His dangerous emerald eyes.

Abro mis ojos pero todo lo que veo es oscuridad. La brisa helada me atrapa al igual que el miedo. El cielo se pinta de un gris tenebroso, el paisaje es fúnebre, en la pradera se siente el riesgo. El ruido de los árboles moverse es un coro terrorífico de fondo que pinta la lejanía con inseguridad. Me siento confundida e intento recordar cómo llegué aquí, pero un tejido de recuerdos vanos se deshace en mi mente dejándome perturbada. Cierro los ojos y lo único que logro ver son dos luces fluorescentes de color verde, se me hacen familiares y los identifico como los ojos de la criatura que me atormenta. Mis pensamientos se confunden con la realidad y empiezo a correr por inercia. No importa cuán rápido vaya, no avanzo. Mis ojos no dejan de lagrimear, hiperventilo y mi pecho duele a causa de las bocanadas agitadas de aire que no logro controlar.

Me siento y suelto un grito desesperado. Mi habitación, a pesar de la calidez del fuego, no infunde ninguna protección en mí. Afuera se puede ver la tormenta que no ha cesado. La casa en donde habito está vacía y alejada de la civilización, una voz en mi interior me dice que estoy en peligro pero no hay nada que pueda hacer. Los truenos me impacientan y pronto la luz desaparecerá, así como mis esperanzas de mantenerme a salvo. Las ramas golpean el cristal de la ventana, el viento me grita que corra y que me salve, la lámpara parpadeante sobre el tocador advierte que es la hora y que ya no puedo escapar de él.

Adentro hay un silencio sepulcral, mis pies descalzos tocan el suelo y camino por el pasillo fuera de mi alcoba. La oscuridad vuelve a abrazarme y no hay manera de zafarme de ella. En medio de la nada, el recuerdo de su sonrisa macabra es colocado frente a mí, un increíble dolor en el alma me atormenta y caigo al suelo, gritar es inevitable.

–¡Déjame tranquila! –Le grito al demonio dentro de mí. Mis quejidos cesan, el silencio lo inunda todo nuevamente. Rompo en llanto y maldigo el día que le abrí la puerta de mi ser.

–Tú me elegiste, Amelia. Ya no hay escapatoria. –Sus ojos esmeralda me atormentan y mis sollozos hacen eco en la gran casona. Intento pedir piedad pero nuevamente la lucha se desata en mi interior. Él está jugando con mi mente y mi cuerpo, mi espíritu es quebrantado.

Mis pesadillas y la realidad se mezclan en mi cabeza, ya no sé en dónde estoy. Sé que él está cerca, lo siento dentro de mí. Escucho el viento tormentoso de la pradera y el crujir de una madera debajo de mi cuerpo. Intento despertar pero no puedo, no sé cuál es mi presente. Puedo verlo frente a mí, observándome mientras me siento moribunda. Su belleza es como la de un ángel diabólico y su voz tranquila sentencia:

–Ahora te hundirás conmigo en el infierno.