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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

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Mensaje por D.A. Torrez. Miér 14 Ago 2013, 10:01 pm

Hola, mi nombre es Diana, pero pueden llamarme Diann, no suelo pasarme mucho por aquí, pero ahora que ya me queda tiempo libre, lo haré mas seguido. Eeen Fiiin., les traigo la adaptación de uno de los libros que he leído, en lo personal, a mi me agrado bastante, espero que también a ustedes, mil besos y abrazos para tod@s


Nombre:''Tenias que ser tu'' 
Autor: Susan Elizabeth Phillips 
Adaptación:Si 
Género: romance 
Advertencias: Es un Poco Hot



SINOPSIS
Windy City no está preparada para ______Somerville —el bombón más moderno, escandaloso y curvilíneo de Nueva York que acaba heredar el equipo de fútbol Chicago Stars—. Y ______no está definitivamente preparada para el entrenador estrella de los Stars, Joe  Jonas  —rubia y salvaje leyenda viva de Alabama—.
Jonas  es todo lo que ______aborrece —machista, exigente y de mentalidad cerrada—. Y la nueva y bella jefa es todo lo que Joe  desprecia — una chica bonita e impertinentemente tonta que no sabe ni hacer la O con un canuto—. ¿Por qué se siente atraído por el desvergonzado bomboncito como un cohete teledirigido? ¿Y por qué el encanto de niño bueno de Joe  hace que la cosmopolita ______se sienta torpe, muda y asustada de muerte?
Repentinamente hay mucho más que un campeonato en juego.
¡Porque la pasión es el nombre de este partido y hay dos tercos participantes jugando!
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por fernanda Miér 14 Ago 2013, 10:10 pm

AUN NO COMIENZA Y YA LA AMO ! :love:
 TIENES QUE SEGUIRLA!
fernanda
fernanda


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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Jue 15 Ago 2013, 12:27 pm

Hola!!!, estoy aquí de nuevo, y les traigo el primer capitulo..... o al menos la primer parte, es que me di cuenta de que los capítulos son un poco largos, así que creo que subiré la primer parte por la mañana o mas tardar al medio día, y la segunda por la noche, o también puedo subir el capitulo completo si así lo quieren, no tengo problema en hacerlo, en fin, por ahora comenzare por partes, besos y nos leemos mas tarde


CAPÍTULO UNO
 
 Parte 1
______Somerville se enfrentó a todo el mundo en el entierro de su padre sin más apoyo que un caniche francés y un amante húngaro. Se sentó ante la tumba como una reina salida de una película de los años cincuenta, con el pequeño caniche blanco echado en su regazo y un par de gafas de sol de diamantes falsos protegiéndole los ojos. Fue difícil para los asistentes decidirse quién parecía más fuera de lugar: el caniche con su pelo perfectamente cortado luciendo un par de lazos color melocotón en sus orejas, el húngaro increíblemente guapo de ______con su larga y brillante coleta o la propia ______.
El cabello rubio ceniza de ______, con mechas platino, caía sobre sus ojos como a Marilyn Monroe en La tentación vive arriba. Sus labios húmedos, llenos, pintados en un tono delicioso de peonía rosa, estaban ligeramente abiertos mientras miraba el ataúd negro brillante de Bert Somerville. Llevaba un traje chaqueta de seda color marfil, discreto, pero el escandaloso bustier dorado que llevaba  debajo era más apropiado para un concierto de rock que para un entierro. Y la falda, con un cinturón de cadenas doradas, cada una de las cuales estaba rematada por una hoja de parra, tenía una abertura lateral hasta la mitad de su bien proporcionado muslo.
Era la primera vez que ______regresaba a Chicago desde que se había escapado cuando tenía dieciocho años, tan sólo algunos de los presentes conocían a la hija pródiga de Bert Somerville. Sin embargo, por las historias que habían oído, ninguno de ellos estaba sorprendido de que Bert la hubiera desheredado. ¿Qué padre querría pasar su patrimonio a una hija que había sido la amante de un hombre cuarenta años mayor que su propio padre, incluso aunque ese hombre hubiera sido el reputado pintor español, Arturo Flores? Y además, allí estaba la vergüenza de las pinturas. Para alguien como Bert Somerville, los cuadros de desnudos eran cuadros de desnudos, y no importaba que docenas de los desnudos abstractos que Flores había pintado de ______, honraran ahora las paredes de museos en todo el mundo, eso no cambiaba suparecer. ______tenía cintura esbelta y piernas bien proporcionadas, pero sus pechos y caderas eran curvilíneos y femeninos, como en un tiempo casi olvidado cuando las mujeres parecían mujeres. Tenía cuerpo de chica mala, el tipo de cuerpo que, incluso a los treinta y tres años, podría ser exhibido con el ombligo al aire en la pared de un museo. Era el cuerpo Joe one de una rubia tonta, pero el cerebro de ese cuerpo era realmente inteligente, y ______era eltipo de mujer que no debería ser juzgada por las apariencias.
Su cara no era más convencional que su cuerpo. Había algo demoledor en la estructura de sus rasgos, aunque era difícil de decir qué era exactamente, si su nariz recta, su boca firmemente delineada o su mandíbula fuerte. Quizá era el diminuto lunar negro y escandalosamente erótico que coronaba su pómulo. O tal vez eran sus ojos. Los que los habían visto antes de que se pusiera rápidamente sus gafas de sol de diamantes falsos habían tomado nota de la forma en que se rasgaban en sus bordes, de alguna manera casi demasiado exóticos, para encajar con el resto de su cara. Arturo Flores frecuentemente había exagerado esos ojos ámbar, algunas veces pintándolos más grandes que sus caderas, otras superponiéndolos a sus maravillosos pechos. Durante todo el funeral, ______se mantuvo calmada y serena. A pesar de la humedad que impregnaba el aire de julio que igual que las aguas que se deslizaban por el cercano río DuPage, atravesando varios de los suburbios occidentales de Chicago, no proporcionaba ningún alivio al calor. Un toldo verde oscuro daba sombra a la tumba y a las primeras filas destinadas a la gente más
importante  que estaban  situadas en semicírculo alrededor del ataúd negro ébano, pero el toldo no era lo suficientemente grande para dar sombra a todo el mundo, y mucha de la gente engalanada estaba parada bajo el sol, donde habían comenzado a debilitarse, no sólo por la humedad sino también por el perfume abrumador de casi cien centros florales. Afortunadamente, la ceremonia había sido corta, y como no había ningún tipo de recepción posterior, pronto podrían dirigirse hacia sus frías piscinas y regocijarse en secreto del hecho de que le hubiera tocado a Bert Somerville en lugar de a ellos.
El brillante ataúd negro estaba posado encima de la tierra sobre una alfombra verde que había sido colocada directamente delante del lugar donde ______se sentaba entre su hermanastra de quince años, Molly, y su primo Reed Chandler. La pulida tapa estaba cubierta de estrellas florales de rosas blancas adornadas con cintas celestes y doradas, colores de los Chicago Stars, el equipo de la Liga Nacional de Fútbol del que Bert había tomado las riendas hacía diez años.
Cuando la ceremonia finalizó, ______cogió a la caniche blanca en sus brazos y la puso a sus pies, provocando que un rayo de sol refulgiera en la tela dorada de su bustier y en los diamantes falsos de sus gafas de sol.  El efecto era innecesariamente dramático para una mujer que ya era en realidad lo suficientemente dramática.
Reed Chandler, el sobrino de treinta y cinco años de Bert, se levantó de su silla al lado de la de ella y se movió para colocar una flor sobre el ataúd. La hermanastra de ______, Molly parecía consciente a medias. Reed simulaba estar apesadumbrado, aunque era un secreto a voces que iba a heredar el equipo de fútbol de su tío. ______cumplió su papel y colocó su flor en el ataúd de su padre y se negó a que la antigua amargura la invadiera. ¿Qué objeto tenía? No había podido ganarse el amor de su padre mientras estaba vivo, y ahora finalmente podría dejar de esforzarse. Extendió la mano para dar una reconfortante caricia a su joven medio hermana, que era totalmente desconocida para ella, pero Molly se apartó como siempre que ______trataba de acercarse.
Reed volvió a su lado, y ______instintivamente retrocedió. A pesar de todas las organizaciones benéficas de las que ahora era miembro, no podía
olvidar lo matón que había sido de niño. Rápidamente le volvió la espalda, y  con voz jadeante y ligeramente ronca que armonizaba perfectamente con su espectacular cuerpo, se dirigió a los que estaban a su alrededor.
—Es maravilloso que hayan podido asistir. Especialmente con este horrible calor. Viktor, querido, ¿puedes coger a Pooh?
Tendió la blanca perrita a Viktor Szabo, que volvía locas a las mujeres, no sólo por su apostura exótica, sino porque había algo obsesivamente familiar en ese hermoso húngaro. Algunos correctamente lo identificaban como el modelo que había posado, depilado, con los abultados músculos lubricados y la cremallera abierta, para una campaña publicitaria a nivel nacional de vaqueros para hombres.
Viktor tomó la perra.
—Por supuesto, vida mía —contestó él con un acento que, aunque notable, era menos pronunciado que el de cualquiera de las hermanas Gabor, que
habían vivido en los Estados Unidos muchísimas más décadas que él.
—Mi cariñín —ronroneó ______, no por Pooh, sino por Viktor.
Para sí, Viktor pensaba que ______lo estaba presionando demasiado, pero era húngaro e inclinado a ser pesimista, así que le lanzó un beso de forma conmovedora mientras tranquilizaba a la caniche en sus brazos y se colocaba en la mejor pose para exhibir su cuerpo perfectamente esculpido.
Ocasionalmente él movía su cabeza a fin de que la luz atrapara el destello de los abalorios de plata discretamente tejidos en la dramática cola de caballo que caía sobre parte de su espalda.
______extendió su mano de delgados dedos, con las uñas largas y pintadas de rosa peonía con mediaslunas blancas, hacia el corpulento senador
que se había acercado a ella para mostrar sus condolencias y que parecía considerarla un pedazo particularmente delicioso de bizcocho.
—Senador, muchas gracias por venir. Sé lo ocupado que debe estar, es usted un verdadero encanto.
La regordeta esposa de pelo gris del senador le echó a ______una mirada de desconfianza, pero cuándo ______la saludó, la mujer mostraba calidez y cordialidad en su sonrisa. Más tarde, se daría cuenta que ______Somerville parecía más relajada con las mujeres que con los hombre. Lo que no dejaba de ser curioso para una obvia come-hombres. Pero era una familia extraña.
Bert Somerville para empezar, tenía un largo historial de matrimonios con showgirls de Las Vegas. La primera de ellas, la madre de ______, había muerto al tratar de dar a luz al hijo que Bert había deseado tan ardientemente. La tercera, la madre de Molly, había perdido la vida en un accidente de avioneta hacía trece años camino de Aspen, donde planeaba celebrar su divorcio. La única esposa de Bert que todavía vivía no habría ni cruzado la calle para asistir a su entierro, así que mucho menos iba a volar desde Reno.
Tully Archer, venerable entrenador defensivo de los Chicago Stars, se apartó de Reed para acercarse a ______. Con todas sus canas, sus blancas cejas y la nariz roja, parecía un Santa Claus sin barba.
—Algo terrible, Señorita Somerville. Terrible. —Se aclaró la voz con una tosecilla—. No creo que nos conozcamos. Es algo raro no haberme tropezado con la hija de Bert en todos los años que hace que lo conozco. Bert y yo nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y lo voy a echar de menos. No es que normalmente coincidiéramos en las cosas. Podía ser condenadamente terco. Pero, bueno, al final siempre nos poníamos de acuerdo.
Él movía su mano y hablaba incansablemente sin establecer nunca contacto visual con ella. Cualquiera que no siguiera el fútbol podría haberse preguntado cómo era posible que alguien al borde de la senilidad pudiera entrenar un equipo de fútbol profesional, pero los que le había visto trabajar nunca cometían el error de menospreciar sus habilidades como entrenador.
Sin embargo, le gustaba hablar, y como no parecía tener intención de interrumpir sus palabras, ______lo detuvo.
—Es muy amable por decir eso, Sr. Archer. Un dulce caramelito.
Tully Archer había sido llamado muchas cosas en su vida, pero nunca lo habían llamado caramelito, y el apelativo lo dejó sin habla por un momento, lo cual debía haber sido lo que ella buscaba porque inmediatamente se marchó
Joe dio media vuelta sólo para ver un regimiento de enormes hombres en fila para ofrecer sus condolencias.
Tenían zapatos del tamaño de buques, y cambiaban su posición de un pie al otro, eran cientos de kilos de carne con muslos como arietes y monstruosos cuellos gruesos sobre hombros musculosos. Tenían las manos unidas como garfios por delante de su cuerpo como si estuvieran esperando que el himno nacional acabara para empezar a jugar de un momento a otro, pero ahora, sus cuerpos poco convencionales y demasiados grandes rellenaban las chaquetas azules y los pantalones grises del traje del equipo. Gotas de sudor brillaban con el tenue calor del sol del mediodía resaltando sobre su piel bronceada como gotas de tinta en una hoja en blanco. Como esclavos de una plantación, el equipo de la liga nacional Chicago Stars había llegado para rendir homenaje al hombre que los poseía.
Un hombre sin cuello de ojos rasgados, con apariencia de poder parar un disturbio en una prisión de máxima seguridad, dio un paso adelante. Fijó su mirada tan firmemente en la cara de ______que era obvio que se obligaba a sí mismo a no apartar la mirada para no dejarla bajar a sus espectaculares pechos.
—Soy Elvis Crenshaw, defensa central. Lamento realmente lo del Sr. Somerville.
______aceptó sus condolencias. El defensa siguió de largo, mirando con curiosidad a Viktor Szabo cuando pasó por delante.
Viktor, de pie a unos metros de ______, había adoptado su postura Rambo, una cosa no demasiado fácil teniendo en cuenta que acunaba una perrita de lanas blanca en sus brazos en vez de un Uzi. Aun así, la postura funcionaba porque casi cada mujer del gentío lo observaba. Aunque la verdad era que si pudiera elegir algo para que su día fuera perfecto, sería la atención de esa criatura erótica con el trasero maravilloso.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por AniitaRP4 Jue 15 Ago 2013, 7:22 pm

SIGUELAAA!!: D
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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Vie 16 Ago 2013, 5:36 pm

CAPITULO UNO


Parte 2




Desafortunadamente, la criatura erótica con el trasero maravilloso se había detenido delante de ______y sólo tenía ojos para ella.
—Señorita Somerville, soy Joe  Jonas , jefe de entrenadores de los Stars.
—Bueno, hoo-laa, Sr. Jonas  —entonó ______dulcemente con una voz que a Viktor sonó como un peculiar cruce entre Bette Midler y Bette Davis, pero bueno, él era húngaro, así que quien sabía.
Para Viktor, ______era la mejor amiga del mundo, y se desvivía por ella, devoción que estaba probando al fingir en esta macabra charada que era su
amante. En este momento, sin embargo, no quería otra cosa que alejarla del peligro. Ella no parecía entender que jugaba con fuego al coquetear con ese hombre de sangre caliente. O tal vez si lo hacía. Cuando ______se veía acosada, tenía un ejército entero de armas defensivas a su disposición, y rara vez se equivocaba al seleccionar una.
Joe  Jonas  no le había dirigido a Viktor ni una mirada, así que no era difícil para el húngaro clasificarlo en la categoría de esos hombres
enloquecedores que tenían la mente completamente cerrada a un estilo de vida alternativo. Una pena, pero era una actitud que Viktor aceptaba con su buen humor característico. ______podía no reconocer a Joe  Jonas , pero Viktor seguía el fútbol americano y sabía que Jonas  había sido uno de los  quarterbacks más explosivos y controvertidos de la NFL hasta que se retiró cinco años antes para dedicarse a entrenar. En la mitad de la última temporada Bert había echado al entrenador de los Stars y había contratado a Joe , que había estado entrenando al principal rival, los Chicago Bears, hasta ese momento.
Jonas  era un gran león rubio, un hombre con la autoridad de quien no tiene paciencia para desconfiar de sí mismo. Un poco más alto que el uno
ochenta y cinco de Viktor, era más musculoso que la mayoría de quarterbacks. Tenía la frente alta y ancha y una nariz firme con un pequeño bulto en el puente. Su labio inferior era ligeramente más lleno que el superior, y una delgada cicatriz blanca marcaba el punto medio entre su boca y su barbilla. Pero su rasgo más fascinante no era esa interesante boca, ni su leonado y grueso pelo, ni la masculina cicatriz de la barbilla. No era nada de eso, eran un par de depredadores ojos verde mar, que estaban en ese momento examinando a su pobre ______con tal intensidad que Viktor medio esperaba que su piel comenzara a echar humo.
—Lamento mucho lo de Bert —dijo Jonas , su niñez en Alabama todavía
era evidente en sus palabras—. Con seguridad lo echaremos de menos.
—Qué amable de su parte decir eso, Sr. Jonas .
 
Una cadencia débilmente exótica se había agregado a la voz ronca de ______, y Viktor se percató que ella había añadido a Kathleen Turner a su
repertorio de voces de mujeres eróticas. Ella normalmente no cambiaba con tanta frecuencia, así que supo que estaba aturdida. No era que dejara que cualquiera pudiera verlo. ______tenía una reputación como devora-hombres que mantener.
La atención de Viktor regresó al entrenador de los Stars. Recordó haber leído que Joe  Jonas  había sido apodado "Hielo" durante sus días de quarterback por su fría falta de compasión hacia su adversario. No podía culpar a ______por estar perturbada en su presencia. Ese hombre era formidable.
—Bert amaba el juego —continuó Jonas —, y era un hombre excelente con quien trabajar.
—Estoy segura de que así era. —Prolongó cada sílaba que pronunció como una jadeante promesa de depravación sexual, una promesa, que Viktor sabía demasiado bien, ______no tenía intención de cumplir.
Se dio cuenta de lo nerviosa que estaba cuando giró y extendió los brazos hacia él. Sospechaba correctamente que quería a Pooh como elemento de
distracción, él dio un paso adelante, pero antes de que ella tomara al animal, un camión de mantenimiento que se había introducido en el cementerio
retumbó, sobresaltando a la caniche.
Pooh dio un ladrido corto y saltó libre de sus brazos. La perra llevaba sujeta demasiado tiempo, y comenzó a correr sin rumbo a través del gentío, ladrando estridentemente, con la cola agitándose tan salvajemente que parecía como si el pompón fuera a salir volando de un momento a otro para surcar el aire como el sombrero de Oddjob .
—¡Pooh! —gritó ______, para salir corriendo detrás de la perrita blanca hasta que topó con las piernas contra el delgado metal que protegían unas
coronas de gladiolos. ______no era la más atlética de criaturas en las mejores condiciones. Pero aprisionada dentro de una apretada falda, no podía alcanzar a la perra a tiempo de impedir el desastre. Las flores se balancearon y volcándose hacia atrás, chocaron contra la corona de flores de su lado, la cuál, a su vez, dio contra un macizo de dalias. Las coronas eran tantas y estaban tan estrechamente juntas que era imposible que una cayera sin que lo hiciera la siguiente, y flores y agua comenzaron a volar. Los asistentes que estaban de pie más cerca se apartaron en un esfuerzo para protegerse de los tributos florales. Como un dominó, una corona dio contra otra, hasta que la tierra comenzó a parecerse a la peor pesadilla de Merlin Olsen .
______se sacó las gafas de sol revelando sus exóticos y rasgados ojos ámbar.
—¡Quieta Pooh! ¡Quieta, maldita sea! ¡Viktor!
 
Viktor ya se había desplazado al lado contrario del ataúd en un esfuerzo por alcanzar a la caniche que se movía violentamente, pero en su prisa se
derrumbó sobre varias sillas, que, a su vez, volaron sobre otro grupo de arreglos florales, produciendo otra reacción en cadena distinta.
Uno de los asistentes, que se llamaba experto en perros de compañía porque poseía un shiatsu, saltó para intentar detener al frenético perro de lanas
sólo para pararse abruptamente cuando Pooh dejó de mover su cola, desnudó sus dientes y le ladró bruscamente como un Terminator canino. Aunque Pooh era generalmente la más social de los perros, el improvisado asistente tenía la desgracia de usar Eternity de Calvin Klein, una fragancia que Pooh había detestado desde que uno de los amigos de ______, que se había empapado en dicha colonia, la había llamado perra cruzada y la había pateado bajo la mesa.
______, con una abertura en la falda que mostraba demasiado de su muslo para ser respetable, atravesó entre dos de los defensas que observaron con diversión manifiesta como llamaba a la perra de lanas.
—¡Pooh! ¡Aquí, Pooh!
Molly Somerville, avergonzada por el espectáculo que su media hermana estaba Joe do, trató de ocultarse entre el gentío.
Cuando ______esquivó una silla, una de las pesadas hojas de parra doradas que colgaba de una de las cadenas de su cinturón se incrustó en una de las partes que debía ocultar. La apartó antes de ponerse permanentemente amoratada, sólo para pisar con las suelas de los zapatos unos lirios mojados.
Sus pies resbalaron, y, expulsando el aire con un silbido, se cayó.
Al ver a su dueña deslizándose hacia la tierra sobre su trasero, Pooh se olvidó del amenazador asistente perfumado. Interpretando incorrectamente las acciones de ______como una invitación a jugar, los agudos ladridos de la perra aumentaron con delirante excitación.
______intentó sin éxito ponerse de pie, mostrando al alcalde de Chicago y a varios miembros del equipo rival, Los Bears, una amplia vista de la parte superior de su muslo. Pooh se metió entre las piernas de un pomposo reportero y bajo las sillas de al lado de la tumba, cuando Viktor venía hacia ella desde el otro lado. A la perra le encantaba jugar con Viktor y sus agudos ladridos se volvieron más fervientes.
Pooh se movía rápidamente, pero frenó bruscamente cuando se percató que tenía el camino bloqueado por cestos volcados de flores y una gran extensión de hierba empapada, una barrera formidable para un animal que odiaba mojarse. Desde una esquina, saltó encima de una de las sillas plegables.
Cuando comenzó a balancearse, ladró nerviosamente y se lanzó a otra y de allí hacia una superficie suave y dura.
Todo el mundo dio una boqueada colectiva cuando las rosas blancas con cintas celestes y doradas salieron volando. Todo el mundo se quedó en silencio.
______, que acababa de conseguir ponerse de pie, se quedó helada. Viktor maldijo suavemente en húngaro.
Pooh, siempre sensible con la gente que amaba, inclinó la cabeza a un lado como si tratara de entender por qué la miraba todo el mundo. Sospechaba que había hecho algo muy incorrecto y comenzó a temblar.
______recobró el aliento. No era bueno que Pooh se pusiera nerviosa.
Recordó la última vez que había ocurrido y se adelantó un paso.
—¡Noo, Pooh!
Pero su advertencia llegó demasiado tarde. La temblorosa perrita ya se estaba poniendo en cuclillas. Con una expresión de pesar en su carita peluda, comenzó a orinar sobre la tapa del ataúd de Bert Somerville.
 
 
****
 
La hacienda de Bert Somerville se había construido en los años cincuenta en diez acres de tierra de Hinsdale uno de los barrios residenciales que atravesaba el río Chicago, justo en el corazón del DuPage County. Al principio del siglo veinte el condado era rural, pero con el transcurrir de las décadas, los pequeños pueblos se habían unido hasta formar uno de los barrios dormitorios de ejecutivos, que se desplazaban en los trenes interurbanos desde la estación Burlington Northern para acudir al Loop cada día, y también de ingenieros que trabajaban en las industrias de alta tecnología que se levantaban a lo largo del East West Tollway. Gradualmente, el muro de ladrillo que bordeaba la hacienda fue rodeado por sombreadas calles residenciales.
Cuando era niña, ______había pasado poco tiempo viviendo en la majestuosa residencia estilo Tudor que se asentaba entre robles, arces y nogales del suburbio occidental. Bert la había enviado a una escuela privada del estado de Connecticut hasta el verano, que era cuándo la mandaba al exclusivo campamento para chicas. Durante sus infrecuentes viajes a casa, había encontrado la casa oscura y opresiva, y mientras subía la escalera en curva hacia el segundo piso, dos horas después del entierro, decidió que no había ninguna cosa que la hubiera hecho cambiar de opinión.
Los ojos condenatorios de un elefante ilegalmente trasladado durante uno de los safaris africanos de Bert la miraban fijamente desde su lugar en el empapelado de lo alto de la escalera. Sus hombros bajaron bruscamente con desánimo. Las manchas de la hierba ensuciaban su traje marfil y las medias que cubrían sus piernas estaban sucias y rotas. Su cabello rubio estaba alborotado y desearía no haberse comido el lápiz de labios color peonía rosada.
Inesperadamente, la cara del entrenador de los Stars volvió a su mente. Él fue quien había sacado a Pooh del ataúd por el cogote. Sus verdes ojos se habían mostrado fríos y condenatorios cuando le entregó la perra. ______ suspiró. El barullo del entierro de su padre era otro error estúpido en una vida ya repleta de ellos. Ella no había querido otra cosa que todo el mundo supiera que no le importaba que su padre la hubiera desheredado, pero como siempre, había ido más allá del límite y le había salido el tiro por la culata.
Se detuvo un momento en lo alto de las escaleras, preguntándose si su vida podría haber sido diferente si su madre hubiera vivido. Ya no pensaba demasiado sobre la madre showgirl que no podía recordar, pero cuando era niña había urdido elaboradas fantasías sobre ella, tratando de invocar en su imaginación a una mujer tierna y bella que le habría dado todo el amor que su padre le había negado.
Se preguntó si Bert alguna vez había amado realmente a alguien. Había tenido poco aprecio por las mujeres en general, y ninguno para una niñita demasiado pesada y torpe que para empezar no estaba muy segura de sí misma. Desde que podía recordar, él le había dicho que no era más que un cero a la izquierda, y ahora sospechaba que podía haber estado en lo cierto.
A los treinta y tres años, estaba sin empleo y cerca de la ruina. Arturo había muerto hacía siete años. Ella se había pasado los primeros dos años después de su muerte organizando las exhibiciones temporales de sus pinturas, pero ahora que la colección se exhibía de manera permanente en el Musée D'Orsay de París, se había mudado a Manhattan. El dinero que Arturo le había dejado al morir, había sido gradualmente gastado, destinado a pagar los gastos médicos de muchos de sus amigos enfermos de SIDA. Ella no lamentaba ni un penique. Durante años había trabajado en una exclusiva, pero pequeña, galería de West Side especializada en el arte de vanguardia. Pero justo la semana anterior, su jefe, ya mayor, había cerrado las puertas por última vez, dejándola desorientada mientras buscaba darle un nuevo rumbo a su vida.
El pensamiento que penetró su mente fue que estaba cansada de ser escandalosa, pero se sentía demasiado frágil para hacer frente a esa reflexión, así que terminó por detenerse delante del dormitorio de su hermana y llamó a la puerta.
—Molly, soy ______. ¿Puedo entrar?
No hubo respuesta.
—¿Molly, puedo entrar?
Pasaron unos segundos antes de que ______oyera un bajo y hosco—:
Supongo.
Se preparó mentalmente, mientras giraba el pomo y entraba gradualmente, para ver el dormitorio que había sido suyo cuando era niña. Durante las pocas semanas al año que había vivido allí, la habitación había estado llena de libros,
restos de comida y casettes de su música favorita. Ahora estaba tan ordenada como su ocupante.
Molly Somerville, la hermanastra de quince años que ______apenas conocía, estaba sentada en una silla al lado de la ventana, todavía vestida con el horrible vestido color café que había llevado puesto en el entierro. A
diferencia de ______, que había sido gordita de niña, Molly era delgada y su espeso pelo oscuro y largo hasta la barbilla, necesitaba un buen corte. Además era poco atractiva, con la piel tan pálida como si nunca hubiera visto la luz del sol y de rasgos anodinos.
—¿Cómo te encuentras Molly?
—Genial. —Ni siquiera levantó la vista del libro que tenía sobre el regazo.
______suspiró. Molly no mantenía en secreto el hecho que la odiaba hasta las entrañas, pero habían tenido tan poco contacto durante años que no estaba segura de por qué. Cuando ______regresó a los Estados Unidos después de la muerte de Arturo, había hecho varios viajes a Connecticut para visitar a Molly en la escuela, pero Molly había sido tan poco comunicativa que finalmente se había rendido. Sin embargo, había continuado enviando regalos de cumpleaños y de Navidad, junto con cartas ocasionales, todo lo cual le había sido devuelto como destinatario desconocido. Era irónico que Bert la hubiera desheredado de todo menos de la que era su responsabilidad más importante.
—¿Necesitas alguna cosa? ¿Algo de comer?
Molly negó con la cabeza y el silencio cayó entre ellas.
—Sé que esto ha sido muy difícil. Lo siento mucho.
La niña se encogió de hombros.
—Molly, necesitamos hablar, y sería más fácil para las dos si me miraras.
Molly levantó la cabeza de su libro y miró a ______con ojos inexpresivos y pacientes, dándole a ______la pésima sensación de que ella era la niña y su
hermana la adulta. Deseó no haber dejado de fumar, porque necesitaba desesperadamente un cigarrillo.
—Sabes que ahora soy tu tutora legal.
—El Sr. Hibbard me lo explicó.
—Creo que necesitamos hablar de tu futuro.
—No tenemos nada de que hablar.
Se pasó un caprichoso rizo rubio detrás de la oreja.
—Molly, no tienes que volver al campamento si no quieres. Eres más que bienvenida para venir conmigo a Nueva York mañana durante el resto del verano. He alquilado el apartamento de un amigo que está en Europa. Está muy bien situado.
—Quiero regresar.
Dada la palidez de la piel de Molly, ______no creía que su hermana estuviera disfrutando del campamento más de lo que ella había hecho.
—Puedes volver, si es realmente lo que quieres, pero sé lo que es sentirse como si no tuvieras hogar. Recuerdo cuando Bert me enviaba a la escuela en Crayton, y después al campamento cada verano. Lo odiaba. Nueva York es muy entretenida durante el verano. Podríamos pasarlo muy bien y llegarnos a conocer un poco.
—Quiero ir al campamento —repitió Molly tercamente.
—¿Estás absolutamente segura?
—Estoy segura. No tienes porqué cuidarme hasta que vuelva.
A pesar de la hostilidad de la niña y el dolor de cabeza que comenzaba a notar en las sienes, ______era renuente a olvidar el asunto tan fácilmente.
Decidió probar de una manera distinta e inclinó la cabeza hacia el libro que tenía Molly en el regazo.
—¿Qué estás leyendo?
—Dostoyevski. Estoy haciendo un estudio independiente sobre su decadencia.
—Me dejas impresionada. Eso es bastante complicado de leer para alguien de quince años.
—No para mí. En realidad soy bastante brillante.
______quiso sonreír, pero Molly había hecho la declaración de una manera que no se lo permitía.
—De acuerdo. Vas bien en la escuela, ¿no?
—Tengo un coeficiente intelectual excepcionalmente alto.
—Ser más listo que los demás puede ser lo mismo una maldición que una bendición. —______recordó sus traumáticos días escolares cuando había sido más lista que sus compañeros de clase. Era otra de las cosas que la había hecho sentir diferente.
La expresión de Molly no se alteró.
—Estoy muy agradecida por mi inteligencia. La mayor parte de las chicas de mi clase son imbéciles.
A pesar de que Molly estaba actuando como una niñata aborrecible, ______intentó no juzgarla. Sobre todo ella, de entre todas las personas, sabía que las hijas de Bert Somerville tenían que encontrar su propia manera de lidiar con la vida. Cuando era adolescente, ella había escondido sus inseguridades detrás de su gordura. Después, se había vuelto un escándalo. Molly se escondía detrás de su materia gris.
—Si me perdonas, ______, he llegado a un capítulo particularmente interesante y me gustaría regresar a él.
______ignoró la obvia despedida de la niña e hizo otro intento para convencerla de ir a Manhattan. Pero Molly se negó a cambiar de idea y ______ finalmente tuvo que admitir la derrota.
Cuando estaba saliendo de la habitación, se paró junto a la puerta.
—¿Me llamarás si necesitas cualquier cosa, no?
Molly inclinó la cabeza, pero ______no la creyó. Esa niña tragaría veneno para ratas antes de recurrir a su hermana mayor de mala fama para que la ayudara.
Intentó no deprimirse mientras se giraba y comenzaba a bajar las escaleras. Oyó a Viktor en la sala de estar hablando por teléfono con su agente.
Necesitaba estar un momento a solas para recuperarse. Se metió silenciosamente en el estudio de su padre, dónde Pooh dormía en uno de los sillones que había delante del escritorio. La cabeza blanca y mullida de la perra se levantó rápidamente. Se sentó en el borde del sillón, agitando el pompón de su rabo y caminó por la alfombra hacia su dueña.
______se puso de rodillas y recogió a la perrita en brazos.
—Qué desastre, ¿realmente hiciste eso hoy?
Pooh le dio un lametazo como disculpa. ______comenzó a reatar los lazos que se habían deshecho de las orejas de la perra, pero sus dedos temblaban, así que lo dejó. Pooh los volvería a soltar de todas maneras.
Esa perra era una deshonra para la dignidad de su raza. Odiaba los lazos y los collares de diamantes falsos, se negaba a dormir en su colchón y no era demasiado selectiva con su comida. Detestaba ser esquilada, cepillada o bañada y no quería ponerse el suéter con monograma que Viktor le había regalado. Ni siquiera era una buena perra guardiana. El año pasado cuando _____había sido atacada a plena luz del día en el Upper West Side, Pooh se había pasado todo el rato rozándose contra las piernas del asaltante implorando ser acariciada.
______enterró su cara en el suave pelaje de la perra.
—¿Debajo de ese pedigrí de fantasía, no eres otra cosa que una perra cruzada, verdad, Pooh?
Abruptamente, ______perdió la batalla que había estado librando todo el día y soltó un sollozo ahogado. Una perra cruzada. Eso es lo que era ella. Pero se adornaba como un perro de lanas francés.
Viktor la encontró en la biblioteca. Con más tacto que el que usualmente exhibía, ignoró el hecho de que había estado llorando.
—______, cariño —dijo tiernamente—, el abogado de tu padre está aquí para verte.
—No quiero ver a nadie —sorbió por la nariz, buscando inútilmente un kleenex.
Viktor extrajo un pañuelo de colores del bolsillo de su chaqueta gris de seda y se lo dio.
—Tendrás que hablar con él tarde o temprano.
—Ya lo hice. Me llamó para hablar de la tutela de Molly el día después de que Bert muriese.
—Tal vez tenga que ver con la herencia de tu padre.
—Yo  no tengo nada que ver con eso.  —Se sonó ruidosamente en el pañuelo. Siempre había pretendido que ser desheredada no la molestaba, pero era doloroso tener la prueba cristalina del desprecio público de su padre.
—Es muy insistente. —Viktor tomó el bolso que ella tenía, lo puso sobre la silla donde Pooh había estado durmiendo y lo abrió. Era un Judith Lieber de segunda mano que él había encontrado en una tienda del East Village, le echó
a ______una mirada desaprobadora cuando vio una chocolatina Milky Way en el fondo. Apartándola, cogió un peine y se lo pasó para que se peinara. Cuando lo hubo hecho, le pasó el colorete y el lápiz de labios. Mientras ella reparaba su
maquillaje, él se tomó un momento para admirarla.
Viktor encontraba los inusuales rasgos que habían inspirado alguno de los mejores trabajos de Arturo Flores mucho más atractivos que las caras de labios hinchado de las modelos anoréxicas con las que él posaba. Y también mucha más gente, incluyendo a la famosa fotógrafa Asha Belchoir, con la que recientemente había tenido una sesión.
—Quítate esas medias rotas. Pareces una figurante de Los Miserables.
Mientras ella alcanzaba bajo su falda para hacer lo que le decía, él devolvió el maquillaje a su bolso. Luego le enderezó el cinturón de hojas de parra y la guió a la puerta.
—No quiero ver a nadie, Víktor.
—No te vas a echar atrás ahora.
El terror llenó sus ojos ámbar.
—No puedo hacerlo en este momento.
—¿Por qué no lo intentas? —Acarició su mejilla con el pulgar—. Puede que la gente no obtenga tanta satisfacción oculta como tú piensas.
—No puedo tolerar la idea de que nadie me tenga lástima.
—Claro, ¿entonces prefieres que todo el mundo te odie?
Ella forzó una sonrisa arrogante mientras alcanzaba el picaporte.
—Puedo manejar el desprecio. Es la piedad lo que no tolero.
Viktor miró las ropas, tan impropias para la ocasión y negó con la cabeza.
— Pobre ______. ¿Cuándo vas a dejar de inventarte a ti misma?

—Cuando lo haga bien —dijo ella suavemente.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por AniitaRP4 Vie 16 Ago 2013, 10:58 pm

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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Lun 19 Ago 2013, 10:00 pm

CAPÍTULO 2


Parte 1
 
Brian Hibbard revolvió los documentos que tenía en el regazo.
—Le pido disculpas por presentarme sin avisar tan poco tiempo después del funeral del Sr. Somerville, Señorita, pero el ama de llaves me reveló que planeaba volar a Manhattan mañana por la tarde. No había pensado que regresaría tan pronto.
El abogado era pequeño y rollizo, ronJoe do los cincuenta, con la piel colorada y el pelo entrecano. Un traje gris perfectamente cortado no podía esconder la leve panza que se había formado a la altura de su ombligo. Phoebe se sentó frente a él en uno de los sillones orejeros situado cerca de la maciza chimenea de piedra que dominaba el salón. Ella siempre había odiado la oscuridad que reinaba en la habitación revestida de paneles y presidida con aves disecadas, cabezas de animales y un cenicero cruelmente hecho con la pezuña de una jirafa.
 
Cuando ella cruzó las piernas, la cadenita de oro que rodeaba su tobillo brilló con la tenue luz. Hibbard la vio, pero fingió que no lo había hecho.
—No hay ninguna razón para que lo posponga más, Mr. Hibbard. Molly
regresa al campamento mañana por la tarde y mi vuelo sale algunas horas después.
—Eso va a ser complicado, me temo. La voluntad de su padre es un poco
enrevesada.
Su padre la había mantenido adecuadamente enterada de los detalles de su testamento, incluso antes de los seis meses finales de su vida, cuando ya le habían diagnosticado un cáncer pancreático. Sabía que había establecido un fondo fiduciario para Molly y que Reed heredaría sus amados Stars.
—¿Eres consciente de que tu padre tuvo algunos contratiempos financieros en los últimos años?
—No los detalles. No hablamos con demasiada frecuencia.
Habían estado completamente enemistados durante casi diez años, desde que ella tenía dieciocho hasta que había regresado a los Estados Unidos después de la muerte de Arturo. Después, se habían encontrado ocasionalmente cuando él iba a Manhattan por negocios, pero ella ya no era una niña tímida, demasiado gorda, que se dejaba intimidar y sus encuentros habían sido algo airados.
Aunque su padre mantenía amantes y se había casado con showgirls, la pobreza de su infancia le había hecho desear ardientemente respetabilidad y su estilo de vida le mortificaba. Él era violentamente homofóbico y tampoco le gustaba el arte. Odiaba las historias que constantemente aparecían sobre ella en las revista y decía que su amistad con “mariquitas y mariposones” le hacía parecer tonto delante de sus socios. Una y otra vez le ordenó regresar a Chicago y ocupar un puesto como ama de llaves no remunerada. Si el amor hubiera sido el motivo de su oferta, ella habría hecho lo que él quería, pero Bert sólo había querido controlarla, igual que había controlado a todos a su alrededor.
Él había permanecido inamovible e inflexible hasta el final, usando su enfermedad terminal como coacción para recordarle la desilusión que ella había supuesto para él. Ni siquiera había dejado que fuera a Chicago a verle cuando
se estaba muriendo, diciendo que no quería ninguna maldita vigilia. En su última conversación telefónica, le había dicho que era su único fracaso.
Cuando parpadeó para eliminar una fría oleada de lágrimas de sus ojos, se dio cuenta de que Brian Hibbard todavía estaba hablando.
—… así es que el patrimonio de su padre no es tan grande como era durante los años ochenta. Dispuso que esta casa fuera vendida, y que los ingresos reviertan en el fideicomiso de su hermana. El condominio no debe ser puesto en venta durante al menos un año, sin embargo, su hermana y usted pueden hacer uso de él hasta entonces.
—¿El condominio? No sé nada sobre eso.
 
—No está demasiado lejos del complejo de los Stars. Es… esto… para uso
privado.
—Para sus amantes —dijo Pheobe con rotundidad.
—Si, bueno, ha estado vacío durante los últimos seis meses, desde su enfermedad. Desafortunadamente, esas son las únicas propiedades no conectadas con los Stars que mantenía. Sin embargo, su situación financiera no es poco prometedora.
—Tampoco lo creía. El equipo de fútbol debe valer millones.
—Tiene bastante valor, aunque, también está teniendo dificultades financieras.
Algo en su expresión debió revelar sus sentimientos porque él dijo—: ¿No le gusta el fútbol?
—No, no me gusta.  —Había hablado con demasiada intensidad, y él la miraba con curiosidad. Rápidamente, ella hizo un gesto indolente con su mano—. Soy más de Galerías, de cenas en Le Cirque y noches en los teatros
vanguardistas. Como tofú, Sr. Hibbard.
Ella creía que el comentario era como un buen zurcido, pero él ni siquiera sonrió.
—Es duro creer que a la hija de Bert Somerville no le gusta el fútbol.
—Un escándalo, lo sé —dijo ella jovialmente—. Pero así es. Soy alérgica al sudor, mío o de cualquier otro. Afortunadamente, el santo de mi primo Reed siempre ha sudado copiosamente, gracias a él puede sobrevivir la dinastía
futbolera de la familia.
El abogado vaciló, mirándola con pesar.
—Me temo que eso no está tan claro.
—¿Por qué?
—Varios meses antes de la muerte de su padre, redactamos un nuevo testamento. Al menos, durante un corto período de tiempo, Reed está desheredado.
Pasaron varios segundos mientras ella absorbía esa sorprendente información. Recordó lo tranquilo que su primo había parecido en el entierro.
—Reed obviamente no sabe eso.
—Le urgí a Bert que se lo dijera él, pero se negó. Mi socio y yo tenemos la poco envidiable tarea de darle las noticias cuando nos encontremos con él esta tarde. Él no va a quedarse quieto ante el hecho de que Bert le dejara el equipo
a su hija.
—¿A su hija? —Y luego ella pensó en la adolescente que leía a Dostoyevski arriba y comenzó a sonreír—. Mi hermana va a hacer historia en el fútbol profesional.
—Me temo que no la sigo.
—¿Cuántas chicas de quince años poseen un equipo de la NFL?
Hibbard pareció alarmado.
—Lo siento, Señorita Somerville. No es eso. Su padre no le dejó el equipo a su hermana.
—¿No lo hizo?
—Oh no, se lo dejó a usted.
—¿Qué él hizo qué?
—Le dejó el equipo a usted, Señorita Somerville. Es la nueva dueña de los Chicago Stars.
 
****
 
Esa noche mientras ______vagabundeaba por las habitaciones de la horrible casa de su padre, intentó rezar por los animales muertos que colgaban de las paredes. Intentó convencerse a sí misma de que era buena porque tenía miedo de convertirse en una de esas personas cínicas que se abrazaban a la amargura como a un hueso atesorado para ser roído una y otra vez.
—¿Por qué me hiciste eso, Bert? ¿Necesitabas tanto controlarme que tuviste que intentar plegarme a tu voluntad desde la tumba?
Cuando Brian Hibbard le comunicó que Bert le había dejado los Stars, había experimentado un momento de tal increíble felicidad que no pudo hablar. No había pensado en el dinero, ni en el poder, ni siquiera pensó en que odiaba el
fútbol. Simplemente se había regocijado de que después de tantos años de animosidad, su padre le había demostrado que se preocupaba por ella.
Recordaba haberse sentado deslumbrada mientras el abogado le explicaba todo lo demás.
—Con franqueza, Señorita Somerville, no apruebo las condiciones que su padre puso para que heredara los Stars. Mi socio y yo tratamos de que cambiara de idea, pero no atendió a razones. Lo siento. Estaba tan
definitivamente cabal en su juicio, que ni usted ni Reed pueden rebatir con éxito el testamento.
Ella había clavado inexpresivamente sus ojos en él.
—¿Qué? ¿Qué dice?
—Decía que la herencia es temporal.
—¿Cómo puede ser temporal una herencia?
—Sin usar lenguaje legal, el concepto es muy simple. Para que pueda retener la propiedad del equipo, los Stars tienen que conquistar el campeonato AFC el próximo enero y eso es algo altamente improbable. Si no ganan, le corresponderán cien mil dólares y la propiedad del equipo revierte en Reed.
Recibir noticias de que podía recibir una cantidad de dinero tan enorme no evitó que su felicidad se desvaneciera. Entristecida se percató de que esa era otra de las manipulaciones de su padre.
—¿Quiere decir que sólo poseeré el equipo hasta enero y luego será de Reed?
—A no ser que los Stars ganen el campeonato AFC, en cuyo caso el equipo será suyo para siempre.
Ella se retiró el pelo de la cara con una mano temblorosa.
—Yo no sé nada de fútbol. ¿Qué campeonato es ese? ¿Es la Super Bowl?
Gracias a Dios, Hibbard le dio una explicación paciente.
—Es el paso anterior. La Football Nacional League está dividida en dos campeonatos, el American Football Conference, AFC, y el Football Nacional Conference, FNC. Los dos mejores equipos de cada uno se juegan su propio campeonato. Los ganadores de cada uno, se juegan la Super Bowl.
Ella quiso asegurarse de que lo entendía.
—¿Para que el equipo siga siendo mío los Stars tendrían que ganar el campeonato AFC?
—Eso mismo. Y francamente, Señorita Somerville, las posibilidades de acercarse siquiera son prácticamente nulas. Son un buen equipo, pero gran parte de los jugadores son demasiado jóvenes. Dentro de dos o tres años, puede ser, pero me temo que no esta temporada. Ahora mismo, la AFC está dominada por los San Diego Chargers, los Miami Dolphins, y, claro está, el que defiende la Super Bowl del año pasado, los Portland Sabers.
—¿Bert sabía que los Stars no podrían ganar este año?
—Me temo que sí. En su testamento manifiesta que no puede recibir los cien mil dólares a menos que trabaje en el Stars Complex todos los días mientras sea la propietaria del equipo. Para hacerlo, claro está, tiene que mudarse a Chicago, pero no tiene que involucrarse sin estar preparada para dirigir un equipo de fútbol profesional. Carl Pogue, el presidente de los Stars, haría en realidad el trabajo.
Un dolor sordo atravesó su pecho cuando comprendió lo que su padre pretendía.
—En otras palabras, no sería más que un testaferro.
—Carl no tiene autoridad para firmar los documentos legales. Esa es responsabilidad de la dueña.
No pudo evitar el sufrimiento que denotaba su voz.
—¿Por qué Bert haría algo como esto?
Fue en ese momento cuando Hibbard le había dado la carta.
 
Estimada Phoebe
Como sabes, te considero mi único fracaso. Durante años, me has humillado públicamente saliendo a menudo con todos esos homosexuales y maricas, pero no voy a dejarte desafiarme más.
Aunque sólo sea una vez en tu vida vas a hacer lo que te digo. Quizá  esta experiencia te enseñe finalmente algo sobre la responsabilidad y la disciplina.
El fútbol convierte a los chicos en hombres. Veamos si puede hacer de ti una mujer.
No jodas también esta oportunidad.
Bert
 
Había repasado la nota tres veces mientras el abogado la observaba, y cada vez el nudo de su garganta se hacía más grande. Incluso desde la tumba, Bert la controlaba con determinación. Alejándola de Manhattan, él creía que
podía moldearla como quería que fuera. A su padre siempre le había gustado apostar, y aparentemente había decidido que no podría hacerle mucho daño a su precioso equipo durante unos meses. Ahora él finalmente tendría exactamente lo que quería. Reed poseería los Stars, mientras ella bailaba al son que tocaba su padre.
Deseaba poderse obligar a creer que sus motivaciones se basaban en amor y preocupación. Entonces habría podido perdonarle. Pero sabía demasiado bien que Bert no sabía nada del amor, sólo del poder.
Así que vagaba por los pasillos de la casa de su padre, rezando por las almas de los animales muertos y de niñas que no habían sido amadas, mientras contaba las horas hasta que se pudiera escapar de ese lugar donde había conocido la infelicidad.
Peg Kowalski, que había sido el ama de llaves de Bert durante los últimos ocho años, había dejado una solitaria luz encendida en el salón que se veía a través de las ventanas traseras de la casa. ______se alejó de las ventanas iluminadas e intentó encontrar el viejo arce que había sido su escondite favorito cuando era niña.
Generalmente procuraba evitar pensar en su infancia, pero esa noche, mientras miraba fijamente la oscuridad, no pudo evitar rememorar lo ocurrido hacía tanto tiempo. Podía sentir como se empujaba a sí misma al pasado, hacia el viejo arce y el temido sonido de la voz de un matón.
—Ah eres tú, Pulga Barriguda. Ven aquí. Tengo un regalo para ti.
El estómago de ______dio un vuelco ante la enérgica intrusión de la voz de su primo Reed. Miró hacia abajo para verle levantarse de debajo del árbol que era su refugio durante esas raras veces que estaba en casa. Se suponía
que ella se iba al campamento de verano a la mañana siguiente, y hasta ese momento había logrado evitar quedarse a solas con él, pero hoy había abandonado su guarida. En lugar de permanecer en la cocina con la cocinera o ayudar a Addie a limpiar los cuartos de baño, había huido a la soledad del bosque.
—No quiero ningún regalo —dijo ella.
Es mejor que vengas aquí. Si no lo haces, te arrepentirás.
 
Reed no hacía amenazas vanas y ella sabía desde hacía mucho tiempo que no tenía defensas contra él. Su padre se enfurecía con ella si se quejaba de que Reed se burlaba o la golpeaba. Bert decía que era una pusilánime y que no iba
a librar sus batallas por ella. Pero tenía doce años y los dos años que Reed le llevaba lo hacía más alto y fuerte y ella no podía ni imaginarse oponerse a él.
No entendía por qué Reed la odiaba tanto. Puede que ella fuera rica mientras él era pobre, pero su madre no había muerto cuando él tenía cuatro años como le había pasado a ella; y no lo despachaban a la escuela. Reed y la
Tía Ruth, hermana de su padre, vivían en un edificio de apartamentos de ladrillo a tres kilómetros de su casa desde que el padre de Reed se había ido.
Bert pagaba la renta y le daba a Tía Ruth dinero, si bien a él no le gustaba demasiado. Pero adoraba a Reed porque Reed era un niño, y era hábil en deportes, especialmente en fútbol.

Sabía que Reed se subiría por las paredes si lo desafiaba, y decidió que se sentiría más segura cara a cara con él en tierra firme. Con un aplastante sentimiento de temor, comenzó a descender por el arce, sus muslos regordetes hicieron un feo sonido cuando se rozaron entre sí. Esperó que él no quisiera mirar bajo sus pantalones cortos. Siempre trataba de verla allí, o tocarla, o decirle cosas sucias sobre su trasero; cosas que ella no entendía. Cayó torpemente sobre el suelo, respirando entrecortadamente porque el descenso había sido difícil.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por AniitaRP4 Miér 21 Ago 2013, 10:20 pm

MALDITO REED >:l SIGUELA!
AniitaRP4
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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Sáb 24 Ago 2013, 5:39 pm

Parte 2
 
 
Reed no resultaba demasiado alto para una niña de doce años de edad, pero era fuerte, con piernas cortas pero firmes, hombros anchos y grueso pecho. Sus brazos y piernas estaban perpetuamente cubiertos de costras y
magulladuras de actividades deportivas, accidentes en bicicleta y peleas. A Bert le gustaba tomar nota de las lesiones de Reed. Decía que Reed era "todo un chico"
Ella, sin embargo, era tranquila y tímida, más interesada en libros que en deportes. Bert la llamaba su Pequeña Cerdita y decía que todas esas A que traía de la escuela no la llevarían a ninguna parte en la vida si no lograba ser atrevida y mirar de frente a las personas. Reed no sobresalía en la escuela, pero eso no le importaba a Bert porque Reed era la estrella de la selección de fútbol de la escuela secundaria.
Su primo llevaba una camiseta naranja roja y sucia, y zapatillas de lona estropeadas, exactamente el tipo de ropa arrugada que a ella le habría gustado llevar puesta, pero el ama de llaves de su padre no la dejaba. La Señora Mertz
compraba toda la ropa de ______en una tienda de niños muy cara, y ese día llevaba un par de pantalones cortos blancos que enfatizaban el estómago redondo de ______y un top de algodón sin mangas con una gran fresa estampada en el frente hasta encima del ombligo.
—No dices que nunca hago nada agradable por ti, Pulga Barriguda —Reed sostenía un trozo de grueso papel blanco un poco más grande que un libro de bolsillo—. ¿Adivina qué encontré?
—No sé. —______habló con cautela, determinada a esquivar cualquier bomba que le lanzara Reed.
—He encontrado una foto de tu mami.
El corazón de ______se saltó un latido.
—No te creo.
Él dio la vuelta al papel, y lo que ella vio era, ciertamente, una foto, aunque la volvió a girar rápidamente para que ella sólo pudiera absorber la vaga impresión de la cara de una bella mujer.
—La encontré en el fondo de un cajón de trastos viejos de mamá —le dijo, arqueando impacientemente sus oscuras y gruesas cejas.
Sintiendo las piernas débiles, supo que no había querido nada en su vida tanto como quería esa foto.
—¿Por qué sabes que es ella?
—Le pregunté a mi madre. —Ahuecó la foto en su mano para que Phoebe no la pudiera ver y le echó él un vistazo—. Es realmente una buena foto, Pulga Barriguda.
El corazón de ______latía tan fuerte que tuvo miedo de que él se diera cuenta. Quería arrebatarle la foto de su mano, pero mantuvo la calma porque su  triste experiencia le decía que él simplemente la pondría fuera de su alcance si lo intentaba.
Sólo tenía una foto de su madre y estaba tomada desde demasiado lejos para que ______le pudiera ver la cara. Su padre nunca le había contado nada sobre ella excepto que era una rubia tonta con  grandes tetas, y que era condenadamente grave que no hubiera heredado su cuerpo en vez de su cerebro. La ex madrastra de Phoebe, Cooki, de quien su padre se había divorciado el año anterior, después de que hubiera sufrido otro aborto, le había dicho que la madre de ______probablemente no era tan mala como Bert decía, pero que la convivencia con Bert podía resultar difícil. ______había adorado a Cooki. Había pintado las uñas de los pies de ______de color rosa Parfait y contado excitantes historias sobre la vida real como si fueran de la revista True Confesions.
—¿Qué me darás a cambio? —dijo Reed.
Sabía que no podía dejar que Reed supiera como ansiaba esa foto o haría algo horrible para que no la tuviera.
—Ya tengo montones de fotos suyas —mintió— ¿por qué debería de darte algo?
Él levantó la foto.
—Bueno, entonces la haré pedazos.
—¡No! —gritó, la protesta se escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo.
Sus ojos oscuros se entrecerraron con taimada malicia y ella sintió como si las fauces afiladas de una trampa de acero se acabaran de cerrar a su alrededor.
—¿Cuánto la quieres?
 
Ella comenzó a temblar.
—Solamente dámela.
—Bájate los pantalones y te la daré.
—¡No!
—Entonces la romperé. —Sujetó la foto por la parte superior entre sus dedos como si se preparara para rasgarla.
—¡No lo hagas! —Le temblaba la voz. Se mordió el interior de la mejilla, pero no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas—. Tú no la quieres, Reed. Por favor, dámela.
—Ya te he dicho lo que tienes que hacer, Burra Gordita.
—No. Se lo diré a mi padre.
—Y yo le diré que eres una pequeña mentirosa presumida. ¿A quien crees que creerá?
Los dos sabían la respuesta a esa pregunta. Bert siempre se ponía del lado de Reed.
Una lágrima se goteó por su mandíbula sobre su top de algodón, produciendo una mancha acuosa en la hoja de la fresa.
—Por favor.
—Bájate los pantalones o la romperé.
—¡No!
Él hizo un pequeño rasgón en la parte superior, y ella no pudo detener un sollozo.
—¡Bájalos!
—¡Por favor, no lo hagas! ¡Por favor!
—¿Lo vas a hacer, llorona? —Él aumentó el desgarrón.
—¡Sí! ¡Detente! Detente y lo haré.
Él bajó la foto. A través de sus lágrimas ella vio que se detenía, pero había una fisura de unos dos centímetros en la parte superior.
Sus ojos bajaron sobre ella y miraron fijamente al punto donde sus piernas se unían, ese misterioso lugar donde algunos vellos dorados habían comenzado a crecer.
—Deprisa, antes de que venga alguien.
Un horrible sabor a bilis subió a su garganta. Ella se abrió el botón de sus pantalones cortos. Las lágrimas ardían en sus ojos mientras luchaba con la cremallera.
—No me hagas hacer esto —murmuró ella. Las palabras sonaron vacilantes, como si su garganta estuviera llena de agua—. Por favor, dame la foto.
—Te he dicho que te apresures. —Él no estaba mirándole la cara, sólo fijaba los ojos en el lugar entre sus piernas.
 
El mal gusto de su boca empeoró cuando lentamente empujó sus pantalones cortos sobre su vientre y muslos para dejarlos caer. Rodearon sus tobillos formando un encorvado ocho. Ella estaba muerta de vergüenza mientras se quedaba de pie delante de él con sus bragas azules de algodón con diminutas rosas amarillas por todas partes.
—Dámelo ahora —imploró.
—Antes, bájate las bragas.
Intentó no pensarlo. Sólo intentó bajarse las bragas para poder tener la foto de su madre, pero sus manos no se movieron. Se quedó de pie delante de él con las lágrimas corriendo por sus mejillas y los pantalones enredados alrededor de sus tobillos rollizos y supo que no podría dejar que le viera eso.
—No puedo —murmuró.
—¡Hazlo! —Sus pequeños ojos se ensombrecieron de furia.
Sollozando, ella negó con la cabeza.
Con una desagradable mueca en su boca, él rompió la preciosa foto por la mitad y luego otra vez por la mitad antes de dejar que los pedazos flotaran hasta el suelo. Los pisó bajo la planta de su pie con maldad y corrió hacia la
casa.
Tropezando en sus pantalones, se dejó caer ciegamente hacia la destrozada foto. Cuando cayó de rodillas, vio un par de ojos separados y rasgados como los suyos. Dio una pequeña boqueada trémula y se dijo que la arreglaría. Alisaría los trozos y los pegaría con cinta adhesiva por la parte de atrás.
Sus manos temblaban cuando colocaba los cuatro trozos arrugados en su posición correcta, primero los dos superiores y después los dos de abajo. Sólo después de que la foto fuera colocada, vio el acto final de la malicia de Reed.
Un bigote grueso y negro había sido pintado justo por encima del suave labio superior de su madre.
Ahora tenía treinta y tres años, pero ______todavía podía sentir un dolor en el pecho mientras permanecía de pie mirando fijamente. Todos los lujos materiales de su infancia no habían podido compensar crecer bajo la sombra
del abuso cruel de Reed y el desprecio de padre.
Algo rozó contra su pierna y miró hacia abajo para ver a Pooh contemplándola con sus lindos ojos. Se arrodilló para recogerla, luego la abrazó y la llevó al sofá, dónde se sentó y acarició su suave pelaje. El reloj de pared sonó en la esquina. Cuando tenía dieciocho años, ese reloj había estado en el estudio de su padre. Enterró las uñas pintadas de rosa en el moño de Pooh y recordó esa horrible noche de agosto cuando su mundo se derrumbó.
Su madrastra Lara había llevado a Molly de dos meses de edad a visitar a su madre en Cleveland. Phoebe, de dieciocho, estaba haciendo las maletas para su primer año en Mount Holyoke. Normalmente no habría estado invitada a la fiesta del equipo de fútbol de los Northwest Illinois State, pero Bert los hospedaba en casa así que había sido incluida. En aquel entonces Bert aún no poseía los Stars, y los Northwest había sido su obsesión. Reed se aprovechaba  de las generosas contribuciones de Bert al equipo y se había convertido en un ex alumno altamente influyente.
Ella se había pasado dos días anticipando y temiendo la fiesta de esa noche. Aunque mucha de su gordura se había desvanecido, todavía estaba cohibida por su figura y llevaba ropa abolsada y sin forma para ocultar sus pechos llenos. Su experiencia con Reed y su padre la habían hecho ser suspicaz con los hombres, pero al mismo tiempo, no podía evitar soñar con que aquellos populares deportistas se fijaran en ella.
Había pasado las horas anteriores paseando por los alrededores y tratando de pasar desapercibida. Fue cuando Craig Jenkins, el mejor amigo de Reed, se había acercado a ella para preguntarle si  bailaba; ella apenas había podido asentir con la cabeza. Craig de pelo oscuro y bien parecido, era el jugador estrella de los Northeast y ni siquiera en sus sueños más descabellados se había imaginado que él se fijaría en ella y mucho menos que le rodearía los hombros con su brazo cuando la música finalizara. Comenzó a relajarse.
Bailaron otra vez. Coqueteó un poco, rió sus chistes.
Y luego todo se estropeó. Él había bebido en exceso y había tratado de tocarle los pechos. Cuando le dijo que se detuviera, él no la había escuchado.
Se había puesto cada vez más agresivo y había huido fuera en mitad de una tormenta para esconderse en el pequeño cobertizo de la piscina.
Fue allí donde Craig la había encontrado y donde, en la oscuridad densa y caliente, la había violado.
Luego, ella había cometido el error que tantas víctimas de violación cometían. Aturdida y sangrando, se había arrastrado al cuarto de baño, donde había vomitado y luego había restregado las señales de su violación en una bañera de agua extremadamente caliente.
Una hora más tarde, sollozando y sin apenas coherencia, la había encontrado Bert en una esquina de su estudio, donde había ido para buscar sus cigarros cubanos. Todavía recordaba su incredulidad cuando había metido sus dedos entre su corto pelo gris metálico y la había observado. Se quedó de pie ante él con un enorme chándal gris que se había puesto al salir de la bañera.
Nunca se había sentido más vulnerable.
—¿Quieres que crea que un chico como Craig Jenkins estaba tan desesperado por una mujer que tuvo que violarte?
—Es verdad —murmuró, sin apenas ser capaz de emitir ahogadas palabras a través de su constreñida garganta.
El humo del cigarro puro se había enrollado como una cinta sucia alrededor de su cabeza. Él juntó las cejas entrecanas.
—¿Es este otro es de tus patéticos intentos de ganarte mi simpatía? Crees que realmente voy a estropear la carrera en el fútbol de un chico sólo porque tú quieres algo de atención?
—¡No es así! ¡Él me violó!
Bert había hecho un sonido de repulsión y había sacado la cabeza por la puerta para pedir que llamaran a Craig, que llegó minutos más tarde acompañado de Reed. ______había rogado a su padre que Reed se marchara, pero no lo hizo y su primo permaneció en una esquina de la habitación bebiendo cerveza directamente de la botella mientras escuchaba como ella repetía su historia con vacilación.
Craig había negado las acusaciones de ______apasionadamente, había sido tan convincente que incluso ella le habría creído si no hubiese sabido que no era cierto. Incluso sin mirar a su padre, se dio cuenta de que había perdido y cuándo él le ordenó no repetir jamás la historia otra vez, algo murió en su
interior.
Se había escapado al día siguiente, tratando de huir de lo que se había convertido en su vergüenza. Comprobó que su cuenta de la universidad contenía suficiente dinero para ir a París, lugar donde había encontrado a Arturo Flores, y donde su vida había cambiado para siempre.
Los lacayos de su padre la habían visitado varias veces durante los años que pasó con Arturo para transmitirle las amenazas de Bert y tratar de que volviera a casa. La había desheredado cuando el primero de los desnudos vio la luz.
Recostó la cabeza contra el respaldo del sofá y acercó más a Pooh. Bert finalmente la había doblegado como quería. Si ella no hacía lo que él había ordenado, entonces no recibiría los cien mil dólares, dinero que le permitiría abrir una pequeña sala de exposiciones propia.
—Tú eres mi único fracaso, Phoebe. Mi único y maldito fracaso.

En ese mismísimo momento, apretó los dientes en una terca línea. Su padre, los cien mil dólares y los Chicago Stars podían irse al infierno. Solo porque Bert había propuesto el juego no significaba que tuviera que jugar. Ella encontraría otro camino para recaudar el dinero que le permitiría abrir su galería. Decidió aceptar la oferta de Viktor de pasar algún tiempo en la casa donde pasaba sus vacaciones cerca de Montauk. Allí, al lado del océano, finalmente pondría los fantasmas de su pasado a descansar.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por AniitaRP4 Dom 25 Ago 2013, 12:32 pm

MAldito Reed! -_____- Le dogi un Solo odio a Craig y y tambien a su padre!!!!!!!!!! :lllllllll
AniitaRP4
AniitaRP4


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Mensaje por fernanda Dom 25 Ago 2013, 8:37 pm

Dios todo esto fue tan feo , pero la nove en si en asombrosa , tienes que seguirla!
fernanda
fernanda


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Mensaje por D.A. Torrez. Dom 25 Ago 2013, 9:10 pm

Hola chicas, gusto en saludarlas, últimamente no lo hago, perdón. Les aviso que estare publicando cap (o por lo menos una parte de el) todos los dias, para quienes puedan pasarse por aqui. besos y hasta pronto




CAPÍTULO 3
 
Parte 1
—No hay que darle más vueltas, Hielo —dijo Tully Archer, dirigiéndose a Joe  Jonas  en susurros como si fueran espías aliados encontrándose en el Grunewald para intercambiar secretos militares—. Te guste o no te guste, la preciosa rubia está al mando.
—Bert ha debido pensar con el culo—Joe  miró ceñudamente al camarero, que estaba a punto llegar con otra bandeja de champán y el hombre rápidamente dio la vuelta. Joe  odiaba el champán. No sólo por el afeminado sabor, sino por la manera en que sentía las estúpidas copas en sus grandes manos llenas de cicatrices. Incluso más que al champán, odiaba la idea de que la rubia tonta del cuerpo de infarto poseyera su equipo de fútbol.
Los dos entrenadores estaban de pie en el espacioso mirador de la Sears Tower, que había sido cerrada al público esa tarde en beneficio del United Negro College Fund. Del suelo al techo había ventanas que reflejaban los centros florales de todo el recinto, mientras un quinteto de viento tocaba la Sinfonía de Chigado de Debussy. Los miembros de todo el equipo se mezclaban con figuras locales de la prensa, política y algunas estrellas de cine que estaban en la ciudad. Joe  odiaba cualquier ocasión que requiriera esmoquin, pero cuando existía un motivo lo suficientemente importante, se obligaba a asistir.
Desde que había comenzado como quarterback en la Universidad de Crimson, Alabama, hacía tantos años, las luchas de Jonas , dentro y fuera del campo, se habían convertido en algo legendario.  Como argumento a su favor, él había sido un demonio sanguinario con aspecto de bárbaro. Había sido un quarterback que se entregaba, no un niño mimado, incluso con el defensa más feroz intentando amenazarle, porque en cualquier enfrentamiento que Joe  Jonas  mantuviera, asumía que era el más fuerte y el más listo. De cualquier manera, tenía intención de ser el ganador.
Fuera del campo también era agresivo. Algunas veces había llegado a ser arrestado por alterar el orden público, destrucción de la propiedad, y, al principio de su carrera, poseer alguna sustancia ilegal.
La edad y la madurez lo habían hecho más sabio en algunas cosas pero no en otras, y se encontró observando a la congresista más joven de Illinois cuando se paró ante un grupo de personas de etiqueta detrás de Tully. Llevaba puesto uno de esos vestidos de noche que parecían simples pero que probablemente costaban más que un par de pendientes de diamantes. Su pelo castaño claro estaba retirado de su nuca por un lazo fino de terciopelo. Era bella y sofisticada. Y además atraía una considerable cantidad de atención y no pudo evitar darse cuenta de que él era una de las pocas personas de la reunión que ella no había saludado. En cambio, una atractiva morena con un ceñido vestido plateado se desvivía por él. Dándole la espalda a Tully, ella pestañeó directamente a Joe  con unas pestañas tan llenas de rimel que le asombró que todavía las pudiera mover.
—Estás muy sólo, entrenador —se relamió los labios—.Te vi jugar contra los Cowboys antes de que te retiraras. Eras un autentico salvaje ese día.
—Estoy bastante seguro de que soy salvaje todos los días, cariño.
—Eso es lo que he oído. —Él sintió que la mano femenina se deslizaba en el bolsillo de su chaqueta y supo que le estaba dejando su número de teléfono.
Intentó recordar si había vaciado sus bolsillos desde la última vez que se había puesto el esmoquin. Con una sonrisa húmeda que ofrecía todo y más, ella se marchó.
Tully estaba tan acostumbrado a que sus conversaciones con Joe  fueran entorpecidas por mujeres rapaces que siguió la conversación como si no los hubieran interrumpido.
-Todo ese asunto me irrita. ¿Cómo permitió Bert que algo así pudiera ocurrir?
Lo qué ______Somerville estaba haciendo con su equipo de fútbol indignaba tanto a Joe  que no quería ni pensar en ello, sobre todo cuando no tenía nada alrededor que golpear. Se distrajo buscando con la mirada a la bella congresista y la divisó hablando con uno de los concejales de Chicago. Sus rasgos aristocráticos estaban totalmente controlados, sus gestos eran a la vez forzados y elegantes. Rezumaba clase de pies a cabeza, no era el tipo de mujer que pudiera imaginar con harina en la nariz o un bebé en los brazos. Se dio la vuelta para irse. En ese momento de su vida, una mujer enharinada, horneando galletas y sosteniendo bebés era exactamente lo que quería ver.
Después de incontables años de escándalos y un matrimonio que había sido un error garrafal, Joe  Jonas  quería establecerse. A los treinta y siete años, anhelaba tener niños, una casa entera llena de ellos, y una mujer que estuviera más interesada en cambiar pañales que conducir un Chrysler.
Estaba a punto de empezar una nueva vida. Nada de mujeres con profesión, no más conejitas glamorosas, no más devora-hombres. Quería fijarse en una mujer que se quedara en casa, del tipo que disfrutaría del desorden de un niño que comenzara a andar, una mujer cuya idea de la moda fuera unos vaqueros y una de sus viejas sudaderas, el tipo de mujer corriente que no hiciera girar cabezas, ni volviera locos a los demás hombres. Y una vez que estuviera comprometido, sus días de vagabundeo se habrían acabado. No había engañado a su primera esposa y no iba a engañar a esta. A su lado, Tully Archer todavía roía el tema de ______Somerville.
—Sabes que no me gusta hablar mal de nadie, especialmente del sexo débil, pero esa rubia me llamó caramelito. Joder, Hielo. Ese no es precisamente el tipo de persona que debería poseer un equipo de fútbol.
—En eso has acertado.
La cara de Santa Claus de Tully se arrugó como la de un bebé.
—Y tiene un caniche, Joe . Los dos sabemos que los entrenadores de los
Bears están siempre peleando con Mike McCaskey, pero joder, al menos no tienen un dueño que vaya a todos lados con un caniche. Te lo digo en serio, los he estado evitando desde el entierro. Me apostaría un riñón que todavía están
riéndose de nosotros.
Una vez que Tully empezaba, era difícil detenerle, y siguió con el mismo tema. Joe  advirtió que la congresista se estaba acercando gradualmente a las puertas del ascensor, rodeando un grupo de gente mientras se marchaba. Le echó un vistazo a su reloj.
—Se supone que éste es un año de transición para nosotros, Hielo —dijo Tully—. Bert despidió a Brewster el noviembre pasado y te contrató como entrenador principal. Tuvimos suerte con el plan B, lo hicimos mejor de lo que pensábamos, incluso ganamos un par de partidos al final de la temporada.
¿Pero quien podía pensar que Carl Pogue nos abandonaría y que terminaríamos
por tener a Ronald de presidente?
Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula de Joe. Tully negó con la cabeza.
—______Somerville y Ronald McDermitt, los Stars tienen nueva dueña y presidente interino. Fíjate lo que te digo, Hielo, Vince Lombardi se está riendo de nosotros y seguirá haciéndolo hasta que se muera.
El silencio cayó entre ellos mientras los pensamientos de ambos hombres tomaban caminos igual de deprimentes. En las seis semanas que habían pasado desde el entierro de Bert, ______había desaparecido, deteniendo todas las operaciones comerciales, porque nadie más estaba autorizado para firmar los contratos. Cuando no pudo ser localizada, Carl Pogue, presidente de los Stars, se había dejado llevar por la frustración y a continuación había buscado empleo
en la Oficina del Comisionado. Y para completar la crónica de un desastre, Ronald McDermitt, que había sido asistente de Carl Pogue, era el presidente de los Stars.
Las condiciones del testamento de Bert se habían filtrado a los medios de comunicación, dejándolos estupefactos. Como todos los demás, Joe  había asumido que Bert le dejaría los Stars a Reed inmediatamente, no al final de la temporada. Aunque Reed Chandler estaba bien considerado en la comunidad, Joe  siempre lo había encontrado un poco repulsivo y no había esperado con ilusión trabajar para él. Ahora, sin embargo, habría dado cualquier cosa por ver a Reed sentándose en la vieja oficina de Bert.
—Howie me dijo que has estado intentando ponerte en contacto con Ray Hardesty. ¿No te sentirás culpable por dejar que lo echara finalmente, verdad?
Joe  negó con la cabeza, si bien aún le molestaba.
—Tuvimos que hacerlo.
—Maldita sea. Él cada vez entrenaba menos y no hubiera pasado un control antidoping.
—Lo se. —La muerte de Lyle Alzado por abuso de esteroides no le había enseñado ni una maldita cosa a tíos como Ray Hardesty. Joe  sabía que Tully había tenido razón al aconsejarle echar a Ray del equipo y debería haberlo hecho cuando Ray había sufrido su segundo arresto del año. En vez de eso, lo había traído de vuelta, Joe do al veterano defensa de los Stars más oportunidades de las que le habría dado cualquier otra persona. Hardesty había sido un jugador genial hasta que su dependencia del alcohol y las drogas se habían descontrolado, pero Joe  había querido agotar todas las posibilidades.
Había intentado meter a Ray en rehabilitación. Lo había intentado hasta que había dejado de llegar a tiempo a los entrenamientos y dejado de fingir que obedecía las reglas, pero Ray ni siquiera escuchaba a otra persona que no fuera
su camello habitual.
Tully tiró del cuello de su camisa.
—¿Sabías que Ronald me llevó aparte un par de días después de que Carl se fuera y me dijo que te presionara más para echar a Hardesty?
Joe  odiaba hablar del actual presidente de los Stars casi tanto como odiaba hablar de la nueva dueña.
—¿Y porqué Ronald no se dirigió a mi?
—Lo tienes aterrorizado. Desde que lo encerraste en aquella taquilla.
—Me cabreó.
—Ronald nunca fue nada más que el perrito faldero de Carl. —Tully negó con la cabeza—. Todo el mundo sabe que obtuvo el trabajo sólo porque Bert le debía un favor a su padre. Sé que Bert nunca habría dejado los Stars en manos de su hija si supiera que Carl iba a abandonar. Ronald es un asno, Hielo. ¿Te conté la última vez que Bobby Tom hizo el burro después de un entrenamiento en la última temporada, cuando Ronald salió al campo? Ya sabes cómo es Bobby Tom, le gusta tomar un poco el pelo —Oye, Ronnie, buscamos un nuevo receptor. Y le lanzó la pelota en un lanzamiento realmente suave, de no más de cinco yardas. De todas maneras, Ronald levantó el brazo para atraparlo y le
aplastó los dedos. Comenzó a sacudir la mano como si alguien le estuviera matando. A Bobby Tom le gusta perforar intestinos. ¿Pero cómo puedes respetar a un presidente que no puede recibir un lanzamiento de pelota como
ese? El monólogo de Tully se interrumpió cuando uno de los protagonistas de su conversación, uno de los fichajes del año anterior, el receptor de los Stars, Bobby Tom Denton se acercó. A Bobby Tom le gustaba vestir bien y su impecable esmoquin negro estaba acompañado por una camisa blanca, pajarita plateada, botas de piel de serpiente y un gran Stetson negro.
Como cualquiera sabía, el único momento en que Bobby Tom se sacaba su Stetson de vaquero era cuando se ponía su casco. Una de sus muchas novias había dicho al Nacional Enquirer que incluso lo llevaba puesto cuando hacía el
amor. Sin embargo, no era demasiado creíble porque también le había dicho al Enquirer que Bobby Tom era hijo ilegítimo de Roy Orbison, una declaración que había contrariado poderosamente a la madre de Bobby Tom, aunque cualquiera que hubiera oído cantar alguna vez a Bobby Tom se hubiera dado cuenta de la mentira.
Bobby Tom saludó con el Stetson a Tully y a Joe .
—Entrenador. Entrenador.
Joe  inclinó la cabeza hacia atrás.
—Bobby Tom.
El receptor se dirigió a Tully.
—¿Oye, Entrenador, que opinas de esto? Esa pelirroja de allí me dijo que todos sus novios creen que soy el mejor receptor de la liga. ¿Tú que opinas? ¿Crees que mi perfil es mejor que el de Tom Waddle?
Tully contempló el perfil del receptor como si estuviera considerando seriamente la pregunta.
—No sé, Bobby Tom. La nariz de Waddle es más recta que la tuya. —Bobby Tom solía picarse cuando alguien ponía en duda su buena apariencia y esa noche no fue una excepción.
—¿De veras? Para tu información dijo que me parezco a ese actor de cine, ¿Cuál era su nombre? Christian Slater. —Bobby Tom frunció el ceño—. ¿Alguien sabe quien coño es Christian Slater?
Ninguno de ellos lo sabía.
Por un momento Bobby Tom pareció algo perdido. Luego arrebató una copa de champán a un camarero que pasaba y sonrió ampliamente.
—Bueno, pues te diré una cosa sobre él. Debe ser guapo como un demonio.
Todos ellos se rieron. A Joe  le gustaba Bobby Tom fuera del campo, pero le gustaba aún más dentro. Era uno de los mejores receptores que Joe  había visto en años, tenía arrojo, cerebro y las manos tan suaves que ni siquiera podías oír el golpe de la pelota cuando la recibía. Lo que no tenía era su actualización de contrato firmada y ese hecho estaba a punto de llevar a Joe  a contemplar la posibilidad de cometer homicidio con determinada rubia tonta.
Bert se había muerto cuando estaban a punto de terminar las negociaciones con el taimado agente de Bobby Tom. Y ahora no había nadie en Los Stars con autorización para firmar el contrato salvo ______Somerville, de quien sólo sabían que estaba de vacaciones y no podía ser molestada.
Bobby Tom no era el único jugador de Joe  que tenía el contrato sin firmar.
Tenía un línea ofensiva , Darnell Pruitt, que era tan bueno que daba miedo, un joven línea secundaria , que ya había participado con los Stars en las irreflexivas acciones forzadas de la última temporada. Ninguno de ellos podría viajar a Meadowlands el próximo fin de semana para el cuarto partido de pretemporada de los Stars contra los Jets. Y si no se solucionaba pronto, ninguno podría participar en el inicio de temporada al cabo de dos semanas.
Gracias a la rubia tonta que había desaparecido, Joe  Jonas  estaba a punto de perder a tres de los jugadores más prometedores de la liga. Sabía como funcionaba la NFL y no necesitaba una bola de cristal para saber que había una docena de equipos esperando, babeantes y con las chequeras en blanco, que esos tres jugadores perdieran la paciencia con un equipo que se estaba convirtiendo rápidamente en un mal chiste.
A una edad temprana el cinturón de su padre había enseñado a Joe  que ganar era lo único que contaba en la vida. Siempre había sido un competidor agresivo, derribando a cualquiera que se pusiera en su camino y en ese mismo momento se hizo una promesa a sí mismo. Si alguna vez ponía sus manos encima a cierta rubia, le enseñaría una lección que no olvidaría.
 
La mirada de Bobby Tom vagó por una bella joven bien proporcionada que sólo tenía ojos para Joe . El joven receptor negó con la cabeza.
—Joder, Entrenador. Ligas más que yo.
—Te llevo ventaja, Bobby Tom. Ya me alcanzarás. —Rodeó con el brazo a la chica—. Ahora, ¿me vas a decir tu nombre otra vez, cariño?
 
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por fernanda Dom 25 Ago 2013, 9:59 pm

AY POR FAVOR , TIENES QUE SEGUIRLA!
fernanda
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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Lun 26 Ago 2013, 10:16 pm

Parte 2
 
****
 
Joe  oyó la sirena justo cuando alcanzó el Eisenhower Expressway donde el East West Tollway se separaba a la izquierda. Había dejado a Melanie en la recepción una hora antes y cuando le echó un vistazo al espejo retrovisor se
alegró de que sus días de borrachera hubieran pasado.
Echó a un lado su rojo Ferrari 512 TR. Era un coche muy pequeño para él, pero soportaba la falta de espacio para sus rodillas porque el Testarossa era la máquina de conducir más bella del mundo. Realmente, doscientos mil dólares eran una suma muy grande de dinero para pagar por un coche cuando había gente durmiendo en las calles, así que después de comprarlo, había donado la misma cantidad para una de sus ong’s favoritas. La mayor parte de los años donaba más dinero del que gastaba, con lo cual creía que ya hacía lo correcto.
Cuando el patrullero se acercó al lado del conductor, Joe  bajó su ventanilla. El policía ya había visto la matrícula del Testarossa: “Hielo. 11”.
Apoyó el codo en la capota del coche y se inclinó hacia abajo.
—Buenas noches, Entrenador.
Joe  saludó con la cabeza.
—Supongo que tiene prisa.
—¿Qué velocidad llevaba?
—Iba a más de ciento cuarenta cuando pasó Mannheim.
Joe  sonrió ampliamente y golpeó el volante.
—Joder, me encanta este coche. También creía que iba a menos. Hay demasiados domingueros en la carretera esta noche.
—Y que lo diga —El policía se tomó algunos momentos para admirar e coche antes de devolver su atención a Joe —. ¿Y como crees que lo harán contra los Jets este fin de semana?
—Nos dejaremos el pellejo en ello.
—¿Ya firmó Bobby Tom?
—Me temo que no.
—Es una pena. —Retiró el brazo—. Bueno, pues de todas maneras buena suerte. Y levante el pie del acelerador, ¿vale, Entrenador? Tenemos algunos chicos de guardia esta noche que todavía le guarJoe  rencor por ese partido que perdió contra los Browns el año pasado.
—Gracias por la advertencia.
Era casi la una de la mañana cuando Joe  salió de la autopista, el tráfico era más o menos fluido. Ya se había quitado la chaqueta de esmoquin cuando
se echó al arcén izquierdo, se sacó violentamente la pajarita y se desabrochó el cuello de la camisa.
A pesar de haber tenido algún encontronazo con la ley, le gustaban los policías. Había tropezado con la ley varias veces desde aquella vez que había robado una cerveza a los doce años. Los policías de Tuscaloosa habían hecho bastante por enderezarle cuando jugaba para el Tide algunos años después.
Uno de ellos incluso había logrado convencerle en una noche, del valor de la educación universitaria después de que los polis hubieran acudido a una riña entre Joe  y un pijo de clase alta de Auburn en un bar llamado Wooden Dick.
—Tienes cerebro, chico. ¿Cuándo piensas empezar a usarlo?
El guardia le había hablado la mayor parte de la noche y lo había hecho comenzar a pensar en el futuro a largo plazo. El fútbol había sido el billete de Joe  para salir de la pobreza en la que había crecido, pero el policía le hizo
darse cuenta de que no podría jugar siempre.
En los siguientes semestres, gradualmente reemplazó sus clases de educación física y arte por cursos de negocios, matemáticas y finanzas. Al cabo de un año tenía un brillante historial académico a pesar del número de noches que se iba de juerga. Su máxima satisfacción en Alabama fue percatarse de que tenía cerebro y no sólo talento deportivo.
Regresó por Cermak Road y Oak Brook y serpenteó a través de las calles laterales hasta que divisó la tienda a su derecha. Aparcó, apagó el motor y salió del pequeño vehículo.
Había cinco personas dentro de la tienda, pero sólo dos de ellas eran mujeres. Una era una pelirroja teñida y la despachó de inmediato. La otra parecía demasiado joven para estar en un Seven-Eleven a las tantas de la noche. Estaba de pie como una chica de alterne, mascando chicle y haciendo un montón de globos mientras lo contemplaba. Sus flequillo estaba suelto, pero el resto de su pelo estaba retirado de su cara y sujeto en la coronilla con un pasador de plata. Si bien la noche era caliente, húmeda y calurosa, ella llevaba metidas ambas manos en los bolsillos de una chaqueta con el nombre de Escuela Secundaria "Varsity Cheerleader" sobre el pecho izquierdo.
Lo miró acercarse y su boca se entreabrió. Una faldita muy ajustada de lycra sobresalía varios centímetros bajo la chaqueta. Sus piernas eran delgadas y estaban desnudas, sus pies metidos en un par de zapatos negros. Cuando él
se detuvo delante de ella, se dio cuenta de que llevaba bastante más maquillaje del que debían llevar las muchachitas.
—Sé quien eres —dijo ella.
—¿De veras?
—Ajá —Ella masticó el chicle varias veces como si estuviera nerviosa, pero
no lo estaba—. Eres el entrenador de los Stars. Joe … no… Sr. Jonas .
—Cierto.
—Soy Tiffany.
—Si tú lo dices.
—Te he visto mucho últimamente en la tele.
—¿Cuántos años tienes, cariño?
—Dieciséis. —Pero sus ojos los recorrieron con una madurez de muchos
más años—. Eres muy guapo.
—Y tú pareces mucho mayor que dieciséis.
—Lo sé.  —Masticó su chicle durante unos segundos y luego se miró los
pies—. Mis padres no están esta noche. ¿Quieres venir a mi casa conmigo, Sr.
Jonas  ?
—¿Para hacer qué?
—Ya sabes. Tener relaciones sexuales.
—¿No crees que eres un poco cría para liarte con un tío tan mayor como
yo?
—Estoy cansada de niños. Quiero hacerlo con un hombre.
Una máquina de videojuego emitió un pitido cerca de la puerta.
—Me gustan las mujeres con unos cuantos años más encima.
Ella sacó una mano del bolsillo de su chaqueta y, acercándose lo suficiente para que nadie dentro de la tienda pudiera ver lo que hacía, acarició con un movimiento ascendente el interior del muslo de Joe .
—Seré realmente buena contigo. —Su mano presionó más—. Por favor. Te
lo prometo. Te dejaré hacer cualquier cosa que quieras.
—Si lo pones así, nena, haces difícil que pueda negarme.
Ella quitó la mano como si se avergonzara de su descaro y sacó un juego de llaves del bolsillo.
—Conduzco el coche de mi papi. Sígueme.
El coche era un Mercedes modelo antiguo. Joe  siguió los faros traseros mientras recorrían, en la quietud de la noche, la calle de tres carriles de una exclusiva zona residencial. La casa, blanca y de dos plantas, se asentaba en una zona arbolada. Cuando enfiló el camino de acceso, vislumbró las luces de una lámpara de araña de cristal resplandeciendo a través de la puerta de rejilla de la entrada principal.
La casa tenía un garaje de tres plazas a un lado y la puerta de la izquierda estaba abierta. Introdujo el Mercedes dentro. Él estacionó detrás y salió.
Cuando él estuvo dentro del garaje, ella presionó el botón que cerraba la puerta.
Su faldita de lycra mostraba cada curva de su trasero cuando se encaminó a las puertas dobles que llevaban a la casa.
—¿Quieres una cerveza? —preguntó ella cuando entraron en una cocina blanca débilmente iluminada con aparatos de avanzada tecnología y un refrigerador de grandes dimensiones de acero inoxidable.
Él negó con la cabeza.
Las luces caían suavemente sobre ella exagerando su maquillaje. Ella colocó su bolso sobre el suelo y se sacó los zapatos. Sin quitarse la chaqueta de colegiala, alcanzó debajo de su falda y se bajó las bragas. Eran azul claro.
Las dejó caer sobre el alicatado blanco.
—¿Quieres patatas fritas, tacos o alguna otra cosa?
—Bueno, algo quiero, eso es cierto.
Durante varios segundos ella se mantuvo completamente quieta. Luego salió de la cocina. Él la siguió a través de un vestíbulo a una sala de estar espaciosa con muebles de roble americano tapizados con lujosas telas, de brillantes colores. Las paredes de mármol exhibían originales de grandes obras maestras y pedestales de piedra sostenían diversas esculturas.
—Papá debe de tener pasta —dijo él con voz ronca.
—Somos italianos. Es de la mafia, pero  se supone que nadie lo sabe.
¿Quieres ver una de sus armas?
—Paso.
Ella se encogió de hombros y lo condujo a otra habitación, que se mantuvo a oscuras hasta que presionó el interruptor de una pequeña lámpara de sobremesa produciendo una gran sombra sobre el escritorio. La luz reveló que
ella había escogido un estudio en lugar de un dormitorio. Había un negro escritorio liso delante de un par de librerías. Más arte caro colgaba de las paredes y los postigos cubrían las ventanas. Ella se detuvo entre un sofá de cuero negro y la butaca a juego.
—¿Seguro que no quieres algo de beber, Sr. Jonas ?
—Seguro.
Ella lo contempló un momento y luego sus manos fueron a la hilera de botones de su blusa blanca. Uno por uno, los desabrochó.
—Supongo que te desharás de ese chicle por mí.
Ella se encaminó al escritorio y con expresión malhumorada se quitó la gran bola rosa de su boca. Alargando la mano por encima de un montón de documentos, la dejó en un cenicero de alabastro. No llevaba sujetador y él vio sus pechos cuando se inclinó hacia adelante. La incandescencia de la lámpara de sobremesa doró sus pequeños pezones.
—Siéntate sobre el escritorio, cariño.
La lycra de la falda se subió por sus muslos cuando ella elevó sus caderas sobre el borde. Abrió las piernas, manteniendo las puntas de sus pies sobre la alfombra.
Él caminó hacia ella, sacando el cinturón de su pantalón.
—¿Eres una fierecilla, no es cierto?
—Aja. Supongo que es parte del problema.
—Apuesto que sí. —Él metió sus manos bajo la chaqueta de colegiala y luego bajo su blusa, sacándola de la cinturilla de la falda. Su gran mano viajó hacia arriba por su columna y se movió al frente. Él ahuecó sus pequeños pechos y acarició los pezones con sus pulgares.
Las manos de ella se movieron a la cremallera. Por un momento se quedó quieta, luego tembló.
—Dime que quieres que haga.
—Parece que lo haces realmente bien tú sola.
—¡Dímelo, maldita sea!
—Bien cariño, ábreme la cremallera.
—¿Te gusta esto?
—Bastante.
—¿Y ahora qué?
—Mete la mano dentro, a ver si encuentras algo que te interese.
Con la respiración entrecortada ella obedeció sus instrucciones al pie de la letra.
—Eres realmente grande. —Lo acunó entre sus manos mientras arqueaba la espalda para que sus pechos se apretaran más contra sus palmas—. Me da miedo.
—Ah, lo haré realmente fácil para ti.
—¿Lo harás?
—Lo prometo.
—No me importa si me duele un poco.
—No me gustaría lastimarte.
—Está bien, en serio…
—Si tú lo dices, entonces… —Él olió el chicle en su aliento cuando le cogió las rodillas y las elevó para apoyar sus talones en la parte superior del escritorio. La falda se subió hasta el estómago. Él se movió entre sus muslos abiertos y metió un dedo dentro de ella.
—¿Quieres que te duela?
—Oh, Sí. ¡Sí! ¿Qué vas a hacerme?
Él se lo dijo. Ronca y explícitamente.
Su respiración se hizo más pesada y él pudo sentir el calor de su aliento al respirar. Él le sacó la chaqueta y, metiendo las manos bajo sus nalgas desnudas, la elevó del escritorio. Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y rozó sus pechos contra los pliegues de la camisa de Joe  mientras la  llevaba a la gran butaca de cuero. Él se sentó allí y situó sus rodillas a cada lado de sus caderas a fin de que ella se montara a horcajadas sobre él.
Su blusa abierta colgaba sobre sus pechos que habían enrojecido por el roce de su camisa. Sus piernas abiertas revelaban la reluciente maraña de rizos de entre sus muslos.  Él estaba palpitante y comenzó a empujarla hacia abajopara que ella lo pudiera albergar, pero ella se resistió.
—¿No vas a pegarme primero?
Él gimió.
—¿Lo vas a hacer? —repitió ella.
Él se rindió a lo inevitable.
—¿Hiciste algo incorrectamente?
—Se supone que dejo entrar a cualquiera en casa cuando mis padres se van.
—Entonces creo que voy a tener que castigarte, ¿no es cierto?
—¡No! ¡No lo hagas! —Sus párpados se cerraron con excitación.
Él estaba listo para explotar y desde luego no de humor para jugar.
Tomando la decisión de no tardar demasiado, la derribó sobre su regazo y subió bruscamente la falda hasta su cintura. Dejando ante sus ojos las nalgas al descubierto, él dejó caer su mano sobre sus curvas suaves.
Él era un hombre fuerte, pero contuvo cuidadosamente su fuerza, dándole sólo un poco más de lo que ella quería. Ella se quedó sin aliento y se retorció bajo sus golpes, que se iban volviendo cada vez más excitantes.
Mientras sus nalgas adquirían un matiz débilmente rosado, reflexionó sobre todos los problemas que su ex-esposa le causaba. Llamadas nocturnas cuando estaba hecha trizas, molestias legales, entrevistas con periodistas.
—¡Ay! ¡Eso es demasiado fuerte!
Una vez y otra su mano conectó con su carne blanda.
—¿Vas a ser buena, cariño?
—¡Si!
—¿Cómo de buena?
—¡Ay! ¡Para!
—Dime lo buena que vas a ser.
—¡Vale! ¡Seré buena, maldición!
Él le pegó otra vez.
—Nada de sucias pullitas en los periódicos.
—Vale. ¡Para!
—Nada de llamadas a medianoche.
—Estás estropeándolo todo.
Él metió la mano entre sus piernas—. No lo creo. —Y luego volvió a sacarla.
Ella inmediatamente se empaló sobre él.
—Eres un hijo de puta.
Él se introdujo más profundamente.
—Cierto. Soy un hijo de puta.
Ella se retorció brutalmente. El teléfono del escritorio comenzó a sonar, pero ambos lo ignoraron. Roncos gemidos salían de su garganta mientras agarraba su pelo rubio con sus puños. Él enterró la cara en sus pechos al tiempo que clavaba los dedos en sus nalgas.
El timbre se detuvo y el contestador automático empezó a sonar.
Ella echó hacia atrás la cabeza y gritó cuando se rompió en mil pedazos.
—Soy Valerie Jonas . Ahora mismo no puedo contestar. Si me dejas un mensaje, me pondré en contacto tan pronto como sea posible.
La máquina emitió un pitido y luego sonó una voz.
—Congresista, soy Stu Blake. Siento mucho llamar tan tarde, pero…
La voz siguió hablando.
Con un gemido, Joe  se derramó dentro de ella. Ella cayó sobre él al mismo tiempo que el mensaje llegaba al final.

Beep.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA) Empty Re: Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)

Mensaje por D.A. Torrez. Miér 28 Ago 2013, 2:46 pm

CAPÍTULO 4
 
Parte 1
 
Joe  abrió la puerta de la nevera, sacó una botella de leche y desenroscó el tapón. Detrás de él oyó que Valerie se acercaba a la cocina de la casa que una vez habían compartido. Porque sabía que la irritaría, levantó el envase de leche
a sus labios y tomó un trago.
—Por el amor de Dios, Joe , coge un vaso  —dijo ella con esa voz de mocosa que odiaba.
Él tomó otro trago antes poner el tapón y devolver el envase a la nevera.
Apoyando la cadera contra la puerta, la estudió. Se había sacado el maquillaje de la cara, revelando una estructura ósea bien definida con una nariz que era un poco larga pero simétrica, una frente alta y lisa. Su pelo castaño claro, estaba libre del pasador de plata, cayendo sobre sus hombros y sus ropas de adolescente se habían transformado en una bata azul oscuro con un cinturón negro.
—¿Dónde conseguiste la chaqueta de colegiala?
—Es de la hija de mi secretaria. Le dije que iba a una fiesta de disfraces. —
Encendió un cigarrillo, aunque sabía que él odiaba tener humo alrededor.
—La aventura de esta noche cruzó el límite de lo espeluznante. Chicas de dieciséis años no me han animado desde que tenía doce años.
Ella se encogió de hombros y exhaló.
—Fue diferente, eso es todo.
De diferente nada, pensó él. Por hache o por be, todas las fantasías sexuales de Valerie conducían a la dominación masculina. Lo irónico del asunto era que ella hacía un trabajo arduo y bastante dominante.
Desafortunadamente, la única persona con quien podía compartir la broma era
Valerie, y sabía que no le vería la gracia. Además, ella se irritaba si él criticaba cualquiera de esos extraños escenarios que ella establecía y ya se peleaban por demasiadas cosas.
La mano de Valery se desplazó a su trasero. Se rozó a través de la bata de seda y lo miró con resentimiento.
—No me deberías haber golpeado tan duro.
—Cariño, me contenía.
Él podía saber por su expresión que ella se estaba pensando si hundir sus dientes en él o no. Aparentemente decidió que no porque caminó hacia la mesita de la cocina y cogió la agenda que había dejado allí.
—No tengo que estar en Washington hasta dentro de unas semanas.
¿Cómo tienes tu agenda para el fin de semana?
—Tengo que ir a Meadowlands. Jugamos contra los Jets. —Se apartó de la nevera y tomó un plátano de un frutero de acero inoxidable que parecía la terminal de Dulles.
Ella se puso rápidamente unas gafas que yacían sobre el escritorio y apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal grueso y negro.
—¿Y el jueves por la noche antes de que os vayáis?
—Reunión. El viernes me viene bien, sin embargo.
—El vicepresidente va a estar en la ciudad esa noche y hay otra recepción.
—Quizá la noche del miércoles si quedamos después de medianoche.
—En principio estaría bien. Pero… —cerró de golpe la agenda— estaré con el período. —Quitándose las gafas, se frotó el puente de su nariz, tomó otro cigarrillo de la lata y dijo enérgicamente—. Ya lo arreglaremos. Más adelante.
—Llevamos divorciados casi un año, Val. ¿No crees que es hora de hablar
de poner fin a esto?
—No hay necesidad de terminar. Estuvimos de acuerdo en que éste sería el mejor arreglo hasta que uno de nosotros encuentre a otra persona.
—O hasta que nos asesinemos el uno al otro, lo que sea primero.
Ella ignoró su replica y exteriorizó esa rara vulnerabilidad que siempre lo ablandaba.
—Es que… es que no me puedo imaginar como me ocuparía de eso. Me atraen los hombres fornidos. ¿Cómo se supone que debo decirle a cualquiera que no me acostaré con él hasta que haya visto su análisis de sangre?
Él tiró la piel del plátano en la basura.
—Así es el sexo en los noventa. Hace extraños compañeros de cama.
—Nadie debería tener que follar con un ex-marido sólo porque ese ex- marido da negativo el VIH. —Aplastó el cigarrillo en el cenicero.
—Amen. —A él le desagradaba el acuerdo bastante más que a ella, pero cuando trataba de romperlo, lo hacía sentir un matón. Pero en cuanto encontrara a la que sería la madre de sus hijos, pondría fin a todo esto.
—Los dos somos demasiado listos para jugar a la ruleta sexual —dijo ella.
—Y tú estás loca por mi cuerpo.
Ella no tenía demasiado sentido del humor esos días y su comentario sarcástico la irritó por completo. Las ventanas de su nariz comenzaron a echar fuego y al cabo de un momento lo acusaba de vulgar insensibilidad, comportamiento temerario, mala disposición, despreocupación por todo excepto por ganar partidos de fútbol y deshonestidad emocional.
Ella había dado demasiado cerca del blanco, pensó observándola mientras se comía el plátano. Sinceramente, sabía que el problema de ella era mucho peor que el suyo, y sentir lástima por ella era una de las razones por las que estaba de acuerdo con este enfermizo trato. Como mujer congresista, era juzgada según una escala de valores más estricta que la de sus colegas varones. Los electores podían perdonar algún desliz de su congresista, pero seguro que no lo perdonarían si era una mujer. Y para alguien que le gustaba el sexo tanto como a Valerie, pero que no tenía ni un marido ni otro hombre importante en su vida, era en definitiva un gran problema. Además, ella era una de las pocas congresistas honestas en Washington, por lo que lo consideraba su deber patriótico.
No era que no hubiera beneficios para él. Había tenido tanto sexo alocado durante su juventud que ahora ya no se sentía inclinado a la promiscuidad.
Tampoco era estúpido y no tenía ningún interés en aprovechar las oportunidades que surgían con seguidoras. Así que a pesar de los inusuales escenarios de Valerie, el sexo no había sido demasiado divertido desde hacía tiempo.
Ahora sabía que los dos habían sido incompatibles desde el principio, pero entre ellos había mucha química sexual que los había llevado hasta el error de casarse. Valerie se había quedado inicialmente fascinada por  su arrogante altanería y su intensa agresividad, exactamente las mismas cualidades que más tarde la enloquecerían. Y su educación y sofisticación habían sido irresistibles para un chico que había crecido pobre entre la suciedad de un remoto lugar de
Alabama. Pero pronto descubrió que ella no tenía sentido del humor y que no quería la vida familiar que él deseaba tan ardientemente.
Cuando su última y acalorada perorata contra él llegaba a su fin, él recordó que tenía que decirle una cosa que no le iba a gustar.
—Ya que aireamos aquí nuestros asuntos, Valerie, yo voy a hacer lo mismo.
Si concedes más entrevistas como la de la semana pasada, prepara a tu abogado para recibir una llamada del mío, y éste ya no será más tiempo un divorcio amigable.
Ella se negó a mirarle a los ojos.
—Fue un error.
—Como le digo al equipo. No existen los errores sólo falta de previsión.
Él llevaba tanto tiempo intimiJoe do a las personas con su tamaño que se había vuelto algo automático, así que instintivamente se acercó hasta cernirse sobre ella.
—No aprecio las declaraciones en público sobre nuestra separación y no estoy tan loco como para tener a alguien cerca que le dice a los periodistas que soy un psicópata en ciernes.
Ella comenzó a juguetear con el cinturón de su bata.
—Fue un comentario confidencial. El periodista nunca debió reflejarlo.
—En primer lugar, no deberías haber hecho el comentario. De ahora en adelante cuando alguien te pregunte sobre nuestro divorcio, te refieres al mismo con las mismas dos palabras que siempre uso cuando me entrevistan.
“Diferencias irreconciliables”.
—Suena como si me estuvieras amenazando. —Ella intentaba buscar una salida, pero no la podía encontrar, así que él supo que se sentía culpable.
—Sólo te recuerdo que un montón de hombres de este estado no van a volver a votar a una mujer que habla mal de un ex-marido que una vez completó veintinueve pases contra cuarenta y nueve defensas en una sola tarde.
—¡Vale! lo siento. Justo acabábamos de hablar por teléfono y me habías
irritado.
—Valerie, yo irrito a todo el mundo todo el tiempo, así que no lo pongas de
excusa para echarte sobre mi yugular.
Ella sabiamente cambió de tema.
—Oí que el entierro de Bert fue muy entretenido. Que pena que todas sus viejas amantes no estuvieran allí para poder ver como ese perro hacía pis en su ataúd.  —Valerie sonrió finalmente—. Quizá exista Dios después de todo. E incluso quizá sea mujer, porque cuida bien de ellas.
Joe  se negó a debatir con Valerie sobre Bert, especialmente porque sabía que se movía en arenas movedizas. A los hombres les gustaba Bert, pero a las mujeres no. Él había sido demasiado ligero de manos, demasiado rápido en sus
chistes verdes y comentarios machistas. Y eso no funcionaba bien en mujeres como Valerie. No era que fuera adecuado tampoco con Joe , pero Bert había sido su jefe así que se calló la boca.
—No fue gracioso, Val. Ese hombre murió y su hija logró convertir su entierro en un circo.
—He oído historias sobre ella. ¿Cómo es?
—Cómo una prostituta de clase alta, pero sin inteligencia. A decir verdad, no puedo recordar la última vez que me encontré una persona que pareciera tan completamente inútil.
—Fue la compañera de Arturo Flores durante años. Debe tener algunas cualidades redentoras.
—Aparte de la obvia de su pecho, no puedo imaginar otra. Bert me habló sobre ella un par de veces. Le hizo pasar una condenada vergüenza el saber que el cuerpo desnudo de su hija estaba expuesto en las paredes de cada gran
museo del país.
—Flores fue un artista genial. ¿No crees que la actitud de Bert pudo haber sido un poco provinciana? Te recuerdo que hablamos del hombre que quiso poner borlas de oro a la entrepierna de las animadoras de los Stars.
—Ninguna de esas chicas era su hija. Y la venta de entradas no iba bien.
Ella se encrespó.
—Disculpar un sexismo tan patente no es gracioso.
Él suspiró.
—Fue un chiste, Val. Relájate.
—Eres asqueroso. Todo sobre sexo es un chiste para ti, ¿no?
—¿¡Soy asqueroso!? Corrígeme si me equivoco, ¿pero no eres tú la que ha estado imaginando todos estos escenarios sexuales, incluyendo esta noche con una imitación bastante repulsiva de porno adolescente? ¿Y no te he estado calentando el trasero cuando decides que quieres que te lo caliente, aunque golpear a mujeres no haya figurado nunca en mi lista de afrodisíacos?
Ella se puso rígida.
—Eso no es de lo que te hablaba, pero como siempre, has preferido interpretarlo mal. Hablo de tu actitud hacia las mujeres. Has tenido tantos años de sexo indiscriminado que te has olvidado que las mujeres son algo más que
tetas y culos.
—Realmente, bonita conversación para provenir de una representante del gobierno de los Estados Unidos.
—No hablas de tus sentimientos. Te niegas a compartir tus emociones.
Tenía en la punta de la lengua recordarle que él había tratado de compartir sus emociones con ella, pero ella lo había convertido en una discusión durante toda la noche de todo lo que estaba mal en él.
—Y las mujeres te lo permiten  —continuó ella—. Lo cuál es realmente irritante. Te dejan escabullirte porque… No lo puedo decir.
—No, Valerie. Adelante. Termina lo que decías. ¿Si soy tan terrible, entonces por qué las mujeres me dejan escabullirme?
—Porque eres rico y guapo —contestó demasiado rápidamente.
—Eso no es lo que ibas a decir. Y eres tú la que continúa diciéndome que necesito comunicarme más. Tal vez deberías practicar lo que predicas.
—Te dejan escabullirte porque estás demasiado seguro de ti mismo —dijo rígidamente—. No pareces tener las mismas inseguridades que todos los  demás. Incluso a las mujeres de éxito les gusta saber que tienen detrás de ellas
un hombre con sus dudas y miedos.
Quizás para otro hombre sus palabras podrían haber sido halagadoras, en él tuvieron el efecto opuesto. Pudo sentir como una bola roja y caliente de furia lo invadía. Una furia que lo devolvía a su infancia, cuando demasiada emoción
significaba un viaje a la leñera y una paliza del cinturón de su padre.
—Vosotras las mujeres sois realmente especiales —se burló—. ¿Cuándo vas a caer en que Dios pudo haber hecho dos sexos por una razón? No puedes contar con ambas alternativas. Un hombre o es un hombre o no lo es. No puedes coger a alguien cuya naturaleza es ser un guerrero y luego esperar que acate tus órdenes y se acomode en el sofá, derrame sus vísceras, y, en general, comience a actuar como un gatito.
—¡Sal!
—Encantado. —Él agarró rápidamente sus llaves y se fue hacia la puerta.
Pero antes de llegar, tiró a matar—. Sabes cual es tu problema, Valerie. Tu ropa interior no es la correcta y eso te hace ser mezquina. Así que la próxima vez que vayas a la tienda, por qué no compras el suspensorio más grande que haya, es lo que necesita una mujer con tus huevos.

Él salió violentamente de la casa y se subió al coche. Tan pronto como se tranquilizó, metió a Hank Jr. en el casette y elevó el volumen. Cuando se sentía así, la única persona que quería cerca era otra criatura del infierno.
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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