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Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 30
Dos días después, por la mañana, Ollie y Cat, se dirigieron hacia la casa de su padre a desayunar, como ya era costumbre.
—Aloha —saludó Ollie al entrar.
—Aloha, preciosas —respondió Nick
—Buenos días, princesas —musitó Joe—. Sentaos a la mesa.
—¿Dónde está la abuela? —preguntó Nick extrañado.
—Estaba agotada —señaló Cat—. Dijo que prefería descansar un rato más.
Joe, tras mirar su reloj apremió a la pequeña Sasha.
—Termina la leche que te llevo al colegio.
La niña se resistió.
—No quiero ir. Me quiero quedar con Ollie y con Cat. Además, me duele la barriguita.
Joe y Nick se miraron y sonrieron. Sasha y su teatrillo.
—Ni lo pienses jovencita, ese cuento ya nos le sabemos —susurró Nick—. Ayer faltaste al cole de verano pero hoy no lo vas a hacer.
Con un gesto de enfado esta dio una patada a la pata de la mesa.
—No es justo. Quiero estar con ellas.
Para intentar calmarla Ollie intervino.
—Prometo que te iremos a recoger al cole. Luego iremos a la playa y haremos un castillo enorme de arena para poder jugar con la Barbie, ¿quieres?
La cría tras rascarse el mentón pensó que no era mala idea y se bebió la leche.
—Vale. Pero que no se te olvide que me tenéis que ir a recoger.
Nick y Joe se miraron y resoplaron. Aquella pequeña se estaba convirtiendo en toda una lianta y experta en coacciones.
—Nick, voy a darme una vuelta por el despacho por si ha llegado algo de correo. En una hora estoy de vuelta. Id pensando qué queréis que hagamos hoy.
Dicho esto, Joe se marchó con los pequeños y Nick se quedó a solas con sus hijas.
—Bueno chicas ¿qué os apetece hacer hoy?
—¿Qué te parece si nos vamos a Honolulu de shopping?
Nick sonrió. Cat y sus compras.
—Eres incorregible, cariño —pero deseoso de darle todos los caprichos accedió—. Pues no se hable más. En cuanto regrese el tío nos vamos todos a Honolulu.
—¿Y la abuela? —preguntó Ollie.
—Terminad de desayunar que voy a verla, enseguida vuelvo.
Nick caminó hasta la casa de al lado. Llamó a la puerta y entró.
—¿Serena puedo pasar?
—Pues claro que sí —dijo al tiempo que salía de la cocina.
Nick, al ver la mala cara que tenía preguntó preocupado.
—¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
Sentándose en el sillón del salón respondió.
—Estoy un poco cansada pero no te preocupes. Ya sabes... la edad, hijo.
Pero aquello no convenció a Nick.
—En serio, Serena si te encuentras mal te llevo al hospital ahora mismo.
—Anda ya Nick, no digas tonterías. ¿Cuáles son los planes para hoy?
—Tus nietas quieren ir a Honolulu de tiendas —rio al decirlo.
La mujer puso cara de horror.
—Me niego. ¡No voy! Yo os espero aquí tranquilamente.
Pero a Nick aquello no le parecía una buena idea.
—¿Cómo te vas a quedar sola?
—Por el amor de Dios, muchachote. ¿Me vais a abandonar para toda la vida o solamente durante unas horas?
Dándose por vencido al final asintió.
—De acuerdo. Pero ve a mi casa. Allí tienes más comodidades que aquí. Te pones la tele y ves una película o lo que tú quieras. Además, allí tienes el teléfono por si quieres cualquier cosa. De todas formas, tanto Joe como yo llevamos los móviles por si quieres algo.
—Me voy a dar una ducha y en cuanto termine voy hacia tu casa.
—Venga allí te esperamos.
Nick volvió hacia su casa y esperó a que Serena y Joe llegaran.
Poco después apareció Serena con un semblante mejor que el de minutos antes y Nick se quedó más tranquilo. Media hora después regresó Joe y tras comentarle los planes de las muchachas suspiró con una sonrisa. Poco después los cuatro se marcharon dejando a Serena sentada tranquilamente en el balancín de la parte de atrás de la casa. Frente al mar. Meciéndose con los pies se quedó dormida hasta que un ruido la despertó. Era el teléfono. Sin dudarlo lo cogió.
—¿Dígame?
—Buenos días. Por favor quisiera hablar con Nick o Joe —dijo una mujer.
—No están en este momento. Si quiere hablar con ellos llame más tarde o llámelos a los teléfonos móviles.
La mujer del otro lado del teléfono suspiró.
—Les estamos llamando pero no lo cogen y nos urge hablar con ellos.
—Si quiere dejarme un mensaje, yo intentaré ponerme en contacto con ellos —respondió Serena para intentar ayudar.
—Mire, llamamos de la guardería Playa Blanca. Es sobre Sasha. Se ha caído y le van a tener que dar unos puntos en la cabeza.
A Serena le entró de todo y con las manos temblorosas preguntó asustada.
—Por Dios ¿cómo está la niña? ¿Está bien? ¿Qué ha pasado?
La mujer al entender que debía conocer a la niña contestó.
—Estaba jugando con las niñas en el columpio, se soltó y se golpeó en la cabeza. Ella está bien aunque dolorida y llorosa. Quiere que su papá o su tío vengan a recogerla.
Rápidamente Serena se dispuso a marchar.
—¿Dónde están ustedes ahora?
—En el hospital General de Oahu. En urgencias.
Sin darle tiempo a responder Serena ordenó.
—No se muevan de allí. Ahora mismo voy a por ella.
Colgó el teléfono y acto seguido marcó el número de Nick pero le indicaba fuera de cobertura. Marcó el de Joe. Lo mismo. Con los nervios a flor de piel, llamó a información para que obtener del número de teléfono de alguna compañía de taxis. Cinco minutos después, uno ya estaba en la puerta esperándola. En veinte minutos llegó al hospital y dirigiéndose a urgencias preguntó por Sasha Malcovich. Allí le dijeron que esperase en la sala, que saldría en pocos minutos. La espera se le hizo eterna, hasta que vio aparecer por las puertas verdes a dos señoritas. Una de ellas llevaba a Sasha en brazos. Tenía la cara enrojecida y los ojitos hinchados de tanto llorar. Serena, al verla, se dirigió hacia ella con el corazón en un puño.
—Mi niña, cómo estas, tesoro mío.
Una de las cuidadoras la miró. No le sonaba de nada, por lo que con la niña en brazos contestó.
—Está mejor. Algo dolorida pero ahora está bien ¿verdad Sasha?
—Me duele la pupa —gimoteó la cría señalándose la frente donde llevaba un gran apósito. Le habían dado cinco puntos.
—No llores mi amor. Ven que te cojo —dijo Serena.
Pero la chica que la llevaba en brazos no se la dio. No la conocía de nada y no podían dejar a los niños con personas desconocidas. Al ver aquello Serena la miró con dureza.
—Perdone señora pero no puede coger a la niña. Tengo que llevarla a la guardería hasta que venga su padre o su tío a recogerla.
La niña comenzó a llorar mientras se echaba a los brazos a Serena.
—Pero yo me quiero ir con ella a casita.
—No puedes cariño —insistió la joven—. Te vendrás con nosotras a la guardería.
Conmovida por los cercos de lágrimas que la niña tenía en el rostro Serena insistió.
—No ven que la niña me conoce. No soy una desconocida para ella.
—Quiero irme con ella —berreó la cría.
—Tenemos que esperar a que papá o el tío lleguen —insistió la muchacha.
—Denme a la niña —suplicó Serena.
—Lo siento, señora, pero no puedo. Entiéndalo.
—Denme a la niña —insistió.
Las jóvenes al ver la cara de furia de aquella mujer se miraron y una de ellas intervino.
—Perdone señora, de verdad que lo siento, pero nos es imposible dejar a Sasha con nadie que no sean las personas autorizadas por su padre.
Serena, impotente, veía como la pequeña lloraba desconsoladamente y preguntó con severidad.
—Vamos a ver ¿quién llamó a casa de Nick?
La más alta habló, mientras la otra intentaba tranquilizar a la niña.
—Fui yo.
—Muy bien —dijo Serena—. Pues yo soy la persona que estaba en su casa y con la que usted habló.
La mujer con mirada fría indicó:
—Lo siento, señora pero ya le hemos dicho que no podemos dejar que se lleve a la niña.
—¡Me quiero ir con ella! —volvió a gritar Sasha, con el rostro congestionado de tanto llorar.
Incapaz de dejar que se la llevaran de nuevo a la guardería, Serena, no les hizo caso.
—Ven conmigo, cariño. —La chica volvió a tirar de la niña hacia ella—. Haga el favor de soltar a la niña y dejar que me la lleve a casa.
Las chicas se miraron sin entender por qué insistía tanto y una de ellas en tono irónico preguntó:
—¿En calidad de qué le tengo que dejar yo a usted a la niña?
Serena, harta de todo finalmente chilló perdiendo los nervios.
—¡En calidad de abuela! ¡Soy su abuela! ¡Suéltela ahora mismo!
Las chicas al escuchar aquello le dejaron a la niña.
—Perdone señora no lo sabíamos.
Serena más tranquila ya con la niña en sus brazos sonrió.
—No se preocupe señorita. Tenga mi carnet. Usted cumple con su deber. Hace usted muy bien. —Y al ver que la niña se acurrucaba contra ella les dijo—: Serían tan amables de buscarme un taxi para llevármela a casa.
—No se preocupe señora, nosotras la llevamos —comentó una de las chicas.
Sasha, estuvo agarrada al cuello de Serena durante todo el trayecto. Cuando llegaron a casa le ayudaron a entrar y allí se despidieron dejándolas a solas por primera vez. Serena, tras asegurarse que la niña estaba bien, la soltó en el balancín de la parte trasera de la casa, cogió agua y volvió con rapidez a su lado. La niña al verla regresar le echó los bracitos para que volviera a cogerla.
Quería mimos. La mejor medicina que Sasha necesitaba en esos momentos. —¿Te encuentras mejor, cariño? — le preguntó Serena pasados unos minutos.
La niña la miró con los ojos aún rojos por el llanto.
—Me duele pero aquí estoy muy a gustito.
Serena sonrió feliz por saber que su compañía la reconfortaba.
—Me alegro mi amor. Eso quiero yo, que tú estés bien —musitó.
Serena notó que la tensión de la niña se relajaba. Su pequeño cuerpecito entraba en la fase del sueño. Agachó la cabeza y le dio un beso en el pelo. La niña al notarlo abrió los ojos y susurró encantada.
—Gracias.
Enternecida por aquella mirada y aquel «gracias», Serena preguntó:
—¿Gracias por qué, cariño?
—Por querer ser mi abuelita. La que yo tenía está en el cielo con mami.
Al escucharla, volvió a darle otro beso mientras una lágrima escapaba de sus ojos. Dos horas más tarde seguía sentada en el balancín con la niña en brazos, cuando oyó como un coche llegaba y entraban corriendo en casa. Nick apareció desencajado seguido por Joe con Tommy en brazos y tras él las niñas.
Serena movió la mano para indicarles que se relajaran.
—Tranquilo Nick… está bien… está bien.
Nick, tras pasarse las manos con desesperación por la cara, se arrodilló junto a la cabecita de su hija y le dio un beso. En ese momento la niña se despertó y él sonrió.
—Hola, princesa. ¿Cómo estás cariño?
—Papi me duele aquí —dijo señalándose el apósito.
Serena al ver que se le llenaban los ojos de lágrimas y no sabía qué decir, le dijo agarrándole la barbilla:
—No te preocupes Nick. Esta fierecilla está bien —consiguió tragar el nudo de emociones que tenía en la garganta y asintió—. Le han dado cinco puntos en la frente y dentro de una semana tenemos que llevarla para que se los quiten. Por lo demás tranquilo. Todo está controlado.
Joe dejó a Tommy en brazos de Cat, y se arrodilló ante la niña besándole la mano.
—Dios princesa. Qué susto nos has dado.
Entonces Nick miró a Serena que sujetaba a su hija.
—Gracias, Serena. Ya me han contado en la guardería todo lo que ha pasado. Seguramente, dentro del centro comercial nos quedamos sin cobertura. Mil gracias.
Para quitarle dramatismo al momento, sonrió.
—Por favor, muchachote, ¿qué esperabas que hiciera? —y al verle sonreír añadió—: Qué maravilla, cuantas gracias me están dando hoy.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Ollie.
—Porque alguien más me ha dado las gracias antes que su padre —sonrió mientras la niña la dedicaba una preciosa y deslumbrante sonrisa que dejó a Nick y a todos sin habla.
—¿A qué te refieres, abuela? —preguntó Cat curiosa.
Serena, orgullosa, guiñó el ojo a la pequeña sentada en su regazo.
—Mi preciosa Sasha me ha dado las gracias también por querer ser su abuelita —en ese momento Nick se emocionó y Serena guiñó el ojo a su vez y añadió mirando a Tommy —. Y por supuesto también me nombro abuelita de ese precioso chiquitín.
Joe intentó tragar saliva y sonreír. Serena era una mujer increíble.
La pequeña, al ver la cara de su padre, reaccionó con rapidez y mirándole dijo para sorpresa de todos.
—Papi te prometo que yo no le pregunté nada. Ella lo dijo.
Al escuchar aquello Nick y Joe comenzaron a reír y Serena, sorprendida, preguntó:
—¿Y eso de preguntar qué es cariño?
Nick, cogiendo a su pequeña entre sus fuertes brazos, la besó. Y mirando con admiración a Serena le guiñó un ojo.
—Es una historia que ya te contaré en otro momento abuelita.
La niña sonrió. Aquella noche Sasha no se separó ni un momento de su abuelita.
Días después fueron a cenar una noche al restaurante de Dick y Samantha. Honey se quedó con los pequeños en casa.
—Encantado de conocerla, señora —saludó Dick cuando Nick se la presentó.
Con una encantadora sonrisa Serena respondió.
—El gusto es mío.
En ese momento Joe saludó a Makay, el hijo de Dick y Samantha, que estaba echando una mano a sus padres en el bar.
—Makay. Ven que te presento a mis sobrinas.
Dejó en una mesita el trapo que llevaba en las manos y se acercó hasta donde estaban.
—Aloha, bienvenidas a las islas —saludó amablemente.
—Estas son mis hijas Ollie y Cat, y ella es mi suegra Serena —tras este último comentario Nick se disculpó azorado—. Perdón, Serena es la costumbre.
—Pero muchachote, si yo estoy encantada de seguir siendo tu suegra. Suena bien ¿para qué cambiarlo?
—Eres incorregible —respondió Nick riendo.
Makay se puso a hablar con las chicas y juntos se dirigieron hacia el fondo del local. Allí les presentó a Thais que estaba con un grupo de amigos. Las dos jóvenes charlaron un rato con ellos hasta que Nick llamó a sus hijas para cenar.
—Papá, que gente más simpática. ¿Podemos ir luego a tomar algo con ellos? —dijo Cat encantada con aquellos nuevos amigos.
—¿Vosotras solas? —preguntó Nick.
Joe sonrió al ver la cara de sus sobrinas.
Serena para darle tiempo a su padre a digerir que sus hijas se hacían mayores indicó.
—Dejad que vuestro padre se lo piense. Pero primero hay que cenar.
Cenaron estupendamente y en los postres Samantha y Dick se sentaron con ellos.
—Me ha dicho Makay que luego iréis con ellos a tomar unas sodas.
Nick, convencido de que no podía negarse, puso los ojos en blanco y asintió.
—Sí, nos han invitado a ir con ellos —respondió Cat que se había fijado en un par de morenazos increíbles.
—No te preocupes, Nick —le tranquilizó Samantha—. Son unos chicos encantadores y muy responsables.
En ese momento se acercó Makay acompañado de Thais.
—Ollie, Cat —dijo la muchacha con gesto preocupado y nervioso—. Lo siento pero... tengo que volver a casa —y se alejó sin dar más explicaciones.
—Yo le acompaño —añadió Makay con cara de circunstancias—. Hoy no podemos quedar ¿Os parece bien mañana?
—Estupendo —asintieron las hermanas algo decepcionadas.
—Mañana os llamo a casa de vuestro padre —dijo mientras corría tras Thais.
Samantha y Dick se miraron.
—Esto no me huele bien. Algo ha pasado —dijo Samantha.
En ese momento tres tíos rubios y patosos con unas copas de más comenzaron a gritar en la barra.
—¡Camarero… camarero…!
Sus voces hicieron que todo el bar les mirase mientras el otro gritaba.
—¡¿Qué pasa aquí que nadie sirve copas?!
Dick levantándose miró a Nick y a Joe.
—Me temo que vamos a tener algún problemilla.
—¿Necesitas que vayamos contigo? —preguntó Joe levantándose.
—No te preocupes amigo, ya estamos acostumbrados a numeritos como este.
Desde la barra Dick consiguió traer nuevamente la tranquilidad al local. Aquellos hombres parecían haberse relajado al hablar con él.
—Qué rabia papá —gruñó Cat—. Con el plan tan bueno que se nos había presentado.
Este, con una sonrisa de felicidad contenida porque no fueran a salir esa noche, no contestó.
—Mañana será —intervino Serena—. Recuerda lo que te dijo el muchachito.
Joe, revolviéndole su precioso pelo castaño, cuchicheó:
—Tranquila cariño todavía te quedan muchas vacaciones para poder salir por ahí con nuevos amigos.
En ese momento pasó delante de ellos Dick, acompañado por los tres hombres que habían ocasionado el alboroto. Los sentó fuera del local en una de las mesas que estaban junto a la playa.
—Solucionado —sonrió este al entrar de nuevo al local.
—Vaya unos idiotas —farfulló Joe—. ¿Cómo se puede llegar a ser tan patoso?
Samantha sonrió, ellos estaban acostumbrados a ese tipo de gente.
—Algunos extranjeros —señaló Samantha—, asocian las vacaciones a beber sin control.
—Qué pena desperdiciar la vida de ese modo —intervino Serena.
Dick asintió.
—Desgraciadamente, señora, muchos de los turistas que vienen aquí, parecen que solo vienen a estar bebidos todos los días de sus vacaciones.
Las horas fueron pasando y entre risas y anécdotas cuando se dieron cuenta eran las dos de la madrugada.
—Señoritas —dijo Joe—. La noche es preciosa y la compañía incomparable, pero creo que ya es hora de que volvamos a casa.
—Oh, sí —rio Ollie—. Antes de que los príncipes se conviertan en ranas.
—Dame un segundo —dijo Cat—. Voy al servicio, esperadme que enseguida salgo.
—Te acompaño —se levantó Ollie.
Fuera del local esperaban Serena, Nick, Joe y Dick junto con Samantha mientras charlaban sobre lo que pensaban hacer en las vacaciones. Cinco minutos después salieron Ollie y Cat, y cuando se dirigían hacia el grupo que las esperaba uno de los borrachos que Dick había acompañado fuera del local cogió a Cat por el brazo.
—¡Oiga suélteme! —gritó Cat mirando al hombre.
—No digas tonterías, si estás deseando que no lo haga —dijo acercándose a Cat peligrosamente.
Joe que en ese momento volvió la mirada hacia atrás y vio lo que estaba pasando, rápidamente se dirigió hacia ellos.
—¡Suelta ahora mismo a mi sobrina o te rompo la cara! —gritó acercándose a ellos.
—¡Qué me sueltes tonto del culo! —chilló Cat dándole una patada en la espinilla.
Aquella patada hizo que el hombre le soltase el brazo. Nick al ver aquello se acercó corriendo hacia ellos hecho una furia.
—¡Como vuelvas a tocar a mi hija te mato! ¿Me has oído cabrón?
—¿Qué le haces a mi amigo? —preguntó otro de los patosos.
—¡Ni la mitad de lo que podría hacerle si vuelve a tocar a mi sobrina! — voceó Joe enfurecido.
Serena se acercó para intentar que aquello se acabara.
—Chicos, chicos, tranquilizaos. Cat, Ollie ¿estáis bien? —las chicas asintieron —. Venga vámonos, no queremos líos con estos sinvergüenzas.
El tercero de los patosos, al escucharla, se acercó y farfulló:
—Mira la vieja loca. ¡¿Pero qué dice, abuela?!
—¡¡Serás cabrón!! —gritó de pronto Serena dejándoles a todos asombrados mientras le daba con el bolso en toda la cara y el tipo perdía el equilibrio.
El segundo patoso al ver aquello se giró hacia ella con intenciones nada buenas
—Será zorra la vieja.
—¡¿Cómo dices?! —vociferó Nick.
Joe, todavía incrédulo por lo que acababa de oír, gritó.
—¿Has llamado zorra a esta señora?
—Pues sí —asintió tambaleándose—. ¿Qué pasa? ¿Acaso no puedo decir lo que me dé la gana?
Dick y Samantha al ver en qué podía acabar todo aquello intentaron pararlo, pero Joe intervino poniéndose frente a aquel.
—Puedes decir lo que te dé la gana, pero hay un pequeño matiz que corregir. Y es que delante de mí nadie insulta a esta señora.
En ese momento levantó el puño para estampárselo contra la cara, pero Nick le detuvo de pronto.
—No, Joe no le pegues —dijo.
Con semblante serio le miró y preguntó enfadado.
—¿Por qué no voy a pegar a este idiota?
—Porque le voy a pegar yo —y tras decir esto Nick le soltó un puñetazo en todo el estómago a aquel tipejo que le dobló.
Tras aquel ataque, el primer hombre ya repuesto del golpe en la espinilla se levantó y empujó a Nick que fue al suelo. Cat y Ollie, al ver aquello se liaron a patadas nuevamente con el tipo que volvió a caer. El segundo hombre, ya repuesto del bolsazo de Serena, se levantó, pero Serena y Samantha le dieron con las bandejas de servir en la cabeza. Joe ayudaba a Nick a levantarse del suelo, cuando el tercer tipo se levantó y tirándose encima de Joe le hizo rodar por los suelos. Cat se lanzó contra aquel en defensa de su tío, pero este le dio un manotazo y le tiró encima de una de las mesas con brusquedad. Nick, furioso como en su vida, se tiró contra aquel hombre y empezó a darle puñetazos hasta que Dick les separó como pudo porque si no lo mata.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Joe levantando a Cat.
Esta con un gesto de dolor dijo señalándose las costillas.
—Me duele aquí, tío.
—Ay, Dios mío —chilló Serena.
Nick, angustiado, y sin importarle la sangre que le brotaba por la boca dijo acercándose a ella.
—¿Dónde te duele cariño?
—Aquí, en las costillas.
Ollie, incrédula por lo que se había montado en un momento, lloraba asustada, hasta que Samantha la abrazó.
—Llevémosla al hospital —sugirió Serena nerviosa.
Joe, furioso y con ganas de pelea, gritó mirando a los tipos que estaban en el suelo.
—Como mi sobrina tenga algo, os juro que os mato.
—Ya está aquí la policía —dijo Dick mirándoles—. Llevad a Cat al hospital luego os llamo para saber qué le han dicho.
La policía detuvo a los borrachos y ellos se dirigieron al hospital de Oahu. Allí entraron por urgencias y unos doctores se llevaron a Cat.
—Espero que no sea nada —susurró Serena mientras esperaba que su nieta saliera de nuevo por la puerta.
Nick se tocaba el pelo a punto del infarto, mientras con gesto preocupado siseaba.
—No entiendo cómo ha podido pasar esto.
Al ver la preocupación de su padre, Ollie trató de tranquilizarle.
—Pues papá, es muy fácil. Unos borrachuzos no sabían qué hacer y la han liado y mira por donde estábamos nosotros por ahí para que nos tocara.
—Buena manera de explicarlo —asintió Joe.
—Pues la verdad, tío —prosiguió y observando la pinta de aquellos dos, la muchacha preguntó—. ¿Vosotros estáis bien?
Nick se miró los nudillos despellejados y ensangrentados y asintió mientras se secaba la sangre del labio partido con un pañuelo de papel que le había dado Serena.
—Vaya hermano —sonrió Joe al ver sus puños en el mismo estado—. Llevábamos tiempo sin meternos en un lío de estos. Oye, veo que no has perdido reflejos.
—Bendito sea Dios ¡qué susto! —suspiró Serena mirando a su alrededor—. El mundo se está volviendo loco.
Ollie miró a aquellos dos a los que tanto adoraba con una sonrisa e indicó:
—Nunca os había visto como unos peleones. Vaya, vaya, con mi papito y mi tío.
—Por cierto, Serena. Vaya derechazo que tienes con el bolso. Le has dejado KO del bolsazo que le has dado. Ya sé yo de quien ha sacado esa mala leche alguien que conocemos —apuntó Joe.
—Calla, sinvergüenza, que no me quiero reír.
—Es cierto abuela. Tú y tu bolso sois un arma de destrucción masiva.
Nick, ajeno a todo lo que hablaban estaba excesivamente callado y Serena, que entendía su preocupación, se acercó a él.
—Nick, hijo, ¿estás bien?
Con gesto grave Nick respondió.
—Sí, Serena. Solo quiero que salga Cat y saber que está bien.
Tres minutos después, se abrieron las puertas y salió un joven y guapo médico, acompañado de Cat. Rápidamente todos se levantaron y se acercaron a ellos.
—¿Cómo estás, princesa? —preguntó Nick preocupado.
—Estoy bien, papá. No te preocupes —respondió Cat, que quería parecer mayor a ojos del guapo médico.
—No se preocupe, señor. Aunque se ha llevado un buen golpe en las costillas y tiene una pequeña fisura en una de ellas, con un poco de reposo y unos cuantos mimos, todo se cura.
—En mimos somos especialistas —sonrió Serena.
—Tiene que estar con el vendaje ocho días y pasado ese tiempo la vuelven a traer para ver cómo está —y volviéndose hacia Cat añadió—. Cuando veas que te vuelve a doler te tomas otro calmante. Durante unos días tendrás que tomarlos y sobre todo, y lo más importante, nada de movimientos bruscos. ¿Entendido señorita?
La joven, tras pestañear como una boba, asintió dejando sin palabras a todos.
—Por supuesto, doctor. No se preocupe.
El médico se marchó y Joe sugirió.
—Bueno pandilla. Vayámonos a casa que por hoy creo que ya hemos tenido suficiente.
Una vez salieron del hospital y según se dirigían hacia el coche Cat preguntó del brazo de su padre.
—¿Cuándo tenemos que volver?
—En ocho días —respondió Serena.
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras aplaudía encantada.
—¡Qué bien! Espero que cuando volvamos me vuelva a atender ese médico. Oh Dios… es tan guapo.
Con una sonrisa, Serena respondió mirando a Nick quien iba callado y ceñudo.
—Por Dios hija, qué cosas dices.
Ollie acercándose a su hermana corroboró.
—La verdad es que es cierto. Ese doctorcito está que cruje. Dan ganas de hacerse un esguince o algo así para que te atienda.
Aquel comentario hizo reír a todos menos a Nick, y Joe divertido puntualizó.
—Vaya. Estas chicas han sacado mis genes.
De nuevo se escucharon risas y Nick, sin poder remediarlo se paró y, como una bomba, estalló.
—No entiendo nada. ¿Qué os ocurre? Estamos saliendo del hospital con Cat lesionada y vosotros hablando de si el doctor está de buen ver. —Y señalando a Joe siseó—. Y tú el peor. ¿No te das cuenta de lo que podría haber ocurrido esta noche?
Joe fue a contestar pero Ollie se le adelantó.
—Papá, no te pongas así. No ha pasado nada irreparable. Pero bueno papá. ¡¿No te das cuenta que ha sido una aventura?!
Nick tenso volvió a gritar.
—¡¿Aventura?! Que a tu hermana le hagan una fisura en las costillas ¿es una aventura? Oh, Dios… os juro que cada vez os entiendo menos.
Joe y Serena se miraron. Nick estaba histérico y cuando Joe de nuevo fue a contestar para intentar tranquilizar a su hermano, Cat se interpuso.
—¡Papá! ¡Estoy bien! Y precisamente por eso tenemos que reír. Y sí, el médico estaba que crujía y ahora cuando pienso en lo que ha ocurrido no puedo remediar reírme de la situación —Nick la miró—. Y hoy papá, he descubierto una faceta de mi padre y de mi tío que no conocía y…
—¿Y qué me dices del bolsazo de tu abuela? —rio Joe—. Insuperable.
—Eso ha sido buenísimo —se carcajeó Ollie—. Ver a la abuela a bolsazo limpio contra aquel tipo es una de las cosas más graciosas que he visto en mi vida.
—¿Y qué me decís del derechazo que el tío le ha dado a ese tipo cuando se ha metido con la abuela y como papá lo ha rematado en el suelo? —rio de nuevo Cat.
—Que sepáis muchachotes que con vosotros me he sentido totalmente defendida.
—Ha sido un placer, Serena —asintió Joe—. Eso sí… clases de bolsazocombat me tienes que dar.
Nick les observaba mientras todos reían a carcajadas. Y tras soltar toda la adrenalina acumulada por lo ocurrido comenzó a reír también y todos se relajaron.
—Tío —protestó Cat llevándose las manos a las costillas—. No me hagas reír que no puedo.
Mientras se encaminaban hacia el coche Joe se fijó en dos jóvenes que parecían Makay y Thais.
—¿Ese es Makay?
Nick asintió mientras les decía a las chicas y a Serena que entraran en el coche.
Con el semblante serio se acercaron hasta los muchachos y oyeron los gemidos de la joven. Aceleraron el paso alarmados y cuando estaban a pocos metros Joe preguntó:
—¿Qué ocurre chicos?
Makay abrazaba a Thais, que tenía los ojos anegados en lágrimas y Nick acercándose a la muchacha preguntó:
—¿Qué pasa, preciosa?
La joven intentó hablar pero solo pudo decir en un hilo de voz.
—Mi… mi madre está ingresada.
Sin entender aún que había ocurrido Joe preguntó:
—¿Pero qué ha pasado?
Thais no podía hablar y Makay haciéndose cargo de la situación respondió.
—Ha habido problemas en su casa. Su madre está ingresada y su padre ha muerto.
Al escuchar aquello Thais estalló nuevamente en lágrimas y Joe acercándose más a ella la besó en la cabeza y susurró.
—Lo siento, cielo.
—Yo también —respondió ella con hipo—. Pero sobre todo por mi madre.
—¿Sabes lo que ha ocurrido? —preguntó Nick con gesto grave.
—Hubo una pelea en casa. Mi padre llegó bebido, pegó a mi mamá, cogió un cuchillo de la cocina y se lo clavó dos veces. Los vecinos al oír los gritos de mi madre llamaron a la policía, mi padre escapó y se ha estrellado con el coche.
—Lo siento, cariño —susurró Nick.
Con rabia contenida la joven murmuró.
—Yo no siento que mi padre esté muerto. Me alegro. Era una mala persona que nunca nos quiso. Pero ella, mi madre, no se merecía que él la tratara así.
En ese momento, Samantha y Dick llegaron hasta ellos corriendo.
—¿Chicos qué ha pasado?
Makay relató lo ocurrido a sus padres y Samantha abrazó a la muchacha que lloraba desconsoladamente entre sus brazos. Nick, al recordar que le esperaban indicó.
—Me voy que tengo a las chicas en el coche.
—¿Qué tal está Cat? —preguntaron Dick y Samantha.
—Bien, solo tiene una fisura en una costilla. No os preocupéis.
Conmovido Joe miró a Nick.
—Me quedo con ellos por si necesitan algo.
Su hermano asintió. Si sus hijas y su suegra no aguardaran en el coche, él también se quedaría. Todas ellas enseguida preguntaron sobre lo ocurrido y se sorprendieron al escuchar el relato.
—Ese sí que es un problema grande, muy grande —susurró Serena—. Pobre cría y pobre madre. El infierno que han tenido que vivir.
—Tienes razón —asintió Nick y tras mirarlas con adoración dijo—. Vamos a casa, tenéis que descansar.
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 31
Después de los acontecimientos de la noche pasada, al día siguiente amaneció un precioso día. Tras una mañana playera, a la hora de la comida todos estaban en casa. Cat sentada cómodamente en el sillón con una bandeja de comida y los demás alrededor de la mesa.
—¿Qué tal está la madre de la niña? —preguntó Serena.
Agotado por toda la noche que se había pasado en el hospital Joe la miró e indicó.
—Dentro de la gravedad está bastante bien. Tiene que estar en el hospital por lo menos dos o tres semanas. Ese malnacido le dio una buena paliza a la pobre. Tiene dos costillas rotas y un brazo fracturado, varias contusiones en la cabeza y cuchilladas en la pierna y en uno de sus brazos.
Todos se quedaron horrorizados.
—Pobrecita —comentó Ollie.
—¡Es terrible!—susurró Serena.
—Menudo cabrón el marido —señaló Nick—. No me extraña que Thais diga que no le da pena que su padre haya muerto.
—Qué situación más terrible —volvió a repetir Serena—. ¿Y esa niña qué va a hacer ahora?
Joe, tras dar un trago de agua respondió.
—De momento se quedará con Dick y Samantha hasta que su madre salga o la abuela llegue de Lanai. Luego ya veremos qué podemos hacer por ellas.
En ese momento una callada Cat pidió.
—Papá, dame un calmante que esto me está comenzando a doler.
Nick se levantó en el acto. Cogió el calmante, un vaso de agua y se acercó cariñosamente a ella.
—Pronto se te pasará princesa —susurró acariciándole el pelo—. ¿Quieres que te acompañe a mi cama y allí descansas un rato?
—Sí, será mejor papá.
Con cuidado, la ayudó a levantarse y la llevó hasta la cama. Al regresar al salón, Ollie, se había marchado con Sasha y Tommy a jugar a la playa.
—Nick —dijo Serena—. Le estaba comentado a Joe que habría que llamar a _______________ y decirle lo que ha pasado con Cat.
Mirándose el reloj, aquel asintió.
—Sí. Lo pensé anoche. Esperaremos a que se levante y la llamaré.
—Muy bien hijo, así me gusta —asintió Serena.
Aquella tarde, cuando Nick creía que nadie le escuchaba decidió llamar a _______________. Lo que no sabía era que Serena, junto a sus nietas, acechaba aquel momento y que habían trazado un plan. Con las manos temblorosas Nick marcó el número de teléfono que durante muchos años había sido el suyo. Tras dos timbrazos el teléfono fue descolgado.
—¿Dígame?
—Hola Terry, soy Nick.
Extrañada por aquella repentina llamada respondió.
—Hola Nick ¿qué tal?
Al notar en su voz la tranquilidad Nick sonrió. Apreciaba mucho a Terry y a veces echaba en falta su maravilloso sentido del humor.
—Bien. ¿Y tú qué tal estas?
Esta, sentándose para hablar con él, contestó escuetamente.
—Preparando un viaje.
—¿Te vas de viaje? Eso es estupendo. ¿Dónde vas?
Extrañada porque su madre no hubiera dicho nada la joven aclaró.
—Nos vamos a Europa con unos amigos, _______________, Shalma y yo.
Nick asintió y aunque pesaroso porque su ex se fuera con personas que no conocía susurró.
—Vaya, espero que lo paséis bien.
—Eso esperamos nosotras también —y acelerando la conversación preguntó — ¿Qué querías?
—Quería hablar con _______________, ¿se puede poner?
—Espera un momento, voy a buscarla. Creo que está en su habitación preparando la maleta.
—Gracias Terry, esperaré.
Terry con el teléfono en las manos corrió escaleras arriba en busca de su hermana. Al entrar esta estaba liada con la maleta y tapando el auricular murmuró.
—Adivina quién está al teléfono.
_______________ con guasa la miró y respondió.
—Por tu cara por lo menos George Clooney.
La joven negó con la cabeza y cuchicheando para que no la oyera susurró.
—Es Nick.
_______________ se quedó paralizada al oír pronunciar aquel nombre.
—¿Ha pasado algo? —preguntó:
De pronto Terry se percató de aquello y con gesto de preocupación respondió.
—Ay Dios… no se lo he preguntado.
Sin perder un segundo le arrebató el teléfono de las manos.
—Nick.
Nervioso al escuchar su voz consiguió contestar.
—Hola _______________ ¿cómo estás?
Pero ella no quería hablar, quería saber.
—Bien, pero dime ¿ha pasado algo?
Él suspiró y _______________ llevándose las manos a la boca dijo ante la cara de su hermana Terry.
—¿Qué ha pasado Nick? Dímelo ahora mismo
Sin querer alarmarla en exceso Nick se sentó en una silla e indicó mientras tres pares de ojos le observaban tras la puerta.
—Ayer Cat se cayó. Se hizo una pequeña fisura en una costilla. Tiene que estar unos días de reposo, pero está bien no te preocupes.
Alarmada a _______________ se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Mi niña… ¿Pero ella está bien?
—Sí. No te preocupes. Está bien. Pero pensé que deberías saberlo.
De pronto Nick notó una presencia y al volverse vio que Cat se acercaba a él.
—¿Hablas con mamá? —su padre asintió—. Pásenla. Quiero hablar con ella.
—_______________, para que veas que está bien, te la paso al teléfono —dijo Nick con una sonrisa en los labios.
—Aloha, mamá —saludó Cat al coger el auricular—. Estoy viva. Por lo tanto, tranquila.
Al escuchar su voz _______________ respiró aliviada.
—¿Cariño estás bien? ¿Te duele?
—Mamá, me duele porque me tiene que doler —sonrió—. Pero estoy bien, aunque si estuvieras aquí seguro que me curaba antes.
Sorprendido, Nick la miró, pero permaneció callado mientras _______________ desde el otro lado hablaba.
—Me tranquiliza hablar contigo mi niña. ¿Qué tal lo estáis pasando?
—Muy bien mamá... ¡Genial! Es todo tan diferente, tan alucinante, que a veces parece que estemos viviendo en otro mundo —y aniñando la voz susurró —. Pero te echo de menos y estoy deseando verte mamita.
Cat tosió y el dolor la dobló. Alarmado Nick se acercó ella, la sentó en una silla y preguntó preocupado.
—Cat… Cat ¿Estás bien, cariño?
—Sí, papá —susurró muy bajito—. Ha sido al toser cuando me ha dolido.
Desde el otro lado del teléfono _______________ gritaba asustada.
—¡Cat! ¡Cat! ¡Nick! ¿Me oye alguien?
Quitándole de las manos el teléfono Nick respondió.
—_______________. No te preocupes, está bien. Pero al toser las costillas se le han resentido y…
Sin dejarle terminar _______________ lo tuvo claro y dejando a su hermana Terry con la boca abierta dijo.
—Nick. Mañana cojo un vuelvo para Oahu. Tengo que ver a Cat.
Más boquiabierto todavía que Terry, Nick preguntó incrédulo.
—¡¿Cómo dices?!
—Que mañana cojo un vuelo. ¿Te importa?
Sorprendido, Nick consiguió reaccionar pronto y decir.
—No. No. Para nada. Encantado de que vengas. Es solo que no lo esperaba.
Cat sonrió con disimulo y guiñó un ojo a su abuela y hermana, que en silencio se abrazaban tras la puerta. Su plan había funcionado.
_______________, desde Nueva York, sin querer pensar en lo que acababa de decir señaló.
—Pues no se hable más. Cuando sepa el número de vuelo en el que voy te llamo y por favor, ¿serías tan amable de venir a recogerme al aeropuerto?
—Por supuesto —respondió Nick en las nubes.
Tras despedirse de Nick colgó el teléfono y se volvió hacia su boquiabierta hermana.
—Lo siento Terry pero no puedo ir a Europa. Cat ha tenido un accidente y quiero estar con ella.
Al decir la palabra accidente la joven se asustó y preguntó:
—¿Qué ha pasado?
—Por lo visto se ha caído y se ha fracturado una costilla, o eso dicen. Pero no sé si creerme que solo le ha pasado eso o tiene algo más.
Terry, desconcertada, no dijo una palabra y su hermana sin perder un segundo más preguntó:
—¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a Europa o te vienes conmigo?
Sin pensárselo dos veces Terry respondió.
—Si dices que la niña está bien, yo me voy a Europa. No pinto nada en Oahu.
_______________ se sentó en el sillón para valorar lo que acababa de hacer y miró a su hermana.
—Necesito que te vengas conmigo —suplicó con ojos lastimeros.
—Ni hablar, _______________. Ni hablar.
—Por favorrrrrrrrrr —susurró agarrándole de la mano—. Necesito tu apoyo para estar allí con Nick y las niñas. Shalma seguro que entiende que no vayamos a Europa.
—No, _______________. A mí en Oahu no se me ha perdido nada —Por favor… por favorrrrrrrrrrr —insistió _______________.
—Vamos a ver —siseó enfadada la pelirroja—. Sabes que lo que me pides es muy difícil para mí. No quiero verle y…
—Lo sé, pero es que te necesito allí conmigo.
Las súplicas de su hermana, unidas a las ganas ocultas de ver a Joe, pudo con ella y, sentándose junto a ella murmuró.
—De acuerdo. Llamaré a Shalma —y señalando a su hermana dijo—. Pero que conste que me apetecía mucho ir a Venecia y conocer a un atractivo italiano que me dijera constantemente lo maravillosa que soy.
—No te hará falta un italiano —cuchicheó _______________ a riesgo de que la matara—. Seguro que algún polinesio guapo te lo dice también.
Con fingida indiferencia negó con la cabeza.
—Espero que ese al que tú te refieres, no se acerque a mí o tendrá problemas conmigo — murmuró—. Oh sí… ¡los tendrá!
Dicho esto ambas sonrieron, mientras a muchos kilómetros de ellas, una sorprendida Serena preguntaba.
—¿Que mañana viene _______________?
Nick, con una tonta sonrisa en la cara asintió sin percatarse de nada.
—Sí. Cuando coja el vuelo me llamará y me dirá a qué hora voy a buscarla al aeropuerto.
Serena no entraba en su gozo. Su plan funcionaba. Su hija allí. Ahora solo faltaba que _______________ arrastrara a Terry y todo saldría redondo.
—Vaya qué bien ¡viene mamá! —aplaudió Ollie mientras con gesto pícaro reía con su hermana—. Eso es estupendo. ¿Y la tía viene también?
Nick frunció el ceño y respondió.
—Pues no lo sé hija, no me dijo nada más.
—Bueno hijo —sonrió Serena, echándose en la tumbona de la playa—. Una más para Oahu. A este paso, al final nos juntaremos todos aquí.
Aprovecharon que Nick se dirigía de vuelta a la casa todavía en las nubes por la visita de _______________, para mirarse entre sí con mirada cómplice.
—Vaya, vaya, Cat. Eres una excelente actriz.
La joven sonrió.
—Esto más que un empujoncito ha sido un empujón en toda regla —añadió Ollie.
Tras aquello empezaron a reír. Cuando Joe llegó aquella noche y supo la noticia, se sorprendió primero, pero sin decir nada más, se alegró por él.
jamileth
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Una segunda oportunidad
Capítulo 32
_______________ había llamado la noche anterior para informarle de que llegaría al aeropuerto de Honolulu sobre las tres y media de la tarde. Nick había cogido el teléfono con el corazón desbocado. Todavía no podía creerse que la vería en pocas horas.
Joe llegaría más tarde. Se había ido temprano para ver a Dick y Samantha que querían arreglarles todos los papeles a Thais y a su madre, Vaitiere, en referencia a su viudedad y demás, pero primero acompañarían a Thais al entierro de su padre.
A las cuatro menos veinte, en el aeropuerto esperaban impacientes Ollie y Nick. En los paneles informativos constaba que el avión ya había aterrizado y que sus pasajeros saldrían por la puerta tres. Con la adrenalina por todo lo alto, Nick respiró y acompañado por su hija esperó con paciencia hasta que la puerta se abrió.
—¡Mamá! —gritó Ollie saludándola con la mano.
_______________, al verlos, sonrió de oreja a oreja mientras Nick se quedaba paralizado. Su exmujer estaba preciosa en vaqueros y con aquella camiseta roja.
—Hola, cariño —sonrió _______________ abrazando a su hija y luego mirando a Nick saludó—. Hola Nick.
Con un movimiento mecánico Nick se acercó a ella y le dio dos besos.
—Hola, _______________.
Estaban mirándose a los ojos cuando se oyó una voz.
—Pero, cariño ¿no saludas a tu tía?
La niña, incrédula, se dio la vuelta y gritó sorprendida.
—¡Tía Terry! ¡Qué bien que estés aquí!
Nick, sin salir de su asombro, consiguió sonreír y pensó en la cara de Joe cuando la viera.
—Hola, Nick —saludó Terry sin acercársele.
Pero este dando un paso adelante le dio dos besos.
—Aloha, Terry, qué sorpresa. No sabía que venías.
Con un gesto difícil de descifrar, la pelirroja se caló la gorra.
—Yo tampoco sabía que vendría hasta última hora —dijo entre dientes mirando a su hermana.
_______________, sin poder apartar los ojos de Nick, preguntó:
—¿Cómo está Cat?
—Bien —sonrió haciéndola estremecer de nuevo—. No te preocupes.
Recogieron las maletas y se dirigieron al coche. Aquel paisaje le traía muchos recuerdos a _______________. Todo estaba igual y parecía que hubiera sido ayer cuando estuvo allí por última vez. Cuando llegaron a su destino, Nick fue directamente a la casa que habían alquilado para Serena y las niñas. En cuanto aparcó el coche, Serena apareció por la puerta y _______________ y Terry se tiraron a sus brazos.
—Pero cariño ¡¿Qué alegría verte a ti también aquí?! —aplaudió Serena al ver a Terry.
Aquella visita superaba todas sus expectativas. Todos estaban juntos en Oahu y eso era una maravillosa señal. _______________, impaciente por ver a su hija, preguntó:
—¿Dónde está Cat?
Feliz e ilusionada por tener a sus hijas allí, Serena agarró a las dos jóvenes y dijo mientras echaba a andar.
—Está en casa de Nick y Joe. Venga, vamos a verla. Se sorprenderá cuando os vea.
La casa permanecía en silencio, Sasha y Tommy estaban en la guardería. De pronto, _______________ se fijó en un sillón azul que había en el salón y la vio allí dormida. Nick sonrió al verla, mientras _______________ se agachaba a su lado y la besaba.
Cat, al sentir aquel beso abrió los ojos y gritó de alegría.
—¡Mamá! ¡Hola mamá! ¡Qué bien que hayas venido!
_______________, feliz por tener a su hija frente a ella y comprobar por sí misma qué había pasado preguntó:
—¿Cómo estás, cariño?
—Bien. Pero ahora mejor al ver que tú estás aquí —susurró con mimo mientras Serena y Ollie sonreían.
Nick, aún como en una nube, las miraba. _______________, su _______________, estaba allí. En Oahu. Pero su ensueño se acabó cuando Terry entró en acción.
—Bueno… bueno… me imagino que al verme a mí también te alegrarás ¿no? — comentó Terry riéndose, mientras iba a abrazar a su sobrina.
Cat al verla gritó de felicidad y tras cruzar una rápida mirada con sus compinches gritó.
—Esto ya es un lujo. Tía, qué bien ¡Qué bien!
Todos rieron un buen rato emocionados antes de sentarse a tomar un refrigerio y delicadamente le contaban a _______________ la verdad sobre lo ocurrido. En un principio _______________ miró con el entrecejo fruncido a Nick, quien intentó explicarle la situación de la forma más suave que pudo. Pero cuando las chicas le contaron lo del bolsazo de Serena y lo de la pelea de Joe y Nick, todos estallaron en carcajadas de nuevo.
—La verdad es que ahora al comentarlo resulta cómico, aunque en ese momento te aseguro que para mí no lo fue —sonrió Nick.
—Si llego a estar yo les pateo los huevos —aseguró Terry y todos se rieron a mandíbula batiente. Y Nick, sin poder remediarlo, cuchicheó.
—Eso… tú en tu línea, donde más duele.
Al decir aquello todas le miraron y Serena intervino para echarle un cable.
—Bueno… bueno... fue todo un numerazo. La que liamos allí fue tremenda.
Nick, al ver que _______________ miraba a su hija con adoración, le susurró.
—En serio _______________, no te preocupes por nada, todo está bien.
Terry, divertida por lo ocurrido, repitió tras dar un trago a su cerveza.
—Vaya mamá, no sabía yo que tuvieras esa habilidad con el bolso.
La mujer sonriéndoles a todos y en especial a sus nietas puntualizó.
—Tengo muchas más habilidades, hija, que ya descubrirás.
A las seis de la tarde llamó Joe, para decirle a Nick que él recogería a los niños de la guardería cuando regresara a casa. Y sin poder evitarlo preguntó:
—¿Qué tal _______________? ¿Llegó bien?
—Estupendamente. Ahora se está acomodando en la casa de al lado — respondió sin querer dar más explicaciones, estaba deseando ver su cara cuando viera a Terry allí—. Hasta luego.
Nick, mientras las chicas estaban en la otra casa deshaciendo las maletas, aprovechó para tomarse una cerveza sentado en el balancín. Era increíble. Allí estaban todos juntos de nuevo, la familia que fueron durante muchos años.
—Un dólar por tus pensamientos —dijo alguien de pronto a sus espaldas.
Al volverse se encontró con la graciosa mirada de su cuñada.
—Terry, no te había oído ¿Quieres una cerveza?
Ella asintió y él con una sonrisa se levantó, abrió el frigorífico y le tendió una. Después ambos volvieron a sentarse en el balancín.
—Qué casa más bonita tienes Nick. Es una maravilla —dijo ella para romper el hielo.
—Sí, la verdad es que nos encanta —respondió en plural y ella le entendió —. Esta casa siempre fue nuestro hogar. Nuestro punto de referencia. Fue una suerte que estuviera libre cuando regresamos a la isla.
Y los dos permanecieron callados durante unos minutos mirando el mar, hasta que Terry muy seria intervino por fin.
—Nick, quería pedirte disculpas por lo que te hice aquel día. Lo siento… ya sabes cómo soy de impulsiva y…
Nick la conocía. Sabía que Terry nunca pedía disculpas sin sentirlas y tras darle un trago a su cerveza respondió.
—Estás perdonada… tonta —ella le dio un ligero empujón—. Sé que procedí mal en su momento y asumo las consecuencias. —Y haciéndola sonreír gesticuló— …pero cada vez que me acuerdo de ello, uf… me vuelven a doler.
Tapándose la cara avergonzada Terry protestó.
—¡Ay Dios mío Nick! Lo siento de corazón pero ya me conoces, primero hago la burrada y luego pienso en lo que he hecho. Ese es mi fallo.
Chocando con ella la cerveza la miró a los ojos.
—A veces esos fallos se pueden perdonar y este es uno de esos casos. Pero te lo he dicho muchas veces Terry, tienes que pensar las cosas antes de actuar porque eres demasiado impulsiva y eso puede ocasionar que la gente se aleje de ti.
—Lo sé —asintió ella tras dar un trago de cerveza.
De nuevo quedaron en silencio mirando al mar hasta que Nick preguntó:
—¿Cuándo me vas a preguntar por él?
—¿Por quién?
Nick la miró y al ver en sus ojos un atisbo de complicidad respondió.
—Por el pato Donald.
—¿Conoces al pato Donald? —se mofó y él respondió divertido.
—Venga, Terry que nos conocemos. ¿Acaso no me vas a preguntar por Joe?
Con fingida indiferencia se encogió de hombros.
—No pensaba hacerlo. Vamos a ver ¿Por qué tengo que preguntarte por él?
—Porque creo que ha llegado el momento de ser sinceros y poner las cartas sobre la mesa.
—¡¿Sinceros?! ¡¿Cartas sobre la mesa?!
—Ajá…
—Mira Nick. No sé qué es lo que está pasando por tu cabecita, pero desde ya soy sincera cuando digo que no tengo la más mínima intención de saber de él. Y en cuanto a poner las cartas sobre la mesa, yo con ese… ese… bestia ¡no juego!
—… Okay.
Nick se recostó y comenzó a balancearse con los pies en silencio. Ninguno habló hasta que finalmente Terry dijo entre dientes.
—Está bien me rindo. ¿Dónde está Joe?
—Ocupándose de un asunto que nos ha surgido con unos amigos.
Incapaz de no continuar preguntando prosiguió.
—¿Sabe que estoy aquí?
Este negó con la cabeza y ella mirándole directamente a los ojos preguntó:
—Me porté mal con él ¿verdad?
Nick asintió.
—Creo que vuestros últimos encuentros no han sido muy buenos —y tocándole la punta de la nariz farfulló—. Recuerda, piensa y actúa. No al revés. Té irá mejor.
Y Terry le abrió su corazón como nunca antes lo había hecho tratándose de Joe.
—Sé que él siente algo por mí —confesó por fin. Siempre lo he sabido porque él nunca me lo ha negado. Y lo malo de todo esto es que yo también siento algo por él. Pero Nick, piénsalo, lo nuestro es imposible. ¡Nos mataríamos en dos días! Y… y….
Nick se quedó sorprendido ante aquella sincera revelación.
—Me alegra saber que sientes más por él de lo que imaginaba. Nunca lo hubiera imaginado —le susurró cómplice.
Al darse cuenta de que había desnudado su corazón, Terry echó el ancla.
—Yo tampoco me hubiera imaginado todo lo que ha ocurrido contigo — murmuró entre dientes molesta.
Aquella guerrera pelirroja nunca cambiaría. Cuando se sentía acorralada atacaba.
—No estamos hablando de mí, Terry, sino de ti y de Joe —sonrió a pesar de la contestación—. No cambies de tema, que nos conocemos.
—Es que no sé por qué estoy hablando de esto contigo. ¡Precisamente contigo!
—Porque me quieres y sabes que nunca haría nada que os pudiera hacer daño a Joe o a ti. Y ahora que ha llegado el momento de la verdad en cuanto a lo vuestro, déjame decirte que llevo años viendo como os miráis. Y lo que está claro es que solo vosotros podéis hacer que ocurra algo entre vosotros o no. Yo simplemente soy un mero espectador que puede escuchar con paciencia a ambas partes. Solo eso. Y ahora, querida Terry, puedes volver a atacar y a enfadarte conmigo, como siempre haces cada vez que escuchas algo que no quieres oír.
Aquellas palabras y su sinceridad le hicieron sonreír a pesar de todo, porque sabía que tenía razón. Suspiró y apoyó la espalda en el balancín.
—Echaba de menos estas conversaciones contigo —musitó.
De pronto se oyó llegar a alguien y ambos se volvieron para ver quién era. Era _______________.
—Hola —saludó con timidez—. Terry, mamá quiere que vayas para explicarte algo de la casa o no sé qué.
—Volando voy —dijo al tiempo que se levantaba del balancín.
—¡Corre, corre cobarde! —chilló Nick con una sonrisa.
Terry se dio la vuelta y le guiñó un ojo desapareciendo por la puerta.
—¿Y eso a qué viene? —preguntó _______________ divertida.
—Terry ha tenido un momento de lucidez —contestó Nick sin revelarle de lo que habían hablado—. ¿Quieres tomar algo?
_______________ se sentó junto a él y tomó la cerveza que su hermana había dejado.
—¿Lucidez? ¿Lucidez de qué?
Nick intentó disfrutar de aquel momento. _______________, él y el mar de fondo.
—Terry me ha pedido disculpas por lo que pasó aquel día y de paso hemos hablado de lo que ocurrió entre ella y Joe el último día que se vieron.
Al recordar aquel momento _______________ sonrió con disimulo.
—Pobre Joe, cada vez que lo recuerdo se me pone la carne de gallina.
Nick deseoso por besarla señaló.
—Espero que hablen —y para desviar el tema pues no sabía qué era lo que _______________ conocía de los sentimientos de su hermana preguntó—. ¿Y tú? ¿Qué tal estas tú?
_______________ se encogió de hombros. Sabía que aquella pregunta era inevitable.
—Bien. Asimilando los cambios y todo lo demás.
—Lo siento _______________ y…
Pero ella no le dejó terminar y levantó la mano.
—Nick, no hablemos más de ello. Ahora debemos continuar nuestras vidas lo mejor posible, para no perjudicar a las personas que nos quieren y están a nuestro alrededor.
—Ya lo sé.
—¿Dónde están Sasha y Tommy? —preguntó ella.
Nick comprendió que no quería hablar sobre lo ocurrido, así que cerró el tema y respondió.
—En la guardería. Joe los recogerá antes de volver a casa.
—¿Qué tal llevan los cambios en su vida?
—Bien —suspiró mirando el mar. No podía seguir mirándola o la besaría—. Son pequeños y lo asimilan todo estupendamente.
—Me comentó Ollie que Sasha y ella se llevaban muy bien. —Consiguió decir _______________ nerviosa al tenerlo tan cerca.
—Es difícil llevarse mal con Sasha. Incluso Cat, con todos sus reparos, ha caído en las redes de la pequeña. Tengo tres chicas maravillosas.
—Sí. Son muy buenas.
—Y tu madre la mejor. La mejor.
—¿Mi madre?
—Siempre he sabido que era fantástica, pero estos días, aquí conmigo ha sido más que fantástica. Con decirte que Sasha la llama «abuelita».
—¿En serio? ¿Y qué dice mi madre?
Tras suspirar, pues sabía lo que se le venía encima confesó.
—Está encantada. —Y agobiado añadió—. Pero conociendo a Sasha me temo que en cuanto os vea a Terry y a ti aquí y sepa que sois la madre y la tía de Ollie y de Cat, querrá que seáis lo mismo para ella.
_______________ se tensó. No estaba dispuesta a consentir aquello y contestó.
—Pues habrá que explicarle de alguna manera que yo no soy su madre, ni Terry su tía. ¿No crees?
Aunque su respuesta le dolía, no estaba en condición de decir nada.
—No te preocupes. Intentaré explicárselo. Solo quería prevenirte de que podía pasar porque conozco a la pequeña. Por cierto, ¿cuánto tiempo os vais a quedar?
Aquella pregunta la cogió por sorpresa. _______________ no había planeado tiempo, solo estar allí.
—Pues no sé… unos días hasta que yo vea que Cat está mejor. Luego volveremos a casa y veremos si podemos ir a Europa como teníamos planeado.
Nick asintió y volviéndose hacia ella sin previo aviso preguntó:
—¿Sales con alguien?
—Tengo amigos. ¿Y tú sales con alguien?
—Tengo amigas.
Interrumpiendo la conversación, Ollie llegó hasta ellos y al ver como se miraban preguntó:
—¿De qué habláis?
_______________ levantándose acarició con cariño el óvalo de la cara de su hija.
—De nada en especial cariño. Voy a ver si quiere algo Cat.
Después de aquello desapareció. Ollie, al percibir que había interrumpido algo susurró sentándose junto a su padre.
—Llegué en mal momento, papá.
Nick, la miró y abrazándola le aclaró.
—Princesa, tú nunca llegas en mal momento.
jamileth
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Capítulo 33
—¿Estás bien? —preguntó Joe acercándose a Thais.
—Sí, Joe, gracias —le respondió mirándole con una triste sonrisa—. Lo único que quiero es que esto termine y poder regresar con mamá al hospital. Si estoy aquí es porque ella me lo pidió. Porque sinceramente, a ese que está metido ahí —señaló el ataúd— no le tengo ningún cariño y menos aún aprecio. Nunca se comportó bien con mamá, ni conmigo a pesar de que ella siempre le ha querido
—Es duro lo que dices pequeña —dijo Joe, consciente de la cruda revelación de la muchacha Ella asintió.
—Es más duro vivirlo todos los días, pero ya se acabó. La pesadilla por fin terminó y solo espero que mamá y yo podamos empezar a vivir en paz.
Samantha, que había escuchado todo en silencio, le acarició el brazo con ternura.
—Claro que sí, cariño. Ahora podréis vivir en paz y no te preocupes por nada. Todos haremos lo posible por ayudaros.
La muchacha les miró y murmuró agradecida.
—Sois todos tan buenos conmigo y con mamá, que no sé cómo podré pagaros todo lo que estáis haciendo por nosotras. Si no fuera por vosotros me vería sola en toda esta maraña de problemas.
—No pienses eso —la animó Makay, que la adoraba—. Ahora lo que hay que hacer es seguir viviendo y a ser posible mejor que antes.
Ella asintió y al recordar algo preguntó:
—¿A qué hora llegaba la abuela?
Samantha respondió.
—Dick se marchó a por ella al aeropuerto, no te preocupes. Él la llevará al hospital.
Mientras la muchacha veía bajar el ataúd de su padre en la fosa, solo pudo respirar con tranquilidad. El infierno que le había tocado vivir desde niña, por fin había acabado y lo que más deseaba en esos momentos era ver a su abuela, volver junto a su madre y como había dicho segundos antes poder vivir en paz.
Tras el funeral, Joe la acompañó en coche hasta el hospital junto a Samantha y Makay, mientras charlaba para mantener a la muchacha entretenida. Al llegar al hospital aparcó en la entrada.
—Joe, me encantaría presentarte a mi madre —interpuso Thais al despedirse.
Pero Joe intentó dejarlo para otro día. Llevaba prisa. Tenía ganas de ver a _______________.
—Estaré encantado, pero quizá sea mejor en otro momento.
No se dio por vencida y mirándole a los ojos le suplicó.
—Por favor. Mi madre estará encantada de conocerte.
Incapaz de negarse, al final aparcó el coche y les acompañó. Al llegar a la sexta planta donde estaba ingresada Vaitiere, nada más salir del ascensor, se encontraron a la doctora que llevaba el caso.
—¡Doctora Newton! —gritó Thais al verla—. ¿Cómo está mi madre?
La doctora, al verla, sonrió. No había podido olvidar el gesto de dolor de aquella chica la noche que llegó al hospital con su madre.
—Aloha, Thais —saludó la mujer—. Tu madre está respondiendo perfectamente al tratamiento.
—¿De verdad? —sollozó emocionada la niña y Makay y Joe se acercaron a consolarla.
—No me llores más—consoló la doctora mientras se fijaba por primera vez en Joe—. Tu madre se encuentra bien. Necesita verte alegre porque la mejor cura para un enfermo es la positividad de los que están a su alrededor.
Joe, totalmente de acuerdo con lo que decía la doctora, sonrió asintiendo.
—Pues ya sabes, cielo. Venga, sécate las lágrimas y ve a ver a tu madre.
Makay, que se había convertido en el protector de Thais, se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo ofreció a la chica.
—Venga, cariño —animó Samantha—. Arriba el ánimo y ve a ver a tú mamá.
Mientras los dos jóvenes se encaminaban hacia la habitación 605, Samantha y Joe se quedaron hablando con la doctora.
—Soy Joe Talaua, amigo de la familia —se presentó tendiéndole la mano.
Aquella guapa y sensual mujer clavó de nuevos sus ojos en Joe.
—Doctora Amanda Newton.
Samantha, consciente de las miraditas, para darse a notar, preguntó:
—Doctora, lo que ha dicho ¿es verdad?
—Dentro de todo lo bien que puede ir, así es —respondió la doctora—. Las costillas fracturadas tardarán un poquito en dejar de dar la lata. El brazo roto llevará su tiempo. Los moretones y las magulladuras, que es lo que más se ve a primera vista, desaparecerán y las heridas de cuchillo, gracias a Dios, no han sido en sitios complicados. Créanme —insistió la guapa doctora—, en dos o tres semanas le daremos el alta, pero necesitará ayuda en casa durante un tiempo — en ese momento sonó el busca de la doctora—. Lo siento. Me tengo que ir, pero estaré pendiente de ella.
—Se lo agradeceremos —apuntó Samantha encantada de ver como se miraban.
La doctora se encaminó con paso firme hacia el puesto de las enfermeras desde donde habló unos segundos por teléfono. Poco después la observaron marcharse con unos papeles en la mano.
—Venga, sonrisitas —se mofó Samantha—. Vamos a ver a Thais.
—¿Sonrisitas? —preguntó Joe divertido.
Entre risas y mofas llegaron a la habitación. Al entrar, vieron a Thais besar a su desmejorada madre. La pobre mujer de pelo oscuro y ojos rasgados estaba hinchada como un globo por la cantidad de golpes que había recibido. Samantha, acercándose a ella, la saludó.
—Aloha, guapetona. ¿Qué tal estas, cielo?
—Mejor… mejor —respondió muy bajito mirando con los ojos hinchados.
De pronto irrumpió una voz potente, con un marcado acento polinesio.
—Dale unos días y volverá a ser la preciosa mujer de siempre.
—Señora Bahole —se alegró Samantha acercándose a ella para darle dos besos—. Cuánto me alegra volver a verla. Aunque sea en estas circunstancias.
—Te entiendo. Te entiendo —asintió la mujer pesarosa.
En ese momento, Thais agarró de la mano a Joe y tirando de él lo acercó a la cama de su madre.
—Mamá, este es Joe. El amigo abogado de Dick y Samantha que nos ayudará a poner todos los papeles en orden.
La mujer intentó sonreírle y Joe, conmovido, solo pudo decir:
—Encantado de conocerla, señora. No se preocupe de nada. Mi hermano y yo las ayudaremos en todo lo que podamos.
Vaitere alargó su mano para apretar la de Joe y en un hilo de voz murmuró:
—Gracias. Muchas gracias y por favor háblame de tú.
—De acuerdo —sonrió—. No te preocupes por nada. Lo importante ahora es que te recuperes y salgas pronto de aquí.
—Joe —llamó Samantha para atraer su atención—. Ella es la señora Bahole. La madre de Vaitere.
Acercándose a aquella mujer isleña de facciones marcadas e intensos ojos negros la saludó.
—Encantado de conocerla señora.
La mujer asintió y mirándole con agradecimiento musitó mientras le observaba:
—Lo mismo digo.
La puerta de la habitación se abrió y entró una enfermera para inyectar en el suero un medicamento a Vaitere. Todos salieron de la habitación y Joe aprovechó la circunstancia para despedirse.
—Me tengo que marchar. He de recoger de la guardería a Sasha y a Tommy.
—¿Tienes hijos Joe? —preguntó la señora Bahole.
—Pues no sé yo que decirle —y al ver como esta le miraba aclaró—: No, no son hijos míos. Son los hijos de mi hermano Nick.
La mujer asintió.
—Son unos niños encantadores —dijo Samantha—. Un día de estos los tienes que conocer. Te encantarán.
—Cuando usted quiera —contestó Joe.
La mujer, mirándole con aquellos preciosos y cansados ojos negros apuntó.
—Te digo lo mismo que mi hija, no me llames de usted que me haces mayor —y acercándose a él añadió—. Joe, gracias por la ayuda que nos ofreces en estos momentos. No quiero ser malvada pero no me da pena que ese sinvergüenza se haya matado y por favor, haz todo lo que debas hacer y por el dinero no te preocupes, te pagaremos la minuta.
—Señora Bahole —susurró mirándola—. No se preocupe por nada —y mirándose el reloj dijo—: Me voy que no llego a recoger a los enanos. Hasta luego.
Mientras se alejaba por el pasillo, la madre de Vaitere le miró y agradeció al cielo porque su hija y su nieta tuvieran amigos tan buenos a su lado.
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 34
—¡Ya estamos aquí! —gritó Joe al entrar en casa llevando a Tommy subido en sus hombros.
—¡Papi, papi! —exclamó Sasha—. Mira que dibujo te traigo.
Nick, en cuanto oyó a su pequeña, acudió corriendo.
—Hola, princesa. ¡Es precioso! Siempre he querido tener un dibujo así —dijo mientras la abrazaba.
En aquel cuadro familiar intervino Joe.
—Hemos decidido que es tan bonito que lo vamos a colgar en la nevera con un imán ¿verdad, cariño?
—Sí, papi. El tío y yo lo hemos decidido mientras veníamos en el coche.
Nick se dirigió a la cocina donde hizo lo que la niña pedía.
—Pues no se hable más. Aquí queda estupendo.
La cría, orgullosa de lo que había hecho, miró a su alrededor y preguntó:
—¿Dónde están Ollie, Cat y la abuelita?
—Ahora vienen —comentó Nick mirándola—. Anda lávate las manos y te daré unas galletas.
Cuando la niña corrió al baño, Joe preguntó:
—¿Qué tal?
—Bien… de momento todo bien —respondió con una media sonrisa.
—¿Y esa sonrisa? ¿Ha pasado algo emocionante?
Al ver que Terry se acercaba por la puerta de atrás, Nick contestó.
—No… pero está por pasar.
Joe, al verlo tan positivo, soltó una carcajada y en ese momento se oyó:
—Nick, dice mamá que…
Pero Terry no pudo continuar, ante ella estaba su mayor objeto de deseo.
—Hola, Joe —balbuceó como pudo.
—Aloha, Terry. ¿Cómo tú por aquí? —respondió cuando consiguió reaccionar.
—Vine para acompañar a _______________. Ella me lo pidió —aclaró nerviosa sin quitarle ojo de encima.
Joe, volviéndose hacia Nick y mirándole con ojos de asesino, resopló.
—Pues qué divertido —y mirándola de nuevo a ella musitó—. Encantado por tu visita. Y ya sabes, si necesitas algo, olvídate que vivo aquí.
—¡Serás imbécil! —protestó ella.
—Sí. Lo soy —rio Joe ácido—. Además de ser el guaperas de la isla. ¿Algo más que soltar por tu dulce boquita?
—Oh, sí… No me tientes —bufó Terry.
Nick, al ver lo que se avecinaba, fue a decir algo, cuando un torbellino llamado Sasha entró en la habitación.
—Papi ya tengo las manos limpias. ¿Me das las galletas?
Nick, conociendo al terremoto de su hija, antes de que la niña preguntara o hiciera algo que pudiera molestar a Terry la cogió en brazos.
—Mira cariño, ella es Terry, la tía de Ollie y Cat. Ha venido a pasar unos días aquí con nosotros.
Terry, todavía furiosa por el recibimiento de Joe, intentó sonreír hasta que se fijó en los puntos que aquella niña tenía en la cabeza. En ese momento entraron Serena y el resto.
—Pero si ya está aquí mi chiquitina —gritó Serena.
—Hola, abuelita —dijo corriendo a sus brazos.
—¿Pero aquí qué les hacéis a los niños? —preguntó Terry con guasa.
Nick sonrió. Ver a Sasha y a Cat lesionadas daba qué pensar.
—Sí, hija —aclaró Serena—. Menuda racha que llevamos.
—Me hice pupa —dijo la niña mirando a Terry sin percatarse de la presencia de _______________—. Pero ya no me duele y cuando lo hace es poquito y chiquitito.
Terry intentó no reír ante la expresividad de la niña.
—Vaya, lo siento Sasha, debió ser un golpe fuerte.
—Uf… mucho susto —resopló la niña y, finalmente, Terry no pudo evitar esbozar una sonrisa.
_______________, armándose de valor, cogió aire.
—Hola, Sasha. ¿Me recuerdas?
La niña, al verla, abrió sus ojazos azules y gritó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Papi… papi! ¡Está aquí tu amiga _______________, la señora guapa que me compró la Barbie!
—Ya lo sé, princesa —sonrió Nick apoyado en el quicio de la puerta junto a un mudo Joe—. Pero no hace falta que grites.
La niña, emocionada por toda aquella gente, miró a _______________ y le dijo:
—Todavía tengo la Barbie aunque Tommy me la quita. Pero yo la cuido porque es una de mis preferidas.
—No te preocupes —sonrió esta—. Seguro que Tommy solo la quiere para jugar un ratito. —Y acercándose a la niña añadió—: Me alegro que te acuerdes de mí.
La pequeña alargó la mano y, tocándole el pelo con una sonrisa que la desarmó, añadió:
—Te has cortado el pelo.
—Sí.
—Me gusta mucho —y mirando a su padre que las observaba con atención dijo—: Papi, ¿verdad que _______________ está muy guapa?
Joe sonrió y acercándose a él, le susurró al oído:
—Esta niña es digna nieta de Serena.
Nick le miró sin entender nada y, moviéndose con nerviosismo, consiguió balbucear por fin.
—Sí, está muy guapa.
_______________, entendiendo que aquello era incómodo para todos, preguntó:
—¿Dónde está Tommy?
—Aquí está —dijo Joe.
—Hola, Tommy —saludó _______________ acercándose a él—. Vaya... que moto más bonita llevas, ¿me la dejas?
El niño, sonriendo, le dejó la moto y segundos después le tendió los bracitos para que ella le cogiera.
—¿Te quieres venir conmigo? —El niño asintió, y ella, sin pensárselo dos veces, le cogió en brazos ante la atenta mirada de Nick y de todos los demás.
Serena, con la pequeña Sasha en brazos, observaba la escena casi con lágrimas en los ojos. A veces, sus hijas, le hacían estremecerse al ver como reaccionaban ante las difíciles circunstancias de la vida.
Nick estaba tan nervioso que era incapaz de reaccionar. Ollie y Cat disfrutaban al ver a sus padres juntos en la misma habitación y Terry y Joe intentaban no mirarse para no ocasionar un cortocircuito.
—Esa moto se la compró el tío Joe. Es igual que la que él tiene —aportó la pequeña Sasha.
—¿Tienes moto? —preguntó Terry.
—Sí. Pero para ti como si no la tuviera.
Todos, sorprendidos, le miraron.
—¿Quieres que el tío te lleve en su moto? —preguntó Sasha, incapaz de permanecer callada.
—Ni lo sueñes —refunfuñó Joe tan alto que todos le escucharon.
—No pensaba montar, listillo —respondió Terry enfadada.
—¿Por qué no quieres llevarla tío? —preguntó la niña mirando a su tío.
Maldiciendo por haber pensado en voz alta, Joe se agachó e intentando suavizar la situación murmuró.
—Princesa, en mi moto no monta cualquiera…
Terry, fue a contestar, pero al final calló. Su hermana _______________ le había pedido prudencia con la mirada. Pero la cría era demasiado curiosa.
—¿Estáis enfadados? —preguntó.
Nick cogió a su hija en brazos.
—Vale ya de preguntas, preciosa… —le susurró.
—Pero ¿por qué? —insistió.
Joe, deseoso de acabar con aquella situación tan incómoda, intervino.
—¿Quién quiere un helado de fresa?
Sasha, olvidándose de todo, gritó.
—¡Yoooooooooooooooo!
Cuando Joe desapareció con la pequeña, Serena miró a Terry y esta se encogió de hombros.
—¿Qué os parece si vamos al restaurante de Dick y cenamos allí? —propuso Nick deseoso de salir de la casa para que los nervios se relajaran.
Encantados con la idea se montaron en el monovolumen de Nick, mientras Ollie subía a la moto con su tío. Cuando llegaron al local, Nick se acercó con _______________ a la barra y allí, esta, emocionada saludó a Dick y a Samantha. La última vez que se vieron fue en la boda de la alemana y el polinesio.
Concluida la cena Dick y Samantha se acercaron a la mesa y esta se mofó de Joe al recordarle a la doctora. Aquel detalle no pasó por alto a Terry, pero disimuló como pudo su malestar.
Serena les miraba a todos encantada. Junto a ella estaban las personas que más quería en el mundo y entre ellos incluía a esos dos pequeños que habían empezado a formar parte de su vida. Tras los postres, _______________ disimuló un bostezo y Nick, solícito, sugirió regresar a casa. _______________ y Terry debían estar cansadas del viaje. Al llegar, todos se despidieron encaminándose cada uno a sus respectivas casas.
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 35
Al llegar a la casa, Serena y las chicas se marcharon a dormir dejando a _______________ y Terry solas en su habitación.
—_______________, ¿cómo estás? —preguntó Terry desde la cama.
—Extraña ¿y tú?
—A punto de salir corriendo —bromeó Terry—. Por cierto, qué graciosa es la niña. Y el niño es un muñequito.
_______________ asintió y sonrió. Pero no quería pensar en ellos.
—Con respecto a Joe ¿qué me dices? —preguntó.
Terry, no podía quitárselo de la cabeza.
—Me odia —murmuró.
—Normal —asintió _______________—. Le humillaste no hace mucho.
—No me ha dirigido la palabra en toda la noche.
—Dale tiempo.
—Paso de su tiempo. Es más... ¡paso de él!
—Terry, no digas tonterías. Te mueres porque hable contigo ¡no lo niegues!
No contestó. Estaba demasiado furiosa.
—Te guste o no recordarlo, vuestro último encuentro no fue precisamente algo divertido. Te recuerdo que Joe terminó hecho un ovillo en el suelo muerto de dolor.
—Tienes razón. Pero se lo mereció por cretino.
—Terry… —protestó, pero al verla resoplar finalmente desistió—Durmamos. Lo necesitamos
—Buenas noches.
En pocos segundos, _______________ comenzó a respirar acompasadamente y su hermana dedujo que se había dormido. Terry intentó hacer lo mismo pero era imposible. Dio varias vueltas en la cama y al final desesperada decidió levantarse y tomar un vaso de agua. En la cocina y con el vaso de leche en la mano, abrió la portezuela de atrás de la casa y decidió sentarse en el balancín para relajarse con el sonido del mar. Sintiendo la brisa en su pelo mientras se balanceaba al compás de las olas, sus ojos se cerraron y se quedó dormida.
De pronto, se despertó sin saber cuánto tiempo había estado allí dormida. Alguien la había cubierto con una especie de manta azul. Volvió a mirar al frente y vio que el color del horizonte y del mar había cambiado desde la última vez que miró y escuchó una voz junto a ella.
—Vaya… Cruella de Vil se ha despertado.
Reconoció aquella voz enseguida. Aquel acento.
—¿Joe? —preguntó sobresaltándose.
Sentado en los escalones de entrada a la casa, asintió con gesto divertido.
—Sí, señorita. Así me llamo.
Oh… Dios, que humillante, pensó horrorizada y se irguió en el balancín de inmediato.
—He debido quedarme dormida. No sé cuánto tiempo llevo aquí.
—Pues suponiendo que son las siete de la mañana y que yo te encontré aquí roncando y muerta de frío sobre las cinco…
—¡¿Roncando?! —chilló—. Perdona, guapito pero yo no ronco.
—¿Seguro?
—¡Segurísimo!
Joe sonrió e iba a decir algo cuando ella se le adelantó.
—¿Has dicho que son las siete de la mañana?
Levantándose de las escaleras Joe se sentó junto a ella en el balancín y aclaró.
—Para ser más exactos, las siete y veinte.
Confundida, se retiró el pelo de la cara que la brisa mecía y susurró.
—Me senté aquí a tomarme un vaso de agua y… ¡joder sería como mucho la una o las dos de la madrugada!
—Pues buena dormida te has dado en el balancín. Hoy te va a doler todo el cuerpo.
Lo que me duele es no tener valor para besarte idiota, pensó acalorada. Tener a Joe tan cerca era turbador, pero se esforzaba en aparentar normalidad.
—¿Y tú qué haces levantado tan temprano? —pero la pregunta se respondió sola al fijarse que llevaba puesto un mono azul y negro de neopreno.
—Iba a practicar un poco de surf.
—¿A esas horas?
—Sí. Me desperté, no podía dormir y decidí relajarme con mi tabla en el agua.
Oh Dios… oh Diossssssss estás impresionante
—¿Por qué no me has despertado antes? —y al ver como este la miraba volvió a preguntar—. ¿Qué has hecho desde las cinco de la mañana?
Este, retirándose el pelo oscuro que el aire había soltado de su coleta, dijo con su característica sensualidad:
—Hacerte burla. Pensé pintarte bigotes y tal pero luego me dio pereza —y al ver que ella por fin sonreía indicó—: Lo primero fue taparte con la manta. Lo segundo meterme en el agua y nadar un poco y lo tercero sentarme aquí para oírte roncar.
—Oh, Joe —protestó al imaginarse la horrible visión que le había estado ofreciendo—. Eres terrible. ¿Cómo no me has despertado?
Estaba encantado por controlar la situación en aquel momento y se estaba recreando en su confusión.
—Porque no sabía si me atacarías. Y ante la duda decidí dejarte donde te encontré. Eso sí, tapadita para que no cogieras frío. Soy así de idiota con mis enemigas.
Terry se sintió fatal y decidió que había llegado el momento de pedirle perdón.
—Lo siento… Siento cómo me comporté aquel día en el auditorio.
—¡¿Qué has dicho?! — preguntó haciéndose el sordo, aunque la había oído perfectamente.
—Que siento haberte tratado tan mal la última vez que te vi.
—Oh Dios —se mofó—. Y yo sin poder grabar este momento.
—Joellllllllllll —refunfuñó y al ver que este la miraba prosiguió—. Ya sabes cómo soy, primero actúo y luego pienso. Es mi gran error y lo sé. Por eso te pido disculpas. Actué como una bestia y poco más puedo decir.
Conseguir que Terry, por si sola, pidiera perdón era un triunfo, por ello y consciente de que aquello era inaudito respondió:
—Te perdoné antes de regresar a Oahu.
—¿En serio?
—Sí —sonrió—. Soy así de idiota.
Trastocada y perturbada, solo pudo susurrar tímidamente.
—Gracias.
—¿Podemos hablar con sinceridad?
Inquieta por aquella pregunta, deseó retirarle el pelo que la brisa acariciaba sobre su bonito y moreno rostro. Joe era especial para ella y asintió como pudo.
—Sí. Por supuesto que sí.
Estaba dispuesto a decirle lo que llevaba años callando.
—Si te besé aquella noche fue porque llevo años deseando hacerlo y…. — pero al ver su gesto cambió el tono de voz e indicó—. Yo también he de disculparme por haberme tomado la libertad de hacerlo. —Estás perdonado. Pero Joe, fue todo tan rápido que… Pero no la dejó continuar.
—¿Rápido? ¿Rápido es besarte tras desearlo durante más de veinte años y contenerme? Mira bonita. Para mí verte cada mañana fue una tortura más que un placer. Durante años he sido testigo mudo de cientos de cosas que no me hubiera gustado ver, pero he aguantado porque siempre estabas tú por encima de todo. ¿Y dices rápido? Joder, Terry no tienes ni idea de lo que ha sido para mí verte y no besarte. Y… y el otro día cuando te vi y sonó nuestra maldita canción, necesité besarte de una santa vez para hacerte saber lo mucho que me gustas y…
—¿Necesitaste? ¿Tú necesitaste?
—Efectivamente —dijo sin dejar de mirarla—. Necesité.
—¡¿Y no pensaste en lo que yo necesitaba?!
Con las lanzas en alto como siempre, Joe se levantó de su lado y, poniéndose frente a ella, masculló dispuesto a alejarse de ella antes de que le hiriera de nuevo:
—¿Sabes mona? Durante años cada vez que sonaba Desafinado y la bailabas conmigo muy acaramelada creía ver en ti algo que, por supuesto, ya he comprobado que eran solo imaginaciones mías. Pero te guste o no reconocerlo, el día que te besé, por una fracción de segundo, me dio la sensación de que lo disfrutabas tanto como yo —ella no respondió y él siseó ofuscado —: Pero tranquila, tras ese ansiado beso aprendí la lección de que nadie se acerca a Terry si ella no quiere.
—Joe…
Enfadado y convencido de que aquella conversación se había acabado aclaró:
—Espero que el tiempo que estés aquí, en mi tierra, lo pases bien y disfrutes de unas excelentes vacaciones. Y tranquila no me cruzaré en tu campo de visión por si eso también te molesta.
Ver como tiraba la toalla antes de que ella pudiera hablar le decepcionó.
—Joe. Escucha yo… —susurró.
Pero él, a cada segundo más resentido no la dejó hablar.
—Da lo mismo Terry. Por fin todo está claro entre los dos. Regresa a la cama y duerme.
Se quedó paralizada. Quería decirle tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Pero en lugar de eso le vio alejarse, llegar a la playa, desclavar su tabla de surf de la arena y regresar enfadado a su casa, donde dejó la tabla apoyada en la entrada y desapareció tras la puerta.
—¿Por qué no le has dicho nada? —preguntó _______________ de pronto.
Asustada se volvió hacia su hermana.
—¿Qué haces escondida como un fantasma? ¿Estás cotilleando? —gruñó.
_______________, sin salir de la casa, negó con la cabeza.
—Me desperté y como vi que no estabas vine a buscarte y te vi aquí hablando con Joe —contestó.
Agitada e incómoda por lo duro que había sido Joe con ella protestó.
—¡Y claro! Te quedaste a escuchar. ¡Cotilla!
—Llegué casi al final y reconozco que escuché lo que te dijo —aclaró enternecida por el desconcierto que sentía en su hermana—. Pero lo que no entiendo es por qué no le has dicho nada de lo que tú piensas o sientes por él. Terry, por el amor de Dios, Joe te acaba de abrir su corazón y tú te quedas como un palo observándole.
Terry estaba enfadada consigo misma.
—No he podido. No me ha dejado ¿Acaso no lo has visto?
—Lo que he visto es que él es más valiente que tú y, al menos, lucha por lo que quiere. Maldita sea Terry ¿qué vas a hacer?
—¿Pero no le has escuchado?
—Convéncele. Juégatela como él se la ha jugado y asume su decisión.
—No puedo, yo… — susurró Terry con el corazón a mil.
—Maldita sea, Terry ¡reacciona! Creo que… —pero _______________ al ver que la puerta de la casa de al lado se abría musitó escondiéndose—: … es Joe… vuelve Joe.
Terry se dio la vuelta y sin moverse de su sitio observó como aquel con paso decidido se acercaba hasta ella exhibiendo todo su potencial sexual. Cuando estuvo a escasos dos metros de ella en un hilo de voz preguntó:
—¿Ocurre algo Joe?
De un salto, él subió los tres escalones y la miró fijamente a los ojos.
—Sí… ocurre esto —y cogiéndola por la cintura la atrajo hacia él y la besó.
Aquel impacto entre titanes los conmocionó a ambos. Joe, con decisión, la apretó contra él y tomó su boca con auténtica devoción, mientras ella saboreaba aquel lujurioso beso abrasador. Enterró sus manos en aquellos cabellos oscuros y exigiéndole pasión se apretó más contra él mientras sentía que su propio cuerpo se abrasaba por dentro. Así estuvieron durante unos segundos hasta que ella jadeó.
—Para….
—No. —Pero al sentir su mirada sobre él la soltó y maldijo—. Lo siento. No he podido controlar de nuevo mi necesidad de ti. Terry, cuando te veo me haces perder el control y…
Esta vez fue ella quien no le dejó continuar y acercando tentadoramente su boca a la de él susurró agarrándole con fuerza.
—Oye, guaperas isleño…
—Comenzamos mal…
—Calla y escúchame —exigió ella—. No he podido dejar de pensar en ti y, si me hubieras dejado hablar antes, esto que acabas de hacer tú, lo habría hecho yo.
Incrédulo, le dedicó una encantadora sonrisa que la deshizo. Y comenzó a repartirle dulces besos en los labios y en la punta de la nariz.
—Nunca es tarde para hacerlo.
—Tienes razón —asintió ella y posando su boca sobre la de él le mordisqueó el labio inferior y tras pasarle con seducción la lengua por los labios susurró—: Entre nosotros existe algo muy especial y quiero descubrirlo durante el tiempo que esté aquí si tú también lo deseas.
—Por supuesto que quiero preciosa y espero que lo que descubramos sea tan intenso para ti, como lo es en este momento para mí.
Tras mirarse a los ojos con las respiraciones entrecortadas, se volvieron a besar, hasta que Joe fue consciente de que o paraba aquello en aquel instante, o se la llevaba a su cama.
—Odio decir esto, pero si sigo aquí no me voy a poder contener —y tras darle un último beso en los labios dijo—: Anda ve a descansar. Mañana si quieres te invito a cenar. Tenemos que hablar de muchas cosas. ¿Te apetece?
Pesarosa por no poder continuar aquel juego seductor se separó de él y mientras entraba en la casa cuchicheó para que nadie la escuchara.
—Me encantará cenar contigo.
Joe, como en una nube, sonrió como un crío mientras la observaba.
—No le comentes a nadie lo de nuestra cita. Quiero ver las caras de algunas —dijo.
Divertida, asintió y cuando iba a cerrar la puerta de la casa oyó.
—Terry… Terry
Con rapidez le volvió a mirar.
—¿Qué?
Con una sensualidad y una picardía que a ella le hizo sonreír le dijo mientras caminaba hacia su casa:
—Aunque digas que no, siento decirte que roncas.
—Eres terrible Joe —se carcajeó mientras le veía alejarse—. Terrible.
Joe, el hombre que la traía por la calle de la amargura, había vuelto a jugársela por ella y había aceptado su proposición. Atontada estaba en sus pensamientos cuando oyó.
—Tú sí que eres terrible.
Volviéndose hacia su hermana que continuaba entre las sombras preguntó:
—¿Todavía sigues aquí cotilla?
_______________, secándose las lágrimas asintió.
—… ha sido tan romántico —dijo.
Incrédula, se acercó hasta su hermana que tenía la cara cubierta de lágrimas.
—¿Estás llorando? Pero bueno... serás tonta —regañó Terry con dulzura.
—Terry, es que me alegro tanto por ti —dijo abrazándola.
Aquella sentida muestra de cariño de _______________ la emocionó.
—¿Y por qué estoy ahora yo también llorando?
-No lo sé -rio ________________y sin soltarla añadió-. Anda vámonos a la cama. Necesitamos descansar. Y tranquila, no diré nada de vuestra cita.
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
bueno chicas les subi seis capitulos por que no les he subido durante seis dias,...
asi que aqui tienen sus capitulos :D
gracias por los comentarios :D
cuidense
:bye:
asi que aqui tienen sus capitulos :D
gracias por los comentarios :D
cuidense
:bye:
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Aaaaaabhh!!!!!!.... Porfin joe y terry estarán juntos!!!!!.... Pero falta nick y la rayiiis
chelis
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Owww por fin están juntos Joe y Terry!!
Ya sólo faltan los otros!
Síguela! Gracias por el maratón!
Ya sólo faltan los otros!
Síguela! Gracias por el maratón!
aranzhitha
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 36
Al día siguiente, sobre las once y media sonó el teléfono en casa de Joe y Nick. Era Thais que preguntaba por Joe, y Nick entró en su habitación a despertarle.—Buenos días, ¿ocurre algo? —respondió somnoliento.
—Perdona Joe por despertarte —se disculpó la muchacha—. Pero me acaban de llamar de la compañía de seguros donde mi padre tenía dado de alta el coche y dicen que tengo que abonar una cantidad de dinero y... Oh, Dios, Joe… yo no tengo ese dinero ¿cómo vamos a poder pagar todo eso? — susurró agobiada—. No sabía a quién acudir y…
—No te preocupes. Has hecho lo que tenías hacer —dijo desperezándose —. ¿Has dicho que te han llamado de la compañía de seguros? —preguntó sentándose en la cama.
—Sí, pero me he puesto tan nerviosa que casi ni me he enterado de lo que me decían. Ellos me han dejado un número de teléfono para hablar con un tal Stephen Mawnster.
En ese momento Nick volvió a entrar para entregarle un café. Joe asintió agradecido.
—Vamos a hacer una cosa Thais. A la una te veo en mi despacho y desde allí llamamos a la compañía de seguros. ¿Te parece?
—Vale, Allí estaré —Thais sonrió aliviada al otro lado del teléfono y agradecida asintió—. Gracias Joe.
Cuando la conversación se acabó, Nick le interrogó con la mirada.
—Le han llamado de la compañía de seguros exigiéndole el pago de algo — explicó Joe.
Nick suspiró.
—Sabíamos que esto pasaría. Ya sabes cómo son de buitres algunas compañías.
Joe, de un trago, se bebió el café y le entregó la taza vacía mientras se levantaba.
—Voy a darme una ducha a ver si me termino de despertar.
Pero antes de marchar, Nick le preguntó:
—Oye, ¿tienes algo que contarme?
Joe le entendió perfectamente y divertido se apoyó en el quicio de la puerta.
—¿Y esa pregunta de portera neoyorquina?
Nick, se rio a carcajadas.
—No hemos hablado de la llegada de una tal… Terry ¿Por ejemplo?
Con un gesto que desconcertó a Nick, Joe apoyó su mano en el hombro.
—En primer lugar, eres un mal hermano por no decirme que esa fiera había llegado con _______________. ¡Eso no te lo perdonaré nunca! Y lo segundo tengo una cita esta noche.
—En cuanto a lo de Terry…
—No —cortó Joe sorprendiéndole—. Sobre eso no quiero ni hablar. Pero lo que sí quiero es que no cuentes conmigo para llevarme a toda la familia por ahí. ¿Entendido?
—¿Me estás diciendo que pasas de mí y de todas las que han llegado de Nueva York?
—¡Exacto! ¡Paso! Tengo cosas más importantes que hacer que sacar de paseo a todas tus mujeres.
—Joder, Joe, no me hagas esto.
—Lo siento, hermano, pero no quiero saber nada.
Confundido por aquella negatividad, frunció el ceño.
—¿Tienes una cita? —preguntó:
—Sí.
—¡¿Con quién?!
Joe estaba dispuesto a hacerle rabiar.
—Con una precioso bombón.
—¿Es la doctora de la que anoche hablaba Samantha?
—No.
—¿Entonces quién? —Y al ver que no pensaba soltar prenda murmuró—. Vale. Lo siento. Siento no haberte dicho que Terry llegaba con _______________. Pero pensé que sería una sorpresa para ti y…
—¡Sorpresa! —exclamó desconcertándole—. Vaya si lo fue.
Nick, sin entender aquel gesto de su hermano, cuchicheó para que nadie pudiera oírle.
—Entonces si fue una sorpresa que ella viniera a la isla, me puedes explicar por qué justamente ahora vas a tener una cita con otra mujer.
—Soy así de masoquista —se mofó Joe.
—Pero así nunca conseguirás lo que quieres de ella.
Joe se acercó a su hermano y lo cogió fraternalmente de los hombros.
—Nick, me parece estupendo que Terry esté aquí —dijo—. Pero yo tengo una cita esta noche y no pienso dejarla por nadie.
—Haz lo que quieras —espetó molesto mientras se alejaba—. Pero luego no me vengas con lamentos.
Mientras veía a Nick alejarse sonrió para sí al imaginar la cara que pondría cuando viera con quien tenía la cita.
Joe se duchó. Se puso una camisa blanca y unos pantalones de pinzas azules, cogió el casco y se dirigió a su moto. Al salir por la puerta vio acercarse a Serena junto a _______________, Terry y las chicas y se detuvo ante ellas.
—¿Dónde va tanta belleza junta? —preguntó:
Ay Dios… si es que eres una monada, pensó Terry con disimulo.
—A la playa —respondió Serena—. ¿Están dentro Nick y los niños?Poniéndose el casco se montó en su moto.
—Ahí dejé unos cachitos —bromeó sin mirar ni un segundo a Terry y tras arrancar la moto se despidió—. Bueno, chicas me voy. Hasta luego.
Terry sonrió y se le quedó mirando mientras se alejaba en la moto, hasta que notó que alguien la daba en el brazo.
—Quita esa cara de tonta que te lo van a notar —susurró _______________.
En ese momento escuchó a las niñas que decían.
—Qué guapo que es el tío —suspiró Ollie mirando a Cat, que asintió.
Serena añadió mirando a sus hijas.
—Además de guapo, el muchachote tiene un encanto especial ¿verdad?
Terry las miró de mala gana. Su hermana se lo estaba pasando bomba.
—Mamá —intervino _______________—. Joe siempre ha sido muy simpático.
En un tono indiferente Terry señaló.
—Fíate de los simpáticos y sal corriendo —Y tras decir esto pasó delante de ellas que la miraron perplejas.
Diez minutos después estaban disfrutando del sol y la brisa, mientras se bañaban en la maravillosa playa que tenían frente a la casa.
bueno aqui esta el cap :D
lo siento por la demora bayy
:bye:
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Noooooo!!!... Pon ottrooooooo!!!!... Porfioisss
chelis
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Capítulo 37
Cuando Joe llegó a la puerta de su despacho, Thais ya estaba allí.
—Aloha. ¿Llevas mucho tiempo esperando? —saludó.
—Acabo de llegar —respondió mientras él abría la puerta.
Una vez entraron se acomodaron sentados frente a la mesa de despacho marrón oscura.
—Vamos a ver. Cuéntame lo que ha pasado.
La muchacha, nerviosa, se retiró el cabello oscuro de la cara.
—Esta mañana, a las nueve y media, sonó el teléfono. Era un tal Stephen, de la compañía de seguros Mulahoe. Dijo que tras revisar el caso del accidente de mi padre, teníamos que pagar no sé qué… y… y...
Con una sonrisa Joe miró a la muchacha e indicó cogiendo el teléfono.
—Tranquila. Dame el teléfono de la compañía para que les llame.
—Yo… bueno… yo… también quiero comentarte otra cosa.
Al ver su cara de circunstancias colgó el teléfono.
—¿Qué me quieres comentar?
La niña abrió su bolso y sacando una especie de librito se lo tendió mientras explicaba.
—Ayer mientras estaba recogiendo la ropa de mi padre para donarla a la beneficencia encontré esto en uno de sus cajones.
Joe cogió lo que ella le entregaba.
—Esto es una cartilla del banco Aloha Oahu. Una cuenta a nombre de tu padre.
—Sí… eso he visto.
—Thais ¿tus padres tenían alguna cuenta conjunta?
—Sí —asintió tendiéndole otra cartilla—. Esta es la que tenían ellos —y tras un suspiro murmuró—. Yo creo que mamá no sabe de la existencia de esta cartilla. En ella hay suficiente dinero como para que mamá pueda vivir muchos años tranquilamente sin preocuparse de trabajar. Con ese dinero podríamos terminar de pagar la casa y arreglar unas cuantas cosas pero el problema es que la cartilla solo está a su nombre ¿Podemos sacar ese dinero del banco?
—No es fácil —suspiró aquel—. Pero veremos qué se puede hacer. Dame unos días para ver si puedo hacer algo. ¿De acuerdo?
La cría asintió con una sonrisa.
—No le comentes nada a tu madre. No quisiera que se hiciera ilusiones sobre algo que quizá no pueda ser. ¿Llamamos ahora a la compañía?
—Tranquilo, mi boca está sellada —contestó.
Joe marcó el número y preguntó por el Sr. Mawnster. Veinte minutos después colgó.
—Iré directo al grano, Thais. Tu padre firmó una cláusula en el seguro en la que ponía que si el accidente era por embriaguez, la compañía no os abonaría nada. Por lo tanto el dinero que la compañía suele entregar por muerte se niega a dároslo.
—No lo queremos —respondió rápidamente—. Pero ¿qué es lo que tenemos que pagar?
—Tráfico os exige los desperfectos que tu padre ocasionó con su accidente en la mediana de la carretera.
—¿En serio? —preguntó incrédula.
Joe asintió.
—Sí, cielo. En serio. Hay que abonar seiscientos dólares.
—¿Y eso es todo?
—Sí. No hay más —sonrió al ver cómo esta respiraba aliviada.
Después de hablar un rato entre ellos se levantaron y se dirigieron hacia la puerta.
—¿Te puedo acercar a algún sitio? — preguntó Joe.
La joven negó con la cabeza y miró la hora en su reloj.
—Tengo que ir a la joyería de aquí al lado a dejar una cosa de mi madre. Luego iré al hospital.
—Venga —dijo tomándola por el brazo—. Te acompaño a la joyería y luego te acerco al hospital. Me viene de camino.
Al llegar a la joyería Joe entró junto a la muchacha.
—Aloha.
—Aloha —respondieron Joe y Thais.
—¿Qué desean? —preguntó el dependiente mientras Joe observaba uno de los escaparates
La muchacha abrió su bolso y sacó algo.
—Quería que arreglaran el enganche de este broche.
El dependiente lo cogió y lo miró durante unos segundos.
—Llevaba tiempo sin ver uno de estos. Ya no se hacen piezas como estas tan delicadas y sobre todo tan bien trabajadas. Oh… y esta además puede ser utilizada de colgante. Qué interesante.
La joven sonrió. Era una reliquia familiar.
—Es una joya de mi familia. Algo muy especial.
Joe se acercó a ellos.
—¿El qué es especial?
—Este broche —dijo Thais enseñándoselo—. Es una joya de mi familia que se puede utilizar de broche o colgante. ¿Te gusta?
Joe se fijó por primera vez en aquello y con la boca seca preguntó:
—¿Puedo cogerlo?
Thais asintió mientras hablaba con el dependiente. El broche era la mitad de un corazón labrado en plata fina. Joe se había quedado sin palabras, ni tan siquiera parpadeó mientras intentaba fijarse en cada detalle. ¿Cómo podía ser? Era igual, por no decir idéntico, al que su madre le había dejado en el orfanato metido en un sobre para mamá Daula.
—Es una maravilla —repitió el dependiente—. Trabajos como este ya no se hacen. Si fueras a un anticuario seguro que te daría un buen dinero por él.
—¿Tan antiguo es? —preguntó Joe sin dejar de observarlo.
El hombre asintió tras el mostrador.
—Esta pieza tiene por lo menos doscientos años.
—Nunca lo llevaría a un anticuario —dijo Thais mirándolo—. Es algo especial para nosotras.
Cómo si le quemara en las manos Joe lo soltó.
—¿Y la otra mitad del broche?—preguntó el dependiente, curioso.
—¡¿Cómo?! —preguntó Thais.
—Este broche es la mitad de un corazón entrelazado ¿lo ves? —Señaló un filito de plata que esperaba ser unido a otro—. Solo se puede entrelazar con el gemelo que se hizo en su momento. Ya le dije que estas piezas son únicas. Irrepetibles. No puedes unir dos piezas que en su momento no fueran creadas juntas.
—Nunca me han hablado de que hubiera otra mitad. Se lo preguntaré a mi madre o a mi abuela. Seguro que ellas saben algo —respondió Thais sorprendida.
El dependiente introdujo el broche en una bolsita marrón.
—Lo tendrás listo en tres días.
—Perfecto —sonrió Thais—. Adiós.
Salieron a la calle pero Joe seguía callado. Su cabeza no paraba de dar vueltas.
—Joe, ¿ocurre algo?
Reaccionando al segundo sonrió, pero no podía quitarse de la cabeza la pregunta del joyero: ¿Dónde está la otra mitad?
—No. No. Solo pensaba en la historia de ese broche.
—Mamá y yo lo teníamos escondido. Sabíamos que si papá lo encontraba lo vendería. Estuvo durante mucho tiempo intentando encontrarlo pero yo se lo entregué a mi amiga Luna y ella nos lo guardó en su casa. Ayer, por fin, mamá me pidió que se lo llevara al hospital. Según ella y la abuela, ese broche o colgante es un amuleto de la suerte. Aunque por desgracia a mi madre nunca se la ha dado.
—Debéis olvidar el pasado y pensar en que la vida sigue.
—Lo pensamos Joe. Pero no es fácil olvidar.
—Ya sé que no es fácil olvidar. Pero ahora todo será diferente, incluso está aquí tu abuela y estoy segura de que ella os ayudará —explicó él conmovido.
—Es una mujer genial. La quiero un montón.
Joe asintió. Y, de pronto, sintió deseos de saber más de ella.
—Recuerdo que Samantha me dijo que no vivía en Oahu ¿verdad?
—Sí, vive en Lanai.
—¿Es de allí?
—No. Es de aquí, de Oahu. Lo que pasa es que cuando se casó con mi abuelo se fueron a vivir a Hawái. Él trabajaba en el Banco Isleño y allí nació mi madre. Cuando la madre de mi abuelo se quedó viuda todos se trasladaron a vivir a Maui y al morir esta se trasladaron todos a Lanai hasta hoy.
—¿Y tu abuelo?
—Murió hace dos años. Él tampoco le daba una buena vida a mi abuela — suspiró la muchacha—. La verdad es que ni mi madre ni ella han tenido suerte en el amor. Pero cuando mi abuelo murió y la abuela comenzó a visitarnos todo comenzó a ir peor. Mi padre no soportaba a la abuela.
—¿Por qué?
—Porque mi abuela siempre supo que él no era bueno para mi madre. Cuando yo tenía seis años mi padre nos trajo a Oahu para alejarnos del cariño de la abuela. Y cada vez que ella venía a visitarnos y nos veía a mi madre o a mí mal vestidas o alimentadas, se enfadaba y se enfrentaba a mi padre.
—Lógico —asintió Joe.
—Las visitas cada vez se fueron alargando más hasta que llegó un momento en que la abuela solo venía tres o cuatro veces al año para no causarle más problemas a mi madre...
—Pobre señora Bahole. Realmente ha tenido que sufrir lo suyo.
—Sí —asintió la joven—. La abuela tampoco tuvo una vida fácil, el abuelo era bastante rígido con ella. Él era de los de la antigua usanza y le tenía que servir en todo, si no se enfadaba. Le recordaba continuamente que ella comía y vestía gracias a él.
—La verdad es que a veces resulta curiosa la vida de las personas —dijo Joe—. Tu abuela parece tan activa, tan dinámica y tan buena persona que uno siente tristeza al oír esto.
—Es triste y más aún cuando ves que se le llenan los ojos de lágrimas y como respuesta a mis preguntas dice que en ocasiones los recuerdos pasados son tan reales que le hacen llorar. Me imagino que pensará en sus padres o en su familia ya desaparecida.
Joe se sentía cada vez más confuso. La historia. El broche.
—¿Cuál es el nombre de tu abuela?
—Ella se llama Thalia —respondió al llegar junto a la moto—. Me encanta ese nombre. Si alguna vez tengo una hija se llamará así.
Al oír el nombre, Joe se quedó sin respiración. No podía creer lo que estaba ocurriendo. En su garganta se quedó atascada la saliva y las palabras eran como si se hubieran esfumado para nunca volver. Su mente iba a estallar ¿Cómo podía ser? ¿Realmente Thalia podía ser su madre?
Una vez montaron en la moto, Joe, por inercia, condujo hasta el hospital sin realmente ver la carretera. Aquella suposición de lo que podía ser le tenía atontado y, al llegar al hospital, aparcó la moto para subir a ver a Vaitere.
Vaitere estaba más recuperada y al verle llegar junto a su hija le dedicó una gran sonrisa y escuchó atentamente lo que Joe tenía que contarle sobre el problema del seguro. De la cartilla no dijo nada. Instantes después, la puerta de la habitación se abrió y entró la abuela de la muchacha con un sándwich en la mano.
—Aloha —saludó de buen humor—. Qué alegría ver a mi preciosa nieta y a su guapísimo amigo.
Nervioso, Joe le tendió la mano y dijo en apenas un hilo de voz:
—Aloha, señora Bahole. Encantado de volver a verla.
—Lo mismo digo —y mostrándole el sándwich dijo—. Había comprado esto para comer, pero si queréis bajo y compro alguno más para vosotros.
—Mamá —protestó Vaitere—. Te he dicho que comieras algo más que un simple sándwich.
—No tengo mucho apetito, hija —sonrió con cariño.
—Eso no puede ser, señora Bahole —insistió Joe—. Se va a poner usted enferma y después vamos a tener que cuidarla a usted también.
La mujer le miró a los ojos y se dirigió a él en un tono dulce y melosón.
—Ya te dije el otro día, Joe, que no me llames de usted. Lo mejor será que me llames por mi nombre, Thalia.
El joven asintió.
—Pues entonces, Thalia, creo que debes de bajar a comer algo. Thais ¿por qué no te llevas a tu abuela y coméis las dos tranquilamente? Yo me quedaré con tu madre y así charlo con ella un ratito.
La muchacha se levantó rápidamente.
—Venga, abuela, yo no he comido tampoco. Bajemos y comamos juntas.
Tahlia se dio finalmente por vencida.
—De acuerdo. Pero que quede claro que voy a la cafetería porque creo que te dejo en buenas manos. Aun así, no tardaremos mucho.
—Venga mamá, ve con Thais y que coma ella también.
Las dos desaparecieron por la puerta dejando solos a Joe y a Vaitere. Durante un buen rato estuvieron hablando de las cosas legales que deberían arreglar tras la muerte de su marido. Joe la observaba con discreción. Se percató de que los ojos de Vaitere, a pesar del color amarillento que tenían a causa de la grave paliza que había sufrido, eran iguales que los de su madre y por primera vez admitió que aquellos ojos eran iguales a los suyos. ¿Sería verdad que aquella podía ser su hermana?
Vaitere se dio cuenta de cómo la miraba y se inquietó un poco. Aquel abogado era demasiado amable con ella. ¿Querría algo más además de ser su abogado? Tres cuartos de hora más tarde, aparecieron Thalia y Thais con una sonrisa en los labios.
—Toma, Joe —dijo Thalia entregándole un paquete envuelto en papel de aluminio—. Cómete estos sándwiches calentitos. Tú tampoco has comido.
Él asintió con cara de tonto.
—La verdad es que tengo hambre.
Sobre las seis se despidió de ellas y prometió regresar otro día. Necesitaba respuestas y solo las podría encontrar con un poco de investigación.
bueno aqui esta el cap :D
espero que les guste :D
cuidense bayyy
:bye:
jamileth
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
Ah Thalía es su madre?
Pero porque lo abandono!
Síguela!
Pero porque lo abandono!
Síguela!
aranzhitha
Re: Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
aranzhitha escribió:Ah Thalía es su madre?
Pero porque lo abandono!
Síguela!
mas adelante se explicaran tus dudas :D
jamileth
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