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Sixteen Devils.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Sixteen Devils.
Katrina J. Mikaelson
No pasaron dos minutos para que el atónito silencio que se había instalado entre nosotros se disipara, tal cual lo hicieron las nubes, dejando al descubierto la imponente luna que colgaba en las alturas.
—¿Qué parte de «debemos mantenernos unidos», no comprenden? —nos pregunta, claramente exacerbada—. Momentos como estos son los que debemos mantener nuestras fuerzas unidas, protegiéndonos hasta de nuestros mismos demonios.
Keyla alzó ambos brazos cansinamente.
—¡Vamos! Todos sabemos lo que somos capaces de hacer, dejan de ser tan idiotas —dijo, sin ningún ápice de humor presente en el tono de su voz—. Podemos irnos a casa, cada uno sabrá entonces como defenderse.
Sus ojos recorren los cuerpos de los individuos que aún se encontraban presentas, implantando cierta cantidad de miedo ajena a la situación. Detuvo su mirada en sus dos amigos: Lucas y Louis. Ambos se miraron por un pequeño lapso, pero sus labios permanecieron sellados. Su mirada luego pasó por mi cuerpo.
«¡Claro! —pensé— ante la ausencia de Keira la va a tomar conmigo».
—¡Keyla! —ladró Raissa, dando un paso al frente—. No hagas eso. Esto es realmente importante.
—¿Qué?
Claro que sabía lo que estaba haciendo. Durante el poco tiempo que había podido analizarla minuciosamente, había comprendido fácilmente, que ella sabía utilizar a la perfección sus «dones», sacándoles un gran provecho propio.
El pequeño destello de tranquilidad, que segundos atrás había alumbrado, se esclareciera con ligereza. Aunque sea algo difícil de admitir, la presencia de Keira me provocaba cierto grado de tranquilidad. Pero, ahora que no estaba, su presencia había sido reemplazada por uno de los tan petulantes castaños que nos acompañaban, en mi caso por Connor.
—¿Qué se supone que debemos hacer ahora? —inquirió Alice, frotándose ambos brazos con las manos.
—Debemos encontrarlos. —El semblante (hasta ahora tranquilo) que mantenía Raissa se vio un poco desmoronado, incitándonos a creer que era solo por el efecto del frio. La inquietud claramente no hacía parte del comportamiento de ella, o mínimamente en aquellos casos, que eran los que nos habían dado la oportunidad de conocerla con simpleza—. Por el bien de todos nosotros, debemos encontrarlos.
Intenté ahogarme en el mar de mis pensamientos, aspirando a pasar inadvertida, como lo había hecho la gran parte de la noche. Las situaciones como esa, eran capaz de agobiarme casi por completo, y estaba segura que no halaría solo por mí misma si lo hubiera dicho en voz alta.
—¿Cómo sabremos dónde están? —preguntó Harry; provocando un ruidoso bufido por parte de la muchacha que se encontraba a su lado.
—Raissa…
La vi cerrar los ojos, casi como si estuviera librando una verdadera batalla en su interior. Tanto su mandíbula, como sus puños se tensaron, estos últimos cerrándose simultáneamente. Pronto, una sutil capa de sudor apareció, dándole a su rostro un aspecto perlado.
Noah, quien era el ser más próximo a la muchacha, trató de sostenerla con firmeza; con ayuda de Liam. La castaña se removió ente el par de brazos, incapaz de profesar alguna palabra concreta, o mínimamente algún tipo de exclamación al aire.
Veintidós segundos. Tan solo veintidós segundos más tarde, Raissa abrió los ojos. Mi mirada (al igual que la del resto de presentes) cayó inmediatamente sobre sus ojos; desabridos en un principio, para luego tomar un bello e impactante azul, que a la luz de la luna se le percibía como un verde fulgente.
—No… No sé con exactitud qué es lo que ocurre —masculló entre dientes—; mis pensamientos están aparentemente bloqueados.
—Vamos Raissa, sabes que tú eres la única que puede localizarlos así de fácil —bramé, chasqueando mis dedos frente a sus ojos.
¿Qué acaso no podía invertir los hechos a nuestro favor en un parpadeo? Bien, justo cuando por un momento mi neurosis me había obligado a profesar la información que todo el tiempo nos habían suministrado, cae la tormenta sobre nosotros, acompañada de rayos; suprimiendo todo rasgo de tranquilidad del aire; casi haciéndonos implorar por clemencia.
Caminé unos pasos, dejandome embriagar por mis pensamientos.
Desvié mi camino, para observar la magnitud que la ciudad imponía ante nuestros ojos. Quizá nunca me había dado el tiempo de apreciarlo como se debía, enfrascada vagamente en la pequeña burbuja a la que solo unos días antes habían explotado sin ton ni son, viéndome enfrentada a un grupo de chicos aparentemente similares a mí, o al menos eso trataba de creer.
Mi mente divagó un sinnúmero de situaciones en mi infancia, encajando todos los pequeños cabos sueltos que llevaba conmigo desde aquella época. Siempre supe que las situaciones a la que alguna vez me había enfrentado no tenían lugar dentro de una realidad centrada en las explicaciones explicitas e informativas a más no poder.
También estaba entonces los recuerdos de Daniel (el estúpido chico que había sido el detonante que me llevó a descubrir mis poderes, aquella parte de mí que nunca la sentí propia, tal como lo demostraban otros de los afectados). Aquella extraña fotografía que me había brindado la información que mis pensamientos solicitaban en silencio, sin ningún ápice de divulgarlos.
—Bien —me dijo Connor, tomando asiento a mi lado—, al parecer las cosas no van mejor. Debemos encontrarlos, pero no podemos arriesgarnos a correr por allí separados. Como Raissa ya ha dicho, debemos mantenernos unidos.
—Bueno… —refunfuñé entre dientes, ante la falta de movimientos asertivos por nuestra parte.
—Solo queda esperar.
Bufé en repuesta, sellando mis labios después.
También estaba aún ese pequeño detalle: la gestión de la situación. Cada acción que realizáramos conllevaba una respuesta (la mayoría negativas, basándome en el cortejo de experiencias ya vividas). Tal vez si nos hubiéramos preocupado por nuestras acciones en un primer plano, las respuestas no habrían sido perjudiciales para nosotros, o mínimamente Charlotte seguiría ahí, a nuestro lado.
Mis manos se cerraron en torno a mi teléfono celular, después de la casi quincuagésima vez que la otra línea me cortaba de inmediato. Bien, para que Keira haya contestado su teléfono en una situación como aquella (enfatizando dicho momento), debía haber ocurrido algo.
Mis ojos observaron el aparato por unos cuantos segundos, para luego seguirlo en su recorrido a la nada, después de haberlo arrojado con el ímpetu de una jugadora de béisbol. Mi mirada siguió su recorrido, estancándose en la sombra negra alrededor de mi muñeca.
El dichoso brazalete de Keira, el cual había tomado días después de la estúpida fiesta. Al parecer, mis intenciones hasta el momento no habían recorrido la idea de devolvérselo, o bueno, no próximamente. Por alguna razón, mi razonamiento llegó al borde de mis pensamientos, terminado por arremeterse sobre mis acciones y tomar rápidamente el material trenzado en un extraño patrón que se encontraba alrededor de mi muñeca.
Estrujé con fuerza el material entre mis manos. De alguna manera (tal vez no del todo consiente), estaba segura de mi misma, y de mis poderes por ende.
La fuerza de la reacción me secó la boca, dejándome sin palabras.
» Tres siluetas aparecieron a mi vista, aunque no todas eran féminas, había un muchacho entre ellas. Claro, ¿quién más podría ser? Keira, Zayn y Charlotte. Mínimamente tenía la satisfacción de que se encontraban juntos, era algo bueno.
Las paredes eran de un color grisáceo, destruidas en ciertos puntos. El olor a rancio con una pizca de amoniaco, produjo un sabor bilioso en mi garganta. Era una especie de bodega, o eso esperaba yo.
De pronto, un largo cortejo de imágenes, paso antes mis ojos: la calle, totalmente desolada; las luces de las casas adornaban en la lejanía, tal vez demasiado lejanas; los pocos vehículos que habían esparcidos, eran grandes e imponentes, la mayoría con cierto estilo antiguo, dado por la gran cantidad de años sobre sus latas. Estaban en la zona industrial de la ciudad.
Un estruendo azotó la totalidad de la imagen. La destrucción inmediata del metal, hizo que mis oídos dolieran.
Tosí por instinto, tratando de retoma la compostura y continuar. Las cosas no iban nada bien, en definitiva.
La imagen en mi cabeza se vio más borrosa que en un comienzo, tejida entre líneas. Las voces también se distorsionaron, cosa que me hizo apretar con más ímpetu el brazalete; podía sentir mis uñas clavándose en el interior de mi mano. ¡Demonios!
La imagen desapareció, justo cuando mis ojos se abrieron, dejándome como última imagen presente, una borrosa mancha de agua.
—¿Estás bien? —me preguntó Connor, aun a mi lado—. Estas en un momento… ida.
Parpadeé. ¿Acaso había estado extasiada en mis pensamientos, mientras el sinfín de imágenes e reproducían en mi cabeza, aun con los ojos abiertos?
Humedecí mis labios antes de responder.
—Sí, yo… Sí, estoy bien—le respondí rápidamente—. Mejor que nunca.
Sus manos trazaron un recorrido desde el puente de su nariz, hasta su cabello. Un movimiento que denotó la fuerte presencia de nervios.
—¿Qué tienes ahí?
Dirigí mi vista a donde sus manos apuntaban: el brazalete.
—Es de Keira. Lo tomé prestado hace unos días, aun no se lo devuelvo.
Claramente, mi respuesta sin ningún ápice de ironía, tampoco sarcasmo no era de esperarse. Debía admitir que últimamente, la necesidad de mirar sobre su hombro, sintiéndome superior (de alguna manera) no me atraía tanto. Quizá debido a las situaciones recientes por las que habíamos enfrentado todos juntos. Todos estábamos cambiando, o al menos, abriendo nuestro pensamiento a ello.
La vaga idea de narrarle aquellas imágenes reproducidas en mi cabeza, era simplemente impensable. Aunque no cabía duda, que si continuábamos en ese mismo estado, la pesadilla sería interminable.
—¿Sabes? —Enfrenté su mirada—. Creo que ya sé dónde están.
Los pasos firmes de Raissa guiaron nuestro recorrido a pie.
Las instalaciones estaban más deterioradas que la vieja capilla que había cerca de casa. Y el infaltable olor a putrefacción estaba presente, tal cual lo había predicho. Nuevamente tuve que controlar el desagradable sabor bilioso que se instaló en mi garganta, seguro que no había sido la única.
«Bien —razoné—. Qué mejor lugar que uno donde nadie en su sano juicio estaría dispuesto a acercarse»
—¡Eh! ¡Manada de idiotas! —gritó Lucas, sonriendo—. La puerta está por aquí.
Rodé fugazmente los ojos. Todavía guardaba las ganas de arremeterme sobre él y dejarle un buen ojo morado. Aunque, pensándolo mejor, no sería una buena idea.
Caminamos en conjunto. A mi lado derecho estaba Alice, seguida por Noah, que torneaba su brazo alrededor del de su compañera. Más adelante estaba Louis, seguido por Keyla, la cual de vez en cuando no tenía problema en expresar la disconformidad que sentía en aquel momento. Bien, y a mi izquierda estaba Connor, ensimismado desde que habíamos partido.
El insufrible hedor seso una vez ingresamos por la puerta (la cual había crujido intensamente con el más simple movimiento). Las paredes eran grisáceas, al igual que el suelo, construidos ambos del más puro cemento recién hecho.
—¡Los estábamos esperando!
La gruesa e inusual voz nos sorprendió a todos. Venía acompañada de un extraño pitido, que produjo rápidamente un agudo dolor en mis odios.
De repente, un sinfín de sombras llenó el lugar, arremetiéndonos a cada uno por separado y estampándonos sobre las paredes.
Jadeé en respuesta, para después observar como una fina ola de oscuridad inundó lo que quedaba de luz.
—¿Qué parte de «debemos mantenernos unidos», no comprenden? —nos pregunta, claramente exacerbada—. Momentos como estos son los que debemos mantener nuestras fuerzas unidas, protegiéndonos hasta de nuestros mismos demonios.
Keyla alzó ambos brazos cansinamente.
—¡Vamos! Todos sabemos lo que somos capaces de hacer, dejan de ser tan idiotas —dijo, sin ningún ápice de humor presente en el tono de su voz—. Podemos irnos a casa, cada uno sabrá entonces como defenderse.
Sus ojos recorren los cuerpos de los individuos que aún se encontraban presentas, implantando cierta cantidad de miedo ajena a la situación. Detuvo su mirada en sus dos amigos: Lucas y Louis. Ambos se miraron por un pequeño lapso, pero sus labios permanecieron sellados. Su mirada luego pasó por mi cuerpo.
«¡Claro! —pensé— ante la ausencia de Keira la va a tomar conmigo».
—¡Keyla! —ladró Raissa, dando un paso al frente—. No hagas eso. Esto es realmente importante.
—¿Qué?
Claro que sabía lo que estaba haciendo. Durante el poco tiempo que había podido analizarla minuciosamente, había comprendido fácilmente, que ella sabía utilizar a la perfección sus «dones», sacándoles un gran provecho propio.
El pequeño destello de tranquilidad, que segundos atrás había alumbrado, se esclareciera con ligereza. Aunque sea algo difícil de admitir, la presencia de Keira me provocaba cierto grado de tranquilidad. Pero, ahora que no estaba, su presencia había sido reemplazada por uno de los tan petulantes castaños que nos acompañaban, en mi caso por Connor.
—¿Qué se supone que debemos hacer ahora? —inquirió Alice, frotándose ambos brazos con las manos.
—Debemos encontrarlos. —El semblante (hasta ahora tranquilo) que mantenía Raissa se vio un poco desmoronado, incitándonos a creer que era solo por el efecto del frio. La inquietud claramente no hacía parte del comportamiento de ella, o mínimamente en aquellos casos, que eran los que nos habían dado la oportunidad de conocerla con simpleza—. Por el bien de todos nosotros, debemos encontrarlos.
Intenté ahogarme en el mar de mis pensamientos, aspirando a pasar inadvertida, como lo había hecho la gran parte de la noche. Las situaciones como esa, eran capaz de agobiarme casi por completo, y estaba segura que no halaría solo por mí misma si lo hubiera dicho en voz alta.
—¿Cómo sabremos dónde están? —preguntó Harry; provocando un ruidoso bufido por parte de la muchacha que se encontraba a su lado.
—Raissa…
La vi cerrar los ojos, casi como si estuviera librando una verdadera batalla en su interior. Tanto su mandíbula, como sus puños se tensaron, estos últimos cerrándose simultáneamente. Pronto, una sutil capa de sudor apareció, dándole a su rostro un aspecto perlado.
Noah, quien era el ser más próximo a la muchacha, trató de sostenerla con firmeza; con ayuda de Liam. La castaña se removió ente el par de brazos, incapaz de profesar alguna palabra concreta, o mínimamente algún tipo de exclamación al aire.
Veintidós segundos. Tan solo veintidós segundos más tarde, Raissa abrió los ojos. Mi mirada (al igual que la del resto de presentes) cayó inmediatamente sobre sus ojos; desabridos en un principio, para luego tomar un bello e impactante azul, que a la luz de la luna se le percibía como un verde fulgente.
—No… No sé con exactitud qué es lo que ocurre —masculló entre dientes—; mis pensamientos están aparentemente bloqueados.
—Vamos Raissa, sabes que tú eres la única que puede localizarlos así de fácil —bramé, chasqueando mis dedos frente a sus ojos.
¿Qué acaso no podía invertir los hechos a nuestro favor en un parpadeo? Bien, justo cuando por un momento mi neurosis me había obligado a profesar la información que todo el tiempo nos habían suministrado, cae la tormenta sobre nosotros, acompañada de rayos; suprimiendo todo rasgo de tranquilidad del aire; casi haciéndonos implorar por clemencia.
Caminé unos pasos, dejandome embriagar por mis pensamientos.
Desvié mi camino, para observar la magnitud que la ciudad imponía ante nuestros ojos. Quizá nunca me había dado el tiempo de apreciarlo como se debía, enfrascada vagamente en la pequeña burbuja a la que solo unos días antes habían explotado sin ton ni son, viéndome enfrentada a un grupo de chicos aparentemente similares a mí, o al menos eso trataba de creer.
Mi mente divagó un sinnúmero de situaciones en mi infancia, encajando todos los pequeños cabos sueltos que llevaba conmigo desde aquella época. Siempre supe que las situaciones a la que alguna vez me había enfrentado no tenían lugar dentro de una realidad centrada en las explicaciones explicitas e informativas a más no poder.
También estaba entonces los recuerdos de Daniel (el estúpido chico que había sido el detonante que me llevó a descubrir mis poderes, aquella parte de mí que nunca la sentí propia, tal como lo demostraban otros de los afectados). Aquella extraña fotografía que me había brindado la información que mis pensamientos solicitaban en silencio, sin ningún ápice de divulgarlos.
—Bien —me dijo Connor, tomando asiento a mi lado—, al parecer las cosas no van mejor. Debemos encontrarlos, pero no podemos arriesgarnos a correr por allí separados. Como Raissa ya ha dicho, debemos mantenernos unidos.
—Bueno… —refunfuñé entre dientes, ante la falta de movimientos asertivos por nuestra parte.
—Solo queda esperar.
Bufé en repuesta, sellando mis labios después.
También estaba aún ese pequeño detalle: la gestión de la situación. Cada acción que realizáramos conllevaba una respuesta (la mayoría negativas, basándome en el cortejo de experiencias ya vividas). Tal vez si nos hubiéramos preocupado por nuestras acciones en un primer plano, las respuestas no habrían sido perjudiciales para nosotros, o mínimamente Charlotte seguiría ahí, a nuestro lado.
Mis manos se cerraron en torno a mi teléfono celular, después de la casi quincuagésima vez que la otra línea me cortaba de inmediato. Bien, para que Keira haya contestado su teléfono en una situación como aquella (enfatizando dicho momento), debía haber ocurrido algo.
Mis ojos observaron el aparato por unos cuantos segundos, para luego seguirlo en su recorrido a la nada, después de haberlo arrojado con el ímpetu de una jugadora de béisbol. Mi mirada siguió su recorrido, estancándose en la sombra negra alrededor de mi muñeca.
El dichoso brazalete de Keira, el cual había tomado días después de la estúpida fiesta. Al parecer, mis intenciones hasta el momento no habían recorrido la idea de devolvérselo, o bueno, no próximamente. Por alguna razón, mi razonamiento llegó al borde de mis pensamientos, terminado por arremeterse sobre mis acciones y tomar rápidamente el material trenzado en un extraño patrón que se encontraba alrededor de mi muñeca.
Estrujé con fuerza el material entre mis manos. De alguna manera (tal vez no del todo consiente), estaba segura de mi misma, y de mis poderes por ende.
La fuerza de la reacción me secó la boca, dejándome sin palabras.
» Tres siluetas aparecieron a mi vista, aunque no todas eran féminas, había un muchacho entre ellas. Claro, ¿quién más podría ser? Keira, Zayn y Charlotte. Mínimamente tenía la satisfacción de que se encontraban juntos, era algo bueno.
Las paredes eran de un color grisáceo, destruidas en ciertos puntos. El olor a rancio con una pizca de amoniaco, produjo un sabor bilioso en mi garganta. Era una especie de bodega, o eso esperaba yo.
De pronto, un largo cortejo de imágenes, paso antes mis ojos: la calle, totalmente desolada; las luces de las casas adornaban en la lejanía, tal vez demasiado lejanas; los pocos vehículos que habían esparcidos, eran grandes e imponentes, la mayoría con cierto estilo antiguo, dado por la gran cantidad de años sobre sus latas. Estaban en la zona industrial de la ciudad.
Un estruendo azotó la totalidad de la imagen. La destrucción inmediata del metal, hizo que mis oídos dolieran.
Tosí por instinto, tratando de retoma la compostura y continuar. Las cosas no iban nada bien, en definitiva.
La imagen en mi cabeza se vio más borrosa que en un comienzo, tejida entre líneas. Las voces también se distorsionaron, cosa que me hizo apretar con más ímpetu el brazalete; podía sentir mis uñas clavándose en el interior de mi mano. ¡Demonios!
La imagen desapareció, justo cuando mis ojos se abrieron, dejándome como última imagen presente, una borrosa mancha de agua.
—¿Estás bien? —me preguntó Connor, aun a mi lado—. Estas en un momento… ida.
Parpadeé. ¿Acaso había estado extasiada en mis pensamientos, mientras el sinfín de imágenes e reproducían en mi cabeza, aun con los ojos abiertos?
Humedecí mis labios antes de responder.
—Sí, yo… Sí, estoy bien—le respondí rápidamente—. Mejor que nunca.
Sus manos trazaron un recorrido desde el puente de su nariz, hasta su cabello. Un movimiento que denotó la fuerte presencia de nervios.
—¿Qué tienes ahí?
Dirigí mi vista a donde sus manos apuntaban: el brazalete.
—Es de Keira. Lo tomé prestado hace unos días, aun no se lo devuelvo.
Claramente, mi respuesta sin ningún ápice de ironía, tampoco sarcasmo no era de esperarse. Debía admitir que últimamente, la necesidad de mirar sobre su hombro, sintiéndome superior (de alguna manera) no me atraía tanto. Quizá debido a las situaciones recientes por las que habíamos enfrentado todos juntos. Todos estábamos cambiando, o al menos, abriendo nuestro pensamiento a ello.
La vaga idea de narrarle aquellas imágenes reproducidas en mi cabeza, era simplemente impensable. Aunque no cabía duda, que si continuábamos en ese mismo estado, la pesadilla sería interminable.
—¿Sabes? —Enfrenté su mirada—. Creo que ya sé dónde están.
✖✖✖
Los pasos firmes de Raissa guiaron nuestro recorrido a pie.
Las instalaciones estaban más deterioradas que la vieja capilla que había cerca de casa. Y el infaltable olor a putrefacción estaba presente, tal cual lo había predicho. Nuevamente tuve que controlar el desagradable sabor bilioso que se instaló en mi garganta, seguro que no había sido la única.
«Bien —razoné—. Qué mejor lugar que uno donde nadie en su sano juicio estaría dispuesto a acercarse»
—¡Eh! ¡Manada de idiotas! —gritó Lucas, sonriendo—. La puerta está por aquí.
Rodé fugazmente los ojos. Todavía guardaba las ganas de arremeterme sobre él y dejarle un buen ojo morado. Aunque, pensándolo mejor, no sería una buena idea.
Caminamos en conjunto. A mi lado derecho estaba Alice, seguida por Noah, que torneaba su brazo alrededor del de su compañera. Más adelante estaba Louis, seguido por Keyla, la cual de vez en cuando no tenía problema en expresar la disconformidad que sentía en aquel momento. Bien, y a mi izquierda estaba Connor, ensimismado desde que habíamos partido.
El insufrible hedor seso una vez ingresamos por la puerta (la cual había crujido intensamente con el más simple movimiento). Las paredes eran grisáceas, al igual que el suelo, construidos ambos del más puro cemento recién hecho.
—¡Los estábamos esperando!
La gruesa e inusual voz nos sorprendió a todos. Venía acompañada de un extraño pitido, que produjo rápidamente un agudo dolor en mis odios.
De repente, un sinfín de sombras llenó el lugar, arremetiéndonos a cada uno por separado y estampándonos sobre las paredes.
Jadeé en respuesta, para después observar como una fina ola de oscuridad inundó lo que quedaba de luz.
Última edición por Sophia. el Mar 03 Dic 2013, 8:34 pm, editado 1 vez
Sophia.
Re: Sixteen Devils.
Ay, perdón otra vez por la tardanza. mi cabeza estaba seca, tenía ideas pero no era capaz de escribirlas bien. tiene pocos diálogos, i know. pero estaba así super-nerviosa y sigue: Deya.
Sophia.
Re: Sixteen Devils.
Se que no tengo nada que ver aquí...
PERO ME MEGA ENCANTO LA N.C!!
Eh estado desde la madrugada leyéndola y la historia me ah atrapado. Me encanta cada uno de los personajes, cada uno con su forma de ser, simplemente perfectos.
Son unas fantásticas escritoras, hace tiempo que no leía nada que me hiciera imaginar cada una de las cosas que pasaban, sentir lo que sienten y sentirme identificada.
Las parejas son tan hermosas, sobre todo la de Lucas y Aline, son tan sexys :cosi: .
Eh estado así toda la N.C.
Ojalá que no se quede estancada jamas, por que quiero saber como terminará todo esto.
Reitero que cada una de ustedes escribe fantástico y que la sigan pronto:333
Espero que no se aburran de mi, porque estaré muy seguido comentando ccc:
PERO ME MEGA ENCANTO LA N.C!!
Eh estado desde la madrugada leyéndola y la historia me ah atrapado. Me encanta cada uno de los personajes, cada uno con su forma de ser, simplemente perfectos.
Son unas fantásticas escritoras, hace tiempo que no leía nada que me hiciera imaginar cada una de las cosas que pasaban, sentir lo que sienten y sentirme identificada.
Las parejas son tan hermosas, sobre todo la de Lucas y Aline, son tan sexys :cosi: .
Eh estado así toda la N.C.
Ojalá que no se quede estancada jamas, por que quiero saber como terminará todo esto.
Reitero que cada una de ustedes escribe fantástico y que la sigan pronto:333
Espero que no se aburran de mi, porque estaré muy seguido comentando ccc:
Dhamar
23.
Harry Styles
El frágil y de repente escuálido cuerpo de Alison, yacía en el suelo, con un lago de una sustancia roja oscura, que rodeaba su cabeza poco a poco. Estaba sangrando. Entonces levanté la mirada y pude ver a Jason Adams, el idiota del curso que era caracterizado por su necesidad de estar rodeado de un ambiente violento e inmaduro. Por su mirada vacía y fija sobre la pobre chica de 13 años, supe que el culpable de todo siempre fue él. Mi cabeza comenzaba a zumbar y mis puños se cerraron; no me importaron las uñas cortando mis manos.
Mi prima pudo estar muerta, o a punto de estarlo, y yo no permitiría que se acabara así como así.
Me enfoqué en sus manos, sucias y llenas de tierra, pero además de eso, cabellos dorados y largos (de Alison, era obvio), junto con su sangre, bañaban sus miembros.
Liberé mis manos y entonces él salió volando; su cuerpo impactó contra la pared de su casa y escuché perfectamente el crujido de sus huesos y lo que fue más satisfactorio: la sangre brotando de su cráneo y pintando su pared de ladrillo, también.
—¡Harry! —la voz de mi padrastro rompió mi concentración, y ya no pude seguir con el placer de ver el miedo en los ojos de Jason—. ¡Harry, detente!
—Ya me había detenido, de todos modos —comenté una vez que estuvo detrás de mí, y no hacía falta levantar la voz para ser escuchado. Mi vista seguía sobre el puberto de aspecto grasiento, a punto de desfallecer, tal vez—. Él se lo merecía… Mató a Alison —sentí el nudo en mi garganta y alejé las lágrimas de mis ojos, parpadeando.
Tuve que girar sobre mis tobillos para ver su expresión, y cuando le dije las últimas palabras, el miedo también lo comenzaba a inundar.
Se acercó a Alison, cuidadoso de no dar un paso en falso y caer de bruces contra el suelo. Vi cómo situaba su índice y su dedo medio debajo, en la mandíbula de mi pequeña prima, comprobando su estado.
Mordí mi labio inferior al verla. Tan pequeña, tan hermosa, tan simpática… No se merecía ese destino. Era injusto que terminara así por tratar de defender a Spike, el pequeño Dóberman miniatura que mis tíos me regalaron de cumpleaños, de mi vecino psicópata.
Estaba dispuesto a ejercer más fuerza en mis pensamientos sobre el cuerpo de Jason cuando lo vi moverse, adolorido y pálido, en el suelo, pegándose a la pared y llorando en llamado a su madre.
Patético.
—Sigue viva, Harry, tranquilízate y para —me tomó del brazo y me jaló hacia atrás, señalando con un asentimiento a la casa.
A regañadientes me metí en la casa, dejando a Jason medio muerto, pero un poco más tranquilo por la vida aún intacta de mi prima.
Steve fue al hospital, para el cuidado de Alison, y yo tuve que entretenerme leyendo durante toda su ausencia, sólo en caso de que las ganas de terminar con la vida de Jason volvieran y con una intensidad que no fuera capaz de ignorar.
—Tenemos que hablar —fue lo primero que dijo cuando cerró la puerta de mi habitación y, por si acaso, le sumó el seguro. Se sentó en la orilla de mi cama. Tragué saliva lo más disimulado que pude, incómodo por su incesante mirada contra la mía—. Debes aprender a controlarte, Harry, verás…
Su conocimiento acerca de mis habilidades especiales ya no me sorprendía, a decir verdad. En los primeros meses luego de que mi madre, Anne, y él vivieron juntos (conmigo, por más que me sintiera insatisfecho con la convivencia), sus constantes preguntas relacionadas con poderes psíquicos me ayudaron a descubrirlos.
—Tú me pediste que comenzara a practicar; pues adivina, ya lo hice. Con Jason.
Su enojo por el comentario, tampoco me extrañó.
—Está bien que practiques, en serio que sí, pero sólo te pido que lo hagas con objetos, totalmente alejado de personas que puedas lastimar. Harry… Hay personas observándote; personas malas, y si no eres cuidadoso, pueden llegar a aprovecharse de tu imprudencia y… Las cosas no terminarán bien, ¿lo entiendes? —asentí y suspiró.
—Lo entiendo, pero, ¿personas observándome? ¿Y cómo, si es que nunca las he visto o me he sentido, al menos, observado?
—Al igual que tú, ellos tienen habilidades, pero mucho más desarrolladas, y créeme, son las personas más peligrosas que podrías imaginar.
Una, dos, tres punzadas en mi espalda. Apreté las manos y las sentí heladas. Mi boca estaba seca y mi cabeza punzaba. Todo a mi alrededor lo sentí incierto, irreal; era como si estuviera flotando en el espacio, vacío. Pero los quejidos y gruñidos de alguien, me hicieron caer a la realidad, y en un acto reflejo, salté sobre la camilla, que era dura y estaba fría. Para mi desgracia, elegí un mal día para usar una camiseta azul marino de mangas cortas. La ligera briza en el cuarto que estábamos chocaba contra mi piel y me estremecía ligeramente, como consecuencia.
Levanté un poco la cabeza, por más que me doliera, molesto, muchísimo más por las esposas que aprisionaban mis muñecas y las correas que pegaban mis pies al hierro en el borde de la camilla. Siempre me molestó sentirme esclavo de alguien.
Doce personas más, en las mismas condiciones, se encontraban en la habitación, pero al parecer inconscientes; todas menos Alice. Ella estaba en la camilla a mi lado derecho.
—Ho… Hola —tartamudeó, su voz ronca y rasposa.
—Hola —devolví, y me sorprendí al encontrar mi voz en las mismas condiciones.
—Lo sé, al parecer esas… —frunció el entrecejo, mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas— personas, nos hicieron tragar algo. No estoy muy segura.
Asentí y entrecerré los ojos, buscando en la habitación, que parecía ser un sótano abandonado, con ratones corriendo y escabulléndose en los agujeros en las paredes, goteras y arañas (incluso otras porquerías más), a alguien más.
Charlotte, Keira y Zayn estaban en el otro extremo; no los había visto. Una manta de color verde musgo los cubría, recorriendo un extremo de la pared hasta el extremo contrario, sólo que del lado izquierdo, esta caía descuidadamente, dejando a la vista los cuerpos de los chicos, tirados sobre camillas idénticas a las demás, lo único diferente era que ellos sangraban y parecían muertos.
Tragué saliva ante la idea.
—¿Los habías visto a ellos? —le pregunté a Alice, señalando a donde miraba segundos antes con la barbilla.
—No, no los había visto.
Volví a asentir.
Miré a mi lado izquierdo y un calor en mi estómago me embriagó al ver a Keyla en la camilla de al lado, inconsciente aún. Suspiré y me dejé caer sobre la superficie sólida de la delgada colchoneta vieja de la camilla. Gruñí por el dolor en mi cabeza, gracias al impacto descuidado de mi parte.
Una pequeña parte en mi interior me decía que aquellas “personas” que Steve me mencionó cuando tenía 15 años, eran las responsables de todo esto. Lo sabía, pero me costaba admitirlo. Steve sabía cosas acerca de ellos, y también acerca de los quince jóvenes que compartían habilidades especiales conmigo. Él se empeñó durante tres largos años a ayudarme a practicar y saber más sobre mis habilidades, diciendo que cuando llegara el momento de utilizarlas en una ocasión de vida o muerte, le agradecería por ello. Tal vez debí prestarle más atención a sus palabras y tomar sus consejos para no olvidarlos luego. Lamentaba pensar que, probablemente, ya era hora de esa ocasión de vida o muerte.
—Tenemos que salir de aquí —murmuré luego de un largo rato de silencio, suspirando rendido—. Saldremos de aquí y podré fumar el cigarrillo que tanto me está pidiendo una calada en este mismo instante.
Ella asintió, un poco sin palabras por mi ahora conocida adicción al tabaco.
—No quiero sonar aguafiestas, pero… ¿Cómo? He forcejeado contra estas esposas y, aunque sé que soy algo débil para romperlas, no he podido ni moverlas un poco.
Sonreí cínico y divertido, enarcando una ceja, y luego de un “observa esto”, miré fijamente a los artefactos de hierro, que de verdad parecían hechos de acero puro, irrompible, pero, para mi fortuna y la de todos los otros adolescentes que yacían inconscientes, no existían imposibles para mí. Tres segundos después, las esposas explotaron y desaparecieron siendo cenizas, para luego ser nada.
—Genial —respondió con voz aguda.
—Vas recuperando tu voz —sonreí al comprobar que yo también.
—Tal vez lo que nos dieron de tomar no era tan grave; puede que sólo haya sido para dejarnos inconscientes.
Negué con la cabeza, mientras me incorporaba y procedía a hacer lo mismo con las ataduras de Alice y a continuación, con las de todos los demás.
Ellos no eran descuidados o idiotas para dejarnos la salida tan fácil. Algo peligroso se acercaba y tuve que suspirar para armar valor y preparar mis poderes. Los necesitaría a toda potencia para los siguientes minutos.
—Cállate.
—No, tú cállate.
—No, tú.
—Que no, ¡tú hazlo!
—¡Cállense y ya, por el amor de Dios! —grité a Keyla y Lucas, que parecían un par de hermanos de corta edad peleando por un dulce—. Jesús… —susurré, negando con la cabeza.
Al menos logré callarlos.
—¿Cómo los vamos a despertar? —preguntó Keyla—. Parecen muertos o algo así… —agregó, pero todos notamos que lo dijo con indiferencia.
—No te haría mal preocuparte por otras personas —observó Aline.
Rodé los ojos, otra pelea venía.
La actitud de Keyla, podía apostar, resultaba irritable y odiosa para todas las personas que nos encontrábamos al alrededor de tres chicos inconscientes y de aspecto, bueno, sí, muerto. Me estaba controlando para no lanzarla contra la pared y hacer que se callara de una buena vez; pero, curiosamente, una pequeña vocecita en mi interior me pedía que cuidara de ella. Y no lo cuestionaba, ¿con esa imprudencia, quién no se vería en problemas tarde o temprano? Además, sus habilidades que, según había notado, era una fuerza sobrehumana y la persuasión, podían resultar de los más convenientes en situaciones delicadas. Claro que, aún no estaba seguro de que aquellas fueran sus únicas habilidades.
—Podríamos esperar a que despierten —comenzó Ryan, con lo cual se ganó una mirada asesina de mi parte y la de, supongo, todos presentes—. Ah, no, tienen razón. Mala idea —rió nerviosamente y suspiré.
—¿Alguien que pueda traerlos a la realidad y que no sea de manera violenta o que implique enfermedades graves? —pregunté y todos repasaron una lista de posibilidades en su mente. Suspiré de nuevo—. Bueno, muertos no pueden estar. Ellos necesitan de cada uno de nosotros, y aunque sea para luego matarnos juntos, como he dicho, nos necesitan a todos.
Sus miradas de confusión y curiosidad me inundaron, pero me sentí aliviado al ver el pequeño asentimiento de cabeza de parte de Raissa.
Supongo que eres la única que sabe de lo que hablo, pensé. Me dio otro asentimiento.
Damon se acercó a ellos y les chequeó el pulso.
—Siguen vivos —me dijo y se encogió de hombros—. El único problema es que todos tenemos los poderes suficientes para matar a un continente entero. Harry, no somos muy cuidadosos e incluso algunos no saben controlar sus poderes correctamente. Podríamos matarlos, totalmente.
—Genial, entonces creo que es mi turno —refunfuñó Keyla y se arremangó su jersey gris, que le resaltaba sus ojos.
—No los asesines, Keyla —soltó Noah y al percatarse de ello se tapó la boca con una mano, arrepentida.
Sin embargo, Keyla rodó los ojos y suspiró.
—No, idiota. Si ellos no quieren despertar, yo los obligaré, y no, no golpeándolos o algo por el estilo —rió sin gracia.
Se acercó dos pasos, y sólo entonces sentí que todo el tiempo que llevábamos sin interrupciones o señales de ellos era demasiado. Demasiado y sospechoso.
—Muy bien, costales de estiércol, van a despertar y levantarán sus gordos o huesudos culos —rió por el último adjetivo—, si no quieren que les parta la cara —añadió con una sonrisa hipócrita y parpadeaba constantemente.
Tuve que contenerme para no estrellar mi mano contra mi frente.
—Key —la llamó Lucas, entre risas y risas, acompañando a Louis en las carcajadas. Me sorprendí al ver que Damon mordía su labio para no reírse también, y apoyaba su codo contra su palma izquierda, mientras que con la mano derecha en un puño, ocultaba su boca—. Key, no creo que tu persuasión funcione con ellos inconscientes.
—Bueno, ¡pues entonces trata tú de despertarlos sin romperles todos sus huesos, imbécil!
Estuve a nada de hacerlos explotar a ambos, junto a todos en la habitación, en realidad; me sentía desesperado y mi paciencia casi inexistente ya estaba agotada, cuando los chicos delante de nosotros se removieron en las camillas, incómodos (lo entendía, mi espalda seguía doliendo), y poco a poco abrieron los ojos. Estaba de más mencionar el sonrojo en la cara de Keyla por todas las miradas (impresionadas) de nosotros puestas sobre ella.
—Él me dijo que mis poderes eran enormes… —balbuceó en tono bajo y, aunque nadie pudo oírla o al menos procesar sus palabras por estar acudiendo a la ayuda de Charlotte, Keira y Zayn, yo supe perfectamente a quién se refería.
Mi prima pudo estar muerta, o a punto de estarlo, y yo no permitiría que se acabara así como así.
Me enfoqué en sus manos, sucias y llenas de tierra, pero además de eso, cabellos dorados y largos (de Alison, era obvio), junto con su sangre, bañaban sus miembros.
Liberé mis manos y entonces él salió volando; su cuerpo impactó contra la pared de su casa y escuché perfectamente el crujido de sus huesos y lo que fue más satisfactorio: la sangre brotando de su cráneo y pintando su pared de ladrillo, también.
—¡Harry! —la voz de mi padrastro rompió mi concentración, y ya no pude seguir con el placer de ver el miedo en los ojos de Jason—. ¡Harry, detente!
—Ya me había detenido, de todos modos —comenté una vez que estuvo detrás de mí, y no hacía falta levantar la voz para ser escuchado. Mi vista seguía sobre el puberto de aspecto grasiento, a punto de desfallecer, tal vez—. Él se lo merecía… Mató a Alison —sentí el nudo en mi garganta y alejé las lágrimas de mis ojos, parpadeando.
Tuve que girar sobre mis tobillos para ver su expresión, y cuando le dije las últimas palabras, el miedo también lo comenzaba a inundar.
Se acercó a Alison, cuidadoso de no dar un paso en falso y caer de bruces contra el suelo. Vi cómo situaba su índice y su dedo medio debajo, en la mandíbula de mi pequeña prima, comprobando su estado.
Mordí mi labio inferior al verla. Tan pequeña, tan hermosa, tan simpática… No se merecía ese destino. Era injusto que terminara así por tratar de defender a Spike, el pequeño Dóberman miniatura que mis tíos me regalaron de cumpleaños, de mi vecino psicópata.
Estaba dispuesto a ejercer más fuerza en mis pensamientos sobre el cuerpo de Jason cuando lo vi moverse, adolorido y pálido, en el suelo, pegándose a la pared y llorando en llamado a su madre.
Patético.
—Sigue viva, Harry, tranquilízate y para —me tomó del brazo y me jaló hacia atrás, señalando con un asentimiento a la casa.
A regañadientes me metí en la casa, dejando a Jason medio muerto, pero un poco más tranquilo por la vida aún intacta de mi prima.
Steve fue al hospital, para el cuidado de Alison, y yo tuve que entretenerme leyendo durante toda su ausencia, sólo en caso de que las ganas de terminar con la vida de Jason volvieran y con una intensidad que no fuera capaz de ignorar.
—Tenemos que hablar —fue lo primero que dijo cuando cerró la puerta de mi habitación y, por si acaso, le sumó el seguro. Se sentó en la orilla de mi cama. Tragué saliva lo más disimulado que pude, incómodo por su incesante mirada contra la mía—. Debes aprender a controlarte, Harry, verás…
Su conocimiento acerca de mis habilidades especiales ya no me sorprendía, a decir verdad. En los primeros meses luego de que mi madre, Anne, y él vivieron juntos (conmigo, por más que me sintiera insatisfecho con la convivencia), sus constantes preguntas relacionadas con poderes psíquicos me ayudaron a descubrirlos.
—Tú me pediste que comenzara a practicar; pues adivina, ya lo hice. Con Jason.
Su enojo por el comentario, tampoco me extrañó.
—Está bien que practiques, en serio que sí, pero sólo te pido que lo hagas con objetos, totalmente alejado de personas que puedas lastimar. Harry… Hay personas observándote; personas malas, y si no eres cuidadoso, pueden llegar a aprovecharse de tu imprudencia y… Las cosas no terminarán bien, ¿lo entiendes? —asentí y suspiró.
—Lo entiendo, pero, ¿personas observándome? ¿Y cómo, si es que nunca las he visto o me he sentido, al menos, observado?
—Al igual que tú, ellos tienen habilidades, pero mucho más desarrolladas, y créeme, son las personas más peligrosas que podrías imaginar.
Una, dos, tres punzadas en mi espalda. Apreté las manos y las sentí heladas. Mi boca estaba seca y mi cabeza punzaba. Todo a mi alrededor lo sentí incierto, irreal; era como si estuviera flotando en el espacio, vacío. Pero los quejidos y gruñidos de alguien, me hicieron caer a la realidad, y en un acto reflejo, salté sobre la camilla, que era dura y estaba fría. Para mi desgracia, elegí un mal día para usar una camiseta azul marino de mangas cortas. La ligera briza en el cuarto que estábamos chocaba contra mi piel y me estremecía ligeramente, como consecuencia.
Levanté un poco la cabeza, por más que me doliera, molesto, muchísimo más por las esposas que aprisionaban mis muñecas y las correas que pegaban mis pies al hierro en el borde de la camilla. Siempre me molestó sentirme esclavo de alguien.
Doce personas más, en las mismas condiciones, se encontraban en la habitación, pero al parecer inconscientes; todas menos Alice. Ella estaba en la camilla a mi lado derecho.
—Ho… Hola —tartamudeó, su voz ronca y rasposa.
—Hola —devolví, y me sorprendí al encontrar mi voz en las mismas condiciones.
—Lo sé, al parecer esas… —frunció el entrecejo, mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas— personas, nos hicieron tragar algo. No estoy muy segura.
Asentí y entrecerré los ojos, buscando en la habitación, que parecía ser un sótano abandonado, con ratones corriendo y escabulléndose en los agujeros en las paredes, goteras y arañas (incluso otras porquerías más), a alguien más.
Charlotte, Keira y Zayn estaban en el otro extremo; no los había visto. Una manta de color verde musgo los cubría, recorriendo un extremo de la pared hasta el extremo contrario, sólo que del lado izquierdo, esta caía descuidadamente, dejando a la vista los cuerpos de los chicos, tirados sobre camillas idénticas a las demás, lo único diferente era que ellos sangraban y parecían muertos.
Tragué saliva ante la idea.
—¿Los habías visto a ellos? —le pregunté a Alice, señalando a donde miraba segundos antes con la barbilla.
—No, no los había visto.
Volví a asentir.
Miré a mi lado izquierdo y un calor en mi estómago me embriagó al ver a Keyla en la camilla de al lado, inconsciente aún. Suspiré y me dejé caer sobre la superficie sólida de la delgada colchoneta vieja de la camilla. Gruñí por el dolor en mi cabeza, gracias al impacto descuidado de mi parte.
Una pequeña parte en mi interior me decía que aquellas “personas” que Steve me mencionó cuando tenía 15 años, eran las responsables de todo esto. Lo sabía, pero me costaba admitirlo. Steve sabía cosas acerca de ellos, y también acerca de los quince jóvenes que compartían habilidades especiales conmigo. Él se empeñó durante tres largos años a ayudarme a practicar y saber más sobre mis habilidades, diciendo que cuando llegara el momento de utilizarlas en una ocasión de vida o muerte, le agradecería por ello. Tal vez debí prestarle más atención a sus palabras y tomar sus consejos para no olvidarlos luego. Lamentaba pensar que, probablemente, ya era hora de esa ocasión de vida o muerte.
—Tenemos que salir de aquí —murmuré luego de un largo rato de silencio, suspirando rendido—. Saldremos de aquí y podré fumar el cigarrillo que tanto me está pidiendo una calada en este mismo instante.
Ella asintió, un poco sin palabras por mi ahora conocida adicción al tabaco.
—No quiero sonar aguafiestas, pero… ¿Cómo? He forcejeado contra estas esposas y, aunque sé que soy algo débil para romperlas, no he podido ni moverlas un poco.
Sonreí cínico y divertido, enarcando una ceja, y luego de un “observa esto”, miré fijamente a los artefactos de hierro, que de verdad parecían hechos de acero puro, irrompible, pero, para mi fortuna y la de todos los otros adolescentes que yacían inconscientes, no existían imposibles para mí. Tres segundos después, las esposas explotaron y desaparecieron siendo cenizas, para luego ser nada.
—Genial —respondió con voz aguda.
—Vas recuperando tu voz —sonreí al comprobar que yo también.
—Tal vez lo que nos dieron de tomar no era tan grave; puede que sólo haya sido para dejarnos inconscientes.
Negué con la cabeza, mientras me incorporaba y procedía a hacer lo mismo con las ataduras de Alice y a continuación, con las de todos los demás.
Ellos no eran descuidados o idiotas para dejarnos la salida tan fácil. Algo peligroso se acercaba y tuve que suspirar para armar valor y preparar mis poderes. Los necesitaría a toda potencia para los siguientes minutos.
—Cállate.
—No, tú cállate.
—No, tú.
—Que no, ¡tú hazlo!
—¡Cállense y ya, por el amor de Dios! —grité a Keyla y Lucas, que parecían un par de hermanos de corta edad peleando por un dulce—. Jesús… —susurré, negando con la cabeza.
Al menos logré callarlos.
—¿Cómo los vamos a despertar? —preguntó Keyla—. Parecen muertos o algo así… —agregó, pero todos notamos que lo dijo con indiferencia.
—No te haría mal preocuparte por otras personas —observó Aline.
Rodé los ojos, otra pelea venía.
La actitud de Keyla, podía apostar, resultaba irritable y odiosa para todas las personas que nos encontrábamos al alrededor de tres chicos inconscientes y de aspecto, bueno, sí, muerto. Me estaba controlando para no lanzarla contra la pared y hacer que se callara de una buena vez; pero, curiosamente, una pequeña vocecita en mi interior me pedía que cuidara de ella. Y no lo cuestionaba, ¿con esa imprudencia, quién no se vería en problemas tarde o temprano? Además, sus habilidades que, según había notado, era una fuerza sobrehumana y la persuasión, podían resultar de los más convenientes en situaciones delicadas. Claro que, aún no estaba seguro de que aquellas fueran sus únicas habilidades.
—Podríamos esperar a que despierten —comenzó Ryan, con lo cual se ganó una mirada asesina de mi parte y la de, supongo, todos presentes—. Ah, no, tienen razón. Mala idea —rió nerviosamente y suspiré.
—¿Alguien que pueda traerlos a la realidad y que no sea de manera violenta o que implique enfermedades graves? —pregunté y todos repasaron una lista de posibilidades en su mente. Suspiré de nuevo—. Bueno, muertos no pueden estar. Ellos necesitan de cada uno de nosotros, y aunque sea para luego matarnos juntos, como he dicho, nos necesitan a todos.
Sus miradas de confusión y curiosidad me inundaron, pero me sentí aliviado al ver el pequeño asentimiento de cabeza de parte de Raissa.
Supongo que eres la única que sabe de lo que hablo, pensé. Me dio otro asentimiento.
Damon se acercó a ellos y les chequeó el pulso.
—Siguen vivos —me dijo y se encogió de hombros—. El único problema es que todos tenemos los poderes suficientes para matar a un continente entero. Harry, no somos muy cuidadosos e incluso algunos no saben controlar sus poderes correctamente. Podríamos matarlos, totalmente.
—Genial, entonces creo que es mi turno —refunfuñó Keyla y se arremangó su jersey gris, que le resaltaba sus ojos.
—No los asesines, Keyla —soltó Noah y al percatarse de ello se tapó la boca con una mano, arrepentida.
Sin embargo, Keyla rodó los ojos y suspiró.
—No, idiota. Si ellos no quieren despertar, yo los obligaré, y no, no golpeándolos o algo por el estilo —rió sin gracia.
Se acercó dos pasos, y sólo entonces sentí que todo el tiempo que llevábamos sin interrupciones o señales de ellos era demasiado. Demasiado y sospechoso.
—Muy bien, costales de estiércol, van a despertar y levantarán sus gordos o huesudos culos —rió por el último adjetivo—, si no quieren que les parta la cara —añadió con una sonrisa hipócrita y parpadeaba constantemente.
Tuve que contenerme para no estrellar mi mano contra mi frente.
—Key —la llamó Lucas, entre risas y risas, acompañando a Louis en las carcajadas. Me sorprendí al ver que Damon mordía su labio para no reírse también, y apoyaba su codo contra su palma izquierda, mientras que con la mano derecha en un puño, ocultaba su boca—. Key, no creo que tu persuasión funcione con ellos inconscientes.
—Bueno, ¡pues entonces trata tú de despertarlos sin romperles todos sus huesos, imbécil!
Estuve a nada de hacerlos explotar a ambos, junto a todos en la habitación, en realidad; me sentía desesperado y mi paciencia casi inexistente ya estaba agotada, cuando los chicos delante de nosotros se removieron en las camillas, incómodos (lo entendía, mi espalda seguía doliendo), y poco a poco abrieron los ojos. Estaba de más mencionar el sonrojo en la cara de Keyla por todas las miradas (impresionadas) de nosotros puestas sobre ella.
—Él me dijo que mis poderes eran enormes… —balbuceó en tono bajo y, aunque nadie pudo oírla o al menos procesar sus palabras por estar acudiendo a la ayuda de Charlotte, Keira y Zayn, yo supe perfectamente a quién se refería.
- ejem:
Creo que ya a nadie le impresiona que cuelgue los capítulos en el mismo día, lol. Bueno, espero les guste mi corto y humilde cap(?), que a mí, personalmente, me gustó, ya que tiene un poco de comedia y, aunque en un principio, la primera parte la había escrito de lo más sádica y terrorífica y enferma mental, me arrepentí porque no quiero que piensen que necesito un psicólogo XD, así que la cambié y quedé en eso.(?)
En cuanto al cap de Soph, ksadfhjasdhfkashdfkjhsdka. No hay palabras suficientes para agradecer la idea que me diste. Tampoco para explicar cuánto amé tu capitulo. asdfñlkj. En serio, todo estuvo genial y, la parte de la visión fue tan asdfñlkj.
Como sea, xd. Espero sus comentarios, mundanas.
Sigue:
mi quesosposa.
Kurt.
Re: Sixteen Devils.
omg sus capítulos estuvieron hermosos :hemozo:comentaré cada capítulo.
- Sophia :
Sophi, me alegra mucho tenerte en la novela enserio, nunca había leído algo tuyo y oh eme ge *-* me enamoré de tu escritura fíjate que Katrina se me hacía un persona muy equis cuando la otra escritora la manejaba {bueno se debía a que casi no me caía muy bien xd} pero llegaste tú y todo cambió(?) y no sé, me encantó la relación que se está formando entre Katrina&Connor (por cierto, ¿quien es el pb de Connor?o:) y la imagen que tuvo en donde estaban los chicos o: me sorprendió bastante, no me esperaba eso hahaha, bueno..., nunca me espero nada de la novela porque no me sé los poderes de los demás personajes xD y los viejos malditos ya los esperaban en fin, amé tu capítulo Sophi
- Deya :
Mujer, enserio que no sé como dices, en la mayoría de las veces, que tus capítulos no son buenos, ¡Por favor Deya! Con este capítulo me acabas de corroborar porque me encanta tu escritura, y omg la personalidad de Harry me encanta<3 es un malote pero a la vez quiere hacer las cosas bien y esas personalidades me encantan mucho, y estoy de lado de harry con querer matar a ese vecino maldito ._. ¿quién se cree para casi matar a su prima? yo lo hubiera matado :meh: ¿que poder tiene harry? porque se ve poderoso y :aah: se está preocupando por Keyla, eso es bonito :aah: y los viejetes los van a atacar ._. no pls no... Amé tu capítulo hermosa<3 me encantó enserio
peralta.
---------
Re: Sixteen Devils.
;'; jfjfjeorkejrnekdbdjskhfkfkr loco, sus capitulos estan bacanes ;-; estan geniales chicas ;-; yo comentare cuando llegue a casa, ahora me arranque a la playa con mis amigos a celebrar el fin De la psu y llego el sabado ;-; asi que por esoa dias subo *-*
Cuidense, besootes
Charlie.
Re: Sixteen Devils.
wolas, ah. shdjadaklsda, geme, sabes que dios te ha dado el don de la escritura minutos antes de que nacieras(?) y se ve que lo sabes utilizar muy bien. juro que siento como si estuviera borracha o algo porque no sé de dónde salen tantas cosas juntas que yo no diría, sobretodo esta última frase/aclaración(?????) pero ignorando todo eso, te ha quedado genial y me gustó la pequeña interacción entre Hazz y Alice jdklsadjad y veremos que sucede, el destino está en manos de Catu
Invitado
Invitado
Re: Sixteen Devils.
Ay, me encantaron sus capítulos, después posteo un comentario más a fondo :3
Invitado
Invitado
Re: Sixteen Devils.
Sofí, amé tú capítulo, me encanta Katrina, en los otros capítulos no había podido definir mucho su personalidad (supongo que por la escritora), pero ahora está más que clara. Me gustó la hostilidad que hay entre Connor y ella, y me llama la atención Connor porque, al no tener ficha ni aparecer en ningún capítulo, no lo puedo ubicar mucho y es bastante indescifrable (¿quién es su representante?).
Ay, Deyis, amé tú capítulo demasiado. ¿Amar a Keyla? eso es poco (ya sé que todas la odian, pero yo le tengo cariño, probablemente porque nunca sufriré una de sus maldades). Tiene una hermosa manera de despertar a los inconscientes, siempre tan amable.
PD: Cata, seguila plz.
Ay, Deyis, amé tú capítulo demasiado. ¿Amar a Keyla? eso es poco (ya sé que todas la odian, pero yo le tengo cariño, probablemente porque nunca sufriré una de sus maldades). Tiene una hermosa manera de despertar a los inconscientes, siempre tan amable.
PD: Cata, seguila plz.
Invitado
Invitado
Re: Sixteen Devils.
asdfñlkj. me alegro de que les haya gustado el cap.
steph, harry tiene telequinesis avanzada y por ende fragoquinesis. asdfñlkj. y también bilocación, pero ese todavía no lo ha usado con ustedes. asdfñkjhg.
espero a catu.
steph, harry tiene telequinesis avanzada y por ende fragoquinesis. asdfñlkj. y también bilocación, pero ese todavía no lo ha usado con ustedes. asdfñkjhg.
espero a catu.
Kurt.
Re: Sixteen Devils.
pensé que ya había comentado el capitulo de Deya, ay. Lo juro, amo como escribes, Deya. Por parte, me gustó mucho la muestra de preocupación por parte de Harry, es... tierno. También fue rabia por lo del vecino y su prima, era de esperarse lo de los impulsos asesinos de Harry.
No sé que más decir, síganla.
pd: Deya, perdón por no haberte mandado las fichas aun, juro que de esta semana no pasan.
No sé que más decir, síganla.
pd: Deya, perdón por no haberte mandado las fichas aun, juro que de esta semana no pasan.
Sophia.
Re: Sixteen Devils.
de acuerdo.<3 y no te preocupes, la que te debe disculpas soy yo, ayer no alcancé a felicitarte, pero feliz cumpleaños atrasado.<3 espero que te la hayas pasado genial y, aunque no nos conocemos desde hace mucho, amo nuestras conversaciones y espero cumplas muchos años más. c: cualquier cosa, tienes a la kurt a tu servicio, soph.<3
gracias por lo del capítulo.
gracias por lo del capítulo.
Kurt.
Re: Sixteen Devils.
ASDASDADASDASDA, ¡FELIZ CUMPLE DEYUS! Acabo de ver en la firma de Rach que es tú cumpleaños ¿cuántos cumples? ¿14, no? *---* ojalá que Harry te baile en bolas(?).
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