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Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Estoy con el móvil a escondidas buajajajja soy una malota.... ¡me encanta volver a tener wifi!Bueno, sintiendolo mucho el comentario sera cortito porqe escribir desde el movil es una porqueri a, en fin, me ha encantado el capitulo y espero que la sigas prntito porque tengo muchas ganas de saber que ocurrira en ese baño jejejjeje
Siguela prontito!
Besos xxx
Bye!!!
Siguela prontito!
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Nueva lectoraaa!
Me encanta Juju<3
Siguela:)))
Me encanta Juju<3
Siguela:)))
CamileishonWeishon :3
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Enseguida la sigo!!AnneleStyles escribió:Huuu siguela pronto pls
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
No te preocupes, lo importante es que estás aquí, si con con un ''siguela'' ya me conformoRachel116 escribió:Estoy con el móvil a escondidas buajajajja soy una malota.... ¡me encanta volver a tener wifi!Bueno, sintiendolo mucho el comentario sera cortito porqe escribir desde el movil es una porqueri a, en fin, me ha encantado el capitulo y espero que la sigas prntito porque tengo muchas ganas de saber que ocurrira en ese baño jejejjeje
Siguela prontito!
Besos xxx
Bye!!!
enseguida la sigo
besooos
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hola, bienvenida!CamileishonWeishon :3 escribió:Nueva lectoraaa!
Me encanta Juju<3
Siguela:)))
enseguida la sigo :)
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Enseguida la sigo :)MariaDirectioner5 escribió:por favor, síguela, es genial
Anna.
Capítulo 14
Capítulo 14
Tiré la servilleta sobre mi plato y me aparté de la mesa. Crucé la casa como una flecha buscándola en los baños de las dos primeras plantas, hasta que al llegar a la tercera vi que la puerta del baño estaba cerrada.
De pie al otro lado de la puerta, con la mano apoyada en el picaporte, luché conmigo mismo. Si entraba ahí, ¿qué iba a ocurrir? Solo había una cosa que me interesaba a mí y sin duda no era disculparme. Pensé en llamar, pero sabía con seguridad que ella no me iba a invitar a entrar. Escuché con atención, esperando algún ruido o señal de movimiento del interior. Nada. Por fin giré el picaporte y me sorprendió encontrarlo abierto.
Había estado en ese baño muy pocas veces desde que mi madre lo remodeló. Ahora era una habitación preciosa y moderna, con una encimera de mármol hecha a medida y un amplio espejo que cubría una pared. Encima del tocador había una pequeña ventana por la que se veía el patio y los terrenos que había más abajo. Ella estaba sentada en el banco acolchado, delante del tocador, mirando al cielo.
—¿Has venido a humillarme? —preguntó. Le quitó la tapa a su pintalabios y se lo fue aplicando con pequeños toques.
—Me han enviado para comprobar que están intactos tus delicados sentimientos. —Me volví para poner el pestillo en la puerta del baño y el chasquido resonó en el silencio de la habitación.
Ella se rió y su mirada se encontró con la mía en el espejo. Se la veía muy serena, pero me fijé en su pecho que subía y bajaba; su respiración estaba tan acelerada como la mía.
—Te aseguro que estoy bien. —Volvió a ponerle la tapa al pintalabios y lo metió en el bolso. Se levantó e intentó pasar a mi lado hacia la puerta—. Estoy acostumbrada a que seas un capullo. Pero Joel parece muy agradable. Debería volver abajo.
Puse la mano en la puerta y me acerqué a su cara.
—Me parece que no. —Le rocé con los labios un lugar debajo de la oreja y ella se estremeció por el contacto—. ¿Sabes? Él quiere algo que es mío y no puede tenerlo.
Ella se me quedó mirando fijamente.
—Pero ¿en qué época te crees que estamos? Déjame salir. Yo no soy tuya.
—Puede que tú te creas eso —le susurré mientras mis labios bajaban levemente por su cuello—, pero tu cuerpo—dije metiéndole las manos bajo la falda y presionando la mano contra el encaje húmedo que tenía entre las piernas— piensa otra cosa.
Ella cerró los ojos y dejó escapar un gemido bajo cuando mis dedos se movieron haciendo círculos lentos contra su clítoris.
—Que te jodan.
—Déjame que te ayude a hacerlo —dije contra su cuello.
Ella dejó escapar una carcajada temblorosa y yo la empujé contra la puerta del baño. Le cogí ambas manos y se las levanté por encima de la cabeza, manteniéndoselas sujetas con las mías, y me incliné para besarla. Sentí que luchaba sin muchas fuerzas contra mi sujeción y negué con la cabeza, apretando más las manos.
—Déjame —repetí apretando mi miembro endurecido contra ella.
—Oh, Dios —dijo con la cabeza ladeada para darme acceso a su cuello—. No podemos hacer esto aquí.
Bajé mis labios por su cuello y por su clavícula hasta el hombro. Le sujeté ambas muñecas con una mano y bajé la mano libre para soltar lentamente una de las cintas que le sujetaban la parte de arriba, besándole la piel que acababa de quedar expuesta. Me pasé al otro lado y al repetir la acción me vi recompensado con que la parte de delante de su vestido se deslizó hacia abajo revelando un sujetador sin tirantes de encaje blanco. «Joder.» ¿Tenía alguna pieza de lencería aquella mujer que no me hiciera quedarme a punto de correrme en los pantalones? Bajé la boca hasta sus pechos mientras le desabrochaba el sujetador. No me iba a perder la visión de sus pechos desnudos esta vez. Se abrió con facilidad y el encaje cayó, revelando la imagen que llenaba mis fantasías más obscenas. Cuando me metí un pezón rosado en la boca, ella gimió y sus rodillas cedieron un poco.
—Chis —susurré contra su piel
—Más —me dijo—. Otra vez.
La levanté y ella me rodeó la cintura con las piernas, lo que unió más nuestros cuerpos. Le solté las manos y ella inmediatamente me las llevó al pelo y tiró de mí con brusquedad para que me acercara.
Joder, me encantaba que hiciera eso. Volví a empujarla contra la puerta pero entonces me di cuenta de que había demasiada ropa por medio; quería sentir el calor de su piel contra la mía, quería enterrarme por completo en ella y mantenerla aplastada contra la pared hasta mucho después de que todos se hubieran ido a dormir.
Ella pareció leerme el pensamiento porque sus dedos bajaron por mis costados y empezaron a sacarme frenéticamente el polo de los pantalones, levantándomelo y quitándomelo por la cabeza.
El sonido de las risas que llegaba del exterior se coló por la ventana abierta y sentí que ella se tensaba contra mí. Pasó un largo momento antes de que su mirada se encontrara con la mía y estaba claro que le costaba decir lo que quería decir.
—No deberíamos hacer esto —dijo por fin, negando con la cabeza—. Él me está esperando. —Ella intentó con poco entusiasmo apartarme, pero yo no me moví.
—Pero ¿tú quieres estar con él? —le pregunté sintiendo una oleada de posesión abriéndose en mi interior. Ella me sostuvo la mirada pero no respondió.
La bajé y la dirigí hacia el tocador, parando solo para colocarme justo detrás de ella. Desde donde estábamos teníamos una visión perfecta del patio de abajo.
Acerqué su espalda desnuda a mi pecho y puse la boca junto a su oreja.
—¿Lo ves? —le pregunté deslizando las manos por sus pechos—. Mírale. —Bajé las manos por su abdomen, por toda la falda, y hasta sus muslos—. ¿Te hace sentir así?
Mis dedos la rozaron al subir por un muslo y meterse debajo de sus bragas. Un siseo bajo escapó de su boca y yo sentí su humedad y entré en ella.
—¿Conseguiría alguna vez que te mojaras así?
Ella gimió y apretó las caderas contra mí.
—No...
—Dime lo que quieres —susurré contra su hombro.
—Yo... No lo sé.
—Mírate —le dije mientras mis dedos no dejaban de entrar y salir de ella—. Sí sabes lo que quieres.
—Quiero sentirte dentro de mí, ahora. —No hizo falta que me lo pidiera dos veces. Me desabroché los pantalones en un segundo y me los bajé hasta la cadera, apretándome contra su trasero antes de levantarle la falda y agarrarle las bragas con las manos.
—Rómpelas —me susurró.
Antes nunca había podido ser tan salvaje y tan primitivo con nadie, en cambio con ella parecía justo lo que había que hacer. Tiré con fuerza y las sutiles bragas se rasgaron con facilidad. Las lancé al suelo y le pasé las manos por la piel, bajando los dedos por sus brazos hasta sus manos, donde le apreté las palmas contra la mesa que teníamos delante.
En ese momento era una visión absolutamente maravillosa: agachada, con la falda subida hasta las caderas y su trasero perfecto a la vista. Ambos gemimos cuando yo me coloqué y me deslicé en su interior profundamente. Me incliné, le di un beso y volví a decir «chis» contra su espalda.
Más risas nos llegaron del exterior. Joel estaba ahí abajo. Joel, que en el fondo era un buen tío pero que quería apartarla de mí. Ese pensamiento bastó para hacerme empujar aún con más fuerza.
Sus ruidos estrangulados me hicieron sonreír y la recompensé aumentando el ritmo. Un parte muy retorcida de mí sintió cierta reafirmación al ver a _____ silenciada por lo que le estaba haciendo.
Soltaba exclamaciones ahogadas y buscaba con los dedos algo a lo que agarrarse mientras tenía mi miembro en su interior, duro, más duro, cada vez que intentaba hacer algún sonido pero no podía.
Le hablé suavemente junto a su oído, y le pregunté si quería que la follara. Le pregunté si le gustaba que le dijera esas guarradas, si le gustaba verme así de sucio, follándola tan fuerte que le iba a dejar cardenales.
Ella consiguió balbucear un sí y cuando empecé a moverme más rápido y más fuerte, ella me suplicó que le diera más.
Los botes de la mesa estaban tintineando y volcándose por la fuerza de nuestros movimientos, pero a mí no me importaba. La agarré del pelo y tiré para incorporarla y que su espalda quedara contra mi pecho.
—¿Crees que él puede hacerte sentir así?
Seguí embistiéndola, obligándola a mirar por la ventana.
Sabía que me estaba poniendo en evidencia. Mi mundo se estaba cayendo a pedazos a mi alrededor.
Necesitaba que ella pensara en mí esa noche cuando estuviera en su cama. Quería que ella me sintiera cuando cerrara los ojos y se tocara, recordando la forma en que habíamos follado. Mi mano libre subió por su costado hasta sus pechos, cubriéndolos y retorciéndole los pezones.
—No —gimió—. Así nunca. —Bajé de nuevo la mano por el costado y se la coloqué detrás de la rodilla para subírsela hasta la mesa, lo que la abrió aún más a mí y me permitió entrar más profundamente en ella.
—¿Has visto lo bien que me envuelves? —gruñí contra su cuello—. Te siento tan bien... Cuando bajes, quiero que recuerdes esto. Recuerda lo que me haces.
La sensación se estaba volviendo abrumadora y sabía que cada vez estaba más cerca. Estaba más que desesperado. La necesitaba como una droga y ese sentimiento consumía todos mis pensamientos.
Le cogí la mano, entrelacé nuestros dedos y las bajé por su cuerpo hasta su clítoris, ambas manos acariciando y provocando. Gemí por la sensación que tuve al entrar y salir de ella con tanta facilidad.
—¿Sientes eso? —le susurré al oído, abriendo los dedos para que quedaran uno a cada lado de mí.
Ella volvió la cabeza y gimió contra la piel de mi cuello. No era suficiente, necesitaba mantenerla en silencio. Aparté la mano de su pelo, le tapé la boca con cuidado y le di un beso sobre la piel enrojecida de la mejilla. Ella dejó escapar un grito amortiguado, posiblemente mi nombre, cuando su cuerpo se tensó y después se apretó a mi alrededor.
Cuando ella cerró los ojos y sus labios se relajaron por fin en un suspiro satisfecho, empecé a buscar lo que yo necesitaba: cada vez más rápido, mirando nuestro reflejo en el espejo para poder ver cómo mis últimas embestidas hacían que se movieran sus pechos.
El clímax empezó a desgarrarme. Ella dejó caer la mano de mi pelo para taparme la boca a mí ahora y yo cerré los ojos y dejé que la ola me embargara. Unas embestidas finales más profundas y fuertes y me derramé dentro de ella.
Abrí los ojos y le di un beso en la palma antes de apartarla de mi boca y apoyé la frente contra su hombro. Las voces que llegaban desde abajo, ajenas a todo, seguían llegándonos. Ella se apoyó contra mí y se quedó allí en silencio unos momentos.
Lentamente empezó a apartarse y yo fruncí el ceño por la pérdida del contacto. Miré cómo se colocaba de nuevo la falda, recuperaba el sujetador e intentaba volver a atar los lazos del vestido. Yo bajé la mano para subirme los pantalones, recogí el encaje desgarrado de sus bragas y me lo metí en el bolsillo. Ella seguía peleándose con el vestido y yo me acerqué, le aparté las manos y le até de nuevo los lazos evitando su mirada.
De repente la habitación era demasiado pequeña y ambos nos miramos en un silencio incómodo.
Cogí el picaporte, deseando decir algo para arreglarlo, cualquier cosa. ¿Cómo podía pedirle que follara conmigo y solo conmigo y esperar que no cambiara nada más? Incluso yo sabía que pedirle eso era ganarme una buena patada en los huevos. Pero las palabras sobre lo que sentía al verla con Joel no habían cristalizado aún. Tenía la mente en blanco. Frustrado, abrí la puerta. Y los dos nos quedamos de piedra al ver lo que había ante nosotros.
Allí, de pie ante la puerta, con los brazos cruzados y las cejas elevadas por la sorpresa, estaba Mina.
De pie al otro lado de la puerta, con la mano apoyada en el picaporte, luché conmigo mismo. Si entraba ahí, ¿qué iba a ocurrir? Solo había una cosa que me interesaba a mí y sin duda no era disculparme. Pensé en llamar, pero sabía con seguridad que ella no me iba a invitar a entrar. Escuché con atención, esperando algún ruido o señal de movimiento del interior. Nada. Por fin giré el picaporte y me sorprendió encontrarlo abierto.
Había estado en ese baño muy pocas veces desde que mi madre lo remodeló. Ahora era una habitación preciosa y moderna, con una encimera de mármol hecha a medida y un amplio espejo que cubría una pared. Encima del tocador había una pequeña ventana por la que se veía el patio y los terrenos que había más abajo. Ella estaba sentada en el banco acolchado, delante del tocador, mirando al cielo.
—¿Has venido a humillarme? —preguntó. Le quitó la tapa a su pintalabios y se lo fue aplicando con pequeños toques.
—Me han enviado para comprobar que están intactos tus delicados sentimientos. —Me volví para poner el pestillo en la puerta del baño y el chasquido resonó en el silencio de la habitación.
Ella se rió y su mirada se encontró con la mía en el espejo. Se la veía muy serena, pero me fijé en su pecho que subía y bajaba; su respiración estaba tan acelerada como la mía.
—Te aseguro que estoy bien. —Volvió a ponerle la tapa al pintalabios y lo metió en el bolso. Se levantó e intentó pasar a mi lado hacia la puerta—. Estoy acostumbrada a que seas un capullo. Pero Joel parece muy agradable. Debería volver abajo.
Puse la mano en la puerta y me acerqué a su cara.
—Me parece que no. —Le rocé con los labios un lugar debajo de la oreja y ella se estremeció por el contacto—. ¿Sabes? Él quiere algo que es mío y no puede tenerlo.
Ella se me quedó mirando fijamente.
—Pero ¿en qué época te crees que estamos? Déjame salir. Yo no soy tuya.
—Puede que tú te creas eso —le susurré mientras mis labios bajaban levemente por su cuello—, pero tu cuerpo—dije metiéndole las manos bajo la falda y presionando la mano contra el encaje húmedo que tenía entre las piernas— piensa otra cosa.
Ella cerró los ojos y dejó escapar un gemido bajo cuando mis dedos se movieron haciendo círculos lentos contra su clítoris.
—Que te jodan.
—Déjame que te ayude a hacerlo —dije contra su cuello.
Ella dejó escapar una carcajada temblorosa y yo la empujé contra la puerta del baño. Le cogí ambas manos y se las levanté por encima de la cabeza, manteniéndoselas sujetas con las mías, y me incliné para besarla. Sentí que luchaba sin muchas fuerzas contra mi sujeción y negué con la cabeza, apretando más las manos.
—Déjame —repetí apretando mi miembro endurecido contra ella.
—Oh, Dios —dijo con la cabeza ladeada para darme acceso a su cuello—. No podemos hacer esto aquí.
Bajé mis labios por su cuello y por su clavícula hasta el hombro. Le sujeté ambas muñecas con una mano y bajé la mano libre para soltar lentamente una de las cintas que le sujetaban la parte de arriba, besándole la piel que acababa de quedar expuesta. Me pasé al otro lado y al repetir la acción me vi recompensado con que la parte de delante de su vestido se deslizó hacia abajo revelando un sujetador sin tirantes de encaje blanco. «Joder.» ¿Tenía alguna pieza de lencería aquella mujer que no me hiciera quedarme a punto de correrme en los pantalones? Bajé la boca hasta sus pechos mientras le desabrochaba el sujetador. No me iba a perder la visión de sus pechos desnudos esta vez. Se abrió con facilidad y el encaje cayó, revelando la imagen que llenaba mis fantasías más obscenas. Cuando me metí un pezón rosado en la boca, ella gimió y sus rodillas cedieron un poco.
—Chis —susurré contra su piel
—Más —me dijo—. Otra vez.
La levanté y ella me rodeó la cintura con las piernas, lo que unió más nuestros cuerpos. Le solté las manos y ella inmediatamente me las llevó al pelo y tiró de mí con brusquedad para que me acercara.
Joder, me encantaba que hiciera eso. Volví a empujarla contra la puerta pero entonces me di cuenta de que había demasiada ropa por medio; quería sentir el calor de su piel contra la mía, quería enterrarme por completo en ella y mantenerla aplastada contra la pared hasta mucho después de que todos se hubieran ido a dormir.
Ella pareció leerme el pensamiento porque sus dedos bajaron por mis costados y empezaron a sacarme frenéticamente el polo de los pantalones, levantándomelo y quitándomelo por la cabeza.
El sonido de las risas que llegaba del exterior se coló por la ventana abierta y sentí que ella se tensaba contra mí. Pasó un largo momento antes de que su mirada se encontrara con la mía y estaba claro que le costaba decir lo que quería decir.
—No deberíamos hacer esto —dijo por fin, negando con la cabeza—. Él me está esperando. —Ella intentó con poco entusiasmo apartarme, pero yo no me moví.
—Pero ¿tú quieres estar con él? —le pregunté sintiendo una oleada de posesión abriéndose en mi interior. Ella me sostuvo la mirada pero no respondió.
La bajé y la dirigí hacia el tocador, parando solo para colocarme justo detrás de ella. Desde donde estábamos teníamos una visión perfecta del patio de abajo.
Acerqué su espalda desnuda a mi pecho y puse la boca junto a su oreja.
—¿Lo ves? —le pregunté deslizando las manos por sus pechos—. Mírale. —Bajé las manos por su abdomen, por toda la falda, y hasta sus muslos—. ¿Te hace sentir así?
Mis dedos la rozaron al subir por un muslo y meterse debajo de sus bragas. Un siseo bajo escapó de su boca y yo sentí su humedad y entré en ella.
—¿Conseguiría alguna vez que te mojaras así?
Ella gimió y apretó las caderas contra mí.
—No...
—Dime lo que quieres —susurré contra su hombro.
—Yo... No lo sé.
—Mírate —le dije mientras mis dedos no dejaban de entrar y salir de ella—. Sí sabes lo que quieres.
—Quiero sentirte dentro de mí, ahora. —No hizo falta que me lo pidiera dos veces. Me desabroché los pantalones en un segundo y me los bajé hasta la cadera, apretándome contra su trasero antes de levantarle la falda y agarrarle las bragas con las manos.
—Rómpelas —me susurró.
Antes nunca había podido ser tan salvaje y tan primitivo con nadie, en cambio con ella parecía justo lo que había que hacer. Tiré con fuerza y las sutiles bragas se rasgaron con facilidad. Las lancé al suelo y le pasé las manos por la piel, bajando los dedos por sus brazos hasta sus manos, donde le apreté las palmas contra la mesa que teníamos delante.
En ese momento era una visión absolutamente maravillosa: agachada, con la falda subida hasta las caderas y su trasero perfecto a la vista. Ambos gemimos cuando yo me coloqué y me deslicé en su interior profundamente. Me incliné, le di un beso y volví a decir «chis» contra su espalda.
Más risas nos llegaron del exterior. Joel estaba ahí abajo. Joel, que en el fondo era un buen tío pero que quería apartarla de mí. Ese pensamiento bastó para hacerme empujar aún con más fuerza.
Sus ruidos estrangulados me hicieron sonreír y la recompensé aumentando el ritmo. Un parte muy retorcida de mí sintió cierta reafirmación al ver a _____ silenciada por lo que le estaba haciendo.
Soltaba exclamaciones ahogadas y buscaba con los dedos algo a lo que agarrarse mientras tenía mi miembro en su interior, duro, más duro, cada vez que intentaba hacer algún sonido pero no podía.
Le hablé suavemente junto a su oído, y le pregunté si quería que la follara. Le pregunté si le gustaba que le dijera esas guarradas, si le gustaba verme así de sucio, follándola tan fuerte que le iba a dejar cardenales.
Ella consiguió balbucear un sí y cuando empecé a moverme más rápido y más fuerte, ella me suplicó que le diera más.
Los botes de la mesa estaban tintineando y volcándose por la fuerza de nuestros movimientos, pero a mí no me importaba. La agarré del pelo y tiré para incorporarla y que su espalda quedara contra mi pecho.
—¿Crees que él puede hacerte sentir así?
Seguí embistiéndola, obligándola a mirar por la ventana.
Sabía que me estaba poniendo en evidencia. Mi mundo se estaba cayendo a pedazos a mi alrededor.
Necesitaba que ella pensara en mí esa noche cuando estuviera en su cama. Quería que ella me sintiera cuando cerrara los ojos y se tocara, recordando la forma en que habíamos follado. Mi mano libre subió por su costado hasta sus pechos, cubriéndolos y retorciéndole los pezones.
—No —gimió—. Así nunca. —Bajé de nuevo la mano por el costado y se la coloqué detrás de la rodilla para subírsela hasta la mesa, lo que la abrió aún más a mí y me permitió entrar más profundamente en ella.
—¿Has visto lo bien que me envuelves? —gruñí contra su cuello—. Te siento tan bien... Cuando bajes, quiero que recuerdes esto. Recuerda lo que me haces.
La sensación se estaba volviendo abrumadora y sabía que cada vez estaba más cerca. Estaba más que desesperado. La necesitaba como una droga y ese sentimiento consumía todos mis pensamientos.
Le cogí la mano, entrelacé nuestros dedos y las bajé por su cuerpo hasta su clítoris, ambas manos acariciando y provocando. Gemí por la sensación que tuve al entrar y salir de ella con tanta facilidad.
—¿Sientes eso? —le susurré al oído, abriendo los dedos para que quedaran uno a cada lado de mí.
Ella volvió la cabeza y gimió contra la piel de mi cuello. No era suficiente, necesitaba mantenerla en silencio. Aparté la mano de su pelo, le tapé la boca con cuidado y le di un beso sobre la piel enrojecida de la mejilla. Ella dejó escapar un grito amortiguado, posiblemente mi nombre, cuando su cuerpo se tensó y después se apretó a mi alrededor.
Cuando ella cerró los ojos y sus labios se relajaron por fin en un suspiro satisfecho, empecé a buscar lo que yo necesitaba: cada vez más rápido, mirando nuestro reflejo en el espejo para poder ver cómo mis últimas embestidas hacían que se movieran sus pechos.
El clímax empezó a desgarrarme. Ella dejó caer la mano de mi pelo para taparme la boca a mí ahora y yo cerré los ojos y dejé que la ola me embargara. Unas embestidas finales más profundas y fuertes y me derramé dentro de ella.
Abrí los ojos y le di un beso en la palma antes de apartarla de mi boca y apoyé la frente contra su hombro. Las voces que llegaban desde abajo, ajenas a todo, seguían llegándonos. Ella se apoyó contra mí y se quedó allí en silencio unos momentos.
Lentamente empezó a apartarse y yo fruncí el ceño por la pérdida del contacto. Miré cómo se colocaba de nuevo la falda, recuperaba el sujetador e intentaba volver a atar los lazos del vestido. Yo bajé la mano para subirme los pantalones, recogí el encaje desgarrado de sus bragas y me lo metí en el bolsillo. Ella seguía peleándose con el vestido y yo me acerqué, le aparté las manos y le até de nuevo los lazos evitando su mirada.
De repente la habitación era demasiado pequeña y ambos nos miramos en un silencio incómodo.
Cogí el picaporte, deseando decir algo para arreglarlo, cualquier cosa. ¿Cómo podía pedirle que follara conmigo y solo conmigo y esperar que no cambiara nada más? Incluso yo sabía que pedirle eso era ganarme una buena patada en los huevos. Pero las palabras sobre lo que sentía al verla con Joel no habían cristalizado aún. Tenía la mente en blanco. Frustrado, abrí la puerta. Y los dos nos quedamos de piedra al ver lo que había ante nosotros.
Allí, de pie ante la puerta, con los brazos cruzados y las cejas elevadas por la sorpresa, estaba Mina.
Última edición por Anna. el Dom 25 Mayo 2014, 12:06 pm, editado 1 vez
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Oh Dios mío....¡los han pillado! ¡Por fin! Después de tanto tiempo va a haber algo de drama. Quiero saber lo que ocurrirá, quiero saber si van a inventarse alguna mentira o si le van a contar la verdad a Mina porque en fin... los habrá escuchado... ¿verdad?
Bueno, me ha gustado mucho el capítulo ha sido muy...caliente jajajaj Me gusta Joel, en serio, me gusta mucho, parece un muchacho encantador, sin embargo, no es Harry, no es tan cautivador e imprevisible como él, no es un bad boy jajajja
Sigue pronto la novela ¿si? Has tardado mucho en subir un capítulo y creo que por ello deberías de recompensarnos subiendo prontito otro... y si puedes...otro más jajajja
Besos xxx
Bye!!!
Bueno, me ha gustado mucho el capítulo ha sido muy...caliente jajajaj Me gusta Joel, en serio, me gusta mucho, parece un muchacho encantador, sin embargo, no es Harry, no es tan cautivador e imprevisible como él, no es un bad boy jajajja
Sigue pronto la novela ¿si? Has tardado mucho en subir un capítulo y creo que por ello deberías de recompensarnos subiendo prontito otro... y si puedes...otro más jajajja
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
1313 wiiiii :calor: :fosforitos:
Pero Harry es tonto o se hace?? QUE LE PIDA QUE SEA SU NOVIA!!!
Siguela pronto
Pero Harry es tonto o se hace?? QUE LE PIDA QUE SEA SU NOVIA!!!
Siguela pronto
AnneleStyles
Capítulo 15
Capítulo 15
Cuando abrió la puerta y ambos nos encontramos cara a cara con Mina, me quedé helada.
—¿Qué era exactamente lo que estabais haciendo los dos ahí dentro? —preguntó mientras su mirada pasaba de uno a otro.
Una recapitulación de todo lo que podía haber oído me pasó en un segundo por la cabeza y sentí un calor que se extendía por toda mi piel.
Me atreví a mirar al señor Styles justo cuando él hacía lo mismo. Después me volví hacia Mina y negué con la cabeza.
—Nada, teníamos que hablar. Eso es todo. —Intenté fingir, pero sabía que el temblor de mi voz me delataba.
—Oh, he oído algo ahí dentro y no tengo la más mínima duda de que no era hablar —dijo sonriendo burlonamente.
—No seas ridícula, Mina. Estábamos discutiendo un tema de trabajo —dijo él intentando pasar a su lado.
—¿En el baño? —preguntó.
—Sí. Me habéis mandado aquí arriba para que viniera a buscarla y ahí es donde la he encontrado.
Ella se puso delante de él para bloquearle el camino.
—¿Crees que soy tonta? No es ningún secreto que vosotros no «habláis», ¡gritáis! ¿Y ahora? ¿Estáis saliendo?
—¡No! —gritamos los dos a la vez y nuestras miradas se encontraron durante un breve momento antes de apartarlas rápidamente.
—Vale... así que solo estáis follando —dijo y ninguno de los dos fue capaz de encontrar las palabras para responder. La tensión en ese pasillo era tan densa que llegué a considerar brevemente cuánto daño podía provocar un salto desde una ventana del tercer piso—. ¿Cuánto tiempo lleváis así?
—Mina... —empezó él negando con la cabeza y por una vez llegué a sentirme mal por su incomodidad. Nunca le había visto así antes. Era como si en todo ese tiempo no se le hubiera ocurrido que podía haber consecuencias aparte de nuestra propia confusión.
—¿Cuánto tiempo, Harry? ¿_____? —dijo mirándonos a los dos.
—Yo... nosotros solo... —empecé, pero ¿qué iba a decir? ¿Solo qué? ¿Cómo podía explicar aquello?—. Nosotros...
—Cometimos un error. Ha sido un error.
Su voz cortó de raíz mis pensamientos y lo miré en shock. ¿Por qué me molestaba tanto que hubiera dicho eso? Había sido un error, pero oírselo decir... me dolía.
No pude apartar los ojos de él aunque ella empezó a hablar.
—Error o no, tenéis que parar. ¿Y si hubiera sido Anne? Y Harry, ¡eres su jefe! ¿Es que se te ha olvidado eso? —Suspiró profundamente—. Mirad, vosotros dos sois adultos y no sé lo que está pasando aquí, pero sea lo que sea, que no se entere Elliott.
Una oleada de náuseas me embargó ante la idea de que Elliott se enterara de aquello y lo decepcionado que iba a estar. No podía soportarlo.
—Eso no será un problema —dije evitando a propósito la mirada de Harry—. Pretendo aprender de mi error. Disculpadme.
Pasé al lado de ambos y me dirigí a las escaleras, el enfado y el dolor me provocaban un peso muerto en el fondo del estómago. La fuerza de mi ética del trabajo y mi motivación siempre me habían mantenido a flote en los peores momentos de mi vida: las rupturas, la muerte de mi madre, los malos momentos con los amigos. Mi valor como empleada de Styles Media Group ahora estaba manchado por mis propias dudas. ¿Le estaba haciendo verme de forma diferente porque me lo estaba tirando? Ahora que parecía haber registrado (por fin) que si los demás se enteraban de lo nuestro podía ser algo malo para él, ¿empezaría a cuestionar mi juicio a nivel global?
Yo era más inteligente que todo aquello. Y ya era hora de que empezara a actuar en consecuencia.
Me recompuse antes de salir afuera y volver a mi asiento junto a Joel.
—¿Va todo bien? —me preguntó.
Volví la cabeza y me permití mirarlo durante un momento. Realmente era bastante mono: pelo oscuro bien peinado, una cara amable y los ojos azules más bonitos que había visto en mi vida. Tenía todo lo que yo debería estar buscando. Levanté la mirada un segundo después cuando el señor Styles volvió a la mesa con Mina, pero la aparté rápidamente.
—Sí, es que no me encuentro muy bien —dije volviéndome otra vez hacia Joel—. Creo que voy a tener que retirarme ya.
—Vamos —dijo Joel levantándose para apartarme la silla—. Te acompañaré al coche.
Me despedí sintiendo, incómoda, la palma de Joel en la parte baja de mi espalda mientras salíamos de la casa. Una vez en la entrada, me dedicó una sonrisa tímida y me cogió la mano.
—Ha sido un placer conocerte, ______. Me gustaría poder llamarte alguna vez y tal vez salir a comer como te he dicho.
—Déjame tu teléfono —le dije.
Una parte de mí se sentía mal por hacer aquello; estar con un hombre en el piso de arriba no hacía ni veinte minutos y ahora darle mi número a otro. Pero ya era hora de dejar atrás aquello y una cita para comer con un chico agradable parecía un buen punto de partida.
Su sonrisa se ensanchó cuando le devolví el teléfono y él me dio su tarjeta. Me cogió la mano y se la llevó a los labios.
—Te llamo el lunes. Con suerte las flores no se habrán marchitado del todo.
—Lo que importa es la intención —le dije sonriendo—. Gracias.
Parecía tan sincero, tan feliz por la simple posibilidad de volver a verme que se me ocurrió que yo debería estar sonriendo como una tonta o sintiendo mariposas en el estómago. Pero la verdad es que tenía ganas de vomitar.
—Debería irme.
Joel asintió y me abrió la puerta del coche.
—Claro. Espero que te mejores. Conduce con cuidado y que tengas buenas noches, ______.
—Buenas noches, Joel.
Cerró la puerta. Encendí el motor y con la mirada fija adelante me alejé de la casa de la familia de mi jefe.
—¿Qué era exactamente lo que estabais haciendo los dos ahí dentro? —preguntó mientras su mirada pasaba de uno a otro.
Una recapitulación de todo lo que podía haber oído me pasó en un segundo por la cabeza y sentí un calor que se extendía por toda mi piel.
Me atreví a mirar al señor Styles justo cuando él hacía lo mismo. Después me volví hacia Mina y negué con la cabeza.
—Nada, teníamos que hablar. Eso es todo. —Intenté fingir, pero sabía que el temblor de mi voz me delataba.
—Oh, he oído algo ahí dentro y no tengo la más mínima duda de que no era hablar —dijo sonriendo burlonamente.
—No seas ridícula, Mina. Estábamos discutiendo un tema de trabajo —dijo él intentando pasar a su lado.
—¿En el baño? —preguntó.
—Sí. Me habéis mandado aquí arriba para que viniera a buscarla y ahí es donde la he encontrado.
Ella se puso delante de él para bloquearle el camino.
—¿Crees que soy tonta? No es ningún secreto que vosotros no «habláis», ¡gritáis! ¿Y ahora? ¿Estáis saliendo?
—¡No! —gritamos los dos a la vez y nuestras miradas se encontraron durante un breve momento antes de apartarlas rápidamente.
—Vale... así que solo estáis follando —dijo y ninguno de los dos fue capaz de encontrar las palabras para responder. La tensión en ese pasillo era tan densa que llegué a considerar brevemente cuánto daño podía provocar un salto desde una ventana del tercer piso—. ¿Cuánto tiempo lleváis así?
—Mina... —empezó él negando con la cabeza y por una vez llegué a sentirme mal por su incomodidad. Nunca le había visto así antes. Era como si en todo ese tiempo no se le hubiera ocurrido que podía haber consecuencias aparte de nuestra propia confusión.
—¿Cuánto tiempo, Harry? ¿_____? —dijo mirándonos a los dos.
—Yo... nosotros solo... —empecé, pero ¿qué iba a decir? ¿Solo qué? ¿Cómo podía explicar aquello?—. Nosotros...
—Cometimos un error. Ha sido un error.
Su voz cortó de raíz mis pensamientos y lo miré en shock. ¿Por qué me molestaba tanto que hubiera dicho eso? Había sido un error, pero oírselo decir... me dolía.
No pude apartar los ojos de él aunque ella empezó a hablar.
—Error o no, tenéis que parar. ¿Y si hubiera sido Anne? Y Harry, ¡eres su jefe! ¿Es que se te ha olvidado eso? —Suspiró profundamente—. Mirad, vosotros dos sois adultos y no sé lo que está pasando aquí, pero sea lo que sea, que no se entere Elliott.
Una oleada de náuseas me embargó ante la idea de que Elliott se enterara de aquello y lo decepcionado que iba a estar. No podía soportarlo.
—Eso no será un problema —dije evitando a propósito la mirada de Harry—. Pretendo aprender de mi error. Disculpadme.
Pasé al lado de ambos y me dirigí a las escaleras, el enfado y el dolor me provocaban un peso muerto en el fondo del estómago. La fuerza de mi ética del trabajo y mi motivación siempre me habían mantenido a flote en los peores momentos de mi vida: las rupturas, la muerte de mi madre, los malos momentos con los amigos. Mi valor como empleada de Styles Media Group ahora estaba manchado por mis propias dudas. ¿Le estaba haciendo verme de forma diferente porque me lo estaba tirando? Ahora que parecía haber registrado (por fin) que si los demás se enteraban de lo nuestro podía ser algo malo para él, ¿empezaría a cuestionar mi juicio a nivel global?
Yo era más inteligente que todo aquello. Y ya era hora de que empezara a actuar en consecuencia.
Me recompuse antes de salir afuera y volver a mi asiento junto a Joel.
—¿Va todo bien? —me preguntó.
Volví la cabeza y me permití mirarlo durante un momento. Realmente era bastante mono: pelo oscuro bien peinado, una cara amable y los ojos azules más bonitos que había visto en mi vida. Tenía todo lo que yo debería estar buscando. Levanté la mirada un segundo después cuando el señor Styles volvió a la mesa con Mina, pero la aparté rápidamente.
—Sí, es que no me encuentro muy bien —dije volviéndome otra vez hacia Joel—. Creo que voy a tener que retirarme ya.
—Vamos —dijo Joel levantándose para apartarme la silla—. Te acompañaré al coche.
Me despedí sintiendo, incómoda, la palma de Joel en la parte baja de mi espalda mientras salíamos de la casa. Una vez en la entrada, me dedicó una sonrisa tímida y me cogió la mano.
—Ha sido un placer conocerte, ______. Me gustaría poder llamarte alguna vez y tal vez salir a comer como te he dicho.
—Déjame tu teléfono —le dije.
Una parte de mí se sentía mal por hacer aquello; estar con un hombre en el piso de arriba no hacía ni veinte minutos y ahora darle mi número a otro. Pero ya era hora de dejar atrás aquello y una cita para comer con un chico agradable parecía un buen punto de partida.
Su sonrisa se ensanchó cuando le devolví el teléfono y él me dio su tarjeta. Me cogió la mano y se la llevó a los labios.
—Te llamo el lunes. Con suerte las flores no se habrán marchitado del todo.
—Lo que importa es la intención —le dije sonriendo—. Gracias.
Parecía tan sincero, tan feliz por la simple posibilidad de volver a verme que se me ocurrió que yo debería estar sonriendo como una tonta o sintiendo mariposas en el estómago. Pero la verdad es que tenía ganas de vomitar.
—Debería irme.
Joel asintió y me abrió la puerta del coche.
—Claro. Espero que te mejores. Conduce con cuidado y que tengas buenas noches, ______.
—Buenas noches, Joel.
Cerró la puerta. Encendí el motor y con la mirada fija adelante me alejé de la casa de la familia de mi jefe.
Última edición por Anna. el Dom 25 Mayo 2014, 12:08 pm, editado 1 vez
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Primera en comentar!!!
Harry eres el más tonto de los tontos "Fue un error"
Te estas volviendo loco?!?!?!
hay que tener paciencia
Siguela pronto
Harry eres el más tonto de los tontos "Fue un error"
Te estas volviendo loco?!?!?!
hay que tener paciencia
Siguela pronto
AnneleStyles
Capítulo 16
Capítulo 16
A la mañana siguiente, en yoga, consideré la posibilidad de abrirle mi corazón a Julia. Antes estaba bastante segura de que podía manejar las cosas yo sola, pero después de pasar una noche entera mirando al techo y volviéndome loca, me di cuenta de que necesitaba desfogarme con alguien.
Estaba Sara, y ella mejor que nadie podría entender lo desquiciante que podía ser mi jefe macizo.
Pero también trabajaba para Henry y no quería ponerla en una posición incómoda, pidiéndole que guardara un secreto tan grande como aquel. Sabía que Mina no tendría ningún problema en hablar conmigo si se lo pedía, pero había algo en el hecho de que ella fuera parte de la familia, y además sabiendo lo que podía haber oído, que me hacía sentir bastante incómoda.
Había veces que realmente deseaba que mi madre siguiera viva. Solo pensar en ella me produjo un profundo dolor en el pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas. Mudarme allí para pasar los últimos años de su vida con ella había sido la mejor decisión que había tomado en mi vida. Y aunque vivir tan lejos de mi padre y mis amigos había sido duro a veces, sabía que todo ocurre por una razón. Solo deseaba que esa razón se diera prisa y se manifestara de una vez.
¿Podría decírselo a Julia? Tenía que admitir que estaba aterrada por lo que podía pensar de mí. Pero más que eso, estaba aterrada por decírselo en voz alta a alguien.
—Vale, no dejas de mirarme —me dijo—. O tienes algo en mente o te estoy avergonzando porque estoy sudada y horrible.
Intenté no decirle nada, intenté no darle importancia y dejar que pensara que estaba diciendo tonterías. Pero no pude. El peso y la presión de las últimas semanas me estaban aplastando y antes de que pudiera controlarlo, mi barbilla empezó a temblar y empecé a berrear como un bebé.
—Eso era lo que me parecía. Vamos, ______. —Me ofreció la mano, me ayudó a levantarme y, recogiendo todas nuestras cosas, me llevó hacia la puerta.
Veinte minutos, dos mimosas y una crisis nerviosa después, estaba mirando la expresión de espanto de Julia en nuestro restaurante favorito. Se lo conté todo: lo de romperme las bragas, que me gustaba que me rompiera las bragas, los diferentes sitios, los «te odio» de la mitad de las sesiones, que Mina nos había pillado, mi culpa por sentir que estaba traicionando a Elliott y a Anne, lo de Joel, las
declaraciones trogloditas del señor Styles y, por fin, mi miedo a estar en la relación más insana de la historia del mundo y, sin ningún poder en absoluto.
Cuando levanté la vista para mirarla, hice una mueca de dolor; ella tenía una cara como si acabara de ver un accidente de coche.
—Vale, vamos a ver si lo he entendido bien.
Asentí mientras esperaba que continuara.
—Te estás acostando con tu jefe.
Me encogí un poco.
—Bueno, técnicamente no...
Ella levantó la mano para que no terminara la frase.
—Sí, sí. Eso lo he entendido. ¿Y ese es el mismo jefe al que te refieres cariñosamente como «el atractivo cabrón»?
Suspiré profundamente y asentí de nuevo.
—Pero lo odias.
—Correcto —murmuré apartando la mirada—. Odio. Eso es lo que siento: mucho odio.
—No quieres estar con él, pero no puedes mantenerte alejada.
—Dios, suena mucho peor oírselo decir a otra persona —gruñí y escondí la cara entre las manos—. Suena ridículo.
—Pero los momentos sexis... Son buenos —dijo con un toque de humor en la voz.
—«Buenos» no es suficiente para describirlos, Julia. Ni fenomenales, intensos, alucinantes y asombrosos como de multiorgasmo es suficiente para describirlos.
—¿«Asombrosos como de multiorgasmo» existe?
Me froté la cara con las manos y volví a suspirar.
—Cállate.
—Bueno —respondió pensativa y carraspeó—. Supongo que lo de la polla pequeña no era un problema después de todo...
Dejé que mi cabeza cayera sobre mis brazos que estaban encima de la mesa.
—No. No, sin duda eso no es un problema. —Levanté la vista un poco al oír el sonido de risas ahogadas—. ¡Julia! ¡Esto no tiene ninguna gracia!
—Perdona que discrepe. Hasta tú tienes que ver la gran locura que es esto. De todas las personas que he conocido, eres la última que yo habría imaginado que podía acabar en esta situación. Siempre has sido tan seria, con todos y cada uno de los pasos de tu vida planificados. Vamos, has tenido muy pocos novios de verdad y has estado con ellos lo que todo el mundo consideraba una cantidad absurda de tiempo antes de acostaros. Este hombre tiene que ser algo de otro mundo.
—Sé que no hay nada malo en tener una relación puramente sexual con alguien... puedo con eso. Sé que a veces puedo ser demasiado controladora, pero lo peor es el hecho que siento que no tengo control sobre mí misma cuando estoy con él. Es que ni siquiera me gusta y aun así... sigo cayendo.
Julia le dio un sorbo a su mimosa y prácticamente pude ver los engranajes de su cerebro trabajando mientras reflexionaba sobre lo que le acababa de decir.
—¿Qué es lo que te importa?
Levanté la vista para mirar a Julia, comprendiendo por dónde iba.
—Mi trabajo. Mi vida después de esto. Mi valor como empleada. Saber que mi contribución marca la diferencia.
—¿Puedes sentirte bien en todos esos aspectos y follártelo a la vez?
Me encogí de hombros, incapaz de desenmarañar mis pensamientos sobre ese tema.
—No lo sé. Si yo sintiera que son cosas independientes, tal vez. Pero nuestras únicas interacciones se producen en el trabajo. No hay ningún momento en que esto no vaya tanto de trabajo como de sexo.
—Entonces tienes que encontrar una forma de dejar de hacerlo. Necesitas mantener la distancia.
—No es tan fácil —respondí, negando con la cabeza y empecé a divagar—. Trabajo para él. No puedo evitar fácilmente todos los momentos a solas con él. He jurado varias veces que no volveríamos a tener sexo y he vuelto a tenerlo a las pocas horas; es ridículo. Y además, tenemos que ir a un congreso dentro de dos semanas. El mismo hotel, muy cerca todo el tiempo. ¡Y con camas!
—______, pero ¿qué te ocurre? —me preguntó Julia con un tono asombrado—. ¿Es que quieres que esto continúe?
—¡No! ¡Claro que no!
Ella me miró escéptica.
—Lo que pasa... es que soy diferente con él. Es como si quisiera cosas que nunca había querido antes y tal vez debería permitirme querer esas cosas. Solo desearía que fuera otra persona la que me hiciera desearlas, alguien agradable, como Joel por ejemplo. Mi jefe no tiene nada de agradable.
—¿Tu jefe te hace querer qué? ¿Qué te den azotes y esas cosas? —inquirió Julia con una risita, pero cuando yo aparté la vista oí que soltaba una exclamación ahogada—. Oh, Dios mío, ¿te ha dado azotes?
La miré con los ojos como platos.
—Julia, ¿no puedes decirlo más alto? Creo que el tío del fondo no te ha oído. —En cuanto me aseguré de que nadie nos estaba mirando, me aparté unos mechones sueltos de la frente y respondí—. Mira, ya sé que tengo que parar esto, pero yo...
Me detuve porque sentí que se me ponía toda la piel de gallina. Se me quedó el aliento atravesado en la garganta y me volví lentamente para mirar hacia la puerta. Era él, desaliñado y vestido con una camiseta negra y vaqueros, zapatillas de deporte y el pelo más despeinado que de costumbre. Me di la vuelta para mirar a Julia mientras sentía que toda la sangre había abandonado mi cara.
—______, ¿qué ocurre? Parece que hubieras visto un fantasma —dijo Julia extendiendo la mano por encima de la mesa para tocarme el brazo.
Tragué con dificultad en un intento por recuperar mi voz, y después la miré.
—¿Ves a ese hombre que hay junto a la puerta? ¿El alto y guapo? —Ella levantó un poco la cabeza para mirar y yo le di una patada por debajo de la mesa—. ¡No seas tan descarada! Es mi jefe.
Julia abrió mucho los ojos y se quedó con la boca abierta.
—¡Madre mía! —exclamó y negó con la cabeza mientras le miraba de arriba abajo—. No lo decías en broma, ______. Es un cabrón realmente atractivo. No sería yo la que lo echara de mi cama. O mi coche. O el probador. O el ascensor o...
—¡Julia! ¡No me estás ayudando!
—¿Quién es la rubia? —preguntó señalándola.
Me volví para ver cómo un camarero llevaba hasta su mesa al señor Styles con una rubia alta con las piernas muy largas. La mano de él estaba apoyada en la parte baja de la espalda de la chica. Sentí en el pecho una terrible punzada de celos.
—Pero qué cabrón —exclamé entre dientes—. Después de lo que hizo anoche... Tiene que estar de broma.
Justo cuando estaba a punto de responderme, el teléfono de Julia sonó y ella lo buscó en su bolso. El saludo de «¡Hola, cariño!» me comunicó que era su prometido y que esa llamada le iba a llevar un rato.
Volví a mirar al señor Styles, hablando y riéndose con la rubia. No podía apartar los ojos de ellos. Él estaba todavía más atractivo en ese ambiente relajado: sonreía y le bailaban los ojos cuando se reía.
«¡Gilipollas!» Como si hubiera podido oír mis pensamientos, él levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron. Apreté la mandíbula y aparté la vista, tirando la servilleta sobre la mesa. Tenía que salir de allí.
—Ahora vuelvo, Julia.
Ella asintió y me despidió con la mano distraídamente, sin dejar su conversación. Me levanté y pasé junto a su mesa asegurándome de evitar su mirada. Acababa de doblar la esquina y ya veía la seguridad del baño de señoras cuando sentí una mano fuerte en mi antebrazo.
—Espera.
Esa voz provocó un relámpago en mi interior.
«Muy bien, ______, puedes hacerlo. Simplemente vuélvete, míralo y dile que se vaya a la mierda. Es un cabrón que dijo anoche que tú eras un error y hoy aparece con una rubia delante de tus narices.»
Cuadré los hombros y me giré para mirarlo. «Mierda.» De cerca estaba aún más guapo. Nunca le había visto de otra forma que no fuera perfectamente arreglado, pero obviamente no se había afeitado aquella mañana y yo sentí la necesidad desesperada de notar cómo su barba me raspaba las mejillas.
O los muslos.
—¿Qué coño quieres? —le escupí, arrancando el brazo de su mano. Sin la ventaja que me daban los tacones, él era mucho más alto que yo. Tenía que levantar la vista para mirarlo a la cara, pero pude ver unas leves ojeras bajo sus ojos. Parecía cansado. Bueno, le estaba bien empleado. Si pasaba las noches tan mal como yo, eso me alegraba.
Se pasó las manos por el pelo y miró a nuestro alrededor incómodo.
—Quería hablar contigo. Para explicarte lo de anoche.
—¿Y qué hay que explicar? —pregunté señalando con la cabeza hacia el comedor y la rubia que todavía estaba sentada en su mesa. Sentí una presión aguda en el pecho—. «Un cambio de ambiente.» Ya veo. Me alegro de haberte encontrado aquí así... Me recuerda por qué esto que hay entre nosotros es una mala idea. No quiero estar follándome indirectamente a todas las demás mujeres.
—Pero ¿de qué demonios estás hablando? —me preguntó mirándome—. ¿Hablas de Emily?
—¿Así se llama? Bueno, pues que usted y Emily tengan una comida muy agradable, señor Styles. —Me di la vuelta para irme pero me detuvo de nuevo agarrándome el brazo—. Suéltame.
—¿Y por qué te importa?
Nuestra discusión había empezado a atraer la atención del personal que pasaba de camino a la cocina. Después de echar un vistazo alrededor, él me metió en el baño de señoras y cerró la puerta con el pestillo.
«Fantástico, otro baño.»
Le aparté de un empujón cuando se acercó.
—Pero ¿qué crees que estás haciendo? ¿Y qué quieres decir con que por qué me importa? «Follaste» conmigo anoche, diciéndome que no podía querer salir con Joel y ahora estás aquí con otra. No sé por qué he permitido que se me olvidara que eres un mujeriego. Tu comportamiento es justo el que cabía esperar... Con quien estoy enfadada es conmigo. —Estaba tan furiosa que prácticamente me
estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.
—¿Es que crees que estoy aquí con una «cita»? —Soltó el aire lentamente y negó con la cabeza—. Esto es increíble, joder. Emily es una amiga. Dirige una organización sin ánimo de lucro que Styles Media apoya. Eso es todo. Tenía que haber quedado con ella el lunes para firmar unos papeles pero ha tenido un cambio de última hora en un vuelo y se va del país esta tarde. No he estado con nadie desde el... —Hizo una pausa para pensar mejor sus palabras—. Desde que nosotros... ya sabes... —Terminó haciendo un movimiento impreciso señalándonos a ambos.
«¿Qué?»
Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras intentaba dejar que me calaran aquellas palabras. No se había acostado con nadie más. Pero ¿eso era posible? Sabía con seguridad que era un donjuán. Yo personalmente había visto la colección siempre creciente de mujeres florero que llevaba a los eventos corporativos, eso sin mencionar las historias sobre él que iban de boca en boca
por todo el edificio. E incluso si lo que estaba diciendo era cierto, eso no cambiaba el hecho de que seguía siendo mi jefe y que todo aquello estaba muy mal.
—¿Todas esas mujeres que se lanzan a tus brazos y no te has tirado a ninguna? Oh, estoy conmovida. —Me volví hacia la puerta.
—No es tan difícil de creer —gruñó y pude sentir su mirada atravesándome la espalda.
—¿Sabes qué? No importa. Todo ha sido un error, ¿no?
—De eso es de lo que quería hablarte. —Se acercó y su olor (a miel y a salvia) me envolvió. De repente me sentí atrapada, como si no hubiera suficiente oxígeno en aquella diminuta habitación.
Necesitaba salir de allí inmediatamente. ¿Qué me había dicho Julia hacía menos de cinco minutos?
Que no me quedara a solas con él. Buen consejo. Me gustaban mucho estas bragas en concreto y no quería verlas hechas jirones y en su bolsillo.
«Vale, eso no es más que una mentira.»
—¿Vas a volver a ver a Joel? —me preguntó desde detrás de mí. Tenía la mano en el picaporte.
Todo lo que tenía que hacer era girarlo y estaría a salvo. Pero me quedé helada, mirando aquella maldita puerta durante lo que me parecieron varios minutos.
—¿Y eso importa?
—Creía que ya habíamos hablado de eso anoche —dijo y noté su aliento cálido en mi pelo.
—Sí, dijimos muchas cosas anoche. —Sus dedos subieron por mi brazo y deslizaron el fino tirante de la camiseta por mi hombro.
—No quería decir que fue un error —susurró contra mi piel—. Me entró el pánico.
—Eso no significa que no sea verdad. —Mi cuerpo se apoyó instintivamente contra él y ladeé un poco la cabeza para permitirle un mejor acceso—. Y ambos lo sabemos.
—De todas formas no debería haberlo dicho. —Me colocó la coleta por encima del hombro y sus suaves labios bajaron por mi espalda—. Vuélvete.
Una palabra. ¿Cómo era posible que esa simple palabra me hiciera cuestionármelo todo? Una cosa era que me apretara contra una pared o me agarrara por la fuerza, pero ahora lo estaba dejando todo a mi elección. Me mordí el labio con fuerza e intenté obligarme a girar el picaporte. De hecho la mano me tembló antes de caer derrotada contra mi costado.
Me volví y levanté la vista para mirarlo a los ojos.
Él apoyó la mano en mi mejilla, rozándome el labio inferior con el pulgar. Nuestras miradas se unieron y justo cuando pensaba que no podría esperar un segundo más, él me acercó a su cuerpo y apretó su boca contra la mía.
En cuanto nos besamos, mi cuerpo dejó de resistirse y de repente parecía que no podía estar lo bastante cerca. El bolso cayó sobre el suelo de baldosas a mis pies y enterré las manos en su pelo, tirando de él hacia mí. Él me apoyó contra la pared y me pasó las manos por el cuerpo, levantándome un poco. Me las metió dentro de los pantalones de yoga y las dejó sobre mi trasero.
—Joder, pero ¿qué llevas? —Se quejó contra mi cuello, con las palmas pasando una y otra vez sobre el satén rosa. Me levantó del todo, yo le rodeé la cintura con las piernas y él me apretó más contra la pared. Gimió y me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes.
Me bajó un lado de la camiseta y se metió uno de mis pezones en la boca. Yo dejé caer la cabeza, que golpeó contra la pared, cuando sentí el roce de su cara sin afeitar contra mi pecho. Un sonido estridente se oyó, sacándome de mi ensimismamiento. Oí que él soltaba un juramento. Era mi teléfono. Me bajó y se apartó. En su cara ya había aparecido su habitual ceño fruncido.
Me arreglé la ropa rápidamente, cogí mi bolso e hice una mueca cuando vi la foto que aparecía en la pantalla.
—Julia —respondí sin aliento.
—______, ¿estás en el baño follándote a ese hombre macizo?
—Ahora mismo vuelvo, ¿vale? —colgué y metí el teléfono en el bolso. Lo miré y sentí que mi lado racional volvía tras la breve interrupción—. Tengo que irme.
—Mira, yo... —Le cortó mi teléfono que volvió a sonar.
Contesté sin molestarme en mirar la pantalla.
—¡Dios, Julia! ¡No estoy aquí follándome a ningún macizo!
—¿______? —la voz confundida de Joel fue la que me llegó a través del teléfono.
—Oh... hola. —«Mierda.» No podía estar pasándome esto a mí.
—Me alegro de oír que no te... estás follando... a ¿un macizo? —dijo Joel riéndose tenso.
—¿Quién es? —preguntó Harry con un gruñido.
Le puse la mano sobre los labios y le dediqué la mirada más sucia que pude.
—Oye, no puedo hablar ahora mismo.
—Sí, siento molestarte un domingo, pero es que no podía dejar de pensar en ti. No quiero crearte ningún problema ni nada, pero justo después de que te fueras comprobé mi correo y tenía una confirmación de que habían entregado tus flores.
—¿Ah, sí? —pregunté con fingido interés. Tenía los ojos fijos en los de Harry.
—Sí, y parece que quien firmó la entrega fue Harry Styles.
Estaba Sara, y ella mejor que nadie podría entender lo desquiciante que podía ser mi jefe macizo.
Pero también trabajaba para Henry y no quería ponerla en una posición incómoda, pidiéndole que guardara un secreto tan grande como aquel. Sabía que Mina no tendría ningún problema en hablar conmigo si se lo pedía, pero había algo en el hecho de que ella fuera parte de la familia, y además sabiendo lo que podía haber oído, que me hacía sentir bastante incómoda.
Había veces que realmente deseaba que mi madre siguiera viva. Solo pensar en ella me produjo un profundo dolor en el pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas. Mudarme allí para pasar los últimos años de su vida con ella había sido la mejor decisión que había tomado en mi vida. Y aunque vivir tan lejos de mi padre y mis amigos había sido duro a veces, sabía que todo ocurre por una razón. Solo deseaba que esa razón se diera prisa y se manifestara de una vez.
¿Podría decírselo a Julia? Tenía que admitir que estaba aterrada por lo que podía pensar de mí. Pero más que eso, estaba aterrada por decírselo en voz alta a alguien.
—Vale, no dejas de mirarme —me dijo—. O tienes algo en mente o te estoy avergonzando porque estoy sudada y horrible.
Intenté no decirle nada, intenté no darle importancia y dejar que pensara que estaba diciendo tonterías. Pero no pude. El peso y la presión de las últimas semanas me estaban aplastando y antes de que pudiera controlarlo, mi barbilla empezó a temblar y empecé a berrear como un bebé.
—Eso era lo que me parecía. Vamos, ______. —Me ofreció la mano, me ayudó a levantarme y, recogiendo todas nuestras cosas, me llevó hacia la puerta.
Veinte minutos, dos mimosas y una crisis nerviosa después, estaba mirando la expresión de espanto de Julia en nuestro restaurante favorito. Se lo conté todo: lo de romperme las bragas, que me gustaba que me rompiera las bragas, los diferentes sitios, los «te odio» de la mitad de las sesiones, que Mina nos había pillado, mi culpa por sentir que estaba traicionando a Elliott y a Anne, lo de Joel, las
declaraciones trogloditas del señor Styles y, por fin, mi miedo a estar en la relación más insana de la historia del mundo y, sin ningún poder en absoluto.
Cuando levanté la vista para mirarla, hice una mueca de dolor; ella tenía una cara como si acabara de ver un accidente de coche.
—Vale, vamos a ver si lo he entendido bien.
Asentí mientras esperaba que continuara.
—Te estás acostando con tu jefe.
Me encogí un poco.
—Bueno, técnicamente no...
Ella levantó la mano para que no terminara la frase.
—Sí, sí. Eso lo he entendido. ¿Y ese es el mismo jefe al que te refieres cariñosamente como «el atractivo cabrón»?
Suspiré profundamente y asentí de nuevo.
—Pero lo odias.
—Correcto —murmuré apartando la mirada—. Odio. Eso es lo que siento: mucho odio.
—No quieres estar con él, pero no puedes mantenerte alejada.
—Dios, suena mucho peor oírselo decir a otra persona —gruñí y escondí la cara entre las manos—. Suena ridículo.
—Pero los momentos sexis... Son buenos —dijo con un toque de humor en la voz.
—«Buenos» no es suficiente para describirlos, Julia. Ni fenomenales, intensos, alucinantes y asombrosos como de multiorgasmo es suficiente para describirlos.
—¿«Asombrosos como de multiorgasmo» existe?
Me froté la cara con las manos y volví a suspirar.
—Cállate.
—Bueno —respondió pensativa y carraspeó—. Supongo que lo de la polla pequeña no era un problema después de todo...
Dejé que mi cabeza cayera sobre mis brazos que estaban encima de la mesa.
—No. No, sin duda eso no es un problema. —Levanté la vista un poco al oír el sonido de risas ahogadas—. ¡Julia! ¡Esto no tiene ninguna gracia!
—Perdona que discrepe. Hasta tú tienes que ver la gran locura que es esto. De todas las personas que he conocido, eres la última que yo habría imaginado que podía acabar en esta situación. Siempre has sido tan seria, con todos y cada uno de los pasos de tu vida planificados. Vamos, has tenido muy pocos novios de verdad y has estado con ellos lo que todo el mundo consideraba una cantidad absurda de tiempo antes de acostaros. Este hombre tiene que ser algo de otro mundo.
—Sé que no hay nada malo en tener una relación puramente sexual con alguien... puedo con eso. Sé que a veces puedo ser demasiado controladora, pero lo peor es el hecho que siento que no tengo control sobre mí misma cuando estoy con él. Es que ni siquiera me gusta y aun así... sigo cayendo.
Julia le dio un sorbo a su mimosa y prácticamente pude ver los engranajes de su cerebro trabajando mientras reflexionaba sobre lo que le acababa de decir.
—¿Qué es lo que te importa?
Levanté la vista para mirar a Julia, comprendiendo por dónde iba.
—Mi trabajo. Mi vida después de esto. Mi valor como empleada. Saber que mi contribución marca la diferencia.
—¿Puedes sentirte bien en todos esos aspectos y follártelo a la vez?
Me encogí de hombros, incapaz de desenmarañar mis pensamientos sobre ese tema.
—No lo sé. Si yo sintiera que son cosas independientes, tal vez. Pero nuestras únicas interacciones se producen en el trabajo. No hay ningún momento en que esto no vaya tanto de trabajo como de sexo.
—Entonces tienes que encontrar una forma de dejar de hacerlo. Necesitas mantener la distancia.
—No es tan fácil —respondí, negando con la cabeza y empecé a divagar—. Trabajo para él. No puedo evitar fácilmente todos los momentos a solas con él. He jurado varias veces que no volveríamos a tener sexo y he vuelto a tenerlo a las pocas horas; es ridículo. Y además, tenemos que ir a un congreso dentro de dos semanas. El mismo hotel, muy cerca todo el tiempo. ¡Y con camas!
—______, pero ¿qué te ocurre? —me preguntó Julia con un tono asombrado—. ¿Es que quieres que esto continúe?
—¡No! ¡Claro que no!
Ella me miró escéptica.
—Lo que pasa... es que soy diferente con él. Es como si quisiera cosas que nunca había querido antes y tal vez debería permitirme querer esas cosas. Solo desearía que fuera otra persona la que me hiciera desearlas, alguien agradable, como Joel por ejemplo. Mi jefe no tiene nada de agradable.
—¿Tu jefe te hace querer qué? ¿Qué te den azotes y esas cosas? —inquirió Julia con una risita, pero cuando yo aparté la vista oí que soltaba una exclamación ahogada—. Oh, Dios mío, ¿te ha dado azotes?
La miré con los ojos como platos.
—Julia, ¿no puedes decirlo más alto? Creo que el tío del fondo no te ha oído. —En cuanto me aseguré de que nadie nos estaba mirando, me aparté unos mechones sueltos de la frente y respondí—. Mira, ya sé que tengo que parar esto, pero yo...
Me detuve porque sentí que se me ponía toda la piel de gallina. Se me quedó el aliento atravesado en la garganta y me volví lentamente para mirar hacia la puerta. Era él, desaliñado y vestido con una camiseta negra y vaqueros, zapatillas de deporte y el pelo más despeinado que de costumbre. Me di la vuelta para mirar a Julia mientras sentía que toda la sangre había abandonado mi cara.
—______, ¿qué ocurre? Parece que hubieras visto un fantasma —dijo Julia extendiendo la mano por encima de la mesa para tocarme el brazo.
Tragué con dificultad en un intento por recuperar mi voz, y después la miré.
—¿Ves a ese hombre que hay junto a la puerta? ¿El alto y guapo? —Ella levantó un poco la cabeza para mirar y yo le di una patada por debajo de la mesa—. ¡No seas tan descarada! Es mi jefe.
Julia abrió mucho los ojos y se quedó con la boca abierta.
—¡Madre mía! —exclamó y negó con la cabeza mientras le miraba de arriba abajo—. No lo decías en broma, ______. Es un cabrón realmente atractivo. No sería yo la que lo echara de mi cama. O mi coche. O el probador. O el ascensor o...
—¡Julia! ¡No me estás ayudando!
—¿Quién es la rubia? —preguntó señalándola.
Me volví para ver cómo un camarero llevaba hasta su mesa al señor Styles con una rubia alta con las piernas muy largas. La mano de él estaba apoyada en la parte baja de la espalda de la chica. Sentí en el pecho una terrible punzada de celos.
—Pero qué cabrón —exclamé entre dientes—. Después de lo que hizo anoche... Tiene que estar de broma.
Justo cuando estaba a punto de responderme, el teléfono de Julia sonó y ella lo buscó en su bolso. El saludo de «¡Hola, cariño!» me comunicó que era su prometido y que esa llamada le iba a llevar un rato.
Volví a mirar al señor Styles, hablando y riéndose con la rubia. No podía apartar los ojos de ellos. Él estaba todavía más atractivo en ese ambiente relajado: sonreía y le bailaban los ojos cuando se reía.
«¡Gilipollas!» Como si hubiera podido oír mis pensamientos, él levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron. Apreté la mandíbula y aparté la vista, tirando la servilleta sobre la mesa. Tenía que salir de allí.
—Ahora vuelvo, Julia.
Ella asintió y me despidió con la mano distraídamente, sin dejar su conversación. Me levanté y pasé junto a su mesa asegurándome de evitar su mirada. Acababa de doblar la esquina y ya veía la seguridad del baño de señoras cuando sentí una mano fuerte en mi antebrazo.
—Espera.
Esa voz provocó un relámpago en mi interior.
«Muy bien, ______, puedes hacerlo. Simplemente vuélvete, míralo y dile que se vaya a la mierda. Es un cabrón que dijo anoche que tú eras un error y hoy aparece con una rubia delante de tus narices.»
Cuadré los hombros y me giré para mirarlo. «Mierda.» De cerca estaba aún más guapo. Nunca le había visto de otra forma que no fuera perfectamente arreglado, pero obviamente no se había afeitado aquella mañana y yo sentí la necesidad desesperada de notar cómo su barba me raspaba las mejillas.
O los muslos.
—¿Qué coño quieres? —le escupí, arrancando el brazo de su mano. Sin la ventaja que me daban los tacones, él era mucho más alto que yo. Tenía que levantar la vista para mirarlo a la cara, pero pude ver unas leves ojeras bajo sus ojos. Parecía cansado. Bueno, le estaba bien empleado. Si pasaba las noches tan mal como yo, eso me alegraba.
Se pasó las manos por el pelo y miró a nuestro alrededor incómodo.
—Quería hablar contigo. Para explicarte lo de anoche.
—¿Y qué hay que explicar? —pregunté señalando con la cabeza hacia el comedor y la rubia que todavía estaba sentada en su mesa. Sentí una presión aguda en el pecho—. «Un cambio de ambiente.» Ya veo. Me alegro de haberte encontrado aquí así... Me recuerda por qué esto que hay entre nosotros es una mala idea. No quiero estar follándome indirectamente a todas las demás mujeres.
—Pero ¿de qué demonios estás hablando? —me preguntó mirándome—. ¿Hablas de Emily?
—¿Así se llama? Bueno, pues que usted y Emily tengan una comida muy agradable, señor Styles. —Me di la vuelta para irme pero me detuvo de nuevo agarrándome el brazo—. Suéltame.
—¿Y por qué te importa?
Nuestra discusión había empezado a atraer la atención del personal que pasaba de camino a la cocina. Después de echar un vistazo alrededor, él me metió en el baño de señoras y cerró la puerta con el pestillo.
«Fantástico, otro baño.»
Le aparté de un empujón cuando se acercó.
—Pero ¿qué crees que estás haciendo? ¿Y qué quieres decir con que por qué me importa? «Follaste» conmigo anoche, diciéndome que no podía querer salir con Joel y ahora estás aquí con otra. No sé por qué he permitido que se me olvidara que eres un mujeriego. Tu comportamiento es justo el que cabía esperar... Con quien estoy enfadada es conmigo. —Estaba tan furiosa que prácticamente me
estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.
—¿Es que crees que estoy aquí con una «cita»? —Soltó el aire lentamente y negó con la cabeza—. Esto es increíble, joder. Emily es una amiga. Dirige una organización sin ánimo de lucro que Styles Media apoya. Eso es todo. Tenía que haber quedado con ella el lunes para firmar unos papeles pero ha tenido un cambio de última hora en un vuelo y se va del país esta tarde. No he estado con nadie desde el... —Hizo una pausa para pensar mejor sus palabras—. Desde que nosotros... ya sabes... —Terminó haciendo un movimiento impreciso señalándonos a ambos.
«¿Qué?»
Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras intentaba dejar que me calaran aquellas palabras. No se había acostado con nadie más. Pero ¿eso era posible? Sabía con seguridad que era un donjuán. Yo personalmente había visto la colección siempre creciente de mujeres florero que llevaba a los eventos corporativos, eso sin mencionar las historias sobre él que iban de boca en boca
por todo el edificio. E incluso si lo que estaba diciendo era cierto, eso no cambiaba el hecho de que seguía siendo mi jefe y que todo aquello estaba muy mal.
—¿Todas esas mujeres que se lanzan a tus brazos y no te has tirado a ninguna? Oh, estoy conmovida. —Me volví hacia la puerta.
—No es tan difícil de creer —gruñó y pude sentir su mirada atravesándome la espalda.
—¿Sabes qué? No importa. Todo ha sido un error, ¿no?
—De eso es de lo que quería hablarte. —Se acercó y su olor (a miel y a salvia) me envolvió. De repente me sentí atrapada, como si no hubiera suficiente oxígeno en aquella diminuta habitación.
Necesitaba salir de allí inmediatamente. ¿Qué me había dicho Julia hacía menos de cinco minutos?
Que no me quedara a solas con él. Buen consejo. Me gustaban mucho estas bragas en concreto y no quería verlas hechas jirones y en su bolsillo.
«Vale, eso no es más que una mentira.»
—¿Vas a volver a ver a Joel? —me preguntó desde detrás de mí. Tenía la mano en el picaporte.
Todo lo que tenía que hacer era girarlo y estaría a salvo. Pero me quedé helada, mirando aquella maldita puerta durante lo que me parecieron varios minutos.
—¿Y eso importa?
—Creía que ya habíamos hablado de eso anoche —dijo y noté su aliento cálido en mi pelo.
—Sí, dijimos muchas cosas anoche. —Sus dedos subieron por mi brazo y deslizaron el fino tirante de la camiseta por mi hombro.
—No quería decir que fue un error —susurró contra mi piel—. Me entró el pánico.
—Eso no significa que no sea verdad. —Mi cuerpo se apoyó instintivamente contra él y ladeé un poco la cabeza para permitirle un mejor acceso—. Y ambos lo sabemos.
—De todas formas no debería haberlo dicho. —Me colocó la coleta por encima del hombro y sus suaves labios bajaron por mi espalda—. Vuélvete.
Una palabra. ¿Cómo era posible que esa simple palabra me hiciera cuestionármelo todo? Una cosa era que me apretara contra una pared o me agarrara por la fuerza, pero ahora lo estaba dejando todo a mi elección. Me mordí el labio con fuerza e intenté obligarme a girar el picaporte. De hecho la mano me tembló antes de caer derrotada contra mi costado.
Me volví y levanté la vista para mirarlo a los ojos.
Él apoyó la mano en mi mejilla, rozándome el labio inferior con el pulgar. Nuestras miradas se unieron y justo cuando pensaba que no podría esperar un segundo más, él me acercó a su cuerpo y apretó su boca contra la mía.
En cuanto nos besamos, mi cuerpo dejó de resistirse y de repente parecía que no podía estar lo bastante cerca. El bolso cayó sobre el suelo de baldosas a mis pies y enterré las manos en su pelo, tirando de él hacia mí. Él me apoyó contra la pared y me pasó las manos por el cuerpo, levantándome un poco. Me las metió dentro de los pantalones de yoga y las dejó sobre mi trasero.
—Joder, pero ¿qué llevas? —Se quejó contra mi cuello, con las palmas pasando una y otra vez sobre el satén rosa. Me levantó del todo, yo le rodeé la cintura con las piernas y él me apretó más contra la pared. Gimió y me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes.
Me bajó un lado de la camiseta y se metió uno de mis pezones en la boca. Yo dejé caer la cabeza, que golpeó contra la pared, cuando sentí el roce de su cara sin afeitar contra mi pecho. Un sonido estridente se oyó, sacándome de mi ensimismamiento. Oí que él soltaba un juramento. Era mi teléfono. Me bajó y se apartó. En su cara ya había aparecido su habitual ceño fruncido.
Me arreglé la ropa rápidamente, cogí mi bolso e hice una mueca cuando vi la foto que aparecía en la pantalla.
—Julia —respondí sin aliento.
—______, ¿estás en el baño follándote a ese hombre macizo?
—Ahora mismo vuelvo, ¿vale? —colgué y metí el teléfono en el bolso. Lo miré y sentí que mi lado racional volvía tras la breve interrupción—. Tengo que irme.
—Mira, yo... —Le cortó mi teléfono que volvió a sonar.
Contesté sin molestarme en mirar la pantalla.
—¡Dios, Julia! ¡No estoy aquí follándome a ningún macizo!
—¿______? —la voz confundida de Joel fue la que me llegó a través del teléfono.
—Oh... hola. —«Mierda.» No podía estar pasándome esto a mí.
—Me alegro de oír que no te... estás follando... a ¿un macizo? —dijo Joel riéndose tenso.
—¿Quién es? —preguntó Harry con un gruñido.
Le puse la mano sobre los labios y le dediqué la mirada más sucia que pude.
—Oye, no puedo hablar ahora mismo.
—Sí, siento molestarte un domingo, pero es que no podía dejar de pensar en ti. No quiero crearte ningún problema ni nada, pero justo después de que te fueras comprobé mi correo y tenía una confirmación de que habían entregado tus flores.
—¿Ah, sí? —pregunté con fingido interés. Tenía los ojos fijos en los de Harry.
—Sí, y parece que quien firmó la entrega fue Harry Styles.
Última edición por Anna. el Dom 25 Mayo 2014, 12:10 pm, editado 1 vez
Anna.
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