Special A!

Landon Liboiron.

Podría hacer una larga lista respecto a las desventajas que implicaban pertenecer a Special A. Como primer punto, estaría obviamente el trabajo extra al cual debemos someternos (tomando en cuenta ambas partes; desde nuestro servicio obligatorio reparando el desastre causado, hasta tener que leer tres veces más que el alumno promedio en el Tomlinson College); claro, para mantener nuestro puesto, o quién sabe…, incluso subir en el podio.

Mientras que mis solos pensamientos son capaces de trasportarme fácilmente a la comodidad de mi casa, mis ojos siguen recorriendo la firme pared de concreto que se encuentra justo en frente de mí, siendo pintada por una extraña mezcla entre lavanda y un verde que nunca antes había visto.

El salón 3C. A diferencia de muchas otras aulas, el salón 3C tiene una apariencia un tanto particular: sus paredes de concreto sólido estaban recubiertas por unas dos capas gruesas de pintura (antes de que nos asignaran remodelarlo, obviamente), el tablero ocupa casi la totalidad una de las cuatro paredes (que ayudaba a que la latosa sensación de estar encerrado en una caja me saciara con mucha más rapidez, más de la que representaba el solo hecho de entrar en él) y claro, también contaba con un suelo de linóleo, el cual consistía en una combinación de cuadros grises y blancos. Tiene el aspecto de un hospital, lo cual solo aumentan el desagrado de la mayoría del alumnado y los casi incontrolables impulsos al salto de la clase que dictaba el Señor Rutherford, algo que hasta Arizona hacía ocasionalmente junto a Kelsey.

Después de una de las tardes más engorrosas de mi vida, mi destino no hacía más que desestimar todo ápice de buena energía que me llegara; por lo que después de proferir una gran cantidad de palabras mal-sonantes al aire durante unos quince minutos, no tuve más opción que acceder a volver en la mañana, para darle una segunda capa de pintura al dichoso salón. Asimismo, mis movimientos se coordinaban al compás del sonido que la brisa producía al chocar con las paredes, o pequeñas corrientes que se colaban y aparentaban silbidos, que para mi gusto, no eran muy soportables.

También, entre las constantes ráfagas de pensamientos (los cuales en su gran mayoría no llegaban a ser más que divagaciones interiores), estaba aquella chica al lado opuesto del salón. Arizona no me ha hablado desde hace dos días, cuando pasamos la tarde terminando el odioso trabajo de Historia. Superficialmente, puedo decir con la barbilla apuntando al horizonte, que su actitud de indiferencia no me afecta para nada; pero, cada vez que lo repito en mi cabeza, menos credibilidad toma dichas palabras.

«Todo el tiempo que he pasado con ella, conociendo una parte de ella que probablemente la única que alguna vez la ha visto es Kelsey, me ha afectado—repongo en mi mente, frunciendo el entrecejo—. Y ahora regresa con su inmensurable indiferencia hacía mí. ¡Demonios!».

Un amago de sonrisa cruza por mi rostro, terminando como una mueca formada por la ligera inclinación de una de mis comisuras. Al menos puedo resaltar el hecho de que probablemente, nuestras interacciones no serían peores que las suyas con Skylar o Harry.

Recargo el peso de mi cuerpo entre la pared trasera y el último pupitre de la primera fila.

Cualquiera que entrara en este momento se quedaría fácilmente sorprendido por la cantidad de tensión que contiene el ambiente, capaz de dejarte sin habla, para quedarte observando en rededor. Aquello actúa como un detonante ante mis impulsos reprimidos; claramente, no encabezo la lista de «con-quién-ser-agradable» de Arizona, incluso, creo que ni llego a los diez primeros puestos en el podio. Ella era diferente con Kelsey, desplegando esa hermosa sonrisa que tiene, cosa que muy pocas personas pueden llegar a apreciar verdaderamente. Arizona está en el puesto 12, lo que creo que la sorprende hasta a sí misma, tanto, o incluso un poco más de lo que lo hace el hecho de que yo no sé nada más, ni nada menos, que el puesto 11, y por consecuencia, su mayor contrincante por el momento.

—¡Eh! ¡Landon! —me llama.

Giro sobre mis talones como si aquello fuera un reflejo automático de mi organismo.

La morena está en puntitas, intentando colgar un viejo mapamundi que la señora Tomlinson nos había encargado poner. Es viejo y estaba colmado por una gruesa capa de polvo, por lo que Arizona se lo llevo el día anterior para limpiarlo ella misma en su morada. Aun trato de comprender su propósito en la clase del profesor Rutherford. Después de todo, su campo de enseñanza no abarca un tópico específico; incluso, por lo que más recuerdo, la última lección de estos días trataba sobre la cultura budista, acompañado por sus extrañas creencias de interrelación entre las cosas.

Con unos siete pasos atravieso el aula, tal vez demasiado rápido, lo que probablemente pueda llegar a hacerme ver como desesperado, o incluso emocionado de su pequeña y cruda interacción de palabras.

—Vamos, déjamelo a mí —le digo, tomando el material de entre sus manos—. Ya está.

Ella retrocede un par de pasos. Ladea su cabeza de izquierda a derecha, tratando de apreciarlo desde una perspectiva más grande y comprobar la correcta posición que ya mantiene. En su rostro aparece un gesto de confusión: frunce con sutileza el ceño, ocasionando que sus dos cejas casi se junten por ello; su cabello tapa la mitad de su ojo derecho, debido a que su cabeza quedo levemente inclinada para ese mismo lado.

Sin analizarlo mucho, me acerco dos pasos a ella, que todavía está inmóvil. Con mi mano izquierda retiro con cuidado el mechón que le obstruye una cuarta parte de su vista.

—¿¡Qué mier…!? —profiere, apartándose como lo haces cuando tu mano se quema o cuando un pequeño mosquito te molesta justo antes de ir a dormir.

Bufo y levanto mis manos, haciendo una señal de rendición.

—Tenías el cabello en tu ojo.

Ella me mira de hito en hito. Quizás está tratando de hallar una sombra de sonrisa en la mueca de confusión que mantengo. Sí, eso debe ser, porque después de un buen momento, su semblante de ablanda y se disipa la mayor parte del enojo instantáneo.

Recargo nuevamente mi peso, esta vez en la pared que hay a mis espaldas, la cual está completamente seca ahora. Enredo ambos brazos a la altura de mi pecho, disminuyendo la vibración de mi pecho ocasionada por la estrepitosa carcajada que se desprendió de mis labios de repente. Definitivamente,  Arizona es la representación clara de uno de aquellos caninos pequeños y rabiosos, dispuestos a atacar a quienquiera y en cualquier momento.

—Eres insufrible, Landon. ¿Lo sabías?

—Creo que mi hermana se encarga de recordármelo cada vez que puede—le respondo, cambiando la posición de mis pies; Arizona se limita a bufar, al compás de que me lanza una mirada de advertencia—. ¿Y sabes? Tú eras mucho más agradable hace un par de días.

Ella toma su pequeña mochila y la acomoda sobre su hombro, desviando su mirada cuando por momentos conecta con mis ojos. Sin previo aviso, se encamina a la salida, dejándome esta vez con un sabor de desconsiento entre mis dientes.
La tomo del brazo cuando da solo un par de pasos con la intención de alejarse.

—¡Oye! ¿A dónde vas?

Arizona se remueve y aparta mi mano.

—No te incumbe, me debo ir ya—dice, molesta. Lo sé porque muerde el interior de su mejilla justo después de eso, generando un pequeño hoyuelo en la misma.

Hago un esfuerzo para no gritarle en reclamo por su actitud inmadura de repente.

Es más que claro que no me sería conveniente ser víctima de un ataque de vehemencia de su parte. No cuando la última vez Kelsey se vio obligada a sostenerla por la cintura para evitar que se lanzara a Harry, después un gran cortejo de improperios con más gracia y detenimiento que cualquier otro. Incluso, estoy casi segura que en aquella ocasión se mezclaron unos dos o tres idiomas de por medio, lo que solo provocó más conmoción entre toda la población heterogénea de estudiantes que se encontraba en los jardines posteriores en aquella hora libre.

Incluso, antes de que mis pensamientos no hicieran más que decirme que debía dejarla, ella se retiró del salón; no corriendo, pero tampoco titubeo ante sus acciones.

Froto ambas manos contra mi sien, tratando de liberar la poca tensión acumulada.

—¡Maldita sea, Arizona!



Diecinueve minutos. Llevaba tan solo diecinueve minutos parado allí, divagando con la mirada hacía el complejo de tiro con arco detrás de la ventana que se hallaba en la otra punta del salón. Atrás también se encontraba una pequeña colina, con una leve inclinación, que conducía a un pequeño lago de agua cristalina. Mi madre dice que en los primeros años del Tomlinson College estudiantes de escuelas cercanas eran invitados por el alumnado y nadaban allí. Ahora considerar esa posibilidad es casi inhumano; el poco calor que nos colma en finales de primavera y todo verano, apenas nos sacia para el otoño, por lo que sería un intento casi de suicidio enfrentarse al agua natural en cualquier época del año, en lo que a mí respecta.

Siendo sincero, creía poder salvarme de la colaboración obligatoria en la feria de ciencias. Fue imposible. Mis vanos intentos de persuadir a la señora Tomlinson casi me hunden, la directora actuó incluso más fuerte y decidida que de costumbre, amenazándome con un castigo mucho peor si trataba de negarme nuevamente.

Oportunamente, aparece de la nada frente a mí. Mantiene una amplia sonrisa y lleva su cabello perfectamente recogido en lo alto de su cabeza. A su lado, está Louis, con una expresión no muy diferente a la mía. Ella me mira con detenimiento, analizando de pies a cabeza mi uniforme, el cual debíamos llevar por petición suya. Después de unos cuantos segundos, mira la fila de papeles que mantiene sostenidos entre su brazo izquierdo y su torso, luego se dirige a mí:

—Landon, junto con Arizona debes ocuparte de las ubicaciones principales de las diferentes instituciones—me dice, sonriendo—. Cada estudiante debe tener un distintivo. —De entre los papeles inferiores, saca un sobre amarillento. Me lo entrega—. Deben entregar una a cada estudiante que pase por la puerta y tenga algo que exponer.

Tomo el sobre e intento que una buena sonrisa salga por mis labios, lo que es casi imposible.

—Claro.

Llevo mi mano a la cabeza, mientras me acerco a la puerta, por la que hace uno pocos segundos vi salir a Arizona. Sostengo la puerta con mi mano mientras intento localizarla con la mirada. Los estudiantes comienzan a llegar, y mientras más rápido terminemos lo que nos toca a cada pareja, más rápido podremos huir de ahí.

—¡Arizona!—grito al aire, esperado encontrarla. Al parecer salió corriendo y se escabulló por entre la gran multitud que estaba allí.
Pequeños grupos de estudiantes estaban aislados unos de otros. Cada grupo contaba con unos cinco o siete miembros, perfectamente uniformados según la institución a la que pertenecían. Realmente no creo que tantas personas puedan caer en el invernadero, aun sabiendo lo grande que es.

Dejando de divagar visualmente, vuelvo mi cuerpo hacía el edificio. Si debía terminar por mi cuenta nuestro deber, lo haría. Por mi propio bien, mientras los minutos aumentaban mi nivel de irritación, trataba de encontrarle un lado positivo al hecho de pasar tanto tiempo extra en el instituto, que en última estancia, no había nada.



—Gracias—me dice una chica, sonriendo.

—No hay de que—le respondo, para después tomar un gran trago del café que sostenía con mi otra mano.

Ella asiente. Se da la vuelta y se dirige a su estación, dando paso al siguiente. La chica, aunque con la cabeza gacha, mantiene un aspecto un tanto familiar…, mucho, diría yo.

—¿Apellido? —pregunto, con el sobre entre las manos.

— Hussien.

Y una luz se enciende en mi cabeza.

—Eres la prima de Arizona, ¿no?

Claro, recuerdo cuando la había visto el mismo día del trabajo. Ella había ido por la morena aquel día, por motivo de una esperada reunión familiar. A los ojos de cualquiera, pueden pasar como hermanas, porque si las miras bien, la única diferencia digna de resaltar era el color de su piel; mientras que la de Arizona era de un  color aceitunado, la de su relativa era mucho más clara, casi incandescente, a decir verdad.

Ella asiente.

—Toma—digo, y extiendo su distintivo.

Antes de siquiera poder contestar, Arizona aparece a su lado, torneando sus brazos en un gran abrazo. Valla, y la lista de personas a las que era agradable crece cada vez más. Unos cuantos segundos después, la suelta, para rodear la mesa y sentarse en la silla que tengo al lado.

Al parecer, está de buen humor, o mordiendo muy fuerte su lengua mientras sonríe ampliamente y entrega los distintivos correspondientes. Aunque, claro, eso no la detiene para mirarme intensamente cada cinco minutos aproximadamente, tal como lo hace un toro a su torero, a lo que me limito a suspirar y seguir con mi trabajo.

Unos veinte minutos más tarde, por fin terminamos.

La feria está aparentemente perfecta, aunque se escuchan los molestos parloteos de la mayoría de las voces juntas.

Mis posibilidades de salir rápidamente, se esfumaron cuando la señora Tomlinson me retuvo en la entrada hace unos segundos, diciendo que no podía irme, no hasta que todo terminara. Probablemente también nos toque organizar el desorden que quede posteriormente, aunque ella misma me había asegurado que solo necesitaba informarnos algo sumamente importante para todos los miembros de Special A.

Me siento en el sillón que suelo ocupar ocasionalmente en las tardes, el cual, para mi fortuna, se encuentra bastante alejado de todo.
A lo lejos diviso a Arizona platicando con Kelsey; sus brazos se mueven de arriba hacia abajo, su cabeza también niega en algunas veces, como si estuvieran discutiendo, lo que sería posible, si la risa de Kelsey no se escuchara desde aquí. Su charla sigue por unos cuantos segundos, dejándome en repetidas veces la satisfacción de ver su sonrisa. Pronto, mi vista capto un tercero, que sin previo aviso paso su brazo por los hombros de la morena.

Mi cuerpo se tensa y mi mandíbula se proyecta hacia abajo, dando un deje molesto a mi postura.

El Jhon Doe saluda a Kelsey con entusiasmo, pero cuando se vuelve para la morena, no es igual. El cretino besa a Arizona, mientras Kelsey les mira riendo. Pero para mí, aquello no es nada gracioso.

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¡Finalmente tuve tiempo de comentar esto! casi quedo calva, al menos puedo usar peluca. Anyway, hablo de que tu forma de narrar es tan fascinante, te admiro al cien por ciento. Landon, por otro lado, es alguien con quien me gustaría entablar una relación amistosa, idk, tiene cierto toque de mi personalidad lo cual es raro. Difícilmente encuentro a alguien que me entiende de cierta forma. ¿Qué más puedo decirte? salvo que me encanto mucho el capítulo, y que espero mucho más de Arizona y Landon, aunque ella lo trate como a la mierda :roll:
Subo entre mañana y él sábado :c