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El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
hahha xDDeni rt escribió: el emanito de mi Joe creo q necesita un psicólogo o ya de perdida un amigo una novia algo.
pobre de su mami :lloro: snif snif !
:( si Ya la sigo
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Si, es un monstruo que necesita amor :Sfernanda escribió:OH POR DIOS!!!!!!!!!!!
ES UN MOUNSTRO!
SÍGUELAAAA!
Ya la sigo
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPÍTULO 8
Mientras _____ maniobraba el transporte encantado a lo largo del tortuoso camino, Joseph sopesó sus opciones. La mujer estaba, obviamente, enfadada. La respiración era entrecortada y superficial y los dedos agarraban el volante como si fuera a salir volando por la ventana si lo soltaba. Tendría que ir con cuidado si quería influir en su resentimiento para que admitiera su deseo por él. ¿Pero cómo?
Podría hacerle reír con historias de su infancia. Podría susurrarle palabras dulces, seductoras al oído. O simplemente podía esperar hasta que su cólera desapareciera por sí sola.
—No creo que esto vaya a funcionar entre nosotros, Joseph —dijo.
Un fuego oscuro, primitivo se desató en su interior.
—Lo hará.
—Desde luego esto te beneficia. Ganas todo y no pierdes nada.
—¿Entonces debo perder algo para ganarte? Pues que así sea. Nómbrame algo y te lo daré.
—Eso no es lo que quería decir.
—Tengo menos de trece días, _____. Eso es muy poco tiempo. —Ya había pensado antes en suplicarle, hincarse de rodillas y rogar por su afecto. El deseo de permanente libertad sobrepasaba cualquier orgullo que pudiera albergar—. Sólo tienes que decirme lo que necesitas de mí y lo haré.
—No sé lo que quiero de ti, ¿Vale? Sólo sé que no puedo entregar mi corazón o mi cuerpo tan fácilmente. Además de eso, me resulta difícil de imaginar que eres el amor de mi vida cuando sé que para ti no soy nada más que una carga necesaria.
—Espera, yo...
—Somos de mundos diferentes —se precipitó, cortando las palabras. — Ya tengo suficientes problemas con los hombres de la Tierra.
—Sólo porque tengas problemas con los hombres de tu propio mundo —gruñó—no significa que tengas que tener problemas con un hombre de Imperia.
—No, eso simplemente significa que tengo problemas con cualquier hombre que quiere acostarse con todas las mujeres—. Katie aparcó el vehículo, salió y entró a zancadas a la vieja casa, sin pronunciar palabra. Estaba más enfadada ahora, eso era más que obvio. Con los hombros tensos y la barbilla alta, no había echado ni un sólo vistazo hacia atrás para ver si la seguía. Cosa que no hizo. Permaneció dentro del transporte encantado.
El día no estaba cargado de promesas como supuso en un principio.
¿Acostarse con todas las mujeres? Ya había demostrado que aquellas palabras no eran ciertas cuando rechazó a la muchacha, pero sólo ahora comprendió la importancia de lo que había ocurrido dentro de la cafetería. Él, un hombre que no había tenido contacto corporal por más de novecientos años, había sido incapaz de sentir ni un solo atisbo de interés por ninguna mujer, salvo por _____, desde que obtuvo la libertad.
La verdad es que estaba completamente obsesionado.
—_____ —dijo, queriendo oír el nombre en voz alta—. La bonita y valiente _____ James. ¿Cómo podía quererla tan desesperadamente, como no había querido nunca a ninguna otra?—Aunque se odiara por ello, realmente la quería desesperadamente. Pretendía, aunque fuera por un momento, ser el centro de su vida. Ansiaba derribar sus defensas y que se doblara tan completamente a su voluntad que pudiera tomarla siempre y en cualquier parte que quisiera. Más que eso, quería que los gritos de amor sonaran en sus oídos mucho después de que se fuera.
Por primera vez, sin embargo, consideró lo que le pasaría después. ¿Sufriría enormemente si se enamoraba y luego simplemente la abandonaba? Maldición, proclamaba que no necesitaba la protección de un hombre, física o emocionalmente. ¿Por qué debería considerar como responsabilidad suya su bienestar?
Obsesionado. Si, realmente estaba obsesionado, pero ni siquiera Maylyn lo había afectado tanto. Había pensado en ella, pero no constantemente y nunca lo había confundido. La había querido, pero había sido una especie de amor apacible, una necesidad de agradar y mostrar ternura. Sin embargo, con _____, no se sentía nada apacible, y todos los rastros de ternura se habían disipado. Sentía dolor, un completo deseo que lo consumía y que golpeaba constantemente contra sus reservas. Sentía la necesidad de dominar, de montarla tan duramente como jamás había montado a una mujer.
¿Significaba eso que simplemente tenía que tenerla, le correspondiera en su amor o no? ¿Que simplemente tenía que probar más de ella? Los labios eran increíblemente dulces, el aroma delicioso, y el cuerpo demasiado maduro. ¿Qué significaba eso, que una parte suya estaba dispuesta a esperar por siempre, si era necesario, para tenerla?
No quería saber la respuesta.
El aire dentro del transporte estaba caliente, sofocante, y el sudor goteaba por su pecho. Aun así, no hizo ningún movimiento para marcharse. Necesitaba tiempo para organizar las ideas. Cerrando los ojos, recordó los motivos por los que _____ terminó con el beso. No le gustó ninguno de ellos. Le gustaba todo de ella, pero ella pensaba que todavía la consideraba una carga necesaria. Era necesaria, ciertamente, pero ya no más una carga. No sabían nada el uno del otro, había dicho. No le gustaba hablar de su vida, pero lo haría, le contaría todo lo que quisiera saber.
Si, haría todo lo necesario para ganarse su favor y, en el proceso, haría lo necesario para librarse de su fascinación por ella.
Decidido, salió de la camioneta y siguió el camino que Katie había tomado.
_____ pensó seriamente en propinar una patada que perforara directamente el plexo solar de Joseph, seguido de un rodillazo en la ingle, y como punto final, cogería su rodillo de cocina y lo golpearía en la cabeza. El hombre era simplemente demasiado seguro de sí mismo, demasiado arrogante (en todos los sentidos) y sin duda, un burro redomado. Y ante todo, era malditamente demasiado atractivo para su propio bien.
Incluso la pelirroja lo había notado.
Solo pensar en la pelirroja convertía su sangre, ya acalorada, en auténtica agua hirviendo. ¿Dónde estaba aquel rodillo de cocina? pensó ferozmente. ¿Dónde estaba? En ese momento, incluso se conformaría con la espátula. Joseph podría necesitar su amor, podría querer usar su cuerpo, pero todavía quería dormir con cada mujer con la que se encontrara. Sí, era un burro y un mujeriego y no había camino al infierno que consiguiera que _____ se enamorara de él.
Caminaba por la sala de estar, con movimientos cortos, desiguales. Las suelas de los zapatos chirriaban con cada paso. Los puños estaban tan fuertemente apretados que se le clavaban las uñas, dejando una media luna marcada en la piel, y los nudillos hacía tiempo que habían perdido todo rastro de color. Cinco minutos más tarde, los músculos todavía estaban tensos. De algún modo, y sólo Dios sabía cómo, logró pegar una sonrisa despreocupada en el rostro cuando la puerta gimió en protesta y Joseph entró en la casa. La gran figura llenó la entrada.
—Estás tensa —fue la primer cosa que dijo.
¡Tensa! ¡Tensa! Giró hacia él, apuntándolo con un dedo el pecho.
—¿Estás ciego? Nunca he estado más relajada en mi vida.
Una ceja sospechosamente burlona se elevó.
—¿Entonces por qué tienes ese tic nervioso en el ojo?
Se apartó de él, bloqueándole la vista de su rostro.
—Me ha entrado algo. Una pestaña, creo.
—Entonces no hay ninguna necesidad de decirte que la muchacha...
—¿Muchacha? ¿Qué muchacha? —Soltó una risita despreocupada, que no sonó muy convincente. Joseph podía hacer lo que quisiera, con quién quisiera, incluso podía montar un pequeño espectáculo con la pequeña pelirroja todo el santo día, si así lo deseaba—. No tengo ni idea de qué hablas.
—Entonces permíteme recordarte —dijo por fin. Silenciosamente, se movió detrás de él y colocando los dedos en su cuello le dio un suave masaje. Se inclinó, permitiendo que el aliento soplara sobre su oído—. La muchacha me encontró deseable. Y si hubiera mostrado el más mínimo interés, antes o después, podría haberla tenido—dijo.
Señor, odió lo mucho que le gustaron esas palabras.
—¿Tú no mostraste interés?
—No.
Despacio, ella soltó el aire que estaba reteniendo.
—Debería haber estado interesado —añadió con un gruñido de disgusto. —Era una mujer que sabía lo que quería y no tenía miedo de intentar conseguirlo.
—¿Qué quieres decir con eso? —Se giró para enfrentarlo. — ¿Qué soy demasiado cobarde par ir detrás de lo que quiero?
Él cogió un pálido mechón de pelo de la coleta y lo deslizó a través de los labios.
Ella tembló.
La intensa mirada se cerró sobre ella.
—Es exactamente lo que digo, _____. Has tenido miedo de lo que te hago sentir desde el principio.
—Puede que tengas razón —replicó— ¿Pero con qué derecho me juzgas? No sabes nada de mí, no conoces mis aversiones ni mi pasado. No tienes ni idea de lo que me hizo ser la mujer que soy.
—Tienes razón —dijo, con voz sombría. —No te entiendo, tampoco conozco nada del porqué haces y dices esas cosa. —Después añadió— pero me gustaría.
Pero me gustaría, repitió suavemente en la mente y aquello la impresionó. Simplemente se quedó quieta, parpadeando. A la actitud tiránica podía oponerse, pero a esta dulce preocupación no podía. Las sospechas iluminaron débilmente su mente, como una vela en una oscura habitación.
—¿Es esto una estratagema para hacer que me enamore de ti?
No hizo caso de la pregunta.
—Desde el primer momento que apareciste, me has vuelto medio loco. No puedo explicar la conexión existente entre nosotros, pero realmente sé que está ahí.
Eso era todo lo que alguna vez había querido escuchar de él, y aún así su instinto de conservación saltó, adhiriéndose con un fuerte agarre.
—Lo que dices es maravilloso, y quiero creerte. De verdad. ¿Pero cómo puedo, realmente, creer que estás interesado en mí persona y no sólo en mi amor?
—¿No puedo decir lo mismo de ti? —exigió suavemente.
Podía, comprendió entonces. Realmente podía. Desde el primer momento que lo vio en el jardín, había sentido lujuria, como si fuera el último pedazo de chocolate de un kit de supervivencia PMS. Probablemente, habría dormido con él si no le hubiera exigido su amor o le hubiera confesado que se iría después de un tiempo. Pero nunca se habría parado a considerar al hombre que había bajo esa fuerza física.
Le tocó ligeramente el lóbulo de la oreja.
—Quiero que sepas más cosas de mí, y conocer más cosas de ti.
—¿Qué sabes de mí hasta ahora? —No quería sonar tan desesperada, como un niño que suplica por confianza, simplemente no pudo impedirlo. Las cosas habían cambiado entre ellos con cada palabra que él había dicho, y le gustaban los cambios. Tal vez demasiado.
—Sé que no te ríes lo suficiente. Sé que eres generosa por permitirme quedarme en tu casa cuando no tenía nada para ofrecerte a cambio. Y sé que te hice daño al llamarte carga necesaria. —Los dedos liberaron su oído, deslizándose hacia la base del cuello, masajeándolo suavemente. —Sobre eso, lo siento de veras.
_____ se quedó quieta, absorbiendo el calor de las manos y la dulzura de las palabras. Pero, seguramente, había escuchado mal. Seguramente este hombre, este guerrero que obtenía un gran placer en dar órdenes a todos los que estaban a su alrededor, no acababa de pedir perdón.
—Joseph...
—No. No digas nada. Una vez pensé que tomar tu cuerpo mientras mantenía las distancias era lo mejor. Ahora no.
Y aún así, pensó de pronto, parecía más distante que antes. Tenía un brillo sofocado en los ojos que chocaba con el meloso tono. Por su vida, no podía dejar de pensar que esto podía ser una estratagema.
—Me intrigas —siguió—y me encuentro constantemente especulando en lo que piensas y haces. Aquí, ahora, me lo sigo preguntando, y lamentaría mucho no llegar a conocerte. Tenemos este día, y sólo Elliea sabe cuántos más, para aprender el uno del otro. Si tú lo deseas.
Si ella lo deseaba, repitió silenciosamente. ¿Realmente quería a este hombre que no tenía ninguna intención de quedarse? Simplemente, ¿Cuánto estaba dispuesta a arriesgar?. La respuesta había parecido tan clara esta mañana.
—Ninguna alianza está cien por cien asegurada —dijo. —En esto, al menos, conocemos el resultado final.
Tenía razón, desde luego, pero eso no hacia la decisión más fácil. —Será más difícil decir adiós si iniciamos cualquier tipo de relación emocional.
—Sólo si lo queremos así.
¿Y donde la dejaba eso? Realmente había tratado de ignorar la atracción, pero ésta no se había marchado. Se había vuelto fuerte. Tan fuerte, de hecho, que sólo tenía que imaginarse su cara y ¡Bam! Lo deseaba. _____ cerró los ojos. Los abrió nuevamente. Mirándolo fijamente dijo:
—Sólo dame algo más de tiempo, ¿Vale? Es todo lo que te pido.
Presionó ligeramente los labios en la clavícula. Las llamas se alzaron en su vientre, y casi capituló en ese momento. Pero Joseph se retiró, y dijo suavemente:
—Te recuerdo que el tiempo es nuestro enemigo, _____. No lo olvides.
—¿Cómo podría? —Contestó, el tono igual de suave.
Un largo momento, un prolongado silencio pasó. Se quedó exactamente como estaba, asustada de romper, o quizás de no romper, el vínculo provisional que crecía entre ellos. Entonces, de pronto, Joseph se apartó y dio una fuerte palmada con las manos, como si nunca hubieran compartido un momento íntimo.
—¿Qué tareas tienes para mí? Estoy impaciente por empezar.
La pesada tensión sexual se alivió con la pequeña distancia, provocando que los sentidos regresaran, como si hubiera sido liberada de algún tipo del cautiverio.
—Te necesito para que muevas las grandes rocas que están en el camino de la entrada trasera, en la cerca. Es una tarea aburrida y agotadora, y lamento pedírtelo, realmente lo hago, pero es la única tarea disponible, y yo… —Se encogió.
Los ojos azules centellearon.
—¿No te dije antes que estoy encantado con la posibilidad de entrenarme? —Se dio la vuelta y habló sobre el hombro mientras se dirigía hacia la puerta. —No te preocupes, ya que tengo la intención de perderme en cualquier tarea física que me pongas por delante.
Con la insinuación sexual flotando en el aire, _____ se encontró sola.
Sola.
Hora de pensar en el beso, gritó su mente.
—No. No estoy lista —se quejó.
Beso, beso, beso.
Con la comprensión de que no podía eludir lo inevitable por más tiempo, se hundió en el duro suelo de madera lleno de arañazos, descansó la barbilla sobre las rodillas levantadas y recordó. Primero había sentido el ancla de los brazos de Joseph alrededor de su cintura y había olido el caliente y masculino olor, y no había querido correr. Quiso sentirlo y tocarlo, permitiéndole sentirla y tocarla a cambio.
Y cómo la había tocado. Había acariciado con la lengua su boca, avivando el calor dentro de ella. El mundo a su alrededor se había descolorido, y solo sintió a Joseph. El deseo se había arremolinado profundamente en su vientre, había endurecido los pezones, y se había reunido entre las piernas. Se sintió completamente perdida. Como si jamás hubiera existido como un ser separado. Se había deleitado con cada momento y había tenido hambre de más y más sensaciones gloriosas. El dolor la consumió. La necesidad creció. Su cuerpo entero volvió a la vida, cada punta de sus nervios alerta y listo para la consumación.
La habían besado antes, pero esto, de algún modo, había sido diferente, más que una simple unión de labios. Recordando, comprendió que todos los besos que había experimentado la habían dejado fría y hueca, y que siempre había ansiado huir, corriendo lejos. Con Joseph, había ansiado más.
Por primera vez, la química había sido exactamente la justa.
Voy a acostarme con él, admitió entonces. No podía negar más lo inevitable. Como Joseph, ella siempre se preguntaría que podría haber pasado si hubiera cogido lo que quería ahora, mientras tenía la posibilidad. Además, ya había llevado las cosas demasiado lejos con Joseph. ¿Y cómo la tenía eso? Frustrada, insegura y confusa. ¿Por qué no zambullirse en cualquier placer que seguro la esperaba entre sus brazos? ¿Y al infierno con las consecuencias?
Sintiéndose más feliz de lo que se sintió en días, semanas, hasta años, juntó las herramientas y brincó hacia el trabajo. Dos horas más tarde, tarareaba entre dientes y rompía el linóleo del cuarto de baño de arriba, cuando Joseph apareció.
—He terminado con mi tarea —dijo, orgullo de el evidente logro.
Lo enfrentó. Se había quitado la camisa, y vio que el sudor cubría la frente y pecho. Varios rasguños de las afiladas rocas estropeaban el abdomen. La suciedad marcaba la frente. Se parecía a un primitivo dios, fuerte y seguro de sí mismo y tan delicioso. El saber que pronto iba a tener toda esa fuerza encima de ella, dentro suyo, le hacia la boca agua.
—¿Qué es lo siguiente que me harás hacer? —Preguntó.
—¿Por qué no lo hablamos? —Sugirió.
La barbilla se inclinó a un lado, y la miró fijamente y con intensidad durante un momento. La satisfacción revoloteó en la profundidad de los ojos. Cabeceó.
—Hablemos.
Nerviosa de repente, no sabía por qué, dejó los instrumentos a un lado y tiró de las rodillas hacia su pecho.
—Siéntate. Por favor.
Se agachó frente a ella, hasta que pudieron mirarse a los ojos. Poniéndose cómodo, se quitó todas las armas atadas con correa del cuerpo y las dejó a un lado.
—Me gustaría que nos conociéramos el uno al otro —confesó.
Independientemente de la reacción que había esperado, no fue la que le dio. Asintió con calma, sin dudar, como si ya supiera que, a la larga, ella capitularía
—¿Por qué no empiezas tú? —dijo. —Háblame sobre...
—¡No! —No había querido gritar, pero de pronto se sintió invadida por el miedo. ¿Qué ocurriría si le hablaba de ella, y a él no le gustaba lo que oía? No se parecía a las demás mujeres; carecía de muchas de las gracias femeninas. —Preferiría enterarme de cosas sobre ti. Háblame de tu familia, de tu pasado. Si quieres, claro.
—Te contaré todo lo que quieras saber, _____. —Fijó la mirada en la pared, justo encima del hombro izquierdo, quizás viendo a través de ella, a través del paso del tiempo y el espacio, a su otra vida. —¿Por dónde empiezo?
—Por el principio, desde luego. —
—Eso es mucho tiempo. —Suspiró. Los músculos se estiraron bajo la piel, y colocó la espalda contra la pared. —Mi padre, el Gran Lord Gui-en Sarr, un rey, lo llamarías tú, murió unos años antes de mi confinamiento. Él...
—¿Tu padre era un rey? —Exclamó, incrédula. Por eso Joseph esperaba que sus órdenes fueran obedecidas al instante. Tenía sangre real.
—Sí, pero el trono nunca fue mío.
—¿Por qué no?
—No fui escogido.
La frente se frunció con confusión.
—Un Gran Lord de Imperia es escogido por el Kyi-en-TraCrystal —explicó. —A la muerte del actual rey, viajeros de todo el mundo tocan la ancestral piedra, el que consiga que el cristal se vuelva de un ardiente color rojo, será el auténtico rey hasta la muerte.
Se imaginó a los jóvenes e impacientes aspirantes de pie, en línea, esperando el turno para tocar la piedra.
—¿Así que no conseguiste que el cristal cambiara de color?
Rió suavemente.
—No estés tan triste por mí, _____. El hermano de mi padre, Challann, subió al trono. Era un hombre justo y bueno. La gente lo adoró, como lo hice yo.
—Tú habrías sido un rey espectacular, o Lord, o lo que sea.
Encogió despreocupadamente los hombros.
—La gente no habría estado de acuerdo. Para ellos, mi linaje de hechicero corrompía los derechos.
—Eso es discriminación.
—Pero, aún así, es la verdad.
Apartando la vista, jugueteó con los restos de linóleo disperso a su alrededor.
—Si piensan que estás corrompido, ¿Por qué quieres volver a un lugar tan malo?
—Es mi casa —dijo simplemente. Después se encogió de hombros otra vez. —En Imperia, no puedo ser un gran Lord, pero soy un hombre honorable, un guerrero de gran habilidad y poder. Aquí sólo soy un hombre que debe confiar en una mujer para ocuparse de sus necesidades.
Sí, podía ver como eso desgastaría su orgullo.
Estirando las largas piernas, ______ se apoyó contra la pared. El frio del azulejo atravesó el fino material de la camisa. Sentía que se olvidaba de algo, que tenía algo que decirle. Cuando comprendió qué era, los ojos se ensancharon, y se maldijo silenciosamente por enredarse en esas historias de reyes y príncipes y no haber dicho esas palabras antes.
—Siento mucho la muerte de tu padre.
Asintió en reconocimiento a su empatía.
—¿Cómo murió ? —Preguntó con cuidado.
Joseph apoyó el codo sobre la rodilla levantada y vaciló sólo un momento antes de contestar.
—Fue asesinado. Contraté a varios hechiceros para que me ayudaran en la búsqueda del culpable, pero nadie fue capaz de averiguar la verdad.
—¿Había algún sospechoso?
—Muchos creyeron que mi hermanastro fue el responsable, pero Percen no tenía fuerzas para levantarse de la cama esa noche, mucho menos de clavar una daga en el pecho de un hombre.
—¿Cómo lo sabes? —Trató de mantener un tono ligero y pausado, no queriendo que notara como sufría por él, las ganas que tenía de envolver los brazos alrededor de su cuello y llevarse todo el antiguo dolor. —Tu hermano podría haber estado fingiendo estar herido para proporcionarse una coartada.
—Eso no es posible. Se reponía de una herida de espada. Una herida que le infringí yo. —
Las palabras evocaron imágenes de sangre y guerra, un lado de Joseph que sabía que existía, pero que no quería contemplar. En cambio, prefería pensar en él como un hombre encantador, atractivo y sexy. Un hombre que era un príncipe y debería haber sido rey.
—¿Si hubieras decidido desafiar a tu tío por la corona, podrías haberlo hecho?
—¿Por qué? —La mirada se volvió fría, como estanques de hielo en el invierno. —¿Tienes la esperanza de que te llevaré conmigo y te haré mi reina?
—No —le aseguró, un poco ofendida de que pensara tan mal de ella. —Soy curiosa, eso es todo. Tú madre era-es-una bruja, pero su linaje no le impidió convertirse en reina.
La frialdad permaneció en los ojos, pero esta vez no iba dirigida a _____. Parecía perdido en los recuerdos.
—Mi madre nunca fue, realmente, aceptada. Su soberanía y autoridad siempre fueron ignoradas.
—Eso es horrible.
—El matrimonio entre un hechicero y un mortal siempre ha estado prohibido. —Suspiró y se paso la mano por el rostro.—Tanto mi madre como mi padre lo sabían y aceptaron las consecuencias.
—¿Por qué prohíben tal unión?
—Porque la esperanza de vida de un inmortal y un mortal son diferentes. Mientras que un hechicero puede vivir por siempre, un mortal no puede. Mi madre vio a mi padre envejecer, mientras permanecía joven. Cada día era consciente de que mi padre se moría, y que no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Y luego, de pronto, ya estaba muerto.
La compasión brilló en los ojos de _____, y eso afectó a Joseph más de lo que debería, calentándolo en todas partes. Había entrado en esa habitación con la idea de protegerse contra su encanto, pero mientras hablaba, compartiendo una parte de su vida que nunca había compartido con nadie, de algún modo consiguió que la conexión existente entre ellos se fortaleciera.
—¿Se volvió a casar tu madre? —preguntó, el tono suave como una ligera brisa.
—No. Amó a mi padre con todo el corazón, y siempre dijo que sólo se puede amar de esa forma una sola vez. Además, abandonó a su gente para estar con él; hasta abandonó a su primer hijo, mi hermanastro. Ningún hombre del Druinn la querría, y dudo que algún otro hombre mortal la quisiera, tampoco.
—¿Incluso aunque sea una antigua reina y una gran sacerdotisa?
—Incluso entonces. El Druinn es leal a Percen ahora, y no se atreverían a enfurecerlo. Percen…La imagen se formó en la mente de Joseph. Cuando era niño, había rezado por tener una oportunidad de encontrarse con su hermano. Había querido que alguien jugara con él, que le enseñara los secretos de la magia. Pero su madre siempre se negó a presentarlos, diciendo que Percen estaba con su propia gente y no necesitaba ningún recordatorio de los lazos mortales.
En vísperas de su octavo cumpleaños, finalmente decidió visitar a su hermano solo. Mientras sus padres estaban demasiado ocupados con la celebración como para notar la ausencia, se había escapado del palacio. Caminó durante tres horas, imaginándose el deseado encuentro a cada paso. La cara de Percen se iluminaría de felicidad, y cogería a Joseph entre sus brazos y daría vueltas con él en alegre abandono.
Las ilusiones murieron con rapidez cuando entró en la blanca playa de Druinn.
Percen lo reconoció al instante. En vez de felicidad, una oscura nube de odio descendió sobre su hermano. Lo había empujado, ridiculizado, y escupido sobre él, todo el rato destruyendo sus sueños de niño. Nunca había vuelto, tampoco le había contado a su madre lo que había pasado. Simplemente se lamentó en el silencio por el hermano que nunca conocería.
—Casi compadezco a tu hermano —dijo _____, la voz perdida en tristes recuerdos. —Quiero decir que lamento su pérdida. La pérdida de una madre es muy dura. La mía murió de un paro cardíaco cuando yo tenía nueve años, y todavía la echo de menos. —Con suavidad, su aliento se mezcló con el aire del mediodía. —Siempre supe que me amó. No sé lo que habría hecho si hubiera pensado que me odió.
Aquella _____ que podía sentir dolor por alguien que nunca había visto, sin importar que esa persona fuera el mayor enemigo de Joseph, tocó el mismo centro de su ser. No muchas personas eran capaces de entenderlo, de llenarse de esa empatía. ______ podría esforzarse por aparentar que era fuerte, como un guerrero, pero poseía el corazón suave y caritativo de una mujer.
Maldita sea. No quería, pero le gustaba ese lado de ella.
Los labios empezaron a moverse otra vez, pero no entendió las palabras. Joseph, simplemente, los observó atentamente. Observó los labios llenos y rosados mientras el mundo a su alrededor dejaba de existir. Incapaz de detenerse, su mente se imaginó a aquellos labios cerrándose sobre su eje, el pálido cabello desbordándose sobre sus piernas. El deseo se despertó dentro suyo como un león se despierta al atardecer. Los músculos se tensaron. Si no conseguía distraerse, le arrancaría la ropa, y al infierno con la conversación o la resistencia.
—Háblame de tu vida —ladró.
Una expresión de pánico cruzó por el rostro, pero rápidamente fue sustituida por determinación. Lentamente, lo miró. Él se preguntó en qué estaría pensando. De pronto, el calor creció en sus ojos, caliente y devorador, y despacio se extendió por el resto de los rasgos.
Ella sonrió de forma seductora.
Lentamente se puso a gatas, y se acercó, hasta que las narices se rozaron. —Nací el dieciséis de noviembre. El azul es mi color favorito, y cuando me muera, quiero que sea de placer. —Entonces plantó los labios sobre los suyos, metió la lengua dentro de su boca y chupó.
El cuerpo saltó a la vida inmediatamente, y él gimió contra los labios. Las lenguas lucharon por el control, empujando, saliendo rápidamente y empujando otra vez. Quiso aullar cuando se retiró pero sólo deslizó la lengua por los bordes de su boca, y él la agarró por la cintura, no fuera que decidiera terminar con el abrazo totalmente.
—¿Te gusta esto? —Preguntó en cambio.
—Sí.
—¿Quieres que lo haga otra vez? —En aquel instante, ______ lamentaba que no estuviera desnudo, y que ella tampoco lo estuviera. Sin ser consciente de nada. ¡Señor no podía pensar, sólo sentir! Se inclinó y presionó más el cuerpo sobre él. Los pezones se endurecieron, los labios temblaron y el cuerpo volvió a la vida.
—No —susurró él.
—¿No? —Se congeló. ¡Lo ansiaba con cada onza de su ser y no quería que lo hiciera otra vez!
—Esta vez —dijo—quiero hacerlo yo.
Mientras se relajaba con alivio, la punta rosada de la lengua rodeó sus labios, probó cada esquina, y mordisqueó cada curva. Ella enredó los dedos en su pelo, perdiendo el aliento completamente cuando se movió para lamer su oreja.
—Quiero más. —Necesito más.
—Entonces tendrás más.
—Pero sólo un beso más —susurró, recordando donde estaban. —Un beso y luego pararemos. Si todavía me quieres, podemos empezar otra vez más tarde.
—Te quiero ahora, y te querré más tarde. Ahora te daré ese beso que pides —dijo—pero será un beso que dure toda la noche y requerirá que nuestros cuerpos se desnuden y se entrelacen.
Antes de que pudiera contestar, su boca la reclamó posesivamente. Se abrió a él y gritó de placer al mismo tiempo. Con cada movimiento rápido de su lengua, el deseo la envolvió con energías renovadas, provocándole temblores en su interior. Ardiente e impaciente, sin piedad, movió la boca sobre la suya, inclinando los labios con un hambre salvaje que le hizo ver estrellas centellando tras los párpados.
El primer beso había sido ardiente y maravilloso, pero esto era la esencia de todos los sueños. Calientes y eróticos sueños. Éste beso compensaba todas la malas citas que había tenido, todas las tardes horribles que había soportado en pésima compañía y todas las noches que había pasado sola, deseando que alguien la quisiera.
Perdida en su olor, su cuerpo, su hombre, se entregó completamente al beso, sin retener nada. Le dio cada onza de su ser. ¿Alguna vez habían experimentado otras mujeres tal dicha? ¿Una dicha que eclipsaba a la razón y al tiempo? .Desde luego, el cine y los libros describían tal pasión, ¿Pero realmente lo había experimentado alguien alguna vez, como lo sentía ahora?
Qué triste si nadie lo hubiera experimentado.
Los brazos rodearon el musculoso pecho de Joseph, sintiendo la piel, dentada en algunos sitios y lisa en otros, pero caliente por todas partes. Ella tiró de la espátula en su cintura y la arrojó al suelo. Su lengua siguió acariciando la boca, audaz y apasionada. Lo empujó hacia abajo hasta que él sintió el suelo bajo la espalda. Las rodillas se afianzaron a los lados, abarcando las amplias piernas, y ella arqueó las caderas, empujando ligeramente contra su erección.
—Sí, justo así —la elogió. —Otra vez.
Se arqueó una vez más. Esta vez, el contacto provocó que un gemido entrecortado resbalara de la garganta ya que él se arqueó, también, haciendo el impacto más profundo. Más fuerte. Una y otra vez siguieron con el movimiento. Entonces con un movimiento fluido, cayó sobre ella, tomando el mando y presionándose entre los muslos abiertos. Arrastró los besos de fuego a lo largo de la mejilla y arremolinó la lengua alrededor de la oreja, metiéndola, sacándola y metiéndola otra vez. Si la hubiera desnudado completamente en ese mismo instante, si se hubiera sumergido en su cuerpo y hubiera enterrado su empuñadura profundamente, ella no habría protestado.
Se lo habría agradecido.
Esta es la mujer salvaje y licenciosa que siempre tuve ganas de ser, comprendió _____. Se sentía completamente viva. Tan libre. Pero la razón trató de inmiscuirse. Estás en el suelo del cuarto de baño. Sólo conoces a este hombre desde hace unos días. Sólo querías un beso.
Sí, pidió sólo un beso, y él tomaba mucho más. De hecho, la violaba. El pensamiento hizo que una humedad caliente, embriagadora se reuniera entre los muslos. Con facilidad se lo imaginó dominándola y forzándola a afrontar sus deseos. Con facilidad imaginó…y simplemente quiso que la fantasía se hiciera realidad.
Quería ser violada.
—Tenemos que dejar de besarnos —dijo, sin aliento. —No deberíamos hacer esto.
—Cuando dejes de desear mis besos, _____, pararé.
Oh, sí, mi bárbaro guerrero. Tienes el control.
Retirándose un poco, la miró fijamente con los ardientes ojos azules y deslizó la mano bajo la camisa para amasar sus pechos. Decidiendo que ese contacto no era suficiente, empujó el sostén hacia arriba y dejó rodar los dedos por los pezones, y luego, de repente, se congeló. El fuerte gruñido resonó a lo largo de las paredes.
—Lamentándolo mucho debo parar con lo que estamos haciendo. —Una oscura emoción marcaba la expresión. —No puedo darte placer a no ser que me lo pidas amablemente. Eso es muy importante.
No, no, no. ¡Se suponía que no tenía que pedir nada, excepto piedad, y él, se suponía, no tenía que ser cortés! Así no violaba un hombre a una mujer. Se suponía que la tomaría y la seduciría completamente sin importarle las consecuencias. Llegados a este punto hasta se conformaría con un Sé que es lo mejor para ti, katya. Sólo lo hago por tu propio bien.
—Ésta vez, sin embargo —mitad gruñó, mitad gimió —haré una excepción.
Oh, gracias. Gracias. Casi rió. En vez de eso, apretó el abrazo en su cuello, lista para otro beso que le haría volar la mente. Pero la alegría duró poco.
—No tienes que pedírmelo —dijo. —Incluso no tienes que hablar. Simplemente empújame si quieres que pare ahora mismo. Te daré algo de tiempo para decidirte.
Maldita sea, no quería tiempo. Quería la lengua en su boca. Quería las manos en sus pechos. Ahora. Pero era el violador, y ella era la violada, y la fantasía no funcionaría si era la que lo forzaba.
—Un, dos tres —contó. —Se acabó el tiempo.
La boca aplastó la suya.
Aliviada y excitada, se alzó para otro beso. El calor sedoso de la lengua bailó con la suya y el cuerpo empujó contra el suyo. Olía tan caliente, tan masculino. Tan delicioso.
—¿Qué quieres que te haga? —exigió.
—No tengo ningún control sobre ti —jadeó. —Harás conmigo lo que quieras, diga lo que diga.
Se echó hacia atrás, confuso.
—No, yo...—De pronto, lo comprendió todo y rió con malicia. —Así es —dijo, con tono cargado de autoridad. —Haré lo que quiera. Tus protestas no significan nada.
Aleluya.
Durante lo que le pareció horas, pero que sólo podían haber sido minutos, recorrió con las manos su cuerpo, aprendiendo cada curva, burlándose, tentándola, haciéndole suplicar.
—¿Quién tiene el control, _____?
—Tú —susurró. —Sólo tú.
—No lo olvides.
—Nunca.
Las grandes manos se cerraron sobre los pechos y un placer intenso la recorrió. Pellizcó un pezón en el momento exacto en que presionó la erección contra su clítoris. La ropa aumentó la fricción, y ella estalló como los fuegos artificiales del 4 de Julio. Los gemidos se volvieron gritos salvajes, subiendo de tono, con tanta fuerza que eran casi incoherentes.
Cuando se calmó, Joseph la sostuvo durante mucho tiempo, la áspera y baja respiración soplando en su oreja. Se retiró, buscando su rostro.
—______ —dijo suavemente —Tú ya...
—Lo sé. Lo siento. —Esto era muy embarazoso. Él todavía estaba duro y excitado y ella ya había culminado. Pero caray, había sido incapaz de detenerse, no había querido detenerse. Su cuerpo había corrido hacia el orgasmo, desatendiendo todo lo demás. —Realmente lo siento. Simplemente no pude impedirlo.
—No pidas perdón. —El tono era reverente. —Simplemente hazlo otra vez.
Soltó una risita.
—¿Otra vez? ¿De verdad?
—De verdad. Es más, te lo ordeno. —Los labios reclamaron los suyos una vez más.
Los brazos de _____ se envolvieron alrededor de su cuello, sosteniéndolo cautivo y los tobillos se cerraron alrededor de la cintura. Él metió una mano entre ellos, agarró el cuello de la camisa, y le dio un fuerte tirón. El algodón se rompió por la mitad, dividiéndose en dos mientras que ella se mordió el labio inferior para impedirse gritar con entusiasmo renovado.
Joseph justo estaba alcanzando los pantalones cortos, y ella justo arqueaba la espalda para darle un mejor acceso, cuándo una voz dijo desde la entrada:
—Uhm, ¿Interrumpo algo?
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
upsss creo q los cacharon jajaja!!! síguela!!
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Hhaha si los cacharon!!! xDDeni rt escribió:upsss creo q los cacharon jajaja!!! síguela!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo! (:fernanda escribió:DIOS TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR!!!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPITULO 9
—¡Nick!
Con las mejillas ardiendo y el estómago lleno de una enfermiza combinación de temor, vergüenza y horror, _____ intentó dar un salto para ponerse de pie y apartar a Joseph al mismo tiempo. Pero antes de que pudiera conseguirlo, él ya se había movido y colocado en una posición de batalla, los pies separados y los puños apretados, afrontando a su hermano con una expresión en la que claramente se leía Disponte a morir. El rápido movimiento hizo que las piernas del extraterrestre chocaran contra sus rodillas.
Se derrumbó con un chillido.
Ninguno de los hombres le echó un vistazo.
Aprovechando la ocasión, ató apresuradamente los pliegues rasgados de la camisa, que apenas logró cubrir su rosado sostén de encaje, y se retiró el pelo de la cara. Joseph, rápidamente, la empujó detrás de él.
Si no lo conociera mejor, sospecharía que, realmente, intentaba protegerla. ¡De su propio hermano! La idea era simplemente demasiado ridícula para tenerla en cuenta, y decidió que simplemente estaba teniendo uno de sus comportamientos machistas. Uno en la línea de ponte-detrás-de-mi-oh-mujer-débil.
Entonces dijo:
—Quédate detrás de mí, _____. Eliminaré esta amenaza.
Oh, realmente me está protegiendo, pensó derritiéndose. Debería estar enfadada. Después de todo, ya le había demostrado su capacidad de tirar a un oponente a tierra. Pero, Señor, eso la hizo sentirse delicada y querida.
Alzándose, deslizó la yema de los dedos por la desnuda espalda de Joseph. Adoraba la dureza, el calor. Apretó los dientes. Cuando, finalmente, había decidido ir a por todas. ¡Espera!. No deseando arruinar la fantasía que había creado en la mente, se corrigió. Cuando un hombre, finalmente, había sido lo bastante fuerte como para violarla, va y aparece un miembro de su familia y los pilla. Si su corazón no estuviera galopando por el deseo y los miembros no temblaran por la mortificación, saltaría a través del cuarto y golpearía a Nick en la cabeza con una de las herramientas.
¡Hombres!
Su hermano, que parecía más divertido por las palabras de Joseph que preocupado, miró por encima del hombro del gigante.
—_____, ______, _____ —dijo y luego chasqueó la lengua. —Paseé por el jardín de placer antes de entrar en la casa, a propósito, has perdido una estatua; y tenía la intención de calmar mis hormonas cuando ¿Con qué me encuentro? Porno en vivo.
Encogiéndose por dentro, _____ colocó las manos sobre los hombros de Joseph y echó una ojeada por encima de él. ¡Realmente tuvo que ponerse de puntillas!
—Nick —dijo otra vez, esta vez con más calma—. En primer lugar, vendí aquella estatua —mintió. — Y segundo, ¿Qué diablos haces aquí?
Nick sonrió levemente.
— Recogeré mi cuarto de dólar más tarde. Diablos es todavía una palabra mal dicha, ¿Verdad?
Los músculos de Joseph se relajaron y abrió los puños.
—Vosotros dos sois familia —dijo.
—Sí. —El tono logró reflejar repugnancia—. El hombre que está ahí de pie, sólo a un paso de que lo estrangule, es mi hermano voyerista.
—Como es parte de tu familia —anunció Joseph—, le permitiré vivir.
—Por favor, reconsidéralo —pidió _____ dulcemente.
La sonrisita de Nick creció y la risa sacudió el cuerpo.
—No hay razón para ponerse tan sensible, querida. Os hice un favor a los dos. El suelo del cuarto de baño hubiera acabado con vuestra espalda. De todos modos… — Agitó la mano en el aire, los ojos pasaron de un tranquilo color castaño a un acerado marrón oscuro en menos de un segundo— me gustaría una explicación.
—La explicación puede esperar — se quejó. — Ahora mismo estoy demasiado enfadada contigo. Un buen hermano se habría marchado sin decir una palabra.
El buen hermano arqueó una de las cejas color arena, arreglándoselas para aparentar seriedad y diversión a la vez.
—¿Y perderme toda la diversión?
Amaba a ese hombre, pero… ¡Ahhhh! Nick, era sólo dos años mayor, siempre fue el cómico, el bromista y el atormentador. Su atormentador, para ser más exactos. De niños, la mayoría de la gente pensaba que eran gemelos. No sólo porque le tomaba el pelo constantemente, también porque se parecían mucho. Los dos eran muy altos, poseían el mismo color de pelo, rubio plateado, así como los mismos ojos marrón claro que se alzaban en las esquinas. Para _____, ahí terminaban las semejanzas.
Mientras que era redondeada, él era todo planos y ángulos. Mientras que ella era suave, él era duro. El rostro mostraba permanentemente esa expresión traviesa reservada, por lo general, para los niños pequeños o las caricaturas. Ella poseía un carácter más serio, todo era trabajo y nada de juegos. O eso es lo que siempre le habían dicho.
—¿Qué haces aquí? — Exigió por tercera vez. — Creí que te fuiste de viaje la semana pasada.
—¿Es que no puede un hombre visitar a su querida hermana?
— No.
—Me conoces demasiado bien. — Hizo el intento de sonreír abiertamente pero en cambio centró la atención en Joseph y le ofreció la mano. — Ya que _____ se niega a ser cortés, permíteme presentarme. Soy Nick James. El hermano favorito de _____.
Ella resopló ante eso.
— Joseph en Sarr. — Miró con curiosidad la mano extendida de Nick.
— Estréchasela —susurró _____ en el oído.
—Ah, es una forma de saludo. — Tomó la mano de Nick y la sacudió arriba y abajo con la fuerza de un terremoto de nivel ocho. —Mientras estuve en el jardín, observé a muchos realizar esto mismo.
Nick lo miró de una forma extraña, estudiando el rostro durante un momento. Los ojos se estrecharon.
—Me pareces familiar.
_____ gimió por dentro. Luego hizo una pausa. Relájate. ¿Cuáles eran las posibilidades de que su hermano relacionara a Joseph con la estatua que faltaba? La respuesta: de pocas a ninguna. Nick, el co-creador de Slip Through Time, un juego de realidad virtual, podría tener una imaginación muy alta, pero extraterrestres, maldiciones y conjuros estaban más allá del reino de su percepción de la realidad.
De todos modos no iba a consentir que existiera alguna posibilidad. La pelirroja en el café había creído que Joseph era una especie de gurú de la autoayuda, y sabía que su hermano nunca comprobaría eso. Así que abrió la boca para tejer una complicada mentira que implicaba un accidente de coche, amnesia y la medicación psicotrópica, pero las siguientes palabras de Nick la detuvieron.
—¡Eh!. —Señaló a Joseph en el pecho. —Eres ese tipo de las portadas de las novelas románicas.
¡Oh, aún mejor!
—Así es —le aseguró a su hermano con una inclinación. — Joseph posa desnudo para las portadas de los libros.
De pronto muy interesado en la conversación, Nick se apoyó contra el marco de la puerta. —¿Posan las mujeres desnudas contigo?
Como Nick, Joseph se animó ante la mención de mujeres desnudas.
—Si —dijo. —Mis mujeres posan desnudas. —Cuando habló, lo hizo con un indirecto tono de deseo. Giró y rodeó la cintura de ______, deslizando la fuerte mano más abajo, dándole un pequeño apretón en el trasero.
La acción hizo transitar otro tipo de calor a través del cuerpo de ella. Luchando por no soltar un gemido, le pegó en la mano y se apartó, mirándolo con un brillo indiferente que quería decir: Compórtate... Pero sólo un poco.
Nick apenas le echó un vistazo.
—¿Cómo puede un hombre conseguir un trabajo así?
—Te gustan demasiado los ordenadores como para cambiar de empleo —le recordó.
—¿Quién dice que no puedo hacer ambos? —Replicó su hermano después. —Modelo de desnudos y creador de juegos virtuales.
Ella frunció el ceño.
— Hazlo y será tu final.
—Yo haría lo que la mujer dice —lanzó Joseph. La intensa mirada moviéndose del hermano a la hermana. —Tiene un carácter capaz de desollar a su oponente vivo.
—Cierto, cierto. —Nick metió las manos en los bolsillos e hizo tintinear las monedas. — ¿De dónde eres, Joe? No puedo ubicar tu acento.
—Anguilla —soltó _____ precipitadamente antes de que Joseph pudiera contestar. — Es de Anguilla. —Seguramente su hermano no conocería nada de ese sitio.
—Eso es una isla en las Antillas británicas, ¿No? —preguntó.
—Así es. —______ decidió entonces evitar cualquier pregunta concerniente a la geografía. —Vamos a la cocina —dijo. —Puedes pedir todas las explicaciones que quieras mientras busco unas botellas de agua. —Con esto, rodeó a Joseph y apartó de un empujón a su hermano.
Detrás de ella, Nick estalló en carcajadas.
—______ —la llamó— tienes un pedazo de linóleo pegado al culo.
Desde luego, los dos hombres fueron los mejores amigos después de eso. Entraron en la cocina riéndose por algo que había dicho Joseph. Estaba completamente segura que algo sobre pechugas y muslos... Y no de la variedad del pollo. Nick tenía uno de los brazos alrededor de los hombros de Joseph. Cuando la risa disminuyó, su hermano disparó una ronda de preguntas sobre el trabajo de Joseph.
—¿Puedes sostenerlas contra ti, o los unen digitalmente?
—¿Os desnudáis en el mismo cuarto?
—¿De todas las modelos con las que has trabajado, quién las tenía más grande?
Frunciendo el ceño, _____ lanzó una botella de agua a cada hombre. Joseph se movió con reflejos rápidos como el rayo y logró cogerla en el aire; Nick no tuvo esa suerte. El plástico golpeó contra su estómago, con fuerza, él jadeó en busca de aire. Sonrió, satisfecha.
Él desenroscó el tapón y bebió un largo trago. Todo el rato, mirándola con un brillo fraternal de ya-llegará-la-revancha. Bajando la botella, dijo
—Creí que eras Steve Harri, el detective de la unidad de Grey.
_____ acababa de tomar un trago del transparente líquido cuando, al escuchar esas palabras, se atragantó y escupió cada gota sobre el suelo.
—¿Qué?
—Steve Harri. Tu novio. —Nick prácticamente cantó las palabras con una melodía de _____ y Steven sentados en un árbol, B-e-s-o-.
Colocó de golpe el agua en la encimera.
—No es mi novio. Nuestro hermano quería que tuviera una cita con su amigo, pero le dije que no.
—Ah ¿De verdad?
—Sí, de verdad.
—Por el modo que Gray habló —continuó— el muchacho de Stevie y tú ya planeaban la boda.
Con la boca abierta, la mirada se fijó en Joseph.
Cruzó los brazos sobre el pecho con una furiosa nube tormentosa reflejada en el rostro. Nick continuó hablando, diciendo algo sobre flores e iglesias, pero apenas lo oyó. Continuó mirando a Joseph. Parecía listo a saltar sobre alguien -a saber sino era sobre ella- y absorbía cada palabra que Nick pronunciaba como si fueran el evangelio.
Los puños se apretaron, aplastando la botella. ¿Qué clase de mujer creía Joseph que era? Hacía sólo un momento, lo había besado, lo había tocado, casi habían hecho el amor, ¿Y ahora creía que era capaz de casarse con otro hombre?
¿Realmente pensaba que carecía de honor? Obviamente. ¿No había dicho antes que simplemente lo quería para conseguir convertirse en reina?
¡Los hombres eran idiotas!
—Nunca he visto antes a ese tipo —dijo rígidamente, tanto a su hermano como a Joseph. — Y tampoco tengo ningún interés por verlo.
—Bien. Ésa es la razón por la que vine a verte. —Confesó Nick preocupado, acariciándose la bien afeitada barbilla. —Quería advertirte que te mantuvieras alejada de Steve. No quiero que termines con un poli.
El tono le hizo sospechar y colocó las manos en las caderas.
—¿Y con quién quieres tú que yo termine?
—Te iba a recomendar uno de mis compañeros. Un tipo agradable. Las chicas van como locas tras él.
—¡Ya es suficiente! —Frunciendo el ceño, Joseph avanzó hacia Nick, dispuesto a arrancarle la lengua al hombre con tal de impedirle que dijera otra palabra. Se sentía ¿Incrédulo?…Quizás ¿Furioso? Sin duda. ¡_____ y su hermano hablaban alegremente de otro hombre, de su matrimonio con otro hombre, y eso no le gustaba nada! De hecho, el pensamiento casi lo volvía loco. No la creía capaz de hacer el amor con un hombre mientras estaba prometida a otro, pero aún así la furia no disminuyó.
La necesitaba, y no le permitiría a ningún otro hombre tocarla. ¡No porque el pensamiento de otro hombre gozando del dulzor de _____ enviara un vendaval de fría rabia a través de su cuerpo, sino porque ahora le pertenecía, su tiempo, su cuerpo, y su corazón, y no la compartiría!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
:O
Oh dios..pero que no se da cuenta que ____ no vio al tipo ese.el tal steve!!!
askhdajdhasf tenes que seguirla!!
Oh dios..pero que no se da cuenta que ____ no vio al tipo ese.el tal steve!!!
askhdajdhasf tenes que seguirla!!
helado00
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Hhhahaha xD Ya la sigo! (:helado00 escribió::O
Oh dios..pero que no se da cuenta que ____ no vio al tipo ese.el tal steve!!!
askhdajdhasf tenes que seguirla!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Joseph casi había alcanzado al hermano de _____, con intención de pulverizar ese brillo intenso en sus ojos, cuando Nick, sonriendo abiertamente, alzó las manos para rechazar el inminente ataque.
—Desde luego, he cambiado de idea, Jordie. Eres perfecto para ella. De verdad. Mi compañero palidece en comparación.
Jorlan se quedó inmóvil. La retractación de Nick lo calmó un poco, pero esa no fue la razón por la que se detuvo. Acababa de tener una revelación alarmante. No sentía simple lujuria por _____, no la necesitaba simplemente para salvarlo. Se preocupaba por ella. A pesar de todos los esfuerzos por impedir que tal cosa ocurriera, sólo había necesitado unas horas para que la obsesión se volviera más profunda. Había compartido su vida con ella, la había visto retorcerse por el placer que le había dado a su cuerpo, y ahora se había hundido más profundamente bajo su hechizo. El conocimiento lo abrasó y maldijo su propia estupidez. ¿Por qué? ¿Por qué se había permitido el interesarse por esta mujer? ¿No había aprendido nada con Maylyn?
Al menos no había sido lo bastante tonto como para enamorarse de ella. De todos modos, se preocupaba por _____ y la quería con él. Sólo durante un tiempo. Antes, había considerado la posibilidad de llevársela a su casa y había desechado la idea porque no quería convertirla en su compañera de vida. Pero ahora, la idea tenía mérito. Podría casarse con ella, no para siempre, desde luego, pero si una unión temporal ventajosa para ambos.
En su mundo, no había existido nunca antes una unión temporal pero, pese a todo, estaba dispuesto a hacer una excepción. _____ era, quizás, demasiado valiente, demasiado franca para su tierra, pero con la dirección apropiada tales cualidades podían ser corregidas.
Nunca una solución había sido tan simple. Se casaba. Ella le confesaba su amor, y se la llevaba a su mundo. Luego se acostarían una, y otra, y otra vez. Cuando se preocupara demasiado por ella, simplemente la devolvería a su casa.
Perfecto.
De pronto, Joseph sonrió ampliamente, contento.
La fuente de su ira, Nick se sentó cómodamente sobre el sucio mostrador que había detrás.
—¿Te dedicas a algo más que al modelaje, Joe? ¿Como empleado de seguridad? ¿O inteligencia militar? Juro por Dios que tienes la misma mirada cautelosa que tienen Grey y Erik .
—¿ Quién es Erik? —exigió Joseph con furia renovada.
_____ le pegó un manotazo en el hombro.
—¿ Qué pasa contigo? Erik es mi hermano.
Joseph niveló de nuevo las cejas.
—¿Cuántos hermanos tienes?
—Cinco. Cuatro están dispersos por todo Texas, y otro vive en Nueva Orleáns.
—¿Y bien? —Exclamó Nick, obviamente disgustado de que ignoraran la pregunta. —¿Haces algo más aparte de ser modelo?
_____ contestó por él.
—Es un manitas. Es capaz de reparar cualquier cosa y lo he contratado temporalmente.
Su hermano chasqueó la lengua.
—Exactamente ¿Cómo le pagas los servicios?
Esta vez, _____ golpeó a su hermano en el hombro. A diferencia de Joseph, que apenas había reaccionado, Nick se estremeció.
—Di otras palabras parecidas a esas —gruñó— y te patearé personalmente el culo.
Joseph rió, feliz de que tales amenazas no las reservara sólo para él.
—Tengo el presentimiento de que voy a irme de aquí, siendo un hombre rico. —Los oscuros ojos de Nick brillaron con malicia.
_____ le pegó otra vez, con más fuerza.
—No te daré ni un penique.
Disfrutando del juego, Joseph se recostó contra la pared y simplemente los observó lanzarse bromas uno contra otro. Una punzada de pesar y añoranza le atravesó. Pesar porque nunca había gastado bromas con su hermana de ese modo. Grace fue la única niña nacida del primer matrimonio de su padre. Después, o tal vez debido al desafortunado fallecimiento de su madre, Grace había crecido tímida, caprichosa y cautelosa con los hombres. Siempre la había tratado con cuidado. Quizás si hubiera bromeado, la habría ayudado más.
Quizás cuando volviera... Si todavía vivía, pensó sombríamente.
Tanto _____ como Nick lo miraban con expectación. Debió haberse perdido algo de la conversación.
—Me quedo en casa de _____ —dijo, esperando contestar cualquier pregunta que le hubieran hecho.
____ jadeó.
Nick perdió la sonrisa, pero rápidamente logró recomponerse.
—Está bien saberlo. Pero, por tercera vez, ¿Irás al partido más tarde? Después del trabajo, desde luego. No queremos que a la Señora dragón le dé un ataque.
La mayor parte de las palabras del hombre no tenían sentido, pero aún así Joseph comprendió que le habían invitando a algo. ¿Por qué no podía hablar esta gente claramente?
—Te agradezco la oferta, pero debo declinarla. Todo el tiempo que me quede aquí lo pasaré con _____.
La mirada de Nick se volvió afilada.
—¿Regresas a Anguilla?
—Sí. — No corrigió la pronunciación de Nick de su mundo, ya que no quería avergonzar a _____ de su error.
—¿Pronto? —Insistió Nick.
— Eso espero.
—Ya veo. —Por alguna razón, pareció triste, hasta enfadado, ante aquellas palabras. — Bueno, la invitación sigue en pie durante toda la noche, por si cambias de idea. _____ tiene mi número. Llámame si quieres divertirte un poco.
¿Llamarle? ¿Cómo? ¿Gritando? Asintió.
—Bien, mi trabajo aquí está hecho. —Nick saltó del mostrador de _____ y la besó en la mejilla. —No olvides el almuerzo familiar del sábado...y trae a tu cita. A papá le gustará. —Con esto, guiñó un ojo sobre su hombro y desapareció por la puerta.
—¡Oh! ¡Espera! —_____ lo llamó. —Quédate aquí —le dijo a Joseph, luego, rápidamente, añadió— por favor. Quiero hablar a solas con mi hermano un momento. —Sin esperar respuesta, corrió hacia fuera.
—Nick —gritó, con el sol golpeándole de frente.
Su hermano miró hacia atrás. Ya estaba de pie delante del sedán azul oscuro, sosteniendo las llaves del coche y con un par de gafas de sol puestas. Con el pelo rubio y la piel bronceada, parecía una versión moderna del dios del sol. Usando la mano para protegerse, salió de la entrada. Una caliente brisa sopló, besándole la piel.
—Tengo que hacerte una pregunta —le dijo.
—Oh, oh. Esto parece serio. Sabes que puedes preguntarme cualquier cosa, _____ ___.
Tragó aire. No puedo creer que vaya a hacer esto. Pero tenía muy poca experiencia, y su hermano era un experto. O de eso presumía a menudo. Sólo quería tener toda la información necesaria a su disposición en caso de “cuando”, por fin, se acostara con Joseph. Después del explosivo encuentro en el cuarto de baño, sabía que era cuestión de cuando y donde, y quería que la experiencia fuera tan agradable para él como sabía lo fuera para ella.
—¿Qué? Continúa —Preguntó, más serio ahora. —Parece que estas a punto de vomitar.
—Prométeme que no le contarás a nadie lo que estoy a punto de preguntarte.
—Prometido.
Los pasos vacilaron.
—No importa —Luchó contra el deseo de gritar y volver corriendo a la seguridad de la casa. Simplemente suéltalo, se auto-ordenó—¿Qué crees que es más sexy? ¿Una mujer que no lleva nada en absoluto o una mujer que lleva satén y lacitos? ¿O, tal vez, cuero negro?.
Su mandíbula casi llegó hasta el suelo.
—No contestaré a eso.
—No seas crío. —Había juntado el coraje para preguntarle, así que el maldito ya podía estar contestándole. —Iba a preguntarte con qué gozaba más un hombre, si estimulándolo con la mano o con la boca, pero me conformaré con que me respondas la primera pregunta.
Frunciendo el ceño, aparentaba estar perdido, frotándose los ojos y luego pellizcándose el puente de la nariz.
—No puedo creer que tengamos esta conversación.
Tampoco yo.
—Qué le gustará a Joseph…Ya sabes... Cuando nosotros...Ya me entiendes. —¿Cuándo se había vuelto tan indecisa?
La cabeza de Nick cayó hacia atrás, y miró fijamente al cielo. Después dijo:
—Nada. Siempre nada. Y ésa es la única pregunta que contestaré. ¿Entendido?
—¡Te quiero! —Se lanzó y envolvió los brazos alrededor de él, lo abrazó con todas sus fuerzas; se retiró y le dedicó una amplia sonrisa. —Ahora piérdete. Tengo trabajo que hacer.
La cogió por los hombros y la sacudió suavemente, mirándola con una intensidad y gravedad que nunca había visto en sus ojos.
—Lo mejor es que te protejas, ¿Me oyes? Y no te dejes llevar por las emociones. Utiliza condones. No uno, ni dos, los que hagan falta. Y si te pone cualquier mierda de excusa sobre no necesitarlos, no lo escuches.
—Soy una chica grande, Nick. Ten un poco de fe en mí. —Pero no había pensado, ni por un segundo, en tomar precauciones o en usar condones mientras estaba con Joseph en el suelo del cuarto de baño. —La próxima vez seré más cuidadosa. —Le prometió.
—¡La próxima vez! —Los ojos se cerraron con fuerza y luego los volvió a abrir. —Dios me ayude. No quiero volver a tener esta conversación nunca más. —Murmurando por lo bajo, abrió la puerta del choche y se dejó caer dentro con un golpe. —Eres sólo una niña, por el amor de Cristo, y estás hablando de tener sexo.
Puso los ojos en blanco, pero él no lo vio porque ya huía lejos, dejando volar a su paso, grava y humo del caño de escape. Se recogió los mechones del pelo mientras caminaba de regreso a la cocina y se encontró a Joseph, de pie, exactamente donde lo había dejado.
—Voy a preparar algo para almorzar —dijo, antes que pudiera decir una palabra. No quería hablar del beso. No quería hablar del encuentro con Nick. Sólo quería pensar, hacer planes. Todo tenía que ser perfecto cuando finalmente hicieran el amor. —¿Tienes hambre, verdad?
—Siempre tengo hambre.
Pese a que no fueron pronunciadas, las palabras –de ti– flotaron en el aire.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
oohh por dios tienes q seguirla sabes esto no es bueno jajaja ok no pero síguela
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!!! :)Deni rt escribió: oohh por dios tienes q seguirla sabes esto no es bueno jajaja ok no pero síguela
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPÍTULO 10
Percen de Locke había registrado dos galaxias completas hasta ahora. ¿Estaría Joseph todavía congelado dentro de la piedra? Se preguntó, ¿O era ya su hermano un hombre libre? El no saberlo le causaba tal frustración que sentía una especie de afiladas garras clavadas en su interior, pero también sintió el primer y conmovedor rayo de esperanza. Pese a que había sido incapaz de localizarlo por el momento, estaba lo bastante cerca como para sentir la esencia de Joseph.
Sí, estaba acercándose.
Después de que Joseph cenara una cantidad de pollo frito y puré que deberían de ser humanamente imposible, y que _____ comiera una cantidad normal, trabajaron durante otras seis horas en el Victorian. Cuando, por fin, decidió que ya habían logrado avanzar lo suficiente por ese día, los músculos quemaban por el cansancio. Mientras conducía hacia su casa, el estómago comenzó a revolverse por la anticipación y los nervios. Durante toda la tarde, había pensado en hacer el amor con Joseph.
Refrescada gracias al aire acondicionado de su camioneta, _____ mantuvo la atención entre el camino de entrada a su casa y el hombre que estaba a su lado. El cuerpo estaba más que preparado para el contacto, exigiéndole una total y completa satisfacción. Si hiciera caso del consejo de su hermano, debería dejar caer la ropa en este mismo momento y entrar dentro a la casa. Quizás entonces Joseph reaccionaria. La cogería en brazos, cerraría de un golpe la puerta con el pie y luego la besaría apasionadamente.
La idea la emocionó, haciéndole recordar todas las cosas maravillosas que ya habían hecho antes, pero una vez que entraron, _____ perdió los nervios y no le dio la posibilidad de abrazarla. Cogió las llaves en la mano y retrocedió lentamente hacia la puerta.
—Tengo un asunto que atender.
Él giró y la enfrentó, frunciendo el ceño. ¿Estaba decepcionado?
—¿Qué tipo de asunto?
—Estarás bien cuando me vaya —dijo, ignorando la pregunta. —No salgas de casa. Podrías perderte.
El ceño se hizo más profundo, y abrió la boca para hablar.
Rápida como el rayo, ya estaba en la entrada, cerrando de un golpe la puerta. Más rápido aún, metió la llave dentro de la dorada cerradura, y con una eficaz torcedura de muñeca, la giró. Luego, esperó. La caliente brisa del atardecer penetró a través del delgado top con el que se había cambiado y miró a lo alto, a la arqueada puerta, rezando para que Joseph no la siguiera. Pasó un minuto, luego dos. La madera de cerezo permaneció cerrada. Aliviada, saltó del porche y miró hacia atrás. La casa estaba iluminada por la tenue luz del crepúsculo, con el blanco estucado, las vidrieras de colores y el almenado tejado, creando una bonita y llamativa vista.
El llegar hasta la tienda le llevó poco más de quince minutos y _____ caminó de un pasillo a otro, agarrando un par de pantalones de deporte, dos pares de pantalones negros y otro par de vaqueros para Joseph, pensando alegremente que se quedaría con ella algo más de tiempo mientras intentaba persuadirla. Es más, todavía tenían que encontrar a un auténtico psíquico. Mirando entre un montón de camisetas, eligió las más grandes, rezando para que fueran de la talla de un hombre con la constitución de un luchador de la WWE. Los zapatos vinieron después, pero no estaba segura del cuál sería el número.
Si es grande por todas partes, pensó, calcula que los pies también serán igual de grandes. _____ no quería continuar pensando en esa dirección pero, aun así, tuvo que hacerlo...¿Bóxers? ¿O calzoncillos? Con las mejillas enrojecidas y el cuerpo caliente, lanzó un paquete de cada uno en la cesta.
Después vinieron los condones. Había tantas marcas que simplemente no sabía cual escoger, así que extendió la mano para coger una caja, cualquier caja, pero luego se congeló. ¿Y si sus hermanos se escondían cerca, esperando para saltar y gritar ¡Buuu!. Alzando la barbilla, miró hacia la izquierda y a la derecha, asegurándose de que nadie la observara. Encontrándose sola, agarró rápidamente una caja con grandes letras anaranjadas, dos cajas de lubricante y otra de des lubricante, sin saber que preferiría Joseph.
También cogió con rapidez un tubo de espermicida y otro tubo de lubricante vaginal. No estaba segura de que todas esas cosas fueran necesarias, pero no quería equivocarse en cuanto a la precaución. Además, sin duda alguna, Joseph había estado con muchas, muchas mujeres, todas sofisticadas y con experiencia a la hora de proporcionarle placer, estaba segura. No quería quedar como la peor amante de todas las galaxias.
Joseph había mencionado una vez un masaje con aceite y plumas. Quizás era una de sus fantasías, una fantasía que podía realizar. Después de encontrar el aceite, tropezó con un plumero con todos los colores del arco iris. Perfecto.
¡Um!, ¿Y ahora qué? Obviamente, era un poco pervertido, ya que una vez habló de azotarla, y no es que planeara recordárselo... No en un futuro próximo, en todo caso. Sin embargo, _____ no quería que pensara que no podía manejar una pequeña esclavitud, así que caminó hacia el pasillo de los juguetes y se apropió de un par de esposas de plástico y un poco de cuerda, decidiendo dejar de lado el sombrero vaquero de paja.
En la caja, un feroz rubor se extendió como la pólvora a través del rostro y cuello cuando el vendedor, un chico alto, desgarbado, de no más de veinte años, levantó la caja de condones y le dirigió una sonrisita de sé-lo-que-harás-esta-noche, seguido de:
—¿Quiere que compruebe el precio de esto? Creo que están rebajados.
—Uh, no. Pagaré el precio entero. —Con un poco de suerte, no tendría que volver a ver a ese adolescente que se rió a carcajadas.
Conduciendo hacia la casa, se preguntó cómo reaccionaría Joseph ante las compras. ¿Le dirigiría aquella lenta sonrisa que le derretía los huesos, y luego la cogería entre sus brazos? Oh, sí. Eso era exactamente lo que haría, y no necesitaba de ninguna capacidad mágica para predecir lo pasaría después.
Aparcó el coche en el camino de entrada y levantó las bolsas del asiento del pasajero. Prácticamente flotó hasta la puerta delantera, que estaba abierta, notó, frunciendo ahora el ceño. ¿No le había dicho expresamente a Joseph que se quedara dentro?
¿Dónde había ido el guerrero extraterrestre?
—Será mejor que esté aquí —refunfuñó con ferocidad.
Enfurruñada, empujó hasta abrir la puerta de la calle y entró. La primera cosa que notó fue que el volumen de la televisión aumentaba a cada paso, demasiado alto. Pudo distinguir varias voces masculinas riendo, bromeando y eructando. Pero pronto descubrió que no estaba en la sala de estar, y que la televisión no estaba encendida.
Las voces venían de la cocina.
_____ experimentó un destello de confusión y temor. Sin saber con qué se encontraría, tragó aire y caminó despacito hasta entrar en la cocina .Cuando vio la fuente del ruido, los ojos se ensancharon y la mandíbula casi tocó el suelo.
—¡Eh! —La llamó su hermano Denver. Estaba sentado sobre un taburete de bar cerca del mostrador, con una cerveza en una mano y un margarita en la otra. El labio inferior estaba hinchado y ensangrentado. —¿Viniste para unirte al partido?
Antes de que pudiera contestar, otro de sus tres hermanos dijo:
—Mira quién llegó finalmente —con fingida alegría.
—¿Qué ocurre aquí? —Miró a todos sus hermanos con los ojos entrecerrados. —¿Y dónde están vuestros coches?
—Aparcamos atrás —explicó Erik. El pelo del color de la arena, que normalmente estaba peinado hacia atrás, ahora estaba de punta y en completo desorden.
Nick se frotó los dedos sobre la amoratada mejilla.
— Cuando le dije a los muchachos lo que me preguntaste antes, decidieron traer el partido hasta aquí.
_____ quiso pisarle fuertemente el pie pero se conformó con gruñirle.
—¡Prometiste no contarlo!
Se encogió de hombros.
—Mentí.
—Queríamos conocer al bueno de Joe —señaló Gray, hablando con esfuerzo. Luego sonrió abiertamente, lanzando un brazo sobre el hombro de Joseph. Gray tenía un ojo morado; Joseph un corte en el labio. Ambos hombres se tambalearon. —Estamos encantados de conocerle. Conseguimos resolver algunas dudas.
—Resolvimos algunas dudas —repitió Joseph. Asintió, balanceándose. Cabeceó otra vez.
—¿Habéis estado peleando?— La incredulidad rebotó en las paredes, aunque sabía que no debería sorprenderse en absoluto. Estos eran sus hermanos, después de todo, y encontraban divertido el golpearse como demonios unos a otros.
Nick se tambaleó hasta ella y le plantó un beso en la punta de la nariz. Salió corriendo antes de que pudiera pegarle con la mano.
—Teníamos que aclarar algunas cosas con el Chico del Amor.
—¿Qué tipo de cosas?
—Cómo tratar a nuestra hermanita, por ejemplo.
—¿Estás de broma, verdad? Por favor, dime que estas bromeando. —Cuando nadie habló, cedió ante el impulso interno y le pisó con fuerza el pie. Una vez. Dos veces. —Debería matarlos a todos. Realmente debería. —Se pasó la mano a través del pelo. —Además de utilizar a Joseph como saco de boxeo, ¿Qué más le hicieron?
—Nada. —Erik sostuvo la mano izquierda en el saludo de Boy Scout. —Lo juro.
Joseph gimió y se agarró la cabeza con la mano.
—La sala gira. Haz que pare. —La dorada tez se volvió lentamente de color verde.
Preocupada de que pudiera tener una conmoción cerebral, dejó caer las bolsas de la compra y corrió a su lado. Su olor acre invadió las ventanas de la nariz, y de pronto comprendió que su condición no tenía nada que ver con un traumatismo craneal.
—¡Por Dios! —Agitó la mano delante de la cara. —Estás borracho —le acusó.
—Seguro que lo está. —Gray frunció el ceño. —Aunque no comprendo cómo pueden ser los Anguillares tan malos bebedores. El hombre no ha podido aguantar ni una maldita ronda.
—Eso es porque no está acostumbrado a beber, idiota. —No había querido gritar las palabras, pero juro por Dios, que estaba a punto de sobrepasar el nivel de tolerancia con su hermano mayor. —Simplemente ¿Cuántas cervezas le disteis?
—No le dimos exactamente cerveza —contestó Nick.
—¿Entonces qué le disteis exactamente?
—Tequila. Directamente de la botella. —Eso lo dijo Gray, el gran defensor de la ley.
Joseph se balanceó. Casi cayó, pero logró sostenerlo contra la cadera. Simplemente, no podía creer que esto estuviera sucediendo. Su guerrero extraterrestre estaba enfermo. Total y completamente hecho pedazos.
—_____ —dijo despacio, articulando cada sílaba con cuidado. —Creo que me muero.
—Tú no te mueres —contestó secamente, conduciéndole al sofá de la sala de estar y ayudándole a tumbarse. Con cada movimiento, gemía. Sentándose a su lado, le acarició la frente. —Pero para mañana, desearás estar muerto.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
-Pero para mañana, desearás estar muerto - si eso es típico odio eso jaja síguela!!
Deni rt
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