lo de Gugliotti varias horas después.
En cambio le di todos los detalles de la reunión en ese momento: cómo había reaccionado Gugliotti al verme y cómo había redirigido su atención al proyecto que teníamos entre manos. Le repetí todos los detalles de la discusión con tanta precisión que, para cuando terminé la historia, Harry se estaba riendo por lo bajo.
—Vaya, cuánto hablas.
—Creo que ha ido bien —dije acercándome. «Vuelve a rodearme con los brazos otra vez.»
Pero él no lo hizo. Se tumbó y me miró con una sonrisa tensa, de nuevo el lejano cabrón atractivo.
—Eres muy buena, _______. No me sorprende en absoluto.
No estaba acostumbrada a ese tipo de halagos viniendo de él. Una caligrafía mejorada, una mamada increíble... Esas eran las cosas en las que se fijaba. Pero me sorprendió darme cuenta de cuánto me importaba su opinión. ¿Siempre me había importado tanto? ¿Iba a empezar a tratarme diferente si éramos amantes que cuando éramos simplemente follamigos? No estaba segura de que quisiera que
fuera un jefe más amable o que intentara mezclar los aspectos de amante y mentor. Me gustaba el tipo odioso en el trabajo... y también en la cama.
Pero en cuanto lo pensé, me di cuenta de que la forma en que interactuábamos ahora me parecía un objeto extraño y ajeno en la distancia, como un par de zapatos que hace mucho tiempo que te quedan pequeños. Estaba hinchida entre el deseo de que dijera algo desagradable para traerme bruscamente a la realidad y el de que me acercara a su cuerpo y me besara los pechos por encima de la combinación.
«Una vez más, _______. Razón número 750.000 para no follarte al jefe: Vas a convertir una relación muy claramente definida en un desastre con las fronteras borrosas.»
—Se te ve muy cansado —le susurré mientras le pasaba los dedos entre el pelo de la nuca.
—Lo estoy —murmuró—. Me alegro de no haber ido. He vomitado. Mucho.
—Gracias por compartir eso —reí. Me aparté a regañadientes y le puse las manos en la cara—. Te he traído polos, ginger ale, galletas de jengibre y galletas saladas. ¿Qué quieres para empezar?
Él me miró totalmente confundido durante un segundo antes de balbucear:
—¿Has llamado a mi madre?
La reunión había ido perfectamente. El señor Gugliotti, que se había molestado inicialmente por encontrarse a una asistente junior en donde debería estar un ejecutivo de Styles Media, se había aplacado al oír las circunstancias. Y más tarde pareció impresionado por el nivel de detalles que yo les proporcioné. Incluso me ofreció un trabajo.
—Después de que acabe su trabajo con el señor Styles, por supuesto —me dijo con un guiño y yo intenté darle largas con mucho tacto.
Ni siquiera sabía si alguna vez iba a querer acabar mi trabajo con el señor Styles.
Mientras volvía de la reunión, llamé a Anne para preguntarle qué le gustaba a Harry cuando estaba enfermo. Como sospechaba, la última vez que había podido malcriarle dándole sopa de pollo y polos de sabores todavía llevaba aparato en los dientes. Estuvo encantada de oírme y tuve que tragarme toda la culpa que sentía cuando me preguntó si se estaba comportando como era debido. Le
aseguré que todo iba bien y que solo estaba sufriendo un leve virus estomacal y que, por supuesto, le diría que llamara. Con una pequeña bolsa de comida en la mano, entré en la habitación y me detuve en la minúscula zona de la cocina para dejar la bolsa y quitarme el traje de lana a medida.
Solo con la combinación, entré en el dormitorio, pero Harry no estaba. La puerta del baño estaba abierta y tampoco estaba allí. Parecía que el servicio de limpieza había pasado; las sábanas estaban planchadas y limpias y en el suelo no estaban las pilas de ropa que habíamos dejado. La puerta del balcón estaba abierta para que entrara la brisa fresca. Lo encontré fuera, sentado en una tumbona, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza en las manos. Parecía que se había dado una ducha y ahora llevaba puestos unos vaqueros negros y una camiseta de manga corta verde.
Mi piel respondió al verlo, calentándose.
—Hola —le dije.
Él levantó la vista y examinó todas mis curvas.
—Madre de Dios. Espero que no llevaras eso para ir la reunión.
—Bueno, sí —dije riendo—, pero lo llevaba debajo de un traje azul marino muy correcto.
—Bien —dijo entre dientes. Me acercó a él y me rodeó la cintura con los brazos antes de apretar su frente contra mi estómago—. Te he echado de menos.
El pecho se me apretó un poco. ¿Qué estábamos haciendo? ¿Era todo aquello real o estábamos jugando a las casitas durante unos cuantos días para después volver a la normalidad? No creía que pudiera volver a lo que era normal para nosotros después de aquello y no estaba segura de que fuera capaz de ver varios pasos más allá para saber cómo iba a ser.
«¡Pregúntale, _______!»
Él levantó la vista para mirarme, con los ojos ardientes fijos en los míos mientras esperaba que dijera algo.
—¿Te encuentras mejor? —le pregunté.
«Cobarde.»
Su expresión se puso triste, pero lo ocultó rápidamente.
—Mucho mejor —dijo—. ¿Cómo ha ido la reunión?
Aunque todavía estaba de subidón por la reunión con Gugliotti y me moría por contarle todos los detalles, cuando me preguntó eso me apartó los brazos de la cintura y se sentó, lo que me dejó fría y vacía. Quería que le diera al botón de rebobinar y que volviera dos minutos atrás cuando me había dicho que me echaba de menos y yo podría haberle dicho: «Yo también te he echado de menos». Le
habría besado y ambos nos habríamos distraído y le habría contado lo de Gugliotti varias horas después.
En cambio le di todos los detalles de la reunión en ese momento: cómo había reaccionado Gugliotti al verme y cómo había redirigido su atención al proyecto que teníamos entre manos. Le repetí todos los detalles de la discusión con tanta precisión que, para cuando terminé la historia, Harry se estaba riendo por lo bajo.
—Vaya, cuánto hablas.
—Creo que ha ido bien —dije acercándome. «Vuelve a rodearme con los brazos otra vez.»
Pero él no lo hizo. Se tumbó y me miró con una sonrisa tensa, de nuevo el lejano cabrón atractivo.
—Eres muy buena, _______. No me sorprende en absoluto.
No estaba acostumbrada a ese tipo de halagos viniendo de él. Una caligrafía mejorada, una mamada increíble... Esas eran las cosas en las que se fijaba. Pero me sorprendió darme cuenta de cuánto me importaba su opinión. ¿Siempre me había importado tanto? ¿Iba a empezar a tratarme diferente si éramos amantes que cuando éramos simplemente follamigos? No estaba segura de que quisiera que
fuera un jefe más amable o que intentara mezclar los aspectos de amante y mentor. Me gustaba el tipo odioso en el trabajo... y también en la cama.
Pero en cuanto lo pensé, me di cuenta de que la forma en que interactuábamos ahora me parecía un objeto extraño y ajeno en la distancia, como un par de zapatos que hace mucho tiempo que te quedan pequeños. Estaba hinchida entre el deseo de que dijera algo desagradable para traerme bruscamente a la realidad y el de que me acercara a su cuerpo y me besara los pechos por encima de la combinación.
«Una vez más, _______. Razón número 750.000 para no follarte al jefe: Vas a convertir una relación muy claramente definida en un desastre con las fronteras borrosas.»
—Se te ve muy cansado —le susurré mientras le pasaba los dedos entre el pelo de la nuca.
—Lo estoy —murmuró—. Me alegro de no haber ido. He vomitado. Mucho.
—Gracias por compartir eso —reí. Me aparté a regañadientes y le puse las manos en la cara—. Te he traído polos, ginger ale, galletas de jengibre y galletas saladas. ¿Qué quieres para empezar?
Él me miró totalmente confundido durante un segundo antes de balbucear:
—¿Has llamado a mi madre?
Bajé al salón del congreso durante unas cuantas horas para que pudiera dormir un poco más. Él opuso mucha resistencia, pero me di cuenta de que incluso medio polo de lima hacía que se sintiera mareado y adquiriera un tono de verde similar al del helado. Además, en este congreso en concreto, él no podía dar diez pasos sin que alguien le parara, le alabara o le diera un discurso. Ni aunque hubiera estado sano habría conseguido llegar a ver nada que mereciera la pena el tiempo que le iba a dedicar de todas formas.
Cuando volví a la habitación estaba despatarrado en el sofá en una postura muy poco atractiva, sin camisa y con la mano metida por la parte delantera de los bóxer. Había algo muy cotidiano en la forma en que estaba sentado, aburrido y viendo la televisión. Agradecí recordar que ese hombre era, en algunos aspectos, solo un hombre. Nada más que una persona que iba buscándose la vida por el
planeta sin pasar cada segundo del día poniéndolo patas arriba.
Y en alguna parte de esa epifanía en que Harry no era más que Harry, estaba enterrada una salvaje necesidad de que hubiera una oportunidad de que se estuviera convirtiendo en «mi nada más que Harry» y durante un segundo deseé eso más de lo que creía haber deseado nada nunca.
Una mujer con un pelo esplendorosamente brillante agitó la cabeza y nos sonrió desde la pantalla del televisor. Me dejé caer en el sofá a su lado.
—¿Qué estás viendo?
—Un anuncio de champú —me respondió sacándose la mano de los calzoncillos para acercármela.
Comencé a decir algo sobre microbios, pero me callé cuando empezó a masajearme los dedos—. Pero están poniendo Clerks.
—Es una de mis películas favoritas —le dije.
—Lo sé. Hablabas de ella el día que te conocí.
—La verdad es que la cita era de Clerks II —aclaré y después me detuve—. Un momento, ¿te acuerdas de eso?
—Claro que me acuerdo. Sonabas como un universitario grosero pero con la pinta de una modelo. ¿Qué hombre podría olvidar eso?
—Habría dado cualquier cosa por saber qué pensaste en aquel momento.
—Estaba pensando: «Oh, una becaria muy follable a las doce en punto. Descanse, soldado. Repito: ¡descanse!».
Me reí y me apoyé contra su hombro.
—Dios, el momento en que nos conocimos fue terrible.
Él no dijo nada pero no dejó de pasarme el pulgar por los dedos, presionando primero y acariciando después. Nunca me habían dado un masaje en las manos antes e incluso aunque él intentara convertirlo en una sesión de sexo oral, sería capaz de rechazarla para que siguiera haciendo lo que estaba haciendo.
«Bueno, eso es una gran mentira. Yo querría esa boca entre mis piernas cualquier día del...»
—¿Cómo quieres que sea, _______? —me preguntó sacándome de mi debate interno.
—¿Qué?
—Cuando volvamos a Chicago.
Lo miré sin comprender, pero el pulso se me aceleró y envió la sangre en potentes oleadas por mis venas.
—Nosotros —aclaró con una paciencia forzada—. Tú y yo. _______ y Harry. Hombre y arpía. Me doy cuenta de que esto no es fácil para ti.
—Bueno, estoy bastante segura de que no tengo ganas de pelear todo el tiempo. —Le di un golpe de broma en el hombro—. Aunque de alguna extraña manera me gusta esa parte.
Harry se rió, pero no pareció un sonido totalmente feliz.
—Hay mucho espacio fuera de «no pelear todo el tiempo». ¿Dónde quieres estar?
«Juntos. Tu novia. Alguien que ve el interior de tu casa y que se queda allí a veces.» Fui a responder, pero las palabras se evaporaron en mi garganta.
—Supongo que depende de si es realista pensar que podemos ser «algo».
Él dejó caer la mano y se rascó la cara. La película volvió y los dos entramos en lo que a mí me pareció el silencio más extraño de la historia.
Finalmente me cogió la mano otra vez y me dio un beso en la palma.
—Vale, cariño. Me las arreglaré con eso de no pelear todo el tiempo.
Me quedé mirando los dedos con los que envolvía los míos. Después de lo que me pareció una eternidad, conseguí decir:
—Lo siento. Es que todo esto es un poco nuevo.
—Para mí también —me recordó.
Volvimos a quedarnos en silencio de nuevo mientras seguíamos viendo la película, riéndonos en los mismos puntos y cambiando de postura lentamente hasta que estuve prácticamente tumbada encima de él. Por el rabillo del ojo miraba de vez en cuando el reloj de la pared y calculaba mentalmente las horas que nos quedaban en San Diego.
Catorce.
Catorce horas de esta realidad perfecta en la que podía tenerlo siempre que quisiera y todo aquello no era secreto, ni sucio, ni teníamos que utilizar la ira como elemento preparatorio.
—¿Cuál es tu película favorita? —me preguntó girándome hasta quedar encima de mí. Tenía la piel caliente y yo quería quitarle lo que llevaba puesto, pero a la vez no quería que se moviera ni un centímetro ni un segundo.
—Me gustan las comedias —empecé a decir—. Está Clerks, pero también, Tommy Boy, Zombies Party, Arma letal, El juego de la sospecha, cosas así. Pero tengo que decir que mi película favorita de siempre probablemente sea La ventana indiscreta.
—¿Por James Stewart o por Grace Kelly? —me preguntó agachándose para besarme el cuello creándome una estela de fuego.
—Por ambos, pero seguramente más por Grace Kelly.
—Ya veo. Tienes varios hábitos muy Grace Kelly. —Subió la mano y me apartó un mechón de pelo que se me había salido de la coleta—. He oído que Grace Kelly también tenía una boca muy sucia —añadió.
—Te encanta que tenga la boca tan sucia.
—Cierto. Pero me gusta más cuando la tienes llena —dijo con una sonrisa elocuente en la boca.
—¿Sabes? Si lograras callarte alguna vez serías totalmente perfecto.
—Sería un rompedor de bragas silencioso, lo que me parece que es algo más escalofriante que un jefe furioso y con tendencia a romper bragas.
Empecé a reír debajo de él y él me hizo cosquillas por las costillas.
—Pero sé que te encanta que lo haga —dijo con voz ronca.
—¿Harry? —le dije intentando parecer despreocupada—. ¿Qué haces con ellas?
Él me dedicó una mirada oscura y provocativa.
—Las guardo en un lugar seguro.
—¿Puedo verlas?
—No.
—¿Por qué? —le pregunté entornando los ojos.
—Porque intentarías recuperarlas.
—¿Y por qué iba a querer recuperarlas? Están todas rotas.
Él sonrió pero no respondió.
—¿Por qué lo haces de todas formas?
Me estudió durante un momento, obviamente pensando en la respuesta. Finalmente se incorporó sobre un codo y acercó la cara a solo un par de centímetros de la mía.
—Por la misma razón por la que a ti te gusta.
Y con esas palabras, se puso de pie y tiró de mí para que le acompañara al dormitorio.
Cuando volví a la habitación estaba despatarrado en el sofá en una postura muy poco atractiva, sin camisa y con la mano metida por la parte delantera de los bóxer. Había algo muy cotidiano en la forma en que estaba sentado, aburrido y viendo la televisión. Agradecí recordar que ese hombre era, en algunos aspectos, solo un hombre. Nada más que una persona que iba buscándose la vida por el
planeta sin pasar cada segundo del día poniéndolo patas arriba.
Y en alguna parte de esa epifanía en que Harry no era más que Harry, estaba enterrada una salvaje necesidad de que hubiera una oportunidad de que se estuviera convirtiendo en «mi nada más que Harry» y durante un segundo deseé eso más de lo que creía haber deseado nada nunca.
Una mujer con un pelo esplendorosamente brillante agitó la cabeza y nos sonrió desde la pantalla del televisor. Me dejé caer en el sofá a su lado.
—¿Qué estás viendo?
—Un anuncio de champú —me respondió sacándose la mano de los calzoncillos para acercármela.
Comencé a decir algo sobre microbios, pero me callé cuando empezó a masajearme los dedos—. Pero están poniendo Clerks.
—Es una de mis películas favoritas —le dije.
—Lo sé. Hablabas de ella el día que te conocí.
—La verdad es que la cita era de Clerks II —aclaré y después me detuve—. Un momento, ¿te acuerdas de eso?
—Claro que me acuerdo. Sonabas como un universitario grosero pero con la pinta de una modelo. ¿Qué hombre podría olvidar eso?
—Habría dado cualquier cosa por saber qué pensaste en aquel momento.
—Estaba pensando: «Oh, una becaria muy follable a las doce en punto. Descanse, soldado. Repito: ¡descanse!».
Me reí y me apoyé contra su hombro.
—Dios, el momento en que nos conocimos fue terrible.
Él no dijo nada pero no dejó de pasarme el pulgar por los dedos, presionando primero y acariciando después. Nunca me habían dado un masaje en las manos antes e incluso aunque él intentara convertirlo en una sesión de sexo oral, sería capaz de rechazarla para que siguiera haciendo lo que estaba haciendo.
«Bueno, eso es una gran mentira. Yo querría esa boca entre mis piernas cualquier día del...»
—¿Cómo quieres que sea, _______? —me preguntó sacándome de mi debate interno.
—¿Qué?
—Cuando volvamos a Chicago.
Lo miré sin comprender, pero el pulso se me aceleró y envió la sangre en potentes oleadas por mis venas.
—Nosotros —aclaró con una paciencia forzada—. Tú y yo. _______ y Harry. Hombre y arpía. Me doy cuenta de que esto no es fácil para ti.
—Bueno, estoy bastante segura de que no tengo ganas de pelear todo el tiempo. —Le di un golpe de broma en el hombro—. Aunque de alguna extraña manera me gusta esa parte.
Harry se rió, pero no pareció un sonido totalmente feliz.
—Hay mucho espacio fuera de «no pelear todo el tiempo». ¿Dónde quieres estar?
«Juntos. Tu novia. Alguien que ve el interior de tu casa y que se queda allí a veces.» Fui a responder, pero las palabras se evaporaron en mi garganta.
—Supongo que depende de si es realista pensar que podemos ser «algo».
Él dejó caer la mano y se rascó la cara. La película volvió y los dos entramos en lo que a mí me pareció el silencio más extraño de la historia.
Finalmente me cogió la mano otra vez y me dio un beso en la palma.
—Vale, cariño. Me las arreglaré con eso de no pelear todo el tiempo.
Me quedé mirando los dedos con los que envolvía los míos. Después de lo que me pareció una eternidad, conseguí decir:
—Lo siento. Es que todo esto es un poco nuevo.
—Para mí también —me recordó.
Volvimos a quedarnos en silencio de nuevo mientras seguíamos viendo la película, riéndonos en los mismos puntos y cambiando de postura lentamente hasta que estuve prácticamente tumbada encima de él. Por el rabillo del ojo miraba de vez en cuando el reloj de la pared y calculaba mentalmente las horas que nos quedaban en San Diego.
Catorce.
Catorce horas de esta realidad perfecta en la que podía tenerlo siempre que quisiera y todo aquello no era secreto, ni sucio, ni teníamos que utilizar la ira como elemento preparatorio.
—¿Cuál es tu película favorita? —me preguntó girándome hasta quedar encima de mí. Tenía la piel caliente y yo quería quitarle lo que llevaba puesto, pero a la vez no quería que se moviera ni un centímetro ni un segundo.
—Me gustan las comedias —empecé a decir—. Está Clerks, pero también, Tommy Boy, Zombies Party, Arma letal, El juego de la sospecha, cosas así. Pero tengo que decir que mi película favorita de siempre probablemente sea La ventana indiscreta.
—¿Por James Stewart o por Grace Kelly? —me preguntó agachándose para besarme el cuello creándome una estela de fuego.
—Por ambos, pero seguramente más por Grace Kelly.
—Ya veo. Tienes varios hábitos muy Grace Kelly. —Subió la mano y me apartó un mechón de pelo que se me había salido de la coleta—. He oído que Grace Kelly también tenía una boca muy sucia —añadió.
—Te encanta que tenga la boca tan sucia.
—Cierto. Pero me gusta más cuando la tienes llena —dijo con una sonrisa elocuente en la boca.
—¿Sabes? Si lograras callarte alguna vez serías totalmente perfecto.
—Sería un rompedor de bragas silencioso, lo que me parece que es algo más escalofriante que un jefe furioso y con tendencia a romper bragas.
Empecé a reír debajo de él y él me hizo cosquillas por las costillas.
—Pero sé que te encanta que lo haga —dijo con voz ronca.
—¿Harry? —le dije intentando parecer despreocupada—. ¿Qué haces con ellas?
Él me dedicó una mirada oscura y provocativa.
—Las guardo en un lugar seguro.
—¿Puedo verlas?
—No.
—¿Por qué? —le pregunté entornando los ojos.
—Porque intentarías recuperarlas.
—¿Y por qué iba a querer recuperarlas? Están todas rotas.
Él sonrió pero no respondió.
—¿Por qué lo haces de todas formas?
Me estudió durante un momento, obviamente pensando en la respuesta. Finalmente se incorporó sobre un codo y acercó la cara a solo un par de centímetros de la mía.
—Por la misma razón por la que a ti te gusta.
Y con esas palabras, se puso de pie y tiró de mí para que le acompañara al dormitorio.
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
¡Sí sí sí! ¡Vamos a romper más bragas al dormitorio! ¡Siiiiiiiiiiiii!
Rayis eres una maldita cobarde, ¡COBARDE! ¿Quieres decirle por una vez que quieres ser su novia! ¡Hazlo ahora mismo! Ni siquiera Gabriel de el infierno de Gabriel tardó tanto en declararle su amor a Julianne.... arrgggggggg
Por cierto, hoy he visto la película Perdona si te llamo amor ¡Dios mío es perfecta! Por cierto, he visto la versión original, la italiana, no esa birria que han hecho en España... ¡Alex italiano y Alex español no se pueden ni comparar! Y Niki.... Dios mío Niki.... la italiana es preciosa la española.... argggg Mejor intento tranquilizarme....
En fin, el capítulo me ha encantado y espero que pronto subas la continuación de la novela.
Besos xxx
Bye!!!
Rayis eres una maldita cobarde, ¡COBARDE! ¿Quieres decirle por una vez que quieres ser su novia! ¡Hazlo ahora mismo! Ni siquiera Gabriel de el infierno de Gabriel tardó tanto en declararle su amor a Julianne.... arrgggggggg
Por cierto, hoy he visto la película Perdona si te llamo amor ¡Dios mío es perfecta! Por cierto, he visto la versión original, la italiana, no esa birria que han hecho en España... ¡Alex italiano y Alex español no se pueden ni comparar! Y Niki.... Dios mío Niki.... la italiana es preciosa la española.... argggg Mejor intento tranquilizarme....
En fin, el capítulo me ha encantado y espero que pronto subas la continuación de la novela.
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Pronto se dirán muchas cosas, ya falta poco para el final!!Rachel116 escribió:¡Sí sí sí! ¡Vamos a romper más bragas al dormitorio! ¡Siiiiiiiiiiiii!
Rayis eres una maldita cobarde, ¡COBARDE! ¿Quieres decirle por una vez que quieres ser su novia! ¡Hazlo ahora mismo! Ni siquiera Gabriel de el infierno de Gabriel tardó tanto en declararle su amor a Julianne.... arrgggggggg
Por cierto, hoy he visto la película Perdona si te llamo amor ¡Dios mío es perfecta! Por cierto, he visto la versión original, la italiana, no esa birria que han hecho en España... ¡Alex italiano y Alex español no se pueden ni comparar! Y Niki.... Dios mío Niki.... la italiana es preciosa la española.... argggg Mejor intento tranquilizarme....
En fin, el capítulo me ha encantado y espero que pronto subas la continuación de la novela.
Besos xxx
Bye!!!
Aaah me encanta el infierno de Gabriel, me enganché, es perfecta!
Yo también la vi, y me encantó, el Alex italiano está para hacerle hijos contra la pared, así normal que Niki se enamorase de él...
pronto subiré otro cap!
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jajajjajaja para hacerle hijos contra la pared jajajjaja ahí te has pasado jajajjajajaAnna. escribió:Pronto se dirán muchas cosas, ya falta poco para el final!!Rachel116 escribió:¡Sí sí sí! ¡Vamos a romper más bragas al dormitorio! ¡Siiiiiiiiiiiii!
Rayis eres una maldita cobarde, ¡COBARDE! ¿Quieres decirle por una vez que quieres ser su novia! ¡Hazlo ahora mismo! Ni siquiera Gabriel de el infierno de Gabriel tardó tanto en declararle su amor a Julianne.... arrgggggggg
Por cierto, hoy he visto la película Perdona si te llamo amor ¡Dios mío es perfecta! Por cierto, he visto la versión original, la italiana, no esa birria que han hecho en España... ¡Alex italiano y Alex español no se pueden ni comparar! Y Niki.... Dios mío Niki.... la italiana es preciosa la española.... argggg Mejor intento tranquilizarme....
En fin, el capítulo me ha encantado y espero que pronto subas la continuación de la novela.
Besos xxx
Bye!!!
Aaah me encanta el infierno de Gabriel, me enganché, es perfecta!
Yo también la vi, y me encantó, el Alex italiano está para hacerle hijos contra la pared, así normal que Niki se enamorase de él...
pronto subiré otro cap!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Noooooo por que no le dijo que quiere ser su noviaaaa!!!!!
Me encanto el capítulo
Siguela lo mas pronto posibleeeeee por favor
Cada vez se pone mas y mas increibleeee
Cuidate
Me encanto el capítulo
Siguela lo mas pronto posibleeeeee por favor
Cada vez se pone mas y mas increibleeee
Cuidate
karencita__mb
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
A este paso no se lo dice en la vida....karencita__mb escribió:Noooooo por que no le dijo que quiere ser su noviaaaa!!!!!
Me encanto el capítulo
Siguela lo mas pronto posibleeeeee por favor
Cada vez se pone mas y mas increibleeee
Cuidate
enseguida la sigo!!
Besos :)
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Capítulo 31
Tenía experiencia con negociaciones, negativas y regateos, pero ahí estaba, en la desconocida posición de haber puesto todas mis fichas en juego, pero como se trataba de _______, no me importaba. En ese caso yo iba con todo.
—¿Tienes ganas de llegar a casa? Han sido casi tres semanas fuera.
Ella se encogió de hombros mientras tiraba de mis bóxer sin la más mínima ceremonia y me envolvía con su cálida mano con una familiaridad que hacía que se me despertaran lugares hasta entonces desconocidos.
—Me lo estoy pasando bastante bien aquí, ¿sabes?
Yo me fui demorando en cada botón de la blusa, besándole cada centímetro de piel cuando se mostraba ante mí.
—¿Cuánto tiempo tenemos para jugar antes de nuestro vuelo?
—Trece horas —me dijo sin mirar el reloj. La respuesta había sido muy rápida y por la forma en que sentí su piel cuando metí dos dedos bajo su ropa interior, no parecía que estuviera deseando dejar esa habitación de hotel pronto.
Le rocé los muslos con los dedos, jugué con su lengua y me froté contra su pierna hasta que sentí que se arqueaba hacia mí. Me rodeó la cintura con las piernas y extendió las manos sobre mi pecho mientras yo bajaba la mano para ayudarme a entrar en su interior, decidido a hacerla correrse tantas veces como pudiera antes de que saliera el sol.
Para mí no había nada más en el mundo que su piel suave y resbaladiza y el cálido aire que proyectaban sus gemidos en mi cuello. Una y otra vez me moví encima de ella, enmudecido por mi propia necesidad, perdido en ella. Sus caderas se movían al mismo ritmo que las mías y levantaba la espalda para apretar sus pechos contra mí. Quería decirle: «Esto, lo que tenemos, y es lo más increíble
que he sentido en toda mi vida. ¿Tú lo sientes también?».
Pero no tenía palabras. Solo instinto y deseo y el sabor de ella en mi lengua y el recuerdo de su risa resonando en mis oídos. Quería que ese sonido no dejara de reproducirse. Lo quería todo de ella: ser su amante, su compañero para las peleas y su amigo. En esa cama podía serlo todo.
—No sé cómo hacer esto —dijo en un momento extraño; a punto de llegar al orgasmo y aferrándose a mí tan fuerte que creí que me iba a dejar cardenales. Pero supe a lo que se refería porque era algo doloroso estar tan lleno de esa necesidad y no tener ni idea de cómo iban a salir las cosas. La quería de una forma que me hacía sentir como si en cada segundo estuviera saciado y a la vez muerto de
hambre... y mi cerebro no sabía que hacer con todo aquello. En vez de responderle o decirle lo que pensaba que podíamos hacer, le besé el cuello, apreté los dedos sobre la suave piel de su cadera y le dije:
—Yo tampoco, pero no estoy preparado para dejarlo pasar tan pronto.
—Me siento tan bien... —Susurró contra mi garganta y yo gruñí en una agonía silenciosa, evidentemente incapaz de lograr encontrar algo coherente como respuesta.
Tenía miedo de acabar aullando.
La besé.
La empujé aún más contra el colchón.
Ese éxtasis desgarrador siguió durante mucho tiempo. Su cuerpo se elevaba para encontrarse con el mío y su boca, húmeda, ávida y dulce, no dejaba de morderme.
—¿Tienes ganas de llegar a casa? Han sido casi tres semanas fuera.
Ella se encogió de hombros mientras tiraba de mis bóxer sin la más mínima ceremonia y me envolvía con su cálida mano con una familiaridad que hacía que se me despertaran lugares hasta entonces desconocidos.
—Me lo estoy pasando bastante bien aquí, ¿sabes?
Yo me fui demorando en cada botón de la blusa, besándole cada centímetro de piel cuando se mostraba ante mí.
—¿Cuánto tiempo tenemos para jugar antes de nuestro vuelo?
—Trece horas —me dijo sin mirar el reloj. La respuesta había sido muy rápida y por la forma en que sentí su piel cuando metí dos dedos bajo su ropa interior, no parecía que estuviera deseando dejar esa habitación de hotel pronto.
Le rocé los muslos con los dedos, jugué con su lengua y me froté contra su pierna hasta que sentí que se arqueaba hacia mí. Me rodeó la cintura con las piernas y extendió las manos sobre mi pecho mientras yo bajaba la mano para ayudarme a entrar en su interior, decidido a hacerla correrse tantas veces como pudiera antes de que saliera el sol.
Para mí no había nada más en el mundo que su piel suave y resbaladiza y el cálido aire que proyectaban sus gemidos en mi cuello. Una y otra vez me moví encima de ella, enmudecido por mi propia necesidad, perdido en ella. Sus caderas se movían al mismo ritmo que las mías y levantaba la espalda para apretar sus pechos contra mí. Quería decirle: «Esto, lo que tenemos, y es lo más increíble
que he sentido en toda mi vida. ¿Tú lo sientes también?».
Pero no tenía palabras. Solo instinto y deseo y el sabor de ella en mi lengua y el recuerdo de su risa resonando en mis oídos. Quería que ese sonido no dejara de reproducirse. Lo quería todo de ella: ser su amante, su compañero para las peleas y su amigo. En esa cama podía serlo todo.
—No sé cómo hacer esto —dijo en un momento extraño; a punto de llegar al orgasmo y aferrándose a mí tan fuerte que creí que me iba a dejar cardenales. Pero supe a lo que se refería porque era algo doloroso estar tan lleno de esa necesidad y no tener ni idea de cómo iban a salir las cosas. La quería de una forma que me hacía sentir como si en cada segundo estuviera saciado y a la vez muerto de
hambre... y mi cerebro no sabía que hacer con todo aquello. En vez de responderle o decirle lo que pensaba que podíamos hacer, le besé el cuello, apreté los dedos sobre la suave piel de su cadera y le dije:
—Yo tampoco, pero no estoy preparado para dejarlo pasar tan pronto.
—Me siento tan bien... —Susurró contra mi garganta y yo gruñí en una agonía silenciosa, evidentemente incapaz de lograr encontrar algo coherente como respuesta.
Tenía miedo de acabar aullando.
La besé.
La empujé aún más contra el colchón.
Ese éxtasis desgarrador siguió durante mucho tiempo. Su cuerpo se elevaba para encontrarse con el mío y su boca, húmeda, ávida y dulce, no dejaba de morderme.
Me desperté cuando alguien me arrancó la almohada de debajo de la cabeza y ________ murmuró algo incoherente sobre espinacas y perritos calientes.
Estaba hablando en sueños aquella inquieta acaparadora de la cama.
Le pasé una mano ansiosa por el trasero antes de volverme para mirar el reloj. Solo eran un poco más de las cinco de la mañana, pero sabía que teníamos que levantarnos pronto para poder llegar al vuelo de las ocho. Por mucho que odiara dejar nuestro pequeño y feliz antro de perversión, no había trabajado nada mientras estábamos allí y estaba empezando a sentirme cada vez más culpable por la
carrera que había dejado a un lado. Durante la última década, mi trabajo había sido mi vida, y aunque cada vez estaba más cómodo con el devastador efecto que ________ tenía sobre mi equilibrio, tenía que volver a centrarme. Era hora de volver a casa, recuperar mi papel de jefe y triunfar de nuevo.
El sol de primera hora de la mañana se filtraba por la ventana e inundaba su piel pálida con una luz azul grisáceo. Estaba tumbada de costado y enroscada, de cara a mí, con el pelo oscuro enmarañado sobre la almohada que tenía detrás de ella y la mayor parte de la cara oculta por mi almohada.
Podía entender sus dudas a la hora de decidir cómo iba a funcionar nuestra relación cuando volviéramos a la realidad. La burbuja de San Diego había sido fantástica, en parte porque allí no se daban ninguno de los aspectos que hacían que nuestra relación fuera complicada: su trabajo en Styles Media, mi papel en el negocio familiar, su beca, nuestras actitudes independientes que chocaban.
Aunque quería presionarla para definir lo que había entre nosotros y establecer expectativas para que no nos hundiéramos, su enfoque, más a favor de ir probando, era probablemente el correcto.
No nos habíamos molestado en recoger las mantas y volverlas a poner en la cama después de haberlas tirado al suelo la noche anterior, así que tuve la oportunidad de quedarme mirando su cuerpo desnudo. Sin duda podía acostumbrarme a despertarme con esa mujer en mi cama.
Pero por desgracia no teníamos una mañana libre por delante. Intenté despertarla poniéndole la mano en el hombro, después le di un beso en el cuello y por fin un fuerte pellizco en el trasero.
Ella estiró la mano y me dio un cachete fuerte en el brazo antes de que me diera tiempo de apartarme. Y eso que no estaba seguro de que estuviera despierta del todo.
—Gilipollas.
—Deberíamos levantarnos y ponernos en marcha. Tenemos que estar en el aeropuerto dentro de poco más de una hora.
_______ se movió y me miró, con las arrugas de la almohada marcadas en la cara y los ojos desenfocados. No se molestó en cubrirse el cuerpo como lo había hecho la primera mañana, pero la sonrisa que mostraba no era radiante.
—Vale —dijo, se sentó, bebió un poco de agua y me dio un beso en el hombro antes de salir de la cama.
Observé su cuerpo desnudo mientras caminaba hacia el baño, pero ella no me miró. No necesitaba exactamente un polvo mañanero rápido, pero no me habría importado una sesión de caricias o una charla todavía tumbados en la cama.
«Creo que no debería haberle pellizcado el trasero.»
Cuando terminé de recoger mis cosas, todavía no había salido, así que me acerqué y llamé a la puerta del baño.
—Voy a mi habitación a ducharme y hacer la maleta.
Ella se quedó en silencio unos segundos.
—Vale.
—¿No me puedes decir algo más que «vale»?
Su risa me llegó desde el otro lado de la puerta.
—Creo que antes te he llamado «gilipollas».
Sonreí.
Pero cuando abrí la puerta para marcharme, ella abrió la puerta del baño y salió para caer directamente en mis brazos, rodeándome con su cuerpo y apretando la cara contra mi cuello. Todavía estaba desnuda y cuando levantó la vista, sus ojos parecían un poco enrojecidos.
—Lo siento —dijo besándome la mandíbula antes de acercar la cara para darme un beso largo y profundo—. Es que me pongo nerviosa antes de volar.
Se volvió y entró en el baño antes de que pudiera mirarla a los ojos para averiguar si me estaba diciendo la verdad.
Estaba hablando en sueños aquella inquieta acaparadora de la cama.
Le pasé una mano ansiosa por el trasero antes de volverme para mirar el reloj. Solo eran un poco más de las cinco de la mañana, pero sabía que teníamos que levantarnos pronto para poder llegar al vuelo de las ocho. Por mucho que odiara dejar nuestro pequeño y feliz antro de perversión, no había trabajado nada mientras estábamos allí y estaba empezando a sentirme cada vez más culpable por la
carrera que había dejado a un lado. Durante la última década, mi trabajo había sido mi vida, y aunque cada vez estaba más cómodo con el devastador efecto que ________ tenía sobre mi equilibrio, tenía que volver a centrarme. Era hora de volver a casa, recuperar mi papel de jefe y triunfar de nuevo.
El sol de primera hora de la mañana se filtraba por la ventana e inundaba su piel pálida con una luz azul grisáceo. Estaba tumbada de costado y enroscada, de cara a mí, con el pelo oscuro enmarañado sobre la almohada que tenía detrás de ella y la mayor parte de la cara oculta por mi almohada.
Podía entender sus dudas a la hora de decidir cómo iba a funcionar nuestra relación cuando volviéramos a la realidad. La burbuja de San Diego había sido fantástica, en parte porque allí no se daban ninguno de los aspectos que hacían que nuestra relación fuera complicada: su trabajo en Styles Media, mi papel en el negocio familiar, su beca, nuestras actitudes independientes que chocaban.
Aunque quería presionarla para definir lo que había entre nosotros y establecer expectativas para que no nos hundiéramos, su enfoque, más a favor de ir probando, era probablemente el correcto.
No nos habíamos molestado en recoger las mantas y volverlas a poner en la cama después de haberlas tirado al suelo la noche anterior, así que tuve la oportunidad de quedarme mirando su cuerpo desnudo. Sin duda podía acostumbrarme a despertarme con esa mujer en mi cama.
Pero por desgracia no teníamos una mañana libre por delante. Intenté despertarla poniéndole la mano en el hombro, después le di un beso en el cuello y por fin un fuerte pellizco en el trasero.
Ella estiró la mano y me dio un cachete fuerte en el brazo antes de que me diera tiempo de apartarme. Y eso que no estaba seguro de que estuviera despierta del todo.
—Gilipollas.
—Deberíamos levantarnos y ponernos en marcha. Tenemos que estar en el aeropuerto dentro de poco más de una hora.
_______ se movió y me miró, con las arrugas de la almohada marcadas en la cara y los ojos desenfocados. No se molestó en cubrirse el cuerpo como lo había hecho la primera mañana, pero la sonrisa que mostraba no era radiante.
—Vale —dijo, se sentó, bebió un poco de agua y me dio un beso en el hombro antes de salir de la cama.
Observé su cuerpo desnudo mientras caminaba hacia el baño, pero ella no me miró. No necesitaba exactamente un polvo mañanero rápido, pero no me habría importado una sesión de caricias o una charla todavía tumbados en la cama.
«Creo que no debería haberle pellizcado el trasero.»
Cuando terminé de recoger mis cosas, todavía no había salido, así que me acerqué y llamé a la puerta del baño.
—Voy a mi habitación a ducharme y hacer la maleta.
Ella se quedó en silencio unos segundos.
—Vale.
—¿No me puedes decir algo más que «vale»?
Su risa me llegó desde el otro lado de la puerta.
—Creo que antes te he llamado «gilipollas».
Sonreí.
Pero cuando abrí la puerta para marcharme, ella abrió la puerta del baño y salió para caer directamente en mis brazos, rodeándome con su cuerpo y apretando la cara contra mi cuello. Todavía estaba desnuda y cuando levantó la vista, sus ojos parecían un poco enrojecidos.
—Lo siento —dijo besándome la mandíbula antes de acercar la cara para darme un beso largo y profundo—. Es que me pongo nerviosa antes de volar.
Se volvió y entró en el baño antes de que pudiera mirarla a los ojos para averiguar si me estaba diciendo la verdad.
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Capítulo 32
La habitación de al lado se veía extrañamente inmaculada, incluso para una cadena de hoteles de categoría. No necesité mucho tiempo para hacer la maleta y menos para ducharme y vestirme. Pero algo evitó que volviera a la habitación de _______ tan pronto. Era como si ella necesitara un poco de tiempo allí a solas para librar la batalla silenciosa que se estuviera produciendo en su interior. Para mí era obvio que ella estaba atravesando un conflicto, pero ¿hacia dónde se decantaría al final? ¿Decidiría que quería intentarlo? ¿O decidiría que no era posible encontrar un equilibrio entre el trabajo y nosotros?
Cuando mi impaciencia superó a mi caballerosidad, saqué mi maleta al pasillo y llamé a su puerta.
Ella la abrió vestida como una pin up caracterizada de mujer de negocios traviesa y me llevó un siglo subir desde sus piernas hasta sus pechos y por fin a su cara.
—Hola, preciosa.
Ella me dedicó una sonrisa tímida.
—Hola.
—¿Lista? —pregunté pasando a su lado para coger su maleta. La manga de mi chaqueta le rozó el brazo desnudo y antes de que pudiera entender del todo lo que estaba pasando, ella me había agarrado la corbata y se la había enredado en el puño. Un segundo después tenía la espalda contra la pared y su boca sobre la mía.
Me quedé helado por la sorpresa.
—Vaya, menudo saludo —murmuré contra sus labios.
Con una mano sobre mi pecho, empezó a soltarme la corbata y gimió dentro de mi boca cuando sintió que mi miembro empezaba a crecer contra su cuerpo. Sus hábiles dedos me sacaron la corbata del cuello de la camisa y después la tiraron al suelo antes de que pudiera siquiera recordar que teníamos que coger un vuelo.
—________ —dije esforzándome por apartarme de ella y de sus besos—. Cielo, no tenemos tiempo
para esto.
—No me importa. —Ella no era más que dientes y labios, lametones por todo mi cuello, manos ávidas soltándome el cinturón y cogiendo mi sexo.
Solté una maldición entre dientes, completamente incapaz de resistirme a la forma en que me agarraba a través de los pantalones ni a su forma exigente de apartarme y quitarme la ropa.
—Joder, ________, has perdido la cabeza, estás salvaje.
La giré y ahora fue su espalda la que estaba contra la pared. Le metí la mano debajo de la blusa y le aparté a un lado sin miramientos una copa del sujetador. Su necesidad era contagiosa y mis dedos recibieron encantados el endurecimiento de sus pezones y la curva firme de su pecho que ella apretaba contra mi palma. Bajé la mano y le subí la falda hasta la cadera, le bajé la ropa interior que ella apartó a un lado con el pie y la levanté del suelo.
Necesitaba estar dentro de ella en ese preciso instante.
—Dime que me deseas —me dijo. Las palabras salían a la vez que sus exhalaciones y eran prácticamente solo aire. Estaba temblando y tenía los ojos fuertemente cerrados.
—No tienes ni idea. Quiero todo lo que me quieras dar.
—Dime que podemos hacer esto. —Me bajó los pantalones y los calzoncillos por debajo de las rodillas y me rodeó la cintura con las piernas a la vez que me clavaba el tacón del zapato en el trasero.
Cuando mi miembro se deslizó contra ella, entrando solo un poco, le cubrí la boca porque dejó escapar una especie de lamento, casi un gemido.
O un sollozo.
Me aparté para mirarle la cara. Tenía lágrimas cayéndole por las mejillas.
—¿_______?
—No pares —me dijo con un hipo, inclinándose para besarme el cuello. Escondiéndose. Intentó meter una mano entre los dos para cogerme. Era una extraña forma de desesperación. Ambos habíamos probado los polvos frenéticos y rápidos escondidos en alguna parte, pero esto era algo completamente diferente.
—Para. —La empujé, incrustándola contra la pared—. Cariño, ¿qué estás haciendo?
Por fin abrió los ojos, fijos en el cuello de mi camisa. Me soltó un botón y después otro.
—Solo necesito sentirte una vez más.
—¿Qué quieres decir con «una vez más»?
Ella no me miró ni dijo nada más.
—_______, cuando salgamos de esta habitación podemos dejarlo todo aquí. O podemos llevarnos todo lo que hay con nosotros. Creo que podemos arreglárnoslas... Pero ¿tú también lo crees?
Ella asintió mordiéndose el labio con tanta fuerza que ya lo tenía blanco. Cuando lo soltó, se volvió de un rojo tentador y decadente.
—Eso es lo que quiero.
—Te lo he dicho, quiero más de esto. Quiero estar contigo. Quiero ser tu amante —le juré mientras me pasaba las manos por el pelo—. Me estoy enamorando de ti, ________.
Ella se inclinó, riendo, y el alivio se sintió en todo su cuerpo. Cuando se puso de pie, me acercó otra vez y apretó los labios contra mi mejilla.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente en serio. Quiero ser el único tío que te folla contra las ventanas y también la primera persona que veas por la mañana a tu lado... después de haberme robado la almohada. También me gustaría ser la persona que te traiga a ti polos de lima cuando hayas comido sushi en mal estado. Solo nos quedan unos meses en los que esto puede ser potencialmente complicado.
Con mi boca sobre la suya y las manos agarrándole la cara, creo que por fin empezó a entender.
—Prométeme que me llevarás a la cama cuando volvamos —me dijo.
—Te lo prometo.
—A tu cama.
—Joder, sí, a mi cama. Tengo una cama enorme con un cabecero al que puedo atarte y azotarte por ser tan idiota.
Y en ese momento los dos éramos totalmente perfectos.
En el pasillo, le di un beso final en la palma, dejé caer su mano y abrí la marcha hacia el vestíbulo.
Cuando mi impaciencia superó a mi caballerosidad, saqué mi maleta al pasillo y llamé a su puerta.
Ella la abrió vestida como una pin up caracterizada de mujer de negocios traviesa y me llevó un siglo subir desde sus piernas hasta sus pechos y por fin a su cara.
—Hola, preciosa.
Ella me dedicó una sonrisa tímida.
—Hola.
—¿Lista? —pregunté pasando a su lado para coger su maleta. La manga de mi chaqueta le rozó el brazo desnudo y antes de que pudiera entender del todo lo que estaba pasando, ella me había agarrado la corbata y se la había enredado en el puño. Un segundo después tenía la espalda contra la pared y su boca sobre la mía.
Me quedé helado por la sorpresa.
—Vaya, menudo saludo —murmuré contra sus labios.
Con una mano sobre mi pecho, empezó a soltarme la corbata y gimió dentro de mi boca cuando sintió que mi miembro empezaba a crecer contra su cuerpo. Sus hábiles dedos me sacaron la corbata del cuello de la camisa y después la tiraron al suelo antes de que pudiera siquiera recordar que teníamos que coger un vuelo.
—________ —dije esforzándome por apartarme de ella y de sus besos—. Cielo, no tenemos tiempo
para esto.
—No me importa. —Ella no era más que dientes y labios, lametones por todo mi cuello, manos ávidas soltándome el cinturón y cogiendo mi sexo.
Solté una maldición entre dientes, completamente incapaz de resistirme a la forma en que me agarraba a través de los pantalones ni a su forma exigente de apartarme y quitarme la ropa.
—Joder, ________, has perdido la cabeza, estás salvaje.
La giré y ahora fue su espalda la que estaba contra la pared. Le metí la mano debajo de la blusa y le aparté a un lado sin miramientos una copa del sujetador. Su necesidad era contagiosa y mis dedos recibieron encantados el endurecimiento de sus pezones y la curva firme de su pecho que ella apretaba contra mi palma. Bajé la mano y le subí la falda hasta la cadera, le bajé la ropa interior que ella apartó a un lado con el pie y la levanté del suelo.
Necesitaba estar dentro de ella en ese preciso instante.
—Dime que me deseas —me dijo. Las palabras salían a la vez que sus exhalaciones y eran prácticamente solo aire. Estaba temblando y tenía los ojos fuertemente cerrados.
—No tienes ni idea. Quiero todo lo que me quieras dar.
—Dime que podemos hacer esto. —Me bajó los pantalones y los calzoncillos por debajo de las rodillas y me rodeó la cintura con las piernas a la vez que me clavaba el tacón del zapato en el trasero.
Cuando mi miembro se deslizó contra ella, entrando solo un poco, le cubrí la boca porque dejó escapar una especie de lamento, casi un gemido.
O un sollozo.
Me aparté para mirarle la cara. Tenía lágrimas cayéndole por las mejillas.
—¿_______?
—No pares —me dijo con un hipo, inclinándose para besarme el cuello. Escondiéndose. Intentó meter una mano entre los dos para cogerme. Era una extraña forma de desesperación. Ambos habíamos probado los polvos frenéticos y rápidos escondidos en alguna parte, pero esto era algo completamente diferente.
—Para. —La empujé, incrustándola contra la pared—. Cariño, ¿qué estás haciendo?
Por fin abrió los ojos, fijos en el cuello de mi camisa. Me soltó un botón y después otro.
—Solo necesito sentirte una vez más.
—¿Qué quieres decir con «una vez más»?
Ella no me miró ni dijo nada más.
—_______, cuando salgamos de esta habitación podemos dejarlo todo aquí. O podemos llevarnos todo lo que hay con nosotros. Creo que podemos arreglárnoslas... Pero ¿tú también lo crees?
Ella asintió mordiéndose el labio con tanta fuerza que ya lo tenía blanco. Cuando lo soltó, se volvió de un rojo tentador y decadente.
—Eso es lo que quiero.
—Te lo he dicho, quiero más de esto. Quiero estar contigo. Quiero ser tu amante —le juré mientras me pasaba las manos por el pelo—. Me estoy enamorando de ti, ________.
Ella se inclinó, riendo, y el alivio se sintió en todo su cuerpo. Cuando se puso de pie, me acercó otra vez y apretó los labios contra mi mejilla.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente en serio. Quiero ser el único tío que te folla contra las ventanas y también la primera persona que veas por la mañana a tu lado... después de haberme robado la almohada. También me gustaría ser la persona que te traiga a ti polos de lima cuando hayas comido sushi en mal estado. Solo nos quedan unos meses en los que esto puede ser potencialmente complicado.
Con mi boca sobre la suya y las manos agarrándole la cara, creo que por fin empezó a entender.
—Prométeme que me llevarás a la cama cuando volvamos —me dijo.
—Te lo prometo.
—A tu cama.
—Joder, sí, a mi cama. Tengo una cama enorme con un cabecero al que puedo atarte y azotarte por ser tan idiota.
Y en ese momento los dos éramos totalmente perfectos.
En el pasillo, le di un beso final en la palma, dejé caer su mano y abrí la marcha hacia el vestíbulo.
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
¡Oh my God......!
¡Por fin han admitido que quieren estar juntos?!
Esto parece irreal...
Por favor sigue pronto la novela, ¿si?
Besos xxx
Bye!!!
¡Por fin han admitido que quieren estar juntos?!
Esto parece irreal...
Por favor sigue pronto la novela, ¿si?
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Haaaaa me encantó :ilusion: :ilusion: :ilusion: :ilusion: :ilusion: :ilusion: :ilusion: :ilusion:
Ya por fin va a ser.... algo?
Van a ser amantes por lo menos es algo bueno/?
Siguela pls
Ya por fin va a ser.... algo?
Van a ser amantes por lo menos es algo bueno/?
Siguela pls
AnneleStyles
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