don't open dead inside {novela colectiva}

Miré un segundo a la chica que tenía frente a mi y a la pequeña flor que yo le ofrecía. El nombre de la chica era Marina, y, de algún modo, me hacía recordar a mi gran amiga de la infancia, Shanti, al tener los ojos grandes y marrones. Marina sonrió, adoptando una pose más relajada y ya tomando más confianza frente a mis halagos.

- ¿Realmente crees que tengo una bonita sonrisa? Apuesto a que se lo dices a todas -acusó, frunciendo el ceño y sonriendo, haciendo notar sus bonitos dientes.

- La más bonita que he visto -asegure. Era la maldita verdad. Tenía una sonrisa por la que cualquier hombre se derretiría. No. Yo era una excepción, nunca dejé que las mujeres me manipularan. Por muy guapas que fueran. Ninguna mujer lograba domarme.

Sonreí al ver que ella aceptaba mi flor, la flor que hacía un rato había robado del puesto de una florista joven: - Vamos, ¿aceptas? Salir conmigo no te hará daño... tu padre no se enterará.

Lo último hizo enrojecer a Marina. Reí y negué con la cabeza. Sabía que a su papá no le agradaba demasiado que saliera conmigo. O siquiera que estuviera cerca de mi. Pero la chica era realmente muy guapa, algunos halagos, una pequeña cena y la chica cae. ¡No quería perder la oportunidad!

Ofrecí mi mano e intente persuadirle con algunas miradas. Las miradas de Aaron 'A' White nunca fallaban. ¡Y esta no era la excepción! Ella estiró su brazo un poco, dudo, y luego dejo que apretara su mano. Comenzamos a caminar unos pasos, pasos que querían que fueran pasivos, para alargar la cita y hacer notar que quería estar con ella, hasta que un grito ensordecedor paro nuestra caminata tranquila. Parecía un asesinato a plena luz del día. En la calle no se oía nada, ni pasos, ni voces que pidieran ayuda alguna. El sol estaba en su punto, fuerte y caldeando las calles.

Miré hacía todos lados, por un momento quise restare importancia y proseguir con Marina. Pero al ver la mirada de súplica y miedo me retracte.

- Aaron, ¿es que no oyes? -pregunto, mirándome con ojos abiertos y llenos de susto.

- Pues, ¿qué es...?

Fue cuando note el ruido que mantenía asustada a Marina. Eran pasos. Fuertes, como una marcha protestante donde la gente arrastraba sus pies y hacían un molesto sonido.

- Joder -murmure algo hastiado-. Vamos, Marina. No tienes miedo, ¿verdad?

Ella negó con su cabeza y volví a coger su mano. Me moví, caminando con su mano, para luego ser tirado hacía atrás. ¿Qué demonios le ocurría? Estaba paralizada y tenía los ojos entrecerrados. Parecía hipnotizada. Miraba hacía la calle.

- ¿Qué te sucede, Mar? -pregunte, volviendo mi vista hacía una pequeña multitud de gente caminando. Murmure-. ¿Qué es lo que ocurre?

¿Qué eran? No parecían humanos en sí, de algún modo, era pálidos y extrañamente, algo grises. Opacos. Estaban llenos de sangre y caminaban lentamente, idiotizados. De un aspecto terrible. No, definitivamente esta no era ninguna protesta. Fue cuando, un niño, quien cruzo la calle en busca de una pelota que recientemente había tirado y el conjunto de caminantes se acerco al niño rodeandole. Lo tomaron y comenzaron a morderlo, como caníbales.

Marina despertó de su trance y grito eufóricamente: - ¡Aaron, corre! ¡Corre, maldita sea! ¡Se lo están tragando, Aaron, por el amor de Dios!

Marina, astutamente, comenzó a correr desenfrenadamente hacía la calle principal. Reaccione instantáneamente, corrí con ella. Las calles se hacían eternas, mientras nos acercábamos a la avenida principal del barrio rico. Donde estaba prohibido -o, al menos, para mi- entrar.


El caos se había desatado en la ciudad, y no quedaba más remedio que hacer la guerra. Había visto morir a las personas que se habían introducido en mi vida, y que habían tocado fuertemente mi corazón. Aunque suene cursi. Me habían dado las mejores lecciones de mi vida. Aunque sonara grande. Habían sido parte de mi vida, y las quería de vuelta. Aunque sonara soñador.

No quería morir. Quería luchar. Luchar en la guerra que se había vuelto de repente mi vida.