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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por Suzzey Vie 16 Sep 2011, 11:55 pm

ya subo tranquilas :P
Suzzey
Suzzey


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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por Suzzey Vie 16 Sep 2011, 11:59 pm

cupcakewithcream(CamilaJ) escribió:Holaaaaaaaaaaaaaa nueva lectora :study: me encantoooooooooo de verdad tienes que poner maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas :D
wiii bienvenida y ya me paso















Pasate por mi adaptacion:)
Suzzey
Suzzey


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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por Suzzey Sáb 17 Sep 2011, 12:14 am

2





Edna
McGowan la emprendió enérgicamente con las patatas, haciéndolas puré con una
fuerza que enfatizaba sus palabras:


-Bueno,
si quieres saber mi opinión, creo que estás desperdiciando tu vida.


-Mamá,
hablas como si no hiciera nada -le replicó su hija, que estaba poniendo en la
mesa los platos de porcelana.


En
las comidas del domingo se usaba la mejor vajilla, aunque los invitados fueran
sólo la familia, es decir, Jenny, Stu y los niños.


-No,
no quiero decir en modo alguno que no trabajes. Doy testimonio de que siempre
cumples con tus obligaciones. Y en estos dos meses que has pasado cuidando la
casa de Jennifer has trabajado sin duda hasta el agotamiento. Lo que quiero
decir es que no tienes una vida para ti sola


-¡Oh,
mamá!


-No
me digas “Oh, mamá”, cariño.


La
señora McGowan hizo una pausa para recogerse un mechón de cabellos y miró a _____
pensativamente. Era una mujer pequeña y rolliza, todavía atractiva, aunque el
tiempo y el trabajo hubieran borrado la belleza fresca que poseía en su
juventud. No era una mujer severa, aunque estaba imbuida de unas inamovibles
ideas acerca de lo que estaba bien y de lo que estaba mal, y acerca de cómo
debería ir el mundo; y podía ser inflexible defendiendo tales ideas. Sin
embargo su hija podía llegar a ser tan tozuda como ella; ya habían discutido
infatigablemente un sinnúmero de veces
sobre el tema que en esos momentos estaban tratando.


-Deberías casarte y tener tus
propios hijos. Tienes vein­ticinco años, eres atractiva y estás preparada para
llevar un hogar. Y, sin embargo, aquí estás, perdiendo el tiempo en casa de tus
padres.


-¿Te gustaría que me marchara?
-dijo _____ en tono cortante.


-No te hagas la tonta. Sabes
que a tu padre y a mí nos encanta tenerte con nosotros. Si pensáramos sólo en
nuestra comodidad, nos gustaría que estuvieras siempre aquí. Pero queremos que
seas feliz.


-Soy feliz.


Su madre soltó un gruñido de
duda y abrió el horno para comprobar cómo estaba el asado que había metido por
la mañana antes de ir a la iglesia. Echó un poco de salsa encima de la carne y
se dispuso a dar el segundo asalto contra su bien atrincherada hija. Jennifer
había sido siem­pre para ella una fuente de satisfacción, y si le hubieran
forzado a escoger, Jenny era sin duda la preferida. Pero quería muchísimo a _______
también y reconocía que se llevaba muy bien con ella, porque tenía por
naturaleza su mismo sentido práctico. Y como la quería, deseaba que fuera
feliz; y como se parecían, estaba segura de saber lo que podía hacerla feliz.


-Me gusta vivir aquí contigo
y con papá -se sintió obli­gada a repetir ______ ante el silencio de a madre-.
Tengo muchas cosas que hacer y vivo rodeada de la gente que me quiere. Además
tengo a Melissa, a Penny y a Jonathan.


-No, no los tienes -replicó
la señora McGowan desli­zando el asado en el horno-. Melissa, Penny y el bebé
son hijos de Jennifer.


Tocada en lo más hondo, _____
cogió una jarra y co­menzó a llenarla con el agua de un balde, de espaldas a su
madre para ocultar el dolor que le habían producido sus palabras. ¿Por qué
tenía que recordarle siempre que no tenía ningún derecho sobre los hijos de
Jenny, que estaba desperdiciando su amor en niños para quienes sólo sería
siempre la tía? ¿O es que quizás estaba defendiendo el territorio de Jennifer
porque le disgustaba que _____ se atreviera a inmiscuirse en las posesiones de
su otra hija? Sabía que su madre la quería, pero siempre había creído que Edna
prefería a su hija mayor, y por eso a menudo interpre­taba las palabras de su
madre como señal de favoritismo, aunque racionalmente sabía que sus motivos
eran otros.


La señora McGowan, sin darse
cuenta de que había herido a su hija, continuó:


-No puedes vivir a la sombra
de tu hermana. Sé perfec­tamente que la quieres mucho, tanto a ella como a los
niños, pero no puedes sacrificarte por ellos, eso es todo.


-Me necesitan -dijo
tozudamente _____, apretando las mandíbulas-. ¿Qué crees que debería haber
hecho? ¿Negar­me a ayudar a Jenny cuando tuvo el bebé?


-Yo no he dicho eso. Al
ayudarla has demostrado que eres una buena chica. Pero ella tiene madre,
marido, sue­gra dos cuñadas y una tía que vive en la ciudad. Podían ha­berla
ayudado sin necesidad de que tú estuvieras allí tanto


-¡Ella quería que yo la
ayudara!


-Naturalmente, pero no es ésa
la cuestión. La cuestión es que tú deberías casarte y tener tus propios hijos,
y no estar a la entera disposición de Jenny.


-¿Y qué es lo que me
sugieres? ¿Que salga a la caza de marido?


-Ahí tienes ese agradable
abogado que te pretende.


-¡Vaya! ¡Grady Snowden!
-exclamó _____ con des­dén.


-¿Puedo preguntarte qué le
ves de malo?


-No lo quiero, para empezar;
además me trata como si fuera una niña y...


Afortunadamente el bullicio
que se oyó fuera de la casa la interrumpió antes de que empezara a enumerar los
defectos ­de Grady Snowden como marido. Edna McGowan, que hacía dos semanas que
no veía a su hija mayor y a sus nietos, abandonó la lucha y salió a la puerta a
recibirlos. _____ exhaló un suspiro de alivio y comenzó a llevar la comida a la
mesa.


-¡Tía ____! -las niñas la
rodearon alegremente como si hiciera meses que no la hubieran visto, aunque en
realidad había pasado sólo un día.


-¡Cuidado!, esperad a que
deje en la mesa la mantequi­lla -les advirtió ella.


Dejó los platos sobre la
mesa, se inclinó y abrazó a las niñas.


-¡Cuánto os quiero! -exclamó
mientras sentía ganas de llorar y pensaba que un domingo a la semana no era
sufi­ciente.


-______ -dijo Stu
alegremente-, ya ves que no sabemos vivir sin ti.


-¡Oh!, imagino que
sobreviviréis -contestó ella en el mismo tono, mirándolo.


Se sintió estremecer, como
siempre, al ver qué atractivo era, con sus hermosos cabellos negros, sus ojos
oscuros y sus bien dibujadas facciones. Sin embargo, su voz reveló simplemente
cariño; había aprendido a controlarse durante años para no cometer un desliz.


-_____, debes volver con
nosotros -dijo Jennifer entrando en la sala, abrazada a su madre, contenta y
sonriente. La joven sintió una punzada de envidia, pero se echó a reír y fue a
abrazar a su hermana.





La comida del domingo era un
verdadero festín. La mesa estaba provista de un asado humeante patatas,
guisantes, panecillos, cereales, leche, mantequilla y crema de café. Las
bandejas estaban en continuo movimiento, y el ruido de la conversación no
cesaba durante la comida. Stu explicaba cómo había ido el almacén durante la
semana, Jennifer describía con humor los hábitos nocturnos del pequeño
Jonathan; los hombres hablaban del tiempo y de u efecto sobre la siembra que se
avecinaba, mientras las mujeres charlaban del último mal de Tilah Harrison, el
último de una larga lista. Entretanto, las niñas deslizaban aquí y allá
infantiles comentarios.


El bullicio era tal que apenas
oyeron una discreta llama­da a la puerta de la cocina.


-¿Quién puede ser a estas
horas? -exclamó la señora McGowan con sorpresa.


-Iré a ver. No te muevas,
mamá; yo ya he acabado.


______ se levantó y se
dirigió a la cocina para abrir la puerta. Había un hombre en los escalones del
porche, a punto de marcharse. Se dio la vuelta cuando ella abrió y la miró. Era
de altura media y estaba delgado, pero parecía fuerte y vigoroso. No llevaba
chaqueta, sólo una camisa y unos pantalones sucios; temblaba un poco porque el
viento era frío. Tenía las manos en los bolsillos, los hombros encorva­dos y
una mirada desafiante e insegura a la vez. No llevaba sombrero; el pelo, rubio,
despeinado y tieso, le caía sobre la frente ocultándole prácticamente los ojos.
Su rostro era joven, pero una expresión de amargura lo hacía parecer mayor. Se
sintió atraída sobre todo por sus ojos, claros y azules, de mirada fría e
intensa, pero en cierto modo inexp­resivos.


Era Digger Jonas. Joe jonas,
recién salido de la cár­cel, cinco años más malo, con la palidez y delgadez de
la prisión, con aire vencido y una extraña mirada madura que sorprendía en un
hombre de veintitrés años. Todavía con­servaba un aura de salvajismo, un aire
de maldad y vio­lencia, una rudeza casi tangible. Pese a que lo creía ino­cente,
________ no pudo reprimir una involuntaria sensación de miedo.


- ¿Señorita? -murmuró él,
inquieto por su silencio, mien­tras la miraba fijamente desde los escalones del
porche. La momentánea parálisis de ella se desvaneció por com­pleto ante su
timidez y le pareció tan sólo un hombre sucio, helado de frío, casi vulnerable.


-¡Hola, Joseph! -saludó con
voz tranquila.Siempre le había disgustado su mote, porque le parecía teñido de
desprecio; por eso hizo un esfuerzo para llamarle por su nombre de pila.-Me
alegro de verte -añadió.


Los ojos de él evidenciaron
cierta sorpresa ante sus palabras y se clavaron en el suelo.


-¿Está en casa su padre
señorita? Me gustaría..., quiero decir, ¿podría hablar con él?


-Desde luego, entra.


La miró un poco asustado,
pero subió los escalones y se detuvo en el umbral.


_______ se dio cuenta de que
probablemente no se consi­deraría adecuado que le hubiera franqueado la
entrada, pero no podía dejarlo en el porche, con el frío que hacía, sobre todo
porque iba sin sombrero y sin chaqueta. Se apresuró a entrar en el comedor,
deseosa de dejar el espino­so asunto en manos de su padre.


-Papá, Joseph Jonas quiere
verte -dijo, y vio que todos los comensales elevaban las cejas con aire
sorprendido.


Su padre, un hombre robusto y
plácido, se puso en pie pesadamente, con una expresión tan sorprendida como la
de los demás.


-¿ Joseph Jonas? ¿Por qué?
-exclamó Edna.


El señor McGowan se encogió
de hombros y se dirigió a la cocina. Toda la familia permaneció sentada a la
mesa mirándose con perplejidad y agudizando los oídos para enterarse de lo que
hablaban.


-Hola, Digger (su apodoo como
lo llamaban) -fue el saludo que le dirigió al mucha­cho el cual permanecía aún
junto a la puerta con aire incó­modo.


-… tardes, señor McGowan.


El hombre notó que el joven
tenía el aspecto salvaje y desaseado de siempre. Se diría que acababa d
levantarse de la cama después de una noche de borrachera, y al parecer
continuaba hablando con aquel molesto murmullo entre dientes que adoptaba con
los adultos.


El muchacho dirigió una
avergonzada mirada a la puer­ta del comedor, consciente de que las orejas de
todos estaban pendientes de la conversación. El señor McGowan se compadeció de
él: debía de ser horrible sentirse examina­do como si le miraran a uno con lupa
y suscitar en torno toda clase de murmullos.


-¿Por qué no hablamos en el
porche? -sugirió, y Jonas le dirigió una mirada de gratitud


Una vez fuera, Digger habló
en voz alta y clara, sin murmullos, pero con precipitación y con la vista fija
en algún punto del patio.


-Señor, me han dicho que a
veces contrata usted a alguien durante la época de siembra. Me gustaría...,
quiero decir, ¿cree usted que podría darme a mí ese trabajo?


El hombre lo miró asombrado.
¿Un Jonas deseoso de trabajar?


-Bueno, no tengo ningún hijo
que pueda ayudarme -explicó, ganando tiempo para pensar-, y a veces tengo
efectivamente que contratar a alguien.


Jonas tenía el cuerpo y,
sobre todo, el cuello muy tensos. McGowan constató el esfuerzo que debía de
costar­le hablar.


-Ya sé que probablemente
usted no tiene una opinión demasiado buena de mí, señor, pero soy un buen
trabaja­dor. Cuando mi padre tomaba en arriendo tierras era yo quien las
cultivaba. No soy gran cosa, pero soy fuerte y estoy dispuesto a trabajar desde
la salida hasta la puesta del sol. Estoy seguro... Estoy seguro de que podría
hacer bien el trabajo, señor.


Henry McGowan era un hombre
bondadoso y justo, y creía, como su hija, que Digger era inocente de la
violación de la que se le había acusado. Su primera reacción fue darle al
muchacho una oportunidad. Sentía compasión por él: había vivido siempre en el
fango, cargado con el peso de un padre borracho y holgazán, y despreciado por
todos los ciudadanos respetables. Joe estaba delgado y pálido, en la miseria, y
necesitaba el trabajo. A Henry le complacía e1 orgullo que había en él. Pero,
después de todo pensaba McGowan, tenía que considerar seriamente el hecho de
que tenía esposa e hija. Aun en el caso de que Joe no fuera culpable de
violación, no era la clase de sujeto que uno quiere ver cerca de su hija. Y no
podía evitar acordarse del melocotonero de Harrison que el muchacho había
arranca­do, y de las veces que lo había visto borracho por la calle, y de la
paliza que había dado al chico de los Banks.


Ante el silencio de McGowan, Jonas
relajó el cuerpo y sus ojos se despojaron de toda expresión. Murmuró algo y
bajó los escalones.


-Un momento, joven -dijo el
hombre-. Si quieres tra­bajar para mí, no tienes que ser tan endemoniadamente
impaciente. A mí me gusta pensarlo todo con calma. Creo que me gustaría
contratarte.


Joe lo miró con aire
aturdido. Se mordió los labios y­ trató de pensar en algo que decir, pero no se
le ocurrió nada.


-Puedes empezar mañana. A las
seis comienzo a traba­jar en los campos.


-Aquí estaré.


-Entonces, de acuerdo
-concluyó McGowan, que también se sentía ahora aturdido.


El muchacho se dio la vuelta
y se alejó rápidamente el camino. Lo miró mientras se alejaba, pensando si había
cometido un error. De pronto sonrió... ya se imaginaba comentarios de Edna cuando
le diera la noticia.





-¡Joseph Jonas! ¿Es que te
has vuelto loco?


Todos lo miraron con asombro,
y él tuvo que ocultar una sonrisa, pues su mujer había reaccionado exactamente
como había imaginado.


-¿Has contratado a Jonas?
¡Henry McGowan, no de­bes de estar en tus cabales!


-Señor McGowan -dijo Stu con
toda seriedad-, no puede usted permitir que ronde por aquí, cerca de ____ y de
la señora McGowan porque ese muchacho es...


-¡Stu! -le advirtió Jennifer
señalando a las niñas que escuchaban con los ojos muy abiertos sin perderse
deta­lle-. Melissa, Penny, me parece que ya habéis terminado de comer. ¿Por qué
no vais a jugar?


-Pero, mamá, falta el pastel
de fresas; todavía no nos lo hemos comido -protestó Melissa.


-Más tarde. Nos lo comeremos
dentro de un ratito. Ahora marchaos.


Las niñas abandonaron a
regañadientes la mesa, y los adultos permanecieron callados, inmóviles, hasta
que oye­ron que la puerta se cerraba tras ellas. Luego, todos a la vez se
lanzaron contra el señor McGowan hablando atropella­damente.


-¡Un momento, un momento!
-gritó él agitando las manos con fingido horror-. Ahora, por favor, callaos u
dejad que os explique. El muchacho necesita trabajar y pensé que debía darle
una oportunidad. ¿Qué mal hay con eso?


-¿Qué mal? -coreó Stu sin dar
crédito a lo que oía. Era un hombre de rectos principios, conservador, y sentía
mucho cariño por su cuñada y por su suegra. Le resultaba muy extraño que
McGowan se preocupara tan poco de su seguridad.


-Pero _____ y... -intentó
añadir.


-¿De veras crees, Stu, que el
muchacho intentaría algo contra Edna o ______, estando yo aquí?


-Pero, papá, es un salvaje
-dijo Jennifer, tratando de buscar un punto medio entre la postura de su padre
y la de su marido.


-Era sólo un mozalbete,
Jenny. Muchos chicos de dieciséis años son salvajes como él y luego sientan la
cabeza.


-Todos los Jonas son vagos,
inútiles, no sirven para nada bueno -apuntó Edna enérgicamente-. No conseguirás
que trabaje como es debido ni un solo día, y tendrás suerte si no te roba
cualquier cosa ante tus narices.


-Tiene toda la razón, señora
McGowan -intervino Stu­ -Fíjese en el viejo Jonas... Ni siquiera pudo conservar
la granja que había arrendado. Está siempre borracho, en esa casucha
destartalada, junto a la abuela, que está como una regadera. ¿No se acuerda del
otro hijo, Kevin?


-Tuvo que abandonar la ciudad
acosado por el sheriff -dijo despectivamente Edna-. Y acuérdate de la mucha­cha...,
ya no recuerdo su nombre... Se casó con uno de los chicos Dobson de Cold
Springs, y deprisa y corriendo puedes creerme.


________ se sentía halagada
por la preocupación de Stu pero al fin y al cabo era hija de su padre el cual
le había educado en los mismos principios éticos. En el esquema dc valores de
ambos ocupaban el primer lugar la justicia, 1a ecuanimidad y la caridad
cristiana; por eso se sintió impelida a llevarle la contraria a su cuñado.


-Pero no podemos condenarlo
por lo que han hecho los demás miembros de su familia. A lo mejor él es
diferente.


Stu le sonrió con
indulgencia.


-Tienes muy buen corazón, ______,
y eso está muy bien en una mujer. El cielo sabe que siempre necesitamos un poco
de misericordia. Pero lo que es bueno puertas adentro -dijo apretando la mano
de su esposa-, es peligroso puertas afuera. No puedes correr un riesgo como
éste.


La joven sintió un arrebato
de cólera ante aquel tono protector: los hombres podían mostrarse a veces
odiosa mente superiores.


-No soy ninguna inocente,
Stu. Joe nunca robó nada como hizo su hermano, y desde luego no creo que
tengamos que preocuparnos por que pueda comportarse con nosotros como su
hermano.


-¡_____! -exclamó Edna-. ¡Un
poco de decoro!


Henry soltó una carcajada y
dijo:


-Bueno, estoy de acuerdo con
ella. No se puede carga un hombre con las faltas de los demás. ¿Cómo crees que
serías ahora, Stu, si hubieras crecido en una destartalada chabola en lugar de
hacerlo en la hermosa casa de padres? ¿O si hubieras tenido como padre a un
borracho gandul en lugar de un respetable ciudadano, propietario además de un
almacén?


-¡Por Dios!, no vale la pena
que discutamos más, ¿no parece? -intervino Jennifer, que se sentía atrapada
entre los dos hombres.


-Claro que no -respondió
Henry, sonriéndole-. Lo único que quiero decir es que el muchacho no ha tenido
nunca una oportunidad y creo que debería dársele una. Me parece que los años de
cárcel lo han despabilado. Y, después de todo, si realmente es un vago, no
tengo obligación de mantenerlo en el empleo.


Edna gruñó en señal de
escepticismo, pero no dijo nada y comenzó a quitar la mesa. No tenía sentido
seguir discutiendo y que Stu y Henry fueran poniéndose furiosos uno contra
otro. Su marido no iba a ceder fácilmente: ya le diría un par de cosas bien
dichas por la noche.





JOe arrojó una piedra rasante al estanque e
instintivamente contó los botes que daba antes de hundirse. Era muy hábil
tirando piedras; cómo no iba a serlo si era lo único que había aprendido en sus
años de escuela: eso y sonreír de forma hosca y desafiante para protegerse a sí
mismo. Los profesores habían jugado con ventaja porque ya conocían su hermano Kevin
y habían aprendido cómo tratarle a él. Desde que atravesó la puerta de la
escuela era indudable que todo lo iba a hacer mal. Bueno, él había sabido dar
cuenta rápidamente de cómo estaban las cosas, y, antes de abandonar la escuela
a los trece años, había logrado que más de una profesora lamentara el día en
que lo había visto por primera vez.


Se encogió de hombros, como
si se echara una vez más todo a la espalda, se sentó en cuclillas, con los
brazos apoyados en las piernas, y comenzó a juguetear con una brizna de hierba
mientras pensaba en McGowan. En la boca se le mezclaban el agrio sabor a hiel y
el dulce sabor del éxito: no acababa de saber cómo debía sentirse. Le dolía
cómo lo habían mirado el viejo y su hija, fijándose en sus harapientas ropas y
mostrando inquietud en los ojos, como si estuvieran esperando que les enseñara
los dientes y co­menzara a gruñir como un animal. En todas partes lo miraban de
la misma manera, incluso peor, pero podía soportarlo. Lo había soportado toda
la vida y por toda respuesta los había escupido a la cara. Pero lo que aún le
dolía más, le revolvía las tripas, le empujaba a escapar y refugiarse en la
botella, como su padre, era tener que suplicar un trabajo como había tenido que
hacer, sabiendo que McGowan lo aborrecía como los demás, sabiendo que luego
volvería junto a su familia a contarles lo que había sucedido y todos le harían
picadillo con sus comentarios una y otra vez.


Suspirando, se puso en pie y
miró hacia la chabola. Nunca podría vencer aquella sensación, aquel temor que
se le pegaba al estómago, aquel deseo de esconderse hasta que el miedo
estallara y empezara entonces a golpear a las personas y a las cosas que
estuvieran a su alrededor. La vida era un infierno, siempre lo había sido, y
aquel juicio y la cárcel habían sido el infierno mayor. Nadie podría conse­guir
hacerle volver a la prisión; no podía soportar ni siquie­ra pensarlo. El
regreso a Willow Springs había sido peor que la vida que había llevado allí
antes de ir a la cárcel Su padre ya no tenía la granja, y todo el mundo lo
despreciaba más que nunca. Por la forma en que se apartaban de él, se diría que
era un apestado. Soltó un bufido. Bueno, quizá lo era. Sólo había que ver sus
ropas; por lo menos antes Julie se las lavaba y remendaba. Pero ahora que se había
casado con aquel bastardo de Dobson, no había quien lo cuidara. Peor aún, su
hermana había sido la única persona que lo había querido; ahora ya no tenía a
nadie.


Soñaba con marcharse de
Willow Springs; quizá podría irse también de Texas, a Nuevo México o a Arizona,
a cualquier lugar con tal de que estuviera muy lejos de allí. Podría
establecerse como colono, cosa que no costaba nada, aunque necesitaría dinero
para el viaje y para comprar provisiones. Por eso había intentado encontrar
trabajo. Intentar era la palabra
apropiada; nadie había querido contratarlo. Se limitaron a mirarlo con
expresión asustad desdeñosa o atónita, hasta el punto de que había sentido
ganas de aplastarles la cara. Sólo McGowan le había dado trabajo.


Aquélla era la razón por la que
experimentaba en corazón sentimientos encontrados. McGowan lo había aceptado y
lo había mirado con cierta amabilidad. Y su hija lo había llamado Joseph. ¿Por
qué lo había hecho? Lo habían llamado Digger durante tantos años que casi había
olvidado que tenía otro nombre. En cierto modo, era asombrosamente agradable
que lo hubiera llamado Joe, como si lo tomara por otra persona. También había
sido una sorpresa que lo invitara a entrar en la cocina... Nadie invitaba
Digger JOnas a entrar en casa, pues podía apoderarse de plata y salir
corriendo, o derribar a una mujer y violarla. Pero ella lo había invitado a
entrar y McGowan lo había contratado. Tenía, pues, trabajo; podría volver a
tocar cierra, sudar y abrasarse al sol, trabajar hasta quedar exhausto; le sentaría
bien. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hiciera. ¿Qué
importaba si la tierra no era suya? Tampoco le había pertenecido la de su
padre. Se preguntaba si alguna vez llegaría a poseer un pedazo de tierra. Por
ahora, al menos, tenía algo.


Atajó por la finca de Benton
para ir a su casa. Su padre estaba sentado en los escalones del porche, medio
borracho y levantó la botella a modo de saludo.


-El hijo pródigo -murmuró.


Tenía la mirada astuta, pero
embrutecida por el alcohol. Joe lanzó un gruñido de disgusto y pasó de largo.


En una esquina del porche,
como de costumbre, balanceaba en una mecedora la abuela, con sus artríticas
manos sobre el regazo. Parecía muy vieja, pero tenía los ojos brillantes; al
ver a su nieto, le lanzó una mirada llena de amargura.


-Necesito que me laves la
ropa -le dijo Joe. Ella encogió de hombros y le mostró las manos, torciendo el
gesto.


-He observado que te las
puedes arreglar muy bien, eso indica que no te deben doler demasiado -añadió el
joven.


-¿Por qué no te lava la ropa
alguna de tus encantadoras mujeres?


-¿A qué encantadoras mujeres
te refieres? Nunca traté con ninguna que no fuera una cualquiera. Y ahora ni
siquiera eso.


Ella siguió meciéndose y no
se molestó en contestar. Él insistió de nuevo:


-Abuela, he conseguido
trabajo y me gustaría tener una apariencia decente.


-¿Por qué te gusta parecer lo
que no eres? -repuso la anciana en tono sarcástico.


Él bajó la cabeza y sonrió
con insolencia.


-Ya sé, ya sé, he oído eso
muchas veces. Soy un borra­cho, un violador, un convicto y siempre he sido para
ti un motivo de vergüenza.


Se alejó, cogió un cubo de la
cocina y se dirigió al aljibe Sacó agua y llenó un cubo. Luego, pese al frío,
se quitó la camisa y la metió dentro. No sabía si había jabón en la casa. Julie
acostumbraba a hacer jabón cuando vivía allí, pero dudaba que la abuela lo
hiciera. Maldita fuera aquella mala puta vieja y loca. Sacó más agua y se lavó
la cabeza y el pecho. Probablemente iba a coger una pulmonía, pero no quería
encender la cocina para calentar agua.


Entró en la casucha para
protegerse del frío mientras se secaba. Buscó entre el desorden de la cocina y
encontró tres panecillos y las sobras de unos guisantes fríos. Mientras comía,
pensaba en la hija de McGowan. Era muy bonita. No era el tipo de belleza que
dejaba sin respiración, como su hermana, la que se había casado con Harper,
pero era lo bastante atractiva como para pensar en ella. Se preguntaba qué
estaba haciendo todavía en casa de sus padres. Debería estar ya casada,. Desde
luego, los hombres que la habían rondado no se distinguían precisamente por su
inteligencia, pero segura­mente no hacía falta demasiado cerebro para
vislumbrar las ventajas de contar con una mujer como aquélla en la cama.


Se imaginó que tenía entre sus brazos aquel
cuerpo y que lo abrazaba, y sintió un estremecimiento de deseo. Mierda, no iba
a poder ni siquiera mirarla: seguro que se pondría a gritar diciendo que la
violaba. Casi sentía miedo al pensar en una mujer.


Tessa Jackson. Vaya guasa. Como si fuera necesario
violar a Tessa; siempre estaba dispuesta a abrirse de piernas para cualquiera.
Sólo a él podía haberle ocurrido semejante cosa: ir a parar a la cárcel por
violar a Tessa. Maldita Y maldito el salvaje de su padre, que le había pegado
hasta que ella soltó un nombre que pudiera explicar lo del bebé.Maldito el
mundo por ser como era.





Todavía era invierno, y por la mañana había
sobre hierba una delgada capa de escarcha, tan húmeda y derretida que casi
parecía rocío. _____, encogida para protegerse del frío saltó de la cama, cogió
la ropa y bajó a la cocina. Su madre se levantaba siempre antes y encendía el
fuego, de modo que, cuando ella y su padre bajaban, la habitación estaba
relativamente caldeada. ______ se apresuró a vestirse se lavó la cara en el fregadero
que había junto a la cocina. El agua estaba caliente y su madre llenó una jarra
para que Henry pudiera afeitarse en la habitación. Ni la joven ni padre daban
importancia alguna al hecho de que Edna bajara al alba para caldear la cocina,
calentar el agua y subírsela a su marido. Semejantes mimos eran interpretados
como naturales obligaciones de una madre y una esposa.


_____ se puso la chaqueta y
salió para ir al gallinero a buscar huevos. Le gustaba hacerlo incluso en pleno
invierno; el calor, el olor penetrante, el familiar cacareo, la combinación de
todas aquellas sensaciones la hacían sentirse muy bien, como cuando era una
niña e iba con Jenny a recoger los huevos; sonrió al recordarlo.


Cuando regresó a la casa, el
café estaba Listo y el bizcocho recién cortado empezaba a crepitar en la
sartén. Se sirvió una taza de café y procedió a romper los huevos en un bol.
Luego bajó el padre, feliz y contento, oliendo a jabón de afeitar.


-¿Cómo está mi querida _______?
-le dijo, llamándola por el diminutivo que sólo él, y aun raras veces, usaba.


-Buenos días, papá. Pronto
estará listo el desayuno -contestó ella, como todas las mañanas.


La señora McGowan estaba
todavía enfadada por la discusión en torno a Joseph Jonas, y no se molestó en
darle los buenos días. El padre se puso la chaqueta y cogió el balde de la
leche. Al salir, sonrió a su hija y le guiñó un ojo. _______ le devolvió la
sonrisa. Ambos estaban acostumbrados a los silencios de la madre y sabían muy
bien que no tenían la más mínima importancia. Pondría la mesa con movi­mientos
bruscos, como estaba haciendo ahora, y más tarde golpearía violentamente potes
y sartenes; así se le pasaría el enfado.


E1 bacon ya estaba hecho,
pero _______ esperó a que su padre volviera para freír los huevos, de otro modo
estarían fríos cuando los fuera a comer. Cuando regresó, ya clareaba fuera; el
cielo tenía aquel color gris que precede a la salida del sol. Al poner la
sartén en el fregadero _____ miró por la ventana y vio una delgada figura bajo
el árbol que estaba junto al granero. Se sobresaltó, pero pronto reconoció
aquellos pálidos cabellos.


-Papá ya está ahí Joseph
Jonas, junto al cinamomo.


El padre resistió la
tentación de señalarle a Edna la extraordinaria puntualidad del nuevo empleado,
y se limitó a decir:


-Bien, por qué no 1e ofreces
una taza de café mientras yo acabo el desayuno?


-¿Crees que ha tenido tiempo
de desayunar con lo temprano que es?


Edna suspiró y dijo:


-¡Por todos los cielos,
criatura?, invítale a desayunar. Aunque hubiera tenido tiempo de hacerlo, ¿quién
habría podido preparárselo? Con toda seguridad no habrá sido aquella vieja loca
y tullida.


_______ reprimió una sonrisa.
Un muchacho hambriento era más de lo que podía aguantar el enfado de su madre.
Salió al porche y lo llamó haciendo bocina con las manos. É1 se acercó en dos
zancadas y ella se dio cuenta de que no llevaba ni sombrero ni chaqueta;
seguramente estaba helado.


-¿Señorita?


-Entra. Hace frío ahí fuera.


Se metió de nuevo en casa; él
dudó un momento y luego la siguió.


-¿Has desayunado? Nosotros
estábamos a punto empezar. ¿Te gustaría tomar algo?


-Oh, no, gracias, señorita.
Ya he desayunado -mintió sintiendo la misma confusión que la víspera.


En realidad, sólo había
comido un pedazo de pan, pero una especie de orgullo le impedía confesarlo y
también el hecho de entrar en la luminosa y templada cocina que ha estado
contemplando desde el árbol.


-Bueno, por lo menos una taza
de café, para entrar calor -dijo _____, que no le creyó ni una palabra al ver
la forma como miraba la mesa del comedor; pero no se ocurría cómo convencerle
para que aceptara la invitación.


Por toda respuesta, él
murmuró algo que ______ le rogó
repitiera.


-Uy, me apetece el café, gracias, señorita.


Le sirvió una taza y se fijó en que por lo
menos llevaba la camisa limpia, aunque muy arrugada; tenía un roto en el cuello
que necesitaba un remiendo.


-Entra y siéntate -le
insistió-. A1 menos podrías probar un poco de bizcocho. Los hace mamá y son
buenísimos.


-Oh, no, señorita, prefiero
quedarme aquí. Vaya usted a desayunar, se le va a enfriar.


Ella permaneció un instante
indecisa, luego entró en el comedor. Jonas se apoyó en el quicio de la puerta
sorbiendo el café y contemplando a la familia sentada a la mesa: reconfortaba
sentir el calor del café en la garganta y encontrarse dentro de la iluminada
vivienda. Sentarse a mesa con ellos habría sido demasiado; se habría sentido
torpe y desmañado. Sin embargo, allí, en el umbral, cerca de ellos, pero no
tanto como para sentirse en humillada desventaja, se sentía tan bien como no lo
había estado en años..., desde antes del juicio, desde antes de que Julie se
casara.







no se porque me queda tan separado, en fin aqui el cap mañana les pongo otro
Suzzey
Suzzey


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Mensaje por Pepaa Sáb 17 Sep 2011, 9:25 am

OMG me encanto el capituloooooo!!
Aww el papa de rayis que es bueno ^^!
Siguelaaaaaaaaaaaaa!!!!
Pepaa
Pepaa


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Mensaje por Patu Sáb 17 Sep 2011, 1:12 pm



Me mata Joe haciendose el buenito con la rayis pero bien que piensa cosas pervertidas con ella xD que bueno que consiguió trabajo al menos.

Siguela pronto! :)

Patu
Patu


http://memories-never-go.tumblr.com/

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Mensaje por jonatika_4ever_hilda Dom 18 Sep 2011, 8:06 am

siguelaaa :D

POBREE JOEE :(
jonatika_4ever_hilda
jonatika_4ever_hilda


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Mensaje por chelis Lun 19 Sep 2011, 4:53 pm

aaaaaaaaaaaaiiiiiiii

pobresito de mi joeeeeee

aaaiii

como lo quiero abrazar

que mala suerte a tenido

ojala y le cambien

jejejeje

siguela porfaaaaaa
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Invitado Lun 19 Sep 2011, 5:05 pm

SIGUELAAAAAAAAAAAAAAA porfavooor y gracias por pasarte por la mia:)
Invitado
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Invitado

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Mensaje por shakirock Mar 20 Sep 2011, 12:03 am

AYYY QUE LINDO CAP, PERO ME DIO PENITA JOE!!!
Y POR FIS PON CAPPP++EN TU OTRA NOVE PLISSSSSSSSSS
Y AQUI TAMBIENN

SGUE POR FISSSSSS

CAPPPPPPPPPPPP

+++CAPPPP
shakirock
shakirock


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Mensaje por chelis Mar 20 Sep 2011, 2:15 pm

esperando capis
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Suzzey Mar 20 Sep 2011, 3:40 pm

orita lo subo :P
Suzzey
Suzzey


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Mensaje por Suzzey Mar 20 Sep 2011, 3:41 pm

3





Joe se despertó poco a poco, como si lo rodeara la
niebla. La luz entraba por la ventana, y, por un momento, se sobresaltó,
pensando que llegaría tarde al trabajo; pero luego recobró la memoria y se
tranquilizó. No, era domin­go y no tenía que ir a trabajar. Se dejó arrastrar
por la dolorosa neblina de la resaca. Le dolía la cabeza, y los ronquidos de su
padre, que dormía la borrachera en un camastro junto a la puerta, le molestaban
y aumentaban la jaqueca. Le dolía el lado izquierdo de la cara y se lo tocó con
el mayor cuidado; esta hinchado y tumefacto. Al pen­sar en la pelea sonrió; le
había ido muy bien dejarse ir de aquella forma. Ahora se sentía mucho mejor,
aunque le doliera la cara. La pasada noche se había emborrachado en compañía de
los Sloan y habían ido juntos a hacer una visita a la puta que vivía cerca de
Pecan Ridge. Era de esperar que se gastara la primera semanada en borracheras y
mujeres; ahorrar para establecerse era solamente un sue­ño, siempre lo había
sabido. Más valía sentir una mujer bajo el peso de uno, aunque fuera una
profesional. Si no hubiera transcurrido tanto tiempo desde que estuviera con
una mujer aquello no lo habría complacido, pero lo cierto es que ella había sido
muy hábil, y cuando se enteró de que acababa de salir de la cárcel lo había
dejado repetir sin cobrarle nada.



Cerró los ojos, recordando lo que ella le había hecho, y
se dejó arrastrar por el ensueño de que había sido la chica McGowan quien le
había recorrido con la boca y la lengua el pecho y el vientre, quien le había
recorrido entre las piernas. Imaginó que estaban en el granero, en el pajar,
que ella lo miraba con la misma pasión con que en otro tiempo lo miraban Emmy o
Tessa. Sus labios eran suaves dulces y él la besaba largamente explorándole la
boca con lengua, hasta que un leve gemido surgía de la garganta de ella. Luego
se acostaban sobre el heno, desnudos, y acariciaba el blanco cuerpo,
excitándola y excitándose. Después la penetraba, más y más, y ella se aferraba
a musitándole al oído: “Joe, Joe”.



Soltó un gruñido y se dio la vuelta. Maldita idea la de
excitarse de aquella forma. Como si alguna vez pudiera llegar a conseguir a la
hija de McGowan. Oh, era muy hermosa, y le gustaría mucho poseerla. Siempre se
había preguntado cómo serían en la cama aquellas señoritingas. Y a veces,
cuando ella lo miraba como si fuera alguna especie extraña de animal salvaje,
sentía deseos de asustarla, de tirarla al suelo y aplastarla con su poder de
macho, herirla, hacerle admitir que era un hombre y no una bestia. Pero nunca
se atrevería a tocarle ni un pelo, puesto que McGowan lo había tratado bien, le
había dado trabalo, no lo insultaba, le hablaba como si fuera simplemente un
ser humano.



La chica también era muy amable. _____. No le encajaba
el nombre; tenía una sonrisa demasiado alegre y luminosa para un nombre
bíblico. Si fuera suya, la llamaría _____(diminutivo), y aún la haría sonreír
más para que se desvaneciera del todo la ligera sombra de tristeza que velaba
sus ojos. A diferenccia de otras mujeres, a menudo no lo miraba como si le
tuviera miedo o como si él fuera un reptil o algo semejante. Aunque a veces sí
aparecía en sus ojos esa mirada y procuraba mantenerse lejos de él, pero nunca
se reflejaba en sus pupilas la crueldad que había observado en otras. Como, por
ejemplo en su madre, que le llevaba todos los días su comida para que él no
contaminara la mesa. ______ era amable, casi tanto como su padre. Todas las
mañanas le invitaba a guarecerse del frío y le ofrecía el desayuno, y cuando él
rehusaba le daba una taza de café. No, jamás le tocaría ni un pelo, por ella y
por su padre. Y también por sí misma, pues no podría soportar la repulsión
reflejada en sus ojos si hiciera tal cosa.



No debía pensar más en
ella, o se daría cuenta al mirarlo. Sintió una punzada de odio hacia la joven;
¿qué la hacía tan superior a él, hasta el punto de que podría sentirse ofendida
sólo porque él la deseaba?



Puta, pensó inconscientemente, y levantó una esquina del
camastro para buscar la botella que había dejado allí la noche pasada. Un trago
haría la resaca más soportable. Encontró la botella junto a los pies y bebió un
sorbo. El licor quemaba y notó que el estómago se le revolvía, pero luego se le
asentó y se sintió mucho mejor.



E1 día se le presentaba inacabable y vacío, porque no
tenía que ir a trabajar. Miró a su alrededor; aborrecía aquella habitación
sucia y pobre, sin camas, sólo unos camastros sobre el duro suelo, y aquel
cerdo de su padre roncando en un rincón. Se sentó y bebió un largo trago de la
botella.






El reverendo Carson le estrechó calurosamente la mano
dirigiéndole una mirada preocupada y significativa. ____ reprimió un suspiro,
le sonrió amablemente y se dirigió hacia la puerta seguida por su madre. Kate
Harwell se precipitó hacia ellas cogiendo a cada una por un brazo. Inclinó la
cabeza con aire de confidencia y dijo en voz baja:



- ¿Estáis las dos bien?


Edna la miró sin comprender y dijo:


-¡Pues claro! ¿Por qué no íbamos a estarlo?


-Por ese chico, Jonas.


Edna enarcó las cejas. Podía no estar de acuerdo con su
marido pero desde luego no estaba dispuesta a que Kate Harwell lo supiera.



-Parece un excelente trabajador -manifestó.


-Siempre viene antes de que rompa el alba -explicó _____,
con la intención de recordarle a Kate que cuando su hijo trabajaba para los
McGowan nunca llegaba hasta que el sol no había salido.



-Pero, Edna, ¿no te parece peligroso?; quiero decir, con
_____ siempre tan cerca.



-Creo que el señor McGowan es, sin duda, capaz de
protegernos -contestó secamente la mujer.



_____ reprimió una
sonrisa. Joe llevaba trabajando para ellos una semana y no se le había acercado
a tres pasos de distancia excepto cuando le daba la taza de café. Tenía una
mirada hosca y malhumorada, y murmuraba en lugar de hablar, de forma que ella
nunca entendía lo que decía pero no era en absoluto ofensivo en el sentido al
que refería la señora Harwell. Más bien se inclinaba a pensar que ella no le
gustaba nada; si ni siquiera la miraba, ¿cómo iba a poder imaginar que la tocaba?
Aun en el caso de que hubiera abrigado tales intenciones, su madre era una
barrera más que eficaz. Antes de que Joe trabajara para ellos, las dos mujeres
le llevaban la comida a Henry , a los campos, para que no perdiera tiempo
regresando a casa y se sentaban con él mientras comía. A veces iba sólo ____
llevársela. Ahora, sin embargo, Edna era quien le llevaba la cesta y se negaba
a que su hija la acompañara. Divertida, _____ le había preguntado qué pensaba
que podría hacer Joe con el padre delante. Edna se había limitado a apretar los
labios y a decir que era conveniente no dar lugar tentaciones.



Las dos mujeres se alejaron de la señora Harwell y se
reunieron con el señor McGowan, que las esperaba con aire impaciente junto a la
calesa.



-¡Vieja chismosa! -murmuró indignada la madre, ____
soltó una carcajada.



El camino de regreso de la iglesia a casa fue más
placentero, pues los tres se sentían muy unidos frente a maledicencia del
mundo. Sin embargo, la señora McGowan iba aún más animada que ______ ante la
idea de que Grac Snowden iba a ir a comer con ellos. Era precisamente único
pensamiento que ensombrecía la alegría de la joven. Grady era un chico
agradable, un respetable e inteligente abogado con mucho porvenir. No era
atractivo, pero tenía personalidad. Si no se hubiera empeñado en cortejarla, le
habría caído muy simpático. Pero llevaba ya seis meses visitándola con
asiduidad, y la indiferencia que ella mostraba no lo había desanimado. Tenía la
desagradable intuición de que no tardaría mucho en pedirle que se casa con él,
y no quería que tal cosa sucediera.



Su madre estaba cargada de razón cuando le decía que
necesitaba formar su propia familia, pero no podía casarse con Grady sólo por
eso. Seguramente no le daría mala vida, porque era un hombre educado y tenía
buen carácter, pero ella no lo quería y simplemente no podía soportar la idea
de enfrentarse a las intimidades del matrimonio al lado de un hombre al que no
amaba. Como era muchacha de campo, tenía una idea exacta de la importancia del
sexo y le parecía embarazoso embarcarse en tal aventura sin el ímpetu de la
pasión amorosa. Por otra parte, tampoco tenían demasiadas cosas en común. Él
hablaba de gravámenes y acciones, de cuestiones políticas y sociales; a ella le
interesaba más el precio del algodón, una raza de vacas lecheras o las recetas
de confitura y adobos. Además creía que sería muy injusto para él comprometerse
en matrimonio, dado que Grady la quería y ella en cambio no. Sabía muy bien que
tenía que rechazarlo, ero también sabía que le resultaría muy difícil. Hubiera
sido más fácil que su madre no le diera ánimos al invitarle a comer aquel
domingo.



La comida de aquel domingo estuvo más concurrida que de
costumbre, pues habían invitado al primo de su padre, Andy Davis, y a su
familia, además de al señor Snowden. Para comer, había dos pollos asados,
jamón, verduras variadas y de postre compota de manzana y un hermoso pastel de
chocolate. Los Davis tenían tres hijos adolescentes y eso quería decir que
consumirían una enor­me cantidad de alimentos.



Grady Snowden llevaba el peso de la conversación, porque
los Davis preferían comer a hablar, y tanto Henry como ______ se aburrían
bastante con lo que contaba. Des­pués de comer, Edna no quiso que su hija la
ayudara a lavar los platos e insistió para que fuera a dar un paseo con Grady.
Disgustada interiormente, Sarah asintió con una sonrisa educada. Caminaron
siguiendo el curso del Croo­ked Creek, el cual dividía en dos la granja y
bajaba conside­rablemente crecido en vísperas de la primavera.



Mientras paseaban, Snowden le iba hablando de sus planes
para el futuro: los libros que tendría que comprar para hacerse con una
biblioteca especializada en cuestiones legales, la clase de casa donde desearía
vivir cuando llegara a ser alcalde o senador por el Estado. A1 observar la
serie­dad de su rostro, Sarah se sintió presa del pánico. Pronto empezaría a
desviar la conversación hacia las cualidades que quería en una esposa y en cómo
educaría a sus hijos. Por eso sintió un enorme alivio al ver que Joseph Jonas
salía de un bosquecillo de pacanas y se dirigía hacia el sur.



-¡Joe! -exclamó, como si estuviera encantada de ver­lo,
y lo saludó alegremente con la mano para llamar su atención-. ¡Joseph Jonas!



É1 se fue acercando despacio, confundido por aquel
saludo tan entusiasmado. La joven notó que Grady se ponía tenso, preparándose
sin duda para defenderla.



-______, creo que no deberías animarlo -le reprendió, y
ella lo miró asombrada-. No puedo imaginarme qué locura empujó a tu padre a
contratarlo para que trabajara tan cerca de ti.



-Lo contrató porque cree que todo el mundo merece que lo
traten con justicia, lo cual es más de lo que tu “ley" le proporcionó a Joe.



El sonrió forzadamente.


-_____, como eres una joven muy bien educada, no eres
totalmente consciente de la naturaleza exacta de su crimen. Tampoco puedes
imaginar cómo la simple vista de una joven tan inocente como tú puede
enloquecer a un hombre de esa clase. Pero tu padre sí debería saber todo esto,
y suya es la culpa por...



-Soy perfectamente consciente del crimen por el que fue
condenado -le interrumpió ella furiosa ante la indul­gente superioridad y el
insulto a su padre que implicaba aquel discurso-. Violación, lo cual significa
tomar por la fuerza lo que todo el mundo sabe que Tessa Jackson daba a todo el
que se lo pedía.



-¡Hola, señorita McGowan! -dijo Joe cuando estuvo cerca,
al tiempo que saludaba con la cabeza al hombre que estaba con ella.



Al acercarse, percibió el furioso rubor de su rostro y
la llameante expresión de sus ojos, y se preguntó qué había hecho aquel sujeto
para ponerla fuera de sí. Tuvo la impre­sión de que ella lo había llamado para
poner a aquel hombre en su sitio. Y a juzgar por el ligero asombro que revelaba
el rostro de él, lo estaba consiguiendo.



- Joe! -exclamó _____ con sincera consternación al verle
la cara-. ¿Qué te ha sucedido?



Se puso de puntillas para examinarle las moraduras y le
cogió firmemente la barbilla para obligarle a mirarla.



A él le gustó el tacto de aquella mano fría y firme, y
le agradó que se preocupara por él, pero se sintió incómodo ante la mirada del
hombre.



-¡Oh no es nada! No se preocupe.


-¿Nada?, pues tienes un ojo morado, una raja en el labio
y un corte aquí. Oh, ¡tus nudillos!, están desollados. Debes venir a casa para
que te cure.



-De ninguna manera señorita -rechazó, lleno de
embarazo-. No quiero perturbarles la tarde de domingo. Simplemente no tenía
nada que hacer e iba a colocar algunos postes en la cerca del sur.



-¿No sabes que el domingo es un día de descanso? -bromeó
ella, ahora que había comprobado que las heridas no eran tan serias como le
parecieron al primer golpe de vista.



El joven sonrió, y tras él oyó que el hombre decía en
tono admonitorio:



-¡_____! -Jonas lo miró, no le gustaba el modo como
había hablado aquel hombre, como si tuviera algún tipo de dere­cho sobre ella y
se permitiera el lujo de decirle lo que tenía que hacer.



-¿Qué, Grady? -el tono de ______ era muy frío; a ella
tampoco le había agradado el de él.



-Creo que es hora de que regresemos a casa, ¿no? -en su
voz se insinuaba una orden.



-Sí; tenemos que curar a Joe. Vamos, Joe, insisto en que
nos acompañes.



Jonas cedió porque suponía que aquello enfurecería al
hombre. ¿Quién demonios se había creído que era? Ella echó a andar del brazo de
ambos, lo cual divirtió al joven. Se diría que intentaba perturbar a aquel
hombre, ponerlo en su sitio, darle celos o algo así. No estaba seguro de lo que
ella pretendía, pero no le importaba ser su instrumento; desde el primer
momento le había caído antipático, y le resultaba encantador el aire de inocencia
de _____, que ocultaba un auténtico enfado. Además, le agradaba el con­tacto de
la mano de ella en su brazo.



Mientras caminaba, la muchacha iba charlando tranqui­lamente.


-Joe, ¿conoces a Grady? Se llama Grady Snowden, es un
abogado de Willow Springs. Grady, te presento a Joseph Jonas, trabaja para
papá.



Digger esbozó una sonrisa. No era extraño que le hu­biera
desagradado Snowden a primera vista; odiaba todo lo que tuviera que ver con la
ley desde que el sheriff lo había puesto en manos del juez. Los dos hombres no
se cruzaron palabra alguna.



-¿Cuándo crees que vais a empezar a arar? -continuó _____
en tono alegre. .



-Bueno, su padre dice que muy pronto. Mañana, cuan­do
hayamos acabado de instalar la cerca, creo que empeza­remos a arreglar los
avíos. Luego removeremos la tierra; depende del tiempo, claro. El jueves irá a
llevar un par de cerdos a la subasta, pero creo que yo me quedaré para arar.



-Bien, no te olvides del huerto de mamá.


- ¿Cómo dice?


-Papá está siempre demasiado ocupado con los campos de
algodón y de trigo, y es imposible obligarle a que are el huerto. Para cultivar
patatas, zanahorias, todo eso, ya sabes. Y sin embargo no habría quien lo
aguantara si un año no tenemos verduras en la mesa.



Joe rió abiertamente; le agradaba aquella forma alegre
de hablar que suavizaba con buen humor el tono de crítica. Pensaba que aquella
voz sería seguramente capaz de quitar­le hierro a cualquier cosa. Se preguntaba
si el abogado era un pretendiente; si lo era, no lo estaba haciendo demasiado
bien, tan serio y tieso como un palo. JOe esperaba que no estuvieran
comprometidos; no le agradaría ver a _____ enamorada de un fósil semejante. A
su lado, en pocos años ella se secaría también.



-Le prometo que araré personalmente el huerto, señorita.


Al mirarle, la joven se quedó asombrada, porque, cuan­do
sonreía y se le animaban los ojos, desaparecía su expresión de amargura y hasta
parecía guapo. Bueno, guapo exactamente no, pero sí atractivo, como un muchacho
travieso. Debería reírse más a menudo. Y por eso comenzó a explicarle un
divertido suceso que había ocurrido tres años atrás, cuando su padre había
demorado tanto el cuidado del huerto que su madre le había cerrado la puerta en
las narices asegurándole que no le dejaría entrar en casa hasta que hubiera
plantado las verduras. ______ no tenía la viveza de su hermana, pero podía
hacer divertido cualquier suceso vulgar y anodino, burlándose cariñosamente de
la gente.



A Snowden le disgustó que contara a un extraño una pelea
familiar, pero Luke se rió cariñosamente del padre y en cierto modo la anécdota
sirvió para que Edna subiera unos puntos en su estima.



La señora McGowan se disgustó bastante al ver que ______
y su pretendiente volvían del paseo con Digger Jonas de remolque, sobre todo
cuando observó que la cara de Snowden era como una nube de tormenta y que de
repente parecía tener mucha prisa por marcharse. Pero Edna no podía evidenciar
su enfado delante de las otras mujeres, cuyo número se había visto acrecentado
por la llegada de dos familias más que habían venido de visita y por eso no
dijo nada y se limitó a traerle el botiquín a su hija para que curara a Joe.



Aquél parecía un imbécil, de pie entre todas aquellas
mujeres que miraban mientras _____ le lavaba las heridas y luego las untaba con
un líquido que le escocía como el fuego. Se estremeció cuando le tocó con dedos
hábiles la cara y el labio y se inclinó hacia él para observarle las heridas,
pero había en sus ojos una expresión desdeñosa que
lo dejó helado. Sin duda le había olido el aliento a whisky y con seguridad
pensaba que era un animal nacido para
la pelea. Y reconocía que lo era, pues le había dado una paliza a Dick Sloan,
sólo porque estaba borracho y buscaba pelea para ahogar el tumulto que sentía
en su corazón. Y es que a veces tenía que golpear algo para no volverse loco.



-Gracias -dijo en un susurro casi inaudible, porque eran
palabras que nunca pronunciaba, y se dispuso a salir por la puerta de la
cocina.



Pero no pudo escabullirse, porque el señor McGowan
apareció por una esquina de la casa y lo vio.



-¡Vaya!, ¿qué haces aquí, Joe? ¿Qué te ha ocurrido en la
cara?



-Una pelea. Iba a colocar algunos postes en la cerca del
sur, pero su hija me vio y se empeñó en curarme.



-Así es _____, siempre compasiva con los enfermos y
heridos. Pero no tienes por qué ir a colocar esos postes: es domingo. Ven
conmigo al corral. Estamos allí charlando y jugando.



Joe trató de escabullirse con excusas, pero Henry no
estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta y lo llevó con los otros
hombres. Cuando estuvieron cerca, Jonas vio que todos lo miraban y a
continuación desviaban los ojos para volver a dirigirle luego la misma mirada
glacial de siempre. Sintió que lo dejaban de lado, aunque ninguno se atrevió a
decir nada, pues era evidente que estaba bajo la pro­tección de Henry. Nadie le
dirigió la palabra, y él se limitó a quedarse al margen, mirando. Los “juegos”
a caballo consistían en coger del suelo un sombrero inclinándose desde la silla
con el caballo a galope, o en resistir el ma­yor tiempo posible a lomos del
caballo sin cinchas, o en di­bujar complicados arabescos. Henry le preguntó si
quería Participar, pero él declinó la invitación. No era un buen jinete, nunca
había sabido montar con habilidad y en cinco años de prisión había olvidado lo
poco que sabía.



Sin embargo, cuando dejaron los caballos por las armas,
se sintió más en su elemento, y, cuando Henry le ofreció un rifle y balas para
que tirara al blanco, no rehusó. Colocaron botellas sobre la cerca del corral y
dispararon. Joe, rápida y hábilmente, acertó en el blanco, incluso cuando le
hicie­ron disparar desde una distancia mayor. Siempre había tenido que cazar
para comer, por eso era un buen tirador. Cuando hubo acabado de disparar, miró
las caras de los hombres; pensaba que no venía mal hacerles saber que no era un
tipo con el que conviniera enfrentarse. Le devolvió el rifle a McGowan y se
marchó caminando despacio.



-Ese muchacho es una amenaza -dijo Jim Ferguson
sacudiendo la cabeza.



-Es un trabajador excelente -lo defendió Henry.


-Bueno, siempre ha estado lleno de rencor contra el
mundo, y, si quieres saber mi opinión, apuesto a que no tardará ni un año en
volver a la cárcel -intervino Andy Davis.



-Lo que no entiendo es por qué toleras que ronde por
aquí.



McGowan se encogió de hombros.





Después del desayuno, _____ se puso a hacer pan, tarea
habitual de lunes a jueves, mientras su madre separaba la nata de la leche para
batirla y hacer mantequilla. Cuando la joven hubo acabado de enharinar y
amasar, hizo tres hoga­zas y las dejó aparte para que la masa leudara. Luego
ella y Edna la emprendieron con los platos del desayuno, con una eficiente
coordinación fruto de largos años de práctica. Mientras trabajaban, charlaban.
Su madre la puso al co­rriente de las noticias que le habían contado las
visitas cuando _____ había salido a dar el paseo. Luego especula­ron sobre el
motivo de la pelea de Joe, haciendo conjetu­ras a ciegas. Después hablaron de
lo de siempre: la estupi­dez de fulanita, a amabilidad de menganita, la
inteligencia y la gracia de los niños de Jenny, que no se podían compa­rar con
las de ningún otro niño.



_____ metió lo amasado en el horno y luego preparó
bizcochos y bollos de avena, mientras Edna iba arriba a hacer las camas. Cuando
acabaron, ya era la hora de comer; cortaron pan y jamón para el almuerzo de los
hombres y prepararon la cesta: seis bocadillos, café caliente un pote pequeño
de remolacha en conserva, ensalada fría de patatas y dos trozos de pastel que
había sobrado del domingo.



-¿Por qué no llevas hoy tú la cesta? -preguntó la se­ñora
McGowan a su hija, que intentó evitar mirarla con asombro.



Después de que la joven hubiera aparecido la víspera con
Jonas, Edna había renunciado a mantenerla alejada de él. Evidentemente, pese a
sus esfuerzos, _____ podía encontrarse con él. Además, estaba harta de tener
que llevar todos los días el almuerzo a los hombres era una tarea más apropiada
para una chica joven. Después de todo, no podía mantener aislada a su hija, y
si Henry insistía en que se relacionara con canallas, no estaba en su mano hacer
nada para evitarlo.



La muchacha cogió
encantada la cesta. Aparte de que durante una semana se le había prohibido
aquella tarea y por eso le resultaba más apetecible, le gustaba mucho el paseo
hacia la cerca del sur, donde los hombres estaban trabajando. El día era
templado, tanto que ni siquiera nece­sitó ponerse un chal sobre los hombros.
Casi podía sentir las yemas de los árboles despertándose ante el calor. Pronto
llegaría la primavera y eso la hacía muy feliz.



Los hombres estaban trabajando junco a un poste cuan­do
ella llegó y no la vieron. Joe estaba al otro lado de la cerca, tensando el
alambre. Su padre, agachado, de espaldas a ella, lo claveteaba en el poste. Joe,
acalorado por la temperatura del día y por el esfuerzo, se había quitado la
camisa estaba con el pecho al aire; _____ se lo quedó mirando fascinada. No era
frecuente que pudiera ver sin camisa a un hombre. Jonas estaba delgado, tan
delgado que se le notaban las costillas, pero los músculos que se le adivinaban
en el pecho, en los hombros y en los brazos eran duros y fuertes.



Los veía moverse cuando tiraba del alambre y lo tensa­ba.
Sintió como una punzada en el vientre: no era dolor, pero tampoco placer.
Quería apartar la vista, pero al mismo tiempo se sentía impelida a seguir
mirando.



Joe levantó los ojos y la vio; su rostro mostró por unos
instantes asombro, luego enrojeció y se apresuró a coger la camisa. El señor
McGowan se dio la vuelta y saludó a su hija con alegre sorpresa.



-¡Vaya, ____, cuánto me alegro de verte por aquí!


-¡Hola, papá! ¡Hola, Joe! -dijo sin poder ocultar su
regocijo al ver al peligroso Digger Jonas enrojeciendo y apresurándose a coger
la camisa sólo porque una mujer lo había visto con el pecho desnudo.



Su padre y Jonas se echaron sobre la comida con un
apetito voraz y durante un buen rato ninguno de los tres dijo nada. _____ se
sorprendió a sí misma pensando en el pecho desnudo de Joe y en su liso y
musculoso vientre. Recordaba el tacto de su piel cuando le había lavado y
curado las heridas y se preguntaba si la piel del pecho tendría la misma
textura. De repente, se acordó de Tessa Jackson y de lo que él le había hecho. _____
no creía que la hubiera violado, pero, con seguridad, se había acostado con
ella. Siempre había tenido fama de promiscuo, lo mismo que Tessa. ¿Lo había
visto ella completamente desnudo? ¿Lo había acariciado y besado?



Lo miró de reojo avergonzada de sus pensamientos. Era
perverso, tan perverso como imaginarse a Jenny y a Stu en la cama o pensar en
cómo sabrían los labios de Stu sobre los suyos. Al pensar en eso, empezó a
preguntarse cómo sa­brían los labios de Joe. Le miró la boca; era ancha y
sensual, pero estaba rodeada de arrugas de amargura. Al sentirse observado, él
levantó los ojos y la contempló con una clara mirada azul; ella desvió la suya,
avergonzada. ¿Qué pensaría si supiera lo que estaba imaginando? Segura­mente se
mofaría dé ella o satisfaría su curiosidad. La idea le infundía temor, pero le
resultaba excitante; le ponía la piel de gallina. Nunca había besado a nadie en
la boca, y a menudo deseaba poder hacerlo sin necesidad de tener que echarse un
novio. Sabía que era pecaminoso desear ser besada por diferentes hombres,
incluso por el perdido y disoluto Jonas, que además era más joven que ella.
Trató de enderezar sus pensamientos por el camino apropiado recordándose a sí
misma que era un bruto, que se había metido en una pelea el sábado por la noche
y que su aliento todavía olía a whisky el domingo por la tarde.



Su padre, una vez hubo saciado el apetito, comenzó a
hablarle hasta que hubieron terminado de comer pero Digger, sentado un poco
alejado de ellos, no dijo palabra y se limitó a comer en silencio, mirándolos.
La chica lo había sorprendido; apenas podía creer que el dragón de su madre le
hubiera permitido acercarse tanto a él. Sin duda se había horrorizado al
encontrarlo sin camisa, y se sentía como un tonto por haberle dejado ver su
sorpresa y vergüenza. Podía afirmar que se estaba riendo de él, pues su boca
esbozaba una sonrisa y tenía los ojos brillantes. Se sentía torpe comiendo
allí, delante de ella, sobre todo porque no aparta­ba la vista de él. Suponía
que observaba su torpeza al comer, pero no se le ocurrió cómo podía corregirla.
Maldi­ta fuera; no tenía derecho a aparecer por allí, a meter las narices y
luego hacerlo trizas contándoselo a su madre. Sintió unas perversas ganas de
golpearla, de comportarse como la bestia que ella suponía que era, de
castigarla de algún modo. Y por eso, cuando la joven volvió a observarlo, le
lanzó una mirada abrasadora e insolente, y se sintió a la vez gratificado y
enfurecido al ver que en su rostro asomaba una expresión de temor.



Cuando hubieron acabado de comer, volvió rápidamente al
trabajo para evitar estar tan cerca de _______. El señor McGowan le dirigió una
mirada de asombro, puesto que, normalmente, después de comer descansaban un
rato a la sombra; pero enseguida dejó la servilleta en la cesta y también él
reanudó el trabajo. _____ cogió la cesta y se marchó, después de dirigirles el
ya habitual consejo de que no se cansaran demasiado. Al mirar cómo se alejaba, Joe
pensó que su madre también les decía lo mismo, y sintió una especie de vértigo
ante los años de cariño, amor y placidez que subyacían bajo aquellos hábitos, y
ante su propia vida que había carecido de todo aquello. Bueno, también su
familia tenía ciertas costumbres: su padre solía golpear a Julie o pegarle a él
con el cinturón, hasta que Joe fue lo suficientemente mayor como para
impedírselo y la abuela le decía siempre que era un borracho, un motivó
constante de vergüenza, peor aún que Kevin o que la puerca de su hermana; y Kevin
se burlaba de él diciéndole: “Mucha­cho, eres un estúpido por matarte arándole
los campos a ese viejo hijo de puta, cuando hay dinero esperando a que lo
cojas”. Sí, también su familia tenía ciertas costumbres.



De pronto, el señor McGowan le dijo:


-¿Sabes, Digger?, no voy a matarte por hablar con _____.



-¿Cómo dice? -preguntó él con el estómago encogido.


-Lo que quiero decir es que no tienes que aparentar que
no existes cuando ella está cerca. No creo que violaras hija de George Jackson,
y no me parece que tengas intenciones de hacerle daño a _____.



Confundido, Joe se escondió bajo una máscara de
hosquedad. Pensaba que le estaban tendiendo una trampa.



-No tengo por qué contestarle.


El señor McGowan exhaló un suspiro de exasperación.


-No te exijo respuesta alguna. Simplemente te estoy
diciendo que no estoy esperando agazapado para atacarte por hablar con _____.



Digger se encogió de hombros.


-No tengo nada que decir.


Henry sonrió.


-Mi hija _____ no es de esas chicas que dejan a los
hombres sin respiración, como Jennifer, por ejemplo. Pero no es natural que un
joven que ha estado cinco años en la cárcel no quiera mirarla, acercarse a ella
o simplemente decirle alguna palabra.



-¿Qué intenta decirme? -preguntó Joe, manteniendo la
cabeza baja con terquedad, con las manos en las caderas y los ojos fijos en el
poste que tenía delante.



-Simplemente que confío en ti y que quiero que sepas que
hablar con ella o mirarla como haría cualquier hombre no significa para mí que
vayas a lanzarte contra ella.



Joe tragó saliva, pero un nudo en la garganta le impi­dió
decir palabra. Por toda respuesta, volvió con ahínco al trabajo. El otro lo
miró, sonrió y sacudió la cabeza con aire divertido.



De repente, Jonas rompió el silencio


-Me da un miedo mortal -confesó.


-¿______? -Preguntó con asombro McGowan.


-Es la mujer más hermosa que he visto, y... yo..., yo
tengo miedo de hacer o decir algo que le haga odiarme como me odian los demás.



Enrojeció de vergüenza por tener que revelar sus senti­mientos.
No se había dado cuenta de cuáles eran hasta que las palabras habían brotado de
su boca. Pero por lo menos se detuvo a tiempo de decir que a veces tenía deseos
de asustarla para que ella lo odiara y él ya no tuviera que pensar en ella ni
preocuparse nunca más.



Henry sintió compasión por Digger, por la pobre opi­nión
que el muchacho tenía de sí mismo.



-Creo que juzgas mal a ______.


Joe se encogió de hombros, dando por zanjada la
cuestión, y los dos hombres siguieron trabajando en silen­cio. McGowan esperaba
sinceramente que el chico no se hubiera enamorado de su hija. Sin duda, el
propio Digger se daba cuenta de que sería un amor sin esperanzas. Además de la
evidente diferencia de caracteres, nacimiento y posi­ción social, ______ parecía
tener una especie de aversión por los hombres. Había rechazado pretendientes
infinitamente mejores que él. Tenía pocas probabilidades, y, desde luego, Henry
se opondría en el mismo momento en que sospechara que la joven abrigaba algún
sentimiento hacia Jonas. Digger no era peor que otros, pero en modo alguno era
el hombre adecuado para su tranquila, dulce y virtuosa hija.






A media tarde, los hombres habían acabado la cerca,
regresaron a casa para preparar y limpiar en el cobertizo de las herramientas
los enseres para arar y sembrar. Era casi la hora de la cena cuando Edna, que
estaba preparando unos guisantes vio por la puerta de la cocina que Joe y Henty
se acercaban con movimientos torpes a la casa, apoyán­dose el uno en el otro.
Se asustó muchísimo, pero enseguida comprobó que era Henry quien sostenía al
muchacho, el cual cojeaba y se apoyaba en él. Se sintió aliviada y se dirigió
hacia la puerta para prestarles ayuda.



-Mamá, ¿qué ocurre? -preguntó _____ al ver salir co­rriendo
a su madre.



La siguió y con un cortante grito también ella se
aprestó a ayudar.



Joe, que había hecho verdaderos esfuerzos por repri­mir
una retahíla de juramentos, se detuvo al ver acercarse a las dos mujeres. Tenía
el rostro muy pálido por el dolor, pero la expresión de su cara evidenciaba más
bien enfado que sufrimiento.



-¿Qué ha sucedido? -exclamó Edna.


-Un mazo de hierro cayó del estante y le fue a dar en el
pie. Temo que lo tenga roto.



Edna se hizo cargo rápidamente de la situación.


-______, prepara un barreño de agua fría, échale un poco
de hielo y ve a buscar las vendas. Henry, llévalo a la cocina. Voy a buscar una
silla.



McGowan instaló a Joe en la silla que su esposa había
llevado a la cocina y ésta se arrodilló para sacarle el zapato. El pie de Jonas
estaba tan hinchado que fue difícil descal­zarlo. Cuando _____ trajo el agua
helada, Edna le hizo meter el pie dentro. Con cuidado, le fue examinando la
herida, y Joe se tuvo que morder los labios para no expresar el dolor que
sentía.



-Creo que tienes rotos un par de huesos. Pero he visto
roturas peores.



-¿Voy a buscar al médico? -le preguntó su marido.


-Creo que me las puedo arreglar muy bien. A menos que
quieras que te vea un médico, muchacho.



Digger negó con la cabeza.


-Tenlo un rato en remojo y luego te lo vendaré. No te apoyes
en él y estarás curado en unos días.



El joven sentía ganas de gritar de rabia y
desesperación. Maldita fuera su suerte; sólo podía pasarle a él que un mazo se
cayera por casualidad de un estante y lo hiriera justo cuando tenían que
empezar a arar. Ya no le servía de nada al señor McGowan, pues no podía
ayudarlo en las tareas del campo. Henry tendría que contratar a otro hombre, y
allí acababan sus esperanzas de una vida nueva.



-Lo siento, señor McGowan -dijo muy afectado-. No sé
cómo me las arreglé para que me sucediera esto.



-Vamos, vamos, fue un accidente. El mazo estaba justo al
borde del estante. Ha sido mala suerte; estarás fuera de combate unos días.



-Arar... no puedo...


-¡Por Dios, muchacho!, no te preocupes por eso.


-No podré hacer mi trabajo, no podré. Tendrá que
contratar a otro. ¡Dios!, cuánto lo siento.



-No te pongas nervioso por eso. Hay solución. Todavía no
hemos acabado de limpiar los aperos; nos llevará un día más. Luego, yo puedo
empezar a arar y tú puedes hacer las tareas que yo hago aquí: cuidar los
cerdos, ordeñar las va­cas, limpiar el granero. Puedes cortar leña, así nos
ahorrare­mos tener que hacerlo durante una temporada. Y como conozco bien a la
señora McGowan, seguro que empieza pronto la limpieza de primavera, y le
servirás de ayuda para levar de aquí para allá los trastos más pesados. Eres
joven los huesos se te soldarán pronto. Antes de que te de cuenta podrás
trabajar en el campo. Y seguramente yo todavía no habré terminado de remover la
tierra.



El hombre hizo una pausa, aparentemente sumido en sus
pensamientos, mientras Joe lo miraba con asombro.



-Desde luego, no vas a poder volver a tu casa -continuó
diciendo-, pero te haremos un sitio en el granero, donde el año pasado dormía
mi empleado. ¡______! ve a preparar la habitación del granero para instalar a
Digger. ¿Te acuerdas de dónde guardamos el bastón del abuelo?



-Creo que en el desván, junto al baúl donde mamá guarda
su traje de novia. Ahora mismo voy a buscarlo.



Joe se acomodó en la silla, sensiblemente aliviado. No
todo estaba perdido. McGowan no sólo no lo había despe­dido sino que le
permitía quedarse allí: le había ordenado a ____ que le preparara una
habitación y que fuera a buscarle un bastón. Cerró los ojos, disfrutando del
aroma de la cena, del pan y de los pasteles que se habían cocido aquella tarde.
En el comedor, resonaba el ruido que Edna hacía con los platos al poner la
mesa; luego oyó los ligeros pasos de _____, que volvía del granero y se detenía
para darle a McGowan el bastón. Sonrió, dejándose llevar por aquellos
agradables sonidos.



-¡Vaya!, que me condene si no se ha quedado dormido -oyó
que decía McGowan.



-Henry, cuida tu lenguaje, por favor.


Durmió mientras se ultimaba la cena, pero estaba bien
despierto cuando le vendaron el pie. El dolor lo despejó del todo y se le
escapó un juramento antes de que pudiera darse cuenta de dónde estaba.



-Perdóneme, señora -se apresuró a murmurar, y Edna se
echó a reír de una forma que le pareció casi amistosa



-Tenías que haber oído a Henry el año pasado, cuando
tuve que sacarle cuatro astillas enormes del pie. Ya he acabado. Ahora coloca
el pie sobre esta silla y come un poco -dijo poniéndole entre las manos un
plato repleto de comida-. Luego vete al granero y duerme; necesitas descansar. _____
ya debe tener todo preparado.



Comió rápida y ávidamente y pronto se sintió mejor.
Luego con la ayuda de McGowan y del bastón caminó cojeando hasta el granero.
Una puerta que había en la fachada frente a la casa lo llevó a una pequeña
habitación con una cama, una mesa, una silla y una cómoda. Cuando Joe entró ______
estaba acabando de plegar una colcha.



-Oh, llegas a tiempo; ya he acabado. ¿Cómo estás?


-Muy bien -respondió con cierta dificultad.


La habitación era estrecha, los muebles viejos y el col­chón
de paja, pero la joven la había barrido y fregado y el colchón estaba sobre una
auténtica cama con sábanas lim­pias y una hermosa colcha. A la luz de la
lámpara de petróleo, la habitación tenía un aspecto cómodo y acoge­dor, y se
sintió embargado por la emoción. No estaba acostumbrado a mostrar
agradecimiento, pero se esforzó en darle las gracias a ____.



-Oh, no es nada -replicó ella satisfecha, y se marchó
con su padre.



Joe cerró la puerta y se dejó caer en la cama. Quizás
aquello no era nada para ella, pero a él le parecía muchísi­mo. Incluso cuando
Julie vivía en casa y se esforzaba por ­mantenerlo todo limpio, él nunca había
tenido una habita­ción para él solo, ni tampoco una cama con sábanas y colcha.
Durante los años que pasó en la cárcel, había vivido en la inmundicia, en
confuso revoltijo con otros muchos presos y al salir había encontrado la casa
peor que nunca, descuidada, sucia, decadente, pues su hermana ya no vivía allí.
Por eso la simple y agradable limpieza de aquella pequeña habitación lo llenaba
de emoción, y todavía más al pensar que _____ había estado allí, trabajando y
limpiando para que se encontrara cómodo. La recordó a la luz de la lámpara,
junto a la cama, sonriéndole.



Despacio y cansinamente, se desvistió apagó la luz y se
deslizó entre las sábanas, disfrutando lujuriosamente al sentir sobre su piel
la textura de las sábanas planchadas. Por una vez en la vida tenía el estómago
lleno y la habitación lo envolvía, reconfortándolo como el seno materno.
Comenzó a temblar por los efectos del dolor y la tensión, y de las encontradas
sensaciones que experimentaba su cuerpo. Se imaginaba a ______ allí, dulce y
tierna, abrazándolo y estrechándolo contra su pecho hasta que cesaran los
temblores; y así, poco a poco, se quedó dormido.






______ y su padre regresaron a la casa con el fresco del
atardecer. Ella se sentía feliz y a sus anchas con él, como siempre.



-Ese Joe es un muchacho triste -dijo Henry McGowan-.
Nunca he conocido a nadie que tuviera tan pobre opinión de sí mismo.



-No parece tan malo como todo el mundo cree -comentó la
joven.



-Claro, los tipos como Stu no tienen la más mínima
noción de cómo es Joseph Jonas. Simplemente no le pueden perdonar que no haga
las cosas como ellos las harían.



-Oh, papá, Stu no es así
-replicó _____ en calurosa defensa de su amado-. Sólo estaba preocupado por
nuestra seguridad, dada la reputación de Joe; eso es todo. Pero no es de esos
que juzgan a un hombre sin conocerlo o de ésos a quienes les desagrada
simplemente porque no es como ellos. Eso le pega más a Grady Snowden, no a él.



El padre le dirigió una
sonrisa burlona. ¿Hasta su dulce y sensible ____ estaba deslumbrada por la
brillante apariencia de Harper? Al parecer, todas las mujeres lo estaban. No es
que él tuviera algo en contra de su yerno; Stu era trabajador, un hombre de
provecho, un marido y padre ejemplar. Inteligente, buen conversador, incluso
era capa de bromear de vez en cuando. Pero si le hubieran preguntado, Henry
habría afirmado que Harper se parecía mucho Grady Snowden: rígido, remilgado e
intolerante con las debilidades de la gente. Era raro que ______ no pareciese
darse cuenta de eso, porque normalmente era muy perspicaz.



Cuando llegaron al porche, Henry McGowan entró en la
casa, pero su hija se sentó en la barandilla a mirar las estrellas. Brillaban
relucientes en el claro cielo de Texas, la noche era tranquila y templada, una
noche apropiada para mirar las estrellas y soñar. _____ soñaba, como siempre,
con Stu.



Nunca se imaginaba a ella y a Stu en situaciones
verosímiles, pues eso supondría de algún modo deshacerse de Jenny. Su
imaginación volaba a otros tiempos, a otros lugares. A menudo, él era un
soldado rebelde y ella una dama del Sur. O quizás era un caballero y ella una
dama que necesitaba un paladín, como Rebeca en Ivanhoe, una de sus novelas
favoritas. Aquella noche se imaginaba la América revolucionaria; él era un
valiente patriota herido en la batalla. Ella lo encontraba, y, aunque su
familia era leal a Inglaterra, no podía dejar que lo capturaran los soldados
británicos o que muriera en la soledad de los campos. Lo recogía, lo curaba y
lo ocultaba de sus enemigos, y natural­mente se enamoraban, pese a que
pertenecían a bandos opuestos. Él la salvaba de innumerables peligros y
acababan casándose.



_____ era, por lo general, una mujer práctica, con los
pies bien enraizados en el suelo. Pero en su interior escon­día una
personalidad romántica y apasionada, que no tenía sitio en aquella comunidad de
puritanos granjeros metodis­tas donde vivía. El único desahogo de aquella
faceta de su personalidad era un mundo de romántica fantasía, en el que podía
conseguir al hombre que amaba y dar salida a las emociones que su corazón
albergaba. Por eso soñaba des­pierta, y en sus sueños florecía el amor que no
podía florecer en la vida real.



Con un suspiro, la joven se despertó de sus fantasías.
¿Por qué, se preguntaba desconsolada, no podría gozar nunca de alguno de ellos
en la vida real? ¿Tendría que refugiarse siempre en ellos y renunciar al amor
de un hombre de carne y hueso? Sin querer, los ojos se le llenaron de lágrimas
que se apresuró a enjugar. Se dio la vuelta y entró a reunirse con sus padres.
Suzzey
Suzzey


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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por Pepaa Mar 20 Sep 2011, 4:29 pm

OMG AME EL CAPITULO!
Ou sexy joe sin polera :¬w¬:
wuajajaja
Siguelaaaaaaaaaaaaaaa me encanta :love:
Pepaa
Pepaa


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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por chelis Miér 21 Sep 2011, 4:04 pm

pobre de jooooooeeeeeeee!!!!!

y pobre de _____!!!!!

cada uno sufre

aaaiiiii

cuando llegaran a ser felices???
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

Mensaje por shakirock Mar 27 Sep 2011, 12:41 am

HAYY NO QUIERO QUE SUFRAN!!!
POR FIS SIGUELAAAAAAA
QUEREMOS MAS CAPP
Y EN TU NOVE TAMBIENNN
SIGUEEEEEEEEEE
shakirock
shakirock


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"La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas  [TERMINADA] - Página 2 Empty Re: "La Estacion Del Arcoiris" Joe Jonas [TERMINADA]

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