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"El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
CAPÍTULO 12 PARTE 1
Tres días y doce psíquicos más tarde, ________ y Nick habían desarrollado una rutina.
Mañana: footing y visitar psíquicos.
Tarde: trabajar en el Victorian.
Atardecer: Hablar y ver un rato la televisión.
Noche: dormir separados y fantasear.
Aunque el cuerpo y mente le gritaban que hiciera realidad esas fantasías, que el tiempo se agotaba rápidamente, Nick no había besado a ________, ni la había tocado, ni le había susurrado palabras eróticas. No, la cortejaba a través de bromas y sutilezas, intentando ganarse su amor e intentando convencerla de que se casara con él. Hasta ahora, había fallado. De hecho, el comportamiento solícito estaba surtiendo el efecto contrario en ________, ya que parecía que se retraía un poco más cada día. El continuo fracaso, tanto con ________ como con los psíquicos, no hacía más que aumentar su desesperación.
Sólo le quedaban diez días. Diez cortos días para que la maldición lo reclamara una vez más.
¿Podría permitirse perder otro día ante su obstinación? A cada segundo que pasaba sentía la frialdad de la piedra correr por la sangre, intentando congelarlo donde estaba. Tenía que conseguir que ________ lo amara. Tenía que forzarla a caer utilizando cualquier método necesario. No podía permitirse otro fracaso más. Pronto, tenía que ganársela pronto.
¿Pero qué podía intentar que no hubiera intentado ya?
La había perseguido sexualmente, la había puesto celosa, había compartido el pasado con ella, le había dado tiempo, y cuando falló todo, había cultivado su amistad, tratando de demostrarle que realmente se preocupaba por ella y deseaba su felicidad. Aún así, sus esfuerzos no habían sido nada más que tiempo perdido.
Maldita sea. ¿No entendía el gran honor que le ofrecía al proponerle hacerla su compañera de vida temporal? ¡No, no lo hacía! Con su –No, no voy a casarme contigo –, y su –debes obedecer mis reglas–, la mujer agotaba rápidamente su legendario control. Ya debería conocerlo lo suficientemente bien como para saber que la convencería de irse con él, que le daría su corazón, y que le pertenecería durante todo el tiempo que quisiera retenerla.
Y no aceptaría nada menos que su absoluta sumisión.
Si sólo ese día no pareciera destinado al fracaso también.
Después de un accidente menor, en el que se vio implicado el transporte de ________ y un poste inmóvil, seis visitas a establecimientos no mágicos y una lucha contra un dolor de estómago causado, estaba seguro de eso, por una losa de grasiento alimento que ________ llamó pizza, no estaba de muy buen humor. Además, la nueva ropa que llevaba -el artículo que ________ llamaba ropa interior– estaba destrozándole los atributos masculinos.
—Bueno, éste era el último de todos —dijo ________, frotándose las manos una vez, dos veces.
Estaban de pie en el exterior de la Palma del Saber, un pequeño edificio que supuestamente albergaba a uno de los mayores psíquicos masculinos que existieron alguna vez. Que quizás existió en un mundo imaginario de su propia creación. Los pájaros volaban encima, dando vueltas y buscando alimento. El ardiente sol golpeaba con fuerza y una ligera brisa sopló, impregnada de un suave olor, como a flores y lluvia que le recordó a ________.
—Hemos malgastado la mañana de una consulta a otra. —dijo ________ protegiéndose los ojos con una mano. —Y tenemos mucho trabajo que hacer, el Victorian está patas arriba. Reuniré otra lista esta noche. Estoy segura que en Internet conseguiré más nombres, y podemos visitar uno o dos durante el fin de semana. Si no están demasiado lejanos —añadió.
Escuchó las palabras sin prestarle atención.
—Hemos ido a seis sitios, ________, pero había siete nombres en tu lista.
Desvió la mirada, con aire de culpabilidad.
—No vamos a ir al séptimo.
—¿Por qué no?
—Nos llevaría cuatro horas llegar y otras cuatro horas regresar.
—¿Tanto?
—Tanto, y ya me duele el condenado trasero, no conduciré hasta allí.
—Te daré un masaje para aliviar cualquier incomodad que sientas.
Cruzó las manos sobre el pecho.
—Tengo que trabajar para vivir, Nick, porque cuando trabajo, gano dinero y puedo pagar mis gastos, como los de comida y refugio. Gastos que han aumentado desde que entraste en mi vida. No conduciré hasta allí.
Simplemente la miró fijamente.
Apretó los dientes, enfadada.
—Contrariamente a lo puedas pensar, no hablo para oír mi propia voz. Dije que visitaríamos más sitios el fin de semana, y eso haremos.
—No deseo esperar. Cogeré tu transporte y conduciré yo.
—¡No, No y No! —Colocó las manos sobre las caderas y mantuvo la postura. No cedería en esto y punto. Ningún camino al infierno conseguiría que hiciera ese viaje de ocho horas. Ya habían estado en el coche toda la mañana, y además, realmente tenía que trabajar.
Pero no es por eso que no quieres ir. La verdad bailaba dentro de la mente, y se tensó. No quería visitar a ningún psíquico más por hoy. Para ser sinceros, no quería visitar al siguiente, no porque estuviera cansada o tuviera que trabajar, sino porque tenía miedo de que tuvieran éxito. Si encontraban a alguien que pudiera llevar a Nick a su casa, la abandonaría más pronto que tarde.
¿Es que no comprendía que quería que se quedara aquí todo el tiempo posible?
No, no lo comprendía, porque se movió hacia ella con la intención brillando en los ojos. Retrocedió y él siguió avanzando. Entonces estuvo sobre ella. Sorprendentemente, no la arrastró a la camioneta y le exigió que condujera hasta Lubbock. Simplemente metió la mano dentro del bolsillo de los pantalones cortos, un toque inocente que hizo que fuegos artificiales explotaran entre sus piernas, ya que éste era el primer toque que le había dado en tres días, el muy idiota, y sacó las llaves de la camioneta.
El cuerpo gritó ¡Busca más llaves! Pero pudo deducir por la mirada irritada y expresión enfadada de Nick, que asaltar su persona, de manera agradable o de cualquier otra forma, no estaba dentro de las intenciones. Se alejó diciendo.
—Visitaré ese lugar y después volveré.
En un flash se lo imaginó varado en algún camino aislado, o peor aún, en una poblada ciudad exigiéndoles a todos que obedecieran sus órdenes. Alguien se ofendería, habría una pelea, Nick ganaría, tenía una espátula, después de todo y la otra persona moriría. Entonces sería arrestado y encarcelado a la espera de juicio. El gobierno averiguaría que era de otro planeta y se desataría un infierno.
No podía dejar que eso pasara.
Corrió tras él, haciéndole una zancadilla y haciéndole tropezar. Él se estrelló en la dura tierra, derrumbándose como una casa demolida. Se movió rápidamente, precipitándose sobre las manos, arrebatándole la llave. Cuando trató de salir corriendo, fuera de su alcance, la agarró del tobillo. La siguiente cosa que supo, fue que estaba tumbada sobre el estómago, tratando de respirar.
Nick se le echó encima, cogió la llave de su apretón estilo Kung Fu y sonrió.
¡Sonrió!
Usó las manos para ponerse de pie y lo observó, prácticamente, saltar hacia la camioneta.
—¡Espera! —Corrió a trompicones detrás de él, levantando grava a cada paso y lo agarró del brazo. —Hagamos un trato.
—He sido un guerrero toda mi vida. No sé nada de tratos.
Con aquellas siniestras palabras resonando en los oídos, se deshizo del asimiento y caminó a zancadas hacia la puerta del conductor de la camioneta. Saltó hacia la parte delantera del vehículo, con los brazos completamente extendidos.
—Hiciste un trato con lo de las armas, ¿No? E hiciste otro cuando dormiste en el suelo en vez de mi cama —esperaba que la alzara y moviera a un lado de la carretera, apartándola eficazmente de su camino.
No lo hizo. Permaneció al lado de la puerta abierta.
—Si lo que te preocupa es conducir durante tanto tiempo —dijo con tono aparentemente suave— podemos regresar después del amanecer.
—No. Absolutamente no. Ya he perdido demasiado tiempo por tu culpa.
—Entonces, hasta luego. —Se metió dentro de la cabina.
—No conoces el camino. — ¡Ajá! Eso debería pararlo.
Las esquinas de los labios se elevaron con otra sonrisa satisfecha.
—Has estado usando este mapa durante todos estos días. —Sostuvo el folleto en cuestión. —¿Crees que no puedo hacer lo mismo?
—No conoces los nombres de las carreteras, y no puedes leer mi lengua. Además, te denunciaré a la policía por robar mi coche.
Suspiró.
—Lamento mucho el empleo de la fuerza, ________.
Los ojos se oscurecieron y ella hizo una pausa.
—No has usado ninguna fuerza —dijo cautelosamente.
—Pero lo voy a hacer.
Tres días y doce psíquicos más tarde, ________ y Nick habían desarrollado una rutina.
Mañana: footing y visitar psíquicos.
Tarde: trabajar en el Victorian.
Atardecer: Hablar y ver un rato la televisión.
Noche: dormir separados y fantasear.
Aunque el cuerpo y mente le gritaban que hiciera realidad esas fantasías, que el tiempo se agotaba rápidamente, Nick no había besado a ________, ni la había tocado, ni le había susurrado palabras eróticas. No, la cortejaba a través de bromas y sutilezas, intentando ganarse su amor e intentando convencerla de que se casara con él. Hasta ahora, había fallado. De hecho, el comportamiento solícito estaba surtiendo el efecto contrario en ________, ya que parecía que se retraía un poco más cada día. El continuo fracaso, tanto con ________ como con los psíquicos, no hacía más que aumentar su desesperación.
Sólo le quedaban diez días. Diez cortos días para que la maldición lo reclamara una vez más.
¿Podría permitirse perder otro día ante su obstinación? A cada segundo que pasaba sentía la frialdad de la piedra correr por la sangre, intentando congelarlo donde estaba. Tenía que conseguir que ________ lo amara. Tenía que forzarla a caer utilizando cualquier método necesario. No podía permitirse otro fracaso más. Pronto, tenía que ganársela pronto.
¿Pero qué podía intentar que no hubiera intentado ya?
La había perseguido sexualmente, la había puesto celosa, había compartido el pasado con ella, le había dado tiempo, y cuando falló todo, había cultivado su amistad, tratando de demostrarle que realmente se preocupaba por ella y deseaba su felicidad. Aún así, sus esfuerzos no habían sido nada más que tiempo perdido.
Maldita sea. ¿No entendía el gran honor que le ofrecía al proponerle hacerla su compañera de vida temporal? ¡No, no lo hacía! Con su –No, no voy a casarme contigo –, y su –debes obedecer mis reglas–, la mujer agotaba rápidamente su legendario control. Ya debería conocerlo lo suficientemente bien como para saber que la convencería de irse con él, que le daría su corazón, y que le pertenecería durante todo el tiempo que quisiera retenerla.
Y no aceptaría nada menos que su absoluta sumisión.
Si sólo ese día no pareciera destinado al fracaso también.
Después de un accidente menor, en el que se vio implicado el transporte de ________ y un poste inmóvil, seis visitas a establecimientos no mágicos y una lucha contra un dolor de estómago causado, estaba seguro de eso, por una losa de grasiento alimento que ________ llamó pizza, no estaba de muy buen humor. Además, la nueva ropa que llevaba -el artículo que ________ llamaba ropa interior– estaba destrozándole los atributos masculinos.
—Bueno, éste era el último de todos —dijo ________, frotándose las manos una vez, dos veces.
Estaban de pie en el exterior de la Palma del Saber, un pequeño edificio que supuestamente albergaba a uno de los mayores psíquicos masculinos que existieron alguna vez. Que quizás existió en un mundo imaginario de su propia creación. Los pájaros volaban encima, dando vueltas y buscando alimento. El ardiente sol golpeaba con fuerza y una ligera brisa sopló, impregnada de un suave olor, como a flores y lluvia que le recordó a ________.
—Hemos malgastado la mañana de una consulta a otra. —dijo ________ protegiéndose los ojos con una mano. —Y tenemos mucho trabajo que hacer, el Victorian está patas arriba. Reuniré otra lista esta noche. Estoy segura que en Internet conseguiré más nombres, y podemos visitar uno o dos durante el fin de semana. Si no están demasiado lejanos —añadió.
Escuchó las palabras sin prestarle atención.
—Hemos ido a seis sitios, ________, pero había siete nombres en tu lista.
Desvió la mirada, con aire de culpabilidad.
—No vamos a ir al séptimo.
—¿Por qué no?
—Nos llevaría cuatro horas llegar y otras cuatro horas regresar.
—¿Tanto?
—Tanto, y ya me duele el condenado trasero, no conduciré hasta allí.
—Te daré un masaje para aliviar cualquier incomodad que sientas.
Cruzó las manos sobre el pecho.
—Tengo que trabajar para vivir, Nick, porque cuando trabajo, gano dinero y puedo pagar mis gastos, como los de comida y refugio. Gastos que han aumentado desde que entraste en mi vida. No conduciré hasta allí.
Simplemente la miró fijamente.
Apretó los dientes, enfadada.
—Contrariamente a lo puedas pensar, no hablo para oír mi propia voz. Dije que visitaríamos más sitios el fin de semana, y eso haremos.
—No deseo esperar. Cogeré tu transporte y conduciré yo.
—¡No, No y No! —Colocó las manos sobre las caderas y mantuvo la postura. No cedería en esto y punto. Ningún camino al infierno conseguiría que hiciera ese viaje de ocho horas. Ya habían estado en el coche toda la mañana, y además, realmente tenía que trabajar.
Pero no es por eso que no quieres ir. La verdad bailaba dentro de la mente, y se tensó. No quería visitar a ningún psíquico más por hoy. Para ser sinceros, no quería visitar al siguiente, no porque estuviera cansada o tuviera que trabajar, sino porque tenía miedo de que tuvieran éxito. Si encontraban a alguien que pudiera llevar a Nick a su casa, la abandonaría más pronto que tarde.
¿Es que no comprendía que quería que se quedara aquí todo el tiempo posible?
No, no lo comprendía, porque se movió hacia ella con la intención brillando en los ojos. Retrocedió y él siguió avanzando. Entonces estuvo sobre ella. Sorprendentemente, no la arrastró a la camioneta y le exigió que condujera hasta Lubbock. Simplemente metió la mano dentro del bolsillo de los pantalones cortos, un toque inocente que hizo que fuegos artificiales explotaran entre sus piernas, ya que éste era el primer toque que le había dado en tres días, el muy idiota, y sacó las llaves de la camioneta.
El cuerpo gritó ¡Busca más llaves! Pero pudo deducir por la mirada irritada y expresión enfadada de Nick, que asaltar su persona, de manera agradable o de cualquier otra forma, no estaba dentro de las intenciones. Se alejó diciendo.
—Visitaré ese lugar y después volveré.
En un flash se lo imaginó varado en algún camino aislado, o peor aún, en una poblada ciudad exigiéndoles a todos que obedecieran sus órdenes. Alguien se ofendería, habría una pelea, Nick ganaría, tenía una espátula, después de todo y la otra persona moriría. Entonces sería arrestado y encarcelado a la espera de juicio. El gobierno averiguaría que era de otro planeta y se desataría un infierno.
No podía dejar que eso pasara.
Corrió tras él, haciéndole una zancadilla y haciéndole tropezar. Él se estrelló en la dura tierra, derrumbándose como una casa demolida. Se movió rápidamente, precipitándose sobre las manos, arrebatándole la llave. Cuando trató de salir corriendo, fuera de su alcance, la agarró del tobillo. La siguiente cosa que supo, fue que estaba tumbada sobre el estómago, tratando de respirar.
Nick se le echó encima, cogió la llave de su apretón estilo Kung Fu y sonrió.
¡Sonrió!
Usó las manos para ponerse de pie y lo observó, prácticamente, saltar hacia la camioneta.
—¡Espera! —Corrió a trompicones detrás de él, levantando grava a cada paso y lo agarró del brazo. —Hagamos un trato.
—He sido un guerrero toda mi vida. No sé nada de tratos.
Con aquellas siniestras palabras resonando en los oídos, se deshizo del asimiento y caminó a zancadas hacia la puerta del conductor de la camioneta. Saltó hacia la parte delantera del vehículo, con los brazos completamente extendidos.
—Hiciste un trato con lo de las armas, ¿No? E hiciste otro cuando dormiste en el suelo en vez de mi cama —esperaba que la alzara y moviera a un lado de la carretera, apartándola eficazmente de su camino.
No lo hizo. Permaneció al lado de la puerta abierta.
—Si lo que te preocupa es conducir durante tanto tiempo —dijo con tono aparentemente suave— podemos regresar después del amanecer.
—No. Absolutamente no. Ya he perdido demasiado tiempo por tu culpa.
—Entonces, hasta luego. —Se metió dentro de la cabina.
—No conoces el camino. — ¡Ajá! Eso debería pararlo.
Las esquinas de los labios se elevaron con otra sonrisa satisfecha.
—Has estado usando este mapa durante todos estos días. —Sostuvo el folleto en cuestión. —¿Crees que no puedo hacer lo mismo?
—No conoces los nombres de las carreteras, y no puedes leer mi lengua. Además, te denunciaré a la policía por robar mi coche.
Suspiró.
—Lamento mucho el empleo de la fuerza, ________.
Los ojos se oscurecieron y ella hizo una pausa.
—No has usado ninguna fuerza —dijo cautelosamente.
—Pero lo voy a hacer.
Femme Fatale
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
Nooo nick no te vayas :'(
sdasd cuándo nos vamos a besar o algo? :arre:
¡sigue pronto! :B
sdasd cuándo nos vamos a besar o algo? :arre:
¡sigue pronto! :B
ItsJonasSupport
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
rayos Nick que cabezota que sos!!¬¬
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
quiero ver que pasa con Nick'x3333
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
quiero ver que pasa con Nick'x3333
annis9
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
CAPITULO 12 PARTE 2
Antes de que tuviera tiempo de parpadear, salió del coche, se acercó y con una mínima protesta de su parte, la levantó en brazos. Podría haber luchado o peleado con más fuerza, pero no quería hacerle daño. Sin una palabra, la soltó en el asiento de pasajeros y se colocó detrás del volante.
—Ahora vendrás conmigo —dijo con seguridad.
________ intentó quitarle la llave. La eludió fácilmente y luego empujó el metal dentado en la ignición y comenzó a empujar los pedales. Tirón. Parada. Tirón. Parada. Un sudor frío rompió a través de ella, y se lanzó a su lado, tratando de agarrar el volante.
La dominó con facilidad.
Si veía un coche, sólo uno, dirigirse hacia ellos, tiraría a Nick a empujones por la puerta, sin importarle las heridas que pudiera sufrir. O, tal vez, presionaría la arteria carótida hasta que se desmayara. Por ahora, iban solos por la carretera así que tenía tiempo de planearlo cuidadosamente.
—Me haces daño —gritó.
Indiferente al supuesto dolor, continuó.
—¿Quieres matarnos a los dos? Si sigues con esto, es lo que conseguirás. ¡Y vas a averiar la camioneta! Este viaje es ridículo. Ni siquiera tenemos una muda de ropa. Tendremos que volver esta noche y después, realmente me dolerá el trasero y haré que lo lamentes porque tendrás la culpa. Tengo demasiado trabajo por hacer en la casa. Voy contra reloj, pedazo de burro, y tendrás que pagarme todo este tiempo.
—¿Estás intentando que desee cortarme las orejas y que dé la vuelta? —gruñó, sin mirarla todavía.
—¡ Sí!
Agarraba el volante con tanta fuerza que hacía rato los nudillos se habían vuelto blancos. El camión se movía lentamente por la carretera, a no más de cinco kilómetros por hora.
—Puedo caminar más rápido que esto, abuelito.
Un músculo se movió nerviosamente sobre la mandíbula, y la expresión asediada del rostro fue casi cómica.
—Cierra la boca, ________, o lo haré por ti.
—Entonces hazlo por qué no me callo. Y para que lo sepas. ¡Si lo que quieres es que me quede en silencio, no habrá nadie que te avise de que vas por el camino incorrecto! —Antes de que pudiera responder, se inclinó hacia adelante y puso la radio a todo volumen. Meredith Brooks cantaba “Bitch”.
La letra la calmó al instante, y se deprimió. Él no se merecía esto. Simplemente quería volver a casa. Nick debía pensar que sufría ataques de locura permanentes. Tal vez, por eso, no la había tocado durante esos tres días anteriores... Tendría miedo de que lo atacara y lo matara mientras estaba dormido. Suspirando, bajó la radio.
—Aparca —le dijo.
—No. —La palabra surgió como el gruñido de un animal enjaulado.
—Aparca. Conduciré yo.
La barbilla giró de golpe y la miró con esperanza.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, maldita sea. Ahora aparca.
Habría parado justo allí, en medio del camino, tan grande era el alivio, pero le señaló hacia un lado. —No pares aquí. Para allí. —Una vez que se detuvieron, cambiaron rápidamente de sitio.
—Realmente me debes una por esto —refunfuñó.
—Fácilmente puedo pagarte una vez que lleguemos. Sólo necesito una cama y cinco minutos de tu tiempo. —La diversión brilló a través de los ojos, y sólo entonces comprendió cuánto lo había echado de menos.
—¿Cinco minutos?
—No. He cambiado de idea. —Los labios se estiraron. —Sólo necesito dos.
________ sacudió la cabeza y giró la camioneta hacia la derecha.
—Eres incorregible ¿Sabes?
—Sí. Lo sé
Y le gustaba así.
Condujeron en silencio durante aproximadamente veinte kilómetros, con el suave murmullo de la radio como único ruido. Sentía el calor del cuerpo de Nick, manteniendo los pensamientos en las zonas bajas. Quizás era, por naturaleza, más sensual de lo que había creído. O quizás, simplemente, era carnalmente adicta a Nick, porque su cerebro comenzó a tejer fantasías en la mente. Lo veía todo tan claramente. Se acercaba más a su lado y deslizaba la mano por su muslo, haciendo que temblara dolorosamente por más. Los ojos la devoraban mientras susurraba una provocación que no podría ignorar. Te desafío a experimentar el placer supremo, ________. Y ella, Oh, le dejaría. Las puntas calientes de los dedos apartarían las bragas y resbalarían fácilmente dentro. Luego, la acariciaría, primero lentamente, con deliberadas caricias de terciopelo, luego, con rapidez impaciente.
Quizás sacaría los dedos de su interior y se los llevaría a la boca, como si no pudiera vivir un momento más sin probar su sabor.
—¿________?
La voz era real, no parte de la fantasía y despertó de golpe.
—¡ Qué!
—¿ Es normal que conduzcas así?
—¡Oh, Dios! —Entre bocinazos y gestos con los dedos medios levantados, regresó la camioneta al carril adecuado. Se tomó un momento para reunir las ideas, reducir la marcha de la respiración y controlar los temblores que no tenían nada que ver con la mala conducción. Señor, quería explorar su cuerpo y permitirle que explorara el suyo. Quería sentir las duras ondulaciones de los músculos y la piel sedosa.
—¿En qué pensabas? —preguntó.
Tragando con fuerza, forzó la atención a permanecer en el camino.
—Simplemente, en que no puedo creer que hagamos esto. ¿Eres tan impulsivo en tú mundo?
—No. —No ofreció más información. —¿Cómo es ese lugar al que vamos?
—Bastante parecido a Dallas. — Tenía que conseguir que continuara hablando, tenía que mantenerse distraída. —Sabes, me has contado cosas de tu familia, pero nada realmente importante sobre tu mundo. ¿Cuáles son las diferencias entre Imperia y la Tierra, además del hecho de que todas sus mujeres son esclavas?
Se ofendió por eso.
—Las mujeres no son esclavas en Imperia. Simplemente son responsabilidad de sus hombres.
Rió de la ardiente mirada.
—¿Hay alguna diferencia?
—Sí. Un esclavo debe obedecer a su amo en cualquier momento. —Enfatizó la palabra esclavo, puntualizando que era masculino, el su se repitió en los oídos mucho después de que hubiera hablado. —No tienen derechos propios. Nunca. Pero a una mujer bajo la protección de un hombre se le permite expresar su opinión.
—Mientras que la opinión no sea diferente de la de su hombre, ¿Verdad?
—En público, no.
—Entonces no hay ninguna diferencia entre un esclavo y una mujer protegida.
Se sentó más recto en el asiento, una indicación clara de que no le gustaba la dirección de sus pensamientos.
—¿Me entendiste mal deliberadamente? Una mujer es respetada, hasta reverenciada. Un esclavo no es nada más que una posesión que puede ser desechado a voluntad.
—¿Desechado? ¿Qué diablos quieres decir con eso?
—Sólo que se puede regalar al esclavo o vendérselo a otro. No dije que aplauda esa práctica. Simplemente que puede hacerse. Te hará feliz saber que empiezo a entender que no todas las mujeres tienen la necesidad o deberían ser protegidas.
Antes que pudiera contestar a tan maravillosa declaración, la camioneta dio una sacudida y se escuchó un fuerte pop fuera. Con el corazón a la carrera, paró rápidamente al lado del camino.
—¿Qué pasa? —exigió Nick.
—Un pinchazo, creo.
Eso fue exactamente lo que era. Poco menos de cuarenta minutos más tarde, ya tenía el neumático cambiado. Podría haberlo hecho en la mitad de tiempo si Nick se hubiera quedado dentro de la camioneta como le había pedido. Pero no. ¡El bárbaro tenía que estar de pie, mirando sobre su hombro, y ofreciendo opinión en todo!
—¿Estás segura de que va ahí? —había preguntado. —Yo lo pondría aquí.
—Estoy segura.
—¿Estás segura que la camioneta no se volcará? Aquel objeto metálico la sostiene inclinada. Yo la levantaría por el medio.
—También estoy segura.
—Si giraras el...
—¡Estoy segura! ¡Estoy segura! ¡Estoy segura!
Él comenzó a cantar algo por lo bajito.
El desinflado neumático explotó.
Una fuerte ráfaga de aire y caucho la envió, tambaleante, hacia atrás y Nick surgió ante ella. Aunque, no pareció preocupado, no, le fruncía el ceño al neumático muerto como si fuera un veneno mortal.
—¿Qué hiciste? —le exigió, poniéndose en pie. El pulso, sin embargo, aún tenía que reducir la marcha.
—Un hechizo —admitió de mala gana. —Intentaba ayudarte.
—¡Por Dios, nunca me ayudes otra vez!
—¿Ni para limpiarte el negro hollín de la cara?
—¡Ni para eso! —Los nervios estaban al límite cuando regresaron a la carretera un rato después. Estaba sucia, sudorosa y hambrienta. Peor, estaba consternada. No le gustó que la hubiera visto hacer aquella tarea tan poco femenina. ¿Qué hombre deseaba a una mujer que podía ganarle en lo deportes, cambiar su propio neumático, y darle una patada en el trasero luchando? A ninguno, estaba segura. Muchos hombres pensaban en ella como –sólo uno de los muchachos – pero no quería que Nick también pensara así. Y era un poco contradictorio, supuso, ya que quería que la viera como alguien independiente y capaz.
Era tan malditamente atractivo, tan masculino, que esa masculinidad necesitaba, en contrapartida, de alguien totalmente femenino. Las manos se apretaron. Apostaría a que Nick prefería a las mujeres bajitas, de cabellos oscuros que llevaran vestidos y lazos y hablaban con voces suaves y angelicales.
Todo lo que no era.
Ya no la quería, admitió finalmente. Que no la hubiera tocado durante tres días ya decía suficiente, pero había seguido esperando estar equivocada. ¡Si sólo la hubiera intentado seducir una vez en los tres días anteriores!, Solamente una vez. No se sentiría tan… Perdida. Maldito sea, de todos modos. En algún lugar, ahí afuera, había un hombre - además de Nick- qué la aceptaría tal como era. Ese hombre jugaría al baloncesto con ella, la llevaría a los partidos de fútbol, y cada momento que pasaran juntos, la miraría como si fuera la mujer más hermosa y femenina que Dios hubiera creado. No como sus hermanos la miraban, pero...
¡Oh, no! Sus hermanos. Casi gimió. Su familia se preocupaba más de lo normal, y sabía que enviarían una partida de búsqueda si descubrían que la camioneta no aparecía durante toda la noche.
—Dame el teléfono de la guantera —le dijo a Nick con tono exasperado.
—¿Qué es la guantera?
Ella la señaló.
—Pídelo amablemente.
Estaban como al principio ¿No?. Frunciendo el ceño, buscó el teléfono en el compartimento ella misma y marcó el número privado de Erik. Era el más tolerante del grupo, y probablemente haría menos preguntas.
Contestó después del tercer toque.
—James.
—Pasaré la noche en Lubbock. —No perdió tiempo.
—¿Por qué? —Contestó Erik .
—Simplemente me apetecía salir de la ciudad. —Me estoy volviendo una mentirosa compulsiva, pensó sombríamente, y todo por culpa de Nick.
—¿Por qué? —Preguntó su hermano otra vez.
—Necesito un respiro.
—¿Te vas sola?
—No.
—Bien ¿Con quién vas?
Hizo una pausa. Entonces simplemente dijo:
—Nick. —Antes que Erik pudiera preguntar más, dijo —Escucha, mejor cuelgo. ¿No me adviertes siempre de lo peligroso que es conducir mientras se habla por teléfono?
—Vale, vale. Ya capto la indirecta. —La profunda y rica risita sonó en su oído. —¿Lubbock, dijiste?
—Sí. —Un coche pasó zumbando por su lado. El conductor levantó el dedo y lo agitó. No le hizo caso. —Seré cuidadosa, no te preocupes.
—Ponme a Nick al teléfono un minuto.
—Apenas puedo oírte —dijo, haciendo luego ruidos estáticos. —Debe... Ser...—Sonriendo presionó la tecla de colgar y cortó la línea. La sonrisa se volvió más amplia mientras se imaginaba a Eric echando humo tras el teléfono.
Un rato más tarde se dio cuenta de que se quedaban sin gasolina y la sonrisa se transformó en un ceño. Culpó a Nick por este nuevo inconveniente. Si no hubiera insistido en este viaje, viaje que no tenía planeado o para el que no había hecho las maletas, seguramente estaría instalada dentro del Victorian, no preocupándose por si se quedaban tirados.
Cuando alcanzaron la gasolinera más cercana, la camioneta rodaba con las últimas gotas de gasolina. Mirando airadamente a Nick, llenó el depósito y apuntó en su cuenta otros treinta y cinco dólares. Saltó dentro, recogió las cosas que necesitaba y se acercó a la caja. Nick le debía mucho por esto, y pagaría... Pero no con dinero.
Unos minutos más tarde, estaban otra vez en camino.
Antes de que tuviera tiempo de parpadear, salió del coche, se acercó y con una mínima protesta de su parte, la levantó en brazos. Podría haber luchado o peleado con más fuerza, pero no quería hacerle daño. Sin una palabra, la soltó en el asiento de pasajeros y se colocó detrás del volante.
—Ahora vendrás conmigo —dijo con seguridad.
________ intentó quitarle la llave. La eludió fácilmente y luego empujó el metal dentado en la ignición y comenzó a empujar los pedales. Tirón. Parada. Tirón. Parada. Un sudor frío rompió a través de ella, y se lanzó a su lado, tratando de agarrar el volante.
La dominó con facilidad.
Si veía un coche, sólo uno, dirigirse hacia ellos, tiraría a Nick a empujones por la puerta, sin importarle las heridas que pudiera sufrir. O, tal vez, presionaría la arteria carótida hasta que se desmayara. Por ahora, iban solos por la carretera así que tenía tiempo de planearlo cuidadosamente.
—Me haces daño —gritó.
Indiferente al supuesto dolor, continuó.
—¿Quieres matarnos a los dos? Si sigues con esto, es lo que conseguirás. ¡Y vas a averiar la camioneta! Este viaje es ridículo. Ni siquiera tenemos una muda de ropa. Tendremos que volver esta noche y después, realmente me dolerá el trasero y haré que lo lamentes porque tendrás la culpa. Tengo demasiado trabajo por hacer en la casa. Voy contra reloj, pedazo de burro, y tendrás que pagarme todo este tiempo.
—¿Estás intentando que desee cortarme las orejas y que dé la vuelta? —gruñó, sin mirarla todavía.
—¡ Sí!
Agarraba el volante con tanta fuerza que hacía rato los nudillos se habían vuelto blancos. El camión se movía lentamente por la carretera, a no más de cinco kilómetros por hora.
—Puedo caminar más rápido que esto, abuelito.
Un músculo se movió nerviosamente sobre la mandíbula, y la expresión asediada del rostro fue casi cómica.
—Cierra la boca, ________, o lo haré por ti.
—Entonces hazlo por qué no me callo. Y para que lo sepas. ¡Si lo que quieres es que me quede en silencio, no habrá nadie que te avise de que vas por el camino incorrecto! —Antes de que pudiera responder, se inclinó hacia adelante y puso la radio a todo volumen. Meredith Brooks cantaba “Bitch”.
La letra la calmó al instante, y se deprimió. Él no se merecía esto. Simplemente quería volver a casa. Nick debía pensar que sufría ataques de locura permanentes. Tal vez, por eso, no la había tocado durante esos tres días anteriores... Tendría miedo de que lo atacara y lo matara mientras estaba dormido. Suspirando, bajó la radio.
—Aparca —le dijo.
—No. —La palabra surgió como el gruñido de un animal enjaulado.
—Aparca. Conduciré yo.
La barbilla giró de golpe y la miró con esperanza.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, maldita sea. Ahora aparca.
Habría parado justo allí, en medio del camino, tan grande era el alivio, pero le señaló hacia un lado. —No pares aquí. Para allí. —Una vez que se detuvieron, cambiaron rápidamente de sitio.
—Realmente me debes una por esto —refunfuñó.
—Fácilmente puedo pagarte una vez que lleguemos. Sólo necesito una cama y cinco minutos de tu tiempo. —La diversión brilló a través de los ojos, y sólo entonces comprendió cuánto lo había echado de menos.
—¿Cinco minutos?
—No. He cambiado de idea. —Los labios se estiraron. —Sólo necesito dos.
________ sacudió la cabeza y giró la camioneta hacia la derecha.
—Eres incorregible ¿Sabes?
—Sí. Lo sé
Y le gustaba así.
Condujeron en silencio durante aproximadamente veinte kilómetros, con el suave murmullo de la radio como único ruido. Sentía el calor del cuerpo de Nick, manteniendo los pensamientos en las zonas bajas. Quizás era, por naturaleza, más sensual de lo que había creído. O quizás, simplemente, era carnalmente adicta a Nick, porque su cerebro comenzó a tejer fantasías en la mente. Lo veía todo tan claramente. Se acercaba más a su lado y deslizaba la mano por su muslo, haciendo que temblara dolorosamente por más. Los ojos la devoraban mientras susurraba una provocación que no podría ignorar. Te desafío a experimentar el placer supremo, ________. Y ella, Oh, le dejaría. Las puntas calientes de los dedos apartarían las bragas y resbalarían fácilmente dentro. Luego, la acariciaría, primero lentamente, con deliberadas caricias de terciopelo, luego, con rapidez impaciente.
Quizás sacaría los dedos de su interior y se los llevaría a la boca, como si no pudiera vivir un momento más sin probar su sabor.
—¿________?
La voz era real, no parte de la fantasía y despertó de golpe.
—¡ Qué!
—¿ Es normal que conduzcas así?
—¡Oh, Dios! —Entre bocinazos y gestos con los dedos medios levantados, regresó la camioneta al carril adecuado. Se tomó un momento para reunir las ideas, reducir la marcha de la respiración y controlar los temblores que no tenían nada que ver con la mala conducción. Señor, quería explorar su cuerpo y permitirle que explorara el suyo. Quería sentir las duras ondulaciones de los músculos y la piel sedosa.
—¿En qué pensabas? —preguntó.
Tragando con fuerza, forzó la atención a permanecer en el camino.
—Simplemente, en que no puedo creer que hagamos esto. ¿Eres tan impulsivo en tú mundo?
—No. —No ofreció más información. —¿Cómo es ese lugar al que vamos?
—Bastante parecido a Dallas. — Tenía que conseguir que continuara hablando, tenía que mantenerse distraída. —Sabes, me has contado cosas de tu familia, pero nada realmente importante sobre tu mundo. ¿Cuáles son las diferencias entre Imperia y la Tierra, además del hecho de que todas sus mujeres son esclavas?
Se ofendió por eso.
—Las mujeres no son esclavas en Imperia. Simplemente son responsabilidad de sus hombres.
Rió de la ardiente mirada.
—¿Hay alguna diferencia?
—Sí. Un esclavo debe obedecer a su amo en cualquier momento. —Enfatizó la palabra esclavo, puntualizando que era masculino, el su se repitió en los oídos mucho después de que hubiera hablado. —No tienen derechos propios. Nunca. Pero a una mujer bajo la protección de un hombre se le permite expresar su opinión.
—Mientras que la opinión no sea diferente de la de su hombre, ¿Verdad?
—En público, no.
—Entonces no hay ninguna diferencia entre un esclavo y una mujer protegida.
Se sentó más recto en el asiento, una indicación clara de que no le gustaba la dirección de sus pensamientos.
—¿Me entendiste mal deliberadamente? Una mujer es respetada, hasta reverenciada. Un esclavo no es nada más que una posesión que puede ser desechado a voluntad.
—¿Desechado? ¿Qué diablos quieres decir con eso?
—Sólo que se puede regalar al esclavo o vendérselo a otro. No dije que aplauda esa práctica. Simplemente que puede hacerse. Te hará feliz saber que empiezo a entender que no todas las mujeres tienen la necesidad o deberían ser protegidas.
Antes que pudiera contestar a tan maravillosa declaración, la camioneta dio una sacudida y se escuchó un fuerte pop fuera. Con el corazón a la carrera, paró rápidamente al lado del camino.
—¿Qué pasa? —exigió Nick.
—Un pinchazo, creo.
Eso fue exactamente lo que era. Poco menos de cuarenta minutos más tarde, ya tenía el neumático cambiado. Podría haberlo hecho en la mitad de tiempo si Nick se hubiera quedado dentro de la camioneta como le había pedido. Pero no. ¡El bárbaro tenía que estar de pie, mirando sobre su hombro, y ofreciendo opinión en todo!
—¿Estás segura de que va ahí? —había preguntado. —Yo lo pondría aquí.
—Estoy segura.
—¿Estás segura que la camioneta no se volcará? Aquel objeto metálico la sostiene inclinada. Yo la levantaría por el medio.
—También estoy segura.
—Si giraras el...
—¡Estoy segura! ¡Estoy segura! ¡Estoy segura!
Él comenzó a cantar algo por lo bajito.
El desinflado neumático explotó.
Una fuerte ráfaga de aire y caucho la envió, tambaleante, hacia atrás y Nick surgió ante ella. Aunque, no pareció preocupado, no, le fruncía el ceño al neumático muerto como si fuera un veneno mortal.
—¿Qué hiciste? —le exigió, poniéndose en pie. El pulso, sin embargo, aún tenía que reducir la marcha.
—Un hechizo —admitió de mala gana. —Intentaba ayudarte.
—¡Por Dios, nunca me ayudes otra vez!
—¿Ni para limpiarte el negro hollín de la cara?
—¡Ni para eso! —Los nervios estaban al límite cuando regresaron a la carretera un rato después. Estaba sucia, sudorosa y hambrienta. Peor, estaba consternada. No le gustó que la hubiera visto hacer aquella tarea tan poco femenina. ¿Qué hombre deseaba a una mujer que podía ganarle en lo deportes, cambiar su propio neumático, y darle una patada en el trasero luchando? A ninguno, estaba segura. Muchos hombres pensaban en ella como –sólo uno de los muchachos – pero no quería que Nick también pensara así. Y era un poco contradictorio, supuso, ya que quería que la viera como alguien independiente y capaz.
Era tan malditamente atractivo, tan masculino, que esa masculinidad necesitaba, en contrapartida, de alguien totalmente femenino. Las manos se apretaron. Apostaría a que Nick prefería a las mujeres bajitas, de cabellos oscuros que llevaran vestidos y lazos y hablaban con voces suaves y angelicales.
Todo lo que no era.
Ya no la quería, admitió finalmente. Que no la hubiera tocado durante tres días ya decía suficiente, pero había seguido esperando estar equivocada. ¡Si sólo la hubiera intentado seducir una vez en los tres días anteriores!, Solamente una vez. No se sentiría tan… Perdida. Maldito sea, de todos modos. En algún lugar, ahí afuera, había un hombre - además de Nick- qué la aceptaría tal como era. Ese hombre jugaría al baloncesto con ella, la llevaría a los partidos de fútbol, y cada momento que pasaran juntos, la miraría como si fuera la mujer más hermosa y femenina que Dios hubiera creado. No como sus hermanos la miraban, pero...
¡Oh, no! Sus hermanos. Casi gimió. Su familia se preocupaba más de lo normal, y sabía que enviarían una partida de búsqueda si descubrían que la camioneta no aparecía durante toda la noche.
—Dame el teléfono de la guantera —le dijo a Nick con tono exasperado.
—¿Qué es la guantera?
Ella la señaló.
—Pídelo amablemente.
Estaban como al principio ¿No?. Frunciendo el ceño, buscó el teléfono en el compartimento ella misma y marcó el número privado de Erik. Era el más tolerante del grupo, y probablemente haría menos preguntas.
Contestó después del tercer toque.
—James.
—Pasaré la noche en Lubbock. —No perdió tiempo.
—¿Por qué? —Contestó Erik .
—Simplemente me apetecía salir de la ciudad. —Me estoy volviendo una mentirosa compulsiva, pensó sombríamente, y todo por culpa de Nick.
—¿Por qué? —Preguntó su hermano otra vez.
—Necesito un respiro.
—¿Te vas sola?
—No.
—Bien ¿Con quién vas?
Hizo una pausa. Entonces simplemente dijo:
—Nick. —Antes que Erik pudiera preguntar más, dijo —Escucha, mejor cuelgo. ¿No me adviertes siempre de lo peligroso que es conducir mientras se habla por teléfono?
—Vale, vale. Ya capto la indirecta. —La profunda y rica risita sonó en su oído. —¿Lubbock, dijiste?
—Sí. —Un coche pasó zumbando por su lado. El conductor levantó el dedo y lo agitó. No le hizo caso. —Seré cuidadosa, no te preocupes.
—Ponme a Nick al teléfono un minuto.
—Apenas puedo oírte —dijo, haciendo luego ruidos estáticos. —Debe... Ser...—Sonriendo presionó la tecla de colgar y cortó la línea. La sonrisa se volvió más amplia mientras se imaginaba a Eric echando humo tras el teléfono.
Un rato más tarde se dio cuenta de que se quedaban sin gasolina y la sonrisa se transformó en un ceño. Culpó a Nick por este nuevo inconveniente. Si no hubiera insistido en este viaje, viaje que no tenía planeado o para el que no había hecho las maletas, seguramente estaría instalada dentro del Victorian, no preocupándose por si se quedaban tirados.
Cuando alcanzaron la gasolinera más cercana, la camioneta rodaba con las últimas gotas de gasolina. Mirando airadamente a Nick, llenó el depósito y apuntó en su cuenta otros treinta y cinco dólares. Saltó dentro, recogió las cosas que necesitaba y se acercó a la caja. Nick le debía mucho por esto, y pagaría... Pero no con dinero.
Unos minutos más tarde, estaban otra vez en camino.
Femme Fatale
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
hahah toddddooo culpa de nick¿? hahaha el pobreeeee
la rayiz k mala aveces puede ser eeeeeeeeeeee y irritante a la vez xD
nuuu u.u tan lejos van¿? hahahah le dolera ahy estar sentada tanto tiempo :P
y pa ensima como l va a pagara¿? toodo lo k la rayiz esta gastando¿? algo k no es dinero¿? o.O k sera k sera hahahahaha dale sigela plizzzzzz
la rayiz k mala aveces puede ser eeeeeeeeeeee y irritante a la vez xD
nuuu u.u tan lejos van¿? hahahah le dolera ahy estar sentada tanto tiempo :P
y pa ensima como l va a pagara¿? toodo lo k la rayiz esta gastando¿? algo k no es dinero¿? o.O k sera k sera hahahahaha dale sigela plizzzzzz
Invitado
Invitado
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
Nick pagaría? Como? :twisted: jaja te tengo que decir que la sigas? cuando comienza la accion? JAJJA soy una pervertida u.u siguela x3
SparksFly
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaa:D
que pague Nick' :twisted:
jajaja:D
que pague Nick' :twisted:
jajaja:D
annis9
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
jaajajaj me encantaaaaaaaa es TAAAAAAAAAAAAAAAAN haaaaaaaaaaa na no tiene palabras me faasinaaaaaaaaaaaa *________* tienes que seguiraalaa prontito prontitoo o una muerte cargara en tu conciencia :jeje:
WhoIam13
Re: "El Principe De Piedra" (Nick Y Tu) Adaptacion.
Holaaa nueva lectora!!!
si te dijera que AMO la nove... es poco!! es...ess.. unica haha y nick es taaaan Nick
necesito cap o no creo q que sobreviva!! plis tienes q seguirla pronto!!
bye!
si te dijera que AMO la nove... es poco!! es...ess.. unica haha y nick es taaaan Nick
necesito cap o no creo q que sobreviva!! plis tienes q seguirla pronto!!
bye!
Faby Evans Jonas
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