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El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Wow!!! Tu cumple!!! Eso es genial!!! (:Deni rt escribió:aww que tierno Percen pero te equivocaste de chica perdón por no comentar antes pero aller fue mi cumple y pss ando de fiesta desde viernes asi q no había podido pasarme bien al foro síguela !!!
Cuantos cumples??
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPÍTULO 17
A mediodía, la luz del sol se filtró a través de las cortinas, brillante y resplandeciente. Joseph se encontraba tumbado de espaldas, masajeándose el cuello mientras miraba el techo. _____ estaba profundamente dormida, acurrucada en el hueco de su brazo. Había pensado en dejarla sola al amanecer para darle tiempo a su cuerpo a recuperarse, pero había apurado demasiado, deseando fervientemente iniciarla en todas las artes de la seducción. Así que sucumbió, y ella le dio encantada la bienvenida a la lección.
Sin embargo, ahora que debería de sentirse saciado, sus pensamientos se negaban a serenarse. Para un hombre que valoraba el control, se sentía muy… incontrolado. Estaba sacudido por la intensidad de su unión con _____, no podía encontrar ninguna lógica a las emociones que le invadían el cuerpo. Decir simplemente que él y _____ habían practicado sexo no le hacía ninguna justicia a lo que realmente había ocurrido. Aquello fue puro placer, a veces apacible, a veces primitivo y carnal, un hambre que no podía ser saciado de cualquier manera.
Lo que había experimentado con _____ había sido tan intenso y devastador como un huracán. Y por Elliea, quería experimentarlo una y otra vez. El deseo que sentía por ella le asombraba. Apenas se le estabilizaba el pulso, volvía a sentir la incansable necesidad de poseerla de nuevo. Jamás se imaginó que eso pudiera sucederle tan a menudo, y con tanta fuerza.
Sabía lo raro y especial que había sido su encuentro con _____. Pero, ¿y ella? Su pequeña bruja no tenía ninguna experiencia con la que comparar, ya que había sido virgen hasta anoche. No se quejaba. El saber que ningún otro hombre había tocado su cuerpo aún despertaba una posesividad en él que desafiaba a la razón. Y era extraño, porque la virginidad no era ni apreciada, ni esperada en Imperia. Las mujeres se deleitaban con sus amantes tal y como hacían los hombres. De hecho, cuantos más amantes tuviera una mujer más valorada era, ya que su experiencia aumentaba, considerablemente, el placer de su compañero. Aparte de _____, cada hembra con la que se había acostado había sido experta en ese arte sensual. Incluso otras, como Maylyn, hasta habían poseído más experiencia que él.
_____ era tan diferente a todo lo que conocía. Su deseo por ella iba más allá de lo físico. Y ahora, más que nunca, quería que le perteneciera solo a él.
Para siempre.
Ya no podía negarlo más. Que antes hubiera preferido una unión temporal, de algún modo ahora le parecía algo despreciable. Sí, ella era mortal y él era mitad hechicero, pero eso no le preocupaba. Podría envejecer perfectamente como los mortales. No estaba del todo seguro, pero lo que sí sabía condenadamente bien era que no podría tolerar una vida sin _____ a su lado.
Ella le desafiaría, sí, eso ya lo sabía desde hacía tiempo, pero también era algo que admiraba. Admiraba el modo en que defendía su territorio, el modo en que levantaba la barbilla y vencía cualquier dificultad que encontrara en el camino. Admiraba el modo en que defendía sus opiniones, sin acobardarse ante su cólera. Siempre le enfrentaba, cuadrándose ante él sin estremecerse. Era fuerte, capaz, valiente, estaba hecha de acero. Su valor sobrepasaba al de cualquier guerrero que hubiera conocido. No necesitaba un guardián, de hecho, era muy capaz de cuidar de sí misma. Y eso también le gustaba, incluso cuando ansiaba la responsabilidad de protegerla.
Con cuidado para no despertarla cambió de postura, apoyándose en un codo, observando a su pareja. Al dormir los rasgos estaban relajados, dándole una belleza casi infantil. Acariciando con un dedo la curva del pómulo, la escuchó murmurar algo ininteligible. Se llenó de alegría, ya que a pesar de todos sus anteriores intentos, había esperado mucho tiempo a que llegara este momento.
¿Cuáles serían sus sentimientos después de esa noche de pasión?
Al final la había tomado, sólo para descubrir que sus propios sentimientos se habían vuelto más profundos. ¿También serían los suyos más profundos? Rezó para que así fuera. Ya había perdido otro día.
_____ estaba desnuda, ni una prenda de ropa le cubría el cuerpo. Se juró mantenerla así por el resto de sus días. El brillante y pálido cabello le rodeaba la cabeza en una masa enredada. Los labios estaban ligeramente hinchados por sus besos, y algunos rasguños rosados, provocados por la aspereza de su barba, marcaban los pechos, estómago y muslos. Parecía muy sexy y completamente saciada, pero sabía que un toque seductor encendería un intenso fuego en su interior.
Sonrió ampliamente, recordando lo lujuriosamente que había respondido a sus caricias.
Como si intuyera la dirección de sus pensamientos, _____ se movió entre sus brazos y, lentamente, abrió los ojos. Los segundos pasaron. La neblina soñolienta que la rodeaba se evaporó completamente, y el rubor floreció en las mejillas. Los recuerdos de lo que habían hecho brillaban en sus ojos, transformando el iris marrón en un rico y profundo bronce, casi dorado. Le miró aturdida, como si se acabara de despertar de un intenso maratón sexual. Exactamente como quería que le mirara cada amanecer.
En aquel momento supo que no se levantaría de la cama hasta que no la tomara de nuevo, ya que amar a esa mujer nunca le había parecido tan importante. Tan necesario.
—Buenos días —le dijo con un tono soñoliento en la voz—. Bueno, aunque debería decir buenas tardes.
—Si —rió—. Realmente es un buen amanecer.
—Yo, uh, supongo que debería hacer el desayuno o algo así. Creo que prometí cocinar para ti un menú de siete platos, si algún día hacíamos el amor.
Había dicho hacer el amor. Su corazón saltó en el pecho. Eso estaba cerca de lo que quería oír, aunque no exactamente.
—Te equivocas. Me prometiste un menú de siete platos el día que me permitieras masajearte el pelo.
Le devolvió la sonrisa.
—Estoy segura de que, durante la noche, lo hiciste alguna vez.
—Eso y más. Pero a no ser que la muerte sea inminente —comentó—, nos quedaremos aquí otro rato.
—De acuerdo. ¿Qué quieres hacer? —movió la punta del dedo por encima de su pecho.
Él permaneció callado durante un tiempo, estudiándola fijamente. Le brillaron los ojos a través de las largas y espesas pestañas.
—Estás demasiado dolorida para deporte de cama —aunque sabía que haría lo que fuera necesario para prepararla.
Para su alivio, ella comentó:
—Estoy dolorida, pero jamás demasiado dolorida. Dudo que hoy sea capaz de hacer footing, así que necesito algún tipo de entrenamiento. Y he estado preguntándome… —pestañeó hacia él toda dulzura e inocencia— ¿qué te parecería ser el esclavo de una reina?
—Creo que lo disfrutaría. Enormemente.
—Ah, harás más que disfrutar, esclavo. Darás placer a tu reina hasta que ésta no pueda soportarlo más.
Y lo hizo.
Una hora más tarde, _____ se sentó en el mostrador de la cocina delante de un saludable batido. Soy una gata en celo, pensó felizmente. Ella y Joseph habían hecho el amor tantas veces que había perdido la cuenta. Simplemente no lograba tener lo suficiente de ese hombre y, para su sorpresa, él tampoco podía saciarse de ella.
Una misteriosa sonrisa le curvó los labios y se movió en el asiento. La acción le provocó una mueca. Tenía el cuerpo dolorido por los excesos de la noche, más dolorido de lo que había pensado en un principio. Pero no lamentaba nada de lo que había ocurrido esa noche... o esa mañana. No, se alegraba de haberse sumergido en todos los placeres que él le había ofrecido.
Bebió un trago de la bebida fría y cerró los ojos con satisfacción. Quizás los orgasmos provocaban que, de repente, las mujeres apreciaran las cosas más intensamente al tener los sentidos más agudizados. Se estremeció, nunca había probado nada tan delicioso. El aire nunca había olido tan dulce, ni la ropa se había sentido nunca tan agradable contra la piel.
Si sólo pudiera pasar el día entero en la cama... pero tenía demasiadas cosas que hacer hoy. Desde la llegada de Joseph, iba muy retrasada en su trabajo. El Victorian tenía que pintarse, por dentro y por fuera, y esperaba haberlo terminarlo ayer. Pero ni siquiera había empezado.
Sin embargo, antes de marcharse, quería observar a Joseph desayunar. Hacía sólo veinte minutos, había hecho lo que juró que nunca haría otra vez: cocinar para un hombre. Sorprendentemente no había querido olvidarse de ningún ingrediente, ni había querido usar el agua del inodoro, o tirar la tostada al suelo. No, había mostrado una sonrisa auténtica mientras metía los alimentos en el horno. Ahora, el completo y saludable desayuno esperaba sobre la encimera para su disfrute.
Joseph entró en la cocina, desnudo e imperturbable.
—Algo huele maravillosamente —dijo con la voz ronca por el sueño.
En el momento en que la descubrió, la miró de una forma que ahora reconocía como carnal. Pero no fue eso lo que despertó su excitación, no, fue la gruesa y larga erección que se extendía entre las piernas.
Pensó que si los hombres de la Tierra fueran tan vigorosos, las mujeres nunca dejarían el dormitorio, o la encimera de la cocina… o el suelo de la sala de estar.
Se apoyó detrás de ella y le olisqueó el cuello.
—Creo que eres tú, _____.
Ella suspiró con ternura, recordando el banquete especial que le tenía preparado. Girándose en su silla le enfrentó.
—Tengo algo para ti.
—Hmm, me gusta cómo suena eso —se inclinó más abajo para mordisquearle la clavícula.
—Espera —se rió y le apartó—. Abre la boca.
Aunque vacilante, hizo lo que le pidió. Disimulando una enigmática sonrisa extendió la mano, levantó la barra Hershey· del mostrador, y partió un trozo. Luego le colocó el pedacito en la lengua.
—Cierra —pidió.
Los labios separados se juntaron. Entonces agrandó los ojos ante el dulce sabor que le inundó la boca.
—_____—suspiró, el tono pesado por el éxtasis y la reverencia—. Tenemos que cubrirte el cuerpo entero de este magnífico alimento.
Tres horas más tarde desayunaron y se ducharon, después de mucho chocolate y sexo. Luego se marcharon hacia el Victorian. Frances y Heather estaban ya allí, esperando en el porche. Si ella hubiera sabido que vendrían tan temprano, no le habría permitido a Joseph seducirla otra vez. Bueno, añadió después de pensarlo un momento, no le habría permitido seducirla tan lentamente.
—Buenas tardes —saludó.
Frances le ofreció una sonrisa impaciente, lo suficientemente luminosa como para rivalizar con la luz del sol.
—Buenas tardes a ti también.
—Espero que no hayáis estado esperando mucho tiempo. Joseph y yo estábamos… ocupados —el rubor repentino les dio a entender, exactamente, como de ocupados habían estado, y en qué.
Frunciendo el ceño Frances soltó.
—Creía que él estaba prohibido —las mejillas se le tiñeron de un rojo más intenso que las de la propia ____.
—Lo está para todas, excepto para mí.
Él se rió de ella. Oh, que dulce fue esa confesión.
Heather permaneció en silencio, apoyando la espalda contra la vieja pared de madera del porche. Seguramente las astillas debían de clavársele a través de la tela del jersey rosa, pero actuaba como si se inclinara sobre suaves y mullidas nubes.
Había algo diferente en la muchacha hoy. Algo más suave. Un brillo en la piel que _____ nunca había notado antes. Pero lo que más la desconcertaba era el hecho de que Heather no le echó ni un vistazo a Joseph. Es más, fingía que no existía.
Preguntándose qué pensamientos harían girar las ruedas mentales de la chica, _____ condujo al grupo dentro. A su espalda, Frances jadeó.
—Oh, este sitio es encantador, ______ —luego hizo una pausa—. O lo será cuando todo esté arreglado.
—_____ lo convertirá en una residencia espectacular —comentó Joseph con una nota de orgullo en el tono. Le dirigió una mirada burlona—. Es buena en todo lo que hace.
La camarera le miró de forma extraña, como si nunca hubiera oído tal alabanza de los labios de un hombre.
—Heather —comenzó _____—, tu madre mencionó que tienes talento para la horticultura.
Heather la miró con esperanza.
—Supongo que lo tengo.
—Genial. Comenzarás quitando las malas hierbas y fertilizando el jardín de atrás. Una vez termines, puedes plantar las flores que más te gusten.
Los ojos negros de la muchacha la miraron con alegría, una frágil alegría que parecía algo extraño y nuevo para ella. ¿Nunca antes habría experimentado esa emoción?
—Necesitaré una azada y una pala pequeña.
—Todas las herramientas necesarias están en el cobertizo —terminando con ella, _____ centró la atención en Frances—. Mientras Heather arregla la parte de atrás, me gustaría que trabajaras en la de enfrente.
—¿De verdad? ¿También quieres un jardín? —Frances se frotó las manos prácticamente saltando de entusiasmo—. ¿Qué te parece si planto azucenas, lirios y lavanda alrededor del porche? Y quizá, ¿una celosía en la pared norte?
—Eso suena maravilloso. De hecho, ¿por qué no coges la camioneta y compras todo lo que necesitas en Garden Warehouse? Puedes ponerlo a mi cuenta.
—¿ De verdad? —preguntó Frances de nuevo.
—De verdad.
Radiante, Frances comentó:
—Nunca me cansaré de agradecértelo, _____ —con eso, aceptó las llaves de la camioneta y saltó hacia la puerta.
—También yo —añadió Heather tan suavemente que _____ apenas la oyó. Luego la muchacha se marchó.
—¿Y qué tienes para mi hoy? —preguntó Jorlan.
El primer impulso de ______ fue decir, A mí, a mi. En vaqueros y camiseta ajustada, Joseph estaba más atractivo de lo que cualquier hombre tenía derecho a estar. Sin embargo, lo primero era lo primero. Ya tenía demasiadas tareas que necesitaban su atención. Su cuerpo tendría que esperar. Apenas.
—¿Por qué no vas con Frances? —sugirió—. Así la ayudarás con las compras pesadas.
Una expresión afligida se reflejó en su rostro.
—Si tengo que escuchar otro de sus chistes sobre hombres, no seré responsable de mis actos.
_____ soltó una risita.
—Anda vete, antes de que te eche de menos.
—Iré —concedió—, pero sólo porque quiero hacerte un favor.
¿Alguna vez había sido creado un hombre más perfecto?
—No menciones que eres de otro planeta, ¿vale? Si lo haces nos encerrarían durante mucho tiempo.
Al escuchar ese último comentario se animó.
—No nos encerrarían juntos —le aclaró con una gran sonrisa—. Ahora sal de aquí.
En vez de dirigirse hacia la puerta, se acercó en una zancada a _____ y le plantó un beso feroz en los labios. Sólo cuando la dejó sin aliento, ardiendo de deseo, se alejó.
Sola en la casa, _____ cubrió los rodapiés de las paredes del dormitorio principal con un plástico limpio, preparándolas para pintarlas. Mientras trabajaba, decidió no usar el rociador de pintura. Quería darle un toque más personal a la casa, dejar una impresión duradera de su presencia. Cuarenta y cinco minutos más tarde, abría una lata de pintura cuando Joseph subió ruidosamente por las escaleras y entró en el cuarto envuelto en una nube perfumada de lavanda y lirios.
—¿Cuál te gusta más? —preguntó. Su expresión era indulgente y exasperante al mismo tiempo, mientras sostenía un ramo de flores en cada mano—. A Frances le gustaría conocer tu opinión.
Parecía tan normal en ese momento, como un hombre de su planeta. Como su hombre. El corazón le latió con fuerza y comprendió, con la velocidad de un relámpago y la intensidad de un trueno, que quería que él fuera su hombre. Para siempre.
Oh. Dios. Mío.
¿Qué había hecho? ¿Qué diablos había hecho?
_____ luchó contra una creciente oleada de pánico. No he hecho nada, se aseguró. Todo estará bien. Sólo se preocupaba por Joseph, le deseaba, pero no se había enamorado de él. Así que aún no la abandonaría, tenía que quedarse mucho más tiempo. Sus hombros se relajaron al instante. De acuerdo, todo va bien. No hizo caso a la punzada de culpa que la asaltó ante esos pensamientos.
—Joseph... —comenzó.
Él debió de notar el temblor en la voz, porque puso los ramos en el suelo sin dejar de mirarla.
—¿Qué ha provocado esa mirada de terror en tus ojos?
—Yo sólo. Yo no...
Arqueando una ceja se cruzó de brazos, luciendo esa vena obstinada que tanto la había irritado la primera vez que le vio, pero que ahora la llenaba de tranquilidad.
—¿Qué intentas decirme? —después se acercó a ella, deslizándole el dedo por la mejilla. El toque era suave, protector—. Independientemente de lo que sea, te ayudaré.
Ella se agarró a sus hombros, clavándole las uñas profundamente.
—Solamente bésame. Bésame y hazme olvidar.
Sin una palabra, él bajó los labios hacia los suyos.
Percen fulminó con la mirada a la pareja que se abrazaba, tanto enfurecido como alegre. Alegre porque Joseph no deseaba a Heather. Enfurecido porque Joseph no sufriría, ahora que Percen había reclamado para sí mismo a la dulce seductora.
Por el momento se concentró en su alegría, una emoción completamente extraña para él. Una emoción que atribuía a Heather. Desde ese amanecer, no había dejado de pensar en ella. Pensaba... ¿podría ser ella la mujer de la que hablaba su madre? ¿La mujer que le miraría a través de las cicatrices, y vería el hombre que realmente era?
Ayer por la noche no parecía estar muy impresionada por su belleza. No, sólo había ansiado su calor, su presencia. Dos cosas que podría ofrecerle tanto si era feo, como increíblemente hermoso. Percen alzó la mirada hacia el blanco techo. ¿Poseería el coraje necesario para intentar ganarse el corazón de esa mujer mortal? ¿Incluso aunque ya no fuera necesaria para castigar a Jorlan? La respuesta vino con rapidez y sin vacilaciones. Sí. La deseaba más de lo que deseaba que su pierna se enderezara.
Había pasado sólo una noche con ella, y ya había removido sentimientos en su interior que jamás pensó que experimentaría. Felicidad, sí, pero también satisfacción. Realmente era irónico que se sintiera tan profundamente atraído por una mortal cuando siempre había odiado a su madre por hacer lo mismo.
Parado allí de pie, Percen comenzó a hacer planes mentalmente. Iría a Heather esta noche. La tomaría entre sus brazos y le haría el amor, muchas veces. Le mostraría su verdadero yo, y ella...
Ignoraba lo que haría, y en ese instante, comprendió que en realidad no importaba, no podía importar. Nunca disfrutaría de una felicidad duradera con Heather, mientras Joseph estuviera vivo en alguna parte.
Percen centró los pensamientos en su hermano. Era hora de acabar con esa guerra entre ambos. Pero, ¿cómo? No deseaba a _____, no podía obligarse a intentar ganarse su atención. Y si no lo hacía, no lograría que Joseph se convirtiera en piedra otra vez. ¿Qué otra cosa lo haría sufrir? Quizás…
Oh, sí, pensó, entrecerrando los ojos. Quizás el dolor que buscaba para su hermano no era la celosa rabia que lo consumía a él constantemente. Quizás lo que debería hacer, lo que haría, era dañar físicamente a la mujer que, tan claramente, reclamaba el cariño de Joseph.
Los labios de Percen se torcieron en una sonrisa cruel.
Joseph de apartó bruscamente de _____, finalizando el beso. Sentía magia envolviéndole un poco más fuerte que antes. No había lanzado ningún hechizo, pero el poder zumbada a su alrededor de igual forma.
—¿Qué pasa? —preguntó _____ asustada, con los labios todavía separados por el deseo, e hinchados por la fuerza de su boca.
Su intensa mirada exploró la habitación. No había nadie salvo él y ______. Tampoco había muebles donde alguien pudiera esconderse. Sólo latas de pintura y cepillos dispersados sobre algún tipo de material transparente que cubría el suelo.
_____ le agarró el brazo.
—¿Joseph? Dime algo.
—Hay… —sus palabras se fueron apagando, al igual que la magia se evaporaba tan rápidamente como había aparecido. Maldita sea, ¿qué ocurría? Le estaban espiando, o se trataba del encantamiento de piedra que le reclamaba antes de tiempo?
Se congeló y casi se cayó al suelo por la fuerza del pánico. No había considerado la posibilidad de perder la libertad antes de que los dos ciclos hubieran pasado. La desesperación se retorció en el interior del vientre, y un sudor frío le perló la frente. Taladrando a ______ con una intensa mirada, preguntó:
—¿Me amas? —las palabras explotaron en su boca.
Ella sacudió la cabeza, con los ojos llenos de dolor y pesar.
—No, aún no. Lo siento.
Más pánico. Más desesperación. Tenía que haber algún modo de ganarse su amor.
—Tu hermano mencionó una reunión familiar el sábado.
Ella cabeceó, extrañada por el cambio de tema tan brusco.
—Eso es mañana.
—Me gustaría ir.
¿Qué mejor modo de conquistarla que ganándose la aprobación de su familia? Sí, esa era la respuesta que necesitaba. Despacio, sus músculos se relajaron.
Los ojos de _____ se abrieron mucho, y su mandíbula se desencajó.
—¿Quieres conocer a mi padre?
—Sí.
—¿Éstas seguro de que quieres conocer a mi padre? —Preguntó otra vez, con la esperanza aún brillando en las profundidades de sus ojos dorados—. Es mandón y arrogante, y casi siempre está de mal humor.
—Aún así, me gustaría conocerle.
—Lo pensaré —contestó, pero sonreía con la sonrisa más brillante que alguna vez la había visto.
Aquella sonrisa terminó por ser su perdición. La abrazó y no la dejó marchar hasta que ambos jadeaban por el deseo.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
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@ntonella
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
DIOS ESE CRUEL PERCEN
dios tienes que seguirla!
dios tienes que seguirla!
fernanda
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
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@ntonella
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
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@ntonella
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!@ntonella escribió:Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa....
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Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!! (:fernanda escribió:DIOS ESE CRUEL PERCEN
dios tienes que seguirla!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigoDeni rt escribió: ahh siguelaa...!!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPITULO 18
_____ no lo tuvo que pensar mucho. La respuesta era ¡Sí, sí, sí! Ella nunca le había presentado a ningún hombre a su padre antes, pero por alguna razón, quería que ellos se conocieran y se llevaran bien.
En ese mismo momento, ella y su extraterrestre estaban en su camioneta, conduciendo por la carretera. Joseph no tenía ni idea de en lo que se metía, por supuesto, pero ella ya había intentado avisarle. Su determinación de pasar el día con su familia era alarmante por su intensidad, y eso era lo que más le preocupaba.
—¿Habrá trágalo en esta reunión familiar? —preguntó él, tirando de su cinturón de seguridad, todavía incómodo por su agarre.
—Sí. Para serte sincera, no creo que mis hermanos puedan tolerarse unos a otros sin la bebida de por medio.
Entendiendo mal la aspereza de su tono, Joseph la rodeó con su brazo y le masajeó la base del cuello—. No tienes nada que temer, _____. No haré daño a tus hermanos.
Ella rió bajito—. ¿Aunque se lo merezcan?
—Incluso entonces.
—Bueno, deben pagar por lo que nos hicieron la otra noche, y traje todo lo necesario para encargarme de eso. —Una rubia ceja se arqueó y las esquinas de sus labios se alzaron con satisfecha confianza mientras acariciaba el bolso que estaba a su lado—. Ya lo creo que lo pagarán.
Poco después, vislumbraron la casa de su padre. Esa era la casa de su niñez, una casa inusual, grande y extensa, de ladrillo rojo y con una alta azotea semejante a la de una catedral. No podía decir que la estructura fuera de su gusto, pero los recuerdos que había construido allí compensaban con creces cualquier fracaso arquitectónico.
Cinco coches, cada uno de diferente tamaño y modelo, dependiendo del dueño, estaban aparcados en el tortuoso camino de entrada. Ella aparcó la camioneta cerca de la entrada, evitando así el ser bloqueada en caso de fuga.
Reuniendo coraje, se giró hacia Joseph—. ¿Estás listo?
—Sí.
—Quiero advertírtelo una vez más. Mi padre es un hombre muy… terco.
—Me pregunto cómo, entonces, pudo tener una hija tan flexible, —se burló Joseph.
—¡Ja!, ¡Ja! Muy gracioso. —En vez de dirigirse al porche, agarró la bolsa de plástico que había traído consigo y caminó a grandes zancadas directamente hacia el sedán de Nick. Él iba a ser su primera víctima.
Levantó el capó y Joseph echó un vistazo sobre su hombro, ensombreciendo el motor—. ¿Qué haces?
—Pongo en práctica nuestra venganza. —Con eso, ella cogió un bote de polvos de talco para bebés y vertió su contenido en el sistema de ventilación. Hizo lo mismo en todos los coches de sus hermanos—. Cuando conecten los aires acondicionados, se llenarán de polvo.
Joseph sonrió lentamente—. Recuérdame que nunca te haga enfadar.
Anduvieron hacia el porche cogidos de la mano. Las puertas de calle eran de roble y tenían alargadas manijas de plata en forma de ocho. La música sonaba por los altavoces, con un alto y rápido ritmo. Sin molestarse en tocar el timbre, ¿quién lo habría oído de todos modos?, ella condujo a Joseph a través de la casa. Cada pieza de decoración, desde el jarrón con impresiones florales hasta el cordón color crema de las cortinas, estaba colocado exactamente igual a como su madre le había gustado.
Los hombres de su familia estaban jugando al baloncesto en el patio trasero. Incluso su padre vestía para la ocasión pantalones cortos y un pañuelo. El pañuelo azul oscuro cubría su cabeza y lo hacía parecer una versión ligeramente más mayor de sus hermanos, en vez de un viejo que padecía del corazón. El sol brillaba con fuerza, caliente y seco y, lamentablemente, ninguna brisa soplaba para refrescarlos. El patio estaba mal cuidado; todo el verde césped que lo cubría hacía tiempo que se había secado y convertido en hierbajos. Todas las rosas y azaleas que alguna vez habían lindado la cerca se habían marchitado.
—_____, —la llamó su padre cuando la vio.
Como uno, todos sus hermanos se pararon en las diferentes posturas de juego y le echaron un vistazo. Nick corrió hacia la mesa del patio y bajó la música mientras su padre se acercaba a ellos. Él besó su mejilla—. ¿Cómo has estado, muchacha?
Maravillosamente, pensó ella. Me acuesto con un extraterrestre y una maldición cuelga sobre nuestras cabezas—. Muy bien.
—Bueno, bueno. —Sus dorados ojos se oscurecieron cuando se fijó en Joseph. Frunciendo el ceño, preguntó—. ¿Quién es tu amigo?
—Papá, este es Joseph en Sarr. Joseph, este es Ryan James. Mi padre.
Los dos se dieron la mano—. Me han hablado de usted —dijo él, y por su tono, la información no había sido muy buena.
—Usted puede llamarme detective James, —anunció él con voz severa.
—Papá, hace tiempo que dejaste el cuerpo, —le recordó ella. Pero sabía que era inútil, él quería que todos, incluida ella misma, lo llamaran detective.
—No importa. —Se limpió la sudorosa mejilla con la muñeca—. Gané el título y todavía me merezco el respeto que eso conlleva. Muchachos, saluden a nuestro invitado y así podremos continuar con el juego. —Simplemente con eso, Joseph fue despedido.
Hasta ahora, las cosas no marchaban bien.
Ninguno de sus hermanos la esperaba, obviamente, porque todos estaban parados, de pie y en fila, cautelosos de su reacción y de cómo serían recibidos. Todos llevaban idénticas expresiones de culpa y vergüenza. Bueno, excepto Nick, que sonreía ampliamente, como lo había hecho durante toda su vida.
—¡Eh!, Joseph —dijo Erik finalmente, ignorándola a ella.
—¡Eh! —dijeron los demás. Gray hasta saludó a Joseph con una leve inclinación de cabeza.
—Buenos días —dijo Jorlan. De todos los hermanos de _____, Gray era el que más le gustaba. El hombre poseía la cualidad de intimidar a todos los de su alrededor, algo que todo buen guerrero debía poseer. No es que a él lo intimidara, o a _____. De hecho, la duras líneas del rostro de Gray se suavizaban siempre que miraba a su hermana, arruinando su ceño de voy-a-matarte.
Que patético, pensó Joseph, disipándose el alto concepto que tenia sobre Gray. ¿No podía el hombre aparentar indiferencia cuando trataba con el sexo contrario?
_____ decidió en ese momento mirar a Joseph. Una caliente e íntima sonrisa creció en sus labios. Él sabía lo apasionados que eran esos satinados labios sobre su piel. Sabía que su sabor era más dulce que los pétalos de gartina.
Sus rasgos se relajaron.
Los hombres de James eran duros y dorados, pero _____ era rubia y suave. Cada uno de los hombres podrían pasar, fácilmente, por guerreros de Imperia, pero _____ no se podría mezclar con los hombres o mujeres de su mundo. Ella era demasiado exótica, demasiado obstinada y mandona. Si él se la presentara a sus amigos guerreros, ellos seguramente lo ensartarían vivo, temiendo que esa cascarrabias revolucionara a sus mujeres. ¡Pero ah, como se divertirían él y _____!
Por alguna razón, todos los hombres James se alinearon espalda contra espalda, mirándolo de repente con expresión severa. Él se cruzó de brazos, devolviéndoles la mirada.
—¿Todavía te diviertes? —le susurró _____ en el oído. Ella giró su atención de vuelta a sus hermanos. El conocer que pronto estarían cubiertos de polvos de talco la puso de muy buen humor—. Bueno, —dijo ella con las manos sobre sus caderas—. ¿Es que no van a saludarme?
En un segundo, sudorosos brazos y pechos masculinos la envolvieron—. Suficiente, —dijo ella riendo.
—Me alegro de que vinieras, —le dijo Gray, besando luego su mejilla.
—No sofoquen a la muchacha, —ladró su padre—. Todos vosotros oléis como un vestuario y no quiero que la asfixiéis hasta la muerte. Dios, no me extraña que aún viva sola y rechace casarse con un hombre decente. Vosotros le habéis dado una mala impresión.
—No te excites, papá. —____ le señaló con un dedo—. No es bueno para tu salud.
—Pero bueno... —él bramó.
—Además, los James no pueden evitarlo. Soy irresistible.
—Sí que lo eres, —susurró Joseph contra su oído.
Ante el repentino silencio, todos lo oyeron. Gray rodó los ojos en una súplica silenciosa. Nick se tragó una carcajada y su padre los miró con los ojos entrecerrados—. ¿Estáis preparados para terminar la partida? —Él cogió la pelota del suelo—. _____, ve y siéntate con la amiga de Denver. Puedes animarme desde allí. _____, ¿por qué no te unes al equipo de Nick? "
Por primera vez, _____ notó a la solitaria mujer sentada bajo un brillante parasol amarillo. Su oscuro cabello se derramaba sobre sus hombros y su ligero y veraniego vestido azul claro le daba una apariencia fresca y sofisticada pese al sofocante calor.
—Joseph no sabe jugar al baloncesto. —_____ se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—¿Qué auténtico americano no sabe jugar al baloncesto? —rugió su padre.
—Él no es americano.
—No importa. ¿Sabe jugar?
En realidad, ella no lo sabía.
—Conozco el juego, —dijo su amante extraterrestre—. A través de los palmos he observado a varias personas jugar. Jugaré, pero me gustaría que _____ también lo hiciera.
—Las muchachas no deberían participar en los deportes, hijo. Podrían hacerse daño. —Esto, por supuesto, fue seguido de una afilada mirada de su padre que transportaba el mensaje: no me avergüences otra vez con tus argumentos feministas.
Ella simplemente arqueó una ceja—. Soy tu sexto hijo, papá. Puedo hacer algo más que fregar platos.
—Está bien. —Ryan lanzó los brazos al aire, como si lo hubieran empujado al límite de su tolerancia—. Pero no estoy dispuesto a arriesgarme a que seas pisoteada. Así que simplemente nos turnaremos para encestar.
—Oh, tengo una idea, —dijo Nick con una sonrisa astuta—. El primero que falle tendrá que contarnos su mejor lista de frases para ligar. Así, de paso, podemos enseñar a Gray algo sobre mujeres.
Gray le dio un puñetazo en el hombro.
_____ puso sus ojos en blanco—. Me sentaré ahí afuera, muchachos, pero realmente os agradezco la oferta. —Aunque le gustaría jugar con Joseph, su deseo de observarlo era más fuerte, así que caminó hacia el parasol y se presentó a la amiga de Denver—. Soy _____. La hermana.
—Madison. —Madison llevaba unas gafas de sol que cubrían la mitad de su cara. De cerca, su oscuro cabello, parecía de color chocolate, brillante y sedoso. Ella era bonita y delicada, como un duendecillo.
Protegiéndose los ojos del sol con una mano, ____ se sentó de golpe en la única silla disponible—. ¿Cuánto tiempo hace que sales con Denver?
—Unas semanas. —El tono de Madison era seco y no le dijo nada más.
_____ captó la indirecta. También comprendió que Madison era la clase de mujer con la Denver solía citarse, de esas que necesitaban que le extrajeran quirúrgicamente los carámbanos de hielo de sus venas. ¿Cuándo encontraría su hermano alguien que fuera, al menos, menos fría?
Sin otra palabra, ella devolvió su atención a los hombres. Todos estaban alineados delante de la canasta, volviendo al final de la cola cuando tiraban la pelota. Cuando le llegó el turno a Joseph, una mirada de intensa concentración enmascaró su cara. Él estudió el objetivo, sopesó la pelota en sus manos, y finalmente lanzó. La pelota silbó a través de la red.
Cinco rondas más tarde, Nick falló.
—Vamos a oír esa frase. Tal vez pueda aprender algo... aunque lo dudo, —terminó Gray con una sonrisa.
La boca de Nick se estiró, divertido—. Yo prefiero el acercamiento directo. Algo como esto. Que piernas tan bonitas. —Él meneó sus cejas—. ¿A qué hora abren?
Madison jadeó.
_____ soltó una carcajada.
Todos los hombres irrumpieron en risas, incluso Joseph. Su corazón se calentó ante la vista, de lo maravillosamente bien que se llevaba con su familia. ¡Si incluso ni siquiera lo golpeaban! Su sonrisa se borró lentamente. ¿Por qué, por qué, por qué no podía quedarse con ella?
La vida era tan injusta.
Erik fue el siguiente en fallar—. Tienes doscientos huesos en tu cuerpo. ¿Quieres uno más?
De nuevo, Madison jadeó—. Eso es asqueroso, —dijo ella mordazmente.
Sin cesar, los muchachos jugaron hasta que ella escuchó de todo, desde, realmente, me gustaría ver cómo me observas mientras me desnudo a ¿Sabes, si yo estuviera en tu situación, tendría sexo conmigo? a ¿Quiere jugar al ejército? Yo me acuesto y tú puedes desatar el infierno sobre mí.
Madison escupió el agua de su boca ante eso.
Finalmente, Joseph falló. Todos, incluso _____, lo miraron fijamente, expectantes. ¿Cómo ligarían en Imperia? Mientras ella lo miraba, notó que sus ojos se arrugaban alegremente en los extremos. Oh, se lo estaba pasando en grande, y ella quiso arrojarse a sus brazos ante eso.
Pasó un segundo, luego otro. Él los tenía a todos en ascuas, a la espera.
Finalmente dijo con seguridad— Métete en mi cama, mujer.
Los hermanos de _____ fruncieron el ceño—. Esa no es frase de ligue, —dijo Denver.
—Ni siquiera es gracioso, —añadió Nick.
—Pero funciona, —añadió Joseph con una sonrisa—. Siempre.
Las carcajadas masculinas inundaron el patio, unas profundas, otras roncas. A pesar de todo, ella pudo distinguir la risa de Joseph, como una profunda caricia de rica miel.
—Estoy hambriento, —anunció Gray de repente. Dejó caer la pelota y ésta rodó por la hierba—. Alguien podría entrar en la cocina y hacerme un emparedado.
Media docena de caras masculinas se fijaron detenidamente en ella y en Madison—. Yo no pienso hacerlo, —replicó ____, saltando sobre sus pies.
—A mi no me miren, —gruñó Madison—. Estoy a punto de marcharme.
—____, —comenzó su padre, el ruego tejido en el timbre profundo de su voz—. Tú y Madison son las únicas mujeres aquí. Mientras hemos estado ocupados, tú has estado sentada. Prepararnos el almuerzo es lo menos que puedes hacer.
—Siempre que vengo tenemos la misma discusión. —Cuando su madre vivía, las hamburguesas, los perritos calientes, los pucheros y los batidos de fruta fresca habían abundado. Desde la muerte de Hanna, sin embargo, el único alimento que se servía era el que _____ preparaba—. Tú ya eres grandecito, y si tienes hambre, puedes cocinar tu mismo.
—La cocina es trabajo de mujeres, señorita.
—Entonces supongo que todos los grandes hombres malos de aquí tendrán que pasar hambre.
Joseph se acercó a ella, colocando su brazo alrededor de su cintura. Su masculino olor llenó las ventanas de su nariz, primitivo y vital—. Ninguna mujer mía servirá a los ingratos.
Todos se quedaron parados, esperando la explosión de Ryan.
—¡Ingrato! —Rugió Ryan—. Ya te daré yo...
—Uh, ¿por qué no pido una pizza? —Erik apoyó una mano sobre el hombro de su padre.
____ apenas le prestó atención a su hermano. Estaba demasiado impresionada por la declaración de Joseph. Él no exigía que obedeciera; él la apoyaba, la ayudaba. Se preocupaba por ella. Un innegable sentimiento de paz y serenidad se coló profundamente en su interior.
Joseph leyó la incredulidad en la cara de _____.
No le gustó que su familia la hiciera sentirse despreciada y le gustó aún menos que, incuso él mismo, a menudo hacía lo mismo. ¿No veían ellos que poseía el fuego de un guerrero? ¿El coraje? ¿La audacia? Ella se merecía estar al lado de un hombre, no detrás. No sirviéndolo.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —Ryan juntó sus manos detrás de la espalda y separó las piernas en una postura intimidante, con su mirada de detective en los ojos. Esa era una posición de guerra, con la boca apretada en una línea severa.
Joseph cabeceó. _____ abrió la boca para protestar, pero él asintió levemente con la cabeza—. Hablaré con él.
—Su salud es delicada, intenta no enfurecerlo, ¿vale?
—Por ti… cualquier cosa, —dijo él, y comprendió, asombrado, que pensaba en serio cada palabra. Besándole suavemente la sensible piel del interior de su muñeca, siguió al hombre más mayor dentro de la casa. Una fría ráfaga de aire los envolvió, refrescándolos y secando su sudor.
Al instante, Ryan lo abordó—. ¿Cuáles son tus intenciones hacia mi hija? Los chicos dicen que la abandonarás pronto. —Sus ojos, idénticos al brillante ámbar marrón de Joseph, se entrecerraron con preocupación paternal.
Joseph cruzó los brazos sobre el pecho—. _____ me pidió que fuera agradable con usted, así que no haré caso del tono irrespetuoso con el qué se dirige a mí.
Ryan lo miró fijamente, en silencio. Lentamente, su expresión se ablandó, hasta que, finalmente, se dejó caer de un golpe sobre el sofá, con una amplia sonrisa—. ¿Todavía piensa marcharse?
—Quizás.
Ryan cabeceó—. Usted es fuerte. No hará ninguna estupidez.
¿A dónde quería llegar este hombre?
—Maldita sea, usted es justo lo que ella necesita. Ella corre despavorida ante todos los demás, pero usted, creo, tiene la posibilidad de atraparla. Ella es mi única hija, ¿sabe?. Mi niña.
—Lo sé.
—Es hermosa como su madre, aunque un poco más alta. Eso lo heredó de mí, —dijo él con orgullo.
Joseph no respondió. Ryan estaba perdido en sus recuerdos, y él lamentaba molestarlo. Pero más que eso, quería conocer más cosas de la infancia de _____. Él muy bien podía imaginársela con las regordetas mejillas rosadas y con su rubio pelo en salvaje desorden mientras corría por un camino lleno de guijarros.
—_____ siempre fue una niña muy obstinada. Tenía que mantenerme siempre alerta. —El detective le contó la vez en _____ había llenado la falda de su vestido de ranas y había intentado soltarlas en su cuarto.
—Ella se llama a si misma mi sexto hijo.
—Usted la trata como a un criado.
Ryan perdió su borde suave—. Nunca la he maltratado.
—Lo hace. Siempre que le ordena que le sirva.
A esas palabras le siguió una larga pausa. Luego, Ryan suspiró profundamente—. Tal vez tenga razón. Pero maldición, hijo, las mujeres son criaturas tranquilas que necesitan protección. Y lo hombres, tenemos la necesidad de cuidarlas
Joseph decidió, finalmente, contestar la primera pregunta del detective—. Mis intenciones hacia su hija son honorables. —Él deslizó la lengua sobre los dientes, incómodo por su siguiente confesión—. Quiero hacerla mi compañero de vida, pero primero debo convencerla de que acepte.
—¿Compañera de vida? ¿Le ha oído _____ decir eso? —Él sonrió, se puso en pie y le dio un manotazo a Joseph en el hombro—. Buena suerte, hijo. Va a necesitarla. —Y todavía sonriendo caminó hacia fuera.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
—¿Compañera de vida? ¿Le ha oído _____ decir eso? —Él sonrió, se puso en pie y le dio un manotazo a Joseph en el hombro—. Buena suerte, hijo. Va a necesitarla. —Y todavía sonriendo caminó hacia fuera.
UPSS... creo q si será difícil asi q yo también le deseo suerte y ammmm SIGUELA!!
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Dios mio!!!
esta hsitoria cada vez me gusta mas!! siguela siguelaaaa
esta hsitoria cada vez me gusta mas!! siguela siguelaaaa
helado00
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
DIOS , a mi padre le daría un infarto
TIENES QUE SEGUIRLA!
TIENES QUE SEGUIRLA!
fernanda
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