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Los Príncipes Azules También Destiñen     NICK Y TU - Página 8 Empty Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU

Mensaje por jamileth Lun 24 Feb 2014, 9:12 am

6 - 7/10 (este va por dos caps porque es muy largo)


Capítulo 26


El viernes tempranito llegó Honey para quedarse con los niños. Nick y Joe estuvieron en la playa con ellos hasta las once de la mañana. Después se ducharon, prepararon el equipaje y se despidieron de los niños todo lo rápido que pudieron para que no resultara doloroso para ellos. Aunque antes de irse, Nick le repitió mil veces a Honey que tendría el móvil encendido día y noche y que no dudase en llamarle si pasaba cualquier cosa.

Cuando el avión llegó a Nueva York a ambos les embargó una extraña tristeza. Habían vivido muchos años en aquella acelerada ciudad y los recuerdos se apoderaron de ellos. Al llegar al hotel llamaron a Oahu para comprobar que los pequeños estaban bien y después llamaron a las niñas. Al saber que su padre y su tío ya estaban en Nueva York se volvieron locas. Sin embargo, no recibieron la invitación de ir a cenar a su antigua casa. _______________ se había negado y las niñas lo habían aceptado.

El sábado en casa de _______________ era una locura. Todas estaban muy nerviosas, aunque cada una por un motivo bien diferente que ninguna reveló a las otras. Por la tarde, a las cinco y media _______________ miró el reloj. Carol ya debía estar en Larry ´s esperando a Nick. Y así era. Sentada en la cafetería, Carol miraba a su alrededor en busca del hombre de la foto, cuando de pronto le vio aparecer con un sombrero vaquero y sonrió.

—No sé quién puede ser —susurró Nick a Joe sentándose en la barra—. Lana es algo reservada y nunca me ha enviado una foto suya. Solo me dijo que era morena y alta.

Joe, divertido por aquella cita a ciegas, pidió unas cervezas y le dijo en tono de guasa:

—Mientras no sea una psicópata vamos bien.

—No digas tonterías.

—Espero que te reconozca rápidamente —rio Joe—. Porque vaya numerito que estás montando con el sombrerito.
De pronto, Nick se fijó en una mujer morena sentada al fondo del local y al ver que esta sonreía murmuró:

—Creo que es aquella que nos está mirando y sonriendo.

Sin ningún disimulo, Joe se volvió para mirar y, tras soltar un silbido de aprobación, preguntó:

—¿La morenaza del fondo?

Nick asintió y Joe, sorprendido, observó como aquella morena vestida con unos estrechos pantalones negros y un top rojo se acercaba a ellos.

—¡¡¡¡GUAUUU!!!! —exclamó—. Cuando regresemos a casa, necesito que me expliques cómo se liga con bombones así a través de la red.

Al ver que aquella desconocida se acercaba cada vez más, Nick sonrió y saludó con la mano mientras contestaba a Joe.

—No digas tonterías. Yo no ligo por internet. Es una amiga.

Al acercarse, ella le llamó Talabuki y, entre risas y bromas, se dieron un beso en la mejilla y se presentaron con sus nombres reales. Nick le presentó a Joe. Tras un par de cervezas y un rato de agradable conversación Carol se disculpó. Tenía que ir al servicio. Cuando esta se alejó para ir al baño, con fingido disimulo, los dos hombres se volvieron para mirarla. Aquella era una mujer explosiva muy segura de sí misma. Eso sorprendió a Nick. Cuando hablaba con Lana parecía una mujer tímida y aquella de tímida tenía lo mismo que él de chimpancé.


—Solo puedo decir ¡madre mía! —exclamó Joe.

—Exacto, madre mía —repitió Nick acalorado.

—¿Has visto qué cuerpazo tiene? —le preguntó Joe—. Joder, macho pero si se parece a Catherine Zeta-Jones.

Nick sonrió y asintió. Carol era un bombazo de mujer.

—Tengo que reconocer que estoy sorprendido.

—Y yo hermano… y yo.

—Esperaba otro tipo de mujer. No sé. No me encaja con la persona con la que hablo cada tarde.

—Oye, si no te encaja —bromeó Joe—. Me la pido, que a mí me encaja divinamente.

Nick se rio a carcajadas y, quitándole importancia a todo, aclaró:

—No te confundas. Lo mío con Lana es amistad. Solo eso —y al recordar el motivo de su viaje añadió—: Lo que estoy deseando en realidad es ver a mis niñas. Tengo unas ganas terribles de abrazarlas.

Tras dar un trago a su cerveza, Joe le miró directamente a los ojos y preguntó:

—¿Solo a las niñas?

Sabía que a Joe no le podía engañar, pero se sentía incapaz de darle la razón así que en lugar de eso contestó.

—Si lo dices por _______________ estaré encantado de verla. Pero realmente mi viaje a Nueva York es para ver a mis hijas. ¿Y tú qué? ¿No deseas ver a nadie más?

Posando su morena mano en el hombro de su hermano confesó.

—Este viaje es únicamente para ver a mis chicas… —dudó y, clavando la mirada en los ojos de su amigo, añadió—: Pero vamos a ver ¿a quién queremos engañar? Pues claro que quiero ver a las niñas, pero también me muero por ver a la borde de Terry. ¿O acaso me vas a decir que tú no estás deseando ver a _______________?
Nick suspiró y murmuró como un bobo:

—Llevo tanto tiempo sin saber de ella que no sé cómo voy a reaccionar cuando la vea. Pero sí hermano, deseo verla.

—¿Sabes qué es lo único malo que veo en todo esto? —señaló Joe al ver salir a Carol del baño hablando por el móvil—. Que _______________ te va a ver acompañado de una bomba sexual.

Eso mismo había pensado minutos antes pero contestó.

—Calla… calla… que me estoy arrepintiendo de haberle dicho que nos acompañara. Pero ya no puedo decirle que no venga. De todas formas es solo una amiga, nada más.

—Sí, claro, pero esa amiga que tú dices además de ser muy sexy se agarra mucho a tu brazo.

—Por eso te digo que no me encaja —volvió a repetir riéndose—. Lana, o Carol, parecía ser una persona tímida y me la imaginaba más discreta. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que pudiera ser una bomba sexual con un pendiente en forma de corazón en el ombligo.

Cuando Carol regresó se disculpó por la tardanza. Evidentemente no les comentó que había estado hablando con Terry para decirle que estaba con ellos y que todo funcionaba a la perfección. Carol estaba encantada con aquella cita. Nick le parecía más guapo e interesante al natural que en la foto y con un poco de suerte, si él se le insinuaba, aquella noche podía terminar por todo lo alto.

De camino al auditorio, Carol recibió una llamada al móvil. Era su amiga Bárbara. Joe, imaginando que su amiga podía ser tan atractiva como ella, le dijo que la invitara a ir con ellos al desfile. Bárbara aceptó, y cuando llegaron al auditorio donde iba a celebrarse el acto, ya les estaba esperando en la puerta. Aquella era una chica algo más joven que Carol pero igual de despampanante.

Con la diferencia de que esta era rubia y llevaba puesta una falda que más bien parecía un cinturón ancho, dejando a la vista unas piernas fabulosas.

«Esto cada vez se complica más» pensó Nick al ver como Joe sonreía de oreja a oreja.

Entraron junto a sus acompañantes en el abarrotado auditorio y allí buscaron un sitio donde sentarse. En un principio, Nick pensó entrar en los vestuarios para saludar a las niñas. Pero al ver el gentío que se había concentrado, decidió hacerlo cuando todo hubiera acabado.

Desde el otro lado de la sala, Serena, atenta a todo, les divisó y sonrió. Allí estaban sus muchachotes más guapos que nunca. Pero cuando comprobó lo bien acompañados que iban no le hizo tanta gracia. Dos días antes su nieta Ollie le había contado sus planes ocultos y al verles aparecer con compañía pensó que todo se iba a ir al traste. Aunque segundos después volvió a sonreír. Quería ver cómo reaccionarían sus hijas al ver aquello. En ese momento llegaron Terry y _______________ y se sentaron junto a Serena.

—Mamá —señaló _______________ emocionada—. Cuando veas a las niñas te vas a volver loca ¡están guapísimas!

Terry, ajena a la presencia de aquellos, movía los hombros al compás de la música de Barry White.

—Es increíble lo que hacen los estilistas. Pero sí parecen mayores y todo. Mamá, ya verás qué lindas están —y al ver la cara de su madre preguntó en un susurro—: ¿Qué pasa?

Serena le señaló hacia la derecha. Terry no sabía qué quería decirle, hasta que vio la cabeza de Nick.

—No te preocupes mamá. _______________ lo tiene superado.

Una vez dijo aquello se concentró en descubrir entre la gente a Joe. Pero las luces eran tenues y no le facilitaban su búsqueda hasta que por fin le vio y se quedó sin respiración. Al ver su reacción, Serena sonrió satisfecha al tiempo que pensaba.

«Ay… hija mía, Joe es el único que te hace palidecer».


Terry, sin poder apartar la vista de él, suspiró aturdida. Le encantaba su sonrisa. Era su carta de presentación. Siempre estaba sonriendo. Se le veía moreno y con el pelo más largo de lo habitual. Estaba fantástico. Pero de pronto se fijó que hablaba y sonreía a alguien que se encontraba a su lado y que no era precisamente  ni Nick ni Carol, sino una rubia que desconocía. En ese momento Gary se le acercó por detrás y cogiéndola por la cintura preguntó:

—¿Qué te pasa, preciosa? ¿Por qué esa cara?

Terry se deshizo de su abrazo. No entendía por qué lo encontraba tan pegajoso aquel día.

—Nada, estoy nerviosa por ver a mis sobrinas.

—Ya falta poco para que empiece —susurró—. Verás como lo hacen fenomenal. Me voy, te veo luego, preciosa.

Tras darle un nuevo beso en el cuello se marchó y Serena comentó acercándose a sus hijas:

—Por supuesto que lo harán fenomenal. Mis nietas todo lo hacen bien.

—Mamá, así me gusta. Positividad ante todo —se rio _______________.

Terry se levantó acalorada. Necesitaba moverse o explotaría.

—Voy al baño antes de que empiece esto.

_______________, sorprendida por la seriedad de su hermana, fue tras ella.

—Espera, voy contigo. Mamá, no tardamos ni dos minutos.

Cuando lograron salir de la primera fila de asientos y se alejaron de su madre, _______________ cogió del brazo a su hermana y le preguntó:

—¿Qué te pasa?

Volviéndose con gesto furioso, Terry respondió:

—Los he visto y mamá también.

_______________ entendió perfectamente a quién se refería.

—¿Dónde están? —preguntó:

—Enfrente de donde estamos sentadas pero a la derecha —espetó enfadada.

Al ver que su hermana se ponía de puntillas para mirar, Terry la tomó de la mano y la llevó hasta un lateral desde el que señaló.

—Allí están, ¿les ves?

Le costó unos segundos distinguirle entre la gente. Y, de repente, le vio. Allí estaba Nick. El hombre que había sido su marido durante tantos años... allí estaba y parecía divertirse de lo lindo junto a la morena. Sin abrir la boca observó a Carol y maldijo una y otra vez para sí al ver su apariencia explosiva. Se suponía que Lana no debía vestir así. Luego vio a Joe junto a una rubia despampanante y el corazón se le contrajo al ver como Nick y Joe intercambiaban una mirada divertidos y reían por algo. Con el corazón latiéndole violentamente, comprobó como parecían haber rejuvenecido tras su marcha de Nueva York. Iba a decir algo cuando oyó a Terry a su lado:

—¿Quién es esa guarra?

Casi tartamudeando por la impresión _______________ contestó.

—Pues… pues no tengo ni idea —y desconcertada preguntó— ¿Quieres que vayamos a saludarles?

Terry no permitió que _______________ siguiera mirándoles, la cogió del brazo y tiró de ella.

—¿Estás loca? Que vengan ellos a saludarnos a nosotras.

_______________ asintió. Su hermana tenía razón.

—Sí… sí, creo que es lo mejor —y, sin poder apartar los ojos de Nick, añadió —: Terry, tienes que tranquilizarte. Disfruta del desfile. Lo que tenga que pasar, pasará.

Pero en ese momento, _______________ vio como Carol acariciaba el pelo de Nick y gritó:

—Pero bueno, esa loba ¿qué narices busca?

Terry tomó con cariño la mano de su hermana y le cuchicheó:

—Me parece hermana que no debimos proponerle nada a Carol. Cuando hablé esta tarde con ella por teléfono, su tono de voz no me gustó nada —y tras mirar a su hermana suspiró—: Yo sabía que Carol era un poco loba, pero no tanto. ¡Mierda! Si lo llego a saber, ni en broma se lo hubiera propuesto.

Descompuesta por ver como aquella mujer miraba a Nick y le sonreía gruñó.

—¿Sabes lo más gracioso? Que ella está allí porque yo se lo pedí.

Consciente de que aquello iba derechito al desastre intervino Terry.

—Vamos a ver. Lo primero que haremos es tranquilizarnos. Ellos son libres y nosotras también. Por lo tanto, ahora mismo iremos a nuestros asientos y disfrutaremos del desfile de nuestras niñas o al final aquí correrá la sangre.

_______________ no puedo evitar reírse. Era patético.

—Tienes razón —dijo agarrándola del brazo.

Dos minutos más tarde, estaban sentadas en sus correspondientes butacas junto a Serena.

Desde sus asientos, y a pesar de su aparente felicidad, Nick y Joe no estaban tranquilos sabiendo que las mujeres que deseaban ver en realidad no andaban lejos.

—¿Las has visto? —preguntó Nick a pesar del sonido atronador de la música.

—Ni rastro de ellas —susurró Joe—. ¿Tú crees que habrán venido?

Nick le miró al tiempo que esbozaba una sonrisa.

—Hombre, eso ni se pregunta. ¿Tú crees que _______________ y la supertía Terry no vendrían a ver las niñas?

—Tienes razón. Ninguna se lo perdería —asintió Joe.

Carol, que a cada segundo estaba más animada, posó la barbilla en el hombro de Nick y preguntó:

—Chicos, ¿de qué habláis?

Joe respondió rápidamente.

—De las ganas que tenemos de ver a las niñas. Llevamos tanto tiempo sin verlas que estamos ansiosos.

En ese momento, Carol recordó algo que _______________ le había comentado.

—¿Pero Olivia no estuvo allí hace poco con vosotros?

—Sí —sonrió Nick al recordar—. Pero da igual, estoy deseando ver a mis niñas.

La rubia, tras recolocarse por enésima vez el pelo, preguntó:

—¿Pero cuántos hijos tienes? Porque si aquí tienes dos y dices que en Hawái has dejado más...

—Tiene cuatro —aclaró Carol y mirándole con una seductora sonrisa añadió —. Y seguro que todos son tan fantásticos como el padre.

—Son mejores que el padre. Y mucho más guapos — respondió Joe divertido al ver el gesto de Nick.

La rubia pestañeó provocativamente y le preguntó a Joe apoyando la mano en su muslo.

—¿Tú tienes hijos?

—Inscritos ninguno —rio Joe—. Pero confieso que soy como una madre para todos los hijos de mi hermano. Sobre todo para los más pequeños.

En ese momento, las luces de la sala se oscurecieron, la pasarela se iluminó y apareció el actor Steve Martin, que actuaba como presentador. Empezó agradeciendo a todos su asistencia al evento. Tras hablar sobre cifras y porcentajes, explicó que todo lo que se recaudase aquella noche con la venta de las prendas que se iban a mostrar, estaba destinado a la educación de los niños de Brasil.

Con música de Joe Jackson comenzó el espectáculo y varios modelos de renombre, entre ellos Gary y Jack, salieron a la pasarela mientras cientos de mujeres comenzaban a gritar. Al pasar frente a donde estaban Terry y _______________ con un gesto que no pasó desapercibido para los asistentes les enviaron un beso. Nick y Joe, que se habían percatado de aquello, aun sin poder distinguir a nadie por el cambio de luces, supieron a ciencia cierta que las chicas estaban por allí.

En ese momento apareció Ollie en escena. Estaba preciosa con un vestido blanco de Versace. _______________, Serena y Terry aplaudieron orgullosas al ver a la niña. Nick y Joe empezaron a gritar su nombre al tiempo que aplaudían felices y contentos. Esta reconoció las voces de su padre y de su tío entre el público y les buscó con la mirada, aunque los focos no le dejaron ver absolutamente nada.

Tras esta apareció nuevamente Gary con Cat agarrada del brazo. Ambos iban vestidos con ropa de Moschino, desenfadada y divertida, y, tras ofrecer unos pasos de baile que habían ensayado junto con otros modelos durante las últimas semanas, se marcharon riendo del escenario. El desfile duró casi media hora y una vez acabó, los asistentes pasaron a otra sala donde se servían bebidas y canapés. _______________, desde su posición, podía ver perfectamente a Nick sin ser vista. Comprobó que este miraba hacia todos lados y sonrió al ver como se le iluminó la cara cuando de pronto aparecieron Cat y Ollie y se le tiraron al cuello.

—¿Por qué no te acercas a saludarles? —preguntó Serena—. Ánimo hija, que no se diga que eres una cobarde.

Pero _______________ estaba tan emocionada por lo que había visto que apenas si podía mover las piernas.

—No, mamá. No me siento con fuerzas.

En silencio, observaron cómo Cat abrazaba a Joe y este la besaba con cariño, mientras Nick les presentaba a sus acompañantes. Ollie miró extrañada a Carol, ¿quién era aquella mujer?

—¿Habéis visto a mamá o a la tía? —preguntó Ollie.

—Todavía no —contestó Joe—. Hay tanta gente aquí que es imposible encontrarlas.

—Estarán con Gary y con Jack —dijo Cat sin pensar—. Papá, ¿en serio te ha gustado como lo hemos hecho?

Nick, orgulloso de sus hijas, respondió feliz:

—Habéis sido las mejores, cariño. Vaya dos modelazos tengo en mi vida.

Ollie, incapaz de dejar de mirar a Carol que no paraba de tocar el brazo de su padre, preguntó recelosa:

—¿Cuánto tiempo vais a estar en Nueva York?

Joe, al darse cuenta de cómo observaba con mala cara a la morena respondió:

—Mañana regreNickos, cielo. Honey se ha quedado con Sasha y Tommy, y espero que no hagan demasiadas travesuras.

En ese momento Terry pasó por allí con dos copas en la mano y palideció al encontrarse con ellos de frente.
Intentó escabullirse pero su sobrina Ollie que la había visto, gritó:

—Tía Terry, tía Terry, mira quienes están aquí.

«Ollie te despellejo so… bicharraca», pensó al escucharla.

Incapaz de no atender la llamada de su sobrina, tomó aire y se volvió para encontrarse con los oscuros ojos de Joe. Se acercó como pudo hasta ellos y les saludó con una cálida sonrisa.

—Hola Nick, hola Joe. Me alegra veros por aquí.

Al tenerla frente a él a Joe se le resecó la garganta. Terry estaba preciosa con aquel pelo rojo y aquella salvaje mirada ¿Pero cuándo no había estado bonita?

—¡Aloha, Terry! —bromeó Nick arrepintiéndose al segundo por haber saludado tan contento—. No te había conocido, estás guapísima.

—Gracias, Nick —contestó con frialdad.

Y, tras una breve pero intensa mirada, Carol dejó de tocar a Nick por unos segundos. Mientras intentaban ser cordiales el uno con el otro, Joe no podía articular palabra. Terry iba vestida con un top blanco que dejaba al descubierto sus bonitos hombros y una falda de cintura baja con apliques metálicos… y aquel pelo… oh Dios aquel pelo rojo le sentaba de maravilla.

—Joe —increpó Nick al verlo inmóvil como una momia—. ¿No saludas a Terry?

Reactivándose en décimas de segundo se acercó a ella y, tras darle dos besos, balbuceó:

—Por supuesto. Perdona si me he quedado parado, pero es que no esperaba verte así.

Terry, feliz por el efecto causado, levantó el mentón y preguntó con sarcasmo:

¿Así? Es un desfile de ropa informal. No me digas que voy horrorosa porque me muero.

Tú nunca podrás estar horrorosa, pensó Joe. Pero en lugar de eso contestó.

—No, por Dios. Si estás estupenda. Es solo que no te esperaba en este momento.

—Ah, qué susto y oye: ¡Gracias por el cumplido! —respondió Terry.

Ollie, mirando alrededor, preguntó intencionadamente:

—¿Dónde está mamá?

—Está allí —indicó Cat, señalando al fondo del salón.

En ese momento Terry vio su vía de escape y dijo:

—Iré a avisarla.

Pero Ollie, agarrándola del brazo, se lo pidió a su hermana.

—Cat, por favor, ve a buscar a mamá. Dile que papá y el tío están con nosotras.

Terry, tras cruzar una oscura mirada con su sobrina Ollie, añadió:

—Sí, cariño, ve. Dile que tengo su copa en la mano y que no tarde porque, si lo hace, seguro que me la bebo.

Cuando Cat llegó a la altura de su madre le dijo que la tía Terry la estaba esperando junto a papá y al tío y que había dicho que se diera prisa. Al oír aquello, _______________ quiso morir.

—Ya has oído —la empujó Serena—. Ve antes de que se tome las dos copas.

_______________ se resistió. Estaba aterrada y solo era capaz de balbucear.

—Mamá, no me apetece. Además, le prometí a Jack que le esperaría aquí.

Pero Serena no desistió. Su hija debía encontrarse con Nick fuera como fuera.

—Por eso no te preocupes. Si viene Jack yo le digo donde estás.

_______________ resopló y se encaminó hacia donde estaban. Pudo ver a Terry hablar con Ollie, al tiempo que Nick sonreía ante lo que estas debían estar diciendo. Según se acercaba las piernas le flaqueaban cada vez más. Pero cuando le quedaba apenas dos metros por recorrer, tragó saliva, inspiró hondo y, tras poner la mejor de sus sonrisas preguntó:

—¿De qué os reís tanto?

Al darse la vuelta y encontrarse con su mirada, Nick no supo qué decir. Cientos de noches soñando con ella y en cómo sería la primera vez que se vieran tras lo ocurrido, y ahora estaba allí como un colegial mirándola con cara de bobo.

—¡_______________! —gritó Joe abrazándola.

_______________, al sentirse en los brazos de su excuñado sonrió. Joe. Joe la estaba abrazando. Le había echado tanto de menos. Al separarse de ella, Joe, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

—Tenía unas ganas enormes de verte. Estás guapísima.

—Lo mismo te digo —consiguió balbucear.

Guiñándoles un ojo, aquel seductor polinesio con más gracias que la propia palabra las miró y preguntó:

—¿Pero qué os han hecho en estos meses a las mujeres de la familia Dallet para que estéis tan preciosas?

Terry sonrió como una tonta. Pero al percatarse de ello cambió su gesto.

—Gracias adulador —rio _______________ con cariño y, volviéndose hacia Nick que aún no había dicho nada, le saludó—. Hola Nick. Me alegra volver a verte.

Este, tras tragar el nudo de emociones que pugnaba por salir de su garganta, dio un paso adelante y tras abrazarla y aspirar su perfume susurró.

—Hola, _______________.

_______________, al ver como la miraba supo que le gustaba su cambio de look. Le conocía muy bien y sabía que cuando alzaba la ceja derecha significaba aprobación. Aquella noche, cuando se había vestido para ir al auditorio, lo había hecho pensando en él. Quería estar guapa para él. Se había puesto una falda hippie de color celeste, un top negro cruzado a la espalda y había intentado tener un aspecto fresco y juvenil. Aunque ahora, comparándose con la exuberancia de Carol, se sentía fatal.

Pero fue justo aquello lo que desarmó a Nick. Aquel aspecto fresco, juvenil y divertido, con aquel pelo despuntado y alocado en lugar de su típico moño alto y su traje, le dejó tan bloqueado que no sabía ni qué decir. Ollie, al ver cómo había reaccionado su padre, intentó ayudarle.

—¿Verdad que está guapa, papá? —preguntó:

Nick asintió sin pestañear.

—Guapísima —sonrió y dijo con sinceridad—: Disculpa, _______________ pero no me salen ni las palabras. Me he quedado bloqueado al verte y lo mismo me ha pasado cuando he visto a Terry. Os encuentro tan cambiadas que…

—Espero que el cambio que aprecias sea para bien —bromeó Terry clavándole la mirada.

Joe, tras pasarle su copa para que se refrescara la garganta y consiguiera parecer normal y no un atontado, señaló al unísono con Nick.

—Por supuesto. Claro que sí.

Ambos se miraron y maldijeron en silencio. La rubia de increíble melena, al verse algo relegada del grupo, se presentó.

—Soy Bárbara, por si a alguien le interesa.

Joe se sintió molesto. ¿Quién le había dado vela en aquel entierro? —Encantada, Bárbara —saludó Terry—. Tienes un pelo precioso.

—Oh… gracias —sonrió mientras agarraba a Joe por el brazo, dando a entender a Terry que aquel hombre era para ella.

Aquella advertencia le hizo gracia a Terry, pero no a Joe. Y omitiendo las ganas de arrancarle sus siliconadas tetas se volvió hacia Carol que estaba detrás de Nick y le preguntó:

—¿Y tú quién eres?

Nick, al ver la mala leche en los ojos de su cuñada suspiró y la presentó.

—Esta es Carol. Una amiga.

Las mujeres se miraron a los ojos y _______________ alzó la ceja ante aquella morenaza y le dejó muy claro que no estaba de acuerdo sobre cómo estaba actuando. Pero aquella, en vez de darse por aludida, se agarró todavía más a Nick.

—Encantada Carol — dijeron _______________ y Terry al unísono tendiéndole la mano para saludarla.

En ese momento apareció Gary y agarró por la cintura a Terry, la alzó en volandas y tras besarle en la punta de la nariz preguntó:

—¿Qué te ha parecido nena? ¿Verdad que tus sobrinas han estado fantásticas? —y, acercándola a él, le susurró ante todos aquellos—. Por cierto, ¿te he dicho lo preciosa que estás esta noche? —Y le plantó un besazo en toda la boca.

Con la mejor de sus sonrisas, Joe presenció aquel espectáculo y cuando no pudo más miró hacia otro lado.

—Bájame, tonto —pidió Terry sin entender por qué actuaba de ese modo y estaba tan pegajoso aquella noche. Nunca se había tomado tantas libertades. Pero, en ese momento, a pesar de que estaba un poco alucinada por su comportamiento, no le importó. Es más, le gustó que Joe entendiera que la vida continuaba sin él.

Joe tras presenciar aquella muestra de cariño, se le pasó por la cabeza partirle la cara de un bofetón al memo aquel. Miró a Nick y este negó con la cabeza, así que se contuvo y siguió en su sitio manteniendo el tipo. Eso sí, agarró a Bárbara por la cintura, cosa que a esta le encantó.

Ollie no podía creer lo que estaba viendo. Aquello parecía una comedia de enredo, y nadie hacia nada por arreglarlo.

—Voy a por una copa —dijo Gary, y mirándoles preguntó—: ¿Alguien quiere una copa?

En ese momento, Terry vio su válvula de escape e intervino rápidamente.

—Yo. Venga, te acompaño. Tengo la garganta seca y necesito beber.

Y volviéndose hacia ellos dijo:

—Me ha encantado volver a veros. Pasaos por casa algún día y tomamos algo.

—Lo dudo —contestó Joe—. Mañana volvemos a casa. Quizá la próxima vez.

Terry le miró, y aunque se sintió morir en su interior al saber aquello, apuntó con indiferencia:

—Vaya… lo siento. Otra vez será.

Gary, que la esperaba a dos pasos, preguntó:

—Terry, tesoro ¿vienes?

Esta clavó su mirada en Joe y luego, dándose la vuelta, desapareció entre el bullicio. Una vez estuvo lo más lejos que pudo de aquellos, empujó bruscamente a Gary y le increpó molesta:

—Pero bueno, ¿por qué has hecho eso?

—Perdona, Terry —sonrió—. Por tu mirada, creí que necesitabas que hiciera algo así. Te vi algo turbada.

—Y un cuerno —respondió ella con un gesto que indicaba que estaba a punto de asestarle un par de puñetazos.

—Vale. Te lo diré —claudicó él finalmente—. Pero si me prometes que no dirás nada.

—Venga, suéltalo ya. ¿Por qué?

Gary, tras mirar a su alrededor y comprobar que nadie podía escucharle aclaró:

—Lo siento, nena, pero tu madre me dijo que actuara así.

Incrédula, Terry abrió la boca y, prácticamente, gritó:

—¿Mi madre?

—Te lo juro, Terry. Ella me llamó anoche al móvil y me pidió que hoy estuviera cariñoso contigo porque tú lo necesitabas. Y hoy, al ver como mirabas a aquel tipo moreno, entendí lo que tu madre me quería decir.

Sin dar crédito, Terry sonrió.

—¿Mi madre? Pero cómo…

—Me dijo algo de que quería ver la reacción de un tal Joe.

Terry no pudo contenerse y volvió a gritar.

—¿Que mi madre te dijo eso? —Y llevándose las manos a la cabeza exclamó incrédula—: ¡Dios mío se ha vuelto loca!

—Pues no sé si se ha vuelto loca. Pero cuando me vine hacia aquí, estaba buscando a Jack, no sé para qué. Pero ahora ya me lo puedo imaginar.

—Dios mío —murmuró Terry—. Encuentra a Jack. ¡Ya!

Ajenos a todo, Nick y _______________ continuaban hablando como dos personas civilizadas. Ollie estaba encantada con todo aquello, aunque por el rabillo del ojo miraba a su tío Joe. Se le veía molesto y no paraba de alargar el cuello en busca de su tía. En ese momento Carol y Bárbara se alejaron y se quedaron solos.

—Te veo bien, _______________ —dijo Nick comiéndosela con la mirada—. En serio, el cambio te ha favorecido.

—Gracias. Y tú ¿cómo es que has vuelto a dejarte el pelo largo? —dijo _______________ disfrutando del momento.

Este esbozó una encantadora sonrisa al tiempo que provocaba una medio sonrisa a _______________.

—Ya ves, unos nos lo dejamos crecer y otras se lo cortan.

Quería hacerle mil preguntas, pero solo pudo preguntarle:

—¿Te va bien en Oahu?

—Sí. El bufete que hemos abierto Joe y yo en Honolulu es modesto pero nos va bien. Y lo mejor de todo ¡no tenemos que llevar corbata!

—Vaya… con eso estarás encantado.

A Nick se le iluminó la cara.

—Pues sí, no te lo voy a negar.

Nerviosa como una quinceañera dijo:

—Me contó Ollie que tu casa es muy bonita y que le enseñaste a hacer surf.

—La casa donde vivo es la que tú conociste —ella se sorprendió y él añadió —: y en cuanto al surf ya sabes que allí es lo normal.

_______________ se estremeció al recordar la maravillosa luna de miel que pasaron en aquella casa, mientras Nick seguía hablando.

—No es excesivamente grande pero para nosotros está bien y lo más importante es que está junto al mar. Cuando regresé a Oahu me di cuenta que para mí, el mar es vital.

_______________ asintió con una triste sonrisa.

—Lo sé, yo también me he dado cuenta de ello con el tiempo —e intentando no emocionarse por los millones de recuerdos que pasaban por su mente preguntó—: ¿Y qué tal las clases de surf con Ollie?

Nick sonrió y se acercó a ella con complicidad.

—Su tío y yo intentamos enseñarle todo lo posible. Pero todavía le quedan algunas clases para poder mantenerse un ratito en la tabla. Pero le pone mucha voluntad —le susurró.

—Lo conseguirá. Ya sabes que Ollie consigue todo lo que se propone.

—Es como tú —asintió él—. Y tú también lo conseguiste.

Sin entender a qué se refería _______________ preguntó:

—¿Qué conseguí?

—Mantenerte encima de la tabla. ¿Lo recuerdas?

Con las respiraciones al unísono mientras se observaban mutuamente _______________ asintió.

—Oh, sí, claro que lo recuerdo, aunque ahora me resultaría imposible.

—No creas —susurró Nick deseoso de besarla—. Hay cosas que no se olvidan.

A _______________ se le puso la piel de gallina al escucharle.

—Quizá te cueste el primer día. Pero al segundo, lo recordarías todo perfectamente. —Al escucharse a sí mismo, Nick se aclaró la garganta y, tocándose el pelo, continuó—: De todas formas, si quieres volver a practicar el surf, solo tienes que decírmelo. Ya sabes que yo estaré encantado de volver a enseñarte.

—Lo tendré en cuenta —sonrió _______________ guiñándole un ojo. Instantes después se arrepintió de haber hecho aquel gesto. El guiño era algo que siempre utilizaban entre ellos. Era una contraseña secreta que significaba «quiero hacerlo».

Mientras Nick y _______________ continuaban hablando, Joe se separó de ellos para darles intimidad, quedándose solo. Trató de no buscar a Terry con la mirada, pero le resultaba imposible y cuando menos lo esperaba, la encontró. Estaba sola delante de la mesa de las bebidas pidiéndole algo al camarero. Joe, atraído como un imán, se acercó hasta ella.

—Pídeme a mí otro vodka —le susurró al oído.

Asustada por aquella cercanía, se encogió. Se repuso como pudo, asintió con la cabeza, y le pidió al camarero lo que Joe le había dicho.

—Toma —ofreció Terry—. Aquí tienes tu bebida.

—Gracias, preciosa. ¿Dónde has dejado al modelo?

Terry saltó como un resorte.

—Oye tú, guaperas de isla. Haz el favor de no pasarte con mis amigos.

Joe levantó las manos y con una sonrisa que la desesperó apuntó:

—Perdone usted, señorita de ciudad. No sabía qué te iba a molestar tanto mi comentario. Por cierto, ¿me has llamado guaperas de isla?

En ese momento comenzó a sonar Desafinado, la bossa nova brasileña que tanto les gustaba.

Se você disser que eu desarino amor


Saiba que isso em mim provoca imensa dor


Só privilegiados tem auvido igual ao seu


Eu possuo apenas o que Deus me deu


E se você insiste em clssificar


Com o meu comportamento de anti—musical


Nao Ihes voy mentir até voy comentar


Que isso é bossa nova…


Durante años cada vez que sonaba aquella melodiosa y dulce canción sus ojos se encontraban y se ponían a bailar, dejándose muy claro por unos minutos lo que sentían el uno por el otro. El problema era que nunca daban un paso más. Pero aquella noche todo era diferente y Joe, tendiéndole la mano, preguntó como tantas otras veces:

—¿Bailas?

Terry dio un paso atrás.

—No.

Con una seductora sonrisa Joe dio un paso adelante.

—Venga… Es nuestra canción.

Inquieta por la tortura que le estaba infligiendo, Terry asintió como una boba, pero con un bufido de frustración que le hizo reír a carcajadas le contestó:

—Mira, Joe vete a la mierda, o mejor, vete a buscar a la rubia que has traído esta noche y déjame en paz.

Terry se dio la vuelta y empezó a abrirse paso entre la gente. Joe se quedó con su copa en la mano sin saber qué hacer hasta que sus piernas comenzaron a segurla. La alcanzó y, cogiéndola del brazo, la llevó hacia un lado del salón donde no había nadie y, aprisionándola contra la pared, la escuchó gritar mientras las chispas saltaban entre ellos.

—Pero, ¿se puede saber qué narices quieres Joe?

Enloquecido por el momento, por la canción y por las ganas de besarla que sentía, gritó sin poder dejar de mirar aquellos labios tentadores:

—¡¿Cómo que qué narices quiero?!

—Joe, te lo advierto, aléjate de mí.

Asustándola con la mirada, Joe asintió y sin soltarla susurró cerca de su boca:

—Te soltaré y me alejaré. Pero no sin antes hacer lo que llevo deseando hacer cada vez que bailo contigo esta canción.

Dicho esto soltó su copa, que se estrelló contra el suelo, cogió a Terry entre sus brazos y la besó con toda la pasión contenida durante años. Terry luchó por liberarse de aquel abrazo, pero poco a poco fue cediendo y al final respondió a aquel pasional beso mientras las voces de George Joe y Astrud Gilberto cantaban aquella melosa canción. Sin querer apartar su boca de la de él, Terry llevó sus manos hacia el pelo de Joe y, apasionada, se lo acarició. Al sentir que ella cesaba en sus esfuerzos por soltarse, le susurró poniéndole la carne de gallina:

—Esto es lo que quiero cariño. ¿Aún no te has dado cuenta después de tantos años?

—Joe, ¿por qué no lo hiciste antes?

Con una sonrisa que a ella le volvió loca él volvió a besarla. Ni en el mejor de sus sueños se hubiera imaginado aquella situación. Recorrió con mimo la boca de la mujer que lo volvía loco y, tras saciar momentáneamente su hambre por ella, le susurró cerca… muy cerca:

—Me dabas miedo, es más, sigue dándome miedo soltarte y que nunca más pueda volver a tenerte así.

Aturdida y excitada por el deseo incontrolable que sentía por él, susurró mientras él le acariciaba la mejilla con delicadeza:

—Te fuiste sin decirme adiós y...

—Lo sé —admitió aflojando el abrazo—… pensé que no querías sab…

En ese momento Terry vio salir del aseo de señoras a Bárbara y, sintiendo un terrible ataque de celos, le pegó un tirón del pelo a Joe.

—¿Pensaste? Pues no creo que hayas pensado mucho en mí, cuando esta noche te presentas tan bien acompañado.

Joe, al sentir aquellos celos se alegró como un idiota. Ella también lo había echado de menos. Pero también supo, al ver sus ojos furiosos, que lo que tan bien había comenzado iba a terminar fatal.

—¿Sabes chulito?

—¿Qué gruñona?

Desesperada por ver aquella sonrisa que la volvía loca gritó soltándose de sus brazos.

—¡Por lo que a mí respecta te puedes ir esta noche por dónde has venido con tu… tu… rubia de bote, y como mañana regresarás a tu isla, con un poco de suerte olvidaremos lo que ha pasado!

—No lo olvidaré y tú tampoco lo harás, cielo. Convéncete.

—Te aseguro que sí. Por supuesto que .

De nuevo la agarró por el codo. No quería separarse de ella.

—Terry… yo...

Joe se percató de que la gente les estaba mirando, pero ella, levantando un dedo para callarle, protestó soltándose de nuevo.

—No quiero volver a verte Joe, ¿me has entendido bien?

—¿Cómo me puedes besar como lo has hecho hace unos segundos y…? — voceó incapaz de creer lo que estaba pasando y, mucho menos, tras aquel apasionado momento.

—¿Que yo te he besado?

—Sí… piensa… recuerda… —le dijo en tono burlón pero, al ver su cara de mala leche, Joe se descompuso—. Pero vamos a ver, ¿tú estás loca o qué te pasa?

Eso le enfadó aún más y le empujó para separarse de él al tiempo que gritaba:

—Efectivamente, estoy loca si pienso que puede existir algo entre tú y yo — dijo alejándose de él.

Enfadado y sin importarle que la gente les viera comenzó a caminar tras ella hasta que la alcanzó.

—No, señorita, no vas a escapar de mí así como así —e inmovilizándole las manos añadió—. El beso que me has dado me ha aclarado muchas cosas ¿Acaso no has sentido lo mismo que yo?

Incapaz de dar su brazo a torcer a pesar de saber que no llevaba la razón intentó defenderse.

—¿Qué yo te he dado un beso? —gritó mirándole a los ojos, mientras él esbozaba una pequeña sonrisa—. Has sido tú maldito gusano quien me ha perseguido y me ha besado.

Sin querer separarse de ella, Joe susurró poniéndole la carne de gallina.

—¿Sabes que estás preciosa cuando te enfadas?

—¿Y sabes que tú eres un imbécil? —contestó como pudo temblorosa y, a cada segundo, más desconcertada.

Sonrió con dulzura mientras se recreaba en la imagen que ella le ofrecía.

—Ya sé que soy un imbécil —susurró antes de posar sus labios de nuevo sobre los de ella—. Pero soy un imbécil que está loco por ti y que estaría desvariando si no te besara en este mismo instante.

Acto seguido la besó y Terry le correspondió sin poder evitar responder a esa boca exigente y a esos labios abrasadores y dulzones. Pero en cuando él notó que ella se relajaba aflojó la presión que ejercía sobre ella y Terry aprovechó el momento para levantar la pierna y propinarle un estupendo rodillazo en la entrepierna que hizo que Joe cayera al suelo y se doblara en dos.

No podía creerse lo que acababa de hacer y, consciente de que todos les observaban, espetó furiosa:

—Ya me has demostrado que eres un imbécil, pero loca estaría yo si me dejara convencer por un guaperas picaflor como tú.

Dicho esto y encendida como la pólvora se alejó de él. Con cara de circunstancias y dolorido Joe levantó la cara y murmuró a las personas que le miraban.

—No es nad…. No pasa nada. Me quiere, pero no pasa nada.

_______________ y Nick se acercaron rápidamente a ayudarle. Le sentaron en una silla y Nick no pudo evitar mofarse.

—Vaya, Terry sigue dando donde más duele —dijo mirando a su exmujer.

—Lo siento, Joe —dijo _______________ horrorizada.

—Más lo siento yo, preciosa —susurró.

_______________ cruzó una mirada con Nick.

—¿Cómo se te ocurre acosar a mi hermana de esa manera? ¿Estás loco?

—Efectivamente estoy loco —resopló—. Pero tu hermanita está más loca de lo que yo pensaba.

—Esta Terry... —se mofó Nick—. Con el rodillazo que te ha dado creo que ha decidido que no tengas hijos.

—Menos coñas que me duele horrores —resopló Joe.

Al escuchar aquello _______________, sin poder evitarlo, se molestó y dijo:

—Ya hay otros que los tienen por los demás, ¿no crees?

Nick maldijo haber hecho aquel comentario y al ver cómo le miraba, supo que la tregua se había acabado por aquella noche. En ese momento se acercó Jack y tomando a _______________ por la cintura preguntó:

—Cariño, ¿qué ha pasado?

_______________, agarrándose a él, respondió ante el desagrado de su exmarido:

—Mi hermana, que ha saludado a un viejo amigo —y mirando a Nick añadió —: Por cierto, Jack te presento a Nick. Es el padre de mis hijas. Nick, Jack, un amigo. Y este que está sentado y retorcido por las caricias de mi hermana es el famoso tío Joe.

—Encantado —saludó Jack estrechando la mano a Nick y mirando a Joe dijo—: Te daría la mano pero creo que no es el mejor momento.

Joe asintió, sin mirarle.

—Date por saludado, colega —respondió de mala gana.

Después de un incómodo pero significativo silencio, Jack abrazó a _______________ por detrás y le besó en el cuello.

—Cariño, nos vamos a la fiesta de Carolina Herrera. ¿Estás preparada?

_______________ sonrió con malicia, aunque no entendía por qué se estaba tomando aquellas libertades. Un par de días antes había hablado con él y le había dejado muy claro que no quería tener ninguna relación con nadie. Primero tenía que ordenar su vida.

Nick, apretando los puños, miró a Jack con ganas de partirle la cara. Pero, con un rápido movimiento, atrajo hacia él a Carol que se había acercado rápidamente al grupo al presenciar lo ocurrido entre Joe y Terry.

—Nosotros también nos vamos a ir. ¿Verdad, preciosa?

Sorprendida por aquello, Carol asintió y _______________, que no estaba dispuesta a aguantar un segundo más aquella situación añadió:

—Me ha gustado mucho saludaros.

—Lo mismo decimos —bufó Nick.

_______________, sin tan siquiera mirar a su exmarido, tocó a Joe en el hombro y murmuró mientras se alejaba.
—Espero que te repongas rápidamente. Adiós y pasadlo bien.

Pocos minutos después Nick y Joe, que ya podía sostenerse en pie, salían del auditorio acompañados por unas desconcertadas Carol y Bárbara. Serena, que había visto todo desde un discreto segundo plano sonrió ante lo que acababa de presenciar. Ollie no sabía si reír o llorar, pero su abuela, sorprendentemente, le guiñó un ojo, así que decidió no sacar conclusiones precipitadas y esperar a que llegara el momento en el que pudiera intercambiar impresiones con ella, que para eso era la voz de la experiencia.

Aquella noche, Nick y Joe invitaron a las chicas a cenar a un restaurante italiano. Tras la cena, que se fue animando, terminaron en un bar cubano donde bailaron salsa hasta bien entrada la madrugada. Después, como dos caballeros, las acompañaron a sus casas y ellos volvieron a su hotel donde continuaron bebiendo hasta caer redondos encima de la cama.

Con el humor por los suelos, _______________ y Terry acudieron a la fiesta que organizaba la famosa diseñadora Carolina Herrera. Pero no estaban para saraos. Tras lo ocurrido en el auditorio lo que más deseaban era hablar y poder desahogarse. Así que en cuanto pudieron escaparon hacia uno de los balcones. O hablaban o explotaban.

—Dios mío qué vergüenza —protestó Terry llevándose las manos a la cabeza—. Pobre Joe ¿cómo pude hacerle eso?

_______________ asintió. Había sido bastante vergonzoso.

—Por Dios, Terry, ¿estás loca? ¿Qué te pasó para reaccionar así?

—No lo sé —gimió avergonzada—. De pronto estaba contenta porque me estaba besando y me decía cosas maravillosas, pero… pero al ver a esa rubia tetona, me encendí y… y… ¡Oh Dios... soy una bestia!

—¿Deduzco que te gustó el beso?

Con una sonrisa pícara, pero los ojos anegados de lágrimas Terry exclamó:

—¡Oh sí… claro que me gustó! ¡¡Me encantó!! Ha sido el mejor beso que me han dado en mi vida. Y Dios, ¡ha sido Joe! Toda la vida esperando ese sexy, dulce y divino momento —susurró al recordarlo— y fíjate como ha acabado. ¡Peor imposible!

—De verdad, Terry, no hay quien te entienda.

—Lo sé. No me entiendo ni yo.

Sin poder evitarlo _______________ sonrió. Escuchar como su hermana manifestaba abiertamente lo que Joe le hacía sentir, no tenía precio.

—Terry, de verdad, me desconciertas. El tío que te gusta y que hoy estaba impresionante, te coge en plan película, te besa y te dice que está loco por ti, y tú, a cambio, le ridiculizas delante de montones de personas dándole una patada donde más duele. Pero vamos a ver, ¿por qué no piensas un poquito las cosas antes de actuar?

La joven se tapó la cara con las manos, sabía que había vuelto a meter la pata.

—Soy un monstruo. Me va a odiar toda la vida. Pobrecillo. No se merecía algo así. Pero me cegué… me cegué y…
Destapando la cara a su hermana, le levantó el mentón con cariño.

—Tranquila. No creo que Joe te odie mucho tiempo. Pero sí… eres un monstruo, aunque debes reconocer que eres un monstruo con mucha suerte, al tener a ese guaperas babeando por ti. Y ya sabes que esto no es de ahora. Es de siempre.

—Pero lo que hice hoy es imperdonable —sollozó.

—Venga, tonta —la consoló _______________ abrazándola—. Joe llamará. Esta noche él ha sido quien ha dado el paso de demostrar ante todos que está loco por ti. Tranquila. Llamará.

—¿Y si no llama? —preguntó mirándola.

—Pues le llamas tú.

—Ni loca… —murmuró deshaciéndose del abrazo de su hermana.

—No seas tan orgullosa, Terry —la regañó _______________—. El orgullo no te llevará a ninguna parte. Créeme. Lo sé por experiencia.

Ambas asintieron y permanecieron unos minutos en silencio.

—¿Y tú con Nick qué? —quiso saber, entonces, Terry.

—Bien. Normal. Hablamos tranquilamente hasta que ocurrió lo de Joe, él hizo un desafortunado comentario y comenzamos a acribillarnos.

—¿Sentiste algo cuando le viste?

—Por supuesto. Sentí unas irrefrenables ganas de matarle.

Ambas sonrieron sabían que lo que en realidad había sentido era justo lo contrario.

—Somos patéticas -—dijo Terry en un hilo de voz.

—Total y completamente patéticas —asintió _______________ observando las estrellas—. Ni con quince años hacía y decía tantas tonterías. ¿Sabes lo peor de todo? Que Nick y yo nos conocemos a la perfección y sabemos cómo hacernos daño. Y eso es lo que hemos hecho esta noche. Y ya cuando llegó Jack, lo rematamos.

—¿Qué hizo Jack?

—Sinceramente aún no lo entiendo. De pronto, llegó hasta nosotros, me llamó cariño y me besó en el cuello. Y creo que a Nick no le hizo mucha gracia porque rápidamente cogió a Carol por banda y bueno… imagínatelo.
Terry se puso a reír.

—A mí me pasó lo mismo con Gary.

—¿En serio?

—Ya te digo. Y cuando te cuente quién fue quien envió a Jack y a Gary a que se comportaran de esa manera ante Nick y Joe no te lo vas a creer.

—¿Quién? —_______________ no entendía nada.

—Pues ni más ni menos que nuestra querida madre.

—¡¿Mamá?! —gritó _______________ incrédula—. ¿Estás segura?

Terry asintió.

—Segurísima. Gary me confesó que mamá le había pedido que fuera cariñoso conmigo porque quería ver la reacción de un tal Joe. ¡Para flipar hermanita!

—No me lo puedo creer —susurró _______________.

—Pues créelo porque Gary no me mintió.

—¿Pero mamá qué tiene que ver en todo esto?

—A saber…

—¿Mamá va ahora de celestina?
jamileth
jamileth


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Los Príncipes Azules También Destiñen     NICK Y TU - Página 8 Empty Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU

Mensaje por jamileth Lun 24 Feb 2014, 9:22 am

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Capítulo 27


A la mañana siguiente, siguiendo instrucciones de Nick, les despertaron en el hotel a las nueve en punto. Deseaban ducharse antes de abandonar la habitación. Aunque al levantarse sintieron que la cabeza les iba a explotar.

—Madre mía, qué noche —se quejó Joe.

Nick arrugando el entrecejo se tocó la sien.

—Buff… llevaba tiempo sin beber tanto— dijo en un hilo de voz—. Creo que acabamos con todo el alcohol habido y por haber.

—Ya te digo, colega.

Levantándose de la cama para estirar las piernas, Joe apoyó su mano en la pared y encogiendo una pierna blasfemó. Nick, al ver aquello, pregunto:

—¿Te sigue doliendo el golpe de Terry?

Al pensar en aquella mujer, Joe logró estirarse y gruñó.

—No se te ocurra nombrar a esa salvaje, que todavía me duelen los huevos.

Sin poder evitarlo Nick se carcajeó.

—Nadie te dijo que te acercaras tanto. Y ya sabes que es impredecible.

Al ver la guasa en el rostro de su hermano, suspiró.

—Joder con la impredecible —aunque luego musitó con una sonrisa—. Pero aunque todo terminara mal, te juro hermano que me alegro de lo que hice porque al fin sé y me reafirmo en lo que sentimos el uno por el otro. Mereció la pena.

—¿Y qué vas a hacer?

—Absolutamente nada.

—¿Nada? Pero si dices que mereció la pena, ¿por qué no vas a hacer nada?

Joe, sonriendo, se desperezó.

—Me ha costado, pero yo ya he dado un paso hacia ella. Ahora, si ella realmente quiere algo conmigo, ya sabe dónde encontrarme. Así que me voy a duchar, después nos iremos al aeropuerto, cogeremos nuestro avión y regresaremos a casa.

—Tú sabrás lo que haces —murmuró Nick aún sentado en la cama—. En temas de amor, hermano, no soy la persona más indicada para aconsejarte.

Joe se detuvo antes de desaparecer tras la puerta del baño.

—Oye, guaperas isleño —dijo utilizando la expresión con la que Terry se había dirigido a él—, _______________ está increíble. Y déjame decirte que, ni cuando era más joven, estaba tan sexy como anoche.

Tenía razón, pero Nick no tenía ganas de hablar de ello.

—¿No te ibas a duchar?

Joe asintió y pocos segundos después se oyó correr el agua. Cuando Nick se quedó solo fijó su vista en la pared. Lo que Joe había dicho era cierto. Su exmujer estaba despampanante, y al recordar como el guaperas aquel le besaba en el cuello, le invadía una rabia enorme. Se dirigió hacia la mesilla y abrió la cartera. En ella tenía una foto de _______________, la observó durante unos segundos y volvió a cerrarla justo cuando Joe salía de la ducha con mejor aspecto.

—Dúchate. Te quedarás como nuevo.

Sin mediar palabra, obedeció. Instantes después sonó el teléfono de la habitación. Joe lo cogió y le indicaron que una señora estaba en recepción esperándoles. Pensó que sería Carol y, sin dudarlo, indicó al recepcionista que la hiciera que subir a la habitación. Después entró en el baño y le dijo a Nick:

—Nick, han llamado de recepción para avisar que Carol sube.

—¿Que sube Carol? —preguntó extrañado.

—Sí, debe venir a despedirse.

—¿Quedamos así anoche?

—Ni idea, hermano.

En ese instante sonaron unos golpecitos en la puerta y Joe, todavía con la toalla enrollada en la cintura, el pelo mojado y el torso desnudo abrió.

—¡Serena! —exclamó sorprendido al verla.

—Hola, muchachote —sonrió ésta acercándose a él para besarle en la mejilla.

Cuando Joe la abrazó cerró los ojos encantado de volver a verla.

—¿Me vas a invitar a entrar? ¿O vengo en mal momento?

Joe se apartó de la puerta, aún confundido.

—Por Dios, Serena, tú siempre eres bien recibida.

Esta entró y se fijó en el desorden de la habitación, mientras Joe recogía la ropa que la noche anterior habían tirado por el suelo y abría la ventana para que entrara aire fresco. Ante el apuro que él estaba pasando, Serena le cogió de la mano y susurró:

—Joe, tesoro, no te preocupes por nada.

En ese momento salió Nick de la ducha empapado, cubierto únicamente con una toalla anudada alrededor de la cintura y secándose el pelo con otra.

—Pero, vamos a ver, ¿quién va a venir a estas horas aquí?

—Pues yo —respondió Serena divertida porque aún no la había visto.

Al escuchar aquella voz, apartó la toalla de la cabeza.

—Serena, ¿eres tú?

Ante aquellos dos adonis desconcertados, Serena abrió los brazos y preguntó:

—¿Qué pasa? ¿No me vas a besar? Ya sé que estoy vieja y algo chocha, pero vamos, un saludo o un beso no se le niega a nadie.

Sin dudarlo y con una amplia sonrisa Nick fue hasta ella y la abrazó. Cuánto la había echado de menos.

—Estoy encantado de verte. —Y mirando a su alrededor añadió—: Disculpa el desorden. Anoche llegamos tarde y…

—Te digo lo mismo que a Joe, no te preocupes.

A pesar de la aparente normalidad que mostraba Serena, le temblaban las piernas de emoción. Se sentía feliz por tener de nuevo ante ella a sus dos muchachotes. A aquellos que la habían mimado y cuidado desde el día que aparecieron en su vida. La invitaron a sentarse en el sillón que había en la habitación. Durante unos segundos miró emocionada a aquellos dos hombres a los que había visto madurar. Ellos se sentían como dos tontos, medio desnudos y sin saber a qué se debía aquella visita.

—Por vuestras caras veo que os estaréis preguntando qué estoy haciendo aquí.

—Sinceramente, Serena —indicó Nick—, estamos encantados de verte, pero no entendemos el porqué de esta visita y creo que hablo en nombre de los dos. —Joe asintió a su vez.

—He venido porque ayer no os pude saludar en el auditorio y porque quería deciros algo antes de que os marchaseis. Tengo entendido que os vais hoy ¿verdad? —ambos asintieron y ella prosiguió—. Y antes de decir lo que tengo que decir, os voy a confesar una cosa. Soy una mujer que ha vivido muchos años y a mi edad hago y digo lo que me da la gana porque quiero y porque creo que debo hacerlo.

—Vaya, Serena —intervino Joe—. Presiento que te has levantado guerrera.

Los tres sonrieron por aquel comentario y después la mujer le preguntó:

—¿Tú estás bien tesoro? Porque el ataque de la loca de mi hija Terry ayer fue increíble. No me lo podía creer cuando lo vi.

Joe silbó.

—Sí, tranquila ya no me duelen los…

—Bueno… bueno —interrumpió aquella—. No hace falta que seas tan explícito. Me vale con saber que estas mejor —y arrugando la frente le confesó —. Tengo una hija increíblemente bruta. Discúlpala, no sabía lo que hacía.

—Discrepo, Serena —cortó Joe—. Creo que ella sí sabía lo que hacía y fue a dar donde más duele.

Con una dulce sonrisa la mujer le miró.

—Tú también le diste, antes a ella, donde más duele también.

—Dios me libre de pegar a una mujer — Joe no entendía nada.

—No te hablo de pegar físicamente —se escandalizó a su vez Serena—. Hablo de que tú le diste donde más le duele. Y donde más le duele a Terry es en el corazón. Y tú, ayer, con tu impulsividad, se lo terminaste de robar.

—¿Pero esa fiera tiene corazón? —se guaseó Joe.

—Según su madre, sí —cuchicheó Nick divertido.

—Mis hijas tienen dos bonitos corazones que solo laten cuando vosotros estáis cerca. Y lo sé de buena tinta. Soy su madre y las conozco a la perfección.

Nick y Joe se la quedaron mirando estupefactos, aunque secretamente satisfechos por lo que estaban escuchando. Así que se sentaron en la cama y se dispusieron a escuchar todo lo que Serena había venido a decirles.

—En lo que se refiere a ti — continuó señalando a Joe—, ¿crees que nunca me he dado cuenta de las chispas que saltan entre vosotros cuando estáis juntos?

—Serena —comenzó a decir Joe—, yo creo que…

—Espera, Joe que todavía no he terminado. —Este cerró la boca y dejó que prosiguiera—. Anoche ambos me confirmasteis lo que llevo años intuyendo. Y mira, hijo, tengo que reconocer que me gustas, como siempre me gustó Nick —ambos sonrieron como bobos—. De todos los hombres que han rondado a Terry, tú eres mi preferido porque siempre la has cuidado y te has comportado como un caballero dejándola elegir lo que quería hacer… y sinceramente —cuchicheó tocándole la mano—, no sé cómo has podido aguantar verla salir y entrar con tanto descerebrado. Lo que ocurrió anoche fue lo que tenía que haber ocurrido entre vosotros hace años. Mi hija te adora y tú adoras a mi hija. Y el amor, para que sea del bonito y verdadero, tiene que tener pasión y locura. Y de eso, querido muchachote, ambos tenéis y mucha. Así que solo me queda preguntarte: ¿Qué vas a hacer ahora?

Boquiabierto, Joe miró a Nick y encogiéndose de hombros respondió seguro de que era lo mejor.

—Nada, Serena. No voy a hacer absolutamente nada.

—¿Nada? —repitió asombrada—. Pero muchachote ¿no me has entendido?

—Te he entendido a la perfección —contestó Joe—. Pero las cosas no son tan fáciles como crees. Con Terry, no. —La mujer resopló—. Tienes razón en todo. Siempre han saltado chispas cuando Terry y yo nos hemos simplemente mirado. Pero ayer hubo tal cortocircuito que más vale que, de momento, ni nos veamos.

—Pero hijo, yo creo que…

—Serena, ahora déjame hablar a mí ¿vale? —esta asintió y él prosiguió—. Ayer le dejé a la bruta de tu hija muy claritos mis sentimientos hacia ella. Pero tú y medio auditorio pudo ver la reacción que tuvo ella. Por lo tanto, y como no estoy dispuesto a recibir ninguna otra caricia, voy a coger un avión y me voy a marchar a mi casa para continuar mi vida y si algo quiere doña mala leche, — Serena no pudo evitar sonreír ante semejante calificativo—, va a tener que ser ella la que venga a buscarme. Y ten muy claro Serena que si ella viene a mí, yo nunca le daré una patada en cierto sitio, al contrario, le demostraré de lo que soy capaz por hacerla feliz.

—Eres todo un romántico... ¡Serás hortera! —se guaseó Nick y Serena, sin poder remediarlo, le dio un collejón antes de decir.

—No estoy de acuerdo contigo, Joe, pero no me voy a meter en vuestra relación. Yo opino que los dos sois unos descerebrados, pero en fin… —Y al ver el gesto de Nick preguntó—: ¿Y tú de qué te ríes? ¿Vas a irte tú también a tu casa y no vas a hacer nada?

—Serena, si Joe ha decidido hacer las cosas así yo lo respeto. Ya es mayorcito y sabe muy bien cómo tiene que llevar su vida.

Serena no podía creerse lo torpes que podían llegar a ser todos los hombres cuando se trataba del amor.

—No estoy hablando de la vida de Joe, mendrugo —le reprochó—. Hablo de tu vida. Hombres teníais que ser. Si es que no os enteráis de nada. Nick, hablo de tu vida cariño —añadió desesperada.

Claro que la había entendido desde un principio, pero no le apetecía hablar sobre ello.

—Escucha, Serena. Si algo he aprendido en este tiempo es a aceptar las cosas como vienen. Y, en este caso, las cosas no tienen vuelta de hoja.

—Joe, tesoro, ¿puedes dejarnos solos a Nick y a mí un momento? Necesito hablar con él en privado.

Este, levantándose, asintió, pero Nick le agarró de la mano y le volvió a sentar. Y mirando a la mujer aclaró con voz dura.

—No tengo secretos con él. Cometí el error de tenerlos en su momento pero aprendí de ello. Serena, si quieres hablar, adelante, pero mi hermano se queda.

Joe le miró. Era la primera vez que hablaba en aquel tono a Serena, mientras ella sin inmutarse continuó.

—Muy bien, muchachote —dijo ella sin inmutarse—. Hablemos. Mi primera pregunta es: ¿Por qué la relación con mi hija no tiene solución?

—Porque ha ocurrido algo que impide que las cosas se solucionen — respondió.

—Esa respuesta no me vale, Nick.

No entendía hasta dónde quería llegar.

—Perdona, Serena, pero creo que te estás metiendo en un terreno privado — protestó.

—Ni tú, ni tu tono de voz me impresionan. Te he hecho una pregunta y no me moveré de aquí hasta que me la respondas.

Tras cruzar una mirada de incredulidad con su hermano, Nick concretó molesto:

—Le fui infiel a tu hija. Tuve una relación paralela a mi matrimonio y dos hijos. Por eso no hay vuelta atrás. Actué como un verdadero cabrón y humillé a _______________. ¿Qué más quieres que te diga?

—Tú en su momento perdonaste —respondió ella para su sorpresa.

—¿Cómo dices? —No sabía cómo interpretar aquello.

—Que en su momento tú perdonaste a mi hija. Incluso la ayudaste, y gracias a tu cariño y a tu tesón, continuasteis hacia adelante.

Nick no podía creerse que Serena también supiera lo que había pasado y, casi sin respiración, murmuró tras cruzar una mirada con Joe:

—No entiendo lo que quieres decir. Sé más concreta, por favor.

Serena se levantó de la silla y se sentó junto a él.

—Nick, nunca dije nada, pero sé todo lo que pasó. Sé que _______________, durante un tiempo, tuvo una relación paralela con un tipo del que se quedó embarazada. Sé que al practicarle el aborto hubo problemas y que tuvo que ser ingresada en el hospital. —Nick la miró confundido pero esta prosiguió—. También sé que, por desgracia, aquel aborto os privó de tener más hijos. Y que tú, a pesar de todo el daño que mi hija te hizo en aquel momento, le perdonaste y seguiste adelante. Y, por supuesto, sé que encubriste el problema para que no nos enteráramos de la verdad.

—Serena, tú no deberías saber eso —murmuró confundido.

Con cariño, la mujer pasó la palma de la mano por su cabello mojado.

—Me enteré de todo, pero no dije nada por egoísmo, por mi hija. Soy su madre y tú eres lo mejor que nunca ha tenido y tendrá.

En ese momento, la mujer perdió la compostura y comenzó a llorar. Nick la abrazó, mientras Joe corría al baño a por pañuelos de papel. Cuando Serena se calmó, continuó.

—Nunca te pude decir cuánto te agradecí que continuaras a su lado. Y nunca podré agradecerte que la quisieras tanto como la querías y como la quieres.

—¿Te lo ha contado _______________? —preguntó él alucinado.

—No. Ella no sabe que lo sé.

—Y entonces, ¿quién?

Tras soñarse la nariz, y beber del vaso de agua que le ofrecía Joe, contestó por fin.

—Pues hijo, me enteré de la manera más tonta. Uno de los días que fui a visitar a _______________ al hospital, me encontré con una amiga y me dijo que su hija trabajaba allí. Como _______________ estaba tan alicaída le pedí a mi amiga que su hija se informara de si a mi niña podía estar pasándole algo más. Y bueno… 

—Oh Dios… —susurró Joe entregándole otro pañuelo.

—Mi pobre amiga, me dijo que no me preocupase. Que gracias a la intervención del doctor Sceller,
_______________ aunque ya no iba a poder tener más hijos, no tendría ninguna otra secuela, a pesar de que donde le habían practicado el aborto le habían hecho una carnicería.

—Lo siento, Serena. Tuvo que ser horrible enterarte así —susurró Joe abrazándola.

—Sí —asintió—. Fue un disgusto muy grande, pero a pesar de saberlo decidí no decir nada.

—¿Cómo te enteraste del resto de la historia? —preguntó Nick.

—Una noche me quedé dormida en el sillón del comedor. _______________ y tú bajasteis a la cocina y oí como mi hija, entre sollozos, te contaba la verdad. Lo escuché todo, Nick. Fue sin querer, pero lo escuché todo. Y te juro que en ese momento al ver tu reacción con mi hija supe que eras lo mejor que le había podido pasar en su vida. —Nick no pudo evitarlo y la besó, mientras ella proseguía—. Por eso y aunque me dolió en el alma cuando me enteré de tu infidelidad, lo medité y te entendí a ti también. Sé que tras el aborto, _______________ se despreocupó de ti. Se volvió fría y reservada. Vi tu sufrimiento, muchachote. En silencio, yo lo leía en tu mirada. Sentía que necesitabas que alguien te abrazara y te besara. Pero yo no podía hacer ni decir nada. Se suponía que aquel secreto debía quedar entre vosotros dos.

—Fue difícil, Serena —asintió conmovido Nick—. Y aunque suene duro te admito que, sin buscarlo, conocí a una persona que me dio cariño sin pedir nada a cambio. Actué mal, lo reconozco y lo pagaré el resto de mi vida. Pero adoro a mis hijos, Serena. A los cuatro. Y ellos no tienen por qué pagar los errores de sus padres.

Joe, emocionado y en silencio, observaba la situación. Nick asumía su error, incluso lo aumentaba en tiempo al incluir a Sasha.

—Por eso no entiendo por qué mi hija no te ha perdonado. ¿Acaso olvidó lo que tú le perdonaste a ella? —insistió Serena que tomó a Nick de la mano.

Nick, con tacto, intentó aclarárselo.

—No, no lo ha olvidado. Te lo puedo asegurar, Serena. _______________ se ha comportado conmigo y con los niños fantásticamente. Pero a veces la vida no te permite aceptar lo que de pronto te pone delante y yo asumo su decisión.

—Pero Nick, para ti también tuvo que ser duro.

—Lo fue. Pero en el caso de _______________ fue algo que pasó y que solo ella y yo creíamos saber y en mi caso, hay dos niños por medio y eso lo hace diferente.

—¿Diferente en qué?

—Por Dios, Serena —protestó—. Es diferente en todo, y precisamente  me lo estás preguntando tú, que eres su madre y que deberías de estar de su lado y no del mío.

—Y estoy de su lado, Nick —contestó aquella—. Pero déjame que te haga otra pregunta. Si mi hija no hubiera abortado y el padre de la criatura hubiera desaparecido dejándola sola y desamparada en aquel momento, tal y como hizo, ¿qué hubieras hecho tú? ¿Habrías seguido casado con ella y hubieras aceptado aquel bebé o te hubieras separado de ella?

No le hizo falta pensar. Lo tenía claro.

—Hubiera seguido con ella y hubiera criado a ese bebé como a un hijo. Cualquier niño se merece tener el calor y el afecto de una familia.

Tras unos segundos de emotivo silencio, en los que los tres se repusieron de emociones contenidas, Serena prosiguió.

—Necesito que sepas que mi hija te sigue queriendo. Lo sé — y mirando a Joe acabó—. Y te aseguro que Terry está enamorada de ti.

—Creo que te equivocas —sonrió Nick con tristeza—. _______________ solo me tiene aprecio y anoche pude comprobarlo.

Al escuchar aquello, Serena, con una sonrisa, aclaró:

—Si lo dices por Jack, te aseguro que a mi hija le importa tan poco como Gary a Terry —y pellizcándoles en los brazos insistió—. Les importáis vosotros. Por eso vuelvo a preguntaros: ¿Qué vais a hacer con vuestras vidas muchachos?

Joe y Nick se miraron. Ver la vida del color que Serena quería que la vieran era maravilloso pero ambos sabían la realidad. Y la realidad comenzaba por que aquellas supuestas relaciones eran difíciles, y terminaba porque ellos no querían volver a vivir en Nueva York.

—Serena —respondió Nick—, lo que vamos a hacer con nuestras vidas es tratar vivirlas de la mejor manera que sabemos. Y esa manera es cogiendo un avión que sale dentro de tres horas y regresando a nuestro hogar.

Serena, desesperada, se llevó las manos a la cabeza.

—Hombres… Hombres… Qué cabezotas que sois —y al ver que sonreían dijo entre dientes—: Como dice mi nieta ¡vaya dos capullos!

—Ahora mismo te voy a lavar la boca con jabón —se mofó Joe.

—¡Serena! —dijo Nick entre risas—. ¿Qué nieta dice eso?

Al recordar la conversación que había mantenido la noche anterior con Ollie y recolocándose la melena comentó:

—Se dice el pecado pero no el pecador —dijo levantándose y cogiendo su bolso.

—¿Te vas? —preguntó Joe

Ella, tocándole el óvalo de la cara, contestó.

—Sí. Ya les he dicho a dos cabezones lo que tenía que decir.

Enternecido por el cariño que Serena siempre les había mostrado Nick indicó:

—Si esperas a que nos vistamos te acercamos en un taxi a casa.

—Tranquilos. Todavía sé llegar sola. Además, así me doy un paseo.

Poniéndose de puntillas, le dio a Joe un beso en la mejilla mientras este la abrazaba con cariño.

—Adiós muchachote. Que tengas buen viaje y espero verte pronto.

—Por supuesto. Y oye… tienes que venir a vernos a nuestra casa cuando quieras. Nuestra casa es tu casa, no lo olvides.

Aquello le llenó el corazón. Aquellos dos, a pesar de los años, seguían siendo los buenos chavales que conoció.

—Pues mira —rio mirándoles—. Cuando vayan las niñas, puede que me anime y vaya con ellas unos días. Así conoceré a esos pequeñajos.

Nick aplaudió. Estaba seguro que Serena se volvería loca con los niños.

—Fantástico. Joe y yo estaremos encantados.

—Ya lo sé muchachote —respondió abrazándole y tras darle un beso de despedida dijo—. Tened buen viaje los dos y no olvidéis que os quiero.

Dicho esto, se marchó. Cuando se quedaron solos en la habitación, Joe al ver la cara de desconcierto de su hermano, dijo para hacerle sonreír:

—Venga… vamos a vestirnos. Tenemos dos niños que nos esperan en Oahu.

Serena, tras salir del hotel, fue dando un paseo tranquilamente hasta Central Park, donde cogió un taxi que la llevó de vuelta a su casa. Cuando llegó, se encontró a Ollie sentada en el sofá del salón. Esta, al ver a su abuela a las doce y media de la mañana arreglada, se levantó rápidamente y le preguntó:

—Abuela ¿ha ocurrido algo?

—¿Por qué ha tenido que ocurrir algo? —y comprobando que no había nadie a excepción de ellas aclaró—. Vengo de ver a tu padre y a tu tío.

—¿En serio? —su abuela asintió—. Bueno, cuéntame ¿cómo estaban?

Se sentó junto a su nieta para explicarle.

—Aparentemente cansados. Debieron trasnochar bastante. Y emocionalmente hundidos.

—Lo ves abuela, te lo dije. Anoche todo salió mal. Pobre tío Joe, que rodillazo le dio la tía, y papá como miraba a mamá cuando se iba con Jack.

Serena sonrió convencida de que la historia de aquellos cuatro no había finalizado.

—No te preocupes. Esos celos les vienen bien.

—¡Abuela!

—Créeme —rio divertida—. Déjales que se quemen un poquito más y verás como pronto irán en busca de agua para refrescarse.

—¿Tú crees abuela? —preguntó boquiabierta.

—Oh, sí… por supuesto que sí.

—Pero ¿y si no terminan de quemarse? ¿Y si tras la noche pasada, cada uno hace su vida?.

Con una pérfida mirada que no daba a entender nada bueno Serena rio.

—No te preocupes cariño, ya se nos ocurrirá algo.

—Ay, abuela. Eres tremenda. ¿En qué estás pensando?

Acercándose más a ella cuchicheó.

—De momento, nadie tiene que saber que he estado con los muchachotes esta mañana. Y dentro de unos días hablas con tu padre y le dices que quieres ir de vacaciones de verano a Oahu. Seguramente a ese viaje se unirá Cat y, por supuesto, me uniré yo, que para eso me han invitado. Luego solo nos falta inventar algo para que tu madre y tu tía vengan también.

Nerviosa y divertida, Ollie vio en su abuela a una estupenda estratega.

—Eres genial, abuela. ¡Genial! Esas islas son un sitio precioso para enamorarse —dijo Ollie abrazando a su abuela.

En ese momento, oyeron las voces de Terry y _______________, y Serena levantándose cuchicheó:

—Eso he oído cariño. Y ya sabes si la montaña no va a Mahoma… —Mahoma va a la montaña —terminó Ollie en un hilo de voz.

Emocionada por los planes que tenían en mente, Serena se volvió para mirar a sus hijas y saludó feliz.

—¡Buenos días!

—Serán buenos para ti —murmuró Terry.

—Vaya por Dios. Presiento que no estás de buen humor —replicó con una sonrisa que exasperó a su hija.

_______________, que en vez de haberse tranquilizado tras lo ocurrido la noche anterior, estaba más irascible espetó con un gesto indescifrable:

—¿Humor?… ¿Humor?… Humor el tuyo, querida madre —y dirigiéndose hacia su hija le ordenó—: Ollie, ¿podrías dejarnos un momento a solas con la abuela?

Serena miró a su nieta y tras un movimiento de cabeza la niña se levantó.

—Vale.

Una vez Ollie desapareció tras la puerta, Serena, sin inmutarse, preguntó:

—¿Qué pasa cielo?

Cuadrándose ante ella Terry le increpó.

—Lo que ocurre es que nos gustaría saber por qué anoche enviaste a Gary y a Jack para que nos acosaran de aquella manera. ¿Qué pasa mamá? ¿Te divierte liar más las cosas?

—¿A qué te refieres? —preguntó inocentemente mientras observaba a su nieta Ollie escondida tras la puerta.

—Mamá, por favorrrrrrrrrrrrr —protestó _______________

—¡Mira mamá! —grito Terry más temperamental—. Nunca te has metido en mi vida y no te lo voy a permitir ahora. Y menos cuando se trata de esos gusanos inmundos de los cuales no quiero ni repetir el nombre.

—¿Te refieres a Nick y a Joe? Pobrecitos no les llames así.

—Mamá, ¿a qué estás jugando? —protestó _______________ que no entendía nada.

Serena iba a contestar cuando Terry, retirándose con furia su pelo rojo de la cara, vociferó:

—¿Qué es eso de comprobar la reacción de Joe? ¿Mamá estás loca? ¿No recuerdas todo lo que ha pasado? ¿Pero no te das cuenta que actuando así lo único que haces es perjudicarnos a todos? Oh, mamá ¡Nunca me lo hubiera imaginado de ti! ¡Nunca!

Teatralmente, Serena se sacó del bolsillo de su chaqueta un pañuelo, y arrugando la barbilla gimió.

—Niñas mías. Tenéis razón y lo siento. Sé que actué mal, pero… pero no pude hacer otra cosa.

Ollie atónita, no daba crédito a lo buen actriz que era su abuela.

—¿Cómo que no pudiste hacer otra cosa?

—Oh sí, mamá, claro que pudiste hacer otra cosa —replicó Terry cada vez más furiosa—. Podías haberte mantenido al margen como siempre has hecho.

Serena comenzó a llorar desconsoladamente ante las miradas atónitas de sus hijas y su nieta.

—Es que… —dijo entre sollozos—, es que no podía soportar ver como ellos llegaban al auditorio tan bien acompañados por aquellas dos preciosas muchachas y vosotras…

Pero no pudo seguir. Continuó llorando mientras Ollie se tuvo que tapar la boca para no soltar una enorme carcajada. Su abuela era una enorme lianta.

_______________ y Terry se miraron alarmadas. Su madre nunca había llorado así.

—Venga mamá, no te pongas así. Por favor, no llores —dijo _______________ procurando calmarla.

Pero Serena, desatando toda su vena interpretativa, se secó los ojos y musitó:

—Yo quería que vieran lo preciosas que estáis sin ellos. Sobre todo quería que vieran que hombres de la talla de Jack y Gary se mueren por vosotras. ¿O acaso creéis que para mí fue un plato de buen gusto ver como ellos venían acompañados por aquellas chicas, mientras que mis hijas, mis preciosas hijas, estaban solas? —Y tras un profundo suspiro lastimero prosiguió—. Pues no. No lo pude resistir. Quise demostrarles que vosotras valéis mucho más que aquellas dos que colgaban de sus brazos.

Conmovida, Terry sonrió y se sentó a su lado para abrazarla.

—Mamá, mamá… nunca dejarás de sorprenderme —murmuró.

_______________ se sentó al otro lado de su madre y, arropándola como acababa de hacer su hermana, añadió:

—Mamá, por Dios, no llores y tranquilízate o te subirá la tensión. A nosotras nos da igual lo que ellos vean o dejen de ver. Terry y yo somos felices así, contigo y con las niñas. De verdad, mami, no te preocupes.

Abrazada a sus hijas, Serena le guiñó un ojo a Ollie, que las observaba alucinada. Pasados unos segundos, se deshizo del abrazo y, levantándose murmuró con voz trémula:

—Mis niñas, os pido perdón. Prometo no volver a inmiscuirme en vuestras vidas.

Terry la besó con amor. Su madre era maravillosa.

—Por cierto ¿de dónde vienes tan guapa y tan arreglada a estas horas?

Serena tuvo que contener las ganas de reír como pudo y, tras pestañear, dijo:

—Fui a la iglesia. No he podido dormir bien pensando en lo que hice. Y ahora si me disculpáis voy a subir a mi cuarto a echarme un poco hasta la hora de la comida. Estoy agotada.

—Venga mamá —dijo _______________—, sube y descansa un rato. Y, de verdad, no te preocupes por nada.

Con la turbación aún en la cara Serena se marchó. Cuando las hermanas se quedaron a solas Terry murmuró:

—Desde luego, mamá es imprevisible. ¿De verdad crees que viene de la iglesia?

—Mira Terry. Me duele tanto la cabeza que me da igual de donde venga. Lo importante es que ya sabemos por qué mamá actuó como lo hizo. Ainsss hasta penita me da.

—Pobre mamá. Que mal ratito está pasando.

Mientras, Serena se reía por lo bajo con su nieta Ollie mientras se dirigían hacia su habitación.

—Abuela, eres mejor que Bette Davis ¡qué dramatismo! ¡Qué fuerza! Después de lo que acabas de hacer, te mereces un Oscar a la mejor actriz.

Serena respondió divertida bajando la voz.

—Ya lo sé, sinvergüenza ¿A quién te crees que te pareces tú? Ahora ya sabes, ni una palabra de todo esto y continuaremos con nuestro plan.

—A la orden, Bette Davis.

Cinco minutos después, las dos reunidas en el cuarto de Serena pensaban cuál podría ser el próximo empujoncito.
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Los Príncipes Azules También Destiñen     NICK Y TU - Página 8 Empty Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU

Mensaje por jamileth Lun 24 Feb 2014, 9:28 am

10/10


Capítulo 28


Pasado un tiempo, Nick empezó a preparar las vacaciones para sus hijas, no podía creer que las tendría muy pronto junto a él. Ollie ya le había dicho que las dos se morían de ganas por ir y Nick no perdió el tiempo. Como Serena también se animó a viajar, habló con la señora Talula y ésta, encantada, les alquiló la casita de al lado de la suya. Era exactamente igual, pero apenas tenía muebles; solo unas camas que utilizaban sus nietos cuando iban a visitarla.

Nick llamó a sus hijas, que recibieron felices la noticia.

—¡Genial papá! —gritó Ollie—. Así tendremos más espacio y podremos comer y cenar todos los días juntos.

—Sí, princesa —sonrió mirando el mar—. ¿Mamá qué ha dicho del viaje?

—A ella le parece bien. Incluso nos está animando para que te liemos y nos lleves a conocer algunas islas —Nick sonrió—. En cambio la tía se enfadó un poco con la abuela. No entendía que ella nos quisiera acompañar. Pero habló con mamá y parece que está más relajada. Aunque bueno, ya sabes cómo es ella, con la mirada lo dice todo.

—No te preocupes. Se le pasará —Nick no pudo evitar esbozar una sonrisa. Se podía imaginar a la fiera de Terry.
Al colgar el teléfono Joe aparecía por la puerta, guasón como siempre.

—Tesorito. Acabo de acostar a los niños ¡por fin solos! —pero al mirarle preguntó—. ¿A qué se debe esa cara tan seria?

—Acabo de hablar con Ollie para decirle lo de la casa y se ha puesto muy contenta.

—¿Y por qué tienes tú esa cara?

—Pues no lo sé —suspiró Nick—. Quizá sean las ganas que tengo tan enormes de verlas y abrazarlas.

Joe se apoyó en el quicio de la puerta.

—¿Solo a ellas?

—Que gracioso eres —resopló aquél —. Pues que sepas que _______________ está encantada con que las niñas vengan aquí unos días con nosotros, aunque no puedo decir lo mismo de tu dulce y encantadora Terry.

Joe sonrió con amargura al recordar a aquella mujer que tantas noches le quitaba el sueño.

—Por Dios, Nick, no era menos de esperar por su parte. Tu cuñada sigue en su línea. Ni un poquito más arriba, ni un poquito más abajo. En su línea guerrera de siempre.

Joe, ofuscado, se dio la vuelta y se dirigió directamente a su habitación. Cerró la puerta y se tumbó sobre la cama dispuesto a padecer otra de aquellas interminables noches, donde el recuerdo y el perfume de Terry inundaban su mente y su cuerpo.

Finalmente llegó el día. El avión aterrizó a su hora y Nick sonrió feliz, cuando al abrirse las puertas aparecieron sus chicas junto a su abuela.

—¡Papá!—gritó Ollie encantada— ¡Estamos aquí!

—¡Papá!—vociferó Cat, mientras Serena sonreía ante la alegría de sus nietas al ver a su padre.

Llegó hasta ellas corriendo y fue a abrazarlas pletórico.

—¡Aloha princesas! ¡Qué alegría que estéis aquí!

—¿Y a mí no me abraza nadie? ¿Soy invisible? —dijo Serena.

Nick, con una sonrisa en los labios, se volvió hacia ella y la abrazó encantado mientras con la complicidad de siempre le susurraba divertido:

—Pero mira que eres envidiosilla. Aloha Serena. Bienvenida a mi tierra.

La mujer sonrió, y separándose de él, preguntó mirando hacia los lados.

—¿Dónde está el otro muchachote que me falta?

—Se ha quedado en casa esperándonos —apuntó Nick

—Estará con Sasha y Tommy —respondió tranquilamente Ollie.

—Sí, cariño está con ellos —afirmó su padre asiendo la maleta de Serena.

—¿Y por qué no han venido? — preguntó Cat.

—Pues, porque… —empezó a decir Nick pero Serena le interrumpió.

—Chicas, dejémonos de preguntas y no perdamos tiempo aquí. Por cierto Nick, necesito una farmacia —y al ver una en el mismo aeropuerto dijo dándoles dinero a sus nietas—. Id y compradme las pastillas de los mareos, por favor.

Cuando las niñas se alejaron, Nick fue a decir algo, pero Serena se le adelantó.

—¿Por qué no han venido Joe y los niños? ¿Vas a tenerlos escondidos el tiempo que yo esté en la isla? Porque mira lo que te digo muchachote, si es así me cojo el primer avión que salga hacia Nueva York.

—No. No es eso —sonrió Nick al darse cuenta que le regañaba como tiempo atrás—. Es solo que no sabía si debía o no traerlos al aeropuerto. No sabía qué hacer, estaba inseguro.

—Pues ya puedes ir perdiendo la inseguridad Nick. Yo he venido sabiendo lo que hay aquí.

—Vale…vale —sonrió divertido—. No te preocupes que no volveré a dudar.

—Nick, creo que después de todo lo que ha pasado, las cosas han quedado claras entre nosotros y...

—Tienes razón. —Cortó él y para cambiar de tema cuchicheó—. Por cierto, ¿te he dicho lo guapísima que estás hoy?

Eso le trajo recuerdos, era una broma que miles y miles de veces había utilizado Nick para zanjar cualquier leve discusión entre ellos.

—Anda ya, no empecemos, adulador —rio esta—. Mira, ahí vienen las chicas.

—Ya estamos aquí —dijo Cat—. Toma, abuela, tus pastillas.

—Trae, cariño. Las guardaré por si las moscas —dijo mientras salía por la puerta junto a Cat.

Ollie quedó rezagada junto a su padre y, sorprendiéndole como siempre, susurró:

—Presiento que la abuela ya te ha leído la cartilla ¿verdad?

No le quedó más remedio que sonreír, su hija conocía muy bien a su abuela.

Cuando llegaron a la casa que tenía alquilada para ellas paró el motor. Pero tras pensarlo unos segundos lo volvió a encender y se dirigió a la casa de al lado. Ollie fue la primera en bajar y salir corriendo hacia su interior, seguida por una tímida pero curiosa Cat, mientras Nick ayudaba a Serena a salir del vehículo.

—He pensado parar primero aquí para que vieras al resto de la familia antes de acercaros a la casita que he alquilado para vosotras.

—Estupendo. Así me gusta, sin dudarlo.

Nick sonrió y, cogiéndola del brazo, se encaminó hacia el interior de la casa. Lo que nunca supo Nick, fue lo nerviosa que Serena estaba. Iba a conocer el porqué de la separación de Nick y su hija, pero era tan buena actriz que nadie se percató. Al entrar en aquella casa agradable, luminosa y acogedora su mirada recorrió todos sus rincones.

—Deben de estar en la parte de atrás. En la playa —indicó Nick.

Sin dejar de mirar a su alrededor Serena se detuvo en el salón.

—Qué casa más maravillosa. Es tal y como vosotros la describíais — dijo con sinceridad al recordar las veces que había oído hablar de aquella casa.

Nick miró su alrededor y asintió.

—Para Joe y para mí esta siempre ha sido nuestra casa. Nuestro punto de referencia.

En ese momento apareció Joe.

—Serena ¡por fin has llegado! —dijo abrazándola.

—¿Cómo estás, tesoro?

Con una amplia sonrisa que la llegó al corazón respondió:

—Estupendamente ahora que tú estás aquí.

Emocionada por aquel cálido encuentro, tan parecido al que siempre le había prodigado, con los ojos empañados en lágrimas la mujer murmuró:

—Me alegra ver que hay cosas que nunca cambian.

—Para ti, nunca cambiarán.

—Gracias muchachote —y secándose las lágrimas añadió—. Le estaba diciendo a Nick que la casa es maravillosa. Qué buena luz tiene y qué armoniosa es.

Con complicidad, Joe asió por los hombros a Nick y murmuró.

—Es nuestro nidito de amor. Un sitio muy especial.

A Serena le hizo mucha gracia aquel comentario.

—¿Dónde están los chicos? —preguntó con curiosidad mirando a su alrededor.

—Están saludando a Ollie y a Cat. Ven, te los presentaré —dijo Joe y cogiéndole de la mano los tres fueron a la parte trasera de la casa.

Al salir por la portezuela trasera, Serena se quedó maravillada al encontrarse con un mar precioso y cristalino. Pero sus ojos volaron hacia un grupito que había a un lado de la playa.

—¡Ollie! —gritó Sasha abrazándola—. Qué bien que estés aquí, cuánto te echaba de menos.

—Yo a ti también, bonita. ¿Todo bien por aquí?

—Sí.

—¿Y Rachel? ¿Te ha vuelto a pegar? —la pequeña asintió y Ollie frunciendo el ceño murmuró—. Creo que voy a tener que ir a ver a esa niña y decirle cuatro cositas. —Al ver que la pequeña sonreía dijo cogiendo a su hermana de la mano —. Mira Sasha ¿te acuerdas que te dije que yo tenía una hermana? —la niña asintió—. Pues ha venido aquí para conocerte a ti y a Tommy.

Con una timidez algo inusual en Cat, la saludó.

—Hola, Sasha.

—Hola, Cat — contestó la pequeña y agarró con fuerza la mano de su hermano y le dijo—. Este es Tommy. No habla mucho porque es pequeño. Pero él también está contento de conocerte, como yo.

Acercándose a él Cat le besó en la mejilla y el pequeño sonrió.

—Hola Tommy —y mirando de nuevo a la niña preguntó—: ¿Podría darte un besito a ti también?

La niña no lo dudó y antes de que Cat pudiera moverse, se tiró a sus brazos y le dio un sonoro beso.

—¿Querrías ser mi hermanita y la de Tommy?

Cat, emocionada, miró a Ollie que se encogió de hombros y asintió.

—Pues claro que sí.

En ese momento la niña soltó una carcajada y con cara de pilluela cuchicheó.

—Verás cuando se entere el tío Joe. ¡Otra chica!

Tras este comentario de la niña, se encaminaron felices a la casa, ajenas a las atentas miradas de Nick, Joe y Serena. Según se acercaban Sasha preguntó:

—¿Quién está con papá y el tío?

Cat y Ollie se miraron.

—Es la abuela. Ha venido con nosotras —respondió Ollie.

—¡Qué bien! —dijo la niña echando a correr delante de ellas.

Desde la casa se veían como todos se acercaban y como Sasha corría hacia ellos. Al llegar frente a estos se paró en seco y mirando fijamente a Serena dijo.

—Hola. Soy Sasha y ese que viene con mis hermanas es Tommy, mi hermanito.

Serena, agachándose para estar al nivel de la niña contestó.

—Hola Sasha —y acercando su mano a la carita de la niña murmuró—. Vaya… veo que eres muy guapa.

—Lo sé. Eso dice mi papá —asintió con una sonrisa mellada—. Dice que me parezco a mi mamá. Era muy guapa.
Nick cerró los ojos y esperó el desastre. Pero Serena sorprendiéndole contestó.

—No lo dudo, bonita. Entonces, para que yo me aclare, tú eres Sasha y este jovencito que viene en los brazos de Ollie, es Tommy.

—Sí. Oye y…

Nick, al intuir lo que la niña iba a preguntar murmuró mientras la cogía de la mano.

—Sasha tranquilízate cariño.

—Déjala que hable Nick —replicó Serena mirándole a los ojos—. Dime cielo, ¿qué ibas a decirme?

Joe, al ver el agobio de Nick, cogió a la pequeña en brazos para echarle un cable.

—Uf… Serena no la conoces. Como empiece a preguntar no para y todavía te quedan muchos días en la isla como para que el primer día te acribille a preguntas.

Aquella noche cenaron todos juntos una barbacoa que hicieron en la parte trasera de la casa familiar. Fue una noche estupenda en la que de nuevo volvían a ser como una familia, aunque siguieran faltando elementos de la misma.







bueno chicas hasta aqui la maraton :D
y gracias por haber esperado  :P 
cuidense
 :bye:
jamileth
jamileth


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Los Príncipes Azules También Destiñen     NICK Y TU - Página 8 Empty Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU

Mensaje por aranzhitha Lun 24 Feb 2014, 6:16 pm

Aw ya quiero  que se reconcilien!
Y Joe y Terry estén juntos!
Síguela!
Gracias por el maratón!?
aranzhitha
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Mensaje por chelis Mar 25 Feb 2014, 4:05 pm

Madre!!!!... Esa serena es una grosa!!!... Jajajajajajaja es linda y mira como quiere a todos!!!!
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Mensaje por aranzhitha Mar 25 Feb 2014, 4:15 pm

Síguela!
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Mensaje por chelis Mar 25 Feb 2014, 5:20 pm

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Mensaje por jamileth Miér 26 Feb 2014, 8:24 am

Capítulo 29


Durante los tres primeros días todos disfrutaron de playa, sol y mar. Todos parecían felices y como Nick y Joe imaginaban, Serena aceptó sin ninguna condición a los niños con quienes jugaba mucho y a quienes atendía con cariño. Rápidamente memorizó qué zumo le gustaba más a Sasha o la mejor manera de dormir a Tommy. Serena, como siempre, estaba en todo y tenerla junto a ellos les facilitaba la vida.


Una noche, mientras Nick le leía un cuento a su hija antes de ir a dormir, le interrumpió con una de sus inesperadas preguntas.


—Papi, ¿crees que Serena querría ser mi abuelita?


«Lo sabía cielo, sabía que tarde o temprano me lo preguntarías», pensó Nick y dejó el cuento sobre la cama.


—Tú ya tienes una abuelita, princesa.


—No la tengo, papi. Se fue con mami al cielo.


Dolido asintió.


—Ya lo sé, cariño pero ella era tu abuelita —y cogiendo el cuento puntualizó —. Túmbate. Cierra los ojitos y venga, duérmete.


—Pero papi. Yo quiero tener una abuelita como Ollie y Cat ¿Por qué no puedo?


Tragando con dificultad Nick repitió de nuevo.


—Sasha. Tú la tienes, cariño. Pero está en el cielo mirando lo que haces junto con mami.


—Eso ya lo sé —insistió la niña, y cogiendo la foto que tenía en su mesita de noche dijo—: Ya sé que mi mamá y mi abuelita son estas, pero yo quiero tener una mamá que me dé abrazos y me haga sándwiches de queso y una abuelita que me dé besitos y me compre helados. Ollie y Cat las tienen. ¿Por qué yo no?


—Escucha, cariño —musitó cada vez más acorralado por las insistentes preguntas de la pequeña—. Serena te quiere mucho y te dará todos los besitos que tú quieras, pero ella no es tu abuela y…


—Pero quizá si se lo preguntó me dice que sí —cortó sin darse por vencida —. Ella es muy buena conmigo y a lo mejor le parece buena idea.


Confundido, Nick soltó de nuevo el cuento e intentando no ser excesivamente duro con una niña tan pequeña respondió:


—Escucha Sasha, eso no es buena idea. Eres muy pequeña para entender ciertas cosas pero yo soy tu papá y necesito que te fíes de lo que te digo. No preguntes nada más, por favor. ¿Me lo prometes?


Serena podía ser un encanto de mujer, pero aquello ya le parecía excesivo.


—Pero papiiiiiiiiiiii —se quejó la niña.


—Princesa, Serena te quiere muchísimo. Te aseguro que ella va a jugar contigo, te va a comprar cientos de helados y te va a dar mil besos y abrazos, pero por favor prométeme que no le vas a pedir eso.


El gesto serio de su padre unido a las lágrimas que vio en sus ojos hizo a la pequeña asentir finalmente.


—De acuerdo papi.


Nick la abrazó y la besó con adoración en la cabeza. A pesar de estar rodeada de personas que la querían, su pequeña añoraba lo que nunca podría tener y eso le atenazaba el corazón. Desde el otro lado de la puerta Joe había escuchado la conversación entre padre e hija y no pudo evitar resoplar al ver a Nick encogerse de tristeza, así que regresó a su habitación sin mediar palabra.


Al día siguiente, sobre las once de la mañana estaban casi todos en la playa tomando el sol. Era un bonito día pero con aire, por ello la playa se llenó rápidamente de gente dispuesta a practicar el surf.


—Papá —dijo Ollie—, ¿crees que me podré meter hoy en la playa con vosotros y con la tabla?


Al ver como Serena torcía el gesto, entendió que no le hacía mucha gracia.


—Ni lo pienses, princesa. Hoy solo se meten con sus tablas las personas que saben hacer surf en condiciones, y tú, mi preciosa rubita, todavía no sabes lo suficiente como para poder manejarte sola allí dentro.


Serena asintió aliviada y señaló.


—¿Lo ves Ollie? Qué cabezona eres.


La joven fue a protestar cuando se escuchó la vocecita de Sasha.


—Ollie, ¿juegas conmigo en la arena?


Tras mirar a su padre y sonreír, la joven se levantó.


—Sí. Ahora mismo voy.


Sasha cogió su cubo y se dirigió hacia la orilla. Pero se paró por el camino para mirar muy seriamente a Serena. Al ver que la niña le miraba sonrió. Segundos después la pequeña la imitó. A Serena no se la había pasado por alto como la niña la miraba. Incluso cuando estaba haciendo algún cariño a alguna de sus nietas, reclamaba su atención con sus ojos o sus actos. Sasha era una niña muy cariñosa y necesitaba continuamente que alguien la abrazara y, aunque Joe y Nick se deshacían con ella, la niña buscaba continuamente a Serena.


—Vaya… vaya —se mofó Joe mientras no perdía de vista donde muchos otros surfistas miraban—. ¿Has visto el trasero de la chica que le está poniendo un gorrito a Tommy?


Nick dirigió la mirada hacia donde Joe le indicaba. Junto a su hijo había una chica agachada con un minúsculo bikini que más que tapar, destapaba.


—Impresionante la vista —rio Nick mirando descaradamente como todos. 


De pronto la chica se incorporó y cuál no sería su sorpresa al ver quién era.


—¡Cat! —gritó asombrado mientras se acercaba a ella corriendo con una toalla—. Pero, ¿cómo sales así de casa?


—Pero ¿qué dices papá?—contestó contrariada al sentirse glamurosa con aquel bikini negro, las gafas de Moschino y una pamela en la cabeza—. Papá, por favor quítame esa toalla ahora mismo.


—Pero ¿estás loca? —la regañó Joe acercándose a ella con otra toalla—. ¿Cómo sales así?


Desesperada por el acoso y derribo de su padre y su tío con las toallas gritó fuera de sí.


—¿Estáis locos o qué? ¿No habéis visto nunca un bikini?


—¿A eso se le llamas tú bikini? —exclamó Joe perplejo, y al ver cómo unos tipos les observaban voceó—. ¡Eh… tú! ¡O dejas de mirar a mi sobrina con esa cara o voy y te la parto!


—¡Tío Joe! —volvió a chillar Cat avergonzada.


—A mirar a otro lado —bufó Nick dirigiéndose a unos chicos—. Esta es mi hija y cuidadito con acercaros a ella.


—¡Papá! ¡Tío Joe! —farfulló horrorizada—. O quitáis las toallas de delante de mí o como las quite yo va a ser peor. Esto es un bikini y no enseño nada que las demás no enseñen. ¡Quitad las toallas ahora mismo o no respondo de mis actos!


Aquel ultimátum, unido a la cara de mala leche de la joven hizo que Nick y Joe bajaran las toallas para dejar pasar a una despampanante Cat que, avergonzada por su padre y su tío, se sentó junto a su abuela y su hermana que se morían de risa.


—Me siento fatal, Nick —susurró Joe avergonzado.


Nick no podía dar crédito a lo ocurrido.


—¿Cómo ha podido crecer así?


—Por Dios, le he mirado el culo a Cat, a mi sobrina, de una manera indecente —resopló preocupado—. Me siento fatal —repitió Joe.


—Si te sirve de consuelo —susurró Nick—, yo se lo he mirado de manera tan indecente como tú, sin reparar en que era mi hija.


Cruzaron las miradas con semblante serio y al ver lo absurdo de la situación al final rompieron a reír mientras las chicas les miraban desconcertadas.


Por la tarde, tras un maravilloso día de sol y playa, Serena comentó que quería llamar a sus hijas. Sus muchachotes no dudaron en ofrecerle el teléfono de casa. Miró el reloj. Marcó el número de teléfono y calculó la hora en Nueva York.


—Hola _______________, ¿cómo estás cariño?


Al reconocer la voz de su madre la joven sonrió.


—Bien mamá ¿y vosotras? ¿Qué tal estáis allí? —contestó dejándose caer en el sofá al lado de su hermana.


Serena, al ver por el rabillo del ojo que Nick y Joe estaban pendientes de su conversación respondió alto y claro.


—Estupendamente hija. Esto es una maravilla. La casa es preciosa y el sitio donde viven los muchachotes es un paraíso.


_______________, al recordar con cariño aquella casita, sonrió.


—Sí, mamá. Lo recuerdo como un sitio muy bonito. ¿Cómo están las niñas?


—Estupendas. Hoy fuimos en la playa y estuve viendo a los chicos hacer surf. _______________, nunca me dijiste que estos muchachotes fueran tan buenos. Eso sí ¡qué angustia cada vez que sea caen! Me da la sensación de que se van a romper la crisma.


—Mamá, eso te lo dije hace muchos años. Y tranquila, Nick y Joe saben muy bien lo que hacen en el agua. Por cierto, ¿cómo estás de tus mareos?


—No he vuelto a tener. Debe ser que el ambiente de aquí me sienta a las mil maravillas. Bueno, ¿Terry dónde anda?


—Aquí a mi lado. Espera, que te la paso. Un beso mamá y diles a las niñas que las quiero.


—De acuerdo cariño. Se lo diré.


Terry cogiendo el teléfono que le daba su hermana saludó.


—Mamá, hola cómo estas


—Muy bien, Terry —dijo a propósito y vio que Joe se ponía tenso—. Aquí pasando unas vacaciones de ensueño. Hija esto es verdaderamente un paraíso.


Terry no pudo evitar sonreír, y murmuró para quitarle importancia:


—Bueno, bueno, no será para tanto.


—Que sí hija —insistió—. Esto es maravilloso. Sol, bebidas fresquitas y excelente compañía. Ainsss hija, me encantaría que vinierais a pasar unos días con nosotras. Sería estupendo y creo que os sentarían muy bien estos aires.


Joe se quedó petrificado. ¿Terry allí?


—No creo que sea buena idea mamá —respondió rápidamente—. Las cosas no están como para estar todos juntos, precisamente.


Con una sonrisa Serena volvió a repetir alto y claro:


—Hija, por Dios que no pasaría nada. No creo que a los muchachotes les importara que os vinierais unos días _______________ y tú. ¿Quieres que se lo pregunte?


—No.


—¿Seguro hija? Mira que…


Terry se levantó de un salto del sillón, alarmando a su hermana.


—No, mamá. La respuesta es no.


—Vale hija… vale. No hace falta que te pongas así.


Joe sonrió al intuir su respuesta y se relajó.


—Mamá, escucha —dijo Terry más tranquila—. Lo importante es que vosotras lo paséis fenomenal y que regreséis morenitas y descansadas.


—De acuerdo, hija —y al ver que Nick y Joe atendían a los niños indicó —. Anotaros este teléfono por si necesitarais algo y los móviles no funcionaran.


Una vez Serena se cercioró de que su hija había apuntado el teléfono, se despidió de ella y colgó.


—Hora de dormir —comentó Joe levantándose mientras cogía en brazos a Tommy e incitaba a Sasha a dar las buenas noches.


—Jopetas, tío ¡un ratito más! —pidió la pequeña.


Joe se rascó la incipiente barba.


—Vamos a ver ¿tú quieres que te lea la parte del cuento en el que Blancapiedras luchaba contra el enano verde y apestoso?


—¡Sí!


—Pues entonces, princesa debes acostarte ahora, si se hace más tarde ya no podré leértelo.


—Valeeeeeeeeeeeeee —gritó la pequeña que desapareció en décimas de segundos del salón.


Serena, sorprendida por cómo había sabido manejar la situación asintió.


—Vaya Joe, veo que el cuidado de los pequeños no se te da mal.


—Me encanta ocuparme de estos diablillos. Y hoy me toca leer a Sasha nuestro cuento preferido de Blancapiedras.


Nick que entraba con un biberón para Tommy en las manos tomó al niño en brazos.


—No sé qué haría sin él. Se ocupa de todas mis necesidades —dijo.


—¿De todas? —bromeó Ollie.


Al entender la picardía de su hija Nick rio y Joe aclaró divertido:


—Podemos decir de casi todas, pues lo creas o no también me encargo de que tu padre conozca a algunas muchachas de la isla.


A Ollie no le gustó nada aquello pero disimuló.


—Por cierto, son guapísimas las chicas de la isla —intervino Serena—. No tienen nada que ver con las chicas de Nueva York. Son unos bellezones exóticos.


—Tienen unos cuerpazos increíbles —asintió Cat.


—Son muy exóticas. ¡Como yo! —bromeó Joe caminando tras Sasha.


—Tú lo que eres es un payaso —añadió Serena.


—De eso no hay duda —asintió Nick.


—Hablando de las islas. Podríamos ir mañana de excursión a Pearl Harbor y a la playa de Waikiki ¿qué os parece? —dijo Ollie tratando de cambiar de tema.


—¡Perfecto! —aplaudió Serena.


—Pues no se hable más —asintió Nick—. Mañana todo el mundo a Waikiki.


La excursión fue un éxito. Primero fueron a Pearl Harbor. Un legendario lugar donde el 7 de diciembre de 1941 murieron 2335 marinos norteamericanos al ser atacados por sorpresa por los japoneses. Aquel ataque tuvo como consecuencia que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial.


Con el corazón encogido, visitaron las instalaciones, incluido el submarino Bowfin. Aquel tour incluía un paseo en una lancha de la marina norteamericana. Desembarcaron en el Memorial Arizona, que estaba construido sobre el casco hundido del acorazado U.S.S. Arizona. Con lágrimas en los ojos, Serena salió de allí. Todo aquello le traía recuerdos que durante años habían estado guardados en su corazón. Nick, al verla tan triste, la abrazó para que pudiera desahogarse. Después se dirigieron a Waikiki, donde disfrutaron de una increíble playa.


—Soy una pesada —comentó Serena más animada—. Pero es que es increíble.


—Papá—dijo Ollie— qué mogollón de gente que hay aquí.


Nick al mirar alrededor sonrió.


—Hija ¡estamos en Waikiki! El mayor destino turístico de las islas. Esto es el paraíso para el turismo.


—Y no veas lo caro que es —apuntó Joe—. Aquí se paga hasta casi por respirar.


Ollie, al ver una casetilla de madera pintada en tonos verdes dijo:


—Mira papá, en aquel puesto de tablas de surf tienen carteles en los que pone que se enseña a hacer surf.


Nick asintió.


—Claro hija. Es la manera de ganarse la vida muchos viejos surfistas.


Joe miró con curiosidad hacia el puesto.


—A lo mejor está Bumasa.


—¿Bumasa? —preguntaron en trío Serena y las chicas.


—Es un viejo amigo. Vive de dar clases a los turistas que quieren aprender —aclaró Nick.


Joe miró a su alrededor para localizarle y señaló en su dirección.


—Mira allí está, vamos a saludarle.


Se dirigieron hacia el puesto donde, al verles acercarse, Bumasa salió y se fundió en un abrazo con ellos. Nick les presentó a Serena y a sus hijas y este, educadamente, las elogió diciéndoles que eran muy guapas. Tras hablar un rato con él, se despidieron y siguieron su camino. Por la tarde mientras se tostaban en la playa, Ollie preguntó:


—Papá, ¿vosotros podríais dar clases de surf?


Incorporándose para mirarla Nick asintió.


—Ya las hemos dado, hija


—¿De verdad? —preguntó extrañada Cat.


Joe, tras ponerle el gorrito de cuadros verdes a Tommy asintió.


—Sí, cielo. Hace años, cuando no éramos abogados, era una forma fácil de ganar dinero.


—Y también seguro que os servía para ganaros a las chicas —sonrió Serena y añadió—: … y no me extrañaría que todavía os las ganarais.


Joe le guiñó el ojo.


—Se hace lo que se puede Serena —replicó.


Una carcajada general llenó el aire tras aquello, hasta que Cat señaló con el dedo.


—Mira papá, tu amigo Bumasa va a dar una clase.


En ese momento Bumasa, aquel surfista entrado en años pero fibroso, se dirigía al agua en compañía de una jovencita.


—Claro princesa, es su trabajo. Las clases de surf en esta playa se llevan dando desde los años treinta. Las olas no son enormes pero tienen fuerza para que la plancha se deslice por ellas y así poder bailar con las olas.


—¿Cuánto cobran por las clases? —preguntó curiosamente Cat.


—Creo que unos cuarenta y cinco dólares la hora —dijo Joe—. ¿Por qué lo preguntas?


—Solo es curiosidad tío.


—Es gracioso oírte decir eso de bailar con las olas. Suena raro —apuntó Serena.


Joe la miró y, tras guiñar el ojo a unas chicas que le miraban, añadió:


—Cuando uno hace surf, siente como si el cuerpo, el mar y el cielo fueran una sola cosa. Es la unión de los elementos y ese conjunto que te he dicho te hace sentir el «Mana».


—¿Mana? —preguntó Cat—. ¿Qué es eso?


Nick y Joe se miraron y fue este último quien respondió.


—El Mana es la unión de varias cosas. Es el poder que se siente cuando haces un buen baile con las olas. Cuando tu cuerpo siente el Mana, consigues volar por los aires.


Al ver las caras de las niñas Nick añadió:


—Es increíble sentirlo y aún más difícil de explicar. Es como dice tu tío. Un poder especial. Un subidón de adrenalina increíble. El Mana es el poder.


—Suena bien —susurró Ollie—. La verdad es que la primera vez que pude quedarme un segundo de pie encima de la tabla sentí un subidón increíble.


—Pues imagínate cuando puedas cabalgar durante algo más de unos segundos encima de las olas —dijo Joe mientras le tocaba su rubia cabellera.


—Espero sentir el Mana ¡Me encantaría! —asintió sonriendo.


Orgulloso por como su niña observaba el mar y el surf, cruzó una mirada con su hermano y abrazando a aquella pequeña rubia murmuró.


—Estoy seguro que tú lo sentirás.








bueno chicas aqui esta el cap... :D
gracias por los comentarios y por cierto estoy de vacaciones y bueno... si comentan mucho subo todos los dias :D
bayyy
 :bye:
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Mensaje por chelis Miér 26 Feb 2014, 11:44 am

Pon otroooooo!!!!...
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Mensaje por aranzhitha Miér 26 Feb 2014, 2:41 pm

Awww me encanta!!
Ya quiero ver que van a hacer para que vayan la rayiz y Terri!
Síguela!
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Mensaje por chelis Miér 26 Feb 2014, 9:34 pm

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Mensaje por aranzhitha Dom 02 Mar 2014, 10:17 pm

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Mensaje por chelis Lun 03 Mar 2014, 1:56 pm

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Mensaje por aranzhitha Lun 03 Mar 2014, 8:41 pm

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Mensaje por chelis Lun 03 Mar 2014, 9:55 pm

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