The Driveway {Harry Styles}

El ruido de los primeros cañonazos dio paso a la tarde. Aprieto mis ojos y espero el segundo, mis oídos tensos contra el silencio. Siete tiros llegan como uno, en saludo a Louis. Con el segundo estallido, abro mis ojos y me enfoco en el tirador más joven que está parado al final. Sus manos enguantadas habían temblado mientras levantaba su rifle, pero ahora están firmes. Un tercer disparo. Los rifles regresan a los hombros de sus portadores, el general se inclina, sus dedos rozando el césped, y recoge tres de los brillantes proyectiles gastados. Yo estoy de pie allí, firme como los soldados, mientras mi tía llora suavemente a mi lado.

El clarín se adelanta y se lame los labios antes de levantar su trompeta. Se me ocurre que en realidad nunca he escuchado tocar a alguien en la vida real. Mientras las primeras notas emergen, intento estar presente en el momento, intento presionar en mi mente lo que este momento significa. Mi hermano está muerto. Y esta… esta canción significa que es real. Él está tocando para Louis.

El clarín está vestido como el resto de los soldados, pero su cara es más suave y de alguna manera, más gentil. Quizás porque sostiene un instrumento en lugar de un arma. Mantiene sus ojos abiertos mientras toca, y mira el ataúd con la bandera todo el tiempo, tocando para mi hermano. Y quiero hablarle sobre Louis porque, aun cuando siento la emoción detrás de su canción, estoy segura que él nunca lo conoció.

La tía Gina aprieta mi mano tan fuerte que duele, mientras está tratando de amortiguar sus sollozos. Junto mis labios, tragando los míos. Una de nosotras debe hacerlo. Louis estaría orgulloso de eso. Él siempre me dijo que debía lucir fuerte, incluso si no lo sentía, porque a veces eso es todo lo que puedes hacer.

Los soldados dejan las últimas notas de la canción ir a la deriva y establecen una distancia antes de dar un paso por la bandera. La levantan con cautela del ataúd y la doblan una vez, dos veces. El soldado joven, probablemente de la edad de mi hermano, la entrega al general.

El general es un hombre sombrío en sus cuarenta, cabello oscuro salpicado con gris. Él toma la bandera y da un paso adelante, mirando de mi tía a mí. Pero su mirada se fija en mí cuando camina a través del césped húmedo, y ahora mis rodillas se debilitan. No sé si Gina ha arreglado esto o si es porque figuro sólo yo en la lista de familiares, pero el general se detiene frente a mí. Sus ojos muestran pena, y mientras está parado ahí, me pregunto cuántas veces en su carrera ha tenido que hacer esto.

Él recita palabras que oigo pero que realmente no escucho:

—En representación del Comandante del Cuerpo de Marines y una nación agradecida, por favor acepte esta bandera como un símbolo de nuestro aprecio por su ser amado que sirvió a las tropas de nuestro país.

Mientras habla, estoy agradecida de que mis padres nunca tuvieron que pararse aquí y enterrar a su hijo, pero lamento un millón de veces el hecho de que estoy yo para hacerlo sola. Tan pronto como la bandera deja las manos del general y están en las mías, la aprieto contra mi pecho como si fuera el propio Louis, y ahora no puedo lucir tan fuerte. No creí que tuviera más en mí para llorar, que había gastado todo en las últimas dos semanas, pero las lágrimas fluyen inmediatamente, y cuando lo hacen, el general parece dar un paso fuera de su uniforme para estar de duelo conmigo. Nos paramos allí, yo encerrada dentro del círculo de sus medallas y parches, y él cree que esto es un consuelo, pero simplemente es tela rígida.

Susurro un “gracias” y retrocedo, y él aprieta mis hombros antes de dejarme ir. La tía Gina da un paso adelante y coloca sus brazos alrededor de mí, y el general y sus soldados se van. Caras de personas —mis amigos y los de Louis, profesores, entrenadores, compañeros de clases— pasan, con ojos hinchados y corazones rotos, ofreciendo sus condolencias. Cuando es el turno de Jade, no dice nada, pero me abraza fuertemente y eso dice todo. Más personas se acercan a nosotras para presentar sus respetos, y nosotras nos paramos ahí por lo que parece una eternidad, asintiendo, agradeciéndoles por venir, hasta que todos ellos se han ido.

La tía Gina se excusa para hablar con el director del funeral, y tengo un momento para mí. No quiero mirar el ataúd esperando a ser bajado a la tierra al lado de nuestros padres, así que camino hacia nuestro banco, aquel donde Louis y yo nos sentábamos cuando veníamos a visitarlos, y me siento, todavía abrazando la bandera contra mi pecho. Y ahí es cuando veo una silueta que reconozco, parado a alguna distancia, alguien que hasta ahora no me di cuenta que estaba faltando del torrente de caras.

Harry está parado ahí. Tiene puesto un traje apropiado y un moño, su cabello peinado hacia atrás, y luciría perfectamente respetable si no llevara una botella envuelta en papel colgando de su mano. Me pregunto quién le dijo. Ni siquiera había pensado en llamarlo, pero entonces, no hubiese sabido cómo comunicarme con él de todos modos. Él y Louis no habían hablado desde que Louis se enlistó, y no es como si fuéramos amigos.

Aun así.

Vino, y eso significa algo. Incluso si observó desde la distancia. Quiero caminar hacia allá y decirle que el que estuviera aquí significaría más para Louis que para nadie más. Que cualquiera que fueran las diferencias que habían tenido, estaban olvidadas. Pero cuando me paro, él levanta la botella a sus labios por un largo trago, entonces se gira y se va. Al igual que lo hizo hace un año.