don't open dead inside {novela colectiva}

Turno de Carla

Carlis, tienes hasta el Sábado para subir tu capítulo.
En cuanto a Nir, tendrás que presentar tu capítulo en la ronda de retrasos, cuando esta termine, donde todas las que se salten su turno deberán hacerlo. Además, como dicen las reglas, tendrás que presentar una excusa amenos que no la tengas; si no tendrás un strike.

La alarma ya llevaba diez minutos sonando y yo todavía no había encontrado el dichoso despertador. Había mirado donde debía de estar, en la mesita junto a la cama, pero no estaba. Intenté seguir el sonido pero no estaba lo suficiente despierta como para acertar. No estaba debajo de la cama ni en el armario. Me quedé de pie, mirando la habitación y escuchando el estridente sonido del despertador. Y entonces vi el brillo de la pantalla digital bajo la almohada. Me di con la palma de la mano en la frente. Lo que hace el sueño, pensé. Apagué la alarma y puse el despertador en su sitio. De camino al pequeño baño pasé por el armario cogiendo una muda de ropa limpia para ir a clases. Hoy tengo un examen importante y no puedo llegar tarde, me dije mientras me situaba bajo el agua.  Después de mis quince minutos cantando a todo pulmón, salí de la ducha, me sequé y me vestí. Desayune rápidamente y cogí mis libros. Ahora tendría que ir en autobús por lo que podría repasar con el resumen que tanto me había costado hacer. 
Al llegar a la universidad vi un par de ambulancias y varios coches de policía, pero no les di demasiada importancia. Gran error. Me dirigí a mi aula cruzándome con muy pocos alumnos. Fruncí el ceño. Era muy raro que me cruzase con tan pocos. Los pasillos siempre estaban llenos. Me giré cuando escuché que alguien tosía de una forma nada bonita. Era una chica. Estaba tosiendo sin parar, estaba pálida y sudorosa por lo que pude apreciar. Decidí que lo mejor sería no acercarme y apuré el paso. Al llegar al aula en la que tenía el examen me sorprendí al ver la cantidad de alumnos que había. Hice un recuento rápido. Sólo veinticinco alumnos de una clase que tenía aproximadamente unos cincuenta. ¿Qué es lo que estaba pasando? 

Me senté junto a una ventana y saqué lo que necesitaría para hacer la prueba. El profesor todavía no había llegado por lo que dirigí mi mirada hacia el exterior. Las ambulancias seguían allí y los coches de policía eran más numerosos que cuando había llegado. En ese instante se abrió la puerta, por la que entró el profesor. Comenzó a repartir las hojas  y  me fijé en el temblor de sus manos y en que estaba casi amarillo. Nos dio las instrucciones y comencé a escribir todos los datos que pude con la mayor rapidez que me era posible haciendo la letra legible. Había pasado una hora aproximadamente cuando terminé de escribir. El haber estado estudiando con varias semanas de antelación me había ayudado a memorizar con mayor exactitud los datos y palabras clave de los diversos temas. Me levanté y fui a entregarle mi examen al profesor, pero este parecía haberse quedado dormido sobre la mesa. Me acerqué cautelosamente y dejé los folios sobre la mesa. En el momento en que retiré la mano el profesor alzó lentamente la cabeza emitiendo un sonido que parecía un gruñido. Instintivamente di un paso hacia atrás. El profesor comenzó a estirarse y se giró hacia mi. No pude reprimir el jadeo de sorpresa que me abandonó cuando miré a lo que solía ser mi profesor. A la mente me vinieron todas las películas, series, cómics, libros y videojuegos de zombies. Todos tenían algo en común. La mirada hambrienta y los gruñidos guturales. Escuché gritos provenientes de los pupitres de mis compañeros y me giré. Ojalá no lo hubiese hecho. La que solía ser mi compañera de trabajos estaba arrancando un mordisco de cuello de otro estudiante. Ante esto el pánico se apoderó de todos, comenzando los gritos, empujones, golpes, etc. para salir del aula. Pero cuando el primero que llegó hasta la puerta y la abrió, se vio sorprendido por varios bichos de esos más. Yo opté por ir hacia las ventanas vigilando que no me siguiese ningún monstruo. Estábamos en la primera planta, por lo que había cierta altura desde la ventana, y teniendo en cuenta mi pequeña estatura, pues... 

- ¡Mierda! - exclamé cuando uno de mis antiguos compañeros me agarró al brazo. Me solté y salté por la ventana, con tan buena suerte que caí sobre unos arbustos, que amortiguaron ligeramente la caída. 

El campus era simplemente un caos. Había policías disparando a vivos y, bueno, a esas cosas, gente corriendo y gritando de un lado para otro mientras otros estaban siendo devorados por las cosas. Me quedé allí parada. No sabía que hacer. Después de tantas películas y seguía sin saber que hacer. Aparte de evitar a esas cosas a toda costa. Algo en mi hizo clic y comencé a correr hacia donde estaba la policía pero paré en seco cuando vi cómo disparaban a un joven que gritaba pidiendo auxilio. Giré para ir en la dirección opuesta y casi me doy de bruces con una de esas cosas. Una vez había sido un joven apuesto, pero ahora le faltaba casi toda la mejilla derecha, dejando expuestos los dientes. Además, tenía un enorme mordisco en el cuello. Estaba estirando una mano para agarrarme cuando lo rodeé y comencé a correr. No sabía a dónde, sólo corría, evitando a todos, vivos o muertos. 



{...}



Ya habían pasado cuatro días desde que conseguí escapar del campus. Desde aquel día me había atrincherado en una pequeña tienda, casi como un supermercado en miniatura con la única compañía de mi teléfono móvil. Hacía dos días que no había línea y tampoco internet. La electricidad de la pequeña tienda provenía de un generador, al cual ya no le quedaba mucho combustible. Había intentado llamar a mis abuelos dos días atrás, pero las líneas estaban saturadas y poco después las líneas se quedaron mudas. 

Detrás del mostrador había encontrado un cuchillo de caza con su funda. No había mucho más, aparte de comida, por lo que me había hecho un plan de emergencia: había llenado dos mochilas con comida enlatada, botiquines y botellas de agua y las había dejado junto a la salida de emergencia. Había tapado las ventanas con cartones y también había puesto una estantería sobre la puerta principal.  El sitio no estaba mal, pero sabía dos cosas; la primera es que no podría quedarme aquí durante demasiado tiempo y la segunda, es que no tenía ni idea de hacía dónde iría cuando llegase el momento de salir de mi escondite. 

Durante estos días había estado observando a los zombies. También había visto a otros vivos, de los cuales había aprendido que a las cosas se las mata (o remata) dándoles en la cabeza, no vale ningún otro sitio. A las cosas les atraía el ruido y las luces brillantes por lo que de noche no encendía las de la tienda y evitaba hacer cualquier tipo de ruido. Y otra cosa que había aprendido era que de noche estaban algo más activos que durante el día. 

Me encontraba cenando cuando escuché disparos y gritos en el exterior. Me acerqué cautelosamente hacia una ventana y moví un poco el cartón para ver qué es lo que sucedía.

Eran cinco personas. Distinguí dos adultos, dos niños y lo que parecía un bebé en brazos de uno de los niños. Estaban disparando contra los zombies, pero éstos cada vez se hacían más numerosos. Sabía que seguramente me arrepentiría de lo que iba hacer, pero no podía dejar a esos niños inocentes morir así. 

Rápidamente despejé la puerta principal y la abrí, salí corriendo hacia los niños, los mandé callar y les dije que me siguieran. En ese momento uno de los zombies consiguió morder a uno de los adultos. 

- Vamos, tenéis que venir conmigo o moriréis aquí. - dije lo suficientemente alto para que los niños me escucharan. El bebé estaba extrañamente silencioso pero no le di importancia. Los niños parecieron entrar en razón y me siguieron cuando comencé a correr hacia mi refugio. Abrí la puerta y los dejé entrar. Varios zombies se habían dado cuenta de nuestra presencia y habían comenzado a venir en nuestra dirección, hasta que el otro adulto comenzó a disparar de nuevo. Entré y cerré la puerta, bloqueándola de nuevo con una estantería.

Me giré y observé a los pequeños que a su vez me miraban con lo que parecía miedo en los ojos. 

- No tenéis que tenerme miedo. Me llamo Lilianne. ¿Cómo os llamáis? - dije intentando ser todo lo amigable que pudiese ser en un momento como este. En mi opinión no creo que yo sea una persona que de mucho miedo, soy pequeña y delgadita pero teniendo en cuenta la situación, es normal que me tengan miedo. 

Me quedé mirándolos, el más alto de los dos era un niño. Él era el que llevaba al bebé en brazos. Era moreno, con el pelo negro y los ojos de un verde brillante. La niña era prácticamente una copia suya, pero algo más pequeña y con los rasgos más femeninos, por lo que imaginé que serían hermanos. 

- Me llamo Lucy, él es mi hermano Will y el bebé es nuestra hermanita Phoebe, pero esta malita. - dijo la pequeña. 

- ¿Qué es lo que le pasa a Phoebe? - pregunté intentando ver a la pequeña criatura. 

- No lo sabemos, pero lleva un par de días con fiebre. - habló por primera vez Will. 

- ¿Puedo verla? - dije acercándome lentamente, no quería asustarlo. El pequeño asintió dando un pequeño paso hacia mí.

Will destapó el pequeño rostro de su hermanita y tuve que utilizar toda mi fuerza de voluntad para evitar jadear. Los ojos estaban abiertos de par en par, la piel de las mejillas que debería estar ligeramente sonrojada estaba horriblemente pálida y no parpadeaba. 

- Will, ¿puedo cogerla? - pregunté. - Tengo que examinarla para intentar averiguar qué es lo que le pasa. 

Will frunció el ceño, pero alargó los brazos, ofreciéndome el cuerpo de la pequeña. La cogí y puse la palma de la mano sobre el pecho de la pequeña. Nada. No respiraba. Me mordí el labio inferior. ¿Cómo diantres iba a decirle a unos niños que su hermanita pequeña estaba muerta?

- ¿Cuánto tiempo lleva enferma? - pregunté apartando la vista del pequeño cadáver que tenía en brazos. 

- Unos días... sólo unos días. - me dijo Will. En el fondo él lo sabía. 

- Lucy, ¿Por qué no das una vuelta por la tienda a ver si encuentras algo que te guste, alguna muñeca, golosinas,...? Puedes coger lo que quieras. - dije sonriéndole a la pequeña.  

Lucy asintió y se fue a dar una vuelta, dejándome a solas con Will. 

- Phoebe murió hace unas horas. Pero no sabía cómo decírselo a mis padres, ahora ya no tengo que contárselo a ellos. Fueron los que se quedaron fuera. Pero contárselo a Lucy será algo todavía más difícil. - dijo frunciendo el ceño. 

- Si quieres puedo ser yo la que se lo diga. 

- No. Phoebe era mi hermana y Lucy es lo único que me queda. Yo se lo diré. - dijo asintiendo. - Pero, ¿podrías encargarte tu de...?

- Claro. Ve tu también a buscar algo de comer o cualquier cosa para entretenerte. 
Will fue en busca de su hermana y yo miré el cuerpecito que tenía en brazos. ¿Y ahora qué hago?