The Lying Game |One Direction|

Siempre me han gustado los atardeceres. No hay nada más placentero que sentarse y esperar que el cielo se tiña de calurosas tonalidades, formando un patrón único e imposible de imitar.
Josh decía que, algún día, sería capaz de pintarlo a la perfección con las acuarelas que el mismo me había comprado. Él tenía fe en mí, y supongo que es por eso que ya no está más en este mundo: era demasiado bueno como para seguir aquí. Me gusta pensar que se ha ido a un lugar mejor, a una tierra secreta donde todas las buenas personas se trasladan luego de morir.
– ¿Pensando?
Dirijo mi mirada hacia Tyler, quien se ha sentado en la silla reclinable más cercana. Al igual que yo, tiene una copa de vidrio en su mano izquierda y un canapé de atún en la otra.
Emma hizo unos aperitivos hoy por el mediodía, previendo que estaríamos famélicos luego de toda una tarde de pileta. Si bien nos encontramos en pleno otoño, ha hecho un día tan bueno que podría decirse que aún sufrimos los efectos de un verano caluroso.
– Filosofando, mejor dicho.
Asiente. Lleva la copa de vino a sus labios e ingiere un poco del brebaje.
– ¿Estás mejor?
– Supongo.
Mi vista vuelve al cielo, sin concentrarme ya en los colores y tonalidades que hace minutos me tenían atrapada.
Me pregunto cuan preocupada he tenido a mis amigos estos últimos días, desde lo sucedido con Harry. Hace ya cuatro noches que he estado durmiendo aquí, en la casa de los Marshall, todo debido al gran escándalo mediático que terminó colapsando las pocas neuronas que me mantengo – o mantenía, mejor dicho – vivas en mi cabeza.
– Lib, debes alejarte de él.
¿Cuántas veces he escuchado esa frase esta semana? Me es imposible contar tal cantidad con mis diez dedos dado que rebosa el triple o el cuádruple de estos.
Luego de que Styles y yo tomáramos unos cafés juntos, los comentarios acerca de nuestra relación y todo lo relacionado con Larry no hicieron más que empeorar. Criticas por Twitter y Facebook, y visitas a mi Universidad. Éste último tipo de acoso fue el que me hizo explotar, llevándome al borde la locura. Tuve que exiliarme con mis amigos a petición de Eleanor, quien no se encontraba muy contenta con lo que Harry y había hecho (y supongo que tampoco lo debe estar ahora).
– No es como si haya ido por mi propia voluntad – mascullo.
– Como sea, tú solo mantente a un lado.
La puerta trasera se abre y la rubia sale al patio, llevando una pequeña bandeja de madera en sus manos con varios canapés y su propia copa de vino tinto. Su genuina sonrisa me recuerda los buenos momentos, aquellos en los que podía sonreír sin tener que forzar mis labios.
– ¿De qué hablan?
– Le estaba contando a tu hermano de la vez que perdiste la virginidad con Jamie Harvard.
– ¡¿Perdiste la virginidad con mi mejor amigo?! – Tyler se levanta de su silla, sujetando las manos sobre su cabello y amenazando con arrancárselo.
Las mejillas de Emma se tiñen de un rojo potente, causando que una gran carcajada sea expulsada de mi garganta. Me fulmina con su mirada y luego comienza a explicarle que es tan solo una más de mis bromas idiotas y sin sentido, lo cual es totalmente cierto. De hecho, la pequeña rubia es virgen actualmente, lo cual hace imposible que mis palabras sean ciertas.
– Un día de estos terminaré matándote, Calder.
Muevo mi cabeza para arriba y abajo, dando a entender que estoy completamente de acuerdo con su comentario. Luego todos estallamos en risas.
Estos son buenos amigos.



Liam recoge mi bolso y lo coloca sobre su hombro pese a mis quejas. Le he dicho una docena de veces que puedo hacerlo sola pero se niega a escucharme. Según lo que me ha contado, su código de hombre no le permite ver a mujeres realizando un trabajo cuando él puede hacerlo.
Caballerosidad, algo que no se ve mucho en estos días.
– ¿Lista para volver a casa? – pregunta.
Sonrío, insegura de responderle. La verdad es que, a pesar de los buenos momentos que he pasado en la casa de los Marshall, el tema de la prensa no se ha ido de mi cabeza ni en un solo momento. El hecho de que me sigan para todos lados me hace sentir enferma, aun cuando sé que no he hecho nada malo como para merecerlo. Y encarar a mi hermana, su novio y sus mejores amigos no es algo para lo que estoy preparada, no todavía.
El castaño toma mi silencio como una invitación a proceder hacia la casa. Le sigo un poco de lejos, incapaz de acelerar mi marcha para poder alcanzarlo. Sus piernas son tan largas y rápidas que, a comparación de las mías, parecen las de un corredor de maratones.
Paul nos saluda con una sonrisa y un «¿Cómo están?». Intercambiamos unas pocas palabras con él mientras nos abre la puerta principal.
Una vez adentro, el olor a panecillos recién horneados inunda mi nariz y me hace querer vomitar. Mi hermana es de cocinar en los momentos difíciles, y cada vez que lo hace alguien termina dentro del hospital por intoxicación. La última vez fue Niall, quien comió demasiado de su pavo a pesar de que estaba mal horneado.
– ¡Llegamos! – anuncia Liam, tirando el bolso a su paso.
Louis sale de la cocina con una mueca de desagrado en su rostro. Lleva una camiseta de AC/DC – deduzco que es de Harry, puesto que a tan solo a él le gusta la banda – y unos pantalones cortos a cuadrillé. Atrás de él viene Eleanor, quien ha colocado un delantal en su menudo cuerpo y se sujeta su cabello con un lápiz de colorear.
– ¡Lib!
Tomlinson me levanta en el aire con sus toscas manos, provocando un leve mareo en mi interior. Le grito para que me baje pero no parece escucharme. Está demasiado concentrado en hacerme dar vueltas y más vueltas, emocionado por verme aquí nuevamente. Niall me ha dicho, mediante una llamada telefónica, que temía porque no regresara nunca. No es que no me lo haya pensado.
– Deja a mi hermana, grandulón – Eleanor le pega una sartén en la cabeza, apartándolo y librándome de sus garras. Luego me da un gran abrazo y expresa lo mucho que se me ha extrañado estos días – ¿Cómo lo has pasado?
Le explico, brevemente, como han sido mis tardes y noches en lo de los Marshall. Omito que he estado pensando en Josh y todo lo relacionado con Harry, y saco a relucir una posible fiesta el sábado por la noche. Mientras hablo acerca de todo esto, nos trasladamos a la cocina y esperamos a que los panecillos terminen de cocinarse. Liam y Louis se van al garaje para arreglar no sé qué cosa en el auto del último.
– Hablando de fiestas, creo que tenemos una mañana por la noche – interrumpe Styles, cuya presencia no había notado antes. Lleva una camiseta roja de Louis, lo que confirma el intercambio de vestuario.
La castaña se atraganta con su jugo de naranja, produciendo carcajadas en el susodicho. Le lanzo una de mis miradas para que se calle.
– No dejaré que mi hermana se exponga a los medios nuevamente – medio murmura, medio tose –. Estás loco si crees que la llevaré.
Asiento, dándole la razón. Lo que menos quiero es enfrentarme a la prensa en estos momentos, estando tan frágil y desequilibrada. Las fans lanzan comentarios que duelen, sí, pero los periodistas son mucho peor; ellos tienen la capacidad de hacerte sentir una mierda con tan solo dos pequeñas palabras.
– Vamos, Lib. ¡Será divertido!
Se sienta a mi lado, rozando sus piernas con las mías. Una gran y falsa sonrisa adorna sus labios rosados y carnosos. Tal como lo hace con sus víctimas femeninas, busca atraparme con sus imbéciles pero completamente factibles miradas y actos.
Buena suerte la mía, puesto que lo conozco lo suficiente como para darme cuenta de sus propósitos.
– No quiero.
– Ed estará allí…
Pongo los ojos en blanco. Sí, bien, tengo un pequeño vicio por el pelirrojo que toca maravillas con su guitarra, ¡Pero nunca dejaría arrastrarme a esa locura por él! Además, conociendo la capacidad de mentir del ojiverde, lo más probable es que Sheeran no vaya a la fiesta.
– Ya te dije que no.
Se incorpora, moviendo la mesa a su paso. Sus ojos se oscurecen y las manchas rojas en sus cachetes no tardan en aparecer.
– ¡Tienes que hacerlo! – grita.
Miro a la castaña, quien se nota igual de asustada que yo. Me alegra no ser la única sorprendida y atemorizada en la situación. La mayor parte del tiempo ella juega para el otro bando, aquel que sabe todo y no dice nada.
– Styles…
– ¿Qué fue ese grito?
Zayn y Niall se asoman por la puerta, cada uno con su propia cara de espanto. La furia de Harry no hace más que aumentar al verlos.
– ¡Esta imbécil no quiere venir a la fiesta!
Llevo las manos hacia mi rostro, negando con la cabeza. Intento no enojarme por sus palabras, dado a que solo lo dice por puro despecho. No sé por qué es tan importante que vaya a ese estúpido acontecimiento, pero debe de ser por algo grande para que pierda los estribos de este modo.
Me decepciono a mí misma buscando excusas para su comportamiento, sí, pero me es inevitable no hacerlo.
– Si la tratas de ese modo por supuesto que no irá, Haroldo – le explica Niall dulcemente –. Tal vez si lo intentas de otro modo…
Malik intenta detenerlo, pero es demasiado tarde para cuando lo hace. Si hay algo peor que insultar al castaño en un momento de furia, es tratarlo como un pequeño infante con poca capacidad de razonar por sí mismo.
– ¡¿Pero qué me crees?! ¡¿Estúpido?! – el tono de su voz aumenta hasta llegar al máximo posible, quemando los tímpanos de cada sujeto que habita a su alrededor – ¡No soy un puto idiota al que tienes que adornarle las frases, rubio teñido!
Auch.
– Harold, te estás pasando – advierte el moreno.
Pequeñas lágrimas caen del rostro de Horan, mostrando lo mucho que le han afectado sus palabras.
– Yo solo quería ayudar.
Mi corazón se enternece ante sus palabras. ¿Es que puede haber alguien más tierno que el pobre rubio? No es su culpa haber agarrado el decolorante y el pote de tintura cuando apenas era un adolescente.
– ¿En serio? – sus palabras son casi un murmullo, y por un momento creo que se ha calmado por completo – ¡Pues entonces deja de arruinar mi vida o ayúdame con esto!
Para mí completo asombro, todos se quedan callados y con las cabezas gachas. Ni siquiera Zayn se atreve a rebatir las palabras de Styles, lo cual me hace preguntar varias cosas. ¿Ha dicho enserio lo de arruinarle la vida?
– Libby – Niall me mira con pura lástima mientras más lágrimas caen de sus preciosos ojos azulados –, ¿Puedes venir a la fiesta de mañana?
Quiero preguntar que ha sido todo esto; por qué se han hablado de este modo y qué tiene que ver la felicidad de uno con el otro. Sin embargo – siendo completamente cobarde por naturaleza –, dejo pasar el interrogatorio para algún momento menos tendencioso.
Y asiento.

Le hecho un vistazo al placar, confirmando mis sospechas: no tengo nada lo suficientemente presentable como para ir a la fiesta además del vestido que Eleanor me ha comprado esta tarde. Y eso bastante terrible, puesto que el pedazo de tela no parece dejar casi nada a la imaginación. ¿Es que todas las jóvenes del siglo veintiuno se visten como prostitutas? Detesto tener que seguir la corriente de la moda actual.
Intentando no pensarlo demasiado, deslizo la suave tela sobre mi cuerpo y coloco los tacones sobre mis pies. Me miro al espejo, encontrándome con un vestido negro ceñido a la cintura y holgado en las piernas que llega hasta menos de la mitad del muslo, con un escote circular y mangas largas de encaje; y unos tacones de diez centímetros llenos de purpurina oscura en forma ovalada. Luego le doy una mirada a mi cabello castaño, lacio al comienzo y con leves rulos en las puntas. Tan solo me falta un poco de rímel, delineador y brillo en los labios; tal vez incluso me anime a un poco de colorete en las mejillas.
– ¿Lib?
Doy media vuelta, encontrándome con la mirada aprobatoria de Eleanor. Tiene un vestido rojo tubo en su cuerpo, y sus pies están adornados con unos preciosos tacones color plata antigua. Se ha aplicado un color carmesí en sus labios, resaltando el color pálido de su piel y logrando un efecto totalmente envidiable.
– Estás preciosa – le digo.
– Tú también. Ahora déjame ponerte esto.
Coloca un collar de perlas sobre mi cuello, dándole un aspecto más antiguo y refinado a mi look.
– Es hermoso, ¿De dónde lo sacaste?
Su rostro se tiñe en melancolía, y por un momento me atemorizo por la posibilidad de que empiece a llorar.
– Era de la abuela.
Asiento, sabiendo que no hay nada más que decir. Si no queremos estropear nuestro maquillaje debemos cortar con el sentimentalismo de una buena vez, antes de que terminemos llorando como dos magdalenas.
– Si algo te molesta nos iremos, ¿De acuerdo?
Terminamos de retocar algunos puntos de nuestro aspecto juntas y bajamos a la sala de estar, donde Harry, Louis y Niall nos están esperando con sus jeans ajustados, camisas holgadas y zapatos de diseño. Si bien a los tres les sienta bien el atuendo, debo admitir que el ojiverde es quien mejor se ve en pantalones ajustados.
– De ninguna manera.
El rubio se ríe por lo bajo, y Tomlinson no tarda en acoplarse. Styles los ve a los dos con cara de pocos amigos y luego dirige su mirada hacia mí, examinándome con sus ojos de halcón.
– ¿Qué no tienes algo más largo que ponerte?
Pongo los ojos en blanco, ignorando por completo su comentario. Sus constantes cambios de humor me marean y confunden, forman una bruma en mi cabeza incapaz de diluir. Hace veinticuatro horas estaba gritándome que era una imbécil, ¿Y ahora se preocupa por mí?
Los rostros de mis dos amigos ya están morados debido al estallido de risas. No hacen más que sujetar sus estómagos y lanzar pequeñas lágrimas por sus aguados ojos.
– Ustedes, dejen de reírse – señala mi hermana –. Tú, deja la escena celos.
Harry se pone completamente serio y masculla algo que no llego a oír, pero que el par de bufones sí. El coro de risas sigue inundando el lugar, provocando que mi cabeza se queje en mil formas. Me va a dar una terrible jaqueca si no paran con su pequeño show de una vez por todas.
Cuando se callan – doy gracias a mis súplicas internas –, ingresamos al coche de Niall y nos dirigimos hacia la celebración.

El rubio pasa su mano por mi cintura y corremos por la alfombra color crema, escapando de las cámaras. Una vez que estamos dentro me suelta, regalándome una de sus tiernas sonrisas y dando a entender que todo ha salido según lo planeado. Eleanor, Louis y Harry entran un poco después, con sus rostros menos felices que los nuestros.
Estamos en una de las famosas fiestas de Cara, la mejor amiga del ruloso. Como es de esperar, el boliche está lleno de famosos y modelos reconocidas mundialmente. ¡Incluso mi nueva amiga Taylor está aquí! Me pregunto cuándo es que se irá a su país y dejará de jodernos la vida a todos.
– ¡Libby! – me da un gran abrazo, asfixiándome en el proceso. Intento quitármela de encima con todas mis fuerzas, pero está tan ebria que ni siquiera se da cuenta de mis débiles intentos – Estoy tan contenta de que estés aquí.
Quiero echarme a reír por lo sinceramente terrible que ha sonado esa frase en sus labios. ¿Es que puedo tener más mala suerte? No solo me toca lidiar con esta rubia, sino también con su borrachera de sinceridades.
– Y yo también. No sabes lo mucho que me ha insistido Harry para que me apurara, quería verte lo más pronto posible.
El rostro de Styles se pone de piedra, mostrando su típica mueca de fastidio. Le doy una pequeña sonrisa y me alejo justo a tiempo, no sin antes ver como Swift se le tira a los brazos y comienza a manosearlo. Oh sí, no hay mejor venganza que aquella que se come fría. Algo me dice que no tendrá una erección durante mucho tiempo.
Comienzo a caminar por sobre la pista de baile, mirando cada rostro que baila o simplemente bebe por los costados más apartados del bullicio. Bárbara Palvin, las integrantes de Little Mix – excepto Perrie, quien debe venir con Zayn –, The Wanted y un montón más de personas reconocidas por la prensa y el mundo de las celebridades.
El rubio no tarda en seguirme durante mi recorrido, entregándome un vaso de plástico en el proceso. Lo ingiero sin preguntar qué es, muy segura de que se debe de tratar de una mezcla de vodka con jugo de naranja, o tal vez alguna bebida gaseosa que ha pasado mucho tiempo destapada.
Luego de terminarlo vamos a buscar más, y así repetimos la acción con los siguientes cinco vasos.
No sé cuándo tiempo ha pasado, ni por qué estoy bailando con el rubio una canción de Ellie Goulding que me parece asquerosa. Solo tengo en claro que debo seguir moviendo mi cuerpo y mi cabello, puesto que así es como me siento totalmente libre.
Hace mucho tiempo que no experimento algo como esto, este tipo de descontrol que no puedo explicar muy bien pero que, de una manera extraña, me hace sentir feliz y alegre, como si no hubiese nada que me gustará hacer más que vivir el aquí y el ahora.
Siento un par de manos colocarse en mi cintura, e instintivamente doy vuelta mi rostro para mirar al dueño de éstas. Un hermoso pelirrojo me mira sonriente, mostrando sus preciosos hoyuelos.
– ¡Ed!
Me abalanzo sobre él, llevando mis manos hacia su cuello. Sheeran no hace más que reír y corresponderme el abrazo, igual de alegre de verme. Si hay alguien más sincero que mi amigo el irlandés, ese es el señor Sheeran de las canciones melosas.
– ¿Me acompañas a buscar algo de tomar? – pregunta a mi oído.
Asiento, tomando su mano para dirigirnos a la barra. Allí pedimos unos shots de tequilas y competimos, sumando a unas cuantas personas más a la apuesta. Quien pierda deberá bailar por todo el local desnudo, o al menos eso hemos dicho.
Finalmente, un tal Nathan Sykes cae y debe cumplir con su promesa. Según lo que me han dicho, no es muy amigo de los chicos.
– ¿Superaste a mi amigo, eh? –uno de los chicos que le había estado alentando se acerca a mí, mostrando sus blanquecinos dientes en una perfecta sonrisa.
Le sonrío de vuelta, muy concentrada en aquellos preciosos ojos que tanto me gustan, aunque no sé muy bien por qué lo hacen. Supongo que siempre me gustaron los calvos. ¿O es que los odio?
– Era un bebé – río.
Se acopla a mi carcajada, como si lo que he dicho anteriormente hubiese sido lo más gracioso del mundo. ¿Lo fue, verdad? Seguramente que sí.
– ¿Eres la hermana de Calder?
Doy un gesto afirmativo, bebiendo el último vaso que Ed me ha puesto en la barra antes de irse con una morena de piernas largas hacia quién sabe dónde. Sonrío, no he visto en toda la noche a Styles así que esto no puede ser mejor.
Intento levantarme del taburete y fracaso, provocando la burla en mi nuevo amigo. Sé que estoy completamente ebria de pies a cabeza, pero algo en su tono de voz me indica que es el amor de mi vida. ¡Qué loco!
– ¿Y tú eres…?
– Max George, dulzura.
Sé que conozco su nombre de alguna parte, pero no puedo recordar muy bien de dónde. Tal vez es algún amigo de Louis; él siempre se habla con todo el mundo y mantiene contactos por todas las áreas. ¿Por qué no me lo ha presentado antes? ¡Es hermoso!
– Lindo nombre, Maxie – mascullo, no muy segura de haber dicho su nombre correctamente. ¿Qué diminutivo hay para Max? ¿O George será su nombre?
– Lindas piernas, hermana de Calder – contraataca, acercándome aún más hacia mi cuerpo y posando sus manos en mi cintura.
– Libby.
Pronuncio mi nombre, pero éste no suena tan genial como el suyo. Doy un pequeño puchero, frunciendo mis labios en una forma bastante estúpida e infantil.
Lo siguiente que sé es que sus labios están sobre los míos, y que sus manos escanean todo mi cuerpo. Pasa por mis rodillas hasta mis muslos, se detiene en la cubierta de mi vestido y comienza a adentrarse por debajo de ésta. Su lengua le pide paso a mis dientes y no dudo ni siquiera por un segundo en aceptarlo.
Poco a poco vamos apretando aún más nuestros cuerpos, deseosos por conocer más del otro. Coloco mis manos sobre su cuello y comienzo a jalar su cabello, aunque pronto me doy cuenta de que no hay nada que jalar y de que solo estoy acariciando su calvicie.
Parecen horas desde que rozamos nuestros labios por primera vez, y días desde que he dejado a esa rubia con Styles. Los segundos parecen horas y los minutos años, acentuando el sentimiento de irrealidad dentro de mi cuerpo.
El sol estalla sobre mi cabeza y las sábanas blancas se entrelazan sobre mi cuerpo.
Que buena noche.