A Match Made In a University | 1D

—Realmente no comprendo como un ejercicio de esta forma nos ayudara a superar algo…—el irritado murmuro de Jenna saca mi atención de lo que esta ordenando la calmada y animada voz de Stella, la cual nos explica lo que debemos hacer.

Después de esperar a que todas estuviésemos en su oficina, nos ha traído a un salón vacío (ni siquiera había pupitres), ya que, luego de analizarnos en las primeras semanas en las sesiones de grupo y pareja, se dio cuenta de que todas tenemos algo en común: demasiada rabia, sea suprimida o no, hacia nuestros queridos “esposos”. Creo que es la primera vez que esa mujer acierta en algo verdaderamente.

Bajo mis ojos al globo inflado del tamaño de una pelota pequeña de futbol americano con la singularidad de estar relleno de pintura. A unos metros, en un lado del salón, se encuentran dos botes con más globos llenos de pintura. El ejercicio consiste en “decorar” toda una pared arrojando los globos de pintura. Los colores así como la fuerza con que arrojemos los globos ayudarían con la tensión y energía negativa, que según Stella, todas poseemos aunque no en el mismo nivel.

Tal vez Jenna solo tiene ganas de golpear a Niall con sus propios puños, pero en mi opinión es la mejor idea que ella ha tenido.

—Pueden empezar cuando gusten y recuerden, solo esta pared —concluye, moviéndose de enfrente de nosotras hacia un único pupitre, donde pretende sentarse a observarnos como cada vez que nos asigna alguna actividad.

Todas se miran entre sí, esperando a que alguna empiece. Recuerdo como Edward oculto mi telescopio y me privo de ir a observar las estrellas en la azotea y lo enormemente irritada y frustrada que me sentí cuando lo hizo, pues ver las estrellas me calma y es lo que más disfruto hacer, y sin pensarlo dos veces tomo impulso y lanzo el globo azul hacia la pared con toda la fuerza que puedo. La pintura sale roja en diferentes direcciones y las chicas parecen sorprendidas de que soy la primera.

Después de unos segundos, siguen Cassie, Carter y las demás se van uniendo. Incluso creo que llega un momento en el que todas disfrutamos descargar frustraciones de aquella manera y la pequeña sonrisa en el rostro de Stella lo confirma.

—Oye, Steinfield —la ronca voz de Edward me hace despegar los ojos de la investigación que estoy haciendo. Difícilmente le he dirigido la palabra después de aquel lindo espectáculo, nótese el sarcasmo, que me dedicaron Ciara y Savathine en la cafetería hace unos días.
No es que lo esté culpando, porque de hecho ni abrió la boca. Solo…no quiero tener nada que ver con esa gente. Y no quiero perturbar mi paz con los exámenes acercándose.

—¿Qué?
—¿Podrías dejar de ignorarme? Maldición —su tono cambia bruscamente y eso me sorprende, provocando que alce las cejas. — Detesto eso.
—No te estoy ignorando —digo, aunque no es del todo verdad.
—Sí, claro, y yo estoy enamorado de Niall —bufa rodando los ojos.

Parpadeo sin entender.

—¿Lo estás?

Edward me mira incrédulo y con la boca abierta.

—Serás idiota… ¡claro que no! No soy gay, por Dios —replica irritado.
—No soy idiota —frunzo el ceño.
—Pues eres mala entendiendo el sarcasmo —se encoje de hombros. — Y deja de ignorarme, odio que me ignoren. O te molestare más.
—Siempre lo haces, no importa lo que haga.

Una sonrisa curva sus labios antes de levantarse e irse de la habitación, dejándome un poco confusa.

Son alrededor de las diez y quince de la noche cuando decido que es hora de salir a la azotea. Aprovecho que Edward se ha quedado hasta tarde en el gimnasio, lo que hace alrededor de dos o tres veces por semana, para no tener que aguantar sus irritantes preguntas. Estoy consciente de la frase que dice “Más vale ser un tonto que hace preguntas a ser un tonto que no pregunta nada” pero el lleva todo al límite. Es más irritante que las gemelas cuando tenían cinco e incluso cuestionaban por que el agua estaba caliente si hacia frio y viceversa.

Tomo el telescopio, el cual me dio el ruloso después de haberme visto obligada a saltarse encima y golpearlo con la almohada por demasiados minutos seguidos. No pare de gritarle insultos durante toda la noche. Me aseguro de que ningún supervisor merodee cerca del pasillo y rápidamente me dirijo hacia las escaleras. Se supone que los estudiantes no deben salir a la azotea a estas horas de la noche, por lo menos entre la semana, pero soy más que consciente de que no soy la única que lo hace.

Unos veinte minutos después tengo todo el equipo instalado, incluyendo la laptop con información sobre “Andrómeda”, la constelación que me dedicare a buscar esta noche. He puesto una manta en el suelo ya que el techo está demasiado sucio para mi gusto. Para mi suerte, no parece que alguien vendrá a interrumpir mi noche. Sin embargo, momentos después, escucho la puerta de metal abrirse lentamente.

—Señorita Steinfield, se supone que debería estar en su habitación en estos momentos —no reconocer aquella grave voz hace que por solo un momento, mi corazón se acelere y mis ojos se abran sorprendidos; solo hasta que me giro y veo que es el gracioso de Daniel imitando una voz.

Al ver mi expresión asustada, no tarda en carcajearse de manera exagerada y echando la cabeza hacia atrás.

—No hagas eso, idiota —frunzo el ceño y me hago a un lado cuando se acerca para sentarse. Como siempre, lleva una de su colección de cámaras en el cuello.
—Es que si vieras tu cara…
—Ya, lo sé, hago muecas de mono. —lo interrumpo arrugando la nariz. — ¿Qué haces aquí?
—Estoy haciendo un proyecto para fin de mes —comienza a decir, señalando su cámara. — Y quiero hacer algo que sé que ninguno de esos idiotas tratara.
—¿Puedo adivinar?
—Trata, mí querida nerda —sonríe y levanta el aparato para tomarme una rápida fotografía.
—Pues… ¿vas a fotografiar el cielo? —cuestiono, ya que es lo más original que se me ocurre y la única razón por la que puede estar aquí con una cámara que parece ser justo para eso.
—Sí; específicamente, lo que logres ver con esa cosa —señala mi amado telescopio. — Quiero mostrarles que no todo es acerca sobre fotografiar momentos sobre las personas o animales, o paisajes que vemos todos los días.

Parpadeo varias veces antes de contestar.

—Vaya, Phelan, tenías que ser mi esposo —le palmeo el hombro y sacudo la cabeza, muy conforme con lo que ha dicho. Él se ríe un poco avergonzado y rasca su nuca. — A propósito, si muestras todas esas fotos que me tomas a alguien, me las pagaras.
—¿Y cómo sabrás si hago eso? —pregunta picaron. — ¿Y cómo estas segura de que ya no lo he hecho?
—¿Que? ¡No puedes ser tan…! —mi voz se apaga cuando cubre mi boca con una de sus manos.
—Cállate, podrían encontrarnos y no quiero castigo.

Después de unas dos horas y media sentada, enfocando y desenfocando el telescopio, con los comentarios irónicos y las fotografías de Daniel, por fin logramos encontrar la constelación. Son casi las una de la madrugada y puedo asegurar que el ya mencionado tiene unas enormes ganas de dormirse allí mismo, si es posible. Lo bueno es que lo golpeo cada vez que se acomoda. Es una linda forma de vengarme por todas los comentarios de esta semana.

Me quedo embobada por un enorme rato, mirando a través del telescopio, una de las tantas maravillas que el Universo tiene para ofrecernos. A pesar de que el frio viento se cala por los huesos, anunciando que el otoño pronto estará llegando a su fin, nada se siente más pacífico que este momento. Hasta que Daniel me empuja y se coloca en posición para observar.

—Pero que inmaduro…
—Y orgulloso, cariño —responde, sin despegar el ojo del telescopio. — Vaya…esto es hermoso.
—¿Verdad que lo es?

Comienzo a contemplar el cielo desde donde estoy, apoyando los brazos en el suelo y subiendo los ojos hacia arriba. Nos quedamos en un cómodo silencio por unos momentos, en los que Dani comienza a tomar fotografías del cielo enfocando y desenfocando casi tanto como yo. Hace algunas tomas de mi silueta en la oscuridad y del campus nocturno desde la altura en la que nos encontramos.

Genial. Estupendo. Magnifico. Alucinante.

Demasiado sarcasmo, ¿no?

Stella nos obligó a prometer cumplir con un ejercicio de socialización que consta de que, por lo menos tres veces a la semana, almorcemos o desayunemos con nuestros esposos y, por si fuese poco, se agregan también las demás personas con las que tengo terapia y sus parejas. ¿Cómo se supone que aguantare un almuerzo con el grupete de inmaduros que se divierte con hacerme la vida miserable, aunque sea una vez por día? Ninguna estuvo de acuerdo, creo que Carter parecía que iba a vomitar en cualquier momento y ni hablar de las demás.

—¿Dónde estabas? —pregunta Edward, acercándose a mí por detrás, mientras avanzo en la cola para comprar el almuerzo.

Me las arregle para que no me acosara con preguntas cuando volví a la habitación, alrededor de las dos y media, tratando de callar los torpes quejidos de Daniel porque solo tenía cuatro horas para tratar de dormir y eso le daban ganas de llorar.
—Astronomía.
—¿Hasta la madrugada? —no paso desapercibido el tono de reproche con el que me habla, pero prefiero ignorarlo y seguir avanzando. — No me ignores, Olivia —su voz se vuelve más demandante y yo suelto un suspiro cansado.
—Estaba viendo constelaciones, Styles; no es nada del otro mundo —contesto y tomo un sándwich de pollo más un jugo de manzana.
—¿Y quién es aquel tipo con el que estabas? —no me deja responder porque sigue hablando. — No estarás pensando en serme infiel, ¿o sí? No vas a querer terminar como mi hermano, casi lo expulsan…

Giro sobre mis talones, totalmente fastidiada y lo fulmino con la mirada. El da un paso hacia atrás y me mira desafiante.

—Si crees que podría ser infiel entonces no me conoces, Edward —contesto enojada. ¿Quién demonios se cree, acaso? — Además, puedo estar en una relación si quiero, eso no va en contra de las reglas.

Aprovecho que ya hemos llegado al final de la línea para evitar su mirada y voltearme dispuesta a pagar por la comida. Una nube gris aparece en mi cabeza cuando no encuentro lógica explicación a las recriminaciones irracionales que me hace. Cuando estoy justo sacando el dinero, su brazo se alarga por mi costado y le tiende un billete de cincuenta a la cajera. Me volteo, con intenciones de quejarme argumentando que no es necesario que me pague; no obstante, me quedo sin habla cuando me topo con su rostro bastante cerca del mío.

—Pero si va en contra de mis reglas.

No sé qué es peor: que en mi cabeza hay demasiadas ideas y preguntas gracias al irrazonable comportamiento de Edward o que si es verdad que voy a sentarme junto a los “populares” durante el receso. Ya todos están allí, menos Zayn y Jenna. No me llevo del todo bien con nadie, excepto Liam pero él se encuentra junto a Carter y no estoy segura de sí a ella le agrado mucho. Así que no me queda otra que sentarme con el enojón de Edward, que parece un niño frunciendo el ceño de esa manera.

—Oh, ¡hola Oliva! —saluda llena de sarna Ciara, sus ojos brillando de diversión.

Ruedo los ojos y para no ser descortés le dedico una sonrisa que asemeja más una mueca. Esto va a ser más incómodo de lo que pensé. Después de un par de mordidas a mi sándwich me canse de aguantar la irritante actitud de Edward e, ignorando el tema de conversación de los demás, me inclino junto a él.

—Quita esa cara, pareces frustrado.
—Mi cara se quedara como esta — dice, usando mis palabras.
—Inmaduro —ruedo los ojos.
—No soy yo la que llego a la habitación de madrugada…
—¿Eso que tiene? No me fui a drogar ni nada por el estilo, así que…
—No me importa, para la próxima me dices —interrumpe, dedicándome una fría mirada.
—¿Ustedes dos que se secretean? Es de mala educación hacer eso en una mesa llena de gente —la voz de Savathine, interrumpe a Edward, y nos mira con una ceja enarcada.
—Y luego dicen que nosotras somos las inmaduras —le sigue Ciara, haciendo que Niall y Harry se rían por lo bajo.
—Todavía no entiendo que pretende Stella lograr con esta porquería de idea —comenta Liam, rodando los ojos y cruzándose de brazos.
—Que nos matemos más rápido, tal vez —Jenna se encoge de hombros y se sienta al lado del castaño, bien lejos de Niall. Por lo que puedo observar, Edward y yo somos los únicos que estamos sentados uno junto al otro.
—Tratemos de llevarnos bien, aunque sea, por favor —la tímida voz de Carter es lo suficientemente alta para que todos escuchemos.
—Eso va a tardar más que un simple almuerzo, Carty —se burla Ciara. Al parecer es de la única forma en que sabe dirigirse a los demás. Además de que noto como se acerca demasiado a Harry, con el único propósito de molestar a su pareja o a la de él, aunque solo parece funcionar en la primera.
—Es Carter, rubia —corrige Jenna rodando los ojos con irritación.
—Es lo mismo, soy mala con los nombres, Jenny —se encoje de hombros y manotea en el aire restándole importancia al asunto.

La morena se ríe por la confusión de nombres otra vez. Y de hecho, yo misma me sorprendo riéndome por lo bajo de lo tonta que se ve Ciara y de lo irritada que es la expresión de Jenna. Es mejor reír que llorar, de todos modos.

—Mira, hasta la cara de rata se está riendo —el comentario desubicado de Niall me hace fulminarlo con la mirada. Mis pocas esperanzas de tener un almuerzo un poco pacifico se van disminuyendo a cero.

Alguien patea a Niall por debajo de la mesa, haciendo que el rubio cierre los ojos con fuerza y comience a maldecir de manera exagerada. Todos comienzan a reír creyendo que fui yo, pero me sorprendo al mirar a Edward de soslayo y recibir un guiño cómplice de su parte.

Lo juro, este muchacho es tan bipolar que me preocupa.