Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 13. • Comparte
Página 3 de 13. • 1, 2, 3, 4 ... 11, 12, 13
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 12
―Ha sido una grata sorpresa encontrarte esta mañana tempra¬no ―dijo Mary Cull mientras se recostaba en la mullida butaca ¬situada junto a la cama de Nicholas―. No me lo esperaba. Creía e los jóvenes libertinos os pasabais todo el día durmiendo, puesto ¬que estáis despiertos toda la noche en busca de diversión.
Nicholas sonrió a la mujer mientras se arrodillaba a sus pies para quitarle los zapatos. Mary era una viuda bastante joven, la más joven de las que había seducido hasta entonces. El viejo lord Cull había fallecido en su noche de bodas. La opinión general era que el anciano se había enfrentado a una empresa demasiado ardua para él.
Mary no era una belleza, pero sí bastante atractiva, con sus ojos azules y redondos y su pelo rubio oscuro. Y se había aficionado ¬a las relaciones amorosas hasta el punto de que ahora recibía regularmente a una serie de caballeros en su casa. Nicholas no era uno sus, «habituales», aunque había sido invitado ya tres veces y se lo había pasado bien en cada ocasión. Ese día, cuando se encontró con la dama, se hallaban más cerca de su casa que de la de ella, y como Nicholas acababa de trasladarse, le vino de perlas la excusa de que quería mostrársela. Desde luego no se había parado a ver gran cosa de la casa, sino que habían subido directamente a su dormi¬torio.
―Esta mañana tenía unos asuntos que tratar con mi tío Peter ―replicó Nicholas.
―¿Algo que ver con tu familia?
―No, en realidad he estado administrando algunas inversiones de la familia, incluida una mía.
Ella se sorprendió.
―¿Tú, metido en negocios? Debes de estar bromeando.
―En absoluto. He descubierto que me agrada el aspecto admi-nistrativo. Pero ni se me ha pasado por la cabeza probar suerte en-contrando inversiones. Se lo dejamos a mi tío, que tiene un don para elegir sólo ganadores.
―Me sorprendes, Nicholas. Eres francamente el hombre más guapo de la ciudad, y lo sabes. Tu familia es extremadamente rica. Como muchos de tus iguales, no necesitas trabajar. ¿Por qué diablos tendrías que hacerlo?
―Muérdete la lengua, querida. Yo no lo considero «trabajo», sino algo que me gusta hacer. Es muy distinto, ¿no crees?
―No mucho. ―Mary le sonrió―. Pero por mí puedes hacer cuanto se te antoje...
Era lo peor que se podía decir a un libertino como Nicholas Ma¬lory si sólo se quería entablar conversación. La expresión del joven se volvió inmediatamente sensual, y empezó a levantarle la falda. Mary se estremeció. Pero cuando miró la cama, que constituía el des¬tino deseado por ambos, frunció el ceño.
―Esta habitación parece... demasiado solteril. ¿Existe esa pala¬bra, querido? No importa. ―Suspiró―. Ojalá hubieras venido a mi casa. Me sentiría mucho más a gusto en mi dormitorio.
La falda subió hasta sus muslos mientras las manos de Malo¬ry proseguían su camino y atraían sus caderas hacia él, hasta que Mary quedó casi tendida en la butaca, con las piernas rodeándole la cintura.
―Imagínate que es tu cama.
Ella se echó a reír.
―No se parece en absoluto y lo sabes. ¿Dónde están las sábanas de satén, las almohadas mullidas, las cosas que te hacen desear que¬darte en la cama? Ésta es una auténtica cama de soltero.
―Pero no sabrás lo cómoda que es hasta que te acuestes en ella, ¿sabes? Te prometo que no tendrás ninguna queja de mi cama.
Lo dijo con una voz tan insinuante, que Mary no pudo resistir¬se y le sujetó la cabeza para atraerla contra su pecho. Y fue entonces cuando llamaron a la puerta y alguien gritó:
―¡Ponte decente, amigo! Voy a entrar.
Al otro lado de la puerta ____ estaba furiosa. Había conce¬dido a Malory unos diez minutos, tal vez veinte, aunque no tenía reloj para confirmarlo. Temía que fuera uno de esos «amantes» que Lucy tanto elogiaba, uno de esos que se pasaban todo el día con la mozuela que le hacía compañía, y no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo. Así pues, finalmente había subido la escalera y había acercado el oído a cada puerta que encontró a su paso hasta que oyó voces.
No tuvo que golpear mucho el batiente hasta que éste se abrió de golpe. Malory estaba allí de pie, y su impaciencia cedió paso a la sorpresa al reconocerla.
―¿Tú?
―Sí, yo, has «acertao» ―replicó ella, recuperando la jerga calle¬jera en su indignación.
Al oírla Malory frunció el ceño.
―¿Qué diablos estás haciendo aquí?
―Deshazte de esa mujer y luego hablaremos.
Malory parecía haberse olvidado de la dama que tenía detrás, mientras que ésta, ofendida por la palabra «mujer», se alisaba fría¬mente la falda al mismo tiempo que buscaba su bolsito con la vista.
Cuando lo encontró, lo cogió y se dirigió hacia la puerta. Nicholas se apresuró a decirle:
―No tienes por qué irte, Mary. Esto sólo me llevará un mo¬mento.
―No pasa nada, querido― respondió ella, y le acarició la mejilla para demostrarle que no estaba tan enfadada como para permitir que su idilio terminara tan abruptamente―. Ven a visitarme más tarde, allí no nos molestará nadie.
Con una última mirada airada hacia _____, la dama se marchó. El lord se mesó sus castaños cabellos, frustrado, y volvió a entrar en la habitación. Se encaminó hacia la repisa de la chimenea, donde ha¬bía una botella de brandy y dos copas. _____ lo siguió y se detuvo en seco al ver la cama. ¿Dónde estaba su sentido común? De todos los sitios, el último en el que debería entrar era su dormitorio.
―Te espero abajo ―dijo, algo azorada, y se volvió hacia la puerta.
―Que te crees tú eso. ―Al ver que estas palabras no la detenían, agregó―: No me obligues a agarrarte. Podría gustarme.
Eso sí la detuvo. Se quedó inmóvil como si se hubiera converti¬do en estatua de piedra. ¿Sería capaz de correr más que él?
Como si pudiera leer sus pensamientos, Malory le advirtió:
―Te alcanzaría antes de que pudieras llegar al pasillo. No lo dudes. Así pues, cierra la puerta y dime qué estás haciendo aquí.
Ella no estaba dispuesta a cerrar la puerta, pero se volvió para enfrentarse a él. Sin embargo, la exasperó comprobar que el joven lord no se había movido; de hecho, estaba apoyado en la pared junto a la repisa de la chimenea, con los brazos cruzados, en la misma pos¬tura relajada que había adoptado en la posada. Era un farsa, pues tan¬to entonces como ahora se mantenía en tensión.
La miró arqueando una de sus castañas cejas.
―¿Y bien? Dudo que hayas venido para robarme. No habrías lla¬mado a la puerta. ¿O tal vez sí? ¿Tan eficiente te crees?
______ sintió que se ruborizaba, pero al mismo tiempo regresó parte de su ira, que le confirió el valor suficiente para decir:
―He dejado de robar. Me han echado, gracias a ti y a tu maldi¬to despotismo.
―¿De veras? Vaya, es una lástima. Ya lo creo que sí.
Su expresión no mostraba ni una pizca de compasión que res¬paldara su comentario. ¡Incluso sonrió! Y esa sonrisa fue un golpe bajo para ella, hizo que le diera un vuelco el corazón y que sus ojos quedasen tan hipnotizados que sus pensamientos se dispersaron. ¿Cómo iba a reprenderle si su mente no funcionaba en su presencia?
―Debiste dejar que te acompañara a casa para explicarlo todo ―agregó Malory en un tono de ligero reproche.
―No habría servido de nada ―se quejó ella―. Ya hacía tiempo que él había decidido deshacerse de mí. Le has dado el «pretesto» que necesitaba.
―¿Él? ¿Te refieres a tu jefe?
―Algo así.
―¿De modo que ya esperabas que te echara?
―No tan pronto, y no sin tener un trabajo y sin un penique en el bolsillo ―dijo ____ con enfado.
―¿Qué pasó con el dinero que ganaste esa noche? ―inquirió él con sólo una ligera curiosidad.
Ella volvió a sonrojarse.
―Se lo di, esperando que cambiaría de parecer. Pero no lo hizo.
―¿Y ahora buscas otra banda de ladrones a la que unirte? Por Dios, no habrás pensado que la encontrarías aquí, ¿verdad?
____ vio que la miraba con una expresión tan horrorizada como horrorizado había sido el tono de su voz. Ella podría decirle que sí y exponerle varias razones por las que encajaba en el papel de ladrón, por lo menos en su opinión. A fin de cuentas, no había sido idea suya robar a lord Heddings. Pero en lugar de eso prefirió ir al grano.
―Ya te he dicho que he dejado de robar. Nunca me ha gustado y espero no tener que volver a hacerlo. Lo que busco es un trabajo de «verdá».
Malory adoptó ahora una expresión de ávida curiosidad.
―¿Qué clase de trabajo?
―Ninguno en especial ―respondió, encogiéndose de hombro¬s―. Algo decente que me permita tener un techo sobre mi cabe¬za y comida en la mesa. He estado durmiendo a la intemperie desde que me han echado. Y como fue por tu culpa, creo que me lo debes.
―Me parece admirable que prefieras dormir en un callejón a ha¬cer lo que se te da tan bien.
____ se sonrojó por tercera vez, pero en esta ocasión replicó con ira:
―Cállate. Tú eras mi primer recurso, ya que me lo debes, y habría venido más pronto si no fuera porque me ha costado mucho tiempo encontrarte.
Él soltó una risita.
―Ya que estás dispuesto a culparme de tu situación, no voy a echarte con los bolsillos llenos para quedarme sin saber si eso me exonera de mi culpa. Y, antes de que se te ocurra mencionarlo, no confiaría en que vinieras a verme de vez en cuando para contar¬me cómo te va.
_____ irguió la espalda.
―Iba a pedirte dinero ―dijo―, pero la chica de abajo dice que estáis faltos de personal. Así que he decidido aceptar el empleo que me ofreces.
―¿Tú lo has decidido? ――Se echó a reír―. ¿Qué prefieres: laca¬yo o criada?
Ella le miró enfadada. No la estaba tomando en serio. Eso era evidente. Y entonces _____ cayó en la cuenta de lo que acababa de oír, de hecho fue como un mazazo. ¡Él lo sabía! De lo contrario no habría mencionado el empleo de criada.
No serviría de nada negarlo. Preguntó sin rodeos:
―¿Cuándo lo has adivinado?
Malory abandonó su postura y se le acercó con aire despreo¬cupado, más bien como un lobo acechando a su presa, pensó _____, nerviosa. Se detuvo ante ella y levantó una mano para tocarle la mejilla. Ella se apartó, aunque la mano de él se paró a escasos cen¬tímetros de su cara.
Sonriendo, el señorito dijo:
―No lo adiviné, querida. Tengo buen ojo para las mujeres her¬mosas, se vistan como se vistan. Aunque, en honor a la verdad, las prefiero desnudas.
_____, inquieta, retrocedió un paso.
―No vas a verme desnuda.
Él arqueó una ceja.
―¿No? Vaya, qué lástima. Entonces no tenemos más que hablar, ¿verdad?
―Y un cuerno. Estamos hablando del trabajo que vas a darme.
Malory suspiró.
―Ya lo hemos hecho, y lo has rechazado sin contemplaciones.
―¿Desnudarme? ―exclamó _____, indignada―. ¿Llamas a eso un trabajo?
Él se echó a reír.
―Más o menos. Estoy dispuesto a contratarte como mi aman¬te. Me pareces muy graciosa. No me importa admitirlo. Así pues, estoy seguro de que los dos nos divertiremos por un tiempo.
Las mejillas de _____ se pusieron al rojo vivo, pero esta vez no de vergüenza sino de ira.
―Olvídalo, amigo. Lo que quiero es un trabajo decente, y me lo darás, o de lo contrario le haré una visita a lord Heddings. Estoy segura de que él me dará un trabajo a cambio de la información que puedo darle sobre adónde han ido a parar sus joyas.
Ahora también el ricachón se sonrojó, presa de irritación.
―Esto es absurdo. No sabes nada acerca de lo que es correcto ni cómo se maneja una casa como ésta. Y hablas como un golfillo― dijo con desdén.
―Puedo hablar con toda corrección ―replicó _____ pausa¬mente.
Pero tuvo que pensarlo antes, porque todavía no estaba fami¬liarizada con esa forma de expresarse. Y no iba a resultarle fácil, especialmente cuando estuviera enfadada o incluso nerviosa, lo que parecía ocurrirle siempre en presencia de Malory. Al cabo quince años, estaba mucho más acostumbrada al lenguaje de la calle.
Había conseguido sorprenderle, pero sólo por un momento.
―¿De modo que sabes imitar a tus superiores? Pero no sabes comportarte como ellos, ¿verdad? ¿Cómo esperas trabajar aquí sin sentirte violenta ni avergonzar a toda la casa?
―Aprendiendo. Sí, has oído bien. Aprenderé a hacer el trabajo y a comportarme.
―¿Por qué? –inquirió él, exasperado―. ¿Por qué quieres tomarte tantas molestias cuando estás mucho más capacitada para…?
_____ intentó pegarle. Él esquivó el golpe, pero probablemente comprendió que ella estaba más que harta de que la insultaran. De modo que para subrayar su postura, ____ aclaró:
―Porque quiero tener un marido respetable y luego muchos hijos. Éstos son mis objetivos, amigo. Un buen trabajo, un marido y una familia, por este orden. Y vas a ayudarme con lo primero o me las pagarás.
―Maldita sea ―replicó él, y luego se mofó―. ¿Qué quieres ser entonces? Supongo que lacayo.
El ricachón trataba de insultarla otra vez y lo estaba consiguien¬do. ¿O se limitaba a recalcar lo difícil que iba a resultarle la tarea que se había propuesto? ¿Podría ella adaptarse realmente a aquel mundo aristocrático, aunque fuese sólo en calidad de criada?
Capitulo 13
Nicholas estaba tan furioso que le costaba trabajo contenerse. Era poco frecuente que se enfadara con una mujer, pero que le hicieran -chantaje... Maldita sea, eso enfurecería incluso a un santo. Estaba sorprendido de que ella hubiese recurrido a eso, pero habría podido esperarlo. Al fin y al cabo era lista. No esperaba tanta inteligencia en alguien criado en los barrios bajos, pero ella se lo había demostrado la noche del robo, cuando les había sacado ambos de una situación delicada e incluso hasta cierto punto peligr¬osa.
El recuerdo de que estaba en deuda con ella por aquello mitigó su ira, pero sólo un poco.
Su situación era absurda. Sabía cómo tratar a las mujeres. ¿Dón¬de estaba su maldita pericia con aquélla? Se dijo que más valía mirar¬lo por el lado bueno. Ahora que ella iba a vivir bajo su techo, no dudaba que tarde o temprano la metería en su cama.
Estaba muy seguro de sí mismo en lo que concernía a las muje¬res. Y ésta era única, adorable con su indumentaria masculina, sorprendente por su estatura, increíblemente hermosa con aquellos grandes ojos violeta, y nada sensible a sus encantos… todavía.
Pese a todo, él la atraía. Nicholas sabía perfectamente cuándo una mujer se sentía atraída por él. Pero todos los actos de la chica hacían suponer que la traía sin cuidado. «No me toques, ni siquie¬ra te acerques a mí» era el sutil mensaje que rezumaba. ¿Era en par¬te eso lo que le tenía tan enojado? Otra novedad para él. No, sim¬plemente no le gustaba que le hicieran chantaje, y mucho menos por parte de una moza con la que preferiría hacer el amor. Maldi¬ta sea.
Suspiró. El sonido la rescató de sus cavilaciones y la instó a in-formarle:
―Aceptaré el puesto de criada.
―Qué lástima. Habría sido divertido ver cómo te las arreglabas sirviendo como lacayo.
Ella le miró enfadada. Él arqueó una ceja.
―¿No estás de acuerdo? Y por cierto, no debes mirar a tu patrón con el ceño fruncido. Tienes que decir «Sí, señor»,«No, señor», «Muy bien, señor», con una sonrisa o sin expresión alguna. Cuando seas mi amante, podrás mirarme con el ceño fruncido tanto como quieras.
La muchacha se disponía a contestarle, pero en vez de eso se volvió de espaldas. Adoptó una postura rígida, llena de indignación y cólera.
―Contamos hasta diez, ¿no es cierto? ―comentó Nicholas con ironía.
Ella se volvió, esbozó una sonrisa forzada y respondió:
―Sí, señor.
Él se echó a reír. No pudo evitarlo. Y al reír desapareció el resto de su enfado. Al fin y al cabo iba a resultar divertida la intención de ella de «superarse». Se dijo que podría tolerar que le hicieran chan¬taje siempre y cuando el chantajista terminara convirtiéndose en su amante.
Sin dejar de sonreír, declaró:
―Pongamos las cosas en su sitio. ¿Y si empezamos por tu nombre?
Ella se relajó lo suficiente como para contestar:
―Me llamo _____.
―No, me refiero a tu verdadero nombre. Si quisieras realmente pasar página, por así decirlo, deberías estar dispuesta a hacer borrón y cuenta nueva.
―Ése es mi verdadero nombre ―replicó ella con una mirada glacial.
―¿De verdad? ¿No es una abreviatura de ______ (Tu nombre largo, hasta ahora cuando salía la rayita es refireindose a tu diminutivo)?
―Es el único nombre que recuerdo. Si me pusieron otro cuan¬do nací, no lo conozco.
Nicholas se sintió un tanto violento. Desde luego, podía ser que un huérfano no conociera su verdadero nombre, y por lo visto ella ni siquiera tenía apellido. Debía de resultar muy extraño ir por la vida sin apellido.
Preguntó con vacilación:
―¿Te importa que te llame _______ (NL)?
―Me importa. Yo no soy______ (NL). Mis amigos me llaman _____(D). Y como tú no eres uno de ellos.
Resultaba deliciosamente divertida en su obstinación por mostrar¬se distante. Nicholas adivinaba que no cedería ni un milímetro. Era su costumbre, estaba seguro. Aunque se dijo que la chica había teni¬do que ponerse a la defensiva, habiéndose criado donde lo hizo.
―Pero vamos a ser amigos, querida muchacha, de modo que su¬pongo que tendré que acostumbrarme a llamarte _____. De hecho es un bonito nombre, suena bien.
―Acaba de una vez, amigo ―refunfuñó ella, y al ver que arque¬aba una ceja agregó―: Señor.
Él sonrió.
―Muy bien. Pasemos a otro asunto. ¿Llevas vestidos en ese ha¬tillo que custodias tan celosamente?
Ella sacudió la cabeza.
―Sólo mi mascota y ropa «pa» cambiarme.
―Más pantalones, supongo.
―Más pantalones, claro ―repuso _____ secamente―. He sido un chico durante quince años.
―Santo cielo, ¿de verdad?
Ella se sonrojó profusamente.
―Bueno, ¿te das cuenta de que has elegido el trabajo que re¬quiere ropa femenina? Aunque mi padre se burla de los conven¬cionalismos, yo no soy mi padre. Sin embargo, tampoco me gus¬tan los uniformes ―la tranquilizó―. Desde luego que no. Ésta es la residencia de un soltero y, como tal, espero que mis criados se sientan a gusto trabajando aquí. No me preocupa que los cuellos no estén bien almidonados, ni las faldas arrugadas, ni nada por el estilo.
―Esperaba llevar un vestido ―dijo _____ con frialdad―. ¿Te he dicho ya que no tengo dinero?
―Lo has dicho, en efecto. ―Sonrió de nuevo―. No te preocu¬pes. Mi ama de llaves podrá ayudarte en este sentido, y también te situará y te dará instrucciones. Vamos. Por mucho que disfrute de tu compañía, supongo que ahora debería encomendarte a ella.
Ella le siguió, pero al llegar al pie de la escalera se detuvo y le dijo:
―¿Le dirás que tú me has contratado? ¿Que no puede echarme? La última vez que intenté hacer de criada, cuando me presenté al ama de llaves me despidió. No le gustó mi acento ni mi modo de hablar, o mi aspecto.
―Puedo imaginármelo ―repuso él irónicamente.
―No, no puedes ―bufó ella―. Tú no has intentado nunca hacer de criada.
―Bueno, no, supongo que no.
―No vuelvas a reírte de mí, Malory. No lo toleraré. Y eso suce¬dió en una casa de clase baja, no en una de éstas, de la maldita zona rica de la ciudad.
Nicholas dejó de sonreír.
― ¿De modo que ya has intentado desempeñar un trabajo honrado?
―No he tenido ocasión de desempeñarlo. O me han despedido enseguida o no me han contratado. No sé leer, ¿sabes?, y eso me hace muy difícil encontrar algún trabajo.
― ¿Te gustaría saber leer? ―preguntó él con curiosidad.
―Claro que sí, pero ya soy demasiado mayor «pa» ir a la escuela.
―Pero nunca se es demasiado mayor para aprender. De todos, no debes temer que nadie te despida aquí. No te han contr¬atado por el procedimiento normal, ¿verdad?
Nicholas se sorprendió al ver que la muchacha parecía violenta al oírlo mencionar. No iba a ser fácil tratar con ella. Debería andar¬ con pies de plomo. Era esa actitud defensiva tan arraigada lo que hacía que se ofendiera muy fácilmente. Y no había ni una pizca de respeto en su interior. No era más que un golfillo engreído. Pero cabía esperar todo eso de alguien que no había tenido que relacio¬narse nunca con sus superiores... salvo para robarles.
―Vamos ―la apremió Nicholas―. La señora Robertson debe estar en la parte de atrás. Te gustará. Es una mujer muy mater¬nal y…
En aquel momento se abrió la puerta principal y entró su prima Chelsea. Tenía la mala costumbre de no llamar. Claro que Chels vi¬vía en la misma calle y sabía que Nicholas todavía no había encontra¬do un mayordomo.
Ella se sobresaltó al verle en el vestíbulo.
―Cielos, no esperaba encontrarte tan pronto. ¿Te disponías a salir?
―No, sólo estaba situando a mi nuevo sirviente.
Chels miró a _____ y le dedicó una fugaz sonrisa. Luego dijo Nicholas:
―Bueno, entonces no hay más que hablar.
Él la miro con suspicacia.
―¿Puedo saber de qué se trata?
Chels suspiró.
―Venía a ofrecerte a uno de mis lacayos. Billings ha regresado de su permiso. Tengo que readmitirle, desde luego. Es como de la fa¬milia. Pero el nuevo que ocupó su lugar ha trabajado de maravilla también. No obstante yo no necesito tres lacayos, sólo dos, por lo que he pensado que podrías quedarte con el nuevo. Pero tú no necesitas , con uno ya tienes suficiente. Y..
― Por el amor de Dios, Chels, no des más rodeos. Habla de vez.
Ella le miró con reproche.
―Estaba a punto de terminar. Este muchacho es demasiado joven para ser mayordomo, de modo que es evidente que acabas de contratar a un lacayo. Lo cual es perfectamente...
Esta vez fue _____ quien la interrumpió.
―He aceptado el empleo de criada, señora. He decidido que servir de lacayo sería demasiado fácil.
Chels la miró parpadeando y seguidamente puso los ojos en blanco.
―Muy divertido, Chels. Ya entiendo por qué le has contra¬tado. Te divertirá sin parar con bufonerías como ésa. Ahora debo irme. Tengo cientos de cosas por hacer hoy. Y no olvides que esta noche vienes a cenar.
―¿De veras?
―¡Lo has olvidado! ―exclamó Chels, horrorizada.
Él le sonrió.
―No, yo diría que tú te has olvidado. Es la primera vez que oigo hablar de esa cena.
―Pero David iba a pasar para..., ¡magnífico!, supongo que se le olvidó. Bueno, no importa. Ahora ya lo sabes. Así pues, no llegues tarde. El tío Tony y Ros estarán allí. Y también Drew, Joe y Gabriela. Hasta he invitado a Logan.
―¿Drew ha vuelto a la ciudad? ―preguntó Nicholas, sorprendido.
Ella asintió.
―Su barco llegó esta mañana. Y puesto que tu padre y Ker han ido a visitar al tío Johnny en Haverston, me imagino que Drew sabrá qué hacer. Pero también espero que Ker regresará a Londres en cuanto sepa que su hermano está aquí.
―¿De modo que se te ocurrió invitarle?
―Por supuesto. Puede que tu padre siga odiando a sus cuñados, pero los demás nos llevamos bien con ellos.
Nicholas soltó una risita.
―Ya sabes que no les odia. Es sólo que..., bueno, no le caen simpáticos. Cuestión de principios.
―Sí, igual que no le cae simpático mi marido ―refunfuñó Chels.
Nicholas se echó a reír.
―Bueno, el viejo David trató de que lo ahorcaran.
―También lo intentaron los hermanos de Ker, pero ¿a quién le importa? ―dijo ella en tono altivo, saliendo por la puerta. Nicholas se sentía casi agotado después de aquella breve visita. Pero Chels era así, una parlanchina sin remedio. Cuando miró a ____ vio que parecía también un poco aturdida. Supuso que no había entendido nada de aquella rápida cháchara. Como Chels la había tomado por un chico, al igual que Logan, Nicholas le pregun¬tó con curiosidad:
―¿Soy el único que se da cuenta de que eres una mujer?
Ella hizo una mueca desdeñosa.
―Sí. Son los pantalones. Normalmente no me fallan, pero a ti no te han «engañao».
Él se le acercó un paso, pero sólo tuvo que bajar la mirada unos pocos centímetros para encontrar sus ojos.
―No, yo creo que es la estatura. Eres más alta que muchos hombres. Eso es muy poco frecuente.
______ retrocedió para aumentar la distancia entre ambos y ex¬clamó:
―¡Como si yo pudiera hacer algo al respecto!
―No te pongas a la defensiva. No es mala cosa ser alto. Aunque, pensándolo bien, a la señora Robertson probablemente le costa¬rá bajo encontrar ropa ya hecha para ti. Mandarte que hagas las camas llevando esos...
Interrumpió la frase abruptamente. Pensar en ella junto a una cama le trastornaba.
―¿Era ésa tu hermana? ―preguntó ella.
Un tema seguro, gracias a Dios.
―No, es mi prima, Chels Eden. Ella y su marido, David, tie¬nen una casa en esta misma calle, aunque las más de las veces residen en Silverley, su finca campestre.
―Ha sido fácil ver que sois parientes. ¿Toda tu familia es así?
―No, la mayoría de los Malory son corpulentos y de cabello negro como mi padre. Sólo unos cuantos han salido a mi bisabuela, entre ellos yo mismo. Vaya, me parezco tanto a mi tío Tony que la mayoría de la gente cree que es mi padre.
―Parece que eso te divierte.
―Es divertido.
―Apuesto a que tu padre no piensa lo mismo.
Nicholas soltó una risita.
―Claro que no, y por eso resulta divertido.
―Ha sido una grata sorpresa encontrarte esta mañana tempra¬no ―dijo Mary Cull mientras se recostaba en la mullida butaca ¬situada junto a la cama de Nicholas―. No me lo esperaba. Creía e los jóvenes libertinos os pasabais todo el día durmiendo, puesto ¬que estáis despiertos toda la noche en busca de diversión.
Nicholas sonrió a la mujer mientras se arrodillaba a sus pies para quitarle los zapatos. Mary era una viuda bastante joven, la más joven de las que había seducido hasta entonces. El viejo lord Cull había fallecido en su noche de bodas. La opinión general era que el anciano se había enfrentado a una empresa demasiado ardua para él.
Mary no era una belleza, pero sí bastante atractiva, con sus ojos azules y redondos y su pelo rubio oscuro. Y se había aficionado ¬a las relaciones amorosas hasta el punto de que ahora recibía regularmente a una serie de caballeros en su casa. Nicholas no era uno sus, «habituales», aunque había sido invitado ya tres veces y se lo había pasado bien en cada ocasión. Ese día, cuando se encontró con la dama, se hallaban más cerca de su casa que de la de ella, y como Nicholas acababa de trasladarse, le vino de perlas la excusa de que quería mostrársela. Desde luego no se había parado a ver gran cosa de la casa, sino que habían subido directamente a su dormi¬torio.
―Esta mañana tenía unos asuntos que tratar con mi tío Peter ―replicó Nicholas.
―¿Algo que ver con tu familia?
―No, en realidad he estado administrando algunas inversiones de la familia, incluida una mía.
Ella se sorprendió.
―¿Tú, metido en negocios? Debes de estar bromeando.
―En absoluto. He descubierto que me agrada el aspecto admi-nistrativo. Pero ni se me ha pasado por la cabeza probar suerte en-contrando inversiones. Se lo dejamos a mi tío, que tiene un don para elegir sólo ganadores.
―Me sorprendes, Nicholas. Eres francamente el hombre más guapo de la ciudad, y lo sabes. Tu familia es extremadamente rica. Como muchos de tus iguales, no necesitas trabajar. ¿Por qué diablos tendrías que hacerlo?
―Muérdete la lengua, querida. Yo no lo considero «trabajo», sino algo que me gusta hacer. Es muy distinto, ¿no crees?
―No mucho. ―Mary le sonrió―. Pero por mí puedes hacer cuanto se te antoje...
Era lo peor que se podía decir a un libertino como Nicholas Ma¬lory si sólo se quería entablar conversación. La expresión del joven se volvió inmediatamente sensual, y empezó a levantarle la falda. Mary se estremeció. Pero cuando miró la cama, que constituía el des¬tino deseado por ambos, frunció el ceño.
―Esta habitación parece... demasiado solteril. ¿Existe esa pala¬bra, querido? No importa. ―Suspiró―. Ojalá hubieras venido a mi casa. Me sentiría mucho más a gusto en mi dormitorio.
La falda subió hasta sus muslos mientras las manos de Malo¬ry proseguían su camino y atraían sus caderas hacia él, hasta que Mary quedó casi tendida en la butaca, con las piernas rodeándole la cintura.
―Imagínate que es tu cama.
Ella se echó a reír.
―No se parece en absoluto y lo sabes. ¿Dónde están las sábanas de satén, las almohadas mullidas, las cosas que te hacen desear que¬darte en la cama? Ésta es una auténtica cama de soltero.
―Pero no sabrás lo cómoda que es hasta que te acuestes en ella, ¿sabes? Te prometo que no tendrás ninguna queja de mi cama.
Lo dijo con una voz tan insinuante, que Mary no pudo resistir¬se y le sujetó la cabeza para atraerla contra su pecho. Y fue entonces cuando llamaron a la puerta y alguien gritó:
―¡Ponte decente, amigo! Voy a entrar.
Al otro lado de la puerta ____ estaba furiosa. Había conce¬dido a Malory unos diez minutos, tal vez veinte, aunque no tenía reloj para confirmarlo. Temía que fuera uno de esos «amantes» que Lucy tanto elogiaba, uno de esos que se pasaban todo el día con la mozuela que le hacía compañía, y no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo. Así pues, finalmente había subido la escalera y había acercado el oído a cada puerta que encontró a su paso hasta que oyó voces.
No tuvo que golpear mucho el batiente hasta que éste se abrió de golpe. Malory estaba allí de pie, y su impaciencia cedió paso a la sorpresa al reconocerla.
―¿Tú?
―Sí, yo, has «acertao» ―replicó ella, recuperando la jerga calle¬jera en su indignación.
Al oírla Malory frunció el ceño.
―¿Qué diablos estás haciendo aquí?
―Deshazte de esa mujer y luego hablaremos.
Malory parecía haberse olvidado de la dama que tenía detrás, mientras que ésta, ofendida por la palabra «mujer», se alisaba fría¬mente la falda al mismo tiempo que buscaba su bolsito con la vista.
Cuando lo encontró, lo cogió y se dirigió hacia la puerta. Nicholas se apresuró a decirle:
―No tienes por qué irte, Mary. Esto sólo me llevará un mo¬mento.
―No pasa nada, querido― respondió ella, y le acarició la mejilla para demostrarle que no estaba tan enfadada como para permitir que su idilio terminara tan abruptamente―. Ven a visitarme más tarde, allí no nos molestará nadie.
Con una última mirada airada hacia _____, la dama se marchó. El lord se mesó sus castaños cabellos, frustrado, y volvió a entrar en la habitación. Se encaminó hacia la repisa de la chimenea, donde ha¬bía una botella de brandy y dos copas. _____ lo siguió y se detuvo en seco al ver la cama. ¿Dónde estaba su sentido común? De todos los sitios, el último en el que debería entrar era su dormitorio.
―Te espero abajo ―dijo, algo azorada, y se volvió hacia la puerta.
―Que te crees tú eso. ―Al ver que estas palabras no la detenían, agregó―: No me obligues a agarrarte. Podría gustarme.
Eso sí la detuvo. Se quedó inmóvil como si se hubiera converti¬do en estatua de piedra. ¿Sería capaz de correr más que él?
Como si pudiera leer sus pensamientos, Malory le advirtió:
―Te alcanzaría antes de que pudieras llegar al pasillo. No lo dudes. Así pues, cierra la puerta y dime qué estás haciendo aquí.
Ella no estaba dispuesta a cerrar la puerta, pero se volvió para enfrentarse a él. Sin embargo, la exasperó comprobar que el joven lord no se había movido; de hecho, estaba apoyado en la pared junto a la repisa de la chimenea, con los brazos cruzados, en la misma pos¬tura relajada que había adoptado en la posada. Era un farsa, pues tan¬to entonces como ahora se mantenía en tensión.
La miró arqueando una de sus castañas cejas.
―¿Y bien? Dudo que hayas venido para robarme. No habrías lla¬mado a la puerta. ¿O tal vez sí? ¿Tan eficiente te crees?
______ sintió que se ruborizaba, pero al mismo tiempo regresó parte de su ira, que le confirió el valor suficiente para decir:
―He dejado de robar. Me han echado, gracias a ti y a tu maldi¬to despotismo.
―¿De veras? Vaya, es una lástima. Ya lo creo que sí.
Su expresión no mostraba ni una pizca de compasión que res¬paldara su comentario. ¡Incluso sonrió! Y esa sonrisa fue un golpe bajo para ella, hizo que le diera un vuelco el corazón y que sus ojos quedasen tan hipnotizados que sus pensamientos se dispersaron. ¿Cómo iba a reprenderle si su mente no funcionaba en su presencia?
―Debiste dejar que te acompañara a casa para explicarlo todo ―agregó Malory en un tono de ligero reproche.
―No habría servido de nada ―se quejó ella―. Ya hacía tiempo que él había decidido deshacerse de mí. Le has dado el «pretesto» que necesitaba.
―¿Él? ¿Te refieres a tu jefe?
―Algo así.
―¿De modo que ya esperabas que te echara?
―No tan pronto, y no sin tener un trabajo y sin un penique en el bolsillo ―dijo ____ con enfado.
―¿Qué pasó con el dinero que ganaste esa noche? ―inquirió él con sólo una ligera curiosidad.
Ella volvió a sonrojarse.
―Se lo di, esperando que cambiaría de parecer. Pero no lo hizo.
―¿Y ahora buscas otra banda de ladrones a la que unirte? Por Dios, no habrás pensado que la encontrarías aquí, ¿verdad?
____ vio que la miraba con una expresión tan horrorizada como horrorizado había sido el tono de su voz. Ella podría decirle que sí y exponerle varias razones por las que encajaba en el papel de ladrón, por lo menos en su opinión. A fin de cuentas, no había sido idea suya robar a lord Heddings. Pero en lugar de eso prefirió ir al grano.
―Ya te he dicho que he dejado de robar. Nunca me ha gustado y espero no tener que volver a hacerlo. Lo que busco es un trabajo de «verdá».
Malory adoptó ahora una expresión de ávida curiosidad.
―¿Qué clase de trabajo?
―Ninguno en especial ―respondió, encogiéndose de hombro¬s―. Algo decente que me permita tener un techo sobre mi cabe¬za y comida en la mesa. He estado durmiendo a la intemperie desde que me han echado. Y como fue por tu culpa, creo que me lo debes.
―Me parece admirable que prefieras dormir en un callejón a ha¬cer lo que se te da tan bien.
____ se sonrojó por tercera vez, pero en esta ocasión replicó con ira:
―Cállate. Tú eras mi primer recurso, ya que me lo debes, y habría venido más pronto si no fuera porque me ha costado mucho tiempo encontrarte.
Él soltó una risita.
―Ya que estás dispuesto a culparme de tu situación, no voy a echarte con los bolsillos llenos para quedarme sin saber si eso me exonera de mi culpa. Y, antes de que se te ocurra mencionarlo, no confiaría en que vinieras a verme de vez en cuando para contar¬me cómo te va.
_____ irguió la espalda.
―Iba a pedirte dinero ―dijo―, pero la chica de abajo dice que estáis faltos de personal. Así que he decidido aceptar el empleo que me ofreces.
―¿Tú lo has decidido? ――Se echó a reír―. ¿Qué prefieres: laca¬yo o criada?
Ella le miró enfadada. No la estaba tomando en serio. Eso era evidente. Y entonces _____ cayó en la cuenta de lo que acababa de oír, de hecho fue como un mazazo. ¡Él lo sabía! De lo contrario no habría mencionado el empleo de criada.
No serviría de nada negarlo. Preguntó sin rodeos:
―¿Cuándo lo has adivinado?
Malory abandonó su postura y se le acercó con aire despreo¬cupado, más bien como un lobo acechando a su presa, pensó _____, nerviosa. Se detuvo ante ella y levantó una mano para tocarle la mejilla. Ella se apartó, aunque la mano de él se paró a escasos cen¬tímetros de su cara.
Sonriendo, el señorito dijo:
―No lo adiviné, querida. Tengo buen ojo para las mujeres her¬mosas, se vistan como se vistan. Aunque, en honor a la verdad, las prefiero desnudas.
_____, inquieta, retrocedió un paso.
―No vas a verme desnuda.
Él arqueó una ceja.
―¿No? Vaya, qué lástima. Entonces no tenemos más que hablar, ¿verdad?
―Y un cuerno. Estamos hablando del trabajo que vas a darme.
Malory suspiró.
―Ya lo hemos hecho, y lo has rechazado sin contemplaciones.
―¿Desnudarme? ―exclamó _____, indignada―. ¿Llamas a eso un trabajo?
Él se echó a reír.
―Más o menos. Estoy dispuesto a contratarte como mi aman¬te. Me pareces muy graciosa. No me importa admitirlo. Así pues, estoy seguro de que los dos nos divertiremos por un tiempo.
Las mejillas de _____ se pusieron al rojo vivo, pero esta vez no de vergüenza sino de ira.
―Olvídalo, amigo. Lo que quiero es un trabajo decente, y me lo darás, o de lo contrario le haré una visita a lord Heddings. Estoy segura de que él me dará un trabajo a cambio de la información que puedo darle sobre adónde han ido a parar sus joyas.
Ahora también el ricachón se sonrojó, presa de irritación.
―Esto es absurdo. No sabes nada acerca de lo que es correcto ni cómo se maneja una casa como ésta. Y hablas como un golfillo― dijo con desdén.
―Puedo hablar con toda corrección ―replicó _____ pausa¬mente.
Pero tuvo que pensarlo antes, porque todavía no estaba fami¬liarizada con esa forma de expresarse. Y no iba a resultarle fácil, especialmente cuando estuviera enfadada o incluso nerviosa, lo que parecía ocurrirle siempre en presencia de Malory. Al cabo quince años, estaba mucho más acostumbrada al lenguaje de la calle.
Había conseguido sorprenderle, pero sólo por un momento.
―¿De modo que sabes imitar a tus superiores? Pero no sabes comportarte como ellos, ¿verdad? ¿Cómo esperas trabajar aquí sin sentirte violenta ni avergonzar a toda la casa?
―Aprendiendo. Sí, has oído bien. Aprenderé a hacer el trabajo y a comportarme.
―¿Por qué? –inquirió él, exasperado―. ¿Por qué quieres tomarte tantas molestias cuando estás mucho más capacitada para…?
_____ intentó pegarle. Él esquivó el golpe, pero probablemente comprendió que ella estaba más que harta de que la insultaran. De modo que para subrayar su postura, ____ aclaró:
―Porque quiero tener un marido respetable y luego muchos hijos. Éstos son mis objetivos, amigo. Un buen trabajo, un marido y una familia, por este orden. Y vas a ayudarme con lo primero o me las pagarás.
―Maldita sea ―replicó él, y luego se mofó―. ¿Qué quieres ser entonces? Supongo que lacayo.
El ricachón trataba de insultarla otra vez y lo estaba consiguien¬do. ¿O se limitaba a recalcar lo difícil que iba a resultarle la tarea que se había propuesto? ¿Podría ella adaptarse realmente a aquel mundo aristocrático, aunque fuese sólo en calidad de criada?
Capitulo 13
Nicholas estaba tan furioso que le costaba trabajo contenerse. Era poco frecuente que se enfadara con una mujer, pero que le hicieran -chantaje... Maldita sea, eso enfurecería incluso a un santo. Estaba sorprendido de que ella hubiese recurrido a eso, pero habría podido esperarlo. Al fin y al cabo era lista. No esperaba tanta inteligencia en alguien criado en los barrios bajos, pero ella se lo había demostrado la noche del robo, cuando les había sacado ambos de una situación delicada e incluso hasta cierto punto peligr¬osa.
El recuerdo de que estaba en deuda con ella por aquello mitigó su ira, pero sólo un poco.
Su situación era absurda. Sabía cómo tratar a las mujeres. ¿Dón¬de estaba su maldita pericia con aquélla? Se dijo que más valía mirar¬lo por el lado bueno. Ahora que ella iba a vivir bajo su techo, no dudaba que tarde o temprano la metería en su cama.
Estaba muy seguro de sí mismo en lo que concernía a las muje¬res. Y ésta era única, adorable con su indumentaria masculina, sorprendente por su estatura, increíblemente hermosa con aquellos grandes ojos violeta, y nada sensible a sus encantos… todavía.
Pese a todo, él la atraía. Nicholas sabía perfectamente cuándo una mujer se sentía atraída por él. Pero todos los actos de la chica hacían suponer que la traía sin cuidado. «No me toques, ni siquie¬ra te acerques a mí» era el sutil mensaje que rezumaba. ¿Era en par¬te eso lo que le tenía tan enojado? Otra novedad para él. No, sim¬plemente no le gustaba que le hicieran chantaje, y mucho menos por parte de una moza con la que preferiría hacer el amor. Maldi¬ta sea.
Suspiró. El sonido la rescató de sus cavilaciones y la instó a in-formarle:
―Aceptaré el puesto de criada.
―Qué lástima. Habría sido divertido ver cómo te las arreglabas sirviendo como lacayo.
Ella le miró enfadada. Él arqueó una ceja.
―¿No estás de acuerdo? Y por cierto, no debes mirar a tu patrón con el ceño fruncido. Tienes que decir «Sí, señor»,«No, señor», «Muy bien, señor», con una sonrisa o sin expresión alguna. Cuando seas mi amante, podrás mirarme con el ceño fruncido tanto como quieras.
La muchacha se disponía a contestarle, pero en vez de eso se volvió de espaldas. Adoptó una postura rígida, llena de indignación y cólera.
―Contamos hasta diez, ¿no es cierto? ―comentó Nicholas con ironía.
Ella se volvió, esbozó una sonrisa forzada y respondió:
―Sí, señor.
Él se echó a reír. No pudo evitarlo. Y al reír desapareció el resto de su enfado. Al fin y al cabo iba a resultar divertida la intención de ella de «superarse». Se dijo que podría tolerar que le hicieran chan¬taje siempre y cuando el chantajista terminara convirtiéndose en su amante.
Sin dejar de sonreír, declaró:
―Pongamos las cosas en su sitio. ¿Y si empezamos por tu nombre?
Ella se relajó lo suficiente como para contestar:
―Me llamo _____.
―No, me refiero a tu verdadero nombre. Si quisieras realmente pasar página, por así decirlo, deberías estar dispuesta a hacer borrón y cuenta nueva.
―Ése es mi verdadero nombre ―replicó ella con una mirada glacial.
―¿De verdad? ¿No es una abreviatura de ______ (Tu nombre largo, hasta ahora cuando salía la rayita es refireindose a tu diminutivo)?
―Es el único nombre que recuerdo. Si me pusieron otro cuan¬do nací, no lo conozco.
Nicholas se sintió un tanto violento. Desde luego, podía ser que un huérfano no conociera su verdadero nombre, y por lo visto ella ni siquiera tenía apellido. Debía de resultar muy extraño ir por la vida sin apellido.
Preguntó con vacilación:
―¿Te importa que te llame _______ (NL)?
―Me importa. Yo no soy______ (NL). Mis amigos me llaman _____(D). Y como tú no eres uno de ellos.
Resultaba deliciosamente divertida en su obstinación por mostrar¬se distante. Nicholas adivinaba que no cedería ni un milímetro. Era su costumbre, estaba seguro. Aunque se dijo que la chica había teni¬do que ponerse a la defensiva, habiéndose criado donde lo hizo.
―Pero vamos a ser amigos, querida muchacha, de modo que su¬pongo que tendré que acostumbrarme a llamarte _____. De hecho es un bonito nombre, suena bien.
―Acaba de una vez, amigo ―refunfuñó ella, y al ver que arque¬aba una ceja agregó―: Señor.
Él sonrió.
―Muy bien. Pasemos a otro asunto. ¿Llevas vestidos en ese ha¬tillo que custodias tan celosamente?
Ella sacudió la cabeza.
―Sólo mi mascota y ropa «pa» cambiarme.
―Más pantalones, supongo.
―Más pantalones, claro ―repuso _____ secamente―. He sido un chico durante quince años.
―Santo cielo, ¿de verdad?
Ella se sonrojó profusamente.
―Bueno, ¿te das cuenta de que has elegido el trabajo que re¬quiere ropa femenina? Aunque mi padre se burla de los conven¬cionalismos, yo no soy mi padre. Sin embargo, tampoco me gus¬tan los uniformes ―la tranquilizó―. Desde luego que no. Ésta es la residencia de un soltero y, como tal, espero que mis criados se sientan a gusto trabajando aquí. No me preocupa que los cuellos no estén bien almidonados, ni las faldas arrugadas, ni nada por el estilo.
―Esperaba llevar un vestido ―dijo _____ con frialdad―. ¿Te he dicho ya que no tengo dinero?
―Lo has dicho, en efecto. ―Sonrió de nuevo―. No te preocu¬pes. Mi ama de llaves podrá ayudarte en este sentido, y también te situará y te dará instrucciones. Vamos. Por mucho que disfrute de tu compañía, supongo que ahora debería encomendarte a ella.
Ella le siguió, pero al llegar al pie de la escalera se detuvo y le dijo:
―¿Le dirás que tú me has contratado? ¿Que no puede echarme? La última vez que intenté hacer de criada, cuando me presenté al ama de llaves me despidió. No le gustó mi acento ni mi modo de hablar, o mi aspecto.
―Puedo imaginármelo ―repuso él irónicamente.
―No, no puedes ―bufó ella―. Tú no has intentado nunca hacer de criada.
―Bueno, no, supongo que no.
―No vuelvas a reírte de mí, Malory. No lo toleraré. Y eso suce¬dió en una casa de clase baja, no en una de éstas, de la maldita zona rica de la ciudad.
Nicholas dejó de sonreír.
― ¿De modo que ya has intentado desempeñar un trabajo honrado?
―No he tenido ocasión de desempeñarlo. O me han despedido enseguida o no me han contratado. No sé leer, ¿sabes?, y eso me hace muy difícil encontrar algún trabajo.
― ¿Te gustaría saber leer? ―preguntó él con curiosidad.
―Claro que sí, pero ya soy demasiado mayor «pa» ir a la escuela.
―Pero nunca se es demasiado mayor para aprender. De todos, no debes temer que nadie te despida aquí. No te han contr¬atado por el procedimiento normal, ¿verdad?
Nicholas se sorprendió al ver que la muchacha parecía violenta al oírlo mencionar. No iba a ser fácil tratar con ella. Debería andar¬ con pies de plomo. Era esa actitud defensiva tan arraigada lo que hacía que se ofendiera muy fácilmente. Y no había ni una pizca de respeto en su interior. No era más que un golfillo engreído. Pero cabía esperar todo eso de alguien que no había tenido que relacio¬narse nunca con sus superiores... salvo para robarles.
―Vamos ―la apremió Nicholas―. La señora Robertson debe estar en la parte de atrás. Te gustará. Es una mujer muy mater¬nal y…
En aquel momento se abrió la puerta principal y entró su prima Chelsea. Tenía la mala costumbre de no llamar. Claro que Chels vi¬vía en la misma calle y sabía que Nicholas todavía no había encontra¬do un mayordomo.
Ella se sobresaltó al verle en el vestíbulo.
―Cielos, no esperaba encontrarte tan pronto. ¿Te disponías a salir?
―No, sólo estaba situando a mi nuevo sirviente.
Chels miró a _____ y le dedicó una fugaz sonrisa. Luego dijo Nicholas:
―Bueno, entonces no hay más que hablar.
Él la miro con suspicacia.
―¿Puedo saber de qué se trata?
Chels suspiró.
―Venía a ofrecerte a uno de mis lacayos. Billings ha regresado de su permiso. Tengo que readmitirle, desde luego. Es como de la fa¬milia. Pero el nuevo que ocupó su lugar ha trabajado de maravilla también. No obstante yo no necesito tres lacayos, sólo dos, por lo que he pensado que podrías quedarte con el nuevo. Pero tú no necesitas , con uno ya tienes suficiente. Y..
― Por el amor de Dios, Chels, no des más rodeos. Habla de vez.
Ella le miró con reproche.
―Estaba a punto de terminar. Este muchacho es demasiado joven para ser mayordomo, de modo que es evidente que acabas de contratar a un lacayo. Lo cual es perfectamente...
Esta vez fue _____ quien la interrumpió.
―He aceptado el empleo de criada, señora. He decidido que servir de lacayo sería demasiado fácil.
Chels la miró parpadeando y seguidamente puso los ojos en blanco.
―Muy divertido, Chels. Ya entiendo por qué le has contra¬tado. Te divertirá sin parar con bufonerías como ésa. Ahora debo irme. Tengo cientos de cosas por hacer hoy. Y no olvides que esta noche vienes a cenar.
―¿De veras?
―¡Lo has olvidado! ―exclamó Chels, horrorizada.
Él le sonrió.
―No, yo diría que tú te has olvidado. Es la primera vez que oigo hablar de esa cena.
―Pero David iba a pasar para..., ¡magnífico!, supongo que se le olvidó. Bueno, no importa. Ahora ya lo sabes. Así pues, no llegues tarde. El tío Tony y Ros estarán allí. Y también Drew, Joe y Gabriela. Hasta he invitado a Logan.
―¿Drew ha vuelto a la ciudad? ―preguntó Nicholas, sorprendido.
Ella asintió.
―Su barco llegó esta mañana. Y puesto que tu padre y Ker han ido a visitar al tío Johnny en Haverston, me imagino que Drew sabrá qué hacer. Pero también espero que Ker regresará a Londres en cuanto sepa que su hermano está aquí.
―¿De modo que se te ocurrió invitarle?
―Por supuesto. Puede que tu padre siga odiando a sus cuñados, pero los demás nos llevamos bien con ellos.
Nicholas soltó una risita.
―Ya sabes que no les odia. Es sólo que..., bueno, no le caen simpáticos. Cuestión de principios.
―Sí, igual que no le cae simpático mi marido ―refunfuñó Chels.
Nicholas se echó a reír.
―Bueno, el viejo David trató de que lo ahorcaran.
―También lo intentaron los hermanos de Ker, pero ¿a quién le importa? ―dijo ella en tono altivo, saliendo por la puerta. Nicholas se sentía casi agotado después de aquella breve visita. Pero Chels era así, una parlanchina sin remedio. Cuando miró a ____ vio que parecía también un poco aturdida. Supuso que no había entendido nada de aquella rápida cháchara. Como Chels la había tomado por un chico, al igual que Logan, Nicholas le pregun¬tó con curiosidad:
―¿Soy el único que se da cuenta de que eres una mujer?
Ella hizo una mueca desdeñosa.
―Sí. Son los pantalones. Normalmente no me fallan, pero a ti no te han «engañao».
Él se le acercó un paso, pero sólo tuvo que bajar la mirada unos pocos centímetros para encontrar sus ojos.
―No, yo creo que es la estatura. Eres más alta que muchos hombres. Eso es muy poco frecuente.
______ retrocedió para aumentar la distancia entre ambos y ex¬clamó:
―¡Como si yo pudiera hacer algo al respecto!
―No te pongas a la defensiva. No es mala cosa ser alto. Aunque, pensándolo bien, a la señora Robertson probablemente le costa¬rá bajo encontrar ropa ya hecha para ti. Mandarte que hagas las camas llevando esos...
Interrumpió la frase abruptamente. Pensar en ella junto a una cama le trastornaba.
―¿Era ésa tu hermana? ―preguntó ella.
Un tema seguro, gracias a Dios.
―No, es mi prima, Chels Eden. Ella y su marido, David, tie¬nen una casa en esta misma calle, aunque las más de las veces residen en Silverley, su finca campestre.
―Ha sido fácil ver que sois parientes. ¿Toda tu familia es así?
―No, la mayoría de los Malory son corpulentos y de cabello negro como mi padre. Sólo unos cuantos han salido a mi bisabuela, entre ellos yo mismo. Vaya, me parezco tanto a mi tío Tony que la mayoría de la gente cree que es mi padre.
―Parece que eso te divierte.
―Es divertido.
―Apuesto a que tu padre no piensa lo mismo.
Nicholas soltó una risita.
―Claro que no, y por eso resulta divertido.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
me encantaaaa que bueno que alguien la siguio aqui!!
besoos siguelaaa
besoos siguelaaa
#Fire Rouge..*
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 14
La cena fue tranquila esa noche. Solía serlo cuando se congrega¬ban sólo familiares y amigos íntimos. Desde luego, Anthony no pudo evitar lanzar algunas pullas al marido de Chels, David. La única cosa en la que Orlando y Anthony Malory estaban completa¬mente de acuerdo era en que David Eden, antaño un libertino, no era lo bastante bueno para su sobrina favorita y nunca lo sería. No influía para nada el hecho de que los dos hermanos hubieran sido también insignes calaveras antes de casarse.
Chels era alguien especial para ellos. Los cuatro hermanos Malory habían contribuido a criarla después de la muerte de su querida hermana. Y, pese a que resultaba evidente que Chels adoraba a su marido, Orlando y Anthony no estaban dispuestos a dejar que David olvidara que se las vería con ellos si le causaba algún daño.
Pero las indirectas de Anthony eran esa noche de un tono más amistoso que despectivo, y después de que su esposa, Roslynn, le diera -un puntapié por debajo de la mesa para recordarle que debía com-portarse, centro su atención en Nicholas.
―¿Cómo marcha la nueva residencia? ¿Está dotada de personal, amueblada y lista para una gran fiesta?
Nicholas tosió.
―Está medio dotada de personal, apenas amueblada y, en cuanto a las fiestas, habrá que esperar quizás al invierno.
―¿Tienes casa propia, Nicholas? ―preguntó sorprendido Drew Anderson, el hermano de su madrastra.
Nicholas sonrió.
―Así es. El tío Tony y mi padre decidieron que había llegado el momento de que conociese la verdadera vida de soltero.
Ahora fue Anthony quien tosió.
―Santo cielo, es como si le hubiéramos conseguido una licencia para seducir.
―Creo que eso se le da muy bien sin que le haga falta licencias ―observó Chels, con una sonrisa pícara.
―No le animes, pequeña ―la reprendió Anthony―. Siendo tan pillín como es, la idea era iniciarle en la administración de propiedades manejando su propia casa, haciéndose un hombre, por así decirlo.
―Bueno, no necesitaba ayuda para eso ―replicó Chels―. Ha estado actuando como un hombre desde que tenía doce años.
―No me refería a esa clase de esfuerzos masculinos.
―Vamos, Tony, te estás dejando engañar por sus burlas ―intervino Roslynn con su suave acento escocés―. Ya sabemos que tu intención era buena. ―Se permitió mofarse a su vez―. Pero no pongas como pretexto la administración, ya que Nicholas hace años que ayuda a tu hermano a administrar nuestras inversiones.
Esta vez fue Nicholas quien salió en ayuda de Anthony.
―Revisar alquileres, encargarse de reparaciones y procurar que los agentes actúen honradamente es muy distinto a tratar con el servicio doméstico.
―Y los buenos criados son muy difíciles de conseguir, sobre todo los que uno quiere conservar ―agregó Chels―. Por cierto, Nicholas, ¿qué tal te va con tu nuevo lacayo?
―De hecho, me quedaré con el tuyo ―contestó Nicholas―. Mándamelo mañana.
―Espléndido. Pero espero que no dejes que ese guapo muchacho se marche porque te he ofrecido…
―No, no nada de eso
Nicholas no se molestó en corregir a su prima sobre el sexo de su nuevo sirviente. Había instalado a _____ como criada del piso de arriba, por lo que había pocas posibilidades de que Chels volviera a toparse con ella. Y, sinceramente, no quería hablar de ella ni expli¬car por qué había contratado una ex ladrona ―bueno, era de espe¬rar que fuese una ex ladrona― a su servicio.
Afortunadamente, la conversación siguió por otros derroteros, porque al acordarse de ella Nicholas estuvo bastante distraído pensan¬do en su nueva criada. Era una experiencia nueva tener que superar con respecto a ella dos emociones tan contradictorias como eran la ira y el deseo. Podía controlar la ira, pero no estaba tan seguro de conseguirlo con el deseo. La ira debería haber anulado el deseo. Pero no lo hacía en absoluto.
Estar distraído mientras charlaba con su familia tenía sus incon-venientes, como Nicholas pudo comprobar cuando se enteró de que Drew Anderson le acompañaría a casa. No sabía por qué le habían elegido para hospedar a Drew hasta que su padre y su madrastra regresaran a la ciudad, pero probablemente se debía a que toda la familia sabía que él y Drew se habían llevado bien, y ahora que Nicholas disponía de su propia residencia de soltero pensaron que le gus¬taría tener compañía. Lo cual no dejaba de ser cierto.
Drew Anderson le caía bien. Se entendían a las mil maravillas y compartían los mismos gustos, que era mujeres y más mujeres. Ha¬bían pasado muy buenos ratos juntos desde que los hermanos An¬derson empezaron a acudir a Londres después de que su única her¬mana, Keira, hubiese emparentado con la familia Malory. Pero ahora no era el momento oportuno de recibir un huésped, y todavía menos uno tan atractivo como Drew.
En cierta ocasión Ker había dicho de su hermano que Drew tenía un amor en cada puerto en el que recalaba, y probablemente era cierto. Drew, el segundo de los cinco hermanos Anderson, era el más temerario de todos y, a sus treinta y cuatro años, seguía siendo un granuja amigo de diversiones sin ninguna intención de limitarse a una sola mujer, por lo que el matrimonio no entraba para nada en sus planes. Ni siquiera el hecho de ver lo feliz que era en su matri¬monio su hermano mayor Warren, un soltero empedernido que se había casado con Amy Malory, hacía cambiar de opinión a Drew. Al igual que Nicholas, tenía el firme convencimiento de que en la varie¬dad está el gusto, y cuanta más variedad, mejor.
Por encima de la estatura media con su metro noventa y en ple¬na forma después de capitanear su propio barco durante muchos años, Drew era sin duda un hombre que causaba sensación entre las damas. Con su melena de rizos color castaño claro y unos ojos tan oscuros que parecían completamente negros, era un hombre ex¬traordinariamente guapo, lo cual explicaba por qué Nicholas no había querido invitarle a instalarse en su casa aunque fuera por poco tiem¬po, por lo menos no ahora que Nicholas tenía bajo su techo una mu¬jer que le interesaba.
Esto le hizo decir mientras recorrían la corta distancia hasta su vivienda:
―Estás seguro de que no prefieres alojarte en un hotel duran¬te unos días, Drew? Mi casa apenas tiene muebles. Lo único que he comprado hasta ahora son camas para todos los dormitorios. Las de¬más habitaciones están vacías. Incluso estoy comiendo en la cocina.
Por lo menos esa estancia estaba quedando bien, ahora que tenía cocinera y le había dado carta blanca para adquirir todo aquello que necesitaba. Y también su dormitorio estaba completamente amue¬blado, gracias a la insistencia de Keira para que se llevara todo cuanto había en su antigua habitación.
Drew soltó una risita.
―Lo único que necesito es una cama.
―Es demasiado pronto para acostarse ―observó Logan. Su casa quedaba a pocas manzanas de allí, de modo que les acompañaba¬ ―.¿Por qué no vamos a...?
―Esta noche no, Logan ―lo interrumpió Drew―. He tenido un día muy ajetreado. Atracar aquí es siempre un problema, con tantos barcos esperando turno. Y también me he pasado una buena parte del día en las oficinas de Skylark Shipping, y tengo que regresar allí mañana por la mañana.
―¿Me tomas el pelo, amigo? Creía que los marineros sólo as¬pirabais a gozar de la compañía de una mujer después de estar en alta mar.
Drew sonrió.
―Desde luego, pero preferiría buscar esa clase de diversión cuando esté descansado y deje de pensar en la cama sólo como en un mueble para dormir. ¿Qué tal mañana por la noche?
―Claro. Esperaré con impaciencia. ¿Tú qué dices, Nicholas? ¿Estás dispuesto a...?
Nicholas decidió interrumpirle antes de caer en la tentación.
―Yo también necesito una noche de sueño reparador, Logan. Todavía no me he recuperado desde que la otra noche regresé a casa al amanecer.
La mención de su excursión fuera de Londres hasta la casa de Heddings hizo que Logan estuviera de acuerdo.
―Está bien. Ahora que lo dices, irse a dormir parece una idea atractiva, ¿verdad?
Nicholas no se fue directamente a la cama. Tan pronto como hubo acompañado a Drew a su habitación, fue a la suya y accionó la cam¬panilla conectada a las dependencias del servicio. Esperaba que su ama de llaves hubiese explicado a ____ qué significaba el sonido de la campanilla en su cuarto. Dudaba que estuviera dormida tan temprano, pero por otra parte cabía la posibilidad de que así fuera.
De hecho, podía serle ventajoso que estuviera durmiendo y la campanilla la despertara. Al imaginarse a _____, cálida y adormilada, ya no pensó en portarse como un patrón indolente. Al llamarla, su primera intención había sido requerir sus servicios como criada, pero no lo haría si la veía sensible a sus encantos. Tendría que improvisar.
Debía de estar despierta, porque acudió con una rapidez que in¬dicaba que no había tenido necesidad de vestirse. Él sólo lleva¬ba puestos la camisa y el pantalón cuando ella llamó con fuerza a la puerta. Abrió enseguida y la arrastró al interior del dormitorio antes de que Drew acudiera a indagar el origen de aquel ruido.
― Déjame –protestó _____, y se soltó el brazo.
― Habla en voz baja. Hay un invitado al otro lado del pasillo.
Ella arqueó una ceja, indicando que no acababa de tragarse aquella excusa.
―¿Qué quieres entonces?
Aparentemente el hecho de haber conseguido un empleo, un te¬cho sobre su cabeza y comida en abundancia no había mejorado nada su temperamento. Pero la chica pareció arrepentirse inmedia¬tamente de sus palabras, porque amplió la distancia entre ambos.
Nicholas sabía bien que confesar lo que quería en realidad sería un grave error en aquel momento. Ella no estaba preparada para oírlo. Aun así su expresión le delató, pues al parecer no era capaz de con¬trolarse cuando estaba cerca de _____.
Pero para tranquilizarla de momento, se apresuró a contestar:
―Necesito otra botella de brandy. Encontrarás unas cuantas en la despensa.
―¿Me has hecho subir «pa» eso? ―preguntó la muchacha, in¬crédula―. Habrías podido ir a buscarla tú mismo.
Él abrió los ojos de par en par, con una expresión de asombrada inocencia.
―¿Por qué debería hacerlo, ahora que tengo criada?
_____ empezó a refunfuñar algo, pero cerró la boca y fue a bus¬car el brandy. A Nicholas le costó trabajo borrar la sonrisa de su cara, pero lo consiguió antes de que ella regresara al cabo de unos minu¬tos, botella en mano.
Él se había acomodado en una de las butacas junto al hogar. _____ se acercó y le tendió la botella. Nicholas señaló con la cabeza la repisa de la chimenea, donde estaba la botella vacía.
―Sírveme una copa ahora que estás aquí ―dijo Nicholas, y agre¬gó burlonamente―: y espero no tener que pedirte que me la traigas.
_____ emitió con la lengua un chasquido de impaciencia bastante audible y vertió casi un tercio de la botella en la copa, mucho más de lo necesario. Era una copa grande, lo que llaman un «balón». Resultaba evidente que la muchacha no sabía hacerlo mejor.
Nicholas suspiró, demostrando a su vez cierta impaciencia por su ineptitud, y le indicó:
― No más de dos dedos la próxima vez.
Ella irguió la espalda al volverse con la copa en la mano. Fue un milagro que el brandy no le cayera a Nicholas encima por la violencia con que se la entregó. Qué lástima. Él le habría ordenado limpiarle. Imaginársela lo bastante cerca como para frotarle el pecho con un trapo resultaba delicioso.
―También podrías abrir el embozo de la sábana, ya que estás aquí ―sugirió―. La señora Robertson te explicó tus obligaciones, ¿verdad?
―Todavía no, pero dudo que abrir la cama sea una.
―Por supuesto que lo es, y espero encontrarla preparada cada noche. Aprenderás pronto, estoy seguro. Por cierto, ¿cómo te fue con la señora Robertson cuando te dejé a su cargo? Al parecer te¬nías algunos temores en este sentido.
Ella pareció relajarse un poco con este nuevo tema y, encogiénd¬ose de hombros, se dirigió hacia la cama para bajar la colcha.
―Es una vieja simpática. Me ha hecho repetir varias veces mis palabras hasta que se ha acostumbrado a mi forma de hablar, pero no ha parecido molestarse.
―_____, _____ ―suspiró él ―. Mira qué desastre estás haci¬endo. Hay que doblar el embozo con cuidado, no como si fueras cambiar la ropa de cama. Quiero meterme entre las sábanas, no tener que esforzarme por encontrarlas.
Ella se sonrojó por la reprimenda, pero se apresuró a intentar hace-rlo mejor. Esto sorprendió a Nicholas. _____ había conseguido el empleo haciéndole chantaje, por lo que en realidad no tenía por qué tomárselo en serio. Pero aparentemente estaba dispuesta a cumplir con sus obligaciones, lo cual abría numerosas posibilidades que eran dive¬rtidas para él, aunque probablemente no para ella.
―No te olvides de mullir las almohadas también ―ordenó.
_____ volvió a ponerse rígida antes de soltar un puñetazo en el centro de la almohada. Nicholas tuvo que reprimir una carcajada. El justo castigo sería muy dulce.
―Ahora mis botas.
Ella miró nerviosa, frunciendo el ceño, y habló en su antigua jerga.
―¿Qué pasa con las «marditas» botas?
―Ayúdame a quitármelas.
No se movió, y pareció muy nerviosa de nuevo cuando preguntó:
―¿No tienes un hombre «pa» eso? ¿Cómo se llama ese puesto?
―Ayuda de cámara. Pero no, no necesito ninguno. Te tengo a ti para ocuparte de estos detalles menores.
_____ cerró los ojos. Él creyó oír incluso un gemido, aunque no podía estar seguro de ello. ¿Estaría ella vacilando? ¿Se sentiría atraída pese a su mal humor? A Nicholas le hervía la sangre. Verla junto a su cama le hacía desear verla dentro de la cama.
―Ven aquí ―dijo, adoptando una voz sensual.
____ abrió los ojos, pero no se le acercó. Nicholas supuso que la había puesto demasiado nerviosa.
Para mitigar momentáneamente sus temores, se miró los pies y le recordó:
―Mis botas. Me gustaría acostarme esta noche y sin ellas puestas. ―Como ella seguía sin moverse, dijo secamente―: ¿Debo recordarte que fuiste tú quien quiso, insistió, en conseguir este trabajo?
Estas palabras la impulsaron a actuar. Cruzó la habitación a grandes zancadas, sujetó una de sus botas y empezó a tirar de ella. No salía, desde luego. Tiró un poco más, pero la bota seguía sin moverse del pie.
Finalmente Nicholas observó con ironía:
―Supongo que tampoco sabes hacer esto.
―Sí sé ―respondió en defensa propia―. Creía que los señoritos llevabais botas fáciles de quitar.
―Bueno, no tengas reparos en ponerte de espaldas a horcajadas sobre mi pierna, querida. Adelante.
Así lo hizo _____, dándole la espalda y esperando que él plantara el otro pie sobre su trasero para darle el impulso necesario para sacar la bota. Pero esta vez Nicholas se quedó paralizado. Ella había subido a verle sin su chaqueta, vestida sólo con camisa, pantalones y calcetines, de modo que nada le cubría las torneadas posaderas que él tenía repentinamente delante y a su alcance. Fue probablemente una de las cosas más difíciles que hizo jamás: no aprovecharse de la situación y poner en su trasero el pie en lugar de las manos.
Irritado porque la deseaba otra vez, empujó un poco más fuerte de lo necesario. La bota salió bruscamente, y ____ se precipitó hacia delante trastabillando, pero no pareció darle más importancia y regresó enseguida para sujetar la otra.
Tratando de enfriar su pasión, Nicholas comentó despreocupa-damente:
―Veo que todavía llevas tu indumentaria de ladrón. ¿No pudo encontrarte la señora Robertson ropa adecuada?
Ella se volvió para dirigirle una mirada de contrariedad por habe¬r empleado aquel apelativo, pero respondió en tono inexpresivo:
―Sí la encontró. Me llevó a ver a la costurera de su hermana. Dijo que sería una pérdida de tiempo buscar ropa hecha que me siente bien. Dijo que no quiere que enseñe los tobillos.
―Vaya, qué lástima. Enseñar los tobillos parece interesante.
_____ bufó al advertir su sonrisa.
―Mandarán el primer vestido mañana, y el otro pasado mañana.
―¿Sólo dos? No bastarán.
―No necesito más y se lo dije.
―Desde luego que sí. No vas a lavar tu ropa todos los días. Es una absoluta pérdida de tiempo. Le diré que aumente el pedido. ¿Y qué te parece tu habitación? ¿La encuentras a tu gusto?
La segunda bota salió, y ____ se volvió y le miró con suspicacia.
―¿La cambiarías si no me gustara?
Él se levantó y se le acercó para decir en un susurro de conspirador:
―Puedes compartir mi habitación si lo prefieres. Lo digo en serio.
_____ irguió la espalda.
―Ni hablar, amigo.
Él se enderezó y suspiró al oír su tono.
―Tienes que dejar de ponerte tan a la defensiva, ____, ante este coqueteo inocente. Yo no muerdo, ¿sabes? Bueno, sólo si da placer, como suele ocurrir. Como mordisquearte el cuello. ―Se le enronqueció la voz ―. Y la oreja… Y éste puede ser un buen momento para que te vayas.
A _____ le faltó tiempo para hacerlo.
La cena fue tranquila esa noche. Solía serlo cuando se congrega¬ban sólo familiares y amigos íntimos. Desde luego, Anthony no pudo evitar lanzar algunas pullas al marido de Chels, David. La única cosa en la que Orlando y Anthony Malory estaban completa¬mente de acuerdo era en que David Eden, antaño un libertino, no era lo bastante bueno para su sobrina favorita y nunca lo sería. No influía para nada el hecho de que los dos hermanos hubieran sido también insignes calaveras antes de casarse.
Chels era alguien especial para ellos. Los cuatro hermanos Malory habían contribuido a criarla después de la muerte de su querida hermana. Y, pese a que resultaba evidente que Chels adoraba a su marido, Orlando y Anthony no estaban dispuestos a dejar que David olvidara que se las vería con ellos si le causaba algún daño.
Pero las indirectas de Anthony eran esa noche de un tono más amistoso que despectivo, y después de que su esposa, Roslynn, le diera -un puntapié por debajo de la mesa para recordarle que debía com-portarse, centro su atención en Nicholas.
―¿Cómo marcha la nueva residencia? ¿Está dotada de personal, amueblada y lista para una gran fiesta?
Nicholas tosió.
―Está medio dotada de personal, apenas amueblada y, en cuanto a las fiestas, habrá que esperar quizás al invierno.
―¿Tienes casa propia, Nicholas? ―preguntó sorprendido Drew Anderson, el hermano de su madrastra.
Nicholas sonrió.
―Así es. El tío Tony y mi padre decidieron que había llegado el momento de que conociese la verdadera vida de soltero.
Ahora fue Anthony quien tosió.
―Santo cielo, es como si le hubiéramos conseguido una licencia para seducir.
―Creo que eso se le da muy bien sin que le haga falta licencias ―observó Chels, con una sonrisa pícara.
―No le animes, pequeña ―la reprendió Anthony―. Siendo tan pillín como es, la idea era iniciarle en la administración de propiedades manejando su propia casa, haciéndose un hombre, por así decirlo.
―Bueno, no necesitaba ayuda para eso ―replicó Chels―. Ha estado actuando como un hombre desde que tenía doce años.
―No me refería a esa clase de esfuerzos masculinos.
―Vamos, Tony, te estás dejando engañar por sus burlas ―intervino Roslynn con su suave acento escocés―. Ya sabemos que tu intención era buena. ―Se permitió mofarse a su vez―. Pero no pongas como pretexto la administración, ya que Nicholas hace años que ayuda a tu hermano a administrar nuestras inversiones.
Esta vez fue Nicholas quien salió en ayuda de Anthony.
―Revisar alquileres, encargarse de reparaciones y procurar que los agentes actúen honradamente es muy distinto a tratar con el servicio doméstico.
―Y los buenos criados son muy difíciles de conseguir, sobre todo los que uno quiere conservar ―agregó Chels―. Por cierto, Nicholas, ¿qué tal te va con tu nuevo lacayo?
―De hecho, me quedaré con el tuyo ―contestó Nicholas―. Mándamelo mañana.
―Espléndido. Pero espero que no dejes que ese guapo muchacho se marche porque te he ofrecido…
―No, no nada de eso
Nicholas no se molestó en corregir a su prima sobre el sexo de su nuevo sirviente. Había instalado a _____ como criada del piso de arriba, por lo que había pocas posibilidades de que Chels volviera a toparse con ella. Y, sinceramente, no quería hablar de ella ni expli¬car por qué había contratado una ex ladrona ―bueno, era de espe¬rar que fuese una ex ladrona― a su servicio.
Afortunadamente, la conversación siguió por otros derroteros, porque al acordarse de ella Nicholas estuvo bastante distraído pensan¬do en su nueva criada. Era una experiencia nueva tener que superar con respecto a ella dos emociones tan contradictorias como eran la ira y el deseo. Podía controlar la ira, pero no estaba tan seguro de conseguirlo con el deseo. La ira debería haber anulado el deseo. Pero no lo hacía en absoluto.
Estar distraído mientras charlaba con su familia tenía sus incon-venientes, como Nicholas pudo comprobar cuando se enteró de que Drew Anderson le acompañaría a casa. No sabía por qué le habían elegido para hospedar a Drew hasta que su padre y su madrastra regresaran a la ciudad, pero probablemente se debía a que toda la familia sabía que él y Drew se habían llevado bien, y ahora que Nicholas disponía de su propia residencia de soltero pensaron que le gus¬taría tener compañía. Lo cual no dejaba de ser cierto.
Drew Anderson le caía bien. Se entendían a las mil maravillas y compartían los mismos gustos, que era mujeres y más mujeres. Ha¬bían pasado muy buenos ratos juntos desde que los hermanos An¬derson empezaron a acudir a Londres después de que su única her¬mana, Keira, hubiese emparentado con la familia Malory. Pero ahora no era el momento oportuno de recibir un huésped, y todavía menos uno tan atractivo como Drew.
En cierta ocasión Ker había dicho de su hermano que Drew tenía un amor en cada puerto en el que recalaba, y probablemente era cierto. Drew, el segundo de los cinco hermanos Anderson, era el más temerario de todos y, a sus treinta y cuatro años, seguía siendo un granuja amigo de diversiones sin ninguna intención de limitarse a una sola mujer, por lo que el matrimonio no entraba para nada en sus planes. Ni siquiera el hecho de ver lo feliz que era en su matri¬monio su hermano mayor Warren, un soltero empedernido que se había casado con Amy Malory, hacía cambiar de opinión a Drew. Al igual que Nicholas, tenía el firme convencimiento de que en la varie¬dad está el gusto, y cuanta más variedad, mejor.
Por encima de la estatura media con su metro noventa y en ple¬na forma después de capitanear su propio barco durante muchos años, Drew era sin duda un hombre que causaba sensación entre las damas. Con su melena de rizos color castaño claro y unos ojos tan oscuros que parecían completamente negros, era un hombre ex¬traordinariamente guapo, lo cual explicaba por qué Nicholas no había querido invitarle a instalarse en su casa aunque fuera por poco tiem¬po, por lo menos no ahora que Nicholas tenía bajo su techo una mu¬jer que le interesaba.
Esto le hizo decir mientras recorrían la corta distancia hasta su vivienda:
―Estás seguro de que no prefieres alojarte en un hotel duran¬te unos días, Drew? Mi casa apenas tiene muebles. Lo único que he comprado hasta ahora son camas para todos los dormitorios. Las de¬más habitaciones están vacías. Incluso estoy comiendo en la cocina.
Por lo menos esa estancia estaba quedando bien, ahora que tenía cocinera y le había dado carta blanca para adquirir todo aquello que necesitaba. Y también su dormitorio estaba completamente amue¬blado, gracias a la insistencia de Keira para que se llevara todo cuanto había en su antigua habitación.
Drew soltó una risita.
―Lo único que necesito es una cama.
―Es demasiado pronto para acostarse ―observó Logan. Su casa quedaba a pocas manzanas de allí, de modo que les acompañaba¬ ―.¿Por qué no vamos a...?
―Esta noche no, Logan ―lo interrumpió Drew―. He tenido un día muy ajetreado. Atracar aquí es siempre un problema, con tantos barcos esperando turno. Y también me he pasado una buena parte del día en las oficinas de Skylark Shipping, y tengo que regresar allí mañana por la mañana.
―¿Me tomas el pelo, amigo? Creía que los marineros sólo as¬pirabais a gozar de la compañía de una mujer después de estar en alta mar.
Drew sonrió.
―Desde luego, pero preferiría buscar esa clase de diversión cuando esté descansado y deje de pensar en la cama sólo como en un mueble para dormir. ¿Qué tal mañana por la noche?
―Claro. Esperaré con impaciencia. ¿Tú qué dices, Nicholas? ¿Estás dispuesto a...?
Nicholas decidió interrumpirle antes de caer en la tentación.
―Yo también necesito una noche de sueño reparador, Logan. Todavía no me he recuperado desde que la otra noche regresé a casa al amanecer.
La mención de su excursión fuera de Londres hasta la casa de Heddings hizo que Logan estuviera de acuerdo.
―Está bien. Ahora que lo dices, irse a dormir parece una idea atractiva, ¿verdad?
Nicholas no se fue directamente a la cama. Tan pronto como hubo acompañado a Drew a su habitación, fue a la suya y accionó la cam¬panilla conectada a las dependencias del servicio. Esperaba que su ama de llaves hubiese explicado a ____ qué significaba el sonido de la campanilla en su cuarto. Dudaba que estuviera dormida tan temprano, pero por otra parte cabía la posibilidad de que así fuera.
De hecho, podía serle ventajoso que estuviera durmiendo y la campanilla la despertara. Al imaginarse a _____, cálida y adormilada, ya no pensó en portarse como un patrón indolente. Al llamarla, su primera intención había sido requerir sus servicios como criada, pero no lo haría si la veía sensible a sus encantos. Tendría que improvisar.
Debía de estar despierta, porque acudió con una rapidez que in¬dicaba que no había tenido necesidad de vestirse. Él sólo lleva¬ba puestos la camisa y el pantalón cuando ella llamó con fuerza a la puerta. Abrió enseguida y la arrastró al interior del dormitorio antes de que Drew acudiera a indagar el origen de aquel ruido.
― Déjame –protestó _____, y se soltó el brazo.
― Habla en voz baja. Hay un invitado al otro lado del pasillo.
Ella arqueó una ceja, indicando que no acababa de tragarse aquella excusa.
―¿Qué quieres entonces?
Aparentemente el hecho de haber conseguido un empleo, un te¬cho sobre su cabeza y comida en abundancia no había mejorado nada su temperamento. Pero la chica pareció arrepentirse inmedia¬tamente de sus palabras, porque amplió la distancia entre ambos.
Nicholas sabía bien que confesar lo que quería en realidad sería un grave error en aquel momento. Ella no estaba preparada para oírlo. Aun así su expresión le delató, pues al parecer no era capaz de con¬trolarse cuando estaba cerca de _____.
Pero para tranquilizarla de momento, se apresuró a contestar:
―Necesito otra botella de brandy. Encontrarás unas cuantas en la despensa.
―¿Me has hecho subir «pa» eso? ―preguntó la muchacha, in¬crédula―. Habrías podido ir a buscarla tú mismo.
Él abrió los ojos de par en par, con una expresión de asombrada inocencia.
―¿Por qué debería hacerlo, ahora que tengo criada?
_____ empezó a refunfuñar algo, pero cerró la boca y fue a bus¬car el brandy. A Nicholas le costó trabajo borrar la sonrisa de su cara, pero lo consiguió antes de que ella regresara al cabo de unos minu¬tos, botella en mano.
Él se había acomodado en una de las butacas junto al hogar. _____ se acercó y le tendió la botella. Nicholas señaló con la cabeza la repisa de la chimenea, donde estaba la botella vacía.
―Sírveme una copa ahora que estás aquí ―dijo Nicholas, y agre¬gó burlonamente―: y espero no tener que pedirte que me la traigas.
_____ emitió con la lengua un chasquido de impaciencia bastante audible y vertió casi un tercio de la botella en la copa, mucho más de lo necesario. Era una copa grande, lo que llaman un «balón». Resultaba evidente que la muchacha no sabía hacerlo mejor.
Nicholas suspiró, demostrando a su vez cierta impaciencia por su ineptitud, y le indicó:
― No más de dos dedos la próxima vez.
Ella irguió la espalda al volverse con la copa en la mano. Fue un milagro que el brandy no le cayera a Nicholas encima por la violencia con que se la entregó. Qué lástima. Él le habría ordenado limpiarle. Imaginársela lo bastante cerca como para frotarle el pecho con un trapo resultaba delicioso.
―También podrías abrir el embozo de la sábana, ya que estás aquí ―sugirió―. La señora Robertson te explicó tus obligaciones, ¿verdad?
―Todavía no, pero dudo que abrir la cama sea una.
―Por supuesto que lo es, y espero encontrarla preparada cada noche. Aprenderás pronto, estoy seguro. Por cierto, ¿cómo te fue con la señora Robertson cuando te dejé a su cargo? Al parecer te¬nías algunos temores en este sentido.
Ella pareció relajarse un poco con este nuevo tema y, encogiénd¬ose de hombros, se dirigió hacia la cama para bajar la colcha.
―Es una vieja simpática. Me ha hecho repetir varias veces mis palabras hasta que se ha acostumbrado a mi forma de hablar, pero no ha parecido molestarse.
―_____, _____ ―suspiró él ―. Mira qué desastre estás haci¬endo. Hay que doblar el embozo con cuidado, no como si fueras cambiar la ropa de cama. Quiero meterme entre las sábanas, no tener que esforzarme por encontrarlas.
Ella se sonrojó por la reprimenda, pero se apresuró a intentar hace-rlo mejor. Esto sorprendió a Nicholas. _____ había conseguido el empleo haciéndole chantaje, por lo que en realidad no tenía por qué tomárselo en serio. Pero aparentemente estaba dispuesta a cumplir con sus obligaciones, lo cual abría numerosas posibilidades que eran dive¬rtidas para él, aunque probablemente no para ella.
―No te olvides de mullir las almohadas también ―ordenó.
_____ volvió a ponerse rígida antes de soltar un puñetazo en el centro de la almohada. Nicholas tuvo que reprimir una carcajada. El justo castigo sería muy dulce.
―Ahora mis botas.
Ella miró nerviosa, frunciendo el ceño, y habló en su antigua jerga.
―¿Qué pasa con las «marditas» botas?
―Ayúdame a quitármelas.
No se movió, y pareció muy nerviosa de nuevo cuando preguntó:
―¿No tienes un hombre «pa» eso? ¿Cómo se llama ese puesto?
―Ayuda de cámara. Pero no, no necesito ninguno. Te tengo a ti para ocuparte de estos detalles menores.
_____ cerró los ojos. Él creyó oír incluso un gemido, aunque no podía estar seguro de ello. ¿Estaría ella vacilando? ¿Se sentiría atraída pese a su mal humor? A Nicholas le hervía la sangre. Verla junto a su cama le hacía desear verla dentro de la cama.
―Ven aquí ―dijo, adoptando una voz sensual.
____ abrió los ojos, pero no se le acercó. Nicholas supuso que la había puesto demasiado nerviosa.
Para mitigar momentáneamente sus temores, se miró los pies y le recordó:
―Mis botas. Me gustaría acostarme esta noche y sin ellas puestas. ―Como ella seguía sin moverse, dijo secamente―: ¿Debo recordarte que fuiste tú quien quiso, insistió, en conseguir este trabajo?
Estas palabras la impulsaron a actuar. Cruzó la habitación a grandes zancadas, sujetó una de sus botas y empezó a tirar de ella. No salía, desde luego. Tiró un poco más, pero la bota seguía sin moverse del pie.
Finalmente Nicholas observó con ironía:
―Supongo que tampoco sabes hacer esto.
―Sí sé ―respondió en defensa propia―. Creía que los señoritos llevabais botas fáciles de quitar.
―Bueno, no tengas reparos en ponerte de espaldas a horcajadas sobre mi pierna, querida. Adelante.
Así lo hizo _____, dándole la espalda y esperando que él plantara el otro pie sobre su trasero para darle el impulso necesario para sacar la bota. Pero esta vez Nicholas se quedó paralizado. Ella había subido a verle sin su chaqueta, vestida sólo con camisa, pantalones y calcetines, de modo que nada le cubría las torneadas posaderas que él tenía repentinamente delante y a su alcance. Fue probablemente una de las cosas más difíciles que hizo jamás: no aprovecharse de la situación y poner en su trasero el pie en lugar de las manos.
Irritado porque la deseaba otra vez, empujó un poco más fuerte de lo necesario. La bota salió bruscamente, y ____ se precipitó hacia delante trastabillando, pero no pareció darle más importancia y regresó enseguida para sujetar la otra.
Tratando de enfriar su pasión, Nicholas comentó despreocupa-damente:
―Veo que todavía llevas tu indumentaria de ladrón. ¿No pudo encontrarte la señora Robertson ropa adecuada?
Ella se volvió para dirigirle una mirada de contrariedad por habe¬r empleado aquel apelativo, pero respondió en tono inexpresivo:
―Sí la encontró. Me llevó a ver a la costurera de su hermana. Dijo que sería una pérdida de tiempo buscar ropa hecha que me siente bien. Dijo que no quiere que enseñe los tobillos.
―Vaya, qué lástima. Enseñar los tobillos parece interesante.
_____ bufó al advertir su sonrisa.
―Mandarán el primer vestido mañana, y el otro pasado mañana.
―¿Sólo dos? No bastarán.
―No necesito más y se lo dije.
―Desde luego que sí. No vas a lavar tu ropa todos los días. Es una absoluta pérdida de tiempo. Le diré que aumente el pedido. ¿Y qué te parece tu habitación? ¿La encuentras a tu gusto?
La segunda bota salió, y ____ se volvió y le miró con suspicacia.
―¿La cambiarías si no me gustara?
Él se levantó y se le acercó para decir en un susurro de conspirador:
―Puedes compartir mi habitación si lo prefieres. Lo digo en serio.
_____ irguió la espalda.
―Ni hablar, amigo.
Él se enderezó y suspiró al oír su tono.
―Tienes que dejar de ponerte tan a la defensiva, ____, ante este coqueteo inocente. Yo no muerdo, ¿sabes? Bueno, sólo si da placer, como suele ocurrir. Como mordisquearte el cuello. ―Se le enronqueció la voz ―. Y la oreja… Y éste puede ser un buen momento para que te vayas.
A _____ le faltó tiempo para hacerlo.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
me encanto el cap pero me quede sin palabras con tu firma jajaja
siguelaaa
siguelaaa
#Fire Rouge..*
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 15
_____ se apresuró por el pasillo hacia la cocina. Se había dormido y habían tenido que despertarla, lo cual no era la mejor ma¬nera de empezar su nuevo trabajo. Y era un buen empleo. Todavía no podía creer que estuviera viviendo y trabajando en una casa tan elegante. ¡Incluso el pasillo de las dependencias del servicio esta¬ba alfombrado! Pero, pese a necesitar una criada, Malory no la habría contratado si ella no le hubiera hecho chantaje. Eso le pesaba en la conciencia. Pero, para compensarlo, se había prometido llegar, a ser una criada mejor de la que él habría podido encontrar por medios normales.
Pensar en Nicholas le causó una punzada de excitación que sofocó enseguida. No le resultaría fácil dominar la atracción que sentía por él, pero lo haría, porque de lo contrario un hombre como ése podía ser su perdición.
_____ llegó a la cocina. La cocinera, la señora Appleton, estaba allí. Era una mujer de mediana edad, jovial, bajita pero robusta. Le gustaba cantar mientras guisaba y lo hacía con voz muy alta.
La víspera se había reído cuando la señora Roberston le presentó a ______ como la nueva criada del piso de arriba, y siguió riéndose durante casi diez minutos cada vez que la miraba. Era la ropa, o por lo menos _____ esperaba que fuera eso lo que divertía tanto a la co¬cinera. Probablemente no había visto nunca una mujer que llevara pantalones.
Su ayudanta, Claire, se hallaba también en la cocina. Era la mu¬chacha gruñona que el día anterior había abierto la puerta a _____. En cuanto ésta entró en la estancia, se apresuró a señalar:
―Llegas tarde.
―Ya lo sé. Lo siento.
―Ahora la comida está fría.
Lo dijo como si _____ tuviera la culpa. Resultaba evidente que Claire era una persona displicente. Regordeta y de hombros caídos, parecía siempre enfurruñada; por lo menos _____ todavía no había visto ninguna otra expresión en su rostro. O tal vez sólo parecía mal¬humorada en contraste con la alegre cocinera.
―Ahora no tengo tiempo «pa» comer ―declaró ____, sus¬pirando tristemente al ver el extenso surtido de platos que habían sido preparados.
Tenía hambre.
―¿Por qué no? ―inquirió Claire―. ¿Adónde tienes que ir? Lle¬gas tarde al desayuno.
―Oh. Pero ¿no llego tarde a trabajar?
Claire soltó un bufido.
―Yo empiezo temprano, tú no .Tienes que esperar a que el patrón salga de su habitación para limpiarla. En el piso de arriba no tiene que haber ningún ruido que pueda despertarle antes de lo previsto.
―Pero ¿y si se pasa todo el día sobando?
―Entonces tendrás que trabajar por la noche. Y mejora tu len-guaje ―agregó Claire, indignada―. Vaya, pareces un golfillo calle¬jero. ¿De dónde has salido?
_____ no respondió, estaba demasiado ocupada sonrojándose. Habría podido hablar mejor, pero eso habría requerido concentra¬ción, y le costaba concentrarse cuando estaba nerviosa. Y además, el mero hecho de haber recordado su manera de hablar de antaño no implicaba que fuese a adoptarla de forma natural. Lo que le salía de un modo espontáneo era la jerga barriobajera que había estado em¬pleando durante quince años.
La cocinera llamó la atención a su ayudanta y dijo a _____:
―No te preocupes por eso, querida. La señora Robertson te instruirá bien sobre qué hay que hacer y cómo. Sigue sus instrucciones y lo harás bien.
La señora en cuestión entró en aquel momento por la puerta, vio a _____ y dijo:
―Ah, estás aquí. ¿Has terminado de desayunar? Sígueme.
¿De modo que no iban a reprenderla? ¿Sólo había llegado tarde al desayuno? El alivio de ____ era inmenso, pero también su hambre.
Con una última mirada al vasto surtido de comida extendida sobre la mesa, cogió dos bollos y se los guardó en los bolsillos, y luego salió apresuradamente detrás del ama de llaves. La cocinera la vio hacerlo y su risa siguió a _____ hasta el otro lado de la puerta.
La señora Robertson la condujo al piso de arriba y al interior de una de las habitaciones desocupadas para explicarle con todo detalle cuáles serían sus obligaciones. Aunque aquel dormitorio apenas tenía muebles, no se quedaría así, por lo que el ama de llaves explicó a _____ qué tendría que hacer cuando estuviera completamente decorado.
En la casa no tenía que haber nunca ni una mota de polvo. Esa era la primera regla de la señora Robertson. _____ llevaría a lavar la ropa sucia y la devolvería limpia. Ella sería la encargada de mantener impolutos suelos, ventanas y casi todo lo que se encontraba en el piso de arriba.
La señora Robertson recalcó que el piso de arriba sería su responsabilidad. A _____ le gustó cómo sonaba eso. Pero mientras tanto, por lo menos hasta que contrataran una criada para el piso de abajo, debería ayudar a limpiar también las habitaciones de la planta. Claire se ocupaba de la cocina. Y, por el momento, la mayoría de las demás piezas de abajo estaban vacías, de modo que mantenerlas limpias de polvo no le llevaría demasiado tiempo.
―Esperarás a que el señor Nicholas deje su habitación antes de entrar para limpiarla, a menos que necesite algo, en cuyo caso probablemente te llamará. Si tiene invitados, espera también a que bajen para entrar en sus dormitorios. No molestes bajo ningún concepto a los ocupantes del piso de arriba si están durmiendo. Aho¬ra mismo un miembro de su familia se aloja aquí, de modo que hay dos habitaciones ocupadas. No tienes obligación de hacer tus tareas en un orden establecido, pero asegúrate de haberlas terminado todas al final del día.
La señora Robertson tenía muchas más cosas que decir, y _____ se las arregló para retenerlas todas, pero aun así no le parecía sufi¬ciente trabajo como para estar ocupada todo el día. Hizo esa obser¬vación.
―¿Y si acabo pronto «tos» los días?
―Deberás estar disponible cuando el señor Nicholas se encuentra en casa, por si necesita algo. De lo contrario serás libre de hacer lo que te plazca: descansar, leer, salir, visitar a tus amistades..., lo que te convenga. Librarás los domingos después de haber hecho las camas y cerciorarte de que todo tu piso está en perfecto orden. También po¬drías dedicar algún tiempo cada día a mejorar tu dicción.
―¿ Eh?
―Exacto. La respuesta adecuada habría sido: «¿Qué pasa con mi dicción?» o «¿Qué significa dicción?», o incluso «Me gusta mi dic¬ción tal como es, muchas gracias».
―Pero... eso he dicho, lo he metido todo en una palabra.
La mujer se echó a reír.
―Pequeña _____, no es nada personal. Francamente, tu forma de hablar me resulta curiosa. Me recuerda mis años mozos. No siem¬pre he trabajado para la nobleza, ¿sabes? Pero descubrirás que mejorar tu lenguaje sólo te reporta ventajas. A menos que te guste en¬contrarte en apuros al querer expresar tus pensamientos...
_____ quedó impresionada por cómo la había llamado el ama de llaves, «Pequeña _____». Eso le trajo un vago recuerdo de en¬contrarse en una sala repleta de juguetes, con alguien que la suje¬taba de la mano y le decía: «Escoge, pequeña _____. Tu padre dijo que podrías quedarte con el juguete que quisieras por tu cumpleaños.»
¿Había sido su vida realmente tan hermosa antes de que alguien se la arrebatara tratando de hacerle daño? ¿O era sólo algo que había soñado? Forzó su memoria hasta que le dolió la cabeza, pero no pudo evocar nada que demostrara que aquella escena había sido un sueño... o un recuerdo real. Y la señora Robertson esperaba una respuesta.
―Yo... podía hablar mejor ―dijo con vacilación―. Es sólo que ha pasado tanto tiempo, que casi lo he olvidado. Mi amiga Lucy quería que hablara como hago ahora. Se esforzó mucho para con seguirlo.
―Qué extraño. Pero en cualquier caso, no me molesta corregir te, si a ti no te molesta que te corrija. El señor Nicholas mencionó que también él intentaría ayudarte en este sentido.
―¿De verdad?
―Sí, al parecer tiene mucho interés por ti. Ésta es una casa de clase alta. Si trabajaras para una familia de comerciantes, no importaría tanto. Pero los sirvientes de la nobleza pueden ser tan esnob como sus amos, y tú deseas adaptarte, ¿no es cierto?
_____ lo pensó un momento y dijo:
―No, no creo que quiera ser una esnob.
La señora Robertson volvió a echarse a reír
.
―Eres divertidísima, pequeña. Hacía años que no me reía tanto. No te sugería que te conviertas en una esnob. No, santo cielo. No creo que yo lo sea, y desde luego que el señor Nicholas no lo es. Pero conocerás a otros sirvientes de esta calle, lo sé. Y todavía tenemos que contratar a más personal para esta casa. Me refería a que es probable que te topes con ese tipo de gente, y si bien es posible que los mires por encima del hombro, igual que ellos harán contigo, no debes ponerte en ridículo si no hay necesidad, verdad? No, por supuesto que no. A nadie le gusta hacer el ridículo.
_____ no se esperaba esa clase de adoctrinamiento. Pero como encajaba en su deseo de superarse, se sintió muy agradecida por consejos de la mujer y así se lo dijo.
―Gracias, señora. Me comprometo a aprender.
―Espléndido. Le dedicaremos media hora cada noche durante algún tiempo. ¡Dentro de nada habremos corregido ese acento y esos resabios!
_____ sonrió.
―Son quince años que corregir. Puede llevar mucho tiempo.
―Es posible. Pero no vas a ir a ninguna parte, ¿verdad? Así pues, nos sobra tiempo para trabajar en ello.
¿No iría a ninguna parte? _____ sintió que le quitaban un peso de encima. Si tan sólo Malory dejara de atosigarla...
Hola! Floopii.xoxo bienvenida! Como te llamas? En donde leias antes la novela? Y bueno esta como dificil que esa firma ni te deje sin palabras despues de lo mucho que hemos esperado para verlo sin camisa :)
_____ se apresuró por el pasillo hacia la cocina. Se había dormido y habían tenido que despertarla, lo cual no era la mejor ma¬nera de empezar su nuevo trabajo. Y era un buen empleo. Todavía no podía creer que estuviera viviendo y trabajando en una casa tan elegante. ¡Incluso el pasillo de las dependencias del servicio esta¬ba alfombrado! Pero, pese a necesitar una criada, Malory no la habría contratado si ella no le hubiera hecho chantaje. Eso le pesaba en la conciencia. Pero, para compensarlo, se había prometido llegar, a ser una criada mejor de la que él habría podido encontrar por medios normales.
Pensar en Nicholas le causó una punzada de excitación que sofocó enseguida. No le resultaría fácil dominar la atracción que sentía por él, pero lo haría, porque de lo contrario un hombre como ése podía ser su perdición.
_____ llegó a la cocina. La cocinera, la señora Appleton, estaba allí. Era una mujer de mediana edad, jovial, bajita pero robusta. Le gustaba cantar mientras guisaba y lo hacía con voz muy alta.
La víspera se había reído cuando la señora Roberston le presentó a ______ como la nueva criada del piso de arriba, y siguió riéndose durante casi diez minutos cada vez que la miraba. Era la ropa, o por lo menos _____ esperaba que fuera eso lo que divertía tanto a la co¬cinera. Probablemente no había visto nunca una mujer que llevara pantalones.
Su ayudanta, Claire, se hallaba también en la cocina. Era la mu¬chacha gruñona que el día anterior había abierto la puerta a _____. En cuanto ésta entró en la estancia, se apresuró a señalar:
―Llegas tarde.
―Ya lo sé. Lo siento.
―Ahora la comida está fría.
Lo dijo como si _____ tuviera la culpa. Resultaba evidente que Claire era una persona displicente. Regordeta y de hombros caídos, parecía siempre enfurruñada; por lo menos _____ todavía no había visto ninguna otra expresión en su rostro. O tal vez sólo parecía mal¬humorada en contraste con la alegre cocinera.
―Ahora no tengo tiempo «pa» comer ―declaró ____, sus¬pirando tristemente al ver el extenso surtido de platos que habían sido preparados.
Tenía hambre.
―¿Por qué no? ―inquirió Claire―. ¿Adónde tienes que ir? Lle¬gas tarde al desayuno.
―Oh. Pero ¿no llego tarde a trabajar?
Claire soltó un bufido.
―Yo empiezo temprano, tú no .Tienes que esperar a que el patrón salga de su habitación para limpiarla. En el piso de arriba no tiene que haber ningún ruido que pueda despertarle antes de lo previsto.
―Pero ¿y si se pasa todo el día sobando?
―Entonces tendrás que trabajar por la noche. Y mejora tu len-guaje ―agregó Claire, indignada―. Vaya, pareces un golfillo calle¬jero. ¿De dónde has salido?
_____ no respondió, estaba demasiado ocupada sonrojándose. Habría podido hablar mejor, pero eso habría requerido concentra¬ción, y le costaba concentrarse cuando estaba nerviosa. Y además, el mero hecho de haber recordado su manera de hablar de antaño no implicaba que fuese a adoptarla de forma natural. Lo que le salía de un modo espontáneo era la jerga barriobajera que había estado em¬pleando durante quince años.
La cocinera llamó la atención a su ayudanta y dijo a _____:
―No te preocupes por eso, querida. La señora Robertson te instruirá bien sobre qué hay que hacer y cómo. Sigue sus instrucciones y lo harás bien.
La señora en cuestión entró en aquel momento por la puerta, vio a _____ y dijo:
―Ah, estás aquí. ¿Has terminado de desayunar? Sígueme.
¿De modo que no iban a reprenderla? ¿Sólo había llegado tarde al desayuno? El alivio de ____ era inmenso, pero también su hambre.
Con una última mirada al vasto surtido de comida extendida sobre la mesa, cogió dos bollos y se los guardó en los bolsillos, y luego salió apresuradamente detrás del ama de llaves. La cocinera la vio hacerlo y su risa siguió a _____ hasta el otro lado de la puerta.
La señora Robertson la condujo al piso de arriba y al interior de una de las habitaciones desocupadas para explicarle con todo detalle cuáles serían sus obligaciones. Aunque aquel dormitorio apenas tenía muebles, no se quedaría así, por lo que el ama de llaves explicó a _____ qué tendría que hacer cuando estuviera completamente decorado.
En la casa no tenía que haber nunca ni una mota de polvo. Esa era la primera regla de la señora Robertson. _____ llevaría a lavar la ropa sucia y la devolvería limpia. Ella sería la encargada de mantener impolutos suelos, ventanas y casi todo lo que se encontraba en el piso de arriba.
La señora Robertson recalcó que el piso de arriba sería su responsabilidad. A _____ le gustó cómo sonaba eso. Pero mientras tanto, por lo menos hasta que contrataran una criada para el piso de abajo, debería ayudar a limpiar también las habitaciones de la planta. Claire se ocupaba de la cocina. Y, por el momento, la mayoría de las demás piezas de abajo estaban vacías, de modo que mantenerlas limpias de polvo no le llevaría demasiado tiempo.
―Esperarás a que el señor Nicholas deje su habitación antes de entrar para limpiarla, a menos que necesite algo, en cuyo caso probablemente te llamará. Si tiene invitados, espera también a que bajen para entrar en sus dormitorios. No molestes bajo ningún concepto a los ocupantes del piso de arriba si están durmiendo. Aho¬ra mismo un miembro de su familia se aloja aquí, de modo que hay dos habitaciones ocupadas. No tienes obligación de hacer tus tareas en un orden establecido, pero asegúrate de haberlas terminado todas al final del día.
La señora Robertson tenía muchas más cosas que decir, y _____ se las arregló para retenerlas todas, pero aun así no le parecía sufi¬ciente trabajo como para estar ocupada todo el día. Hizo esa obser¬vación.
―¿Y si acabo pronto «tos» los días?
―Deberás estar disponible cuando el señor Nicholas se encuentra en casa, por si necesita algo. De lo contrario serás libre de hacer lo que te plazca: descansar, leer, salir, visitar a tus amistades..., lo que te convenga. Librarás los domingos después de haber hecho las camas y cerciorarte de que todo tu piso está en perfecto orden. También po¬drías dedicar algún tiempo cada día a mejorar tu dicción.
―¿ Eh?
―Exacto. La respuesta adecuada habría sido: «¿Qué pasa con mi dicción?» o «¿Qué significa dicción?», o incluso «Me gusta mi dic¬ción tal como es, muchas gracias».
―Pero... eso he dicho, lo he metido todo en una palabra.
La mujer se echó a reír.
―Pequeña _____, no es nada personal. Francamente, tu forma de hablar me resulta curiosa. Me recuerda mis años mozos. No siem¬pre he trabajado para la nobleza, ¿sabes? Pero descubrirás que mejorar tu lenguaje sólo te reporta ventajas. A menos que te guste en¬contrarte en apuros al querer expresar tus pensamientos...
_____ quedó impresionada por cómo la había llamado el ama de llaves, «Pequeña _____». Eso le trajo un vago recuerdo de en¬contrarse en una sala repleta de juguetes, con alguien que la suje¬taba de la mano y le decía: «Escoge, pequeña _____. Tu padre dijo que podrías quedarte con el juguete que quisieras por tu cumpleaños.»
¿Había sido su vida realmente tan hermosa antes de que alguien se la arrebatara tratando de hacerle daño? ¿O era sólo algo que había soñado? Forzó su memoria hasta que le dolió la cabeza, pero no pudo evocar nada que demostrara que aquella escena había sido un sueño... o un recuerdo real. Y la señora Robertson esperaba una respuesta.
―Yo... podía hablar mejor ―dijo con vacilación―. Es sólo que ha pasado tanto tiempo, que casi lo he olvidado. Mi amiga Lucy quería que hablara como hago ahora. Se esforzó mucho para con seguirlo.
―Qué extraño. Pero en cualquier caso, no me molesta corregir te, si a ti no te molesta que te corrija. El señor Nicholas mencionó que también él intentaría ayudarte en este sentido.
―¿De verdad?
―Sí, al parecer tiene mucho interés por ti. Ésta es una casa de clase alta. Si trabajaras para una familia de comerciantes, no importaría tanto. Pero los sirvientes de la nobleza pueden ser tan esnob como sus amos, y tú deseas adaptarte, ¿no es cierto?
_____ lo pensó un momento y dijo:
―No, no creo que quiera ser una esnob.
La señora Robertson volvió a echarse a reír
.
―Eres divertidísima, pequeña. Hacía años que no me reía tanto. No te sugería que te conviertas en una esnob. No, santo cielo. No creo que yo lo sea, y desde luego que el señor Nicholas no lo es. Pero conocerás a otros sirvientes de esta calle, lo sé. Y todavía tenemos que contratar a más personal para esta casa. Me refería a que es probable que te topes con ese tipo de gente, y si bien es posible que los mires por encima del hombro, igual que ellos harán contigo, no debes ponerte en ridículo si no hay necesidad, verdad? No, por supuesto que no. A nadie le gusta hacer el ridículo.
_____ no se esperaba esa clase de adoctrinamiento. Pero como encajaba en su deseo de superarse, se sintió muy agradecida por consejos de la mujer y así se lo dijo.
―Gracias, señora. Me comprometo a aprender.
―Espléndido. Le dedicaremos media hora cada noche durante algún tiempo. ¡Dentro de nada habremos corregido ese acento y esos resabios!
_____ sonrió.
―Son quince años que corregir. Puede llevar mucho tiempo.
―Es posible. Pero no vas a ir a ninguna parte, ¿verdad? Así pues, nos sobra tiempo para trabajar en ello.
¿No iría a ninguna parte? _____ sintió que le quitaban un peso de encima. Si tan sólo Malory dejara de atosigarla...
Hola! Floopii.xoxo bienvenida! Como te llamas? En donde leias antes la novela? Y bueno esta como dificil que esa firma ni te deje sin palabras despues de lo mucho que hemos esperado para verlo sin camisa :)
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Nueva lectora!Hola, soy Alexandra y soy de España, me encanta la novela, y amo totalmente la actitud de Nicholas, porfas siguela cuanto antes.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 16
―¡Hola! ¿Hay alguien en casa?
____ oyó la llamada de unas voces femeninas y asomó la cabeza por la esquina de la escalera para ver de dónde venía el ruido. En el vestíbulo de la entrada había tres señoras, vestidas a la última moda y todas hermosas. Reconoció a una de ellas: la prima de Malory, Chelsea Eden, que el día antes había entrado en casa sin llamar. Lo cual explicaba cómo habían entrado sin que nadie les hubiera abierto la puerta.
____ no tenía intención de contestar la pregunta de aquella dama. Recordaba perfectamente cuáles eran sus obligaciones y no incluían abrir puertas ni tratar con huéspedes. Era consciente de que todavía no había mayordomo ni lacayo para hacerlo, pero Claire andaba por allí y había atendido las visitas perfectamente hasta la víspera.
_____ se apresuró a desaparecer de la vista, pero no lo hizo con la rapidez suficiente.
―¡Tú! Ven aquí, por favor.
____ no se movió. El mero hecho de que pareciera que la mujer se dirigía a ella no significaba que lo hiciera. Tal vez acudiría Claire Alguien debía haber comparecido ya, al oír aquel griterío.
―Sé que me has oído, así que no te marches. Baja, por favor.
____ volvió a asomar la cabeza por la esquina. En efecto, Chelsea Eden la miraba directamente y la llamaba haciéndole señas con una mano. Ya no podía escaparse. La falta de educación no formaba parte de su trabajo.
Bajó las escaleras precipitadamente, como era habitual en ella, y estuvo a punto de caerse sentada sobre el suelo de mármol al dar un patinazo. Maldito suelo resbaladizo. Pero su sonrojo no duró demasiado porque se quedó boquiabierta ante el aspecto de las tres señoras, ahora que las veía más de cerca. No sólo eran distinguidas, sino arrebatadoramente bellas.
Una de ellas tenía el pelo de un rojo encendido y los ojos gris verdoso. Era chiquita, unos quince centímetros más baja que _____, y aparentaba poco más de treinta años. La otra desconocida era más joven, tendría unos veinticinco años, con el pelo negro con rizos que parecían naturales y ojos gris claro. Era también un poco más baja, lo que hacía que _____ se sintiera enorme de pie junto a las tres.
Malory estaba emparentado con Chelsea Eden, pero ¿y las otras dos? Había dicho que los demás miembros de su familia eran de cabello negro, de modo que ellas no podían ser sus parientes. Y si bellezas como ésa acudían a visitarle, quizás en el fondo no pretendería llevársela a la cama. Tal vez sólo había estado jugando con ella. ____ no era nadie comparada con aquellas elegantes damas, que rezumaban nobleza por los cuatro costados.
―¿Cómo te va en tu nuevo empleo, muchacho? ―le preguntó Chelsea―. Hoy vendrá mi lacayo. Estoy segura de que te llevarás a las mil maravillas con él. Es un hombre muy simpático. Pero, mientras tanto, parece que eres el único que puede llamar a Nicholas. Me imagino que él y Drew se acostaron tarde después de marcharse de mi casa anoche. En cualquier caso, Nicholas tampoco suele madrugar. ¿Todavía duerme?
Aún era temprano, apenas las diez de la mañana. _____ podía afirmar que el lord se hallaba todavía en su habitación, puesto que había estado vigilando su puerta con la intención de correr a esconderse detrás de otra en cuanto saliera de su dormitorio. No estaba dispuesta a encontrarse con Malory en el pasillo del piso de arriba como parte de su rutina diaria.
―No le he visto hoy, así que es probable que todavía esté en la cama.
Eso habría tenido que impulsarlas a irse, pero no fue así. Chelsea dijo:
―Bueno, ve a despertarle. Y dile que se dé prisa. Tenemos que ir a muchas tiendas y almacenes si queremos amueblar esta casa.
―¿Le llevan de compras?
―Desde luego. Si esperamos a que lo haga él solito, jamás pondremos esta casa en condiciones. Tiene que recibir visitas, pero no puede hacerlo si no hay un sofá para sentarse.
____ se preguntó si Nicholas sabía que tenía que recibir visitas. Se dirigió sonriendo al piso de arriba. Su prima parecía tan avasalladora, que a ____ no le extrañaría que eso de recibir visitas fuera idea suya y no de él.
Se detuvo en seco en el pasillo delante de su puerta, al darse cuenta de que ella debería despertarle. Había esperado no tener necesidad de verle ese día. Había confiado en poder acostumbrarse a su trabajo antes de tener que volver a tratar con él. Después de lo que le había dicho la pasada noche... Contuvo la respiración al pensarlo, y recordó cómo la había mirado.
Cobró ánimos y llamó a su puerta, gritando:
―¡Levántate, amigo! Tienes visita.
Se alejó por el pasillo para esconderse en un dormitorio vacío, pero no fue lo bastante rápida. La puerta situada frente a la habitación de Malory se abrió y por ella salió un hombre rubio y gigantesco, que le dijo gruñendo:
―Si es así como despiertas a la gente, procura mandarme una criada, o de lo contrario vas a bajar las escaleras rodando.
_____ estuvo a punto de echarse a llorar. Justo cuando empezaba a sentirse a gusto, había tenido que estropearlo todo otra vez y molestar a un miembro de la familia, que reaccionaba amenazándola. Se volvió dispuesta a disculparse, y olvidó lo que iba a decir.
Tenía delante a un hombre grande, rubio y guapísimo. Y él estaba tan sorprendido como ella mientras la observaba con atención.
―¡Diablos! Si no eres una mujer, me comeré mi barco tabla a tabla.
―Un buche lleno de astillas no parece muy apetitoso ―dijo ella a modo de admisión.
Él sonrió.
―Supongo que tú eres la criada. O mejor, déjame expresarlo de otro modo. Espero que seas la criada y no una de las novias de Nicholas.
―Yo no soy la novia de «naide».
―Entonces es mi día de suerte.
―¿Eh?
―Significa que estás libre, cielo.
____ soltó un bufido.
―No significa nada de eso.
―No me destroces a estas horas de la mañana. Tal vez no me recuperaré.
Puesto que no parecía en absoluto destrozado, sino más bien repleto de confianza y júbilo, ____ se limitó a contestar:
―Acaba de una vez, amigo.
Hola Alexandra! Bienvenida! Me encanta que te encante la novela :) Disfruta del capitulo
―¡Hola! ¿Hay alguien en casa?
____ oyó la llamada de unas voces femeninas y asomó la cabeza por la esquina de la escalera para ver de dónde venía el ruido. En el vestíbulo de la entrada había tres señoras, vestidas a la última moda y todas hermosas. Reconoció a una de ellas: la prima de Malory, Chelsea Eden, que el día antes había entrado en casa sin llamar. Lo cual explicaba cómo habían entrado sin que nadie les hubiera abierto la puerta.
____ no tenía intención de contestar la pregunta de aquella dama. Recordaba perfectamente cuáles eran sus obligaciones y no incluían abrir puertas ni tratar con huéspedes. Era consciente de que todavía no había mayordomo ni lacayo para hacerlo, pero Claire andaba por allí y había atendido las visitas perfectamente hasta la víspera.
_____ se apresuró a desaparecer de la vista, pero no lo hizo con la rapidez suficiente.
―¡Tú! Ven aquí, por favor.
____ no se movió. El mero hecho de que pareciera que la mujer se dirigía a ella no significaba que lo hiciera. Tal vez acudiría Claire Alguien debía haber comparecido ya, al oír aquel griterío.
―Sé que me has oído, así que no te marches. Baja, por favor.
____ volvió a asomar la cabeza por la esquina. En efecto, Chelsea Eden la miraba directamente y la llamaba haciéndole señas con una mano. Ya no podía escaparse. La falta de educación no formaba parte de su trabajo.
Bajó las escaleras precipitadamente, como era habitual en ella, y estuvo a punto de caerse sentada sobre el suelo de mármol al dar un patinazo. Maldito suelo resbaladizo. Pero su sonrojo no duró demasiado porque se quedó boquiabierta ante el aspecto de las tres señoras, ahora que las veía más de cerca. No sólo eran distinguidas, sino arrebatadoramente bellas.
Una de ellas tenía el pelo de un rojo encendido y los ojos gris verdoso. Era chiquita, unos quince centímetros más baja que _____, y aparentaba poco más de treinta años. La otra desconocida era más joven, tendría unos veinticinco años, con el pelo negro con rizos que parecían naturales y ojos gris claro. Era también un poco más baja, lo que hacía que _____ se sintiera enorme de pie junto a las tres.
Malory estaba emparentado con Chelsea Eden, pero ¿y las otras dos? Había dicho que los demás miembros de su familia eran de cabello negro, de modo que ellas no podían ser sus parientes. Y si bellezas como ésa acudían a visitarle, quizás en el fondo no pretendería llevársela a la cama. Tal vez sólo había estado jugando con ella. ____ no era nadie comparada con aquellas elegantes damas, que rezumaban nobleza por los cuatro costados.
―¿Cómo te va en tu nuevo empleo, muchacho? ―le preguntó Chelsea―. Hoy vendrá mi lacayo. Estoy segura de que te llevarás a las mil maravillas con él. Es un hombre muy simpático. Pero, mientras tanto, parece que eres el único que puede llamar a Nicholas. Me imagino que él y Drew se acostaron tarde después de marcharse de mi casa anoche. En cualquier caso, Nicholas tampoco suele madrugar. ¿Todavía duerme?
Aún era temprano, apenas las diez de la mañana. _____ podía afirmar que el lord se hallaba todavía en su habitación, puesto que había estado vigilando su puerta con la intención de correr a esconderse detrás de otra en cuanto saliera de su dormitorio. No estaba dispuesta a encontrarse con Malory en el pasillo del piso de arriba como parte de su rutina diaria.
―No le he visto hoy, así que es probable que todavía esté en la cama.
Eso habría tenido que impulsarlas a irse, pero no fue así. Chelsea dijo:
―Bueno, ve a despertarle. Y dile que se dé prisa. Tenemos que ir a muchas tiendas y almacenes si queremos amueblar esta casa.
―¿Le llevan de compras?
―Desde luego. Si esperamos a que lo haga él solito, jamás pondremos esta casa en condiciones. Tiene que recibir visitas, pero no puede hacerlo si no hay un sofá para sentarse.
____ se preguntó si Nicholas sabía que tenía que recibir visitas. Se dirigió sonriendo al piso de arriba. Su prima parecía tan avasalladora, que a ____ no le extrañaría que eso de recibir visitas fuera idea suya y no de él.
Se detuvo en seco en el pasillo delante de su puerta, al darse cuenta de que ella debería despertarle. Había esperado no tener necesidad de verle ese día. Había confiado en poder acostumbrarse a su trabajo antes de tener que volver a tratar con él. Después de lo que le había dicho la pasada noche... Contuvo la respiración al pensarlo, y recordó cómo la había mirado.
Cobró ánimos y llamó a su puerta, gritando:
―¡Levántate, amigo! Tienes visita.
Se alejó por el pasillo para esconderse en un dormitorio vacío, pero no fue lo bastante rápida. La puerta situada frente a la habitación de Malory se abrió y por ella salió un hombre rubio y gigantesco, que le dijo gruñendo:
―Si es así como despiertas a la gente, procura mandarme una criada, o de lo contrario vas a bajar las escaleras rodando.
_____ estuvo a punto de echarse a llorar. Justo cuando empezaba a sentirse a gusto, había tenido que estropearlo todo otra vez y molestar a un miembro de la familia, que reaccionaba amenazándola. Se volvió dispuesta a disculparse, y olvidó lo que iba a decir.
Tenía delante a un hombre grande, rubio y guapísimo. Y él estaba tan sorprendido como ella mientras la observaba con atención.
―¡Diablos! Si no eres una mujer, me comeré mi barco tabla a tabla.
―Un buche lleno de astillas no parece muy apetitoso ―dijo ella a modo de admisión.
Él sonrió.
―Supongo que tú eres la criada. O mejor, déjame expresarlo de otro modo. Espero que seas la criada y no una de las novias de Nicholas.
―Yo no soy la novia de «naide».
―Entonces es mi día de suerte.
―¿Eh?
―Significa que estás libre, cielo.
____ soltó un bufido.
―No significa nada de eso.
―No me destroces a estas horas de la mañana. Tal vez no me recuperaré.
Puesto que no parecía en absoluto destrozado, sino más bien repleto de confianza y júbilo, ____ se limitó a contestar:
―Acaba de una vez, amigo.
Hola Alexandra! Bienvenida! Me encanta que te encante la novela :) Disfruta del capitulo
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 17
―No sé cómo vas a conseguirlo. Es un soltero empedernido, incluso un libertino. Sólo acude a estas fiestas para complacer a su familia.
Emily Bascomb sólo escuchaba a su amiga a medias mientras contemplaba a Nicholas Malory al otro lado de la sala. Habría desta¬cado entre cualquier muchedumbre por su estatura, pero era tam¬bién tan sumamente apuesto que todas y cada una de las mujeres allí presentes se habían fijado en él nada más llegar. El traje negro le sen¬taba estupendamente. El cuello, era tal vez un poco demasiado largo para la moda imperante, pero le confería un aire de truhán.
Ambas jóvenes se presentaban en sociedad aquella temporada, si bien Emily había monopolizado toda la atención con su belleza sin par. Jennifer ya estaba acostumbrada a eso, al haberse criado en el mismo condado. Con su pelo rubio y sus ojos azul cielo, la chiquita y deliciosa Emily tenía mucho éxito y despertaba una gran admiración.
Pero desde el momento en que Emily había puesto sus ojos en Nicholas Malory la semana anterior se había sentido fascinada por él y había decidido conquistarle. No esperaba tener que esforzarse para ello, por lo que le había molestado que apenas reparara en ella duran¬te su encuentro demasiado breve de la semana pasada, y ahora que por fin volvía a verle, no le hacía el menor caso, como si no se conocieran.
Era intolerable. Esa temporada Emily tenía a todos los jóvenes lores comiéndole de la mano, como sabía que así sería, todos excep¬to Malory. Y ahora no le interesaba ninguno de los demás... porque sólo tenía ojos para él.
Durante años había oído hablar de lo guapo que era pero, al re¬sidir en el campo con su familia y desplazarse a Londres sólo en con¬tadas ocasiones, no había tenido oportunidad de conocerle para comprobar si esos rumores eran fundados. Lo eran. Resultaba ver¬daderamente atractivo.
Su amiga Jennifer seguía advirtiéndole:
―Y las únicas mujeres en las que se fija son ―hizo una pausa para añadir en voz baja― las que sabe que puede llevarse a la cama sin riesgo de perder su soltería.
―Jen, tú no lo entiendes ―replicó Emily con impaciencia―. Me casaré con él, aunque antes deba pasar por su cama para conse¬guirlo. De una u otra forma será mío.
―Emily Bascomb, ¡no te atreverás! ―exclamó Jennifer, asom¬brada.
Emily hizo un mohín con sus bonitos labios y llevó a su amiga aparte para susurrarle:
―Claro que no, pero no sería ésa la primera vez que el rumor de una indiscreción ha llevado a un tipo al altar, ¿verdad?
―¿Qué rumor?
―Concédeme unos momentos y ya se me ocurrirá. Pero antes le daré una última oportunidad para redimirse. Vamos. Le recorda¬remos que ya nos hemos presentado.
―Pero a mí no me conoce ―objetó Jennifer, a quien no le gus¬taba nada que la obligaran a participar en el ardid de su amiga.
―Yo te lo presentaré.
―¡No puedes ser tan descarada! ―se quejó Jennifer, quedándose atrás―. Tú apenas le conoces.
Emily chasqueó la lengua y soltó a su amiga.
―¿Cómo puedo esperar conseguir lo que quiero si tú te ami¬lanas? ―Emitió un suspiro―. Como prefieras, iré sola. Es total¬mente apropiado abordar al hombre con la que una va a casarse.
―Pero tú... no...
Jennifer cerró la boca y se volvió abruptamente buscando la sa¬lida más próxima, pero entonces reparó en Drew, quien se acercaba a Nicholas.
―No es precisamente esto lo que había esperado para esta no¬che ―decía Drew―. Soy mucho más sociable después de haberme acostado con unas cuantas mozas.
―No eres el único. ―Nicholas sonrió y cogió a Drew por el brazo para conducirle hacia la puerta―. ¿Nos vamos, entonces? Este baile fue idea de Logan, ya que prometió dejarse ver. Pero nosotros ya lo hemos hecho, de modo que...
―Nicholas, no puedes marcharte tan pronto. Todavía no hemos bailado.
Pudo haber fingido no oírla, debió haberlo hecho, pero no era tan maleducado. Suspirando para sus adentros, se volvió.
―Lady Emily, es un placer volver a verla ―dijo, cortésmente pero en un tono algo cansado, esperando que se diera cuenta de que no estaba interesado en ella.
Pero la joven no lo captó. Le sonrió. Nicholas pensó que estaba arrebatadora cuando sonreía de ese modo, con sus ojos azul cielo chispeantes. Era la sensación de la temporada. Y en busca de mari¬do, lo cual la hacía prohibitiva para él.
―El placer es mío ―respondió ella recatadamente―. Tuvimos muy poco tiempo para charlar cuando nos conocimos la semana pasada.
―Llegaba tarde a una cita. Y me temo que hoy ocurre lo mismo. Precisamente nos...
Drew le hincó un dedo en las costillas y dijo:
―¿No vas a presentarme?
Nicholas suspiró.
―Lady Emily Bascomb, le presento a Drew Anderson, mi tío político.
―Haces que me sienta viejo ―se quejó Drew, cogiendo la mano que Emily había ofrecido a Nicholas y estrechándola con delicadeza durante un largo momento―. El placer es enteramente mío, sobre todo si ha venido sin su esposo.
―¿Mi esposo? No estoy casada... todavía.
Drew tosió al darse cuenta de su error, aunque era comprensible. Hasta un americano sabía que las jóvenes solteras que se presenta¬ban en sociedad, a un lado y otro del océano, no se acercaban a los solteros sin ir acompañadas.
―Lamento oír eso ―contestó Drew, lo que dejó perpleja a la joven dama.
Nicholas estuvo a punto de echarse a reír. Drew había demostra¬do mucho interés por ella hasta que se enteró de que era una mu¬chacha ingenua.
Nicholas le ahorró tener que justificar ese comentario diciendo: ―Lo siento, viejo amigo, pero tendrás que buscar otro momen¬to para conocer mejor a esta dama. Tenemos que irnos. Ya nos he¬mos demorado bastante.
―¡Qué lástima! ―repuso Drew―. Pero si no hay más remedio... Y esta vez fue él quien abrió la marcha para salir de allí.
Pese a su satisfacción por los nuevos muebles que habían llegado ese mismo día, el mal humor se había apoderado de _____ y toda¬vía persistía cuando fue a acostarse, impidiéndole dormir. No sabía a qué atribuirlo. Debería estar loca de alegría. Había cumplido su pri¬mera jornada en un empleo decente y no la habían despedido. Podía sentirse orgullosa de estar firmemente plantada en el buen camino. El trabajo era sencillo. Los demás sirvientes eran amables. El ama de llaves incluso estaba dispuesta a enseñarle a hablar mejor. Y tenía una habitación maravillosa para ella sola. Debería estar contentísima.
Su nueva ropa había llegado también ese día. Era sencilla, práctica y cómoda para trabajar. La blusa blanca de manga larga llevaba unos pequeños volantes en los puños y tenía el cuello alto, pero no lo bastante apretado como para ahogarla. La falda era negra y sin adornos. El lote contenía un delantal corto de color blanco para llevarlo sobre la falda. Estaba decorado con un minúsculo volante, pero por lo demás era decididamente un delantal de criada, con bol¬sillos profundos a cada lado y otro más largo y en forma de tubo que parecía hecho para contener el plumero.
Había pasado algún tiempo admirándose en un espejo. Después de apartarse los rizos detrás de las orejas para dominarlos mejor, se había sorprendido de lo bonita que estaba. No, era más que bonita: era tan hermosa como aquellas mujeres que habían venido a buscar a Malory. ¿Era eso lo que él había visto desde el principio cuando la miraba?
El nuevo lacayo había comparecido hacia el mediodía, más o me¬nos a la misma hora a la que los nuevos muebles comenzaron a lle¬gar. Se llamaba Carlton. Era joven, probablemente sólo unos pocos años mayor que ____, de aspecto sencillo, aunque tenía unos bo¬nitos ojos marrones. De talante hablador, parecía simpático. _____ se había fijado mucho en él cuando fue presentado al personal, pro¬bablemente con demasiado detenimiento, porque él se había son¬rojado varias veces. _____ no se sentía exactamente atraída por él, pero se daba cuenta de que era la clase de hombre que podía ser un marido respetable, de modo que estaba decidida a llegar a conocer¬le mejor cuando tuviera oportunidad.
Seguía sin poder dormir. Finalmente se levantó y fue a com¬probar que todo estaba aún en su sitio en el piso de arriba. Así era, exceptuando sus ocupantes. Los dos jóvenes ricos continuaban fuera, probablemente merodeando en busca de mozas con las que acostarse. Eso era lo que hacían los jóvenes ricos. ¿Era eso lo que la molestaba? ¿Que Malory hubiera salido a buscar unas faldas que le¬vantar porque ella le había rechazado? Eso debería complacerla. Sig¬nificaba que tal vez la dejaría en paz. Pero la idea no le gustó nada.
Regresó abajo, tan taciturna como antes. Acababa de doblar la esquina de la parte de atrás del vestíbulo cuando oyó que se abría la puerta de entrada y captó el final de una conversación.
―¿Entonces a qué estás esperando? Es sólo una chica ―decía Drew.
―No, no lo es ―contestó Nicholas―. Y no quiero hablar de ella.
―Conque esas tenemos, ¿eh? ¿Y qué me dices de la preciosa Emily Bascomb, a la que casi se le caía la baba contigo esta noche en ese baile? No me digas que no ha despertado para nada tu interés.
―¿He parecido interesado?
―En absoluto, por eso lo pregunto. ¿Por qué?
―Por la misma razón por la que tú te has echado atrás nada más enterarte de que no está casada. En esto somos iguales, compañero. Yo evito las solteras que se presentan en sociedad o que ya se presen¬taron la temporada pasada. Es evidente que Emily se ha propuesto conquistarme, pero lo único que busca es el matrimonio, cosa que yo no deseo. Estoy seguro de que ya sabes de qué va eso.
―Sí: o matrimonio, o nada. ―Drew suspiró―. Qué lástima. Es una preciosidad. Y me ha dado la impresión de que te ofrecería mucho más.
Nicholas contestó en un tono de indiferencia.
―No lo dudo. A algunas de ésas no les importa empezar la casa por el tejado, pero sólo porque confían en que finalmente conse¬guirán lo que quieren. He visto más de un lord con grilletes en las piernas por haber cometido deslices parecidos.
―¿Qué? ―Siguió una larga pausa―. Oh, quieres decir casados. Maldita sea, es deprimente. Creo que me limitaré a las camareras y las criadas.
―¿Te han dicho alguna vez que hablas demasiado cuando estás beodo?
―No estoy beodo. Puede que sólo un poco bebido. ¿Y por qué vosotros, los ingleses, no habláis inglés? A veces necesito un maldito diccionario para entenderte.
Una risita.
―Es posible que los acentos sean bastante marcados en ciertos rincones del país, pero probablemente te refieres a la jerga. No es más que una moda pasajera, viejo amigo. Es posible que desaparezca del vocabulario en uno o dos años.
―¿Y sea sustituida por algo igual de indescifrable? –se quejó Drew.
―¿Acaso los americanos no tenéis argot?
―Nada que no sea perfectamente comprensible ―dijo Drew con afectación.
―Comprensible para ti, compañero, pero sería extraño para mí, ¿no crees?
―Procura no ser lógico cuando estoy bebido, Nicholas, me da dolor de cabeza.
Nicholas se echó a reír. _____ incluso estuvo a punto de hacerlo, lo cual le dio a entender que debía ir a acostarse antes de que la des-cubrieran allí en el pasillo. Y se quedó dormida inmediatamente ahora que Malory estaba en casa.
―No sé cómo vas a conseguirlo. Es un soltero empedernido, incluso un libertino. Sólo acude a estas fiestas para complacer a su familia.
Emily Bascomb sólo escuchaba a su amiga a medias mientras contemplaba a Nicholas Malory al otro lado de la sala. Habría desta¬cado entre cualquier muchedumbre por su estatura, pero era tam¬bién tan sumamente apuesto que todas y cada una de las mujeres allí presentes se habían fijado en él nada más llegar. El traje negro le sen¬taba estupendamente. El cuello, era tal vez un poco demasiado largo para la moda imperante, pero le confería un aire de truhán.
Ambas jóvenes se presentaban en sociedad aquella temporada, si bien Emily había monopolizado toda la atención con su belleza sin par. Jennifer ya estaba acostumbrada a eso, al haberse criado en el mismo condado. Con su pelo rubio y sus ojos azul cielo, la chiquita y deliciosa Emily tenía mucho éxito y despertaba una gran admiración.
Pero desde el momento en que Emily había puesto sus ojos en Nicholas Malory la semana anterior se había sentido fascinada por él y había decidido conquistarle. No esperaba tener que esforzarse para ello, por lo que le había molestado que apenas reparara en ella duran¬te su encuentro demasiado breve de la semana pasada, y ahora que por fin volvía a verle, no le hacía el menor caso, como si no se conocieran.
Era intolerable. Esa temporada Emily tenía a todos los jóvenes lores comiéndole de la mano, como sabía que así sería, todos excep¬to Malory. Y ahora no le interesaba ninguno de los demás... porque sólo tenía ojos para él.
Durante años había oído hablar de lo guapo que era pero, al re¬sidir en el campo con su familia y desplazarse a Londres sólo en con¬tadas ocasiones, no había tenido oportunidad de conocerle para comprobar si esos rumores eran fundados. Lo eran. Resultaba ver¬daderamente atractivo.
Su amiga Jennifer seguía advirtiéndole:
―Y las únicas mujeres en las que se fija son ―hizo una pausa para añadir en voz baja― las que sabe que puede llevarse a la cama sin riesgo de perder su soltería.
―Jen, tú no lo entiendes ―replicó Emily con impaciencia―. Me casaré con él, aunque antes deba pasar por su cama para conse¬guirlo. De una u otra forma será mío.
―Emily Bascomb, ¡no te atreverás! ―exclamó Jennifer, asom¬brada.
Emily hizo un mohín con sus bonitos labios y llevó a su amiga aparte para susurrarle:
―Claro que no, pero no sería ésa la primera vez que el rumor de una indiscreción ha llevado a un tipo al altar, ¿verdad?
―¿Qué rumor?
―Concédeme unos momentos y ya se me ocurrirá. Pero antes le daré una última oportunidad para redimirse. Vamos. Le recorda¬remos que ya nos hemos presentado.
―Pero a mí no me conoce ―objetó Jennifer, a quien no le gus¬taba nada que la obligaran a participar en el ardid de su amiga.
―Yo te lo presentaré.
―¡No puedes ser tan descarada! ―se quejó Jennifer, quedándose atrás―. Tú apenas le conoces.
Emily chasqueó la lengua y soltó a su amiga.
―¿Cómo puedo esperar conseguir lo que quiero si tú te ami¬lanas? ―Emitió un suspiro―. Como prefieras, iré sola. Es total¬mente apropiado abordar al hombre con la que una va a casarse.
―Pero tú... no...
Jennifer cerró la boca y se volvió abruptamente buscando la sa¬lida más próxima, pero entonces reparó en Drew, quien se acercaba a Nicholas.
―No es precisamente esto lo que había esperado para esta no¬che ―decía Drew―. Soy mucho más sociable después de haberme acostado con unas cuantas mozas.
―No eres el único. ―Nicholas sonrió y cogió a Drew por el brazo para conducirle hacia la puerta―. ¿Nos vamos, entonces? Este baile fue idea de Logan, ya que prometió dejarse ver. Pero nosotros ya lo hemos hecho, de modo que...
―Nicholas, no puedes marcharte tan pronto. Todavía no hemos bailado.
Pudo haber fingido no oírla, debió haberlo hecho, pero no era tan maleducado. Suspirando para sus adentros, se volvió.
―Lady Emily, es un placer volver a verla ―dijo, cortésmente pero en un tono algo cansado, esperando que se diera cuenta de que no estaba interesado en ella.
Pero la joven no lo captó. Le sonrió. Nicholas pensó que estaba arrebatadora cuando sonreía de ese modo, con sus ojos azul cielo chispeantes. Era la sensación de la temporada. Y en busca de mari¬do, lo cual la hacía prohibitiva para él.
―El placer es mío ―respondió ella recatadamente―. Tuvimos muy poco tiempo para charlar cuando nos conocimos la semana pasada.
―Llegaba tarde a una cita. Y me temo que hoy ocurre lo mismo. Precisamente nos...
Drew le hincó un dedo en las costillas y dijo:
―¿No vas a presentarme?
Nicholas suspiró.
―Lady Emily Bascomb, le presento a Drew Anderson, mi tío político.
―Haces que me sienta viejo ―se quejó Drew, cogiendo la mano que Emily había ofrecido a Nicholas y estrechándola con delicadeza durante un largo momento―. El placer es enteramente mío, sobre todo si ha venido sin su esposo.
―¿Mi esposo? No estoy casada... todavía.
Drew tosió al darse cuenta de su error, aunque era comprensible. Hasta un americano sabía que las jóvenes solteras que se presenta¬ban en sociedad, a un lado y otro del océano, no se acercaban a los solteros sin ir acompañadas.
―Lamento oír eso ―contestó Drew, lo que dejó perpleja a la joven dama.
Nicholas estuvo a punto de echarse a reír. Drew había demostra¬do mucho interés por ella hasta que se enteró de que era una mu¬chacha ingenua.
Nicholas le ahorró tener que justificar ese comentario diciendo: ―Lo siento, viejo amigo, pero tendrás que buscar otro momen¬to para conocer mejor a esta dama. Tenemos que irnos. Ya nos he¬mos demorado bastante.
―¡Qué lástima! ―repuso Drew―. Pero si no hay más remedio... Y esta vez fue él quien abrió la marcha para salir de allí.
Pese a su satisfacción por los nuevos muebles que habían llegado ese mismo día, el mal humor se había apoderado de _____ y toda¬vía persistía cuando fue a acostarse, impidiéndole dormir. No sabía a qué atribuirlo. Debería estar loca de alegría. Había cumplido su pri¬mera jornada en un empleo decente y no la habían despedido. Podía sentirse orgullosa de estar firmemente plantada en el buen camino. El trabajo era sencillo. Los demás sirvientes eran amables. El ama de llaves incluso estaba dispuesta a enseñarle a hablar mejor. Y tenía una habitación maravillosa para ella sola. Debería estar contentísima.
Su nueva ropa había llegado también ese día. Era sencilla, práctica y cómoda para trabajar. La blusa blanca de manga larga llevaba unos pequeños volantes en los puños y tenía el cuello alto, pero no lo bastante apretado como para ahogarla. La falda era negra y sin adornos. El lote contenía un delantal corto de color blanco para llevarlo sobre la falda. Estaba decorado con un minúsculo volante, pero por lo demás era decididamente un delantal de criada, con bol¬sillos profundos a cada lado y otro más largo y en forma de tubo que parecía hecho para contener el plumero.
Había pasado algún tiempo admirándose en un espejo. Después de apartarse los rizos detrás de las orejas para dominarlos mejor, se había sorprendido de lo bonita que estaba. No, era más que bonita: era tan hermosa como aquellas mujeres que habían venido a buscar a Malory. ¿Era eso lo que él había visto desde el principio cuando la miraba?
El nuevo lacayo había comparecido hacia el mediodía, más o me¬nos a la misma hora a la que los nuevos muebles comenzaron a lle¬gar. Se llamaba Carlton. Era joven, probablemente sólo unos pocos años mayor que ____, de aspecto sencillo, aunque tenía unos bo¬nitos ojos marrones. De talante hablador, parecía simpático. _____ se había fijado mucho en él cuando fue presentado al personal, pro¬bablemente con demasiado detenimiento, porque él se había son¬rojado varias veces. _____ no se sentía exactamente atraída por él, pero se daba cuenta de que era la clase de hombre que podía ser un marido respetable, de modo que estaba decidida a llegar a conocer¬le mejor cuando tuviera oportunidad.
Seguía sin poder dormir. Finalmente se levantó y fue a com¬probar que todo estaba aún en su sitio en el piso de arriba. Así era, exceptuando sus ocupantes. Los dos jóvenes ricos continuaban fuera, probablemente merodeando en busca de mozas con las que acostarse. Eso era lo que hacían los jóvenes ricos. ¿Era eso lo que la molestaba? ¿Que Malory hubiera salido a buscar unas faldas que le¬vantar porque ella le había rechazado? Eso debería complacerla. Sig¬nificaba que tal vez la dejaría en paz. Pero la idea no le gustó nada.
Regresó abajo, tan taciturna como antes. Acababa de doblar la esquina de la parte de atrás del vestíbulo cuando oyó que se abría la puerta de entrada y captó el final de una conversación.
―¿Entonces a qué estás esperando? Es sólo una chica ―decía Drew.
―No, no lo es ―contestó Nicholas―. Y no quiero hablar de ella.
―Conque esas tenemos, ¿eh? ¿Y qué me dices de la preciosa Emily Bascomb, a la que casi se le caía la baba contigo esta noche en ese baile? No me digas que no ha despertado para nada tu interés.
―¿He parecido interesado?
―En absoluto, por eso lo pregunto. ¿Por qué?
―Por la misma razón por la que tú te has echado atrás nada más enterarte de que no está casada. En esto somos iguales, compañero. Yo evito las solteras que se presentan en sociedad o que ya se presen¬taron la temporada pasada. Es evidente que Emily se ha propuesto conquistarme, pero lo único que busca es el matrimonio, cosa que yo no deseo. Estoy seguro de que ya sabes de qué va eso.
―Sí: o matrimonio, o nada. ―Drew suspiró―. Qué lástima. Es una preciosidad. Y me ha dado la impresión de que te ofrecería mucho más.
Nicholas contestó en un tono de indiferencia.
―No lo dudo. A algunas de ésas no les importa empezar la casa por el tejado, pero sólo porque confían en que finalmente conse¬guirán lo que quieren. He visto más de un lord con grilletes en las piernas por haber cometido deslices parecidos.
―¿Qué? ―Siguió una larga pausa―. Oh, quieres decir casados. Maldita sea, es deprimente. Creo que me limitaré a las camareras y las criadas.
―¿Te han dicho alguna vez que hablas demasiado cuando estás beodo?
―No estoy beodo. Puede que sólo un poco bebido. ¿Y por qué vosotros, los ingleses, no habláis inglés? A veces necesito un maldito diccionario para entenderte.
Una risita.
―Es posible que los acentos sean bastante marcados en ciertos rincones del país, pero probablemente te refieres a la jerga. No es más que una moda pasajera, viejo amigo. Es posible que desaparezca del vocabulario en uno o dos años.
―¿Y sea sustituida por algo igual de indescifrable? –se quejó Drew.
―¿Acaso los americanos no tenéis argot?
―Nada que no sea perfectamente comprensible ―dijo Drew con afectación.
―Comprensible para ti, compañero, pero sería extraño para mí, ¿no crees?
―Procura no ser lógico cuando estoy bebido, Nicholas, me da dolor de cabeza.
Nicholas se echó a reír. _____ incluso estuvo a punto de hacerlo, lo cual le dio a entender que debía ir a acostarse antes de que la des-cubrieran allí en el pasillo. Y se quedó dormida inmediatamente ahora que Malory estaba en casa.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Me encanta que te encante que me encante XD Y para hacerlo aun más repetitivo, me ha encantado el capítulo.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Ja ja ja primeros indicios de celos, esto avanza =D
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 18
―Esta noche habrá una cena ―anunció la señora Appleton a _____ y Claire a la mañana siguiente―. La señora Robertson os lo explicará todo y os indicará lo que debéis hacer. Yo no me enteré hasta anoche. ¡Apenas el tiempo suficiente para preparar el menú e ir a comprar!
―¿Tan pronto? ―preguntó _____ mientras empezaba a lle¬narse el plato. Esta vez no iba a perderse un desayuno completo―. ¿No lleva tiempo mandar invitaciones para las cenas?
―Normalmente sí ―convino la señora Appleton―. Pero no cuando sólo viene familia.
―Oh ―repuso ______, no muy interesada―. Bueno, procura¬ré quitarme de en medio.
―No, no lo harás. Tú y Claire os encargaréis de servir. Y Carlton también.
______ había estado hablando correctamente hasta que oyó eso.
―¿Servir cuál?
―La comida y las bebidas, por supuesto.
―Ése no es mi trabajo ―señaló _____ con razón.
―Lo es, porque estamos faltos de personal –replicó la cocinera, para consternación de ______ ―. Necesitaremos todas las manos disponibles; se esperan de quince a veinte invitados.
―Entonces no viene sólo la familia.
―Sí, señora. Los Malory son una gran familia. Pero no todos ellos están en Londres en este momento. El marqués de Havers¬ton, el cabeza de familia, rara vez viene a la ciudad, según tengo en¬tendido. Y las dos hijas del conde tampoco están en la ciudad; vi¬ven en sus fincas en el campo con sus maridos. Una de ellas está casada con un duque, ¿sabes?
Realeza, pensó ______. ¡El condenado ricachón estaba emparen¬tado con la realeza! Y la señora Appleton parecía orgullosa de decirlo.
―Tengo ganas de vomitar ―dijo ______.
―¡Desde luego que no! ―bufó la cocinera―. Ésta será una bue¬na ocasión para comprobar tu iniciativa, querida. Con un poco de formación, lo harás bien.
_____ lo dudaba, pero no dijo nada más sobre el asunto. El de¬sayuno no le sentaba bien porque los nervios se le acumulaban en el estómago, de modo que después de todo no comió mucho y se diri¬gió al piso de arriba para comenzar su rutina. Quizá si evitaba al ama de llaves durante el resto del día, la mujer se olvidaría de darle ins¬trucciones y _____ no se vería obligada a servir a la realeza esa noche.
En su estado de nervios, consiguió limpiar todo el piso de arriba antes del mediodía, excepto la habitación de Nicholas. El joven toda¬vía estaba en ella, por lo que no quiso acercarse.
A media mañana, la señora Robertson la encontró y la llevó amplio comedor para darle las prometidas instrucciones. En realidad no había tanto que aprender, tan sólo a quién servir prime¬ro, cómo escanciar vino sin llamar la atención, estar pendiente de las copas y volver a llenarlas cuando fuera necesario. Al parecer los hom¬bres se servirían unas copas antes de cenar. Sólo tendría que llevar una bandeja de té si las damas lo pedían. Sin embargo, debía estar a mano en el salón por si había otras peticiones. Simplemente tenía que ser discreta y no hacerse notar.
―Y arréglate todo lo que puedas ―le había advertido la seño¬ra Robertson antes de volver a mandarla a sus tareas de limpieza.
_____ se sonrojó. También Claire había aludido con sarcasmo a las arrugas de su ropa aquella mañana. Evidentemente, tendría que abandonar su hábito de dormir vestida.
―_____, ven aquí, por favor.
Suspiró mentalmente. Tanto evitar a Malory... Era el único que quedaba en el piso de arriba, y aún continuaba en su habitación. Pero resultaba obvio que ya no dormía. Había abierto la puerta para llamarla y la había dejado abierta.
Asomó la cabeza por la esquina del marco de la puerta. Todavía estaba en la cama, tendido con las manos en la nuca; parecía condenadamente cómodo y relajado. No estaba vestido del todo. Llevaba puestos una camisa blanca de linón, abrochada sólo hasta la mitad del pecho, y unos pantalones de color de ante, sin zapatos ni calcetines.
Pasarse el día holgazaneando, eso era lo que hacía ella hasta que encontró un trabajo de verdad. Malditos ricos. ¿Y cómo iba a limpiar su habitación si no la abandonaba?
Andaba buscando excusas para su irritación cuando la verdad era que verle tendido en la cama le aceleraba el pulso. Santo Dios, deseó que no fuera tan terriblemente guapo como para que sus dedos rabiaran por tocarle.
―¿No tienes nada que hacer durante el día en cualquier otra parte? ―dijo, con más aspereza de la que debería.
El sonido de su voz atrajo la atención de Malory hacia ella. Abrió sus ojos de color café de par en par, sorprendido. Incluso se sentó en el borde de la cama.
―¡Santo cielo, estás preciosa! ―exclamó.
_____ se habría sentido complacida al oír esas palabras en boca de Carlton, pero el halago de Malory no la impresionaba porque conocía sus motivos. Además, en aquel momento ella no mostraba su mejor aspecto, de modo que soltó un bufido y le espetó:
―Eres un maldito embustero. Hoy ya me han dicho dos veces que llevo el vestido tan arrugado que da pena.
―Las arrugas no pueden ocultar el contenido, querida. La ropa que vistes no puede afear a tu admirable estructura ósea, el color único de tu pelo, no empaña la nitidez violeta de tus ojos. Pero puesto que ya estaba familiarizado con todo eso, lo que probablemente debería haber dicho es: «¡Santo cielo, tienes unos pechos preciosos!»
Se puso colorada de vergüenza. Pero esta vez no podía llamar¬le embustero, no cuando la víspera había pasado diez de aquellos treinta minutos delante del espejo admirando lo bien que llenaba su blusa nueva.
Pero le miró con el ceño fruncido, lo bastante aturdida como para volver a adoptar su acento callejero.
―Mencionar mis pechos no está bien, ¿«verdá»?
Él sonrió impenitentemente y le aseguró:
―Sólo cuando hay otras personas delante.
_____ hizo una mueca.
―Entonces les hablas a todos tus sirvientes igual que a mí, ¿no?
―No, sólo a aquellos con los que espero mantener una relación muy estrecha. Por cierto, esta cama es muy cómoda. ¿Te gustaría probarla lo antes posible, por ejemplo ahora?
Ella no habría tenido que hacer preguntas que le incitaran a ser más atrevido.
―Lo único que haré con esa cama será extender la colcha cuan¬do te hayas levantado.
―Me siento agraviado ―repuso él, suspirando.
―Eres un holgazán. Ve a hacer algo, para que pueda limpiar tu cuarto.
―Ya estoy haciendo algo. Me estoy recuperando de la diversión de anoche, y descansando para esta noche. Además, tu trabajo no requie¬re que una habitación esté desocupada. Puedes limpiar a mí alrededor. Se giró de costado, dobló el codo para apoyar la cabeza sobre una mano y le sonrió de nuevo―. Haz como si no estuviera aquí.
Eso mismo. Como si fuese minimamente posible. Pero podía tratar de no mirarle. Maldita sea, eso no daría resultado, porque sa¬bría que él la estaba mirando. Y aunque no la mirase, creería que lo hacía, echaría un vistazo para comprobarlo y...
―Esperaré ―exclamó _____.
―No puedes― pareció alegrarse de decirle―. Pienso descansar aquí hasta la hora de cenar.
______ apretó los dientes, sacó el plumero del bolsillo del delantal y se volvió hacia el pequeño escritorio con la intención de atacarlo con sus plumas. En su lugar dio un grito de sorpresa al ver el sombrero encima del mueble. No estaba allí la víspera.
―¡Mi sombrero! ¿Por qué lo tienes todavía?
Malory respondió con un deje de indiferencia en la voz.
―Lo guardé como recuerdo de una... experiencia interesante.
―Lo he echado de menos.
―Qué lástima. Ahora me pertenece.
Ella le miró con curiosidad.
―¿Por qué? No te lo pondrías ni muerto.
―No tengo intención de ponérmelo. Tampoco tengo intención de regalarlo. De modo que si lo pierdo, sabré dónde buscar, ¿no es cierto?
―He «dejao» de robar.
―Celebro oír eso. En tal caso consideraré que mi sombrero no corre peligro.
―Al ver su mirada enojada, soltó una risita―. Alégrate, cariño. La verdad es que no casa con las faldas, ¿sabes? Lo que ahora necesitas son cofias con volantes.
_____ soltó un bufido.
―Me pondré las malditas faldas, pero esos ridículos sombreros, de señora no son «pa» mí.
Él chasqueó la lengua.
―Vuelves a pensar como un hombre.
―Pues échame.
Se dispuso a limpiar el escritorio como había pretendido, pero resultó un tanto desalentador no encontrar sobre él nada de polvo que pudiera esparcir por la habitación. Tuvo buen cuidado de no tocar el sombrero. Tenía la sensación de que él se reía de ella en silencio por haberse puesto de tan mal humor a causa de un sombrero. En realidad le traía sin cuidado.
Cuando se detuvo a examinar la habitación, se alegró de comprobar que la víspera había trabajado con tanta diligencia que apenas quedaba nada que hacer salvo recoger unas cuantas prendas que él había dejado tiradas aquí y allá. Las recogió y empezó a sacudirlas, procurando mantener la vista bien alejada de la cama.
―¡Válgame Dios, _____! No irás a privarme tan pronto de tu deliciosa compañía, ¿verdad?
Parecía realmente decepcionado. Una treta, sin duda. Aun así, se detuvo junto a la puerta para decir:
―Esta noche vas a recibir invitados. Hay mucho trabajo por hacer antes de que lleguen.
Malory suspiró.
―Ah, sí, mi primera experiencia como anfitrión. ―Y agregó con cierto sarcasmo―: Vuelves a imitar a tus superiores, ¿eh?
Ella se irguió, comprendiendo que se refería a su modo de hablar.
―No, en realidad la señora Robertson ha estado enseñándome.
―¡Dios mío! ¿Y has aprendido tan rápido? Sorprendente.
Se estaba burlando, por lo que _____ no se molestó en explicar¬le que estaba recuperando cada vez más su antigua forma de expre¬sión. Todavía tenía demasiados lapsus cuando se ponía nerviosa o se enfadaba, de modo que optó por cambiar de tema.
―Me sorprende que ofrezcas una cena tan pronto. Apenas he podido sacar el polvo y la suciedad del nuevo mobiliario.
―Te aseguro que no fue idea mía.
_____ arqueó una ceja.
―A ver si lo adivino: ¿tu prima?
―Naturalmente.
Como parecía molesto en aquel momento, el humor de ____ mejoró mucho. Incluso le obsequió con una sonrisa maliciosa.
―Anímate, amigo. Me han dicho que sólo viene tu familia. No necesitas impresionar a nadie, ¿verdad?
―Al contrario, Impresionar a simples conocidos me traería sin cuidado. Es mi familia la que debe pensar que puedo arreglármelas solo, de lo contrario unirán sus fuerzas para averiguar qué es lo que falla y solventar el problema.
―Eres un hombre adulto. ¿Por qué no te dejan vivir tranquilo?
―Porque me quieren, claro.
―Esta noche habrá una cena ―anunció la señora Appleton a _____ y Claire a la mañana siguiente―. La señora Robertson os lo explicará todo y os indicará lo que debéis hacer. Yo no me enteré hasta anoche. ¡Apenas el tiempo suficiente para preparar el menú e ir a comprar!
―¿Tan pronto? ―preguntó _____ mientras empezaba a lle¬narse el plato. Esta vez no iba a perderse un desayuno completo―. ¿No lleva tiempo mandar invitaciones para las cenas?
―Normalmente sí ―convino la señora Appleton―. Pero no cuando sólo viene familia.
―Oh ―repuso ______, no muy interesada―. Bueno, procura¬ré quitarme de en medio.
―No, no lo harás. Tú y Claire os encargaréis de servir. Y Carlton también.
______ había estado hablando correctamente hasta que oyó eso.
―¿Servir cuál?
―La comida y las bebidas, por supuesto.
―Ése no es mi trabajo ―señaló _____ con razón.
―Lo es, porque estamos faltos de personal –replicó la cocinera, para consternación de ______ ―. Necesitaremos todas las manos disponibles; se esperan de quince a veinte invitados.
―Entonces no viene sólo la familia.
―Sí, señora. Los Malory son una gran familia. Pero no todos ellos están en Londres en este momento. El marqués de Havers¬ton, el cabeza de familia, rara vez viene a la ciudad, según tengo en¬tendido. Y las dos hijas del conde tampoco están en la ciudad; vi¬ven en sus fincas en el campo con sus maridos. Una de ellas está casada con un duque, ¿sabes?
Realeza, pensó ______. ¡El condenado ricachón estaba emparen¬tado con la realeza! Y la señora Appleton parecía orgullosa de decirlo.
―Tengo ganas de vomitar ―dijo ______.
―¡Desde luego que no! ―bufó la cocinera―. Ésta será una bue¬na ocasión para comprobar tu iniciativa, querida. Con un poco de formación, lo harás bien.
_____ lo dudaba, pero no dijo nada más sobre el asunto. El de¬sayuno no le sentaba bien porque los nervios se le acumulaban en el estómago, de modo que después de todo no comió mucho y se diri¬gió al piso de arriba para comenzar su rutina. Quizá si evitaba al ama de llaves durante el resto del día, la mujer se olvidaría de darle ins¬trucciones y _____ no se vería obligada a servir a la realeza esa noche.
En su estado de nervios, consiguió limpiar todo el piso de arriba antes del mediodía, excepto la habitación de Nicholas. El joven toda¬vía estaba en ella, por lo que no quiso acercarse.
A media mañana, la señora Robertson la encontró y la llevó amplio comedor para darle las prometidas instrucciones. En realidad no había tanto que aprender, tan sólo a quién servir prime¬ro, cómo escanciar vino sin llamar la atención, estar pendiente de las copas y volver a llenarlas cuando fuera necesario. Al parecer los hom¬bres se servirían unas copas antes de cenar. Sólo tendría que llevar una bandeja de té si las damas lo pedían. Sin embargo, debía estar a mano en el salón por si había otras peticiones. Simplemente tenía que ser discreta y no hacerse notar.
―Y arréglate todo lo que puedas ―le había advertido la seño¬ra Robertson antes de volver a mandarla a sus tareas de limpieza.
_____ se sonrojó. También Claire había aludido con sarcasmo a las arrugas de su ropa aquella mañana. Evidentemente, tendría que abandonar su hábito de dormir vestida.
―_____, ven aquí, por favor.
Suspiró mentalmente. Tanto evitar a Malory... Era el único que quedaba en el piso de arriba, y aún continuaba en su habitación. Pero resultaba obvio que ya no dormía. Había abierto la puerta para llamarla y la había dejado abierta.
Asomó la cabeza por la esquina del marco de la puerta. Todavía estaba en la cama, tendido con las manos en la nuca; parecía condenadamente cómodo y relajado. No estaba vestido del todo. Llevaba puestos una camisa blanca de linón, abrochada sólo hasta la mitad del pecho, y unos pantalones de color de ante, sin zapatos ni calcetines.
Pasarse el día holgazaneando, eso era lo que hacía ella hasta que encontró un trabajo de verdad. Malditos ricos. ¿Y cómo iba a limpiar su habitación si no la abandonaba?
Andaba buscando excusas para su irritación cuando la verdad era que verle tendido en la cama le aceleraba el pulso. Santo Dios, deseó que no fuera tan terriblemente guapo como para que sus dedos rabiaran por tocarle.
―¿No tienes nada que hacer durante el día en cualquier otra parte? ―dijo, con más aspereza de la que debería.
El sonido de su voz atrajo la atención de Malory hacia ella. Abrió sus ojos de color café de par en par, sorprendido. Incluso se sentó en el borde de la cama.
―¡Santo cielo, estás preciosa! ―exclamó.
_____ se habría sentido complacida al oír esas palabras en boca de Carlton, pero el halago de Malory no la impresionaba porque conocía sus motivos. Además, en aquel momento ella no mostraba su mejor aspecto, de modo que soltó un bufido y le espetó:
―Eres un maldito embustero. Hoy ya me han dicho dos veces que llevo el vestido tan arrugado que da pena.
―Las arrugas no pueden ocultar el contenido, querida. La ropa que vistes no puede afear a tu admirable estructura ósea, el color único de tu pelo, no empaña la nitidez violeta de tus ojos. Pero puesto que ya estaba familiarizado con todo eso, lo que probablemente debería haber dicho es: «¡Santo cielo, tienes unos pechos preciosos!»
Se puso colorada de vergüenza. Pero esta vez no podía llamar¬le embustero, no cuando la víspera había pasado diez de aquellos treinta minutos delante del espejo admirando lo bien que llenaba su blusa nueva.
Pero le miró con el ceño fruncido, lo bastante aturdida como para volver a adoptar su acento callejero.
―Mencionar mis pechos no está bien, ¿«verdá»?
Él sonrió impenitentemente y le aseguró:
―Sólo cuando hay otras personas delante.
_____ hizo una mueca.
―Entonces les hablas a todos tus sirvientes igual que a mí, ¿no?
―No, sólo a aquellos con los que espero mantener una relación muy estrecha. Por cierto, esta cama es muy cómoda. ¿Te gustaría probarla lo antes posible, por ejemplo ahora?
Ella no habría tenido que hacer preguntas que le incitaran a ser más atrevido.
―Lo único que haré con esa cama será extender la colcha cuan¬do te hayas levantado.
―Me siento agraviado ―repuso él, suspirando.
―Eres un holgazán. Ve a hacer algo, para que pueda limpiar tu cuarto.
―Ya estoy haciendo algo. Me estoy recuperando de la diversión de anoche, y descansando para esta noche. Además, tu trabajo no requie¬re que una habitación esté desocupada. Puedes limpiar a mí alrededor. Se giró de costado, dobló el codo para apoyar la cabeza sobre una mano y le sonrió de nuevo―. Haz como si no estuviera aquí.
Eso mismo. Como si fuese minimamente posible. Pero podía tratar de no mirarle. Maldita sea, eso no daría resultado, porque sa¬bría que él la estaba mirando. Y aunque no la mirase, creería que lo hacía, echaría un vistazo para comprobarlo y...
―Esperaré ―exclamó _____.
―No puedes― pareció alegrarse de decirle―. Pienso descansar aquí hasta la hora de cenar.
______ apretó los dientes, sacó el plumero del bolsillo del delantal y se volvió hacia el pequeño escritorio con la intención de atacarlo con sus plumas. En su lugar dio un grito de sorpresa al ver el sombrero encima del mueble. No estaba allí la víspera.
―¡Mi sombrero! ¿Por qué lo tienes todavía?
Malory respondió con un deje de indiferencia en la voz.
―Lo guardé como recuerdo de una... experiencia interesante.
―Lo he echado de menos.
―Qué lástima. Ahora me pertenece.
Ella le miró con curiosidad.
―¿Por qué? No te lo pondrías ni muerto.
―No tengo intención de ponérmelo. Tampoco tengo intención de regalarlo. De modo que si lo pierdo, sabré dónde buscar, ¿no es cierto?
―He «dejao» de robar.
―Celebro oír eso. En tal caso consideraré que mi sombrero no corre peligro.
―Al ver su mirada enojada, soltó una risita―. Alégrate, cariño. La verdad es que no casa con las faldas, ¿sabes? Lo que ahora necesitas son cofias con volantes.
_____ soltó un bufido.
―Me pondré las malditas faldas, pero esos ridículos sombreros, de señora no son «pa» mí.
Él chasqueó la lengua.
―Vuelves a pensar como un hombre.
―Pues échame.
Se dispuso a limpiar el escritorio como había pretendido, pero resultó un tanto desalentador no encontrar sobre él nada de polvo que pudiera esparcir por la habitación. Tuvo buen cuidado de no tocar el sombrero. Tenía la sensación de que él se reía de ella en silencio por haberse puesto de tan mal humor a causa de un sombrero. En realidad le traía sin cuidado.
Cuando se detuvo a examinar la habitación, se alegró de comprobar que la víspera había trabajado con tanta diligencia que apenas quedaba nada que hacer salvo recoger unas cuantas prendas que él había dejado tiradas aquí y allá. Las recogió y empezó a sacudirlas, procurando mantener la vista bien alejada de la cama.
―¡Válgame Dios, _____! No irás a privarme tan pronto de tu deliciosa compañía, ¿verdad?
Parecía realmente decepcionado. Una treta, sin duda. Aun así, se detuvo junto a la puerta para decir:
―Esta noche vas a recibir invitados. Hay mucho trabajo por hacer antes de que lleguen.
Malory suspiró.
―Ah, sí, mi primera experiencia como anfitrión. ―Y agregó con cierto sarcasmo―: Vuelves a imitar a tus superiores, ¿eh?
Ella se irguió, comprendiendo que se refería a su modo de hablar.
―No, en realidad la señora Robertson ha estado enseñándome.
―¡Dios mío! ¿Y has aprendido tan rápido? Sorprendente.
Se estaba burlando, por lo que _____ no se molestó en explicar¬le que estaba recuperando cada vez más su antigua forma de expre¬sión. Todavía tenía demasiados lapsus cuando se ponía nerviosa o se enfadaba, de modo que optó por cambiar de tema.
―Me sorprende que ofrezcas una cena tan pronto. Apenas he podido sacar el polvo y la suciedad del nuevo mobiliario.
―Te aseguro que no fue idea mía.
_____ arqueó una ceja.
―A ver si lo adivino: ¿tu prima?
―Naturalmente.
Como parecía molesto en aquel momento, el humor de ____ mejoró mucho. Incluso le obsequió con una sonrisa maliciosa.
―Anímate, amigo. Me han dicho que sólo viene tu familia. No necesitas impresionar a nadie, ¿verdad?
―Al contrario, Impresionar a simples conocidos me traería sin cuidado. Es mi familia la que debe pensar que puedo arreglármelas solo, de lo contrario unirán sus fuerzas para averiguar qué es lo que falla y solventar el problema.
―Eres un hombre adulto. ¿Por qué no te dejan vivir tranquilo?
―Porque me quieren, claro.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
No me imagino al verdadero nick tan atrevido, pero aun así me gusta la actitud. Sube el proximo pronto porfas, quiero ver que pasa en la cena =D
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 19
«Porque me quieren, claro.» ____ no lograba quitarse de la cabeza aquellas palabras. Debía de ser bonito tener una familia así. Su propia «familia» no podía considerarse como tal. Sus miembros accedían a la banda de Dagger entre los cinco y diez años de edad, por lo que no existía ningún vínculo biológico que generara un sentimiento de verdadera proximidad, y por lo general se marchaban entre los catorce y diecisiete años para llevar su propia vida. Los que se iban rara vez volvían de visita. En cuanto se marchaban, desaparecían para siempre.
A _____ le había gustado ayudar a los más pequeños e incluso había sentido predilección por algunos con el paso de los años, pero sin llegar a quererles como un hermano o una hermana. Lucy era la única con la que había cultivado una verdadera relación íntima, era como una hermana. Pero en cuanto empezó a prostituirse, ya no tuvo mucho tiempo para compartir con ______.
Fundaría su propia familia. Ya hacía algunos años que tenía esa idea alojada en su mente, aunque nunca se la había planteado seriamente hasta ahora, porque su disfraz había limitado sus posibilidades en este sentido. Resultaba difícil buscar marido yendo caracterizada como un varón. Pero ahora era ella misma, o trataba de serlo, de modo que ya nada le impediría casarse en cuanto diera con el hombre apropiado. Y entonces, por fin, tendría una verdadera familia.
Los Malory no llegaron todos a la vez; fueron haciéndolo esca-lonadamente durante las horas previas a la cena. Chelsea Eden y su marido David fueron los primeros en aparecer, probablemente Porque eran los que residían más cerca.
Chelsea se quedó estupefacta al ver a _____ ataviada con su falda azul marino, la blusa blanca y un delantal azul celeste que añadía tina pincelada de color. Se limitó a decir:
―Magnífico. Debo de estar perdiendo la vista. Normalmen¬te puedo reconocer las personas de mi propio sexo sea cual sea el modo en que vayan vestidas.
―Probablemente era mi corte de pelo, señora. El « peinao» a lo chico, ¿sabe?
―Lo supongo. Chelsea suspiró―. Me siento molesta por haber cometido tamaño error.
―Una muchachita muy bella ―oyó ____ que David Eden comentaba a su esposa mientras iban a reunirse con Drew al otro lado del amplio salón.
―Se supone que tú no deberías fijarte en ella ―le reprendió Chelsea, aunque en un tono risueño―. Pero estoy segura de que Nicholas sí lo ha hecho.
Después fueron llegando más y más Malory. Carlton les franquea¬ba la puerta de entrada. _____ tuvo que ir a buscar una bandeja de té, y otra más a medida que transcurría la tarde. Captó sus nombres en retazos de conversación que oyó casualmente. También sorprendió a muchos de ellos mirándola con curiosidad.
Las dos damas que se habían incorporado a la expedición de com¬pras la víspera resultaron ser una prima y la tía política de Nicholas. La prima de pelo oscuro era Gabriela casada con Joseph, uno de los Ma¬lory cabello negro, corpulentos y apuestos. El padre de Joseph, Johnny, era el marqués que rara vez bajaba a la ciudad.
La belleza de pelo cobrizo era Roslynn, casada con el tío de Nicholas, Anthony. Este tipo desconcertó a ____ desde el momento en que le vio. Anthony guardaba un asombroso parecido con Nicholas, pero en una versión de más edad. Debía de resultar curioso saber exactamente qué aspecto tendría uno cuando se hiciera mayor. Pero por otra parte, Anthony era tan sumamente apuesto que no era de extrañar que Nicholas rezumara tanta seguridad en sí mismo. Sabía que iba a conservar durante muchos años el asombroso atractivo sexual que poseía.
Llegó otro tío, el conde que la señora Appleton había mencionado. Peter Malory era un tipo jovial de la parte rubia de la familia. Unos diez años mayor que su hermano Anthony, Peter tenía una familia numerosa. Su esposa, Charlotte, estaba presente, así como sus dos hijos adultos, Travis y Marshall.
Al parecer tenían además tres hijas, todas casadas, pero no se esperaba a ninguna esa noche. Dos de ellas vivían en el campo, pero la más joven, Amy, se había marchado a América con su marido, Warren, que era uno de los hermanos de Drew Anderson. Iban a regresar a Inglaterra ese verano, pero nadie sabía exactamente cuándo.
Como se trataba tan sólo de una reunión de familia y amigos íntimos, habían traído a cenar la pequeña hija de Anthony y Roslynn, Judith. Con unos padres tan guapos, no era de extrañar que Judy, como la llamaban, fuese una niña tan bonita. Tenía el pelo rojizo de su madre y aquellos asombrosos ojos café que poseía su padre, Chelsea y Nicholas. Era también precoz y muy sincera en sus comentarios, como tendían a ser los niños.
Se acercó a _____ antes de que sirvieran la cena y, después de contemplarla unos momentos, dijo francamente:
―Eres muy guapa.
―Tú también.
―Ya lo sé. ―Pero la pequeña suspiró al decirlo, como si no le agradara la idea―. Me han dicho que daré muchos problemas mi padre cuando crezca.
―¿Por qué?
―Por todos los pretendientes que tendré.
―¿Tantos? –preguntó _____.
―Sí, cientos y cientos. El tío Orlando no cree que mi padre sea capaz de soportarlo. Cree que hará ―hizo una pausa para acercarse y susurrar― «un maldito ridículo».
_____ tuvo que reprimir una carcajada.
―¿Y tú qué crees?
―Creo que el tío Orlando puede tener razón.
Esta vez _____ no pudo evitar reírse y deseó haberse conteni¬do, porque todos los presentes fijaron los ojos en ella. Podría haber¬lo soportado, a pesar de la vergüenza que le causó, de no haber sido porque también atrajo la atención de Nicholas.
Éste había estado recibiendo a sus invitados, charlando con ca¬da miembro de su familia a medida que iban llegando, sin hacer caso a _____, que ocupaba su puesto junto a la puerta. Pero ahora sí le hacía caso, devorándola prácticamente con los ojos. Y todos estaban hablando de ella. _____ lo sabía, lo notaba, incluso captó un retazo de conversación aquí y allá, aunque no lo suficiente como para averiguar qué estaban diciendo de ella. Resultaba muy violento saber que se había convertido temporalmente en el centro de atención.
Al otro lado de la sala, Anthony susurró a Nicholas:
―Instálala en su propia casa. Habrá discusiones entre tus sir¬vientes cuando descubran que te acuestas con ella. Cierto que Johnny lo ha conseguido, pues ha estado acostándose con su ama de llaves durante más de veinte años, pero tenía un acceso secreto a la habi¬tación de Molly. Dudo que esta casa tenga la distribución adecuada para ello.
―No me acuesto con ella.
―Menuda patraña ―se rió Anthony―. Tú no desperdiciarías una preciosidad como ésa.
―No tengo intención de hacerlo ―gruñó Nicholas―. Simple¬mente aún no ha ocurrido.
Anthony arqueó una de sus negras cejas.
―¿Estás perdiendo tu encanto, sobrino? ―Nicholas frunció el ceño.
―Estoy empezando a creerlo. Tengo que recordarme constantemente que es única.
―Excepcionalmente bella, estoy de acuerdo. Pero no es eso a lo que te referías, ¿verdad?
―No. Resulta que no hay nada en ella que pueda considerarse normal. Sus orígenes, sus hábitos..., todo en ella no es como cabría esperar.
―No puede ser tan excepcional, jovenzuelo ―objetó Anthony.
―Te sorprenderías. Ayer hablaba como un golfillo callejero .¡Hoy la he oído hablar como un profesor de inglés! Y piensa como un hombre. De hecho, hasta hace poco, ha usado pantalones durante la mayor parte de su vida. Pero tan pronto como se pone una falda, quiere un marido ―agregó Nicholas entre dientes.
Anthony tosió.
―¿Tú?
―No, sabe que soy un soltero empedernido, y es por eso que no quiere tener nada que ver conmigo. Quiere un marido respetable.
Anthony se echó a reír.
―Bueno, eso de los pantalones me ha convencido, pero ahora regresamos a lo normal. La mayoría de las mujeres quieren maridos respetables.
Nicholas arqueó una ceja.
―¿Cuando ella misma no es respetable ni lo más mínimo?
―Ah, comprendo. Trata de ascender en la escala social, ¿no? Bueno, si realmente no tienes ninguna posibilidad de conquistarla, entonces quizá deberías plantearte deshacerte de ella, para evitar la tentación, por así decirlo.
Nicholas sonrió por fin.
―Los Malory no nos rendimos tan fácilmente.
En otro rincón, Peter preguntó a su esposa:
―¿No te resulta familiar esa criada?
―Diría que no ―contestó Charlotte.
Peter frunció el ceño.
―No logro situarla, pero me parece que la conozco.
―Probablemente la habrás visto pasar, quizás en la calle o en alguna tienda. Una chica tan bonita como ésta no puede pasar desapercibida.
―Supongo. ―Peter suspiró―. Pero ahora no podré dejar de pensar hasta que recuerde dónde la he visto antes.
Junto a la chimenea, Travis comentó a su hermano con un sus¬piro muy parecido al de su padre:
―Supongo que Nicholas ya la habrá reclamado.
Marshall soltó una risita.
―Desde luego. Pero a mí no se me ocurriría hacerla trabajar de criada.
―Quizá le gusta ser criada.
―Lo más probable es que todavía no se haya dado cuenta de que no tiene que mover ni un dedo para contentar a nuestro primo. Es un tipo con suerte. ¿De dónde saca todas esas bellezas? No he esta¬do nunca en una reunión en la que la chica más bonita no tratara de llamar su atención. Emily Bascomb se ha propuesto conquistar¬le, naturalmente, y me ha rechazado ―confesó Marshall―. Pen¬saba cortejarla, incluso había conseguido atraer su interés..., hasta que apareció nuestro primo y quedó prendada de él.
―Te comprendo ―repuso Travis―. Ojalá Nicholas ya se hubiera casado. Resulta terriblemente difícil llegar a algo con mujeres estan¬do él cerca. Yo tuve el mismo problema con Joseph hasta que se casó.
―Seremos viejos y canosos antes de que Nicholas se plantee siquiera el matrimonio. Tampoco lo haría yo si me pareciera a él y estuviera siempre rodeado de mujeres.
Y en el centro de la sala, sentada en uno de los dos sofás nuevos, Chelsea dijo a Gabriela:
―No acierto a comprender cómo se le ha ocurrido a Nicholas instalarla en su casa. Creo que el tío Orlando tendrá que hablar seriamen¬te con él acerca de infringir los convencionalismos.
―Ésta es una residencia de soltero, querida.
―Sí, ya lo sé, y si desea tener a su amante aquí, dudo que los sir-vientes se escandalicen. Y mientras sea discreto, no será objeto de chismorreo. Pero la ha contratado como criada, por lo que habrá problemas en las dependencias del servicio. Puede que eso a él no le preocupe, pero sí a la pobre muchacha.
Gabriela le dio una palmadita en la mano a Chelsea.
―Creo que deberías dejar que se las arregle solito. Nunca ha tenido sus propios sirvientes hasta, ahora. Ya le cogerá el tranquillo. Su padre y su tío bien que lo hicieron. A pesar de su fama de libertinos estoy segura de que administraron perfectamente sus hogares.
Si ______ hubiera sabido que todos los Malory reunidos en aquella estancia creían que era la amante de Nicholas, se habría muerto de vergüenza, se habría enfurecido... y habría montado una escena que le habría costado el despido, con o sin chantaje. Pero afortunadamente ignoraba las conclusiones a las que los Malory habían llegado acerca de ella. Y si bien sospechaba que estaban hablando de ella, lo cual la avergonzaba, la llegada de Logan alejó esa preocupación. Logan se detuvo a su lado al entrar en la sala, frunció el ceño un momento y luego dijo:
―¡Ah, ya entiendo! Gemelos. Conocí a tu hermano. Un tipo de -primera. Me hizo un gran favor, por el que le estaré eternamente agradecido.
_____ no supo qué contestar. ¿Debía sacarle de su error y arriesgarse a que contara de buenas a primeras que unos días antes llevaba pantalones?
Nicholas le ahorró tener que responder. Sabía que Logan era capaz de descubrir el pastel y obviamente no quería que lo hiciera en presencia de su familia.
―Llegas tarde, viejo amigo. Apenas queda tiempo para tomar una copa antes de cenar. Acompáñame y lo arreglaremos.
―No necesito ninguna copa ―repuso Logan―. Sin embargo tengo ganas de averiguar si has tenido suerte con la cocinera. Por cierto, ¿dónde encontraste a la hermana gemela de nuestro ratero? No me digas que te adentraste aún más en esa guarida de ladrones, que actuaban en la taberna de aquella noche.
Puesto que Nicholas ya había conducido a Logan hasta la mitad del salón, fueron pocos los que no oyeron lo que acababa de decir. Nicholas se tapó los ojos exhalando un gemido.
_____ decidió que había llegado el momento de ir a ver si la cena ya estaba lista.
«Porque me quieren, claro.» ____ no lograba quitarse de la cabeza aquellas palabras. Debía de ser bonito tener una familia así. Su propia «familia» no podía considerarse como tal. Sus miembros accedían a la banda de Dagger entre los cinco y diez años de edad, por lo que no existía ningún vínculo biológico que generara un sentimiento de verdadera proximidad, y por lo general se marchaban entre los catorce y diecisiete años para llevar su propia vida. Los que se iban rara vez volvían de visita. En cuanto se marchaban, desaparecían para siempre.
A _____ le había gustado ayudar a los más pequeños e incluso había sentido predilección por algunos con el paso de los años, pero sin llegar a quererles como un hermano o una hermana. Lucy era la única con la que había cultivado una verdadera relación íntima, era como una hermana. Pero en cuanto empezó a prostituirse, ya no tuvo mucho tiempo para compartir con ______.
Fundaría su propia familia. Ya hacía algunos años que tenía esa idea alojada en su mente, aunque nunca se la había planteado seriamente hasta ahora, porque su disfraz había limitado sus posibilidades en este sentido. Resultaba difícil buscar marido yendo caracterizada como un varón. Pero ahora era ella misma, o trataba de serlo, de modo que ya nada le impediría casarse en cuanto diera con el hombre apropiado. Y entonces, por fin, tendría una verdadera familia.
Los Malory no llegaron todos a la vez; fueron haciéndolo esca-lonadamente durante las horas previas a la cena. Chelsea Eden y su marido David fueron los primeros en aparecer, probablemente Porque eran los que residían más cerca.
Chelsea se quedó estupefacta al ver a _____ ataviada con su falda azul marino, la blusa blanca y un delantal azul celeste que añadía tina pincelada de color. Se limitó a decir:
―Magnífico. Debo de estar perdiendo la vista. Normalmen¬te puedo reconocer las personas de mi propio sexo sea cual sea el modo en que vayan vestidas.
―Probablemente era mi corte de pelo, señora. El « peinao» a lo chico, ¿sabe?
―Lo supongo. Chelsea suspiró―. Me siento molesta por haber cometido tamaño error.
―Una muchachita muy bella ―oyó ____ que David Eden comentaba a su esposa mientras iban a reunirse con Drew al otro lado del amplio salón.
―Se supone que tú no deberías fijarte en ella ―le reprendió Chelsea, aunque en un tono risueño―. Pero estoy segura de que Nicholas sí lo ha hecho.
Después fueron llegando más y más Malory. Carlton les franquea¬ba la puerta de entrada. _____ tuvo que ir a buscar una bandeja de té, y otra más a medida que transcurría la tarde. Captó sus nombres en retazos de conversación que oyó casualmente. También sorprendió a muchos de ellos mirándola con curiosidad.
Las dos damas que se habían incorporado a la expedición de com¬pras la víspera resultaron ser una prima y la tía política de Nicholas. La prima de pelo oscuro era Gabriela casada con Joseph, uno de los Ma¬lory cabello negro, corpulentos y apuestos. El padre de Joseph, Johnny, era el marqués que rara vez bajaba a la ciudad.
La belleza de pelo cobrizo era Roslynn, casada con el tío de Nicholas, Anthony. Este tipo desconcertó a ____ desde el momento en que le vio. Anthony guardaba un asombroso parecido con Nicholas, pero en una versión de más edad. Debía de resultar curioso saber exactamente qué aspecto tendría uno cuando se hiciera mayor. Pero por otra parte, Anthony era tan sumamente apuesto que no era de extrañar que Nicholas rezumara tanta seguridad en sí mismo. Sabía que iba a conservar durante muchos años el asombroso atractivo sexual que poseía.
Llegó otro tío, el conde que la señora Appleton había mencionado. Peter Malory era un tipo jovial de la parte rubia de la familia. Unos diez años mayor que su hermano Anthony, Peter tenía una familia numerosa. Su esposa, Charlotte, estaba presente, así como sus dos hijos adultos, Travis y Marshall.
Al parecer tenían además tres hijas, todas casadas, pero no se esperaba a ninguna esa noche. Dos de ellas vivían en el campo, pero la más joven, Amy, se había marchado a América con su marido, Warren, que era uno de los hermanos de Drew Anderson. Iban a regresar a Inglaterra ese verano, pero nadie sabía exactamente cuándo.
Como se trataba tan sólo de una reunión de familia y amigos íntimos, habían traído a cenar la pequeña hija de Anthony y Roslynn, Judith. Con unos padres tan guapos, no era de extrañar que Judy, como la llamaban, fuese una niña tan bonita. Tenía el pelo rojizo de su madre y aquellos asombrosos ojos café que poseía su padre, Chelsea y Nicholas. Era también precoz y muy sincera en sus comentarios, como tendían a ser los niños.
Se acercó a _____ antes de que sirvieran la cena y, después de contemplarla unos momentos, dijo francamente:
―Eres muy guapa.
―Tú también.
―Ya lo sé. ―Pero la pequeña suspiró al decirlo, como si no le agradara la idea―. Me han dicho que daré muchos problemas mi padre cuando crezca.
―¿Por qué?
―Por todos los pretendientes que tendré.
―¿Tantos? –preguntó _____.
―Sí, cientos y cientos. El tío Orlando no cree que mi padre sea capaz de soportarlo. Cree que hará ―hizo una pausa para acercarse y susurrar― «un maldito ridículo».
_____ tuvo que reprimir una carcajada.
―¿Y tú qué crees?
―Creo que el tío Orlando puede tener razón.
Esta vez _____ no pudo evitar reírse y deseó haberse conteni¬do, porque todos los presentes fijaron los ojos en ella. Podría haber¬lo soportado, a pesar de la vergüenza que le causó, de no haber sido porque también atrajo la atención de Nicholas.
Éste había estado recibiendo a sus invitados, charlando con ca¬da miembro de su familia a medida que iban llegando, sin hacer caso a _____, que ocupaba su puesto junto a la puerta. Pero ahora sí le hacía caso, devorándola prácticamente con los ojos. Y todos estaban hablando de ella. _____ lo sabía, lo notaba, incluso captó un retazo de conversación aquí y allá, aunque no lo suficiente como para averiguar qué estaban diciendo de ella. Resultaba muy violento saber que se había convertido temporalmente en el centro de atención.
Al otro lado de la sala, Anthony susurró a Nicholas:
―Instálala en su propia casa. Habrá discusiones entre tus sir¬vientes cuando descubran que te acuestas con ella. Cierto que Johnny lo ha conseguido, pues ha estado acostándose con su ama de llaves durante más de veinte años, pero tenía un acceso secreto a la habi¬tación de Molly. Dudo que esta casa tenga la distribución adecuada para ello.
―No me acuesto con ella.
―Menuda patraña ―se rió Anthony―. Tú no desperdiciarías una preciosidad como ésa.
―No tengo intención de hacerlo ―gruñó Nicholas―. Simple¬mente aún no ha ocurrido.
Anthony arqueó una de sus negras cejas.
―¿Estás perdiendo tu encanto, sobrino? ―Nicholas frunció el ceño.
―Estoy empezando a creerlo. Tengo que recordarme constantemente que es única.
―Excepcionalmente bella, estoy de acuerdo. Pero no es eso a lo que te referías, ¿verdad?
―No. Resulta que no hay nada en ella que pueda considerarse normal. Sus orígenes, sus hábitos..., todo en ella no es como cabría esperar.
―No puede ser tan excepcional, jovenzuelo ―objetó Anthony.
―Te sorprenderías. Ayer hablaba como un golfillo callejero .¡Hoy la he oído hablar como un profesor de inglés! Y piensa como un hombre. De hecho, hasta hace poco, ha usado pantalones durante la mayor parte de su vida. Pero tan pronto como se pone una falda, quiere un marido ―agregó Nicholas entre dientes.
Anthony tosió.
―¿Tú?
―No, sabe que soy un soltero empedernido, y es por eso que no quiere tener nada que ver conmigo. Quiere un marido respetable.
Anthony se echó a reír.
―Bueno, eso de los pantalones me ha convencido, pero ahora regresamos a lo normal. La mayoría de las mujeres quieren maridos respetables.
Nicholas arqueó una ceja.
―¿Cuando ella misma no es respetable ni lo más mínimo?
―Ah, comprendo. Trata de ascender en la escala social, ¿no? Bueno, si realmente no tienes ninguna posibilidad de conquistarla, entonces quizá deberías plantearte deshacerte de ella, para evitar la tentación, por así decirlo.
Nicholas sonrió por fin.
―Los Malory no nos rendimos tan fácilmente.
En otro rincón, Peter preguntó a su esposa:
―¿No te resulta familiar esa criada?
―Diría que no ―contestó Charlotte.
Peter frunció el ceño.
―No logro situarla, pero me parece que la conozco.
―Probablemente la habrás visto pasar, quizás en la calle o en alguna tienda. Una chica tan bonita como ésta no puede pasar desapercibida.
―Supongo. ―Peter suspiró―. Pero ahora no podré dejar de pensar hasta que recuerde dónde la he visto antes.
Junto a la chimenea, Travis comentó a su hermano con un sus¬piro muy parecido al de su padre:
―Supongo que Nicholas ya la habrá reclamado.
Marshall soltó una risita.
―Desde luego. Pero a mí no se me ocurriría hacerla trabajar de criada.
―Quizá le gusta ser criada.
―Lo más probable es que todavía no se haya dado cuenta de que no tiene que mover ni un dedo para contentar a nuestro primo. Es un tipo con suerte. ¿De dónde saca todas esas bellezas? No he esta¬do nunca en una reunión en la que la chica más bonita no tratara de llamar su atención. Emily Bascomb se ha propuesto conquistar¬le, naturalmente, y me ha rechazado ―confesó Marshall―. Pen¬saba cortejarla, incluso había conseguido atraer su interés..., hasta que apareció nuestro primo y quedó prendada de él.
―Te comprendo ―repuso Travis―. Ojalá Nicholas ya se hubiera casado. Resulta terriblemente difícil llegar a algo con mujeres estan¬do él cerca. Yo tuve el mismo problema con Joseph hasta que se casó.
―Seremos viejos y canosos antes de que Nicholas se plantee siquiera el matrimonio. Tampoco lo haría yo si me pareciera a él y estuviera siempre rodeado de mujeres.
Y en el centro de la sala, sentada en uno de los dos sofás nuevos, Chelsea dijo a Gabriela:
―No acierto a comprender cómo se le ha ocurrido a Nicholas instalarla en su casa. Creo que el tío Orlando tendrá que hablar seriamen¬te con él acerca de infringir los convencionalismos.
―Ésta es una residencia de soltero, querida.
―Sí, ya lo sé, y si desea tener a su amante aquí, dudo que los sir-vientes se escandalicen. Y mientras sea discreto, no será objeto de chismorreo. Pero la ha contratado como criada, por lo que habrá problemas en las dependencias del servicio. Puede que eso a él no le preocupe, pero sí a la pobre muchacha.
Gabriela le dio una palmadita en la mano a Chelsea.
―Creo que deberías dejar que se las arregle solito. Nunca ha tenido sus propios sirvientes hasta, ahora. Ya le cogerá el tranquillo. Su padre y su tío bien que lo hicieron. A pesar de su fama de libertinos estoy segura de que administraron perfectamente sus hogares.
Si ______ hubiera sabido que todos los Malory reunidos en aquella estancia creían que era la amante de Nicholas, se habría muerto de vergüenza, se habría enfurecido... y habría montado una escena que le habría costado el despido, con o sin chantaje. Pero afortunadamente ignoraba las conclusiones a las que los Malory habían llegado acerca de ella. Y si bien sospechaba que estaban hablando de ella, lo cual la avergonzaba, la llegada de Logan alejó esa preocupación. Logan se detuvo a su lado al entrar en la sala, frunció el ceño un momento y luego dijo:
―¡Ah, ya entiendo! Gemelos. Conocí a tu hermano. Un tipo de -primera. Me hizo un gran favor, por el que le estaré eternamente agradecido.
_____ no supo qué contestar. ¿Debía sacarle de su error y arriesgarse a que contara de buenas a primeras que unos días antes llevaba pantalones?
Nicholas le ahorró tener que responder. Sabía que Logan era capaz de descubrir el pastel y obviamente no quería que lo hiciera en presencia de su familia.
―Llegas tarde, viejo amigo. Apenas queda tiempo para tomar una copa antes de cenar. Acompáñame y lo arreglaremos.
―No necesito ninguna copa ―repuso Logan―. Sin embargo tengo ganas de averiguar si has tenido suerte con la cocinera. Por cierto, ¿dónde encontraste a la hermana gemela de nuestro ratero? No me digas que te adentraste aún más en esa guarida de ladrones, que actuaban en la taberna de aquella noche.
Puesto que Nicholas ya había conducido a Logan hasta la mitad del salón, fueron pocos los que no oyeron lo que acababa de decir. Nicholas se tapó los ojos exhalando un gemido.
_____ decidió que había llegado el momento de ir a ver si la cena ya estaba lista.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Bocazas,bocazas y otra vez bocazas. Logan es un bocazas.
Me hizo mucha gracia lo de que toda la familia pensara que ella era su amante, y lo que más:
Nicholas se tapó los ojos exhalando un gemido.
_____ decidió que había llegado el momento de ir a ver si la cena ya estaba lista.
Me hizo mucha gracia lo de que toda la familia pensara que ella era su amante, y lo que más:
Nicholas se tapó los ojos exhalando un gemido.
_____ decidió que había llegado el momento de ir a ver si la cena ya estaba lista.
Invitado
Invitado
Página 3 de 13. • 1, 2, 3, 4 ... 11, 12, 13
Temas similares
» Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
» one less problem.
» ♡ requiescat in pace ♡
» Detestablemente adorable(Harry Styles y yo)(SEMI HOT)(1° TEMPORADA TERMINADA)
» Detestablemente adorable(Harry Styles y yo)(Semi Hot)(2° Temporada)(TERMINADA)
» one less problem.
» ♡ requiescat in pace ♡
» Detestablemente adorable(Harry Styles y yo)(SEMI HOT)(1° TEMPORADA TERMINADA)
» Detestablemente adorable(Harry Styles y yo)(Semi Hot)(2° Temporada)(TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 13.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.