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"Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Volviendo al principio del todo, ella había aprendido. Aprendió sobre sí misma, aprendió sobre otros. Eso fue bueno y fue malvado, pero no todo era solo blanco y negro; el mundo estaba lleno de toda clase de tonos de gris. Allí vivía. Su mundo no era la oscuridad, era gris. Había realizado un gran esfuerzo.
Se despertó hambrienta. Tan hambrienta que dolía. Tan hambrienta que sentía como si uñas en forma de garras escavaran en su estómago, agarrando sus tripas, desgarrando su corazón y su alma.
De noche. Naturalmente, ella no podía dormir.
Había tratado de abstenerse duramente. Para demostrar que lo que era, no podría ser. Durante semanas no había comido nada más que una rata de alcantarilla aquí y allá, abrumada por la repugnancia cuando no podía evitar el frío...
Entonces, por supuesto, había tenido que ir a la morgue. Pero en los últimos días, no se había permitido ningún sustento real.
Y ahora...
El dolor. La agonía.
Luna llena. De noche. El tiempo del cazador.
Merodeó por la ciudad. De la misma manera que ella, parecía que París rara vez dormía. Las prostitutas caminaban por el Sena, pregonando su disponibilidad con invitaciones sensuales, hablando suavemente, casi como las melodías de la brisa. Los hombres pasaban caminando; cargadores, borrachos, aristocráticos estudiantes universitario ocasionales, que salían a divertirse, jóvenes, deseosos de ser tomados...
¡Podía escuchar el pulso de tantos corazones! Corazones jóvenes, corazones salvajes. Los hombres la paraban, pensando que una mujer sola, y que ella, también, estaba ejerciendo su oficio.
Venas...
Desde la distancia parecía que podía ver los vasos sanguíneos de la gente alrededor de ella. Todos ellos inmensos, todos ellos reventando en sus cuellos...
No, no, no podía matar...
Así que se había dirigido a la morgue de París, pero increíblemente, en esta ciudad tan multitudinaria, no había ningún cadáver fresco. ¡Había aprendido muy pronto de su padre que no se pondría enferma y moriría por tomar sangre de una persona recién muerta —su querido padre! Había estado investigando tanto, tanto para mantenerla viva. Había desafiado a sus amigos, que pensaban que estaría mejor muerta. Había deseado la muerte ella misma. Su padre le había dicho que sería un suicidio —un pecado para la iglesia católica. Ella le había dicho que ya estaba muerta y él se había negado a creerla. ¿Qué podía importarle a la iglesia, cuando ella ya estaba entre los malditos? Pero no la creyó, la condenación estaba solamente en el alma, y en su alma, había pecado solamente por su determinación de confiar y adorar, y ésos eran los pecados que Dios fácilmente perdonaba.
Pero su padre nunca la había preparado para esta clase de hambre...
—¡Ma belle!—Una dama de la noche la llamó. —Ven, ven con nosotras, podemos mostrarte un camino diferente para el placer.
Se encontró a si misma sonriendo.
—No, m'amie! ¡Me temo que yo podría mostrarte un tipo diferente de placer!
Se apresuró. Allí... En el suelo. Un pobre diablo borracho. ¡Pero su pulso, oh, su pulso!
No, sigue caminando, está borracho, es patético...
—Whoa, ¡Hay alguien animado!—El borracho la llamó, agarrándola por su falda. —¡Ven, Ma belle, ¡Entretén al viejo Francois!
—¡Déjame ir!
—¡Tendré su monedero, y su amor, señorita!
—¿Y qué tendré yo?
—¡Su vida!—Chasqueó los dedos.
Ella agitó su cabeza. Él la alcanzó. Su vena, oh, Dios, su vena, ¡ahí, palpitando de manera tan incontrolable en su garganta! El bastardo había amenazado con matarla... Podía experimentar casi el sabor de la vida ―la sangre nutritiva.
Él gimió cuando vio los labios de ella contraerse, apareciendo sus dientes de alimentación. Sintió compasión repentinamente, pero no lo bastante para pararla si no para...
El ajo. Su respiración. El olor de él la enfermaba. Lo empujó hacia abajo, y corrió, y corrió...
Hacia las afueras de la ciudad, escuchó un sonido extraño. Llegaba una y otra vez.
Vacas...
Llegó a un campo lleno de ellas. Hasta las benditas vacas tenían tales ojos confiados grandes y marrones... Pero se dio cuenta de que este campo a donde había llegado estaba a las afueras de un matadero grande. Escogió a un animal. Este la miró fijamente. Oh, ¡Esos ojos! Le devolvió la mirada. Despacio, la criatura cerró sus ojos y cayó. Suavemente acarició a la bestia. Luego la mordió...
Se atracó. Y se saturó. Cuando estuvo lista, se miró a sí misma. Estaba cubierta de sangre. El filo de su hambre había amainado. Estaba tendida encima del animal que había drenado.
—Bueno, esto es encantador, realmente encantador.
Sobresaltada, miró hacia arriba. Kevin, vestido de negro inmaculado, sombrero alto, y amplia capa, permanecía de pie sobre ella, divertido.
—La morgue estaba vacía, ¿No? —él se burló.
Ella se levantó, tambaleándose sobre sus pies, alisando su pelo hacia atrás. La hizo sentirse algo mejor. Su cara estaba embadurnada, su pelo manchado de sangre.
—La morgue estaba vacía—, ella confirmó, incómoda, y no totalmente segura de porqué.
—Y todavía estás dolorida—, dijo suavemente.
—No —mintió.
—Ven conmigo.
—No.
Pero la llevó a una laguna, donde se lavó, y mientras lo hacía, le escucho cortar la cabeza de la bestia a quien había escogido. Volvió a ella, cubriéndola con su capa.
—Casi maté a un borracho esta noche —le dijo con voz apagada.
—Pero no lo hiciste. Así que... cuando una noche como ésta llegue otra vez, por supuesto, hay más vacas. Y cuando no puedas soportar lo que te está pasando...
La mano de él envolvió las de ella. Sintió el remolino de la neblina que la había transportado una vez, anteriormente. Se encontró en un lugar horrible con un hedor incluso peor que el del matadero. Paja mugrosa ensuciaba el piso. Hombres y mujeres, tan sucios como la paja, reposaban lánguidamente detrás de barrotes.
—La prisión—, Kevin dijo en voz baja. —Y allí, Jean LeBeau, el asesino de trece mujeres. Va a la guillotina mañana al amanecer. Allí, un tipo más patético. Héctor Rodrigo, un español condenado por matar a su joven esposa en un ataque de furia. Está arrepentido, pero demasiado tarde, porque ella está muerta y enterrada. Llora, ves... Hay más, pero ahí tienes, si vas a ser un demonio moralista, escoge a una víctima respetable… o indigna.
—¿Quién soy yo para juzgarlos?
—Mi querida, ya han sido juzgados. Sus sentencias de muerte les han sido dadas. Toma a LeBeau, quien se merece algo peor que la muerte. La guillotina es demasiado buena para él. Luego está el pobre Rodrigo... Tan asustado. ¡Podría ser sacado más gentilmente desde esta vida!
Esperó, mirándola.
—Tomaré a Rodrigo—, dijo luego de un momento, dejando caer su cabeza. —Seré delicada —dijo suavemente.
—Tu beso será mucho más tierno que el de Madame Guillotine —la aseguró.
Kevin la dejó.
Y escuchó a Rodrigo, sollozando, rezando a la Virgen, lamentándose por su esposa, despreciándose a sí mismo, rogando por no mostrar su miedo ante las masas cuando fuera forzado a caminar para conocer la hoja de la guillotina.
Y así que fue a Rodrigo, y lo calmó mientras lloraba, alisando su pelo, tocándolo, y le prometió que había más que vivir, que había un Dios, y por lo que ella creía, Él le perdonaría. Luego bebió...
La semana había sido larga.
Y dolorosa.
___(Tn) no había se dado cuenta de que había estado deprimida la mayor parte de la semana hasta que primero Cissy, y luego Angie, comentaron sobre su humor apagado.
—¡Hey! ¿Hay vida ahí? —Cissy preguntaba, dándola pequeños golpes juguetonamente sobre la cabeza cuando llegó la hora de cerrar el viernes.
—Sí.
—No hemos hablado de la cena —dijo Angie, tomando asiento en la esquina del escritorio de ___(Tn).
—¿Quieres ir a algún lugar para cenar? —___(Tn) preguntó.
—No, tengo una cita —Angie la informó, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Bien por ti. ¿El poli?
Angie asintió con la cabeza.
—Bien, buena chica —dijo Cissy arrastrando las palabras. —Adoraría acompañarte a algún sitio para sacarte de tu apatía, pero también tengo una cita.
—Bien por ti. ¿Otro policía?
—Sí. Adonis.
—¿Si ambas dos tienen citas para cenar, porque vienen a mí? —___(Tn) preguntó.
—Porque usted, Señorita Montgomery —, Angie la regañó, —se debería de haber preocupado más por el teniente.
—¿De verdad? —___(Tn) golpeó el lápiz sobre su escritorio, arqueando una ceja con arrogancia.
Ojalá se hubiera cuidado mejor de él. Estaba tan sólo asustada por haberse involucrado. Con un Jonas, con un policía.
Pero el miedo no la había ayudado con la angustia que la había atormentado toda la semana. Dios, había sido estupendo. Maravilloso. Estando acostada sola y despierta por la noche, casi podía sentir su contacto otra vez. Había maldecido silenciosamente contra sí misma, diciéndose que no podría ser tan tonta con respecto a una relación física, excepto que había sido más que solo física. Aunque había sido desenfrenado, perverso e increíblemente físico, había habido algo más.
Y lo había echado. Y ahora estaba llorando. Era la única cosa que podía hacer. No quería involucrarse. En el mismo momento en que sus ojos tocaron los de ella, estuvo involucrada.
—¡Volviendo al tema de la cena, querida! Tú sabes que Angie y yo tenemos una cita doble y eres más que bienvenida a unirte con nosotros —le dijo Cissy.
—No... Pero gracias. Y hey, ya que ustedes damas tienen planes para esta noche, vamos, fuera de aquí.
—De verdad, sólo estaba burlándome anteriormente… deberías venir con nosotras —Angie alegó.
—Angie, de verdad, creo que sé lo que estoy haciendo —___(Tn) la aseguró.
—No, no lo sabes —Angie dijo tercamente.
—Hey, tendré que vivir con mi propia imbecilidad entonces—, dijo, poniéndose de pie. Pasó junto a ellas y se dirigió hacia el pasillo donde una pequeña escalera de caracol conducía a la tienda de abajo. Cuando llegó a la planta baja, eran sólo las cinco y media. La tienda estaba vacía, y aunque Gema y Allie no habían cerrado con llave la puerta todavía, Allie estaba en la parte de atrás en el escritorio de recepción, trabajando con los recibos del día.
―Buenas, señora ¿Cómo estás? —___(Tn) le preguntó.
Allie le lanzó una sonrisa afectuosa.
—Estoy muy bien.
—¿Estás segura de que te sientes bien?
—Me siento fenomenal. Y soy muy feliz por haber trabajado los dos últimos días. Siento... normalidad. Eso es lo más importante.
—Definitivamente. Y yo también estoy muy contenta de que estés de regreso. Pero, escucha, ha sido un largo día, ¿Por qué no te vas a casa? Yo terminaré aquí.
—Eso estaría bien, porque me encontraré con un amigo para cenar. Pero Gema iba a acercarme.
—Me parece bien. Gema puede largarse ahora también. No tengo otra cosa que hacer esta noche, y estoy un poco intranquila. Ustedes dos empiecen a moverse.
Gema, enderezando los pliegues de un traje sobre un maniquí, se quedó mirándola.
—¿Estás segura,___(Tn)?
—Estoy segura. Fuera de aquí las dos.
Gema se encogió de hombros.
—Está bien, Allie. Trae nuestros bolsos, ¿Puedes? Gracias, ___(Tn).
—Hey, ustedes chicas se quedan tarde por mí constantemente.
Gema se rió, una mujer feliz con Allie de regreso en la tienda con ella.
—De acuerdo. Pero el tiempo extra es también estupendo.
—No te preocupes, no te descontaré el dinero. Fuera de aquí.
Diciendo adiós con la mano, las dos se marcharon. ___(Tn) frunció el ceño en cuanto se fueron, tratando de concentrarse en uno de los recibos que no podía leer totalmente. Cuando escuchó el liviano tintinear de la campana en la puerta principal, se sobresaltó, y se dio cuenta de que se había olvidado de cerrar con llave.
—Lo siento, pero estamos cerrados—empezó, elevando la voz. Pero entonces vio al hombre que permanecía de pie justo dentro de la puerta de entrada.
Alto, delgado, tenía una complexión fuerte y enjuta pero fibrosa. Estaba vestido con pantalones negros informales y una camisa de seda suave. Sus rasgos eran clásicos y llamativos, sus ojos eran de un curioso verde, casi de la misma manera que los ojos de una serpiente. Era un hombre con una buena apariencia, con una exhortación sorprendentemente sensual. Inmaculado, encantador.
—Hola, ___(Tn) —dijo.
—¡Oh, Dios!—Respiró.
Dejó sus recibos encima de la mesa.
—___(Tn), no pareces feliz de ver a un viejo amigo. Traté de advertirte que estaba en la ciudad. Te visité y vi a la bonita anciana el otro día. ¿No te lo dijo?
Su boca estaba seca.
—No, no, no me dijo. Tuvo un desmayo, una pérdida de memoria. Pasó la noche en el hospital.
—Lamento tanto escuchar eso; era un ave vieja encantadora.
—No debes… no debes herirla.
—¡Bien, ___(Tn)! No habría lastimado a la vieja más encantadora del mundo. Lo que hice fue sacarla a por un café con leche… ella conoce sus cafés. Tuvimos una caminata encantadora, y la traje aquí, segura y sana.
___(Tn) vaciló un momento largo, tratando de controlar tanto su miedo como su cólera.
—Gracias.
—Un placer.
—¿Y qué has estado haciendo? —Exigió de alguna manera nerviosa, con su corazón que parecía hundirse en su pecho. —No has venido a Nueva Orleans para ser amable con las ancianas.
Él estudió sus uñas. Eran largas, muy cuidadas, pulidas con brillo.
—No. Se está absolutamente perfecto en los centros vacacionales de esquí en Suiza, durante esta época del año.
Tenía miedo de su próxima pregunta.
—¿Entonces ¿Por qué… por qué estás aquí?
Para entonces, él había llegado a la parte de atrás del escritorio. Se apoyó contra él, sonriendo.
—¡Por los viejos tiempos!—Dijo suavemente. Tocó su mejilla. —Me preocupo por ti, ___(Tn). No querría que te pasase algo.
—¡Todo terminó entre nosotros hace mucho tiempo!—Le recordó.
—Umm. Puede ser. Eso es lo que tú crees. Sin embargo, siempre hay un futuro, ¿No es así?
—No.
—Bien, por supuesto, sólo puedo partir...
—¡Espera!
—¿Qué fue eso? —Preguntó, arqueando una ceja.
___(Tn) apretó sus dientes.
—Por favor espera—, dijo.
—¿Ah?
Él se sentó sobre el escritorio, cruzando los brazos sobre su pecho. Sonrío de la misma manera que un gato bien alimentado.
—Por favor, dime por qué estás aquí—, dijo. —Oh, Dios, tú no has sido...
—¿Perdona?
—Kevin, yo…
—¡No! Yo no he sido.
—¿Entonces?
Su sonrisa se destiño. Sus ojos la tocaron de una manera que la provocaron un temblor en sus miembros. Se preocupaba por ella. A su manera.
—He venido a advertirte —, le dijo suavemente.
En el momento en que Angie y Cissy bajaron desde el piso de arriba, duchadas y listas para sus citas, ___(Tn) estaba sola otra vez, mirando fijamente la puerta principal, viendo nada.
—¿Está todo bien? —Angie le preguntó.
Asintió la cabeza, sin mirar a ninguna de ellas.
—¡Hey, niña! ¡Anímate!—dijo Cissy, llegando al frente de ella. —¿Estás sola aquí? Pensé que escuché voces.
—Estoy… estoy sola—, ___(Tn) dijo por fin. Se encogió de hombros. —Un cliente de último minuto.
Angie había ido caminando hacia la puerta.
—¡Whoa! Un chico de buen ver. Me pregunto para quien iba a comprar.
—Su amor más reciente, imagino—, ___(Tn) murmuró.
—¿Quién?
—¿Para quién compra ropa bonita un hombre? —___(Tn) dijo, forzando a su voz a que fuera casual. —El amor de su vida, imagino. Excepto que no compró nada.
—Oh, bien. Hey, ¿Estás segura de que no quieres venir con nosotras? —Angie le preguntó.
___(Tn) estrechó sus ojos hacia su amiga.
—¿Joseph va a ir con ellos?
—No, querida. Lo siento. —dijo Cissy.
—Entonces tal vez vaya con vosotras—, dijo. —No estaré mucho tiempo, lo justo de tomar algo de comer con ustedes.
—Serás una buena compañía —Angie dijo. —Los chicos están un poco tristes esta noche.
—¿Cómo es eso?
Cissy miró a Angie. Angie miró Cissy, luego a ___(Tn).
—No has escuchado las noticias aún, ¿No? —golpeó sus sienes. —¡Qué tonta de mí! Angie y yo acabamos de escuchar el informe arriba. Ha sido encontrado otro cuerpo.
Otro cuerpo. ___(Tn) sentía como si se estuviera ahogando.
—¿Oh? —Murmuró.
—Otra prostituta. Una chica bonita, el locutor del noticiario estaba diciendo. Tenía un hijo pequeño. Qué vergüenza. ¿Eh? Realmente tenemos que mantenernos juntas. No podemos dejarte dar vueltas a solas, no importa lo que esté ocurriendo en tu vida amorosa.
—Y esta chica fue... ¿Mutilada? —___(Tn) preguntó.
—No están diciendo mucho, sólo advirtiendo a las mujeres solteras que tengan mucho cuidado y que no vayan a ningún sitio solas.
—Bien, no iré a cenar con ustedes si luego no me dejaran partir.
—Vamos a estar con dos policías —Cissy dijo. —Cenaremos y acompañaremos a ___(Tn) hasta su casa.
—Me quedaré en la ciudad esta noche. Solo necesitan acompañarme hasta aquí, ¿Ok?
Cissy y Angie se miraron y se encogieron de hombros.
—Ok —Angie estuvo de acuerdo.
Era verdad. Aunque trataron de mantener unas citas decentes, tanto Mike como Adonis y Nicholas el encantador, estaban deprimidos. El cuerpo había sido encontrado en realidad ayer, pero lo habían mantenido fuera de las noticias hasta la tarde, tratando de averiguar su identidad con el fin de notificárselo a los parientes más próximos antes de verse involucrados en el aluvión que la prensa, de seguro, pondría sobre ellos tan pronto como la noticia fuera conocida.
Angie le recordó a ambos que, aunque eran policías, no podían esperar curar todas las enfermedades del mundo entero. Mike aceptó, pero dijo:
—Es sólo este caso. Es tan endemoniadamente malo.
—Todos los asesinatos son malos —___(Tn) le recordó.
—Sí. Tienes razón. Es solo que Joseph está muy caliente sobre éste. Le está rompiendo. Sin embargo, hemos conseguido algo parecido a una pista sobre el caso.
—¿Oh? —___(Tn) preguntó.
—Bien, se supone que no debemos decir demasiado. Pero podríamos tener algo parecido a una descripción del asesino. Eso va a ayudar mucho. En realidad podría ser la oportunidad que necesitamos.
—¿Una descripción? —___(Tn) murmuró.
—Hey, ___(Tn), lo siento, realmente no podemos decir nada más, ¿Sabes? —dijo Nicholas.
—Lo sé. Está bien —le dijo.
Cuando terminaron de comer, caminaron todos de vuelta a la tienda.
—Continúa hasta arriba y cierra con llave tú misma. —Nicholas le dijo ásperamente.
—Lo haré. Gracias, chicos. Buenas noches.
Entró en el edificio, y supo que estaban esperando escucharla girar las cerraduras. Diligentemente, lo hizo. Luego se apoyó contra la puerta de la planta baja que llevaba a las oficinas de arriba. Mordió su labio inferior, pensando otra vez que extrañaba a Joseph, aunque hubieran tenido realmente solo una noche, se sentía como si echara de menos un miembro. Y estaba atemorizada. Turbada.
Corrió repentinamente hacia arriba, decidida a actuar, y agarró su guía telefónica, buscando direcciones. Luego volvió rápidamente abajo, y se permitió salir del edificio.
La noche era oscura. La luna llena había disminuido.
Empezó a caminar calle abajo rápidamente, buscando caras mientras caminaba.
Se despertó hambrienta. Tan hambrienta que dolía. Tan hambrienta que sentía como si uñas en forma de garras escavaran en su estómago, agarrando sus tripas, desgarrando su corazón y su alma.
De noche. Naturalmente, ella no podía dormir.
Había tratado de abstenerse duramente. Para demostrar que lo que era, no podría ser. Durante semanas no había comido nada más que una rata de alcantarilla aquí y allá, abrumada por la repugnancia cuando no podía evitar el frío...
Entonces, por supuesto, había tenido que ir a la morgue. Pero en los últimos días, no se había permitido ningún sustento real.
Y ahora...
El dolor. La agonía.
Luna llena. De noche. El tiempo del cazador.
Merodeó por la ciudad. De la misma manera que ella, parecía que París rara vez dormía. Las prostitutas caminaban por el Sena, pregonando su disponibilidad con invitaciones sensuales, hablando suavemente, casi como las melodías de la brisa. Los hombres pasaban caminando; cargadores, borrachos, aristocráticos estudiantes universitario ocasionales, que salían a divertirse, jóvenes, deseosos de ser tomados...
¡Podía escuchar el pulso de tantos corazones! Corazones jóvenes, corazones salvajes. Los hombres la paraban, pensando que una mujer sola, y que ella, también, estaba ejerciendo su oficio.
Venas...
Desde la distancia parecía que podía ver los vasos sanguíneos de la gente alrededor de ella. Todos ellos inmensos, todos ellos reventando en sus cuellos...
No, no, no podía matar...
Así que se había dirigido a la morgue de París, pero increíblemente, en esta ciudad tan multitudinaria, no había ningún cadáver fresco. ¡Había aprendido muy pronto de su padre que no se pondría enferma y moriría por tomar sangre de una persona recién muerta —su querido padre! Había estado investigando tanto, tanto para mantenerla viva. Había desafiado a sus amigos, que pensaban que estaría mejor muerta. Había deseado la muerte ella misma. Su padre le había dicho que sería un suicidio —un pecado para la iglesia católica. Ella le había dicho que ya estaba muerta y él se había negado a creerla. ¿Qué podía importarle a la iglesia, cuando ella ya estaba entre los malditos? Pero no la creyó, la condenación estaba solamente en el alma, y en su alma, había pecado solamente por su determinación de confiar y adorar, y ésos eran los pecados que Dios fácilmente perdonaba.
Pero su padre nunca la había preparado para esta clase de hambre...
—¡Ma belle!—Una dama de la noche la llamó. —Ven, ven con nosotras, podemos mostrarte un camino diferente para el placer.
Se encontró a si misma sonriendo.
—No, m'amie! ¡Me temo que yo podría mostrarte un tipo diferente de placer!
Se apresuró. Allí... En el suelo. Un pobre diablo borracho. ¡Pero su pulso, oh, su pulso!
No, sigue caminando, está borracho, es patético...
—Whoa, ¡Hay alguien animado!—El borracho la llamó, agarrándola por su falda. —¡Ven, Ma belle, ¡Entretén al viejo Francois!
—¡Déjame ir!
—¡Tendré su monedero, y su amor, señorita!
—¿Y qué tendré yo?
—¡Su vida!—Chasqueó los dedos.
Ella agitó su cabeza. Él la alcanzó. Su vena, oh, Dios, su vena, ¡ahí, palpitando de manera tan incontrolable en su garganta! El bastardo había amenazado con matarla... Podía experimentar casi el sabor de la vida ―la sangre nutritiva.
Él gimió cuando vio los labios de ella contraerse, apareciendo sus dientes de alimentación. Sintió compasión repentinamente, pero no lo bastante para pararla si no para...
El ajo. Su respiración. El olor de él la enfermaba. Lo empujó hacia abajo, y corrió, y corrió...
Hacia las afueras de la ciudad, escuchó un sonido extraño. Llegaba una y otra vez.
Vacas...
Llegó a un campo lleno de ellas. Hasta las benditas vacas tenían tales ojos confiados grandes y marrones... Pero se dio cuenta de que este campo a donde había llegado estaba a las afueras de un matadero grande. Escogió a un animal. Este la miró fijamente. Oh, ¡Esos ojos! Le devolvió la mirada. Despacio, la criatura cerró sus ojos y cayó. Suavemente acarició a la bestia. Luego la mordió...
Se atracó. Y se saturó. Cuando estuvo lista, se miró a sí misma. Estaba cubierta de sangre. El filo de su hambre había amainado. Estaba tendida encima del animal que había drenado.
—Bueno, esto es encantador, realmente encantador.
Sobresaltada, miró hacia arriba. Kevin, vestido de negro inmaculado, sombrero alto, y amplia capa, permanecía de pie sobre ella, divertido.
—La morgue estaba vacía, ¿No? —él se burló.
Ella se levantó, tambaleándose sobre sus pies, alisando su pelo hacia atrás. La hizo sentirse algo mejor. Su cara estaba embadurnada, su pelo manchado de sangre.
—La morgue estaba vacía—, ella confirmó, incómoda, y no totalmente segura de porqué.
—Y todavía estás dolorida—, dijo suavemente.
—No —mintió.
—Ven conmigo.
—No.
Pero la llevó a una laguna, donde se lavó, y mientras lo hacía, le escucho cortar la cabeza de la bestia a quien había escogido. Volvió a ella, cubriéndola con su capa.
—Casi maté a un borracho esta noche —le dijo con voz apagada.
—Pero no lo hiciste. Así que... cuando una noche como ésta llegue otra vez, por supuesto, hay más vacas. Y cuando no puedas soportar lo que te está pasando...
La mano de él envolvió las de ella. Sintió el remolino de la neblina que la había transportado una vez, anteriormente. Se encontró en un lugar horrible con un hedor incluso peor que el del matadero. Paja mugrosa ensuciaba el piso. Hombres y mujeres, tan sucios como la paja, reposaban lánguidamente detrás de barrotes.
—La prisión—, Kevin dijo en voz baja. —Y allí, Jean LeBeau, el asesino de trece mujeres. Va a la guillotina mañana al amanecer. Allí, un tipo más patético. Héctor Rodrigo, un español condenado por matar a su joven esposa en un ataque de furia. Está arrepentido, pero demasiado tarde, porque ella está muerta y enterrada. Llora, ves... Hay más, pero ahí tienes, si vas a ser un demonio moralista, escoge a una víctima respetable… o indigna.
—¿Quién soy yo para juzgarlos?
—Mi querida, ya han sido juzgados. Sus sentencias de muerte les han sido dadas. Toma a LeBeau, quien se merece algo peor que la muerte. La guillotina es demasiado buena para él. Luego está el pobre Rodrigo... Tan asustado. ¡Podría ser sacado más gentilmente desde esta vida!
Esperó, mirándola.
—Tomaré a Rodrigo—, dijo luego de un momento, dejando caer su cabeza. —Seré delicada —dijo suavemente.
—Tu beso será mucho más tierno que el de Madame Guillotine —la aseguró.
Kevin la dejó.
Y escuchó a Rodrigo, sollozando, rezando a la Virgen, lamentándose por su esposa, despreciándose a sí mismo, rogando por no mostrar su miedo ante las masas cuando fuera forzado a caminar para conocer la hoja de la guillotina.
Y así que fue a Rodrigo, y lo calmó mientras lloraba, alisando su pelo, tocándolo, y le prometió que había más que vivir, que había un Dios, y por lo que ella creía, Él le perdonaría. Luego bebió...
La semana había sido larga.
Y dolorosa.
___(Tn) no había se dado cuenta de que había estado deprimida la mayor parte de la semana hasta que primero Cissy, y luego Angie, comentaron sobre su humor apagado.
—¡Hey! ¿Hay vida ahí? —Cissy preguntaba, dándola pequeños golpes juguetonamente sobre la cabeza cuando llegó la hora de cerrar el viernes.
—Sí.
—No hemos hablado de la cena —dijo Angie, tomando asiento en la esquina del escritorio de ___(Tn).
—¿Quieres ir a algún lugar para cenar? —___(Tn) preguntó.
—No, tengo una cita —Angie la informó, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Bien por ti. ¿El poli?
Angie asintió con la cabeza.
—Bien, buena chica —dijo Cissy arrastrando las palabras. —Adoraría acompañarte a algún sitio para sacarte de tu apatía, pero también tengo una cita.
—Bien por ti. ¿Otro policía?
—Sí. Adonis.
—¿Si ambas dos tienen citas para cenar, porque vienen a mí? —___(Tn) preguntó.
—Porque usted, Señorita Montgomery —, Angie la regañó, —se debería de haber preocupado más por el teniente.
—¿De verdad? —___(Tn) golpeó el lápiz sobre su escritorio, arqueando una ceja con arrogancia.
Ojalá se hubiera cuidado mejor de él. Estaba tan sólo asustada por haberse involucrado. Con un Jonas, con un policía.
Pero el miedo no la había ayudado con la angustia que la había atormentado toda la semana. Dios, había sido estupendo. Maravilloso. Estando acostada sola y despierta por la noche, casi podía sentir su contacto otra vez. Había maldecido silenciosamente contra sí misma, diciéndose que no podría ser tan tonta con respecto a una relación física, excepto que había sido más que solo física. Aunque había sido desenfrenado, perverso e increíblemente físico, había habido algo más.
Y lo había echado. Y ahora estaba llorando. Era la única cosa que podía hacer. No quería involucrarse. En el mismo momento en que sus ojos tocaron los de ella, estuvo involucrada.
—¡Volviendo al tema de la cena, querida! Tú sabes que Angie y yo tenemos una cita doble y eres más que bienvenida a unirte con nosotros —le dijo Cissy.
—No... Pero gracias. Y hey, ya que ustedes damas tienen planes para esta noche, vamos, fuera de aquí.
—De verdad, sólo estaba burlándome anteriormente… deberías venir con nosotras —Angie alegó.
—Angie, de verdad, creo que sé lo que estoy haciendo —___(Tn) la aseguró.
—No, no lo sabes —Angie dijo tercamente.
—Hey, tendré que vivir con mi propia imbecilidad entonces—, dijo, poniéndose de pie. Pasó junto a ellas y se dirigió hacia el pasillo donde una pequeña escalera de caracol conducía a la tienda de abajo. Cuando llegó a la planta baja, eran sólo las cinco y media. La tienda estaba vacía, y aunque Gema y Allie no habían cerrado con llave la puerta todavía, Allie estaba en la parte de atrás en el escritorio de recepción, trabajando con los recibos del día.
―Buenas, señora ¿Cómo estás? —___(Tn) le preguntó.
Allie le lanzó una sonrisa afectuosa.
—Estoy muy bien.
—¿Estás segura de que te sientes bien?
—Me siento fenomenal. Y soy muy feliz por haber trabajado los dos últimos días. Siento... normalidad. Eso es lo más importante.
—Definitivamente. Y yo también estoy muy contenta de que estés de regreso. Pero, escucha, ha sido un largo día, ¿Por qué no te vas a casa? Yo terminaré aquí.
—Eso estaría bien, porque me encontraré con un amigo para cenar. Pero Gema iba a acercarme.
—Me parece bien. Gema puede largarse ahora también. No tengo otra cosa que hacer esta noche, y estoy un poco intranquila. Ustedes dos empiecen a moverse.
Gema, enderezando los pliegues de un traje sobre un maniquí, se quedó mirándola.
—¿Estás segura,___(Tn)?
—Estoy segura. Fuera de aquí las dos.
Gema se encogió de hombros.
—Está bien, Allie. Trae nuestros bolsos, ¿Puedes? Gracias, ___(Tn).
—Hey, ustedes chicas se quedan tarde por mí constantemente.
Gema se rió, una mujer feliz con Allie de regreso en la tienda con ella.
—De acuerdo. Pero el tiempo extra es también estupendo.
—No te preocupes, no te descontaré el dinero. Fuera de aquí.
Diciendo adiós con la mano, las dos se marcharon. ___(Tn) frunció el ceño en cuanto se fueron, tratando de concentrarse en uno de los recibos que no podía leer totalmente. Cuando escuchó el liviano tintinear de la campana en la puerta principal, se sobresaltó, y se dio cuenta de que se había olvidado de cerrar con llave.
—Lo siento, pero estamos cerrados—empezó, elevando la voz. Pero entonces vio al hombre que permanecía de pie justo dentro de la puerta de entrada.
Alto, delgado, tenía una complexión fuerte y enjuta pero fibrosa. Estaba vestido con pantalones negros informales y una camisa de seda suave. Sus rasgos eran clásicos y llamativos, sus ojos eran de un curioso verde, casi de la misma manera que los ojos de una serpiente. Era un hombre con una buena apariencia, con una exhortación sorprendentemente sensual. Inmaculado, encantador.
—Hola, ___(Tn) —dijo.
—¡Oh, Dios!—Respiró.
Dejó sus recibos encima de la mesa.
—___(Tn), no pareces feliz de ver a un viejo amigo. Traté de advertirte que estaba en la ciudad. Te visité y vi a la bonita anciana el otro día. ¿No te lo dijo?
Su boca estaba seca.
—No, no, no me dijo. Tuvo un desmayo, una pérdida de memoria. Pasó la noche en el hospital.
—Lamento tanto escuchar eso; era un ave vieja encantadora.
—No debes… no debes herirla.
—¡Bien, ___(Tn)! No habría lastimado a la vieja más encantadora del mundo. Lo que hice fue sacarla a por un café con leche… ella conoce sus cafés. Tuvimos una caminata encantadora, y la traje aquí, segura y sana.
___(Tn) vaciló un momento largo, tratando de controlar tanto su miedo como su cólera.
—Gracias.
—Un placer.
—¿Y qué has estado haciendo? —Exigió de alguna manera nerviosa, con su corazón que parecía hundirse en su pecho. —No has venido a Nueva Orleans para ser amable con las ancianas.
Él estudió sus uñas. Eran largas, muy cuidadas, pulidas con brillo.
—No. Se está absolutamente perfecto en los centros vacacionales de esquí en Suiza, durante esta época del año.
Tenía miedo de su próxima pregunta.
—¿Entonces ¿Por qué… por qué estás aquí?
Para entonces, él había llegado a la parte de atrás del escritorio. Se apoyó contra él, sonriendo.
—¡Por los viejos tiempos!—Dijo suavemente. Tocó su mejilla. —Me preocupo por ti, ___(Tn). No querría que te pasase algo.
—¡Todo terminó entre nosotros hace mucho tiempo!—Le recordó.
—Umm. Puede ser. Eso es lo que tú crees. Sin embargo, siempre hay un futuro, ¿No es así?
—No.
—Bien, por supuesto, sólo puedo partir...
—¡Espera!
—¿Qué fue eso? —Preguntó, arqueando una ceja.
___(Tn) apretó sus dientes.
—Por favor espera—, dijo.
—¿Ah?
Él se sentó sobre el escritorio, cruzando los brazos sobre su pecho. Sonrío de la misma manera que un gato bien alimentado.
—Por favor, dime por qué estás aquí—, dijo. —Oh, Dios, tú no has sido...
—¿Perdona?
—Kevin, yo…
—¡No! Yo no he sido.
—¿Entonces?
Su sonrisa se destiño. Sus ojos la tocaron de una manera que la provocaron un temblor en sus miembros. Se preocupaba por ella. A su manera.
—He venido a advertirte —, le dijo suavemente.
En el momento en que Angie y Cissy bajaron desde el piso de arriba, duchadas y listas para sus citas, ___(Tn) estaba sola otra vez, mirando fijamente la puerta principal, viendo nada.
—¿Está todo bien? —Angie le preguntó.
Asintió la cabeza, sin mirar a ninguna de ellas.
—¡Hey, niña! ¡Anímate!—dijo Cissy, llegando al frente de ella. —¿Estás sola aquí? Pensé que escuché voces.
—Estoy… estoy sola—, ___(Tn) dijo por fin. Se encogió de hombros. —Un cliente de último minuto.
Angie había ido caminando hacia la puerta.
—¡Whoa! Un chico de buen ver. Me pregunto para quien iba a comprar.
—Su amor más reciente, imagino—, ___(Tn) murmuró.
—¿Quién?
—¿Para quién compra ropa bonita un hombre? —___(Tn) dijo, forzando a su voz a que fuera casual. —El amor de su vida, imagino. Excepto que no compró nada.
—Oh, bien. Hey, ¿Estás segura de que no quieres venir con nosotras? —Angie le preguntó.
___(Tn) estrechó sus ojos hacia su amiga.
—¿Joseph va a ir con ellos?
—No, querida. Lo siento. —dijo Cissy.
—Entonces tal vez vaya con vosotras—, dijo. —No estaré mucho tiempo, lo justo de tomar algo de comer con ustedes.
—Serás una buena compañía —Angie dijo. —Los chicos están un poco tristes esta noche.
—¿Cómo es eso?
Cissy miró a Angie. Angie miró Cissy, luego a ___(Tn).
—No has escuchado las noticias aún, ¿No? —golpeó sus sienes. —¡Qué tonta de mí! Angie y yo acabamos de escuchar el informe arriba. Ha sido encontrado otro cuerpo.
Otro cuerpo. ___(Tn) sentía como si se estuviera ahogando.
—¿Oh? —Murmuró.
—Otra prostituta. Una chica bonita, el locutor del noticiario estaba diciendo. Tenía un hijo pequeño. Qué vergüenza. ¿Eh? Realmente tenemos que mantenernos juntas. No podemos dejarte dar vueltas a solas, no importa lo que esté ocurriendo en tu vida amorosa.
—Y esta chica fue... ¿Mutilada? —___(Tn) preguntó.
—No están diciendo mucho, sólo advirtiendo a las mujeres solteras que tengan mucho cuidado y que no vayan a ningún sitio solas.
—Bien, no iré a cenar con ustedes si luego no me dejaran partir.
—Vamos a estar con dos policías —Cissy dijo. —Cenaremos y acompañaremos a ___(Tn) hasta su casa.
—Me quedaré en la ciudad esta noche. Solo necesitan acompañarme hasta aquí, ¿Ok?
Cissy y Angie se miraron y se encogieron de hombros.
—Ok —Angie estuvo de acuerdo.
Era verdad. Aunque trataron de mantener unas citas decentes, tanto Mike como Adonis y Nicholas el encantador, estaban deprimidos. El cuerpo había sido encontrado en realidad ayer, pero lo habían mantenido fuera de las noticias hasta la tarde, tratando de averiguar su identidad con el fin de notificárselo a los parientes más próximos antes de verse involucrados en el aluvión que la prensa, de seguro, pondría sobre ellos tan pronto como la noticia fuera conocida.
Angie le recordó a ambos que, aunque eran policías, no podían esperar curar todas las enfermedades del mundo entero. Mike aceptó, pero dijo:
—Es sólo este caso. Es tan endemoniadamente malo.
—Todos los asesinatos son malos —___(Tn) le recordó.
—Sí. Tienes razón. Es solo que Joseph está muy caliente sobre éste. Le está rompiendo. Sin embargo, hemos conseguido algo parecido a una pista sobre el caso.
—¿Oh? —___(Tn) preguntó.
—Bien, se supone que no debemos decir demasiado. Pero podríamos tener algo parecido a una descripción del asesino. Eso va a ayudar mucho. En realidad podría ser la oportunidad que necesitamos.
—¿Una descripción? —___(Tn) murmuró.
—Hey, ___(Tn), lo siento, realmente no podemos decir nada más, ¿Sabes? —dijo Nicholas.
—Lo sé. Está bien —le dijo.
Cuando terminaron de comer, caminaron todos de vuelta a la tienda.
—Continúa hasta arriba y cierra con llave tú misma. —Nicholas le dijo ásperamente.
—Lo haré. Gracias, chicos. Buenas noches.
Entró en el edificio, y supo que estaban esperando escucharla girar las cerraduras. Diligentemente, lo hizo. Luego se apoyó contra la puerta de la planta baja que llevaba a las oficinas de arriba. Mordió su labio inferior, pensando otra vez que extrañaba a Joseph, aunque hubieran tenido realmente solo una noche, se sentía como si echara de menos un miembro. Y estaba atemorizada. Turbada.
Corrió repentinamente hacia arriba, decidida a actuar, y agarró su guía telefónica, buscando direcciones. Luego volvió rápidamente abajo, y se permitió salir del edificio.
La noche era oscura. La luna llena había disminuido.
Empezó a caminar calle abajo rápidamente, buscando caras mientras caminaba.
Si veo comentarios subo más (:
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
jejejejejejejejeje
sigue con la nove plis!!!!!!!!!!!!!
sigue con la nove plis!!!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
sube!!!!!!!!!!!!!
se por DIOs no me dejes asi!!!!!!!!!!!!
por favor!!!!!!!!!!!!!
plis!!!!!!!!!!!!!!!
no me hagas esto!!!!!!!!!!!!
sube capi!!!!!!!!!!
se por DIOs no me dejes asi!!!!!!!!!!!!
por favor!!!!!!!!!!!!!
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sube capi!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Subire un capitulo más (: Espero que les guste.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Siiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!!! grax
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 08
Él estaba soñando, y sabía que estaba soñando, pero era muy real. Trató de luchar contra ello; despertarse.
Estaba montando a caballo. Un apuesto caballo castrado gris que se movía con la velocidad del relámpago.
Por todas partes él podía escuchar el estruendo de los casos de la bestia. Montaba duro, sabiendo que todo dependía de su capacidad de encontrar y derrotar a su enemigo. Sintió al caballo, sintió el calor del día, sintió el sudor goteando hacia su cuello. Vestía de lana, y el sol era despiadado.
Entonces se escuchó a sí mismo. Estaba lanzando alguna clase de grito fuerte y agudo, un sonido que era terrible y despiadado, y lo sobresaltó tan gravemente que...
Se despertó, peleando contra los vestigios del sueño. Oh, ¡Guau! Había estado cabalgando. No había sabido a donde estaba yendo, solamente que estaba buscando a un enemigo.
Grande. Tal vez podría ir a galopar por las calles de Nueva Orleans y atrapar al asesino.
Se estiró, consciente de que se había quedado dormido sobre el sofá, mirando fijamente su pantalla de televisión. Debía de haber estado soñando con víctimas de homicidios. Agradecidamente, sin embargo, las noticias sobre el más reciente hallazgo habían sido transmitidas cuidadosamente a la prensa, y por algún milagro, los presentadores de noticiarios estaban siendo responsables y el pánico podría ser mantenido al mínimo.
Por el momento, sin embargo, fueron dos prostitutas y un proxeneta los que habían sido asesinados. A las mayorías morales les gustaba creer que tal asesino nunca sería una amenaza para las personas decentes. Tal vez eso estaba ayudando a contener el pánico, manteniendo la mayoría de la ciudad medio cuerda. De nuevo, Nueva Orleans era una ciudad encariñada con el pecado, los tipos de pecado perdonables. Y Dios sabía que, muy pronto, el pueblo vería a las víctimas como seres humanos, y no como pecadores. Y demasiado pronto, la ciudad entera se levantaría en armas.
Se puso tenso, estirándose, recordándose a sí mismo que ahora podría tener una oportunidad de atrapar al asesino. Tenía el retrato robot de la cara del hombre hecha por un retratista, y tenía a Mamie en su lugar de trabajo, esperando, observando.
Se puso de pie, entró en la cocina, y cogió una botella de cerveza. Miró alrededor, y sintió los ojos agotados.
Joseph poseía la vieja construcción de ciento cincuenta y cinco años en la que vivía, sobre la calle Conte, en el corazón de la ciudad. Estaba en buen estado, pero no demasiado, porque aunque podía poner cualquier tiempo libre o esfuerzo en él, había alquilado la planta baja a un amigo de su hermana que dirigía uno de los restaurantes Cajún más elegantes de la ciudad. Agradecido con Joseph, porque le había regalado el alquiler de los primeros seis meses gratis cuando empezó su negocio, Danielle Bonet, se aseguró de que el sitio fuera pintado, puso un tejado nuevo, y reparó cualquier sugerencia por más leve que fuera el problema. También envió a su propia encargada de la limpieza dos veces a la semana, enviaba cosas deliciosas para comer, y se aseguraba de que sus obturadores, cortinas, y el acolchado fueran mantenidos en buen estado. Debido a ella, sus habitaciones en la ciudad eran consecuentemente agradables, y la casa era un refugio de la oficina y del mundo.
Levantó su botella de cerveza.
―Por ti, Danielle. Gracias.
Anduvo despacio dando algunos sorbos largos de cerveza, sintiéndose intranquilo. Había cosas que podía hacer. Ya había estado en la habitación del hotel donde la víctima más reciente había sido asesinada. Estaba inmaculada. Expertos de pruebas habían tomado numerosas muestras, sin embargo, aun los estaban analizando.
También habían encontrado pequeñas cantidades de sangre, y una verdadera lluvia de semen. Aunque era difícil imaginar que tal violento homicidio pudiera haber ocurrido allí, y haber sido limpiado tan bien.
Había otras cosas que podía hacer. Podía salir a pasar el rato en el bar de Mamie, mirar, y esperar. Podía entrevistar a más empleados del hotel. Pero había sentido que estaba girando sin sentido, que estaba exhausto, que necesitaba el descanso de una noche.
Ahora, estaba deseando estar en el bar.
Se sobresaltó cuando sonó su timbre. De un pésimo humor para tener compañía, respondió a la puerta mientras estaba en pantalones cortos, descalzo, con su botella de cerveza en la mano, su pelo desaliñado y los dos primeros botones de su vaquero desabrochados.
Por ello estuvo completamente asombrado al abrir la puerta y encontrar a ___(Tn) Montgomery esperando en su entrada.
Él arqueó su ceja.
Ella se ruborizó.
―Yo... sólo vine para decirte que lo siento.
―¿Oh?
No abrió la puerta para que ella pudiera entrar. Se sentía muy precavido. Todavía dolido.
―Me enteré de la tercera víctima. Lo siento tanto.
―¿Lo hiciste tú?
―¿Qué?
―¿Lo hiciste tú?
―No, ¡Por supuesto que no!
―Entonces ¿Por qué lo sientes?
Ella levantó sus manos, aparentemente perdida. Mirando como si estuviera a punto de darse la vuelta.
―Estoy apenada por la pérdida humana, y ciento que esto haga la vida todavía más dura para ti.
Ella se veía como un millón de dólares. Vestía de blanco esta noche, un vestido blanco sin mangas que mostraba su perfecto bronceado y sus largas piernas. Su pelo era como el fuego oscuro contra él. Olía deliciosa. Ella empezó a girarse.
Se iba a marchar.
―¿Por qué estás realmente aquí? ―Él exigió secamente.
―¿Qué?
Ella se dio la vuelta completamente.
―¿Por qué estás realmente aquí?
―¡Qué bonito, qué agradable, por qué no!... Entra por favor, si puedo ofrecerte un poco de vino, una botella de cerveza, cómo has estado...
―Sin delicadezas. No me gustaría involucrarme demasiado. ―la dijo secamente. ―Me pediste que dejara tu casa, ¿Recuerdas? Así que, ¿Qué estás haciendo aquí?
―Si vas ser descortés y ofensivo…
―Nunca dije que fuera atento. Sólo te quiero de frente, en voz alta. ¿Qué estás haciendo aquí?
Ella vaciló, entonces se dio cuenta que no veía ninguna otra opción que ser tan franca e insensible como él.
―Bien, francamente, el sexo. Fue fenomenal. Pero si estás ocupado... o contento con tu botella de cerveza, puedo volver en un mejor momento.
―No hay mejor momento como el presente ―le dijo. Entonces extendió su mano y tiró de ella hacia dentro del apartamento. Buscó a tientas la mesa del salón con el propósito de depositar su botella de cerveza. Luego la arrastró entre sus brazos.
Ella le devolvió su entusiasmo, desabrochando torpemente sus pantalones. Sus manos se cerraron en torno a él. Se tambaleó, y cayeron juntos al suelo. Nunca se había sentido tan desesperado. Ella era increíble. Movió sus manos arriba y abajo por toda su longitud, levantando su falda.
Estaba desnuda debajo del vestido blanco. El tacto de su piel descubierta fue increíblemente erótico. Su erección aumentó dolorosamente contra la mano de ella.
Él se puso de espaldas y ella se situó encima de él. Agarró sus caderas, guiándola.
Cerró los ojos mientras la urgencia de la pasión les rodeaba.
Después, mientras la sujetaba, se preguntó cómo había sobrevivido estos días sin ella.
Otoño en Londres, 1888.
Habiendo llegado recientemente a Londres, la heredera estadounidense Megan Montgomery estaba viviendo en un apartamento en la plaza St. James. Los apartamentos contiguos estaban ocupados por un joven doctor y su esposa, Peter y Laura Austin
Eran simpáticos, y acogedores, y Megan se encontró a si misma pasando más y más tiempo con ellos. Cuando pasó la primavera, ella y Laura se habían hecho muy buenas amigas. Le habló a Laura sobre su casa ancestral en Nueva Orleans y cómo todas herederas Montgomery utilizaban su tiempo en estudiar moda en el extranjero hasta que regresaban a Nueva Orleans para tomar las riendas del negocio familiar. Su madre había dejado Nueva Orleans durante la Guerra Civil estadounidense debido a la muerte de un amigo íntimo, y había conocido al padre de Megan en una feria en York. Megan había estado en la ciudad de Nueva York y en Chicago e incluso en San Francisco, pero no había vuelto todavía a Nueva Orleans para hacerse cargo de su herencia. Con ambos padres muertos ahora, regresaría pronto a los Estados Unidos para siempre.
Laura, por su lado, le habló a Megan sobre su propia vida. Peter había nacido en una familia adinerada y aristocrática que nunca lo había perdonado por casarse con ella, la hija del párroco de una iglesia pobre. Había crecido sin dinero pero con mucho amor; Peter había crecido con dinero y expectativas. Habiendo conocido a Laura mientras él cuidó de su padre en su lecho de muerte, Peter había optado por el amor.
Un amigo que estaba viajando por el continente le había prestado el apartamento de la Plaza de St. James a Austin para su uso durante los próximos tres años así que, a pesar de su evidente opulencia, eran pobres como ratas de iglesia.
―Peter es un doctor excelente, pero es incluso más excelente como hombre ―Laura la aseguró orgullosamente. Luego suspiró.―Está desesperadamente determinado a ayudar a aquellos que están totalmente en la miseria, en los barrios pobres y desgraciados de Londres. Cree se debe hacer algo debido a la terrible pobreza que había, especialmente en el East End.
Inmediatamente el corazón de Megan se compadeció de Peter y de Laura. Ella había visto muchísimo. La guerra, la pobreza, el sufrimiento... Pero en la rígida sociedad de la Inglaterra victoriana, vio una tristeza como no la había visto anteriormente.
Laura acompañaba a su marido a menudo en sus visitas caritativas a la sórdida inmundicia del East End. Pero llegando el verano, estaba muy pesada con su primer embarazo, y Megan insistió en cambiarse por su amiga.
―¡Pregunta a Peter! La zona está llena de plagas y enfermedades. Laura, por tu salud, por el bebé, debes quedarte al margen ―Megan la dijo.
Así que Megan empezó a acompañar a Peter.
En el East End encontró un horror patético a diferencia de lo que había visto en América o en Francia o en cualquier otro sitio al que hubiera viajado. No es que hubiera estado ciega a la pobreza y al sufrimiento antes, pero aquí, las madres con niños tenían camas para diez y doce en una habitación diminuta e infestada de ratas. Las ventanas rotas sin reparar, las aguas residuales eran lanzadas a las calles, y las mujeres se lanzaban a la prostitución por unos pocos peniques necesarios sólo para tener un camastro en una habitación, o una pensión de mala muerte, en la calle.
Hombres y mujeres bebían por igual a todas horas. Aunque el trago robara el dinero necesario para una cama, la ginebra era, comparativamente, barata. La ginebra podía suavizar los bordes de la miseria de la vida, moderar el tono de la suciedad y el deterioro, hacer olvidar, aunque solo fuera por un tiempo, que vivían sin esperanza.
Peter era un santo, determinó Megan. Trabajaba durante las horas de oficina en el apartamento de Austin durante el día, y trabajaba todas horas de la noche, dejando el apartamento muy tarde algunas veces para cuidar de los niños, los alcohólicos, y las madres embarazadas del East End. Cuidaba de los hombres y las mujeres interrumpiendo las peleas de barra de borrachos, a las mujeres golpeadas, y a las putas. Lo hacía sin juzgar, dando discretamente el nombre de un amigo que podría necesitar ayuda doméstica a un hombre o mujer, si parecía que él o ella estaban tratando realmente de encontrar un camino de rehacer su vida fuera la calle. Dio ropa y juguetes que habían sido dejados en su apartamento como pago de pacientes que estaban al tanto de su doble vida
El embarazo de Laura fue difícil. Peter empezó a pasar más tiempo en casa, pero eso simplemente servía para derrotar a Laura. Peter debía de mantenerse ocupado, dijo, y Megan la prometió que seguiría ayudando; se alegraba de estar ocupada.
Una noche en la mitad de un verano lluvioso y fresco, Megan se encontraba sentada en una mesa del bar con Peter, hablando.
―En mi caso... me siento atraído aquí ―la dijo. ―Soy un médico con un don para sanar, creo. Siento que debo hacer algo. Pero Megan, ¡Usted es rica, joven y hermosa! Usted tiene que encontrar una vida con un buen hombre que la quiera. Usted no encontrará un hombre adecuado aquí.
Ella sonrío.
―Ya he estado enamorada.
―¿Y?
―Él murió ―dijo suavemente.
―Habrá otro…
―No, nunca. Él nunca podrá volver de nuevo.
―Ah, pero quizás…
―No tengo ningún deseo de estar enamorada, gracias. Soy más mayor que usted, confíe en mí. Conozco mi propia mente, y soy feliz trabajando con usted, y ayudando a Laura.
Él bajó su cabeza. Y se rompió y lloró. Estaba tan preocupado por Laura. Megan trató de calmarle y darle seguridad. Consiguió controlarse a sí mismo, tragó una pinta de cerveza negra, y se disculpó.
―¡Y aquí la tengo bebiendo con un hombre en este tipo de establecimiento! Dice que no quiere encontrar a un hombre apropiado, pero no obstante, arruinaré reputación.
―No estoy para nada preocupada por mi reputación; soy una estadounidense rica ―le dijo, riéndose. Luego añadió muy seriamente, ―Peter, realmente no me importa en lo más mínimo. ¿Ve?, ¡No soy una dama victoriana! ¡Puedo decir palabrotas si me apetece, y encuentro esto detestable! Usted me ha hecho sentir tan apasionada por la reforma. Se espera mucho más en el comportamiento de las personas, ¡La nobleza y la realeza tienen sus grandes bailes, y la gente habla de esa manera, y el té se sirve de esa manera… y todo este sufrimiento se olvida! Le juro que estoy feliz de trabajar con usted, y encantada de tener a Laura como amiga.
―Sí, es posible que nosotros podamos ser los mejores amigos ―dijo Peter con gravedad después de un momento.
―Sí.
Sacudieron sus manos. Peter fue a por una pinta más.
Megan fue repentinamente asaltada por una atracción extraña. Frunciendo el ceño, se puso de pie despacio, no por su propia voluntad. Salió fuera de la casa pública, y anduvo por el camino. Allí, vio a un hombre. La neblina se arremolinaba baja, en el suelo; aquí las farolas eran débiles, las sombras enormes.
Apareció elegantemente alto y delgado, parecido a Peter con un sombrero alto y una capa negra.
Llevaba una bolsa negra de médico. En la distancia, podría haber sido Peter. Pero supo inmediatamente que no lo era.
Tenía el pelo rojizo, y se había dejado crecer en la cara bigotes rojizos, muy de moda en estos días. Se rió cuando la vio mirándolo fijamente, y pareció cerrar la distancia entre ellos, realmente, sin caminar.
―Vaya, este es un ángel, un ángel de misericordia ―dijo, tocando su mejilla. Sus dedos tenían una fuerza tremenda.
Sintió frio. Más frío que la muerte. Pero ella era fuerte también, y se separó.
―Ven conmigo.
―Eres un tonto. Te desprecio, te despreciaré siempre. Vete a rondar a algún otro lugar.
―Tomando a un amante casado, Megan ¿No?
―Es un amigo, un concepto sobre el que tú no sabes nada.
―El concepto que tú no comprendes es lo que tú eres.
Inspiró y expiró. Despacio.
―No, estas equivocado. Tengo un concepto perfecto de lo que soy. Conozco mis puntos fuertes y conozco mis debilidades. Lo que tú eres no es del todo necesario.
Él agitó su cabeza.
―Los lobos cazan y matan para sobrevivir. Los leones en África acechan a su presa. No somos diferentes.
―Somos diferentes; no somos animales.
―Me permito disentir. Lo somos.
―Eres un ser cruel, y nunca tendré nada que ver contigo.
Ella comenzó a girarse, pero él agarró su brazo, arrastrándola de vuelta.
―Tal vez podrías cambiarme. Maldita sea, podríamos gobernar el mundo juntos. Podríamos tener a centenares temblando de miedo, podríamos cambiar la historia, los acontecimientos…
―No, podríamos provocar la muerte de toda nuestra especie. Y no quiero gobernar el mundo. Yo...
Él estaba soñando, y sabía que estaba soñando, pero era muy real. Trató de luchar contra ello; despertarse.
Estaba montando a caballo. Un apuesto caballo castrado gris que se movía con la velocidad del relámpago.
Por todas partes él podía escuchar el estruendo de los casos de la bestia. Montaba duro, sabiendo que todo dependía de su capacidad de encontrar y derrotar a su enemigo. Sintió al caballo, sintió el calor del día, sintió el sudor goteando hacia su cuello. Vestía de lana, y el sol era despiadado.
Entonces se escuchó a sí mismo. Estaba lanzando alguna clase de grito fuerte y agudo, un sonido que era terrible y despiadado, y lo sobresaltó tan gravemente que...
Se despertó, peleando contra los vestigios del sueño. Oh, ¡Guau! Había estado cabalgando. No había sabido a donde estaba yendo, solamente que estaba buscando a un enemigo.
Grande. Tal vez podría ir a galopar por las calles de Nueva Orleans y atrapar al asesino.
Se estiró, consciente de que se había quedado dormido sobre el sofá, mirando fijamente su pantalla de televisión. Debía de haber estado soñando con víctimas de homicidios. Agradecidamente, sin embargo, las noticias sobre el más reciente hallazgo habían sido transmitidas cuidadosamente a la prensa, y por algún milagro, los presentadores de noticiarios estaban siendo responsables y el pánico podría ser mantenido al mínimo.
Por el momento, sin embargo, fueron dos prostitutas y un proxeneta los que habían sido asesinados. A las mayorías morales les gustaba creer que tal asesino nunca sería una amenaza para las personas decentes. Tal vez eso estaba ayudando a contener el pánico, manteniendo la mayoría de la ciudad medio cuerda. De nuevo, Nueva Orleans era una ciudad encariñada con el pecado, los tipos de pecado perdonables. Y Dios sabía que, muy pronto, el pueblo vería a las víctimas como seres humanos, y no como pecadores. Y demasiado pronto, la ciudad entera se levantaría en armas.
Se puso tenso, estirándose, recordándose a sí mismo que ahora podría tener una oportunidad de atrapar al asesino. Tenía el retrato robot de la cara del hombre hecha por un retratista, y tenía a Mamie en su lugar de trabajo, esperando, observando.
Se puso de pie, entró en la cocina, y cogió una botella de cerveza. Miró alrededor, y sintió los ojos agotados.
Joseph poseía la vieja construcción de ciento cincuenta y cinco años en la que vivía, sobre la calle Conte, en el corazón de la ciudad. Estaba en buen estado, pero no demasiado, porque aunque podía poner cualquier tiempo libre o esfuerzo en él, había alquilado la planta baja a un amigo de su hermana que dirigía uno de los restaurantes Cajún más elegantes de la ciudad. Agradecido con Joseph, porque le había regalado el alquiler de los primeros seis meses gratis cuando empezó su negocio, Danielle Bonet, se aseguró de que el sitio fuera pintado, puso un tejado nuevo, y reparó cualquier sugerencia por más leve que fuera el problema. También envió a su propia encargada de la limpieza dos veces a la semana, enviaba cosas deliciosas para comer, y se aseguraba de que sus obturadores, cortinas, y el acolchado fueran mantenidos en buen estado. Debido a ella, sus habitaciones en la ciudad eran consecuentemente agradables, y la casa era un refugio de la oficina y del mundo.
Levantó su botella de cerveza.
―Por ti, Danielle. Gracias.
Anduvo despacio dando algunos sorbos largos de cerveza, sintiéndose intranquilo. Había cosas que podía hacer. Ya había estado en la habitación del hotel donde la víctima más reciente había sido asesinada. Estaba inmaculada. Expertos de pruebas habían tomado numerosas muestras, sin embargo, aun los estaban analizando.
También habían encontrado pequeñas cantidades de sangre, y una verdadera lluvia de semen. Aunque era difícil imaginar que tal violento homicidio pudiera haber ocurrido allí, y haber sido limpiado tan bien.
Había otras cosas que podía hacer. Podía salir a pasar el rato en el bar de Mamie, mirar, y esperar. Podía entrevistar a más empleados del hotel. Pero había sentido que estaba girando sin sentido, que estaba exhausto, que necesitaba el descanso de una noche.
Ahora, estaba deseando estar en el bar.
Se sobresaltó cuando sonó su timbre. De un pésimo humor para tener compañía, respondió a la puerta mientras estaba en pantalones cortos, descalzo, con su botella de cerveza en la mano, su pelo desaliñado y los dos primeros botones de su vaquero desabrochados.
Por ello estuvo completamente asombrado al abrir la puerta y encontrar a ___(Tn) Montgomery esperando en su entrada.
Él arqueó su ceja.
Ella se ruborizó.
―Yo... sólo vine para decirte que lo siento.
―¿Oh?
No abrió la puerta para que ella pudiera entrar. Se sentía muy precavido. Todavía dolido.
―Me enteré de la tercera víctima. Lo siento tanto.
―¿Lo hiciste tú?
―¿Qué?
―¿Lo hiciste tú?
―No, ¡Por supuesto que no!
―Entonces ¿Por qué lo sientes?
Ella levantó sus manos, aparentemente perdida. Mirando como si estuviera a punto de darse la vuelta.
―Estoy apenada por la pérdida humana, y ciento que esto haga la vida todavía más dura para ti.
Ella se veía como un millón de dólares. Vestía de blanco esta noche, un vestido blanco sin mangas que mostraba su perfecto bronceado y sus largas piernas. Su pelo era como el fuego oscuro contra él. Olía deliciosa. Ella empezó a girarse.
Se iba a marchar.
―¿Por qué estás realmente aquí? ―Él exigió secamente.
―¿Qué?
Ella se dio la vuelta completamente.
―¿Por qué estás realmente aquí?
―¡Qué bonito, qué agradable, por qué no!... Entra por favor, si puedo ofrecerte un poco de vino, una botella de cerveza, cómo has estado...
―Sin delicadezas. No me gustaría involucrarme demasiado. ―la dijo secamente. ―Me pediste que dejara tu casa, ¿Recuerdas? Así que, ¿Qué estás haciendo aquí?
―Si vas ser descortés y ofensivo…
―Nunca dije que fuera atento. Sólo te quiero de frente, en voz alta. ¿Qué estás haciendo aquí?
Ella vaciló, entonces se dio cuenta que no veía ninguna otra opción que ser tan franca e insensible como él.
―Bien, francamente, el sexo. Fue fenomenal. Pero si estás ocupado... o contento con tu botella de cerveza, puedo volver en un mejor momento.
―No hay mejor momento como el presente ―le dijo. Entonces extendió su mano y tiró de ella hacia dentro del apartamento. Buscó a tientas la mesa del salón con el propósito de depositar su botella de cerveza. Luego la arrastró entre sus brazos.
Ella le devolvió su entusiasmo, desabrochando torpemente sus pantalones. Sus manos se cerraron en torno a él. Se tambaleó, y cayeron juntos al suelo. Nunca se había sentido tan desesperado. Ella era increíble. Movió sus manos arriba y abajo por toda su longitud, levantando su falda.
Estaba desnuda debajo del vestido blanco. El tacto de su piel descubierta fue increíblemente erótico. Su erección aumentó dolorosamente contra la mano de ella.
Él se puso de espaldas y ella se situó encima de él. Agarró sus caderas, guiándola.
Cerró los ojos mientras la urgencia de la pasión les rodeaba.
Después, mientras la sujetaba, se preguntó cómo había sobrevivido estos días sin ella.
Otoño en Londres, 1888.
Habiendo llegado recientemente a Londres, la heredera estadounidense Megan Montgomery estaba viviendo en un apartamento en la plaza St. James. Los apartamentos contiguos estaban ocupados por un joven doctor y su esposa, Peter y Laura Austin
Eran simpáticos, y acogedores, y Megan se encontró a si misma pasando más y más tiempo con ellos. Cuando pasó la primavera, ella y Laura se habían hecho muy buenas amigas. Le habló a Laura sobre su casa ancestral en Nueva Orleans y cómo todas herederas Montgomery utilizaban su tiempo en estudiar moda en el extranjero hasta que regresaban a Nueva Orleans para tomar las riendas del negocio familiar. Su madre había dejado Nueva Orleans durante la Guerra Civil estadounidense debido a la muerte de un amigo íntimo, y había conocido al padre de Megan en una feria en York. Megan había estado en la ciudad de Nueva York y en Chicago e incluso en San Francisco, pero no había vuelto todavía a Nueva Orleans para hacerse cargo de su herencia. Con ambos padres muertos ahora, regresaría pronto a los Estados Unidos para siempre.
Laura, por su lado, le habló a Megan sobre su propia vida. Peter había nacido en una familia adinerada y aristocrática que nunca lo había perdonado por casarse con ella, la hija del párroco de una iglesia pobre. Había crecido sin dinero pero con mucho amor; Peter había crecido con dinero y expectativas. Habiendo conocido a Laura mientras él cuidó de su padre en su lecho de muerte, Peter había optado por el amor.
Un amigo que estaba viajando por el continente le había prestado el apartamento de la Plaza de St. James a Austin para su uso durante los próximos tres años así que, a pesar de su evidente opulencia, eran pobres como ratas de iglesia.
―Peter es un doctor excelente, pero es incluso más excelente como hombre ―Laura la aseguró orgullosamente. Luego suspiró.―Está desesperadamente determinado a ayudar a aquellos que están totalmente en la miseria, en los barrios pobres y desgraciados de Londres. Cree se debe hacer algo debido a la terrible pobreza que había, especialmente en el East End.
Inmediatamente el corazón de Megan se compadeció de Peter y de Laura. Ella había visto muchísimo. La guerra, la pobreza, el sufrimiento... Pero en la rígida sociedad de la Inglaterra victoriana, vio una tristeza como no la había visto anteriormente.
Laura acompañaba a su marido a menudo en sus visitas caritativas a la sórdida inmundicia del East End. Pero llegando el verano, estaba muy pesada con su primer embarazo, y Megan insistió en cambiarse por su amiga.
―¡Pregunta a Peter! La zona está llena de plagas y enfermedades. Laura, por tu salud, por el bebé, debes quedarte al margen ―Megan la dijo.
Así que Megan empezó a acompañar a Peter.
En el East End encontró un horror patético a diferencia de lo que había visto en América o en Francia o en cualquier otro sitio al que hubiera viajado. No es que hubiera estado ciega a la pobreza y al sufrimiento antes, pero aquí, las madres con niños tenían camas para diez y doce en una habitación diminuta e infestada de ratas. Las ventanas rotas sin reparar, las aguas residuales eran lanzadas a las calles, y las mujeres se lanzaban a la prostitución por unos pocos peniques necesarios sólo para tener un camastro en una habitación, o una pensión de mala muerte, en la calle.
Hombres y mujeres bebían por igual a todas horas. Aunque el trago robara el dinero necesario para una cama, la ginebra era, comparativamente, barata. La ginebra podía suavizar los bordes de la miseria de la vida, moderar el tono de la suciedad y el deterioro, hacer olvidar, aunque solo fuera por un tiempo, que vivían sin esperanza.
Peter era un santo, determinó Megan. Trabajaba durante las horas de oficina en el apartamento de Austin durante el día, y trabajaba todas horas de la noche, dejando el apartamento muy tarde algunas veces para cuidar de los niños, los alcohólicos, y las madres embarazadas del East End. Cuidaba de los hombres y las mujeres interrumpiendo las peleas de barra de borrachos, a las mujeres golpeadas, y a las putas. Lo hacía sin juzgar, dando discretamente el nombre de un amigo que podría necesitar ayuda doméstica a un hombre o mujer, si parecía que él o ella estaban tratando realmente de encontrar un camino de rehacer su vida fuera la calle. Dio ropa y juguetes que habían sido dejados en su apartamento como pago de pacientes que estaban al tanto de su doble vida
El embarazo de Laura fue difícil. Peter empezó a pasar más tiempo en casa, pero eso simplemente servía para derrotar a Laura. Peter debía de mantenerse ocupado, dijo, y Megan la prometió que seguiría ayudando; se alegraba de estar ocupada.
Una noche en la mitad de un verano lluvioso y fresco, Megan se encontraba sentada en una mesa del bar con Peter, hablando.
―En mi caso... me siento atraído aquí ―la dijo. ―Soy un médico con un don para sanar, creo. Siento que debo hacer algo. Pero Megan, ¡Usted es rica, joven y hermosa! Usted tiene que encontrar una vida con un buen hombre que la quiera. Usted no encontrará un hombre adecuado aquí.
Ella sonrío.
―Ya he estado enamorada.
―¿Y?
―Él murió ―dijo suavemente.
―Habrá otro…
―No, nunca. Él nunca podrá volver de nuevo.
―Ah, pero quizás…
―No tengo ningún deseo de estar enamorada, gracias. Soy más mayor que usted, confíe en mí. Conozco mi propia mente, y soy feliz trabajando con usted, y ayudando a Laura.
Él bajó su cabeza. Y se rompió y lloró. Estaba tan preocupado por Laura. Megan trató de calmarle y darle seguridad. Consiguió controlarse a sí mismo, tragó una pinta de cerveza negra, y se disculpó.
―¡Y aquí la tengo bebiendo con un hombre en este tipo de establecimiento! Dice que no quiere encontrar a un hombre apropiado, pero no obstante, arruinaré reputación.
―No estoy para nada preocupada por mi reputación; soy una estadounidense rica ―le dijo, riéndose. Luego añadió muy seriamente, ―Peter, realmente no me importa en lo más mínimo. ¿Ve?, ¡No soy una dama victoriana! ¡Puedo decir palabrotas si me apetece, y encuentro esto detestable! Usted me ha hecho sentir tan apasionada por la reforma. Se espera mucho más en el comportamiento de las personas, ¡La nobleza y la realeza tienen sus grandes bailes, y la gente habla de esa manera, y el té se sirve de esa manera… y todo este sufrimiento se olvida! Le juro que estoy feliz de trabajar con usted, y encantada de tener a Laura como amiga.
―Sí, es posible que nosotros podamos ser los mejores amigos ―dijo Peter con gravedad después de un momento.
―Sí.
Sacudieron sus manos. Peter fue a por una pinta más.
Megan fue repentinamente asaltada por una atracción extraña. Frunciendo el ceño, se puso de pie despacio, no por su propia voluntad. Salió fuera de la casa pública, y anduvo por el camino. Allí, vio a un hombre. La neblina se arremolinaba baja, en el suelo; aquí las farolas eran débiles, las sombras enormes.
Apareció elegantemente alto y delgado, parecido a Peter con un sombrero alto y una capa negra.
Llevaba una bolsa negra de médico. En la distancia, podría haber sido Peter. Pero supo inmediatamente que no lo era.
Tenía el pelo rojizo, y se había dejado crecer en la cara bigotes rojizos, muy de moda en estos días. Se rió cuando la vio mirándolo fijamente, y pareció cerrar la distancia entre ellos, realmente, sin caminar.
―Vaya, este es un ángel, un ángel de misericordia ―dijo, tocando su mejilla. Sus dedos tenían una fuerza tremenda.
Sintió frio. Más frío que la muerte. Pero ella era fuerte también, y se separó.
―Ven conmigo.
―Eres un tonto. Te desprecio, te despreciaré siempre. Vete a rondar a algún otro lugar.
―Tomando a un amante casado, Megan ¿No?
―Es un amigo, un concepto sobre el que tú no sabes nada.
―El concepto que tú no comprendes es lo que tú eres.
Inspiró y expiró. Despacio.
―No, estas equivocado. Tengo un concepto perfecto de lo que soy. Conozco mis puntos fuertes y conozco mis debilidades. Lo que tú eres no es del todo necesario.
Él agitó su cabeza.
―Los lobos cazan y matan para sobrevivir. Los leones en África acechan a su presa. No somos diferentes.
―Somos diferentes; no somos animales.
―Me permito disentir. Lo somos.
―Eres un ser cruel, y nunca tendré nada que ver contigo.
Ella comenzó a girarse, pero él agarró su brazo, arrastrándola de vuelta.
―Tal vez podrías cambiarme. Maldita sea, podríamos gobernar el mundo juntos. Podríamos tener a centenares temblando de miedo, podríamos cambiar la historia, los acontecimientos…
―No, podríamos provocar la muerte de toda nuestra especie. Y no quiero gobernar el mundo. Yo...
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Se desprendió, repentinamente dolorida.
―¿Tú qué?
―Todo lo que alguna vez he querido es una vida normal ―susurró. ―Una familia, una casa.
Se dio la vuelta y empezó a alejarse.
―¡Vuelve aquí!, ¡Te estoy hablando!
Ella le ignoró. Con ira, él se puso de pronto a su lado, empujando su espalda contra la pared con una tremenda potencia. Luchó contra él, pero era muy fuerte. Apretada contra la pared, descubrió repentinamente que tenía un cuchillo muy afilado contra su garganta.
―¿Qué es esto? ¿Qué tienes contra mí? Kevin te obligó a él, y quedaron como amigos. ¿No debo hacer lo mismo? ¿Obligarte con la fuerza superior de una multitud de décadas? ¿Forzarte a aprender, para que veas lo que eres? ¿Para mostrarte que somos tan necesarios como las hienas, los buitres, las águilas o los lobos? ¡Mira a tu alrededor… el mundo es una letrina, y hay muchos que deberían de dar la bienvenida a un beso de gracia!
―Déjame ir, ahora.
―Podría matarte. Cortar tu cabeza.
―Entonces Kevin y los otros estarían forzados a destruirte.
―¡Kevin es el Rey ahora, pero cada vez me vuelvo más y más fuerte! ¡Kevin ha perdido su sed de sangre, y piensa que puede constituirnos en una sociedad de intelectuales eruditos! ¡Ah! Kevin se caerá de su poderoso pedestal, porque somos animales. Como los hombres buscan el ganado, nosotros buscamos a los hombres.
―¡Déjame ir!
En ese momento, Peter salió del bar, llamándola por su nombre.
―¿Megan?
Se encontró de repente sola en la arremolinada niebla. Corrió hacia Peter, explicándole que había creído escuchar un grito en las calles, pero que había estado equivocada. Empezaron a caminar, buscando un coche. Escucharon los sonidos de los cascos de las pezuñas de caballos, pero la niebla había crecido tal alta que no podían ver.
―Sólo miraré al doblar la esquina...―dijo Peter.
Megan esperó. Esperó y esperó. Peter no venía. Con terror, empezó a buscarlo.
Cuarenta y cinco minutos después, lo encontró, desplomado contra un edificio.
Miró instantáneamente hacia su garganta, y se echó para atrás, respirando más fácilmente. Estaba limpio. Estaba a punto de pedir ayuda cuando él gimió y volvió en sí.
―Megan... dulce Señor, Megan, te dejé sola en este horrible lugar y yo…¡Me desmayé!... ¿Qué está mal en mí? ¿Demasiadas horas? ¿Estoy perdiendo mi cabeza?
―Solo fue un desmayo, Peter, nada más. Vamos, está casi amaneciendo. Si Laura se despierta, estará preocupada.
Se fueron a casa. La luz había llegado. Era temprano en la mañana; el sol se elevó. Durmió profundamente, hasta que sintió una llamada con un poder diferente a cualquiera que ella hubiera experimentado en muchos años. Y se encontró de pronto ante Kevin, que manifestaba una fría y real furia. Aaron Carter también estaba ahí. Estuvo agradecida al darse cuenta de que la cólera de Kevin estaba dirigida a Aaron.
―Tientas al destino con los juegos a los que juegas, Carter. Durante siglos hemos elaborado nuestras reglas, y la primera es que se dejamos a cada uno llevar su vida como elija, y guardamos las distancias. Déjala en paz. El mundo es un vasto lugar cuando nos damos cuenta de que quizás, no somos nada más que unos cuantos miles, y el mundo es muy grande.
―¡Podíamos ser muchos más! ―Aaron argumentó.
Kevin agitó su cabeza.
―Si no hubiera ninguna regla, ¡No habría comida!
―¡Kevin! ¡Eres un tonto si piensas que puedes convertir a leones en corderos! ―Aaron le dijo.
―¡Los leones fallecen si se comen a todos los corderos! Estamos presos en el equilibrio de la vida como todas las criaturas; ¡Las leyes fueron escritas por los antiguos, criaturas que existieron incluso antes de mi tiempo! Y mis preferencias no son nada de tu incumbencia, excepto que tú eres el tonto si no puedes ver que el mundo está cambiando. Quizás no en esta década o en la próxima, pero todos los años el mundo se mueve lentamente, más cerca de una tecnología más avanzada, y si no aprendemos a vivir con eso, estamos condenados. Te lo advierto, no dejes que esta pelea pueda afectar a nuestro mundo. ¡Y recuerda! Si alguno de ustedes trata de destruir al otro, será condenado por sus semejantes en masa, y el infierno será todo que les aguarde —si esos fuegos realmente existen.
Aaron arremetió furiosamente.
―¡Tú tomaste lo que querías, Kevin! ¿Por qué yo no puedo?
―Cada nueva esencia debe tener un profesor; yo fui eso con Megan. Ha aprendido. Ha hecho sus elecciones; es una entidad con su propio derecho.
―¿De veras? ¿Porque tú has tenido lo que quieres, Kevin? ¿Porque te llamas a ti mismo rey?
―Soy rey, porque conozco la diferencia entre el deseo y el exceso. He sobrevivido, porque sé que hay límites a la cordura, incluso en nuestro mundo. ¿Me pones a prueba, Aaron? ¿Me perseguirías? Ven… ¡Ven y enfréntate a mí!
Kevin habló tranquilamente. Levantó sus manos, curvando su labio, e invitó a Aaron a que provocara la lucha entre los dos.
―El día llegará, Kevin, lo juro.
―El día llegará cuando tus sádicos excesos provoquen tu destrucción.
Aaron vociferó algunas palabrotas, y miró fijamente Megan. La señaló con el dedo.
―¡Tú también tendrás tu día! ―Prometió, y desapareció entonces, en un torbellino de niebla en espiral.
Kevin se encogió de hombros.
―Bien, se ha ido. Por el momento.
―Gracias ―dijo suavemente.
Él asintió con la cabeza.
―Tengo debilidad por ti, lo sabes. Incluso si tontamente prefieres a los mortales. Llegará un momento en que te des cuenta de que no debería de ser así. Y yo estaré allí. Esperando.
Se rió suavemente.
―Esperando… con tu harén.
―Ouch, no es justo.
―Absolutamente justo.
―Todavía te amo, lo sabes.
―Kevin, según tus propias palabras, tú no crees en el amor. Me deseas… pero solamente durante los segundos en que te lleva encontrar un nuevo entretenimiento.
Kevin se rió.
―Quizás. Sin embargo, tengo ese cariño por ti.
Vaciló.
―Kevin...
―¿Qué?
―Alec...
Kevin frunció el ceño. Había pasado mucho tiempo desde que había mencionado a Alec.
―¿Sí?
―Alec creía en el amor. Antes... antes de que fuera cambiada, era como si él creyera que podríamos tener una vida…
―Tú tienes una vida.
―No. Una vida normal. Con la muerte al final. Me dijo que el amor era el poder más grande sobre la tierra, que la única libertad verdadera sobre la tierra era estar enamorado.
―Era un romántico. Un creyente de los cuentos de hadas. Un joven hermoso y poético. Y está muerto. Tendido sobre su leyenda. Ten cuidado con Aaron. Es fuerte ―la advirtió.
―Quizás ―le dijo a Kevin. ―Pero bueno, también yo. También yo.
Se despertaron juntos el sábado por la mañana. ___(Tn) puso el café antes de ducharse, y estaba listo cuando Sean finalmente se arrastró fuera de la cama. Estaba delicioso. Mientras lo sorbía, observó a ___(Tn) escarbando en su frigorífico. No vestía nada más que una de sus camisas a medida. Los faldones le llegaban a media pierna. Su pelo estaba alborotado, se veía grandioso. Se apoyó contra el frigorífico, observándola.
Ella dejó salir un suspiro del placer, luego lo miró fijamente, totalmente sorprendida.
―No puedo creerlo.
―¿Qué?
―Tu frigorífico está bien abastecido.
―Oh, eso ―murmuró, luego se encogió de hombros ―Danielle se encarga de abastecerme.
―¿Danielle? ―Preguntó.
Él asintió con la cabeza.
―Una amiga. Posee el restaurante de abajo. Fue al colegio con mi hermana.
―Oh ―___(Tn) murmuró, estudiándolo. Él decidió no decirla que aunque Danielle se había convertido en una mujer muy hermosa, habían sido amigos con su hermana menor Mary durante tanto tiempo, que se sentiría incestuoso si alguna vez le diera algo más que un abrazo fraternal.
―Bien.―___(Tn) regresó al frigorífico. ―¿Te importa si cocino? ¿Tortillas de huevo, gachas, y panecillos ingleses?
―Será un pedacito de cielo ―la aseguró. Quería mirarla, pero terminó su café y apoyó su taza. ―Voy a ducharme ―le dijo. ―No estoy seguro de qué nos traerá el día.
―¿Tienes que ir a la oficina, o la morgue?
Negó con la cabeza.
―Creo que voy a pasar el día en un bar.
―¿Oh?
―Te lo contaré mientras comemos.
Afeitado, duchado y en vaqueros con una camisa de algodón con las mangas enrolladlas, Joseph la habló sobre su más reciente víctima, mientras estaba sentado al otro lado de la mesa de la cocina picoteando una tortilla de huevo.
―De todos modos, he conseguido una pista real, un retrato robot del aspecto de ese hombre.
___(Tn) lo estaba mirando fijamente, con una tostada en su mano.
―¿Un retrato robot?
―Bueno, ya te dije que el tipo cenó en el local de Mamie y preguntó por una acompañante. Mamie hizo los arreglos. Parece que Bessie Girou fue asesinada en esa habitación de hotel, y luego su cuerpo fue arrojado al pantano.
―¿Cómo piensas que el asesino se las arregló para salir fuera de la habitación del hotel con un cuerpo goteando sangre? ―___(Tn) preguntó.
―No lo sé.
―Tal vez el tipo del bar no fue su asesino. Tal vez tuvo una visita después de que él se fuera.
―Puede ser. ___(Tn), ¿Qué estás tratando de hacer? ¿Hacer trizas mi frágil gota de esperanza? ―Él reclamó. Lo que ella estaba diciendo era posible; lo sabía suficientemente bien. No importaba. Tenían un sospechoso, y estaría condenado si no peinara la ciudad tratando de encontrarlo.
Los ojos de ella estaban posados sobre su comida.
―Supongo que sólo estoy tratando de no perder de vista la perspectiva―dijo suavemente. ―¿Tienes una copia del bosquejo de ese sospechoso?
―Sí, la ciudad completa debe de tener una copia.
―¿Qué?
―Un momento―dijo.
Dejó la mesa y abrió la puerta del apartamento. Su periódico estaba depositado justo afuera y lo cogió. Los titulares decían: Posible Gran Oportunidad en el caso del Destripador: ¿Ha visto usted a este hombre?
Lanzó el periódico frente a ___(Tn). Ella lo miró fijamente. Él no podía ver sus ojos, pero por alguna razón, la manera en que miraba el periódico lo perturbó.
―¿Alguien a quien conoces? ―Él exigió.
Negó con la cabeza, sin mirarle.
―No... no.
―Ah. Bien, de todos modos, pensaba que a tal vez te gustaría pasar un día informal conmigo.
Ella miró hacia arriba por fin. Había algo cuidadosamente cauto en su expresión.
―¿Un día informal? Pensé que…
―Solo demos un largo y tranquilo paseo alrededor del Vieux Carre. Ya sabes. Disfrutar de la arquitectura. Tomar un café con leche, oler las flores, sentarnos junto al río. Después del mediodía, podemos ir hacia Mamie's y tomar una copa en el bar. Alcanzar a ver algo de algún partido de pretemporada en la TV del bar, y luego tomar una larga y elegante cena. ¿Qué te parece?
Ella asintió con la cabeza.
―Supongo que vamos a estar atentos por si aparece este hombre.
―Sí.
Le devolvió el periódico.
―Sabes, en cuanto vea esta semejanza del retrato en sí mismo, bien podría darse media vuelta y correr a otra ciudad.
―No lo creo.
―¿Por qué?
―Pienso que es un tipo que disfruta burlándose de la policía. La mitad de la emoción está en saber que debemos de estar tras su estela, pero que estamos dando tumbos como idiotas en la oscuridad. También podemos ir caminando al hotel, echar un vistazo a la habitación, y hablar con algunos empleados más. ¿Vienes? No tengo derecho a arrastrarte por delante, lo sabes. Puedes irte a tu plantación por el día y tomar un poco el sol. Pero disfrutaría de tu compañía.
―Umm, no soy realmente una amante del sol. Y odio la idea de verte sólo, caminando sin mi compañía.
―¿Oh?
―Bien ―dijo alegremente, ―tengo la impresión de que hay otras mujeres que no podrían encontrar la tarea demasiado estimulante... Y francamente, como dije...―sus ojos tocaron los suyos por encima del borde de su taza de café —el sexo es realmente demasiado bueno para ponerlo en peligro.
―Ah.
Extendió la mano al otro lado de la mesa, encontrando los dedos de ella, cerrando su mano alrededor de ellos.
Entonces, de repente, se estaba levantado y arrastrándola hacia él. Ella estaba desnuda debajo de la camisa hecha a medida. Los botones se abrieron fácilmente. Sus manos estaban por todas partes.
Lo hicieron en el sofá del salón. Ella tiró de los botones de sus vaqueros. Su erección estaba doblada en la extensión de su ropa. Eran sólo buen sexo.
Qué Dios lo ayudara, era mucho más.
Más tarde, con ella curvada sobre su pecho, miró fijamente al techo preguntándose otra vez cómo había sobrevivido estos días sin ella.
Bien, ahora la tenía.
¿Cómo diablos la retendría? Incluso en sus brazos, parecía escurridiza. Y misteriosa.
―Necesito una ducha ―murmuró contra su carne. ―Sólo por un minuto.
Con gracia y agilidad, se puso de pie y se fue. Escuchó el agua correr. En unos minutos regresó, llevando su vestido blanco, con su piel bronceada brillando maravillosamente, con su pelo rojo suelto sobre sus hombros.
―¿Listo?
―Dame dos minutos―la dijo.
―¿Dos minutos?
―Está bien, cinco.
Pero realmente se lavó y se arregló con rapidez. Estaba temeroso de dejarla fuera de su vista durante mucho tiempo.
Preocupado porque desapareciera. En el aire. En la niebla.
―¿Tú qué?
―Todo lo que alguna vez he querido es una vida normal ―susurró. ―Una familia, una casa.
Se dio la vuelta y empezó a alejarse.
―¡Vuelve aquí!, ¡Te estoy hablando!
Ella le ignoró. Con ira, él se puso de pronto a su lado, empujando su espalda contra la pared con una tremenda potencia. Luchó contra él, pero era muy fuerte. Apretada contra la pared, descubrió repentinamente que tenía un cuchillo muy afilado contra su garganta.
―¿Qué es esto? ¿Qué tienes contra mí? Kevin te obligó a él, y quedaron como amigos. ¿No debo hacer lo mismo? ¿Obligarte con la fuerza superior de una multitud de décadas? ¿Forzarte a aprender, para que veas lo que eres? ¿Para mostrarte que somos tan necesarios como las hienas, los buitres, las águilas o los lobos? ¡Mira a tu alrededor… el mundo es una letrina, y hay muchos que deberían de dar la bienvenida a un beso de gracia!
―Déjame ir, ahora.
―Podría matarte. Cortar tu cabeza.
―Entonces Kevin y los otros estarían forzados a destruirte.
―¡Kevin es el Rey ahora, pero cada vez me vuelvo más y más fuerte! ¡Kevin ha perdido su sed de sangre, y piensa que puede constituirnos en una sociedad de intelectuales eruditos! ¡Ah! Kevin se caerá de su poderoso pedestal, porque somos animales. Como los hombres buscan el ganado, nosotros buscamos a los hombres.
―¡Déjame ir!
En ese momento, Peter salió del bar, llamándola por su nombre.
―¿Megan?
Se encontró de repente sola en la arremolinada niebla. Corrió hacia Peter, explicándole que había creído escuchar un grito en las calles, pero que había estado equivocada. Empezaron a caminar, buscando un coche. Escucharon los sonidos de los cascos de las pezuñas de caballos, pero la niebla había crecido tal alta que no podían ver.
―Sólo miraré al doblar la esquina...―dijo Peter.
Megan esperó. Esperó y esperó. Peter no venía. Con terror, empezó a buscarlo.
Cuarenta y cinco minutos después, lo encontró, desplomado contra un edificio.
Miró instantáneamente hacia su garganta, y se echó para atrás, respirando más fácilmente. Estaba limpio. Estaba a punto de pedir ayuda cuando él gimió y volvió en sí.
―Megan... dulce Señor, Megan, te dejé sola en este horrible lugar y yo…¡Me desmayé!... ¿Qué está mal en mí? ¿Demasiadas horas? ¿Estoy perdiendo mi cabeza?
―Solo fue un desmayo, Peter, nada más. Vamos, está casi amaneciendo. Si Laura se despierta, estará preocupada.
Se fueron a casa. La luz había llegado. Era temprano en la mañana; el sol se elevó. Durmió profundamente, hasta que sintió una llamada con un poder diferente a cualquiera que ella hubiera experimentado en muchos años. Y se encontró de pronto ante Kevin, que manifestaba una fría y real furia. Aaron Carter también estaba ahí. Estuvo agradecida al darse cuenta de que la cólera de Kevin estaba dirigida a Aaron.
―Tientas al destino con los juegos a los que juegas, Carter. Durante siglos hemos elaborado nuestras reglas, y la primera es que se dejamos a cada uno llevar su vida como elija, y guardamos las distancias. Déjala en paz. El mundo es un vasto lugar cuando nos damos cuenta de que quizás, no somos nada más que unos cuantos miles, y el mundo es muy grande.
―¡Podíamos ser muchos más! ―Aaron argumentó.
Kevin agitó su cabeza.
―Si no hubiera ninguna regla, ¡No habría comida!
―¡Kevin! ¡Eres un tonto si piensas que puedes convertir a leones en corderos! ―Aaron le dijo.
―¡Los leones fallecen si se comen a todos los corderos! Estamos presos en el equilibrio de la vida como todas las criaturas; ¡Las leyes fueron escritas por los antiguos, criaturas que existieron incluso antes de mi tiempo! Y mis preferencias no son nada de tu incumbencia, excepto que tú eres el tonto si no puedes ver que el mundo está cambiando. Quizás no en esta década o en la próxima, pero todos los años el mundo se mueve lentamente, más cerca de una tecnología más avanzada, y si no aprendemos a vivir con eso, estamos condenados. Te lo advierto, no dejes que esta pelea pueda afectar a nuestro mundo. ¡Y recuerda! Si alguno de ustedes trata de destruir al otro, será condenado por sus semejantes en masa, y el infierno será todo que les aguarde —si esos fuegos realmente existen.
Aaron arremetió furiosamente.
―¡Tú tomaste lo que querías, Kevin! ¿Por qué yo no puedo?
―Cada nueva esencia debe tener un profesor; yo fui eso con Megan. Ha aprendido. Ha hecho sus elecciones; es una entidad con su propio derecho.
―¿De veras? ¿Porque tú has tenido lo que quieres, Kevin? ¿Porque te llamas a ti mismo rey?
―Soy rey, porque conozco la diferencia entre el deseo y el exceso. He sobrevivido, porque sé que hay límites a la cordura, incluso en nuestro mundo. ¿Me pones a prueba, Aaron? ¿Me perseguirías? Ven… ¡Ven y enfréntate a mí!
Kevin habló tranquilamente. Levantó sus manos, curvando su labio, e invitó a Aaron a que provocara la lucha entre los dos.
―El día llegará, Kevin, lo juro.
―El día llegará cuando tus sádicos excesos provoquen tu destrucción.
Aaron vociferó algunas palabrotas, y miró fijamente Megan. La señaló con el dedo.
―¡Tú también tendrás tu día! ―Prometió, y desapareció entonces, en un torbellino de niebla en espiral.
Kevin se encogió de hombros.
―Bien, se ha ido. Por el momento.
―Gracias ―dijo suavemente.
Él asintió con la cabeza.
―Tengo debilidad por ti, lo sabes. Incluso si tontamente prefieres a los mortales. Llegará un momento en que te des cuenta de que no debería de ser así. Y yo estaré allí. Esperando.
Se rió suavemente.
―Esperando… con tu harén.
―Ouch, no es justo.
―Absolutamente justo.
―Todavía te amo, lo sabes.
―Kevin, según tus propias palabras, tú no crees en el amor. Me deseas… pero solamente durante los segundos en que te lleva encontrar un nuevo entretenimiento.
Kevin se rió.
―Quizás. Sin embargo, tengo ese cariño por ti.
Vaciló.
―Kevin...
―¿Qué?
―Alec...
Kevin frunció el ceño. Había pasado mucho tiempo desde que había mencionado a Alec.
―¿Sí?
―Alec creía en el amor. Antes... antes de que fuera cambiada, era como si él creyera que podríamos tener una vida…
―Tú tienes una vida.
―No. Una vida normal. Con la muerte al final. Me dijo que el amor era el poder más grande sobre la tierra, que la única libertad verdadera sobre la tierra era estar enamorado.
―Era un romántico. Un creyente de los cuentos de hadas. Un joven hermoso y poético. Y está muerto. Tendido sobre su leyenda. Ten cuidado con Aaron. Es fuerte ―la advirtió.
―Quizás ―le dijo a Kevin. ―Pero bueno, también yo. También yo.
Se despertaron juntos el sábado por la mañana. ___(Tn) puso el café antes de ducharse, y estaba listo cuando Sean finalmente se arrastró fuera de la cama. Estaba delicioso. Mientras lo sorbía, observó a ___(Tn) escarbando en su frigorífico. No vestía nada más que una de sus camisas a medida. Los faldones le llegaban a media pierna. Su pelo estaba alborotado, se veía grandioso. Se apoyó contra el frigorífico, observándola.
Ella dejó salir un suspiro del placer, luego lo miró fijamente, totalmente sorprendida.
―No puedo creerlo.
―¿Qué?
―Tu frigorífico está bien abastecido.
―Oh, eso ―murmuró, luego se encogió de hombros ―Danielle se encarga de abastecerme.
―¿Danielle? ―Preguntó.
Él asintió con la cabeza.
―Una amiga. Posee el restaurante de abajo. Fue al colegio con mi hermana.
―Oh ―___(Tn) murmuró, estudiándolo. Él decidió no decirla que aunque Danielle se había convertido en una mujer muy hermosa, habían sido amigos con su hermana menor Mary durante tanto tiempo, que se sentiría incestuoso si alguna vez le diera algo más que un abrazo fraternal.
―Bien.―___(Tn) regresó al frigorífico. ―¿Te importa si cocino? ¿Tortillas de huevo, gachas, y panecillos ingleses?
―Será un pedacito de cielo ―la aseguró. Quería mirarla, pero terminó su café y apoyó su taza. ―Voy a ducharme ―le dijo. ―No estoy seguro de qué nos traerá el día.
―¿Tienes que ir a la oficina, o la morgue?
Negó con la cabeza.
―Creo que voy a pasar el día en un bar.
―¿Oh?
―Te lo contaré mientras comemos.
Afeitado, duchado y en vaqueros con una camisa de algodón con las mangas enrolladlas, Joseph la habló sobre su más reciente víctima, mientras estaba sentado al otro lado de la mesa de la cocina picoteando una tortilla de huevo.
―De todos modos, he conseguido una pista real, un retrato robot del aspecto de ese hombre.
___(Tn) lo estaba mirando fijamente, con una tostada en su mano.
―¿Un retrato robot?
―Bueno, ya te dije que el tipo cenó en el local de Mamie y preguntó por una acompañante. Mamie hizo los arreglos. Parece que Bessie Girou fue asesinada en esa habitación de hotel, y luego su cuerpo fue arrojado al pantano.
―¿Cómo piensas que el asesino se las arregló para salir fuera de la habitación del hotel con un cuerpo goteando sangre? ―___(Tn) preguntó.
―No lo sé.
―Tal vez el tipo del bar no fue su asesino. Tal vez tuvo una visita después de que él se fuera.
―Puede ser. ___(Tn), ¿Qué estás tratando de hacer? ¿Hacer trizas mi frágil gota de esperanza? ―Él reclamó. Lo que ella estaba diciendo era posible; lo sabía suficientemente bien. No importaba. Tenían un sospechoso, y estaría condenado si no peinara la ciudad tratando de encontrarlo.
Los ojos de ella estaban posados sobre su comida.
―Supongo que sólo estoy tratando de no perder de vista la perspectiva―dijo suavemente. ―¿Tienes una copia del bosquejo de ese sospechoso?
―Sí, la ciudad completa debe de tener una copia.
―¿Qué?
―Un momento―dijo.
Dejó la mesa y abrió la puerta del apartamento. Su periódico estaba depositado justo afuera y lo cogió. Los titulares decían: Posible Gran Oportunidad en el caso del Destripador: ¿Ha visto usted a este hombre?
Lanzó el periódico frente a ___(Tn). Ella lo miró fijamente. Él no podía ver sus ojos, pero por alguna razón, la manera en que miraba el periódico lo perturbó.
―¿Alguien a quien conoces? ―Él exigió.
Negó con la cabeza, sin mirarle.
―No... no.
―Ah. Bien, de todos modos, pensaba que a tal vez te gustaría pasar un día informal conmigo.
Ella miró hacia arriba por fin. Había algo cuidadosamente cauto en su expresión.
―¿Un día informal? Pensé que…
―Solo demos un largo y tranquilo paseo alrededor del Vieux Carre. Ya sabes. Disfrutar de la arquitectura. Tomar un café con leche, oler las flores, sentarnos junto al río. Después del mediodía, podemos ir hacia Mamie's y tomar una copa en el bar. Alcanzar a ver algo de algún partido de pretemporada en la TV del bar, y luego tomar una larga y elegante cena. ¿Qué te parece?
Ella asintió con la cabeza.
―Supongo que vamos a estar atentos por si aparece este hombre.
―Sí.
Le devolvió el periódico.
―Sabes, en cuanto vea esta semejanza del retrato en sí mismo, bien podría darse media vuelta y correr a otra ciudad.
―No lo creo.
―¿Por qué?
―Pienso que es un tipo que disfruta burlándose de la policía. La mitad de la emoción está en saber que debemos de estar tras su estela, pero que estamos dando tumbos como idiotas en la oscuridad. También podemos ir caminando al hotel, echar un vistazo a la habitación, y hablar con algunos empleados más. ¿Vienes? No tengo derecho a arrastrarte por delante, lo sabes. Puedes irte a tu plantación por el día y tomar un poco el sol. Pero disfrutaría de tu compañía.
―Umm, no soy realmente una amante del sol. Y odio la idea de verte sólo, caminando sin mi compañía.
―¿Oh?
―Bien ―dijo alegremente, ―tengo la impresión de que hay otras mujeres que no podrían encontrar la tarea demasiado estimulante... Y francamente, como dije...―sus ojos tocaron los suyos por encima del borde de su taza de café —el sexo es realmente demasiado bueno para ponerlo en peligro.
―Ah.
Extendió la mano al otro lado de la mesa, encontrando los dedos de ella, cerrando su mano alrededor de ellos.
Entonces, de repente, se estaba levantado y arrastrándola hacia él. Ella estaba desnuda debajo de la camisa hecha a medida. Los botones se abrieron fácilmente. Sus manos estaban por todas partes.
Lo hicieron en el sofá del salón. Ella tiró de los botones de sus vaqueros. Su erección estaba doblada en la extensión de su ropa. Eran sólo buen sexo.
Qué Dios lo ayudara, era mucho más.
Más tarde, con ella curvada sobre su pecho, miró fijamente al techo preguntándose otra vez cómo había sobrevivido estos días sin ella.
Bien, ahora la tenía.
¿Cómo diablos la retendría? Incluso en sus brazos, parecía escurridiza. Y misteriosa.
―Necesito una ducha ―murmuró contra su carne. ―Sólo por un minuto.
Con gracia y agilidad, se puso de pie y se fue. Escuchó el agua correr. En unos minutos regresó, llevando su vestido blanco, con su piel bronceada brillando maravillosamente, con su pelo rojo suelto sobre sus hombros.
―¿Listo?
―Dame dos minutos―la dijo.
―¿Dos minutos?
―Está bien, cinco.
Pero realmente se lavó y se arregló con rapidez. Estaba temeroso de dejarla fuera de su vista durante mucho tiempo.
Preocupado porque desapareciera. En el aire. En la niebla.
Listo, un beso, bye.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Ahhh me encanta!!! a ver si entendi! ___ es meg??? :suspect:
SIGUELA!!!!!!!!!!!
SIGUELA!!!!!!!!!!!
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
jb_fanvanu escribió:Ahhh me encanta!!! a ver si entendi! ___ es meg??? :suspect:
SIGUELA!!!!!!!!!!!
Jajaja, no puedo dar adelantos. Eso va apareciendo en torno a la novela. Si lo adelanto ya no tendra chiste el fina xD Y me alegra que te guste C:
Espero ver más firmas para poder subir los capitulos siguientes.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
PERDON POR NO HABER COMENTADO EN ESTOS DIAS, HOY FUE QUE PUDE ENTRAR A LA PAGINA EN FIN, GRA<X POR LOS CAPIS!!!!
EN VERDAD SIGUE LA NOVE
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
A VER MIERDA!!! COMENTEN GILES!!!! PORQ SI ELLA LLEGA A CANCELAR LA NOVE LOS VOY A MATAR UNO POR UNO!!!! :caliente2:
Ok,no vas a dar adelantos pero ya me estoy imaginando todo :¬w¬:
SIGUELA!!!!!!!!!
Ok,no vas a dar adelantos pero ya me estoy imaginando todo :¬w¬:
SIGUELA!!!!!!!!!
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
oye pork hablas asi????jb_fanvanu escribió:A VER MIERDA!!! COMENTEN GILES!!!! PORQ SI ELLA LLEGA A CANCELAR LA NOVE LOS VOY A MATAR UNO POR UNO!!!! :caliente2:
Ok,no vas a dar adelantos pero ya me estoy imaginando todo :¬w¬:
SIGUELA!!!!!!!!!
yo tambn dejo comments :( :( :(
eso es injusto amiga!!!! :x
pero como kiera ella tiene razon, si no LLAMO A RAMBO Y A CHUCK NORRIS 8) 8) :lol!:
♫ Laura Jonas ♥
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
JBX2 escribió:oye pork hablas asi????jb_fanvanu escribió:A VER MIERDA!!! COMENTEN GILES!!!! PORQ SI ELLA LLEGA A CANCELAR LA NOVE LOS VOY A MATAR UNO POR UNO!!!! :caliente2:
Ok,no vas a dar adelantos pero ya me estoy imaginando todo :¬w¬:
SIGUELA!!!!!!!!!
yo tambn dejo comments :( :( :(
eso es injusto amiga!!!! :x
pero como kiera ella tiene razon, si no LLAMO A RAMBO Y A CHUCK NORRIS 8) 8) :lol!:
No es para vos,se q comentas..lo digo por otras :¬¬: jajajajajaa
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 09
Dieron vueltas durante una hora, por las calles angostas, debajo de los balcones colgantes. Pararon para tomar un rico café con leche en la calle Prince, y deambularon por Jackson Square para lanzar migas de pan a los pájaros.
Hablaron principalmente de Nueva Orleans, sobre su rica y variada historia, evitando el tema del homicidio. Mientras deambulaban, Joseph se involucró en una discusión respecto a Andrew Jackson, y no se dio cuenta de que habían llegado junto a la estatua de su antepasado de la Guerra Civil, hasta que estuvieron de pie justo debajo de ella.
Él miró hacia arriba.
Otro Joseph, un tiempo diferente, y un lejano mundo diferente.
El Capitán Joseph Jonas vestía la levita militar de su época, sombrero de plumas sobre su frente, sable y espada envainadas, una bota apoyada sobre una roca mirando la ciudad que adoraba con ojos de mármol bellamente cincelados. Una placa en la base de la estatua mencionaba las fechas de su nacimiento y su muerte, y sus valientes logros. Había muerto en su intento de salvar la ciudad de Nueva Orleans; era un héroe que defendió a sus hombres con su propia trágica muerte, y viviría para siempre en la historia como un buscador de la justicia.
―Un tipo impresionante, ¿No? ―Joseph preguntó.
___(Tn) lo miró de una manera extraña, pensó. Parecía un poco pálida.
―Te pareces a él.
―¿De verdad? ―Joseph miró fijamente a la estatua, esculpida con barba y pelo largo hasta el cuello. ―Difícil de decir. Necesito la levita y la postura, ¿Qué piensas?
Ella parecía estar temblando. Deslizó un brazo alrededor de ella.
―Hey, no crees en fantasmas, ¿O sí? ¡No alguien tan sofisticado como tú!
Se apartó de él ligeramente, estudiando sus ojos.
―¿Tú no crees en fantasmas? ―Preguntó.
Frunció el ceño, divertido. Negó con la cabeza.
―No. No creo en fantasmas. O apariciones. Y hey, él supuestamente era un chico bueno; si volviera para perseguirnos, sería un espíritu benévolo, ¿No?
Ella se encogió de hombros.
―Sería un espíritu benévolo.
―¿Lo que significa...? ―Joseph preguntó, desconcertado. Ella generalmente estaba tan malditamente segura.
―¿No has pensado alguna vez que a veces eso...
―¿Eso qué?
―Yo...―Lo miró fijamente y humedeció sus labios. ―No sé. Que hay algo malo en el aire a veces, supongo.
―No creo en fantasmas en absoluto, eso es seguro.
Lo miró, agitando su cabeza.
―¿Si no crees en fantasmas, apariciones, espíritus o semejantes, ¿Cómo explicas los homicidios?
―¿Explicarlos? Las personas fueron asesinadas violentamente.
―¿Cómo?
Entrecerró los ojos y frunció el ceño.
―¿Qué quieres decir?
―Bien, ya sabes, ¿Cómo exactamente? ¿Cómo explicas la falta de sangre, o que el cuerpo de una víctima de una carnicería haya sido trasladado desde una habitación de un hotel sin testigos que detectaran nada?
El cruzó sus brazos sobre su pecho.
―¡Jesús, ___(Tn), si esa pudiera ser mi respuesta! Espíritus. No creo en espíritus malignos. La gente comete el mal. Hay un hombre malvado asesinando a gente, y voy a encontrarlo y a entregarlo al debido proceso de la ley.
Negó con su cabeza repentinamente.
―No pienso que vaya a ser tan fácil, Joseph…
Dejó de hablar, interrumpida cuando un grito espeluznante lleno repentinamente el aire.
Joseph dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño, divisando la calle rápidamente. Una joven mujer rubia había salido de uno de los oscuros clubes de jazz a pie de calle. Vestía sandalias, una camiseta sin mangas y una falda corta. La sangre goteaba de su mano mientras ella se apartaba de la puerta, mirando con horror hacia el corpulento hombre de cabello oscuro y barba que la seguía. El hombre echó hacia atrás la cabeza y comenzó a reír. El sonido era extrañamente demoníaco, y el hombre parecía que no hacía caso de los testigos mientras perseguía a la joven mujer, empuñando una botella rota.
―¡Infierno! ―Joseph habló entre dientes. ―¡Mierda! ___(Tn), quédate aquí, por favor, espérame.
―Joseph...
Dejó a ___(Tn) junto a la estatua, y se precipitó al otro lado de la calle, sacando su.38 especial de la policía, que era su arma elegida.
El hombre estaba casi encima de la joven que gritaba. En ese momento, otro tipo, tambaleándose, con una botella de whisky sin romper agarrada distraídamente, había seguido al primero afuera.
―¡Córtala, córtala, corta a la bruja! ―Gritó al segundo tipo. Era flaco, y tenía los dientes podridos. ―Córtala, Ray, venga, nos llamó a ambos hijos de puta, ábrela, dejarla ver... ¡Hey, Ray, venga ya, hombre, tú obtuviste el poder!
Los transeúntes alrededor de ellos se detuvieron, se quedaron parados en el suelo con horror y miedo, mientras observaban al corpulento hombre llamado Ray acelerando su paso, mirando fijamente a la chica aterrorizada, riéndose de ella mientras se movía de la misma manera que un ave de rapiña lista para saltar sobre un estremecido ratón.
―¡Alto! ―Joseph ordenó.
Ray le ignoró.
―Métase en sus propios asuntos, ¿Eh, imbécil? ―El tipo flaco con los dientes podridos gritó. ―Ella es mi mujer, y ha estado cometiendo muchos errores. Ray aquí va a esculpirla; ¡Sólo unas pocas palabras descriptivas sobre su cara, y puede que también, sobre sus engañosas tetas!
Las lágrimas bajaban por la cara de la chica. Había sido bonita alguna vez; Joseph notaba que ahora estaba demasiado delgada y agotada. Notaba las venas en sus brazos. Drogas. Muchas drogas. Las drogas costaban dinero. Tal vez pertenecía al viejo dientes—podridos del culo flaco que estaba ahí, incitando al hombre grande, pero ella probablemente estaba trabajando las calles por dinero para mantener su hábito.
Miró fijamente a Joseph, con el miedo reflejado en sus inmensos ojos azules. No confiaba en nadie. Pobre pequeña criatura. No era un ratón. Sólo una pequeña rata de la calle.
―Vamos. ¡Todo está bien! ―Joseph dijo tranquilamente a la chica.
Estaba tan aterrorizada, que todavía parecía no escucharlo.
Ray estaba cerrando la distancia entre ellos.
Joseph agarró su brazo, arrastrándola ligeramente detrás de él. Miró fijamente a Ray, que le devolvió su mirada fija. Los ojos de Ray no parecían enloquecidos, pero su risa continuaba sonando con un efecto escalofriante.
―Dispáreme. ¿Va usted va a dispararme? ¡Lo mataré más muerto que un clavo de una puerta, poli! ―El hombre gritó.
―¿Poli, poli, es un jodido poli? ―El flaco gritó.
―¡Cállate, Rutger! ―Ray dijo bruscamente. ―Bien, bien, ¡Un poli! ―Continuó, con sus ojos sobre Joseph. ―Cortar, cortar, cortar al poli, ¿No?
―¡Otro paso y le disparo, estúpido! ―Joseph dijo con una sonrisa educada. Su cañón fue dirigido hacia el corazón de Ray.
Ante el asombro de Joseph, Ray continuó acercándose. Joseph disparó un disparo de advertencia.
―¡Alto! ¡Permanezca quieto y deje caer esa botella!
―¡Pequeño hombre, pequeño hombre, salga de mi camino! ―El hombre bramó, lanzando su cabeza hacia atrás.
―Dile lo que eres, Ray, dile lo que me dijiste; ¡Luego corta a ese cabrón! ―Rutger le indicó.
Ray sonrió abiertamente.
Igual que el diablo.
―Así que bueno, Ray. Continúa, dime quién eres. ―Joseph le alentó.
―¿Usted no me conoce? Soy Dios, soy Satanás, soy invencible.
―Sí, bien, yo soy el Teniente Jonas. Y lo que eres tú, es un hombre muerto ¡si no haces lo que te digo!
―Muy gallito, muy gallito, ¿No? ―dijo Ray, y su voz era intensa y ronca, consiguiendo, de algún modo, meterse bajo la piel de Joseph. ―Quiero a la chica, poli. Sólo salga de mi camino. Quiero a la pequeña preciosa paloma, quiero jugar... ―Hizo un ademán extrañamente obsceno con su lengua. ―Bebérmela entera, hacia arriba. ―Hizo un movimiento lamiendo. ―Trincharla... ¡Como un pequeño cerdito asado!
La chica se quedó detrás de Joseph, agarrándose a su brazo, sacudiéndose de la misma manera que la rama de un árbol en invierno.
―Todo está bien ―le dijo tranquilamente.
―Pero…
El hombre dejó salir un rugido.
―¡Quiero a la chica! ―Empezó a ir hacia delante.
―¡Atrápala, Ray! ―Rutger aclamó.
No más disparos de advertencia. Joseph estuvo tentado de buscar el corazón. Apuntó hacia la pierna.
Su tiro fue certero, golpeando la rótula. El hombre debería de haber sentido un dolor casi insoportable. Dio tumbos, pero continúo acercándose. Aproximándose, más cerca.
―Maldito sea, su última oportunidad. ¡Alto! ―Joseph se gritó a sí mismo.
Las calles volvieron a la vida con la risa sorprendente del hombre de nuevo. No más opciones. Joseph disparó directamente al pecho del hombre.
El tipo cayó contra él, clavando las uñas en la chica, que empezó a chillar de nuevo. Joseph estaba asombrado por la fuerza tremenda con la que el hombre forcejeó con él. Fueron a estrellarse abajo junto la acera. El hombre todavía sujetaba su botella de cerveza rota. Con los ojos oscuros malévolos, trató de golpear en el cuello de Joseph. Joseph rodó, arrastrando al hombre con él, por fin inmovilizó al tipo en el suelo.
Los ojos oscuros lo miraron. Girando de tal manera de que el blanco del ojo era todo lo que quedaba visible de manera inquietante.
Los ojos de Ray se cerraron.
Joseph puso sus dedos en la garganta del hombre. Ningún pulso. Estaba frío. Frío como el hielo.
Escuchando el sonido de las sirenas de la policía, Joseph retrocedió, exhausto, asombrado. ¿De dónde diablos había salido ese tipo con tanta fuerza?
Se tambaleó a sus pies, debilitado. Ray había hecho mella en él. Trató de quitárselo de encima, y algo sucedió. La chica estaba detrás de él, sollozando calladamente, tartamudeando algunas palabras.
―Ray ha desaparecido, pero Rutger va a matarme ahora, oh, Dios, no tengo ninguna posibilidad, no tengo ninguna posibilidad. Usted pensará que no podrá lastimarme porque es tan flaco y escuálido... ¡Pero antes casi me ha ahogado! ―terminó con un gemido.
Joseph dio media vuelta y la miró. Estaba tan triste; tan joven y patética ruina de humanidad.
―Usted tiene que salirse de las drogas ―le dijo tranquilamente, ―o cualquiera le hará un favor si la estrangula.
Sus ojos eran enormes y azules y llenos de lágrimas.
―Quiero hacerlo... Él no me dejará. Oh, Dios, ¡Viene a por mí ya!
Retrocedió contra Joseph, agarrándose a su brazo. Podía ver que Rutger se encontraba aproximadamente a diez pies, al borde de la multitud. Estaba mirando de Ray en el suelo hacia la chica. Indudablemente, parecía como si ya estuviera planeando su asesinato. Durante un momento, sus manos estuvieron apretadas en puños a los lados de su cuerpo. Instintivamente, Joseph se adelantó.
Todavía Rutger se resistía. Joseph podía ver la tensión anudando su cuello, las venas prominentes contra su flaca garganta. Luego Rutger retrocedió, haciendo a Joseph una señal con los pulgares hacia arriba y una sonrisa burlona.
Para aquel entonces, algunos hombres uniformados se estaban acercando, corriendo alrededor de él.
―¡El que está en el suelo no va a darle muchos más problemas, pero arreste a ese hijo de puta de ahí y manténgalo bajo custodia! ―Joseph ordenó, señalando con el dedo a Rutger, que estaba buscando un lugar por donde escapar ahora.
―¿Arrestarme a mí? ¿Por qué? ¿Por hablar libremente? ―Rutger se burló.
―Incitar a provocar disturbios. ―Joseph chasqueó los dedos ―Infierno, le daré cualquier documento adicional que usted necesite. ¡Sólo léale sus derechos y arréstelo!
Afortunadamente, los primeros uniformes en la escena eran tipos duros y musculosos; dos de ellos se pusieron rápidamente a ambos lados de Rutger. Mientras un tipo con el pelo cortado al estilo militar, de 1,82 de alto en su plenitud, le leía sus derechos a Rutger, Rutger le gritaba instrucciones explícitas respecto a qué debía de estar haciendo Joseph consigo mismo. Joseph hizo caso omiso de Rutger, y se alegró de ver que Heidi Branson, una joven mujer policía muy capaz, hubiera llegado al escenario y hubiera tomado a la chica entre sus manos.
La sangre todavía goteaba de la mano de la mujer joven. Heidi la estaba preguntando tranquilamente cómo había sido cortada, y asegurándola que los médicos llegarían en cualquier momento. La chica insistía tranquilamente en que estaba bien, rompiendo a llorar luego.
Joseph sintió unas manos sobre sus hombros. Giró. ___(Tn). Dulce Jesús. ___(Tn). Con sus ojos oscuros y preocupados, y su piel pálida.
Estaba mirando fijamente el cadáver. Con un temor extraño. Finalmente, sus ojos tocaron los suyos.
―¿Estás bien?
―Yo estoy bien. Tendré que ir a la oficina un momento.
―Te acompañaré.
―Gracias. Eres una buena chica.
Sonrío, humedeciendo sus labios, mirando el cadáver otra vez.
―¿Y él?
―Está muerto.
―¿Estás seguro?
―___(Tn), por supuesto que estoy seguro.
―¿Dónde lo llevarán?
Frunció el ceño.
―A la morgue, por supuesto.
―Oh.―Vaciló. ―¿Autopsia?
―Naturalmente. Murió de forma anormal.
―Pero todos en la calle vieron…
―___(Tn), cariño, tú sabes que siempre hay una autopsia.
Ella asintió con la cabeza.
Él tiró de su brazo ligeramente, queriendo arrastrarla lejos del hombre a quien había sido forzado a matar. Pero se resistió, mirando a la chica ahora.
―¿Ella va a estar bien?
―Heidi es fenomenal con las mujeres golpeadas.
―¿Es una heroinómana?
―Sí.
―Dame un minuto. Solo un minuto.
___(Tn) eludió el asimiento sobre su brazo, caminando más allá de Heidi, tocando a la chica ligeramente en la mejilla. La chica la miró.
―No tema ―___(Tn) le dijo. ―Esta es su oportunidad, su verdadera oportunidad de escapar.
La chica la miró fijamente. Las lágrimas brotaron en sus ojos otra vez.
―No puedo ayudar. ¡Estoy mortalmente aterrorizada!
___(Tn) agitó su cabeza, sonriendo.
―Los policías no dejarán a esa escoria cerca de usted ahora. Es su oportunidad. Límpiese. Vaya a otra ciudad si tiene que hacerlo. Esto es así. No esté asustada, tome su oportunidad, corra con ella.
Para asombro de Joseph, la rubia ofreció una sonrisa débil a ___(Tn) y aspiró en una respiración imperfecta.
―Voy a intentarlo.
―Lo conseguirá.
―Yo siempre deseaba creer que existían los ángeles. Sabe, de la misma manera que ángeles de la guarda. Tal vez el mío mirará por mí ahora.
―Crea en usted misma. Eso es lo más importante.
―¿Es usted policía? ¿La veré después? ―La chica preguntó con preocupación.
___(Tn) negó con la cabeza.
―No, no soy policía, pero soy amiga de algunos excelentes policías. Y estoy segura de que nos veremos otra vez.
Dejó a la chica con Heidi entonces, reuniéndose con Joseph de nuevo.
―Tomaremos mi automóvil ―le dijo. ―Lo siento, pero tengo que hacer un informe sobre esto.
―¿Cuánto tiempo puedes retener a Rutger? Todo que hizo fue incitar al otro tipo.
―Voy a tener que conseguir que la chica presente cargos. Puedo retenerle el tiempo suficiente para darle a ella un respiro, en cualquier caso.
___(Tn) asintió con la cabeza. Frunció el ceño, mirando una línea de sangre sobre su dedo.
―Debe haberte pinchado con algo ―murmuró, mirándolo fijamente. Se estremeció repentinamente, trayendo su dedo hacia sus labios.
―¡No! ―él gritó, agarrando su mano.
Sobresaltada, lo miró fijamente.
―Cariño, no creo que ésa sea tu sangre. Y, ―añadió suavemente ―la rubia es definitivamente una heroinómana. Estamos hablando de serias enfermedades comunicativas aquí.
―Oh...
―Vamos.
Dieron vueltas durante una hora, por las calles angostas, debajo de los balcones colgantes. Pararon para tomar un rico café con leche en la calle Prince, y deambularon por Jackson Square para lanzar migas de pan a los pájaros.
Hablaron principalmente de Nueva Orleans, sobre su rica y variada historia, evitando el tema del homicidio. Mientras deambulaban, Joseph se involucró en una discusión respecto a Andrew Jackson, y no se dio cuenta de que habían llegado junto a la estatua de su antepasado de la Guerra Civil, hasta que estuvieron de pie justo debajo de ella.
Él miró hacia arriba.
Otro Joseph, un tiempo diferente, y un lejano mundo diferente.
El Capitán Joseph Jonas vestía la levita militar de su época, sombrero de plumas sobre su frente, sable y espada envainadas, una bota apoyada sobre una roca mirando la ciudad que adoraba con ojos de mármol bellamente cincelados. Una placa en la base de la estatua mencionaba las fechas de su nacimiento y su muerte, y sus valientes logros. Había muerto en su intento de salvar la ciudad de Nueva Orleans; era un héroe que defendió a sus hombres con su propia trágica muerte, y viviría para siempre en la historia como un buscador de la justicia.
―Un tipo impresionante, ¿No? ―Joseph preguntó.
___(Tn) lo miró de una manera extraña, pensó. Parecía un poco pálida.
―Te pareces a él.
―¿De verdad? ―Joseph miró fijamente a la estatua, esculpida con barba y pelo largo hasta el cuello. ―Difícil de decir. Necesito la levita y la postura, ¿Qué piensas?
Ella parecía estar temblando. Deslizó un brazo alrededor de ella.
―Hey, no crees en fantasmas, ¿O sí? ¡No alguien tan sofisticado como tú!
Se apartó de él ligeramente, estudiando sus ojos.
―¿Tú no crees en fantasmas? ―Preguntó.
Frunció el ceño, divertido. Negó con la cabeza.
―No. No creo en fantasmas. O apariciones. Y hey, él supuestamente era un chico bueno; si volviera para perseguirnos, sería un espíritu benévolo, ¿No?
Ella se encogió de hombros.
―Sería un espíritu benévolo.
―¿Lo que significa...? ―Joseph preguntó, desconcertado. Ella generalmente estaba tan malditamente segura.
―¿No has pensado alguna vez que a veces eso...
―¿Eso qué?
―Yo...―Lo miró fijamente y humedeció sus labios. ―No sé. Que hay algo malo en el aire a veces, supongo.
―No creo en fantasmas en absoluto, eso es seguro.
Lo miró, agitando su cabeza.
―¿Si no crees en fantasmas, apariciones, espíritus o semejantes, ¿Cómo explicas los homicidios?
―¿Explicarlos? Las personas fueron asesinadas violentamente.
―¿Cómo?
Entrecerró los ojos y frunció el ceño.
―¿Qué quieres decir?
―Bien, ya sabes, ¿Cómo exactamente? ¿Cómo explicas la falta de sangre, o que el cuerpo de una víctima de una carnicería haya sido trasladado desde una habitación de un hotel sin testigos que detectaran nada?
El cruzó sus brazos sobre su pecho.
―¡Jesús, ___(Tn), si esa pudiera ser mi respuesta! Espíritus. No creo en espíritus malignos. La gente comete el mal. Hay un hombre malvado asesinando a gente, y voy a encontrarlo y a entregarlo al debido proceso de la ley.
Negó con su cabeza repentinamente.
―No pienso que vaya a ser tan fácil, Joseph…
Dejó de hablar, interrumpida cuando un grito espeluznante lleno repentinamente el aire.
Joseph dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño, divisando la calle rápidamente. Una joven mujer rubia había salido de uno de los oscuros clubes de jazz a pie de calle. Vestía sandalias, una camiseta sin mangas y una falda corta. La sangre goteaba de su mano mientras ella se apartaba de la puerta, mirando con horror hacia el corpulento hombre de cabello oscuro y barba que la seguía. El hombre echó hacia atrás la cabeza y comenzó a reír. El sonido era extrañamente demoníaco, y el hombre parecía que no hacía caso de los testigos mientras perseguía a la joven mujer, empuñando una botella rota.
―¡Infierno! ―Joseph habló entre dientes. ―¡Mierda! ___(Tn), quédate aquí, por favor, espérame.
―Joseph...
Dejó a ___(Tn) junto a la estatua, y se precipitó al otro lado de la calle, sacando su.38 especial de la policía, que era su arma elegida.
El hombre estaba casi encima de la joven que gritaba. En ese momento, otro tipo, tambaleándose, con una botella de whisky sin romper agarrada distraídamente, había seguido al primero afuera.
―¡Córtala, córtala, corta a la bruja! ―Gritó al segundo tipo. Era flaco, y tenía los dientes podridos. ―Córtala, Ray, venga, nos llamó a ambos hijos de puta, ábrela, dejarla ver... ¡Hey, Ray, venga ya, hombre, tú obtuviste el poder!
Los transeúntes alrededor de ellos se detuvieron, se quedaron parados en el suelo con horror y miedo, mientras observaban al corpulento hombre llamado Ray acelerando su paso, mirando fijamente a la chica aterrorizada, riéndose de ella mientras se movía de la misma manera que un ave de rapiña lista para saltar sobre un estremecido ratón.
―¡Alto! ―Joseph ordenó.
Ray le ignoró.
―Métase en sus propios asuntos, ¿Eh, imbécil? ―El tipo flaco con los dientes podridos gritó. ―Ella es mi mujer, y ha estado cometiendo muchos errores. Ray aquí va a esculpirla; ¡Sólo unas pocas palabras descriptivas sobre su cara, y puede que también, sobre sus engañosas tetas!
Las lágrimas bajaban por la cara de la chica. Había sido bonita alguna vez; Joseph notaba que ahora estaba demasiado delgada y agotada. Notaba las venas en sus brazos. Drogas. Muchas drogas. Las drogas costaban dinero. Tal vez pertenecía al viejo dientes—podridos del culo flaco que estaba ahí, incitando al hombre grande, pero ella probablemente estaba trabajando las calles por dinero para mantener su hábito.
Miró fijamente a Joseph, con el miedo reflejado en sus inmensos ojos azules. No confiaba en nadie. Pobre pequeña criatura. No era un ratón. Sólo una pequeña rata de la calle.
―Vamos. ¡Todo está bien! ―Joseph dijo tranquilamente a la chica.
Estaba tan aterrorizada, que todavía parecía no escucharlo.
Ray estaba cerrando la distancia entre ellos.
Joseph agarró su brazo, arrastrándola ligeramente detrás de él. Miró fijamente a Ray, que le devolvió su mirada fija. Los ojos de Ray no parecían enloquecidos, pero su risa continuaba sonando con un efecto escalofriante.
―Dispáreme. ¿Va usted va a dispararme? ¡Lo mataré más muerto que un clavo de una puerta, poli! ―El hombre gritó.
―¿Poli, poli, es un jodido poli? ―El flaco gritó.
―¡Cállate, Rutger! ―Ray dijo bruscamente. ―Bien, bien, ¡Un poli! ―Continuó, con sus ojos sobre Joseph. ―Cortar, cortar, cortar al poli, ¿No?
―¡Otro paso y le disparo, estúpido! ―Joseph dijo con una sonrisa educada. Su cañón fue dirigido hacia el corazón de Ray.
Ante el asombro de Joseph, Ray continuó acercándose. Joseph disparó un disparo de advertencia.
―¡Alto! ¡Permanezca quieto y deje caer esa botella!
―¡Pequeño hombre, pequeño hombre, salga de mi camino! ―El hombre bramó, lanzando su cabeza hacia atrás.
―Dile lo que eres, Ray, dile lo que me dijiste; ¡Luego corta a ese cabrón! ―Rutger le indicó.
Ray sonrió abiertamente.
Igual que el diablo.
―Así que bueno, Ray. Continúa, dime quién eres. ―Joseph le alentó.
―¿Usted no me conoce? Soy Dios, soy Satanás, soy invencible.
―Sí, bien, yo soy el Teniente Jonas. Y lo que eres tú, es un hombre muerto ¡si no haces lo que te digo!
―Muy gallito, muy gallito, ¿No? ―dijo Ray, y su voz era intensa y ronca, consiguiendo, de algún modo, meterse bajo la piel de Joseph. ―Quiero a la chica, poli. Sólo salga de mi camino. Quiero a la pequeña preciosa paloma, quiero jugar... ―Hizo un ademán extrañamente obsceno con su lengua. ―Bebérmela entera, hacia arriba. ―Hizo un movimiento lamiendo. ―Trincharla... ¡Como un pequeño cerdito asado!
La chica se quedó detrás de Joseph, agarrándose a su brazo, sacudiéndose de la misma manera que la rama de un árbol en invierno.
―Todo está bien ―le dijo tranquilamente.
―Pero…
El hombre dejó salir un rugido.
―¡Quiero a la chica! ―Empezó a ir hacia delante.
―¡Atrápala, Ray! ―Rutger aclamó.
No más disparos de advertencia. Joseph estuvo tentado de buscar el corazón. Apuntó hacia la pierna.
Su tiro fue certero, golpeando la rótula. El hombre debería de haber sentido un dolor casi insoportable. Dio tumbos, pero continúo acercándose. Aproximándose, más cerca.
―Maldito sea, su última oportunidad. ¡Alto! ―Joseph se gritó a sí mismo.
Las calles volvieron a la vida con la risa sorprendente del hombre de nuevo. No más opciones. Joseph disparó directamente al pecho del hombre.
El tipo cayó contra él, clavando las uñas en la chica, que empezó a chillar de nuevo. Joseph estaba asombrado por la fuerza tremenda con la que el hombre forcejeó con él. Fueron a estrellarse abajo junto la acera. El hombre todavía sujetaba su botella de cerveza rota. Con los ojos oscuros malévolos, trató de golpear en el cuello de Joseph. Joseph rodó, arrastrando al hombre con él, por fin inmovilizó al tipo en el suelo.
Los ojos oscuros lo miraron. Girando de tal manera de que el blanco del ojo era todo lo que quedaba visible de manera inquietante.
Los ojos de Ray se cerraron.
Joseph puso sus dedos en la garganta del hombre. Ningún pulso. Estaba frío. Frío como el hielo.
Escuchando el sonido de las sirenas de la policía, Joseph retrocedió, exhausto, asombrado. ¿De dónde diablos había salido ese tipo con tanta fuerza?
Se tambaleó a sus pies, debilitado. Ray había hecho mella en él. Trató de quitárselo de encima, y algo sucedió. La chica estaba detrás de él, sollozando calladamente, tartamudeando algunas palabras.
―Ray ha desaparecido, pero Rutger va a matarme ahora, oh, Dios, no tengo ninguna posibilidad, no tengo ninguna posibilidad. Usted pensará que no podrá lastimarme porque es tan flaco y escuálido... ¡Pero antes casi me ha ahogado! ―terminó con un gemido.
Joseph dio media vuelta y la miró. Estaba tan triste; tan joven y patética ruina de humanidad.
―Usted tiene que salirse de las drogas ―le dijo tranquilamente, ―o cualquiera le hará un favor si la estrangula.
Sus ojos eran enormes y azules y llenos de lágrimas.
―Quiero hacerlo... Él no me dejará. Oh, Dios, ¡Viene a por mí ya!
Retrocedió contra Joseph, agarrándose a su brazo. Podía ver que Rutger se encontraba aproximadamente a diez pies, al borde de la multitud. Estaba mirando de Ray en el suelo hacia la chica. Indudablemente, parecía como si ya estuviera planeando su asesinato. Durante un momento, sus manos estuvieron apretadas en puños a los lados de su cuerpo. Instintivamente, Joseph se adelantó.
Todavía Rutger se resistía. Joseph podía ver la tensión anudando su cuello, las venas prominentes contra su flaca garganta. Luego Rutger retrocedió, haciendo a Joseph una señal con los pulgares hacia arriba y una sonrisa burlona.
Para aquel entonces, algunos hombres uniformados se estaban acercando, corriendo alrededor de él.
―¡El que está en el suelo no va a darle muchos más problemas, pero arreste a ese hijo de puta de ahí y manténgalo bajo custodia! ―Joseph ordenó, señalando con el dedo a Rutger, que estaba buscando un lugar por donde escapar ahora.
―¿Arrestarme a mí? ¿Por qué? ¿Por hablar libremente? ―Rutger se burló.
―Incitar a provocar disturbios. ―Joseph chasqueó los dedos ―Infierno, le daré cualquier documento adicional que usted necesite. ¡Sólo léale sus derechos y arréstelo!
Afortunadamente, los primeros uniformes en la escena eran tipos duros y musculosos; dos de ellos se pusieron rápidamente a ambos lados de Rutger. Mientras un tipo con el pelo cortado al estilo militar, de 1,82 de alto en su plenitud, le leía sus derechos a Rutger, Rutger le gritaba instrucciones explícitas respecto a qué debía de estar haciendo Joseph consigo mismo. Joseph hizo caso omiso de Rutger, y se alegró de ver que Heidi Branson, una joven mujer policía muy capaz, hubiera llegado al escenario y hubiera tomado a la chica entre sus manos.
La sangre todavía goteaba de la mano de la mujer joven. Heidi la estaba preguntando tranquilamente cómo había sido cortada, y asegurándola que los médicos llegarían en cualquier momento. La chica insistía tranquilamente en que estaba bien, rompiendo a llorar luego.
Joseph sintió unas manos sobre sus hombros. Giró. ___(Tn). Dulce Jesús. ___(Tn). Con sus ojos oscuros y preocupados, y su piel pálida.
Estaba mirando fijamente el cadáver. Con un temor extraño. Finalmente, sus ojos tocaron los suyos.
―¿Estás bien?
―Yo estoy bien. Tendré que ir a la oficina un momento.
―Te acompañaré.
―Gracias. Eres una buena chica.
Sonrío, humedeciendo sus labios, mirando el cadáver otra vez.
―¿Y él?
―Está muerto.
―¿Estás seguro?
―___(Tn), por supuesto que estoy seguro.
―¿Dónde lo llevarán?
Frunció el ceño.
―A la morgue, por supuesto.
―Oh.―Vaciló. ―¿Autopsia?
―Naturalmente. Murió de forma anormal.
―Pero todos en la calle vieron…
―___(Tn), cariño, tú sabes que siempre hay una autopsia.
Ella asintió con la cabeza.
Él tiró de su brazo ligeramente, queriendo arrastrarla lejos del hombre a quien había sido forzado a matar. Pero se resistió, mirando a la chica ahora.
―¿Ella va a estar bien?
―Heidi es fenomenal con las mujeres golpeadas.
―¿Es una heroinómana?
―Sí.
―Dame un minuto. Solo un minuto.
___(Tn) eludió el asimiento sobre su brazo, caminando más allá de Heidi, tocando a la chica ligeramente en la mejilla. La chica la miró.
―No tema ―___(Tn) le dijo. ―Esta es su oportunidad, su verdadera oportunidad de escapar.
La chica la miró fijamente. Las lágrimas brotaron en sus ojos otra vez.
―No puedo ayudar. ¡Estoy mortalmente aterrorizada!
___(Tn) agitó su cabeza, sonriendo.
―Los policías no dejarán a esa escoria cerca de usted ahora. Es su oportunidad. Límpiese. Vaya a otra ciudad si tiene que hacerlo. Esto es así. No esté asustada, tome su oportunidad, corra con ella.
Para asombro de Joseph, la rubia ofreció una sonrisa débil a ___(Tn) y aspiró en una respiración imperfecta.
―Voy a intentarlo.
―Lo conseguirá.
―Yo siempre deseaba creer que existían los ángeles. Sabe, de la misma manera que ángeles de la guarda. Tal vez el mío mirará por mí ahora.
―Crea en usted misma. Eso es lo más importante.
―¿Es usted policía? ¿La veré después? ―La chica preguntó con preocupación.
___(Tn) negó con la cabeza.
―No, no soy policía, pero soy amiga de algunos excelentes policías. Y estoy segura de que nos veremos otra vez.
Dejó a la chica con Heidi entonces, reuniéndose con Joseph de nuevo.
―Tomaremos mi automóvil ―le dijo. ―Lo siento, pero tengo que hacer un informe sobre esto.
―¿Cuánto tiempo puedes retener a Rutger? Todo que hizo fue incitar al otro tipo.
―Voy a tener que conseguir que la chica presente cargos. Puedo retenerle el tiempo suficiente para darle a ella un respiro, en cualquier caso.
___(Tn) asintió con la cabeza. Frunció el ceño, mirando una línea de sangre sobre su dedo.
―Debe haberte pinchado con algo ―murmuró, mirándolo fijamente. Se estremeció repentinamente, trayendo su dedo hacia sus labios.
―¡No! ―él gritó, agarrando su mano.
Sobresaltada, lo miró fijamente.
―Cariño, no creo que ésa sea tu sangre. Y, ―añadió suavemente ―la rubia es definitivamente una heroinómana. Estamos hablando de serias enfermedades comunicativas aquí.
―Oh...
―Vamos.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
La tarde fue terriblemente larga. ___(Tn) estuvo sin hacer nada, conociendo a muchos de los policías que estaban en la estación, charlando, riéndose con ellos tranquilamente mientras trabajaba, haciéndole estar más y más distraído. Papeleo. Él lo odiaba, pero tenía que hacerlo bien. Quería los cargos interpuestos contra Rutger, y quería que cuadraran.
El nombre de la joven rubia era Callie Sewell. Tenía veinte años; escaparía de un padre maltratador para llegar a un amante maltratador. Los patrones eran difíciles de romper. Necesitaba apoyo, y autoestima. De algún modo, parecía que ___(Tn) le había dado lo último.
Estaba en el hospital ahora. El corte profundo sobre su mano había sido lo suficientemente grave para perder mucha sangre. Entre eso y su débil estado físico, habían decidido dejarla en observación durante la noche.
El Dr. Larson Petrie había sido el hombre que había visto a la rubia. Joseph conocía a Larson, y que él hacía lo mejor para sortear las reglas y las leyes para ayudar a las personas. Estaba reteniendo a Callie Sewell, probablemente, para observarla a través de una mala noche.
El hombre muerto —Ray Shere —estaba en la morgue, programado para la autopsia a la mañana siguiente. Joseph estaba seguro que descubrirían que había sido bombardeado tanto con drogas como con alcohol. Algo tenía que explicar su aguante, en la medida de lo que había pasado, tras recibir un disparo en el pecho.
A las cuatro en punto, Joseph por fin había terminado con el trabajo de despacho. Nicholas había entrado, para darle apoyo moral, le dijo a Joseph, pero parecía ser a ___(Tn) a quien estaba dando apoyo en vez de a Joseph. Cuando Joseph terminó, ___(Tn) estaba sentada al borde del escritorio de Nicolas, y los dos habían estado riéndose y charlando.
―¿Dónde vamos, jefe? ―Nicholas preguntó.
Joseph arqueó una ceja.
―¿Al bar de Mamie? ―Nicholas sugirió.
―Íbamos a ir solos ―dijo Joseph.
___(Tn) sonrió abiertamente.
―Naturalmente, estás invitado.
―¿Qué endiablada diferencia se ha producido? ―Joseph habló entre dientes. Frotó su mandíbula.
La sombra de las cinco. Bien, infierno. Se sentía como si hubiera sido arrastrado por el barro. Un músculo del brazo le dolía y estaba empezando a sentir dolor en sus costillas, donde se golpeó contra el suelo cuando cayó con Ray.
―Necesito una copa. Vámonos.
___(Tn) todavía parecía fresca, brillante y hermosa. El concepto de estar solo con ella había sido algo bonito, incluso si estar solo implicaba tener vigilado a cada cliente en el local de Mamie.
Al infierno con ello. Esto era mejor. Podía sentarse al lado de ___(Tn) y relajarse. Y Nicholas podía observar.
___(Tn) se escabulló del escritorio, poniendo sus manos sobre sus hombros, rozando sus labios con un beso. Estaba a punto de escaparse. La atrapó por la cintura.
―Siempre y cuando te tenga a solas después.
Se puso tensa ligeramente.
―Tendré que ir a casa esta noche…
―No.
Ella se endureció.
―Por favor. Te quiero conmigo esta noche ―vaciló. ―Te necesito conmigo.
Él encontró los ojos de ella. Algo parecía estar trabajando en su mente.
―___(Tn)...
Asintió con la cabeza después de un momento.
―Muy bien... Me quedaré esta noche.
___(Tn) fue sorprendida por la elegancia del establecimiento de Mamie. No era ostentoso, sólo tranquilo y bonito. Tanto el área del restaurante como la barra tenían una iluminación suave derramada sobre las finas tallas de las cabinas de madera, las mesas y las sillas. Las acuarelas cubrían las paredes, y algunos grandes acuarios de peces tropicales estaban dispuestos atrayentemente alrededor de las salas. La barra era de una madera más profunda, finamente pulida. Los detalles de las mesas eran intachables, los cristales centelleaban, el lino era tan blanco como la nieve.
Fueron acomodados en una cabina en la barra, con Joseph de frente, con el propósito poder ver a todos los que iban y venían, ___(Tn) estaba segura, aunque le había dicho a Nicholas que estaría atento y él se desconectaría.
___(Tn) estaba igualmente asombrada cuando conoció a Mamie, que era tan elegante como su decoración, aunque podía pasar al lenguaje de la calle en seguida. Pero Mamie parecía decente y aposentada en la tierra, para nada como había esperado que fuera un alcahuete de sexo femenino.
Y la lista de vinos era increíblemente extensa. Pidió un Borgoña de California de 1976 que era excelente. Joseph pidió una cerveza y Nicholas hizo lo mismo.
Joseph bebió la mitad de la cerveza con su primer trago, y retrocedió en la cabina de alguna manera. ___(Tn) no podía evitar estudiar su cara. Estaba cansado, dolorido. Parecía extenuado, y con todo, incluso el cansancio parecía aumentar su carácter, y ella estaba asustada por la fuerza de las emociones que la estremecían. No había vacilado. Cuando había un problema, él, instintivamente, se lanzaba a la refriega. No había sido estúpido, había hecho su mayor maldito esfuerzo para no matar. Y cuando el perpetrador borracho lo había agredido, se había defendido con potencia y determinación. Y Ray había caído.
Mordió su labio inferior ligeramente, mirando fijamente su vino.
Ray había caído. Muerto. Pero no hasta después de haber perseguido a Joseph mientras, seguramente, estaba casi medio muerto.
Ella tembló.
Volvió su vista a Joseph, alarmada por sentir lágrimas de gratitud brotar en sus ojos. Nicholas se excusó para ir al baño de caballeros.
Los dedos de Joseph se cerraron sobre los suyos. Sonrío. Una arrepentida y cansada media sonrisa.
―¿Qué estás pensando?
―Yo... Estaba pensando que es asombroso que Mamie sea una mujer que vende carne humana ―dijo. Era solamente una mentira porque no era lo que estaba pensando en ese momento.
Joseph se encogió de hombros.
―Mamie no es malvada en lo que está haciendo ―murmuró. Levantó sus manos, luego dibujó un dedo alrededor del borde de su vaso de cerveza. ―Mamie no hace los arreglos para alguien que haga algo que él o ella no hayan hecho antes. Toma una comisión muy pequeña de mujeres que deberían de estar recorriendo las calle de un sitio a otro.
___(Tn) le arqueó una ceja, curiosamente divertida.
―¿Eres un policía que condona la prostitución?
―Soy un policía consciente de que no puede parar la prostitución; el mismo Jesús no fue capaz de manejar esa hazaña. Recuerda, estamos hablando de la profesión más vieja. En una ciudad como Nueva Orleans donde tenemos algunos de los clubes de sexo más salvajes de la nación, lo mejor que puedo esperar hacer es mantenerlo apartado de su servicio más sórdido.
―¿Pero no deberías de estar arrestando a Mamie?
―Ya arresté a Mamie. Necesitaba que ella hablara.
―Ah... El menor de los males.
―Pienso que Mamie es, definitivamente, el menor de los males cuando se considera a este asesino.
___(Tn) asintió con la cabeza. Oh, sí. Definitivamente.
―Bien, Mamie también sirve un vino excelente. ¿Me pedirías otro vaso? Saldré a empolvar mi nariz―dijo.
La boca de Joseph se curvó en una sonrisa de disgusto y levantó sus manos como si estuviera derrotado.
―Aquí estoy, el trabajador y desgastado policía abandonado por mi amigo y mi amante al mismo tiempo.
―Volveré enseguida―le aseguró, frunciendo el ceño. ―Nicholas lleva un rato fuera.
―Estará llamando probablemente para ver qué está ocurriendo. El tipo con los dientes podridos de hoy ―el viejo flaco Rutger —estaba gruñendo algo sobre el abogado que iba a venir. Quiero asegurarme de que lo hayamos mantenido encerrado con llave, al menos por una noche.
―La chica, Callie. ¿Está en el hospital?
Joseph asintió con la cabeza con gravedad.
―Me gustaría averiguar de algún lugar para llevarla antes de que Rutger salga a la calle, y a ella, otra vez.
―¿No puedes obtener una orden de alejamiento?
―El jefe está trabajando en ello.
―Bien. Estoy contenta. Pobre niña.
―Veremos si podemos darla un respiro en algún lugar ―dijo ligeramente, y le ofreció una sonrisa sexy. ―Vuelve rápidamente. Tenemos supuestamente una gran bandeja de aperitivos en camino.
___(Tn) sintió una tibieza irresistible extenderse por ella cuando él sonrío. Tenía una gran sonrisa. Sus hoyuelos se marcaban, sus ojos se volvían de café fuego. Las líneas resistentes de su cara se ablandaban, haciéndole tanto muy apuesto como muy masculino. Humedeció sus labios, tentada de parar y sólo susurrar las palabras...
Se estaba enamorando de él. No quería hacerlo, por supuesto, pero aun así...
Era Joseph.
Se giró rápidamente y se fue hacia el servicio de señoras.
Aún por el camino, se paró y escudriñó a la clientela de Mamie ella misma. Todas y cada una de las caras.
Verificó su reloj y se preguntó nerviosamente como de tarde pretendía quedarse Joseph. La tarde parecía estar pasando demasiado rápidamente.
El anochecer había llegado y se había ido...
Y había una luna llena naciente.
Londres
Finales de Verano, 1888
El homicidio no era en absoluto anormal en el East End.
Las peleas estallaban en los bares.
Los maridos golpeaban a sus esposas.
Los borrachos se enfrentaban entre sí con cuchillos y botellas rotas.
Aunque, incluso en el East End, generalmente, había un motivo para el asesinato.
El robo. El odio, los celos, la pasión.
Las putas alguna vez morían recibiendo abusos por parte de su clientela. Pero antes de Agosto de 1888, Londres ya era presa de varios eventos extraños.
Algunos torsos de mujeres habían sido descubiertos en el Támesis.
Una prostituta del East End murió, víctima de una violación múltiple por tres hombres, sufriendo un daño terrible en sus genitales por un objeto contundente.
Dos mujeres que ejercían su negocio habían sido amenazadas por hombres con cuchillos.
Entonces, en la madrugada después del día de fiesta del 6 de Agosto de 1888, el cadáver de una mujer fue encontrado en George Yard. Había sido apuñalada salvajemente treinta y nueve veces.
No existía un pánico real en ese momento. El homicidio llenó los periódicos; no fue identificada al principio, excepto por ser una mujer madura y alta, con el pelo negro y una cara redonda, que pertenecía a las clases más bajas, aparentemente. Los periódicos comentaron al respecto que había sido “masacrada”, y que estaba manifestándose una sensación de inseguridad. Pronto fue identificada como Martha Tabrum, y debido a que había sido vista recorriendo las calles con un soldado en último lugar, muchos soldados fueron hechos desfilar ante posibles testigos, todo en vano.
Peter estaba profundamente perturbado por el homicidio; no quería que Megan le acompañara por el East End nunca más. Ella le aseguró, tratando de ser liviana, que no estaría pidiendo soldados mientras lo ayudaba con su trabajo. Ganó su argumento, pero Peter todavía parecía perturbado.
Entonces, sobre el 31 de Agosto, fue encontrado el cadáver de otra mujer. Fue identificada dentro de las primeras veinticuatro horas como Mary Ann o, como era conocida por sus amigos, Polly Nichols. Su garganta había sido cortada con violencia, y peor. Había sido salvajemente mutilada. Su garganta había sido cortada con el propósito de que su cabeza estuviera casi separada, y su estómago había sido rasgado abierto, y sus intestinos expuestos.
La policía y los cirujanos argumentaron; los periódicos especularon. La mayoría creyó que este nuevo homicidio era diferente del de Martha Tabrum, aunque las víctimas eran equitativamente mujeres tristes que habían llevado vidas tristes, recayendo sobre las profundidades de pensiones de mala muerte, prostituyéndose por unas monedas para comprar una cama, y a veces, como Polly, había hecho esa noche, gastando sus ingresos para la cama en licor varias veces, antes de intentar comprar una cama por una noche.
Peter estaba otra vez preocupado porque Megan le acompañara a él por sus recorridos en el punto débil oscuro del East End. ―¡Hay tal horror desgraciado ahí! ―Insistió.
Megan insistió de nuevo en que estaría bien; estaba ayudando a un médico, no prostituyéndose. Laura discutió con su marido; Megan insistió en que Peter mismo pudiera estar en peligro, y Laura dejó de discutir con ella —tal vez era más seguro que los dos trabajaran juntos.
Peter trabajaba en las pensiones de mala muerte, advirtiendo a las mujeres para que dejaran la prostitución. Trabajando entre las mujeres, Megan empezó a encontrar los homicidios aún más trágicos. Las calles sucias y la cargada neblina del East End habían creado algunas amistades verdaderas y aprendió algo sobre las víctimas asesinadas. Una vez, Polly había estado decentemente casada. Había parido a cinco hijos. Su matrimonio había fallado. Algunos echaron la culpa de la desintegración a la enfermera que había vivido en su casa durante su último encarcelamiento; su marido le echó la culpa a ella por su predilección por la bebida, y afirmó que lo había abandonado varias veces. Polly había deseado, viviendo en correccionales, volver a la casa de su padre por un tiempo, moviéndose por más correccionales y pensiones de mala muerte. No mucho antes de su muerte, había encontrado trabajo como empleada doméstica, y había tratado de contactar con su familia otra vez, escribiendo a su padre que estaba empleada y haciéndolo bien. En la noche en que murió, Polly había estado lastimeramente orgullosa de su nueva cofia negra. Había estado alegre a pesar de su alcoholismo y el estado triste de su vida, y esos amigos que había hecho en la calle, habían estado muy encariñados con ella.
Desde el principio del todo, hubo controversia con respecto a si había sido el mismo asesino tanto con Martha como con Polly. Ambas eran mujeres de mediana edad y envejecidas, tristes hasta el extremo, con matrimonios rotos y problemas con el alcohol. Eran criaturas pobres, patéticas, que se habían prostituido en la calle.
Con la muerte de Polly el trastorno político comenzó, la gente se dirigía duramente hacia la policía y hacia los políticos del Ministerio de Gobierno, siendo blanco del duro ataque también. Los ciudadanos respetables de la Inglaterra Victoriana empezaron a gritar que algo debería de ser hecho, y las vidas de muchos que habían sido como polvo barrido bajo una alfombra, fueron expuestas repentinamente.
Megan era una apasionada de su trabajo con Peter. Había tantos niños que necesitaban apoyo, tantas mujeres que podían ser devueltas a una mejor vida con sólo un pequeño empujón. El asesino hizo aún más importante que no abandonaran a una gente que necesitaba toda la caridad que podían conseguir.
El sábado, 8 de septiembre fue encontrado el cadáver de Annie Chapman.
Oscura Annie. Pobre Annie. Megan supo a través de sus contemporáneas, sentada con las mujeres reunidas en una taberna una mañana, que Annie era, quizás, la víctima más patética hasta ahora. Se había casado con un cochero llamado John Chapman, y había parido a tres niños. Su hijo había nacido incapacitado emocionalmente. Su preciosa Emily Ruth murió de meningitis a la edad de doce años. Su segunda hija estaba viajando con una compañía teatral o circo en Francia, y su hijo fue llevado a una escuela de caridad. Su matrimonio se deshilachó y se rompió rápidamente. Su marido le dio un pequeño respiro, luego se murió. A pesar de la desintegración y de sus arreglos con otros hombres, fue destrozada por las noticias, y fue abandonada como indigente.
Haciendo la calle en el East End.
Hasta que conoció a su asesino.
Los periódicos hablaron de un hombre llamado “Delantal de Cuero”, un fabricante de zapatillas que intimidaba a prostitutas con un cuchillo. Delantal de Cuero no podía ser encontrado.
Peter se volvió más arisco. Y volviendo a casa con él en las horas matutinas muy tempranas, Megan supo por qué.
―¿Ha notado que no me ha visto mientras estos crímenes perversos han tenido lugar? ―Él exigió.
Incrédula, Megan lo miró fijamente.
―¿Qué está usted diciendo, Peter?
―Me estoy preguntando si no he perdido mi cabeza. Estoy teniendo las más extrañas pérdidas de conocimiento. Algo atrae mi atención mientras en la calle, o incluso dentro, y repentinamente, me desmayo otra vez. Despierto, en un lugar diferente, y no sé dónde estoy, o dónde he estado…
―Pero, Peter…
―En el primer homicidio, estaba aquí a solas. En el segundo homicidio, usted estaba conmigo, pero se quedó en Casa Remington, si recuerda, cuando le dije que iba a encargarme del viejo Sr. Throgmorton abajo. El tercer homicidio... usted estaba en la taberna tratando de educar a las putas.
―Oh, ¡Venga ya, Peter! Usted estaría empapado en sangre, estaría…
―Dos veces parecía que no había sangre sobre las víctimas donde debería de haber estado. Y todos los expertos médicos están de acuerdo en que las víctimas fueron, probablemente, parcialmente estranguladas, antes de morir al menos, y que el derramamiento de sangre remojó de atrás para adelante y no roció.
―Peter, ¡Usted no puede creer en esto realmente! ¿Por qué iba repentinamente a matar a prostitutas?
―¡No sé, no sé! ―Gimió, y paró repentinamente, apoyándose contra el edificio por el que estaban pasando, desplomándose en el suelo. Presionó su cabeza entre sus manos.
―Megan, me desperté en el último lugar con un cuchillo sangriento a mi lado. Y sangre sobre mi capa. Entré en pánico, y me lavé en el jardín de un carnicero, y dejé el cuchillo encima de sus mandiles de trabajo. Si eso hace que el hombre empiece a ser sospechoso…
―No he escuchado nada, Peter. Pero usted no está haciendo esto. Se lo prometo.
Negó con su cabeza.
―¿Y qué pasa si me estoy volviendo loco? ¿Y qué si he mirado a aquellas pobres, con dientes podridos, brujas viejas cargadas de alcohol, tanto tiempo que no puedo soportarlo más y siento que deben estar mejor muertas?
―¡Oh, Peter! Si usted pensara de ellas que estarían mejor muertas, las dispararía directamente en el corazón y estaría listo. Y usted es, de lejos, demasiado moral para considerarse a usted mismo juez para decidir quién deber vivir y quién debe morir en primer lugar. Y si usted alguna vez perdiera su mente y empezara a matar a prostitutas, ¡No las estaría destrozando en tal macabra y horrible manera! Por favor, Peter, esto es una locura.
―Megan, estoy asustado.
―Peter, los rumores abundan, se lo garantizo. Todos son acusados, desde inmigrantes a comadronas de la realeza. La policía no puede dar demasiada información a los periódicos o no tendrían nada para trabajar y por tanto, la prensa toma lo que puede y se inventa el resto de las especulaciones entre mujeres asustadas en las tabernas. Tiene que escucharme, Peter. Usted es un buen doctor, y un buen hombre. No es un asesino. ¡Eso es un hecho!
Asintió con la cabeza después de un momento.
―¿Pero qué me está pasando? ¿Qué está ocurriendo?
Ella le sonrío.
―¡Supongo que tendremos que consultar con otro médico! ―Le dijo, sonriendo. Y él también sonrío por fin.
Ella lo ayudó. Estaba tan repentinamente determinada que tuvo que seguir yendo al East End. Al principio, había sido como apoyo a las mujeres.
Ahora estaba determinada a atrapar a un asesino. Quería tanto a Peter como a Laura. No podía soportar verlos heridos. Y con la confesión desesperada de Peter, se había dado cuenta de que ella podría ser la única mujer en el East End con el poder de atrapar al asesino.
El nombre de la joven rubia era Callie Sewell. Tenía veinte años; escaparía de un padre maltratador para llegar a un amante maltratador. Los patrones eran difíciles de romper. Necesitaba apoyo, y autoestima. De algún modo, parecía que ___(Tn) le había dado lo último.
Estaba en el hospital ahora. El corte profundo sobre su mano había sido lo suficientemente grave para perder mucha sangre. Entre eso y su débil estado físico, habían decidido dejarla en observación durante la noche.
El Dr. Larson Petrie había sido el hombre que había visto a la rubia. Joseph conocía a Larson, y que él hacía lo mejor para sortear las reglas y las leyes para ayudar a las personas. Estaba reteniendo a Callie Sewell, probablemente, para observarla a través de una mala noche.
El hombre muerto —Ray Shere —estaba en la morgue, programado para la autopsia a la mañana siguiente. Joseph estaba seguro que descubrirían que había sido bombardeado tanto con drogas como con alcohol. Algo tenía que explicar su aguante, en la medida de lo que había pasado, tras recibir un disparo en el pecho.
A las cuatro en punto, Joseph por fin había terminado con el trabajo de despacho. Nicholas había entrado, para darle apoyo moral, le dijo a Joseph, pero parecía ser a ___(Tn) a quien estaba dando apoyo en vez de a Joseph. Cuando Joseph terminó, ___(Tn) estaba sentada al borde del escritorio de Nicolas, y los dos habían estado riéndose y charlando.
―¿Dónde vamos, jefe? ―Nicholas preguntó.
Joseph arqueó una ceja.
―¿Al bar de Mamie? ―Nicholas sugirió.
―Íbamos a ir solos ―dijo Joseph.
___(Tn) sonrió abiertamente.
―Naturalmente, estás invitado.
―¿Qué endiablada diferencia se ha producido? ―Joseph habló entre dientes. Frotó su mandíbula.
La sombra de las cinco. Bien, infierno. Se sentía como si hubiera sido arrastrado por el barro. Un músculo del brazo le dolía y estaba empezando a sentir dolor en sus costillas, donde se golpeó contra el suelo cuando cayó con Ray.
―Necesito una copa. Vámonos.
___(Tn) todavía parecía fresca, brillante y hermosa. El concepto de estar solo con ella había sido algo bonito, incluso si estar solo implicaba tener vigilado a cada cliente en el local de Mamie.
Al infierno con ello. Esto era mejor. Podía sentarse al lado de ___(Tn) y relajarse. Y Nicholas podía observar.
___(Tn) se escabulló del escritorio, poniendo sus manos sobre sus hombros, rozando sus labios con un beso. Estaba a punto de escaparse. La atrapó por la cintura.
―Siempre y cuando te tenga a solas después.
Se puso tensa ligeramente.
―Tendré que ir a casa esta noche…
―No.
Ella se endureció.
―Por favor. Te quiero conmigo esta noche ―vaciló. ―Te necesito conmigo.
Él encontró los ojos de ella. Algo parecía estar trabajando en su mente.
―___(Tn)...
Asintió con la cabeza después de un momento.
―Muy bien... Me quedaré esta noche.
___(Tn) fue sorprendida por la elegancia del establecimiento de Mamie. No era ostentoso, sólo tranquilo y bonito. Tanto el área del restaurante como la barra tenían una iluminación suave derramada sobre las finas tallas de las cabinas de madera, las mesas y las sillas. Las acuarelas cubrían las paredes, y algunos grandes acuarios de peces tropicales estaban dispuestos atrayentemente alrededor de las salas. La barra era de una madera más profunda, finamente pulida. Los detalles de las mesas eran intachables, los cristales centelleaban, el lino era tan blanco como la nieve.
Fueron acomodados en una cabina en la barra, con Joseph de frente, con el propósito poder ver a todos los que iban y venían, ___(Tn) estaba segura, aunque le había dicho a Nicholas que estaría atento y él se desconectaría.
___(Tn) estaba igualmente asombrada cuando conoció a Mamie, que era tan elegante como su decoración, aunque podía pasar al lenguaje de la calle en seguida. Pero Mamie parecía decente y aposentada en la tierra, para nada como había esperado que fuera un alcahuete de sexo femenino.
Y la lista de vinos era increíblemente extensa. Pidió un Borgoña de California de 1976 que era excelente. Joseph pidió una cerveza y Nicholas hizo lo mismo.
Joseph bebió la mitad de la cerveza con su primer trago, y retrocedió en la cabina de alguna manera. ___(Tn) no podía evitar estudiar su cara. Estaba cansado, dolorido. Parecía extenuado, y con todo, incluso el cansancio parecía aumentar su carácter, y ella estaba asustada por la fuerza de las emociones que la estremecían. No había vacilado. Cuando había un problema, él, instintivamente, se lanzaba a la refriega. No había sido estúpido, había hecho su mayor maldito esfuerzo para no matar. Y cuando el perpetrador borracho lo había agredido, se había defendido con potencia y determinación. Y Ray había caído.
Mordió su labio inferior ligeramente, mirando fijamente su vino.
Ray había caído. Muerto. Pero no hasta después de haber perseguido a Joseph mientras, seguramente, estaba casi medio muerto.
Ella tembló.
Volvió su vista a Joseph, alarmada por sentir lágrimas de gratitud brotar en sus ojos. Nicholas se excusó para ir al baño de caballeros.
Los dedos de Joseph se cerraron sobre los suyos. Sonrío. Una arrepentida y cansada media sonrisa.
―¿Qué estás pensando?
―Yo... Estaba pensando que es asombroso que Mamie sea una mujer que vende carne humana ―dijo. Era solamente una mentira porque no era lo que estaba pensando en ese momento.
Joseph se encogió de hombros.
―Mamie no es malvada en lo que está haciendo ―murmuró. Levantó sus manos, luego dibujó un dedo alrededor del borde de su vaso de cerveza. ―Mamie no hace los arreglos para alguien que haga algo que él o ella no hayan hecho antes. Toma una comisión muy pequeña de mujeres que deberían de estar recorriendo las calle de un sitio a otro.
___(Tn) le arqueó una ceja, curiosamente divertida.
―¿Eres un policía que condona la prostitución?
―Soy un policía consciente de que no puede parar la prostitución; el mismo Jesús no fue capaz de manejar esa hazaña. Recuerda, estamos hablando de la profesión más vieja. En una ciudad como Nueva Orleans donde tenemos algunos de los clubes de sexo más salvajes de la nación, lo mejor que puedo esperar hacer es mantenerlo apartado de su servicio más sórdido.
―¿Pero no deberías de estar arrestando a Mamie?
―Ya arresté a Mamie. Necesitaba que ella hablara.
―Ah... El menor de los males.
―Pienso que Mamie es, definitivamente, el menor de los males cuando se considera a este asesino.
___(Tn) asintió con la cabeza. Oh, sí. Definitivamente.
―Bien, Mamie también sirve un vino excelente. ¿Me pedirías otro vaso? Saldré a empolvar mi nariz―dijo.
La boca de Joseph se curvó en una sonrisa de disgusto y levantó sus manos como si estuviera derrotado.
―Aquí estoy, el trabajador y desgastado policía abandonado por mi amigo y mi amante al mismo tiempo.
―Volveré enseguida―le aseguró, frunciendo el ceño. ―Nicholas lleva un rato fuera.
―Estará llamando probablemente para ver qué está ocurriendo. El tipo con los dientes podridos de hoy ―el viejo flaco Rutger —estaba gruñendo algo sobre el abogado que iba a venir. Quiero asegurarme de que lo hayamos mantenido encerrado con llave, al menos por una noche.
―La chica, Callie. ¿Está en el hospital?
Joseph asintió con la cabeza con gravedad.
―Me gustaría averiguar de algún lugar para llevarla antes de que Rutger salga a la calle, y a ella, otra vez.
―¿No puedes obtener una orden de alejamiento?
―El jefe está trabajando en ello.
―Bien. Estoy contenta. Pobre niña.
―Veremos si podemos darla un respiro en algún lugar ―dijo ligeramente, y le ofreció una sonrisa sexy. ―Vuelve rápidamente. Tenemos supuestamente una gran bandeja de aperitivos en camino.
___(Tn) sintió una tibieza irresistible extenderse por ella cuando él sonrío. Tenía una gran sonrisa. Sus hoyuelos se marcaban, sus ojos se volvían de café fuego. Las líneas resistentes de su cara se ablandaban, haciéndole tanto muy apuesto como muy masculino. Humedeció sus labios, tentada de parar y sólo susurrar las palabras...
Se estaba enamorando de él. No quería hacerlo, por supuesto, pero aun así...
Era Joseph.
Se giró rápidamente y se fue hacia el servicio de señoras.
Aún por el camino, se paró y escudriñó a la clientela de Mamie ella misma. Todas y cada una de las caras.
Verificó su reloj y se preguntó nerviosamente como de tarde pretendía quedarse Joseph. La tarde parecía estar pasando demasiado rápidamente.
El anochecer había llegado y se había ido...
Y había una luna llena naciente.
Londres
Finales de Verano, 1888
El homicidio no era en absoluto anormal en el East End.
Las peleas estallaban en los bares.
Los maridos golpeaban a sus esposas.
Los borrachos se enfrentaban entre sí con cuchillos y botellas rotas.
Aunque, incluso en el East End, generalmente, había un motivo para el asesinato.
El robo. El odio, los celos, la pasión.
Las putas alguna vez morían recibiendo abusos por parte de su clientela. Pero antes de Agosto de 1888, Londres ya era presa de varios eventos extraños.
Algunos torsos de mujeres habían sido descubiertos en el Támesis.
Una prostituta del East End murió, víctima de una violación múltiple por tres hombres, sufriendo un daño terrible en sus genitales por un objeto contundente.
Dos mujeres que ejercían su negocio habían sido amenazadas por hombres con cuchillos.
Entonces, en la madrugada después del día de fiesta del 6 de Agosto de 1888, el cadáver de una mujer fue encontrado en George Yard. Había sido apuñalada salvajemente treinta y nueve veces.
No existía un pánico real en ese momento. El homicidio llenó los periódicos; no fue identificada al principio, excepto por ser una mujer madura y alta, con el pelo negro y una cara redonda, que pertenecía a las clases más bajas, aparentemente. Los periódicos comentaron al respecto que había sido “masacrada”, y que estaba manifestándose una sensación de inseguridad. Pronto fue identificada como Martha Tabrum, y debido a que había sido vista recorriendo las calles con un soldado en último lugar, muchos soldados fueron hechos desfilar ante posibles testigos, todo en vano.
Peter estaba profundamente perturbado por el homicidio; no quería que Megan le acompañara por el East End nunca más. Ella le aseguró, tratando de ser liviana, que no estaría pidiendo soldados mientras lo ayudaba con su trabajo. Ganó su argumento, pero Peter todavía parecía perturbado.
Entonces, sobre el 31 de Agosto, fue encontrado el cadáver de otra mujer. Fue identificada dentro de las primeras veinticuatro horas como Mary Ann o, como era conocida por sus amigos, Polly Nichols. Su garganta había sido cortada con violencia, y peor. Había sido salvajemente mutilada. Su garganta había sido cortada con el propósito de que su cabeza estuviera casi separada, y su estómago había sido rasgado abierto, y sus intestinos expuestos.
La policía y los cirujanos argumentaron; los periódicos especularon. La mayoría creyó que este nuevo homicidio era diferente del de Martha Tabrum, aunque las víctimas eran equitativamente mujeres tristes que habían llevado vidas tristes, recayendo sobre las profundidades de pensiones de mala muerte, prostituyéndose por unas monedas para comprar una cama, y a veces, como Polly, había hecho esa noche, gastando sus ingresos para la cama en licor varias veces, antes de intentar comprar una cama por una noche.
Peter estaba otra vez preocupado porque Megan le acompañara a él por sus recorridos en el punto débil oscuro del East End. ―¡Hay tal horror desgraciado ahí! ―Insistió.
Megan insistió de nuevo en que estaría bien; estaba ayudando a un médico, no prostituyéndose. Laura discutió con su marido; Megan insistió en que Peter mismo pudiera estar en peligro, y Laura dejó de discutir con ella —tal vez era más seguro que los dos trabajaran juntos.
Peter trabajaba en las pensiones de mala muerte, advirtiendo a las mujeres para que dejaran la prostitución. Trabajando entre las mujeres, Megan empezó a encontrar los homicidios aún más trágicos. Las calles sucias y la cargada neblina del East End habían creado algunas amistades verdaderas y aprendió algo sobre las víctimas asesinadas. Una vez, Polly había estado decentemente casada. Había parido a cinco hijos. Su matrimonio había fallado. Algunos echaron la culpa de la desintegración a la enfermera que había vivido en su casa durante su último encarcelamiento; su marido le echó la culpa a ella por su predilección por la bebida, y afirmó que lo había abandonado varias veces. Polly había deseado, viviendo en correccionales, volver a la casa de su padre por un tiempo, moviéndose por más correccionales y pensiones de mala muerte. No mucho antes de su muerte, había encontrado trabajo como empleada doméstica, y había tratado de contactar con su familia otra vez, escribiendo a su padre que estaba empleada y haciéndolo bien. En la noche en que murió, Polly había estado lastimeramente orgullosa de su nueva cofia negra. Había estado alegre a pesar de su alcoholismo y el estado triste de su vida, y esos amigos que había hecho en la calle, habían estado muy encariñados con ella.
Desde el principio del todo, hubo controversia con respecto a si había sido el mismo asesino tanto con Martha como con Polly. Ambas eran mujeres de mediana edad y envejecidas, tristes hasta el extremo, con matrimonios rotos y problemas con el alcohol. Eran criaturas pobres, patéticas, que se habían prostituido en la calle.
Con la muerte de Polly el trastorno político comenzó, la gente se dirigía duramente hacia la policía y hacia los políticos del Ministerio de Gobierno, siendo blanco del duro ataque también. Los ciudadanos respetables de la Inglaterra Victoriana empezaron a gritar que algo debería de ser hecho, y las vidas de muchos que habían sido como polvo barrido bajo una alfombra, fueron expuestas repentinamente.
Megan era una apasionada de su trabajo con Peter. Había tantos niños que necesitaban apoyo, tantas mujeres que podían ser devueltas a una mejor vida con sólo un pequeño empujón. El asesino hizo aún más importante que no abandonaran a una gente que necesitaba toda la caridad que podían conseguir.
El sábado, 8 de septiembre fue encontrado el cadáver de Annie Chapman.
Oscura Annie. Pobre Annie. Megan supo a través de sus contemporáneas, sentada con las mujeres reunidas en una taberna una mañana, que Annie era, quizás, la víctima más patética hasta ahora. Se había casado con un cochero llamado John Chapman, y había parido a tres niños. Su hijo había nacido incapacitado emocionalmente. Su preciosa Emily Ruth murió de meningitis a la edad de doce años. Su segunda hija estaba viajando con una compañía teatral o circo en Francia, y su hijo fue llevado a una escuela de caridad. Su matrimonio se deshilachó y se rompió rápidamente. Su marido le dio un pequeño respiro, luego se murió. A pesar de la desintegración y de sus arreglos con otros hombres, fue destrozada por las noticias, y fue abandonada como indigente.
Haciendo la calle en el East End.
Hasta que conoció a su asesino.
Los periódicos hablaron de un hombre llamado “Delantal de Cuero”, un fabricante de zapatillas que intimidaba a prostitutas con un cuchillo. Delantal de Cuero no podía ser encontrado.
Peter se volvió más arisco. Y volviendo a casa con él en las horas matutinas muy tempranas, Megan supo por qué.
―¿Ha notado que no me ha visto mientras estos crímenes perversos han tenido lugar? ―Él exigió.
Incrédula, Megan lo miró fijamente.
―¿Qué está usted diciendo, Peter?
―Me estoy preguntando si no he perdido mi cabeza. Estoy teniendo las más extrañas pérdidas de conocimiento. Algo atrae mi atención mientras en la calle, o incluso dentro, y repentinamente, me desmayo otra vez. Despierto, en un lugar diferente, y no sé dónde estoy, o dónde he estado…
―Pero, Peter…
―En el primer homicidio, estaba aquí a solas. En el segundo homicidio, usted estaba conmigo, pero se quedó en Casa Remington, si recuerda, cuando le dije que iba a encargarme del viejo Sr. Throgmorton abajo. El tercer homicidio... usted estaba en la taberna tratando de educar a las putas.
―Oh, ¡Venga ya, Peter! Usted estaría empapado en sangre, estaría…
―Dos veces parecía que no había sangre sobre las víctimas donde debería de haber estado. Y todos los expertos médicos están de acuerdo en que las víctimas fueron, probablemente, parcialmente estranguladas, antes de morir al menos, y que el derramamiento de sangre remojó de atrás para adelante y no roció.
―Peter, ¡Usted no puede creer en esto realmente! ¿Por qué iba repentinamente a matar a prostitutas?
―¡No sé, no sé! ―Gimió, y paró repentinamente, apoyándose contra el edificio por el que estaban pasando, desplomándose en el suelo. Presionó su cabeza entre sus manos.
―Megan, me desperté en el último lugar con un cuchillo sangriento a mi lado. Y sangre sobre mi capa. Entré en pánico, y me lavé en el jardín de un carnicero, y dejé el cuchillo encima de sus mandiles de trabajo. Si eso hace que el hombre empiece a ser sospechoso…
―No he escuchado nada, Peter. Pero usted no está haciendo esto. Se lo prometo.
Negó con su cabeza.
―¿Y qué pasa si me estoy volviendo loco? ¿Y qué si he mirado a aquellas pobres, con dientes podridos, brujas viejas cargadas de alcohol, tanto tiempo que no puedo soportarlo más y siento que deben estar mejor muertas?
―¡Oh, Peter! Si usted pensara de ellas que estarían mejor muertas, las dispararía directamente en el corazón y estaría listo. Y usted es, de lejos, demasiado moral para considerarse a usted mismo juez para decidir quién deber vivir y quién debe morir en primer lugar. Y si usted alguna vez perdiera su mente y empezara a matar a prostitutas, ¡No las estaría destrozando en tal macabra y horrible manera! Por favor, Peter, esto es una locura.
―Megan, estoy asustado.
―Peter, los rumores abundan, se lo garantizo. Todos son acusados, desde inmigrantes a comadronas de la realeza. La policía no puede dar demasiada información a los periódicos o no tendrían nada para trabajar y por tanto, la prensa toma lo que puede y se inventa el resto de las especulaciones entre mujeres asustadas en las tabernas. Tiene que escucharme, Peter. Usted es un buen doctor, y un buen hombre. No es un asesino. ¡Eso es un hecho!
Asintió con la cabeza después de un momento.
―¿Pero qué me está pasando? ¿Qué está ocurriendo?
Ella le sonrío.
―¡Supongo que tendremos que consultar con otro médico! ―Le dijo, sonriendo. Y él también sonrío por fin.
Ella lo ayudó. Estaba tan repentinamente determinada que tuvo que seguir yendo al East End. Al principio, había sido como apoyo a las mujeres.
Ahora estaba determinada a atrapar a un asesino. Quería tanto a Peter como a Laura. No podía soportar verlos heridos. Y con la confesión desesperada de Peter, se había dado cuenta de que ella podría ser la única mujer en el East End con el poder de atrapar al asesino.
Bueno chicas aqui les dejo este capitulo. Muchas gracias por sus firmas jb_fanvanu y JBX2. Por ustedes terminare esta novela, que no le falta mucho. Entonces el final se acerca y espero verlas aqui hasta que llegue. Un beso y un abrazo. Karely.
Karely Jonatika
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