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Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Cinceramente, no me lo esparaba. Pero me gusta la desicion =D
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
HeyCrazyFan escribió:Cinceramente, no me lo esparaba. Pero me gusta la desicion =D
Esperabas que rayis se fuera de la casa y dejara a Nicholas?
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Si, esperaba que se fuera a otra casa que el Tyrus la coja y nicholas la salve xD pero me parece mejor la version del librogabiberroteran escribió:HeyCrazyFan escribió:Cinceramente, no me lo esparaba. Pero me gusta la desicion =D
Esperabas que rayis se fuera de la casa y dejara a Nicholas?
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 32
_____ estaba limpiando el salón cuando Johnny Malory, marqués de Haverston y el cabeza de todo el clan Malory, llegó esa misma se¬mana. Ella no habría tenido que estar allí para tropezarse con él. La víspera habían contratado finalmente a una criada para el piso de abajo que sí debería estar allí. Pero la chica nueva había sido insulta¬da por el nuevo mayordomo, Henry, y se había marchado ofendida a las cuatro horas de empezar.
De hecho, Henry era uno de los dos mayordomos nuevos de la casa. Siendo un francés que se esforzaba por hablar en inglés, resul¬taba francamente divertido. Pero la nueva criada no había opinado lo mismo. Él juró que sólo había tratado de halagarla. La chica no debía de comprender el inglés con acento francés.
Henry fue el primero en llegar, y luego, al día siguiente, apa¬reció su amigo Artie para trabajar de mayordomo. De hecho iban a compartir el empleo, como al parecer habían estado haciendo durante años en la casa de Orlando Malory. Ambos eran viejos lobos de mar que habían navegado a las órdenes de Orlando cuando éste comandaba su propio barco. Cuando decidió dejar de navegar, optaron por quedarse con él. Pero comoquiera que no disponía de suficientes empleos que ofrecerles, estuvieron de acuerdo en compartir el trabajo de mayordomo.
Lo que no habían hecho en realidad era aprender bien su oficio. Se consideraban competentes, pero Claire había estado quejándose de su falta de educación, y hasta la señora Robertson había comentado algo entre dientes acerca de su modo poco ortodoxo de abordar el trabajo.
A ______ no le importó la marcha de la nueva criada. En realidad seguía sin tener suficiente que hacer para estar ocupada todo el día. Aun agregando el piso de abajo a su lista de tareas, había terminado mucho antes de la cena. Y después de que Drew se hubiera trasladado a casa de su hermana para el resto de su visita, todos los dormitorios de arriba excepto uno estaban desocupados, lo cual implicaba menos trabajo para _____.
Luego estaba Nicholas. Si se salía con la suya, _____ se pasaría la mayor parte del día en su habitación. Si por ella fuera, también lo haría. Pero tenía que fijarse ciertos límites, y pasarse la jornada holgazaneando en su cama no le hacía el trabajo. En la práctica, si él la encontraba en el piso de arriba cuando se despertaba, generalmente se salía con la suya. ______ era presa fácil para su estilo de persuasión. Su voz sensual, que asumía un timbre grave cuando estaba excitado, y su expresión auguraban estupendos deleites. Cielos, la única persuasión que necesitaba era mirarle, siendo tan increíblemente guapo. Así pues, si bien se había propuesto no hacer el amor con el todos los días, eso era lo que hacía, y algún día en más de una ocasión.
Nicholas quería que durmiera con él todas las noches, pero ella consiguió reunir la fuerza de voluntad suficiente para acostarse en su propia cama a diario. En realidad se trataba más de refugiarse en su habitación para no volver a toparse con él. Y aun así, Nicholas llegó a su dormitorio una noche y la pasó toda en su cama. _____ no había sentido el más mínimo deseo de echarle. Pero insistió para que no volviera a hacerlo. Y, para su frustración, él no lo hizo.
______ había tenido que meditar muy seriamente su decisión de quedarse. Hacerlo implicaba que debería dejar de lado sus objetivos por el momento. No iba a resultarle fácil, ya que ansiaba desespera¬damente conseguirlos. Pero razonó que un mes no sería una demo¬ra excesiva, y durante ese tiempo ahorraría el dinero de su paga con el fin de que, cuando se fuera, pudiera permitirse alquilar un piso mientras buscaba un nuevo empleo.
Cuando se fuera... Santo Dios, eso iba a resultar muy duro, ¿No volver a ver a Nicholas? Si sólo con pensarlo ya estaba a punto de echar¬se a llorar, ¿qué ocurriría al cabo de un mes? Pero ¿y si él se enamo¬raba de ella durante ese mes? No, era una utopía. ______ podía en¬cajar en su mundo, lo había demostrado la noche del baile. Nicholas podría llegar incluso a contravenir los convencionalismos y casarse con ella. Y ése era el factor decisivo que la había convencido de que¬darse por el momento: la remota esperanza de que Nicholas pudiera ser algo más que una diversión pasajera, de que pudiera ser el hom¬bre de su vida.
Johnny Malory no llegó solo a la mansión. Le acompañaba el padre de Nicholas. Los dos hermanos se parecían mucho. El mayor era unos centímetros más alto, pero ambos eran atléticos, morenos* y apuestos. Johnny era algo más espigado, mientras que Orlando tenía los brazos y el pecho más musculosos. A _____ le recordaba algu¬nos de los tipos que había visto en las peleas callejeras.
Orlando Malory todavía le daba miedo, más que cualquier otro hombre que hubiera conocido, aunque no se le ocurría ninguna bue¬na razón para ello. La impresión general que su presencia le causaba era que Orlando era tan capaz de matar como de hablar con alguien. Fue por eso que _____ volvió la espalda a los caballeros después de lanzarles una mirada.
Por fortuna, había descubierto el fenómeno de ser «invisible» a los ojos de los nobles. La señora Robertson trató de explicárselo una noche. Los miembros de la clase alta, al residir en casas repletas de sirvientes, tendían a llevar su vida cotidiana sin «ver» a los sub¬alternos que trabajaban a su alrededor todo el día. A menos, por su¬puesto, que algunos de los nobles quisiera algo, en cuyo caso todos y cada uno de los sirvientes de la casa volvían a hacerse visibles para ellos.
Tal era el caso con esos dos Malory; o por lo menos eso esperaba _____. Y en efecto así fue porque oyó que el mayor preguntaba una vez en el salón:
―Por cierto, ¿quién es esa parienta de Gabriela de la que tanto he oído hablar desde que llegué a la ciudad? No creía que tuviera ninguna que yo no conociera. ¿Es cierto que Nicholas la está cortejando?
______ contuvo la respiración. El hecho de que ella fuera el tema de su conversación la dejó atónita. Ahora no podría salir de allí sin que repararan en ella. Y no era probable que el marqués de Haverston se tomara a la ligera la farsa que habían llevado a cabo. Seguramente se enfurecería con todos ellos por haber embaucado a la elite de ese modo. Pero Orlando no hizo nada por evitar responder.
―No, es sólo una de las invenciones de Chels, con objeto de contrarrestar los rumores de Bascomb.
―¿De modo que esa parienta no existe?
―No ―respondió Orlando―. Es sólo una chica que nuestra sobrina consideró mucho más bonita que la hija de Bascomb. No tuvo que ir a buscarla muy lejos.
―¿Más bonita? Tengo entendido que Emily Bascomb es de una belleza arrebatadora. He oído decir que ésta es la excusa que tiene Nicholas por haberse liado con ella.
―Mi hijo elige bien a sus mujeres, y por eso no te has enterado de ningún otro escándalo en el que haya estado involucrado desde que salió de la escuela. Ya te dije que no la ha tocado. No necesitas oírselo decir a él
_____ contuvo la respiración, aunque todo parecía indicar que no habían reparado en ella. Pero por lo menos Orlando no había declarado que la “chica” que habían encontrado era una simple criada.
Ojalá pudiera encaminarse despacio hasta la puerta y desaparecer de verdad. Empezó a avanzar muy lentamente en esa dirección, siem¬pre de espaldas a ellos.
―¿De modo que su padre recorrió todo el trayecto hasta Ha¬verston para hacerte una visita? ―preguntó Orlando.
―Sí, y no me importa decirte que fue una conversación muy embarazosa, especialmente porque nadie me había puesto al corriente de esos escandalosos rumores que han estado circulando.
―Rumores que la propia dama se ocupó de difundir, y mentiras ―le aseguró Orlando.
―Sea como sea, sabes muy bien el daño que pueden causar unos pocos rumores, mentiras o no. Ahora la reputación de esa chica está arruinada.
Orlando se echó a reír al oír eso.
―Pero fue ella quien la arruinó, y deliberadamente, si no te importa. ¿Desde cuándo rescatamos desconocidos de los atolladeros en los que ellos mismos se meten? El problema es de su padre, no tuyo, ni mío, y desde luego tampoco de Nicholas, que apenas cruzó dos pa¬labras con esa muchachita.
―Se ha convertido en nuestro problema, y más cuando se trata simplemente de la palabra de ella contra la suya, Orlando.
―Entonces ¿por qué no dejas que me ocupe de esto? ―sugirió con suavidad.
_¿Cómo? ¿Eliminando a ese tipo?
―Me tienes por un mal bicho, ¿verdad?
―Lo siento. No quería decir eso.
Orlando asintió, aceptando la disculpa. _____ se aproximó unos centímetros más a la puerta. Pero entonces Nicholas irrumpió en la sala, pues Henry había ido a buscarle. Enseguida vio a _____ y le dedicó una sonrisa que ella esperó que sus parientes no detectaran. Pero entonces Nicholas dijo:
―¡Válgame Dios!, espero que esta visita no sea lo que parece, tío Johnny.
Johnny Malory carraspeó.
―Albert Bascomb vino ayer a Haverston.
Nicholas gimió y se dejó caer sobre el sofá más cercano.
―Sea lo que sea lo que te ha contado, son todo mentiras.
―Eso me ha dicho tu padre ―replicó Johnny.
Orlando añadió, en favor de Nicholas:
―Esa muchachita ha jugado su última carta y ha vertido las calumnias más viles sobre ti, jovenzuelo: que la sedujiste, que le prometiste el matrimonio y que la abandonaste tan pronto como obtuviste lo que querías de ella... y la dejaste embarazada.
―Sabía que ya insinuaba todo eso. Pero si está embarazada, el hijo no es mío. Yo jamás toqué a esa chica, ni siquiera pensé hacerlo, no es que importe mucho, cuando es evidente que ha convenci¬do a su padre.
―Veo que ya te haces cargo de la gravedad de la situación ―re¬puso Johnny―. Y para empeorar las cosas, Albert Bascomb fue uno de mis compañeros de la escuela. No caía muy simpático a nadie. Pagado de sí mismo, ya sabes a qué me refiero. Sin embargo, hizo for¬tuna casándose. Cortejó una beldad de su vecindario antes de que ella tuviera ocasión de asistir a su primera temporada en Londres y la convenció de que se casara con él. Sólo tuvieron una hija.
―Y la mimaron sin remedio. Ya sabía todo eso. A Chels se le da muy bien conseguir esa clase de información y transmitirla.
―Bien, lo que tal vez no sepas es que Bascomb, a través dc su esposa, tiene muy buenos contactos.
―¿Me estás diciendo que tendré que casarme con la chica? ―dijo Nicholas.
―Como medida provisional. En cuanto se demuestre que no está embarazada anularemos el matrimonio, por supuesto. De modo que deberás «seguir» sin tocarla.
A tenor del cariz que había tomado la conversación, _____ no pudo evitar volverse para mirar a Nicholas. Parecía abatido, como si ya hubiera aceptado su suerte. También ella tenía una expresión aba¬tida, aunque no era consciente de ello. Nicholas casado significaba Nicholas fuera de su alcance, y todavía no se había saturado de él, con¬tinuaba deseándolo con pasión. Aunque su matrimonio fuera sólo nominal, seguía implicando que no podría acercarse a él. Pero tam¬poco estaba dispuesta a quedarse y tratar con su esposa.
Orlando Malory no parecía abatido, sino furioso.
―Deberías haber mencionado que ésa era tu opinión sobre el asunto antes de venir aquí, Johnny. Sabes muy bien que no permitiré que mi hijo sea arrojado a los lobos, por así decirlo. Para empezar, Bascomb nunca debió ir a verte. Tú no eres el padre del chico.
―Sin duda acudió a mí debido a nuestra relación anterior. Y co¬noce tu reputación. Francamente, es probable que estuviera muerto de miedo ante la perspectiva de plantearte este asunto.
Orlando soltó un bufido. Nicholas suspiró y dijo:
―El problema es que lord Bascomb está muy convencido de que yo soy el culpable. Y está convencido porque cree a su hija. Lo cual es comprensible. ¿Por qué no debería creerla, a fin de cuentas?
_____ aprovechó la pausa que siguió a ese comentario para soltar de buenas a primeras:
―Entonces habrá que quitarle esa convicción, ¿no?
―¿Cómo? ―le preguntó Nicholas, admitiéndola en la conver¬sación sin ningún reparo como si hubiera participado en ella desde el principio―. Yo ya lo he negado.
―La dama ha basado su estratagema en una mentira. Así pues, ¿por qué no contraatacas con otras mentiras? ―sugirió _____ con mucha lógica.
Como si también él hubiera sabido que había estado allí todo el tiempo, Orlando replicó:
―¿Y de qué servirá eso? Sigue siendo su palabra contra la de Nicholas.
_____ se puso aún más nerviosa al tener que hablar a Orlando directamente sobre todo porque éste todavía fruncía el ceño. Pero por el bien de Nicholas explicó:
―No ha de ser Nicholas quien contraataque. No, eso no serviría de nada. Al fin y al cabo es la mentira de ella contra su verdad. Pero ¿y si fuera su mentira contra otras dos..., hum... no, pongamos otra, tres mentiras, por si acaso?
―¿De qué diablos está hablando? ―inquirió Johnny sin dirigirse a nadie en particular.
_____ no tuvo inconveniente en contestar al mayor de los Malory.
―Bueno, ahora se trata de un hijo, ¿no? Ella dice que es de Nicholas. Ustedes saben que no lo es. Pero yo creo que no hay ningún bebé. Sin embargo, no hay manera de demostrarlo, por lo menos hasta dentro de cuatro o cinco meses, y ella no esperará tanto tiem¬po para casarse, ¿verdad? Y siempre podría mentir otra vez y decir que había perdido el bebé... después de haberse casado con Nicholas, por supuesto.
―¿Y dónde entran en juego esas otras tres mentiras? ― preguntó Johnny.
―Tres hombres que afirmen que se han acostado con ella. Emily ¬lo negará, pero aun así se dará cuenta de que siendo una contra tres no tiene muchas posibilidades. ¿Se te ocurren tres hombres que mentirían por ti, amigo? ―preguntó a Nicholas directamente.
―Sí, claro, pero... ¡Caramba, eso podría funcionar! ―exclamó él con una amplia sonrisa.
Orlando se rió entre dientes.
―Desde luego, muchacho, sobre todo si los tres se enfrentan con ella al mismo tiempo, en presencia de su padre para que lo oiga, una solución brillante, ya lo creo. Me sorprende que no se me haya ocurrido a mí.
―Creo que no debería oír nada de esto ――dijo Johnny con una expresión severa, aunque dirigió a su hermano un gesto de aprobación apenas perceptible y añadió―: Dejaré el asunto en tus capaces manos, Orlando.
―Sabía que lo harías ―repuso Orlando, sonriendo.
Johnny se dispuso a marcharse, pero se detuvo junto a _____ de camino hacia la puerta. Estudió su rostro por unos momentos con el ceño fruncido. A pesar de que no pudo evitar fijarse en el plumero que tenía en la mano, le dijo:
―Tu cara me suena, pero no consigo explicarme por qué. ¿Nos hemos visto antes?
―No que yo recuerde, milord.
―Trabajaste en casa de Peter, ¿verdad? ¿O en la de Chels? ¿Es allí donde te he visto?
―No, ésta es la primera vez que trabajo de criada en alguna parte.
―Es curioso. Ahora estaré preocupado hasta que pueda recordar dónde te he visto.
______ empezaba a sentirse incómoda. Esperó que no hubiera robado nunca a ese tipo, pero era posible. Aun así, lo dudaba. Cuan¬do birlaba carteras, rara vez escogía hombres de su estatura, que con mucha facilidad le darían alcance si salía huyendo. Y Johnny Malory tenía un físico que difícilmente podría olvidar.
Orlando debió de pensar lo mismo, porque en cuanto Johhn aban¬donó el salón, le dijo en un tono de lo más despectivo:
―Le limpiaste el bolsillo en algún momento de tu antigua ca¬rrera profesional, ¿no es cierto?
_____ se sonrojó. Pero Nicholas acudió rápidamente en su de¬fensa.
―Déjala en paz. Acaba de salvarme de un matrimonio infernal. Ahora mismo estoy muy contento con ella.
Orlando puso los ojos en blanco.
―Has estado muy contento con ella desde que la encontraste. Sea como sea, su colaboración para salvarte el pellejo es digna de elo¬gio, pero todavía no estás salvado. Así pues, reúne a tus tres mentirosos y tráemelos. Les daré instrucciones sobre qué tienen que decir, y qué les ocurrirá si lo estropean. ―Y cuando se dirigía hacia la puerta agregó―: Pero por lo que más quieras, no elijas a Logan entre ellos.
Tan pronto como Orlando hubo abandonado el salón, _____ se relajó. Incluso sonrió a Nicholas.
―¿Toda tu familia desconfía de tu amigo Logan?
―En absoluto. Aprecian mucho a Logan, de veras, sólo que le conocen. No me cabe duda de que si hubiera estado en el baile de la semana pasada, habría soltado: ¡Cielos, Nicholas! ¿Qué hace aquí tu criada?»
Ella soltó una risita.
―No lo habría hecho.
―Oh, sí, puedes estar segura de ello. De modo que tuvimos mucha suerte de que se hubiera marchado a Cornualles un par de días para comprar caballos y se perdiera ese baile.
―No parece que nuestra representación de esa noche sirviera de mucho ―le recordó _____, suspirando.
Nicholas se encogió de hombros, pero sonrió.
―No te preocupes por eso, cariño. Puede que no consiguiéramos el objetivo inicial, pero nos divertimos intentándolo.
Y mucho más se divirtieron después, pero ______ no lo comentó porque le pareció que Nicholas ya estaba planteándose esa clase de diversión, cuando sólo debería pensar en reunir a algunos amigos que estuvieran dispuestos a mentir por él. _____ esperaba que su idea diera resultado, lo esperaba de corazón. Si fallaba, Nicholas acabaría casándose y ella tendría que buscar un nuevo empleo.
*Cuando digo moreno, me refiero a que tienen el cabello oscuro.
_____ estaba limpiando el salón cuando Johnny Malory, marqués de Haverston y el cabeza de todo el clan Malory, llegó esa misma se¬mana. Ella no habría tenido que estar allí para tropezarse con él. La víspera habían contratado finalmente a una criada para el piso de abajo que sí debería estar allí. Pero la chica nueva había sido insulta¬da por el nuevo mayordomo, Henry, y se había marchado ofendida a las cuatro horas de empezar.
De hecho, Henry era uno de los dos mayordomos nuevos de la casa. Siendo un francés que se esforzaba por hablar en inglés, resul¬taba francamente divertido. Pero la nueva criada no había opinado lo mismo. Él juró que sólo había tratado de halagarla. La chica no debía de comprender el inglés con acento francés.
Henry fue el primero en llegar, y luego, al día siguiente, apa¬reció su amigo Artie para trabajar de mayordomo. De hecho iban a compartir el empleo, como al parecer habían estado haciendo durante años en la casa de Orlando Malory. Ambos eran viejos lobos de mar que habían navegado a las órdenes de Orlando cuando éste comandaba su propio barco. Cuando decidió dejar de navegar, optaron por quedarse con él. Pero comoquiera que no disponía de suficientes empleos que ofrecerles, estuvieron de acuerdo en compartir el trabajo de mayordomo.
Lo que no habían hecho en realidad era aprender bien su oficio. Se consideraban competentes, pero Claire había estado quejándose de su falta de educación, y hasta la señora Robertson había comentado algo entre dientes acerca de su modo poco ortodoxo de abordar el trabajo.
A ______ no le importó la marcha de la nueva criada. En realidad seguía sin tener suficiente que hacer para estar ocupada todo el día. Aun agregando el piso de abajo a su lista de tareas, había terminado mucho antes de la cena. Y después de que Drew se hubiera trasladado a casa de su hermana para el resto de su visita, todos los dormitorios de arriba excepto uno estaban desocupados, lo cual implicaba menos trabajo para _____.
Luego estaba Nicholas. Si se salía con la suya, _____ se pasaría la mayor parte del día en su habitación. Si por ella fuera, también lo haría. Pero tenía que fijarse ciertos límites, y pasarse la jornada holgazaneando en su cama no le hacía el trabajo. En la práctica, si él la encontraba en el piso de arriba cuando se despertaba, generalmente se salía con la suya. ______ era presa fácil para su estilo de persuasión. Su voz sensual, que asumía un timbre grave cuando estaba excitado, y su expresión auguraban estupendos deleites. Cielos, la única persuasión que necesitaba era mirarle, siendo tan increíblemente guapo. Así pues, si bien se había propuesto no hacer el amor con el todos los días, eso era lo que hacía, y algún día en más de una ocasión.
Nicholas quería que durmiera con él todas las noches, pero ella consiguió reunir la fuerza de voluntad suficiente para acostarse en su propia cama a diario. En realidad se trataba más de refugiarse en su habitación para no volver a toparse con él. Y aun así, Nicholas llegó a su dormitorio una noche y la pasó toda en su cama. _____ no había sentido el más mínimo deseo de echarle. Pero insistió para que no volviera a hacerlo. Y, para su frustración, él no lo hizo.
______ había tenido que meditar muy seriamente su decisión de quedarse. Hacerlo implicaba que debería dejar de lado sus objetivos por el momento. No iba a resultarle fácil, ya que ansiaba desespera¬damente conseguirlos. Pero razonó que un mes no sería una demo¬ra excesiva, y durante ese tiempo ahorraría el dinero de su paga con el fin de que, cuando se fuera, pudiera permitirse alquilar un piso mientras buscaba un nuevo empleo.
Cuando se fuera... Santo Dios, eso iba a resultar muy duro, ¿No volver a ver a Nicholas? Si sólo con pensarlo ya estaba a punto de echar¬se a llorar, ¿qué ocurriría al cabo de un mes? Pero ¿y si él se enamo¬raba de ella durante ese mes? No, era una utopía. ______ podía en¬cajar en su mundo, lo había demostrado la noche del baile. Nicholas podría llegar incluso a contravenir los convencionalismos y casarse con ella. Y ése era el factor decisivo que la había convencido de que¬darse por el momento: la remota esperanza de que Nicholas pudiera ser algo más que una diversión pasajera, de que pudiera ser el hom¬bre de su vida.
Johnny Malory no llegó solo a la mansión. Le acompañaba el padre de Nicholas. Los dos hermanos se parecían mucho. El mayor era unos centímetros más alto, pero ambos eran atléticos, morenos* y apuestos. Johnny era algo más espigado, mientras que Orlando tenía los brazos y el pecho más musculosos. A _____ le recordaba algu¬nos de los tipos que había visto en las peleas callejeras.
Orlando Malory todavía le daba miedo, más que cualquier otro hombre que hubiera conocido, aunque no se le ocurría ninguna bue¬na razón para ello. La impresión general que su presencia le causaba era que Orlando era tan capaz de matar como de hablar con alguien. Fue por eso que _____ volvió la espalda a los caballeros después de lanzarles una mirada.
Por fortuna, había descubierto el fenómeno de ser «invisible» a los ojos de los nobles. La señora Robertson trató de explicárselo una noche. Los miembros de la clase alta, al residir en casas repletas de sirvientes, tendían a llevar su vida cotidiana sin «ver» a los sub¬alternos que trabajaban a su alrededor todo el día. A menos, por su¬puesto, que algunos de los nobles quisiera algo, en cuyo caso todos y cada uno de los sirvientes de la casa volvían a hacerse visibles para ellos.
Tal era el caso con esos dos Malory; o por lo menos eso esperaba _____. Y en efecto así fue porque oyó que el mayor preguntaba una vez en el salón:
―Por cierto, ¿quién es esa parienta de Gabriela de la que tanto he oído hablar desde que llegué a la ciudad? No creía que tuviera ninguna que yo no conociera. ¿Es cierto que Nicholas la está cortejando?
______ contuvo la respiración. El hecho de que ella fuera el tema de su conversación la dejó atónita. Ahora no podría salir de allí sin que repararan en ella. Y no era probable que el marqués de Haverston se tomara a la ligera la farsa que habían llevado a cabo. Seguramente se enfurecería con todos ellos por haber embaucado a la elite de ese modo. Pero Orlando no hizo nada por evitar responder.
―No, es sólo una de las invenciones de Chels, con objeto de contrarrestar los rumores de Bascomb.
―¿De modo que esa parienta no existe?
―No ―respondió Orlando―. Es sólo una chica que nuestra sobrina consideró mucho más bonita que la hija de Bascomb. No tuvo que ir a buscarla muy lejos.
―¿Más bonita? Tengo entendido que Emily Bascomb es de una belleza arrebatadora. He oído decir que ésta es la excusa que tiene Nicholas por haberse liado con ella.
―Mi hijo elige bien a sus mujeres, y por eso no te has enterado de ningún otro escándalo en el que haya estado involucrado desde que salió de la escuela. Ya te dije que no la ha tocado. No necesitas oírselo decir a él
_____ contuvo la respiración, aunque todo parecía indicar que no habían reparado en ella. Pero por lo menos Orlando no había declarado que la “chica” que habían encontrado era una simple criada.
Ojalá pudiera encaminarse despacio hasta la puerta y desaparecer de verdad. Empezó a avanzar muy lentamente en esa dirección, siem¬pre de espaldas a ellos.
―¿De modo que su padre recorrió todo el trayecto hasta Ha¬verston para hacerte una visita? ―preguntó Orlando.
―Sí, y no me importa decirte que fue una conversación muy embarazosa, especialmente porque nadie me había puesto al corriente de esos escandalosos rumores que han estado circulando.
―Rumores que la propia dama se ocupó de difundir, y mentiras ―le aseguró Orlando.
―Sea como sea, sabes muy bien el daño que pueden causar unos pocos rumores, mentiras o no. Ahora la reputación de esa chica está arruinada.
Orlando se echó a reír al oír eso.
―Pero fue ella quien la arruinó, y deliberadamente, si no te importa. ¿Desde cuándo rescatamos desconocidos de los atolladeros en los que ellos mismos se meten? El problema es de su padre, no tuyo, ni mío, y desde luego tampoco de Nicholas, que apenas cruzó dos pa¬labras con esa muchachita.
―Se ha convertido en nuestro problema, y más cuando se trata simplemente de la palabra de ella contra la suya, Orlando.
―Entonces ¿por qué no dejas que me ocupe de esto? ―sugirió con suavidad.
_¿Cómo? ¿Eliminando a ese tipo?
―Me tienes por un mal bicho, ¿verdad?
―Lo siento. No quería decir eso.
Orlando asintió, aceptando la disculpa. _____ se aproximó unos centímetros más a la puerta. Pero entonces Nicholas irrumpió en la sala, pues Henry había ido a buscarle. Enseguida vio a _____ y le dedicó una sonrisa que ella esperó que sus parientes no detectaran. Pero entonces Nicholas dijo:
―¡Válgame Dios!, espero que esta visita no sea lo que parece, tío Johnny.
Johnny Malory carraspeó.
―Albert Bascomb vino ayer a Haverston.
Nicholas gimió y se dejó caer sobre el sofá más cercano.
―Sea lo que sea lo que te ha contado, son todo mentiras.
―Eso me ha dicho tu padre ―replicó Johnny.
Orlando añadió, en favor de Nicholas:
―Esa muchachita ha jugado su última carta y ha vertido las calumnias más viles sobre ti, jovenzuelo: que la sedujiste, que le prometiste el matrimonio y que la abandonaste tan pronto como obtuviste lo que querías de ella... y la dejaste embarazada.
―Sabía que ya insinuaba todo eso. Pero si está embarazada, el hijo no es mío. Yo jamás toqué a esa chica, ni siquiera pensé hacerlo, no es que importe mucho, cuando es evidente que ha convenci¬do a su padre.
―Veo que ya te haces cargo de la gravedad de la situación ―re¬puso Johnny―. Y para empeorar las cosas, Albert Bascomb fue uno de mis compañeros de la escuela. No caía muy simpático a nadie. Pagado de sí mismo, ya sabes a qué me refiero. Sin embargo, hizo for¬tuna casándose. Cortejó una beldad de su vecindario antes de que ella tuviera ocasión de asistir a su primera temporada en Londres y la convenció de que se casara con él. Sólo tuvieron una hija.
―Y la mimaron sin remedio. Ya sabía todo eso. A Chels se le da muy bien conseguir esa clase de información y transmitirla.
―Bien, lo que tal vez no sepas es que Bascomb, a través dc su esposa, tiene muy buenos contactos.
―¿Me estás diciendo que tendré que casarme con la chica? ―dijo Nicholas.
―Como medida provisional. En cuanto se demuestre que no está embarazada anularemos el matrimonio, por supuesto. De modo que deberás «seguir» sin tocarla.
A tenor del cariz que había tomado la conversación, _____ no pudo evitar volverse para mirar a Nicholas. Parecía abatido, como si ya hubiera aceptado su suerte. También ella tenía una expresión aba¬tida, aunque no era consciente de ello. Nicholas casado significaba Nicholas fuera de su alcance, y todavía no se había saturado de él, con¬tinuaba deseándolo con pasión. Aunque su matrimonio fuera sólo nominal, seguía implicando que no podría acercarse a él. Pero tam¬poco estaba dispuesta a quedarse y tratar con su esposa.
Orlando Malory no parecía abatido, sino furioso.
―Deberías haber mencionado que ésa era tu opinión sobre el asunto antes de venir aquí, Johnny. Sabes muy bien que no permitiré que mi hijo sea arrojado a los lobos, por así decirlo. Para empezar, Bascomb nunca debió ir a verte. Tú no eres el padre del chico.
―Sin duda acudió a mí debido a nuestra relación anterior. Y co¬noce tu reputación. Francamente, es probable que estuviera muerto de miedo ante la perspectiva de plantearte este asunto.
Orlando soltó un bufido. Nicholas suspiró y dijo:
―El problema es que lord Bascomb está muy convencido de que yo soy el culpable. Y está convencido porque cree a su hija. Lo cual es comprensible. ¿Por qué no debería creerla, a fin de cuentas?
_____ aprovechó la pausa que siguió a ese comentario para soltar de buenas a primeras:
―Entonces habrá que quitarle esa convicción, ¿no?
―¿Cómo? ―le preguntó Nicholas, admitiéndola en la conver¬sación sin ningún reparo como si hubiera participado en ella desde el principio―. Yo ya lo he negado.
―La dama ha basado su estratagema en una mentira. Así pues, ¿por qué no contraatacas con otras mentiras? ―sugirió _____ con mucha lógica.
Como si también él hubiera sabido que había estado allí todo el tiempo, Orlando replicó:
―¿Y de qué servirá eso? Sigue siendo su palabra contra la de Nicholas.
_____ se puso aún más nerviosa al tener que hablar a Orlando directamente sobre todo porque éste todavía fruncía el ceño. Pero por el bien de Nicholas explicó:
―No ha de ser Nicholas quien contraataque. No, eso no serviría de nada. Al fin y al cabo es la mentira de ella contra su verdad. Pero ¿y si fuera su mentira contra otras dos..., hum... no, pongamos otra, tres mentiras, por si acaso?
―¿De qué diablos está hablando? ―inquirió Johnny sin dirigirse a nadie en particular.
_____ no tuvo inconveniente en contestar al mayor de los Malory.
―Bueno, ahora se trata de un hijo, ¿no? Ella dice que es de Nicholas. Ustedes saben que no lo es. Pero yo creo que no hay ningún bebé. Sin embargo, no hay manera de demostrarlo, por lo menos hasta dentro de cuatro o cinco meses, y ella no esperará tanto tiem¬po para casarse, ¿verdad? Y siempre podría mentir otra vez y decir que había perdido el bebé... después de haberse casado con Nicholas, por supuesto.
―¿Y dónde entran en juego esas otras tres mentiras? ― preguntó Johnny.
―Tres hombres que afirmen que se han acostado con ella. Emily ¬lo negará, pero aun así se dará cuenta de que siendo una contra tres no tiene muchas posibilidades. ¿Se te ocurren tres hombres que mentirían por ti, amigo? ―preguntó a Nicholas directamente.
―Sí, claro, pero... ¡Caramba, eso podría funcionar! ―exclamó él con una amplia sonrisa.
Orlando se rió entre dientes.
―Desde luego, muchacho, sobre todo si los tres se enfrentan con ella al mismo tiempo, en presencia de su padre para que lo oiga, una solución brillante, ya lo creo. Me sorprende que no se me haya ocurrido a mí.
―Creo que no debería oír nada de esto ――dijo Johnny con una expresión severa, aunque dirigió a su hermano un gesto de aprobación apenas perceptible y añadió―: Dejaré el asunto en tus capaces manos, Orlando.
―Sabía que lo harías ―repuso Orlando, sonriendo.
Johnny se dispuso a marcharse, pero se detuvo junto a _____ de camino hacia la puerta. Estudió su rostro por unos momentos con el ceño fruncido. A pesar de que no pudo evitar fijarse en el plumero que tenía en la mano, le dijo:
―Tu cara me suena, pero no consigo explicarme por qué. ¿Nos hemos visto antes?
―No que yo recuerde, milord.
―Trabajaste en casa de Peter, ¿verdad? ¿O en la de Chels? ¿Es allí donde te he visto?
―No, ésta es la primera vez que trabajo de criada en alguna parte.
―Es curioso. Ahora estaré preocupado hasta que pueda recordar dónde te he visto.
______ empezaba a sentirse incómoda. Esperó que no hubiera robado nunca a ese tipo, pero era posible. Aun así, lo dudaba. Cuan¬do birlaba carteras, rara vez escogía hombres de su estatura, que con mucha facilidad le darían alcance si salía huyendo. Y Johnny Malory tenía un físico que difícilmente podría olvidar.
Orlando debió de pensar lo mismo, porque en cuanto Johhn aban¬donó el salón, le dijo en un tono de lo más despectivo:
―Le limpiaste el bolsillo en algún momento de tu antigua ca¬rrera profesional, ¿no es cierto?
_____ se sonrojó. Pero Nicholas acudió rápidamente en su de¬fensa.
―Déjala en paz. Acaba de salvarme de un matrimonio infernal. Ahora mismo estoy muy contento con ella.
Orlando puso los ojos en blanco.
―Has estado muy contento con ella desde que la encontraste. Sea como sea, su colaboración para salvarte el pellejo es digna de elo¬gio, pero todavía no estás salvado. Así pues, reúne a tus tres mentirosos y tráemelos. Les daré instrucciones sobre qué tienen que decir, y qué les ocurrirá si lo estropean. ―Y cuando se dirigía hacia la puerta agregó―: Pero por lo que más quieras, no elijas a Logan entre ellos.
Tan pronto como Orlando hubo abandonado el salón, _____ se relajó. Incluso sonrió a Nicholas.
―¿Toda tu familia desconfía de tu amigo Logan?
―En absoluto. Aprecian mucho a Logan, de veras, sólo que le conocen. No me cabe duda de que si hubiera estado en el baile de la semana pasada, habría soltado: ¡Cielos, Nicholas! ¿Qué hace aquí tu criada?»
Ella soltó una risita.
―No lo habría hecho.
―Oh, sí, puedes estar segura de ello. De modo que tuvimos mucha suerte de que se hubiera marchado a Cornualles un par de días para comprar caballos y se perdiera ese baile.
―No parece que nuestra representación de esa noche sirviera de mucho ―le recordó _____, suspirando.
Nicholas se encogió de hombros, pero sonrió.
―No te preocupes por eso, cariño. Puede que no consiguiéramos el objetivo inicial, pero nos divertimos intentándolo.
Y mucho más se divirtieron después, pero ______ no lo comentó porque le pareció que Nicholas ya estaba planteándose esa clase de diversión, cuando sólo debería pensar en reunir a algunos amigos que estuvieran dispuestos a mentir por él. _____ esperaba que su idea diera resultado, lo esperaba de corazón. Si fallaba, Nicholas acabaría casándose y ella tendría que buscar un nuevo empleo.
*Cuando digo moreno, me refiero a que tienen el cabello oscuro.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
pleasee siguelllaaa haas un maraton hasta que se sepa quienes son sus padres! que tal
no es broma pero por lo menos puedes decir si son importantes.... pleaseee
no es broma pero por lo menos puedes decir si son importantes.... pleaseee
#Fire Rouge..*
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Wow, entonces tenía yo razón, Logan es un bocazas xD
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Esta bastante complicado hacer un maraton hsta que se sepan quienes son los padres de rayis porque seria publicar todo lo que queda de novela (que es bastante).
Logan es muy buen amigo para ir de fiestas pero para que haga un favor como el que necesita Nicholas
Logan es muy buen amigo para ir de fiestas pero para que haga un favor como el que necesita Nicholas
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 33
____ esperó ansiosamente para saber cómo había ido la búsqueda de Nicholas. Cuando éste regresó a casa ese día, no parecía desanimado, aunque no había tenido demasiada suerte en su misión, por lo menos no de momento. Al parecer, la mayoría de sus antiguos compañeros de colegio no residían en Londres ni venían de visita a menudo. Y respecto de los jóvenes calaveras con los que él y Logan tenían amistad y que sí vivían en Londres, Nicholas comento:
―No confiaría en que ni uno solo de ellos mantuviera la boca cerrada una vez que este asunto se hubiera resuelto.
Y eso daría al traste con todo el plan si lord Bascomb se enterase más tarde. Por consiguiente, _____ sugirió:
―Entonces quizá no deberías buscar entre tus amigos, sino entre esos tipos que saben mentir para ganarse el sustento.
―Espero que no te refieras a gente del hampa.
Ella le miró enojada por el hecho de que hubiera pensado en eso.
―No, me refería a actores, por supuesto. Su trabajo consiste en ser convincentes al representar un papel, ¿no? De modo que se les da bien mentir… bueno, si son buenos actores.
―Maldita sea, tienes razón. Creo que haré una visita al distrito de los teatros. Y deberíamos divertirnos esta noche, salir por la ciudad. Te lo debo por todas esas ideas espléndidas que se te están ocurriendo, cariño, ya lo creo que sí.
―No sé qué decirte ―repuso ______ poco convencida, pero él había salido por la puerta, de modo que no supo si la había oído o no.
¿Una noche en la ciudad? No sabía exactamente en qué consistía eso, pero era muy consciente de que no disponía de la ropa adecuada para salir con un caballero. El vestido que había lucido en el baile había sido devuelto a Chelsea, que lo había mandado de vuelta porque le quedaba demasiado largo. Aun así, era un vestido sólo para grandes ocasiones, no para una noche de picos pardos en Londres.
Ese día terminó pronto el trabajo. La excitación nerviosa la hacia apresurarse. Sin nada más que hacer, se ofreció para ayudar a Claire con sus tareas en la cocina. Esperaba además que eso mejorara la actitud de la muchacha, quien últimamente se había mostrado muy fría con ella. No es que Claire hubiera sido nunca amiga suya, pero, aun así su actitud había cambiado de un modo evidente. El ofrecimiento de _____ no le mejoró el humor, aunque ésta por fin averiguó por qué Claire manifestaba tanta hostilidad hacia ella.
Tan pronto como la señora Appleton salió de la cocina para un breve descanso, después de empezar a preparar la cena, Claire espetó a ______:
―Eres una guarra. Sabía que acabarías en su cama. Eres demasiado bonita.
______ se quedó atónita, pero sólo por un momento. ¿Era demasiado bonita? Miró a Claire con ojo crítico y finalmente respondió:
―Tú tampoco eres fea, Claire. Bueno, eres desgarbada, pero creo que lo haces adrede. ¿Por qué?
Como era de esperar, Claire se ofendió y estampó el cuchillo con el que había estado mondando las patatas sobre la mesa.
―No es asunto tuyo.
_____ se encogió de hombros y siguió cortando patatas.
―Claro que no lo es, pero tampoco lo que yo hago es asunto tuyo. Así pues, ¿por qué haces comentarios?
―Lo que estás haciendo es inmoral.
______ se echó a reír.
―¿En opinión de quién? Lo único que hago es divertirme un poco con ese señor. En mi opinión eso no es inmoral mientras lo haga sólo con él. Puede que me llevara un tiempo comprenderlo, pero al final lo hice. Y es sólo mi opinión lo que cuenta. Además, no está casado. Yo no estoy casada. ¿A quién puede perjudicar?
―A ti ―dijo Claire sin más.
Aquella respuesta hizo enmudecer a ______. Ya había averiguado eso por sí misma. A la larga Nicholas se cansaría de ella. Confiaba en que ella se cansaría de él más o menos al mismo tiempo, pero teniendo en cuenta lo que sentía por él, lo dudaba seriamente. Pero de todos modos se marcharía al cabo de unos meses, para continuar su vida y encontrar un hombre que quisiera casarse con ella, no uno que no deseaba casarse nunca.
Suspiró y dijo:
―Seguramente. Pero eso no te «concerne», ¿verdad?
―Concierne ―la corrigió Claire.
______ se puso rígida. Había descuidado tanto su modo de hablar en el salón aquel día, que el hecho de que la rectificaran estuvo a punto de sacarla de sus casillas.
―¿Es que todas las personas de esta casa van a corregirme ahora?
Claire volvió a adoptar un aire ofendido.
―Creía que querías aprender a hablar correctamente.
―Es cierto, pero no resulta fácil teniendo que pensar cada palabra que me viene a la cabeza, ¿sabes?
―Por eso son necesarias las advertencias, para que se convierta en un hábito en lugar de una tarea.
La lógica de aquellas palabras era demasiado aplastante como para rebatirla. _____ recordaba vagamente que Lucy hacía lo mismo citando le enseñaba a hablar como ella muchos años atrás. Entonces _____ sólo había deseado no meter la pata cuando se ponía nerviosa o se enfadaba, pero Lucy había conseguido quitarle la costumbre de emplear aquella «expresión elegante», como decía ella.
―Lo siento –agregó Claire―. No pretendía cambiar de tema.
______ no pudo evitar reírse, considerando que el tema del que habían estado hablando era lo que Claire llamaba la conducta «inmoral» de ______.
―Deberías tratar de ser tan inmoral como yo. Mejora mucho el ánimo.
Lo dijo en broma, para demostrar que no estaba ofendida, pero Claire la dejó atónita cuando respondió:
―Ya lo hice.
―¿Y qué?
Siguió un silencio tan prolongado, que ______ se convenció de que Claire no iba a explicárselo. Pero entonces dijo:
―Llegué a conocer a mi último patrón demasiado bien. El asunto terminó en el dolor más grande que una pueda imaginar.
______ no supo qué contestar. El dolor más grande que una pueda imaginar era una manera curiosa de describir un desengaño amoroso, por lo que quizá...
―¿Se murió? ―preguntó con vacilación. Claire soltó un bufido.
―Ojalá.
_____ frunció el ceño.
―¿De modo que ahora le odias?
―No, en realidad no puedo decir eso. Ni siquiera estoy sorprendida por lo que hizo. Si no me dejara llevar por el egoísmo, debería decir que acertó al hacer lo que hizo.
―¡Caray! ¿Qué es lo que hizo?
Hubo otra larga pausa. Claire parecía estar debatiendo en su interior si debía decir más. Y resultaba obvio que el tema era doloroso para ella. Habían empezado a aparecer lágrimas en sus ojos.
_____ estaba a punto de decir que lo olvidara cuando Claire explicó:
―Fue sólo una vez. Un error. No debió haber ocurrido. Ni siquiera me gustó..., bueno, no todo. Y no debería haber tenido un hijo con sólo una vez, pero así fue.
Santo Dios, tuvo un bebé y se le murió. ______ no podía extrañarse del dolor que sentía.
―Claire, no hace falta que...
―Estaba contenta de tener el bebé ―prosiguió Claire, como si _____ no hubiera hablado―. No creía que lo estaría, pero mi vida se reducía a trabajar y dormir un día tras otro, sin que me ocurriera nunca nada fuera de lo corriente. El bebé habría podido cambiarla, lo habría hecho si..., si...
Ahora Claire lloraba de verdad, pero en silencio, con grandes lágrimas resbalando por sus mejillas. ______ no supo si debía abrazarla, puesto que no eran precisamente amigas, o dejar que se desahogara esperando que después fuera capaz de dominarse. Pero sentía el impulso de abrazarla al verla tan desconsolada.
Cuando se disponía a hacerlo, ______ cambió de opinión. En realidad no eran amigas, y Claire podría tomárselo a mal, podría ofenderse mucho si _____ le ofrecía compasión. A fin de cuentas, la muchacha había dado muestras de que le caía antipática desde el principio.
Optó por seguir preguntando, pensando que Claire quizá se sentiría mejor si hablaba de ello. Tal vez no había tenido a nadie que la consolara, que la ayudara a compartir su pérdida. Parecía que se había guardado todo el dolor para sí.
―¿Cómo murió? ―preguntó finalmente _____.
Claire parpadeó y la miró, frunciendo el ceño.
―¿Murió? No murió. Me lo robaron.
______ la miró fijamente.
―¿Qué?
―Su señoría no creyó que el bebé fuera suyo, al principio. Se burló y dijo cosas muy groseras que se reducían a «con una sola vez no se hacen bebés». Eso mismo había pensado yo, pero comprobé lo contrario por experiencia propia. Pero no quise tratar de convencerle. No quise que reconociera a su hijo ni nada parecido. Aunque me preocupaba mucho perder mi empleo por eso. Y el resto del personal se burló de mí por haberme quedado embarazada sin tener marido.
―¿De modo que te fuiste?
―No, y ojalá lo hubiera hecho. Pero mi tía aún trabajaba allí. Ella me había conseguido aquel empleo, lo mismo que hizo aquí.
―¿Aquí?
―¿No lo sabías? ―preguntó Claire―. La señora Appleton es mi tía.
______ lo ignoraba, y como las dos mujeres no se parecían en nada, no habría podido adivinarlo. Pero estaba más interesada en el relato de la muchacha, de modo que preguntó:
―¿Qué ocurrió cuando nació el bebé?
―Las hermanas de su señoría vinieron a verlo. Él les había dicho que yo había insinuado que era suyo. No sé por qué se molestó en decírselo.
―Quizá pensó que tú se lo contarías y quiso advertirlas para que no te creyeran.
―Es posible, pero no se lo habría dicho. No eran demasiado amables, ninguna de las dos, de modo que era inconcebible recurrir a ellas. Dos solteronas amargadas, eso es lo que eran. Las evitaba siempre que venían de visita.
―¿Pero fueron a ver a tu hijo?
―Oh, sí, y manifestaron que era el vivo retrato de su hermano cuando era un bebé. Su señoría era el hermano menor, ¿sabes?, mucho más joven que ellas, por lo que ambas le vieron nacer.
―¿De modo que reconocieron que tu hijo llevaba su misma sangre?
―Sí.
―¿Pero no era eso una buena cosa?
―¡Cielos, no! Insistieron en que les cediera a mi hijo para criarle. Su hermano ya era casi cincuentón y nunca había engendrado un heredero. Ellas estaban desesperadas por eso. Pero yo les proporcioné ese heredero, de modo que ya no debían preocuparse ni de dar la lata a su hermano al respecto.
―¿Así que se lo diste?
Volvieron a aflorar las lágrimas.
―No me dejaron otra salida. Estaban dispuestas a declarar que había cometido toda clase de delitos y hacerme encarcelar si no les entregaba el niño y renunciaba a verle para siempre.
―¿Habrían podido hacerlo realmente?
―Oh, sí, muy fácilmente. Al fin y al cabo ¿quién creería a una humilde criada de cocina frente a dos damas y un lord de la nobleza?
―Pero ¿por qué insistieron en que no volvieras a verle? ¡Tú eras su madre!
―Porque no querían que el niño lo supiera. Es su heredero. Le están criando para convertirle en un miembro aceptable de la elite.
―¿Sin una madre? ¿Acaso le engendraron del aire?
―Oh, su señoría tiene una esposa. Yo no lo sabía, de lo contrario yo nunca hubiera..., bueno, da igual. Pero yo no era la única que no lo sabía. No creo que la mayor parte del personal lo supiera tampoco, porque ella se había marchado mucho tiempo atrás. Supongo que no se llevaban bien, por lo que se negó a vivir con él. Las hermanas dijeron que se había ido llorando a reunirse con su propia familia.
—¿Por qué no se divorció de él?
―La alta burguesía no hace eso.
―Pero ¿van a afirmar que es hijo de ella? ¿Estuvo la esposa de acuerdo con eso?
―Esas hermanas pueden ser muy persuasivas. ―Claire se inclinó hacia delante para susurrar―: Iban a decirle que su hermano estaba dispuesto a volver a vivir con ella. Me imaginé que habría accedido a cualquier cosa con tal de evitar eso.
―¿Te lo contaron ellas? ―preguntó _____, incrédula.
―No, pero en mi presencia planearon cómo iban a llevar el asunto, como si yo no estuviera allí oyendo todo lo que decían.
El fenómeno de la invisibilidad otra vez. Era realmente asombroso cómo funcionaba.
―Supongo que, después de aquello, no te permitieron seguir trabajando allí
Los labios de Claire empezaron a temblar de nuevo.
―No, tuve que irme aquel mismo día y jurar que nunca volvería ni trataría de ver a mi hijo. Sin embargo, va a tener una buena vida, la mejor escolarización, lo mejor de todo lo que se puede pagar con dinero.
―Y, a juzgar por lo que has dicho, también una familia despreciable.
Claire suspiró.
―No, de hecho le adoran.
―¿Cómo lo sabes si no has vuelto nunca más?
―Mi tía se quedó allí algún tiempo más, sólo para ver cómo le trataban. Ellos no sabían que era mi tía, por lo que no tuvo que irse conmigo. Dijo que adoran al niño, que son completamente distintos cuando están con él, que parecen buena gente. Hasta su señoría ha resultado ser un buen padre.
Ahora _____ empezaba a entender lo de «si no me dejara llevar por el egoísmo».
―¿De modo que crees que está mejor con ellos?
―Sé que lo está. Al fin y al cabo ¿qué puedo ofrecerle yo, aparte del estigma de un bastardo?
_____ sabía que ese estigma no era tan malo, por lo menos si uno de los progenitores era noble. Jeremy constituía un buen ejemplo de ello.
―Podrías darle amor ―insinuó.
―Ya lo recibe en abundancia. No, está mucho mejor con ellos. Sólo que... le echo de menos. Las hermanas no aparecieron hasta que el bebé tenía casi dos meses. Tuve que ocuparme de él durante ese tiempo y... ojalá no lo hubiera hecho. Habría resultado mucho más fácil entregarle si no le hubiera tenido nunca en mis brazos, si no le hubiera dado el pecho, si...
Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas. _____ notó que también a ella se le humedecían los ojos. Esta vez abrazó a la mujer. Y no fue rechazada.
En cuanto sus emociones se calmaron un poco, _____ le preguntó:
―¿Has pensado en trabajar en algo distinto? No pareces demasiado contenta con las tareas de la cocina.
―No me importa mucho. Siempre estoy pensando en mi hijo.
―Entonces ¿has pensado en tener más hijos? Eso podría hacerte la vida más llevadera.
―¿Te refieres a más bastardos?
―No, pensaba en que te casaras primero.
Claire soltó un bufido.
―¿Y quién me querría?
______ suspiró y puso los ojos en blanco.
―Nadie, con tu aspecto y comportamiento actuales. Pero tienes una cara bonita, Claire. No hay ninguna necesidad de esconderla. En mi habitación hay un espejo que no se usa mucho. ¿Por qué no vamos y vemos qué podemos hacer con tu pelo? Te queda muy feo, recogido en ese moño. ¿Y te pasa algo en la espalda que te hace andar de una forma tan desgarbada?
Claire se sonrojó y susurró:
―No, es que tengo los pechos muy grandes y llaman demasiado la atención.
_____ se echó a reír.
―Veo que no soy la única que necesita corregirse. Esa clase de atención no es mala si sabes aprovecharla. Si tu objetivo es tener más hijos, entonces tu prioridad es encontrar antes un marido. Así pues, utilízate a ti misma como cebo y pesca uno.
―No veo que tú sigas esta propuesta.
―Debo mejorar mi educación antes de empezar a buscar un marido decente. La estoy mejorando aquí.
―Yo no diría que liarte con Malory sea una mejora, sobre todo si tienes intención de encontrar marido.
―Eso es cierto, pero Malory constituye una excepción, es único en todos los sentidos. Es tan sumamente guapo que induce al pecado. Traté de resistirme a él con todas mis fuerzas, pero ahora que he dejado de resistirme, me alegro mucho de haberlo hecho. Si a una chica se le presenta la oportunidad de disfrutar con un hombre así no debe despreciarla, porque un hombre como él sólo se encuentra una vez en la vida.
―¿Y no te molesta saber que todo quedará en nada?
―Oye, yo no puedo esperar nada más que pasármelo bien por un tiempo. Yo misma terminaré esta relación dentro de unos meses, si no lo hace él antes. Sentiré que se acabe, claro, pero como yo se que no va a durar mucho, no me sentiré frustrada.
―Ése es un punto de vista muy liberal. La mayoría de las mujeres nunca lo verían así, ¿sabes?
______ se echó a reír.
―No hace tanto tiempo que soy mujer, Claire. Así pues, ¿cómo puedo saberlo, ¿eh?
―¿Tan joven eres?
―No, es solo que he llevado pantalones durante mucho tiempo.
____ esperó ansiosamente para saber cómo había ido la búsqueda de Nicholas. Cuando éste regresó a casa ese día, no parecía desanimado, aunque no había tenido demasiada suerte en su misión, por lo menos no de momento. Al parecer, la mayoría de sus antiguos compañeros de colegio no residían en Londres ni venían de visita a menudo. Y respecto de los jóvenes calaveras con los que él y Logan tenían amistad y que sí vivían en Londres, Nicholas comento:
―No confiaría en que ni uno solo de ellos mantuviera la boca cerrada una vez que este asunto se hubiera resuelto.
Y eso daría al traste con todo el plan si lord Bascomb se enterase más tarde. Por consiguiente, _____ sugirió:
―Entonces quizá no deberías buscar entre tus amigos, sino entre esos tipos que saben mentir para ganarse el sustento.
―Espero que no te refieras a gente del hampa.
Ella le miró enojada por el hecho de que hubiera pensado en eso.
―No, me refería a actores, por supuesto. Su trabajo consiste en ser convincentes al representar un papel, ¿no? De modo que se les da bien mentir… bueno, si son buenos actores.
―Maldita sea, tienes razón. Creo que haré una visita al distrito de los teatros. Y deberíamos divertirnos esta noche, salir por la ciudad. Te lo debo por todas esas ideas espléndidas que se te están ocurriendo, cariño, ya lo creo que sí.
―No sé qué decirte ―repuso ______ poco convencida, pero él había salido por la puerta, de modo que no supo si la había oído o no.
¿Una noche en la ciudad? No sabía exactamente en qué consistía eso, pero era muy consciente de que no disponía de la ropa adecuada para salir con un caballero. El vestido que había lucido en el baile había sido devuelto a Chelsea, que lo había mandado de vuelta porque le quedaba demasiado largo. Aun así, era un vestido sólo para grandes ocasiones, no para una noche de picos pardos en Londres.
Ese día terminó pronto el trabajo. La excitación nerviosa la hacia apresurarse. Sin nada más que hacer, se ofreció para ayudar a Claire con sus tareas en la cocina. Esperaba además que eso mejorara la actitud de la muchacha, quien últimamente se había mostrado muy fría con ella. No es que Claire hubiera sido nunca amiga suya, pero, aun así su actitud había cambiado de un modo evidente. El ofrecimiento de _____ no le mejoró el humor, aunque ésta por fin averiguó por qué Claire manifestaba tanta hostilidad hacia ella.
Tan pronto como la señora Appleton salió de la cocina para un breve descanso, después de empezar a preparar la cena, Claire espetó a ______:
―Eres una guarra. Sabía que acabarías en su cama. Eres demasiado bonita.
______ se quedó atónita, pero sólo por un momento. ¿Era demasiado bonita? Miró a Claire con ojo crítico y finalmente respondió:
―Tú tampoco eres fea, Claire. Bueno, eres desgarbada, pero creo que lo haces adrede. ¿Por qué?
Como era de esperar, Claire se ofendió y estampó el cuchillo con el que había estado mondando las patatas sobre la mesa.
―No es asunto tuyo.
_____ se encogió de hombros y siguió cortando patatas.
―Claro que no lo es, pero tampoco lo que yo hago es asunto tuyo. Así pues, ¿por qué haces comentarios?
―Lo que estás haciendo es inmoral.
______ se echó a reír.
―¿En opinión de quién? Lo único que hago es divertirme un poco con ese señor. En mi opinión eso no es inmoral mientras lo haga sólo con él. Puede que me llevara un tiempo comprenderlo, pero al final lo hice. Y es sólo mi opinión lo que cuenta. Además, no está casado. Yo no estoy casada. ¿A quién puede perjudicar?
―A ti ―dijo Claire sin más.
Aquella respuesta hizo enmudecer a ______. Ya había averiguado eso por sí misma. A la larga Nicholas se cansaría de ella. Confiaba en que ella se cansaría de él más o menos al mismo tiempo, pero teniendo en cuenta lo que sentía por él, lo dudaba seriamente. Pero de todos modos se marcharía al cabo de unos meses, para continuar su vida y encontrar un hombre que quisiera casarse con ella, no uno que no deseaba casarse nunca.
Suspiró y dijo:
―Seguramente. Pero eso no te «concerne», ¿verdad?
―Concierne ―la corrigió Claire.
______ se puso rígida. Había descuidado tanto su modo de hablar en el salón aquel día, que el hecho de que la rectificaran estuvo a punto de sacarla de sus casillas.
―¿Es que todas las personas de esta casa van a corregirme ahora?
Claire volvió a adoptar un aire ofendido.
―Creía que querías aprender a hablar correctamente.
―Es cierto, pero no resulta fácil teniendo que pensar cada palabra que me viene a la cabeza, ¿sabes?
―Por eso son necesarias las advertencias, para que se convierta en un hábito en lugar de una tarea.
La lógica de aquellas palabras era demasiado aplastante como para rebatirla. _____ recordaba vagamente que Lucy hacía lo mismo citando le enseñaba a hablar como ella muchos años atrás. Entonces _____ sólo había deseado no meter la pata cuando se ponía nerviosa o se enfadaba, pero Lucy había conseguido quitarle la costumbre de emplear aquella «expresión elegante», como decía ella.
―Lo siento –agregó Claire―. No pretendía cambiar de tema.
______ no pudo evitar reírse, considerando que el tema del que habían estado hablando era lo que Claire llamaba la conducta «inmoral» de ______.
―Deberías tratar de ser tan inmoral como yo. Mejora mucho el ánimo.
Lo dijo en broma, para demostrar que no estaba ofendida, pero Claire la dejó atónita cuando respondió:
―Ya lo hice.
―¿Y qué?
Siguió un silencio tan prolongado, que ______ se convenció de que Claire no iba a explicárselo. Pero entonces dijo:
―Llegué a conocer a mi último patrón demasiado bien. El asunto terminó en el dolor más grande que una pueda imaginar.
______ no supo qué contestar. El dolor más grande que una pueda imaginar era una manera curiosa de describir un desengaño amoroso, por lo que quizá...
―¿Se murió? ―preguntó con vacilación. Claire soltó un bufido.
―Ojalá.
_____ frunció el ceño.
―¿De modo que ahora le odias?
―No, en realidad no puedo decir eso. Ni siquiera estoy sorprendida por lo que hizo. Si no me dejara llevar por el egoísmo, debería decir que acertó al hacer lo que hizo.
―¡Caray! ¿Qué es lo que hizo?
Hubo otra larga pausa. Claire parecía estar debatiendo en su interior si debía decir más. Y resultaba obvio que el tema era doloroso para ella. Habían empezado a aparecer lágrimas en sus ojos.
_____ estaba a punto de decir que lo olvidara cuando Claire explicó:
―Fue sólo una vez. Un error. No debió haber ocurrido. Ni siquiera me gustó..., bueno, no todo. Y no debería haber tenido un hijo con sólo una vez, pero así fue.
Santo Dios, tuvo un bebé y se le murió. ______ no podía extrañarse del dolor que sentía.
―Claire, no hace falta que...
―Estaba contenta de tener el bebé ―prosiguió Claire, como si _____ no hubiera hablado―. No creía que lo estaría, pero mi vida se reducía a trabajar y dormir un día tras otro, sin que me ocurriera nunca nada fuera de lo corriente. El bebé habría podido cambiarla, lo habría hecho si..., si...
Ahora Claire lloraba de verdad, pero en silencio, con grandes lágrimas resbalando por sus mejillas. ______ no supo si debía abrazarla, puesto que no eran precisamente amigas, o dejar que se desahogara esperando que después fuera capaz de dominarse. Pero sentía el impulso de abrazarla al verla tan desconsolada.
Cuando se disponía a hacerlo, ______ cambió de opinión. En realidad no eran amigas, y Claire podría tomárselo a mal, podría ofenderse mucho si _____ le ofrecía compasión. A fin de cuentas, la muchacha había dado muestras de que le caía antipática desde el principio.
Optó por seguir preguntando, pensando que Claire quizá se sentiría mejor si hablaba de ello. Tal vez no había tenido a nadie que la consolara, que la ayudara a compartir su pérdida. Parecía que se había guardado todo el dolor para sí.
―¿Cómo murió? ―preguntó finalmente _____.
Claire parpadeó y la miró, frunciendo el ceño.
―¿Murió? No murió. Me lo robaron.
______ la miró fijamente.
―¿Qué?
―Su señoría no creyó que el bebé fuera suyo, al principio. Se burló y dijo cosas muy groseras que se reducían a «con una sola vez no se hacen bebés». Eso mismo había pensado yo, pero comprobé lo contrario por experiencia propia. Pero no quise tratar de convencerle. No quise que reconociera a su hijo ni nada parecido. Aunque me preocupaba mucho perder mi empleo por eso. Y el resto del personal se burló de mí por haberme quedado embarazada sin tener marido.
―¿De modo que te fuiste?
―No, y ojalá lo hubiera hecho. Pero mi tía aún trabajaba allí. Ella me había conseguido aquel empleo, lo mismo que hizo aquí.
―¿Aquí?
―¿No lo sabías? ―preguntó Claire―. La señora Appleton es mi tía.
______ lo ignoraba, y como las dos mujeres no se parecían en nada, no habría podido adivinarlo. Pero estaba más interesada en el relato de la muchacha, de modo que preguntó:
―¿Qué ocurrió cuando nació el bebé?
―Las hermanas de su señoría vinieron a verlo. Él les había dicho que yo había insinuado que era suyo. No sé por qué se molestó en decírselo.
―Quizá pensó que tú se lo contarías y quiso advertirlas para que no te creyeran.
―Es posible, pero no se lo habría dicho. No eran demasiado amables, ninguna de las dos, de modo que era inconcebible recurrir a ellas. Dos solteronas amargadas, eso es lo que eran. Las evitaba siempre que venían de visita.
―¿Pero fueron a ver a tu hijo?
―Oh, sí, y manifestaron que era el vivo retrato de su hermano cuando era un bebé. Su señoría era el hermano menor, ¿sabes?, mucho más joven que ellas, por lo que ambas le vieron nacer.
―¿De modo que reconocieron que tu hijo llevaba su misma sangre?
―Sí.
―¿Pero no era eso una buena cosa?
―¡Cielos, no! Insistieron en que les cediera a mi hijo para criarle. Su hermano ya era casi cincuentón y nunca había engendrado un heredero. Ellas estaban desesperadas por eso. Pero yo les proporcioné ese heredero, de modo que ya no debían preocuparse ni de dar la lata a su hermano al respecto.
―¿Así que se lo diste?
Volvieron a aflorar las lágrimas.
―No me dejaron otra salida. Estaban dispuestas a declarar que había cometido toda clase de delitos y hacerme encarcelar si no les entregaba el niño y renunciaba a verle para siempre.
―¿Habrían podido hacerlo realmente?
―Oh, sí, muy fácilmente. Al fin y al cabo ¿quién creería a una humilde criada de cocina frente a dos damas y un lord de la nobleza?
―Pero ¿por qué insistieron en que no volvieras a verle? ¡Tú eras su madre!
―Porque no querían que el niño lo supiera. Es su heredero. Le están criando para convertirle en un miembro aceptable de la elite.
―¿Sin una madre? ¿Acaso le engendraron del aire?
―Oh, su señoría tiene una esposa. Yo no lo sabía, de lo contrario yo nunca hubiera..., bueno, da igual. Pero yo no era la única que no lo sabía. No creo que la mayor parte del personal lo supiera tampoco, porque ella se había marchado mucho tiempo atrás. Supongo que no se llevaban bien, por lo que se negó a vivir con él. Las hermanas dijeron que se había ido llorando a reunirse con su propia familia.
—¿Por qué no se divorció de él?
―La alta burguesía no hace eso.
―Pero ¿van a afirmar que es hijo de ella? ¿Estuvo la esposa de acuerdo con eso?
―Esas hermanas pueden ser muy persuasivas. ―Claire se inclinó hacia delante para susurrar―: Iban a decirle que su hermano estaba dispuesto a volver a vivir con ella. Me imaginé que habría accedido a cualquier cosa con tal de evitar eso.
―¿Te lo contaron ellas? ―preguntó _____, incrédula.
―No, pero en mi presencia planearon cómo iban a llevar el asunto, como si yo no estuviera allí oyendo todo lo que decían.
El fenómeno de la invisibilidad otra vez. Era realmente asombroso cómo funcionaba.
―Supongo que, después de aquello, no te permitieron seguir trabajando allí
Los labios de Claire empezaron a temblar de nuevo.
―No, tuve que irme aquel mismo día y jurar que nunca volvería ni trataría de ver a mi hijo. Sin embargo, va a tener una buena vida, la mejor escolarización, lo mejor de todo lo que se puede pagar con dinero.
―Y, a juzgar por lo que has dicho, también una familia despreciable.
Claire suspiró.
―No, de hecho le adoran.
―¿Cómo lo sabes si no has vuelto nunca más?
―Mi tía se quedó allí algún tiempo más, sólo para ver cómo le trataban. Ellos no sabían que era mi tía, por lo que no tuvo que irse conmigo. Dijo que adoran al niño, que son completamente distintos cuando están con él, que parecen buena gente. Hasta su señoría ha resultado ser un buen padre.
Ahora _____ empezaba a entender lo de «si no me dejara llevar por el egoísmo».
―¿De modo que crees que está mejor con ellos?
―Sé que lo está. Al fin y al cabo ¿qué puedo ofrecerle yo, aparte del estigma de un bastardo?
_____ sabía que ese estigma no era tan malo, por lo menos si uno de los progenitores era noble. Jeremy constituía un buen ejemplo de ello.
―Podrías darle amor ―insinuó.
―Ya lo recibe en abundancia. No, está mucho mejor con ellos. Sólo que... le echo de menos. Las hermanas no aparecieron hasta que el bebé tenía casi dos meses. Tuve que ocuparme de él durante ese tiempo y... ojalá no lo hubiera hecho. Habría resultado mucho más fácil entregarle si no le hubiera tenido nunca en mis brazos, si no le hubiera dado el pecho, si...
Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas. _____ notó que también a ella se le humedecían los ojos. Esta vez abrazó a la mujer. Y no fue rechazada.
En cuanto sus emociones se calmaron un poco, _____ le preguntó:
―¿Has pensado en trabajar en algo distinto? No pareces demasiado contenta con las tareas de la cocina.
―No me importa mucho. Siempre estoy pensando en mi hijo.
―Entonces ¿has pensado en tener más hijos? Eso podría hacerte la vida más llevadera.
―¿Te refieres a más bastardos?
―No, pensaba en que te casaras primero.
Claire soltó un bufido.
―¿Y quién me querría?
______ suspiró y puso los ojos en blanco.
―Nadie, con tu aspecto y comportamiento actuales. Pero tienes una cara bonita, Claire. No hay ninguna necesidad de esconderla. En mi habitación hay un espejo que no se usa mucho. ¿Por qué no vamos y vemos qué podemos hacer con tu pelo? Te queda muy feo, recogido en ese moño. ¿Y te pasa algo en la espalda que te hace andar de una forma tan desgarbada?
Claire se sonrojó y susurró:
―No, es que tengo los pechos muy grandes y llaman demasiado la atención.
_____ se echó a reír.
―Veo que no soy la única que necesita corregirse. Esa clase de atención no es mala si sabes aprovecharla. Si tu objetivo es tener más hijos, entonces tu prioridad es encontrar antes un marido. Así pues, utilízate a ti misma como cebo y pesca uno.
―No veo que tú sigas esta propuesta.
―Debo mejorar mi educación antes de empezar a buscar un marido decente. La estoy mejorando aquí.
―Yo no diría que liarte con Malory sea una mejora, sobre todo si tienes intención de encontrar marido.
―Eso es cierto, pero Malory constituye una excepción, es único en todos los sentidos. Es tan sumamente guapo que induce al pecado. Traté de resistirme a él con todas mis fuerzas, pero ahora que he dejado de resistirme, me alegro mucho de haberlo hecho. Si a una chica se le presenta la oportunidad de disfrutar con un hombre así no debe despreciarla, porque un hombre como él sólo se encuentra una vez en la vida.
―¿Y no te molesta saber que todo quedará en nada?
―Oye, yo no puedo esperar nada más que pasármelo bien por un tiempo. Yo misma terminaré esta relación dentro de unos meses, si no lo hace él antes. Sentiré que se acabe, claro, pero como yo se que no va a durar mucho, no me sentiré frustrada.
―Ése es un punto de vista muy liberal. La mayoría de las mujeres nunca lo verían así, ¿sabes?
______ se echó a reír.
―No hace tanto tiempo que soy mujer, Claire. Así pues, ¿cómo puedo saberlo, ¿eh?
―¿Tan joven eres?
―No, es solo que he llevado pantalones durante mucho tiempo.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
levvo mucho tiempo llevando pantalones me encanto esa frase siguela cuanto antes quiero ver que se pone la rrallis para salir con malory
lovely last
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Pobre claire, no me extraña que esté tan amargada, la mayoría de madres estan muy sensibles cuando sus hijos se van solo de viaje, si se lo roban es normal que sea mil veces peor.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 34
Nicholas no quería correr ningún riesgo cuando se trataba de elu¬dir los grilletes del matrimonio. Aquel día reunió a varios actores y les llevó a casa de su padre. Y tuvo un golpe de suerte. Por el cami¬no vio a uno de sus antiguos amigos de estudios pasando en un coche descubierto y le dio alcance.
Andrew Whittleby, o Andy, como sus amigos le llamaban, viz¬conde de Marlslow, había compartido su cuarto en uno de los co¬legios universitarios a los que Ncholas asistió y había sido su cóm¬plice en algunas de las travesuras que habían hecho que expulsaran temporalmente a Nicholas en un par de ocasiones hasta que final¬mente le echaron de otra escuela. Por entonces Andy había demos¬trado que se podía confiar en que mantuviera la boca cerrada. Ése era el motivo principal de que Nicholas hubiera durado en ese cole¬gio más tiempo que en los demás. Andy le había encubierto a me¬nudo. Era un buen tipo, siempre dispuesto a sacar a un amigo de un apuro.
De estatura media, pelo rubio y ojos marrones, Andrew habría sido considerado un corintio de haber sido un poco más alto. Un joven apuesto, todavía soltero. Al terminar los estudios se había retirado a la finca que iba unida a su título, por lo que Nicholas no le había visto desde entonces. Andrew prefería administrar su propiedad personalmente y le encantaba disfrutar del aire libre, a juzgar por su intenso bronceado. Y todavía iba a heredar muchas más propiedades y títulos cuando falleciera su padre, pero eso no sucedería en muchos años. De modo que se le consideraba un buen partido. Era una lástima que Emily no se hubiera fijado antes en él.
Después de que Nick le explicara la situación, Andrew accedió a ser uno de los mentirosos. Jeremy no dudaba que le ayudaría, siendo tan buen chico. Incluso había conocido a Emily pocas noches antes y se había planteado cortejarla hasta que oyó los rumores que señalaban a Nick.
―Pensé que no tendría ninguna oportunidad contra ti, Nick, de veras. De modo que renuncié a intentarlo, pero con pesar. Es una chica terriblemente atractiva.
―Te la puedes quedar, si no te importa que sea intrigante, mi¬mada y una embustera empedernida que por lo visto recurrirá a lo que sea para salirse con la suya. Decidió que yo iba a ser su marido, y cuando no le presté ni la más mínima atención puso en marcha su campaña de rumores, que fueron moderados al principio, pero subieron de tono hasta ese último absurdo de que está esperando un hijo mío, cuando apenas he hablado con ella y mucho menos la he tocado.
Andrew pareció divertido y explicó por qué:
―Antes mi madre también era así..., bueno, no exactamente así, pero algo parecido. Se inventaba los cuentos más entretenidos para nuestros vecinos, les dejaba pasmados, alarmados, sobre ascuas, y luego se reía de su credulidad. Y nunca la pillaron. Sencillamen¬te le encantaba inventar chismes.
―No es tan perjudicial, pero... Supongo que el estar prevenido cambia mucho las cosas. Bien, ¿todavía estás interesado en ella?
―Oh, desde luego. Me casaría con ella si me lo pidiera, por lo que creo que puedo ser muy convincente en este sentido. ¿Crees que su padre insistirá en que me case con ella cuando diga que el bebé que espera es mío?
―Es una posibilidad, y bien merecida, ya que ésa era su inten¬ción para conmigo. Propónselo a mi padre. Él será quien dirigirá esta operación.
―¡Vaya! ¿Por fin voy a conocer a tu padre? ¡Espléndido! Siem¬pre lo he deseado, ¿sabes? Ese hombre tiene una reputación extraor¬dinaria, sin rival en el cuadrilátero, ni tampoco en el campo del honor, ¿y sabías que...?
Nick escuchó a medias mientras proseguían su camino hacia el domicilio de su padre. No oía nada que no supiera ya de su progeni¬tor, y lo más divertido de todo era que Andrew no sabía ni la mitad.
Entonces se topó con otro golpe de suerte inesperado. Drew también se había ofrecido voluntario para ser uno de sus embuste¬ros, y ya tenía preparada su patraña. Irónicamente, no era más que su conducta habitual cuando se trataba de mujeres, de modo que pa¬ra él sólo era cuestión de incluir el nombre de Emily en el cuento. Así pues, sólo faltaba que Orlando escogiera un tercero de entre los actores que Nick le había traído.
Nicholas esperaba con ansia la representación que tendría lugar en la residencia de los Bascomb, pero cuando lo mencionó, Orlando le dijo rotundamente:
―Tú no irás, muchachito. Tu presencia no es necesaria y no ha¬ría más que dar a la chica una oportunidad de demostrar sus apti¬tudes de interpretación. La idea es sorprenderla lo suficiente como para hacerle meter la pata al contar su versión.
Nicholas se vio obligado a aceptarlo, pero, maldita sea, no iba a re-sultar fácil esperar entre bastidores para averiguar si el plan daba resultado. Pero por lo menos ______ le ayudarla a distraerse. De he¬cho, cuando estaba cerca de ella apenas podía pensar en nada más.
Todavía le desconcertaba el cambio que se había producido en ella. _____ disfrutaba haciendo el amor, de eso no había ninguna duda. Una vez que la joven hubo superado sus propias objeciones, fue como si nunca hubieran existido. Por lo que preocupaba a Nicholas era su manera de enfocar esa relación: _____ no quería ata¬duras ni obligaciones, tan sólo placer mutuo. Tenía del amor una concepción casi masculina.
Maldita sea, pensándolo bien, era casi idéntica a la manera habitual en que él mismo trataba a las mujeres. Pero, por una vez, Nicholas no quería que fuera así. Le habría gustado que ______ se com¬prometiera un poco más...bueno, de hecho, mucho más. Le habría gustado pasar a diario con _____ más tiempo del que ella estaba dispuesta a concederle, y no sólo en la cama. Le resultaba frustrante no poder hacerlo, tener que mantener su relación en secreto para no ofender a los demás sirvientes de su casa. Si _____ fuera su amante, podría pasar todo el tiempo que quisiera con ella, podría vestirla apropiadamente y llevarla a los muchos lugares en los que era acep¬table la presencia de queridas. Pero eso a ella no le interesaba lo mínimo, con gran disgusto de Nicholas.
Pero por lo menos estaba allí, en su hogar, a su alcance..., bueno, las más de las veces. Sin embargo no la vio al llegar a casa. Y cuando finalmente se cansó de esperar y bajó a la habitación de ______, oyó risas femeninas en el interior que le anunciaron que no estaba sola. Maldita sea. Adiós a la celebración de aquella noche. Aunque, desde luego, era un poco prematuro celebrar nada cuando todavía no había salido del atolladero.
Nicholas no quería correr ningún riesgo cuando se trataba de elu¬dir los grilletes del matrimonio. Aquel día reunió a varios actores y les llevó a casa de su padre. Y tuvo un golpe de suerte. Por el cami¬no vio a uno de sus antiguos amigos de estudios pasando en un coche descubierto y le dio alcance.
Andrew Whittleby, o Andy, como sus amigos le llamaban, viz¬conde de Marlslow, había compartido su cuarto en uno de los co¬legios universitarios a los que Ncholas asistió y había sido su cóm¬plice en algunas de las travesuras que habían hecho que expulsaran temporalmente a Nicholas en un par de ocasiones hasta que final¬mente le echaron de otra escuela. Por entonces Andy había demos¬trado que se podía confiar en que mantuviera la boca cerrada. Ése era el motivo principal de que Nicholas hubiera durado en ese cole¬gio más tiempo que en los demás. Andy le había encubierto a me¬nudo. Era un buen tipo, siempre dispuesto a sacar a un amigo de un apuro.
De estatura media, pelo rubio y ojos marrones, Andrew habría sido considerado un corintio de haber sido un poco más alto. Un joven apuesto, todavía soltero. Al terminar los estudios se había retirado a la finca que iba unida a su título, por lo que Nicholas no le había visto desde entonces. Andrew prefería administrar su propiedad personalmente y le encantaba disfrutar del aire libre, a juzgar por su intenso bronceado. Y todavía iba a heredar muchas más propiedades y títulos cuando falleciera su padre, pero eso no sucedería en muchos años. De modo que se le consideraba un buen partido. Era una lástima que Emily no se hubiera fijado antes en él.
Después de que Nick le explicara la situación, Andrew accedió a ser uno de los mentirosos. Jeremy no dudaba que le ayudaría, siendo tan buen chico. Incluso había conocido a Emily pocas noches antes y se había planteado cortejarla hasta que oyó los rumores que señalaban a Nick.
―Pensé que no tendría ninguna oportunidad contra ti, Nick, de veras. De modo que renuncié a intentarlo, pero con pesar. Es una chica terriblemente atractiva.
―Te la puedes quedar, si no te importa que sea intrigante, mi¬mada y una embustera empedernida que por lo visto recurrirá a lo que sea para salirse con la suya. Decidió que yo iba a ser su marido, y cuando no le presté ni la más mínima atención puso en marcha su campaña de rumores, que fueron moderados al principio, pero subieron de tono hasta ese último absurdo de que está esperando un hijo mío, cuando apenas he hablado con ella y mucho menos la he tocado.
Andrew pareció divertido y explicó por qué:
―Antes mi madre también era así..., bueno, no exactamente así, pero algo parecido. Se inventaba los cuentos más entretenidos para nuestros vecinos, les dejaba pasmados, alarmados, sobre ascuas, y luego se reía de su credulidad. Y nunca la pillaron. Sencillamen¬te le encantaba inventar chismes.
―No es tan perjudicial, pero... Supongo que el estar prevenido cambia mucho las cosas. Bien, ¿todavía estás interesado en ella?
―Oh, desde luego. Me casaría con ella si me lo pidiera, por lo que creo que puedo ser muy convincente en este sentido. ¿Crees que su padre insistirá en que me case con ella cuando diga que el bebé que espera es mío?
―Es una posibilidad, y bien merecida, ya que ésa era su inten¬ción para conmigo. Propónselo a mi padre. Él será quien dirigirá esta operación.
―¡Vaya! ¿Por fin voy a conocer a tu padre? ¡Espléndido! Siem¬pre lo he deseado, ¿sabes? Ese hombre tiene una reputación extraor¬dinaria, sin rival en el cuadrilátero, ni tampoco en el campo del honor, ¿y sabías que...?
Nick escuchó a medias mientras proseguían su camino hacia el domicilio de su padre. No oía nada que no supiera ya de su progeni¬tor, y lo más divertido de todo era que Andrew no sabía ni la mitad.
Entonces se topó con otro golpe de suerte inesperado. Drew también se había ofrecido voluntario para ser uno de sus embuste¬ros, y ya tenía preparada su patraña. Irónicamente, no era más que su conducta habitual cuando se trataba de mujeres, de modo que pa¬ra él sólo era cuestión de incluir el nombre de Emily en el cuento. Así pues, sólo faltaba que Orlando escogiera un tercero de entre los actores que Nick le había traído.
Nicholas esperaba con ansia la representación que tendría lugar en la residencia de los Bascomb, pero cuando lo mencionó, Orlando le dijo rotundamente:
―Tú no irás, muchachito. Tu presencia no es necesaria y no ha¬ría más que dar a la chica una oportunidad de demostrar sus apti¬tudes de interpretación. La idea es sorprenderla lo suficiente como para hacerle meter la pata al contar su versión.
Nicholas se vio obligado a aceptarlo, pero, maldita sea, no iba a re-sultar fácil esperar entre bastidores para averiguar si el plan daba resultado. Pero por lo menos ______ le ayudarla a distraerse. De he¬cho, cuando estaba cerca de ella apenas podía pensar en nada más.
Todavía le desconcertaba el cambio que se había producido en ella. _____ disfrutaba haciendo el amor, de eso no había ninguna duda. Una vez que la joven hubo superado sus propias objeciones, fue como si nunca hubieran existido. Por lo que preocupaba a Nicholas era su manera de enfocar esa relación: _____ no quería ata¬duras ni obligaciones, tan sólo placer mutuo. Tenía del amor una concepción casi masculina.
Maldita sea, pensándolo bien, era casi idéntica a la manera habitual en que él mismo trataba a las mujeres. Pero, por una vez, Nicholas no quería que fuera así. Le habría gustado que ______ se com¬prometiera un poco más...bueno, de hecho, mucho más. Le habría gustado pasar a diario con _____ más tiempo del que ella estaba dispuesta a concederle, y no sólo en la cama. Le resultaba frustrante no poder hacerlo, tener que mantener su relación en secreto para no ofender a los demás sirvientes de su casa. Si _____ fuera su amante, podría pasar todo el tiempo que quisiera con ella, podría vestirla apropiadamente y llevarla a los muchos lugares en los que era acep¬table la presencia de queridas. Pero eso a ella no le interesaba lo mínimo, con gran disgusto de Nicholas.
Pero por lo menos estaba allí, en su hogar, a su alcance..., bueno, las más de las veces. Sin embargo no la vio al llegar a casa. Y cuando finalmente se cansó de esperar y bajó a la habitación de ______, oyó risas femeninas en el interior que le anunciaron que no estaba sola. Maldita sea. Adiós a la celebración de aquella noche. Aunque, desde luego, era un poco prematuro celebrar nada cuando todavía no había salido del atolladero.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 35
La residencia urbana de los Bascomb era más bien pequeña, pero lord Bascomb y su esposa rara vez iban a Londres, y en aquellos días muchos miembros de la nobleza opinaban que dejar una casa dotada de personal, pero desocupada, era un desperdicio de buenos sirvientes. Desde luego, no admitían que fuese una pérdida de dine¬ro. Pero de hecho resultaba más económico no mantener una resi¬dencia en la ciudad. Se había puesto de moda alquilar un piso amue¬blado si había que desplazarse a Londres, o simplemente hospedarse en uno de los grandes hoteles si la visita era breve.
Albert Bascomb tenía negocios en la ciudad, y probablemen¬te por eso mantenía una residencia allí. Y la estaban acondicionan¬do para la puesta de largo de su hija. Y pese a ser pequeña, estaba lujosamente amueblada, con algunas piezas y obras de arte excep¬cionales. Después de todo los Bascomb eran bastante ricos, pero in¬teligentemente poco ostentosos.
Orlando Malory fue a visitarlos a la mañana siguiente. Había dado aviso la víspera de que iba a presentarse, por lo que el hecho de que le hicieran esperar, y además en el pequeño vestíbulo, le resultó bastante divertido… durante un rato.
Albert se encontraba en casa. El mayordomo había informado a Orlando, después de anunciar su llegada a su patrón, que éste esta¬ba muy ocupado, por lo que quizá sería mejor que volviera en un momento más oportuno. Orlando se limitó a mandarle de vuelta con el mensaje de que no iba a marcharse.
―Bastante descortés de su parte, ¿no les parece? ―comentó, Andrew cuando ya habían transcurrido veinte minutos.
―Probablemente no es más que una señal de que todo este asun¬to le ha preocupado ―sugirió Drew.
―No dudo que estuviera preocupado ―replicó Orlando con cier¬to enojo―. Lo suficiente como para ir corriendo hasta Haverston y explicárselo todo a mi hermano Johnny.
―Entonces quizá crea que ya está resuelto y que sería una pér¬dida de tiempo hablar más del asunto ―insinuó Andrew―. Sin em¬bargo, podría tener la cortesía de comunicárnoslo.
―Puede que Johnny le diera la impresión de que estaba resuelto ―admitió Orlando―. Pero lo dudo mucho. A Johnny se le da bien decir a un hombre lo que quiere oír, pero sin llegar a decirle nada.
Drew soltó una risita.
―Ojalá supiera cómo hacer eso.
―Con diplomacia, querido muchacho, mucha diplomacia ―re¬puso Orlandp―. Y tú también la dominas; sólo que la utilizas exclusi¬vamente con las mujeres.
―Ah, esa clase de diplomacia ―exclamó Drew, sonriendo.
Al cabo de cinco minutos la paciencia de Orlando se agotó y les dijo a los jóvenes:
―Vamos, pero esperad fuera hasta que yo os llame.
El mayordomo, que montaba guardia delante del despacho de su patrón, pensó en impedir la entrada a Orlando. Pero fue una idea fugaz. Después de mirar detenidamente a Orlando, optó por abrir la puerta y anunciarle.
Albert estaba leyendo un documento sentado a su mesa. Levantó la mirada y suspiró al ver a Orlando entrar en la habitación.
―Éste no es el momento oportuno.
―Eso me han dicho, aunque dudo que haya algún momento oportuno para discutir este desagradable asunto. Pero considerando que usted fue a comentárselo al Malory equivocado, me concederá un poco de su tiempo, ¿verdad?
No era en modo alguno una pregunta. Albert así lo entendió y dejó su documento a un lado. James no le había visto nunca. Te¬nía un aspecto distinguido y el pelo castaño oscuro, con tonos más claros en las sienes que insinuaban que pronto encanecerían. A Orlando le sorprendió que su cabello no fuese blanco, teniendo una hija del carácter de Emily.
―En realidad no hay nada más que discutir, exceptuando la fe¬cha de la boda ―declaró Albert―. ¿Ha venido para sugerir una?
Orlando no respondió. Desplazó hacia un lado una de las sillas si-tuadas frente a la mesa de Albert, para tener una visión mejor de la función cuando empezara. Era una silla cómoda, lo cual resultaba conveniente, pues tenía la sensación de que aquélla no sería una vi¬sita breve.
El silencio desconcertó al hombre mayor, lo suficiente para que espetara:
―Escuche, conozco su reputación y me niego a dejarme intimidar.
Orlando arqueó una ceja.
―Vamos, amigo. ¿De dónde ha sacado la idea de que yo in¬timido? Yo o bien hago caso omiso o bien..., bueno, no llegaremos a ese extremo, estoy seguro.
Las mejillas de Albert se sonrojaron.
―Entonces vaya al grano, Malory. ¿Para qué ha venido?
―Bueno, ocurre algo extraño con los rumores. Tienden a des¬pertar interés, sorprender o enfurecer, dependiendo del punto de vis¬ta y la implicación de cada uno.
―Soy consciente de que corren rumores sumamente embarazo¬sos. Quienquiera que los divulgó merecería estar muerto. Pero, des-graciadamente, resultan ser ciertos.
―Lamento no estar de acuerdo. Es una suerte que sean completamente falsos.
―Entonces ¿pretende su hijo negar su responsabilidad? Es una cobardía por su…
―Ahórrese las calumnias, Bascomb ―le interrumpió Orlando―¬ Tengo tendencia a tomármelas como algo personal.
Lo dijo en el tono más suave posible y sin embargo Albert palideció. Con todo, baladroneó:
―Estamos hablando de su nieto además del mío.
―Si fuese mi nieto, puede estar seguro de que no estaríamos manteniendo esta conversación.
―La verdad saldrá a la luz tarde o temprano ―dijo Albert en un tono confiado.
―Desde luego, pero no será la verdad que usted espera, y no saldrá hasta que sea demasiado tarde. Por eso he traído algunas otras verdades para someterlas a su consideración.
―¿Y ahora va a proferir amenazas y amenazar con matarme? ―inquirió Albert.
Orlando se echó a reír, no tanto por la pregunta en sí como por la indignación con que Bascomb la formuló.
―No sé qué ha oído decir de mí, Bascomb, pero probablemen¬te sólo eran medias verdades, se lo aseguro. Otro caso de rumores sin sentido, ¿sabe?
―Lo dudo ―murmuró Albert.
―Como quiera. Pero, como iba diciendo, debido a los rumores que circulan actualmente, uno de los cuales condena a Nicholas a ca¬sarse con su chica, mi casa ha sido asaltada esta semana por dos indignados pretendientes de su hija que no sabían que Nicholas tiene ahora su propia residencia. Creyeron que le encontrarían bajo mi techo. Hay un tercer pretendiente, pero se hospeda en mi casa, por desgracia. Un pariente de mi esposa. Resulta muy difícil quitárselo de encima.
Alguien tosió al otro lado de la puerta, pero Albert no pareció oírlo.
―¿Y bien? ―preguntó, ceñudo.
―Bueno, imagínese mi sorpresa cuando cada uno de ellos insistió en que tenía más derecho a casarse con Emily que Nicholas puesto que accedieron a ella antes que él.
―¿Accedieron antes que él? ¿Qué insinúa?
Orlando volvió a levantar una ceja.
―¿Quiere que recurra a un vocabulario vulgar, Bascomb?
El hombre se puso colorado de ira, se levantó y se inclinó hacia delante, con los puños cerrados.
―Si cree que puede hacer estas insinuaciones sin tener la menor prueba, lord Malory...
―¿Y dónde está su prueba?
Albert volvió a sonrojarse, pero esta vez porque entendió brus-camente lo que el otro quería decir. Orlando dejó pasar un momento para que lo asimilara mejor: aquello que Albert había afirmado se basaba puramente en la patraña que su hija había tejido.
Entonces dijo Orlando:
―Le sugiero que haga bajar a su hija para oír qué tiene que de¬cir por sí misma. De hecho, insisto en ello.
―¿Insiste? Es inconcebible que una chica de su edad hable de un tema como éste...
―Disparates. El asunto le atañe a ella, y ha sido provocado por su supuesta indiscreción. ¿De veras creía que podría obligar a mi hijo a casarse con su hija sin que ella nos contara su versión de la his¬toria? Y he traído conmigo mi prueba, los tres caballeros que afir¬man conocerla... muy bien.
―¿Y no ha traído a su hijo? ¿Por qué no? Si Emily debe some¬terse a esta vergonzosa situación, entonces yo quiero oír también lo que su hijo tiene que decir al respecto.
―Simplemente le dirá que no conoce a su hija lo más mínimo. Así pues, ¿de qué serviría oírle decir eso? Es usted quien exige respon-sabilidades, Bascomb, no mi familia. Téngalo muy presente.
Albert se dirigió con paso rígido hasta la puerta para ordenar a su criado que fuera a buscar a Emily. Al ver a los tres desconocidos allí también, dijo secamente:
―Pasen. Prefiero oír lo que tienen que decir antes de que llegue mi hija.
Los tres entraron en el despacho. Sólo Drew se acomodó en la silla libre que había junto a la mesa. Andrew se quedó de pie, muy tieso, a un lado, mientras que el tercero se acercó a una de las ventanas para tener más luz. Los actores siempre estaban preocupados por la iluminación.
Andrew no parecía estar nervioso, sino inquieto. A Orlando le ha¬bía sorprendido enterarse de que seguía queriendo cortejar a la chi¬ca. Le habría deseado suerte en su empeño, pero para él la mejor suerte sería que el muchacho no obtuviera el favor de la intrigante chiquilla.
El actor, William Shakes, estaba impaciente por actuar. Consi¬deraba ésa una oportunidad para demostrar sus dotes de interpre¬tación a un nivel más personal. Pero cabía la posibilidad de que los Bascomb le hubieran visto en la escena y le reconocieran. Era por eso que no tenía intención de mentir sobre su identidad.
Orlando reconoció para sus adentros que al utilizar a ese tipo se había pasado de la raya. Resultaba más bien sórdido que una dama de la condición de Emily tuviera trato con un hombre que no per¬tenecía a su misma clase. Pero Emily Bascomb ya había manchado su reputación sin remedio; así pues, ¿qué importancia podía tener otro desliz aquí o allá?
La residencia urbana de los Bascomb era más bien pequeña, pero lord Bascomb y su esposa rara vez iban a Londres, y en aquellos días muchos miembros de la nobleza opinaban que dejar una casa dotada de personal, pero desocupada, era un desperdicio de buenos sirvientes. Desde luego, no admitían que fuese una pérdida de dine¬ro. Pero de hecho resultaba más económico no mantener una resi¬dencia en la ciudad. Se había puesto de moda alquilar un piso amue¬blado si había que desplazarse a Londres, o simplemente hospedarse en uno de los grandes hoteles si la visita era breve.
Albert Bascomb tenía negocios en la ciudad, y probablemen¬te por eso mantenía una residencia allí. Y la estaban acondicionan¬do para la puesta de largo de su hija. Y pese a ser pequeña, estaba lujosamente amueblada, con algunas piezas y obras de arte excep¬cionales. Después de todo los Bascomb eran bastante ricos, pero in¬teligentemente poco ostentosos.
Orlando Malory fue a visitarlos a la mañana siguiente. Había dado aviso la víspera de que iba a presentarse, por lo que el hecho de que le hicieran esperar, y además en el pequeño vestíbulo, le resultó bastante divertido… durante un rato.
Albert se encontraba en casa. El mayordomo había informado a Orlando, después de anunciar su llegada a su patrón, que éste esta¬ba muy ocupado, por lo que quizá sería mejor que volviera en un momento más oportuno. Orlando se limitó a mandarle de vuelta con el mensaje de que no iba a marcharse.
―Bastante descortés de su parte, ¿no les parece? ―comentó, Andrew cuando ya habían transcurrido veinte minutos.
―Probablemente no es más que una señal de que todo este asun¬to le ha preocupado ―sugirió Drew.
―No dudo que estuviera preocupado ―replicó Orlando con cier¬to enojo―. Lo suficiente como para ir corriendo hasta Haverston y explicárselo todo a mi hermano Johnny.
―Entonces quizá crea que ya está resuelto y que sería una pér¬dida de tiempo hablar más del asunto ―insinuó Andrew―. Sin em¬bargo, podría tener la cortesía de comunicárnoslo.
―Puede que Johnny le diera la impresión de que estaba resuelto ―admitió Orlando―. Pero lo dudo mucho. A Johnny se le da bien decir a un hombre lo que quiere oír, pero sin llegar a decirle nada.
Drew soltó una risita.
―Ojalá supiera cómo hacer eso.
―Con diplomacia, querido muchacho, mucha diplomacia ―re¬puso Orlandp―. Y tú también la dominas; sólo que la utilizas exclusi¬vamente con las mujeres.
―Ah, esa clase de diplomacia ―exclamó Drew, sonriendo.
Al cabo de cinco minutos la paciencia de Orlando se agotó y les dijo a los jóvenes:
―Vamos, pero esperad fuera hasta que yo os llame.
El mayordomo, que montaba guardia delante del despacho de su patrón, pensó en impedir la entrada a Orlando. Pero fue una idea fugaz. Después de mirar detenidamente a Orlando, optó por abrir la puerta y anunciarle.
Albert estaba leyendo un documento sentado a su mesa. Levantó la mirada y suspiró al ver a Orlando entrar en la habitación.
―Éste no es el momento oportuno.
―Eso me han dicho, aunque dudo que haya algún momento oportuno para discutir este desagradable asunto. Pero considerando que usted fue a comentárselo al Malory equivocado, me concederá un poco de su tiempo, ¿verdad?
No era en modo alguno una pregunta. Albert así lo entendió y dejó su documento a un lado. James no le había visto nunca. Te¬nía un aspecto distinguido y el pelo castaño oscuro, con tonos más claros en las sienes que insinuaban que pronto encanecerían. A Orlando le sorprendió que su cabello no fuese blanco, teniendo una hija del carácter de Emily.
―En realidad no hay nada más que discutir, exceptuando la fe¬cha de la boda ―declaró Albert―. ¿Ha venido para sugerir una?
Orlando no respondió. Desplazó hacia un lado una de las sillas si-tuadas frente a la mesa de Albert, para tener una visión mejor de la función cuando empezara. Era una silla cómoda, lo cual resultaba conveniente, pues tenía la sensación de que aquélla no sería una vi¬sita breve.
El silencio desconcertó al hombre mayor, lo suficiente para que espetara:
―Escuche, conozco su reputación y me niego a dejarme intimidar.
Orlando arqueó una ceja.
―Vamos, amigo. ¿De dónde ha sacado la idea de que yo in¬timido? Yo o bien hago caso omiso o bien..., bueno, no llegaremos a ese extremo, estoy seguro.
Las mejillas de Albert se sonrojaron.
―Entonces vaya al grano, Malory. ¿Para qué ha venido?
―Bueno, ocurre algo extraño con los rumores. Tienden a des¬pertar interés, sorprender o enfurecer, dependiendo del punto de vis¬ta y la implicación de cada uno.
―Soy consciente de que corren rumores sumamente embarazo¬sos. Quienquiera que los divulgó merecería estar muerto. Pero, des-graciadamente, resultan ser ciertos.
―Lamento no estar de acuerdo. Es una suerte que sean completamente falsos.
―Entonces ¿pretende su hijo negar su responsabilidad? Es una cobardía por su…
―Ahórrese las calumnias, Bascomb ―le interrumpió Orlando―¬ Tengo tendencia a tomármelas como algo personal.
Lo dijo en el tono más suave posible y sin embargo Albert palideció. Con todo, baladroneó:
―Estamos hablando de su nieto además del mío.
―Si fuese mi nieto, puede estar seguro de que no estaríamos manteniendo esta conversación.
―La verdad saldrá a la luz tarde o temprano ―dijo Albert en un tono confiado.
―Desde luego, pero no será la verdad que usted espera, y no saldrá hasta que sea demasiado tarde. Por eso he traído algunas otras verdades para someterlas a su consideración.
―¿Y ahora va a proferir amenazas y amenazar con matarme? ―inquirió Albert.
Orlando se echó a reír, no tanto por la pregunta en sí como por la indignación con que Bascomb la formuló.
―No sé qué ha oído decir de mí, Bascomb, pero probablemen¬te sólo eran medias verdades, se lo aseguro. Otro caso de rumores sin sentido, ¿sabe?
―Lo dudo ―murmuró Albert.
―Como quiera. Pero, como iba diciendo, debido a los rumores que circulan actualmente, uno de los cuales condena a Nicholas a ca¬sarse con su chica, mi casa ha sido asaltada esta semana por dos indignados pretendientes de su hija que no sabían que Nicholas tiene ahora su propia residencia. Creyeron que le encontrarían bajo mi techo. Hay un tercer pretendiente, pero se hospeda en mi casa, por desgracia. Un pariente de mi esposa. Resulta muy difícil quitárselo de encima.
Alguien tosió al otro lado de la puerta, pero Albert no pareció oírlo.
―¿Y bien? ―preguntó, ceñudo.
―Bueno, imagínese mi sorpresa cuando cada uno de ellos insistió en que tenía más derecho a casarse con Emily que Nicholas puesto que accedieron a ella antes que él.
―¿Accedieron antes que él? ¿Qué insinúa?
Orlando volvió a levantar una ceja.
―¿Quiere que recurra a un vocabulario vulgar, Bascomb?
El hombre se puso colorado de ira, se levantó y se inclinó hacia delante, con los puños cerrados.
―Si cree que puede hacer estas insinuaciones sin tener la menor prueba, lord Malory...
―¿Y dónde está su prueba?
Albert volvió a sonrojarse, pero esta vez porque entendió brus-camente lo que el otro quería decir. Orlando dejó pasar un momento para que lo asimilara mejor: aquello que Albert había afirmado se basaba puramente en la patraña que su hija había tejido.
Entonces dijo Orlando:
―Le sugiero que haga bajar a su hija para oír qué tiene que de¬cir por sí misma. De hecho, insisto en ello.
―¿Insiste? Es inconcebible que una chica de su edad hable de un tema como éste...
―Disparates. El asunto le atañe a ella, y ha sido provocado por su supuesta indiscreción. ¿De veras creía que podría obligar a mi hijo a casarse con su hija sin que ella nos contara su versión de la his¬toria? Y he traído conmigo mi prueba, los tres caballeros que afir¬man conocerla... muy bien.
―¿Y no ha traído a su hijo? ¿Por qué no? Si Emily debe some¬terse a esta vergonzosa situación, entonces yo quiero oír también lo que su hijo tiene que decir al respecto.
―Simplemente le dirá que no conoce a su hija lo más mínimo. Así pues, ¿de qué serviría oírle decir eso? Es usted quien exige respon-sabilidades, Bascomb, no mi familia. Téngalo muy presente.
Albert se dirigió con paso rígido hasta la puerta para ordenar a su criado que fuera a buscar a Emily. Al ver a los tres desconocidos allí también, dijo secamente:
―Pasen. Prefiero oír lo que tienen que decir antes de que llegue mi hija.
Los tres entraron en el despacho. Sólo Drew se acomodó en la silla libre que había junto a la mesa. Andrew se quedó de pie, muy tieso, a un lado, mientras que el tercero se acercó a una de las ventanas para tener más luz. Los actores siempre estaban preocupados por la iluminación.
Andrew no parecía estar nervioso, sino inquieto. A Orlando le ha¬bía sorprendido enterarse de que seguía queriendo cortejar a la chi¬ca. Le habría deseado suerte en su empeño, pero para él la mejor suerte sería que el muchacho no obtuviera el favor de la intrigante chiquilla.
El actor, William Shakes, estaba impaciente por actuar. Consi¬deraba ésa una oportunidad para demostrar sus dotes de interpre¬tación a un nivel más personal. Pero cabía la posibilidad de que los Bascomb le hubieran visto en la escena y le reconocieran. Era por eso que no tenía intención de mentir sobre su identidad.
Orlando reconoció para sus adentros que al utilizar a ese tipo se había pasado de la raya. Resultaba más bien sórdido que una dama de la condición de Emily tuviera trato con un hombre que no per¬tenecía a su misma clase. Pero Emily Bascomb ya había manchado su reputación sin remedio; así pues, ¿qué importancia podía tener otro desliz aquí o allá?
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
sigue sigue le quiero leer la cara a esa arpiaaa
ajaja
ajaja
#Fire Rouge..*
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