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Mensaje por gabiberroteran Dom 17 Abr 2011, 9:24 pm

Capitulo 6



Regresar a la ciudad pareció llevar mucho más tiempo del que habían tardado en llegar a la mansión de Heddings. _____ no tenía reloj, pero no se habría sorprendido si hubiera visto salir el sol. Es­taba cansada, en realidad exhausta, por las muchas emociones que no estaba acostumbrada a experimentar. Además, empezaba a tener hambre. Y todavía tenía muchas cosas de que ocuparse cuando final­mente llegara a casa. De hecho, esperaba que Dagger estuviera dor­mido para poder descansar un poco también ella. Sería mucho más sencillo dar explicaciones, o inventarse mentiras, con una mente des­pejada que no se viera embotada por el agotamiento.



Logan volvía a dormitar; un tipo listo. _____ deseó poder hacer lo mismo, pero con lord Malory todavía completamente despierto no se atrevía. No era que pensara que él pudiera hacerle algo mientras dormía. Sencillamente debía estar atenta para aprovechar la oportu­nidad de huir en una zona que reconociera.



No dudaba que la dejarían irse, ahora que había hecho lo que querían, pero seguramente no la llevarían de vuelta allí donde 1a habían encontrado. ¿Por qué irían a desviarse de su camino, siendo tan tarde? Y si la dejaban en el sector de la ciudad donde ellos residían estaría completamente perdida y tardaría varias horas en encontrar el modo de regresar a casa. Cierto que se había criado en Londres, pero una ciudad grande y tan sólo conocía la pequeña parte donde vivía. En cuanto él volvió a posar sus ojos en ella, _____ lo supo, y al mirarle lo corroboró: algo se le pasaba por la cabeza. La mirada que dirigía era demasiado pensativa.



―Por cierto, ¿dónde dejaste tus zapatos?



La pregunta la sorprendió. No era lo que esperaba oír, dada la expres­ión meditabunda del caballero. Y, de hecho, le sorprendió que no se lo hubiera preguntado antes, puesto que la había hecho cami­nar través del bosque sólo con calcetines. Y antes de eso le había atado los tobillos. Habría tenido que ser ciego para no darse cuenta que no llevaba un calzado normal.



―Éstos son mis zapatos ―respondió, y levantó un pie para que pudiera ver la delgada suela de cuero en la parte inferior del calcetín de lana.



―Ingenioso.



______ se sonrojó ligeramente, pero sólo porque se sentía orgullo­sa de su improvisado calzado. Se lo había confeccionado ella misma. Tenía un par de zapatos normales, porque andar con lo que parecían únicamente sus calcetines habría suscitado demasiados comentarios durante el día. Sólo usaba las suelas para trabajar.



―¿Te importa que los vea más de cerca? ―preguntó él.



______ se apresuró a recoger los pies debajo del asiento, tan lejos como pudo, y le dirigió una mirada rebelde. Malory se limitó encogerse de hombros.



Luego la dejó atónita cuando agregó:



―Eres mucho más listo de lo que me había imaginado. Menuda historia improvisaste allí. ¿De modo que lord Carryway? ―dijo sol­tando una risita.



_____ se encogió de hombros.



―El nombre encajaba.



―Supongo ―admitió él, pero aún no había saciado su curiosi­dad―. ¿Ocurre a menudo que te sorprenden y tienes que recurrir a la labia para salir del embrollo?



―No. Nunca me han «pillao», ni una sola vez... hasta esta noche. Dos veces en una noche, y las dos por tu culpa.



Malory tosió. Pero para evitar lanzarse mutuamente la culpa, mencionó aquello que tenía realmente en la cabeza. Dio unos golpe­citos al collar y la pulsera que estaban junto a él en el asiento y dijo:



―Quisiera devolver estos dos objetos a sus dueños legítimos, de forma anónima, por supuesto. ―Se aclaró la voz y pareció mani­fiestamente incómodo al añadir―: ¿Te importaría, jovenzuelo?



―¿Por qué debería importarme?



―Porque este montón es tuyo.



_____ resopló. Ya había decidido que no quería nada de aquel botín. Tenía demasiado fresca en la mente su propia imagen siendo capturada y colgada. Pero el hecho de que aquellas joyas hubieran sido robadas en dos ocasiones hacía que implicaran todavía más ries­gos y así lo manifestó.



―Una cosa es deshacerse de objetos cuando se afanan por pri­mera vez; es sólo cuestión de ser rápido. Pero intentar colar objetos que otro ha robado antes es arriesgarse a que te cojan. Alguien esta­rá buscando ya parte de esas joyas, si no todas. Antes que tocarlas las tiraría por la ventana.



Él sacudió la cabeza.



―Ni hablar. Te prometimos una fortuna en...



―Olvídalo, amigo. Si quiero algo de ti, ya te enterarás.



Oh, Dios, él volvió a mirarla de repente con ojos sensuales, en­cendiendo su deseo, derritiéndola por dentro. Si ella dijera algo más en aquel momento, sería un completo galimatías. ¿Cómo podía él hacer eso con sólo una mirada? ¿Y qué había dicho ella para hacerle cambiar de expresión de ese modo? ¿La mención de «quiero»? Eso sig­nificaría que sabía que era una mujer. Pero no podía saberlo. Nadie lo sabía. Y no había podido adivinarlo. _____ ya ni siquiera sabía actuar como una mujer, después de tanto tiempo representando su papel masculino, y no había cometido ningún error para delatarse.



Él la sacó del apuro enfriando su mirada carnal. ¿Lo hizo porque notó el desconcierto de ella? Cogió el fajo de billetes, lo recorrió brevemente con el pulgar y lo lanzó al asiento de ______.

―Aquí no hay más de cien libras, pero bastará por ahora.



¿Por qué hablaba como si su relación fuera a continuar?



―Es más de lo que he visto de una sola vez, o dos, o más –se apresuró a asegurarle ella―. Ya me basta.



Malory se limitó a sonreír. Ella volvió a mirar a través de la ven­tanilla. Abrió los ojos como platos al ver las calles y casas de Londres.



No fue capaz de reconocer nada, pero dijo en un tono de cierta desesperación:



―Puedes dejarme aquí, amigo. Ya encontraré el camino...



―Ni hablar, muchacho. Te llevaré hasta la puerta de tu casa y daré las explicaciones necesarias para sacarte del apuro que men­cionaste. Antes dejaremos a Logan. No tardaremos nada.



¿Y quedarse a solas con él y con aquellos condenados ojos que la desnudaban? No quería arriesgarse a tal cosa.



―He exagerado ―mintió―. Este dinero compensará de sobra el tiempo que me he pasado fuera de casa.



―Insisto―dijo él, sin tragarse su mentira―. Sería incapaz de dormir si pensara que este desagradable asunto iba a acarrearte perjuicios.



―¿Y qué me importa que no puedas dormir? ―replicó ______ groseramente―. Lo que para ti es un favor para mí es un problema; no me hagas ningún favor más. Tendría todavía más problemas si te enseñase dónde viven mis amigos. Despertar en un callejón después de recibir una soberana paliza sería salir bien librado.



―¿Crees que te pegarán por...?



― A mí no ―le interrumpió bruscamente.



Malory soltó una risita.





―Muy bien, ya lo he entendido. Pero te acompañaré hasta esa taberna. Es lo menos que puedo hacer.



_____ no creía que él se conformara con eso después de haber llegado tan lejos, por lo que no tuvo más remedio que decir:



―No, no quiero.



―No te estaba pidiendo permiso, querido muchacho.



_____ abrió la boca para soltar un comentario de lo más soez, pero como no le servía de nada, decidió reservar sus energías para lo que le esperaba a continuación.

Listo capitulo, les digo algo van a AMAR a Nicholas Malory ok? OK
Nataly que bueno que estes de vacaciones yo tambien ando en las mismas y gracias por leer la novelas :)
gabiberroteran
gabiberroteran


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Mensaje por lovely last Lun 18 Abr 2011, 6:54 am

no lo dejes ahi quiero saber que pasa
lovely last
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Mensaje por gabiberroteran Lun 18 Abr 2011, 8:05 am

Capitulo 7


_____ tuvo que esperar mucho tiempo a que el ricachón le qui¬tara los ojos de encima para pasar a la acción. Cuando finalmente él dejó de mirarla, no se lo pensó dos veces: se abalanzó contra la portezuela del coche, se apeó y salió corriendo calle abajo.

Resultó muy fácil, como se había imaginado que sería, aunque no había calculado lo mucho que debería agachar la cabeza para pasar por la portezuela. No habiendo viajado en coche a menudo, y nunca en uno tan elegante como ése, no había tenido en cuenta su estatu¬ra superior a la media. De modo que al saltar por la portezuela del vehículo se golpeó la cabeza. Tuvo suerte de que sólo se le cayera el sombrero y el topetazo no la dejara inconsciente.

Había perdido el sombrero. Le tenía mucho cariño porque lo había ganado en una pelea callejera. Le daba cierto «garbo» que le encantaba, probablemente porque satisfacía su vanidad femenina. Pero ahora había desaparecido, olvidado en el suelo del coche del se¬ñorón, y por nada del mundo iba a arriesgarse a encontrarse de nuevo el joven lord para recuperarlo.

No aflojó el paso, no necesitaba hacerlo porque aún no había perdido el aliento. Pero una travesía más adelante pensó que era mejor dejar de correr antes de que se agotara. Cuando empezaba a aminorar la marcha, oyó que alguien corría tras ella. Volvió la vista y emprendió una veloz carrera.

No podía creerlo. ¡El condenado rico la perseguía! Y no sólo un corto trecho. Debería haberse rendido después de la primera trave¬sía pero no lo hizo.

La cosa no tenía sentido, puesto que habían terminado su nego¬cio. Ella había hecho lo que ellos querían y ellos la habían traído de vuelta a Londres. ¿Por qué diablos se obstinaba en desviarse de su camino ¬para acercarla a su casa cuando era evidente que ella no quería que la llevara más lejos?

Había recorrido ya tres malditas manzanas y él seguía sin detenerse. ______ empezaba a quedarse sin resuello. Él tenía las piernas más largas. Se le acercaba poco a poco. _____ estuvo a punto de rendirse, pero al doblar una esquina vio un carruaje que se acercaba. Aprovechando los pocos segundos que estuvo fuera de la visión de Malory, se lanzó bajo el carruaje, se agarró con pies y manos al armazón y se pegó cuanto pudo al chasis para mantenerse lejos del suelo; en esta postura esperó hasta que vio pasar las piernas de su perseguidor.

Apretada contra los bajos del coche, se mantuvo fuera de la vista de Malory. Éste siguió corriendo, pero ahora en dirección contraria, lo que permitió a ______ dejarse caer al suelo cuando el carruaje dobló otra esquina.

Estaba todavía sin aliento, con el corazón acelerado, aún más hambrienta y a punto de desplomarse de puro agotamiento. De no haber creído que retrasar el regreso a casa empeoraría todavía más su situación, habría buscado un callejón en el que acurrucarse y pasar¬se el día durmiendo.

Se había perdido, naturalmente, en una zona de la ciudad en la que no había estado nunca. Y llamaba demasiado la atención. Sin el sombrero -para ocultar el color rubio albino de su pelo, su melena rizada era como un señuelo, sobre todo en contraste con la chaqueta de terciopelo verde oscuro. Llamaba la atención allí por donde pasaba, ha¬ciendola sentirse más incómoda de lo que estaba dispuesta a admitir.

Tardó otra hora en dar con una referencia conocida gracias a la cual dejó de caminar sin rumbo y echó a andar en la dirección co¬rrecta. Tardó una hora y media en llegar finalmente a casa a paso lento, cansada y dolorida.

Pero seguía teniendo la sensación de que alguien la seguía. Sabía perfectamente que había despistado a Malory, de modo que no podía tratarse de él. Cada vez que volvía la vista atrás, no veía más que a otras personas que se dirigían a sus quehaceres. Sin embargo, pa¬saba ante muchos callejones en los que cualquiera que la siguiera podía esconderse y espiarla desde allí. Finalmente llegó a la conclu¬sión de que estaba siendo estúpida, que su agotamiento y su calen¬turienta imaginación la estaban engañando.

Y estaba preocupada. Ésa era probablemente la razón principal de que estuviera nerviosa y se imaginara cosas. Se sentía cada vez peor a medida que se acercaba a su casa, porque no sabía si seguiría te¬niendo un hogar a partir de ese día.

Tyrus Dyer no daba crédito a lo que habían visto sus ojos. O es¬taba perdiendo el juicio, porque sabía que aquella mujer no podía haber obviado el paso de los años para parecer tan joven como antes, o veía a la chica que en teoría estaba muerta. Tenía que ser una cosa u otra, y como no creía estar perdiendo el juicio resultaba evidente que la muchacha no había muerto. Y había crecido hasta llegar a convertirse en la viva imagen de su madre.

Tyrus había sido contratado para asesinarla, a ella y a su padre. Eliminar al hombre había resultado sencillo. Ocuparse de la niña habría tenido que ser aún más fácil. Pero tenía una niñera que la cus¬todiaba, y esa mujer había luchado como gato panza arriba. Aunque él estaba seguro de que la había herido de muerte, ¡la niñera incluso le había arrebatado la cachiporra y le había golpeado con ella! No es¬tuvo inconsciente mucho rato, pero sí lo suficiente para que la niñe¬ra sacara a la pequeña de la casa y la escondiera en alguna parte.

Como no pudo encontrar a la chiquilla pensó que se había acu¬rrucado en algún escondrijo esperando la muerte, y que su cuerpo no llegó a descubrirse. Pero eso no satisfizo a su cliente. Había en juego dinero, mucho dinero, y aquel tipo se enfureció tanto por la incompetencia de Tyrus que no sólo se negó a pagarle, sino que in¬cluso trató de matarle. Pero Tyrus, que se lo veía venir, consiguió esqui¬var los disparos y escapar.

Durante los años siguientes, el propio Tyrus había estado furioso.-Había hecho la mitad del trabajo. Pero después la suerte le fue tan esquiva, que creyó que ese trabajo sin concluir le había echado mal de ojo. Fuera cual fuese la tarea que le encomendaban, la hacía chapuceramente. Como consecuencia de ello, le habían despedido tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Pero su mala suerte acababa de manifestarse. Ya no era ilusoria. Era tangible. Sin embargo, ahora disponía de los medios necesarios para deshacerse de ella. Debía meditarlo bien. No quería precipitar¬se y fallar otra vez. Sabía dónde vivía la chica. Escondida en los ba¬rrios bajos durante todos aquellos años, ¡quién lo hubiera dicho! Él iría a buscarla.


gabiberroteran
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Mensaje por Invitado Lun 18 Abr 2011, 8:52 am

hola gabi me encanto la novela tienes que seguirla
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Mensaje por Invitado Lun 18 Abr 2011, 9:17 am

hola gabi me encanto la novela tienes que seguirla me encanta la trama y la historia soy maria
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Mensaje por gabiberroteran Lun 18 Abr 2011, 10:02 am

Más tarde capitulo niñas... Bienvenida Maria
gabiberroteran
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Mensaje por lovely last Mar 19 Abr 2011, 1:49 am

me encanto el cap y no quiero que maten a la rallis es muy triste malory la salvera siguela pronto
lovely last
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Mensaje por gabiberroteran Mar 19 Abr 2011, 6:08 am

Capitulo 8



Era esperar demasiado que Dagger no estuviera despierto. Hacía ya un rato que había salido el sol. Dagger estaba sentado a la mesa de la cocina, tomando una taza de té que Nan le había preparado. Seis de los chicos estaban en la sala principal, además de otros dos que dormían allí. Todos vieron cómo Dagger la miraba a través de la puerta en forma de arco que daba a la cocina y empezaron a aban­donar la casa.



_____ entró en la cocina y se dejó caer en el asiento situado frente a Dagger.



Era un hombre poco atractivo, y además la larga cicatriz de la barbilla y la más corta que tenía bajo el ojo izquierdo le conferían un aspecto malvado. Su pelo, largo y castaño, estaba enmarañado y tenía los ojos enrojecidos. Parecía demacrado en aquel momento. De hecho, parecía tan cansado como ella. _____ adivinó entonces que no había dormido nada, que se había pasado la noche en blanco esperando su regreso. Pero no porque estuviera preocupado por ella. No, al no re­gresar cuando debía, _____ le había proporcionado el pretexto que él andaba buscando para librarse de ella. No era un hombre estúpido. De haberlo sido, _____ habría podido engañarlo.



Estaba demasiado cansada para mentir sobre lo sucedido. Sería un error intentarlo. Pero antes de que Dagger pudiera decir nada, se sacó el fajo de billetes del bolsillo y lo tiró sobre la mesa. Ningún miembro de la pandilla había traído nunca tanto dinero a casa. Cien libras era una verdadera fortuna para ellos. _____ confiaba en que eso sirviera para algo. No fue así. Dagger apenas miró el dinero. Y, demasiado tarde, ella se dio cuenta de que eso la acusaba de haber infringido las normas intencionadamente.



―Tienes que escucharme, Dagger ―dijo―. Desde que me marché de aquí anoche me he visto forzada a hacer muchas cosas.



―Sé que te pillaron, pero también sé que no te han metido en chirona.



―Aun así fue una trampa. Querían un ladrón que les hiciera un trabajo.



―Sabías que no debías hacerlo. ¿Por qué no te negaste?



―¿Por qué crees que me sacaron de la taberna atado de manos y pies? ―replicó ella.



―Pero no has estado atado todo el tiempo, ¿«verdá»? ―dijo él, mirando fijamente el dinero que había sobre la mesa―. Habrías po­dido escaparte más pronto.



Eso era cierto. _____ explicó con voz cansada:



―Me habría perdido en el campo sin saber cómo encontrar el camino de vuelta a Londres.



―¡Has salido de Londres!



Ella se estremeció al oír ese grito.



―Por eso no he intentado escapar más pronto. ―No había estado nunca fuera de Londres―. Seguramente habría tardado una semana en volver a casa. Pero me prometieron que me traerían de vuelta des­pués de robar al lord.



―¡Un lord! ―Ese grito fue todavía más fuerte que el anterior―. Y supongo que lo has hecho en su maldita casa, además...



_____ habría podido mentir al respecto, debería haber mentido. A fin de cuentas, ésa era la primera regla. Pero, a juzgar por las preguntas que él le estaba haciendo, sabía que fuera cual fuese su respuesta, estaba perdida.



―Recoge tus cosas y vete. Ya no vas a infringir ninguna regla más.



_____ no movió ni un músculo. Sabía que oiría eso, que dijera lo que dijese ella, iba a oírlo. Pero no esperaba sentir aquella opre­sión en el pecho ni la emoción que le obstruía la garganta. Dagger había sido su «familia» durante quince años. Lo que más daño le hacía era que quisiera perderla de vista.



No iba a llorar. Se suponía que no era una mujer, y había dejado de ser un niño. Se suponía que era un hombre, de modo que no po­día llorar. Con todo, era incapaz de contener el llanto, por lo que se levantó velozmente de la mesa antes de que Dagger notara que se le humedecían los ojos.



Fue directamente a su jergón, en el suelo de la sala principal. Era suyo. Lo enrollaría y se lo llevaría, aunque no podía imaginarse dónde lo extendería a partir de entonces. Junto a él estaba su ropa, en un hatillo no muy grande. La indumentaria que llevaba era su preferida, de modo que la usaba a diario, y sólo cuando la lavaba se ponía la de recambio. Su mascota estaba dentro de su cajita. La metió dentro del hatillo para transportarla más fácilmente.



Los dos niños que todavía dormían se habían incorporado en sus jergones, y lloraban a lágrima viva. _____ se detuvo para abrazarles. Normalmente habría tratado de animarles, pero no le salían las pa­labras ni podía tragarse el nudo que tenía en la garganta, de modo que no dijo nada.



Cuando abrió la puerta se encontró con los demás niños puestos en fila; la mayoría de ellos también lloraban. Habían estando es­cuchando detrás de la puerta y sabían que no volverían a verla. A _____ se le partía el corazón. Ella había sido su héroe durante mucho tiempo. Probablemente la seguirían si se lo pidiera. Pero no podía hacerle eso a Dagger, por más cruelmente que la hubiese tra­tado. Los chicos eran todo lo que Dagger tenía. Se apartó de ellos y se encaminó hacia la calle.



Irónicamente, había querido marcharse hacía años, encontrar un empleo de verdad, un trabajo respetable para no tener que volver a robar. Dagger la estaba obligando a realizar ese sueño antes de lo que esperaba. _____ confiaba en poder agradecérselo algún día, que su dolor no durara demasiado.

Pero el hecho de que tiempo atrás había deseado marcharse no mitigaba su dolor. Habría querido irse por las buenas, poder volver de visita y quizás ayudar a los demás chicos a encontrar también un empleo honrado.



―¡______!



Se volvió, asombrada, y vio que Dagger se acercaba resueltamen­te por la calle hacia ella. Su dolor cesó de inmediato. En el fondo él sabía que no podía hacerle eso. Sólo había querido asustarla, para que deja­se de infringir las reglas y diera buen ejemplo a los demás chicos.



Cuando Dagger llegó junto a ella, _____ vio que su expresión no era para nada conciliadora. Su breve resquicio de esperanza se esfumó. Él seguía enfadado. De hecho, no le había visto nunca tan irritado.



―¿Quieres saber por qué, _____? ―le musitó―. Eres demasiad­o guapo «pa» ser un hombre. Me he dado cuenta de que te deseo ­y eso me da tanto asco que a «veses» no puedo pensar. Pero te mataría antes que tocarte, así que lo mejor es deshacerme de ti, ¿no te parece? Saldrás adelante. No lo dudo. Te he enseñado bien. Pero lo harás en otro sitio. Ahora vete antes de que cambie de parecer y al final acabemos arrepintiéndonos los dos.



Ella habría podido decirle entonces que no debía estar enojado consigo mismo por desearla. A fin de cuentas era una chica. Pero esa confesión probablemente provocaría un ataque de furia nunca visto, por haberles engañado deliberadamente durante todos aquellos ­años. Y además, Dagger acababa de reconocer que la deseaba. Si supiera que en realidad era una mujer, la querría tener en su cama durante un rato y luego probablemente la obligaría a prostituirse... o ambas cosas. ¿Y por qué había ocultado ella su sexo durante quin­ce años si no era para evitar ese destino?



______ se giró y se alejó antes de decir algo de lo cual ella se arrepentiría… y se tropezó con Lucy en la siguiente esquina.



―¡Caray! ¿Dónde has estado, _____? Te he andado buscando por todas… ¿Qué pasa?



Esta última pregunta la destrozó. Las lágrimas empezaron a res­balar por sus mejillas. Habría podido dominarse, marcharse sin desha­cerse en llanto si no se hubiera encontrado con Lucy. Con la queri­da Lucy, su hermana, su madre, su única amiga...



―Lo ha hecho, ¿verdad? ―adivinó Lucy de inmediato―. ¿Te ha echado? ―Al ver que _____ asentía, agregó―: Ay, cariño, no te lo tomes tan a pecho. ¿Sabes?, es tu oportunidad para hacer algo sensato con tu vida. Hablaste de encontrar marido, tener hijos, criar­los como Dios manda. Querías hacerlo, pero no podías empezar es­tando todavía aquí.



―Ya lo sé ―replicó ______, consiguiendo a duras penas que su voz atravesara el nudo que tenía en la garganta.

―Entonces anímate, ¿eh?



Mientras decía esto, también a Lucy se le caían las lágrimas. Se volvió de espaldas a ______, como si así pudiera ocultar la emoción que la agitaba.



―Te daré noticias mías cuando me instale ―prometió _____.



―Más te vale. Estaré muy preocupada hasta entonces. Ahora vete. Éste es un buen día para ti, querida. Tienes que creerlo.



_____ intentó con todas sus fuerzas sentir ese optimismo, pero no pudo. Empezó a alejarse precipitadamente de Lucy. Esa despedi­da era mucho más dolorosa de lo que había podido imaginarse. Pero su amiga la cogió por el hombro, reteniéndola un último mo­mento.



―Sé tú misma, pequeña _____ ―susurró Lucy entre lágrimas, mientras la abrazaba con fuerza―. Ha llegado la hora. Sé tú misma, y todo irá bien.
gabiberroteran
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Mensaje por lovely last Miér 20 Abr 2011, 4:29 am

que triste el cap ahora nick encontrara a la rallys y algo pasara eso creo siguela pronto
lovely last
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Mensaje por gabiberroteran Miér 20 Abr 2011, 6:56 am

Capitulo 9



―Tengo un paquete que entregar a un tal lord Malory. ¿Sabe donde puedo encontrarle?



―He oído decir que una familia Malory vive en Grosvenor Square.



―¿Dónde cae eso?



―Eres nuevo en la ciudad, ¿no?



―¿Tanto se me nota?



Una risa sofocada.



―Encontrarás Grosvenor al norte de aquí. Al final de la manzana, tuerce a la derecha y sigue recto hasta llegar a las casas de postín.



Tener la dirección la habría ayudado, o tal vez no. _____ necesi­taba un plano y no sabía dónde conseguirlo, y por otra parte tampoco ­sabría leerlo. Una dirección la habría ayudado sólo si hubiera podido permitirse pagar un taxi, pero no podía.



Estaba tan fuera de su elemento que su situación resultaba patética­. Notaba claramente la desventaja de su falta de educación. Se habría rendido si su rabia no la espoleara.



Había encontrado un callejón tranquilo en el que pasarse el día durmiendo, pero de hecho su sueño no duró mucho. El hambre la despertó mucho antes de lo que hubiese querido, produciéndole un dolor de cabeza que incrementó sus ya numerosos pesares.

Tenía que encontrar un trabajo enseguida. Si debía recurrir a robar para poder comer, no estaría mejor que antes. Tenía ante sí una opor­tunidad de mejorar, no de caer de nuevo en la golfería y en los anti­guos hábitos. Pero no iba a ser fácil. Lo sabía porque ya lo había in­tentado anteriormente.



Lucy solía encubrir su ausencia cuando _____ salía a buscar un empleo respetable. La dificultad siempre estribaba en su aspecto y la falta de una educación básica. Para optar a un trabajo masculino que no requería saber leer y escribir se necesitaba tener músculos, que no era su caso. Para aspirar a un empleo femenino requería vestir ropa de mujer, que no tenía. Y aunque consiguiera un trabajo cualquiera, necesitaría un techo sobre su cabeza y algunas monedas en el bol­sillo para sobrevivir hasta su primera paga.



Hubo un momento en el que creyó tener el problema resuelto. Un empleo de criada solía incluir casa y comida, lo que era ideal para alguien que empezaba sin un centavo. Tomó prestado uno de los ves­tidos de Lucy para acudir a la entrevista y se puso contentísima por haber sido contratada... para sólo dos horas. El mayordomo le había dado el trabajo únicamente porque su aspecto le fascinó. Pero tan pronto como la vio el ama de llaves, fue despedida. Era una familia de clase media que trataba de ascender en el escalafón social, lo cual significaba que buscaba sirvientes con categoría, o por lo menos que no parecieran maleantes ni prostitutas.



_____ se sintió tan decepcionada y desanimada por esa experien­cia, que dejó de buscar un trabajo decente durante mucho tiempo. Cuando empezó a buscarlo de nuevo, sencillamente no tuvo suerte.



Al recordar sus muchos fracasos se enfadaba. La verdad era que sólo buscaba un empleo esporádicamente, unas cuatro o cinco veces al año. No lo hacía a diario porque en realidad no estaba dispuesta a salir sola, a estar sola. Pero ahora ya no tenía más remedio, y no podía permitirse el lujo de tomarse su tiempo. Debía encontrar un trabajo inmediatamente, ese mismo día. Y debía conseguir algo de comida cuanto antes. Maldecirse por no haberse quedado al menos con algunos de los billetes que Malory le había dado, en lugar de entregar todo el fajo a Dagger, no le llenaba el estómago.



No le gustaba estar sola. Lo estaba comprobando de primera mano, pero ya lo sabía de antemano. Se había criado en una casa re­pleta de niños. Quería vivir de nuevo, pero esta vez con sus propios hijos, para criarlos como era debido. Necesitaba un marido que la ayudara a hacerlo, un buen hombre, con un trabajo respetable. Ése había sido su objetivo durante mucho tiempo, pero nunca se había parado a planteárselo en serio mientras llevaba la vida de un mu­chacho.



Sin embargo, no iba a encontrar un marido a la vuelta de la es­quina. Y comer era una necesidad, lo cual implicaba que debía conseg­uir antes un empleo. Entonces podría empezar a buscar un mari­do con el que fundar una familia.



Tuvo suerte con la comida. Descubrió que una de las sortijas del alijo de Heddings se había escurrido a través del agujerito que había el bolsillo de su chaqueta al interior de la funda. No podía venderla por los medios habituales, pues podía tratarse de uno de los objetos robados que la policía buscaba. Pero recordó que, muchos años atrás, la señorita Jane había vendido un anillo para comprar comida.



No había pensado en la señorita Jane durante años, por lo menos desde que se acabaron las pesadillas. No sabía por qué habían cesado. La habían atormentado desde la época que era capaz de recordar, que fue el corto espacio de tiempo que pasó con la señorita Jane. Y por lo general siempre era la misma pesadilla, repleta de sangre y gritos, hasta que un garrote caía sobre su cabeza y se terminaba.



Un sueño que por desgracia tenía muy raramente era muy bonito y le dejaba una sensación cálida y agradable. Soñaba con una mujer joven, a la que no conocía, pero que tenía el pelo de un rubio muy claro como el suyo, aunque lo llevaba peinado en ese estilo complicad­o que sólo había visto lucir a las damas. Era una mujer bonita, vestida con elegancia, y parecía un ángel andando sobre un campo lleno de flores.



Lucy le comentaba que el sueño del ángel era en realidad que un ángel la llamaba, porque se suponía que _____ tendría que haber muerto muchos años antes, aunque seguía viva. Desde luego, Lucy era muy imaginativa. Pero ______ lo había sido mucho más, al pen­sar que aquella hermosa dama podría ser ella misma, una imagen a la que podía aspirar. Ese sueño le daba esperanza.



Ahora necesitaba esperanza, y mucha más. La venta del anillo 1e había reportado menos de una libra. Muy decepcionante, pero fue ­lo mejor que pudo conseguir de un perfecto desconocido que pare­cía sólo deseoso de aprovechar una ganga.



Su desventura se debía por completo a aquel joven lord. Si no hubiera sido tan despótico, si se hubiera limitado a aceptar su negativa y hubiera buscado en su lugar a alguien que estuviera encanta­do de hacer lo que él quería, ahora ella no estaría preocupándose por cuándo volvería a comer.



Ese lord había contraído una deuda con ella. Y si no se la pagaba, ______ informaría a lord Heddings de adónde habían ido a parar sus joyas robadas. Bueno, en realidad no llegaría a tanto, pero Malory entendería el mensaje.



Terminó el ágape que había pedido en un buen restaurante y dio las gracias al camarero por la comida y sus indicaciones. No le vio fruncir el ceño. Pero, de haberlo visto, no habría sabido que se debía a que no le había dejado propina. Dicen que la ignorancia puede ser beneficiosa, pero en este caso, el camarero se enojó tanto que no quiso dejarla en la inopia. La siguió afuera y le gritó:



―¡Ruin hijo de puta! ¡Encima que te he dado indicaciones, sin tener ninguna obligación de hacerlo!



______ se volvió y se dio cuenta de que le gritaba a ella, aunque no podía entender por qué.



―¿De qué hablas, eh? ¡He pagado por la maldita comida!



―¡Eso demuestra lo estúpido que eres! ¿Acaso crees que el servicio es gratuito? No debería haber permitido que gentuza como tú entrara por esa puerta.



¿Gentuza como ella? Eso le dolió y la hizo sonrojarse. Había elegido el primer restaurante que encontró, sin pensar que se hallaba en una zona comercial opulenta, con gente bien vestida por todas partes. Los gritos del camarero estaban atrayendo una multitud de curiosos. Y ahora oía otros murmullos indignados.



―Un ladrón, seguro.



―Mírense los bolsillos por si ha estado actuando en esta zona.



―Mejor sería mirar en sus bolsillos.



―Lo único que quería era comer algo ―se apresuró a decir _____ al camarero―. Lo he pagado. Si no he pagado bastante, podrías haberlo dicho. No tenías que insultarme.



El tipo pareció darse cuenta de que su reacción había sido exa­gerada. Pero ahora se habían congregado muchos de sus clientes ha­bituales, de modo que no podía retractarse y disculparse.



―Márchate y no vuelvas por aquí ―le dijo―. Ésta es una zona respetable. Vuelve a los barrios bajos de donde has salido
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Mensaje por nataly jonas Jue 21 Abr 2011, 12:38 am

ese hijo de aaa ya lo odio siguela esta buenisima por cierto cuantos capitulos faltan para la cautiva del amor se ha ido el tiempo demaciado rapido
nataly jonas
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Mensaje por lovely last Jue 21 Abr 2011, 5:25 am

wou pobre rallis espero que le pase algo bueno pronto
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Mensaje por gabiberroteran Jue 21 Abr 2011, 7:25 am

Mil disculpas le pido a todas por no haber subido capitulo antes por eso hoy les dejare dos :D


Capitulo 10





______ se alejó del restaurante tratando de mantener la cabeza erguida, aunque le costó hasta el último gramo de su voluntad con­seguirlo. Le hubiera gustado echar a correr, sentía un impulso abrumador de hacerlo, pero no dudaba que alguien intentaría detenerla, porque correr la haría parecer culpable. No considerarían que sólo deseaba encontrar un agujero profundo en el que esconderse y llorar, de tan desconsolada y avergonzada como se sentía.



Ya había sido objeto de esa clase de desprecio anteriormente, cuando había estado buscando trabajo. No debería haber dejado que la afectara tanto. Simplemente indicaba lo difícil que iba a resultar encontrar un empleo decente.



Tardó un rato en digerir su agravio. Cuando finalmente lo con­siguió, la invadió cierto desasosiego, porque por segunda vez en dos días tenía la sensación de que alguien la observaba, la seguía. En esta ocasión era probablemente un miembro de la multitud congregada delante del restaurante, que se cercioraba de que se marchaba de su barrio.



Pero cuando se volvió a mirar, no vio nada fuera de lo común, por lo menos no cerca de ella. Un tipo de aspecto altivo entrando en un bloque de oficinas. Un repartidor. Una dama seguida de una criada cargada con paquetes, algunas parejas paseando cogidas del brazo y docenas de personas más ocupándose de sus quehaceres. Recorrió dos manzanas sin que se disipara la impresión de que la seguían, pero cada vez que miraba por encima del hombro no lograba imaginarse quién podía ser. Había demasiada gente en la calle en aquel sector de la ciudad.



Finalmente se escabulló al interior de un comercio, lo atravesó corriendo hasta meterse en la trastienda y, a pesar de los gritos de pro­testa de los empleados, salió por la puerta de atrás. Durante los diez minutos siguientes no dejó de correr. Desanduvo el camino, pasó través de otros edificios y, por fin, aquella sensación se esfumó. Si alguien la había estado siguiendo, ahora creía haberle despistado. Había un largo trecho hasta Grosvenor Square, de modo que anocheció antes de que llegara allí. Y por el camino no vio ni un solo callejón acogedor. Pero sí pasó por varios parques, muchos parques, algunos de ellos tan extensos que _____ temió haber salido de la ciudad por descuido. Por último se acurrucó entre unos arbustos para esperar a que llegara el día y poder orientarse. Al amanecer sintió otra vez la punzada del hambre, y eso la enfureció ­aún más. Pero se olvidó de todo cuando miró a su alrededor y reco­noció el parque en el que se hallaba, aunque no recordaba haber es­tado nunca en aquella zona de la ciudad. Apenas había visto nada la pasada noche, debido a la oscuridad. Pero por la mañana distinguió bancos que flanqueaban el camino, el gigantesco y viejo roble que daba sombra, una niña que corría por entre una bandada de palomas ­para espantarlas, riendo con regocijo. ______ parpadeó y la niña desapareció, porque no era real. ¡Se trataba de un recuerdo!



_____ se sentó en el suelo, impresionada. Era el primer recuerdo de su pasado que acudía a su memoria, y seguramente era debido a que estaba en un lugar que debió de haber visitado siendo niña. ¿Habían residido sus padres en aquel sector de Londres, o sólo estuvieron de paso? Había existido un hotel a un costado del parque, así como un barrio de clase media, aunque vio más viviendas elegantes al otro lado cuando fue en esa dirección.



Trató de recordar más, de reconocer varias cosas, pero nada le traía otros recuerdos, y el esfuerzo hacía que le doliera la cabeza. No, era el hambre otra vez. Así que se apresuró, tuvo que pedir indicaciones a algunos desconocidos y finalmente llegó a la casa de Malory hacia media mañana.



¡Era una condenada mansión! Estaba aislada y vallada, incluso tenía césped a todo su alrededor, hermosas flores y arbustos. No era como se esperaba. Le daba tanto reparo acceder a una casa como ésa, sobre todo después de lo sucedido la víspera en el restaurante, que se quedó esperando que alguien con aspecto de criado saliera de la mansión. Finalmente lo hizo una joven ataviada con un uniforme de criada; bueno, no era exactamente un uniforme, pero tampoco un vestido elegante, de modo que ______ aprovechó la ocasión para lla­marla.



―Buenos días, señora. ¿Vive aquí el apuesto Malory?



―Ésa sí que es buena, querido ―replicó la mujer en tono amis­toso―. Todos son apuestos.



―¿Cuántos Malory viven aquí?



―En esta casa, tres.



―Con el cabello castaño oscuro y...



―No, aquí vive el conde con sus dos hijos, pero ninguno tiene el pelo oscuro. Debes de referirte a su hermano, sir Anthony. Vive en Piccadilly. O puede que hables de su sobrino Nicholas. Esos dos señores tienen el pelo castaño oscuro.



―Tengo este paquete «pa» darle ―dijo _____, golpeando sua­vemente la caja de su mascota, la mejor excusa que había podido en­contrar para entrevistarse con Malory―. El que ha hecho el pedido era un joven lord, de unos veinticinco años.



―Entonces tiene que ser Nicholas Malory. Vive con su padre en Berkeley Square.



______ se sonrojó y se obligó a mentir de nuevo para pedir indi­caciones.



―Soy nuevo en la ciudad. ¿Puede decirme cómo se llega a Berkeley?



La mujer lo hizo, y no le llevó mucho tiempo dar con la plaza, que a aquella hora de la mañana estaba abarrotada de peatones y también de cocheros que, de pie junto a la acera, aguardaban a que sus amos salieran de sus elegantes casas. Así pues, le resultó fácil que le indicaran la dirección que buscaba. No era una mansión tan imponente como la anterior. _____ sabía, por sus experiencias anteriores buscando empleo, que debía dirigirse a la puerta del ser­vicio.



Pero luego empezó a sospechar que no era ése su día de suerte ya no vivía allí, se había mudado la semana anterior a su propia residencia en Park Lane, cerca de la casa de su primo. A _____ le importó muy poco la información suplementaria que la simpática ayudanta de cocina le suministró mientras hacía todo lo posible por coquetear con ella.



Más indicaciones, más andar. ¡Diablos! No había caminado tanto en su vida. Pero finalmente llegó a una hermosa calle, por lo menos eso le pareció, porque bordeaba un parque muy florido. Pero a pesar que se había apresurado mucho, transcurrió otra hora hasta que dio con alguien que supo señalarle la casa exacta. Como Malory acabab­a de mudarse allí, la mayoría de criados que pasaban por allí ignoraban cuál era su domicilio.



Después de tanto deambular, _____ no se esperaba encontrar a Malory en casa. Dada la suerte que había tenido hasta entonces, le pareció extraño no tener que aguardar al día siguiente o al otro, lo que supondría una o dos noches más durmiendo en un parque, que por lo menos había uno cerca. Mientras no albergara dema­siadas esperanzas, podría mantener a raya su rabia. Pero el joven lord iba recibir un buen rapapolvo en cuanto ella pudiera ponerle la vista encima
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Mensaje por gabiberroteran Jue 21 Abr 2011, 7:27 am

Capitulo 11


¡Él estaba en casa! Y no sólo eso, sino que además le franquearon la puerta principal.



Lo hizo una muchacha que tendría su misma edad. Un poco re­llenita, de pelo castaño sin brillo, apenas miró a _____ y se limitó a decir:



―Espera aquí, y no toques nada si sabes qué es lo que te con­viene.



Luego subió por una escalera y desapareció.



_____ esperó allí nerviosa, todavía asombrada de haber entra­do por esa puerta. Se pasó una mano por la rizada cabellera para arre­glarse el peinado. Lucy siempre le cortaba el pelo cuando estaban so­las. Pero no era demasiado hábil con las tijeras, de modo que solía dejárselo bien corto con mechones desiguales. Pero eso a _____ no le preocupaba, porque apenas se le veía cuando llevaba el sombrero, que ahora echaba mucho de menos.



No tocaría nada. Ni siquiera quería mirar nada, por lo nerviosa que estaba de repente. No había sido una buena idea. ¿Acaso no había llegado a la conclusión, cuando estuvo en su compañía que Malory era peligroso para ella? Su rabia le había hecho olvidarlo, pero ahora su nerviosismo se encargaba de recordárselo.



Se volvió para marcharse, la opción más sensata. Pero la detuvo el espejo situado en la pared contigua a la puerta. No era muy grande, col­gaba sobre una mesa estrecha en la que no había más que una bandeja con dos tarjetas. Su propia imagen la había paralizado... y la fascinaba.



Rara vez se había mirado en un espejo. En las casas que Dagger alquilaba no había ninguno. Tampoco los había en las habitaciones de ese viejo hostal en las que ella robaba, o por lo menos no los había vis­to en la oscuridad. Éste la reflejaba de cintura para arriba y, sin el ga­llardo sombrero masculino, mostraba lo bonita que era. Resultaba sor­prendente que todavía la confundieran con un chico. Bueno, lo llano de su pecho probablemente contribuía a alimentar esa impresión.



Ése había sido uno de sus antiguos temores: desarrollar unos pe­chos muy grandes, como los tenían algunas mujeres, y no poder ocultarlos. Pero era afortunada. Sus senos eran de tamaño mediano y, gracias a Lucy, fáciles de disimular.



Había resultado fácil porque uno de los pocos clientes acomoda­dos de Lucy se había dejado un corsé. Les divirtió pensar que los hom­bres usaran semejante prenda, pero entonces a Lucy se le ocurrió la idea de que podría serle práctico a _____ al cabo de pocos años, como así fue. El corsé debía llevarse ceñido a la cintura, pero _____ era lo bastante delgada para ajustárselo alrededor del pecho. Se lo ataba por delante en lugar de por detrás, para poder ponérselo ella misma.



Era un artilugio rígido, pero de excelente calidad; el tejido que lo revestía era tan suave, que ella apenas notaba que lo llevaba pues­to. Y, sin embargo, le aplastaba perfectamente los senos. Eso y la postura ligeramente desgarbada que adoptaba le bastaban para aparenta­r un pecho tan plano como el de cualquier varón.



El ruido de unos pasos que bajaban las escaleras recordó a ______ que había decidido no permanecer allí más tiempo y que se había en­tretenido demasiado contemplándose en el espejo. No se volvió para ver quién era y se apresuró a acercarse a la puerta y empuñar el pomo.



―¿Te vas? preguntó la muchacha―. Bien. De todos modos ahora no puede verte. Tiene la visita de una amiga suya. No les he oído llegar, pero tampoco suelo frecuentar esta parte de la casa. Estamos faltos de personal, de lo contrario no habría abierto la puerta.



_____ giró sobre sus talones. No tenía por qué enterarse de todo eso y supuso que la chica simplemente necesitaba quejarse a al­guien. Había hablado en un tono francamente malhumorado.



―¿Eres la criada?



―No, todavía no tenemos criada, ni siquiera un lacayo que abra la puerta, y todavía menos mayordomo. Trabajo en la cocina. Más vale que te marches. Vuelve más tarde. Para entonces su amiga ya se habrá ido.



_____ se disponía a seguir su consejo cuando sintió el vacío de su estómago. ¿Deambular durante varias horas por ahí con hambre mientras Malory pasaba el tiempo en la cama en compañía de una dama? Ni hablar de ello.



―Esperaré aquí si no te molesta. Es importante que le vea lo antes posible.



―Como quieras. En ese caso podrías aguardar en el salón, que está allí. Pero no creo que encuentres dónde sentarte. Esta casa aún no está amueblada del todo.



La muchacha se alejó hacia la parte trasera de la mansión. ____ no se movió; todavía estaba sorprendida de las palabras que acaba­ban de salir de su propia boca. ¡Era su antigua forma de hablar! Eran los modales que Lucy había insistido en que olvidara si quería so­brevivir en la pandilla. Y _____ había aprendido la jerga barrioba­jera de Lucy, la había captado tan bien que se no había expresado de otra forma durante todos aquellos años.



Ya no le parecía natural hablar de aquel modo. Ni siquiera sabía por qué. ¿Porque estaba en una casa elegante? ¿Porque había oído quejarse a una criada... con un lenguaje impecable? En todo caso, era evidente que su forma de expresarse había tranquilizado a la mu­chacha lo suficiente como para dejarla sola en el salón.



En cuanto a Malory, le concedería exactamente diez minutos pa­ra poner fin a su galanteo. Ya había padecido demasiada hambre du­rante los dos últimos días como para esperar más tiempo a ese lord joven y despótico.
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Mensaje por lovely last Vie 22 Abr 2011, 4:12 am

quiero que la rallis encuentre a malory ya sguela pronto lo necesito
lovely last
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