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El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Chicas perdon!
Eh tenido dias super pesados! Solo eh tenido tiempo de dormir y hacer tarea!!!
Pero mañana pase lo que pase les subo minimo dos caps!!!
Gracias por estar comentando! Son geniales
XOXO VG
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
te comprendo! entre a la uni ahora y ya me llenan de tareas! :l
AniitaRP4
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Si :( Pero ya ahorita subo! Solo lo editoAniitaRP4 escribió:te comprendo! entre a la uni ahora y ya me llenan de tareas! :l
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Pero ¡por todas las leyes sagradas!, una hembra tan contradictoria le exasperaba. ¿Por qué no podía parecerse a las mujeres modestas y complacientes a las que estaba acostumbrado? ¿Una mujer que raras veces se apartara de lo que le dijeran? Joseph sabía tratar con ese tipo de hembras. Pero con ésta…
—Me deseas, _____. ¿Crees que no puedo oler tu deseo?
Su mandíbula cayó. Enfrentándolo con un gruñido, exclamó.
—Lo que hueles es el emparedado de pavo de la pasada noche.
Luego enrojeció de la vergüenza, como si ella simplemente no pudiera creer lo que acababa de decir.
—Si usas la lengua tan expertamente en la cama como lo haces para apartarme de ti, un hombre moriría feliz entre tus brazos —sin apenas respirar, añadió irritado—. ¿Comprendes que tu obstinación nos castiga a los dos?
El oro ámbar de sus ojos se endureció por la cólera.
—Fácilmente podría tumbarte otra vez, asno asqueroso, ¿qué tal ese castigo?
—Eres bienvenida a luchar e intentarlo —casi deseó que lo hiciera, de modo que pudiera dejarle ganar. El pensamiento de su cuerpo encima del suyo, sus generosos pechos… Cortó aquella imagen rápidamente, sabiendo que nada bueno saldría de ella.
—Mira —dijo ella, frotándose las sienes—. No he tenido mi dosis de proteínas matutina, por lo que estoy de mal humor. Simplemente olvidemos que esto pasó y vamos a desayunar. Como ya te dije, buscaremos a otro psíquico mañana.
¿Olvidar? En su mente permanecería, durante mucho tiempo, la imagen de su rostro y mirada ausentes por la pasión. El dulce sabor de su boca. Olvidarse de su beso no era una opción para él, y le enfurecía que la pequeña bruja pensara que le resultaría tan fácil expulsarlo a él de sus pensamientos. En aquel momento, casi rasgó la ropa de su cuerpo para marcarla del mismo modo que ella lo había hecho, una marca eterna que la atormentaría hasta mucho después de que él la dejara.
—No —dijo finalmente—. Buscaremos a otro hechicero ahora.
—Si esperamos otro día puedo hacer algunas averiguaciones y, con suerte, nos evitaremos otro fraude.
Él la miró por entre sus pestañas entrecerradas, durante mucho tiempo.
—De acuerdo. Iré contigo a buscar alimento, pero no creas, ni por un momento, que he terminado contigo. La próxima vez, no te dejaré marchar hasta que los dos estemos débiles de tanto placer.
Hasta que... simplemente, no pensaré en nuestro beso. No pensaré en nuestro beso.
_____ caminó por el restaurante, murmurando aquellas palabras a cada paso. Los murmullos, el aroma seductor a café y comida que la envolvían junto con las luces tenues y las paredes pintadas de un rico tono marrón caramelo, se unían para crear un efecto acogedor.
Había descubierto aquel lugar el día que cerró el trato del Victorian y había venido cada mañana desde entonces. La comida era decente, los batidos divinos y los empleados simpáticos.
Ella adoraba el lugar.
Frances, una camarera de mediana edad a la que le encantaba contar chistes feministas a cualquiera que la quisiera escuchar, era la favorita de _____.
—¡Eh, muñeca! —La llamó Frances en cuanto se dio cuenta de su presencia—. Enseguida te atiendo.
_____ se deslizó en la única mesa disponible. El brillante y púrpura vinilo chirrió con el movimiento. Joseph dobló sus largas piernas y se sentó a su lado, pegándose a ella. Su arma-casera: la espátula, tenía que clavársele en la piel, pero él estaba demasiado absorto observándolo todo, como para notar la incomodidad.
Una familia de cuatro miembros se sentaba a su derecha, discutiendo si era bueno tomar chocolate tan temprano. _____ estuvo de acuerdo con los niños, ninguna hora era mala para tomar chocolate. Un hombre de pelo canoso estaba justo delante de ella, tratando de comer los huevos y leer al mismo tiempo. Aunque no tenía éxito. A su izquierda había una joven que era clienta habitual del lugar. La muchacha tendría unos veinti-pocos, con el pelo rizado y de color rojo, con dos hoyuelos en las mejillas y pechos del tamaño de las sandias. Sus pechos, como tomates maduros, palidecían en comparación y tuvo que resistirse al impulso de dejar caer los hombros.
Hoy la chica llevaba un par de vaqueros holgados y una camiseta sencilla, demasiado grande. Cada par de segundos, temblaba como si la rodeara un bloque de hielo. Delicada y bonita, debería de irradiar felicidad, pero no lo hacía. Las líneas de cansancio alrededor de su boca y ojos le hacían parecer más mayor.
Como si sintiera su escrutinio, ella miró en su dirección. Sus miradas chocaron. Unos ojos marrón oscuro la observaron durante una fracción de segundo, antes de que la muchacha desviara la vista. Entonces, aquellos ojos de chocolate volvieron hacia atrás, esta vez con otro objetivo y se deslizaron de forma significativa sobre Joseph. Algo exótico y malicioso se encendió en los ojos de la muchacha, haciéndola parecer más dulce y hermosa. Una extraña emoción atravesó a _____, cuando se dio la vuelta a tiempo para ver a Joseph devolverle el silencioso saludo.
_____ apretó las manos y reprimió el impulso de lanzarse sobre la mesa, lanzando patadas y puñetazos. Respira profundamente, respira profundamente. No estoy celosa, se aseguró ella. Joseph era su responsabilidad y tenía que velar por sus intereses.
—¿La conoces? —preguntó Joseph, señalando a la muchacha de ojos marrones.
—No. ¿Por qué lo preguntas? —las manos de _____ se apretaron más fuerte.
Un calambre muscular, nada más.
Joseph se acarició el mentón, cubierto de una sombra oscura.
—Parece triste. Hasta perdida. Pensaba en que, quizás, necesite un buen “aporreamiento” —hizo una pausa, luego volvió a mirar a _____—. ¿Qué piensas de eso?
_____ se puso rígida como si su cuerpo entero se hubiera convertido en piedra.
—No puedes dejar de pensar siempre en lo mismo —gritó—. Por todo lo que sabes, esa chica podría cobrar unos honorarios por desnudarse y “aporrearte” —lo cual _____ dudaba mucho, pero aun así...
Intrigado, Joseph miró de la muchacha a _____, de _____ a la muchacha y de nuevo a _____.
—¿Cuánto crees que cobrará? —preguntó, continuando acariciándose la barbilla, como si estuviera imaginándose la escena y disfrutando.
—Cuánto no importa, pervertido. No tienes dinero y yo no voy a darte nada. Además, dije que ella podría ser una puta, no que lo fuera en realidad.
En vez de arder de indignación como ella se esperaba, él rió.
—Estás celosa, _____.
—¿Celosa? —Resopló, haciendo todo lo posible para dar la impresión de ser una mujer despreocupada, con cientos de amantes—. No estoy celosa. Los celos son para los que están realmente enamorados de otra persona. Lo que yo siento por ti es similar a lo que siento por mis hermanos.
La extraña y confiada risa de Joseph se borró. Sus rasgos se volvieron duros y fríos, como el hielo que congela un océano.
—No soy, ni seré nunca, tu hermano. Y si piensas de otra forma, es hora de que terminemos lo que empezamos esta mañana. Tú, realmente, me quieres, y puedo demostrarlo delante de toda esta gente. Por lo general, necesitas pruebas, ¿no, _____?
Aquellas palabras eran casi todas ciertas. Lo que sin duda era cierto, era su temblor, mezcla del miedo y la anticipación. Aunque su confianza en su capitulación le molestaba. Él actuaba como si sólo tuviera que tocarla y ella se fundiría con él. De acuerdo, ella podía haberle permitido unos derechos durante aquel momento en el cual ella no pensaba hasta que no se alejara, pero eso no pasaría otra vez en un momento cercano.
—¿Quieres lo de siempre, muñeca? —preguntó bruscamente una voz femenina, impidiendo a _____ darle a Joseph una dura réplica. Se conformó con una mirada de esto-no-ha-acabado y luego prestó su atención a la camarera.
—Sí, gracias. Tomaré lo habitual.
Frances puso dos vasos de agua sobre la mesa con un sonido metálico. Sus pantalones negros y la blusa blanca envolvían sus generosas curvas. Su pelo del color del jerez, que probablemente era teñido, estaba retorcido en un moño sobre su cabeza.
—¿En cuanto al tipo grande? ¿Quiere un batido y una tortilla, también?
—El tipo grande puede hablar por él —gruñó Joseph.
Lejos de sentirse intimidada, Frances hizo rodar los ojos y le dirigió a _____ una mirada de “deshazte de este”.
—¿Qué va a ser? Me muero por escuchar lo que quieres —su tono bulón consiguió que los hombros de Joseph se tensaran.
Frunciendo el ceño, levantó el menú y estudió las palabras. Un minuto pasó, luego otro. Impaciente, Frances repiqueteó con su zapato. (Ella no tenía mucha paciencia con el género masculino. Pero su jefe era una mujer, que era la única razón por la que todavía tenía trabajo).
—Es para hoy, tipo grande.
Con un aire real de soy-demasiado-importante-para-esto, él dejó caer el menú en la mesa.
—He decidido que _____ escoja por mí.
_____ casi se rió pero, en vez de eso, suspiró. El hombre no sabía leer su lengua, pero jamás admitiría tal debilidad en voz alta. Y eso le hacía parecer menos desafiante y más... vulnerable.
—Vamos a ver… —ella agarró el menú. Además de Tupperware y emparedados del pavo, ¿qué comían los extraterrestres extra grandes para desayunar?—. Él tomará la tortilla de setas con pimientos y jamón. Dos bágels con cremoso queso y fresa, un muffins inglés y tres tartas de arándano.
Frances alzó la vista de su libreta, con expresión incrédula.
—¿Algo más?
—Sí. Un gofre con helado.
Aunque ninguna mujer lo miraba, Joseph dijo:
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
—Dos gofres con helado.
—Tendrás que sacarlo de aquí rodando. ¿Lo sabes, verdad? —en ese mismo momento, una luz diabólica brilló en los ojos color avellana de Frances. Se rió, marcando las arrugas de alrededor de sus ojos y cogió el menú con una mano—. Tengo uno nuevo para ti, muñeca. Lo escuché justo esta mañana.
_____ abrió la boca para decirle a Frances que ya escucharía el chiste en otro momento, ya que no sabía si, un hombre tan machista como Joseph, podría reaccionar violentamente, pero Frances continuó antes de que ella pudiera pararla.
—Una joven pareja, en su luna de miel, estaba en su suite la noche de bodas. Cuando ellos se desnudaron para meterse en la cama, el marido, que era un hombre grande y corpulento... —eso lo dijo mirando significativamente a Joseph— arrojó sus pantalones a su novia, y dijo, “póntelos”. Aunque la esposa se extrañó por la petición, se los puso. La cinturilla era dos veces el tamaño de su cuerpo. “No puedo llevar tus pantalones”, le dijo a su marido, “son demasiado grandes”. “Así es” dijo el marido, “y no lo olvides. ¡Soy el hombre, y llevaré los pantalones en esta familia!” —Frances tomó aliento y continuó—. La esposa agarró sus bragas y se las tiró a su marido. “Pruébatelas”, dijo ella. Como él sabía que tenía que apaciguarla si quería tener suerte esa noche, el marido hizo lo que ella exigía. Se probó las bragas y se encontró que tan solo podía subirlas hasta la altura de sus rodillas. Él dijo, “Maldita sea, no puedo entrar en tus bragas”. Y la esposa dijo, “Cierto, y así va a ser hasta que no cambies tu maldita actitud”.
_____ se ahogó con el agua.
Joseph frunció el ceño.
Cuando pudo respirar de nuevo, _____ rió con Frances.
—Tendré que contárselo a mis hermanos.
—Sabía que te gustaría.
—Si alguna vez buscas trabajo fuera de la cafetería —dijo _____, todavía sonriendo—, habla conmigo. Estoy restaurando la vieja casa que está en Gossamer Lane y podrías ayudarme. Y entretenerme.
—¿De verdad? ¿En serio?
—Absolutamente.
_____, por lo general, contrataba a alguien que la ayudara con las reparaciones y restauraciones cada vez que compraba una casa nueva. Pero, por alguna razón, se sentía reacia a contratar a alguien para el Victorian, queriendo hacer el trabajo ella misma. Pero la alegría en los ojos de Frances la convenció de continuar con su método habitual.
—Podrías empezar en cualquier momento.
—Podría tomarte la palabra —sonrió Frances. Después, con otro vistazo significativo a Joseph, se alejó, silbando alegremente.
La cara de Joseph se oscureció por la ira.
—Esa mujer necesita que alguien la controle.
—Tú crees que todas las mujeres necesitamos que alguien se ocupe de nosotras —contestó _____ secamente. Entrecerrando los ojos, lo observó estrechamente—. ¿Alguna vez consideraste la posibilidad de que los hombres con ideas y actitudes de superioridad son estúpidos?
—No —contestó él sin ninguna vacilación.
—Me lo figuraba —había esperado tal respuesta, aunque tenía la esperanza de que la sorprendiera—. Mira, algunos hombres no son honorables y a menudo abusan mental y físicamente de una mujer con la intención de quebrar su voluntad. ¿Es esa la clase de hombre que Frances necesita? —Siguiendo con su discurso, _____ se inclinó hacia él, y le pinchó con el dedo en su pecho—. Sólo porque una mujer tenga carácter, no significa que necesite a un hombre que la controle.
—Sí, lo necesita —Joseph también se inclinó hacia delante. Sus narices se tocaron, enviándole una sacudida de conciencia a través de su cuerpo. Él le agarró el dedo y lo sostuvo cautivo en el calor de su mano—. Si una mujer empuja a un hombre más allá de su control, se arriesga a ser herida físicamente.
—¿Y un guardián podría mantenerla a salvo?
— Sí.
_____ soltó el aliento bruscamente.
—¿Incluso de él?
—Sí. Incluso de él —el azul de sus ojos se oscureció hasta parecerse a la plata—. Un guerrero entrenado en el arte de la guerra salvará a una mujer del peligro y del apuro que ella misma cree.
El ruido de la cafetería bajó de intensidad en sus oídos cuando se concentró en el hombre frente a ella.
—Pero, Joseph, según tu razonamiento, una mujer no necesitaría de un guardián si un guerrero simplemente se controlara.
Joseph hizo una pausa, considerando sus palabras. Mientras esperaban la comida, la voz de _____ aún sonaba en su cabeza. Una mujer no necesitaría de un guardián si un guerrero simplemente se controlara. Tenía razón en lo que había dicho, aunque tal ideología contradijera todo el estilo de vida de Imperia, un estilo en que los hombres eran hombres y las mujeres eran débiles.
Tenía mucho en lo que pensar.
Un maravilloso aroma fue a la deriva hasta su nariz. Frances, la envejecida criada, arrojó numerosos platos en su dirección y algunos trozos de comida cayeron en la mesa. Su estómago rugió. Con voracidad, él comenzó a cortar, morder y tragar, encantado ante tantos sabores, texturas y colores. Los cuadrados marrón claro llenos de oscuras esferas azules eran sus favoritos. _____, notó, sólo comió una simple tortilla y bebió de una jarra un espeso líquido verde claro. Con cada trago, ella cerraba los ojos y pronunciaba bajas exclamaciones de éxtasis. Él consideró el empapar su cuerpo con ese líquido y ver lo que pasaba.
—Ahora que esta necesidad está satisfecha, sólo necesito un agradable y tranquilo “aporrear” para sentirme completo —dijo él—. Quizás aquella muchacha esté interesada.
_____ frunció el ceño.
Él casi se rió. Esa era la reacción de una mujer posesiva, y una que lo llenaba de esperanzas. Pronto…oh, sí, pronto el amor de _____, le pertenecería.
—Ten presente —dijo _____ entre dientes—, que no tienes dinero. Las mujeres no duermen con hombres pobres.
—Entonces conseguiré riquezas.
—¡Como si eso fuera tan fácil! Ante todo, nadie, aparte de mi, te contrataría. Segundo, todo el dinero que ganaras me pertenecería como pago por alimentarte y alojarte. No soy una mujer que mantiene a un hombre mientras éste pasa el tiempo tumbado en el sofá, bebiendo cerveza y viendo la televisión.
—¿Así que, quieres contratarme?
—Sí —dijo ella, después de una pequeña vacilación.
—¿Quieres, por casualidad, que trabaje en el dormitorio?
Ella lanzó sus manos al aire.
—¡No! El trabajo que te ofrezco no tiene nada que ver con estar desnudos, terminar desnudos o desnudarnos el uno al otro.
Sus palabras dejaban fuera muchas posibilidades maravillosas, pero de vez en cuando, la ropa ofrecía igual o más estímulo que la carne. Sí, él muy bien podía imaginársela con un largo y brillante vestido azul que tapara todas sus curvas, cubriendo cada pulgada de su cuerpo. Despacio él levantaría el dobladillo del vestido. Más arriba. Más arriba, aún. No terminaría de desnudarla, pero lentamente revelaría la suculenta piel de sus tiernos muslos, y luego...
—Ya puedes dejar de mirarme con ese destello pervertido en los ojos —gruñó, pegándole en la mano que tenía sobre la mesa. Los vasos sonaron al juntarse—. Tú pintarás, levantarás el suelo, pondrás azulejos, ladrillos o lo que sea que se necesite hacer. A la casa —añadió ella—, no a mí. Y no quiero oír ninguna queja.
¿Quejarse? ¿Por el trabajo físico? ¿Cuando su cuerpo ya tarareaba con entusiasmo, vibrando por el exceso de energía?
—Estoy encantado de poder ejercitar mis músculos, _____. Haré cualquier cosa que necesites, no importa lo dura que sea tu petición.
Durante mucho tiempo, ella no dijo nada. Luego dio un largo y profundo suspiro.
—Mira, no soy tacaña ni tan mala, Joseph. Realmente no los soy. Sólo que no sé qué hacer contigo —dejó un papel verde sobre la mesa—. Venga, vamos. Tenemos mucho trabajo que hacer hoy —se deslizó a través del asiento y se puso de pie.
Él hizo lo mismo.
Sus miradas se encontraron por un momento antes de que ella girara y se dirigiera a la salida. Joseph sólo dio cuatro pasos antes de que alguien le cogiera del antebrazo. Él se giró, agarrando el arma de su cintura sin llegar sacarla.
La pelirroja le sonrió.
Él relajó su postura de guerrero.
—¡Hey! —le dijo ella con voz baja, gutural—. Soy Heather.
Ese era el tipo de recepción al que estaba acostumbrado recibir. Le devolvió la sonrisa.
—Es un placer conocerte, Heather, me llamo...
—Ya sé quién es. Usted es Hunter Rains, el tipo ese de la auto-ayuda. Los doce pasos que te ayudan a mejorar y todo eso. Le reconocí enseguida —se miró los pies, repentinamente tímida—. De todos modos, lo que trato de decirle es que he leído su libro y que sé que es usted de Australia. Me encantaría enseñarle los alrededores de Dallas. Soy...
______ se había dado la vuelta ante las primeras palabras de Heather y ahora estaba de pie al lado de Joseph. Sus ojos lanzaron llamas, luego se volvieron helados.
—Él no está disponible.
Heather ni siquiera miró a _____, simplemente pestañeó en dirección a Joseph.
—¿Lo está? No disponible, quiero decir.
Él no contestó enseguida. Disfrutaba demasiado con los celos de _____.
—Esperaré en la camioneta —dijo bruscamente ______.
Girando sobre sus talones y caminando a zancadas hacia la salida.
Joseph se enfrentó a la pelirroja otra vez. Aquí estaba, una mujer como las de su mundo. Dispuesta a complacerle. Probablemente, haría todo lo que él quisiera, si le mostraba el más leve indicio de interés. Y aún así, no sentía nada, ni la más leve agitación de lujuria.
—Aunque pueda llegar a lamentar estas palabras —dijo él, cuando su cuerpo falló en responder a la proximidad de la muchacha—, realmente no estoy disponible.
—Pero la mujer con la que usted estaba es tan… alta y tan sencilla.
—¿Sencilla? —sonrió—. Su belleza es infinita.
Heather se encogió de hombros, decepcionada.
—Supongo que valía la pena intentarlo.
Con nada más que decir, él siguió el camino que _____ había tomado. Como ella había dicho, lo esperaba dentro del vientre de su transporte. Sus miembros estaban rígidos, su expresión fría.
Él sonrió lentamente. El día estaba lleno de promesas.
Listo! aqui esta lo que queda del cap
Lamento la tardanza!
Las quiero! XOXO
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
AY DIOS MIO ! AMO COMPLETAMENTE LA NOVE
TIENES QUE SEGUIRLA!!!!
TIENES QUE SEGUIRLA!!!!
fernanda
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
como no encontré tu nove antes es genial síguela!!! soy tu nueva lectora síguela!!!
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!!! :Dfernanda escribió:AY DIOS MIO ! AMO COMPLETAMENTE LA NOVE
TIENES QUE SEGUIRLA!!!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Holi Bienvenida :hug:Deni rt escribió:como no encontré tu nove antes es genial síguela!!! soy tu nueva lectora síguela!!!
Hheh Bueno mas vale tarde que nunca ;)
Ya la sigo! :D
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPÍTULO 7
Imperia
Percen de Locke andaba con dificultad a través de la antigua playa Druinn, un asilo situado en el corazón de Imperia e invisible para los intrusos mortales. La luz de la luna se derramaba sobre los granos de cristal, creando un ambiente misterioso. La fragancia de gartina y elsment llenaba la fresca brisa que humedecía sus mejillas y cuello, despeinaba los oscuros mechones de su pelo y luego se alejaba como un fantasma. Las estrellas centelleaban en el cielo, tan cerca que sólo tenía que alcanzarlas y sostener su esencia en las manos.
Qué burla ere este hermoso refugio para sus emociones.
Sus miembros eran sacudidos por el odio, la impotencia y la rabia. Apenas era capaz de mover sus piernas, una tras otra para caminar. Justo ayer, tenía al maldito Joseph en Sarr dentro de una impenetrable pared de piedra. El guerrero había estado de pie aquí, en medio de la playa Druinn, pero ahora él se había ido.
¡Ido!
Percen sintió la magia de su madre, olió su floral perfume y supo, más allá de toda duda, que ella era la responsable. Que ella había puesto a Joseph en libertad o lo había enviado lejos. Con los puños apretados, cerró los párpados. Usando los ojos de su mente, buscó respuestas a través de los restos de magia persistente. La energía cubrió el aire con capas, cada capa de un color diferente, dependiendo del hechizo o la magia utilizada en cada momento. El hechizo más reciente estaba encima y emitía un matiz rojizo. Ese no era un hechizo como los otros, era uno que creaba y utilizaba otros hechizos de energía... para abrir un vórtice.
Ahora sabía, con total certeza, que habían enviado lejos a Joseph, salvando al maldito guerrero de la ira de Percen. El conocimiento ardió en su interior, abrasándolo como un rabioso fuego fuera de control.
—¿Qué es lo que te atormenta? —dijo una suave voz femenina detrás suyo.
Percen interrumpió su caminata. Diminutos cristales blancos se dispersaron por sus pies cuando se giró rápidamente. Una belleza de morenos cabellos se alzaba orgullosamente ante él con un amuleto azul celeste adornando su garganta. El centro de la joya pulsaba con la vida de un océano. Los aristocráticos hombros de la mujer se cuadraron por la preocupación. Aunque él sabía que era una preocupación fingida, ya que ella no se preocupaba nada por él.
—¿Viniste para regodearte? —dijo él con brusquedad.
—No —su expresión era ilegible, mientras ella extendía la mano para tocar su hombro, pero su ardiente y feroz mirada la detuvo. Se quedó quieta un momento y luego dejó caer la mano a su lado—. No me produce ninguna alegría el verte trastornado.
—No actúes como si te preocuparas por lo que siento. Sé que tu afecto no es real.
Sus pálidos y azules ojos, iguales a los suyos, se oscurecieron con tristeza.
—Soy tu madre. ¿Por qué crees que puedo preocuparme por uno de mis hijos, pero no por el otro? Sí, te abandoné aquí, pero siempre sentí la misma devoción por ti que por Joseph. Siempre.
—¡Mentirosa! —cerró la distancia que había entre ellos, allí en la tranquila playa blanca. Su rabia creció, y sin advertencia, la golpeó. Con fuerza. Poniendo todas sus fuerza en el golpe. Su cabeza giró a un lado, y un pequeño chorrito de sangre fluyó de la esquina de su labio—. Eres una mentirosa —dijo él despacio, suavemente. Severamente.
El silencio se apoderó del lugar como una sombra opresiva, y él vio la mejilla de su madre enrojecer e hincharse. Él había puesto aquella marca allí, y el conocimiento lo hirió profundamente, vergonzosamente. Aguantó la respiración hasta que su pecho quemó en agonía, porque la apacible fragancia de su perfume se burlaba en las ventanas de su nariz. Esperó sus siguientes palabras, palabras que por fin confesarían su odio por él.
Aquellas no llegaron.
Lágrimas se agolparon en sus ojos y su barbilla tembló.
—Por favor, créeme cuando te digo que te soy leal. No porque seas mi hijo, sino porque te quiero.
Esas palabras eran, de algún modo, más ofensivas que si ella le hubiera abofeteado en venganza. ¿Durante cuántos palmos había esperado para oír esa declaración tan maravillosa? Parecía que siempre. Aunque ahora esas palabras no significaban nada. ¡Nada!
—Tus acciones desmienten tus palabras, Madre.
—Eso no es verdad.
—Tú aseguras amarme desde hace siglos, y aún así me abandonaste, me dejaste como si fuera basura mientras tú te unías de por vida con un rey mortal.
—Te dejé con el Druinn porque te amaba. ¿Cómo no puedes verlo? No podía apartarte de ellos, sabiendo que estabas destinado a ser el sumo sacerdote.
—¿Te importó más el poder de reinar que el amor? Todo lo que yo quería era sentir tus brazos a mi alrededor, consolándome. El sonido de tu voz arrullándome antes de dormirme. Pero me negaste todas esas cosas para concedérselos a Joseph.
—Lo siento —susurró ella, su voz rota y apagada—. Lo siento tanto. Yo no sabía, no pensé...
—No —cortó él, frunciendo el ceño—. No pensaste en mí. Tú nunca has pensado en mí.
—Percen, por favor, para. Te amo. Realmente lo hago.
Otra vez aquellas palabras. Esas palabras que le cortaban el alma, haciéndole sangrar por dentro, dejando un dolor hueco donde su corazón había estado una vez.
—Como dije, tus acciones desmienten tus palabras. Ahora afirmas amarme, y aún así, enviaste a Joseph lejos, impidiéndome obtener mi mayor deseo.
Sus ojos se cerraron; sus labios se apretaron.
—Sí. Yo lo envié.
Un largo silencio se prolongó.
—Dime, Madre —dijo Percen—. Si te doy otra oportunidad, ¿por fin demostrarías tu amor por mí?
—Independientemente de lo que desees, es tuyo —dijo ella con esperanza, aunque sin mirarlo todavía.
Él sabía exactamente lo que quería.
—Devuélveme la estatua.
—No. Eso no —sacudió firmemente la cabeza—. Nunca haré eso.
—Maldita seas, ¿por qué me la robaste? ¿Por qué? Por amor —se mofó de la palabra— una madre me habría dejado tener mi venganza.
Por fin sus ojos se encontraron. Él la perforó con su intensa mirada llena de furia. Ella no apartó la vista, de hecho, la sostuvo firmemente con la barbilla orgullosamente alzada.
—Joseph es mi hijo, como lo eres tú, y no lo veré sufrir por mis pecados.
Escuchar esas palabras de devoción para su más odiado enemigo, le hirió más profundamente que una espada afilada.
—Pero al enviarlo a otro mundo, me castigas a mí. ¿Es que te complace verme sufrir?
—Tu felicidad me importa más de lo que piensas, pero no podía permitirte que condenaras a tu hermano a una vida de encarcelamiento —como un oscuro ángel entre la blanca playa, ella se puso de rodillas y agarró un puñado de diminutos cristales, dejando que los granos se deslizaran lentamente entre sus dedos. Una solitaria lágrima goteó en su palma, mezclándose y espesando la arena—. Si tuviera el poder de romper tu maldición, lo habría hecho, en vez de mandarlo lejos.
Las ventanas de la nariz de Percen llamearon. Durante toda su niñez siempre rezó por el amor de esta mujer, lo había ansiado con cada fibra de su ser, aunque sólo había encontrado vacío. Siempre vacío. Suponía que no debería de culpar a Alana por abandonarlo ¿Qué madre podría adorar a un hijo al que resultaba tan horrible de mirar? Él sabía que sus cicatrices, su monstruoso aspecto, eran, a veces, difíciles de soportar.
Ese era uno de los motivos por los que odiaba a Joseph tan apasionadamente. Joseph poseía esa belleza que contaban las antiguas leyendas y la fuerza de un guerrero. Con esa fuerza física que lo diferenciaba de cualquier otro, el hermoso gigante eliminaba a sus enemigos con una determinación mortal que pocos poseían. Sus acciones eran alabadas, a diferencia del triste reconocimiento que Percen recibía cuando requerían de sus poderes místicos. Deberían de haber elogiado su magia, exaltar sus habilidades.
—Él es tu hermano, Percen —dijo ella suavemente—. Libéralo.
—Él es mi mayor enemigo, Madre. Antes lo veré muerto.
Sus labios se separaron con otro suspiro, y ella intentó tocarlo otra vez. Él se apartó. Ahora no aceptaría su consuelo.
—Necesitas una mujer —distraídamente, ella cogió otro puñado de arena—. Alguien que cure tu dolor interior.
—¿Qué mujer me querría? —Se rió él, el sonido sonó áspero y amargado en sus oídos—. ¿Qué mujer querría un hombre cuya piel está estropeada por tantas cicatrices? ¿Cuyo cuerpo está doblado y retorcido?
Ella contestó sin vacilar.
—Una mujer que pueda mirar más allá del aspecto físico y ver al maravilloso hombre que hay en el interior.
—Y eso lo dice la mujer que no sólo abandonó a su primer hijo, sino que también destruyó al segundo...
Su cabeza se alzó ante sus últimas palabras.
—No lo digas. No digas esas palabras en voz alta.
—¿Qué? ¿Que no diga tus pecados en voz alta para que todo el Druinn pueda enterarse? Sé lo que le hiciste...
—Percen —ella lo cortó otra vez, desesperada. Se puso de pie, poniéndose a su altura—. Es suficiente.
Él hizo una pausa, considerando su súplica.
—Tienes razón. Tus pecados contra los mortales me importan poco. De hecho, me alegro de que los cometieras —su cabeza cayó hacia atrás y miró fijamente al cielo. Las lunas gemelas brillaron, creando rayos de luz violeta. ¿Por qué no podía la vida ser más simple? Un hombre, se suponía, vivía, se enamoraba y moría. En cambio, él vivía, sufría, y seguía sufriendo—. ¿A qué mundo enviaste a Joseph?
Sus párpados revolotearon hasta cerrarse, pero no antes de que él vislumbrara su alivio.
—Lo envié muy lejos, donde una cariñosa doncella lo liberará algún día. Él se merece una vida feliz.
—¿Y yo no? —Percen golpeó un puño contra su palma.
—No dije eso —le aseguró ella con cuidado—. Pero tu felicidad no vendrá del sufrimiento de Joseph.
Sí, lo haría. O quizás… quizás la redención le llegaría con el sufrimiento de algún otro.
—He castigado tan duramente a Joseph al igual que tu abandono endureció mi corazón —dijo él, más para sí mismo que para ella—. Pero quizás, en cambio, debería haberte castigado a ti.
Sólo una vez que las palabras fueron dichas, comprendió su significado. Si ella fuera una estatua, no podría decirle esas cosas que le hacían daño. No podía dejarlo solo y desamparado. No podía escoger, otra vez, a Joseph por encima de él.
Ella debió de leer sus intenciones en sus ojos, porque dijo:
—Percen, no lo hagas —mientras daba un paso atrás y agarraba su amuleto para tele transportarse a otro lugar.
Sus poderes eran mucho más fuertes que los suyos, el Druinn se había ocupado de eso. Por Elliea, ella se había ocupado de eso. Con una ondulación de sus dedos, él congeló sus pies en el lugar, haciéndole imposible el moverse físicamente o mágicamente.
—Tendrás tiempo para pensar en tus pasadas acciones y decisiones. Aunque Joseph estuviera ahora aquí, no podría salvarte de mi encantamiento. Ambos sabemos que él no posee mis capacidades mágicas, aunque tú siempre escogiste al más débil de tus hijos. Piensa en ello.
—Percen...
Una sonrisa elevó la comisura de sus labios.
—Simplemente recuerda esto, yo, y sólo yo, puedo liberarte de este hechizo. Una de las ironías de la vida, supongo, que la misma persona que te hace daño es la única que pueda salvarte —sin darse tiempo a reconsiderar sus acciones, se replegó en su interior y elevó los brazos al aire. Sus enjoyadas manos se iluminaron bajo la luz la luna, creando coloreados rayos de luz que se clavaron en la arena.
—Aunque carne y sangre puedes ser —cantó él, concentrando toda su energía en su madre—, piedra será todo lo que otros ojos puedan ver.
—No hagas esto —pronunció ella una vez más, sus ojos llenos de horror.
No escuchó sus súplicas. ¿Había escuchado ella las suyas durante todos aquellos palmos? No. Ella siempre había parecido demasiado impaciente por abandonarlo. Frunciendo el ceño, terminó su maldición.
—Frío mármol, dura roca, con esta maldición yo te encierro en ella. La Reina de Piedra siempre serás, a no ser que la sangre de mi vida te ponga en libertad.
De pronto el viento explotó, golpeando a través de la noche como el aliento del Diablo. Un relámpago estalló en el cielo y se estrelló contra la playa. Poco a poco, su carne se endureció hasta convertirse en plateada piedra.
Ya estaba hecho.
Pero él no se sintió mejor, su sufrimiento no se alivió, tal y como había esperado. No, él sentía…vergüenza, dolor y necesidad. Profundos, todos esos sentimientos que él añoraba dejar de soportar, pero que nunca había conseguido hacerlo. Extendió la mano, pero en seguida la dejó caer a su lado. Ella se alzaba tan hermosa ante él.
Sus hombros cayeron.
—¿Debería liberarte ya? —preguntó, aunque sabía que no lo haría—. Voy a buscar a Joseph. ¿Ya lo sabías, no? Sólo porque lo enviaras a otro mundo no significa que no pueda encontrarlo.
En lo alto, las estrellas desaparecieron bajo una capa de nubes espesas y grises que lentamente se formaban. El fragor de un trueno resonó, luego estalló. Era como si las emociones que había en su interior cambiaran el tiempo.
—Ambos sabemos que el tiempo pasa de forma diferente entre un mundo y otro. ¿Un día ha pasado en Imperia, pero cuántos días han pasado para Joseph? ¿Es libre? Y si es así, ¿estará viejo y consumido? Sea cual sea su edad, su vida, lo traeré de vuelta a casa. El tiempo y la distancia no tienen ningún dominio sobre mí.
Percen sabía que no debería dejar Imperia. Pero lo haría. Se despediría de este mundo y nunca volvería si con eso conseguía encontrar a su hermano. El Druinn lo necesitaba, ya que algo oscuro se cernía más allá del horizonte. Algo que los ciudadanos de esta tierra no estaban preparados para afrontar. Él no sabía qué era, una guerra, quizás, pero sí sabía que pronto se perderían muchas vidas. Pero su venganza significaba mucho más para él que la seguridad de su mundo.
Gotitas de lluvia comenzaron a caer, salpicando sobre la arena y la piedra. Varias gotas se deslizaron por la cara de su madre y terminaron en sus mejillas, como lágrimas.
—Si te lo traigo, ¿se llenará tu corazón de alegría y haré que tus sentimientos hacia mí se llenen, por fin, de ternura? ¿Una verdadera ternura, no la vacía emoción que profesaste tener hoy?
Silencio.
El espeso silencio se extendió como una sombra opresiva a través de la blanca playa, y en aquel momento pareció que hasta la lluvia no se atrevía a repiquetear. Percen se cayó de rodillas, presionando su frente contra el pecho, todo el rato ansiando que sus brazos rodearan sus hombros.
—Si te lo devuelvo, ¿me amarás realmente? ¿Quizás, hasta me amarás más de lo que lo amas a él?
Otra vez, silencio.
Él no esperaba nada diferente, pero no podía dejar de desear notar algún signo de que ella lo escuchaba, de que aprobaba su intento de complacerla. Pero cuando la miró fijamente a la cara, su expresión proclamaba claramente: Eres mi mayor decepción.
Y no tenía que ser así.
—Lo encontraré —dijo Percen finalmente con determinación. Se levantó y acarició con una mano su suave y blanca mejilla—. Buscaré por todas las galaxias si es necesario y encontraré el lugar exacto al que lo enviaste. Y luego, querida Madre, te lo devolveré.
Roto y destruido.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
:O
Wow! pobre percen..nad ade autoestima eh!
siguela pronto!!
Wow! pobre percen..nad ade autoestima eh!
siguela pronto!!
helado00
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
:O
Wow! pobre percen..nad ade autoestima eh!
siguela pronto!!
Wow! pobre percen..nad ade autoestima eh!
siguela pronto!!
helado00
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
el emanito de mi Joe creo q necesita un psicólogo o ya de perdida un amigo una novia algo.
pobre de su mami :lloro: snif snif !
pobre de su mami :lloro: snif snif !
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
OH POR DIOS!!!!!!!!!!!
ES UN MOUNSTRO!
SÍGUELAAAA!
ES UN MOUNSTRO!
SÍGUELAAAA!
fernanda
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Si :( siento feo por el!helado00 escribió::O
Wow! pobre percen..nad ade autoestima eh!
siguela pronto!!
Ya la sigo
Vanee LovatoD'Jonas
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