don't open dead inside {novela colectiva}

Bravern, Seattle.


Charline Giggles es una importante blogger de moda americana; yo como buena hija la he acompañado a la nueva boutique Alberta Ferretti que se ha abierto en el mall más grande de Bravern. Charline se porta como una niña en navidad desde que estuvo en la última semana de la moda en Milán, sencillamente se ha enamorado de esos vestidos inspirados en el mediterráneo: etéreos, delicados y abrumadoramente femeninos. Tal y como ella me había estado diciendo, la liviana organza azulada se me ve divinamente, aunque el cierre me pica en la espalda. Me encantaría que mi madre y las personal shoppers dejaran de tratarme como a un maniquí por un momento, pero de buena gana he aceptado pararme aquí como tonta con tal de hacer feliz a mi madre. De hecho, Charline no puede estar más orgullosa de mi.


–Tonya, cariño, ¿por que no caminas un poco? Quiero ver como cae la cola... –me pide en tono melífluo.


Obedientemente bajo de la plataforma y doy algunos pasos para que mi madre tenga mejor vista.


–Te queda precioso –chilla exageradamente.


–Tonya debería ser modelo –comenta Olivia Hughes, la asesora, viendo el porte alto y esbelto de la chica en el espejo que luce la obra maestra de Alberta.


Charline sonríe con modestia fingida. De hecho, acaba de hacer un acuerdo para que yo entre a Heffner Management, la agencia de modelaje it de Seattle. Puesto que es lo que Charline más desea en todo el mundo, quiere que use algo increíble en la fiesta que dará la agencia para presentar sus nuevas adquisiciones. Yo por mi parte, no he tenido que hacer mucho al respecto. Acabo de graduarme de la secundaria, y ya que entre mis habilidades no destaca eso de lo académico... he hecho caso a mi madre y estoy aprovechando lo que la naturaleza me ha dado para hacerse famosa. Firmar con Heffner es un buen comienzo.


Veo mi imagen en los enormes espejos de cuerpo entero. Oh si, me gusta mucho lo que veo. No es un brillante Fendi, o un sofisticado Valentino, pero confío ciegamente en el gusto de mi madre. Le dedico una sonrisa de agradecimiento.


–Pronto, los diseñadores habrán de pagarte por usar su ropa querida –me dice con afecto–. Ahora ve a cambiarte. Richard y Owen no tardarán en llegar.


Voy con paso perezoso al vestidor y me quito el vestido con la ayuda de Olivia. Papá y Owen son dos exitosos abogados que trabajan en la corte suprema en Washington DC y van a llegar a casa esta misma noche; por lo que Charline y yo hemos organizado una fiesta con algunos amigos. Los extraño mucho. Coloco el precioso vestido en la percha y me subo los tirantes del jumpsuit, que es más de mi estilo.


Oigo vagamente el grito de una chica pidiendo ayuda. Me quedo escuchando.


¿Podría venir ese grito de afuera, estando nosotras en el cuarto piso de mall?


Una vez más. Parece que sí, viene de afuera. Salgo del vestidor descalza.


–¿Oísteis eso?


Charline deja de cotorrear con Olivia y me presta atención.


–¿Que dices, cariño?


Me dirijo al enorme ventanal con vista a la playa de estacionamiento. No, no parece haber nada inusual.


–Mmm... nada.


Afuera, en las otras tiendas todo se ve perfectamente normal. Se oye de fondo Tick Of The Clock y las masas de gente compran con tranquilidad en esta tarde de otoño. Entonces, la música se detiene abruptamente, y una alarmada voz sale por los altavoces, haciendose oir en todo el lugar:


–Estimados clientes, esto no es un simulacro. Pedimos atentamente que abandonéis de la forma más ordenada las instalaciones de Bravern Mall. El gobierno acaba de declarar un estado de emergencia en toda la costa del Pacifico. Aparentemente estamos enfrentando un ataque terrorista y...


Posiblemente, si se evitaba decir "ataque terrorista" la gente no hubiera entrado en pánico. De inmediato los elevadores se abarrotan. La voz sigue dando indicaciones acerca de las salidas de emergencia y de mantener la calma, pero nadie escucha.


Olivia, Charline y yo hemos salido hasta la entrada de la boutique para ver que sucede.


–Mamá… –murmuro, algo asustada.


–Tenemos que salir de aquí –Charline ahora se ve muy seria– ¿No tenéis escaleras de emergencia? –le pregunta a Olivia.


Esos elevadores siempre son trampas mortales en caso de emergencia. ¿Es que la gente nunca aprende?


–Id por las escaleras de servicio –dice Olivia– llegaréis al estacionamiento en cinco minutos.


–¿Y tu Oli? ¿No vas a evacuar?


–Ahh... –ella sonríe confiada– no debe ser nada. Cerraré y me quedaré adentro. Tengo mucho inventario que revisar. Ya veréis que en la noche todo volverá a la normalidad.


De verdad parece muy confiada. Tal vez es cierto y no hay por que asustarse. Charline busca su bolso y sus llaves.


–Vale, yo iré primero. Traeré el auto al estacionamiento de servicio. –me mira muy seria– Tonya, cuando te llame bajas rápido.


–Está bien mamá –asiento.


Charline sale de la tienda y desaparece por la modesta escalera de servicio, mientras guardo las compras y Olivia llama a sus empleados para que le ayuden a cerrar la boutique.


Pasan cinco minutos.


Estoy lista para correr a las escaleras, pero Charline todavía no llama. Echo un vistazo hacia el bullicio que hay a unos metros. Algunas personas se han decidido por cuatro pisos de escaleras eléctricas, pero algunos todavía insisten en usar los elevadores. La gente se pelea con un guardia de seguridad, uno de los elevadores parece no funcionar.


–Mierda –oigo maldecir a Olivia, quien también sale afuera– ¡nadie me contesta abajo, ninguna de las siete líneas de soporte! –se queja ante mi cara de interrogación.


No lo sé, pero algo anda muy mal con Charline. Ya van a ser diez minutos...


Entonces se oyen los gritos. Verdaderos gritos de terror.


La gente que se amotina en torno a las puertas de los elevadores se aparta horrorizada cuando esta se abre. Miro. Siento que toda la sangre se drena de mi cuerpo.


Como si una bomba hubiera explotado adentro, hay sangre por todos lados; dos personas estan inclinadas sobre el cuerpo ensangrentado de otra… y se la estan comiendo. Uno de ellos desgarra las entrañas con las manos, mientras el otro muerde directamente con la boca.


Comienzo a sentir arcadas.


Entre gritos y desmayos, la gente se aparta de allí despavorida... pero uno de los caníbales se levanta y rápidamente se lanza al cuello de una pobre chica que se encuentra demasiado cerca. El desgraciado le muerde y no la suelta. Tiene una cara horrible y emite gruñidos sobrehumanos.


El estupecfacto guardia de seguridad ha sacado su arma y le apunta a las horribles criaturas, nervioso y temblando de espanto, cuando el cuerpo de la muerta que sigue dentro del elevador se levanta. Se le ven los huesos de las costillas y las tripas le cuelgan mientras todavía chorrea sangre y otros fluidos. La muerta viva se arrastra, y aferrándose a la pierna del hombre, le arranca un pedazo de carne. El hombre grita. Oigo a Olivia jadear de horror.


Más gritos, por todas partes.


Los muertos persiguen a la gente indefensa, las escenas de carnicería se repiten.


El sistema eléctrico colapsa y todo el lugar se sume en la más completa oscuridad.


Olivia y yo corremos adentro de la boutique antes de que alguien nos vea y nos encerramos en la oficina de administración. Olivia se ve verde por el impacto y comienza a sollozar, histérica. Creo que quiere vomitar.


Los gritos se escuchan por mucho tiempo más. Y lo único que nosotras podemos hacer hacer es acurrucarnos en el suelo, rogando porque esos muertos vivos no vengan a por nosotras también.


Zombies. Muertos vivientes. Finalmente está pasando. El cine y la cultura popular han fantaseado tantas veces con que esto sucediera, que al fin, ha terminado pasando. ¿Que tan malo es? Ya es bastante malo.


–Tonya, Charline… –susurra Olivia, en medio de su histeria.


Miro mi teléfono, no hay llamadas perdidas. Marco el número de mi madre una vez tras otra, pero nunca contesta. Unas lágrimas corren por mi cara en silencio. Ojalá ella este bien.


Se oye un disparo afuera. Dos. Cinco. Alguien habrá usado el arma del guardia, quien ya estará muerto. Por lo menos no seremos las únicas vivas.


Una llamada entra por fin a mi teléfono. Richard Crenshaw.


–¡Papá! –contesto, en medio de las lágrimas.


–Tonya, estas a salvo… –el alivio es enorme en la voz de mi padre– ¿tu madre? ¿Esta contigo?


Le cuento todo lo que ha sucedido y luego le pregunto como están ellos. Al parecer están refugiados en un bunker para diplomáticos. Felizmente nunca llegaron a salir de Washington.


–Escúchame hija –me dice–, no salgas. Quédate exactamente allí. Tu hermano y yo iremos a buscarte, a ti y a Charline –me promete.


Minutos después, la red muere.


Miró el cielo por la ventana sin atreverme a levantarse del suelo. Oscurece. Esta será una noche muy larga.




–¡Tonya!, ¡Tonya! –Olivia me mueve el brazo intentando despertarme.


Despierto. Su cara aterrada y ojerosa me produce escalofríos.


–¿Cómo puedes estar durmiendo? –me dice casi sollozando–. Están afuera de la tienda, he mirado por allí... –señala hacia el exterior desde la puertita de la pequeña oficina donde nos hemos refugiado.


–¿Qué vamos a hacer? –se queja y yo le frunzo el ceño. ¿Me esta preguntando a mi? ¿Quién debería ser la adulta responsable?


Se oyen golpes y gruñidos contra el vidrio del escaparate mas grande de la boutique. Saben que estamos aquí.


Miro mi teléfono. La red está muerta y pronto la batería también lo estará. Charline... solo espero que esté bien.


–¿No hay alguna salida de emergencia desde aquí?


–No, no hay nada... a no ser por... –mira hacia las rejillas de ventilación que hay en la parte superior de la pared de la oficina.


Entiendo.


Ambas empujamos el escritorio hasta el fondo de la pared para que podamos subirnos e intentar forzar las rejillas, para salir por allí. Entonces se oye un estruendo de cristales hechos añicos, y no necesitamos mirar para saber que han entrado. Están dentro de la tienda. Cierro la fuerte puerta de la oficina y la aseguro con un sillón de cuero antes de que Olivia se ponga histérica. Procuro mantener la calma.


Estamos encerradas y necesitamos escapar rápidamente, la puerta de madera no durará mucho. Me subo al escritorio y fuerzo las rejillas hasta que ceden ya que están puestas sin tornillos. Es como de sesenta centímetros de alto y ancho.


–¿De aquí a donde? –le pregunto con voz ahogada.


–Este conducto debe terminar en el de las escaleras, como a unos ocho metros. De allí bajamos dos pisos hasta el almacén. Ese debe ser el único sitio seguro.


Vale, podemos hacerlo. Me olvido por un momento de que soy claustrofóbica y me meto en el estrecho conducto de ventilación, para salvar mi vida. Agradezco que Olivia sea una ferviente practicante de las dietas detox, porque es tan ligera como una pluma, de otra forma, quizá la dejaría aquí sin mas.


Gateamos por los conductos oscuros, me raspo la rodilla pero no me quejo, hasta que al fin veo la luz del otro lado. Nos acercamos. Allí afuera se ven las estrechas escaleras desiertas. Empujamos las rejillas y bajamos con cuidado, luego por dos niveles mas de escaleras. Encontramos la puerta metálica del almacén. Tenemos que apresurarnos, todo el lugar debe estar infestado de muertos vivientes.


–¿Tienes las llaves?


–Si, aquí...


Nos detenemos en seco. Hay un muerto tirado en el suelo, con manchas de sangre por toda la ropa... pero aparentemente sin heridas. Se mueve.


Ambas tenemos como armas únicamente los trozos de metal de las rejas de ventilación. Pero antes de que nos propongamos destrozarle el cráneo, le oímos hablar unas cuantas incoherencias. Se incorpora. No es un caminante. Es un hombre de traje y zapatos caros, de unos treinta años. Usa un ridículo bigote y sujeta una botella en una mano. Esta borracho, nada mas. Nos mira y sonríe.


–Hey, hey, miradme bienn –se palmea el pecho varias veces–, no estoy muerrto... soy un herrroe, ¿vale? He matado por lo menos a diez de esssos cabrones.


Con lo borracho que está es difícil creerle. Lo cierto es que tiene una pistola en la otra mano. Decidimos ignorarlo y pasar rápidamente hacia la puerta.


–¡Apresúrate, Olivia! –le digo.


Entonces, desde el otro lado del pasillo se oyen gruñidos.


Un caminante.


Y viene otro detrás de él, y otros dos.


Vienen mas.


Olivia se congela y comienza a gimotear. Ambas entramos en pánico y la llave se le cae de las manos. Los caminantes se aproximan. El borracho se pone de pie y le dispara con una precisión asombrosa a dos de ellos, luego se le agotan las balas.


Nos mira impasible mientras intentamos meter la llave correcta a la cerradura.


–Apresuraos, estúpidas –nos grita–. ¿Queréis morir?


Finalmente la puerta se abre y entramos. El hombre entra después de nosotras.


–Espera, ¡mi bolso! –grita Olivia, y antes de que pueda detenerla, sale otra vez para recuperar el bolso, que se ha quedado afuera.


–¡Olivia, no!


Es tarde, un caminante alcanza a cogerle el brazo y le muerde en la mano, ella grita otra vez... le ha hecho una herida grande y la sangre sale alarmantemente. Me dan nauseas, pero cojo un trozo de metal del suelo y lo hundo en la cabeza del muerto.


Sujeto por el brazo a Olivia y cierro la puerta, que gracias a Dios es muy gruesa y sus cerraduras también. No podrán entrar.


Su mano tiene un hueco enorme y sangra mucho.


–Tranquiizate, solo es una herida, vas a estar bien... –intento minimizar su horror. Ella solloza de miedo y dolor.


El almacén es grande, limpio y tiene de todo. Debe ser para que los empleados descansen. Le ayudo a la pobre chica a sentarse en un sillón y me pongo a buscar en un estante. Encuentro un botiquín. Saco unas gasas y antiséptico.


No se absolutamente nada acerca de primeros auxilios, pero supongo que hay que detener la sangre...


–No servirá de nada niña –reconozco la aguardientosa voz del borracho. Está recostado en una silla en el extremo de la habitación– ¿acaso no lo has visto? Basta con un rasguño. Tu amiga esta jodida.


La revelación hace que se me haga un nudo en la garganta, pero al tipo lo ignoro y me concentro en Olivia, que tiene un aspecto espantoso.


No quiero ni pensarlo.


¿Ella se convertirá en uno de esos monstruos? Es mas que evidente que así será. Casi no conozco bien a Olivia, pero mi madre siempre la ha tratado como si fuera de la familia. Es una chica buena, no tiene mas de veinticinco años, ¡tiene toda una vida por delante!


No. Esto no puede sucederle.


El hombre hace mucho ruido y me vuelvo a verlo. Está pateando una maquina de café.


–Me siento muy mal, Tonya... –dice ella después de un rato, con un revoltijo de gasas ensangrentadas en la mano. Se ve cada vez peor. Su cuerpo y cara arden.


–¿Qué sucede aquí? –dice alguien. Me pongo de pie en alerta.


Es una chica, muy limpia a comparación de nosotras. Hay un chico con un arma a su lado. No parecen peligrosos, sólo precavidos. Tienen uniformes de Starbucks, así que supongo que son empleados del mall que consiguieron salvarse.


–Oh, no –dice la chica pelirroja mirando a Olivia.


El chico sostiene un arma en las manos, apuntándonos. Cojo la barra de metal y la levanto, amenazante.


–Baja el arma –le advierto.


–Oye, tranquila –dice ella, que parece mas inteligente–. ¿La mordieron? –pregunta en voz baja.


No puedo mentir acerca de esto. Es lo que hay.


–Si.


El chico estúpido sigue apuntandonos.


–Por favor –le digo.


Ellos se miran entre si, y finalmente se apartan, pero sin quitarnos los ojos de encima. La verdad no se que hacer... veo a Olivia enferma pero parece tan improbable el hecho de que vaya a pasarle esto. Sin embargo, es imposible ignorar los ruidos y las manos de los monstruos en el cristal de la puerta. Es horrible, la sensación a muerte que hay en el aire.




Al cabo de unos veinte minutos de tensa incertidumbre, Olivia ya ni siquiera habla.


Oh por Dios. ¿Cuánto tiempo le queda?


–Basta ya. Apártate, rubia.


Me vuelvo a ver. El hombre de traje, que parece algo repuesto de su borrachera está apuntándole a Olivia con su revolver.


–¡No! –grito y me interpongo en su camino– ¡déjala en paz!


–¡No seas idiota!–me grita– Está a punto de convertirse ¿Quieres que nos mate?


Miro a Olivia. Su cara ha adquirido un tono gris, enfermo.


–¿Olivia?


Ella abre los ojos, enrojecidos y desorbitados. Me mira. Tiene la expresión hambrienta de todos los muertos vivos que he visto hasta ahora.


No es mas Olivia Hughes.


Se lanza a atacarme. Grito.


Su cabeza explota frente a mi, bañándome de sangre y sesos.


–Te lo dije –berrea el hombre, guardándose el revolver en el bolsillo del blazer.


Apenas puedo moverme o respirar de la impresión. Sobre el sillón está el cuerpo con la cabeza destrozada de Olivia y comienzo a sentir arcadas. Mi estomago esta vacío, asi que no devuelve nada.


No se cuanto tiempo me quedo allí en el suelo, frente al cuerpo sin vida.


–Oye, deberías limpiarte un poco –me dice la pelirroja. Me levanto al fin, y le sigo como una autómata.


Hay un baño cerca. Entro y me miro al espejo: mi pelo es un asco, todo sucio y ensangrentado al igual que mi ropa.


Tengo un raspón en la rodilla, no es muy grande pero... el virus es altamente contagioso, como dijo mi padre. Me lavo como puedo y le pongo yodo a mi rodilla. Salgo del baño, la chica me hace pasar a otra habitación, donde están el hombre que le disparo a Olivia y el otro chico. Están todos sentados alrededor de una mesilla.


–¿Tienes hambre? –me pregunta amablemente– Ven, come un poco.


Miro los vasos y sándwiches que ha puesto allí.


–Lamento mucho lo que le paso a tu amiga, pero no había otra solución... –murmura con falsa compasión–. Estaba infectada e iba a convertirse tarde o temprano.


–Lo se.


El borracho está durmiendo sobre otro sillón.


–¿También es tu amigo?


–No, estaba afuera cuando llegamos.


Miro la comida que han puesto alli. Gaseosa y sándwichs de mantequilla de maní, que asco. Miro mi teléfono otra vez.


–Es inútil, la red esta muerta. Soy Lily, el es Nick –presenta al chico, que esta concentrado revisando mapas del mall–. ¿Perdiste a alguien mas?


–Mi madre. Bajó al estacionamiento para sacar el auto e irnos... pero nunca regreso.


Los dos se miran y no me gusta nada sus caras.


–Los pisos de abajo y los subsótanos están infestados de esos desgraciados, nadie pudo haber escapado –dice el tipo burlonamente. Idiota.


Charline es una mujer muy lista, ella debe estar escondida, como yo. Pero viva, estoy segura.


–¿Y vosotros?


–Ya estábamos aquí, descansando –cuenta–. Casi ni nos dimos cuenta, hasta que se fue el fluido eléctrico. Salimos a ver y vimos como los muertos se estaban comiendo a las personas (...)


No queda mas que hacer. Debo esperar a papá y Owen aquí. Es la única forma segura de que me encuentren.


Mantente alejada de ellos. Aunque huelen la carne viva, si permaneces en silencio puedes pasar inadvertida. Son muy fuertes y letales. La única forma de asegurarte que no se levanten es destruyendo su cerebro. Cuídate, Tonya. Tu hermano y yo iremos por ti y tu madre. Te amo.




Ha pasado un mes.


Lo sé porque a cada puesta de sol marco un día en el almanaque y hoy se cumplen treinta días desde que me encerré aquí. Oh, pero ahora estoy sola... Kevin, el alcohólico, se la pasaba comiéndose las provisiones a falta de licor, por lo que hace unos días peleo con Nick y termino disparándole. Lily, a su vez, le disparo a Kevin, quien con sus ultimas fuerzas alcanzo a darle a ella en la cabeza.


¿Era mucho pedir que me dispararan a mi antes de morirse? Ah.


Sobrevivir a base de golosinas y gaseosas junto a un ebrio pervertido, una zorra mandona y un tipo imbécil y acomplejado no era el paraíso, pero estar sola y encerrada con sus cadáveres putrefactos es definitivamente algo así como el infierno.


No hay balas, no se usar una maldita pistola y casi no hay agua y menos comida. Estoy rodeada de muertos vivientes que esperan que sea sensata y termine con su espera y mi sufrimiento, y les abra la puerta del almacén. Todos tendríamos lo que queremos.


Yo tenia una vida antes... tenia muchas cosas buenas. Casa, familia, comida, ropa... incluso una insulsa carrera como modelo. La sola idea parece tan surrealista, hasta ridícula.


Debería tener la decencia para suicidarme. Pero no, soy demasiado cobarde para hacerlo. En el fondo se que todavía no estoy lo suficientemente desquiciada, a pesar de todo lo que he visto y vivido.


Tengo que salir de aquí. Se lo que tengo que hacer. Este almacén esta en el subsuelo, tengo que meterme por los asquerosos conductos una vez mas para salir de este lugar. No creo que aqui esté mas segura que afuera.