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"Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
o.o
amo esta nove enserioo
NUEVA Y FIEL LECTORA!
siguelaaaaaaa (:
amo esta nove enserioo
NUEVA Y FIEL LECTORA!
siguelaaaaaaa (:
Ell Payne'
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
No puedo creer q ya esta por terminar!! Se q ___ es megan y joe es la rencarnacion del joe del pasado ESTOY MUY SEGURA JEJE
Gracias por querer terminar la nove por nosotras!!
SIGUELA!!!!!!!!!!!
Gracias por querer terminar la nove por nosotras!!
SIGUELA!!!!!!!!!!!
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 10
Mamie se apresuró llevando el aperitivo ella misma. Joseph arqueó una ceja cuando puso el plato sobre la mesa, deslizándose al lado de él en la cabina, mientras hacía la presentación.
―Cariño, aquí tiene usted algunos de los mejores cangrejos de río cocidos al vapor de todo Luisiana. Caracoles en mantequilla y salsa de vino, los pequeños triángulos fritos que hay en la cola del caimán, umm, veamos, langostinos, aros de cebolla, y patatas rellenas estilo Cajún. Y le garantizo que va a necesitar otra cerveza ―dijo con un guiño.
―Ah... se ve genial―dijo Joseph.
―¿Dónde están sus amigos?
―En los aseos. ¿Ha visto usted a nuestro tipo? He visto a algunos tipos con trajes elegantes por todas partes. Delgados, oscuros.
Mamie agitó su cabeza.
―No está aquí. Y tengo el más raro presentimiento de que lo sabría, que lo sentiría mirarme si él fuera a mostrarse... tenga la seguridad, Teniente. Pienso ayudarlo atrapar a ese tipo.
―Bien. Gracias, Mamie. Ya lo sabe, mandamos el retrato a la prensa. Con suerte, mantendrá a las mujeres a salvo del bastardo.
―Putas, quiere decir ―Mamie dijo ligeramente.
―Mujeres. Y hombres, para el caso. La víctima número dos era un…
―Proxeneta.
―Yo iba a decir un hombre.
―Era un proxeneta ―Mamie dijo de forma natural.
Joseph se encogió de hombros.
―Muy bien. Era un real hijo de puta, y puede que se mereciera morir.
Mamie sonrío.
―Me gusta usted, Teniente, ¿Sabe?
―Gracias.
―A decir verdad ―dijo, bajando su voz, ―Estoy preocupada por usted.
Él arqueó una ceja.
―Ésta es Nueva Orleans.―Mamie dijo a la manera nativa. Fluyó de su lengua. Naw leans.
Sonrío, pensando en la conversación que había tenido con ___(Tn) ese mismo día. Se estaban asustando. Parecía un poco más natural que una mujer como Mamie estuviera más preparada para el ocultismo que ___(Tn).
―Continúe.
―Cariño, le guste o no, hay buen aire ―y malo. El mundo está lleno de vibraciones de toda clase, y no importa si usted es blanco, negro, francés, inglés, o algo entre medias. Hay mal en esta ciudad ahora mismo. Y estoy preocupada por usted.
―Mamie, soy policía. Llevo un arma. Tengo cuidado de mí mismo.
―Y usted no es estúpido, y no es ningún tonto. Pero quiero que vaya a ver a una mujer llamada Marie Lescarre ―Mamie le dijo muy seriamente.
―¿Por qué? ―Preguntó, con una media sonrisa curvando sus labios.
―Porque tiene la visión.
―¿Ella es una vudú y va a querer ordeñarme por un fajo de dinero?
Mamie se recostó, agitando su cabeza tristemente.
―Chico, usted necesita un poco de ayuda, y simplemente está más allá de mí dársela. Lleve a su novia.
―¿___(Tn)? ―Dijo, sorprendido. Sus ojos se achicaron y se sorprendió al escuchar como sonaba su voz a la defensiva. ―Perdóneme, ¿Me está diciendo que hay algo malo sobre ___(Tn)?
―¡Oh, no! Vaya, ella es una mujer hermosa con una voz gentil y amable, a pesar de su auto confianza o debido ella.
―Bien, entonces…
―No vaya a enojarse. Repito, no estoy diciendo que la chica sea mala o algo semejante. A decir verdad, cariño, parece tener algunas clases de aura buena dando vueltas alrededor de su pequeña cabeza. Pero algo no está bien, y eso es lo que puedo decirle.
―Mamie, usted es quien me dio mi iniciativa, mi mejor pista por el momento. Usted vio a un hombre de carne y hueso, así que sabemos eso por lo menos. Hay un mal hombre ahí fuera, un hombre malvado, si usted quiere. Y ése es a quien estamos buscando.
―Usted todavía debe ver a Marie Lescarre.―Mamie estaba hablando repentinamente rápido, y podía ver que Nicholas estaba regresando por fin. Aparentemente, Mamie no quería que Nicholas escuchara. ―Puede encontrarla en Jackson Square la mayor parte del tiempo, justo antes del anochecer, vendiendo sus aceites. Ella tiene una licencia, lo tiene todo legal. No estoy buscando los favores de la policía para alguien de aquí, ¡Sólo creo que debería verla!
Mamie giró justo cuando llegó Nicholas, ofreciéndole una gran sonrisa.
―Dulce, ¡Siéntese y empiece a comer! Veré que su camarero les traiga más vino y cerveza.
Mamie se escabulló. Nicholas se sentó, llenando su boca con la cola del caimán mientras lo hacía.
―Dos cosas ―farfulló alrededor de la comida, luego masticó, mirando a Joseph con tristeza.
―¿Qué?
Nicholas hizo una ligera mueca de dolor.
―Rutger ya está fuera.
―¿Qué? ―Joseph dio un golpe seco, apoyándose hacia adelante.
―Su abogado planteó tal ataque que prometió demandar al departamento, a los derechos civiles, y a todo el lote completo. Pero no te preocupes, hemos conseguido protección armada para la chica.
Joseph lo miró fijamente, reclinándose.
―¿Cómo diablos conseguimos eso en este momento? Habría pensado que no conseguiríamos a nadie para eso con lo que está ocurriendo en la ciudad. ¿Cómo puede permitirse el departamento más tiempo extra?
―Chicos con tiempo libre haciéndolo gratis ―Nicholas dijo, sonriendo. ―Tú nunca lo sabes, ¿No?
―Creo que aun así haré una parada en el hospital de camino a casa.
Nicholas asintió con la cabeza.
―Claro.
―¿Bien?
―¿Sí?
―Dijiste dos cosas.
―Oh, sí...
―¿Bien?
―___(Tn)...
―¿Qué pasa con ___(Tn)?
―No sé. Podrías querer advertirla que tenga cuidado, ¿No?
―¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo? ―Joseph preguntó, frunciendo el ceño.
Nicholas se encogió de hombros.
―Bien, parece estar explorando el sitio ella misma, buscando a ese tipo.
―¿Qué quieres decir? Estaba de camino al baño.
―Sí, bien, estaba caminando en esa dirección. Pero no me vio al teléfono. Y estaba mirando. Buscando arduamente. Tienes que enfatizarle que este tipo es peligroso.
Joseph sorbió su cerveza.
―Claro. Claro. Lo hare.
___(Tn) regresó y se sentó junto a él. Su cabeza estaba bombardeando repentinamente mientras la observaba. Le sonrío. Angelicalmente.
―¿Viste algo? ―Le preguntó.
Ella frunció el ceño, con sus hermosos ojos serios.
―¿Cómo...?
―Parecía que estabas mirando alrededor ―dijo, teniendo cuidado no de decir que Nicholas había sido quien había estado notando sus movimientos.
―Oh... Bien, naturalmente, estaba buscando al hombre a quien sus artistas dibujaron.
Naturalmente. ¿Estaba siendo ridículamente sensible a cualquier movimiento, a cada mirada...?
Se sentía incómodo, asustado.
¿Por qué no?
Mamie había dicho que ___(Tn) tenía un aura.
¿Desde cuándo había escuchado él la jerigonza del vudú?
Las gotas de sangre habían llegado hasta su puerta...
―___(Tn), cuando acabemos aquí, vamos a pasar por el hospital, ¿Te importa?
―¿Le ha pasado algo más a Callie?
―No, solo que Rutger está fuera ―Joseph dijo.
―¿Rutger está fuera? ―repitió.
Nicholas colocó una mano sobre la suya.
―Algunos chicos fuera de servicio están velando por ella. Estará bien.
―Es sólo tan enfurecedor que… —dejó de hablar, agitando su cabeza. ―¿Qué estoy diciendo? Ustedes ponen sus vidas en juego, y luego...
―Los chicos malos caminan ―dijo Joseph. ―A veces apesta. Pero todavía confío en la ley.―Sorbió su cerveza, mirando fijamente ___(Tn). ―¿Tú no lo haces?
Ella sonrío.
―La mayor parte del tiempo.
―Tenemos esta gran bandeja de aperitivos y ahora todo el mundo está deprimido ―dijo Nicholas. ―¿Cola de caimán? ―le ofreció a ___(Tn).
―No importa si lo hago ―dijo ella.
Mojó el pequeño triángulo en salsa de cóctel.
Joseph se dio cuenta de que parecía como si todos estuvieran metiendo la mano en una pequeña olla de sangre.
Rutger Leon se pavoneó bajando la calle, balanceando los brazos a los costados. Palmeó su bolsillo, asegurándose de que llevaba su cuchillo.
El policía lo había atrapado.
Su abogado lo había puesto en libertad. El viejo Iggy ―Señor Don, como le gustaba llamarse a sí mismo ―no podía hacerlo sin la clase de dinero de Rutger. Dinero de droga. Dinero ensangrentado.
Rutger tenía ganas de reírse otra vez.
La bruja iba a tener lo suyo. Esa condenada Callie. Venir a él lloriqueando, pidiendo para otro chute cuando no podía ni arrastrar su propio peso de alguna manera o forma. Una vez, había sido una pequeña cosa preciosa, buena en la cama, deseosa por complacer. Hombre, ella haría algo por una dosis ―cualquier cosa. Le gustaba el sabor que tenía en su boca, sólo de pensar en ello. Aunque ella había causado esto, provocando que le arrestaran, y que Ray muriera. Por supuesto, Ray se había enterrado en un hoyo profundo, cargando contra un policía armado, pero todavía era su maldita culpa, y ahora ella iba a obtener lo suyo.
Los policías suponían que la bruja estaba segura. Pero siempre había agujeros. Por lo que ahora la pequeña Callie estaba en el hospital, temblando por ahora, él estaba seguro, enfrentándose a una retirada. Pobre muñeca.
Caminó alrededor de la esquina, mirando el edificio. Tenía el número de habitación, el número de planta, y su ropa verde de hospital. Callie iba a tener las palabras Puta y Bruja grabadas en su trasero antes de que los policías de servicio sospecharan ni siquiera que hubiera un problema.
Tal vez fue una buena cosa que Ray hubiera muerto. Rutger quería a Callie de vuelta. La quería cuando estaba en uno de esos momentos en los que estaba dispuesta a hacer cualquier ―cualquier cosa que él deseara. Y no sería demasiado rápida para hacerlo con alguien aparte de algún cliente que había escogido para ella —no con su trasero grabado con la descripción de su firma. En realidad, ella no iba a obtener mucho castigo —ni la mitad de lo que se merecía.
Sonrío, pensando en su expresión mientras la decía lo que le iba a hacer...
Hospitales ―no importaba como la administración tratara de modernizarlos ―olían como hospitales. A ___(Tn) no le importaba visitarlos, pero siempre se alegraba de dejarlos.
Se alegró de que ella y Joseph hubieran venido. Era bueno ver a Callie con su cuerpo limpio, todavía pálida, triste y herida, pero sedada para pasar la noche.
Callie sonrío cuando los vio.
―Chicos, han venido realmente.
―Claro ―Joseph dijo, sentándose a los pies de su cama.
Callie tembló. Temblaría probablemente de vez en cuando durante un largo tiempo, pensaba ___(Tn). Las drogas eran una enfermedad como ninguna otra.
Callie miró a ___(Tn) tímidamente.
―Usted ni siquiera es policía.
___(Tn) negó con su cabeza.
―Sólo queríamos ver cómo está usted.
―La mano está toda vendada ―dijo Callie. Hizo una mueca de dolor repentinamente, y cerró sus ojos, gimiendo. ―Oh, Dios, no sé, no sé...
___(Tn) extendió la mano repentinamente, apretando su mano.
―Luche contra ello. Piense que va a estar limpia, que va a volver a empezar. Infierno, Callie, ¡Piense en los dientes de ese tipo! Eso es suficiente para mantenerla fuera de la calle.
Callie se encontraba con un dolor infernal. Era evidente en su color ceniciento. Pero todavía, sonrío.
―Sus dientes son una mierda, ¿No? Gracias a Dios, Rutger está en cárcel. ¡Espero que tiren la llave!
Joseph echó un vistazo a ___(Tn), luego volvió a Callie.
―En realidad, Callie, dejaron salir a Rutger.
―Oh, Dios, ¡Soy una mujer muerta! ―Callie respiró.
―No, no lo es ―___(Tn) dijo firmemente.
―Usted tiene dos policías afuera, en el pasillo, Callie. Amigos míos, buenos chicos. Dos policías más los sustituirán en un rato. Va a estar bien.
Las lágrimas formaron un charco en los ojos de Callie. Parecía una niña pequeña perdida, tan pequeña contra la extensión blanca de su cama de hospital, débil debajo del gastado traje de hospital.
―¡Desearía poder creerlo!
―Bien, usted me creerá cuando llegue la mañana. Estaré de vuelta aproximadamente a las diez.
―A las nueve ―___(Tn) le corrigió.
Joseph la miró.
―Vendremos antes de que me lleves al trabajo, y realmente tengo que estar allí sobre las diez. Un lunes por la mañana, ya sabes.
Joseph le ofreció la media sonrisa que adoraba tanto, y tocó la mejilla de Callie.
―Trate de descansar. Van a darle otra inyección. La ayudará un poco, ¿Ok?
Callie trató de sonreír.
―Va a estar bien. ―Joseph la aseguró. Su voz era resuelta, apacible.
Se puso de pie y tomó la mano de ___(Tn). Se pararon para hablar con los dos policías que estaban fuera de la puerta de Callie.
―___(Tn), Jimmy Cross, Angus Canham —chicos, ___(Tn) Montgomery ―dijo Joseph, presentándolos. Jimmy tenía aproximadamente treinta años, pelo marrón rizado y amigables ojos de color de avellana. Angus era más viejo, con el pelo blanco, y brillantes ojos de un azul pálido.
Estrecharon su mano, saludándola con una expectación que Joseph ignoró.
―Tengo entendido que la gente se ha las arreglado para estar aquí en su tiempo libre. Es fenomenal, y se lo agradezco realmente.
―Hey, Joseph, son tiempos difíciles para todos nosotros ―dijo Jimmy. ―Las últimas semanas han sido atroces. Si podemos ayudar a la pequeña vagabunda de ahí, mucho mejor.
Angus asintió con la cabeza.
―Joseph, vamos, eres un hombre que ha puesto su propia ración de horas libres, y nosotros escuchamos que estabas temeroso de lo que le pudiera pasarle a la muchachita ―dijo. Obviamente, ___(Tn) pensó, Angus era tan escocés como su nombre. Él la sonrío. ―Él es un buen tipo. ¿Eh, señorita Montgomery? Haríamos más si tuviéramos a más gente como él, lo haríamos.
―¡Eso es magnífico! ―le aseguró. Impulsivamente, besó su mejilla. ―Gracias.
―¡Hey! ―Joseph protestó, riéndose. ―Angus me está robando a mi chica. Es ese acento. ¡Las mujeres se vuelven imbéciles por un acento!
―Hey, Angus, ¿Quieres enseñarme el acento? ―Jimmy preguntó esperanzadamente.
―¡Es mi encanto, y no mí acento, jovencito! ―Angus alegó.
Se rieron, dándose las buenas noches. Cuando llegaron al apartamento de Joseph, ___(Tn) se giró inmediatamente entre sus brazos en cuanto se cerró la puerta, lanzando sus brazos alrededor de él, besándolo hambrientamente, con pasión, con necesidad… y ternura.
―¡Hey! ―él murmuró suavemente contra sus labios, tirando de su cremallera, y luego de su dobladillo. ―¿Qué hice para merecer esto?
―¡Ser solo tú! ―susurró contra su boca, besándolo otra vez. ―Ser sólo... tú...
La besó a su vez. Su ropa desapareció. Estaba en sus brazos, sintiendo su potencia, su calor. Desnudo, gateó sobre ella en su cama. Introdujo sus dedos en su pelo. Estudió su cara. Adoraba sus ojos. Los planos de sus mejillas. Sus hoyuelos. Su sonrisa. Adoraba la fuerza que permanecía dentro de su corazón.
―Joseph...―susurró.
―¿Qué?
―Yo...
―¿Si...? ―bromeó suavemente, acariciando su labio inferior con el suyo, plantando un beso entre sus pechos.
―Me estoy enamorando de ti ―susurró.
Él se endureció ligeramente; mirándola fijamente. Sonrío muy despacio, y luego su sonrisa se desvaneció y sus ojos se volvieron serios.
―Yo lo sentí en el momento que te conocí ―la dijo.
Y abandonó su actitud bromista. Y le hizo el amor con una pasión salvaje y perversa que sobrepasó cada una de las expectativas de ella.
Estaba envuelto en la oscuridad. Una oscuridad extraña.
Luego fue consciente del ruido, y de una sensación de movimiento.
Se sentía como si se estuviera despertando después de un largo sueño e increíblemente profundo.
Estaba frío; tembló.
No era de extrañar. Estaba durmiendo sobre algo muy duro, y muy frío. Repentinamente fue consciente de algo rígido... ¿acero?... debajo de su cuerpo. Aspiró repentinamente, bruscamente. Algo fue absorbido en su boca. En el pánico, lo manoseó. Una sábana. Había descorrido la sábana todo el camino sobre su cabeza.
Comenzó a ser consciente de la luz entonces; luz, pozos de luz penetrante que luchaba contra las sombras que se cernían sobre la mayor parte de la habitación.
Empezó a escuchar deslizarse un hilito de agua.
Arriba. Tenía que levantarse. Parecía muy difícil. Estaba acostumbrado a hacer endiabladamente lo que condenadamente le apetecía. Era un hombre fuerte. Diablos, rompió cabezas cuando tuvo ganas.
Pero había tenido esa pelea, sin embargo. Con el poli. El estúpido lo había disparado, eso era, estaba en el hospital, estaba...
Hambriento
Hambriento en una manera que nunca había imaginado. Desesperadamente hambriento de carne. Carne roja. Carne cruda. No, no, no...
Algo rojo, pero...
Sí. Realmente crudo.
Sangre.
Se las arregló para incorporarse. Miró. Habitación de hospital. Azulejo estéril. Agua corriendo. Las sombras de la noche todavía en la habitación, aunque un pozo de luz brillante sobre su cama. Entrecerró los ojos. Algo más pendía arriba. ¿Un micrófono?
Y la mesita de noche...
Algo no estaba bien.
Rascó su abdomen peludo y miró hacia abajo, hacia su redondeado estómago. Mierda. ¿Estaba durmiendo desnudo en el hospital?
Sonrió abiertamente. Tal vez era un hospital Católico. Y tal vez podía conseguir una erección antes de que una monja apareciera.
―Cariño, aquí tiene usted algunos de los mejores cangrejos de río cocidos al vapor de todo Luisiana. Caracoles en mantequilla y salsa de vino, los pequeños triángulos fritos que hay en la cola del caimán, umm, veamos, langostinos, aros de cebolla, y patatas rellenas estilo Cajún. Y le garantizo que va a necesitar otra cerveza ―dijo con un guiño.
―Ah... se ve genial―dijo Joseph.
―¿Dónde están sus amigos?
―En los aseos. ¿Ha visto usted a nuestro tipo? He visto a algunos tipos con trajes elegantes por todas partes. Delgados, oscuros.
Mamie agitó su cabeza.
―No está aquí. Y tengo el más raro presentimiento de que lo sabría, que lo sentiría mirarme si él fuera a mostrarse... tenga la seguridad, Teniente. Pienso ayudarlo atrapar a ese tipo.
―Bien. Gracias, Mamie. Ya lo sabe, mandamos el retrato a la prensa. Con suerte, mantendrá a las mujeres a salvo del bastardo.
―Putas, quiere decir ―Mamie dijo ligeramente.
―Mujeres. Y hombres, para el caso. La víctima número dos era un…
―Proxeneta.
―Yo iba a decir un hombre.
―Era un proxeneta ―Mamie dijo de forma natural.
Joseph se encogió de hombros.
―Muy bien. Era un real hijo de puta, y puede que se mereciera morir.
Mamie sonrío.
―Me gusta usted, Teniente, ¿Sabe?
―Gracias.
―A decir verdad ―dijo, bajando su voz, ―Estoy preocupada por usted.
Él arqueó una ceja.
―Ésta es Nueva Orleans.―Mamie dijo a la manera nativa. Fluyó de su lengua. Naw leans.
Sonrío, pensando en la conversación que había tenido con ___(Tn) ese mismo día. Se estaban asustando. Parecía un poco más natural que una mujer como Mamie estuviera más preparada para el ocultismo que ___(Tn).
―Continúe.
―Cariño, le guste o no, hay buen aire ―y malo. El mundo está lleno de vibraciones de toda clase, y no importa si usted es blanco, negro, francés, inglés, o algo entre medias. Hay mal en esta ciudad ahora mismo. Y estoy preocupada por usted.
―Mamie, soy policía. Llevo un arma. Tengo cuidado de mí mismo.
―Y usted no es estúpido, y no es ningún tonto. Pero quiero que vaya a ver a una mujer llamada Marie Lescarre ―Mamie le dijo muy seriamente.
―¿Por qué? ―Preguntó, con una media sonrisa curvando sus labios.
―Porque tiene la visión.
―¿Ella es una vudú y va a querer ordeñarme por un fajo de dinero?
Mamie se recostó, agitando su cabeza tristemente.
―Chico, usted necesita un poco de ayuda, y simplemente está más allá de mí dársela. Lleve a su novia.
―¿___(Tn)? ―Dijo, sorprendido. Sus ojos se achicaron y se sorprendió al escuchar como sonaba su voz a la defensiva. ―Perdóneme, ¿Me está diciendo que hay algo malo sobre ___(Tn)?
―¡Oh, no! Vaya, ella es una mujer hermosa con una voz gentil y amable, a pesar de su auto confianza o debido ella.
―Bien, entonces…
―No vaya a enojarse. Repito, no estoy diciendo que la chica sea mala o algo semejante. A decir verdad, cariño, parece tener algunas clases de aura buena dando vueltas alrededor de su pequeña cabeza. Pero algo no está bien, y eso es lo que puedo decirle.
―Mamie, usted es quien me dio mi iniciativa, mi mejor pista por el momento. Usted vio a un hombre de carne y hueso, así que sabemos eso por lo menos. Hay un mal hombre ahí fuera, un hombre malvado, si usted quiere. Y ése es a quien estamos buscando.
―Usted todavía debe ver a Marie Lescarre.―Mamie estaba hablando repentinamente rápido, y podía ver que Nicholas estaba regresando por fin. Aparentemente, Mamie no quería que Nicholas escuchara. ―Puede encontrarla en Jackson Square la mayor parte del tiempo, justo antes del anochecer, vendiendo sus aceites. Ella tiene una licencia, lo tiene todo legal. No estoy buscando los favores de la policía para alguien de aquí, ¡Sólo creo que debería verla!
Mamie giró justo cuando llegó Nicholas, ofreciéndole una gran sonrisa.
―Dulce, ¡Siéntese y empiece a comer! Veré que su camarero les traiga más vino y cerveza.
Mamie se escabulló. Nicholas se sentó, llenando su boca con la cola del caimán mientras lo hacía.
―Dos cosas ―farfulló alrededor de la comida, luego masticó, mirando a Joseph con tristeza.
―¿Qué?
Nicholas hizo una ligera mueca de dolor.
―Rutger ya está fuera.
―¿Qué? ―Joseph dio un golpe seco, apoyándose hacia adelante.
―Su abogado planteó tal ataque que prometió demandar al departamento, a los derechos civiles, y a todo el lote completo. Pero no te preocupes, hemos conseguido protección armada para la chica.
Joseph lo miró fijamente, reclinándose.
―¿Cómo diablos conseguimos eso en este momento? Habría pensado que no conseguiríamos a nadie para eso con lo que está ocurriendo en la ciudad. ¿Cómo puede permitirse el departamento más tiempo extra?
―Chicos con tiempo libre haciéndolo gratis ―Nicholas dijo, sonriendo. ―Tú nunca lo sabes, ¿No?
―Creo que aun así haré una parada en el hospital de camino a casa.
Nicholas asintió con la cabeza.
―Claro.
―¿Bien?
―¿Sí?
―Dijiste dos cosas.
―Oh, sí...
―¿Bien?
―___(Tn)...
―¿Qué pasa con ___(Tn)?
―No sé. Podrías querer advertirla que tenga cuidado, ¿No?
―¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo? ―Joseph preguntó, frunciendo el ceño.
Nicholas se encogió de hombros.
―Bien, parece estar explorando el sitio ella misma, buscando a ese tipo.
―¿Qué quieres decir? Estaba de camino al baño.
―Sí, bien, estaba caminando en esa dirección. Pero no me vio al teléfono. Y estaba mirando. Buscando arduamente. Tienes que enfatizarle que este tipo es peligroso.
Joseph sorbió su cerveza.
―Claro. Claro. Lo hare.
___(Tn) regresó y se sentó junto a él. Su cabeza estaba bombardeando repentinamente mientras la observaba. Le sonrío. Angelicalmente.
―¿Viste algo? ―Le preguntó.
Ella frunció el ceño, con sus hermosos ojos serios.
―¿Cómo...?
―Parecía que estabas mirando alrededor ―dijo, teniendo cuidado no de decir que Nicholas había sido quien había estado notando sus movimientos.
―Oh... Bien, naturalmente, estaba buscando al hombre a quien sus artistas dibujaron.
Naturalmente. ¿Estaba siendo ridículamente sensible a cualquier movimiento, a cada mirada...?
Se sentía incómodo, asustado.
¿Por qué no?
Mamie había dicho que ___(Tn) tenía un aura.
¿Desde cuándo había escuchado él la jerigonza del vudú?
Las gotas de sangre habían llegado hasta su puerta...
―___(Tn), cuando acabemos aquí, vamos a pasar por el hospital, ¿Te importa?
―¿Le ha pasado algo más a Callie?
―No, solo que Rutger está fuera ―Joseph dijo.
―¿Rutger está fuera? ―repitió.
Nicholas colocó una mano sobre la suya.
―Algunos chicos fuera de servicio están velando por ella. Estará bien.
―Es sólo tan enfurecedor que… —dejó de hablar, agitando su cabeza. ―¿Qué estoy diciendo? Ustedes ponen sus vidas en juego, y luego...
―Los chicos malos caminan ―dijo Joseph. ―A veces apesta. Pero todavía confío en la ley.―Sorbió su cerveza, mirando fijamente ___(Tn). ―¿Tú no lo haces?
Ella sonrío.
―La mayor parte del tiempo.
―Tenemos esta gran bandeja de aperitivos y ahora todo el mundo está deprimido ―dijo Nicholas. ―¿Cola de caimán? ―le ofreció a ___(Tn).
―No importa si lo hago ―dijo ella.
Mojó el pequeño triángulo en salsa de cóctel.
Joseph se dio cuenta de que parecía como si todos estuvieran metiendo la mano en una pequeña olla de sangre.
Rutger Leon se pavoneó bajando la calle, balanceando los brazos a los costados. Palmeó su bolsillo, asegurándose de que llevaba su cuchillo.
El policía lo había atrapado.
Su abogado lo había puesto en libertad. El viejo Iggy ―Señor Don, como le gustaba llamarse a sí mismo ―no podía hacerlo sin la clase de dinero de Rutger. Dinero de droga. Dinero ensangrentado.
Rutger tenía ganas de reírse otra vez.
La bruja iba a tener lo suyo. Esa condenada Callie. Venir a él lloriqueando, pidiendo para otro chute cuando no podía ni arrastrar su propio peso de alguna manera o forma. Una vez, había sido una pequeña cosa preciosa, buena en la cama, deseosa por complacer. Hombre, ella haría algo por una dosis ―cualquier cosa. Le gustaba el sabor que tenía en su boca, sólo de pensar en ello. Aunque ella había causado esto, provocando que le arrestaran, y que Ray muriera. Por supuesto, Ray se había enterrado en un hoyo profundo, cargando contra un policía armado, pero todavía era su maldita culpa, y ahora ella iba a obtener lo suyo.
Los policías suponían que la bruja estaba segura. Pero siempre había agujeros. Por lo que ahora la pequeña Callie estaba en el hospital, temblando por ahora, él estaba seguro, enfrentándose a una retirada. Pobre muñeca.
Caminó alrededor de la esquina, mirando el edificio. Tenía el número de habitación, el número de planta, y su ropa verde de hospital. Callie iba a tener las palabras Puta y Bruja grabadas en su trasero antes de que los policías de servicio sospecharan ni siquiera que hubiera un problema.
Tal vez fue una buena cosa que Ray hubiera muerto. Rutger quería a Callie de vuelta. La quería cuando estaba en uno de esos momentos en los que estaba dispuesta a hacer cualquier ―cualquier cosa que él deseara. Y no sería demasiado rápida para hacerlo con alguien aparte de algún cliente que había escogido para ella —no con su trasero grabado con la descripción de su firma. En realidad, ella no iba a obtener mucho castigo —ni la mitad de lo que se merecía.
Sonrío, pensando en su expresión mientras la decía lo que le iba a hacer...
Hospitales ―no importaba como la administración tratara de modernizarlos ―olían como hospitales. A ___(Tn) no le importaba visitarlos, pero siempre se alegraba de dejarlos.
Se alegró de que ella y Joseph hubieran venido. Era bueno ver a Callie con su cuerpo limpio, todavía pálida, triste y herida, pero sedada para pasar la noche.
Callie sonrío cuando los vio.
―Chicos, han venido realmente.
―Claro ―Joseph dijo, sentándose a los pies de su cama.
Callie tembló. Temblaría probablemente de vez en cuando durante un largo tiempo, pensaba ___(Tn). Las drogas eran una enfermedad como ninguna otra.
Callie miró a ___(Tn) tímidamente.
―Usted ni siquiera es policía.
___(Tn) negó con su cabeza.
―Sólo queríamos ver cómo está usted.
―La mano está toda vendada ―dijo Callie. Hizo una mueca de dolor repentinamente, y cerró sus ojos, gimiendo. ―Oh, Dios, no sé, no sé...
___(Tn) extendió la mano repentinamente, apretando su mano.
―Luche contra ello. Piense que va a estar limpia, que va a volver a empezar. Infierno, Callie, ¡Piense en los dientes de ese tipo! Eso es suficiente para mantenerla fuera de la calle.
Callie se encontraba con un dolor infernal. Era evidente en su color ceniciento. Pero todavía, sonrío.
―Sus dientes son una mierda, ¿No? Gracias a Dios, Rutger está en cárcel. ¡Espero que tiren la llave!
Joseph echó un vistazo a ___(Tn), luego volvió a Callie.
―En realidad, Callie, dejaron salir a Rutger.
―Oh, Dios, ¡Soy una mujer muerta! ―Callie respiró.
―No, no lo es ―___(Tn) dijo firmemente.
―Usted tiene dos policías afuera, en el pasillo, Callie. Amigos míos, buenos chicos. Dos policías más los sustituirán en un rato. Va a estar bien.
Las lágrimas formaron un charco en los ojos de Callie. Parecía una niña pequeña perdida, tan pequeña contra la extensión blanca de su cama de hospital, débil debajo del gastado traje de hospital.
―¡Desearía poder creerlo!
―Bien, usted me creerá cuando llegue la mañana. Estaré de vuelta aproximadamente a las diez.
―A las nueve ―___(Tn) le corrigió.
Joseph la miró.
―Vendremos antes de que me lleves al trabajo, y realmente tengo que estar allí sobre las diez. Un lunes por la mañana, ya sabes.
Joseph le ofreció la media sonrisa que adoraba tanto, y tocó la mejilla de Callie.
―Trate de descansar. Van a darle otra inyección. La ayudará un poco, ¿Ok?
Callie trató de sonreír.
―Va a estar bien. ―Joseph la aseguró. Su voz era resuelta, apacible.
Se puso de pie y tomó la mano de ___(Tn). Se pararon para hablar con los dos policías que estaban fuera de la puerta de Callie.
―___(Tn), Jimmy Cross, Angus Canham —chicos, ___(Tn) Montgomery ―dijo Joseph, presentándolos. Jimmy tenía aproximadamente treinta años, pelo marrón rizado y amigables ojos de color de avellana. Angus era más viejo, con el pelo blanco, y brillantes ojos de un azul pálido.
Estrecharon su mano, saludándola con una expectación que Joseph ignoró.
―Tengo entendido que la gente se ha las arreglado para estar aquí en su tiempo libre. Es fenomenal, y se lo agradezco realmente.
―Hey, Joseph, son tiempos difíciles para todos nosotros ―dijo Jimmy. ―Las últimas semanas han sido atroces. Si podemos ayudar a la pequeña vagabunda de ahí, mucho mejor.
Angus asintió con la cabeza.
―Joseph, vamos, eres un hombre que ha puesto su propia ración de horas libres, y nosotros escuchamos que estabas temeroso de lo que le pudiera pasarle a la muchachita ―dijo. Obviamente, ___(Tn) pensó, Angus era tan escocés como su nombre. Él la sonrío. ―Él es un buen tipo. ¿Eh, señorita Montgomery? Haríamos más si tuviéramos a más gente como él, lo haríamos.
―¡Eso es magnífico! ―le aseguró. Impulsivamente, besó su mejilla. ―Gracias.
―¡Hey! ―Joseph protestó, riéndose. ―Angus me está robando a mi chica. Es ese acento. ¡Las mujeres se vuelven imbéciles por un acento!
―Hey, Angus, ¿Quieres enseñarme el acento? ―Jimmy preguntó esperanzadamente.
―¡Es mi encanto, y no mí acento, jovencito! ―Angus alegó.
Se rieron, dándose las buenas noches. Cuando llegaron al apartamento de Joseph, ___(Tn) se giró inmediatamente entre sus brazos en cuanto se cerró la puerta, lanzando sus brazos alrededor de él, besándolo hambrientamente, con pasión, con necesidad… y ternura.
―¡Hey! ―él murmuró suavemente contra sus labios, tirando de su cremallera, y luego de su dobladillo. ―¿Qué hice para merecer esto?
―¡Ser solo tú! ―susurró contra su boca, besándolo otra vez. ―Ser sólo... tú...
La besó a su vez. Su ropa desapareció. Estaba en sus brazos, sintiendo su potencia, su calor. Desnudo, gateó sobre ella en su cama. Introdujo sus dedos en su pelo. Estudió su cara. Adoraba sus ojos. Los planos de sus mejillas. Sus hoyuelos. Su sonrisa. Adoraba la fuerza que permanecía dentro de su corazón.
―Joseph...―susurró.
―¿Qué?
―Yo...
―¿Si...? ―bromeó suavemente, acariciando su labio inferior con el suyo, plantando un beso entre sus pechos.
―Me estoy enamorando de ti ―susurró.
Él se endureció ligeramente; mirándola fijamente. Sonrío muy despacio, y luego su sonrisa se desvaneció y sus ojos se volvieron serios.
―Yo lo sentí en el momento que te conocí ―la dijo.
Y abandonó su actitud bromista. Y le hizo el amor con una pasión salvaje y perversa que sobrepasó cada una de las expectativas de ella.
Estaba envuelto en la oscuridad. Una oscuridad extraña.
Luego fue consciente del ruido, y de una sensación de movimiento.
Se sentía como si se estuviera despertando después de un largo sueño e increíblemente profundo.
Estaba frío; tembló.
No era de extrañar. Estaba durmiendo sobre algo muy duro, y muy frío. Repentinamente fue consciente de algo rígido... ¿acero?... debajo de su cuerpo. Aspiró repentinamente, bruscamente. Algo fue absorbido en su boca. En el pánico, lo manoseó. Una sábana. Había descorrido la sábana todo el camino sobre su cabeza.
Comenzó a ser consciente de la luz entonces; luz, pozos de luz penetrante que luchaba contra las sombras que se cernían sobre la mayor parte de la habitación.
Empezó a escuchar deslizarse un hilito de agua.
Arriba. Tenía que levantarse. Parecía muy difícil. Estaba acostumbrado a hacer endiabladamente lo que condenadamente le apetecía. Era un hombre fuerte. Diablos, rompió cabezas cuando tuvo ganas.
Pero había tenido esa pelea, sin embargo. Con el poli. El estúpido lo había disparado, eso era, estaba en el hospital, estaba...
Hambriento
Hambriento en una manera que nunca había imaginado. Desesperadamente hambriento de carne. Carne roja. Carne cruda. No, no, no...
Algo rojo, pero...
Sí. Realmente crudo.
Sangre.
Se las arregló para incorporarse. Miró. Habitación de hospital. Azulejo estéril. Agua corriendo. Las sombras de la noche todavía en la habitación, aunque un pozo de luz brillante sobre su cama. Entrecerró los ojos. Algo más pendía arriba. ¿Un micrófono?
Y la mesita de noche...
Algo no estaba bien.
Rascó su abdomen peludo y miró hacia abajo, hacia su redondeado estómago. Mierda. ¿Estaba durmiendo desnudo en el hospital?
Sonrió abiertamente. Tal vez era un hospital Católico. Y tal vez podía conseguir una erección antes de que una monja apareciera.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Se sentía fenomenal de repente. Fuerte como un buey. Y aun así, tan malditamente... sediento.
Hambriento.
Desesperado por algo...
Rojo.
Extraño. Todo era extraño. Algún hospital. Miró la mesita de noche de nuevo. Había instrumentos quirúrgicos sobre ella. Algo que parecía como una maldita sierra para huesos. Bisturíes, cosas que parecían fórceps...
Una puerta se abrió. Se distrajo de la mesita de noche cuando vio a alguien pasar caminando. Una mujer con una bata de laboratorio. Bonita, joven. Con el pelo corto y oscuro, bonita, con la cara limpia. Parecía una estudiante de medicina, tal vez. Se encontró a si mismo mirando fijamente su garganta. Asombroso. Podía escuchar su latido. Podía ver las venas en su cuello... Palpitar. Quería tocarla. Besarla. Succionar su cuello. Morderla, ver sangre brotando de ella por todas partes.
Ah, sí...
Morder, rasgar, romper, desgarrar...
Beber.
Escuchó el zumbido de un movimiento y se giró. Parpadeó, preguntándose si estaba soñando con el hospital, si no estaba muerto ya, y si ―extrañamente ―no había llegado al cielo. Había un ángel que se dirigía hacia él. Moviéndose entre humo, entre nubes, o en la neblina, viniendo hacia él.
Desnuda. Guau.
Pero había algo en los ojos del ángel, algo furioso. El ángel había leído su mente. Pero él se sentía fuerte. Tan fuerte. Más fuerte incluso que lo que había empezado a sentir... antes.
Antes de su pelea con el policía.
―Muy bien, muñeca. ¡Ven a mí! ―Él instó. Su voz era ronca, extraña. ―Muñeca, la otra parecía dulce, pero ahora tu… ―Dejó salir un sonido aullante, mirando fijamente la longitud elegante de su cuello. ―Estoy a punto de llenarme… y cenar.
El ángel también tenía una voz extrañamente determinada.
―No lo creo, bestia viciosa.
Se había sentido fuerte. Increíblemente fuerte, poderoso.
Pero ella era fuerte también.
Y más rápida.
Antes de que pudiera moverse, había puesto en marcha la sierra de cortar huesos.
Era tan rápida, de hecho, que fue lanzado a la oscuridad verdadera del infierno y la condenación, incluso antes de darse cuenta de lo que ella pretendía hacer...
Rutger se tomó su tiempo.
Se paseó por el hospital a medianoche, recorriendo la sala de maternidad.
Nadie se percató de un hombre nervioso en la sala de espera.
Bebió café, miró las noticias por cable. Deseaba conocer al asesino que lideraba las noticias.
Ahora, había un hombre que sabía cómo arreglárselas con mentirosas, tramposas y malas mujeres.
En la madrugada, justo antes del amanecer, entró a una sala de mantenimiento y desdobló su bata verde de hospital, cubriendo su cabeza y su pelo, y utilizando media máscara alrededor de la parte inferior de su cara. Cruzó el hospital, saludando a algunas enfermeras y asistentes que le devolvieron el saludo en el pasillo.
En uno de los puestos de enfermeras, se sirvió él mismo una inyección preparada con algún tipo de sedante para la noche de algún vejete y se apuró hacia adelante otra vez.
Como había supuesto, había solamente un guardia sobre la puerta de Callie a esa hora. Un muchacho alto y delgado y bien parecido, un tipo con el pelo oscuro, de, tal vez, treinta, o treinta y cinco. Su cabeza estaba inclinada contra la pared; estaba dormitando.
Rutger caminó enérgicamente hacia la puerta de Callie, viendo que encontrar su habitación había sido un asunto simple al preguntar en diferentes puestos de enfermeras.
Entonces de nuevo, el policía vestido de civil ―pero un policía obviamente —era un claro indicativo.
―Hola, Doctor ―dijo el policía, levantándose para saludarle.
Qué suerte. Podía inmovilizar al policía con el sedante tan fácilmente ahora.
―Hola, de nuevo. ¿Cómo está mi paciente? ―Rutger preguntó alegremente, acercándose al policía. Con su mano en el bolsillo, tocó la aguja y la jeringuilla, sacándola y sujetándola a su lado.
―Parece estar bien, doctor.
―Bien, bueno. ¡Y es bueno tenerlo aquí! ―Rutger sonrío radiantemente.
En un instante, levantó la jeringuilla, y pinchó en el brazo del policía.
Buen policía.
Se desplomó hacia atrás contra la pared, cayendo sobre su espalda, dejando su cabeza inclinada.
Rutger pasó por encima de él.
Muy bien. Tenía que trabajar rápido. No sabía cuándo podrían llegar algunos miembros reales del personal del hospital. Cerró la puerta primero. Luego puso una mordaza alrededor de la boca de Callie. No quería que ella dejara caer un grito que pudiera alertar a alguien...
Ella estaba durmiendo inquieta. Permaneció de pie sobre ella, le cogió una muñeca y luego la otra suavemente, uniéndolas en la cabecera de la cama con la cinta quirúrgica que había robado de la estación de las enfermeras al mismo tiempo que la jeringuilla. Callie estaba tan sedada que no despertó al principio. Sacó una media de su bolsillo para amordazarla. Cuando llenó su boca, abofeteó sus mejillas.
Era el momento de que ella despertarse.
Ella lo hizo. Sus ojos se abrieron como platos. Trató de gritar, pero se ahogó mientras él taponaba sus labios, forzando la media más profundamente en su boca. Estaba impotente, y aterrorizada. Sacó su cuchillo, sonriéndola.
―Sí, muñeca. Estoy aquí. Oh, sí, puedes apostar. ¿Pero adivinas qué? No voy a matarte. Sólo voy a hacerte desear haber muerto.
Sus ojos se cerraron; para su inmensa consternación, ella se desplomó contra la cama en un desmayo.
―¡De ninguna manera! ―Habló entre dientes furiosamente, atrayéndola de nuevo. ¡Veamos cómo dormiría si cortara el lado derecho de su cara!
Un helor cayó sobre él repentinamente. Se quedó paralizado, intuyendo a había alguien detrás de él. Se las arregló para girarse.
El policía estaba detrás de él.
¡No podía ser! Había tumbado al maldito policía. Pero estaba allí, sonriendo agradablemente.
―Doctor, ¿Vaya, ésa es la manera de tratar a un paciente? ―El policía exigió.
―Tío, ¡Debería de estar desmayado! ―Rutger habló entre dientes, pero todavía sintiendo el frío. ―¡Debería de haberse quedado tumbado fuera, porque ahora voy a tener que clavarle en los intestinos, cerdo!
El policía sonrío, agitando su cabeza.
―Está usted totalmente equivocado, Rutger. Ahora soy yo el que va a tener que clavarle.
Rutger vio las manos descendiendo sobre sus hombros. Fue levantado y arrastrado hacia delante. Sólo como si no pesara nada más que 2 kg.
¡El cerdo estaba abriendo su boca!
Ah, infiernos, justo lo que él necesitaba, un policía gay. El tipo se estaba acercando a su maldito cuello.
Rutger se las arregló para casi gritar.
Pero su grito no fue nada más que un gorgoje. Su vena estuvo en un instante expertamente perforada.
Estuvo inconsciente en cuestión de segundos.
La habitación se llenó con una especie de sonido de succión complaciente.
Rutger estaba drenado. Seco. El “policía” lo dejó caer sobre el piso.
Callie empezó a despertar con una sensación creciente de pánico, recordando que Rutger estaba en la habitación. Se liberó de las cintas que sujetaban sus muñecas, atragantándose con la mordaza, tratando de conseguir desesperadamente algún tipo de sonido.
Entonces se quedó paralizada. Rutger estaba en el suelo. Un policía estaba en la habitación con ella, sentado enfrente de ella, en el sillón de las visitas.
El policía eructó, arrastró una mano por sus labios, pareciendo ligeramente avergonzado. ―¡Perdón!
―Dijo. Se puso de pie, se estiró, y empujó Rutger con un dedo del pie. Lo levantó del suelo, sujetándolo fácilmente, como si no fuera nada más que una pálida muñeca de trapo cenicienta.
Luego, con un movimiento poderoso, el policía arrancó la cabeza de Rutger de su cuerpo.
Otra vez, Callie se desmayó helada.
El policía dio un paso hacia ella.
Él estaba montando de nuevo, las pezuñas de su caballo martilleando la tierra, rociando tierra a lo largo del campo.
En... un campo de batalla
El estruendo de un cañón sonó tan fuerte como un trueno. Fue cegado por el polvo que llenó el aire alrededor de él. Inhaló el humo, el polvo, el olor de la muerte. En algún sitio, un caballo relinchó.
―¡Adelante, adelante! ―ordenó. ―¡Vayan hacia la cobertura de los árboles!
Los hombres montaban junto a él. Miró sus caras y los reconoció, aunque, por alguna razón, no podía recordar sus nombres. Dependían de él, y sabía que el peligro vendría de cualquier parte, y aun así...
Dios, pero estaba tan ansioso de terminar el día. Contra viento y marea llegaría hasta ella. Tenía que verla, tenía que alcanzarla, tocarla, sentirla. Podía soportarlo todo cuando escuchaba su voz…
Pero de nuevo escuchó la explosión del fuego del cañón, y la tierra y los árboles delante de él estallaron repentinamente y...
Joseph se despertó. Sus ojos se abrieron de par en par, y miró fijamente al techo. Era vagamente consciente del sueño ―¿De la pesadilla? —eso que lo había atormentado recientemente. Había sido tan real, pero ahora se destiño rápidamente, y tan sólo parecía un sueño absurdo. Estaba tendido, respirando profundamente, agitando su cabeza mentalmente con en el brillo fino de sudor que cubría su cuerpo. Estaba como un niño, seguramente, queriendo jugar a los soldados.
¿Cuánto tiempo había soñado? Repentinamente se preocupó de que pudiera haber despertado a ___(Tn). Extendió la mano hacia ella.
Ella se había ido.
Se levantó de un salto, ansioso. Ido. ¿Ido a dónde? ¿Había tratado de volver de regreso a su oficina, queriendo despertarse en su local para ducharse y vestirse para el trabajo? Dios, no. Había un maniaco en Nueva Orleans.
―¡___(Tn)!
Casi gritó su nombre; su voz era áspera.
―¿Joseph?
Se giró parpadeando. Ella estaba de pie a la entrada del baño, flexible y desnuda, con un vaso de agua en la mano, con su pelo rojo cayendo alrededor de sus hombros delgados, como una capa carmesí a la luz de la silenciosa noche.
―¡Oh, señor, ___(Tn)! ―Temblando con alivio, enterró su cabeza en sus manos.
Ella caminó hacia la cama, silenciosa y elegante, depositando su vaso en la mesita de noche.
―¿Joseph? ―Repitió suavemente.
―Oh, Dios, ___(Tn), ¡Me has dado un susto de muerte! ―La dijo.
―Estoy aquí, Joseph.
La atrajo hacia la cama. Ella resbaló fácilmente entre sus brazos, y la sujetó fuerte, tiernamente contra él. Introdujo sus dedos en su pelo, sus ojos sobre los suyos, oro blando, líquido.
―Sabes que te mentí antes ―ella le dijo.
―¿Oh?
―No me estoy... enamorando de ti.
―¿No?
Sintió el golpe irregular de su propio corazón.
―Ya te amo, Joseph―susurró. Y él sonrío, y la sujetó más cerca. Su mano libre cayó contra su pecho. ―¡Pero estoy asustada, Joseph! ―Agregó con un suspiro apenas audible. ―¡Estoy tan malditamente asustada!
―No tengas miedo. Estoy contigo, ___(Tn). Te quiero, ___(Tn).
Se quedó callada mientras él se sentaba en la oscuridad y las sombras, meciéndose con ella.
Aunque estaba extrañamente convencido que era eso exactamente por lo que ella estaba asustada...
Pero no podía empezar a comprender su razonamiento.
Todo que sabía era que estaba asustado él mismo.
Asustado de que pudiera perderla.
Así que la sujetó aún más fuerte, y se dijo a si mismo que, simplemente, no la dejaría marcharse.
Londres, Septiembre de 1888.
Los periódicos fueron salvajes con la especulación.
Y la información llegó a las calles a través de las investigaciones de las muertes de las mujeres asesinadas. El Dr. George Baxter Phillips, el cirujano de la división de policía, creyó que el asesino Oscuro de Annie debía haber tenido alguna destreza quirúrgica o conocimientos anatómicos para haber mutilado y removido órganos en la manera que se había hecho, y con el tiempo que el asesino debería de haber tenido.
Los periódicos hablaron de un monstruo. Una criatura con capacidad de transformarse en las sombras y la neblina de la noche.
La gente más racional susurraba de alguna manera sobre el trabajador de un matadero ―o un cirujano. Quizás había un loco por ahí obteniendo órganos humanos para las Facultades de Medicina —matando para su propio beneficio.
La policía tenía varios sospechosos, pero ninguna investigación parecía salir bien. ―Delantal de Cuero ―o George Pizer, un inmigrante acusado de amenazar a la putas con un cuchillo, fueron encontrados y detenidos, pero tenían una coartada para cada homicidio, y resultó que se habían estado escondiendo por el miedo de qué podría hacer la multitud enfurecida.
Algunos sospechosos fueron salvados por la policía de bandas de linchadores.
Al principio, después del asesinato de Chapman, la gente vivió aterrorizada. Las calles de Whitechapel se encontraban desiertas a las últimas horas de la noche.
Luego los días empezaron a pasar, y a pesar de que la protesta permanecía en los periódicos y los comités de vigilancia continuaban funcionando, las mujeres empezaron a moverse otra vez. Tenían que sobrevivir.
Robert Louis Stevenson estaba representando en Londres el Dr. Jekyll y Mr. Hyde; Peter llevó a Laura y a Megan a ver la obra dramática, y disfrutaron de una buena actuación. Aunque, después de la representación, Peter descubrió que incluso los actores ―debido a la naturaleza de la obra dramática ―habían sido interrogados por la policía, y eso pareció causarle una melancolía que perturbó a Megan profundamente. No se le había comentado a Laura nada sobre los miedos de Peter, pero era una esposa cariñosa y fiel, que vio su depresión. Pensó que estaba trabajando demasiado duro, y lo animó a quedarse en la ciudad. Peter se obligó a quedarse durante una semana, pero creció su intranquilidad. Tenía que continuar con su trabajo.
Megan no pensaba permitirle que lo hiciera sin ella.
Cuando septiembre pasó, empezó a respirar más fácilmente. El asesino había seguido adelante en otro lugar, o por lo menos muchos lo creían. Sabía que Peter era inocente, y de una forma más personal, ella se sintió aliviada al asumir que Aaron había encontrado pastos más verdes para rondar y había optado por dejarla tranquila.
Luego el asesino atacó otra vez.
Dos veces, en las tempranas horas de la mañana del 30 de septiembre.
En el momento que Peter había salido buscar un coche, solo para desaparecer.
Ellos habían estado atendiendo a un niño enfermo en la casa de Melville y Ana Charlton; ella era lavandera y él un carretero. Ellos y sus cuatro hijos vivían en el piso inferior de una vivienda de tres pisos en la Calle Providence. Peter salió, y no regresó.
Megan charló de modo tranquilizador con Ana, que mecía a su bebé enfermo, y mientras pasaba el tiempo, creció cada vez más su nerviosismo. Peter no volvió para decirle que su cabriolé había llegado, y por fin, se excusó con Ana y salió en su búsqueda.
La niebla giró baja, en el suelo. Las lámparas brindaban poca iluminación contra las sombras en la noche. ―¡Peter! ―ella gritó su nombre, y comenzó a correr.
Las calles empezaron a parecer similares. Angostas aquí, amplias allí, sombras oscuras que parecían vivir y respirar con su propio embrujo en cada rincón y grieta. ―¡Peter! ―Gritó otra vez, y empezó a correr. Y correr. Pareció que corrió durante toda la noche, de calle en calle, de sombra a sombra.
A lo largo de Berner Street, primero escuchó el grito de ―¡Asesinato! ―Y disminuyendo la velocidad de sus andares, cerró su capa sobre ella y se arrimó más y más cerca hasta que escuchó los murmullos de trabajadores y vecinos que habían llegado a mirar boquiabiertos mientras la policía permanecía de pie protegiendo el cuerpo.
―¡Otro más! ―Lloraba una mujer andrajosamente vestida.
―Una mujer muerta ―señaló un carretero, agitando su cabeza.
―¡Asesinada! ―Dijo una mujer joven a su lado.
―¡Con la garganta cortada! ―Cloqueó un anciano.
―¡Todavía estaba tibia, pobre criatura, cuando la encontraron! ―Susurró una mujer anciana a su lado.
―Un monstruo, seguramente, ¡Porque fue asesinada en sólo unos minutos, o eso dijo la policía que patrullaba la zona! ―Dijo el carretero.
―¡La pobre no ha sido masacrada al menos! ―Murmuró la anciana.
El anciano la miró fijamente.
―Como las otras no, no tuvo tiempo.
Megan se volvió. Tropezando, bajando la calle, preocupada por Peter desesperadamente, maravillándose ante su propia cordura. ¿Podría ser cierto? ¿Podría él estar haciendo estas terribles cosas?
No, se dijo a sí misma, ¡No! Conocía a Peter. Había llegado a conocer el bien y el mal. Peter era bueno.
¿Pero dónde estaba?
Hambriento.
Desesperado por algo...
Rojo.
Extraño. Todo era extraño. Algún hospital. Miró la mesita de noche de nuevo. Había instrumentos quirúrgicos sobre ella. Algo que parecía como una maldita sierra para huesos. Bisturíes, cosas que parecían fórceps...
Una puerta se abrió. Se distrajo de la mesita de noche cuando vio a alguien pasar caminando. Una mujer con una bata de laboratorio. Bonita, joven. Con el pelo corto y oscuro, bonita, con la cara limpia. Parecía una estudiante de medicina, tal vez. Se encontró a si mismo mirando fijamente su garganta. Asombroso. Podía escuchar su latido. Podía ver las venas en su cuello... Palpitar. Quería tocarla. Besarla. Succionar su cuello. Morderla, ver sangre brotando de ella por todas partes.
Ah, sí...
Morder, rasgar, romper, desgarrar...
Beber.
Escuchó el zumbido de un movimiento y se giró. Parpadeó, preguntándose si estaba soñando con el hospital, si no estaba muerto ya, y si ―extrañamente ―no había llegado al cielo. Había un ángel que se dirigía hacia él. Moviéndose entre humo, entre nubes, o en la neblina, viniendo hacia él.
Desnuda. Guau.
Pero había algo en los ojos del ángel, algo furioso. El ángel había leído su mente. Pero él se sentía fuerte. Tan fuerte. Más fuerte incluso que lo que había empezado a sentir... antes.
Antes de su pelea con el policía.
―Muy bien, muñeca. ¡Ven a mí! ―Él instó. Su voz era ronca, extraña. ―Muñeca, la otra parecía dulce, pero ahora tu… ―Dejó salir un sonido aullante, mirando fijamente la longitud elegante de su cuello. ―Estoy a punto de llenarme… y cenar.
El ángel también tenía una voz extrañamente determinada.
―No lo creo, bestia viciosa.
Se había sentido fuerte. Increíblemente fuerte, poderoso.
Pero ella era fuerte también.
Y más rápida.
Antes de que pudiera moverse, había puesto en marcha la sierra de cortar huesos.
Era tan rápida, de hecho, que fue lanzado a la oscuridad verdadera del infierno y la condenación, incluso antes de darse cuenta de lo que ella pretendía hacer...
Rutger se tomó su tiempo.
Se paseó por el hospital a medianoche, recorriendo la sala de maternidad.
Nadie se percató de un hombre nervioso en la sala de espera.
Bebió café, miró las noticias por cable. Deseaba conocer al asesino que lideraba las noticias.
Ahora, había un hombre que sabía cómo arreglárselas con mentirosas, tramposas y malas mujeres.
En la madrugada, justo antes del amanecer, entró a una sala de mantenimiento y desdobló su bata verde de hospital, cubriendo su cabeza y su pelo, y utilizando media máscara alrededor de la parte inferior de su cara. Cruzó el hospital, saludando a algunas enfermeras y asistentes que le devolvieron el saludo en el pasillo.
En uno de los puestos de enfermeras, se sirvió él mismo una inyección preparada con algún tipo de sedante para la noche de algún vejete y se apuró hacia adelante otra vez.
Como había supuesto, había solamente un guardia sobre la puerta de Callie a esa hora. Un muchacho alto y delgado y bien parecido, un tipo con el pelo oscuro, de, tal vez, treinta, o treinta y cinco. Su cabeza estaba inclinada contra la pared; estaba dormitando.
Rutger caminó enérgicamente hacia la puerta de Callie, viendo que encontrar su habitación había sido un asunto simple al preguntar en diferentes puestos de enfermeras.
Entonces de nuevo, el policía vestido de civil ―pero un policía obviamente —era un claro indicativo.
―Hola, Doctor ―dijo el policía, levantándose para saludarle.
Qué suerte. Podía inmovilizar al policía con el sedante tan fácilmente ahora.
―Hola, de nuevo. ¿Cómo está mi paciente? ―Rutger preguntó alegremente, acercándose al policía. Con su mano en el bolsillo, tocó la aguja y la jeringuilla, sacándola y sujetándola a su lado.
―Parece estar bien, doctor.
―Bien, bueno. ¡Y es bueno tenerlo aquí! ―Rutger sonrío radiantemente.
En un instante, levantó la jeringuilla, y pinchó en el brazo del policía.
Buen policía.
Se desplomó hacia atrás contra la pared, cayendo sobre su espalda, dejando su cabeza inclinada.
Rutger pasó por encima de él.
Muy bien. Tenía que trabajar rápido. No sabía cuándo podrían llegar algunos miembros reales del personal del hospital. Cerró la puerta primero. Luego puso una mordaza alrededor de la boca de Callie. No quería que ella dejara caer un grito que pudiera alertar a alguien...
Ella estaba durmiendo inquieta. Permaneció de pie sobre ella, le cogió una muñeca y luego la otra suavemente, uniéndolas en la cabecera de la cama con la cinta quirúrgica que había robado de la estación de las enfermeras al mismo tiempo que la jeringuilla. Callie estaba tan sedada que no despertó al principio. Sacó una media de su bolsillo para amordazarla. Cuando llenó su boca, abofeteó sus mejillas.
Era el momento de que ella despertarse.
Ella lo hizo. Sus ojos se abrieron como platos. Trató de gritar, pero se ahogó mientras él taponaba sus labios, forzando la media más profundamente en su boca. Estaba impotente, y aterrorizada. Sacó su cuchillo, sonriéndola.
―Sí, muñeca. Estoy aquí. Oh, sí, puedes apostar. ¿Pero adivinas qué? No voy a matarte. Sólo voy a hacerte desear haber muerto.
Sus ojos se cerraron; para su inmensa consternación, ella se desplomó contra la cama en un desmayo.
―¡De ninguna manera! ―Habló entre dientes furiosamente, atrayéndola de nuevo. ¡Veamos cómo dormiría si cortara el lado derecho de su cara!
Un helor cayó sobre él repentinamente. Se quedó paralizado, intuyendo a había alguien detrás de él. Se las arregló para girarse.
El policía estaba detrás de él.
¡No podía ser! Había tumbado al maldito policía. Pero estaba allí, sonriendo agradablemente.
―Doctor, ¿Vaya, ésa es la manera de tratar a un paciente? ―El policía exigió.
―Tío, ¡Debería de estar desmayado! ―Rutger habló entre dientes, pero todavía sintiendo el frío. ―¡Debería de haberse quedado tumbado fuera, porque ahora voy a tener que clavarle en los intestinos, cerdo!
El policía sonrío, agitando su cabeza.
―Está usted totalmente equivocado, Rutger. Ahora soy yo el que va a tener que clavarle.
Rutger vio las manos descendiendo sobre sus hombros. Fue levantado y arrastrado hacia delante. Sólo como si no pesara nada más que 2 kg.
¡El cerdo estaba abriendo su boca!
Ah, infiernos, justo lo que él necesitaba, un policía gay. El tipo se estaba acercando a su maldito cuello.
Rutger se las arregló para casi gritar.
Pero su grito no fue nada más que un gorgoje. Su vena estuvo en un instante expertamente perforada.
Estuvo inconsciente en cuestión de segundos.
La habitación se llenó con una especie de sonido de succión complaciente.
Rutger estaba drenado. Seco. El “policía” lo dejó caer sobre el piso.
Callie empezó a despertar con una sensación creciente de pánico, recordando que Rutger estaba en la habitación. Se liberó de las cintas que sujetaban sus muñecas, atragantándose con la mordaza, tratando de conseguir desesperadamente algún tipo de sonido.
Entonces se quedó paralizada. Rutger estaba en el suelo. Un policía estaba en la habitación con ella, sentado enfrente de ella, en el sillón de las visitas.
El policía eructó, arrastró una mano por sus labios, pareciendo ligeramente avergonzado. ―¡Perdón!
―Dijo. Se puso de pie, se estiró, y empujó Rutger con un dedo del pie. Lo levantó del suelo, sujetándolo fácilmente, como si no fuera nada más que una pálida muñeca de trapo cenicienta.
Luego, con un movimiento poderoso, el policía arrancó la cabeza de Rutger de su cuerpo.
Otra vez, Callie se desmayó helada.
El policía dio un paso hacia ella.
Él estaba montando de nuevo, las pezuñas de su caballo martilleando la tierra, rociando tierra a lo largo del campo.
En... un campo de batalla
El estruendo de un cañón sonó tan fuerte como un trueno. Fue cegado por el polvo que llenó el aire alrededor de él. Inhaló el humo, el polvo, el olor de la muerte. En algún sitio, un caballo relinchó.
―¡Adelante, adelante! ―ordenó. ―¡Vayan hacia la cobertura de los árboles!
Los hombres montaban junto a él. Miró sus caras y los reconoció, aunque, por alguna razón, no podía recordar sus nombres. Dependían de él, y sabía que el peligro vendría de cualquier parte, y aun así...
Dios, pero estaba tan ansioso de terminar el día. Contra viento y marea llegaría hasta ella. Tenía que verla, tenía que alcanzarla, tocarla, sentirla. Podía soportarlo todo cuando escuchaba su voz…
Pero de nuevo escuchó la explosión del fuego del cañón, y la tierra y los árboles delante de él estallaron repentinamente y...
Joseph se despertó. Sus ojos se abrieron de par en par, y miró fijamente al techo. Era vagamente consciente del sueño ―¿De la pesadilla? —eso que lo había atormentado recientemente. Había sido tan real, pero ahora se destiño rápidamente, y tan sólo parecía un sueño absurdo. Estaba tendido, respirando profundamente, agitando su cabeza mentalmente con en el brillo fino de sudor que cubría su cuerpo. Estaba como un niño, seguramente, queriendo jugar a los soldados.
¿Cuánto tiempo había soñado? Repentinamente se preocupó de que pudiera haber despertado a ___(Tn). Extendió la mano hacia ella.
Ella se había ido.
Se levantó de un salto, ansioso. Ido. ¿Ido a dónde? ¿Había tratado de volver de regreso a su oficina, queriendo despertarse en su local para ducharse y vestirse para el trabajo? Dios, no. Había un maniaco en Nueva Orleans.
―¡___(Tn)!
Casi gritó su nombre; su voz era áspera.
―¿Joseph?
Se giró parpadeando. Ella estaba de pie a la entrada del baño, flexible y desnuda, con un vaso de agua en la mano, con su pelo rojo cayendo alrededor de sus hombros delgados, como una capa carmesí a la luz de la silenciosa noche.
―¡Oh, señor, ___(Tn)! ―Temblando con alivio, enterró su cabeza en sus manos.
Ella caminó hacia la cama, silenciosa y elegante, depositando su vaso en la mesita de noche.
―¿Joseph? ―Repitió suavemente.
―Oh, Dios, ___(Tn), ¡Me has dado un susto de muerte! ―La dijo.
―Estoy aquí, Joseph.
La atrajo hacia la cama. Ella resbaló fácilmente entre sus brazos, y la sujetó fuerte, tiernamente contra él. Introdujo sus dedos en su pelo, sus ojos sobre los suyos, oro blando, líquido.
―Sabes que te mentí antes ―ella le dijo.
―¿Oh?
―No me estoy... enamorando de ti.
―¿No?
Sintió el golpe irregular de su propio corazón.
―Ya te amo, Joseph―susurró. Y él sonrío, y la sujetó más cerca. Su mano libre cayó contra su pecho. ―¡Pero estoy asustada, Joseph! ―Agregó con un suspiro apenas audible. ―¡Estoy tan malditamente asustada!
―No tengas miedo. Estoy contigo, ___(Tn). Te quiero, ___(Tn).
Se quedó callada mientras él se sentaba en la oscuridad y las sombras, meciéndose con ella.
Aunque estaba extrañamente convencido que era eso exactamente por lo que ella estaba asustada...
Pero no podía empezar a comprender su razonamiento.
Todo que sabía era que estaba asustado él mismo.
Asustado de que pudiera perderla.
Así que la sujetó aún más fuerte, y se dijo a si mismo que, simplemente, no la dejaría marcharse.
Londres, Septiembre de 1888.
Los periódicos fueron salvajes con la especulación.
Y la información llegó a las calles a través de las investigaciones de las muertes de las mujeres asesinadas. El Dr. George Baxter Phillips, el cirujano de la división de policía, creyó que el asesino Oscuro de Annie debía haber tenido alguna destreza quirúrgica o conocimientos anatómicos para haber mutilado y removido órganos en la manera que se había hecho, y con el tiempo que el asesino debería de haber tenido.
Los periódicos hablaron de un monstruo. Una criatura con capacidad de transformarse en las sombras y la neblina de la noche.
La gente más racional susurraba de alguna manera sobre el trabajador de un matadero ―o un cirujano. Quizás había un loco por ahí obteniendo órganos humanos para las Facultades de Medicina —matando para su propio beneficio.
La policía tenía varios sospechosos, pero ninguna investigación parecía salir bien. ―Delantal de Cuero ―o George Pizer, un inmigrante acusado de amenazar a la putas con un cuchillo, fueron encontrados y detenidos, pero tenían una coartada para cada homicidio, y resultó que se habían estado escondiendo por el miedo de qué podría hacer la multitud enfurecida.
Algunos sospechosos fueron salvados por la policía de bandas de linchadores.
Al principio, después del asesinato de Chapman, la gente vivió aterrorizada. Las calles de Whitechapel se encontraban desiertas a las últimas horas de la noche.
Luego los días empezaron a pasar, y a pesar de que la protesta permanecía en los periódicos y los comités de vigilancia continuaban funcionando, las mujeres empezaron a moverse otra vez. Tenían que sobrevivir.
Robert Louis Stevenson estaba representando en Londres el Dr. Jekyll y Mr. Hyde; Peter llevó a Laura y a Megan a ver la obra dramática, y disfrutaron de una buena actuación. Aunque, después de la representación, Peter descubrió que incluso los actores ―debido a la naturaleza de la obra dramática ―habían sido interrogados por la policía, y eso pareció causarle una melancolía que perturbó a Megan profundamente. No se le había comentado a Laura nada sobre los miedos de Peter, pero era una esposa cariñosa y fiel, que vio su depresión. Pensó que estaba trabajando demasiado duro, y lo animó a quedarse en la ciudad. Peter se obligó a quedarse durante una semana, pero creció su intranquilidad. Tenía que continuar con su trabajo.
Megan no pensaba permitirle que lo hiciera sin ella.
Cuando septiembre pasó, empezó a respirar más fácilmente. El asesino había seguido adelante en otro lugar, o por lo menos muchos lo creían. Sabía que Peter era inocente, y de una forma más personal, ella se sintió aliviada al asumir que Aaron había encontrado pastos más verdes para rondar y había optado por dejarla tranquila.
Luego el asesino atacó otra vez.
Dos veces, en las tempranas horas de la mañana del 30 de septiembre.
En el momento que Peter había salido buscar un coche, solo para desaparecer.
Ellos habían estado atendiendo a un niño enfermo en la casa de Melville y Ana Charlton; ella era lavandera y él un carretero. Ellos y sus cuatro hijos vivían en el piso inferior de una vivienda de tres pisos en la Calle Providence. Peter salió, y no regresó.
Megan charló de modo tranquilizador con Ana, que mecía a su bebé enfermo, y mientras pasaba el tiempo, creció cada vez más su nerviosismo. Peter no volvió para decirle que su cabriolé había llegado, y por fin, se excusó con Ana y salió en su búsqueda.
La niebla giró baja, en el suelo. Las lámparas brindaban poca iluminación contra las sombras en la noche. ―¡Peter! ―ella gritó su nombre, y comenzó a correr.
Las calles empezaron a parecer similares. Angostas aquí, amplias allí, sombras oscuras que parecían vivir y respirar con su propio embrujo en cada rincón y grieta. ―¡Peter! ―Gritó otra vez, y empezó a correr. Y correr. Pareció que corrió durante toda la noche, de calle en calle, de sombra a sombra.
A lo largo de Berner Street, primero escuchó el grito de ―¡Asesinato! ―Y disminuyendo la velocidad de sus andares, cerró su capa sobre ella y se arrimó más y más cerca hasta que escuchó los murmullos de trabajadores y vecinos que habían llegado a mirar boquiabiertos mientras la policía permanecía de pie protegiendo el cuerpo.
―¡Otro más! ―Lloraba una mujer andrajosamente vestida.
―Una mujer muerta ―señaló un carretero, agitando su cabeza.
―¡Asesinada! ―Dijo una mujer joven a su lado.
―¡Con la garganta cortada! ―Cloqueó un anciano.
―¡Todavía estaba tibia, pobre criatura, cuando la encontraron! ―Susurró una mujer anciana a su lado.
―Un monstruo, seguramente, ¡Porque fue asesinada en sólo unos minutos, o eso dijo la policía que patrullaba la zona! ―Dijo el carretero.
―¡La pobre no ha sido masacrada al menos! ―Murmuró la anciana.
El anciano la miró fijamente.
―Como las otras no, no tuvo tiempo.
Megan se volvió. Tropezando, bajando la calle, preocupada por Peter desesperadamente, maravillándose ante su propia cordura. ¿Podría ser cierto? ¿Podría él estar haciendo estas terribles cosas?
No, se dijo a sí misma, ¡No! Conocía a Peter. Había llegado a conocer el bien y el mal. Peter era bueno.
¿Pero dónde estaba?
Aqui un capitulo más xD espero que les guste.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
hola hola aqui yo de nuevo
muchas grax por los capis
que malo que la nove se este acabando en verdad me encanta la nove
por favor siguela
muchas grax por los capis
que malo que la nove se este acabando en verdad me encanta la nove
por favor siguela
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Quien era ese policia??
SIGUELA!!!!!!!!!
SIGUELA!!!!!!!!!
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 11
Se escuchó un crujido. Joseph se despertó en un instante. Dormía con su .38 especial sobre la mesita de noche, a su alcance en menos de un segundo, y se enorgullecía de su capacidad de despertarse en un instante.
Últimamente no lo había estado haciendo tan bien en la parte de “despertarse”. Estaba durmiendo más profundamente. Nunca había estado atormentado por pesadillas antes. Tal vez necesitaba ver a la vieja mujer de vudú como Mamie había sugerido.
El sonido era ___(Tn), bajándose de la cama. Se recostó por un minuto, observándola, tratando de poner en guardia a su anatomía para no excitarse demasiado con la visión —era de mañana, y ellos necesitaban ponerse en marcha. Pero ___(Tn) era hermosa, y su mente no siempre podía gobernar a su cuerpo.
Ella dejó la cama, sin percatarse de que él la observaba, y se estiró, arqueando su espalda, y recordando a una elegante estatuilla de Lladró. Él empujó las sábanas. No estaba bien. Continuaba con su tienda de campaña.
Ella se giró y capturó sus ojos, sonriendo.
―Te despiertas con la caída de un pin. Quería conseguir un café.
―Solía despertarme con la caída de un pin. Pero ya no soy tan bueno en eso nunca más. Me estoy volviendo viejo.
―Oh, venga ya. Eres casi un niño.
―Querida, sería un niño muy duro ―la aseguró.
Entonces él vio que el dorado de sus ojos color avellana se posaba a lo largo de la sábana, y sonrío con un pequeño encogimiento de hombros, encontrando sus ojos de nuevo.
―Bien, pareces completamente despierto.
Él le devolvió la sonrisa.
―Solo tú pareces tener una manera elocuente de decir “Levantarse y brillar, chicos”.
___(Tn) se rió. El continuó mirándola, con los ojos graves.
―Por supuesto, es de mañana, y el tiempo es limitado, y no querría coaccionarte o algo así.
―Tengo que llegar al trabajo, y…
―Queremos pasar a ver a Callie. Por no mencionar que estoy a cargo del más raro misterio de homicidio que azota Nueva Orleans en décadas. Aunque...
―Cuando alguien está tan completamente despierto... bien, sería una lástima malgastar lo que está... tan despierto ―dijo roncamente.
Llegó alrededor de la cama. Él se apoyó sobre un codo, empujándola contra él. Acarició su estómago. Apreciando su suavidad. Su lengua oscilaba sobre su piel. Sus dedos escarbaban entre su pelo. La acarició más bajo. Ella gimió, arqueando su cuerpo.
―¿Cuánto tiempo necesitas?
Él se paró.
―Bien, se supone que tengo que exagerar ―solo ligeramente, por supuesto ―y digo, ―“Querida, podía durar todo el día y toda la noche”.―Pero en este momento especial, pienso... aproximadamente dos, tres minutos. Si soy afortunado, cinco.
―¡Endiabladamente bueno, porque cinco minutos es todo lo que tenemos! ―susurró.
Ella era increíblemente sexy, poniéndose a horcajadas sobre él. Él ahuecó los globos de sus pechos con sus manos y sintió la violenta precipitación del placer cuando su cuerpo se cerró sobre él. Sexy o no, sin embargo, repentinamente quería la ventaja, sintió una extraña necesidad de ser él el agresor. Agarró su cintura, los hizo rodar a ambos sin romper el contacto, y tomó la posición predominante, empalándola profundamente con un destello punzante de deseo casi violento.
Entonces los brazos de ella le envolvieron y él gimió, y dejó a la naturaleza misma seguir su curso.
Después, ambos permanecieron tendidos como muertos durante varios segundos, débiles, agotados. Luego se levantaron, haciendo una loca carrera hacia la ducha.
―¡Hey! ―Joseph protestó.
―Soy la invitada. Y tú eras el que estaba tan... completamente despierto.
―Oh, como si tú no lo hubieras estado deseando.
―Traté de ser servicial.
―¿Sobre qué estamos discutiendo? Puedo solucionar esto.
―¿Cómo?
―Nos ducharemos juntos.
Ella se encogió de hombros.
―No me pidas que te enjabone. Realmente se nos hace tarde ahora.
Se les hacía tarde, así que se ducharon, se vistieron y agarraron tazas de café de papel al bajar a la calle.
Cuanto más se acercaban al hospital, más nervioso se encontraba Joseph a sí mismo. Seguro, había guardianes, y hacía mucho tiempo que había aprendido a confiar en sus oficiales. Si algo hubiera ido mal, habría sido avisado.
Mientras iban caminando hacia la habitación de Callie, él siguió acelerando su ritmo.
―¿Hay alguna razón por la que estamos corriendo? ―___(Tn) preguntó.
―No.―pero no aflojó el paso.
Frank Ducevny, un joven policía de ronda, estaba sentado en un sillón en frente de la puerta de Callie, charlando con una asistente de enfermera mientras aceptaba un café de ella.
―Hey, Frank. Esta es ___(Tn) Montgomery. ___(Tn), Frank. ¿Cómo va, cómo está la paciente?
―Tuvo una noche desigual. Con pesadillas, revolviéndose y retorciéndose.
―La abstinencia ―Joseph dijo brevemente. ―¿Pero cómo…
―Oh, ella parecía estar bien esta mañana. Pasé dentro cuando hice el cambio del chico de cinco a siete. Estaba dulce, un poco arrepentida, y me dijo que soñó que había estaba luchando anoche contra demonios de toda clase.
―Todavía la queda un largo camino que recorrer ―dijo Joseph.
Él y ___(Tn) entraron en la habitación de Callie juntos. Estaba apoyada en su cama. Su cara estaba pálida aun, pero sus ojos estaban claros y brillantes cuando les reconoció.
―¡Hey, chicos! ―Dijo débilmente, pero con placer. ―Gracias. Realmente. Gracias por volver.
―Por supuesto que volvimos ―___(Tn) dijo, tomando su mano y sentándose junto a ella. ―Dijimos que lo haríamos.
―Así que, ¿Cómo va todo? ―Joseph preguntó.
―Es duro ―admitió. ―Usted no creería los sueños.―Tembló, y miró a Joseph. ―Rutger estaba entre ellos. Estaba inmerso en una especie de servidumbre.
―¿Rutger? ―dijo Joseph con aire de preocupación.
―No esté tan preocupado; aparentemente, estaba soñando. O alucinando. El doctor dijo que podría tener problemas con cosas así durante un tiempo. Quiero decir, si Rutger hubiera estado aquí, yo estaría muerta, ¿No?
―Y hubo un guardia toda la noche en su puerta, un policía, ¿No? ―___(Tn) dijo.
Callie asintió con la cabeza confirmándolo.
―Sí. Uno de ellos era un atractivo hijo de puta. Tuve algunos sueños raros sobre él, también. Y quiero decir raros, y ¡No los estoy compartiendo! ―Se rió. Un sonido bonito. Un sonido joven. Luego se puso seria, mirando de Joseph a ___(Tn). ―¿Adivinan qué?
―¿Qué? ―Joseph preguntó.
―Mi… mi madre me llamó. Aparentemente, hubo algunas cámaras de noticias ahí ayer. Va a venir por mí esta tarde, y va a ir conmigo a una clínica especial del Oeste y a pagar para que yo pase por rehabilitación.―Las lágrimas saltaron en sus ojos, y trató de sonreír a ___(Tn). ―Mi madre. Mi madre viene a por mí.
―Oh, Callie, ¡Eso es estupendo! ―dijo ___(Tn).
Callie se había inclinado hacia delante. ___(Tn) la abrazó, acariciando su espalda, calmándola, felicitándola. Joseph miraba, apoyado contra la pared. Pensó en lo que Mamie le había dicho de ___(Tn). Tenía una buena aura. Pero algo no estaba del todo bien.
Una enfermera asomó su cabeza en la habitación.
―¿Teniente Jonas?
―¿Sí?
―Tiene una llamada para usted en mi sala.
―¿Oh? ―Arqueó una ceja, luego se enderezó, encogiéndose de hombros hacia ___(Tn). ―Volveré enseguida.
―¿Quién es? ―Preguntó a la enfermera mientras caminaba por el pasillo.
―El doctor LePont. Pierre LePont. De la morgue.
Ella le dejó al teléfono. Joseph era débilmente consciente de los dietistas que trajinaban con bandejas de desayuno, médicos que hablaban con monotonía mientras hacían sus rondas, y de las enfermeras que empujaban sobre sus carros de medicina.
Sintió una pesadez en su corazón.
―Pierre, por favor, no me digas que tenemos otro cuerpo.
―No, ningún horrible homicidio nuevo.
―Entonces...
―Bien, tengo una escena horrible en mis manos.
―De acuerdo, Pierre, escúpelo, qué…
―Tengo a un tipo aquí, asesinado dos veces.
―¿Qué?
―Temprano, en la mañana temprano, el tipo a quien disparaste ayer estaba preparado para la autopsia. Estaba tendido sobre una camilla tranquila y silenciosa.
―Lo hacen generalmente, ¿No?
―Generalmente, sí.
―Pero...
―Bien, alguien entró aquí y mató al tipo de nuevo.
―No está teniendo sentido.
―Nada tiene sentido. Joseph, alguien entró y le cortó la cabeza al tipo. Ha sido decapitado, Teniente. ¿Cómo de rápido puedes llegar aquí?
―Quince minutos.
___(Tn) quería ir con él. Fue insistente.
Él estaba igualmente resuelto, y la dejó en el hospital con Frank, quien llevaría a ___(Tn) a empresas Montgomery cuando fuera reemplazado por otro policía en unos minutos.
Joseph no supo por qué estaba tan determinado a no llevar a ___(Tn) consigo, pero lo estaba. Estaba locamente enamorado de ella, era la mejor cosa que le hubiera pasado alguna vez, pero Mamie tenía razón: algo no estaba bien. Tal vez conocía al asesino y lo estaba protegiendo. Tal vez conocía al asesino y no se había dado cuenta ni siquiera de que lo conocía. Estimó que sería mejor mantener a ___(Tn) un poco en la oscuridad sobre sus descubrimientos.
En la morgue, Pierre le mostró el cuerpo.
Lo miraron fijamente en un silencio lúgubre que comenzó a ser muy prolongado.
―No lo entiendo ―dijo Joseph.
―Desearía tener algunas respuestas para ti.
―¿Estás seguro de que estaba muerto cuando entró aquí? ―Joseph preguntó.
―Oh, venga ya, ¡Eres policía! Tú lo mataste. Sabes endiabladamente bien que estaba muerto.
―Sí, supongo.―Joseph levantó sus manos. ―Tal vez estamos omitiendo algo. Tal vez la decapitación es alguna parte de un ritual perverso, una cosa religiosa... No sé.―Suspiró. ―Bien, déjame hablar con los empleados que estuvieran cerca. Luego volveré con mi destacamento especial y el F.B.I. y veré si no podemos empezar a encontrar un poco de sentido en todo esto.
Empleó dos horas en hablar con cada persona del lugar. Jenson, el guardián de noche, juró que había estado en frente de la puerta sin moverse entre las dos y las siete. El esquelético grupo de la noche se había movido como de costumbre, sin ver a ningún desconocido en el edificio.
Los tipos del laboratorio de pruebas llegaron y trataron de encontrar huellas y pisadas. Nada pudo ser encontrado. La sierra de huesos, que aparentemente había sido utilizada para la espeluznante muerte, había sido limpiada. Gil, el especialista, advirtió a Joseph.
―Tenemos huellas en otras cosas de la sala de autopsias, pero tengo el presentimiento de que lo que descubramos pertenecerá a los doctores y a los técnicos. Le mantendré informado.
Pierre caminó junto a Joseph acompañándole a su coche.
―No es tan imposible de que alguien entrara. ―dijo ―Pero... es improbable. Quiero decir, suponer que el guardia tomó una momento para ir al baño. Suponer que mis empleados estaban todos en laboratorios diferentes. Es sólo raro.
Joseph estuvo de acuerdo. Raro.
―Gracias, y mantenme informado ―Joseph le dijo. Hizo una pausa, dejándose caer en el asiento del conductor de su automóvil. Era un día hermoso. Cielo azul, pequeños cúmulos de nubes. El sol brillaba magnánimamente. No parecía ser la atmósfera correcta para tales sucesos macabros.
Pero de nuevo, llegó la noche. La oscuridad, la bruma, la niebla, y las sombras. Se dio a sí mismo una sacudida. Llegaba tarde para la reunión con su fuerza especial.
En una hora, estaba sentado en una habitación de conferencias con su gente y con su junta de “lo que tenemos”, poniéndolos al día sobre la decapitación del cadáver en la morgue.
―Por eso, en este momento ―dijo, dirigiéndonos a los hombres y a una mujer reunida delante de él, ―pensamos que tenemos tres víctimas reales. Jane Doe, encontrada en el cementerio, sospechosa de ser una prostituta local. Anthony Beale, conocido proxeneta y delincuente menor. Bessie Girou, prostituta cara. Ahora tenemos también un cadáver descabezado.
―Hubo otra prostituta, Shelley Mathews, asesinada cerca de Jackson Square ―Gyn Elfin le recordó.
Asintió con la cabeza.
―Pero no por decapitación. Gerry, —dijo, dirigiéndose a uno de los otros hombres —¿No estamos a punto de hacer un arresto sobre un viejo novio de ésta?
Gerry asintió con la cabeza.
―El tipo confesó. Aunque no siempre las confesiones son verdaderas.
―Cierto, pero ese es un caso diferente, ¿Qué dice usted, Manny?
Manny García era el experto en perfiles del F.B.I.
Se encogió de hombros.
―Diría que definitivamente.―Miró a los policías, preocupado de que los hombres del F.B.I. pudieran estar molestos por la fuerza local. ―El perfil se está definiendo, pero no es una garantía. El estrangulador de Boston, Albert DiSalvo, se perfilaba como un solitario ―y resultó ser un hombre de familia. Aunque, diría que hay una razón para las decapitaciones, y que tenemos que encontrar qué es. Y nuestro asesino es un "compañeropata" en vez de un psicópata —quiero decir, que es un hombre que está cuerdo en lo que respecta a saber cuál debe ser el comportamiento sensato, simplemente se burla de eso y se considera a sí mismo como un recorte por encima de los hombres normales, y por lo tanto, autorizado para sus excesos.―Vaciló, mirando a Joseph. ―Es un asesino sexual, demostrado por el semen encontrado, y por su método de mutilación… acuchilló severamente a sus víctimas de sexo femenino desde la zona púbica hacia arriba, atacando los genitales. Creo, sin embargo que, o el mismo asesino decapitó el cadáver, o que hay más imitadores en la ciudad ya, o un grupo de culto. Por qué Beale fue asesinado, no lo sé. Me inclino a creer que el centro de fijación de nuestro asesino está sobre las prostitutas. Y por qué el cadáver fue descabezado... No tengo ninguna pista.
Joseph se recostó, ruborizándose ligeramente cuando los otros lo miraron fijamente.
―Muy bien, entonces, movámonos sobre lo que hemos conseguido. Caballeros —y ¡Gyn! ―Dijo, inclinando la cabeza hacia su miembro de sexo femenino con una sonrisa alentadora ―salgamos a la calle y veamos lo que podemos encontrar. Necesitamos un enlace entre el cadáver y las víctimas de homicidio. Tenemos que mantener nuestros ojos abiertos sobre cualquier señal del hombre que el bosquejo que Mamie nos ayudó a crear. Todos ustedes conocen sus tareas individuales. Pongámonos en marcha, antes de que la ciudad empiece a desarmarnos.
Los otros desfilaron fuera la habitación. Solamente Nicholas y Manny se quedaron atrás.
―¿Tienes algo más para mí, Manny? ¿Cualquier cosa?
―Nada tangible ―dijo Manny.
―Pero...―Joseph dijo esperanzadamente.
―Sólo algunas comparaciones ―dijo Manny. Giró la pantalla abierta de la computadora portátil de última generación que tenía consigo casi todo el tiempo. Presionó algunas teclas, y tuvo a Joseph mirando sobre su espalda. ―Lea esto.
Era un informe de autopsia. Joseph lo escaneó rápidamente.
... El cuerpo fue encontrado sobre su espalda, la cabeza girada hacia el hombro izquierdo... Los intestinos extraídos en gran medida y colocados sobre el hombro derecho... una pieza de aproximadamente dos pies fue separada del cuerpo totalmente y puesta entre el cuerpo y el brazo izquierdo, aparentemente intencionadamente...
Últimamente no lo había estado haciendo tan bien en la parte de “despertarse”. Estaba durmiendo más profundamente. Nunca había estado atormentado por pesadillas antes. Tal vez necesitaba ver a la vieja mujer de vudú como Mamie había sugerido.
El sonido era ___(Tn), bajándose de la cama. Se recostó por un minuto, observándola, tratando de poner en guardia a su anatomía para no excitarse demasiado con la visión —era de mañana, y ellos necesitaban ponerse en marcha. Pero ___(Tn) era hermosa, y su mente no siempre podía gobernar a su cuerpo.
Ella dejó la cama, sin percatarse de que él la observaba, y se estiró, arqueando su espalda, y recordando a una elegante estatuilla de Lladró. Él empujó las sábanas. No estaba bien. Continuaba con su tienda de campaña.
Ella se giró y capturó sus ojos, sonriendo.
―Te despiertas con la caída de un pin. Quería conseguir un café.
―Solía despertarme con la caída de un pin. Pero ya no soy tan bueno en eso nunca más. Me estoy volviendo viejo.
―Oh, venga ya. Eres casi un niño.
―Querida, sería un niño muy duro ―la aseguró.
Entonces él vio que el dorado de sus ojos color avellana se posaba a lo largo de la sábana, y sonrío con un pequeño encogimiento de hombros, encontrando sus ojos de nuevo.
―Bien, pareces completamente despierto.
Él le devolvió la sonrisa.
―Solo tú pareces tener una manera elocuente de decir “Levantarse y brillar, chicos”.
___(Tn) se rió. El continuó mirándola, con los ojos graves.
―Por supuesto, es de mañana, y el tiempo es limitado, y no querría coaccionarte o algo así.
―Tengo que llegar al trabajo, y…
―Queremos pasar a ver a Callie. Por no mencionar que estoy a cargo del más raro misterio de homicidio que azota Nueva Orleans en décadas. Aunque...
―Cuando alguien está tan completamente despierto... bien, sería una lástima malgastar lo que está... tan despierto ―dijo roncamente.
Llegó alrededor de la cama. Él se apoyó sobre un codo, empujándola contra él. Acarició su estómago. Apreciando su suavidad. Su lengua oscilaba sobre su piel. Sus dedos escarbaban entre su pelo. La acarició más bajo. Ella gimió, arqueando su cuerpo.
―¿Cuánto tiempo necesitas?
Él se paró.
―Bien, se supone que tengo que exagerar ―solo ligeramente, por supuesto ―y digo, ―“Querida, podía durar todo el día y toda la noche”.―Pero en este momento especial, pienso... aproximadamente dos, tres minutos. Si soy afortunado, cinco.
―¡Endiabladamente bueno, porque cinco minutos es todo lo que tenemos! ―susurró.
Ella era increíblemente sexy, poniéndose a horcajadas sobre él. Él ahuecó los globos de sus pechos con sus manos y sintió la violenta precipitación del placer cuando su cuerpo se cerró sobre él. Sexy o no, sin embargo, repentinamente quería la ventaja, sintió una extraña necesidad de ser él el agresor. Agarró su cintura, los hizo rodar a ambos sin romper el contacto, y tomó la posición predominante, empalándola profundamente con un destello punzante de deseo casi violento.
Entonces los brazos de ella le envolvieron y él gimió, y dejó a la naturaleza misma seguir su curso.
Después, ambos permanecieron tendidos como muertos durante varios segundos, débiles, agotados. Luego se levantaron, haciendo una loca carrera hacia la ducha.
―¡Hey! ―Joseph protestó.
―Soy la invitada. Y tú eras el que estaba tan... completamente despierto.
―Oh, como si tú no lo hubieras estado deseando.
―Traté de ser servicial.
―¿Sobre qué estamos discutiendo? Puedo solucionar esto.
―¿Cómo?
―Nos ducharemos juntos.
Ella se encogió de hombros.
―No me pidas que te enjabone. Realmente se nos hace tarde ahora.
Se les hacía tarde, así que se ducharon, se vistieron y agarraron tazas de café de papel al bajar a la calle.
Cuanto más se acercaban al hospital, más nervioso se encontraba Joseph a sí mismo. Seguro, había guardianes, y hacía mucho tiempo que había aprendido a confiar en sus oficiales. Si algo hubiera ido mal, habría sido avisado.
Mientras iban caminando hacia la habitación de Callie, él siguió acelerando su ritmo.
―¿Hay alguna razón por la que estamos corriendo? ―___(Tn) preguntó.
―No.―pero no aflojó el paso.
Frank Ducevny, un joven policía de ronda, estaba sentado en un sillón en frente de la puerta de Callie, charlando con una asistente de enfermera mientras aceptaba un café de ella.
―Hey, Frank. Esta es ___(Tn) Montgomery. ___(Tn), Frank. ¿Cómo va, cómo está la paciente?
―Tuvo una noche desigual. Con pesadillas, revolviéndose y retorciéndose.
―La abstinencia ―Joseph dijo brevemente. ―¿Pero cómo…
―Oh, ella parecía estar bien esta mañana. Pasé dentro cuando hice el cambio del chico de cinco a siete. Estaba dulce, un poco arrepentida, y me dijo que soñó que había estaba luchando anoche contra demonios de toda clase.
―Todavía la queda un largo camino que recorrer ―dijo Joseph.
Él y ___(Tn) entraron en la habitación de Callie juntos. Estaba apoyada en su cama. Su cara estaba pálida aun, pero sus ojos estaban claros y brillantes cuando les reconoció.
―¡Hey, chicos! ―Dijo débilmente, pero con placer. ―Gracias. Realmente. Gracias por volver.
―Por supuesto que volvimos ―___(Tn) dijo, tomando su mano y sentándose junto a ella. ―Dijimos que lo haríamos.
―Así que, ¿Cómo va todo? ―Joseph preguntó.
―Es duro ―admitió. ―Usted no creería los sueños.―Tembló, y miró a Joseph. ―Rutger estaba entre ellos. Estaba inmerso en una especie de servidumbre.
―¿Rutger? ―dijo Joseph con aire de preocupación.
―No esté tan preocupado; aparentemente, estaba soñando. O alucinando. El doctor dijo que podría tener problemas con cosas así durante un tiempo. Quiero decir, si Rutger hubiera estado aquí, yo estaría muerta, ¿No?
―Y hubo un guardia toda la noche en su puerta, un policía, ¿No? ―___(Tn) dijo.
Callie asintió con la cabeza confirmándolo.
―Sí. Uno de ellos era un atractivo hijo de puta. Tuve algunos sueños raros sobre él, también. Y quiero decir raros, y ¡No los estoy compartiendo! ―Se rió. Un sonido bonito. Un sonido joven. Luego se puso seria, mirando de Joseph a ___(Tn). ―¿Adivinan qué?
―¿Qué? ―Joseph preguntó.
―Mi… mi madre me llamó. Aparentemente, hubo algunas cámaras de noticias ahí ayer. Va a venir por mí esta tarde, y va a ir conmigo a una clínica especial del Oeste y a pagar para que yo pase por rehabilitación.―Las lágrimas saltaron en sus ojos, y trató de sonreír a ___(Tn). ―Mi madre. Mi madre viene a por mí.
―Oh, Callie, ¡Eso es estupendo! ―dijo ___(Tn).
Callie se había inclinado hacia delante. ___(Tn) la abrazó, acariciando su espalda, calmándola, felicitándola. Joseph miraba, apoyado contra la pared. Pensó en lo que Mamie le había dicho de ___(Tn). Tenía una buena aura. Pero algo no estaba del todo bien.
Una enfermera asomó su cabeza en la habitación.
―¿Teniente Jonas?
―¿Sí?
―Tiene una llamada para usted en mi sala.
―¿Oh? ―Arqueó una ceja, luego se enderezó, encogiéndose de hombros hacia ___(Tn). ―Volveré enseguida.
―¿Quién es? ―Preguntó a la enfermera mientras caminaba por el pasillo.
―El doctor LePont. Pierre LePont. De la morgue.
Ella le dejó al teléfono. Joseph era débilmente consciente de los dietistas que trajinaban con bandejas de desayuno, médicos que hablaban con monotonía mientras hacían sus rondas, y de las enfermeras que empujaban sobre sus carros de medicina.
Sintió una pesadez en su corazón.
―Pierre, por favor, no me digas que tenemos otro cuerpo.
―No, ningún horrible homicidio nuevo.
―Entonces...
―Bien, tengo una escena horrible en mis manos.
―De acuerdo, Pierre, escúpelo, qué…
―Tengo a un tipo aquí, asesinado dos veces.
―¿Qué?
―Temprano, en la mañana temprano, el tipo a quien disparaste ayer estaba preparado para la autopsia. Estaba tendido sobre una camilla tranquila y silenciosa.
―Lo hacen generalmente, ¿No?
―Generalmente, sí.
―Pero...
―Bien, alguien entró aquí y mató al tipo de nuevo.
―No está teniendo sentido.
―Nada tiene sentido. Joseph, alguien entró y le cortó la cabeza al tipo. Ha sido decapitado, Teniente. ¿Cómo de rápido puedes llegar aquí?
―Quince minutos.
___(Tn) quería ir con él. Fue insistente.
Él estaba igualmente resuelto, y la dejó en el hospital con Frank, quien llevaría a ___(Tn) a empresas Montgomery cuando fuera reemplazado por otro policía en unos minutos.
Joseph no supo por qué estaba tan determinado a no llevar a ___(Tn) consigo, pero lo estaba. Estaba locamente enamorado de ella, era la mejor cosa que le hubiera pasado alguna vez, pero Mamie tenía razón: algo no estaba bien. Tal vez conocía al asesino y lo estaba protegiendo. Tal vez conocía al asesino y no se había dado cuenta ni siquiera de que lo conocía. Estimó que sería mejor mantener a ___(Tn) un poco en la oscuridad sobre sus descubrimientos.
En la morgue, Pierre le mostró el cuerpo.
Lo miraron fijamente en un silencio lúgubre que comenzó a ser muy prolongado.
―No lo entiendo ―dijo Joseph.
―Desearía tener algunas respuestas para ti.
―¿Estás seguro de que estaba muerto cuando entró aquí? ―Joseph preguntó.
―Oh, venga ya, ¡Eres policía! Tú lo mataste. Sabes endiabladamente bien que estaba muerto.
―Sí, supongo.―Joseph levantó sus manos. ―Tal vez estamos omitiendo algo. Tal vez la decapitación es alguna parte de un ritual perverso, una cosa religiosa... No sé.―Suspiró. ―Bien, déjame hablar con los empleados que estuvieran cerca. Luego volveré con mi destacamento especial y el F.B.I. y veré si no podemos empezar a encontrar un poco de sentido en todo esto.
Empleó dos horas en hablar con cada persona del lugar. Jenson, el guardián de noche, juró que había estado en frente de la puerta sin moverse entre las dos y las siete. El esquelético grupo de la noche se había movido como de costumbre, sin ver a ningún desconocido en el edificio.
Los tipos del laboratorio de pruebas llegaron y trataron de encontrar huellas y pisadas. Nada pudo ser encontrado. La sierra de huesos, que aparentemente había sido utilizada para la espeluznante muerte, había sido limpiada. Gil, el especialista, advirtió a Joseph.
―Tenemos huellas en otras cosas de la sala de autopsias, pero tengo el presentimiento de que lo que descubramos pertenecerá a los doctores y a los técnicos. Le mantendré informado.
Pierre caminó junto a Joseph acompañándole a su coche.
―No es tan imposible de que alguien entrara. ―dijo ―Pero... es improbable. Quiero decir, suponer que el guardia tomó una momento para ir al baño. Suponer que mis empleados estaban todos en laboratorios diferentes. Es sólo raro.
Joseph estuvo de acuerdo. Raro.
―Gracias, y mantenme informado ―Joseph le dijo. Hizo una pausa, dejándose caer en el asiento del conductor de su automóvil. Era un día hermoso. Cielo azul, pequeños cúmulos de nubes. El sol brillaba magnánimamente. No parecía ser la atmósfera correcta para tales sucesos macabros.
Pero de nuevo, llegó la noche. La oscuridad, la bruma, la niebla, y las sombras. Se dio a sí mismo una sacudida. Llegaba tarde para la reunión con su fuerza especial.
En una hora, estaba sentado en una habitación de conferencias con su gente y con su junta de “lo que tenemos”, poniéndolos al día sobre la decapitación del cadáver en la morgue.
―Por eso, en este momento ―dijo, dirigiéndonos a los hombres y a una mujer reunida delante de él, ―pensamos que tenemos tres víctimas reales. Jane Doe, encontrada en el cementerio, sospechosa de ser una prostituta local. Anthony Beale, conocido proxeneta y delincuente menor. Bessie Girou, prostituta cara. Ahora tenemos también un cadáver descabezado.
―Hubo otra prostituta, Shelley Mathews, asesinada cerca de Jackson Square ―Gyn Elfin le recordó.
Asintió con la cabeza.
―Pero no por decapitación. Gerry, —dijo, dirigiéndose a uno de los otros hombres —¿No estamos a punto de hacer un arresto sobre un viejo novio de ésta?
Gerry asintió con la cabeza.
―El tipo confesó. Aunque no siempre las confesiones son verdaderas.
―Cierto, pero ese es un caso diferente, ¿Qué dice usted, Manny?
Manny García era el experto en perfiles del F.B.I.
Se encogió de hombros.
―Diría que definitivamente.―Miró a los policías, preocupado de que los hombres del F.B.I. pudieran estar molestos por la fuerza local. ―El perfil se está definiendo, pero no es una garantía. El estrangulador de Boston, Albert DiSalvo, se perfilaba como un solitario ―y resultó ser un hombre de familia. Aunque, diría que hay una razón para las decapitaciones, y que tenemos que encontrar qué es. Y nuestro asesino es un "compañeropata" en vez de un psicópata —quiero decir, que es un hombre que está cuerdo en lo que respecta a saber cuál debe ser el comportamiento sensato, simplemente se burla de eso y se considera a sí mismo como un recorte por encima de los hombres normales, y por lo tanto, autorizado para sus excesos.―Vaciló, mirando a Joseph. ―Es un asesino sexual, demostrado por el semen encontrado, y por su método de mutilación… acuchilló severamente a sus víctimas de sexo femenino desde la zona púbica hacia arriba, atacando los genitales. Creo, sin embargo que, o el mismo asesino decapitó el cadáver, o que hay más imitadores en la ciudad ya, o un grupo de culto. Por qué Beale fue asesinado, no lo sé. Me inclino a creer que el centro de fijación de nuestro asesino está sobre las prostitutas. Y por qué el cadáver fue descabezado... No tengo ninguna pista.
Joseph se recostó, ruborizándose ligeramente cuando los otros lo miraron fijamente.
―Muy bien, entonces, movámonos sobre lo que hemos conseguido. Caballeros —y ¡Gyn! ―Dijo, inclinando la cabeza hacia su miembro de sexo femenino con una sonrisa alentadora ―salgamos a la calle y veamos lo que podemos encontrar. Necesitamos un enlace entre el cadáver y las víctimas de homicidio. Tenemos que mantener nuestros ojos abiertos sobre cualquier señal del hombre que el bosquejo que Mamie nos ayudó a crear. Todos ustedes conocen sus tareas individuales. Pongámonos en marcha, antes de que la ciudad empiece a desarmarnos.
Los otros desfilaron fuera la habitación. Solamente Nicholas y Manny se quedaron atrás.
―¿Tienes algo más para mí, Manny? ¿Cualquier cosa?
―Nada tangible ―dijo Manny.
―Pero...―Joseph dijo esperanzadamente.
―Sólo algunas comparaciones ―dijo Manny. Giró la pantalla abierta de la computadora portátil de última generación que tenía consigo casi todo el tiempo. Presionó algunas teclas, y tuvo a Joseph mirando sobre su espalda. ―Lea esto.
Era un informe de autopsia. Joseph lo escaneó rápidamente.
... El cuerpo fue encontrado sobre su espalda, la cabeza girada hacia el hombro izquierdo... Los intestinos extraídos en gran medida y colocados sobre el hombro derecho... una pieza de aproximadamente dos pies fue separada del cuerpo totalmente y puesta entre el cuerpo y el brazo izquierdo, aparentemente intencionadamente...
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Joseph se enderezó, frunciendo el ceño. Sonaba como el informe sobre Jane Doe, encontrada en el cementerio.
Aunque, no era el lenguaje que Pierre habría usado.
―Está bien, Manny, ¿Qué es?
―El Destripador ―dijo Nicholas.
Joseph lo miró rápidamente.
―Jack el Destripador, Londres, 1888. ―Los actuales “Destripa logísticos” creen que, en realidad, mató a cinco prostitutas en Whitechapel y Spitalfields, aunque no menos que de siete a nueve homicidios han sido atribuidos a él.
Joseph frunció el ceño hacia Manny.
―Creo que nuestro tipo es un imitador, de acuerdo.
―¿Dónde entra Beale, y el descabezar a un hombre muerto en la morgue?
Manny se encogió de hombros.
―No lo sé. Es muy posible que la decapitación del cadáver no tuviera nada que ver con los asesinatos. Pregunte a Pierre sobre estudiantes de medicina —podría haber sido una broma. Un poco enferma, pero esos chicos tienen que aprender a arreglarse con la muerte, y a veces, ésa es la manera en que lo hacen. Beale… era un proxeneta. Yo diría que se puso en el camino. Parece tenemos un asesino en serie sobre nuestras manos que estudia a asesinos en serie. Oye, cualquier información que tengo sobre Jack el Destripador puede ser adquirida por cualquier persona por ahí fuera. Los viejos registros son del dominio público, y los libros sobre asesinos en serie son abundantes. Podrías estártelas arreglando con un asesino moderno con un sentido viejo y modelado para el dramatismo. Tienes a chiflados por todo el país a quienes les gusta vestirse con capas y sombreros altos, vampiros de obra dramática, espíritus malignos, fantasmas, y destripadores. Y esto es Nueva Orleans, la región de Anne Rice y de los tours autorizados de vampiros. La ciudad es como una invitación grande para los chiflados. Sólo pensaba que debería de estar preocupado por la similitud de que el descubrimiento del cuerpo de Joan Doe era muy parecido al de Catherine Eddowes, como informaba el Dr. Frederick Brown.
―Como dije, Manny, algo ayuda. Cualquier cosa. Pero corrígeme si estoy equivocado.
―¿Sobre qué? ―Manny preguntó.
―Hace un tiempo que he leído bastante sobre las víctimas de Jack el Destripador, pero creo que hay dos diferencias principales ―dijo Joseph.
―Cierto. Nuestras víctimas han sido decapitadas ―dijo Manny. ―Pero… las víctimas del Destripador tuvieron sus gargantas tan seriamente dañadas que fueron casi decapitadas.
―Casi... Con nuestro tipo recorriendo todo el camino.
―¿Qué ves como la otra gran diferencia? ―Nicholas preguntó.
―Había sangre, mucha sangre, charcos de sangre coagulada cuándo Jack el Destripador asesinaba. Nuestro tipo parece haber... habérsela llevado toda.
―En algunos casos, el personal médico de la época de los asesinatos del Destripador fueron citados señalando que realmente no había tanta sangre sobre las víctimas como debería de haber habido ―dijo Manny.
―Infiernos, como ya hemos anotado... ―Nicholas murmuró.
―¿Qué? ―Joseph preguntó.
―Esto es Nueva Orleans ―dijo Nicholas secamente.
___(Tn) estaba nerviosa porque Joseph hubiera insistido en que fuera a trabajar, y ella sabía que él iría a la morgue. Se cambió de ropa, arregló sus habitaciones personales en la oficina, se sentó y trató de hacer algo, pero no podía concentrarse. Angie vino hacia ella mientras, supuestamente, estaba haciendo bosquejos de un traje para la esposa de un senador. Cuando Angie miró sobre su hombro y dio un grito ahogado sobre lo que estaba dibujando, ___(Tn) supo que estaba en problemas.
―¡Qué es eso, mi Dios! ―Angie respiró.
___(Tn) miró hacia abajo hacia el papel, y frunció el ceño. Sus dedos empezaron a temblar.
Había estado dibujando una calle. Una calle oscurecida, sombría, con la figura de una mujer que estaba tendida tan arrugada y despatarrada que solo podía estar muerta.
Lo empujó fuera de su escritorio, horrorizada.
Angie llegó rápidamente detrás de ella, apretando sus hombros.
―¡Muy bien, es cierto que te gusta Joseph Jonas, es tan sexy como debería de ser, y te he animado a verlo, pero, cielo! ¡Tienes que alejarte de los policías y los crímenes durante un tiempo!
―No, no, no puede ser Joseph ―___(Tn) protestó.
―Te estás involucrando demasiado en esto. ¡Sólo porque un mal alcahuete decidió dejarse asesinar demasiado cerca de este edificio!
Angie era estupenda; ella y Cissy eran las mejores amigas de ___(Tn), pero ahora mismo, ___(Tn) no quería que la dijeran que su asociación con Joseph estaba afectando a su bienestar.
Los homicidios tenían que ser resueltos, y hasta que fueran solucionados ―de una manera o de otra ―ella estaba involucrada.
Se levantó, tratando de parecer en calma, racional, y natural.
―¿Sabes qué, Angie? Pienso que necesito una caminata. Limpiar mi cabeza. Quitarme las pelusas. Voy a tomar una copa. No estoy segura aún si será café o algo repleto del alcohol, pero cuando vuelva, voy a conseguir el bosquejo del diseño para la Sra. Smith.
―___(Tn), no deberías salir a solas…
―Angie, es pleno día. Estaré bien.
___(Tn) dio a Angie un impulsivo abrazo y corrió hacia abajo por la escalera interior, saludando con la mano a Gema y Allie ―quien estaban un tanto ocupadas con los clientes ―antes de salir rápidamente afuera, a la calle. No estaba segura de dónde estaba yendo hasta que se dio cuenta de que estaba caminando en dirección a Le Bon Marche, el local de Mamie Johnson.
Era tarde, casi las cuatro, así que no había nada raro sobre encaramarse en un taburete de bar y ordenar un Manhattan. Sintió las miradas fijas de algunos hombres en el local, pero era capaz de devolver una mirada tan helada que incluso un oso polar habría guardado distancia. Aunque no llevaba ni cinco minutos allí cuando el taburete junto a ella fue ocupado. Sabía antes de girarse que Mamie misma había llegado para sentarse al lado de ella.
―La esperaba ―dijo Mamie.
―¿Si? ¿Por qué?
―No lo sé.
___(Tn) sonrío, sorbiendo su bebida.
―Bien, eso es bueno. Porque no sé exactamente por qué estoy aquí.
Mamie levantó una mano.
―He prometido estar atenta al asesino, pero no creo que volverá por aquí. Lee los periódicos. Ve. Sabe que lo conozco, y que le estaré esperando. Y no es su modo entrar aquí con tantas personas alrededor y matarme.
―Así que... Si está buscando a cierto tipo de mujer, tendrá que irse a cualquier otro sitio.
Mamie asintió con la cabeza.
―¿Donde?
Mamie sonrío. Era una mujer muy atractiva, su piel de color cobre, sus dientes tan blancos contra ella. Sus rasgos llamativos, su movimiento suave.
―Querida, hay cientos de lugares donde él podría ir.
―Sí, pero... Pienso que le gustó lo que consiguió de usted. Un toque de clase.
Mamie se encogió de hombros.
―Naturalmente, hay otros como yo. No contratamos a putas, proveemos acompañantes. Compañía en un lugar solitario.
___(Tn) no hizo comentarios. Todo era lo mismo. Rico o pobre.
A veces, las prostitutas de clase alta eran solicitadas para nada más que sorber champán y escuchar los infortunios de un tipo. Con una chica de la calle, bebería cerveza o vino barato mientras acunaba el ego de un hombre. Y a veces, rico o pobre, se encontraba con la perversión... o la brutalidad.
―Joseph quiere saber qué aprendió ―dijo ___(Tn). Sorbió su bebida, luego tomó una respiración honda. ―Estoy segura de que van a poner a una mujer policía —o incluso a un policía —si el asesino se acerca a el… a un procurador de acompañantes otra vez.
―Así lo creo ―Mamie estuvo de acuerdo.
___(Tn) tomó otra respiración honda.
―Mamie, ¿Usted me llamaría primero?
Como había esperado, Mamie frunció el ceño.
―¿Qué es lo que tiene en su preciosa pequeña mente? ¿No ha escuchado cómo han encontrado a esas mujeres? Vaya, usted es tan delgada como una cinta, querida…
―Soy más fuerte de lo que parezco.
―¡Oh, querida! ―Mamie protestó, horrorizada, agitando su cabeza.
―Mamie, por favor.―___(Tn) puso su mano sobre la mano cobriza de Mamie. ―Mamie, por favor, míreme.―Vaciló. ―No quiero que alguien más salga lastimado. Yo…
―Sólo putas, querida, ¿No lo ha escuchado? ―Mamie preguntó cansadamente.
―Mamie, venga ya, ¡Suena tan rigurosa! Yo no juzgo a las putas, no juzgo a nadie. Hacemos lo que tenemos que hacer para sobrevivir. Mamie, por favor, quiero ayudar. Quiero salvar vidas. Puedo saber quién estar haciendo esto. Y él podría tener un rencor contra mí en particular…
―¡Oh, no! No, no, no, ¡no! Usted no se va a sacrificarse a sí misma porque se encuentra en algún tipo de viaje de culpa, señorita ___(Tn) Montgomery. ¿Qué ocurrió? ¿Estaba vendiéndose en algún lugar? ¿Por qué querría este tipo, que es tan brutal con las putas, tener algo que ver con usted?
―No estaba vendiéndome, Mamie. Sólo tengo un enemigo.
―Dígaselo a Joseph.
―No puedo.
―¿Por qué?
―No lo comprendería.
Mamie suspiró.
―Entonces usted tiene que decírmelo.
___(Tn) negó con su cabeza.
―Si lo hiciera, usted no me creería de todos modos.
Mamie la miró fijamente un rato largo. Ella se volvió hacia el Manhattan de ___(Tn) y se lo bebió ella misma, haciendo señas al barman para que les preparara otra bebida a cada una.
―Vengo del brazo pantanoso de un río, querida. Tuve un poco de vudú en mi sangre, aunque no he conseguido la visión como algunos otros. Hábleme. Usted quiere mi apoyo, hable.
―En este momento de mi vida, deseo que pudiera realmente creerme ―___(Tn) dijo suavemente.
―Como le dije, mi mente está abierta.
―¿Pero usted puede mantener su boca cerrada? ―___(Tn) preguntó. ―Mamie, necesitaré su apoyo, y su confianza realmente, de verdad.
―Hábleme, querida. Puedo ser una puta vieja en esencia, pero se lo juro, tengo el viejo corazón de oro.
___(Tn) exhaló una respiración larga.
Empezó a hablar.
La tarde transcurrió.
Mamie escuchó y escuchó. La incredulidad perdió intensidad ante la simple duda.
Y luego el asombro.
Aunque, no era el lenguaje que Pierre habría usado.
―Está bien, Manny, ¿Qué es?
―El Destripador ―dijo Nicholas.
Joseph lo miró rápidamente.
―Jack el Destripador, Londres, 1888. ―Los actuales “Destripa logísticos” creen que, en realidad, mató a cinco prostitutas en Whitechapel y Spitalfields, aunque no menos que de siete a nueve homicidios han sido atribuidos a él.
Joseph frunció el ceño hacia Manny.
―Creo que nuestro tipo es un imitador, de acuerdo.
―¿Dónde entra Beale, y el descabezar a un hombre muerto en la morgue?
Manny se encogió de hombros.
―No lo sé. Es muy posible que la decapitación del cadáver no tuviera nada que ver con los asesinatos. Pregunte a Pierre sobre estudiantes de medicina —podría haber sido una broma. Un poco enferma, pero esos chicos tienen que aprender a arreglarse con la muerte, y a veces, ésa es la manera en que lo hacen. Beale… era un proxeneta. Yo diría que se puso en el camino. Parece tenemos un asesino en serie sobre nuestras manos que estudia a asesinos en serie. Oye, cualquier información que tengo sobre Jack el Destripador puede ser adquirida por cualquier persona por ahí fuera. Los viejos registros son del dominio público, y los libros sobre asesinos en serie son abundantes. Podrías estártelas arreglando con un asesino moderno con un sentido viejo y modelado para el dramatismo. Tienes a chiflados por todo el país a quienes les gusta vestirse con capas y sombreros altos, vampiros de obra dramática, espíritus malignos, fantasmas, y destripadores. Y esto es Nueva Orleans, la región de Anne Rice y de los tours autorizados de vampiros. La ciudad es como una invitación grande para los chiflados. Sólo pensaba que debería de estar preocupado por la similitud de que el descubrimiento del cuerpo de Joan Doe era muy parecido al de Catherine Eddowes, como informaba el Dr. Frederick Brown.
―Como dije, Manny, algo ayuda. Cualquier cosa. Pero corrígeme si estoy equivocado.
―¿Sobre qué? ―Manny preguntó.
―Hace un tiempo que he leído bastante sobre las víctimas de Jack el Destripador, pero creo que hay dos diferencias principales ―dijo Joseph.
―Cierto. Nuestras víctimas han sido decapitadas ―dijo Manny. ―Pero… las víctimas del Destripador tuvieron sus gargantas tan seriamente dañadas que fueron casi decapitadas.
―Casi... Con nuestro tipo recorriendo todo el camino.
―¿Qué ves como la otra gran diferencia? ―Nicholas preguntó.
―Había sangre, mucha sangre, charcos de sangre coagulada cuándo Jack el Destripador asesinaba. Nuestro tipo parece haber... habérsela llevado toda.
―En algunos casos, el personal médico de la época de los asesinatos del Destripador fueron citados señalando que realmente no había tanta sangre sobre las víctimas como debería de haber habido ―dijo Manny.
―Infiernos, como ya hemos anotado... ―Nicholas murmuró.
―¿Qué? ―Joseph preguntó.
―Esto es Nueva Orleans ―dijo Nicholas secamente.
___(Tn) estaba nerviosa porque Joseph hubiera insistido en que fuera a trabajar, y ella sabía que él iría a la morgue. Se cambió de ropa, arregló sus habitaciones personales en la oficina, se sentó y trató de hacer algo, pero no podía concentrarse. Angie vino hacia ella mientras, supuestamente, estaba haciendo bosquejos de un traje para la esposa de un senador. Cuando Angie miró sobre su hombro y dio un grito ahogado sobre lo que estaba dibujando, ___(Tn) supo que estaba en problemas.
―¡Qué es eso, mi Dios! ―Angie respiró.
___(Tn) miró hacia abajo hacia el papel, y frunció el ceño. Sus dedos empezaron a temblar.
Había estado dibujando una calle. Una calle oscurecida, sombría, con la figura de una mujer que estaba tendida tan arrugada y despatarrada que solo podía estar muerta.
Lo empujó fuera de su escritorio, horrorizada.
Angie llegó rápidamente detrás de ella, apretando sus hombros.
―¡Muy bien, es cierto que te gusta Joseph Jonas, es tan sexy como debería de ser, y te he animado a verlo, pero, cielo! ¡Tienes que alejarte de los policías y los crímenes durante un tiempo!
―No, no, no puede ser Joseph ―___(Tn) protestó.
―Te estás involucrando demasiado en esto. ¡Sólo porque un mal alcahuete decidió dejarse asesinar demasiado cerca de este edificio!
Angie era estupenda; ella y Cissy eran las mejores amigas de ___(Tn), pero ahora mismo, ___(Tn) no quería que la dijeran que su asociación con Joseph estaba afectando a su bienestar.
Los homicidios tenían que ser resueltos, y hasta que fueran solucionados ―de una manera o de otra ―ella estaba involucrada.
Se levantó, tratando de parecer en calma, racional, y natural.
―¿Sabes qué, Angie? Pienso que necesito una caminata. Limpiar mi cabeza. Quitarme las pelusas. Voy a tomar una copa. No estoy segura aún si será café o algo repleto del alcohol, pero cuando vuelva, voy a conseguir el bosquejo del diseño para la Sra. Smith.
―___(Tn), no deberías salir a solas…
―Angie, es pleno día. Estaré bien.
___(Tn) dio a Angie un impulsivo abrazo y corrió hacia abajo por la escalera interior, saludando con la mano a Gema y Allie ―quien estaban un tanto ocupadas con los clientes ―antes de salir rápidamente afuera, a la calle. No estaba segura de dónde estaba yendo hasta que se dio cuenta de que estaba caminando en dirección a Le Bon Marche, el local de Mamie Johnson.
Era tarde, casi las cuatro, así que no había nada raro sobre encaramarse en un taburete de bar y ordenar un Manhattan. Sintió las miradas fijas de algunos hombres en el local, pero era capaz de devolver una mirada tan helada que incluso un oso polar habría guardado distancia. Aunque no llevaba ni cinco minutos allí cuando el taburete junto a ella fue ocupado. Sabía antes de girarse que Mamie misma había llegado para sentarse al lado de ella.
―La esperaba ―dijo Mamie.
―¿Si? ¿Por qué?
―No lo sé.
___(Tn) sonrío, sorbiendo su bebida.
―Bien, eso es bueno. Porque no sé exactamente por qué estoy aquí.
Mamie levantó una mano.
―He prometido estar atenta al asesino, pero no creo que volverá por aquí. Lee los periódicos. Ve. Sabe que lo conozco, y que le estaré esperando. Y no es su modo entrar aquí con tantas personas alrededor y matarme.
―Así que... Si está buscando a cierto tipo de mujer, tendrá que irse a cualquier otro sitio.
Mamie asintió con la cabeza.
―¿Donde?
Mamie sonrío. Era una mujer muy atractiva, su piel de color cobre, sus dientes tan blancos contra ella. Sus rasgos llamativos, su movimiento suave.
―Querida, hay cientos de lugares donde él podría ir.
―Sí, pero... Pienso que le gustó lo que consiguió de usted. Un toque de clase.
Mamie se encogió de hombros.
―Naturalmente, hay otros como yo. No contratamos a putas, proveemos acompañantes. Compañía en un lugar solitario.
___(Tn) no hizo comentarios. Todo era lo mismo. Rico o pobre.
A veces, las prostitutas de clase alta eran solicitadas para nada más que sorber champán y escuchar los infortunios de un tipo. Con una chica de la calle, bebería cerveza o vino barato mientras acunaba el ego de un hombre. Y a veces, rico o pobre, se encontraba con la perversión... o la brutalidad.
―Joseph quiere saber qué aprendió ―dijo ___(Tn). Sorbió su bebida, luego tomó una respiración honda. ―Estoy segura de que van a poner a una mujer policía —o incluso a un policía —si el asesino se acerca a el… a un procurador de acompañantes otra vez.
―Así lo creo ―Mamie estuvo de acuerdo.
___(Tn) tomó otra respiración honda.
―Mamie, ¿Usted me llamaría primero?
Como había esperado, Mamie frunció el ceño.
―¿Qué es lo que tiene en su preciosa pequeña mente? ¿No ha escuchado cómo han encontrado a esas mujeres? Vaya, usted es tan delgada como una cinta, querida…
―Soy más fuerte de lo que parezco.
―¡Oh, querida! ―Mamie protestó, horrorizada, agitando su cabeza.
―Mamie, por favor.―___(Tn) puso su mano sobre la mano cobriza de Mamie. ―Mamie, por favor, míreme.―Vaciló. ―No quiero que alguien más salga lastimado. Yo…
―Sólo putas, querida, ¿No lo ha escuchado? ―Mamie preguntó cansadamente.
―Mamie, venga ya, ¡Suena tan rigurosa! Yo no juzgo a las putas, no juzgo a nadie. Hacemos lo que tenemos que hacer para sobrevivir. Mamie, por favor, quiero ayudar. Quiero salvar vidas. Puedo saber quién estar haciendo esto. Y él podría tener un rencor contra mí en particular…
―¡Oh, no! No, no, no, ¡no! Usted no se va a sacrificarse a sí misma porque se encuentra en algún tipo de viaje de culpa, señorita ___(Tn) Montgomery. ¿Qué ocurrió? ¿Estaba vendiéndose en algún lugar? ¿Por qué querría este tipo, que es tan brutal con las putas, tener algo que ver con usted?
―No estaba vendiéndome, Mamie. Sólo tengo un enemigo.
―Dígaselo a Joseph.
―No puedo.
―¿Por qué?
―No lo comprendería.
Mamie suspiró.
―Entonces usted tiene que decírmelo.
___(Tn) negó con su cabeza.
―Si lo hiciera, usted no me creería de todos modos.
Mamie la miró fijamente un rato largo. Ella se volvió hacia el Manhattan de ___(Tn) y se lo bebió ella misma, haciendo señas al barman para que les preparara otra bebida a cada una.
―Vengo del brazo pantanoso de un río, querida. Tuve un poco de vudú en mi sangre, aunque no he conseguido la visión como algunos otros. Hábleme. Usted quiere mi apoyo, hable.
―En este momento de mi vida, deseo que pudiera realmente creerme ―___(Tn) dijo suavemente.
―Como le dije, mi mente está abierta.
―¿Pero usted puede mantener su boca cerrada? ―___(Tn) preguntó. ―Mamie, necesitaré su apoyo, y su confianza realmente, de verdad.
―Hábleme, querida. Puedo ser una puta vieja en esencia, pero se lo juro, tengo el viejo corazón de oro.
___(Tn) exhaló una respiración larga.
Empezó a hablar.
La tarde transcurrió.
Mamie escuchó y escuchó. La incredulidad perdió intensidad ante la simple duda.
Y luego el asombro.
Aquí el siguiente capitulo. Espero que les guste y espero ver firmas para poder subir el siguiente capitulo. Que despues de este solo quedan 4 capitulos.
Un beso y un abrazos a mis lectoras fieles. Gracias por apoyarme a continuar la novela.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
pero es que me has dejado vacia, necesito mas nove, nove, nove, sube capis!!!!!!!!!!,
grax por el capi, pero continua la nove por favor
grax por el capi, pero continua la nove por favor
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Ahhh mierda!!! quien es su enemigo??? Mmm no sera ese q no me acuerdo el nombre jeje
SIGUELA!!
SIGUELA!!
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 12
La madre de Callie había venido a por ella, efectivamente, y estaba ahora de camino a una clínica en Denver. Rutger aparentemente estaba fuera de la cárcel y se había metido debajo una roca en alguna parte, pero donde pudiera estar, no importaba ya. No podía tocar a Callie.
Un buen punto, Joseph se dijo a sí mismo. Gracias a Dios. Necesitaba uno.
Con sus principales pistas llevándole a ninguna parte, decidió otra vez que recorrer la ciudad era tan útil como cualquier otra empresa. Y así que caminó junto a plaza de Jackson, y allí, entre una docena de otros distribuidores, vio a una mujer que instantáneamente se convenció de que tenía que ser la amiga de Mamie, la vudú, Marie Lescarre.
Se acercó a ella.
Dos jóvenes turistas riéndose tontamente le estaban preguntando sobre filtros de amor. Tan vieja como Matusalén, marrón como un roble retorcido, Marie todavía tenía una voz agradable y melodiosa, tocada con las viejas notas del sur, al mismo tiempo que tenía un toque del dialecto francés de las islas. Le dijo a las chicas que sus pociones eran sólo aceites de hierbas, pero no era ningún defecto de ellas si el olor era tan dulce que los hombres correctos llegaban corriendo.
Las chicas compraron las pociones mientras Joseph investigaba su suministro de quemadores de incienso, piedras, hierbas, y semejantes. Cuando las chicas desaparecieron, la mujer miró a Joseph con gravedad.
―Teniente Jonas.
―¿Mamie la habló sobre mí?
―Sabía que usted estaba llegando ―contestó, con sus ojos viejos reumáticos enfocando duramente sobre los suyos. Cierto. Lo sabía. Mamie no se le había dicho; ella acababa de saberlo.
―¿Así que usted es Marie Lescarre?
―Usted lo sabe ―la anciana contestó, sonriendo. Para un ave tan vieja, tenía los dientes fabulosos. Se preguntaba qué gris―gris, qué magia, le dio tal buena retención de calcio.
Él sonrío.
―¿Su nombre real o su nombre artístico? ―Preguntó, añadiendo cortésmente, ―Su nombre es muy similar a uno de esos vudús que se hicieron tan famosos aquí —Marie Laveau y su hija.
La anciana sonrío.
―Marie es un nombre lo suficientemente común para cualquier mujer francesa, católica, o de ascendencia de la isla. Lescarre es el nombre de mi difunto marido.
Joseph se sentía incómodamente indultado. Como si se hubiera estado burlando de ella. Se sentía como estuviera actuando de la misma manera que un niño —y como si ella se estuviera comportando de una manera más madura.
―No necesita ruborizarse, Teniente. Es usted un buen hombre.
Él se encogió de hombros.
―Gracias.―
¿Si Mamie no la había hablado, cómo supo su nombre y su rango —o incluso que era un policía? Tonto. Su nombre y se cara habían estado en las noticias y en los periódicos lo suficientemente a menudo.
―Por eso ha venido a mí ―Marie Lescarre dijo entonces.
Se encogió de hombros otra vez.
―Mamie Johnson sugirió que lo hiciera.
―Ah. ¿Así que usted ha venido a un vudú para burlarse de mí?
Agitó su cabeza, dándose cuenta de la sobria verdad.
―He venido porque estoy dispuesto a probar cualquier cosa para parar estos asesinatos.
Parecía contenta, asintiendo con la cabeza. Pero luego su voz llevó un sonido preocupado.
―Usted está en peligro, ya lo sabe.
―Soy policía. Estoy siempre en peligro.
Marie negó con su cabeza.
―Usted es un alma vieja, teniente, un alma muy vieja.
―Ahora, Marie…
―Escúcheme, Teniente ―dijo tranquilamente, levantando una mano huesuda. ―Sabemos que hay negro y hay blanco. Hay noche y hay día. Hay maldad y hay bien, sin embargo, incluso si la “maldad” no es siempre vista, ni nosotros podemos tocarla. Hay fuerzas en la ciudad ahora; buenas y malas. Hay una lucha.
Vaciló, no creyendo totalmente en él lo que estaba a punto de preguntar.
―¿Es ___(Tn) Montgomery malvada?
Para su alivio, ella negó con la cabeza.
―Pero ¡Protéjase a usted mismo! Protéjase bien a usted mismo. Ella no es lo que parece.
―¿Es ella una vudú?
Marie sonrío, como si se hubiera reído interiormente. Agitó su cabeza.
―Preste atención a las noches, Teniente.
―Ahora, Marie…
―No hay nada más que pueda decirle. Siempre ha habido gris―gris en este lugar. Magia. Buena y malvada. Protéjase a sí mismo, tenga cuidado. Mire a la bestia, y acuérdese de qué armas necesitará. Abra su mente. Eso es lo más importante. Las leyendas están generalmente basadas en hechos. Usted cree en Dios, Teniente, ¿No?
―Sí, soy de una vieja familia católica yo mismo…
―Usted no lo ve a EL, no lo conoce a EL, pero usted cree que existe. La fe es confiar en lo que no se puede ver. Pensamos que la fe es algo compartido por hombres inteligentes. Luego sabemos que hay más en este mundo de lo que podemos ver a simple vista, de lo que podemos encontrar, de lo que es sabido y aceptado. El mundo no es plano; los hombres han caminado por la luna. Todas las cosas son posibles. Mire a la tierra, al cielo, a la noche. Lo negro y lo blanco. Recuerde, el rojo que circula en todas las venas es la sangre de nuestra vida. Y tome esta magia que le doy.
Ella alcanzó la mano de él, con su delgada mano cerrada apretando algo que sujetaba fuertemente.
Lo dejó caer en su palma, doblando sus dedos alrededor de los de él.
―No puedo coger algo de usted ―empezó a protestar. Era vieja. Tal vez era un graznido de vudú ―pero todavía necesitaba unos ingresos.
―Coja esto.
―Venga ya, vale, ¿Qué le debo?
Después de todo, esto podría ser una estafa entre Mamie Johnson y Marie. Mamie conseguía “acompañantes” para aquellos que los necesitaban; quizás también conseguía magia como una ampliación de sus ganancias.
―No me debe nada. Nada en absoluto. Es un obsequio. Porque hay oscuridad y luz. Bueno y malvado. Usted es bueno. Yo soy buena. Y todos somos uno. Eso es lo que importa.
Ella estudió sus ojos atentamente, luego se volvió rápidamente apartándose de él, renqueando hacia una joven pareja que estaban observando sus ampollas de aceites de amor y lociones.
Agitó su cabeza. Ya se sentía estúpido. Escuchar a una vudú ¿Qué diablos le había dado? ¿Algún tipo de talismán, el pie de un conejo, una garra de pollo?
Había una cruz en su mano. Nada más oculto que una cruz, de plata, de aproximadamente dos pulgadas de longitud, y colgada de una larga cadena.
Sonrío. Bien, había mencionado que aquellos que eran franceses, católicos, o de ascendencia de la isla llevaban su nombre.
Empezó a girarse, y caminar a través de los turistas dispersos.
―¡Teniente!
Se giró. La vieja Marie Lescarre le había vuelto a llamar.
―¡Póngasela! ―Lo exhortó.
Era tan sincera. Tuvo que devolverla la sonrisa, inclinando la cabeza.
Y deslizó la cadena alrededor de su cuello. No le había dado ningún amuleto absurdo. Era una cruz. Podía vivir con eso. Si hubiera sido algún otro tipo de amuleto...
Bueno, era policía. Y bien, tenía un poco de ego masculino.
Pero una cruz...
En realidad —y muy curiosamente —tenía que admitir que se sentía más seguro tolerando la cosa. Qué diablos. No le iba a doler.
Dejando Jackson Square, se sorprendió a si mismo aventurándose hacia el local de Mamie.
Pidió una coca cola y un sándwich, y cuando Mamie vino para sentarse en la barra a su lado, le aseguró que no había visto al hombre otra vez.
―No creo que vuelva por aquí.
Joseph se encogió de hombros.
―Puede.
―Seguramente ha visto su cara en los periódicos.
―Pero puede pensar de sí mismo que es demasiado bueno para dejarse atrapar. Si es así, podría querer mostrarle su cara otra vez. Desafiando. Viendo si podemos cogerle lo suficientemente rápido. No está asustada, ¿O sí?
―Puede ser. Sólo un poquito. ¿Puede ayudarme lo suficientemente rápido si viene a por mí?
Él masticó la carne asada sobre el pan de trigo y la sonrío.
―Usted tiene a policías aquí en todo el tiempo ahora, ¿lo sabe?
―Lo sospeché. Está arruinando mi negocio.
―Soy policía. Se supone que debería de estar arrestándola por su negocio, ya sabe.
Mamie sonrió abiertamente.
―Gracias a Dios porque mi cocinero es bueno.
―Vi a su amiga en Jackson Square.
―¿Fue a ver a Marie?
Él asintió con la cabeza.
―¿La dijo que yo iría?
Mamie negó con su cabeza.
―No.
Él medio sonrío.
―Me reconoció.
―Es vudú.
―Venga ya, Mamie.
―Hay bien, hay mal. Hay religión, hay abracadabra. A pesar de todo.
Sonaba inquietamente como Marie.
―Bien, estoy llevando la cruz que me dio, ¿Cómo lo ve?
―Usted va a necesitarla ―Mamie le aseguró.
―¿Una cruz?
Mamie asintió con la cabeza.
―¿Las cruces asustan al vudú malo?
―Ahora, chico, haría mejor en aprender a creer que hay fuerzas más allá del hombre. ¿Quiere un poco de pan de ajo?
La miró fijamente, frunciendo el ceño.
―Mamie, estoy comiendo un sándwich de carne asada.
―El pan de ajo sería bueno para usted.
―Mamie, no quiero pan de ajo. Yo…
―Usted debe sacarla esta noche.
―¿Qué?
―A su chica. Sáquela esta noche. A un bonito restaurante italiano. Coma mucho ajo.
―¿A usted no le gusta ___(Tn), Mamie?
―No, me gusta bastante.
―¿Entonces, por qué quiere que yo vaya a estropear una buena relación con un aliento para matar?
Mamie agitó su cabeza.
―Como dije...
Pero no lo dijo. Su voz se fue apagando.
―¿Ajo?
Ella se encogió de hombros.
―Mamie, hemos estado hablando del bien y el mal. Del vudú. Ahora de cruces y ajo. Vi muchas películas de Hammer con Peter Cushing y Christopher Lee cuando era niño. Está empezando a sonar como si pensara que la ciudad está infestada de vampiros.
―¿Quién somos nosotros para saberlo? ―Mamie preguntó inocentemente.
―Mamie, venga ya, aquí estamos hablando de un asesino de carne y hueso. No vaya a querer desviarse del tema.―Se bajó de su taburete, extendiendo la mano hacia su billetera buscando dinero.
―Paga la casa ―dijo Mamie.
―Creo que probablemente debería pagar ―dijo con un guiño.
―No me pague. Podría ser su última comida.
Agitó su cabeza, inclinándose hacia ella, sorprendido de que lo estuviera mirando con tal preocupación y cariño. Besó su mejilla.
―Estaré bien. Estoy llevando la cruz de su amiga.
―Seguro ―dijo.
―Está bien, ahora, Mamie, ¡Tenga un poco de fe! Estoy llevando la cruz de Marie, ¿No? Fui a ver a una vudú porque usted quería que lo hiciera.
Mamie tenía los ojos bonitos. De color marrón, amplios y oscuros con motas de oro.
―Quiero que usted lleve algo por mí.
―¿Qué?
Se encogió de hombros un poco tímidamente.
―Lo conseguí del tipo del F.B.I. que está ayudando aquí. Es un reloj, pero si usted cree que está en un aprieto, sólo tiene que empujar la cara hacia abajo. Es mejor que llamarme, o llamarme por megafonía, o tener a alguien buscándome por la radio. Es como un buscapersonas, es solo privado, entre usted y yo. Usted da un toque, y vibrará en mí.
Mamie se rió, deleitándose.
―Oh, querido, podría darle un toque y hacerle cosas que vibraran realmente, si solo me diera media oportunidad. Pero bueno, ya está usted vibrando suficientemente como está, ¿No? ―Ella asintió. ―Es algo especial, ¿No? ¿Su chica?
―Ella es diferente de cualquier otra, y ése es un hecho.
―No vaya a enamorarse demasiado profundamente, Teniente ―Mamie le advirtió.
―Manténgase a salvo ―Joseph la advirtió, dejándola por fin. ―No se olvide, si usted está en un aprieto...
Mamie sonrió abiertamente otra vez.
―¡Me alegraré de darle un toque, señor! ―dijo, y saludó juguetonamente.
Dejando el local de Mamie, Joseph hizo una llamada a la oficina de ___(Tn) desde su automóvil. Ella estaba preocupada, y quería saber qué había estado ocurriendo. Le dijo que Callie se había ido, y que Rutger no había aparecido para poner problemas a su marcha.
―Agradecidamente, es un penique malo que no volverá de nuevo.
―¿Qué ocurrió en la morgue?
―Oh, ya conoces la morgue. Está sólo llena de cadáveres muertos.
―Lo sé, pero...
Le gustaba el sonido de su voz. La extrañaba. Habían estado separados solamente por unas horas, pero la extrañaba. Aunque, repentinamente sentía que era importante guardar cierta distancia con ella.
Vudú.
No creía en el vudú.
Por supuesto, había seguido su instinto a menudo...
―Voy a estar fuera hasta un poco tarde esta noche ―le dijo.
―Oh.
Vaciló, condenándose a sí mismo.
―Pero bueno, de nuevo, si te apetece ser una trasnochadora...
Una trasnochadora. Hmm. La ciudad estaba llena de trasnochadores, personas levantadas a todas horas. Sonrió abiertamente. Mamie estaba sugiriendo que la ciudad estaba llena de vampiros al mismo tiempo que vudús. Bien, les gustaba la noche, ¿No?
Al asesino le gustaba indudablemente.
―Llámame en cualquier momento ―___(Tn) dijo. ―Y quiero decir, Joseph, en cualquier momento.
―Genial ―dijo.
―¿Joseph?
―¿Sí?
―Te quiero ―dijo suavemente.
Todo dentro de él pareció derretirse un poco.
―Yo también te quiero.
Apagó el teléfono, y continuó conduciendo. Al principio ni siquiera había estado seguro a donde se estaba dirigiendo, pero se encontró camino a la plantación Oakville. Mientras conducía por la entrada, vio que su padre estaba sentado en el porche, balanceándose despacio de un lado a otro en el viejo y blanqueado columpio.
―Hey, papá.
―Hola, Hijo. Me alegro de verte. ¿Qué te trae aquí en medio de la semana?
Se reunió con su padre.
―¿Una cerveza? ―Daniel preguntó, mirándolo con curiosidad.
―Claro.
Su padre extendió la mano dentro del arcón de hielo que se encontraba a su lado y sacó su recién embotellada cerveza de su pequeña fábrica. Joseph sonrió abiertamente, y bebió a grandes tragos. Sabía endiabladamente bien.
―Está bien, así que ¿Cuál es el problema? ―Daniel dijo.
―Necesito respuestas.
―Lo que necesitas son expertos en huellas digitales, tecnólogos, con esas nuevas altas tecnologías que indican espermatozoide en todas partes como en esa película de Sharon Stone con el picahielos.
―Ya tengo todo eso, papá. ¿Adivinas qué más tengo?
―No lo sé. Dímelo
Le habló a Daniel sobre el cadáver que había sido decapitado, y siguió hablando, describiendo a Mamie, y admitiendo que había ido a Jackson Square y que Marie Lescarre le había dado una cruz para llevarla puesta.
―Interesante ―dijo Daniel.
―Sí, lo es, ¿No? ¿Puedes darme algo de historia que remotamente se parezca a lo que está ocurriendo aquí?
―Sí.
―¿Qué? ¡Genial! Ayúdame.
―Jack el Destripador.
Joseph suspiró.
―Papá, el último homicidio de Jack el Destripador fue en noviembre de 1888 ―o eso dicen los principales destripa logísticos, incluso si algunas víctimas más son puestas en la pila de vez en cuando.
―Has estado leyendo ―dijo Daniel seriamente.
Joseph se encogió de hombros.
―Hay un destacamento especial dedicado a esto, papá. Todos han estado leyendo.
―Muy bien, así que estás al tanto de los homicidios... insistamos en los sospechosos. Algunos dicen que Montague John Druitt, un joven próspero que no logró totalmente pasar de la escuela media, murió en el Támesis poco después del último homicidio. Luego hubo un tipo llamado Ostrog, que acabó en un manicomio. Está la escuela de los que piensan estar convencidos de que podría haber sido una Jill la Destripadora —probablemente una matrona amargada o algo parecido, ¿Sabes? —y está la teoría real —el mismo Duque de Clarence, el nieto de Victoria, o un doctor del tribunal, William Gull. Hay un último que, entresacado del Diario de Jack el Destripador escrito por Maybrick, murió de gastroenteritis no mucho después del homicidio. En fin, ¡Ése fue un caso triste! No por Maybrick, sino por su esposa. Pobrecilla. Fue condenada por asesinato sin muchas pruebas, pero era la Inglaterra Victoriana y la pobre había estado teniendo una aventura amorosa mientras su marido anduvo de un lado para otro por todos lados. Pienso que la familia del tipo tuvo mucho que ver con que la esposa terminara condenada. Fue indultada a última hora.
―¡Papá, ninguna de estas personas está ahora en Nueva Orleans destripando putas y decapitando cadáveres!
Daniel se encogió de hombros, ofreciéndole una media sonrisa.
―Bien, en fin, está la teoría de que Jack el Destripador era un verdadero monstruo. Hecho de la niebla, de la suciedad y de la sórdida pobreza del East End. Un verdadero demonio.
―Genial. Sólo puedo decirle al jefe ―y a los periódicos ―que estoy buscando una neblina malvada.
Daniel sonrió abiertamente.
―Diles que estás buscando a un monstruo. Los hombres son bastante capaces de ser monstruos. Tú preguntaste.
―¿Eso es todo lo que puedes darme?
Daniel lo pensó por un minuto.
―Bien, esto es Nueva Orleans. Supuestamente, los zombis han caminado a las sombras de las viejas plantaciones ―y en el French Quarter también ―imagino.
Joseph lanzó un gruñido.
―También está ese caso en la prisión en 1909...
Joseph frunció el ceño.
―¿Qué caso?
Un buen punto, Joseph se dijo a sí mismo. Gracias a Dios. Necesitaba uno.
Con sus principales pistas llevándole a ninguna parte, decidió otra vez que recorrer la ciudad era tan útil como cualquier otra empresa. Y así que caminó junto a plaza de Jackson, y allí, entre una docena de otros distribuidores, vio a una mujer que instantáneamente se convenció de que tenía que ser la amiga de Mamie, la vudú, Marie Lescarre.
Se acercó a ella.
Dos jóvenes turistas riéndose tontamente le estaban preguntando sobre filtros de amor. Tan vieja como Matusalén, marrón como un roble retorcido, Marie todavía tenía una voz agradable y melodiosa, tocada con las viejas notas del sur, al mismo tiempo que tenía un toque del dialecto francés de las islas. Le dijo a las chicas que sus pociones eran sólo aceites de hierbas, pero no era ningún defecto de ellas si el olor era tan dulce que los hombres correctos llegaban corriendo.
Las chicas compraron las pociones mientras Joseph investigaba su suministro de quemadores de incienso, piedras, hierbas, y semejantes. Cuando las chicas desaparecieron, la mujer miró a Joseph con gravedad.
―Teniente Jonas.
―¿Mamie la habló sobre mí?
―Sabía que usted estaba llegando ―contestó, con sus ojos viejos reumáticos enfocando duramente sobre los suyos. Cierto. Lo sabía. Mamie no se le había dicho; ella acababa de saberlo.
―¿Así que usted es Marie Lescarre?
―Usted lo sabe ―la anciana contestó, sonriendo. Para un ave tan vieja, tenía los dientes fabulosos. Se preguntaba qué gris―gris, qué magia, le dio tal buena retención de calcio.
Él sonrío.
―¿Su nombre real o su nombre artístico? ―Preguntó, añadiendo cortésmente, ―Su nombre es muy similar a uno de esos vudús que se hicieron tan famosos aquí —Marie Laveau y su hija.
La anciana sonrío.
―Marie es un nombre lo suficientemente común para cualquier mujer francesa, católica, o de ascendencia de la isla. Lescarre es el nombre de mi difunto marido.
Joseph se sentía incómodamente indultado. Como si se hubiera estado burlando de ella. Se sentía como estuviera actuando de la misma manera que un niño —y como si ella se estuviera comportando de una manera más madura.
―No necesita ruborizarse, Teniente. Es usted un buen hombre.
Él se encogió de hombros.
―Gracias.―
¿Si Mamie no la había hablado, cómo supo su nombre y su rango —o incluso que era un policía? Tonto. Su nombre y se cara habían estado en las noticias y en los periódicos lo suficientemente a menudo.
―Por eso ha venido a mí ―Marie Lescarre dijo entonces.
Se encogió de hombros otra vez.
―Mamie Johnson sugirió que lo hiciera.
―Ah. ¿Así que usted ha venido a un vudú para burlarse de mí?
Agitó su cabeza, dándose cuenta de la sobria verdad.
―He venido porque estoy dispuesto a probar cualquier cosa para parar estos asesinatos.
Parecía contenta, asintiendo con la cabeza. Pero luego su voz llevó un sonido preocupado.
―Usted está en peligro, ya lo sabe.
―Soy policía. Estoy siempre en peligro.
Marie negó con su cabeza.
―Usted es un alma vieja, teniente, un alma muy vieja.
―Ahora, Marie…
―Escúcheme, Teniente ―dijo tranquilamente, levantando una mano huesuda. ―Sabemos que hay negro y hay blanco. Hay noche y hay día. Hay maldad y hay bien, sin embargo, incluso si la “maldad” no es siempre vista, ni nosotros podemos tocarla. Hay fuerzas en la ciudad ahora; buenas y malas. Hay una lucha.
Vaciló, no creyendo totalmente en él lo que estaba a punto de preguntar.
―¿Es ___(Tn) Montgomery malvada?
Para su alivio, ella negó con la cabeza.
―Pero ¡Protéjase a usted mismo! Protéjase bien a usted mismo. Ella no es lo que parece.
―¿Es ella una vudú?
Marie sonrío, como si se hubiera reído interiormente. Agitó su cabeza.
―Preste atención a las noches, Teniente.
―Ahora, Marie…
―No hay nada más que pueda decirle. Siempre ha habido gris―gris en este lugar. Magia. Buena y malvada. Protéjase a sí mismo, tenga cuidado. Mire a la bestia, y acuérdese de qué armas necesitará. Abra su mente. Eso es lo más importante. Las leyendas están generalmente basadas en hechos. Usted cree en Dios, Teniente, ¿No?
―Sí, soy de una vieja familia católica yo mismo…
―Usted no lo ve a EL, no lo conoce a EL, pero usted cree que existe. La fe es confiar en lo que no se puede ver. Pensamos que la fe es algo compartido por hombres inteligentes. Luego sabemos que hay más en este mundo de lo que podemos ver a simple vista, de lo que podemos encontrar, de lo que es sabido y aceptado. El mundo no es plano; los hombres han caminado por la luna. Todas las cosas son posibles. Mire a la tierra, al cielo, a la noche. Lo negro y lo blanco. Recuerde, el rojo que circula en todas las venas es la sangre de nuestra vida. Y tome esta magia que le doy.
Ella alcanzó la mano de él, con su delgada mano cerrada apretando algo que sujetaba fuertemente.
Lo dejó caer en su palma, doblando sus dedos alrededor de los de él.
―No puedo coger algo de usted ―empezó a protestar. Era vieja. Tal vez era un graznido de vudú ―pero todavía necesitaba unos ingresos.
―Coja esto.
―Venga ya, vale, ¿Qué le debo?
Después de todo, esto podría ser una estafa entre Mamie Johnson y Marie. Mamie conseguía “acompañantes” para aquellos que los necesitaban; quizás también conseguía magia como una ampliación de sus ganancias.
―No me debe nada. Nada en absoluto. Es un obsequio. Porque hay oscuridad y luz. Bueno y malvado. Usted es bueno. Yo soy buena. Y todos somos uno. Eso es lo que importa.
Ella estudió sus ojos atentamente, luego se volvió rápidamente apartándose de él, renqueando hacia una joven pareja que estaban observando sus ampollas de aceites de amor y lociones.
Agitó su cabeza. Ya se sentía estúpido. Escuchar a una vudú ¿Qué diablos le había dado? ¿Algún tipo de talismán, el pie de un conejo, una garra de pollo?
Había una cruz en su mano. Nada más oculto que una cruz, de plata, de aproximadamente dos pulgadas de longitud, y colgada de una larga cadena.
Sonrío. Bien, había mencionado que aquellos que eran franceses, católicos, o de ascendencia de la isla llevaban su nombre.
Empezó a girarse, y caminar a través de los turistas dispersos.
―¡Teniente!
Se giró. La vieja Marie Lescarre le había vuelto a llamar.
―¡Póngasela! ―Lo exhortó.
Era tan sincera. Tuvo que devolverla la sonrisa, inclinando la cabeza.
Y deslizó la cadena alrededor de su cuello. No le había dado ningún amuleto absurdo. Era una cruz. Podía vivir con eso. Si hubiera sido algún otro tipo de amuleto...
Bueno, era policía. Y bien, tenía un poco de ego masculino.
Pero una cruz...
En realidad —y muy curiosamente —tenía que admitir que se sentía más seguro tolerando la cosa. Qué diablos. No le iba a doler.
Dejando Jackson Square, se sorprendió a si mismo aventurándose hacia el local de Mamie.
Pidió una coca cola y un sándwich, y cuando Mamie vino para sentarse en la barra a su lado, le aseguró que no había visto al hombre otra vez.
―No creo que vuelva por aquí.
Joseph se encogió de hombros.
―Puede.
―Seguramente ha visto su cara en los periódicos.
―Pero puede pensar de sí mismo que es demasiado bueno para dejarse atrapar. Si es así, podría querer mostrarle su cara otra vez. Desafiando. Viendo si podemos cogerle lo suficientemente rápido. No está asustada, ¿O sí?
―Puede ser. Sólo un poquito. ¿Puede ayudarme lo suficientemente rápido si viene a por mí?
Él masticó la carne asada sobre el pan de trigo y la sonrío.
―Usted tiene a policías aquí en todo el tiempo ahora, ¿lo sabe?
―Lo sospeché. Está arruinando mi negocio.
―Soy policía. Se supone que debería de estar arrestándola por su negocio, ya sabe.
Mamie sonrió abiertamente.
―Gracias a Dios porque mi cocinero es bueno.
―Vi a su amiga en Jackson Square.
―¿Fue a ver a Marie?
Él asintió con la cabeza.
―¿La dijo que yo iría?
Mamie negó con su cabeza.
―No.
Él medio sonrío.
―Me reconoció.
―Es vudú.
―Venga ya, Mamie.
―Hay bien, hay mal. Hay religión, hay abracadabra. A pesar de todo.
Sonaba inquietamente como Marie.
―Bien, estoy llevando la cruz que me dio, ¿Cómo lo ve?
―Usted va a necesitarla ―Mamie le aseguró.
―¿Una cruz?
Mamie asintió con la cabeza.
―¿Las cruces asustan al vudú malo?
―Ahora, chico, haría mejor en aprender a creer que hay fuerzas más allá del hombre. ¿Quiere un poco de pan de ajo?
La miró fijamente, frunciendo el ceño.
―Mamie, estoy comiendo un sándwich de carne asada.
―El pan de ajo sería bueno para usted.
―Mamie, no quiero pan de ajo. Yo…
―Usted debe sacarla esta noche.
―¿Qué?
―A su chica. Sáquela esta noche. A un bonito restaurante italiano. Coma mucho ajo.
―¿A usted no le gusta ___(Tn), Mamie?
―No, me gusta bastante.
―¿Entonces, por qué quiere que yo vaya a estropear una buena relación con un aliento para matar?
Mamie agitó su cabeza.
―Como dije...
Pero no lo dijo. Su voz se fue apagando.
―¿Ajo?
Ella se encogió de hombros.
―Mamie, hemos estado hablando del bien y el mal. Del vudú. Ahora de cruces y ajo. Vi muchas películas de Hammer con Peter Cushing y Christopher Lee cuando era niño. Está empezando a sonar como si pensara que la ciudad está infestada de vampiros.
―¿Quién somos nosotros para saberlo? ―Mamie preguntó inocentemente.
―Mamie, venga ya, aquí estamos hablando de un asesino de carne y hueso. No vaya a querer desviarse del tema.―Se bajó de su taburete, extendiendo la mano hacia su billetera buscando dinero.
―Paga la casa ―dijo Mamie.
―Creo que probablemente debería pagar ―dijo con un guiño.
―No me pague. Podría ser su última comida.
Agitó su cabeza, inclinándose hacia ella, sorprendido de que lo estuviera mirando con tal preocupación y cariño. Besó su mejilla.
―Estaré bien. Estoy llevando la cruz de su amiga.
―Seguro ―dijo.
―Está bien, ahora, Mamie, ¡Tenga un poco de fe! Estoy llevando la cruz de Marie, ¿No? Fui a ver a una vudú porque usted quería que lo hiciera.
Mamie tenía los ojos bonitos. De color marrón, amplios y oscuros con motas de oro.
―Quiero que usted lleve algo por mí.
―¿Qué?
Se encogió de hombros un poco tímidamente.
―Lo conseguí del tipo del F.B.I. que está ayudando aquí. Es un reloj, pero si usted cree que está en un aprieto, sólo tiene que empujar la cara hacia abajo. Es mejor que llamarme, o llamarme por megafonía, o tener a alguien buscándome por la radio. Es como un buscapersonas, es solo privado, entre usted y yo. Usted da un toque, y vibrará en mí.
Mamie se rió, deleitándose.
―Oh, querido, podría darle un toque y hacerle cosas que vibraran realmente, si solo me diera media oportunidad. Pero bueno, ya está usted vibrando suficientemente como está, ¿No? ―Ella asintió. ―Es algo especial, ¿No? ¿Su chica?
―Ella es diferente de cualquier otra, y ése es un hecho.
―No vaya a enamorarse demasiado profundamente, Teniente ―Mamie le advirtió.
―Manténgase a salvo ―Joseph la advirtió, dejándola por fin. ―No se olvide, si usted está en un aprieto...
Mamie sonrió abiertamente otra vez.
―¡Me alegraré de darle un toque, señor! ―dijo, y saludó juguetonamente.
Dejando el local de Mamie, Joseph hizo una llamada a la oficina de ___(Tn) desde su automóvil. Ella estaba preocupada, y quería saber qué había estado ocurriendo. Le dijo que Callie se había ido, y que Rutger no había aparecido para poner problemas a su marcha.
―Agradecidamente, es un penique malo que no volverá de nuevo.
―¿Qué ocurrió en la morgue?
―Oh, ya conoces la morgue. Está sólo llena de cadáveres muertos.
―Lo sé, pero...
Le gustaba el sonido de su voz. La extrañaba. Habían estado separados solamente por unas horas, pero la extrañaba. Aunque, repentinamente sentía que era importante guardar cierta distancia con ella.
Vudú.
No creía en el vudú.
Por supuesto, había seguido su instinto a menudo...
―Voy a estar fuera hasta un poco tarde esta noche ―le dijo.
―Oh.
Vaciló, condenándose a sí mismo.
―Pero bueno, de nuevo, si te apetece ser una trasnochadora...
Una trasnochadora. Hmm. La ciudad estaba llena de trasnochadores, personas levantadas a todas horas. Sonrió abiertamente. Mamie estaba sugiriendo que la ciudad estaba llena de vampiros al mismo tiempo que vudús. Bien, les gustaba la noche, ¿No?
Al asesino le gustaba indudablemente.
―Llámame en cualquier momento ―___(Tn) dijo. ―Y quiero decir, Joseph, en cualquier momento.
―Genial ―dijo.
―¿Joseph?
―¿Sí?
―Te quiero ―dijo suavemente.
Todo dentro de él pareció derretirse un poco.
―Yo también te quiero.
Apagó el teléfono, y continuó conduciendo. Al principio ni siquiera había estado seguro a donde se estaba dirigiendo, pero se encontró camino a la plantación Oakville. Mientras conducía por la entrada, vio que su padre estaba sentado en el porche, balanceándose despacio de un lado a otro en el viejo y blanqueado columpio.
―Hey, papá.
―Hola, Hijo. Me alegro de verte. ¿Qué te trae aquí en medio de la semana?
Se reunió con su padre.
―¿Una cerveza? ―Daniel preguntó, mirándolo con curiosidad.
―Claro.
Su padre extendió la mano dentro del arcón de hielo que se encontraba a su lado y sacó su recién embotellada cerveza de su pequeña fábrica. Joseph sonrió abiertamente, y bebió a grandes tragos. Sabía endiabladamente bien.
―Está bien, así que ¿Cuál es el problema? ―Daniel dijo.
―Necesito respuestas.
―Lo que necesitas son expertos en huellas digitales, tecnólogos, con esas nuevas altas tecnologías que indican espermatozoide en todas partes como en esa película de Sharon Stone con el picahielos.
―Ya tengo todo eso, papá. ¿Adivinas qué más tengo?
―No lo sé. Dímelo
Le habló a Daniel sobre el cadáver que había sido decapitado, y siguió hablando, describiendo a Mamie, y admitiendo que había ido a Jackson Square y que Marie Lescarre le había dado una cruz para llevarla puesta.
―Interesante ―dijo Daniel.
―Sí, lo es, ¿No? ¿Puedes darme algo de historia que remotamente se parezca a lo que está ocurriendo aquí?
―Sí.
―¿Qué? ¡Genial! Ayúdame.
―Jack el Destripador.
Joseph suspiró.
―Papá, el último homicidio de Jack el Destripador fue en noviembre de 1888 ―o eso dicen los principales destripa logísticos, incluso si algunas víctimas más son puestas en la pila de vez en cuando.
―Has estado leyendo ―dijo Daniel seriamente.
Joseph se encogió de hombros.
―Hay un destacamento especial dedicado a esto, papá. Todos han estado leyendo.
―Muy bien, así que estás al tanto de los homicidios... insistamos en los sospechosos. Algunos dicen que Montague John Druitt, un joven próspero que no logró totalmente pasar de la escuela media, murió en el Támesis poco después del último homicidio. Luego hubo un tipo llamado Ostrog, que acabó en un manicomio. Está la escuela de los que piensan estar convencidos de que podría haber sido una Jill la Destripadora —probablemente una matrona amargada o algo parecido, ¿Sabes? —y está la teoría real —el mismo Duque de Clarence, el nieto de Victoria, o un doctor del tribunal, William Gull. Hay un último que, entresacado del Diario de Jack el Destripador escrito por Maybrick, murió de gastroenteritis no mucho después del homicidio. En fin, ¡Ése fue un caso triste! No por Maybrick, sino por su esposa. Pobrecilla. Fue condenada por asesinato sin muchas pruebas, pero era la Inglaterra Victoriana y la pobre había estado teniendo una aventura amorosa mientras su marido anduvo de un lado para otro por todos lados. Pienso que la familia del tipo tuvo mucho que ver con que la esposa terminara condenada. Fue indultada a última hora.
―¡Papá, ninguna de estas personas está ahora en Nueva Orleans destripando putas y decapitando cadáveres!
Daniel se encogió de hombros, ofreciéndole una media sonrisa.
―Bien, en fin, está la teoría de que Jack el Destripador era un verdadero monstruo. Hecho de la niebla, de la suciedad y de la sórdida pobreza del East End. Un verdadero demonio.
―Genial. Sólo puedo decirle al jefe ―y a los periódicos ―que estoy buscando una neblina malvada.
Daniel sonrió abiertamente.
―Diles que estás buscando a un monstruo. Los hombres son bastante capaces de ser monstruos. Tú preguntaste.
―¿Eso es todo lo que puedes darme?
Daniel lo pensó por un minuto.
―Bien, esto es Nueva Orleans. Supuestamente, los zombis han caminado a las sombras de las viejas plantaciones ―y en el French Quarter también ―imagino.
Joseph lanzó un gruñido.
―También está ese caso en la prisión en 1909...
Joseph frunció el ceño.
―¿Qué caso?
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
―Uno interesante. Todos esos decapitados me lo han recordado.
―¿Bien?
―Un niño retrasado, Josh Jurgen, fue condenado a muerte por el homicidio de una compañera de juegos. Josh ―y su madre ―afirmaron durante el juicio que un vagabundo había matado a la niña pequeña. Aparentemente, mucha gente pensaba que el niño estaba contando la verdad, pero sabes lo crueles que pueden ser algunas personas... podría no haber ocurrido ahora, te lo puedo asegurar, pero volviendo a entonces… bien, de todos modos, la madre estaba histérica, el niño aterrorizado, llorando y continuando así durante los días antes de su ejecución. Fue mantenido incomunicado, esperando el gran el día, luego… no estoy seguro de que esto sea cierto.
―¡Papá! Demonios, ahora, dime lo qué sabes.
―No tiene nada que ver con esto, probablemente. La noche anterior a que él fuera colgado, el chico se suicidó.
―Extraño ―Joseph dijo lentamente.
Daniel sonrió abiertamente.
―Extraño, pero ¿Por qué estoy contándote esto, eh? Se colgó a sí mismo. Y se las arregló de algún modo para colgarse a sí mismo tan fuerte y con tal fuerza que... Bien, esto, se las arregló para arrancarse la cabeza. Se decapitó a sí mismo.
―¡Whoa! ―Ahora esto es algo para los registros ―Joseph admitió.
―Pero hay algo más al respecto ―tan lejos como tu interés en la historia pueda llegar ―Daniel dijo.
―¿Sí? ―dijo Joseph.
Daniel tomó un largo trago de su cerveza casera.
―Buen lote, esto, ¿no lo crees?
―Papá, ¿Está tratando de provocarme?
Daniel sonrió abiertamente.
―La madre del niño era la mejor amiga de Mary Montgomery ―que debe haber sido la tatara―tatara―tatara abuela de tu chica, tal vez. Mary suplicó por el niño en el juicio. A pesar de su prestigio, el niño fue condenado. Dicen que ella fue la última persona que estuvo con él antes de que se suicidara.
―Interesante, efectivamente ―Joseph dijo. ¿Qué es lo que pasa con todos? Tratando de hacer que la familia de ___(Tn) esté maldecida o algo semejante.
Así que, ¿por qué te sientes a ti mismo como si hubiera algo endemoniadamente mal sobre ella?
―El bayou está lleno de cuentos de fantasmas ―Daniel le recordó.
―Gracias.
―Las lunas llenas sacan a los hombres lobo. Naturalmente, hay base en tales leyendas. El tirón gravitacional de la luna causa reacciones fisiológicas. Luna —lunático. Alguien que trabaje en la sala de emergencias de un hospital puede decirte que la violencia se intensifica durante la luna llena.
―¡Qué ayuda! ―Joseph dijo peculiarmente.
―Estoy haciendo todo lo posible. En fin, la ciudad está llena de cultos a los vampiros, ya sabes.
―Sí, sí.
Daniel sonrió abiertamente.
―Tu cruz es de plata. Pregúntate si la vieja Marie estaba preocupada por hombres lobo o vampiros.
―Papá...
―Los Montgomerys ―y un Jonas, por cierto ―mataron a un hombre una vez, supuestamente, sospechando de él por tales hábitos horribles. ¿Recuerdas? Estábamos hablando de eso la otra noche. Algunos dicen que lo mataron sólo por ser francés, pero eso es un poco drástico, ¿No crees, especialmente en una ciudad como Nueva Orleans? Luego, por supuesto, eso provocó el aumento de las leyendas de que los Montgomerys se cargan a un vampiro de vez en cuando, en cada generación o semejante; algo en los genes, imagino. Ha habido rumores extraños sobre los Jonas también.
Joseph gimió.
―Bien, diablos, no todos podríamos ser héroes. Aunque, por supuesto, es bonito tener algunos en la línea familiar, ¿No crees?
―Sí, papá. Bonito.
―Te lo juro por Dios ―dijo Daniel, ―Desearía ser de más ayuda.―Se encogió de hombros. ―Hasta donde llega Jack el Destripador, probablemente nunca lo sabremos. No teníamos la tecnología entonces que tenemos ahora. Pero volviendo atrás, hubo aquellos que realmente creían que el aire en el East End era tan apestoso por la pobreza, la crueldad, y el crimen, que el demonio vivía allí en ese momento. Tú has estado ahí, ¿Recuerdas el viaje que hicimos a Europa el último año de la escuela secundaria? Has visitado los sitios frecuentados por el Destripador, y sabes que todavía hay áreas que necesitan desesperadamente una renovación, donde la neblina todavía esconde asesinatos, y donde puedes creer realmente en el diablo. No solo en Londres. En la mayoría de las ciudades. Y durante toda la historia ―a través del mundo ―han existido informes de criaturas sobrenaturales. Algunas personas hoy en día están convencidas de que los ángeles los vigilan. Y en la Edad Media, bueno, los hombres creían que tenían razones de creer en cazadores y vampiros. Hay docenas de casos, legalmente documentados por funcionarios cuerdos, de los brotes de vampirismo. Algunos de ellos pueden ser explicados. Desgraciadamente, la gente algunas veces era enterrada viva y por lo tanto, al cavar, sus cadáveres aparecían frescos. También, incluso después de la muerte, algunas funciones corporales continúan y por lo tanto los cadáveres se han “incorporado” después de muertos. En cuanto a los vampiros, la sangre forma un charco en trayectoria descendente del cuerpo después de la muerte, dejando la cara sumamente pálida.
―Por eso los hombres sin educación creyeron que los fenómenos naturales crearon a los vampiros ―dijo Joseph.
Daniel se encogió de hombros.
―Sí, pero también hay otros casos históricamente documentados. Muchos en Europa, no demasiados en los Estados Unidos. Hubo una familia de New England que perdió a una hija que luego empezó a aparecer por la noche frente a sus hermanas. Cinco niños murieron antes de que el padre decidiera desenterrar la descendencia a quien había enterrado, apuñalar sus corazones con estacas, cortarlos, y quemarlos hasta convertirlos en ceniza. Las muertes entonces pararon.
―Los niños, probablemente, tenían una enfermedad contagiosa que se pasaron entre ellos.
―Pero los cuatro niños que quedaban sobrevivieron… después de que lo cinco hubieran sido desenterrados, manejados, y vueltos a enterrar.
―Así que, ¿Un vampiro está haciendo todo esto?
―Están aquellos que, históricamente piensan que son vampiros. La Condesa Bathory tomó las vidas de cientos de mujeres jóvenes, creyendo que su sangre le daría la juventud. Hubo un caso aquí, a comienzos de los años veinte, cuando algunas personas fueron asesinadas por hombres que bebieron su sangre. Real o imaginado, tienes que mirar cada ángulo, y estudiar aquello por lo que estás en contra.
Joseph se puso de pie, dando pequeños golpecitos a su padre en la espalda.
―Gracias, papá. Has sido de una gran ayuda. Palabra de honor.
Daniel sonrío.
―Lo intento. ¿Ya te vas?
―Tengo… hay muchos malditos cadáveres alrededor estos días, no parezco tener otra opción.
Su padre le saludó con la mano, y él hizo lo mismo, regresando a su automóvil.
Mientras conducía, volvió a recordar todas las conversaciones del día en su mente.
Acababa de llegar al French Quarter, cuando se dio cuenta de que el terminal buscapersonas que había dado a Mamie estaba vibrando en su bolsillo.
Agarró el dispositivo, y exploró las luces de neón que destellaban en la ciudad. Frunció el ceño por un minuto, intentando orientarse. Estaba en un callejón, en Bourbon Street.
Volteó algunas páginas mentales para ver la zona en su mente.
Aceleró el automóvil. Sudando cada momento mientras conducía.
El callejón era oscuro, sucio, flanqueado por antiguas estructuras que fueron declaradas inhabitables casi todas ellas. Había algunas tiendas en la calle, algunas casas pobres.
A decir verdad...
El callejón era excepcionalmente parecido a una calle...
En la vieja Londres. Whitechapel, Spitalfields.
El lugar predilecto del Destripador.
Londres, 9 de Noviembre de 1888.
Megan no consiguió encontrar a Peter hasta casi las 5 de la mañana, en las sombras oscuras de un callejón, caído contra la pared de una casa de vecinos. Sentado, con sus manos manchadas de sangre en frente de él, y sus ojos sobre sus manos. Le llamó por su nombre, apurándose hacia él y envolviéndolo en sus brazos.
―Usted no lo hizo, ¡Usted no lo hizo! ―Le garantizó. ―Usted no la mató, Peter.
―¿Cómo sabe que no soy un monstruo?
―Lo sé.
―¿Cómo puede hacerlo?
―Porque lo sé. He visto a monstruos, Peter, y usted no es uno de ellos. Usted no la mató.
―¿A ella? ―Peter dijo, y empezó a reírse roncamente, pero de una manera que la asustó, porque rayaba en la histeria. ―¿No lo ha escuchado? Ha habido un doble asesinato esta noche. Dos mujeres muertas. Dos. Una en el jardín de George, la otra en la plaza Mitre. Y, ah, debería escuchar lo que ya susurran sobre el segundo. ¡Las cosas que la han hecho, la violencia! ¡Fue mutilada hasta ser irreconocible! ―Empezó a reírse otra vez, y luego a llorar. Megan lo sacudió ferozmente.
―¡Peter, usted es más fuerte que esto! ―Le forzó a mantenerse sobre sus pies, y luego, cuando continuó pareciendo no tener ninguna voluntad propia, abofeteó su mejilla. ―¡Usted no ha hecho esto! Comprenda la verdad. ¡Usted no podría haber hecho esto!
―No, no, no creo que podría haber hecho tal cosa, pero no sé dónde estuve, o qué he hecho. El tiempo ha pasado, el pasado se ha ido, no hay nada más aparte de esta negrura y la sangre. Oh, Dios, mire la sangre sobre mis manos, mire la sangre...
Lo movió hábilmente hasta casa. Se escabulleron por la oscuridad que quedaba de la noche. El día vino a llevarse las sombras por fin.
Pero ninguna cantidad de luz podía llevarse el nuevo terror. La primera víctima, identificada como Liz Stride, o Long Liz al final, era una prostituta Sueca. Se había librado de la mutilación.
El asesino se había ensañado con Catherine, o Kate, Eddowes. Había sido incluso más cruelmente destripada y dividida que Polly Chapman. ―Asesinada de la misma manera que un cerdo ―, un testigo que encontró el cuerpo informó de ello. El estómago cortado abierto, los órganos retirados... Algunos órganos desaparecidos. Aunque fueron asesinadas a menos de una milla una de otra, Liz había muerto en la jurisdicción de la policía Metropolitana; Kate había sido asesinada en la zona de la policía de la Ciudad. Se pusieron en marcha inmediatamente masivas persecuciones en ambas fuerzas. Fue encontrada una pieza de delantal ensangrentada, y escrito en tiza blanca sobre la imposta de ladrillos negros en el borde de una entrada cercana, estaban las palabras, ―“Los Judíos son Los hombres que no Serán ser Culpados por nada”.
Lo que fue escrito llegó a la gente a través del boca a boca, y para Sir Charles Warren, temeroso de que las palabras podrían causar disturbios anti-semitas, ordenó que lo borraran inmediatamente. Así que se empezó a ponderar sobre qué exactamente representaban las palabras ―y si ni siquiera habían sido escritas por el asesino.
Otra vez, la ciudad enloqueció. Peter estuvo al principio enfermo, con miedo, luego empezó a creer en las certeza de Megan, y tomó la determinación de probarse a sí mismo que no era culpable de los atroces crímenes.
Inmediatamente después de los asesinatos, un periódico muy importante dejó caer la información de que había sido recibida una carta ―antes de los más recientes asesinatos ―escrita por un hombre que afirmaba ser el asesino. Estaba dirigida al “Estimado Jefe”, hablando sobre la tonta policía y la agudeza de su cuchillo, prometiendo enviar una de las orejas de la próxima dama, y estaba firmada como, ―Jack el Destripador. ―Otra carta había sido recibida poco después remitida por el mismo escritor… prometiendo un evento de doble.
Y ofrecimientos más horribles iban a llegar con la correspondencia.
George Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de la Milla Final, recibió un pequeño paquete marrón. Contenía medio riñón, y un mensaje del asesino de que lo había “preservado” para Lusk, ―mientras que él había asado y comido la otra mitad.
Los patólogos más destacados fueron consultados por la policía y el consenso confirmó que el riñón era humano, más probablemente de sexo femenino.
Londres se volvió salvaje con la cólera y el pánico.
Peter gastó horas mirando fijamente al vacío.
Megan se dirigió a las calles a solas, buscando a Jack el Destripador.
Octubre pasó. Laura se puso enferma, y Peter trató de despertarse de su letargo y su miedo. Cuidó de su esposa, y cuando parecía recuperarse de la gripe que la atormentó al mismo tiempo que su embarazo, él empezó a notar que Megan se iba noche tras noche.
La siguió, exigiendo saber qué estaba haciendo.
―¡Salvar su cordura! ―Le dijo.
―¡A costa de su propia vida, pequeña tonta! ―La acusó. ―Si sigue empeñada en ese tonto capricho, debo estar con usted.
―¿A quién puedo abordar si está usted conmigo? ―Preguntó
Peter comenzó a enfadarse, advirtiéndola que no se atreviera a burlarse de tal asesino. Trató de asegurarle que no estaba en peligro, que era joven y fuerte y raramente bebía.
Aunque, esa noche, había compartido una pinta con él. Y se compadecieron juntos de que, diariamente, los rumores crecían cada vez más absurdos. Los médicos eran sospechosos, los carniceros, los comerciantes, los extranjeros ―incluso miembros de la familia real, a pesar de que la misma Reina Victoria estaba consternada y demandaba respuestas de la policía. Desde que las cartas habían sido publicadas, ¡La policía había recibido más confesiones que las que podían contar! ―Megan le recordó a Peter, y él estaba mucho mejor.
Hicieron un pacto esa noche. Peter trabajaría otra vez, y creería en sí mismo. Y cazarían al asesino, juntos.
Durante todo el mes de Octubre, el asesino permaneció aletargado. Aunque, como la policía, Megan y Peter patrullaban las calles. Era suficientemente fácil para ellos hacerlo; Peter tenía negocios legítimos entre sus pacientes.
El viernes, el nueve de noviembre, iba a ser el día de la función del Lord Alcalde. El nuevo Lord Alcalde de Londres conduciría su estado por las calles de la ciudad con una pompa tremenda para tomar el juramento del cargo en los Tribunales Reales de Justicia en el Strand.
Peter y Megan hablaban de la pompa mientras cruzaban Whitechapel esa noche.
Eran una noche extraña, con la temperatura aumentando escalofriantemente, y todavía, una niebla que giraba en la oscuridad y las sombras. Mientras caminaban, escucharon repentinamente un grito suave.
―¡Asesinato!
―¡Mi Dios! ―Peter gritó. ―¡Permanece cerca!
Y corrió hacia adelante.
De algún modo, entre la oscuridad y las sombras y el despiadado giro de la niebla, Megan lo perdió. Gritó su nombre, corriendo a través de la noche. Corrió, y corrió, y corrió. Cuando llegó el amanecer, todavía no lo había encontrado. Dejó de caminar, y se dio cuenta por fin, que la mañana había venido, y que ella había llegado caminando a casa.
Se alarmó al ver que la puerta de Peter y Laura permanecía abierta. Con el temor llenando su corazón, se apresuró. Vaciló sólo un momento, luego escuchó el sonido de un desgraciado sollozar tan profundo que era insoportable. Entró corriendo, y encontró a Peter sobre sus rodillas al lado del sofá donde Laura estaba tendida, aunque muerta. Megan entró en la habitación cuidadosamente. Laura estaba acostada en el sofá, pálida como la nieve, hermosa, débil...
―¿Peter?
―Está muerta ―dijo sollozando.
Y se dio cuenta de que la condición de Laura había empeorado durante la noche, y que se había muerto mientras ella y Peter habían ido a la caza del asesino. Laura se había muerto a solas. Quizás, si hubiera estado con ella, podría haberla salvado. Por lo menos, no se habría muerto sola y abandonada.
―¡Oh, Peter! ―susurró, y trató de calmarlo.
Pero él no se lo perdonaría a sí mismo.
―¡Estoy maldito! ¡Otra vez desperté con sangre, y Dios me ha castigado por las vidas que he tomado con la más preciosa de las vidas!
―¡Peter, no! Por el bien de su alma inmortal, usted no debe creer tal cosa…
―¿Qué sabe acerca del alma inmortal? ―exigió entrecortadamente.
―Solamente que es la más preciada parte de nosotros ―le dijo uniformemente. ―Peter, Laura está con Dios, y usted debe darse cuenta de que no es su culpa, y que debe continuar ayudando a otros.
Tembló, todavía agarrándose al cuerpo de su esposa.
―Megan... Usted ha sido tan buena con nosotros. Ella la quiso muchísimo, usted lo sabe ―dijo, hablando como si estuviera confundido, roto. ―Megan, ¿Me conseguiría un brandy? Por el amor de Dios, necesito un poco de ayuda ahora, oh, Dios, oh, mi Laura...
―Le conseguiré un brandy ―dijo Megan rápidamente.
Se apresuró a hacerlo.
Cuando dejó la habitación, escuchó un disparo.
Se quedó paralizada y regresó.
Peter había llevado una pistola a su cabeza. Había disparado una bala limpia en su sien.
Él murió sobre el pecho de su esposa.
Al día siguiente, las horribles y horripilantes noticias del homicidio de Mary Jane Kelly, una prostituta irlandesa de veinticinco años, eclipsaron las noticias sobre el Lord Alcalde.
Fue asesinada en la habitación que tenía alquilada en Miller Square. El asesino se había tomado tiempo con ella, mutilando salvajemente su cara hasta ser irreconocible, extrayendo sus órganos, organizándolos a su alrededor, pelando partes de su cuerpo hasta el hueso.
Megan escuchó las noticias cuando acudió al telégrafo para enviar la noticia a las familias de sus amigos sobre sus trágicas muertes. Estaba furiosa consigo misma por no darse cuenta de la condición de Laura, y furiosa tanto con Peter como con sigo misma por no haber tenido la suficiente fuerza para evitar que se suicidara. Profundamente entristecida por sus muertes, fue sacudida por la muerte de la joven mujer que nunca había conocido.
Esa noche, descompuesta, perdida, más sola que nunca, se encontró caminando hacia la plaza Miller.
Las calles estaban llenas de asustados y curiosos. Aunque, mientras miraba fijamente la casa donde el terrible evento había ocurrido, sintió como si ella fuera observada, y se dio media vuelta.
Estaba ahí. Con un sombrero de cazador y una capa negra, estaba en un jardín desolado a unos cientos de metros, en las sombras. Él levantó su sombrero. Ella caminó hacia él.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Mirando los resultados de mis trabajos manuales.
Ella aspiró bruscamente, mirándolo fijamente con una cólera más profunda que cualquier emoción que alguna vez hubiera conocido.
―¿Qué?
―¡Oh, venga ya! ¡Seguramente eras consciente que los torsos del río eran obra mía! ¡Y alguna vez has hablado de la inocencia y la calidad de la vida humana! Tú eres la que es tan recta, alimentándose de los condenados por homicidio y semejantes. Estas mujeres eran patéticas, pésimas, enfermas, cubiertas de plagas. Eran putas. Muertas por el alcoholismo. Muertas de desesperación. Me apresuré…
―¡Las has masacrado!
―Ah, bien, parece malo, pero estrangulé a las muchachas primero. Las facilitó suavemente la salida ―luego las corté un poco para enredar a la policía. Quiero decir, no regalé a ninguna de ellas con esta vida. Eran desechos humanos antes de que acabara con ellas, nada más.
―¡No las mataste siquiera por hambre! ―Dijo.
Sonrío. Y entonces ella lo supo.
―Las maté porque soy una bestia. Como lo eres tú ―le dijo.
―Las mataste para hacerle creer a Peter que era un asesino, volviéndole loco. Lo atrajiste, lo hipnotizaste, y le hiciste pensar eso... Oh, Mi dios, ¡No importa lo que me hagan! ¡Te mataré!
Él nunca tuvo tiempo de reaccionar. Ella estuvo sobre él con una rabia ciega a diferencia de cualquier cosa que ella nunca hubiera conocido. Rasgó con uñas y dientes, maltratando, rompiendo...
Y él gritó. Y ella se dio cuenta de su propio salvajismo. Había cometido el pecado más grande de su propia especie, la única infracción que casi podía provocar su propia ejecución: estuvo cerca de haber separado su cabeza de su cuerpo.
No la preocupaba. Lo mataría.
En este momento, ella moriría de buena gana.
Unos brazos estuvieron repentinamente alrededor de ella, separándola.
Kevin. Alejándola.
Sintió una precipitación de la oscuridad y la luz, del tiempo y la sombra. Escuchó sus palabras.
―¡No lo hagas! ¡No lo hagas! Está gravemente lastimado, podría tardar siglos en curarse.
Cerró sus ojos. La vida era como un abismo. No la preocupaba. Despreciaba esta vida. No podía soportarlo...
Escuchó un demonio, carcajeándose. Aaron Carter. La estaba amenazando…
El carcajeo, de la misma manera que el tiempo, se desvaneció…
―¿Bien?
―Un niño retrasado, Josh Jurgen, fue condenado a muerte por el homicidio de una compañera de juegos. Josh ―y su madre ―afirmaron durante el juicio que un vagabundo había matado a la niña pequeña. Aparentemente, mucha gente pensaba que el niño estaba contando la verdad, pero sabes lo crueles que pueden ser algunas personas... podría no haber ocurrido ahora, te lo puedo asegurar, pero volviendo a entonces… bien, de todos modos, la madre estaba histérica, el niño aterrorizado, llorando y continuando así durante los días antes de su ejecución. Fue mantenido incomunicado, esperando el gran el día, luego… no estoy seguro de que esto sea cierto.
―¡Papá! Demonios, ahora, dime lo qué sabes.
―No tiene nada que ver con esto, probablemente. La noche anterior a que él fuera colgado, el chico se suicidó.
―Extraño ―Joseph dijo lentamente.
Daniel sonrió abiertamente.
―Extraño, pero ¿Por qué estoy contándote esto, eh? Se colgó a sí mismo. Y se las arregló de algún modo para colgarse a sí mismo tan fuerte y con tal fuerza que... Bien, esto, se las arregló para arrancarse la cabeza. Se decapitó a sí mismo.
―¡Whoa! ―Ahora esto es algo para los registros ―Joseph admitió.
―Pero hay algo más al respecto ―tan lejos como tu interés en la historia pueda llegar ―Daniel dijo.
―¿Sí? ―dijo Joseph.
Daniel tomó un largo trago de su cerveza casera.
―Buen lote, esto, ¿no lo crees?
―Papá, ¿Está tratando de provocarme?
Daniel sonrió abiertamente.
―La madre del niño era la mejor amiga de Mary Montgomery ―que debe haber sido la tatara―tatara―tatara abuela de tu chica, tal vez. Mary suplicó por el niño en el juicio. A pesar de su prestigio, el niño fue condenado. Dicen que ella fue la última persona que estuvo con él antes de que se suicidara.
―Interesante, efectivamente ―Joseph dijo. ¿Qué es lo que pasa con todos? Tratando de hacer que la familia de ___(Tn) esté maldecida o algo semejante.
Así que, ¿por qué te sientes a ti mismo como si hubiera algo endemoniadamente mal sobre ella?
―El bayou está lleno de cuentos de fantasmas ―Daniel le recordó.
―Gracias.
―Las lunas llenas sacan a los hombres lobo. Naturalmente, hay base en tales leyendas. El tirón gravitacional de la luna causa reacciones fisiológicas. Luna —lunático. Alguien que trabaje en la sala de emergencias de un hospital puede decirte que la violencia se intensifica durante la luna llena.
―¡Qué ayuda! ―Joseph dijo peculiarmente.
―Estoy haciendo todo lo posible. En fin, la ciudad está llena de cultos a los vampiros, ya sabes.
―Sí, sí.
Daniel sonrió abiertamente.
―Tu cruz es de plata. Pregúntate si la vieja Marie estaba preocupada por hombres lobo o vampiros.
―Papá...
―Los Montgomerys ―y un Jonas, por cierto ―mataron a un hombre una vez, supuestamente, sospechando de él por tales hábitos horribles. ¿Recuerdas? Estábamos hablando de eso la otra noche. Algunos dicen que lo mataron sólo por ser francés, pero eso es un poco drástico, ¿No crees, especialmente en una ciudad como Nueva Orleans? Luego, por supuesto, eso provocó el aumento de las leyendas de que los Montgomerys se cargan a un vampiro de vez en cuando, en cada generación o semejante; algo en los genes, imagino. Ha habido rumores extraños sobre los Jonas también.
Joseph gimió.
―Bien, diablos, no todos podríamos ser héroes. Aunque, por supuesto, es bonito tener algunos en la línea familiar, ¿No crees?
―Sí, papá. Bonito.
―Te lo juro por Dios ―dijo Daniel, ―Desearía ser de más ayuda.―Se encogió de hombros. ―Hasta donde llega Jack el Destripador, probablemente nunca lo sabremos. No teníamos la tecnología entonces que tenemos ahora. Pero volviendo atrás, hubo aquellos que realmente creían que el aire en el East End era tan apestoso por la pobreza, la crueldad, y el crimen, que el demonio vivía allí en ese momento. Tú has estado ahí, ¿Recuerdas el viaje que hicimos a Europa el último año de la escuela secundaria? Has visitado los sitios frecuentados por el Destripador, y sabes que todavía hay áreas que necesitan desesperadamente una renovación, donde la neblina todavía esconde asesinatos, y donde puedes creer realmente en el diablo. No solo en Londres. En la mayoría de las ciudades. Y durante toda la historia ―a través del mundo ―han existido informes de criaturas sobrenaturales. Algunas personas hoy en día están convencidas de que los ángeles los vigilan. Y en la Edad Media, bueno, los hombres creían que tenían razones de creer en cazadores y vampiros. Hay docenas de casos, legalmente documentados por funcionarios cuerdos, de los brotes de vampirismo. Algunos de ellos pueden ser explicados. Desgraciadamente, la gente algunas veces era enterrada viva y por lo tanto, al cavar, sus cadáveres aparecían frescos. También, incluso después de la muerte, algunas funciones corporales continúan y por lo tanto los cadáveres se han “incorporado” después de muertos. En cuanto a los vampiros, la sangre forma un charco en trayectoria descendente del cuerpo después de la muerte, dejando la cara sumamente pálida.
―Por eso los hombres sin educación creyeron que los fenómenos naturales crearon a los vampiros ―dijo Joseph.
Daniel se encogió de hombros.
―Sí, pero también hay otros casos históricamente documentados. Muchos en Europa, no demasiados en los Estados Unidos. Hubo una familia de New England que perdió a una hija que luego empezó a aparecer por la noche frente a sus hermanas. Cinco niños murieron antes de que el padre decidiera desenterrar la descendencia a quien había enterrado, apuñalar sus corazones con estacas, cortarlos, y quemarlos hasta convertirlos en ceniza. Las muertes entonces pararon.
―Los niños, probablemente, tenían una enfermedad contagiosa que se pasaron entre ellos.
―Pero los cuatro niños que quedaban sobrevivieron… después de que lo cinco hubieran sido desenterrados, manejados, y vueltos a enterrar.
―Así que, ¿Un vampiro está haciendo todo esto?
―Están aquellos que, históricamente piensan que son vampiros. La Condesa Bathory tomó las vidas de cientos de mujeres jóvenes, creyendo que su sangre le daría la juventud. Hubo un caso aquí, a comienzos de los años veinte, cuando algunas personas fueron asesinadas por hombres que bebieron su sangre. Real o imaginado, tienes que mirar cada ángulo, y estudiar aquello por lo que estás en contra.
Joseph se puso de pie, dando pequeños golpecitos a su padre en la espalda.
―Gracias, papá. Has sido de una gran ayuda. Palabra de honor.
Daniel sonrío.
―Lo intento. ¿Ya te vas?
―Tengo… hay muchos malditos cadáveres alrededor estos días, no parezco tener otra opción.
Su padre le saludó con la mano, y él hizo lo mismo, regresando a su automóvil.
Mientras conducía, volvió a recordar todas las conversaciones del día en su mente.
Acababa de llegar al French Quarter, cuando se dio cuenta de que el terminal buscapersonas que había dado a Mamie estaba vibrando en su bolsillo.
Agarró el dispositivo, y exploró las luces de neón que destellaban en la ciudad. Frunció el ceño por un minuto, intentando orientarse. Estaba en un callejón, en Bourbon Street.
Volteó algunas páginas mentales para ver la zona en su mente.
Aceleró el automóvil. Sudando cada momento mientras conducía.
El callejón era oscuro, sucio, flanqueado por antiguas estructuras que fueron declaradas inhabitables casi todas ellas. Había algunas tiendas en la calle, algunas casas pobres.
A decir verdad...
El callejón era excepcionalmente parecido a una calle...
En la vieja Londres. Whitechapel, Spitalfields.
El lugar predilecto del Destripador.
Londres, 9 de Noviembre de 1888.
Megan no consiguió encontrar a Peter hasta casi las 5 de la mañana, en las sombras oscuras de un callejón, caído contra la pared de una casa de vecinos. Sentado, con sus manos manchadas de sangre en frente de él, y sus ojos sobre sus manos. Le llamó por su nombre, apurándose hacia él y envolviéndolo en sus brazos.
―Usted no lo hizo, ¡Usted no lo hizo! ―Le garantizó. ―Usted no la mató, Peter.
―¿Cómo sabe que no soy un monstruo?
―Lo sé.
―¿Cómo puede hacerlo?
―Porque lo sé. He visto a monstruos, Peter, y usted no es uno de ellos. Usted no la mató.
―¿A ella? ―Peter dijo, y empezó a reírse roncamente, pero de una manera que la asustó, porque rayaba en la histeria. ―¿No lo ha escuchado? Ha habido un doble asesinato esta noche. Dos mujeres muertas. Dos. Una en el jardín de George, la otra en la plaza Mitre. Y, ah, debería escuchar lo que ya susurran sobre el segundo. ¡Las cosas que la han hecho, la violencia! ¡Fue mutilada hasta ser irreconocible! ―Empezó a reírse otra vez, y luego a llorar. Megan lo sacudió ferozmente.
―¡Peter, usted es más fuerte que esto! ―Le forzó a mantenerse sobre sus pies, y luego, cuando continuó pareciendo no tener ninguna voluntad propia, abofeteó su mejilla. ―¡Usted no ha hecho esto! Comprenda la verdad. ¡Usted no podría haber hecho esto!
―No, no, no creo que podría haber hecho tal cosa, pero no sé dónde estuve, o qué he hecho. El tiempo ha pasado, el pasado se ha ido, no hay nada más aparte de esta negrura y la sangre. Oh, Dios, mire la sangre sobre mis manos, mire la sangre...
Lo movió hábilmente hasta casa. Se escabulleron por la oscuridad que quedaba de la noche. El día vino a llevarse las sombras por fin.
Pero ninguna cantidad de luz podía llevarse el nuevo terror. La primera víctima, identificada como Liz Stride, o Long Liz al final, era una prostituta Sueca. Se había librado de la mutilación.
El asesino se había ensañado con Catherine, o Kate, Eddowes. Había sido incluso más cruelmente destripada y dividida que Polly Chapman. ―Asesinada de la misma manera que un cerdo ―, un testigo que encontró el cuerpo informó de ello. El estómago cortado abierto, los órganos retirados... Algunos órganos desaparecidos. Aunque fueron asesinadas a menos de una milla una de otra, Liz había muerto en la jurisdicción de la policía Metropolitana; Kate había sido asesinada en la zona de la policía de la Ciudad. Se pusieron en marcha inmediatamente masivas persecuciones en ambas fuerzas. Fue encontrada una pieza de delantal ensangrentada, y escrito en tiza blanca sobre la imposta de ladrillos negros en el borde de una entrada cercana, estaban las palabras, ―“Los Judíos son Los hombres que no Serán ser Culpados por nada”.
Lo que fue escrito llegó a la gente a través del boca a boca, y para Sir Charles Warren, temeroso de que las palabras podrían causar disturbios anti-semitas, ordenó que lo borraran inmediatamente. Así que se empezó a ponderar sobre qué exactamente representaban las palabras ―y si ni siquiera habían sido escritas por el asesino.
Otra vez, la ciudad enloqueció. Peter estuvo al principio enfermo, con miedo, luego empezó a creer en las certeza de Megan, y tomó la determinación de probarse a sí mismo que no era culpable de los atroces crímenes.
Inmediatamente después de los asesinatos, un periódico muy importante dejó caer la información de que había sido recibida una carta ―antes de los más recientes asesinatos ―escrita por un hombre que afirmaba ser el asesino. Estaba dirigida al “Estimado Jefe”, hablando sobre la tonta policía y la agudeza de su cuchillo, prometiendo enviar una de las orejas de la próxima dama, y estaba firmada como, ―Jack el Destripador. ―Otra carta había sido recibida poco después remitida por el mismo escritor… prometiendo un evento de doble.
Y ofrecimientos más horribles iban a llegar con la correspondencia.
George Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de la Milla Final, recibió un pequeño paquete marrón. Contenía medio riñón, y un mensaje del asesino de que lo había “preservado” para Lusk, ―mientras que él había asado y comido la otra mitad.
Los patólogos más destacados fueron consultados por la policía y el consenso confirmó que el riñón era humano, más probablemente de sexo femenino.
Londres se volvió salvaje con la cólera y el pánico.
Peter gastó horas mirando fijamente al vacío.
Megan se dirigió a las calles a solas, buscando a Jack el Destripador.
Octubre pasó. Laura se puso enferma, y Peter trató de despertarse de su letargo y su miedo. Cuidó de su esposa, y cuando parecía recuperarse de la gripe que la atormentó al mismo tiempo que su embarazo, él empezó a notar que Megan se iba noche tras noche.
La siguió, exigiendo saber qué estaba haciendo.
―¡Salvar su cordura! ―Le dijo.
―¡A costa de su propia vida, pequeña tonta! ―La acusó. ―Si sigue empeñada en ese tonto capricho, debo estar con usted.
―¿A quién puedo abordar si está usted conmigo? ―Preguntó
Peter comenzó a enfadarse, advirtiéndola que no se atreviera a burlarse de tal asesino. Trató de asegurarle que no estaba en peligro, que era joven y fuerte y raramente bebía.
Aunque, esa noche, había compartido una pinta con él. Y se compadecieron juntos de que, diariamente, los rumores crecían cada vez más absurdos. Los médicos eran sospechosos, los carniceros, los comerciantes, los extranjeros ―incluso miembros de la familia real, a pesar de que la misma Reina Victoria estaba consternada y demandaba respuestas de la policía. Desde que las cartas habían sido publicadas, ¡La policía había recibido más confesiones que las que podían contar! ―Megan le recordó a Peter, y él estaba mucho mejor.
Hicieron un pacto esa noche. Peter trabajaría otra vez, y creería en sí mismo. Y cazarían al asesino, juntos.
Durante todo el mes de Octubre, el asesino permaneció aletargado. Aunque, como la policía, Megan y Peter patrullaban las calles. Era suficientemente fácil para ellos hacerlo; Peter tenía negocios legítimos entre sus pacientes.
El viernes, el nueve de noviembre, iba a ser el día de la función del Lord Alcalde. El nuevo Lord Alcalde de Londres conduciría su estado por las calles de la ciudad con una pompa tremenda para tomar el juramento del cargo en los Tribunales Reales de Justicia en el Strand.
Peter y Megan hablaban de la pompa mientras cruzaban Whitechapel esa noche.
Eran una noche extraña, con la temperatura aumentando escalofriantemente, y todavía, una niebla que giraba en la oscuridad y las sombras. Mientras caminaban, escucharon repentinamente un grito suave.
―¡Asesinato!
―¡Mi Dios! ―Peter gritó. ―¡Permanece cerca!
Y corrió hacia adelante.
De algún modo, entre la oscuridad y las sombras y el despiadado giro de la niebla, Megan lo perdió. Gritó su nombre, corriendo a través de la noche. Corrió, y corrió, y corrió. Cuando llegó el amanecer, todavía no lo había encontrado. Dejó de caminar, y se dio cuenta por fin, que la mañana había venido, y que ella había llegado caminando a casa.
Se alarmó al ver que la puerta de Peter y Laura permanecía abierta. Con el temor llenando su corazón, se apresuró. Vaciló sólo un momento, luego escuchó el sonido de un desgraciado sollozar tan profundo que era insoportable. Entró corriendo, y encontró a Peter sobre sus rodillas al lado del sofá donde Laura estaba tendida, aunque muerta. Megan entró en la habitación cuidadosamente. Laura estaba acostada en el sofá, pálida como la nieve, hermosa, débil...
―¿Peter?
―Está muerta ―dijo sollozando.
Y se dio cuenta de que la condición de Laura había empeorado durante la noche, y que se había muerto mientras ella y Peter habían ido a la caza del asesino. Laura se había muerto a solas. Quizás, si hubiera estado con ella, podría haberla salvado. Por lo menos, no se habría muerto sola y abandonada.
―¡Oh, Peter! ―susurró, y trató de calmarlo.
Pero él no se lo perdonaría a sí mismo.
―¡Estoy maldito! ¡Otra vez desperté con sangre, y Dios me ha castigado por las vidas que he tomado con la más preciosa de las vidas!
―¡Peter, no! Por el bien de su alma inmortal, usted no debe creer tal cosa…
―¿Qué sabe acerca del alma inmortal? ―exigió entrecortadamente.
―Solamente que es la más preciada parte de nosotros ―le dijo uniformemente. ―Peter, Laura está con Dios, y usted debe darse cuenta de que no es su culpa, y que debe continuar ayudando a otros.
Tembló, todavía agarrándose al cuerpo de su esposa.
―Megan... Usted ha sido tan buena con nosotros. Ella la quiso muchísimo, usted lo sabe ―dijo, hablando como si estuviera confundido, roto. ―Megan, ¿Me conseguiría un brandy? Por el amor de Dios, necesito un poco de ayuda ahora, oh, Dios, oh, mi Laura...
―Le conseguiré un brandy ―dijo Megan rápidamente.
Se apresuró a hacerlo.
Cuando dejó la habitación, escuchó un disparo.
Se quedó paralizada y regresó.
Peter había llevado una pistola a su cabeza. Había disparado una bala limpia en su sien.
Él murió sobre el pecho de su esposa.
Al día siguiente, las horribles y horripilantes noticias del homicidio de Mary Jane Kelly, una prostituta irlandesa de veinticinco años, eclipsaron las noticias sobre el Lord Alcalde.
Fue asesinada en la habitación que tenía alquilada en Miller Square. El asesino se había tomado tiempo con ella, mutilando salvajemente su cara hasta ser irreconocible, extrayendo sus órganos, organizándolos a su alrededor, pelando partes de su cuerpo hasta el hueso.
Megan escuchó las noticias cuando acudió al telégrafo para enviar la noticia a las familias de sus amigos sobre sus trágicas muertes. Estaba furiosa consigo misma por no darse cuenta de la condición de Laura, y furiosa tanto con Peter como con sigo misma por no haber tenido la suficiente fuerza para evitar que se suicidara. Profundamente entristecida por sus muertes, fue sacudida por la muerte de la joven mujer que nunca había conocido.
Esa noche, descompuesta, perdida, más sola que nunca, se encontró caminando hacia la plaza Miller.
Las calles estaban llenas de asustados y curiosos. Aunque, mientras miraba fijamente la casa donde el terrible evento había ocurrido, sintió como si ella fuera observada, y se dio media vuelta.
Estaba ahí. Con un sombrero de cazador y una capa negra, estaba en un jardín desolado a unos cientos de metros, en las sombras. Él levantó su sombrero. Ella caminó hacia él.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Mirando los resultados de mis trabajos manuales.
Ella aspiró bruscamente, mirándolo fijamente con una cólera más profunda que cualquier emoción que alguna vez hubiera conocido.
―¿Qué?
―¡Oh, venga ya! ¡Seguramente eras consciente que los torsos del río eran obra mía! ¡Y alguna vez has hablado de la inocencia y la calidad de la vida humana! Tú eres la que es tan recta, alimentándose de los condenados por homicidio y semejantes. Estas mujeres eran patéticas, pésimas, enfermas, cubiertas de plagas. Eran putas. Muertas por el alcoholismo. Muertas de desesperación. Me apresuré…
―¡Las has masacrado!
―Ah, bien, parece malo, pero estrangulé a las muchachas primero. Las facilitó suavemente la salida ―luego las corté un poco para enredar a la policía. Quiero decir, no regalé a ninguna de ellas con esta vida. Eran desechos humanos antes de que acabara con ellas, nada más.
―¡No las mataste siquiera por hambre! ―Dijo.
Sonrío. Y entonces ella lo supo.
―Las maté porque soy una bestia. Como lo eres tú ―le dijo.
―Las mataste para hacerle creer a Peter que era un asesino, volviéndole loco. Lo atrajiste, lo hipnotizaste, y le hiciste pensar eso... Oh, Mi dios, ¡No importa lo que me hagan! ¡Te mataré!
Él nunca tuvo tiempo de reaccionar. Ella estuvo sobre él con una rabia ciega a diferencia de cualquier cosa que ella nunca hubiera conocido. Rasgó con uñas y dientes, maltratando, rompiendo...
Y él gritó. Y ella se dio cuenta de su propio salvajismo. Había cometido el pecado más grande de su propia especie, la única infracción que casi podía provocar su propia ejecución: estuvo cerca de haber separado su cabeza de su cuerpo.
No la preocupaba. Lo mataría.
En este momento, ella moriría de buena gana.
Unos brazos estuvieron repentinamente alrededor de ella, separándola.
Kevin. Alejándola.
Sintió una precipitación de la oscuridad y la luz, del tiempo y la sombra. Escuchó sus palabras.
―¡No lo hagas! ¡No lo hagas! Está gravemente lastimado, podría tardar siglos en curarse.
Cerró sus ojos. La vida era como un abismo. No la preocupaba. Despreciaba esta vida. No podía soportarlo...
Escuchó un demonio, carcajeándose. Aaron Carter. La estaba amenazando…
El carcajeo, de la misma manera que el tiempo, se desvaneció…
Karely Jonatika
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