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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Jajaja Logan es bastante boca floja pero ha demostrado der un excelente amigo no solo para los primos Malory (Joseph y Nicholas) sino para toda la familia, aunque se debe tener cuidado con lo que se le dice para no pasar malos rato como ese en la cena.
A mi tambien me cuesta mucho imaginar el verdadero Nick con la actitud de este, pero igual es lindo :D
A mi tambien me cuesta mucho imaginar el verdadero Nick con la actitud de este, pero igual es lindo :D
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
lindo es poco yo lo adoro como sea y si nick tan recatadito y aqui tan atrevido jajajajajaja siguela
nataly jonas
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 20
La suerte ya empezaba a sonreír a Tyrus Dyer. Había pensado mucho en el asunto, durante varios días, y había decidido que si iba a matar a la chica como era debido esta vez tendrían que pagarle bien. No sería codicioso. Recuperar su buena suerte era la mejor recompensa. Pero razonó que, puesto que iba a matarla de todos modos, ¿por qué no sacar también algún dinero?
Así pues, se dispuso a localizar al lord que había querido acabar con ella. Recordó dónde vivía. No confiaba mucho en su memoria, puesto que sólo había estado allí en dos ocasiones. Pero reconoció la casa. Y el lord estaba en ella.
Comprendió que su suerte empezaba a cambiar, porque el locuaz criado que le franqueó la puerta le dijo que su amo residía ahora en el campo y rara vez bajaba a Londres, quizá sólo en un par de oca¬siones al año. El hecho de que hubiera llegado pocos días antes para una breve estancia con el fin de resolver unos asuntos hizo que Tyrus no pudiera creer en su buena estrella. De hecho, el lord tenía pre¬visto regresar al campo a la mañana siguiente. Un día más de refle¬xión y Tyrus ya no le habría encontrado.
Desde luego, cabía la posibilidad de que el rico no quisiera recibirle en cuanto oyera su nombre. A fin de cuentas, habían roto su asociación con rencor debido al fracaso de Tyrus. Incluso era posi¬ble que intentara matarle de nuevo. Pero Tyrus razonó que aquel in¬cidente había sido engendrado por la ira, y el lord había dispuesto de quince años para aplacarla.
Sin embargo le hicieron esperar, durante casi tres horas. Deli-beradamente, no lo dudaba. Pero no iba a marcharse, si era eso lo que el lord confiaba que hiciera. Iba a pedir mucho dinero por terminar el trabajo para el que le habían contratado tantos años atrás. Eso bien merecía una pequeña espera.
Era casi medianoche cuando el criado finalmente le condujo en presencia de su patrón. Éste se encontraba en una habitación parecida a un despacho en la parte de atrás de la casa, sentado a una mesa. Estaba flanqueado por dos hombres de pie, unos tipos con aspecto de matones. A Tyrus empezaron a sudarle las palmas de las manos.
No tuvo más remedio que preguntarse si había estado engañán¬dose. Quizá no había tenido tanta suerte al encontrar al lord en casa como había creído en un principio. ¿Lo habían hecho esperar con el fin de llamar a esos matones para que acabaran con él?
Antes de que el lord pudiera dar la orden de despacharle para siempre, Tyrus balbuceó:
―No habría « venío» si no pensara que le interesará oír lo que tengo que decir.
―Siéntese, señor Dyer.
Tyrus suspiró aliviado y sonrió con presunción mientras ocupaba la silla situada frente a la mesa. Los dos matones, aunque no dejaban de mirarle, tenían una expresión ausente.
―Se acuerda de mí, ¿« verdá»?
―Desgraciadamente sí, por lo menos recuerdo su nombre. Debo admitir que no le habría reconocido. Su aspecto ha cambiado drásticamente, ¿no es cierto?
Tyrus hizo una mueca de contrariedad. El rico se estaba refiriendo a su pelo, evidentemente. Tenía cuarenta y dos años, ni una sola arruga en la cara, pero ya hacía varios años que su pelo se había vuelto totalmente gris. El lord, en cambio, apenas si había cambia¬do. Ahora debía de tener cerca de cincuenta años, aunque aparen¬taba muchos menos.
―Herencia de familia ―mintió Tyrus―. ¿Le han ido bien las cosas, milord?
―Muy bien, pero no gracias a usted.
Tyrus no supo si debía alegrarse de oír estas palabras. Si el rico ya no necesitaba urgentemente deshacerse de la chica, no pagaría por ello. Pero por otro lado, si tenía ahora los bolsillos bien llenos, po¬dría pagar aún más de lo que Tyrus tenía intención de pedir por con¬cluir el trabajo.
―Es tarde ―dijo el lord con voz cansada―. Vaya al grano, señor Dyer.
Tyrus asintió.
―He «encontrao» a la chica, la que se escapó. Todavía vive.
―Sí, ya lo sé.
Las esperanzas de Tyrus se derrumbaron.
―¿Lo sabe?
―El otro día hubo un tumulto cerca de mi banco. Me encon¬traba lo bastante cerca para ver qué ocurría. No pude dar crédito a mis ojos cuando vi que la causante de todo era la chica.
―Lo entiendo. A mí también me costó creerlo cuando la vi.
―Ya casi me había olvidado de ella. Al no aparecer durante todos estos años me habría gustado que la declararan legalmen¬te muerta, pero me... convencieron de que no era una buena idea.
―¿No la siguió?
―Por supuesto, pero la perdí de vista a unas pocas manzanas.
―Yo no. Sé dónde vive.
El lord había permanecido sentado, dando la impresión de que no estaba nada interesado en el tema. Pero ahora se levantó de repente, haciendo renacer las esperanzas de Tyrus.
―¿Dónde?
Tyrus rió entre dientes.
―No creerá le que daré esa «informasión» gratis, ¿ «verdá»?
El lord volvió a sentarse e hizo un ademán a sus dos acompañantes, que empezaron a rodear la mesa de inmediato. Tyrus casi derribó la silla en su prisa por abandonarla. Estuvo a punto de caerse, pero logró mantener el equilibrio y se irguió con una pistola en la mano. Los matones se detuvieron en seco cuando les encañonó con el arma. Su semblante, antes inexpresivo, mostró irritación. Tyrus exigió con nerviosismo:
―Si todavía la quiere muerta, lo haré, y me pagará el doble de lo que me prometió, la «mitá» ahora y la « mitá» cuando le diga dónde está el cuerpo. Esta vez no quiero correr ningún riesgo con «usté», milord.
El hombre se echó a reír.
―Ni un solo penique sin resultados. Ya me ha demostrado lo incompetente que es, señor Dyer. Tendrá su dinero, pero sólo si lo consigue esta vez.
Tyrus se conformó con eso. Sí, su suerte mejoraba definitivamente.
La suerte ya empezaba a sonreír a Tyrus Dyer. Había pensado mucho en el asunto, durante varios días, y había decidido que si iba a matar a la chica como era debido esta vez tendrían que pagarle bien. No sería codicioso. Recuperar su buena suerte era la mejor recompensa. Pero razonó que, puesto que iba a matarla de todos modos, ¿por qué no sacar también algún dinero?
Así pues, se dispuso a localizar al lord que había querido acabar con ella. Recordó dónde vivía. No confiaba mucho en su memoria, puesto que sólo había estado allí en dos ocasiones. Pero reconoció la casa. Y el lord estaba en ella.
Comprendió que su suerte empezaba a cambiar, porque el locuaz criado que le franqueó la puerta le dijo que su amo residía ahora en el campo y rara vez bajaba a Londres, quizá sólo en un par de oca¬siones al año. El hecho de que hubiera llegado pocos días antes para una breve estancia con el fin de resolver unos asuntos hizo que Tyrus no pudiera creer en su buena estrella. De hecho, el lord tenía pre¬visto regresar al campo a la mañana siguiente. Un día más de refle¬xión y Tyrus ya no le habría encontrado.
Desde luego, cabía la posibilidad de que el rico no quisiera recibirle en cuanto oyera su nombre. A fin de cuentas, habían roto su asociación con rencor debido al fracaso de Tyrus. Incluso era posi¬ble que intentara matarle de nuevo. Pero Tyrus razonó que aquel in¬cidente había sido engendrado por la ira, y el lord había dispuesto de quince años para aplacarla.
Sin embargo le hicieron esperar, durante casi tres horas. Deli-beradamente, no lo dudaba. Pero no iba a marcharse, si era eso lo que el lord confiaba que hiciera. Iba a pedir mucho dinero por terminar el trabajo para el que le habían contratado tantos años atrás. Eso bien merecía una pequeña espera.
Era casi medianoche cuando el criado finalmente le condujo en presencia de su patrón. Éste se encontraba en una habitación parecida a un despacho en la parte de atrás de la casa, sentado a una mesa. Estaba flanqueado por dos hombres de pie, unos tipos con aspecto de matones. A Tyrus empezaron a sudarle las palmas de las manos.
No tuvo más remedio que preguntarse si había estado engañán¬dose. Quizá no había tenido tanta suerte al encontrar al lord en casa como había creído en un principio. ¿Lo habían hecho esperar con el fin de llamar a esos matones para que acabaran con él?
Antes de que el lord pudiera dar la orden de despacharle para siempre, Tyrus balbuceó:
―No habría « venío» si no pensara que le interesará oír lo que tengo que decir.
―Siéntese, señor Dyer.
Tyrus suspiró aliviado y sonrió con presunción mientras ocupaba la silla situada frente a la mesa. Los dos matones, aunque no dejaban de mirarle, tenían una expresión ausente.
―Se acuerda de mí, ¿« verdá»?
―Desgraciadamente sí, por lo menos recuerdo su nombre. Debo admitir que no le habría reconocido. Su aspecto ha cambiado drásticamente, ¿no es cierto?
Tyrus hizo una mueca de contrariedad. El rico se estaba refiriendo a su pelo, evidentemente. Tenía cuarenta y dos años, ni una sola arruga en la cara, pero ya hacía varios años que su pelo se había vuelto totalmente gris. El lord, en cambio, apenas si había cambia¬do. Ahora debía de tener cerca de cincuenta años, aunque aparen¬taba muchos menos.
―Herencia de familia ―mintió Tyrus―. ¿Le han ido bien las cosas, milord?
―Muy bien, pero no gracias a usted.
Tyrus no supo si debía alegrarse de oír estas palabras. Si el rico ya no necesitaba urgentemente deshacerse de la chica, no pagaría por ello. Pero por otro lado, si tenía ahora los bolsillos bien llenos, po¬dría pagar aún más de lo que Tyrus tenía intención de pedir por con¬cluir el trabajo.
―Es tarde ―dijo el lord con voz cansada―. Vaya al grano, señor Dyer.
Tyrus asintió.
―He «encontrao» a la chica, la que se escapó. Todavía vive.
―Sí, ya lo sé.
Las esperanzas de Tyrus se derrumbaron.
―¿Lo sabe?
―El otro día hubo un tumulto cerca de mi banco. Me encon¬traba lo bastante cerca para ver qué ocurría. No pude dar crédito a mis ojos cuando vi que la causante de todo era la chica.
―Lo entiendo. A mí también me costó creerlo cuando la vi.
―Ya casi me había olvidado de ella. Al no aparecer durante todos estos años me habría gustado que la declararan legalmen¬te muerta, pero me... convencieron de que no era una buena idea.
―¿No la siguió?
―Por supuesto, pero la perdí de vista a unas pocas manzanas.
―Yo no. Sé dónde vive.
El lord había permanecido sentado, dando la impresión de que no estaba nada interesado en el tema. Pero ahora se levantó de repente, haciendo renacer las esperanzas de Tyrus.
―¿Dónde?
Tyrus rió entre dientes.
―No creerá le que daré esa «informasión» gratis, ¿ «verdá»?
El lord volvió a sentarse e hizo un ademán a sus dos acompañantes, que empezaron a rodear la mesa de inmediato. Tyrus casi derribó la silla en su prisa por abandonarla. Estuvo a punto de caerse, pero logró mantener el equilibrio y se irguió con una pistola en la mano. Los matones se detuvieron en seco cuando les encañonó con el arma. Su semblante, antes inexpresivo, mostró irritación. Tyrus exigió con nerviosismo:
―Si todavía la quiere muerta, lo haré, y me pagará el doble de lo que me prometió, la «mitá» ahora y la « mitá» cuando le diga dónde está el cuerpo. Esta vez no quiero correr ningún riesgo con «usté», milord.
El hombre se echó a reír.
―Ni un solo penique sin resultados. Ya me ha demostrado lo incompetente que es, señor Dyer. Tendrá su dinero, pero sólo si lo consigue esta vez.
Tyrus se conformó con eso. Sí, su suerte mejoraba definitivamente.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Arg!Que ganas de ahorcar al Tyrus, aunque la parte buena es que se va a equivocar, porque ella ya no vive donde antes, aver si asi no la encuentra y lo despellejan a el.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 21
La señora Appleton estaba tan contenta de que su primera cena con invitados hubiese sido un éxito que se sirvió una copa de vino para celebrarlo... y sirvió otras dos para _____ y Claire. Ésta la rechazó; todavía estaba lavando platos. Pero _____ sólo tenía que revisar el comedor y el salón para cerciorarse de que volvían a estar en orden antes de retirarse, de modo que apuró su copa de un solo trago.
La cocinera sacudió la cabeza, disgustada.
―Eso ha sido un desperdicio que espero no volver a ver. ¿Tan acostumbrada a beber estás? ¿O acaso no sabes que el buen vino debe saborearse?
_____ no se sonrojo, bueno, en todo caso no mucho. Pero se arrepintió de haberse tomado el vino tan deprisa, saboreándolo a posteriori, por así decirlo. Estaba acostumbrada al vino barato, no a esa bebida cara y de sabor tan intenso.
―¿Puedo volver a probarlo, entonces? No lo he apreciado en la primera ronda.
La señora Appleton se echó a reír.
―Sí, creo que te lo has ganado. Esta noche lo has hecho bien, pequeña, muy bien. No has derramado ni se te ha caído nada. El sello de una buena criada es pasar siempre desapercibida. Desde luego, nunca podrás aspirar a eso con tu aspecto, pero aun así podrás llegar a ser la mejor criada de la manzana si te lo propones.
―¿Qué tiene de malo mi aspecto?
La señora Robertson escogió este vestido, ¿sabe?
―¡Eres un cielo, querida! Ya debes de saber lo bonita que eres. Con esa carita llamarás siempre la atención. Eso no tiene remedio. Pero mientras hagas bien tu trabajo, podrás superar ese defecto. Ahora vete. Te has ganado un buen descanso y la mañana no tardará en llegar.
_____ abandonó la cocina con una sonrisa en el rostro. ¿Quién sino una empleada doméstica consideraría que una cara bonita era un defecto?
Hacía ya un rato que el último invitado había dejado la casa, por lo que _____ había podido recoger con tranquilidad todos los platos del comedor. No esperaba encontrar a nadie allí cuando paso para echar un último vistazo, pero Nicholas había vuelto a sentarse a la mesa, con una jarra de vino delante y una copa medio vacía en la mano. No parecía contento. Se le veía bastante infeliz y ni siquiera se dio cuenta de que ella acababa de entrar en la estancia.
_____ se debatió entre el deseo de preguntarle qué le ocurría y el de salir del comedor antes de que la viera. Eligió la opción inteligente y se volvió para marcharse.
―¿No quieres acompañarme?
―No.
―Demasiado sincera ―dijo Nicholas, chasqueando la lengua―. No deberías ser tan sincera con un hombre abatido, ¿sabes? Cualquier excusa, por pobre que fuera, habría bastado.
_____ trató de concentrarse para poder contestarle correctamente, pero el vino que acababa de tomar se lo puso demasiado difícil
―¿Quieres que te mientan, pues?
El meditó un instante y repuso:
―Bueno, no, supongo que no. Pero las excusas no se consideran mentiras; si acaso, mentiras piadosas.
―¿Estás trompa, Malory?
La miró parpadeando y luego se levantó tambaleándose para adoptar una postura ofendida.
―Claro que no. No he estado borracho ni un solo día de mi vida.
_____ soltó un bufido.
―Eso dicen todos. ¿Y qué excusa tienes, eh? Tu cena ha sido un éxito. Deberías estar contento, en vez de ahogar las penas en alcohol.
―Estaría contento si no supiera que por lo menos tres miembros de mi familia, posiblemente cuatro, y sé exactamente cuáles, acudi¬rán directamente a mi padre y le dirán que estoy fracasando rotun¬damente en mi primer intento de administrar una propiedad.
―¿Has tenido una cena estupenda y crees que estás fracasando? Sí, estás borracho como una cuba.
Nicholas se terminó el vino, dejó la copa con fuerza sobre la mesa y confesó:
―No se trata de la cena, querida. Es Logan y su maldita bocaza. Y si conocieras a mi padre, no desearías que se enfadara contigo.
―Tienes una buena familia. Hasta yo me he dado cuenta. Tu padre no puede ser peor que los demás.
Él se echó a reír. Ella aguardó, pero al parecer ésa era su respuesta. _____ sacudió la cabeza.
―Vete a la cama y duerme la mona, amigo.
Nicholas frunció el ceño por un momento.
―Lo haría, pero creo que no puedo encontrar mi cama.
―¿ Eh?
―Lo he intentado, de veras. Pero sólo he encontrado camas que no eran mías. Reconocería mi propia cama, ¿sabes? Así pues, no he tenido más remedio que volver aquí y sentarme en una silla.
______ puso los ojos en blanco, se acercó a él, le cogió del brazo y lo sacó del comedor hacia la escalera. Le resultó más difícil de ma¬nejar cuando empezaron a subir los peldaños. Cuando miró atrás le vio fruncir el ceño.
―No creerás que podré subir otra vez ―le confió él―. No sin ayuda.
―¿Y qué crees que estoy haciendo yo, eh?
―Pero si me soltaras por algún motivo, podría perder el equilibrio. Claro que partirme la crisma probablemente haría que mi padre fuese indulgente conmigo.
_____ comenzaba a divertirse. Cuando Nicholas Malory estaba bebido, resultaba muy gracioso. E inofensivo. Las miradas sensuales que siempre la desarmaban desaparecían. El nerviosismo que siempre experimentaba cuando estaba con él se esfumaba por completo En aquel momento ni siquiera le importaba tocarle.
―¿Quieres dormir en el sofá, entonces?
―¿Cuando me espera una cama confortable arriba? ―repuso él, indignado―. No, quizá si me dejas apoyarme en ti podré con seguirlo.
Los ojos violeta de _____ se entornaron con recelo.
―¿Apoyarte dónde?
―En tu hombro, claro. ¿A qué diablos creías que me refería?
Ella se sonrojó ligeramente, le cogió por la cintura y se pasó su brazo por encima de los hombros.
―¿Mejor así?
―Mucho mejor.
Consiguieron subir las escaleras sin tropiezos. Él se apoyaba en ella un poco demasiado, pero a pesar de su esbeltez _____ era fuerte y podía sostenerle bien. Nicholas no la soltó cuando llegaron al pasillo del piso de arriba, incluso pareció conducirla. Ella pensó que alcanzarían antes su dormitorio si no decía nada y se limitaba a llevarle hasta allí. Pero, una vez en su habitación, Nicholas siguió sin soltarla; aparentemente quería que le ayudara también a acostarse.
Los recelos de _____ volvieron, especialmente cuando él se acercó con torpeza al lado mismo de la cama y cayó sobre ella, arrastrando con él a la muchacha. Aprisionada debajo de su cuerpo _____ no pudo levantarse con rapidez. Nicholas pesaba mucho. Le empujó y se debatió para quitárselo de encima, pero fue en vano.
―Más vale que no te hayas dormido, amigo ―gruñó―. Déjame levantarme ahora, o...
―No te muevas― le advirtió él con un gemido ―.Creo que voy a vomitar.
_____ se quedó inmóvil. Había olvidado por un momento que estaba borracho. Se arrepintió de haber pensado mal de él... durante cinco segundos. Nicholas, que había vuelto la cabeza hacia ella para hablarle, la irguió ligeramente y posó los labios sobre los suyos.
_____ apartó la cabeza a un lado. Estaba dispuesta a conceder¬le el beneficio de la duda, creer que lo había hecho casi sin querer. Pero ahora sus labios le rozaron el cuello, haciéndole sentir un esca¬lofrío por toda la espalda, y le oyó decir:
―Debes saber que te deseo. No he tratado de ocultarlo. Hay tanto placer esperándonos, cariño... No te resistas más.
Negándose a sucumbir ―heroicamente, porque sus palabras tuvieron un efecto muy debilitante sobre ella―, _____ volvió la cabeza para decirle lo que podía hacer con el placer que le ofrecía y quedó atrapada otra vez. Trató de resistirse con todas sus fuerzas, pero lo único que hizo fue olvidar todas y cada una de las razones por las que no debería besarle. Siempre se había preguntado cómo sería. Lucy le había hablado de besos con babas, húmedos, de bo¬rrachos, y los de verdad, aquellos raros casos en los que un beso era capaz de despertar su deseo sexual.
_____ sabía bien que era esto último lo que le estaba ocurrien¬do. Incluso sabía por qué. A fin de cuentas se trataba de Malory, y nunca había sentido por ningún hombre la atracción que sentía hacia él. Tal vez estaba bebido, pero su beso no lo demostraba, ni mucho menos. En realidad, no le sorprendería lo más mínimo que aquel beso, que para ella era el primero, fuese el más fantástico que pu¬diera recibir, que no volvería a saborear otro tan intenso o sensual.
Debió haberle parado los pies al instante, antes de probar su sabor. Eso iba a malearla para siempre, estaba segura de ello, porque ¿cómo podría cualquier otro hombre rivalizar con el mejor? Y ahora estaba descubriendo al mejor. Pero en ese momento lo último que le apete¬cía era interrumpir aquel beso. Simplemente no podía reunir la fuer¬za de voluntad necesaria para hacerlo, cuando todas sus sensaciones estaban siendo manipuladas con tanta habilidad, cuando lo único que deseaba era rodearle con sus brazos y no soltarle nunca.
Se le ocurrió la extraña idea de que, si besaba así cuando estaba borracho, que Dios la ayudara cuando estuviera sereno.
―¡Santo Dios, qué bien sabes! ―exclamó él.
_____ había estado pensando lo mismo. Los labios de Malory ¬eran suaves como el terciopelo. O tal vez se debía a que era ella quien los tenía suaves, y la combinación de ambos al encontrarse cons¬tituía una unión perfecta. El aliento de él no estaba en absoluto impregnado de alcohol, más bien desprendía un aroma embriaga¬dor. Su sabor era exótico, algo que no podría describir con palabras. Y _____ experimentaba otras cosas además del beso, sensaciones deliciosas, todas nuevas para ella, todas sumamente placenteras.
Él había deslizado una pierna entre las suyas. La presión allí era exquisita porque no mantenía la pierna quieta, sino que la movía contra su pelvis de un modo muy erótico. Y la estrechaba con fuer¬za contra sí, como si no estuviera ya completamente pegado a ella, con una mano en su espalda y la otra sobre el trasero, aprisionán¬dola todavía más fuertemente contra su muslo. _____ sentía un intenso calor arremolinándose allí, a punto de estallar...
―¡Por todos los santos, Nicholas! ―exclamó Drew desde el pa¬sillo, en un tono de voz tan malhumorado como sus palabras―. Por lo menos podrías cerrar la maldita puerta.
La de la habitación de Drew se cerró de golpe. Y ahora _____ no tuvo ninguna dificultad para levantarse de la cama. Esta vez no se limitó a empujar, sino que cerró el puño y golpeó con fuerza la oreja de _____. Éste aulló de dolor y se apartó de ella enseguida¬
_____ saltó de la cama y, sin molestarse en volver la cabeza, siseó de camino hacia la puerta.
―La próxima vez que estés trompa no cuentes con mi ayuda, amigo. Te quedarás durmiendo en el maldito suelo.
La señora Appleton estaba tan contenta de que su primera cena con invitados hubiese sido un éxito que se sirvió una copa de vino para celebrarlo... y sirvió otras dos para _____ y Claire. Ésta la rechazó; todavía estaba lavando platos. Pero _____ sólo tenía que revisar el comedor y el salón para cerciorarse de que volvían a estar en orden antes de retirarse, de modo que apuró su copa de un solo trago.
La cocinera sacudió la cabeza, disgustada.
―Eso ha sido un desperdicio que espero no volver a ver. ¿Tan acostumbrada a beber estás? ¿O acaso no sabes que el buen vino debe saborearse?
_____ no se sonrojo, bueno, en todo caso no mucho. Pero se arrepintió de haberse tomado el vino tan deprisa, saboreándolo a posteriori, por así decirlo. Estaba acostumbrada al vino barato, no a esa bebida cara y de sabor tan intenso.
―¿Puedo volver a probarlo, entonces? No lo he apreciado en la primera ronda.
La señora Appleton se echó a reír.
―Sí, creo que te lo has ganado. Esta noche lo has hecho bien, pequeña, muy bien. No has derramado ni se te ha caído nada. El sello de una buena criada es pasar siempre desapercibida. Desde luego, nunca podrás aspirar a eso con tu aspecto, pero aun así podrás llegar a ser la mejor criada de la manzana si te lo propones.
―¿Qué tiene de malo mi aspecto?
La señora Robertson escogió este vestido, ¿sabe?
―¡Eres un cielo, querida! Ya debes de saber lo bonita que eres. Con esa carita llamarás siempre la atención. Eso no tiene remedio. Pero mientras hagas bien tu trabajo, podrás superar ese defecto. Ahora vete. Te has ganado un buen descanso y la mañana no tardará en llegar.
_____ abandonó la cocina con una sonrisa en el rostro. ¿Quién sino una empleada doméstica consideraría que una cara bonita era un defecto?
Hacía ya un rato que el último invitado había dejado la casa, por lo que _____ había podido recoger con tranquilidad todos los platos del comedor. No esperaba encontrar a nadie allí cuando paso para echar un último vistazo, pero Nicholas había vuelto a sentarse a la mesa, con una jarra de vino delante y una copa medio vacía en la mano. No parecía contento. Se le veía bastante infeliz y ni siquiera se dio cuenta de que ella acababa de entrar en la estancia.
_____ se debatió entre el deseo de preguntarle qué le ocurría y el de salir del comedor antes de que la viera. Eligió la opción inteligente y se volvió para marcharse.
―¿No quieres acompañarme?
―No.
―Demasiado sincera ―dijo Nicholas, chasqueando la lengua―. No deberías ser tan sincera con un hombre abatido, ¿sabes? Cualquier excusa, por pobre que fuera, habría bastado.
_____ trató de concentrarse para poder contestarle correctamente, pero el vino que acababa de tomar se lo puso demasiado difícil
―¿Quieres que te mientan, pues?
El meditó un instante y repuso:
―Bueno, no, supongo que no. Pero las excusas no se consideran mentiras; si acaso, mentiras piadosas.
―¿Estás trompa, Malory?
La miró parpadeando y luego se levantó tambaleándose para adoptar una postura ofendida.
―Claro que no. No he estado borracho ni un solo día de mi vida.
_____ soltó un bufido.
―Eso dicen todos. ¿Y qué excusa tienes, eh? Tu cena ha sido un éxito. Deberías estar contento, en vez de ahogar las penas en alcohol.
―Estaría contento si no supiera que por lo menos tres miembros de mi familia, posiblemente cuatro, y sé exactamente cuáles, acudi¬rán directamente a mi padre y le dirán que estoy fracasando rotun¬damente en mi primer intento de administrar una propiedad.
―¿Has tenido una cena estupenda y crees que estás fracasando? Sí, estás borracho como una cuba.
Nicholas se terminó el vino, dejó la copa con fuerza sobre la mesa y confesó:
―No se trata de la cena, querida. Es Logan y su maldita bocaza. Y si conocieras a mi padre, no desearías que se enfadara contigo.
―Tienes una buena familia. Hasta yo me he dado cuenta. Tu padre no puede ser peor que los demás.
Él se echó a reír. Ella aguardó, pero al parecer ésa era su respuesta. _____ sacudió la cabeza.
―Vete a la cama y duerme la mona, amigo.
Nicholas frunció el ceño por un momento.
―Lo haría, pero creo que no puedo encontrar mi cama.
―¿ Eh?
―Lo he intentado, de veras. Pero sólo he encontrado camas que no eran mías. Reconocería mi propia cama, ¿sabes? Así pues, no he tenido más remedio que volver aquí y sentarme en una silla.
______ puso los ojos en blanco, se acercó a él, le cogió del brazo y lo sacó del comedor hacia la escalera. Le resultó más difícil de ma¬nejar cuando empezaron a subir los peldaños. Cuando miró atrás le vio fruncir el ceño.
―No creerás que podré subir otra vez ―le confió él―. No sin ayuda.
―¿Y qué crees que estoy haciendo yo, eh?
―Pero si me soltaras por algún motivo, podría perder el equilibrio. Claro que partirme la crisma probablemente haría que mi padre fuese indulgente conmigo.
_____ comenzaba a divertirse. Cuando Nicholas Malory estaba bebido, resultaba muy gracioso. E inofensivo. Las miradas sensuales que siempre la desarmaban desaparecían. El nerviosismo que siempre experimentaba cuando estaba con él se esfumaba por completo En aquel momento ni siquiera le importaba tocarle.
―¿Quieres dormir en el sofá, entonces?
―¿Cuando me espera una cama confortable arriba? ―repuso él, indignado―. No, quizá si me dejas apoyarme en ti podré con seguirlo.
Los ojos violeta de _____ se entornaron con recelo.
―¿Apoyarte dónde?
―En tu hombro, claro. ¿A qué diablos creías que me refería?
Ella se sonrojó ligeramente, le cogió por la cintura y se pasó su brazo por encima de los hombros.
―¿Mejor así?
―Mucho mejor.
Consiguieron subir las escaleras sin tropiezos. Él se apoyaba en ella un poco demasiado, pero a pesar de su esbeltez _____ era fuerte y podía sostenerle bien. Nicholas no la soltó cuando llegaron al pasillo del piso de arriba, incluso pareció conducirla. Ella pensó que alcanzarían antes su dormitorio si no decía nada y se limitaba a llevarle hasta allí. Pero, una vez en su habitación, Nicholas siguió sin soltarla; aparentemente quería que le ayudara también a acostarse.
Los recelos de _____ volvieron, especialmente cuando él se acercó con torpeza al lado mismo de la cama y cayó sobre ella, arrastrando con él a la muchacha. Aprisionada debajo de su cuerpo _____ no pudo levantarse con rapidez. Nicholas pesaba mucho. Le empujó y se debatió para quitárselo de encima, pero fue en vano.
―Más vale que no te hayas dormido, amigo ―gruñó―. Déjame levantarme ahora, o...
―No te muevas― le advirtió él con un gemido ―.Creo que voy a vomitar.
_____ se quedó inmóvil. Había olvidado por un momento que estaba borracho. Se arrepintió de haber pensado mal de él... durante cinco segundos. Nicholas, que había vuelto la cabeza hacia ella para hablarle, la irguió ligeramente y posó los labios sobre los suyos.
_____ apartó la cabeza a un lado. Estaba dispuesta a conceder¬le el beneficio de la duda, creer que lo había hecho casi sin querer. Pero ahora sus labios le rozaron el cuello, haciéndole sentir un esca¬lofrío por toda la espalda, y le oyó decir:
―Debes saber que te deseo. No he tratado de ocultarlo. Hay tanto placer esperándonos, cariño... No te resistas más.
Negándose a sucumbir ―heroicamente, porque sus palabras tuvieron un efecto muy debilitante sobre ella―, _____ volvió la cabeza para decirle lo que podía hacer con el placer que le ofrecía y quedó atrapada otra vez. Trató de resistirse con todas sus fuerzas, pero lo único que hizo fue olvidar todas y cada una de las razones por las que no debería besarle. Siempre se había preguntado cómo sería. Lucy le había hablado de besos con babas, húmedos, de bo¬rrachos, y los de verdad, aquellos raros casos en los que un beso era capaz de despertar su deseo sexual.
_____ sabía bien que era esto último lo que le estaba ocurrien¬do. Incluso sabía por qué. A fin de cuentas se trataba de Malory, y nunca había sentido por ningún hombre la atracción que sentía hacia él. Tal vez estaba bebido, pero su beso no lo demostraba, ni mucho menos. En realidad, no le sorprendería lo más mínimo que aquel beso, que para ella era el primero, fuese el más fantástico que pu¬diera recibir, que no volvería a saborear otro tan intenso o sensual.
Debió haberle parado los pies al instante, antes de probar su sabor. Eso iba a malearla para siempre, estaba segura de ello, porque ¿cómo podría cualquier otro hombre rivalizar con el mejor? Y ahora estaba descubriendo al mejor. Pero en ese momento lo último que le apete¬cía era interrumpir aquel beso. Simplemente no podía reunir la fuer¬za de voluntad necesaria para hacerlo, cuando todas sus sensaciones estaban siendo manipuladas con tanta habilidad, cuando lo único que deseaba era rodearle con sus brazos y no soltarle nunca.
Se le ocurrió la extraña idea de que, si besaba así cuando estaba borracho, que Dios la ayudara cuando estuviera sereno.
―¡Santo Dios, qué bien sabes! ―exclamó él.
_____ había estado pensando lo mismo. Los labios de Malory ¬eran suaves como el terciopelo. O tal vez se debía a que era ella quien los tenía suaves, y la combinación de ambos al encontrarse cons¬tituía una unión perfecta. El aliento de él no estaba en absoluto impregnado de alcohol, más bien desprendía un aroma embriaga¬dor. Su sabor era exótico, algo que no podría describir con palabras. Y _____ experimentaba otras cosas además del beso, sensaciones deliciosas, todas nuevas para ella, todas sumamente placenteras.
Él había deslizado una pierna entre las suyas. La presión allí era exquisita porque no mantenía la pierna quieta, sino que la movía contra su pelvis de un modo muy erótico. Y la estrechaba con fuer¬za contra sí, como si no estuviera ya completamente pegado a ella, con una mano en su espalda y la otra sobre el trasero, aprisionán¬dola todavía más fuertemente contra su muslo. _____ sentía un intenso calor arremolinándose allí, a punto de estallar...
―¡Por todos los santos, Nicholas! ―exclamó Drew desde el pa¬sillo, en un tono de voz tan malhumorado como sus palabras―. Por lo menos podrías cerrar la maldita puerta.
La de la habitación de Drew se cerró de golpe. Y ahora _____ no tuvo ninguna dificultad para levantarse de la cama. Esta vez no se limitó a empujar, sino que cerró el puño y golpeó con fuerza la oreja de _____. Éste aulló de dolor y se apartó de ella enseguida¬
_____ saltó de la cama y, sin molestarse en volver la cabeza, siseó de camino hacia la puerta.
―La próxima vez que estés trompa no cuentes con mi ayuda, amigo. Te quedarás durmiendo en el maldito suelo.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
:affraid: Tienes que seguirla ya porfas! Yo no me trago lo de q estaba borracho :drunken:
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
hooola regresee me llamo Firenze
la habia empezado a leer en otro foro
pero la dejo en el cuarto capitulo
me encanta la nove plis siguelaaa
la habia empezado a leer en otro foro
pero la dejo en el cuarto capitulo
me encanta la nove plis siguelaaa
#Fire Rouge..*
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Obviamente Nick no esta borracho, es más Nicholas Malory NUNCA se emborracha :fiu:
Capitulo 22
A la mañana siguiente, cuando _____ se dirigía a limpiar las ha-bitaciones del piso de abajo porque ya no podía hacer nada arriba hasta que los dos holgazanes se levantaran, llamaron a la puerta de la calle. Carlton no estaba en casa para abrirla. _____ sabía que el lacayo había salido temprano con la señora Robertson para ayu¬darla con unos encargos, y al parecer no habían regresado todavía. Sin embargo, no se acercó a la puerta de inmediato. Dado su mal¬humor, no iba a comportarse como un mayordomo cortés.
No estaba enfadada con Nicholas por lo ocurrido la noche ante¬rior. Al fin y al cabo los borrachos eran borrachos y hacían estupi¬deces mientras se encontraban en ese estado. Pero estaba enfadada consigo misma. Lo que había permitido que le sucediera no tenía justificación. Se le ocurrían mil maneras de rehuir el beso de aquella noche, pero no había recurrido a ninguna porque sencillamen¬te no había querido. Y era eso lo que la enfurecía. La prudencia no le había servido de nada. No le había servido conocer las conse¬cuencias que ese beso podía acarrear. No había importado nada más que el placer que Nicholas Malory era capaz de dar.
Claire no aparecía para abrir la puerta. Y ahora llamaban con mucha mayor insistencia, indicando la impaciencia del visitante. Con un suspiro de contrariedad, _____ finalmente abrió y es espetó:
―Todos duermen, vuelva más tarde.
―¿Cómo dices? ―dijo el hombre en un tono burlón que implicaba que no tenía intención de hacer tal cosa.
A _____ empezaron a sudarle las manos. El corpulento tipo que estaba de pie en el umbral era probablemente el hombre más intimidante que había visto nunca.
Era grande con un torso ancho y musculoso, pero no mucho más alto que ella, probablemente no alcanzaba el metro ochenta. Le calculó unos cuarenta y cinco años. Y resultaba imposible saber si pertenecía a la aristocracia o no. Su estructura ósea indicaba que sí, pero iba vestido de manera informal: sin corbata, una camisa blanca de linón con el cuello desabrochado, chaqueta oscura, pantalones de ante y botas rígidas de montar. No obstante, su pelo negro era demasiado largo como para pertenecer a la alta sociedad, que se jactaba de seguir la moda. Lo llevaba tan largo que le caía sobre los hombros en gruesos mechones, confiriéndole el aspecto de un pirata. Su expresión, sin embargo, sugería que no era un hombre al que se pudiera contrariar impunemente. Parecía muy peligroso, y probablemente se debía a eso que _____ estuviera de repente tan nerviosa. No se había topado nunca con nadie que desprendiera ese halo, ni dudó por un instante que él pudiera mostrarse despiadado si se le provocaba... y letal.
Estuvo tentada de cerrarle la puerta en las narices y echar la llave. Habría podido hacerlo si él no hubiese irrumpido en el vestíbulo, donde esperaba ahora cruzado de brazos.
_____ se acobardó, ya que se veía obligada a distraerle.
―De « verdá» que todavía duermen. ¿A quién desea ver?
―A Nicholas.
―No creo que se levante pronto. Anoche se emborrachó como una cuba y ahora está durmiendo la mona.
El hombre arqueó una de sus negras cejas.
―Qué disparate. ¿Nicholas bebido? Eso es imposible. Le deste¬taron con licores fuertes. Ese jovenzuelo es incapaz de emborrachar¬se, te lo aseguro. Así pues, ve a despertarle y dile que baje.
_____ subió las escaleras a la carrera, olvidó arremangarse la fal¬da y tropezó un poco, se la recogió y siguió corriendo hasta perder¬se de vista. No corría para llegar a la habitación de Nicholas, sino para huir de aquel tipo. Pero arriba, en el pasillo, tras emitir un prolonga¬do suspiro de alivio, reflexionó en lo que el hombre acababa de decir.
¿Que Malory era incapaz de emborracharse? ¿De modo que todas las tonterías de la noche anterior no habían sido más que una treta para llevarla al piso de arriba y meterla en su cama? ¡Maldito canalla! ¿Cómo se había atrevido a engañarla de ese modo?
No llamó a su puerta, estaba demasiado encolerizada para ha¬cerlo. Irrumpió en su dormitorio y lo encontró en la cama, comple¬tamente despierto, acostado con una expresión engreída y satisfecha. Pero su inesperada aparición le sorprendió y se incorporó. Incluso adoptó una expresión de recelo al ver la suya.
_____ se detuvo delante de él, con los brazos en jarras, y gritó:
―¡Eres un hi-jopu-ta! Intenta engañarme otra vez para meter¬te debajo de mi falda y te estrangularé. ¡Y me importa un bledo que me despidan por eso!
―¿Engañarte?
―Fingir que estás trompa. No estabas bebido anoche. ¡Eres in¬capaz de emborracharte!
Nicholas sonrió.
―Dije eso, ¿verdad? Recuerdo haberlo dicho.
―¿Y que no podías encontrar tu maldita cama solo? ¿Recuerdas haber dicho eso también?
Nihcholas soltó una risita.
―______, cariño, no dejas muchas opciones a un hombre. Pero estaba lo bastante desesperado como para aprovecharme de la conclusión a la que llegaste. Dije unas pocas mentirijillas, pero me¬recieron la pena para probar finalmente tu sabor.
―¿Ah, sí? –exclamó, justo antes de descargar el puño contra su mejilla.
Esperaba que él esquivara el golpe; ya lo había hecho con facilidad en otras ocasiones. No se esperaba que esta vez le dolieran los nudillos, pero era una sensación muy satisfactoria.
―¿Todavía piensas igual? ―le preguntó con suficiencia―. Y te has « librao» de una buena. ¡A partir de ahora guárdate tus besos «pa» ti solo!
Salió de la habitación y fue a chocar contra un muro de piedra. Por lo menos eso le pareció. El intimidante tipo que había dejado en el vestíbulo había subido, pues por lo visto había agotado la paciencia.
―Vete, chica ―le dijo―. Yo continuaré lo que tú has empezado, puedes contar con ello.
Parecía una amenaza terrible. Estaba segura de que Malory resultaría con algo más que un ojo morado. El muy sinvergüenza llevaría un buen escarmiento.
Capitulo 22
A la mañana siguiente, cuando _____ se dirigía a limpiar las ha-bitaciones del piso de abajo porque ya no podía hacer nada arriba hasta que los dos holgazanes se levantaran, llamaron a la puerta de la calle. Carlton no estaba en casa para abrirla. _____ sabía que el lacayo había salido temprano con la señora Robertson para ayu¬darla con unos encargos, y al parecer no habían regresado todavía. Sin embargo, no se acercó a la puerta de inmediato. Dado su mal¬humor, no iba a comportarse como un mayordomo cortés.
No estaba enfadada con Nicholas por lo ocurrido la noche ante¬rior. Al fin y al cabo los borrachos eran borrachos y hacían estupi¬deces mientras se encontraban en ese estado. Pero estaba enfadada consigo misma. Lo que había permitido que le sucediera no tenía justificación. Se le ocurrían mil maneras de rehuir el beso de aquella noche, pero no había recurrido a ninguna porque sencillamen¬te no había querido. Y era eso lo que la enfurecía. La prudencia no le había servido de nada. No le había servido conocer las conse¬cuencias que ese beso podía acarrear. No había importado nada más que el placer que Nicholas Malory era capaz de dar.
Claire no aparecía para abrir la puerta. Y ahora llamaban con mucha mayor insistencia, indicando la impaciencia del visitante. Con un suspiro de contrariedad, _____ finalmente abrió y es espetó:
―Todos duermen, vuelva más tarde.
―¿Cómo dices? ―dijo el hombre en un tono burlón que implicaba que no tenía intención de hacer tal cosa.
A _____ empezaron a sudarle las manos. El corpulento tipo que estaba de pie en el umbral era probablemente el hombre más intimidante que había visto nunca.
Era grande con un torso ancho y musculoso, pero no mucho más alto que ella, probablemente no alcanzaba el metro ochenta. Le calculó unos cuarenta y cinco años. Y resultaba imposible saber si pertenecía a la aristocracia o no. Su estructura ósea indicaba que sí, pero iba vestido de manera informal: sin corbata, una camisa blanca de linón con el cuello desabrochado, chaqueta oscura, pantalones de ante y botas rígidas de montar. No obstante, su pelo negro era demasiado largo como para pertenecer a la alta sociedad, que se jactaba de seguir la moda. Lo llevaba tan largo que le caía sobre los hombros en gruesos mechones, confiriéndole el aspecto de un pirata. Su expresión, sin embargo, sugería que no era un hombre al que se pudiera contrariar impunemente. Parecía muy peligroso, y probablemente se debía a eso que _____ estuviera de repente tan nerviosa. No se había topado nunca con nadie que desprendiera ese halo, ni dudó por un instante que él pudiera mostrarse despiadado si se le provocaba... y letal.
Estuvo tentada de cerrarle la puerta en las narices y echar la llave. Habría podido hacerlo si él no hubiese irrumpido en el vestíbulo, donde esperaba ahora cruzado de brazos.
_____ se acobardó, ya que se veía obligada a distraerle.
―De « verdá» que todavía duermen. ¿A quién desea ver?
―A Nicholas.
―No creo que se levante pronto. Anoche se emborrachó como una cuba y ahora está durmiendo la mona.
El hombre arqueó una de sus negras cejas.
―Qué disparate. ¿Nicholas bebido? Eso es imposible. Le deste¬taron con licores fuertes. Ese jovenzuelo es incapaz de emborrachar¬se, te lo aseguro. Así pues, ve a despertarle y dile que baje.
_____ subió las escaleras a la carrera, olvidó arremangarse la fal¬da y tropezó un poco, se la recogió y siguió corriendo hasta perder¬se de vista. No corría para llegar a la habitación de Nicholas, sino para huir de aquel tipo. Pero arriba, en el pasillo, tras emitir un prolonga¬do suspiro de alivio, reflexionó en lo que el hombre acababa de decir.
¿Que Malory era incapaz de emborracharse? ¿De modo que todas las tonterías de la noche anterior no habían sido más que una treta para llevarla al piso de arriba y meterla en su cama? ¡Maldito canalla! ¿Cómo se había atrevido a engañarla de ese modo?
No llamó a su puerta, estaba demasiado encolerizada para ha¬cerlo. Irrumpió en su dormitorio y lo encontró en la cama, comple¬tamente despierto, acostado con una expresión engreída y satisfecha. Pero su inesperada aparición le sorprendió y se incorporó. Incluso adoptó una expresión de recelo al ver la suya.
_____ se detuvo delante de él, con los brazos en jarras, y gritó:
―¡Eres un hi-jopu-ta! Intenta engañarme otra vez para meter¬te debajo de mi falda y te estrangularé. ¡Y me importa un bledo que me despidan por eso!
―¿Engañarte?
―Fingir que estás trompa. No estabas bebido anoche. ¡Eres in¬capaz de emborracharte!
Nicholas sonrió.
―Dije eso, ¿verdad? Recuerdo haberlo dicho.
―¿Y que no podías encontrar tu maldita cama solo? ¿Recuerdas haber dicho eso también?
Nihcholas soltó una risita.
―______, cariño, no dejas muchas opciones a un hombre. Pero estaba lo bastante desesperado como para aprovecharme de la conclusión a la que llegaste. Dije unas pocas mentirijillas, pero me¬recieron la pena para probar finalmente tu sabor.
―¿Ah, sí? –exclamó, justo antes de descargar el puño contra su mejilla.
Esperaba que él esquivara el golpe; ya lo había hecho con facilidad en otras ocasiones. No se esperaba que esta vez le dolieran los nudillos, pero era una sensación muy satisfactoria.
―¿Todavía piensas igual? ―le preguntó con suficiencia―. Y te has « librao» de una buena. ¡A partir de ahora guárdate tus besos «pa» ti solo!
Salió de la habitación y fue a chocar contra un muro de piedra. Por lo menos eso le pareció. El intimidante tipo que había dejado en el vestíbulo había subido, pues por lo visto había agotado la paciencia.
―Vete, chica ―le dijo―. Yo continuaré lo que tú has empezado, puedes contar con ello.
Parecía una amenaza terrible. Estaba segura de que Malory resultaría con algo más que un ojo morado. El muy sinvergüenza llevaría un buen escarmiento.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
:affraid: estoy sin palabras, no puedo comentar, siguela pronto porfas
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Mientras comenten como lo han hecho hoy y yo este sin hacer nada en mi casa tendran más de un capitulo diario, se los aseguro y ya sabran quien es el paredon ;D
Capitulo 23
Nicholas se dejó caer en la cama gimiendo al reconocer aquella voz en el pasillo. Había creído que pasarían todavía uno o dos días hasta que su padre regresara a la ciudad. Pero sin duda Ker, su esposa, le había traído nada más enterarse de la llegada del barco de su her¬mano. Y a juzgar por lo que Orlando acababa de decir, Nicholas había acertado la noche anterior al sospechar que su maravillosa familia es¬taba tan preocupada por su comportamiento que no podía evitar hablar de ello. O bien alguien había transmitido a Orlando el comenta¬rio de Logan, o bien le habían dicho que Nicholas se acostaba con su criada. Probablemente las dos cosas. Pero lo que más le desconcertaba¬ era cómo diablos habían llegado las noticias hasta Orlando con tan¬ta celeridad.
―¿Escondiéndote detrás de un ojo morado, muchacho?
Nicholas se levantó y señaló la parte superior de su mejilla.
―Echa un vistazo. Su puño me ha dado aquí, pero me escuece poco el ojo. ¿Crees que se me pondrá morado?
―Lo que creo ― respondió su padre― es que te has vuelto loco, enredándote con una chica que propina puñetazos en lugar de cachetes.
Nicholas sonrió.
―No es eso lo que piensas. Ya la has visto. Sabes perfectamente por qué quiero enredarme con ella, sea lo que sea lo que propine.
―Eso no viene al caso ―repuso Orlando, pero se acercó a la cama, sujetó la barbilla de Nicholas e inclinándole la cabeza examinó la moradura, que se extendía rápidamente por la parte superior de la mejilla―. No tendrás el ojo a la funerala, pero podría salirte aquí un cardenal lo bastante feo para ahuyentar a la hija de Albert Bascomb de modo que se propondrá conquistar a otro.
Nicholas se estremeció y exclamó:
―Por todos los santos, ¿también has oído hablar de ella?
Orlando se acercó hasta una de las dos butacas acolchadas e instaló cómodamente su corpachón.
―Déjame que te cuente lo que he hecho esta mañana, querido muchacho. He llegado a la residencia familiar a media mañana, para deleite de Ker, y me he encontrado con Peter desgastando la alfombra de mi despacho con su impaciencia por verme. Al cabo de treinta minutos mi hermano mayor se ha marchado, satisfecho con mis respuestas, claro.
―Naturalmente ―dijo Nicholas, sonriendo.
Su padre era un caso único en el clan Malory, siempre lo había sido, pues actuaba por su cuenta e infringía las convenciones como quería; la oveja negra de la familia, por así decirlo. Había sido repudiado por sus hermanos durante más de diez años desde que salió a piratear en alta mar. Ahora había vuelto al redil, pero seguía sin ceñirse a los convencionalismos.
Orlando simplemente disfrutaba siendo distinto. Incluso gustaba de cambiar los nombres. A su propia hija, Jacqueline, la llamaba Jack pese al descontento de los tíos de ésta.
―Luego ha aparecido Tony con la predicción de que tu tripulación pronto va a abandonar la nave porque te estás acostando con uno de sus miembros ―prosiguió Orlando.
―Creía que por lo menos él lo entendería
―Oh, ha estado muy gracioso. Mi hermano se adaptó bastante bien a la paternidad y ahora piensa como padre, ¿sabes?
―¿Lo cual significa que ha olvidado lo que es ser joven y libre?
―Exactamente.
―Pero tú no...
―Ya llegaremos a eso, muchacho ―lo interrumpió Orlando ―. En-tonces ha entrado la pequeña Chels antes de que Tony hubiese ter¬minado de hablar y ha sacado un nuevo tema, llamado lady Bascomb para ser más concreto, a esta lista cada vez más larga de asuntos.
―¿Cómo diablos se enteró de lo de esa muchachita? Sólo se lo comenté a Drew y Logan... No importa. Logan y su maldita bocaza.
―En realidad, la hija de Bascomb está difundiendo el rumor de que se casará contigo antes de que termine el año. Pero resulta que Chels la oyó decirle a una amiga que va a conquistarte... sea como sea.
―¿Sea como sea? ―Nicholas frunció el ceño―. ¿Y qué diablos significa eso?
―Exactamente lo que piensas. Siempre habrá unas cuantas manzanas podridas en el cesto que mentirán y manipularán para salirse con la suya. ¿Estás cortejando a esa dama?
―Es una «debutante», en su primera temporada. Las evito como a la peste.
―Eso creía yo. Te aconsejaría que mantuvieras las distancias con ella, aunque es posible que no sirva de nada. Los falsos rumores tien¬den a condenar a un hombre tan fácilmente como la verdad.
―Puedo desaparecer de la escena social durante algún tiempo, hasta que empiece a fijarse en otro. Las jóvenes cazadoras de mari¬dos no destacan por su paciencia, parecen creer que deben casarse en su primera temporada, lo cual no les concede demasiado tiempo para urdir sus artimañas. Y ahora que Ker ha vuelto a la ciudad, tal vez intente llevar a su hermano a todos esos actos elegantes a los que todas las debutantes acuden en tropel.
―No digas eso, muchacho, porque en tal caso me llevaría a mí también.
Nicholas sofoco una risita. Si había algo que su padre detestaba por encima de todo, era la actividad social de Londres.
―Afortunadamente, las distracciones que Drew prefiere están más en consonancia con las mías: lugares en los que pueda encontrar una chica con la que pasar la noche. Buscará pretextos para no acompañar a Ker, como hace siempre.
―Eso ocurrirá cuando ella se haya salido con la suya varias veces. Mi querida esposa lo hace siempre, ¿sabes? Pero no importa yo ya tengo preparados mis pretextos para evitar acompañar a mi mujer y mi cuñado. Otra cosa... ―Hizo una pausa tan larga que Nicholas gimió para sus adentros, adivinando lo que se avecinaba― ¬¿Qué diablos pretendías al introducirte en las mismas entrañas de la delincuencia de esta ciudad?
―No lo hice ―se apresuró a contestarle Nicholas―. Bueno, llegué hasta el borde, pero fue por una buena causa.
Y explicó rápidamente el problema en el que Logan se había metido y cómo había decidido resolverlo.
Cuando hubo terminado, Orlando sonrió.
―De modo que le quitasteis lo que él había robado, ¿eh? No creo que a mí se me hubiera ocurrido.
―No, tú habrías invitado a Heddings a subir al cuadrilátero, para disputar un par de asaltos.
Orlando se encogió de hombros.
―Eso obra milagros, ¿sabes? Pero no me gusta saber que poseía una de las alhajas de Demetria. Robar a mi sobrina es como robarme a mí, maldita sea.
―Bueno, pues nosotros le limpiamos a fondo, o mejor dicho, lo hizo nuestro ladrón. Me las arreglé para devolver los objetos que identificamos a sus legítimos dueños y entregué el resto al juez más próximo. Con suerte, podrá averiguar qué pertenece a quién y restituírselo.
―¿Por qué no entregaste a Heddings? ―preguntó Orlando.
―No habría podido hacerlo sin confesar que habíamos encontrado las joyas en su casa cuando le robamos.
Orlando tosió.
―Tienes razón. Supongo que exigirían pruebas de dónde encontrasteis las baratijas sustraídas. Bueno, quizá se dará cuenta de su error y no volverá a robar, ahora que sabe que alguien le sigue la pista.
―Pero no lo sabe. Probablemente cree sólo que fue robado por un delincuente común y no sacaremos nada. Estará seguro de que el ladrón no podría identificar ninguno de los objetos, o que ni siquiera sabía que robaba efectos previamente sustraídos.
Orlando suspiró.
―En tal caso supongo que tendré que matarle, para cerciorar¬me de que no vuelva a robar a los miembros de mi familia.
Nicholas emitió una tosecilla.
―No tienes por qué implicarte. Tengo intención de vigilar a ese tipo. Me disponía a averiguar sus lugares predilectos y empezar a fre-cuentarlos. No sé cómo roba, pero tengo el propósito de pillarle con las manos en la masa. Entonces será fácil entregarle.
Orlando guardó silencio por un momento. Su siguiente comenta¬rio indicó que de momento olvidaría el asunto.
―Por cierto, ¿cómo hiciste para contratar a la hermana de vues¬tro ratero si no habéis vuelto a poner los pies en esa guarida de la¬drones?
Nicholas deseó con todas sus fuerzas poder mentir a su padre por una vez, pero no lo había hecho jamás y no iba a empezar ahora.
―Mi nueva criada es nuestro ratero. Y no tuve necesidad de ir a buscarla, sino que fue ella quien me encontró, puesto que por mi culpa la echaron de su banda.
Orlando arqueó una ceja.
―¿Debo interpretar que tu amigo Logan no lo sabe?
―No. Iba disfrazada de hombre, y al parecer se ha hecho pasar por un chico durante la mayor parte de su vida. Logan nunca se dio cuenta de que era una mujer, de modo que cuando volvió a verla anoche llegó a la conclusión de que a quien había conocido era a su hermano gemelo.
―Entiendo. ¡Diablos, no, no lo entiendo! ¿Has admitido a una delincuente común en tu personal?
Nicholas se estremeció.
―Esa chica no tiene nada de común. ¿Te has fijado bien en su cara? ¡Tiene los huesos tan bien formados que podría ser una princesa! Habla como un golfillo de la calle, pero no puede evitarlo porque es allí donde se crió. Es huérfana. No tiene idea de cuáles son sus orígenes ni sabe qué nombre le pusieron al nacer. Pero quiere superarse. No dudo que lo conseguirá, porque es lista como el hambre. Incluso su forma de expresarse ya ha mejorado en los pocos días que lleva aquí. Vino a verme simplemente porque me culpa de haber perdido su hogar.
―¿Fue culpa tuya?
―Eso parece. No le di otra alternativa que la de acompañarnos ¬esa noche. Su pequeña banda de carteristas debía obedecer ciertas normas, y resulta que infringió unas cuantas al ayudarnos.
―¿De modo que la contrataste porque creías que se lo debías? ―preguntó Orlando.
―Por supuesto que no ―dijo Nicholas, y agregó sonrojándose La contraté porque me obligó a ello. Me amenazó con ir a ver a Heddings y contárselo todo.
Orlando frunció el ceño.
―A ver si lo entiendo. En lugar de pedirte dinero a cambio de su silencio, ¿te exigió que le dieras trabajo? ¿Y dices que es lista?
―Lo es. Un buen empleo forma parte de su plan para superarse.
―Eso lo habría conseguido con dinero ―señaló Orlando secamente.
―Ya lo sé. Es muy extraño que no optara por esa vía. Por estoy empezando a pensar que no era más que un farol.
―Es probable. Si es tan lista como dices, debe de saber que no puede confesárselo todo a Heddings sin involucrarse también a sí misma.
―Exactamente. Pero está trabajando bastante bien como criada. No creía que sería capaz de hacerlo, pero lo es, y, además, todavía quiero acostarme con ella.
―Entonces ¿por qué diablos no lo haces y luego la echas?
―Porque dudo que baste con una sola vez, y... bueno, no está interesada en un revolcón por puro placer.
―¡Santo Dios! ¡No me digas que una ladrona y chantajista aspira a casarse!
―No, sencillamente no quiere tener nada que ver conmigo.
Orlando puso los ojos en blanco.
―Qué afirmación tan rara. Estoy convencido de que lo crees, ya que lo has dicho, pero no esperes que nadie más lo crea.
―Es la verdad. Pero aún no he averiguado por qué.
―¿Piensas preguntárselo?
―Eso sería descubrir demasiadas cartas sobre la mesa, ¿no?
Orlando soltó un bufido.
―A juzgar por el puñetazo que te ha dado, yo diría que ya has arrojado la baraja entera sobre la mesa. Pídeselo, pacta con ella, acuéstate con ella y luego échala de esta casa. Aparte de que proba-blemente te robará si la tienes aquí el tiempo suficiente...
―Ha dejado de robar.
―Desde luego ―replicó Orlando irónicamente.
―No, en serio, asegura que lo detesta y, pensándolo bien, segu-ramente es por eso que no me exigió dinero. Debió de considerar que era como robar.
―A pesar de todo, colócala en otra parte si quieres disfrutar de ella durante un tiempo, pero sácala de tu servicio. Incluso puedes instalarla aquí si no tienes más remedio, pero hazlo bien. Tenerla de criada y acostarte además con ella traerá la desgracia a tu casa.
―¿Es ésa tu opinión sobre el asunto, o alguien te lo ha susurrado ¬al oído esta mañana?
Orlando rió entre dientes.
―Los Malory no expresan su desagrado en susurros. Pero tienes razón, a mí no debe importarme si quieres que tu hogar sea un foco de discusiones. Lo que sí me molesta es que tus mayores me importunen con estos asuntos, Johnny en particular. Así pues, convence al resto de la familia de que no transgredes las buenas costumbres y ad¬ministras tu casa espléndidamente, de este modo no irán a quejarse a Johnny y yo no tendré que escuchar ninguna más de sus diatribas.
Nicholas suspiró.
―Chels es la única que viene aquí a menudo. Me pregunto si podría mantenerla alejada de mi casa. ¿Crees que un mayordomo le haría frente y le impediría la entrada?
Orlando se echó a reír.
―No habría la menor posibilidad, aunque no creo que lo digas en serio. Mi sobrinita hace todo lo que puede por manipular y oficiar de casamentera, pero siempre con las mejores intenciones, y por lo general alcanza su objetivo. Qué lástima que fuera a casarse con un granuja como Eden.
Nicholas sonrió. Su padre se llevaba bastante bien con David Eden aquellos días, a condición de ganar siempre sus escaramuzas verbales, como solía ser el caso. Sus diferencias se remontaban muy lejos de hecho a alta mar. Nicholas había resultado herido en el combate naval entre ambos, y fue por eso que Orlando dejó la piratería. El barco de David no había sufrido ningún desperfecto y éste se había burlado de ellos, que era algo que no se debía hacer con Orlando Malory.
Finalmente Orladno ajustó cuentas con David cuando le propinó una soberana paliza... justo antes de su boda con Chels, que estuvo a punto de no celebrarse a causa de ello. David, a su vez, denuncio a Orlando por agresión haciendo que terminara en la cárcel. Orlando aprovechó esa circunstancia para simular la “muerte” del capitán pirata Hawke, con cuyo nombre era conocido en los mares, cuando se escapó, lo que le permitió regresar a Inglaterra para siempre.
―Hablando de mayordomos ―dijo Orlando, levantándose para marcharse―, ¿qué te parece tomar prestado uno de los míos?
―¡Válgame Dios! Nicholas sonrió encantado―. Esperaba que lo sugirieras.
―Tomarlo prestado, muchacho, no quedártelo, de modo que tendrás que seguir buscando uno fijo. De hecho fue Artie quien lo sugirió. Dado que él y Henry comparten el trabajo, en realidad ninguno de ellos tiene mucho que hacer.
―¿Cuál me prestas?
Orlando se echó a reír.
―Los dos, desde luego. Se turnarán aquí, como hacen en casa. Esos dos viejos lobos de mar han estado repartiéndose el trabajo durante tanto tiempo, que estoy seguro de que creen que es así como se hace normalmente.
Capitulo 23
Nicholas se dejó caer en la cama gimiendo al reconocer aquella voz en el pasillo. Había creído que pasarían todavía uno o dos días hasta que su padre regresara a la ciudad. Pero sin duda Ker, su esposa, le había traído nada más enterarse de la llegada del barco de su her¬mano. Y a juzgar por lo que Orlando acababa de decir, Nicholas había acertado la noche anterior al sospechar que su maravillosa familia es¬taba tan preocupada por su comportamiento que no podía evitar hablar de ello. O bien alguien había transmitido a Orlando el comenta¬rio de Logan, o bien le habían dicho que Nicholas se acostaba con su criada. Probablemente las dos cosas. Pero lo que más le desconcertaba¬ era cómo diablos habían llegado las noticias hasta Orlando con tan¬ta celeridad.
―¿Escondiéndote detrás de un ojo morado, muchacho?
Nicholas se levantó y señaló la parte superior de su mejilla.
―Echa un vistazo. Su puño me ha dado aquí, pero me escuece poco el ojo. ¿Crees que se me pondrá morado?
―Lo que creo ― respondió su padre― es que te has vuelto loco, enredándote con una chica que propina puñetazos en lugar de cachetes.
Nicholas sonrió.
―No es eso lo que piensas. Ya la has visto. Sabes perfectamente por qué quiero enredarme con ella, sea lo que sea lo que propine.
―Eso no viene al caso ―repuso Orlando, pero se acercó a la cama, sujetó la barbilla de Nicholas e inclinándole la cabeza examinó la moradura, que se extendía rápidamente por la parte superior de la mejilla―. No tendrás el ojo a la funerala, pero podría salirte aquí un cardenal lo bastante feo para ahuyentar a la hija de Albert Bascomb de modo que se propondrá conquistar a otro.
Nicholas se estremeció y exclamó:
―Por todos los santos, ¿también has oído hablar de ella?
Orlando se acercó hasta una de las dos butacas acolchadas e instaló cómodamente su corpachón.
―Déjame que te cuente lo que he hecho esta mañana, querido muchacho. He llegado a la residencia familiar a media mañana, para deleite de Ker, y me he encontrado con Peter desgastando la alfombra de mi despacho con su impaciencia por verme. Al cabo de treinta minutos mi hermano mayor se ha marchado, satisfecho con mis respuestas, claro.
―Naturalmente ―dijo Nicholas, sonriendo.
Su padre era un caso único en el clan Malory, siempre lo había sido, pues actuaba por su cuenta e infringía las convenciones como quería; la oveja negra de la familia, por así decirlo. Había sido repudiado por sus hermanos durante más de diez años desde que salió a piratear en alta mar. Ahora había vuelto al redil, pero seguía sin ceñirse a los convencionalismos.
Orlando simplemente disfrutaba siendo distinto. Incluso gustaba de cambiar los nombres. A su propia hija, Jacqueline, la llamaba Jack pese al descontento de los tíos de ésta.
―Luego ha aparecido Tony con la predicción de que tu tripulación pronto va a abandonar la nave porque te estás acostando con uno de sus miembros ―prosiguió Orlando.
―Creía que por lo menos él lo entendería
―Oh, ha estado muy gracioso. Mi hermano se adaptó bastante bien a la paternidad y ahora piensa como padre, ¿sabes?
―¿Lo cual significa que ha olvidado lo que es ser joven y libre?
―Exactamente.
―Pero tú no...
―Ya llegaremos a eso, muchacho ―lo interrumpió Orlando ―. En-tonces ha entrado la pequeña Chels antes de que Tony hubiese ter¬minado de hablar y ha sacado un nuevo tema, llamado lady Bascomb para ser más concreto, a esta lista cada vez más larga de asuntos.
―¿Cómo diablos se enteró de lo de esa muchachita? Sólo se lo comenté a Drew y Logan... No importa. Logan y su maldita bocaza.
―En realidad, la hija de Bascomb está difundiendo el rumor de que se casará contigo antes de que termine el año. Pero resulta que Chels la oyó decirle a una amiga que va a conquistarte... sea como sea.
―¿Sea como sea? ―Nicholas frunció el ceño―. ¿Y qué diablos significa eso?
―Exactamente lo que piensas. Siempre habrá unas cuantas manzanas podridas en el cesto que mentirán y manipularán para salirse con la suya. ¿Estás cortejando a esa dama?
―Es una «debutante», en su primera temporada. Las evito como a la peste.
―Eso creía yo. Te aconsejaría que mantuvieras las distancias con ella, aunque es posible que no sirva de nada. Los falsos rumores tien¬den a condenar a un hombre tan fácilmente como la verdad.
―Puedo desaparecer de la escena social durante algún tiempo, hasta que empiece a fijarse en otro. Las jóvenes cazadoras de mari¬dos no destacan por su paciencia, parecen creer que deben casarse en su primera temporada, lo cual no les concede demasiado tiempo para urdir sus artimañas. Y ahora que Ker ha vuelto a la ciudad, tal vez intente llevar a su hermano a todos esos actos elegantes a los que todas las debutantes acuden en tropel.
―No digas eso, muchacho, porque en tal caso me llevaría a mí también.
Nicholas sofoco una risita. Si había algo que su padre detestaba por encima de todo, era la actividad social de Londres.
―Afortunadamente, las distracciones que Drew prefiere están más en consonancia con las mías: lugares en los que pueda encontrar una chica con la que pasar la noche. Buscará pretextos para no acompañar a Ker, como hace siempre.
―Eso ocurrirá cuando ella se haya salido con la suya varias veces. Mi querida esposa lo hace siempre, ¿sabes? Pero no importa yo ya tengo preparados mis pretextos para evitar acompañar a mi mujer y mi cuñado. Otra cosa... ―Hizo una pausa tan larga que Nicholas gimió para sus adentros, adivinando lo que se avecinaba― ¬¿Qué diablos pretendías al introducirte en las mismas entrañas de la delincuencia de esta ciudad?
―No lo hice ―se apresuró a contestarle Nicholas―. Bueno, llegué hasta el borde, pero fue por una buena causa.
Y explicó rápidamente el problema en el que Logan se había metido y cómo había decidido resolverlo.
Cuando hubo terminado, Orlando sonrió.
―De modo que le quitasteis lo que él había robado, ¿eh? No creo que a mí se me hubiera ocurrido.
―No, tú habrías invitado a Heddings a subir al cuadrilátero, para disputar un par de asaltos.
Orlando se encogió de hombros.
―Eso obra milagros, ¿sabes? Pero no me gusta saber que poseía una de las alhajas de Demetria. Robar a mi sobrina es como robarme a mí, maldita sea.
―Bueno, pues nosotros le limpiamos a fondo, o mejor dicho, lo hizo nuestro ladrón. Me las arreglé para devolver los objetos que identificamos a sus legítimos dueños y entregué el resto al juez más próximo. Con suerte, podrá averiguar qué pertenece a quién y restituírselo.
―¿Por qué no entregaste a Heddings? ―preguntó Orlando.
―No habría podido hacerlo sin confesar que habíamos encontrado las joyas en su casa cuando le robamos.
Orlando tosió.
―Tienes razón. Supongo que exigirían pruebas de dónde encontrasteis las baratijas sustraídas. Bueno, quizá se dará cuenta de su error y no volverá a robar, ahora que sabe que alguien le sigue la pista.
―Pero no lo sabe. Probablemente cree sólo que fue robado por un delincuente común y no sacaremos nada. Estará seguro de que el ladrón no podría identificar ninguno de los objetos, o que ni siquiera sabía que robaba efectos previamente sustraídos.
Orlando suspiró.
―En tal caso supongo que tendré que matarle, para cerciorar¬me de que no vuelva a robar a los miembros de mi familia.
Nicholas emitió una tosecilla.
―No tienes por qué implicarte. Tengo intención de vigilar a ese tipo. Me disponía a averiguar sus lugares predilectos y empezar a fre-cuentarlos. No sé cómo roba, pero tengo el propósito de pillarle con las manos en la masa. Entonces será fácil entregarle.
Orlando guardó silencio por un momento. Su siguiente comenta¬rio indicó que de momento olvidaría el asunto.
―Por cierto, ¿cómo hiciste para contratar a la hermana de vues¬tro ratero si no habéis vuelto a poner los pies en esa guarida de la¬drones?
Nicholas deseó con todas sus fuerzas poder mentir a su padre por una vez, pero no lo había hecho jamás y no iba a empezar ahora.
―Mi nueva criada es nuestro ratero. Y no tuve necesidad de ir a buscarla, sino que fue ella quien me encontró, puesto que por mi culpa la echaron de su banda.
Orlando arqueó una ceja.
―¿Debo interpretar que tu amigo Logan no lo sabe?
―No. Iba disfrazada de hombre, y al parecer se ha hecho pasar por un chico durante la mayor parte de su vida. Logan nunca se dio cuenta de que era una mujer, de modo que cuando volvió a verla anoche llegó a la conclusión de que a quien había conocido era a su hermano gemelo.
―Entiendo. ¡Diablos, no, no lo entiendo! ¿Has admitido a una delincuente común en tu personal?
Nicholas se estremeció.
―Esa chica no tiene nada de común. ¿Te has fijado bien en su cara? ¡Tiene los huesos tan bien formados que podría ser una princesa! Habla como un golfillo de la calle, pero no puede evitarlo porque es allí donde se crió. Es huérfana. No tiene idea de cuáles son sus orígenes ni sabe qué nombre le pusieron al nacer. Pero quiere superarse. No dudo que lo conseguirá, porque es lista como el hambre. Incluso su forma de expresarse ya ha mejorado en los pocos días que lleva aquí. Vino a verme simplemente porque me culpa de haber perdido su hogar.
―¿Fue culpa tuya?
―Eso parece. No le di otra alternativa que la de acompañarnos ¬esa noche. Su pequeña banda de carteristas debía obedecer ciertas normas, y resulta que infringió unas cuantas al ayudarnos.
―¿De modo que la contrataste porque creías que se lo debías? ―preguntó Orlando.
―Por supuesto que no ―dijo Nicholas, y agregó sonrojándose La contraté porque me obligó a ello. Me amenazó con ir a ver a Heddings y contárselo todo.
Orlando frunció el ceño.
―A ver si lo entiendo. En lugar de pedirte dinero a cambio de su silencio, ¿te exigió que le dieras trabajo? ¿Y dices que es lista?
―Lo es. Un buen empleo forma parte de su plan para superarse.
―Eso lo habría conseguido con dinero ―señaló Orlando secamente.
―Ya lo sé. Es muy extraño que no optara por esa vía. Por estoy empezando a pensar que no era más que un farol.
―Es probable. Si es tan lista como dices, debe de saber que no puede confesárselo todo a Heddings sin involucrarse también a sí misma.
―Exactamente. Pero está trabajando bastante bien como criada. No creía que sería capaz de hacerlo, pero lo es, y, además, todavía quiero acostarme con ella.
―Entonces ¿por qué diablos no lo haces y luego la echas?
―Porque dudo que baste con una sola vez, y... bueno, no está interesada en un revolcón por puro placer.
―¡Santo Dios! ¡No me digas que una ladrona y chantajista aspira a casarse!
―No, sencillamente no quiere tener nada que ver conmigo.
Orlando puso los ojos en blanco.
―Qué afirmación tan rara. Estoy convencido de que lo crees, ya que lo has dicho, pero no esperes que nadie más lo crea.
―Es la verdad. Pero aún no he averiguado por qué.
―¿Piensas preguntárselo?
―Eso sería descubrir demasiadas cartas sobre la mesa, ¿no?
Orlando soltó un bufido.
―A juzgar por el puñetazo que te ha dado, yo diría que ya has arrojado la baraja entera sobre la mesa. Pídeselo, pacta con ella, acuéstate con ella y luego échala de esta casa. Aparte de que proba-blemente te robará si la tienes aquí el tiempo suficiente...
―Ha dejado de robar.
―Desde luego ―replicó Orlando irónicamente.
―No, en serio, asegura que lo detesta y, pensándolo bien, segu-ramente es por eso que no me exigió dinero. Debió de considerar que era como robar.
―A pesar de todo, colócala en otra parte si quieres disfrutar de ella durante un tiempo, pero sácala de tu servicio. Incluso puedes instalarla aquí si no tienes más remedio, pero hazlo bien. Tenerla de criada y acostarte además con ella traerá la desgracia a tu casa.
―¿Es ésa tu opinión sobre el asunto, o alguien te lo ha susurrado ¬al oído esta mañana?
Orlando rió entre dientes.
―Los Malory no expresan su desagrado en susurros. Pero tienes razón, a mí no debe importarme si quieres que tu hogar sea un foco de discusiones. Lo que sí me molesta es que tus mayores me importunen con estos asuntos, Johnny en particular. Así pues, convence al resto de la familia de que no transgredes las buenas costumbres y ad¬ministras tu casa espléndidamente, de este modo no irán a quejarse a Johnny y yo no tendré que escuchar ninguna más de sus diatribas.
Nicholas suspiró.
―Chels es la única que viene aquí a menudo. Me pregunto si podría mantenerla alejada de mi casa. ¿Crees que un mayordomo le haría frente y le impediría la entrada?
Orlando se echó a reír.
―No habría la menor posibilidad, aunque no creo que lo digas en serio. Mi sobrinita hace todo lo que puede por manipular y oficiar de casamentera, pero siempre con las mejores intenciones, y por lo general alcanza su objetivo. Qué lástima que fuera a casarse con un granuja como Eden.
Nicholas sonrió. Su padre se llevaba bastante bien con David Eden aquellos días, a condición de ganar siempre sus escaramuzas verbales, como solía ser el caso. Sus diferencias se remontaban muy lejos de hecho a alta mar. Nicholas había resultado herido en el combate naval entre ambos, y fue por eso que Orlando dejó la piratería. El barco de David no había sufrido ningún desperfecto y éste se había burlado de ellos, que era algo que no se debía hacer con Orlando Malory.
Finalmente Orladno ajustó cuentas con David cuando le propinó una soberana paliza... justo antes de su boda con Chels, que estuvo a punto de no celebrarse a causa de ello. David, a su vez, denuncio a Orlando por agresión haciendo que terminara en la cárcel. Orlando aprovechó esa circunstancia para simular la “muerte” del capitán pirata Hawke, con cuyo nombre era conocido en los mares, cuando se escapó, lo que le permitió regresar a Inglaterra para siempre.
―Hablando de mayordomos ―dijo Orlando, levantándose para marcharse―, ¿qué te parece tomar prestado uno de los míos?
―¡Válgame Dios! Nicholas sonrió encantado―. Esperaba que lo sugirieras.
―Tomarlo prestado, muchacho, no quedártelo, de modo que tendrás que seguir buscando uno fijo. De hecho fue Artie quien lo sugirió. Dado que él y Henry comparten el trabajo, en realidad ninguno de ellos tiene mucho que hacer.
―¿Cuál me prestas?
Orlando se echó a reír.
―Los dos, desde luego. Se turnarán aquí, como hacen en casa. Esos dos viejos lobos de mar han estado repartiéndose el trabajo durante tanto tiempo, que estoy seguro de que creen que es así como se hace normalmente.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Estaba en lo cierto, era el padre de Nick, pero parece que no se llevan tan mal como yo creía.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
o por dioooos aparte ay uno de la familia que conoce a ____ oooo quienes seran/fueron aus padress??? plis siguelaaa
#Fire Rouge..*
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