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Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
William Shakes eso me recordó a William Shakespeare :P
Invitado
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Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 36
―Antes de que estos dos fanfarrones expongan sus relatos, lord Bascomb ―dijo Andrew, dando inicio al acto―, permítame asegu¬rarle que adoro a Emily y que me encantaría casarme con ella si us¬ted da su aprobación.
―¿Y quién es usted, señor? ―preguntó Albert.
Andrew enumeró una retahíla de títulos y relaciones. Bascomb quedó impresionado. Incluso Orlando estaba admirado, puesto que no los había oído mencionar hasta entonces.
Cuando Andrew hubo terminado, Albert admitió:
―Conozco a tu padre. Es un buen hombre.
―Ahora escúcheme. ―Willian comenzó su actuación en un tono malhumorado―. Todos esos títulos no alteran el hecho de que la muchacha podría ser mía. Tal vez no me considere demasia¬do apropiado para su hija, milord, pero le aseguro que a ella le pare¬cí bastante adecuado.
―¿Y quién es usted?
―William Shakes, para servirle. Soy actor, señor, y muy bueno. De hecho, una de mis últimas actuaciones fue tan brillante que me invitaron a asistir a un baile hace unas semanas, y fue allí donde conocí a Emily. Hicimos muy buenas migas, no me importa de¬cirlo. Y conseguimos encontrar una habitación libre en el piso de arriba para..., bueno, estoy seguro de que no necesito entrar en de¬talles.
Ahora Albert no sólo estaba violento, sino también compren-siblemente furioso.
―¿Mi hija intimando con un actor? ¡Esto es absurdo!
William no hizo caso de su cólera, se encogió de hombros y co¬mentó:
―Yo era el protagonista del momento y todo eso. Emily estaba decidida a conocerme e incluso a hacerme feliz, podría agregar ―di¬jo con un guiño pícaro―. Hasta me casaría con ella, si el bebé es mío. Pero preferiría no casarme todavía si no lo es. Eso suponiendo, naturalmente, que usted me aceptara en su familia. Sé que hay al¬gunos nobles que considerarían que no estoy a su altura.
―Por lo menos entiendes por qué ni siquiera deberías estar aquí ―intervino Andrew, mirando enojado a William―. Ella nunca accedería a casarse contigo. Probablemente su padre la repudiaría con sólo insinuarlo.
―¿Pero y si el bebé es mío? ―contraatacó William― No puedes olvidar esta posibilidad.
―Quién de nosotros sea el padre no tiene mucha importancia, ya que es posible que no llegue a saberse nunca ―afirmó Andrew.
―¿Por qué no?
―Porque podría salir igualito a su madre. Pero yo estoy dispues¬to a casarme con ella y criar a ese bebé, tanto si resulta ser mío como si no.
―Bueno, ése es un gesto demasiado noble incluso para un no¬ble ―se burló William.
―En absoluto ―repuso Andrew――. Simplemente la quiero por esposa.
La declaración de Andrew hizo que Bascomb se sosegara. El hombre recobró la calma en parte, ahora que las opciones no parecían tan sumamente detestables. Pero entonces reparó en Drew, sentado muy relajado e incluso sonriente, y volvió a ponerse tenso
―Todo esto le resulta divertido, ¿verdad? ―preguntó a Drew.
―¿Todo esto? ―dijo Drew, sacudiendo la cabeza―. Desde lue¬go que no. Pero al ver discutir a estos dos individuos después de saber que Emily les había hecho caso a ambos, pues sí, me resulta hasta cierto punto gracioso.
―¿Y quién es usted?
―Drew Anderson. No creo que Emily supiera que pertenezco a la familia de Nicholas cuando puso sus preciosos ojos en mí. No son muchos los que saben que mi hermana se casó con el padre de Nicholas. Al fin y al cabo mis hermanos y yo somos americanos, y capi¬tanes de barco, por lo que no venimos a Londres muy a menudo. Desembarqué sólo unos días antes de conocer a Emily, de modo que no había oído todavía los rumores en el sentido de que ella y Nicholas..., bueno...
―Vaya al grano, joven.
―Con mucho gusto. Yo viajo mucho, y no suelo rechazar a una chica bonita cuando sus intenciones son evidentes. Me divierto siempre que tengo ocasión, ¿comprende? Siempre lo he hecho y pro¬bablemente siempre lo haré.
―¿Y debo suponer que se atribuye también la paternidad del bebé? ―inquirió Albert.
―¡No, por Dios!
Albert frunció el ceño.
―¿Qué hace aquí entonces?
―Estoy aquí porque, aunque de hecho no hice el amor con la chica, estuve a punto. Salimos a pasear al jardín durante una fiesta a la que me llevó mi hermana, y encontramos un rincón apartado. Un minuto más y me habría visto obligado a reconocer que el bebé bien pudiera ser mío. Pero nos interrumpieron cuando me dispo¬nía a..., bueno, en fin, nos vestimos rápidamente y regresamos a la fiesta. Ella prometió que me vería más tarde para terminar lo que habíamos empezado. Me presenté a la cita, pero Emily no. Esperé durante una condenada hora –agregó Drew con cierta indignación―. Habría merecido la pena. Y al día siguiente me enteré de que está esperando un hijo de Nicholas. Lamento tener que decirlo, Bascomb, pero no dudo que esté embarazada, teniendo en cuenta cómo ha estado comportándose últimamente.
Para cuando Drew hubo terminado Albert volvía a tener el rostro colorado de furia. Orlando no podía reprochárselo. Ni él mismo ha¬bría podido relatar los hechos con tanta franqueza, fueran ciertos o no. Era característico de los americanos ser tan condenadamente francos.
Fue entonces cuando Emily Bascomb entró en el despacho. Lo hizo sonriendo, pues sólo esperaba encontrar a su padre. Era una muchacha de excepcional belleza. Pero por desgracia estaba tan mi¬mada que creía poder conseguir todo aquello que se le antojara... a cualquier precio.
Su sonrisa se esfumó al advertir la ira de su padre. Pero cuando vio a Orlando allí, sus ojos brillaron fugazmente, alarmados, antes de adoptar una expresión inescrutable. Orlando suspiró para sus adentros. Era posible que aquello no resultara tan sencillo como había creído si la chica era capaz de ocultar sus emociones tan fácilmente.
―No sabía que teníamos invitados, padre.
―No los tenemos. Yo no calificaría a estos caballeros precisa¬mente de invitados.
Andrew se sonrojó ante aquel comentario, lo cual llamó la aten¬ción de Emily. Ésta seguramente decidió representar el papel de dama gentil, porque le dijo:
―Lord Whittleby, qué placer volver a verle.
―El placer es mío, querida ―respondió Andrew con una mira¬da llena de adoración y una reverencia, lo que hizo que la chica le obsequiara con una radiante sonrisa.
―¿De modo que le conoces? ―inquirió Albert.
Emily frunció el ceño al oír el tono brusco de su padre.
―Bueno, sí. Nos presentaron la semana pasada en una velada, y volvimos a vernos una de estas últimas noches. No estaba segura de que se acordara de mí ―añadió con coquetería.
―Oh, claro que se acuerda ―dijo Albert Bascomb en un tono despectivo―. Y quiere casarse contigo, gracias a Dios
―Me siento halagada― empezó a decir, y luego se puso muy tiesa cuando reparó en las últimas palabras de su padre―. ¿A qué te refieres con «gracias a Dios»?
Andrew fue el más rápido en contestar.
―Pase lo que pase aquí, Emily, te aseguro que sería para mí un honor casarme contigo.
―Me siento halagada otra vez, señor, pero...
―No me vengas con «peros», Emily ―la interrumpió brusca¬mente su padre―. Nicholas Malory no te quiere y niega que te haya tocado.
La joven lanzó un suspiro un poco exagerado, en opinión de Orlando. Demasiado abatimiento.
―Ya te advertí que lo negaría, siendo un libertino irresponsable ―dijo ella antes de volverse hacia James y de añadir, con expresión solemne, como si acabara de darse cuenta de que estaba allí―: Oh, le ruego que me disculpe, lord Malory, pero todo el mundo sabe de quién ha heredado Nicholas sus hábitos.
Orlando se echó a reír ante ese comentario. La muchacha ya estaba a la defensiva. Tenía que ser corta de entendederas para no darse cuenta de que algo había fallado en su plan, siendo la ira de su padre tan evidente.
―Sí, estoy muy orgulloso del muchacho, especialmente del hecho de que no miente.
―Tal vez a usted no ―se burló ella―. Pero ha mentido sobre este asunto...
―Ya basta, Emily ―intervino Albert―. ¿Conoces o no cono¬ces a estos hombres aquí reunidos?
Ella volvió a erguir la espalda. Orando tuvo la sensación de que no estaba acostumbrada a que su padre se enojara con ella, y que esa sola circunstancia era lo que más la alteraba. Probablemente no sa¬bía cómo enfrentarse a ello, por lo menos no en presencia de otras personas.
Lanzó una mirada por el despacho.
―Conozco a la mayoría de ellos, sí –admitió.
―¿Y a este americano?
Su padre deseaba una confirmación.
―Bueno, sí, recuerdo haberle conocido. Resulta difícil olvidar¬se de un hombre tan alto como él.
―Y apuesto ――agregó Drew; con una sonrisa pícara y guiñándole un ojo.
―Qué vergüenza, señor. No sea tan pagado de sí mismo ―se permitió replicar ella en el tono habitual de coquetería.
―¿Y a éste? ―preguntó Albert, señalando a William.
―No, no recuerdo haberle visto nunca ―contestó Emily sua¬vemente.
William adoptó una actitud enojada.
―Muy bonito ―dijo indignado―. Fue perfecto coquetear con¬migo, siempre y cuando tu padre no lo averiguara, ¿eh? ¿Vas a negarlo ahora?
―¿Negar qué? Yo no le conozco. ¿Qué más puedo negar?
―Válgame Dios, ¿de verdad no te acuerdas? Estabas un poco bebida en ese baile, pero no me consta que ninguna mujer olvidara algo semejante. ¿O acaso te has acostado con tantos hombres que ya no puedes acordarte de todos?
Emily se sobresaltó, colorada de ira. William había exagerado. Era natural que la joven se indignara ante tal grosería, de modo que no se podía saber si la acusación de William tenía visos de verdad.
Emily volvió su cólera ofendida contra su padre.
―¿Es esto lo que te ha preocupado? ¡Un desconocido llega aquí, te cuenta las mentiras más disparatadas y tú le crees! Y no he estado bebida en mi vida..., bueno, sólo aquella vez en la fiesta de cumpleaños de mamá del año pasado, pero ya lo sabes, y no había hombres cerca.
―Aquí no se cuestiona si bebes o no, cielo ―intervino Drew¬ yo no he venido para reclamar la paternidad de tu bebé, aunque debes reconocer que faltó muy poco.
Ella se volvió, sobresaltada de nuevo, para mirar a Drew.
―Díos mío, ¿tú también? ¿Qué es esto, una conspiración tramada por los Malory? ―Entonces se volvió hacia su padre otra vez con expresión implorante―. ¡Papá, te juro que mienten!
―¿Los tres? ―dijo Albert con voz cansada, sentándose a su mesa―. De uno habría podido dudar, ¿pero de los tres?
Emily miró a Andrew con expresión dolida.
―Debo suponer que tú también, ¿no?
É1 se estremeció al advertir su decepción, y estuvo a punto de derrumbarse y confesar la verdad. A fin de cuentas, todavía deseaba casarse con Emily. Y puesto que ésta sabía que mentía, le costaría mucho trabajo lograr que le perdonara si finalmente veía cumplido su deseo y Albert le concedía su mano. Sin embargo, debió de re¬cordar que ese pequeño guión era exactamente el que Emily había planeado para Jeremy, que simplemente estaban devolviéndole las mismas mentiras que ella había inventado, por lo que la joven no estaba en situación de guardar rencor a nadie.
―Mi principal preocupación es el bebé ―le dijo Andrew―, que podría ser mi heredero.
―¡Ambos sabemos que no es tuyo! ―le espetó la joven―. Así pues, basta de tonterías.
―No sabemos nada al respecto. Comprendo que tengas que negar ciertas cosas. Pero no olvides que sigo queriendo casarme con¬tigo. Estoy dispuesto a criar a ese niño, sea mío o no, y a pasar por alto tus... ―hizo una pausa para mirar a los demás hombres― múl¬tiples indiscreciones.
Emily volvió a sonrojarse intensamente, pero esta vez no de ver-güenza, sino de pura ira, y la dirigió de nuevo contra su padre.
―Me has sometido a estas horribles acusaciones, ninguna de las cuales se acerca mínimamente a la verdad. ¿No te das cuenta de lo que hacen? Esto es una perfecta farsa, una conspiración urdida por lord Malory, no lo dudo, sólo para librar a su hijo de...
―¡Basta! ―gritó Albert. No me hagas sentir más avergonza¬do de ti, jovencita, de lo que ya estoy.
Aquellas palabras tuvieron que hacerle daño. Emily contuvo el aliento antes de decir:
―¿De modo que vas a creerles a ellos antes que a mí?
Consiguió derramar algunas lágrimas y mostrarse completa¬mente desolada. La expresión de Drew vaciló. No podía resistirse al llanto. Andrew se volvió para que no le afectara tanto, pero William puso los ojos en blanco al reconocer a una actriz tan buena como él.
Por fortuna, Albert conocía bien a su hija y sus artimañas.
―Sé que eres capaz de mentir, Emily. Es un mal hábito que adquiriste al crecer. Y sé que lo haces muy bien: Pero jamás me imaginé que podrías mentir sobre algo que tiene unas consecuencias tan irreparables.
Emily se puso rígida. Volvió a enfurecerse tan deprisa que la era evidente que no se había disipado, sino que sólo había estado brevemente oculta durante su actuación de melodrama. Ahora optó por descargar su cólera contra James, tras haber decidido que era el responsable de frustrar sus planes.
―Sé que usted instigó todo esto, lord Malory. Pero no lo pensó demasiado, ¿verdad? ―dijo mordazmente―. No logro entender cómo creyó que podría llevar esto a buen puerto, cuando puedo de mostrar que todos mienten.
Orlando arqueó una ceja con aire burlón.
―¿Y cómo lo harías, querida, si es tu palabra contra la suya, tres contra una por así decirlo..., no, pongamos cuatro contra una, puesto que Nicholas te ha calificado también de embustera?
―Al diablo con Nicholas. Puedo demostrarlo, porque todavía soy...
Se dio cuenta de lo que había estado a punto de decir y se calló bruscamente, pero Orlando saltó sobre la ocasión y completó la frase.
―¿Virgen?
Orlando se levantó. Emily dio un paso atrás al comprender demasiado tarde a quién había atacado verbalmente. Pero Orlando ya no estaba interesado en la muchacha. Ella había hecho exactamente lo que esperaba que hiciera.
―Le ruego me disculpe, lord Bascomb, pero esta visita era necesaria ―dijo Orlando.
Albert asintió rígidamente con la cabeza. Su expresión era harto elocuente. Estaba avergonzado de todo aquel asunto, ahora ¬comprendía hasta dónde había sido capaz de llegar su hija para pescar un marido.
―Por cierto ―añadió Orlando―, en caso de que aún no se le haya ocurrido, ella fue quien difundió los rumores y los intensificó. No le recomiendo que la mate, pero sí un poco de disciplina. Esta chica no puede ir por ahí decidiendo el futuro de los demás a su antojo. Mi familia ha terminado con la suya. Procure que siga sien¬do así. Después de ustedes, caballeros ―dijo a sus acompañantes.
Drew y William salieron del despacho. Andrew no se movió, sino que dijo:
―Vaya usted, milord. Creo que lord Bascomb y yo tenemos mu¬cho que hablar. Al fin y al cabo, todavía hay que salvar la reputación de Emily.
―Yo salvaré mi reputación, muchas gracias ―dijo ella, furiosa y abandonó también el despacho.
Orlando miró a Andrew arqueando una ceja. La sonrisa que reci¬bió a cambio le indicó que Andrew tenía intención de quedarse. El muchacho debía de estar enamorado, para seguir queriendo a la chi¬ca tras haber presenciado directamente sus dotes histriónicas y su mal genio.
―Antes de que estos dos fanfarrones expongan sus relatos, lord Bascomb ―dijo Andrew, dando inicio al acto―, permítame asegu¬rarle que adoro a Emily y que me encantaría casarme con ella si us¬ted da su aprobación.
―¿Y quién es usted, señor? ―preguntó Albert.
Andrew enumeró una retahíla de títulos y relaciones. Bascomb quedó impresionado. Incluso Orlando estaba admirado, puesto que no los había oído mencionar hasta entonces.
Cuando Andrew hubo terminado, Albert admitió:
―Conozco a tu padre. Es un buen hombre.
―Ahora escúcheme. ―Willian comenzó su actuación en un tono malhumorado―. Todos esos títulos no alteran el hecho de que la muchacha podría ser mía. Tal vez no me considere demasia¬do apropiado para su hija, milord, pero le aseguro que a ella le pare¬cí bastante adecuado.
―¿Y quién es usted?
―William Shakes, para servirle. Soy actor, señor, y muy bueno. De hecho, una de mis últimas actuaciones fue tan brillante que me invitaron a asistir a un baile hace unas semanas, y fue allí donde conocí a Emily. Hicimos muy buenas migas, no me importa de¬cirlo. Y conseguimos encontrar una habitación libre en el piso de arriba para..., bueno, estoy seguro de que no necesito entrar en de¬talles.
Ahora Albert no sólo estaba violento, sino también compren-siblemente furioso.
―¿Mi hija intimando con un actor? ¡Esto es absurdo!
William no hizo caso de su cólera, se encogió de hombros y co¬mentó:
―Yo era el protagonista del momento y todo eso. Emily estaba decidida a conocerme e incluso a hacerme feliz, podría agregar ―di¬jo con un guiño pícaro―. Hasta me casaría con ella, si el bebé es mío. Pero preferiría no casarme todavía si no lo es. Eso suponiendo, naturalmente, que usted me aceptara en su familia. Sé que hay al¬gunos nobles que considerarían que no estoy a su altura.
―Por lo menos entiendes por qué ni siquiera deberías estar aquí ―intervino Andrew, mirando enojado a William―. Ella nunca accedería a casarse contigo. Probablemente su padre la repudiaría con sólo insinuarlo.
―¿Pero y si el bebé es mío? ―contraatacó William― No puedes olvidar esta posibilidad.
―Quién de nosotros sea el padre no tiene mucha importancia, ya que es posible que no llegue a saberse nunca ―afirmó Andrew.
―¿Por qué no?
―Porque podría salir igualito a su madre. Pero yo estoy dispues¬to a casarme con ella y criar a ese bebé, tanto si resulta ser mío como si no.
―Bueno, ése es un gesto demasiado noble incluso para un no¬ble ―se burló William.
―En absoluto ―repuso Andrew――. Simplemente la quiero por esposa.
La declaración de Andrew hizo que Bascomb se sosegara. El hombre recobró la calma en parte, ahora que las opciones no parecían tan sumamente detestables. Pero entonces reparó en Drew, sentado muy relajado e incluso sonriente, y volvió a ponerse tenso
―Todo esto le resulta divertido, ¿verdad? ―preguntó a Drew.
―¿Todo esto? ―dijo Drew, sacudiendo la cabeza―. Desde lue¬go que no. Pero al ver discutir a estos dos individuos después de saber que Emily les había hecho caso a ambos, pues sí, me resulta hasta cierto punto gracioso.
―¿Y quién es usted?
―Drew Anderson. No creo que Emily supiera que pertenezco a la familia de Nicholas cuando puso sus preciosos ojos en mí. No son muchos los que saben que mi hermana se casó con el padre de Nicholas. Al fin y al cabo mis hermanos y yo somos americanos, y capi¬tanes de barco, por lo que no venimos a Londres muy a menudo. Desembarqué sólo unos días antes de conocer a Emily, de modo que no había oído todavía los rumores en el sentido de que ella y Nicholas..., bueno...
―Vaya al grano, joven.
―Con mucho gusto. Yo viajo mucho, y no suelo rechazar a una chica bonita cuando sus intenciones son evidentes. Me divierto siempre que tengo ocasión, ¿comprende? Siempre lo he hecho y pro¬bablemente siempre lo haré.
―¿Y debo suponer que se atribuye también la paternidad del bebé? ―inquirió Albert.
―¡No, por Dios!
Albert frunció el ceño.
―¿Qué hace aquí entonces?
―Estoy aquí porque, aunque de hecho no hice el amor con la chica, estuve a punto. Salimos a pasear al jardín durante una fiesta a la que me llevó mi hermana, y encontramos un rincón apartado. Un minuto más y me habría visto obligado a reconocer que el bebé bien pudiera ser mío. Pero nos interrumpieron cuando me dispo¬nía a..., bueno, en fin, nos vestimos rápidamente y regresamos a la fiesta. Ella prometió que me vería más tarde para terminar lo que habíamos empezado. Me presenté a la cita, pero Emily no. Esperé durante una condenada hora –agregó Drew con cierta indignación―. Habría merecido la pena. Y al día siguiente me enteré de que está esperando un hijo de Nicholas. Lamento tener que decirlo, Bascomb, pero no dudo que esté embarazada, teniendo en cuenta cómo ha estado comportándose últimamente.
Para cuando Drew hubo terminado Albert volvía a tener el rostro colorado de furia. Orlando no podía reprochárselo. Ni él mismo ha¬bría podido relatar los hechos con tanta franqueza, fueran ciertos o no. Era característico de los americanos ser tan condenadamente francos.
Fue entonces cuando Emily Bascomb entró en el despacho. Lo hizo sonriendo, pues sólo esperaba encontrar a su padre. Era una muchacha de excepcional belleza. Pero por desgracia estaba tan mi¬mada que creía poder conseguir todo aquello que se le antojara... a cualquier precio.
Su sonrisa se esfumó al advertir la ira de su padre. Pero cuando vio a Orlando allí, sus ojos brillaron fugazmente, alarmados, antes de adoptar una expresión inescrutable. Orlando suspiró para sus adentros. Era posible que aquello no resultara tan sencillo como había creído si la chica era capaz de ocultar sus emociones tan fácilmente.
―No sabía que teníamos invitados, padre.
―No los tenemos. Yo no calificaría a estos caballeros precisa¬mente de invitados.
Andrew se sonrojó ante aquel comentario, lo cual llamó la aten¬ción de Emily. Ésta seguramente decidió representar el papel de dama gentil, porque le dijo:
―Lord Whittleby, qué placer volver a verle.
―El placer es mío, querida ―respondió Andrew con una mira¬da llena de adoración y una reverencia, lo que hizo que la chica le obsequiara con una radiante sonrisa.
―¿De modo que le conoces? ―inquirió Albert.
Emily frunció el ceño al oír el tono brusco de su padre.
―Bueno, sí. Nos presentaron la semana pasada en una velada, y volvimos a vernos una de estas últimas noches. No estaba segura de que se acordara de mí ―añadió con coquetería.
―Oh, claro que se acuerda ―dijo Albert Bascomb en un tono despectivo―. Y quiere casarse contigo, gracias a Dios
―Me siento halagada― empezó a decir, y luego se puso muy tiesa cuando reparó en las últimas palabras de su padre―. ¿A qué te refieres con «gracias a Dios»?
Andrew fue el más rápido en contestar.
―Pase lo que pase aquí, Emily, te aseguro que sería para mí un honor casarme contigo.
―Me siento halagada otra vez, señor, pero...
―No me vengas con «peros», Emily ―la interrumpió brusca¬mente su padre―. Nicholas Malory no te quiere y niega que te haya tocado.
La joven lanzó un suspiro un poco exagerado, en opinión de Orlando. Demasiado abatimiento.
―Ya te advertí que lo negaría, siendo un libertino irresponsable ―dijo ella antes de volverse hacia James y de añadir, con expresión solemne, como si acabara de darse cuenta de que estaba allí―: Oh, le ruego que me disculpe, lord Malory, pero todo el mundo sabe de quién ha heredado Nicholas sus hábitos.
Orlando se echó a reír ante ese comentario. La muchacha ya estaba a la defensiva. Tenía que ser corta de entendederas para no darse cuenta de que algo había fallado en su plan, siendo la ira de su padre tan evidente.
―Sí, estoy muy orgulloso del muchacho, especialmente del hecho de que no miente.
―Tal vez a usted no ―se burló ella―. Pero ha mentido sobre este asunto...
―Ya basta, Emily ―intervino Albert―. ¿Conoces o no cono¬ces a estos hombres aquí reunidos?
Ella volvió a erguir la espalda. Orando tuvo la sensación de que no estaba acostumbrada a que su padre se enojara con ella, y que esa sola circunstancia era lo que más la alteraba. Probablemente no sa¬bía cómo enfrentarse a ello, por lo menos no en presencia de otras personas.
Lanzó una mirada por el despacho.
―Conozco a la mayoría de ellos, sí –admitió.
―¿Y a este americano?
Su padre deseaba una confirmación.
―Bueno, sí, recuerdo haberle conocido. Resulta difícil olvidar¬se de un hombre tan alto como él.
―Y apuesto ――agregó Drew; con una sonrisa pícara y guiñándole un ojo.
―Qué vergüenza, señor. No sea tan pagado de sí mismo ―se permitió replicar ella en el tono habitual de coquetería.
―¿Y a éste? ―preguntó Albert, señalando a William.
―No, no recuerdo haberle visto nunca ―contestó Emily sua¬vemente.
William adoptó una actitud enojada.
―Muy bonito ―dijo indignado―. Fue perfecto coquetear con¬migo, siempre y cuando tu padre no lo averiguara, ¿eh? ¿Vas a negarlo ahora?
―¿Negar qué? Yo no le conozco. ¿Qué más puedo negar?
―Válgame Dios, ¿de verdad no te acuerdas? Estabas un poco bebida en ese baile, pero no me consta que ninguna mujer olvidara algo semejante. ¿O acaso te has acostado con tantos hombres que ya no puedes acordarte de todos?
Emily se sobresaltó, colorada de ira. William había exagerado. Era natural que la joven se indignara ante tal grosería, de modo que no se podía saber si la acusación de William tenía visos de verdad.
Emily volvió su cólera ofendida contra su padre.
―¿Es esto lo que te ha preocupado? ¡Un desconocido llega aquí, te cuenta las mentiras más disparatadas y tú le crees! Y no he estado bebida en mi vida..., bueno, sólo aquella vez en la fiesta de cumpleaños de mamá del año pasado, pero ya lo sabes, y no había hombres cerca.
―Aquí no se cuestiona si bebes o no, cielo ―intervino Drew¬ yo no he venido para reclamar la paternidad de tu bebé, aunque debes reconocer que faltó muy poco.
Ella se volvió, sobresaltada de nuevo, para mirar a Drew.
―Díos mío, ¿tú también? ¿Qué es esto, una conspiración tramada por los Malory? ―Entonces se volvió hacia su padre otra vez con expresión implorante―. ¡Papá, te juro que mienten!
―¿Los tres? ―dijo Albert con voz cansada, sentándose a su mesa―. De uno habría podido dudar, ¿pero de los tres?
Emily miró a Andrew con expresión dolida.
―Debo suponer que tú también, ¿no?
É1 se estremeció al advertir su decepción, y estuvo a punto de derrumbarse y confesar la verdad. A fin de cuentas, todavía deseaba casarse con Emily. Y puesto que ésta sabía que mentía, le costaría mucho trabajo lograr que le perdonara si finalmente veía cumplido su deseo y Albert le concedía su mano. Sin embargo, debió de re¬cordar que ese pequeño guión era exactamente el que Emily había planeado para Jeremy, que simplemente estaban devolviéndole las mismas mentiras que ella había inventado, por lo que la joven no estaba en situación de guardar rencor a nadie.
―Mi principal preocupación es el bebé ―le dijo Andrew―, que podría ser mi heredero.
―¡Ambos sabemos que no es tuyo! ―le espetó la joven―. Así pues, basta de tonterías.
―No sabemos nada al respecto. Comprendo que tengas que negar ciertas cosas. Pero no olvides que sigo queriendo casarme con¬tigo. Estoy dispuesto a criar a ese niño, sea mío o no, y a pasar por alto tus... ―hizo una pausa para mirar a los demás hombres― múl¬tiples indiscreciones.
Emily volvió a sonrojarse intensamente, pero esta vez no de ver-güenza, sino de pura ira, y la dirigió de nuevo contra su padre.
―Me has sometido a estas horribles acusaciones, ninguna de las cuales se acerca mínimamente a la verdad. ¿No te das cuenta de lo que hacen? Esto es una perfecta farsa, una conspiración urdida por lord Malory, no lo dudo, sólo para librar a su hijo de...
―¡Basta! ―gritó Albert. No me hagas sentir más avergonza¬do de ti, jovencita, de lo que ya estoy.
Aquellas palabras tuvieron que hacerle daño. Emily contuvo el aliento antes de decir:
―¿De modo que vas a creerles a ellos antes que a mí?
Consiguió derramar algunas lágrimas y mostrarse completa¬mente desolada. La expresión de Drew vaciló. No podía resistirse al llanto. Andrew se volvió para que no le afectara tanto, pero William puso los ojos en blanco al reconocer a una actriz tan buena como él.
Por fortuna, Albert conocía bien a su hija y sus artimañas.
―Sé que eres capaz de mentir, Emily. Es un mal hábito que adquiriste al crecer. Y sé que lo haces muy bien: Pero jamás me imaginé que podrías mentir sobre algo que tiene unas consecuencias tan irreparables.
Emily se puso rígida. Volvió a enfurecerse tan deprisa que la era evidente que no se había disipado, sino que sólo había estado brevemente oculta durante su actuación de melodrama. Ahora optó por descargar su cólera contra James, tras haber decidido que era el responsable de frustrar sus planes.
―Sé que usted instigó todo esto, lord Malory. Pero no lo pensó demasiado, ¿verdad? ―dijo mordazmente―. No logro entender cómo creyó que podría llevar esto a buen puerto, cuando puedo de mostrar que todos mienten.
Orlando arqueó una ceja con aire burlón.
―¿Y cómo lo harías, querida, si es tu palabra contra la suya, tres contra una por así decirlo..., no, pongamos cuatro contra una, puesto que Nicholas te ha calificado también de embustera?
―Al diablo con Nicholas. Puedo demostrarlo, porque todavía soy...
Se dio cuenta de lo que había estado a punto de decir y se calló bruscamente, pero Orlando saltó sobre la ocasión y completó la frase.
―¿Virgen?
Orlando se levantó. Emily dio un paso atrás al comprender demasiado tarde a quién había atacado verbalmente. Pero Orlando ya no estaba interesado en la muchacha. Ella había hecho exactamente lo que esperaba que hiciera.
―Le ruego me disculpe, lord Bascomb, pero esta visita era necesaria ―dijo Orlando.
Albert asintió rígidamente con la cabeza. Su expresión era harto elocuente. Estaba avergonzado de todo aquel asunto, ahora ¬comprendía hasta dónde había sido capaz de llegar su hija para pescar un marido.
―Por cierto ―añadió Orlando―, en caso de que aún no se le haya ocurrido, ella fue quien difundió los rumores y los intensificó. No le recomiendo que la mate, pero sí un poco de disciplina. Esta chica no puede ir por ahí decidiendo el futuro de los demás a su antojo. Mi familia ha terminado con la suya. Procure que siga sien¬do así. Después de ustedes, caballeros ―dijo a sus acompañantes.
Drew y William salieron del despacho. Andrew no se movió, sino que dijo:
―Vaya usted, milord. Creo que lord Bascomb y yo tenemos mu¬cho que hablar. Al fin y al cabo, todavía hay que salvar la reputación de Emily.
―Yo salvaré mi reputación, muchas gracias ―dijo ella, furiosa y abandonó también el despacho.
Orlando miró a Andrew arqueando una ceja. La sonrisa que reci¬bió a cambio le indicó que Andrew tenía intención de quedarse. El muchacho debía de estar enamorado, para seguir queriendo a la chi¬ca tras haber presenciado directamente sus dotes histriónicas y su mal genio.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Ya era hora!Al fin han acabado con esa mentirosaueharán ahora Nicholas y la rayis¿?
Realmente Andrew me parece un pelin bobo por estar enamorado de algo como esa tipa.
Realmente Andrew me parece un pelin bobo por estar enamorado de algo como esa tipa.
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
andy es muuuy idiota si qiere casarse con ella jaja
#Fire Rouge..*
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
que romantico andrew siguela ponto me alegro de que el plan haya salido bien
lovely last
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 38
Aquella mañana, en la residencia urbana de Nicholas, ______ estaba en el piso de arriba quitando el polvo cuando empezaron los gritos. Al principio creyó que había una pelea en la calle porque los chillidos de espanto se mezclaban con las voces de ánimo. Cuando se dio cuenta de que el vocerío procedía directamente del piso de abajo, se precipitó por la escalera para averiguar qué ocurría.
El tumulto la condujo hasta la cocina. Claire estaba allí. Esgrimía un cazo como si fuera un arma. Carlton también se encontraba allí. Tenía una escoba levantada por encima del hombro. ______ habría supuesto que se estaban peleando si no fuera porque ambos miraban hacia el mismo sitio. También la señora Appleton estaba allí, pero no hacía caso del alboroto, de pie delante de la cocina añadía especies al guisado que estaba preparando para el almuerzo.
Carlton se agachó para inspeccionar el hueco debajo del armario. Claire escudriñaba con la vista todo los rincones de la estancia, como buscando algo.
―¿Qué pasa? ―preguntó ______, pensando si debería coger también un arma.
―Ha entrado una rata ―dijo Claire―. La encontré en la des¬pensa y ha venido corriendo hasta aquí.
―¿Una rata? ¿En un vecindario como éste? ―exclamó _______ sin mucha convicción.
―No es insólito, querida ―comentó la señora Appleton, mi¬rando por encima del hombro―. Acuden a los lugares donde hay comida, y tenemos una despensa bien provista.
―Y el aroma de tu comida, mujer, las atraería todo el camino desde el puerto ―dijo alegremente Artie, el mayordomo, que había entrado detrás de _______.
Sus palabras hicieron que la cocinera se ruborizara. ______ la miró, sorprendida, cuando Claire volvió a gritar:
―¡Allí! Está detrás del fregadero.
Carlton saltó en esa dirección e hincó la escoba debajo del largo mueble para hacer salir a la rata. Lo consiguió. El roedor salió dis¬parado hacia el escondrijo más cercano, la enorme cocina de hierro forjado delante de la cual se hallaba la señora Appleton. La mujer siguió sin moverse; se limitaba a remover el guisado, lo que hacía difí¬cil pero no imposible para Carlton introducir la escoba debajo de la cocina.
―Dejadlo ya ―dijo ______, pero nadie le hizo caso.
Claire daba instrucciones a gritos y advertía a Carlton que no volviera a fallar como cuando asestó un escobazo al roedor y éste sa¬lió corriendo hacia la estufa. Artie se reía estruendosamente de las peripecias del lacayo.
_____ se disponía a repetirles que pararan cuando la rata, que no se sentía segura bajo la cocina porque ésta se hallaba algo levan¬tada del suelo, salió corriendo a campo descubierto. Carlton se ir¬guió y levantó la escoba sobre su cabeza para descargar un buen gol¬pe, pero ______ se abalanzó sobre el muchacho, con lo que ambos cayeron al suelo.
―No has atrapado a la rata, ______ ―observó Artie, con una ri¬sita burlona.
―No iba a por ella –le espetó ella, y se sentó sobre el pecho de Carlton para inmovilizarle lo suficiente hasta que la escuchara―. Es mi mascota ―dijo al incrédulo lacayo―. Intenta matarla otra vez y seré yo quien te perseguirá con esa escoba.
Carlton la miró con los ojos como platos, más sorprendido de que estuviera sentada encima de él que de que tuviera una rata por mascota.
―No sabía que era tuya ―se justificó.
Ella asintió con la cabeza, aceptando su disculpa, y se disponía a levantarse cuando Nicholas entró, atraído también por el ruido, entró en la cocina y dijo:
―Estás despedido, Carlton.
_____ miró hacia la puerta y vio que Nicholas no sonreía. De hecho, su expresión indicaba que estaba hablando muy en serio.
―¿Por qué le despides?
―Por invadir propiedad ajena.
Era una forma curiosa de expresarlo, pero ______ comprendió qué insinuaba. Carlton también, porque dejó caer la cabeza al suelo con un gemido.
______ hizo chasquear la lengua con reprobación a Nicholas:
―No es verdad. Yo le he derribado porque trataba de matar a mi mascota.
―Entonces está despedido por eso también ―dijo Nicholas. Carlton gimió de nuevo.
―No estás despedido, hombre. Deja ya de gemir ―le reconvino ______, poniéndose de pie y lanzando una mirada airada a Artie, que volvía a troncharse de risa.
―¿De verdad tienes una rata por mascota, ______? ―osó preguntar Claire.
Y Nicholas exclamó:
―¡Oh, Dios mío! ¿Una rata? Carlton, ya no estás despedido.
______ empezaba a sentirse irritada.
―No es una rata, es un ratón.
―¡_____, ese bicho era enorme! ―objetó Claire―. No puede ser un ratón.
―Porque está un poco demasiado gordo. Lo alimento bien, eso es todo. Pero no es una rata
―¿Conoces la diferencia entre un ratón y una rata? ―inquirió Claire.
_____ lo pensó un momento y tuvo que admitir:
―Seguramente no. Pero sea lo que sea, sigue siendo mi masco¬ta. ―Se arrodilló para que el amplio bolsillo de su delantal quedara abierto sobre el suelo―. Ven aquí, Twitch.
No había visto adónde había ido el animal a esconderse esta vez, por lo que tardó unos momentos en verle asomar el hocico por deba¬jo de la caja de la harina. No tuvo necesidad de volver a llamarle. Tan pronto como la rata advirtió que ______ la esperaba, cruzó como un rayo la habitación para meterse en su bolsillo.
―¡Que me aspen! ―exclamó Artie―. Sí, desde luego es su mascota.
―No sabía que una rata pudiera domesticarse ―agregó Claire, asombrada.
―Ratón ―murmuró ______.
Claire soltó una risita. Fue un sonido exquisito. La mayoría de los presentes no lo habían oído nunca.
Los tres hombres fijaron los ojos en Claire. Nicholas arqueó una ceja con aire interrogante.
―¿Qué te has hecho, muchacha? Pareces... más dulce.
―Ahora es toda una belleza, ¿eh? ―añadió Carlton.
Tal vez lo pensaba de veras, o quizá sólo se esforzaba por mitigar los celos de Nicholas.
Pero Claire no se sonrojó, probablemente porque no le creyó. Sin embargo sonrió y le dijo:
―No me atosigues con tonterías.
El cambio en la chica era realmente llamativo, pues la confian¬za en sí misma obraba milagros, suavizaba todas sus asperezas y le permitía coquetear sin tomárselo en serio. Además ya no andaba encorvada, y era verdad que tenía unos pechos grandes; fue lo pri¬mero en lo que Carlton se había fijado aquella mañana cuando vio a la “nueva”Claire. Gracias a unos pequeños cambios, como apartarse el pelo de la cara y vestirse con algunas de las blusas y faltas más bonitas que tenía escondidas en el fondo de su baúl, la muchacha presentaba un aspecto tan distinto, que apenas era reconocible.
Pero lo que le había dado el toque final era la confianza en sí misma, que le permitía sonreír e incluso reír a carcajadas, alterando su expresión y revelando una cara hermosa. No podía decirse que fuese una belleza despampanante porque su figura era más bien rellenita, pero en general era una chica bonita que ahora no tendría ninguna dificultad para atraer a los hombres.
_____ era la principal responsable de haber revelado el atractivo de Claire, y estaba orgullosa de ello. La noche anterior habían pasado varias horas juntas, primero en su habitación y después en la de Claire, charlando y riendo mientras cambiaban el aspecto de ésta. Habían establecido un vínculo. Ahora ______ sabía que tenía una amiga íntima y se había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos esa amistad desde que se había ido de casa. Alguien con quien hablar de las cosas importantes. Alguien con quien compartir triunfos y fracasos.
―Niñas, tenéis que regresar al trabajo ―dijo la señora Appleton, consciente de que el dueño de la casa todavía estaba allí―. Ya jugaréis con la mascota de ______ en otro momento.
______ puso los ojos en blanco y se encaminó hacia su cuarto para dejar a Twitch en su caja. Su mascota debía de sentirse a gusto en su nuevo entorno, hasta el punto de atreverse a salir fuera de ¬su habitación pese a ser un animal tan huraño.
______ no esperaba que Nicholas la siguiera, a la vista de todo el mundo. Confiaba en poder hablar con él más tarde sobre su ataque de celos. Verdaderamente no estaba bien que dejara patente ante los demás que ella era su amante. No es que alguno de ellos no lo hubiera adivinado ―bueno, tal vez la señora Appleton no lo sospechaba―, pero aun así era como si nicholas le hubiera dicho a Carlton: «Quítale las manos de encima; es mía.»
De momento aquello había resultado bastante irritante para ______, pero volviendo la vista atrás estaba contentísima de aquella muestra de sentido de posesión de Nicholas. Tal vez ella le importaba un poco más de lo que la sensualidad natural de su amante indicaba. Pero también cabía la posibilidad de que tuviera celos de todas sus mujeres.
Por desgracia, era más probable esto último. Al fin y al cabo, la mayoría de hombres perdían los estribos si otro hombre se insinua¬ba a una mujer con la que se estuviera acostando. Había sido una tonta al sacar una conclusión que no se correspondía con lo que era en realidad: sencillamente un instinto natural masculino.
―¿No tienes otras mascotas aquí dentro? ¿Serpientes? ¿Arañas? ¿Más ratas?
______ se volvió y se encontró a Nicholas apoyado en el quicio de la puerta, con los brazos y los tobillos cruzados. De modo que la ha¬bía seguido. Y aquello tampoco estaba bien.
Respondiendo a su pregunta, _____ soltó un bufido.
―No es una rata, sólo un ratón muy gordo.
―Si tú lo dices, querida...
―Y es muy cobarde.
―Creo que todas las ratas son cobardes cuando seres cien veces más grandes que ellas las persiguen a escobazos.
Ella sonrió.
―Probablemente tienes razón.
Nicholas se le aproximó. _____ se sobresaltó. Su postura relajada había sido engañosa. Ahora veía la pasión, la intensidad de su mira¬da. Tuvo la impresión de que él aún no se había recuperado de ese ataque de celos. Y la fuerza con que le sujetó la cabeza justo antes de besarla lo demostraba.
No le hacía daño, todo lo contrario: la abrumaba con su pasión. Con la lengua le recorría la boca mientras bajaba las manos para al¬zarla por las posaderas a fin de que pudiera notar su excitación. Su agresión casi la amedrentaba, aunque también la emocionaba que la deseara tanto. Su pasión la hizo más atrevida, de modo que apretó una mano contra la parte posterior de su pelo oscuro mientras des¬lizaba la otra por su espalda hasta alcanzar casi la curva de sus nalgas para estrecharle todavía más fuerte.
Gimiendo de placer, Nicholas le levantó la falda y consiguió introducir una mano por la parte trasera de sus bragas. Se deslizó por debajo de ella hasta que pudo alcanzar su calor húmedo. Oh, Dios, la penetró con los dedos, una y otra vez, entrando y saliendo, con su muñeca firmemente apretada entre sus glúteos, al tiempo que por delante frotaba su erección contra ella. ______ se sentía tan perturbada por las sensaciones eróticas que gritó y tuvo un orgasmo a los pocos segundos. Si él no la hubiera sujetado tan fuerte contra sí, se habría derrumbado a sus pies.
Nicholas le pasó la boca por la mejilla hasta la oreja, y su lengua hurgó también en ella antes de decir:
―Quiero darte trocitos de queso en la cama. Podrás compartirlos con tu ratón. Quiero derramar champán sobre tus pechos desnudos y lamerlos hasta que tú o yo estemos borrachos. Quiero en volverte en sedas caras y cubrirte de joyas bonitas. Quiero pasar más tiempo contigo, ______. ―Se echó atrás, y en sus ojos se reflejaba su anhelo de posesión―. Sé mi amante. Te prometo que no te arrepentirás.
Incapaz de pensar en aquel momento, ______ no quiso responder a algo tan importante. Pero tampoco estaba dispuesta a echarlo, pese a que todos sabían que la había seguido hasta allí. Estaba demasiado excitada...
―Podrías cerrar la puerta ―sugirió con voz ronca.
Nicholas se volvió para hacerlo, pero justo en ese momento apareció Artie.
―Su padre está aquí, y su tío. No sé si tienen buenas noticias para usted. Se están peleando como siempre, o sea que es difícil saber si traen buenas nuevas o no.
Nicholas suspiró, pero no por el comentario de Artie sino porque no había cerrado la puerta a los intrusos con la suficiente celeridad. El suspiro de ______ fue todavía más fuerte. Necesitaba sentarse. Necesitaba tomar un baño frío.
Nicholas no tuvo eso en cuenta cuando dijo:
―Vamos, ______. Podrás oír de primera mano qué resultado ha dado tu idea.
Aquella mañana, en la residencia urbana de Nicholas, ______ estaba en el piso de arriba quitando el polvo cuando empezaron los gritos. Al principio creyó que había una pelea en la calle porque los chillidos de espanto se mezclaban con las voces de ánimo. Cuando se dio cuenta de que el vocerío procedía directamente del piso de abajo, se precipitó por la escalera para averiguar qué ocurría.
El tumulto la condujo hasta la cocina. Claire estaba allí. Esgrimía un cazo como si fuera un arma. Carlton también se encontraba allí. Tenía una escoba levantada por encima del hombro. ______ habría supuesto que se estaban peleando si no fuera porque ambos miraban hacia el mismo sitio. También la señora Appleton estaba allí, pero no hacía caso del alboroto, de pie delante de la cocina añadía especies al guisado que estaba preparando para el almuerzo.
Carlton se agachó para inspeccionar el hueco debajo del armario. Claire escudriñaba con la vista todo los rincones de la estancia, como buscando algo.
―¿Qué pasa? ―preguntó ______, pensando si debería coger también un arma.
―Ha entrado una rata ―dijo Claire―. La encontré en la des¬pensa y ha venido corriendo hasta aquí.
―¿Una rata? ¿En un vecindario como éste? ―exclamó _______ sin mucha convicción.
―No es insólito, querida ―comentó la señora Appleton, mi¬rando por encima del hombro―. Acuden a los lugares donde hay comida, y tenemos una despensa bien provista.
―Y el aroma de tu comida, mujer, las atraería todo el camino desde el puerto ―dijo alegremente Artie, el mayordomo, que había entrado detrás de _______.
Sus palabras hicieron que la cocinera se ruborizara. ______ la miró, sorprendida, cuando Claire volvió a gritar:
―¡Allí! Está detrás del fregadero.
Carlton saltó en esa dirección e hincó la escoba debajo del largo mueble para hacer salir a la rata. Lo consiguió. El roedor salió dis¬parado hacia el escondrijo más cercano, la enorme cocina de hierro forjado delante de la cual se hallaba la señora Appleton. La mujer siguió sin moverse; se limitaba a remover el guisado, lo que hacía difí¬cil pero no imposible para Carlton introducir la escoba debajo de la cocina.
―Dejadlo ya ―dijo ______, pero nadie le hizo caso.
Claire daba instrucciones a gritos y advertía a Carlton que no volviera a fallar como cuando asestó un escobazo al roedor y éste sa¬lió corriendo hacia la estufa. Artie se reía estruendosamente de las peripecias del lacayo.
_____ se disponía a repetirles que pararan cuando la rata, que no se sentía segura bajo la cocina porque ésta se hallaba algo levan¬tada del suelo, salió corriendo a campo descubierto. Carlton se ir¬guió y levantó la escoba sobre su cabeza para descargar un buen gol¬pe, pero ______ se abalanzó sobre el muchacho, con lo que ambos cayeron al suelo.
―No has atrapado a la rata, ______ ―observó Artie, con una ri¬sita burlona.
―No iba a por ella –le espetó ella, y se sentó sobre el pecho de Carlton para inmovilizarle lo suficiente hasta que la escuchara―. Es mi mascota ―dijo al incrédulo lacayo―. Intenta matarla otra vez y seré yo quien te perseguirá con esa escoba.
Carlton la miró con los ojos como platos, más sorprendido de que estuviera sentada encima de él que de que tuviera una rata por mascota.
―No sabía que era tuya ―se justificó.
Ella asintió con la cabeza, aceptando su disculpa, y se disponía a levantarse cuando Nicholas entró, atraído también por el ruido, entró en la cocina y dijo:
―Estás despedido, Carlton.
_____ miró hacia la puerta y vio que Nicholas no sonreía. De hecho, su expresión indicaba que estaba hablando muy en serio.
―¿Por qué le despides?
―Por invadir propiedad ajena.
Era una forma curiosa de expresarlo, pero ______ comprendió qué insinuaba. Carlton también, porque dejó caer la cabeza al suelo con un gemido.
______ hizo chasquear la lengua con reprobación a Nicholas:
―No es verdad. Yo le he derribado porque trataba de matar a mi mascota.
―Entonces está despedido por eso también ―dijo Nicholas. Carlton gimió de nuevo.
―No estás despedido, hombre. Deja ya de gemir ―le reconvino ______, poniéndose de pie y lanzando una mirada airada a Artie, que volvía a troncharse de risa.
―¿De verdad tienes una rata por mascota, ______? ―osó preguntar Claire.
Y Nicholas exclamó:
―¡Oh, Dios mío! ¿Una rata? Carlton, ya no estás despedido.
______ empezaba a sentirse irritada.
―No es una rata, es un ratón.
―¡_____, ese bicho era enorme! ―objetó Claire―. No puede ser un ratón.
―Porque está un poco demasiado gordo. Lo alimento bien, eso es todo. Pero no es una rata
―¿Conoces la diferencia entre un ratón y una rata? ―inquirió Claire.
_____ lo pensó un momento y tuvo que admitir:
―Seguramente no. Pero sea lo que sea, sigue siendo mi masco¬ta. ―Se arrodilló para que el amplio bolsillo de su delantal quedara abierto sobre el suelo―. Ven aquí, Twitch.
No había visto adónde había ido el animal a esconderse esta vez, por lo que tardó unos momentos en verle asomar el hocico por deba¬jo de la caja de la harina. No tuvo necesidad de volver a llamarle. Tan pronto como la rata advirtió que ______ la esperaba, cruzó como un rayo la habitación para meterse en su bolsillo.
―¡Que me aspen! ―exclamó Artie―. Sí, desde luego es su mascota.
―No sabía que una rata pudiera domesticarse ―agregó Claire, asombrada.
―Ratón ―murmuró ______.
Claire soltó una risita. Fue un sonido exquisito. La mayoría de los presentes no lo habían oído nunca.
Los tres hombres fijaron los ojos en Claire. Nicholas arqueó una ceja con aire interrogante.
―¿Qué te has hecho, muchacha? Pareces... más dulce.
―Ahora es toda una belleza, ¿eh? ―añadió Carlton.
Tal vez lo pensaba de veras, o quizá sólo se esforzaba por mitigar los celos de Nicholas.
Pero Claire no se sonrojó, probablemente porque no le creyó. Sin embargo sonrió y le dijo:
―No me atosigues con tonterías.
El cambio en la chica era realmente llamativo, pues la confian¬za en sí misma obraba milagros, suavizaba todas sus asperezas y le permitía coquetear sin tomárselo en serio. Además ya no andaba encorvada, y era verdad que tenía unos pechos grandes; fue lo pri¬mero en lo que Carlton se había fijado aquella mañana cuando vio a la “nueva”Claire. Gracias a unos pequeños cambios, como apartarse el pelo de la cara y vestirse con algunas de las blusas y faltas más bonitas que tenía escondidas en el fondo de su baúl, la muchacha presentaba un aspecto tan distinto, que apenas era reconocible.
Pero lo que le había dado el toque final era la confianza en sí misma, que le permitía sonreír e incluso reír a carcajadas, alterando su expresión y revelando una cara hermosa. No podía decirse que fuese una belleza despampanante porque su figura era más bien rellenita, pero en general era una chica bonita que ahora no tendría ninguna dificultad para atraer a los hombres.
_____ era la principal responsable de haber revelado el atractivo de Claire, y estaba orgullosa de ello. La noche anterior habían pasado varias horas juntas, primero en su habitación y después en la de Claire, charlando y riendo mientras cambiaban el aspecto de ésta. Habían establecido un vínculo. Ahora ______ sabía que tenía una amiga íntima y se había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos esa amistad desde que se había ido de casa. Alguien con quien hablar de las cosas importantes. Alguien con quien compartir triunfos y fracasos.
―Niñas, tenéis que regresar al trabajo ―dijo la señora Appleton, consciente de que el dueño de la casa todavía estaba allí―. Ya jugaréis con la mascota de ______ en otro momento.
______ puso los ojos en blanco y se encaminó hacia su cuarto para dejar a Twitch en su caja. Su mascota debía de sentirse a gusto en su nuevo entorno, hasta el punto de atreverse a salir fuera de ¬su habitación pese a ser un animal tan huraño.
______ no esperaba que Nicholas la siguiera, a la vista de todo el mundo. Confiaba en poder hablar con él más tarde sobre su ataque de celos. Verdaderamente no estaba bien que dejara patente ante los demás que ella era su amante. No es que alguno de ellos no lo hubiera adivinado ―bueno, tal vez la señora Appleton no lo sospechaba―, pero aun así era como si nicholas le hubiera dicho a Carlton: «Quítale las manos de encima; es mía.»
De momento aquello había resultado bastante irritante para ______, pero volviendo la vista atrás estaba contentísima de aquella muestra de sentido de posesión de Nicholas. Tal vez ella le importaba un poco más de lo que la sensualidad natural de su amante indicaba. Pero también cabía la posibilidad de que tuviera celos de todas sus mujeres.
Por desgracia, era más probable esto último. Al fin y al cabo, la mayoría de hombres perdían los estribos si otro hombre se insinua¬ba a una mujer con la que se estuviera acostando. Había sido una tonta al sacar una conclusión que no se correspondía con lo que era en realidad: sencillamente un instinto natural masculino.
―¿No tienes otras mascotas aquí dentro? ¿Serpientes? ¿Arañas? ¿Más ratas?
______ se volvió y se encontró a Nicholas apoyado en el quicio de la puerta, con los brazos y los tobillos cruzados. De modo que la ha¬bía seguido. Y aquello tampoco estaba bien.
Respondiendo a su pregunta, _____ soltó un bufido.
―No es una rata, sólo un ratón muy gordo.
―Si tú lo dices, querida...
―Y es muy cobarde.
―Creo que todas las ratas son cobardes cuando seres cien veces más grandes que ellas las persiguen a escobazos.
Ella sonrió.
―Probablemente tienes razón.
Nicholas se le aproximó. _____ se sobresaltó. Su postura relajada había sido engañosa. Ahora veía la pasión, la intensidad de su mira¬da. Tuvo la impresión de que él aún no se había recuperado de ese ataque de celos. Y la fuerza con que le sujetó la cabeza justo antes de besarla lo demostraba.
No le hacía daño, todo lo contrario: la abrumaba con su pasión. Con la lengua le recorría la boca mientras bajaba las manos para al¬zarla por las posaderas a fin de que pudiera notar su excitación. Su agresión casi la amedrentaba, aunque también la emocionaba que la deseara tanto. Su pasión la hizo más atrevida, de modo que apretó una mano contra la parte posterior de su pelo oscuro mientras des¬lizaba la otra por su espalda hasta alcanzar casi la curva de sus nalgas para estrecharle todavía más fuerte.
Gimiendo de placer, Nicholas le levantó la falda y consiguió introducir una mano por la parte trasera de sus bragas. Se deslizó por debajo de ella hasta que pudo alcanzar su calor húmedo. Oh, Dios, la penetró con los dedos, una y otra vez, entrando y saliendo, con su muñeca firmemente apretada entre sus glúteos, al tiempo que por delante frotaba su erección contra ella. ______ se sentía tan perturbada por las sensaciones eróticas que gritó y tuvo un orgasmo a los pocos segundos. Si él no la hubiera sujetado tan fuerte contra sí, se habría derrumbado a sus pies.
Nicholas le pasó la boca por la mejilla hasta la oreja, y su lengua hurgó también en ella antes de decir:
―Quiero darte trocitos de queso en la cama. Podrás compartirlos con tu ratón. Quiero derramar champán sobre tus pechos desnudos y lamerlos hasta que tú o yo estemos borrachos. Quiero en volverte en sedas caras y cubrirte de joyas bonitas. Quiero pasar más tiempo contigo, ______. ―Se echó atrás, y en sus ojos se reflejaba su anhelo de posesión―. Sé mi amante. Te prometo que no te arrepentirás.
Incapaz de pensar en aquel momento, ______ no quiso responder a algo tan importante. Pero tampoco estaba dispuesta a echarlo, pese a que todos sabían que la había seguido hasta allí. Estaba demasiado excitada...
―Podrías cerrar la puerta ―sugirió con voz ronca.
Nicholas se volvió para hacerlo, pero justo en ese momento apareció Artie.
―Su padre está aquí, y su tío. No sé si tienen buenas noticias para usted. Se están peleando como siempre, o sea que es difícil saber si traen buenas nuevas o no.
Nicholas suspiró, pero no por el comentario de Artie sino porque no había cerrado la puerta a los intrusos con la suficiente celeridad. El suspiro de ______ fue todavía más fuerte. Necesitaba sentarse. Necesitaba tomar un baño frío.
Nicholas no tuvo eso en cuenta cuando dijo:
―Vamos, ______. Podrás oír de primera mano qué resultado ha dado tu idea.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
okkkkkk ya siguela tenemos q saber si todo salio bien o no y con respecto a la propuesta de nick ,,,,me lo estoy pensando jajajaja y Andrew es un amor que lindo y que valiente jaja
nataly jonas
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 39
Flirtear con _____ resultaba a veces perjudicial para su salud, de modo que Nicholas decidió esperar hasta la tarde antes de abordarla otra vez. Además, eso le daba tiempo para encontrar un regalo para ella que le costaría trabajo rechazar. También tenía un plan para poder pasar algún rato juntos, pero tenía que escoger bien la hora de po¬nerlo en práctica.
Así pues, aquella tarde buscó a _____ y la encontró cambiando la ropa de cama de uno de los cuartos de huéspedes. ¡Santo Dios, qué difícil le resultaba estar cerca de ella a poca distancia de una cama! Un ardiente deseo se apoderaba de él en cada ocasión. En realidad no importaba que hubiera una cama disponible o no. ______ sim¬plemente le producía ese efecto dondequiera que estuvieran.
Se quedó junto a la entrada y carraspeó para llamar su atención. Ella le miró y frunció el ceño. Era evidente que todavía estaba mo¬lesta con él por haber sacado a colación su relación delante de sus parientes, y probablemente le estaba reservando una buena reprimenda, pero fuera lo que fuese lo que iba a decirle, ______ lo olvidó en cuanto vio lo que Nicholas sostenía… en cada mano.
―¡Oh! ¿Por qué lo has hecho?―exclamó al acercarse, y le cogió el gatito blanco como la nieve de su mano izquierda―. No voy a quedármelo ―agregó mientras se ponía el gatito junto a la mejilla para acariciarlo.
―No creí que lo hicieras ―se limitó a decir Nicholas, contenién¬dose para no sonreír.
Con los ojos puestos en el perrito que él llevaba en la mano de¬recha, _____ recalcó:
―Tampoco voy a quedármelo.
Y extendió la otra mano para cogerle el cachorro.
―Por supuesto que no ―convino Nicholas.
______ se dirigió a la cama para dejarlos allí. Los animalitos Se olfatearon por un momento, y luego el perrito se hizo un ovillo para dormir, mientras que el gatito se sentó a su lado y empezó a la¬merse una pata. Eran casi idénticos de tamaño, y probablemente no tenían más que unas pocas semanas.
―Me han dicho que se llevan estupendamente si se los cría juntos ―comentó Nicholas, acercándose por detrás para observar a los cachorros.
―¿Tú crees?
―Debería funcionar también con las ratas.
______ emitió un gemido y protestó:
―Eres un hombre perverso, Nicholas Malory.
―Gracias. Lo intento.
Ella se volvió para mirarle.
―¿Y dices que los has comprado para ti?
―Es la verdad.
―Muy bien, entonces ¿no te importará que los cuide yo en tu lugar?
―No me importará en absoluto, cariño.
Ella le sonrió, se sentó en la cama y se puso el gatito sobre su regazo para acariciarlo suavemente.
―Son adorables, ¿verdad?
Lo único que a él le parecía adorable aquellos días era ella. Pensándolo bien, ni siquiera se había fijado en otra mujer desde que había puesto los ojos en ______. Pero para no soliviantarla, puesto que todavía tenía otros planes que proponerle, se limitó a asentir con la cabeza.
―A pesar de que me gustaría mucho ponerte elegante para salir una noche por la ciudad ―dijo sin darle importancia―, se me ocu¬rrió que necesitaríamos una «carabina», lo cual no entraba en mis planes. De modo que he organizado una agradable comida en el campo.
―Ya ha pasado la hora del almuerzo, por si no lo sabías.
―Pero no la hora de la cena, ¿verdad? ¿Y quién dice que las comidas campestres son sólo para almorzar? Estaba pensando en una merienda, junto a un estanque bonito, con flores perfumando el aire. No me digas que no es una buena manera de celebrar algo. Y me debes una celebración. Conseguiste sin ayuda rescatarme de los abismos del infierno. Pero si tú no crees que eso sea motivo de ce¬lebración, yo sí, y preferiría hacerlo contigo. Así pues, ¿qué te pare¬ce una merienda campestre?
―Me parece muy bien. No he ido nunca a ninguna. ¿Hay algún estanque en la ciudad?
―Estaba pensando en algo un poco más apartado, donde no seamos molestados por gente que me reconozca. Y sé de un hermo¬so lugar en las afueras de Londres que no queda nada lejos. Ya he or¬denado que venga el coche, y la señora Appleton ha accedido a vigilar a los cachorritos en la cocina hasta que vuelvas. También ha prepa¬rado un cesto de comida. Así pues, coge la chaqueta y vámonos.
Nicholas abandonó el cuarto antes de que a ella se le ocurriera al¬guna razón para no acompañarle. Treinta minutos después dejaban Londres atrás. Nicholas sólo había mentido un poco sobre la distan¬cia que iban a recorrer. El estanque que tenía pensado estaba a más de una hora de trayecto pero cerca de una posada. Su padre solía pasar la noche allí cuando regresaba de Haverston si se le había hecho tarde. Y tener una posada cerca era crucial para los planes de Nicholas, puesto que esperaba pasar la noche allí con ella.
Pero en realidad _____ no reparó en el tiempo que tardaban en llegar a su destino, ya que nunca había viajado en el pescante de un coche y disfrutaba admirando el paisaje. Además Nicholas se ocupó de mantener una conversación intrascendente, contándole cómo había removido cielo y tierra a fin de encontrar las dos mascotas para ella. Pero en realidad el gatito procedía de una camada de la casa de Chels y el perrito, de otra camada de la residencia de Gabriela. Las damas lo habían comentado cuando le llevaron a comprar su mobiliario.
El estanque era un lugar precioso en aquella época del año, con flores de mil colores salpicando el paisaje circundante y varios patos nadando en sus aguas, uno de ellos seguido por tres patitos. Y la señora Appleton se había superado pese a haber contado con tan poco tiempo: la comida era variada y deliciosa, y había incluido unas botellas de vino.
Merendaron, rieron, incluso tuvieron alguna conversación trascendente. Pese al empeño de Nicholas en mantener un ambiente rela-jado, por alguna razón hablaron de proyectos vitales, y ______ se puso seria cuando confesó:
―Tuve un objetivo hace muchos años, pero era poco realista, porque no podía cumplirlo.
―¿Cuál?
Estaba tendida sobre la manta que habían desplegado a la orilla del agua, con la cabeza recostada sobre el muslo de Nicholas. Sostenía en una mano el tallo de una margarita que hacía girar lentamente, y una copa de vino en la otra.
―Quería llevar a los pequeños a un ambiente más estable.
―¿Los que vivían contigo? ―preguntó él, pasándole despreocupadamente los dedos por los rizos del cabello.
―Sí. Había sentido muchísimo no haber ido a la escuela, y me ¬figuré que a los demás niños les pasaría lo mismo. Quería proporcionarles instrucción y alimentos, para que ya no tuviesen que robar.
―Lo que deseabas era fundar un orfanato de verdad para ellos.
Los dedos de Nicholas bajaron hasta su mejilla, y desde allí subieron al lóbulo de la oreja y el cuello, tocándola siempre como quien no quiere la cosa. Sin embargo, la vio estremecerse y dejar caer la margarita sin darse cuenta. ______ tardó un momento en contestar.
―Bueno, era demasiado joven entonces, y no fue más que una aspiración que tuve durante un año o dos ―concluyó, encogiéndose de hombros.
Nicholas vaciló antes de hablar, pero finalmente le dijo:
―¿Me dejarías organizar para ti un sitio como ése?
Ella frunció el ceño.
―¿Quieres decir que lo pagarías?
―Algo así.
―Eso sería un regalo, ¿no crees? Y estaría obligada a demostrarte mi gratitud. No, no es tu objetivo. Era el mío, aunque ni siquiera ahora sé cómo podría conseguirlo. Por lo menos, no con el sueldo de una criada.
Él tosió y dijo:
―Podría aumentarte el sueldo.
______ se echó a reír.
―No lo harás, a menos que les subas el sueldo a todos. Ya me has hecho un regalo a la fuerza, amigo. Lo aceptaré por esta vez, pero no vuelvas a hacerlo, ¿eh?
Nicholas le cogió la mano libre y se la llevó a la boca para mordis-quearle los dedos.
―Me lo pones muy difícil, cariño. Siento el impulso irrefrenable de darte cosas, ¿sabes? ―Se metió uno de los dedos de ______ en la boca y lo chupó por un momento―. No sé por qué. Nunca antes me había dominado un impulso semejante. ―Le mordisqueó la yema del segundo dedo―. Y resulta bastante frustrante..., no, de hecho, muy frustrante, pensándolo bien.
______ le miró, y dijo con voz algo entrecortada:
―Tú no sientes ese impulso.
―¿Y cómo puedes saberlo, si probablemente nunca lo has sentido?
―En realidad sí ―admitió ella―. Cada vez que veía algo ape¬tecible, siempre pensaba que a Lucy probablemente le gustaría también. Desde luego, eso me ocurría porque la quiero. Ha sido como una madre, una hermana y mi mejor amiga. ¿De modo que lo que tratas de decirme a tu extraña manera de ricachón es que me quieres?
―Por todos los santos, si no has averiguado eso todavía, creo que te estrangularé. Mejor aún...
Arrastrándola hacia arriba hasta que la cabeza de ______ quedó apoyada sobre su brazo, bajó la boca hacia la suya, saboreándola in-tensamente, a conciencia, con un deseo apasionado que no podía controlar. Le encantaba probar su sabor, le encantaba tocarla, sen¬tirla temblar entre sus brazos como hacía ahora. Empezó a desabrocharle la blusa, pero la sutileza y la paciencia le estaban abandonando, por lo que le rodeó el pecho con la mano a través de la ropa. Ella le puso una mano en la mejilla. Eso le encendió más si cabe, y además su gemido...
Recurriendo a los restos de fuerza de voluntad que le quedaban, Nicholas separó los labios de los suyos.
―¡Maldita sea! De no ser porque nos aguarda una conforta¬ble cama en la posada vecina, te haría el amor aquí mismo, sobre la hierba. Creo que ha llegado el momento de irnos, cariño, lo creo de veras.
Flirtear con _____ resultaba a veces perjudicial para su salud, de modo que Nicholas decidió esperar hasta la tarde antes de abordarla otra vez. Además, eso le daba tiempo para encontrar un regalo para ella que le costaría trabajo rechazar. También tenía un plan para poder pasar algún rato juntos, pero tenía que escoger bien la hora de po¬nerlo en práctica.
Así pues, aquella tarde buscó a _____ y la encontró cambiando la ropa de cama de uno de los cuartos de huéspedes. ¡Santo Dios, qué difícil le resultaba estar cerca de ella a poca distancia de una cama! Un ardiente deseo se apoderaba de él en cada ocasión. En realidad no importaba que hubiera una cama disponible o no. ______ sim¬plemente le producía ese efecto dondequiera que estuvieran.
Se quedó junto a la entrada y carraspeó para llamar su atención. Ella le miró y frunció el ceño. Era evidente que todavía estaba mo¬lesta con él por haber sacado a colación su relación delante de sus parientes, y probablemente le estaba reservando una buena reprimenda, pero fuera lo que fuese lo que iba a decirle, ______ lo olvidó en cuanto vio lo que Nicholas sostenía… en cada mano.
―¡Oh! ¿Por qué lo has hecho?―exclamó al acercarse, y le cogió el gatito blanco como la nieve de su mano izquierda―. No voy a quedármelo ―agregó mientras se ponía el gatito junto a la mejilla para acariciarlo.
―No creí que lo hicieras ―se limitó a decir Nicholas, contenién¬dose para no sonreír.
Con los ojos puestos en el perrito que él llevaba en la mano de¬recha, _____ recalcó:
―Tampoco voy a quedármelo.
Y extendió la otra mano para cogerle el cachorro.
―Por supuesto que no ―convino Nicholas.
______ se dirigió a la cama para dejarlos allí. Los animalitos Se olfatearon por un momento, y luego el perrito se hizo un ovillo para dormir, mientras que el gatito se sentó a su lado y empezó a la¬merse una pata. Eran casi idénticos de tamaño, y probablemente no tenían más que unas pocas semanas.
―Me han dicho que se llevan estupendamente si se los cría juntos ―comentó Nicholas, acercándose por detrás para observar a los cachorros.
―¿Tú crees?
―Debería funcionar también con las ratas.
______ emitió un gemido y protestó:
―Eres un hombre perverso, Nicholas Malory.
―Gracias. Lo intento.
Ella se volvió para mirarle.
―¿Y dices que los has comprado para ti?
―Es la verdad.
―Muy bien, entonces ¿no te importará que los cuide yo en tu lugar?
―No me importará en absoluto, cariño.
Ella le sonrió, se sentó en la cama y se puso el gatito sobre su regazo para acariciarlo suavemente.
―Son adorables, ¿verdad?
Lo único que a él le parecía adorable aquellos días era ella. Pensándolo bien, ni siquiera se había fijado en otra mujer desde que había puesto los ojos en ______. Pero para no soliviantarla, puesto que todavía tenía otros planes que proponerle, se limitó a asentir con la cabeza.
―A pesar de que me gustaría mucho ponerte elegante para salir una noche por la ciudad ―dijo sin darle importancia―, se me ocu¬rrió que necesitaríamos una «carabina», lo cual no entraba en mis planes. De modo que he organizado una agradable comida en el campo.
―Ya ha pasado la hora del almuerzo, por si no lo sabías.
―Pero no la hora de la cena, ¿verdad? ¿Y quién dice que las comidas campestres son sólo para almorzar? Estaba pensando en una merienda, junto a un estanque bonito, con flores perfumando el aire. No me digas que no es una buena manera de celebrar algo. Y me debes una celebración. Conseguiste sin ayuda rescatarme de los abismos del infierno. Pero si tú no crees que eso sea motivo de ce¬lebración, yo sí, y preferiría hacerlo contigo. Así pues, ¿qué te pare¬ce una merienda campestre?
―Me parece muy bien. No he ido nunca a ninguna. ¿Hay algún estanque en la ciudad?
―Estaba pensando en algo un poco más apartado, donde no seamos molestados por gente que me reconozca. Y sé de un hermo¬so lugar en las afueras de Londres que no queda nada lejos. Ya he or¬denado que venga el coche, y la señora Appleton ha accedido a vigilar a los cachorritos en la cocina hasta que vuelvas. También ha prepa¬rado un cesto de comida. Así pues, coge la chaqueta y vámonos.
Nicholas abandonó el cuarto antes de que a ella se le ocurriera al¬guna razón para no acompañarle. Treinta minutos después dejaban Londres atrás. Nicholas sólo había mentido un poco sobre la distan¬cia que iban a recorrer. El estanque que tenía pensado estaba a más de una hora de trayecto pero cerca de una posada. Su padre solía pasar la noche allí cuando regresaba de Haverston si se le había hecho tarde. Y tener una posada cerca era crucial para los planes de Nicholas, puesto que esperaba pasar la noche allí con ella.
Pero en realidad _____ no reparó en el tiempo que tardaban en llegar a su destino, ya que nunca había viajado en el pescante de un coche y disfrutaba admirando el paisaje. Además Nicholas se ocupó de mantener una conversación intrascendente, contándole cómo había removido cielo y tierra a fin de encontrar las dos mascotas para ella. Pero en realidad el gatito procedía de una camada de la casa de Chels y el perrito, de otra camada de la residencia de Gabriela. Las damas lo habían comentado cuando le llevaron a comprar su mobiliario.
El estanque era un lugar precioso en aquella época del año, con flores de mil colores salpicando el paisaje circundante y varios patos nadando en sus aguas, uno de ellos seguido por tres patitos. Y la señora Appleton se había superado pese a haber contado con tan poco tiempo: la comida era variada y deliciosa, y había incluido unas botellas de vino.
Merendaron, rieron, incluso tuvieron alguna conversación trascendente. Pese al empeño de Nicholas en mantener un ambiente rela-jado, por alguna razón hablaron de proyectos vitales, y ______ se puso seria cuando confesó:
―Tuve un objetivo hace muchos años, pero era poco realista, porque no podía cumplirlo.
―¿Cuál?
Estaba tendida sobre la manta que habían desplegado a la orilla del agua, con la cabeza recostada sobre el muslo de Nicholas. Sostenía en una mano el tallo de una margarita que hacía girar lentamente, y una copa de vino en la otra.
―Quería llevar a los pequeños a un ambiente más estable.
―¿Los que vivían contigo? ―preguntó él, pasándole despreocupadamente los dedos por los rizos del cabello.
―Sí. Había sentido muchísimo no haber ido a la escuela, y me ¬figuré que a los demás niños les pasaría lo mismo. Quería proporcionarles instrucción y alimentos, para que ya no tuviesen que robar.
―Lo que deseabas era fundar un orfanato de verdad para ellos.
Los dedos de Nicholas bajaron hasta su mejilla, y desde allí subieron al lóbulo de la oreja y el cuello, tocándola siempre como quien no quiere la cosa. Sin embargo, la vio estremecerse y dejar caer la margarita sin darse cuenta. ______ tardó un momento en contestar.
―Bueno, era demasiado joven entonces, y no fue más que una aspiración que tuve durante un año o dos ―concluyó, encogiéndose de hombros.
Nicholas vaciló antes de hablar, pero finalmente le dijo:
―¿Me dejarías organizar para ti un sitio como ése?
Ella frunció el ceño.
―¿Quieres decir que lo pagarías?
―Algo así.
―Eso sería un regalo, ¿no crees? Y estaría obligada a demostrarte mi gratitud. No, no es tu objetivo. Era el mío, aunque ni siquiera ahora sé cómo podría conseguirlo. Por lo menos, no con el sueldo de una criada.
Él tosió y dijo:
―Podría aumentarte el sueldo.
______ se echó a reír.
―No lo harás, a menos que les subas el sueldo a todos. Ya me has hecho un regalo a la fuerza, amigo. Lo aceptaré por esta vez, pero no vuelvas a hacerlo, ¿eh?
Nicholas le cogió la mano libre y se la llevó a la boca para mordis-quearle los dedos.
―Me lo pones muy difícil, cariño. Siento el impulso irrefrenable de darte cosas, ¿sabes? ―Se metió uno de los dedos de ______ en la boca y lo chupó por un momento―. No sé por qué. Nunca antes me había dominado un impulso semejante. ―Le mordisqueó la yema del segundo dedo―. Y resulta bastante frustrante..., no, de hecho, muy frustrante, pensándolo bien.
______ le miró, y dijo con voz algo entrecortada:
―Tú no sientes ese impulso.
―¿Y cómo puedes saberlo, si probablemente nunca lo has sentido?
―En realidad sí ―admitió ella―. Cada vez que veía algo ape¬tecible, siempre pensaba que a Lucy probablemente le gustaría también. Desde luego, eso me ocurría porque la quiero. Ha sido como una madre, una hermana y mi mejor amiga. ¿De modo que lo que tratas de decirme a tu extraña manera de ricachón es que me quieres?
―Por todos los santos, si no has averiguado eso todavía, creo que te estrangularé. Mejor aún...
Arrastrándola hacia arriba hasta que la cabeza de ______ quedó apoyada sobre su brazo, bajó la boca hacia la suya, saboreándola in-tensamente, a conciencia, con un deseo apasionado que no podía controlar. Le encantaba probar su sabor, le encantaba tocarla, sen¬tirla temblar entre sus brazos como hacía ahora. Empezó a desabrocharle la blusa, pero la sutileza y la paciencia le estaban abandonando, por lo que le rodeó el pecho con la mano a través de la ropa. Ella le puso una mano en la mejilla. Eso le encendió más si cabe, y además su gemido...
Recurriendo a los restos de fuerza de voluntad que le quedaban, Nicholas separó los labios de los suyos.
―¡Maldita sea! De no ser porque nos aguarda una conforta¬ble cama en la posada vecina, te haría el amor aquí mismo, sobre la hierba. Creo que ha llegado el momento de irnos, cariño, lo creo de veras.
gabiberroteran
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
―Quiero darte trocitos de queso en la cama. Podrás compartirlos con tu ratón. Quiero derramar champán sobre tus pechos desnudos y lamerlos hasta que tú o yo estemos borrachos. Quiero en volverte en sedas caras y cubrirte de joyas bonitas. Quiero pasar más tiempo contigo, ______.
Que indirecta más directa!siguela me encantaron los caps, quiero saber que pasa :P
Que indirecta más directa!siguela me encantaron los caps, quiero saber que pasa :P
Invitado
Invitado
Re: Mi Adorable Bribona (Nick & Tu)
Capitulo 40
Ya era casi de noche cuando recogieron los restos de la merienda y regresaron al coche de Nicholas. Lo poco que quedaba del sol po¬niente estaba escondido detrás de un grupo de nubes espesas y los árboles que flanqueaban el camino. De no haber sido por esos árbo¬les, que servían de valla, tal vez se habrían salido de la carretera, pues¬to que el carruaje no había sido diseñado para excursiones por el campo, por lo menos no de noche.
Sin embargo la posada, bien iluminada, era como un faro a lo lejos, y cuando por fin llegaron a ella Nicholas volvió a relajarse. No mencionó qué podría haber sucedido en el camino, donde los ban¬doleros predominaban de noche, o el menor giro equivocado habría podido hacerles caer en la cuneta. Dormir en un coche descubierto junto a la carretera habría sido un pésimo desenlace para un día tan agradable como aquél.
Subieron a su habitación cogidos del brazo. _____ no había pre-guntado por qué se alojaban en una posada en lugar de regresar a Londres. Tampoco preguntó por qué Nicholas había reservado sólo una habitación para los dos. Probablemente había sido consciente de los peligros del camino, pero en cuanto a la habitación única, o estaba tan ansiosa de hacer el amor como él, o simplemente en¬tendía que no importaba allí en el campo, donde nadie les conocía.
Lo cual no era exactamente el caso. El posadero reconoció a Nicholas y le llamó por su nombre. A través de los años se había hospedado allí un número de veces suficiente para que el hombre se acordara de él. Uno de los huéspedes que se encontraban en la sala le reconoció también, o pareció hacerlo. De hecho, aquel sujeto miraba a _____, y con una expresión que indicaba que estaba viendo un ángel... o un fantasma.
Pero la pareja no reparó en ello, y de nuevo la diplomacia de Nicholas le abandonó en cuanto hubo cerrado la puerta a su espalda. Encender las lámparas podía esperar. Desnudarse por completo podía esperar también. Nicholas casi echó a ______ sobre la cama y la besó tan intensamente, que ella no habría podido emitir ni una sola queja. Pero no se quejaba lo más mínimo. De hecho, Nicholas no sabía cuál de los dos estaba más encendido de deseo.
A _____, la falta de control de Nicholas le resultaba increíblemente erótica. Él se despojó de la chaqueta y la arrojó. Ella llevaba la suya sobre el brazo y la dejó caer cuando Nicholas la echó sobre la cama. Éste se desabrochó los puños de la camisa y se la quitó aboto¬nada por la cabeza. _____ se apresuró a desabrocharse la blusa, te¬miendo que él se la arrancara sino lo hacía. Nicholas le bajó la cami¬sola, le sujetó ambos pechos y hundió la cabeza entre ellos con un gemido. Le chupó uno hasta que ella le suplicó clemencia. Sin dejar de besarla y chuparla, Nicholas le recorrió con su ardiente boca el escote y se detuvo en el cuello. Entonces se le acercó al oído y le susurró con voz ronca:
―Tócame. Me encanta cuando me tocas.
Se puso boca arriba y la sentó sobre sus muslos para facilitarle la tarea. Las manos de ______ se movieron sobre su pecho, pellizcándole las tetillas suavemente. Nicholas gimió cuando ella se inclinó para lamerle una y se excitó tanto que estuvo a punto de hacerla caer. Tras arremangarle la falda, introdujo las manos en sus bragas y le sujetó el trasero, presionándole la pelvis contra su erección. Pero eso a ella no le bastaba, no era más que una provocación. Quería sentirle dentro, duro, caliente y bien hundido. Ya no podía espe¬rar más.
Sus gemidos así lo manifestaron. Nicholas la cogió del pelo con una mano, le acercó la boca hacia la suya al tiempo que se colocaba encima de ella y le quitaba las bragas con la otra mano. Entonces _____ vio cumplido su anhelo: él estaba en su interior ardiente, hundiéndose profundamente en sus entrañas, y ella estalló a su alrede¬dor, succionándole aún más adentro; gritos de placer se escapaban de sus labios mientras él seguía empujando una y otra vez, hasta que su propio grito resonó en la habitación.
El corazón de Nicholas todavía latía con fuerza. Sin lugar a dudas, ése había sido el orgasmo más espectacular de su vida. ¿De modo que era eso lo que ocurría cuando uno debía reprimir su deseo durante horas y horas?.
No, ya había experimentado antes esa espera. Pero nunca había sido así. Era _____. Por alguna razón, ella le afectaba como ningu¬na otra mujer lo había hecho nunca. Y no sólo en las relaciones se¬xuales. Ese anhelo de estar con ella a cada momento del día, cuando sabía demasiado bien que no podía hacerlo, le causaba una frustra¬ción tan grande que no sabía cómo superarla.
Nicholas no estaba dispuesto a separarse de ella ni siquiera por un momento, pero finalmente terminó de desvestirse. Incluso se levan¬tó y encendió algunas lámparas, pues aún era temprano y no estaba nada cansado.
―No hemos traído nada con que dormir ―señaló _____ cuan¬do él se reunió con ella en la cama.
―No es cierto ―repuso Nicholas, volviendo a atraerla hacia sí―. No sé tú, pero yo voy a dormir en tus brazos. Puedes intentar dormir en los míos.
―Si crees que eso dará resultado, supongo que confiaré en tu cri-terio.Se acurrucó contra él para sentirse cómoda―. Me resulta extraño estar en una posada sin tener que robar a los huéspedes.
Nicholas soltó una risita.
―No tengo que encerrarte aquí dentro, ¿verdad? ¿Podrás controlarte mientras estamos aquí?
―Me lo estoy pensando. Al fin y al cabo los huéspedes arman ruido cuando descubren que les han robado. Creo que no me gustaría que el alboroto me despertara.
No dijo nada más. Nicholas esperó casi un minuto y luego levato la cabeza para ver si ______ sonreía. No lo hacía, ni siquiera un poco.
―Lo has dicho en broma, ¿verdad?
―Claro que sí, amigo ―le aseguró ella―. Pero ya que has sacado el tema del control de sí mismo, deberías aplicarte el cuento.
―Ni hablar. Ya me haces esperar demasiado. Un poco más y creo que me volveré loco.
_____ soltó un bufido.
―No, no lo harás, y no me refería a esa clase de control. Me refería a tus celos.
―¡Celos! ―exclamó él, y añadió con indignación―: No he estado celoso en mi vida.
―¿Entonces por qué has despedido a Carlton esta mañana, eh?¬
―Ah, eso ―dijo Nicholas encogiéndose de hombros―. Fue, fue..., bueno, fue..., hum..., no sé qué diablos fue eso, pero desde luego no fue...
―Sí lo fue. Y fue ridículo. Ni siquiera te detuviste a averiguar por qué estaba sentada encima de él antes de despedir al pobre muchacho. Deberías confiar en mí, Nicholas, porque la única forma de que esto funcione para nosotros es que sólo funcione para nosotros. ¿Entiendes lo que quiero decir?
―Ni lo más mínimo.
____ emitió un prolongado suspiro.
―He hecho una excepción contigo. Si empiezo a hacer el amor con cualquier otro, entonces me habré convertido en lo que jure que nunca sería jamás. Así pues, no habrá ningún otro hombre para mí. Cuando hayamos terminado, esperaré a casarme con algún tipo, y lo haré sin pedirle a nadie su opinión, y espero que nadie me las pida.
Él la atrajo más hacia sí.
―______, cariño, dudo muy seriamente que llegaremos a separarnos nunca.
Ella no respondió de inmediato. Nicholas contuvo la respiración hasta que la oyó decir:
―A menos que me ofrezcan un trabajo mejor.
Nicholas se incorporó. Ella le hizo tenderse otra vez.
―Hablaba en broma, amigo. Vaya, conoces la diferencia, ¿no?
Él frunció el ceño.
―Creo que conozco la diferencia, y no hablabas en broma ni lo más mínimo. ¿Qué trabajo podría tentarte a alejarte de mí?
Volvió a dar la impresión de que _____ no iba a contestarle, pero finalmente suspiró y dijo:
―El de esposa y madre. No lo he ocultado nunca. Quiero tener una familia propia. Tú ya tienes una familia, muy extensa, por lo que no anhelas tener otra nueva. Pero con el tiempo me iré para realizar mis objetivos.
Nicholas la estrechó contra sí, con más fuerza de la necesaria. No le gustaba que ella le recordara sus objetivos, pero ese «con el tiempo» podía distar años, incluso era posible que no llegara nunca, por lo que no iba a preocuparse ahora que su relación marchaba tan bien.
Un poco después confesó:
―No sé cómo puedo contener lo feliz que soy ahora.
______ había estado adormilándose, pero al oír eso se despertó por completo. Se incorporó para mirarle.
―¿Lo eres de verdad?
―No lo habría dicho si no lo fuera. Pero me gustaría que em¬pezaras a compartir mi cama en casa. Ahora el personal ya conoce lo nuestro. Lo he dejado perfectamente claro esta mañana, ¿no es cierto?
Ella le miró con los ojos entrecerrados.
―Si me dices que esa estupidez fue deliberada, te pellizcaré... muy fuerte.
―Bueno, no fue deliberado en absoluto. ―Y entonces sonrió―. Pero ha dado bastante buen resultado, ¿no crees?
――Creo que es mejor que dejemos las cosas como están. Tú sigues tratando de convertirme en tu amante. Ya basta. Te he expuesto mis condiciones. Serán siendo siempre las mismas.
―Sí, pero ¿qué tiene eso que ver con dormir juntos cada noche, dormir, _____. Me gusta mucho tenerte entre mis brazos.
Ella le sonrió y volvió a acurrucarse en la cama.
―Es muy agradable, ¿verdad? Tendré que pensármelo. ―Y luego, cuando empezaba a sentirse vencida por el sueño, murmuró―¬, eres un camisón de noche estupendo, amigo, de veras.
Ya era casi de noche cuando recogieron los restos de la merienda y regresaron al coche de Nicholas. Lo poco que quedaba del sol po¬niente estaba escondido detrás de un grupo de nubes espesas y los árboles que flanqueaban el camino. De no haber sido por esos árbo¬les, que servían de valla, tal vez se habrían salido de la carretera, pues¬to que el carruaje no había sido diseñado para excursiones por el campo, por lo menos no de noche.
Sin embargo la posada, bien iluminada, era como un faro a lo lejos, y cuando por fin llegaron a ella Nicholas volvió a relajarse. No mencionó qué podría haber sucedido en el camino, donde los ban¬doleros predominaban de noche, o el menor giro equivocado habría podido hacerles caer en la cuneta. Dormir en un coche descubierto junto a la carretera habría sido un pésimo desenlace para un día tan agradable como aquél.
Subieron a su habitación cogidos del brazo. _____ no había pre-guntado por qué se alojaban en una posada en lugar de regresar a Londres. Tampoco preguntó por qué Nicholas había reservado sólo una habitación para los dos. Probablemente había sido consciente de los peligros del camino, pero en cuanto a la habitación única, o estaba tan ansiosa de hacer el amor como él, o simplemente en¬tendía que no importaba allí en el campo, donde nadie les conocía.
Lo cual no era exactamente el caso. El posadero reconoció a Nicholas y le llamó por su nombre. A través de los años se había hospedado allí un número de veces suficiente para que el hombre se acordara de él. Uno de los huéspedes que se encontraban en la sala le reconoció también, o pareció hacerlo. De hecho, aquel sujeto miraba a _____, y con una expresión que indicaba que estaba viendo un ángel... o un fantasma.
Pero la pareja no reparó en ello, y de nuevo la diplomacia de Nicholas le abandonó en cuanto hubo cerrado la puerta a su espalda. Encender las lámparas podía esperar. Desnudarse por completo podía esperar también. Nicholas casi echó a ______ sobre la cama y la besó tan intensamente, que ella no habría podido emitir ni una sola queja. Pero no se quejaba lo más mínimo. De hecho, Nicholas no sabía cuál de los dos estaba más encendido de deseo.
A _____, la falta de control de Nicholas le resultaba increíblemente erótica. Él se despojó de la chaqueta y la arrojó. Ella llevaba la suya sobre el brazo y la dejó caer cuando Nicholas la echó sobre la cama. Éste se desabrochó los puños de la camisa y se la quitó aboto¬nada por la cabeza. _____ se apresuró a desabrocharse la blusa, te¬miendo que él se la arrancara sino lo hacía. Nicholas le bajó la cami¬sola, le sujetó ambos pechos y hundió la cabeza entre ellos con un gemido. Le chupó uno hasta que ella le suplicó clemencia. Sin dejar de besarla y chuparla, Nicholas le recorrió con su ardiente boca el escote y se detuvo en el cuello. Entonces se le acercó al oído y le susurró con voz ronca:
―Tócame. Me encanta cuando me tocas.
Se puso boca arriba y la sentó sobre sus muslos para facilitarle la tarea. Las manos de ______ se movieron sobre su pecho, pellizcándole las tetillas suavemente. Nicholas gimió cuando ella se inclinó para lamerle una y se excitó tanto que estuvo a punto de hacerla caer. Tras arremangarle la falda, introdujo las manos en sus bragas y le sujetó el trasero, presionándole la pelvis contra su erección. Pero eso a ella no le bastaba, no era más que una provocación. Quería sentirle dentro, duro, caliente y bien hundido. Ya no podía espe¬rar más.
Sus gemidos así lo manifestaron. Nicholas la cogió del pelo con una mano, le acercó la boca hacia la suya al tiempo que se colocaba encima de ella y le quitaba las bragas con la otra mano. Entonces _____ vio cumplido su anhelo: él estaba en su interior ardiente, hundiéndose profundamente en sus entrañas, y ella estalló a su alrede¬dor, succionándole aún más adentro; gritos de placer se escapaban de sus labios mientras él seguía empujando una y otra vez, hasta que su propio grito resonó en la habitación.
El corazón de Nicholas todavía latía con fuerza. Sin lugar a dudas, ése había sido el orgasmo más espectacular de su vida. ¿De modo que era eso lo que ocurría cuando uno debía reprimir su deseo durante horas y horas?.
No, ya había experimentado antes esa espera. Pero nunca había sido así. Era _____. Por alguna razón, ella le afectaba como ningu¬na otra mujer lo había hecho nunca. Y no sólo en las relaciones se¬xuales. Ese anhelo de estar con ella a cada momento del día, cuando sabía demasiado bien que no podía hacerlo, le causaba una frustra¬ción tan grande que no sabía cómo superarla.
Nicholas no estaba dispuesto a separarse de ella ni siquiera por un momento, pero finalmente terminó de desvestirse. Incluso se levan¬tó y encendió algunas lámparas, pues aún era temprano y no estaba nada cansado.
―No hemos traído nada con que dormir ―señaló _____ cuan¬do él se reunió con ella en la cama.
―No es cierto ―repuso Nicholas, volviendo a atraerla hacia sí―. No sé tú, pero yo voy a dormir en tus brazos. Puedes intentar dormir en los míos.
―Si crees que eso dará resultado, supongo que confiaré en tu cri-terio.Se acurrucó contra él para sentirse cómoda―. Me resulta extraño estar en una posada sin tener que robar a los huéspedes.
Nicholas soltó una risita.
―No tengo que encerrarte aquí dentro, ¿verdad? ¿Podrás controlarte mientras estamos aquí?
―Me lo estoy pensando. Al fin y al cabo los huéspedes arman ruido cuando descubren que les han robado. Creo que no me gustaría que el alboroto me despertara.
No dijo nada más. Nicholas esperó casi un minuto y luego levato la cabeza para ver si ______ sonreía. No lo hacía, ni siquiera un poco.
―Lo has dicho en broma, ¿verdad?
―Claro que sí, amigo ―le aseguró ella―. Pero ya que has sacado el tema del control de sí mismo, deberías aplicarte el cuento.
―Ni hablar. Ya me haces esperar demasiado. Un poco más y creo que me volveré loco.
_____ soltó un bufido.
―No, no lo harás, y no me refería a esa clase de control. Me refería a tus celos.
―¡Celos! ―exclamó él, y añadió con indignación―: No he estado celoso en mi vida.
―¿Entonces por qué has despedido a Carlton esta mañana, eh?¬
―Ah, eso ―dijo Nicholas encogiéndose de hombros―. Fue, fue..., bueno, fue..., hum..., no sé qué diablos fue eso, pero desde luego no fue...
―Sí lo fue. Y fue ridículo. Ni siquiera te detuviste a averiguar por qué estaba sentada encima de él antes de despedir al pobre muchacho. Deberías confiar en mí, Nicholas, porque la única forma de que esto funcione para nosotros es que sólo funcione para nosotros. ¿Entiendes lo que quiero decir?
―Ni lo más mínimo.
____ emitió un prolongado suspiro.
―He hecho una excepción contigo. Si empiezo a hacer el amor con cualquier otro, entonces me habré convertido en lo que jure que nunca sería jamás. Así pues, no habrá ningún otro hombre para mí. Cuando hayamos terminado, esperaré a casarme con algún tipo, y lo haré sin pedirle a nadie su opinión, y espero que nadie me las pida.
Él la atrajo más hacia sí.
―______, cariño, dudo muy seriamente que llegaremos a separarnos nunca.
Ella no respondió de inmediato. Nicholas contuvo la respiración hasta que la oyó decir:
―A menos que me ofrezcan un trabajo mejor.
Nicholas se incorporó. Ella le hizo tenderse otra vez.
―Hablaba en broma, amigo. Vaya, conoces la diferencia, ¿no?
Él frunció el ceño.
―Creo que conozco la diferencia, y no hablabas en broma ni lo más mínimo. ¿Qué trabajo podría tentarte a alejarte de mí?
Volvió a dar la impresión de que _____ no iba a contestarle, pero finalmente suspiró y dijo:
―El de esposa y madre. No lo he ocultado nunca. Quiero tener una familia propia. Tú ya tienes una familia, muy extensa, por lo que no anhelas tener otra nueva. Pero con el tiempo me iré para realizar mis objetivos.
Nicholas la estrechó contra sí, con más fuerza de la necesaria. No le gustaba que ella le recordara sus objetivos, pero ese «con el tiempo» podía distar años, incluso era posible que no llegara nunca, por lo que no iba a preocuparse ahora que su relación marchaba tan bien.
Un poco después confesó:
―No sé cómo puedo contener lo feliz que soy ahora.
______ había estado adormilándose, pero al oír eso se despertó por completo. Se incorporó para mirarle.
―¿Lo eres de verdad?
―No lo habría dicho si no lo fuera. Pero me gustaría que em¬pezaras a compartir mi cama en casa. Ahora el personal ya conoce lo nuestro. Lo he dejado perfectamente claro esta mañana, ¿no es cierto?
Ella le miró con los ojos entrecerrados.
―Si me dices que esa estupidez fue deliberada, te pellizcaré... muy fuerte.
―Bueno, no fue deliberado en absoluto. ―Y entonces sonrió―. Pero ha dado bastante buen resultado, ¿no crees?
――Creo que es mejor que dejemos las cosas como están. Tú sigues tratando de convertirme en tu amante. Ya basta. Te he expuesto mis condiciones. Serán siendo siempre las mismas.
―Sí, pero ¿qué tiene eso que ver con dormir juntos cada noche, dormir, _____. Me gusta mucho tenerte entre mis brazos.
Ella le sonrió y volvió a acurrucarse en la cama.
―Es muy agradable, ¿verdad? Tendré que pensármelo. ―Y luego, cuando empezaba a sentirse vencida por el sueño, murmuró―¬, eres un camisón de noche estupendo, amigo, de veras.
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