Pasos Hacia Ti [Larry Stylinson] ...

Lágrimas crueles se deslizaban por su rostro al recordar ese dolor que había sentido años atrás cuando había tenido que dejar partir a aquella persona que había amado con todo su ser sin siquiera quererlo. Se la habían arrebatado sin darle opciones y en aquel entonces no había podido llorar abiertamente como le hubiera gustado, simplemente se había contenido por su pequeña hija que necesitaba de él. Su almohada había sido testigo de las largas noches de llanto en aquella cama que en un abrir y cerrar de ojos se había quedado vacía a su lado.

 

-          Lou… - escuchó la voz ronca preocupada llamándole.

 

Negó con la cabeza con una débil sonrisa al notar que su acompañante lloraba al igual que él y es que aquella no había sido su intención, no quería hacerlo llorar, simplemente quería que supiera toda su vida para poder recomenzar.

Las palabras que Eleanor le había dicho meses antes de morir en esa fría habitación del hospital habían resonado en su mente durante años y es que él pensaba que jamás volvería a sentir amor, al menos no como el que había sentido por ella, pero en ese instante, mirando aquellos hermosos ojos verdes, brillantes por las lágrimas que amenazaban con seguir saliendo sin piedad, se daba cuenta de que había estado equivocado, que Eleanor al final de cuentas había tenido razón como siempre a pesar de estar a punto de partir.

 

-          No llores – suplicó llevando las manos al rostro del menor para limpiar sus lágrimas.

-          Es… es sólo que – hablaba con dificultad – no me puedo imaginar lo difícil que ha sido…

-          Ahora estás tú – aseguró.

 

El rizado sonrió débilmente y asintió con lentitud.

 

-          No me iré, Lou.

 

Aquellas palabras sonaron a una promesa que logró que su alma se llenara de alivio. Era como si aquello hubiera sido lo que había estado esperando desde hacía tiempo para sentirse tranquilo.

 

-          Yo… - se trabó un poco al hablar mientras movía las manos – creo que eres la persona indicada.

 

Escuchó aquella risa alegre y simplemente le regaló una sonrisa sincera.

 

-          No tienes idea de lo feliz que me hace saberlo – aseguró el rizado, pegándolo más a su cuerpo en el abrazo.

-          Me parece increíble que después de tantos pasos, por fin llegué a ti.

 

~*~

 

 

Una sonora carcajada resonó por el hermoso lugar de paredes blancas y pulcras que se encontraba prácticamente vacío, lo cual era normal para esa sala.

 

-          Verás que cuando conozcas bien a Louis se agradarán mucho – aseguró el castaño, alegremente.

-          Espero que sí – soltó con una gran sonrisa – lamentablemente en aquella ocasión sólo hablamos de negocios.

-          El amor y el trabajo lo mantienen ocupado.

-          El amor es maravilloso, ¿no?

-          Estás en lo cierto – aseguró – yo siento que ya encontré a la persona indicada. Tal vez más adelante le proponga matrimonio.

 

El de cabello oscuro endureció sus facciones al escuchar aquello, más nunca borró aquella sonrisa falsa.

 

-          Algún día podríamos tener una cita tripe, ya sabes, Louis, tu y yo… cada uno con sus parejas.

-          Suena fabuloso – soltó Liam – pero no sabía que estabas con alguien.

 

Liam se encontraba distraído analizando los lugares en los que iba a colocarse cada obra el día de la exposición para mandar su informe, por lo cual no pudo notar aquel coraje que se formó en los ojos oscuros, el cual fue disimulado con una carcajada.

 

-          Sí, estoy casado – levantó la mano izquierda mostrando su alianza.

-          Esa es una novedad – dijo sorprendido el chico – podríamos conocerlo el día de la exposición.

-          Oh… - hizo una expresión de pena – no creo que aquello sea posible.

-          ¿Por qué? – lo miró curioso.

 

Zayn sintió una completa irritación ante la curiosidad de Liam mientras por su mente pasaban unas terribles ganas de sacarlo del lugar mientras le reclamaba por meterse en su vida privada. Curiosear no era apropiado, no era de gente que estaba bien consigo misma.

 

-          Está de viaje – contestó contra sus pensamientos – su madre se encuentra un poco enferma y la está cuidando.

-          Eso es lamentable, Zayn.

-          Lo sé – se sentía asqueado – pero no siento tanto su ausencia ya que hablamos diario durante horas.

 

Miró a Liam, realmente lo analizó intentando recordar aquello que fuera de acuerdo con su actitud y de repente, por su mente pasó aquel pasaje donde la biblia decía “El que anda en chismes descubre el secreto. No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.” Y es que aunque él quisiera alejarse de Liam prestando a tención a lo que aquel pasaje del libro de Proverbios decía, no podía ya que eran asuntos de trabajo por los que tenía que lidiar con él y claro que tenía miedo puesto que estaba consciente de que después aquel castaño iría de casa en casa contando su vida. Tal vez era un experto en sacar información y si seguía hablando con él, pronto aquel chico descubriría que su hermoso esposo Harry lo había abandonado sin dejar ni siquiera un rastro de dónde podía estar.

 

-          ¡Rayos! – murmuró el castaño completamente preocupado después de mirar su reloj – Zayn, me tengo que ir. Tengo una cita con mi pareja y no puedo llegar tarde, espero me disculpes.

-          No te preocupes – dio gracias a Dios internamente – ve, no queremos que se enoje – intentó hacerse el gracioso como todos aquellos mundanos que habían decidido vivir en pecado.

Liam rió animado ante el comentario de su amigo y después de hacer unas cuantas anotaciones más en aquel cuadernillo forrado de piel que había llevado consigo lo miró con una gran sonrisa sin tener idea de lo que realmente pasaba por la mente del de cabello oscuro.

 

-          De acuerdo – aceptó – entonces nos veremos pronto.

-          Eso no lo dudes – la alegría falsa se había convertido en uno de sus más grandes actos con el pasar del tiempo.

 

Observó al castaño salir alegre y apretó los puños cuando las puertas del elevador se cerraron para dejarlo completamente solo en aquel lugar.

Odiaba a Harry, de verdad lo odiaba. Odiaba aquel día en el que había llegado a casa y la había encontrado vacía, esa manera en la que el rizado sólo había pensado en sí mismo al momento de partir, la manera en que sus ojos verdes habían reflejado amor, miedo y odio al final de cuentas los días antes de que se marchara. Pero lo amaba, porque su sonrisa era la más encantadora, su voz la más seductora y su dulzura la más pura.

Estaba condenado a arder en el infierno desde el momento en que se había enamorado de un chico de su mismo sexo, pero al menos se había encargado de intentar hacer las demás cosas de manera correcta para que Dios no lo juzgara tan duramente por ese hecho.

Harry había puesto en juego su salvación al marcharse y dejarlo solo puesto que los matrimonios eran para siempre, eso era algo que Dios decía en sus sagradas escrituras y aquello era algo que realmente le molestaba. No le estaba faltando al Señor por querer hacerlo, sino que la razón era que su rebelde marido siempre deseoso de más lo había arrastrado al pecado de nuevo.

En muchas ocasiones cuando era pequeño había escuchado que habían ángeles negros que se disfrazaban de ángeles de luz y arrastraban a las personas a las cosas que no eran agradables al señor y cuando conoció a aquel que ahora seguía siendo su esposo había decidido que aquello era demasiado real.

Bajó hasta donde se encontraba la recepcionista de aquel enorme edificio que le pertenecía y la encontró tarareando una canción alegremente ajena a todo lo que él estaba sintiendo en ese momento.

 

-          Karen – la llamó.

 

La chica se sobresaltó al notar su presencia repentina y en seguida tomó una postura más correcta en su asiento.

 

-          ¿Sí, señor?

-          Puedes retirarte – dijo seriamente.

-          ¿Qué…? – preguntó confusa - ¿por qué?

-          Te estoy dejando salir temprano – explicó intentando reunir toda su paciencia – toma el resto del día libre y nos vemos mañana.

-          ¡Oh Dios! – soltó emocionada - ¡Gracias Señor Malik! Es usted muy amable.

 

Como todo humano perezoso ella se levantó de un salto de su asiento y en menos de un segundo ya todas sus pertenencias se encontraban dentro de su bolsa para después salir por la puerta principal más que feliz por aquel “regalo” que su jefe le había hecho.

La pereza era otra de las cosas que el Señor condenaba y era por ello que Zayn encontraba completamente desagradable a la gente que la padecía. Mientras cerraba las puertas para no permitir la entrada a nadie más pensó en que tal vez lo mejor sería contratar a una nueva empleada que ocupara el lugar de la perezosa Karen.

Era malo maldecir, pero ese día no pudo evitar hacerlo al recordar que su estudio se encontraba lejos pero sin más se dirigió hasta él. Abrió una gran variedad de cajones buscando desesperadamente deteniéndose en el momento en el que se topó con una pequeña llave. La tomó entre sus manos y con ella quitó el seguro de una pequeña puertecilla de madera que en realidad pasaba desapercibida por todos ya que a comparación con el decorado de lo demás, era muy poco llamativa. Extrajo de su interior una gran botella de vodka y sin esperar más lo sirvió en un vaso para beberlo sin combinarlo con nada más.

Amaba el vodka y esos efectos que tenía en su cuerpo ya que le relajaba para después hacer que Harry volviera a su lado. Pero al despertar se daba cuenta de que todo aquello era una simple fantasía.

Las lágrimas saladas empezaron a correr por su rostro y no las pudo detener.

 

-          ¿Por qué, Dios? – cuestionó mientras se limpiaba el rostro con el antebrazo sin soltar el vaso o la botella, como si su vida dependiera de tenerlos en manos.

 

Sintió aquella presión, ese dolor que llegaba después del llanto el cual intentó calmar con un nuevo trago.

Se dejó caer en la silla que se encontraba en su escritorio y se animó a soltar el vaso y la botella para recargarse en el respaldo. Sintió ganas de reír y simplemente no se pudo contener al pensar que en ese momento seguramente Harry se encontraba en los brazos de un nuevo amante, sonriéndole como solía sonreírle a él y diciéndole falsas palabras de amor. Pobre idiota aquel que había caído en la trampa de esos ojos verdes, seguramente no se daba cuenta de que nada más estaba siendo utilizado para satisfacer los caprichos y ambiciones del rizado.

Pobre diablo aquel que en ese momento estaba siendo engañado y se estaba dejando envenenar por aquellos dulces y tóxicos labios llenos de pecado.

 

-          Idiota – murmuró sin dejar de reír y llorar al mismo tiempo.

 

De repente se detuvo mirando un punto muerto en la pared. Estaba seguro de que después de que Harry descubriera que aquel hombre no podía darle todo lo que deseaba, se desharía de él como si fuera escoria y después volvería a sus brazos suplicándole perdón puesto que nadie le daría lo que Zayn sin condiciones le había dado.

Era claro, estaba con un amante de momento, después lo dejaría para volver a casa… ¿Pero si no sucedía? Es decir, si sus deducciones no eran las correctas como lo habían sido al momento de salir a buscarlo cuando logró escaparse, tendría que redoblar esfuerzos para encontrarlo y si lo encontraba con alguien más ni siquiera estaba seguro de cómo reaccionaría, pero claramente tendría que darle un castigo.

Miró la biblia que se encontraba en su escritorio disfrazada de un libro más, común y corriente y sin más la idea de la perfecta venganza para Harry y su asqueroso amante llegó a su mente… los haría arder en las llamas del infierno… aquel infierno en el que deberían de estar por su infidelidad.

 

 

 

 

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