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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jajaja si estaba muy celosoAnneleStyles escribió:Jajajajajajjajaja Harold esta celoso
Siguela
enseguida la sigo!
Anna.
Capítulo 12
Capítulo 12
El domingo por la noche, tumbado en la cama, repetí el plan en mi cabeza. Estaba pensando en ella demasiado y de forma diferente. Tenía que ser fuerte y pasar una semana sin tocarla. Era una especie de desintoxicación. Siete días. Podría hacerlo. Siete días sin tocarla y todo eso se habría acabado.
Podría seguir con mi vida. Solo tenía que tomar un par de precauciones.
Primero, no podía permitir verme empujado a discutir con ella. Por alguna razón, para nosotros dos discutir era como una especie de juego preliminar. Segundo: nada de volver a fantasear con ella, nunca. Eso significaba nada de volver a revivir encuentros sexuales, nada de imaginar otros nuevos y nada de visualizarla desnuda o con cualquiera de las partes de mi cuerpo en contacto con las suyas.
Y durante la mayor parte del tiempo las cosas parecieron ir conforme al plan. Estaba en un estado constante de quietud y la semana me pareció que duraba una eternidad, pero aparte de un montón de fantasías obscenas, pude mantener el control. Hice todo lo que pude para ocupar mi tiempo fuera de la oficina, pero durante los ratos que estábamos obligados a estar juntos, yo mantenía una distancia constante y la mayor parte del tiempo nos tratamos el uno al otro con la misma aversión educada que habíamos practicado antes.
Pero juro que ella no dejaba de intentar romper mi determinación. Cada día parecía que la señorita Mills estaba más atractiva que el anterior. Todos los días había algo de su ropa o de lo que hacía que llevaba mi mente a terreno prohibido. Hice el trato conmigo mismo de que no habría más «sesiones» a la hora de comer. Tenía que parar aquello e imaginármela mientras me masturbaba (mierda, imaginármela masturbándose) no me iba a ayudar.
El lunes se dejó el pelo suelto. Y todo en lo que podía pensar mientras estaba sentada al otro lado de la mesa durante una reunión era en enredar mis manos en su pelo mientras ella me la chupaba.
El martes llevaba una falda hasta la rodilla que le marcaba las curvas y esas medias con la costura detrás. Parecía una pin up caracterizada de secretaria sexy.
El miércoles se puso un traje. Eso resultó inesperadamente peor, porque no pude apartar mi mente de cómo sería bajarle esos pantalones por sus largas piernas.
El jueves llevaba una blusa sencilla con el cuello de pico pero las dos veces que se agachó para recogerme el boli le eché un buen vistazo a lo que tenía debajo. Y solo una de las veces fue a propósito.
Para cuando llegó el viernes creí que iba a explotar. No me había masturbado ni una vez en toda la semana e iba por ahí con el peor caso de dolor de huevos conocido por el hombre.
Cuando entré en la oficina el viernes por la mañana recé para que hubiera llamado para decir que estaba enferma. Pero de alguna forma sabía que no iba a tener esa suerte. Estaba cachondo y de un humor especialmente malo y cuando abrí la puerta del despacho estuve a punto de tener un ataque al corazón. Estaba agachada regando una planta, con un vestido de punto color carbón y botas hasta la rodilla. Todas las curvas de su cuerpo estaban allí delante de mí. Alguien ahí arriba tenía que odiarme mucho.
—Buenos días, señor Styles —me dijo dulcemente cuando pasé a su lado, lo que hizo que me detuviera. Algo estaba ocurriendo. Nunca me decía nada con dulzura. La miré suspicaz.
—Buenos días, señorita Mills. Parece estar de un humor excelente esta mañana. ¿Es que ha muerto alguien?
La comisura de su boca se elevó con una sonrisa diabólica.
—Oh, no. Solo estoy contenta por la cena de mañana y por conocer a su amigo Joel. Liam me lo ha contado todo de él. Creo que tenemos mucho en común.
«Hijo de puta.»
—Oh, claro. La cena. Se me había olvidado por completo. Sí, usted y Joel... Bueno, como es un niño de mamá y un cabrón autoritario, los dos seguramente encontrarán una conexión amorosa muy sólida. Me vendría bien una taza de café si va a ir a por una para usted. —Me giré y me encaminé a mi despacho.
Se me ocurrió que tal vez no sería bueno para mí permitir que me hiciera café. Cualquier día me iba a echar algo en él. Arsénico o algo así.
Antes de que me diera tiempo a sentarme, ella llamó a mi puerta.
—Adelante.
Puso el café frente a mí con la fuerza suficiente para que se saliera un poco y cayera sobre lo que ella sabía perfectamente que era una mesa hecha a medida de quince mil dólares, y se volvió para mirarme.
—¿Vamos a hacer la reunión habitual sobre su agenda esta mañana? —Estaba de pie cerca de mi mesa en un lugar bañado por la luz del sol. Unas sombras se proyectaban sobre su vestido, acentuando la curva de sus pechos. Joder, quería meterme uno de sus pezones tensos en la boca. ¿Hacía frío en mi oficina? ¿Cómo podía tener frío ella si yo estaba sudando a mares?
Tenía que salir de allí.
—No. Se me había olvidado que tengo una reunión en el centro esta tarde. Así que me voy dentro de diez minutos y estaré todo el día fuera. Mándeme un email con todos los detalles —le respondí apresuradamente encaminándome a la seguridad y la cobertura de mi mesa.
—No sabía que tenía ninguna reunión fuera de la oficina hoy —dijo escéptica.
—No, no tiene por qué saberlo —le dije—. Es personal.
Cuando no respondió me atreví a mirarla y vi una expresión extraña en su cara. ¿Qué significaba esa cara? Obviamente se la veía enfadada, pero había algo más. Estaba... ¿estaba celosa?
—Oh —respondió mordiéndose el labio inferior—. ¿Es con alguien que yo conozca? —Ella nunca hacía preguntas sobre adónde iba—. Es por si su padre o su hermano le necesitan para algo.
—Bueno... —Hice una pausa para torturarla un poco más—. En estos tiempos, si alguien necesita localizarme para algo puede llamarme al móvil. ¿Algo más, señorita Mills?
Ella dudó un momento antes de levantar la barbilla y cuadrar los hombros.
—Como no va a estar aquí, estaba pensando que me gustaría empezar mi fin de semana un poco más pronto. Quiero hacer unas compras para mañana por la noche.
—No hay problema. La veré mañana.
Nuestras miradas se encontraron por encima de la mesa y la electricidad que había en el aire se hizo tan palpable que pude sentir que se me aceleraba el corazón.
—Espero que su «reunión» sea de lo más agradable —me dijo con los dientes apretados mientras salía y cerraba la puerta tras ella.
Sentí alivio cuando la oí marcharse quince minutos después. Decidí que ya estaba seguro y podía irme, recogí mis cosas y me encaminé hacia la puerta. Me detuvo un hombre que llevaba un enorme ramo de flores.
—¿Puedo ayudarlo en algo? —le pregunté.
Él levantó la vista de su portapapeles y miró a su alrededor antes de responder.
—Tengo una entrega para la señorita _____ Mills.
«Pero ¿qué...? ¿Quién demonios le mandaba flores? ¿Es que estaba saliendo con alguien mientras nosotros...?» Ni siquiera pude terminar ese pensamiento.
—La señorita Mills ha salido a comer. Volverá dentro de una hora —mentí. Tenía que echarle un vistazo a la tarjeta—. Yo se lo firmaré y me aseguraré de que las reciba. —Él puso las flores sobre la mesa.
Firmé rápidamente, le di una propina y me despedí cuando se fue. Durante tres largos minutos me quedé allí de pie, mirando las flores, deseando poder dejar de ser tan idiota y no mirar la tarjeta.
Rosas. Ella odiaba las rosas. Solté una risita porque quien quiera que le hubiera mandado eso no la conocía en absoluto. Hasta yo sabía que no le gustaban las rosas. La había oído decírselo a Sara un día, cuando hablaba de que una de sus citas le había mandado un ramo. Se las había regalado a alguien porque no le gustaba su olor tan fuerte. Finalmente mi curiosidad pudo conmigo y arranqué la tarjeta del ramo.
Esa extraña sensación empezó a expandirse lentamente por mi pecho de nuevo mientras arrugaba la tarjeta en mi puño cerrado.
Recogí las flores de la mesa, salí por la puerta, cerré con llave y caminé por el pasillo hasta el ascensor.
Justo cuando se abrieron las puertas, pasé junto a una papelera y, sin pensármelo dos veces, tiré el jarrón con todo su contenido dentro.
No sabía qué demonios me estaba pasando. Pero sí sabía que de ninguna de las manera ella acabaría saliendo con Joel Cignoli.
Podría seguir con mi vida. Solo tenía que tomar un par de precauciones.
Primero, no podía permitir verme empujado a discutir con ella. Por alguna razón, para nosotros dos discutir era como una especie de juego preliminar. Segundo: nada de volver a fantasear con ella, nunca. Eso significaba nada de volver a revivir encuentros sexuales, nada de imaginar otros nuevos y nada de visualizarla desnuda o con cualquiera de las partes de mi cuerpo en contacto con las suyas.
Y durante la mayor parte del tiempo las cosas parecieron ir conforme al plan. Estaba en un estado constante de quietud y la semana me pareció que duraba una eternidad, pero aparte de un montón de fantasías obscenas, pude mantener el control. Hice todo lo que pude para ocupar mi tiempo fuera de la oficina, pero durante los ratos que estábamos obligados a estar juntos, yo mantenía una distancia constante y la mayor parte del tiempo nos tratamos el uno al otro con la misma aversión educada que habíamos practicado antes.
Pero juro que ella no dejaba de intentar romper mi determinación. Cada día parecía que la señorita Mills estaba más atractiva que el anterior. Todos los días había algo de su ropa o de lo que hacía que llevaba mi mente a terreno prohibido. Hice el trato conmigo mismo de que no habría más «sesiones» a la hora de comer. Tenía que parar aquello e imaginármela mientras me masturbaba (mierda, imaginármela masturbándose) no me iba a ayudar.
El lunes se dejó el pelo suelto. Y todo en lo que podía pensar mientras estaba sentada al otro lado de la mesa durante una reunión era en enredar mis manos en su pelo mientras ella me la chupaba.
El martes llevaba una falda hasta la rodilla que le marcaba las curvas y esas medias con la costura detrás. Parecía una pin up caracterizada de secretaria sexy.
El miércoles se puso un traje. Eso resultó inesperadamente peor, porque no pude apartar mi mente de cómo sería bajarle esos pantalones por sus largas piernas.
El jueves llevaba una blusa sencilla con el cuello de pico pero las dos veces que se agachó para recogerme el boli le eché un buen vistazo a lo que tenía debajo. Y solo una de las veces fue a propósito.
Para cuando llegó el viernes creí que iba a explotar. No me había masturbado ni una vez en toda la semana e iba por ahí con el peor caso de dolor de huevos conocido por el hombre.
Cuando entré en la oficina el viernes por la mañana recé para que hubiera llamado para decir que estaba enferma. Pero de alguna forma sabía que no iba a tener esa suerte. Estaba cachondo y de un humor especialmente malo y cuando abrí la puerta del despacho estuve a punto de tener un ataque al corazón. Estaba agachada regando una planta, con un vestido de punto color carbón y botas hasta la rodilla. Todas las curvas de su cuerpo estaban allí delante de mí. Alguien ahí arriba tenía que odiarme mucho.
—Buenos días, señor Styles —me dijo dulcemente cuando pasé a su lado, lo que hizo que me detuviera. Algo estaba ocurriendo. Nunca me decía nada con dulzura. La miré suspicaz.
—Buenos días, señorita Mills. Parece estar de un humor excelente esta mañana. ¿Es que ha muerto alguien?
La comisura de su boca se elevó con una sonrisa diabólica.
—Oh, no. Solo estoy contenta por la cena de mañana y por conocer a su amigo Joel. Liam me lo ha contado todo de él. Creo que tenemos mucho en común.
«Hijo de puta.»
—Oh, claro. La cena. Se me había olvidado por completo. Sí, usted y Joel... Bueno, como es un niño de mamá y un cabrón autoritario, los dos seguramente encontrarán una conexión amorosa muy sólida. Me vendría bien una taza de café si va a ir a por una para usted. —Me giré y me encaminé a mi despacho.
Se me ocurrió que tal vez no sería bueno para mí permitir que me hiciera café. Cualquier día me iba a echar algo en él. Arsénico o algo así.
Antes de que me diera tiempo a sentarme, ella llamó a mi puerta.
—Adelante.
Puso el café frente a mí con la fuerza suficiente para que se saliera un poco y cayera sobre lo que ella sabía perfectamente que era una mesa hecha a medida de quince mil dólares, y se volvió para mirarme.
—¿Vamos a hacer la reunión habitual sobre su agenda esta mañana? —Estaba de pie cerca de mi mesa en un lugar bañado por la luz del sol. Unas sombras se proyectaban sobre su vestido, acentuando la curva de sus pechos. Joder, quería meterme uno de sus pezones tensos en la boca. ¿Hacía frío en mi oficina? ¿Cómo podía tener frío ella si yo estaba sudando a mares?
Tenía que salir de allí.
—No. Se me había olvidado que tengo una reunión en el centro esta tarde. Así que me voy dentro de diez minutos y estaré todo el día fuera. Mándeme un email con todos los detalles —le respondí apresuradamente encaminándome a la seguridad y la cobertura de mi mesa.
—No sabía que tenía ninguna reunión fuera de la oficina hoy —dijo escéptica.
—No, no tiene por qué saberlo —le dije—. Es personal.
Cuando no respondió me atreví a mirarla y vi una expresión extraña en su cara. ¿Qué significaba esa cara? Obviamente se la veía enfadada, pero había algo más. Estaba... ¿estaba celosa?
—Oh —respondió mordiéndose el labio inferior—. ¿Es con alguien que yo conozca? —Ella nunca hacía preguntas sobre adónde iba—. Es por si su padre o su hermano le necesitan para algo.
—Bueno... —Hice una pausa para torturarla un poco más—. En estos tiempos, si alguien necesita localizarme para algo puede llamarme al móvil. ¿Algo más, señorita Mills?
Ella dudó un momento antes de levantar la barbilla y cuadrar los hombros.
—Como no va a estar aquí, estaba pensando que me gustaría empezar mi fin de semana un poco más pronto. Quiero hacer unas compras para mañana por la noche.
—No hay problema. La veré mañana.
Nuestras miradas se encontraron por encima de la mesa y la electricidad que había en el aire se hizo tan palpable que pude sentir que se me aceleraba el corazón.
—Espero que su «reunión» sea de lo más agradable —me dijo con los dientes apretados mientras salía y cerraba la puerta tras ella.
Sentí alivio cuando la oí marcharse quince minutos después. Decidí que ya estaba seguro y podía irme, recogí mis cosas y me encaminé hacia la puerta. Me detuvo un hombre que llevaba un enorme ramo de flores.
—¿Puedo ayudarlo en algo? —le pregunté.
Él levantó la vista de su portapapeles y miró a su alrededor antes de responder.
—Tengo una entrega para la señorita _____ Mills.
«Pero ¿qué...? ¿Quién demonios le mandaba flores? ¿Es que estaba saliendo con alguien mientras nosotros...?» Ni siquiera pude terminar ese pensamiento.
—La señorita Mills ha salido a comer. Volverá dentro de una hora —mentí. Tenía que echarle un vistazo a la tarjeta—. Yo se lo firmaré y me aseguraré de que las reciba. —Él puso las flores sobre la mesa.
Firmé rápidamente, le di una propina y me despedí cuando se fue. Durante tres largos minutos me quedé allí de pie, mirando las flores, deseando poder dejar de ser tan idiota y no mirar la tarjeta.
Rosas. Ella odiaba las rosas. Solté una risita porque quien quiera que le hubiera mandado eso no la conocía en absoluto. Hasta yo sabía que no le gustaban las rosas. La había oído decírselo a Sara un día, cuando hablaba de que una de sus citas le había mandado un ramo. Se las había regalado a alguien porque no le gustaba su olor tan fuerte. Finalmente mi curiosidad pudo conmigo y arranqué la tarjeta del ramo.
Estoy deseando que llegue la cena.
JOEL CIGNOLI
Esa extraña sensación empezó a expandirse lentamente por mi pecho de nuevo mientras arrugaba la tarjeta en mi puño cerrado.
Recogí las flores de la mesa, salí por la puerta, cerré con llave y caminé por el pasillo hasta el ascensor.
Justo cuando se abrieron las puertas, pasé junto a una papelera y, sin pensármelo dos veces, tiré el jarrón con todo su contenido dentro.
No sabía qué demonios me estaba pasando. Pero sí sabía que de ninguna de las manera ella acabaría saliendo con Joel Cignoli.
Última edición por Anna. el Dom 25 Mayo 2014, 11:59 am, editado 1 vez
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO HARRY ESTA CELOOOOSOO!!! SIGUEEEE!! LOTS OF LOVE XX.
DEEZ
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hi!!!! Estoy desde el movil asi que por adelantqdo te pido dosculpas por los errorrs octograficos. Odio escribir por el movil. En fin, el capitulo me ha encantado. Harry esta celoso uuuuhhhhhhh jajajaja
Lo de las flores ha sido un gesto muy infatntil...eso no se hace tendria que haberle dqdo las flores a rayis cpmenzar a discutir y....bragas rotas!!!!!! Jajaja
tienes que seguir cuanto antes la novela. Me encanta.
Besos xxx
Bye!!!
Lo de las flores ha sido un gesto muy infatntil...eso no se hace tendria que haberle dqdo las flores a rayis cpmenzar a discutir y....bragas rotas!!!!!! Jajaja
tienes que seguir cuanto antes la novela. Me encanta.
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
sube capotulo por favor, es genial esta fic
MariaDirectioner5
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jaja si el muy idiota ahora se muere de celosAnneleStyles escribió:Jajajaja Harold está que revienta
Siguela
enseguida la sigo!!
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
siii, está celoso!Deezy escribió:OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO HARRY ESTA CELOOOOSOO!!! SIGUEEEE!! LOTS OF LOVE XX.
enseguida la sigo
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
No te preocupes, que yo entiendo todo lo que pone! jejeRachel116 escribió:Hi!!!! Estoy desde el movil asi que por adelantqdo te pido dosculpas por los errorrs octograficos. Odio escribir por el movil. En fin, el capitulo me ha encantado. Harry esta celoso uuuuhhhhhhh jajajaja
Lo de las flores ha sido un gesto muy infatntil...eso no se hace tendria que haberle dqdo las flores a rayis cpmenzar a discutir y....bragas rotas!!!!!! Jajaja
tienes que seguir cuanto antes la novela. Me encanta.
Besos xxx
Bye!!!
Sii, el rulitos está celoso!
ahora viene una parte muy interesante!
la sigo en un ratito :)
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Enseguida la sigo!! :)EmmaSin SanAlv escribió:Siguela!! Nena
Emma, besos xoxoxo
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
En unos minutitos subo cap!MariaDirectioner5 escribió:sube capotulo por favor, es genial esta fic
Anna.
Capítulo 13
Capítulo 13
Me pasé la mayor parte del sábado corriendo en el lago, tratando de airearme un poco, de tomar distancia y aclarar mis pensamientos. Pero aun así el viaje de una hora en coche hasta la casa de mis padres me dio mucho tiempo para que volviera la maraña de frustraciones a mi cabeza: la señorita Mills, cómo la odiaba, cuánto la deseaba, las flores que le había enviado Joel. Me arrellané un poco más en el asiento e intenté que el ruido sordo del motor del coche me serenara. Sin embargo, no funcionó.
Los hechos eran los siguientes: me sentía posesivo con ella. No de una forma romántica, sino más bien del tipo: «Darle un golpe en la cabeza, arrastrarla del pelo y follármela», por así decirlo. Como si ella fuera mi juguete y yo no quisiera que ninguno de los demás niños del parque jugaran con él. ¿No era eso muy enfermizo? Si ella me oyera alguna vez admitir tal cosa, me cortaría los huevos y me los haría comer.
Ahora la cuestión era saber cómo proceder. Obviamente Joel estaba interesado. ¿Cómo no iba a estarlo? Todo lo que le había llegado era información de segunda mano de mi familia, que obviamente la adoraba, y estaba seguro de que le habían enseñado por lo menos una fotografía. Si yo solo supiera eso de ella, también estaría interesado. Pero no había forma de que él llegara a tener una conversación con ella y la encontrara igual de atractiva.
«A menos que solo quiera follársela...»
El sonido del cuero del volante chirriando bajo mis manos me dejó claro que era mejor que no pensara en eso.
Él no habría accedido a conocerla en la casa de mis padres si no quisiera de ella más que sexo, ¿verdad? Sopesé esa idea. Tal vez sí que quería conocerla mejor. Mierda, incluso yo tenía que admitir que estuve un poco intrigado antes de que llegáramos a hablar. Por supuesto eso no me duró mucho y después ella ha demostrado ser una de las personas más exasperantes que he conocido en la vida.
Desgraciadamente para mí, el sexo con ella es el mejor que he tenido.
Joder, mejor que él no llegara tan lejos con ella. No estaba seguro de tener un buen sitio para esconder un cuerpo por allí.
Los hechos eran los siguientes: me sentía posesivo con ella. No de una forma romántica, sino más bien del tipo: «Darle un golpe en la cabeza, arrastrarla del pelo y follármela», por así decirlo. Como si ella fuera mi juguete y yo no quisiera que ninguno de los demás niños del parque jugaran con él. ¿No era eso muy enfermizo? Si ella me oyera alguna vez admitir tal cosa, me cortaría los huevos y me los haría comer.
Ahora la cuestión era saber cómo proceder. Obviamente Joel estaba interesado. ¿Cómo no iba a estarlo? Todo lo que le había llegado era información de segunda mano de mi familia, que obviamente la adoraba, y estaba seguro de que le habían enseñado por lo menos una fotografía. Si yo solo supiera eso de ella, también estaría interesado. Pero no había forma de que él llegara a tener una conversación con ella y la encontrara igual de atractiva.
«A menos que solo quiera follársela...»
El sonido del cuero del volante chirriando bajo mis manos me dejó claro que era mejor que no pensara en eso.
Él no habría accedido a conocerla en la casa de mis padres si no quisiera de ella más que sexo, ¿verdad? Sopesé esa idea. Tal vez sí que quería conocerla mejor. Mierda, incluso yo tenía que admitir que estuve un poco intrigado antes de que llegáramos a hablar. Por supuesto eso no me duró mucho y después ella ha demostrado ser una de las personas más exasperantes que he conocido en la vida.
Desgraciadamente para mí, el sexo con ella es el mejor que he tenido.
Joder, mejor que él no llegara tan lejos con ella. No estaba seguro de tener un buen sitio para esconder un cuerpo por allí.
Todavía recuerdo el momento en que la vi por primera vez. Mis padres vinieron a visitarme por Navidad cuando todavía vivía en el extranjero y uno de mis regalos fue un marco de fotos digital.
Mientras miraba las fotos con mi madre, paré la presentación en una de mis padres de pie junto a una chica muy guapa de pelo castaño.
—¿Quién es la que está contigo y con papá? —le pregunté.
Mamá me dijo que se llamaba ______ Mills y que trabajaba de asistente para mi padre y empezó a contarme todo tipo de maravillas. No tendría más de veinte años en la foto, pero su belleza natural era deslumbrante.
A lo largo de los años su cara aparecía de vez en cuando en las fotos que me enviaba mi madre: recepciones de la empresa, fiestas de Navidad e incluso fiestas en la casa. Su nombre también salía ocasionalmente cuando me contaba historias de los contratiempos habituales del trabajo y la familia.
Así que cuando se tomó la decisión de que volvería a casa y me ocuparía de la dirección de operaciones, mi padre me explicó que ______ acababa de terminar su licenciatura en empresariales en la Universidad Northwestern, que había obtenido una beca para un máster que requería experiencia en el mundo real y que mi trabajo era la posición perfecta para ser su tutor durante un año. Mi familia la quería y confiaba en ella, y el hecho de que ni mi padre ni mi hermano tuvieran ninguna reserva sobre su capacidad para desempeñar el puesto a mí me lo decía todo. Accedí inmediatamente. Estaba un poco preocupado porque mi opinión sobre su apariencia interfiriera con mi capacidad para ser su jefe, pero me tranquilicé rápidamente diciéndome que el mundo estaba lleno de mujeres preciosas y que me resultaría fácil separar ambos aspectos.
Oh, qué estúpido fui.
Y ahora podía ver perfectamente todos los errores que había cometido durante los últimos meses, cómo, incluso desde aquel primer día, todo me había llevado al punto en el que me encontraba entonces.
Para complicar aún más las cosas, últimamente parecía que no podía llegar a nada con nadie sin pensar en ella. Solo pensar lo que había pasado la última vez me provocaba una mueca de dolor.
Había sido unos días antes del «incidente de la ventana», como yo lo llamaba. Yo tenía que asistir a una gala de una organización benéfica. Al entrar en el despacho me quedé impresionado al ver a la señorita Mills con un vestido azul increíblemente sexy que no le había visto nunca antes. En cuanto la vi, quise tirarla sobre la mesa y follármela sin parar.
Toda esa noche, con mi bellísima acompañante rubia a mi lado, estuve distraído. Sabía que estaba llegando al final de mi resistencia y que en algún momento todo iba a volar por los aires. No tenía ni idea de lo pronto que iba a ser eso.
Traté de probarme a mí mismo que la señorita Mills no se me estaba metiendo así en la cabeza, yéndome a casa con la rubia. Entramos a trompicones en su apartamento y nos besamos y nos desnudamos muy rápido, pero todo se enfrió. No es que ella no fuera lo bastante sexy e interesante, pero cuando la tumbé en la cama era castaño el pelo que yo veía esparcido sobre la almohada. Al
besarle los pechos lo que quería sentir era unos pechos suaves y abundantes, no aquellos de silicona.
Incluso mientras me estaba poniendo el condón y acercándome a ella, sabía que era un cuerpo sin cara que estaba utilizando para satisfacer mis propias necesidades egoístas.
Intenté mantener a ______ lejos de mis pensamientos pero fui incapaz de detener esas imágenes prohibidas de cómo sería tenerla debajo de mí. Solo entonces conseguí empalmarme del todo y me puse rápidamente encima de aquella chica, odiándome al instante por ello. Ahora me sentaba peor ese recuerdo que cuando pasó, porque ahora la había dejado meterse en mi cabeza y quedarse allí.
Si podía soportar aquella noche, las cosas iban a ser más fáciles. Aparqué el coche y empecé a repetirme mentalmente: «Puedes hacerlo. Puedes hacerlo».
—¿Mamá? —llamé mientras miraba en todas las habitaciones.
—Aquí fuera, Harry.
Oí que la respuesta llegaba desde el patio trasero.
Abrí las puertas y me saludó la sonrisa de mi madre que estaba dándole los últimos toques a la mesa que había puesto fuera.
Me incliné para que pudiera darme un beso.
—¿Por qué vamos a cenar aquí esta noche?
—Hace una noche preciosa y he pensado que estaríamos todos más cómodos aquí que sentados en un comedor atestado. No creo que le moleste a nadie, ¿tú qué crees?
—No, claro que no —respondí—. Se está muy bien aquí. No te preocupes.
Y realmente se estaba muy bien. El patio estaba cubierto por una enorme pérgola blanca con las vigas envueltas por enredaderas trepadoras muy tupidas. En el medio había una gran mesa rectangular en la que cabían ocho personas, cubierta con un suave mantel color marfil y la porcelana favorita de mi madre. Había velas y flores azules sobresaliendo de pequeños recipientes plateados por toda la mesa y un candelabro de hierro forjado emitía una luz vacilante por encima de nuestras cabezas.
—Sabes que ni yo voy a ser capaz de evitar que Sofia acabe tirando todo esto de la mesa, ¿verdad?—dije metiéndome una uva en la boca.
—Oh, se va a quedar con los padres de Mina esta noche. Y menos mal —continuó—, porque si estuviera aquí acapararía toda la atención.
«Mierda.» Si estuviera Sofia poniéndome caritas desde el otro lado de la mesa al menos tendría algo con lo que distraerme de la presencia de Joel.
—Esta noche es para ______. Me encantaría que ella y Joel conectaran. —Ella siguió yendo de acá para allá por el patio, encendiendo velas y haciendo ajustes de última hora, completamente ajena a mi angustia.
Estaba jodido. Contemplé un segundo la idea de huir de todo aquello cuando oí a Liam... Puntual por una vez.
—¿Dónde está todo el mundo? —gritó y su voz profunda resonó en la casa vacía.
Le abrí la puerta a mi madre y al entrar encontramos a mi hermano en la cocina.
—¿Y qué, Harry? —dijo mientras apoyaba su cuerpo larguirucho contra la encimera—. ¿Ansioso por lo de esta noche?
Esperé hasta que mi madre volvió a salir de la habitación para mirarlo con escepticismo.
—Supongo que sí —respondí intentando parecer muy informal—. Creo que mamá ha hecho barritas de limón. Mis favoritas.
—Pero qué mentiroso eres. Yo estoy deseando ver a Cignoli intentando ligar con ______ delante de todo el mundo. Va a ser una noche entretenida, ¿no crees?
Justo cuando Liam estaba arrancando un trozo de pan, entró Mina y le apartó las manos.
—¿Es que quieres que tu madre se enfade porque le estropeas la cena que ha planeado? Haz el favor de ser agradable esta noche, Liam. Nada de provocar a ______ ni de bromear con ella. Seguro que está muy nerviosa por todo esto. Dios sabe que ya tiene bastante con soportar a este —dijo señalándome.
—Pero ¿qué dices? —Ya me estaba cansando de aquel club de fans enfervorecidos de ______ Mills—. Yo no le hago nunca nada.
—Harry. —Mi padre estaba de pie en el umbral haciéndome un gesto para que me acercara a él. Salí de la cocina y lo seguí a su estudio—. Por favor compórtate lo mejor que puedas esta noche. Sé que tú y ______ no os lleváis bien, pero está en nuestra casa, no en tu oficina, y espero que aquí la trates con respeto.
Apreté la mandíbula con fuerza y asentí mientras pensaba en todas las formas en que la había faltado al respeto durante las últimas semanas.
Fui al baño un momento y justo entonces llegó Joel, con una botella de vino y unas cuantas variaciones de sus efusivos saludos: «¡Oh, estás fantástica!» para mamá, «¿Cómo está la niña?» para Mina, y una recia combinación de apretón de manos y abrazo para Liam y papá.
Yo me quedé algo separado de los demás en el vestíbulo, preparándome mentalmente para la noche que me esperaba.
Habíamos sido muy amigos de Joel mientras crecíamos y en el instituto, pero no le había visto desde que volví a casa. No había cambiado mucho. Era un poco más bajo que yo, con una constitución delgada, pelo muy negro y ojos azules. Supongo que algunas mujeres lo considerarían atractivo.
—¡Harry! —Apretón de manos, abrazo masculino—. Dios, tío. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Mucho, Joel. Creo que desde justo después del instituto —le respondí estrechándole la mano con fuerza—. ¿Qué tal estás?
—Genial. A mí me han ido las cosas muy bien. ¿Y a ti? He visto fotos tuyas en revistas, así que supongo que a ti también te ha ido bastante bien. —Me dio unas palmaditas en el hombro amistosamente.
«Qué idiota.»
Yo asentí y le devolví una sonrisa forzada. Decidí que necesitaba unos minutos más para pensar, me disculpé y subí arriba, a lo que había sido mi antigua habitación.
Nada más cruzar la puerta me sentí más tranquilo. La habitación había cambiado poco desde que yo tenía dieciocho. Incluso cuando estaba en el extranjero, mis padres la mantuvieron prácticamente igual que cuando me fui a la universidad. Me senté en mi antigua cama y pensé en cómo me sentiría si la señorita Mills tuviera algo que ver con Joel. Realmente era un tío majo, y aunque odiaba admitirlo, había una posibilidad real de que congeniaran. Pero solo pensar en otro hombre tocándola hacía que todos los músculos de mi cuerpo se pusieran en tensión. Volví mentalmente al momento en el coche en el que le había dicho a ella que no podía parar. Incluso ahora, a pesar de todas mis bravuconerías falsas, seguía sin saber si podía hacerlo.
Oí que volvían los saludos y la voz de Joel en el piso de abajo y decidí que era hora de ser un hombre y enfrentarme a lo que estuviera por venir.
Cuando llegué al último rellano la vi. Me daba la espalda, pero me quedé sin aire en los pulmones.
Llevaba un vestido blanco.
¿Por qué tenía que ser blanco?
Era una especie de vestidito de verano muy de niña, que le llegaba justo por encima de la rodilla y dejaba a la vista sus largas piernas. La parte de arriba era de la misma tela y tenía lacitos que se ataban encima de los hombros. No podía pensar en otra cosa que en cuánto me gustaría soltar esos lacitos y ver la prenda caerle hasta la cintura. O tal vez hasta el suelo.
Nuestras miradas se encontraron desde diferentes extremos de la habitación y ella sonrió con una sonrisa tan genuina y feliz que durante un segundo incluso me la creí.
—Hola, señor Styles.
Mis labios se elevaron un poco al verla hacer su papel delante de mi familia.
—Señorita Mills —respondí con un gesto de la cabeza. Nuestras miradas no se separaron ni cuando mi madre llamó a todo el mundo para que saliera al patio a tomar algo antes de cenar.
Cuando pasó a mi lado, hablé en un tono tan bajo que solo ella pudo oír.
—¿Una buena tarde de compras ayer?
Sus ojos se encontraron con los míos con esa sonrisa angelical en la cara.
—Eso te gustaría a ti saber. —Me rozó al pasar y sentí que todo mi cuerpo se tensaba—. Por cierto, ha llegado una nueva línea de ligueros —me susurró antes de seguir a los demás al exterior.
Me quedé parado y la boca se me abrió a la vez que mi mente volvía acelerada a nuestro escarceo en el probador de La Perla.
Un poco más adelante, Joel se acercó a ella.
—Espero que no te importara que te mandara flores ayer a la oficina. Admito que tal vez es un poco excesivo, pero estaba deseando conocerte.
Sentí que se me hacía un nudo en el estómago cuando las palabras de Joel me sacaron de mi ensoñación lujuriosa.
Ella se volvió hacia mí.
—¿Flores? ¿Me llevaron flores?
Yo me encogí de hombros y negué con la cabeza.
—Me fui pronto, ¿se acuerda?
Salí a prepararme un gimlet de vodka Belvedere.
Según fue avanzando la noche, no pude evitar estar pendiente de ella por el rabillo del ojo. Cuando la cena por fin empezó, era evidente que las cosas entre ella y Joel iban muy bien. Incluso flirteaba con él.
—______, el señor y la señora Styles me han contado que eres de Dakota del Norte. —La voz de Joel interrumpió otra fantasía, esta vez de mi puño golpeando su mandíbula. Levanté la vista para ver cómo le sonreía cálidamente.
—Así es. Mi padre es dentista en Bismarck. Nunca he sido una chica de ciudad. Hasta Fargo me parecía demasiado grande. —Se me escapó una risita y su mirada se dirigió directamente hacia mí—. ¿Le divierte, señor Styles?
Reí entre dientes mientras le daba un sorbo a mi bebida, mirándola por encima del borde del vaso.
—Lo siento, señorita Mills. Es que me resulta fascinante que no le gusten las ciudades grandes, pero que haya escogido la tercera ciudad más importante de Estados Unidos para ir a la universidad y... todo lo que ha venido después.
La expresión de sus ojos me dijo que, en otras circunstancias, yo ya estaría desnudo y encima de ella o tumbado en el suelo sobre un charco de mi propia sangre.
—La verdad, señor Styles —dijo con la sonrisa volviendo a su cara—, es que mi padre volvió a casarse y como mi madre nació aquí, vine a pasar un tiempo con ella hasta que murió.
Me miró fijamente durante un momento y tengo que admitir que sentí una punzada de culpa en el pecho. Pero desapareció en cuanto volvió a mirar a Joel y se mordió el labio de esa forma tan inocente que solo ella podía hacer parecer tan sexy.
«Deja de flirtear con él.»
Cerré los puños mientras los dos seguían hablando. Pero varios minutos después me quedé helado.
«¿Podía ser?» Sí, eso sin duda era su pie subiendo por la pernera de mi pantalón. Menuda pícara diabólica estaba hecha, tocándome a mí mientras mantenía una conversación con un hombre que ambos sabíamos que no podría satisfacerla. Observé sus labios que se cerraban alrededor del tenedor y se me puso dura cuando se pasó la lengua lentamente por los labios para eliminar los restos de salsa
marinera que le había dejado el pescado.
—Vaya, del mejor cinco por ciento de tu clase en Northwestern. ¡Qué bien! —dijo Joel y después me miró—. Seguro que estás contento de tener a alguien tan increíble trabajando para ti, ¿no?
______ tosió levemente, trayendo la servilleta que tenía en el regazo para cubrirse la boca. Yo sonreí y la miré a ella y después a Joel.
—Sí, es increíble tener a la señorita Mills a mis órdenes. Ella siempre consigue acabar todo el trabajo.
—Oh, Harry. Qué amable por tu parte —exclamó mi madre y yo vi cómo la cara de la señorita Mills empezaba a enrojecer. Mi sonrisa desapareció cuando sentí su pie encima de mi entrepierna.
Entonces presionó muy levemente contra mi erección. «Madre de Dios.» Ahora me tocó toser a mí, a punto de atragantarme con mi cóctel.
—¿Está bien, señor Styles? —me preguntó con fingida preocupación y yo asentí mirándola fijamente como si quisiera matarla. Ella se encogió de hombros y volvió a Joel—. ¿Y tú? ¿Eres de Chicago?
Continuó frotando suavemente contra mí el dedo del pie y yo intenté mantener el control de mi respiración y mi expresión neutral. Cuando Joel empezó a contarle cosas sobre su infancia y la época en que fue al colegio con nosotros, para acabar hablándole de su negocio de contabilidad que iba viento en popa, vi que su expresión cambiaba de una de fingido interés a una de genuina intriga.
«Mierda, no.»
Metí la mano izquierda debajo del mantel y encontré la piel de su tobillo. La vi sobresaltarse un poco por mi contacto. Empecé a mover los dedos en leves círculos, le pasé el pulgar por el arco del pie y me sentí satisfecho cuando la oí pedirle a Joel que le repitiera lo que acababa de decir.
Pero entonces él dijo que le gustaría quedar con ella algún día de esa semana para comer. Mi mano pasó a cubrirle la parte superior del pie y a apretarlo con más fuerza contra mi erección.
Ella sonrió burlona.
—Podrás prescindir de ella durante la comida ¿no, Harry? —me preguntó Joel con una sonrisa alegre y el brazo descansando sobre el respaldo de la silla de ______.
Necesité todo mi autocontrol para no saltar por encima de la mesa y arrancárselo.
—Oh, hablando de citas para comer, Harry —interrumpió Mina tocándome el brazo con la mano—. ¿Te acuerdas de mi amiga Megan? La conociste el mes pasado en nuestra casa. Veintitantos, de mi altura, pelo rubio, ojos azules. Bueno, me ha pedido tu número. ¿Te interesa?
Miré a ______ cuando sentí los tendones de su pie tensarse y la vi tragar lentamente mientras esperaba mi respuesta.
—Claro. Ya sabes que prefiero las rubias. Puede ser un cambio agradable.
Tuve que contenerme para no chillar cuando bajó el talón y me apretó los testículos contra la silla.
Los mantuvo allí durante un segundo, levantó la servilleta y se limpió la boca.
—Disculpadme, tengo que ir al servicio.
Cuando ella entró en la casa, toda mi familia me miró con el ceño fruncido.
—Harry —dijo mi padre con los dientes apretados—. Creía que ya habíamos hablado de esto.
Cogí mi copa y me la llevé a los labios.
—No sé a qué te refieres.
—Harry —añadió mi madre—, creo que deberías ir a pedirle disculpas.
—¿Por qué? —pregunté dejando mi copa sobre la mesa con demasiada fuerza.
—¡Harry! —exclamó mi padre levantando la voz, lo que no dejaba posibilidad alguna de discusión.
Tiré la servilleta sobre mi plato y me aparté de la mesa. Crucé la casa como una flecha buscándola en los baños de las dos primeras plantas, hasta que al llegar a la tercera vi que la puerta del baño estaba cerrada.
Mientras miraba las fotos con mi madre, paré la presentación en una de mis padres de pie junto a una chica muy guapa de pelo castaño.
—¿Quién es la que está contigo y con papá? —le pregunté.
Mamá me dijo que se llamaba ______ Mills y que trabajaba de asistente para mi padre y empezó a contarme todo tipo de maravillas. No tendría más de veinte años en la foto, pero su belleza natural era deslumbrante.
A lo largo de los años su cara aparecía de vez en cuando en las fotos que me enviaba mi madre: recepciones de la empresa, fiestas de Navidad e incluso fiestas en la casa. Su nombre también salía ocasionalmente cuando me contaba historias de los contratiempos habituales del trabajo y la familia.
Así que cuando se tomó la decisión de que volvería a casa y me ocuparía de la dirección de operaciones, mi padre me explicó que ______ acababa de terminar su licenciatura en empresariales en la Universidad Northwestern, que había obtenido una beca para un máster que requería experiencia en el mundo real y que mi trabajo era la posición perfecta para ser su tutor durante un año. Mi familia la quería y confiaba en ella, y el hecho de que ni mi padre ni mi hermano tuvieran ninguna reserva sobre su capacidad para desempeñar el puesto a mí me lo decía todo. Accedí inmediatamente. Estaba un poco preocupado porque mi opinión sobre su apariencia interfiriera con mi capacidad para ser su jefe, pero me tranquilicé rápidamente diciéndome que el mundo estaba lleno de mujeres preciosas y que me resultaría fácil separar ambos aspectos.
Oh, qué estúpido fui.
Y ahora podía ver perfectamente todos los errores que había cometido durante los últimos meses, cómo, incluso desde aquel primer día, todo me había llevado al punto en el que me encontraba entonces.
Para complicar aún más las cosas, últimamente parecía que no podía llegar a nada con nadie sin pensar en ella. Solo pensar lo que había pasado la última vez me provocaba una mueca de dolor.
Había sido unos días antes del «incidente de la ventana», como yo lo llamaba. Yo tenía que asistir a una gala de una organización benéfica. Al entrar en el despacho me quedé impresionado al ver a la señorita Mills con un vestido azul increíblemente sexy que no le había visto nunca antes. En cuanto la vi, quise tirarla sobre la mesa y follármela sin parar.
Toda esa noche, con mi bellísima acompañante rubia a mi lado, estuve distraído. Sabía que estaba llegando al final de mi resistencia y que en algún momento todo iba a volar por los aires. No tenía ni idea de lo pronto que iba a ser eso.
Traté de probarme a mí mismo que la señorita Mills no se me estaba metiendo así en la cabeza, yéndome a casa con la rubia. Entramos a trompicones en su apartamento y nos besamos y nos desnudamos muy rápido, pero todo se enfrió. No es que ella no fuera lo bastante sexy e interesante, pero cuando la tumbé en la cama era castaño el pelo que yo veía esparcido sobre la almohada. Al
besarle los pechos lo que quería sentir era unos pechos suaves y abundantes, no aquellos de silicona.
Incluso mientras me estaba poniendo el condón y acercándome a ella, sabía que era un cuerpo sin cara que estaba utilizando para satisfacer mis propias necesidades egoístas.
Intenté mantener a ______ lejos de mis pensamientos pero fui incapaz de detener esas imágenes prohibidas de cómo sería tenerla debajo de mí. Solo entonces conseguí empalmarme del todo y me puse rápidamente encima de aquella chica, odiándome al instante por ello. Ahora me sentaba peor ese recuerdo que cuando pasó, porque ahora la había dejado meterse en mi cabeza y quedarse allí.
Si podía soportar aquella noche, las cosas iban a ser más fáciles. Aparqué el coche y empecé a repetirme mentalmente: «Puedes hacerlo. Puedes hacerlo».
—¿Mamá? —llamé mientras miraba en todas las habitaciones.
—Aquí fuera, Harry.
Oí que la respuesta llegaba desde el patio trasero.
Abrí las puertas y me saludó la sonrisa de mi madre que estaba dándole los últimos toques a la mesa que había puesto fuera.
Me incliné para que pudiera darme un beso.
—¿Por qué vamos a cenar aquí esta noche?
—Hace una noche preciosa y he pensado que estaríamos todos más cómodos aquí que sentados en un comedor atestado. No creo que le moleste a nadie, ¿tú qué crees?
—No, claro que no —respondí—. Se está muy bien aquí. No te preocupes.
Y realmente se estaba muy bien. El patio estaba cubierto por una enorme pérgola blanca con las vigas envueltas por enredaderas trepadoras muy tupidas. En el medio había una gran mesa rectangular en la que cabían ocho personas, cubierta con un suave mantel color marfil y la porcelana favorita de mi madre. Había velas y flores azules sobresaliendo de pequeños recipientes plateados por toda la mesa y un candelabro de hierro forjado emitía una luz vacilante por encima de nuestras cabezas.
—Sabes que ni yo voy a ser capaz de evitar que Sofia acabe tirando todo esto de la mesa, ¿verdad?—dije metiéndome una uva en la boca.
—Oh, se va a quedar con los padres de Mina esta noche. Y menos mal —continuó—, porque si estuviera aquí acapararía toda la atención.
«Mierda.» Si estuviera Sofia poniéndome caritas desde el otro lado de la mesa al menos tendría algo con lo que distraerme de la presencia de Joel.
—Esta noche es para ______. Me encantaría que ella y Joel conectaran. —Ella siguió yendo de acá para allá por el patio, encendiendo velas y haciendo ajustes de última hora, completamente ajena a mi angustia.
Estaba jodido. Contemplé un segundo la idea de huir de todo aquello cuando oí a Liam... Puntual por una vez.
—¿Dónde está todo el mundo? —gritó y su voz profunda resonó en la casa vacía.
Le abrí la puerta a mi madre y al entrar encontramos a mi hermano en la cocina.
—¿Y qué, Harry? —dijo mientras apoyaba su cuerpo larguirucho contra la encimera—. ¿Ansioso por lo de esta noche?
Esperé hasta que mi madre volvió a salir de la habitación para mirarlo con escepticismo.
—Supongo que sí —respondí intentando parecer muy informal—. Creo que mamá ha hecho barritas de limón. Mis favoritas.
—Pero qué mentiroso eres. Yo estoy deseando ver a Cignoli intentando ligar con ______ delante de todo el mundo. Va a ser una noche entretenida, ¿no crees?
Justo cuando Liam estaba arrancando un trozo de pan, entró Mina y le apartó las manos.
—¿Es que quieres que tu madre se enfade porque le estropeas la cena que ha planeado? Haz el favor de ser agradable esta noche, Liam. Nada de provocar a ______ ni de bromear con ella. Seguro que está muy nerviosa por todo esto. Dios sabe que ya tiene bastante con soportar a este —dijo señalándome.
—Pero ¿qué dices? —Ya me estaba cansando de aquel club de fans enfervorecidos de ______ Mills—. Yo no le hago nunca nada.
—Harry. —Mi padre estaba de pie en el umbral haciéndome un gesto para que me acercara a él. Salí de la cocina y lo seguí a su estudio—. Por favor compórtate lo mejor que puedas esta noche. Sé que tú y ______ no os lleváis bien, pero está en nuestra casa, no en tu oficina, y espero que aquí la trates con respeto.
Apreté la mandíbula con fuerza y asentí mientras pensaba en todas las formas en que la había faltado al respeto durante las últimas semanas.
Fui al baño un momento y justo entonces llegó Joel, con una botella de vino y unas cuantas variaciones de sus efusivos saludos: «¡Oh, estás fantástica!» para mamá, «¿Cómo está la niña?» para Mina, y una recia combinación de apretón de manos y abrazo para Liam y papá.
Yo me quedé algo separado de los demás en el vestíbulo, preparándome mentalmente para la noche que me esperaba.
Habíamos sido muy amigos de Joel mientras crecíamos y en el instituto, pero no le había visto desde que volví a casa. No había cambiado mucho. Era un poco más bajo que yo, con una constitución delgada, pelo muy negro y ojos azules. Supongo que algunas mujeres lo considerarían atractivo.
—¡Harry! —Apretón de manos, abrazo masculino—. Dios, tío. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Mucho, Joel. Creo que desde justo después del instituto —le respondí estrechándole la mano con fuerza—. ¿Qué tal estás?
—Genial. A mí me han ido las cosas muy bien. ¿Y a ti? He visto fotos tuyas en revistas, así que supongo que a ti también te ha ido bastante bien. —Me dio unas palmaditas en el hombro amistosamente.
«Qué idiota.»
Yo asentí y le devolví una sonrisa forzada. Decidí que necesitaba unos minutos más para pensar, me disculpé y subí arriba, a lo que había sido mi antigua habitación.
Nada más cruzar la puerta me sentí más tranquilo. La habitación había cambiado poco desde que yo tenía dieciocho. Incluso cuando estaba en el extranjero, mis padres la mantuvieron prácticamente igual que cuando me fui a la universidad. Me senté en mi antigua cama y pensé en cómo me sentiría si la señorita Mills tuviera algo que ver con Joel. Realmente era un tío majo, y aunque odiaba admitirlo, había una posibilidad real de que congeniaran. Pero solo pensar en otro hombre tocándola hacía que todos los músculos de mi cuerpo se pusieran en tensión. Volví mentalmente al momento en el coche en el que le había dicho a ella que no podía parar. Incluso ahora, a pesar de todas mis bravuconerías falsas, seguía sin saber si podía hacerlo.
Oí que volvían los saludos y la voz de Joel en el piso de abajo y decidí que era hora de ser un hombre y enfrentarme a lo que estuviera por venir.
Cuando llegué al último rellano la vi. Me daba la espalda, pero me quedé sin aire en los pulmones.
Llevaba un vestido blanco.
¿Por qué tenía que ser blanco?
Era una especie de vestidito de verano muy de niña, que le llegaba justo por encima de la rodilla y dejaba a la vista sus largas piernas. La parte de arriba era de la misma tela y tenía lacitos que se ataban encima de los hombros. No podía pensar en otra cosa que en cuánto me gustaría soltar esos lacitos y ver la prenda caerle hasta la cintura. O tal vez hasta el suelo.
Nuestras miradas se encontraron desde diferentes extremos de la habitación y ella sonrió con una sonrisa tan genuina y feliz que durante un segundo incluso me la creí.
—Hola, señor Styles.
Mis labios se elevaron un poco al verla hacer su papel delante de mi familia.
—Señorita Mills —respondí con un gesto de la cabeza. Nuestras miradas no se separaron ni cuando mi madre llamó a todo el mundo para que saliera al patio a tomar algo antes de cenar.
Cuando pasó a mi lado, hablé en un tono tan bajo que solo ella pudo oír.
—¿Una buena tarde de compras ayer?
Sus ojos se encontraron con los míos con esa sonrisa angelical en la cara.
—Eso te gustaría a ti saber. —Me rozó al pasar y sentí que todo mi cuerpo se tensaba—. Por cierto, ha llegado una nueva línea de ligueros —me susurró antes de seguir a los demás al exterior.
Me quedé parado y la boca se me abrió a la vez que mi mente volvía acelerada a nuestro escarceo en el probador de La Perla.
Un poco más adelante, Joel se acercó a ella.
—Espero que no te importara que te mandara flores ayer a la oficina. Admito que tal vez es un poco excesivo, pero estaba deseando conocerte.
Sentí que se me hacía un nudo en el estómago cuando las palabras de Joel me sacaron de mi ensoñación lujuriosa.
Ella se volvió hacia mí.
—¿Flores? ¿Me llevaron flores?
Yo me encogí de hombros y negué con la cabeza.
—Me fui pronto, ¿se acuerda?
Salí a prepararme un gimlet de vodka Belvedere.
Según fue avanzando la noche, no pude evitar estar pendiente de ella por el rabillo del ojo. Cuando la cena por fin empezó, era evidente que las cosas entre ella y Joel iban muy bien. Incluso flirteaba con él.
—______, el señor y la señora Styles me han contado que eres de Dakota del Norte. —La voz de Joel interrumpió otra fantasía, esta vez de mi puño golpeando su mandíbula. Levanté la vista para ver cómo le sonreía cálidamente.
—Así es. Mi padre es dentista en Bismarck. Nunca he sido una chica de ciudad. Hasta Fargo me parecía demasiado grande. —Se me escapó una risita y su mirada se dirigió directamente hacia mí—. ¿Le divierte, señor Styles?
Reí entre dientes mientras le daba un sorbo a mi bebida, mirándola por encima del borde del vaso.
—Lo siento, señorita Mills. Es que me resulta fascinante que no le gusten las ciudades grandes, pero que haya escogido la tercera ciudad más importante de Estados Unidos para ir a la universidad y... todo lo que ha venido después.
La expresión de sus ojos me dijo que, en otras circunstancias, yo ya estaría desnudo y encima de ella o tumbado en el suelo sobre un charco de mi propia sangre.
—La verdad, señor Styles —dijo con la sonrisa volviendo a su cara—, es que mi padre volvió a casarse y como mi madre nació aquí, vine a pasar un tiempo con ella hasta que murió.
Me miró fijamente durante un momento y tengo que admitir que sentí una punzada de culpa en el pecho. Pero desapareció en cuanto volvió a mirar a Joel y se mordió el labio de esa forma tan inocente que solo ella podía hacer parecer tan sexy.
«Deja de flirtear con él.»
Cerré los puños mientras los dos seguían hablando. Pero varios minutos después me quedé helado.
«¿Podía ser?» Sí, eso sin duda era su pie subiendo por la pernera de mi pantalón. Menuda pícara diabólica estaba hecha, tocándome a mí mientras mantenía una conversación con un hombre que ambos sabíamos que no podría satisfacerla. Observé sus labios que se cerraban alrededor del tenedor y se me puso dura cuando se pasó la lengua lentamente por los labios para eliminar los restos de salsa
marinera que le había dejado el pescado.
—Vaya, del mejor cinco por ciento de tu clase en Northwestern. ¡Qué bien! —dijo Joel y después me miró—. Seguro que estás contento de tener a alguien tan increíble trabajando para ti, ¿no?
______ tosió levemente, trayendo la servilleta que tenía en el regazo para cubrirse la boca. Yo sonreí y la miré a ella y después a Joel.
—Sí, es increíble tener a la señorita Mills a mis órdenes. Ella siempre consigue acabar todo el trabajo.
—Oh, Harry. Qué amable por tu parte —exclamó mi madre y yo vi cómo la cara de la señorita Mills empezaba a enrojecer. Mi sonrisa desapareció cuando sentí su pie encima de mi entrepierna.
Entonces presionó muy levemente contra mi erección. «Madre de Dios.» Ahora me tocó toser a mí, a punto de atragantarme con mi cóctel.
—¿Está bien, señor Styles? —me preguntó con fingida preocupación y yo asentí mirándola fijamente como si quisiera matarla. Ella se encogió de hombros y volvió a Joel—. ¿Y tú? ¿Eres de Chicago?
Continuó frotando suavemente contra mí el dedo del pie y yo intenté mantener el control de mi respiración y mi expresión neutral. Cuando Joel empezó a contarle cosas sobre su infancia y la época en que fue al colegio con nosotros, para acabar hablándole de su negocio de contabilidad que iba viento en popa, vi que su expresión cambiaba de una de fingido interés a una de genuina intriga.
«Mierda, no.»
Metí la mano izquierda debajo del mantel y encontré la piel de su tobillo. La vi sobresaltarse un poco por mi contacto. Empecé a mover los dedos en leves círculos, le pasé el pulgar por el arco del pie y me sentí satisfecho cuando la oí pedirle a Joel que le repitiera lo que acababa de decir.
Pero entonces él dijo que le gustaría quedar con ella algún día de esa semana para comer. Mi mano pasó a cubrirle la parte superior del pie y a apretarlo con más fuerza contra mi erección.
Ella sonrió burlona.
—Podrás prescindir de ella durante la comida ¿no, Harry? —me preguntó Joel con una sonrisa alegre y el brazo descansando sobre el respaldo de la silla de ______.
Necesité todo mi autocontrol para no saltar por encima de la mesa y arrancárselo.
—Oh, hablando de citas para comer, Harry —interrumpió Mina tocándome el brazo con la mano—. ¿Te acuerdas de mi amiga Megan? La conociste el mes pasado en nuestra casa. Veintitantos, de mi altura, pelo rubio, ojos azules. Bueno, me ha pedido tu número. ¿Te interesa?
Miré a ______ cuando sentí los tendones de su pie tensarse y la vi tragar lentamente mientras esperaba mi respuesta.
—Claro. Ya sabes que prefiero las rubias. Puede ser un cambio agradable.
Tuve que contenerme para no chillar cuando bajó el talón y me apretó los testículos contra la silla.
Los mantuvo allí durante un segundo, levantó la servilleta y se limpió la boca.
—Disculpadme, tengo que ir al servicio.
Cuando ella entró en la casa, toda mi familia me miró con el ceño fruncido.
—Harry —dijo mi padre con los dientes apretados—. Creía que ya habíamos hablado de esto.
Cogí mi copa y me la llevé a los labios.
—No sé a qué te refieres.
—Harry —añadió mi madre—, creo que deberías ir a pedirle disculpas.
—¿Por qué? —pregunté dejando mi copa sobre la mesa con demasiada fuerza.
—¡Harry! —exclamó mi padre levantando la voz, lo que no dejaba posibilidad alguna de discusión.
Tiré la servilleta sobre mi plato y me aparté de la mesa. Crucé la casa como una flecha buscándola en los baños de las dos primeras plantas, hasta que al llegar a la tercera vi que la puerta del baño estaba cerrada.
Última edición por Anna. el Dom 25 Mayo 2014, 12:03 pm, editado 1 vez
Anna.
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