Darkness, my old friend.

El viento sopla fuerte en aquel pueblo abandonado, creando un frío que te hiela los huesos. Las ramas más frágiles de los árboles se golpean unas contra otras y las hojas no existen en ellas. La nieve es espesa, profunda y blanca. El agua de la cascada aún no se congela, por lo que sigue su curso. No entro a ninguna, pero sé que las casas están completamente vacías y dentro de ellas sólo habitan los fantasmas de aquellas personas que vivieron allí alguna vez en el túnel del tiempo. Las plazas no tienen niños para que las alegraran, tampoco gente feliz. Las calles parecían marchitas cuál flores sin agua. Sin duda, no existe nada.

La radio en un local aún sigue prendida y pasa una vieja canción, el sonido que produce el violín era lento y melódico, las voces que lo acompañan son de ángeles, pero parece una canción triste. Al sentarme en un banco, cubierto con pequeñas gotas, escucho el crujir de la madera. Miro a la nada, cuándo las lágrimas corren por mis mejillas.

Tan sensible, tan vulnerable, tan frágil, pero siempre se hace el fuerte, dice ella en mi mente. Siento la presencia de aquel oscuro espectro a mi lado. No tiene cuerpo, no tiene cara, no es nada y al mismo tiempo lo es todo.

—Oscuridad, mi vieja amiga…

Al escuchar su propio nombre me sonríe. No es una sonrisa sincera cómo las de antes, sino que es macabra y oscura. Al igual mi alma. La miro y eso hace que me vengan millones de imágenes a la mente. Veo muerte, destrucción y oscuridad. Una completa oscuridad. Sé que algo está mal. No tiene porqué ser así, ella nunca me mostraba esas cosas. Se acerca a mi oído y pienso que va a tragarme.

—Corre, Noah —dice una voz completamente inhumana cómo si estuviera distorsionada. Cierro los ojos intensamente, para luego abrirlos y encontrarme con mi reflejo en una habitación llena de espejos. Él había matado a mi madre y al ver su muerte ante mis ojos, sé que debo destruirlo.